La historia comienza con el padre llevando al autor de 6 años, a probar su primer helado. Sin embargo, el autor encuentra que el helado sabe horrible. A pesar de sus protestas, el padre lo obliga a comer más helado, volviéndose cada vez más enojado por la negativa del niño. Finalmente, el padre lo fuerza a comer más helado a punta de cuchara hasta que el niño se pone a llorar desconsoladamente.
1. Aira, César - Cómo me hice monja 1
recuerdo vívido, que puedo
reconstruir en su menor detalle.
Antes de eso no hay nada:
después, todo siguió haciendo
un solo recuerdo vívido,
continuo e ininterrumpido,
incluidos los lapsos de sueño,
hasta que tomé los hábitos.
Nos habíamos mudado a
Rosario. Mis primeros seis años
los habíamos pasado, papá,
mamá y yo, en un pueblo de la
provincia de Buenos Aires del
que no guardo memoria alguna
y al que no he vuelto después:
Coronel Pringles. La gran ciudad
(era lo que parecía Rosario,
viniendo de donde veníamos)
1 nos produjo una sensación
inmensa. Mi padre no demoró
Mi historia, la historia de "cómo más que un par de días en
me hice monja", comenzó muy cumplir una promesa que me
temprano en mi vida; yo había hecho: llevarme a tomar
acababa de cumplir seis años. El un helado. Sería el primero para
comienzo está marcado con un mí, pues en Pringles no existían.
2. 2 Aira, César - Cómo me hice monja
Él, que en su juventud había viniera de él. Nos sentamos en
conocido ciudades, me había un banco en la vereda, bajo los
hecho más de una vez el elogio árboles que había en aquel
de esa golosina, que recordaba entonces en el centro de
deliciosa y festiva aunque no Rosario: plátanos. Observé cómo
atinaba a explicar su encanto lo hacía papá, que en segundos
con palabras. Me lo había había dado cuenta del copete de
descripto, muy correctamente, crema verde. Cargué la
como algo inimaginable para el cucharita con extremo cuidado,
no iniciado, y eso había bastado y me la llevé a la boca.
para que el helado echara raíces Bastó que las primeras
en mi mente infantil y creciera partículas se disolvieran en mi
en ella hasta tomar las lengua para sentirme enferma
dimensiones de un mito. del disgusto. Nunca había
Fuimos caminando hasta una probado algo tan repugnante.
heladería que habíamos Yo era más bien difícil en la
localizado el día anterior. alimentación, y la comedia del
Entramos. Él pidió uno de asco no tenía secretos para mí,
cincuenta centavos, de pistaccio, cuando no quería comer; pero
crema americana y kinotos al esto superaba todo lo que
whisky, y para mí uno de diez, hubiera experimentado nunca;
de frutilla. El color rosa me mis peores exageraciones,
encantó. Yo iba bien incluidas las que nunca me había
predispuesta. Adoraba a mi permitido, se veían justificadas
papá. Veneraba todo lo que de sobra. Por una fracción de
3. Aira, César - Cómo me hice monja 3
segundo pensé en disimularlo. seguir a papá ni siquiera en este
Papá había puesto tanta ilusión camino de placeres. Habría sido
en hacerme feliz, y eso era tan insensato intentar ocultarlo; ni
raro en él, un hombre distante, siquiera hoy podría hacerlo,
violento, sin ternuras visibles, porque esa mueca no se ha
que echar por la borda la borrado de mi cara.
ocasión me pareció un pecado. —¿Qué te pasa?
Pasó por mi mente la alternativa En su tono ya estaba todo lo
atroz de tragar todo el helado, que vino después.
sólo por complacerlo. Era un En circunstancias normales el
dedal, el vasito más chico, para llanto me habría impedido
párvulos, pero ahora me parecía contestarle. Siempre tenía las
una tonelada. lágrimas a flor de ojos, como
No sé si mi heroísmo habría tantos chicos hipersensibles.
llegado a tanto, pero no pude Pero un rebote del gusto
siquiera ponerlo a prueba. El horrendo, que me había bajado
primer bocado me había hasta la garganta y ahora volvía
dibujado en el rostro una mueca como un latigazo, me electrizó
involuntaria de asco que él no en seco.
pudo dejar de ver. Fue una —Gggh...
mueca casi exagerada, en la que —¿Qué?
se conjugaba la reacción —Es... feo.
fisiológica y su acompañamiento —¿Es qué?
psíquico de desilusión, miedo, y —¡Feo! —chillé desesperada.
la trágica tristeza de no poder —¿No te gusta el helado?
4. 4 Aira, César - Cómo me hice monja
Recordé que en el camino me no quería retroceder. Se me
había dicho, entre otras cosas revelaba que mi único camino a
cargadas de una agradable esta altura era demostrarle a
expectativa: "Vamos a ver si te papá que lo que tenía entre
gusta el helado". Claro que lo manos era inmundo. Miré el rosa
decía dando por supuesto que sí del helado con horror. La
me gustaría. ¿A qué chico no le comedia asomaba a la realidad.
gusta? Los hay que, adultos, Peor: la comedia se hacía
recuerdan su niñez como un realidad, frente a mí, a través de
prolongado pedido de helados y mí. Sentí vértigo, pero no podía
poca cosa más. Por eso ahora su echarme atrás.
pregunta tenía una resonancia —¡Es feo! ¡Es una porquería! —
de incrédulo fatalismo, como si Quise ponerme histérica. —¡Es
dijera: "No puedo creerlo; asqueroso!
también en esto tenías que No dijo nada. Miraba el vacío
fallarme". delante de él y comía de prisa su
Vi construirse la indignación y el helado. Yo había errado una vez
desprecio en sus ojos, pero se más el enfoque. Lo cambié con
contuvo todavía. Decidió darme aturdida precipitación.
una oportunidad más. —Es amargo —dije.
—Cómelo. Es rico —dijo, y para —No, es dulce —respondió con
demostrarlo se llevó a la boca una contenida suavidad cargada
una cucharada cargada del suyo. de amenaza.
Yo ya no podía retroceder. —¡Es amargo! —grité.
Estaba jugada. En cierto modo —Es dulce.
5. Aira, César - Cómo me hice monja 5
—¡¡Es amargo!! paces por un camino retorcido,
Papá ya había renunciado a muy típico de mí:
toda satisfacción que pudiera —-No sé cómo puede gustarte
haber esperado de la salida, de esa porquería. —Traté de darle
la comunión de gustos, de la un tonillo de admiración.
camaradería. Eso quedaba atrás, —A todo el mundo le gustan los
¡y qué ingenuo de su parte, helados —dijo lívido de furia. La
debía de estar pensando, en máscara de paciencia caía, y no
haberlo creído posible! No sé cómo yo todavía no estaba
obstante, y sólo para ahondar llorando. —A todo el mundo
más su propia herida, emprendió menos a vos, que sos un tarado.
el trabajo de convencerme de mi —¡No, papá! ¡Te juro...!
error. O de convencerse él de —Come ese helado.— Frío,
que yo era su error. tajante. —Para eso te lo compré,
—Es una crema muy dulce con taradito.
gusto a frutilla, riquísima. —¡Pero no puedo...!
Yo negaba con la cabeza. —Comelo. Probalo. Ni lo
—¿No? ¿Y qué gusto tiene probaste.
entonces? Abriendo grandes los ojos por
—¡Es horrible! mi honestidad puesta en duda
—A mí me parece muy rico — (tendría que haber sido un
dijo tranquilamente, y engulló monstruo para mentir por gusto)
otra cucharada. Su calma me exclamé:
espantaba más que cualquier —¡Te juro que es horrible!
otra cosa. Intenté hacer las
6. 6 Aira, César - Cómo me hice monja
—¡Qué va a ser horrible! Me resultó mil veces más
Probalo. asqueante que la vez anterior.
—¡Ya lo probé! ¡No puedo! Lo habría escupido, de saber
Se le ocurrió algo y volvió a un cómo hacerlo. Nunca aprendí a
nivel más condescendiente: escupir a distancia. Me chorreó
—¿Sabes qué debe ser? Que te por las comisuras de los labios.
dio impresión lo frío. No el Papá había seguido cada uno
gusto, sino lo frío que está. Pero de mis movimientos de reojo,
enseguida te vas a acostumbrar sin dejar de comer su helado a
y vas a ver qué rico es. grandes cucharadas. Las tres
Me aferré a un clavo ardiente. capas de distintos colores iban
Quise creer en esa posibilidad, desapareciendo velozmente. Con
que a mí no se me habría la cucharita aplastó la crema
ocurrido en mil años. Pero en el dejándola a nivel con los bordes
fondo sabía que no valía la del vasito de barquillo. En ese
pena. No era así. Yo no tomaba punto comenzó a comérselo. Yo
habitualmente bebidas heladas no sabía que esos vasitos se
(no teníamos heladera) pero las comían, y me pareció una
había probado y sabía bien que manifestación de salvajismo que
no era eso. Aun así, me aferré. desbordó la capa de mi espanto.
Tomé con suma precaución una Empecé a temblar. Sentí subir el
pizca de helado en la punta de llanto. Me habló con la boca
la cucharita, y me la llevé a la llena:
boca mecánicamente.
7. Aira, César - Cómo me hice monja 7
—¡Probalo bien, idiota! Una hubiera inventado. Papá me
buena porción para que puedas arrancó la cucharita de la otra
sentirle el gusto. mano y la clavó en la frutilla. La
—Pe... pero... levantó bien cargada y me la
Terminó el suyo. Arrojó la acercó a la boca. Mi única
cucharita a la calle. Milagro que defensa habría sido cerrarla, y
no se la comiera también, no volver a abrirla nunca más.
pensé. Con las manos libres, se Pero no podía. La abrí, redonda,
volvió hacia mí, y supe que el y la cucharita entró. Se posó en
cielo se me estaba cayendo mi lengua.
encima. —Cerrá.
—¡Cómelo de una vez! ¿No ves Lo hice. Las lágrimas ya me
que se está derritiendo? velaban los ojos. Al apretar la
Efectivamente, el copo de lengua contra el paladar y sentir
helado se estaba haciendo cómo se deshacía la crema, se
líquido, y unos arroyuelos rosa formó un sollozo en todo mi
corrían por el borde del vasito y cuerpo. No hice los movimientos
me goteaban sobre la mano y el de tragar. El asco me inundaba,
brazo, y sobre mis piernas flacas me explotaba en el cerebro
bajo el pantalón corto. Eso me como un rayo. Otra cucharada
inmovilizaba definitivamente. Mi bien cargada venía en camino.
angustia crecía al modo Abrí la boca. Ya estaba llorando.
exponencial. El helado se me Papá me puso la cucharita en la
aparecía como el más cruel otra mano.
dispositivo de tortura que se —Seguí vos.
8. 8 Aira, César - Cómo me hice monja
Me atraganté, tosí, y empecé a —Decime por qué no te gusta.
llorar a los gritos. A todos les gusta y a vos no.
—Ahora estás encaprichado. Me Decime el motivo.
lo haces a propósito. Increíblemente, pude hablar;
—¡No, papá! —tartamudeé de pero tenía tan poco que decir.
modo ininteligible. Sonaba: "pa —Porque es feo.
no pa no no pa". —No, no es feo. A mí me gusta.
—¿No te gusta? ¿Eh? ¿No te —A mí no —imploré.
gusta? ¿No ves que sos un Me tomó el brazo y guió la
tarado?— Lloré. —Contestame. mano con la cucharita hasta el
Si no te gusta no hay problema. helado.
Lo tiramos a la mierda y ya está. —Tómalo y nos vamos. Para
Lo decía como si eso fuera una qué te habré traído.
solución. Lo peor era que papá, —¡Pero no me gusta! Por favor,
por haber comido tan de prisa por favor...
su helado, tenía la lengua —Está bien. Nunca más te
entumecida y hablaba como yo vuelvo a comprar uno. Pero
nunca lo había oído, con una tomá éste.
torpeza que me lo hacía más Cargué la cucharita
feroz, más incomprensible, mecánicamente. De sólo pensar
muchísimo más temible. Creía que ese suplicio iba a seguir me
que era la rabia lo que le sentía desfallecer. Ya no tenía
endurecía la lengua. voluntad. Lloraba francamente,
sin embozos. Por suerte
estábamos solos. Al menos esa
9. Aira, César - Cómo me hice monja 9
humillación papá se la ahorró.
Se había callado, no se movía. 2
Me miraba con el mismo
disgusto profundo, visceral, con La discusión, como dije al
que yo consideraba mi helado de terminar el capítulo anterior,
frutilla. Yo quería decirle algo, había llegado a su fin, si es que
pero no sabía qué. ¿Que el puede hablarse de discusión.
helado no me gustaba? Ya se lo Habíamos caído en un silencio
había dicho. ¿Que el sabor del que ni siquiera el ruido
helado era inmundo? También entrecortado de mis sollozos
se lo había dicho, pero era algo alteraba en profundidad. Mi
que no valía la pena decir, que padre era una estatua, un
aun después de decirlo seguía bloque de piedra. Yo,
en mí, incomunicable. Porque a estremecida, trémula, húmeda,
él le gustaba, le parecía con el vaso de helado en una
exquisito. Todo era imposible, mano y la cucharita en la otra, la
para siempre. El llanto me cara roja y descompuesta en un
dobló, me quebró. Y no podía rictus de angustia, no estaba
esperar ningún consuelo. La menos inmovilizada. Lo estaba
situación era inexpresable por más, atada a un dolor que me
ambos lados. Él tampoco podía superaba con creces, dando con
decirme cuánto me despreciaba, mi infancia, con mi pequeñez,
cuánto me odiaba. Esta vez, yo con mi extrema vulnerabilidad,
había ido demasiado lejos. Sus la medida del universo. Papá no
palabras no me alcanzarían. insistió más. Mi último y
10. 10 Aira, César - Cómo me hice monja
definitivo recurso habría sido por la voluntad o la deliberación.
terminar por mi cuenta el Una arcada me sacudió el plexo.
helado, encontrarle el gusto al Fue algo grotesco, de caricatura.
fin, remontar la situación. Pero Era como si algo en mí quisiera
era imposible. No necesitaba demostrar que tenía enormes
que me lo dijeran. Ni siquiera reservas de energía, listas a
necesitaba pensarlo. En mi desencadenar en cualquier
suprema impotencia, tenía momento. De inmediato, otra,
firmemente dominadas las más exagerada todavía. A los
riendas de lo imposible. La calle muchos estratos de mi miedo se
vacía bajo los plátanos, el calor agregaba éste de ser presa de
asfixiante del enero rosarino, un mecanismo físico
devolvían el eco de mis sollozos. incontrolable. Papá me miró,
En la quietud, el sol hacía como si volviera de muy lejos:
dibujos de luz. Me caían —Basta de farsa.
lágrimas innumerables, y el Otra arcada. Otra más. Otra.
helado se derretía francamente, Eran una serie. Todas secas, sin
los hilos rosa me corrían hasta el vómito. Parecían las frenadas de
codo, desde donde goteaban a un auto loco. Frenadas ante el
la pierna. abismo, pero repetidas, como si
Pero no hay situación que se el abismo se multiplicara.
eternice. Siempre pasa algo Un interés nació en el rostro de
más. Lo que sucedió entonces papá. Yo conocía tan bien ese
vino de mi cuerpo, de lo rostro, cetrino, redondo, con la
profundo, sin preparación alguna calva prematura, la nariz
11. Aira, César - Cómo me hice monja 11
aguileña que heredó mi Vacilaba un poco. Debía de
hermana, no yo, y el espacio estar pensando cómo haría para
excesivo entre la nariz y la boca, llevarme a casa. No sabía, pobre
que él disimulaba con un bigote papá, que ya nunca más me
bien recortado. Lo conocía tan llevaría a casa. Aunque estoy
bien que no necesitaba mirarlo. segura de que si alguien se lo
Era un hombre previsible. Al hubiera dicho en ese momento,
menos lo era para mí. Yo habría sentido alivio.
también debía de ser previsible Con todas las sacudidas, y
para él. Pero las arcadas lo siempre sin soltar el vasito, yo
habían sorprendido. Las miraba me había asperjado de helado
casi como si yo me hubiera de pies a cabeza, ropa incluida.
objetivado, como si hubiera De modo que su primera medida
salido de él, de su destino. Yo fue quitármelo; hizo lo propio
seguía en la mía. Arcada. con la cucharita de la otra mano.
Arcada. Arcada. Yo era muy pequeña, muy
Al fin amainaron, sin que menuda, inclusive para mis seis
hubiera llegado a vomitar. Ya no años recién cumplidos. Papá era
lloraba. Me contenía, me un hombre grande, sin ser
aferraba a una triste parálisis. corpulento. Pero tenía dedos
Otra arcada remanente. Un hipo largos y finos (que yo sí he
hepático. heredado), y me alivió de mis
—Pero será posible, la puta dos cargas con precisión. Buscó
madre que te parió... un lugar donde tirarlos. Pero no
lo buscaba en realidad porque
12. 12 Aira, César - Cómo me hice monja
no había dejado de mirarme. última, secreta, sublime
Entonces hizo algo confirmación.
sorprendente. Pero se produjo un giro
Metió la cuchara en el vaso, en completo. Frunció los rasgos de
los restos del heladito rosa ya inmediato en una mueca de
medio líquido, pero todavía asco, y escupió con fuerza. ¡Era
manejable, la cargó y se la llevó inmundo! Yo estaba desorbitada
a la boca. No insultaré la (estaba desorbitada de antes,
memoria de mi padre diciendo por las arcadas) y lo veía doble,
que no quería desaprovechar el o triple. Debería haberme
helado ya pago. Estoy segura de transportado el conocido
que no era ése el caso. Podía sentimiento de triunfo, el triunfo
tener gestos de tacaño, como de los débiles de ver que se les
los tenemos todos, pero no en da la razón después de lo
una ocasión como aquélla. En su irremediable. Algo de eso hubo,
simplicidad de hombre de quizás, porque el hábito es
pueblo, era coherente. Estoy fuerte. Pero no me sentí
segura de que no concebía transportada. De hecho, no
siquiera la posibilidad de entendía bien qué podía estar
complicar la tragedia. Prefiero pasando. Estaba tan arraigada
pensar que quiso deleitarse, una en el desastre que buscaba otra
sola vez, una sola cucharada, explicación, más barroca, una
con el más cabal sabor del vuelta de tuerca que no anulase
helado de frutilla. Como una lo anterior, como habría tendido
13. Aira, César - Cómo me hice monja 13
a anularlo cualquier persona El heladero alzó la vista del
moralmente sana. Tony. Quiso componer la cara
Se llevó el vasito a la nariz y porque adivinó que había
olió con fuerza. Su gesto de problemas, y no acertaba a
disgusto se acentuó. Hubo esa imaginarse de qué índole eran.
impasse de movimientos —Esta mierda de helado que
imperceptibles que anuncia el me vendió está en mal estado.
paso a la acción. Él no era un —No.
hombre de acción; en ese —¡Cómo que no, carajo!
aspecto era normal. Pero la —No señor, todo el helado que
acción a veces se impone. No vendo es fresco.
me miró. En todo lo sucesivo de —Bueno, éste está podrido.
esa tarde funesta no volvió a —¿Cuál es? ¿Frutilla? Me lo
mirarme. Aunque debo de haber trajeron esta mañana.
sido un considerable —¡Qué mierda me importa!
espectáculo. Ni una sola vez ¡Esto está podrido!
volvió sus ojos a mí. Una mirada —Más fresco, imposible —
habría equivalido a una insistió el hombre. Buscó
explicación, y ya era imposible rápidamente entre las tapas de
explicarnos. Se levantó y fue aluminio de los tambores
adentro de la heladería, me dejó alineados en el mostrador, y
sola en el banco de la vereda, abrió una. —Ahí está, sin
llorosa y enchastrada. Pero yo empezar. Lo empecé con usted.
fui tras él. —¡Pero no me va a decir a mí!
—Señor...
14. 14 Aira, César - Cómo me hice monja
—¿Qué culpa tengo yo si al pibe no lo había hecho, y ahora le
no le gustó? devolvían la misma moneda, que
Papá estaba rojo de furor. Le él no podía ver sino por el
tendió el vasito. reverso, el de la malevolencia.
—¡Pruébelo! Adiviné que estaba dispuesto a
—Yo no tengo por qué probar hacérselo probar por la fuerza.
nada. El otro, por su parte, se
—No... Usted lo va a probar y enfrentaba a una alternativa en
me va a decir si... la que creía tener todas las de
—No me grite. ganar. Podía probar el helado,
A pesar de esta sugerencia encontrarle o no algún sabor
sensata, los dos estaban extraño, ligeramente amargo o
gritando. medicinal, y embarcarse en una
—Lo voy a denunciar. interminable discusión sobre lo
—No me haga reír. incomunicable o indecidible. En
—¡Qué se cree! ese momento entraron dos
—¡Qué se cree usted! chicos. El heladero los miró, con
En realidad, habían llegado a el triunfo pintado en el rostro.
una competencia de voluntades. —Dos de un peso.
Eso impedía que el problema Los de un peso eran grandes,
encontrara su solución natural. de cuatro gustos. Dos pesos en
Mi padre debía de saber que si aquellos años eran algo. La
él hubiera probado el helado de escena cambiaba radicalmente.
frutilla de entrada, las cosas no Ahora ponía a la heladería bajo
habrían llegado tan lejos. Pero la luz de la prosperidad, de la
15. Aira, César - Cómo me hice monja 15
normalidad, el ancho mundo derretido en la mano. El otro no
entraba bajo la figura de esos probaría esa porquería: probaría
dos adolescentes. Quedaba atrás su buen helado del tambor,
la figura siniestra del loco fresco y virgen. Papá se alarmó.
reclamando por un matiz del Se sentía derrotado.
sabor en un helado de diez —No, pruebe éste... —dijo. Pero
centavos. Esa apertura de la lo dijo sin verdadera convicción.
situación significaba nuevas No tenía la razón de su parte. Y
reglas. Reglas de racionalidad, a la vez la tenía. Dentro de todo,
que habían estado faltando. le convenía reservarse esa carta.
Toda relación, incluida (y sobre Si el helado del tambor se
todo) la mía con papá, tenía sus revelaba correcto, le quedaba el
reglas. Pero además estaban las recurso del vasito.
reglas de juego generales del El heladero alzó la tapa, tomó
mundo. El heladero lo percibió una cucharita limpia, raspó
con fluidez, y fue lo último que superficialmente y se la llevó a
percibió. Sin alterar su gesto de la boca como un conocedor. El
triunfo, dijo: gesto de asco fue instantáneo y
—A ver qué pasa con esa automático. Escupió a un
frutilla. costado.
Se dirigía más a los recién —Tiene razón. Está feo. No lo
llegados que a papá. Era su había probado.
definitiva demostración de Lo decía como si tal cosa. Como
dominio. Mi padre seguía con el lo más natural del mundo. No
patético vasito de helado pensaba pedir perdón. En
16. 16 Aira, César - Cómo me hice monja
realidad, no cuadraba. Fue otro lado del mostrador y dirigía
demasiado para papá. El odio, el todas sus trompadas a la cabeza
instinto destructor, se hizo de su rival. El heladero era
presente con la contundencia de gordo, torpe, y no atinaba a
un mazazo. devolver los golpes, sólo a
—¿Y así me lo dice? ¿Después cubrirse, y eso apenas. Papá
de...? gritaba como un energúmeno.
—¡No se altere! ¡Yo qué culpa Estaba fuera de sí. Un cross que
tengo! acertó por casualidad en plena
A esta altura, lo único que les oreja hizo girar al heladero
quedaba, a los dos, para poder noventa grados. Quedó dándole
seguir adelante, era la violencia la espalda, y papá lo tomó con
más desencadenada. No las dos manos por la nuca, se le
retrocedieron. Papá se lanzó por pegó con todo el cuerpo (parecía
sobre el mostrador a como si lo estuviera violando) y
abofetearlo. El heladero se hizo le metió la cabeza en el tambor
fuerte detrás de la caja de frutilla, que había quedado
registradora. Los dos chicos abierta.
salieron corriendo, pasaron a mi —¡Te lo vas a comer! ¡Te lo vas
lado (yo estaba clavada en el a comer!
umbral, fascinada, hilvanando de —¡Nooo! ¡Saquenmeló... ggh...
modo enfermizo las distintas de encima...!
lógicas que se sucedían en la —¡Te lo vas a...!
controversia) y miraron desde —¡Gggh...!!
afuera. Papá había saltado al —¡Te lo vas a comer!
17. Aira, César - Cómo me hice monja 17
Con fuerza hercúlea le hundía la irregular en la tráquea torcida...
cara en el helado y apretaba y Nada más...
apretaba. Los movimientos de la Yo había sido víctima de los
víctima se hacían espasmódicos, temibles ciánidos alimenticios...
y más espaciados... hasta que la gran marea de intoxicaciones
cesaron por completo. letales que aquel año barría la
Argentina y países vecinos... El
3 aire estaba cargado de miedo,
porque atacaban cuando menos
Nunca supe cómo salí de la se los esperaba, el mal podía
heladería, cómo me sacaron... venir en cualquier alimento, aun
qué pasó... Perdí el los más naturales... la papa, el
conocimiento, mi cuerpo empezó zapallo, la carne, el arroz, la
a disolverse... literalmente... Mis naranja... A mí me tocó el
órganos se hicieron viscosos... helado. Pero hasta la comida
pingajos colgados de necrosis hecha en casa, amorosamente...
pétreas... verdes... azules... La podía ser veneno... Los niños
única vida que producían era el eran los más afectados... no
ardor frío de la infección... de la resistían... Las amas de casa se
descomposición... hinchazones... desesperaban. ¡La madre
manojos de ganglios... Un mataba a su bebé con la papilla!
corazón del tamaño de una Era una lotería... Tantas teorías
lenteja latiendo aterido en medio contradictorias... Tantos habían
de los despojos... un silbido muerto... Los cementerios se
llenaban de pequeñas lápidas
18. 18 Aira, César - Cómo me hice monja
con inscripciones cariñosas... El en un delirio constante, me
ángel voló a los brazos del sobraba tiempo para elaborar las
Señor... firmado: sus padres historias más barrocas...
inconsolables. Yo la saqué Supongo que tendría altos y
barata. Sobreviví. Pude contar el bajos, pero se sucedían en una
cuento... pero a un precio de intensidad única de invención...
todos modos muy alto... Por Las historias se fundían en una
algo dicen: lo barato sale caro. sola, que era el revés de una
La enfermedad se hizo doble en historia... porque no tenía más
mí. Debería habérmelo historia que mi angustia, y las
esperado... en el caso fantasmagorías no se posaban,
inconcebible de que hubiera no se organizaban... No me
podido esperar algo. El mal se permitían siquiera entrar,
manifestó en una especie de perderme en ellas...
equivalencia cruel. Mientras mi Uno de los avatares de la
cuerpo se retorcía en las historia era la inundación. Yo
torturas del dolor, mi alma estaba en mi casa... En la casa
estaba en otra parte, donde por de Pringles que habíamos
motivos distintos sufría lo dejado al mudarnos a Rosario...
mismo. Mi alma... la fiebre... En que ya no era nuestra y donde
aquel entonces no se usaba no volveríamos a vivir. El agua
bajar la fiebre con subía, y yo en la cama mirando
medicamentos... La dejaban el techo paralizada... ni siquiera
cumplir su ciclo, podía volver la cabeza para ver
interminablemente... Yo estaba el agua... pero en el techo se
19. Aira, César - Cómo me hice monja 19
reflejaban los bucles una hija que matara a sus
blanquecinos de la creciente... padres... nunca...
Era una ficción salida de la nada, Otro (pero eran distintas caras
porque nunca habíamos estado de la misma pesadilla): un
cerca de una inundación... animal nadando dentro de la
Otro: yo convidaba a mi familia casa inundada, una nutria... Nos
con bombones envenenados... mordía los pies si intentábamos
Cobertura de chocolate, una caminar en el agua que subía...
capa finísima de vidrio, y Si mi mano resbalaba de la
adentro arsénico alcohólico... No sábana me comería los dedos
tenía antídoto... Lo irreparable... uno por uno...
Papá aceptaba uno, mamá Otro más: yo seguía paralizada,
también... Yo quería volver la cabeza apoyada en una
atrás, me arrepentía, pero ya almohada alta, y mi mamá abría
era tarde... Iban a morirse... la el armario con puertas de vidrio
policía no tendría problemas en verde que había frente a la
averiguar la causa... me cama, donde yo guardaba mis
interrogarían... Yo decidía libros... En realidad no tenía
confesar todo, llorar a mares, libros, era demasiado chica, no
dejar que me arrastraran las sabía leer... El pánico me
aguas... Pero ni siquiera la cortaba la respiración... ¿Qué
muerte podía consolarme había ido a buscar en el armario
porque ¿cómo iba a vivir yo sin mi mamá? ¿Acaso sabía...?
mi papá y mi mamá? Y lo peor Aprovechaba mi impotencia
era que nunca se había visto para... En cualquier momento lo
20. 20 Aira, César - Cómo me hice monja
encontraría... mi secreto... ¡Alto, estaría actuando... si es que
mamá! ¡No lo hagas! ¡Te había comido el bombón, ¡y
causará dolor, el dolor más ojalá lo hubiera comido!
grande de tu vida! Su dolor sería Ojalá... dentro de todo... Pero
tan grande como mi vergüenza, no. No era cuestión de que
mi espanto... pasara esto o aquello... Era una
No necesito decir que yo no combinatoria, o mejor dicho un
tenía ningún secreto... Nunca orden... Los hechos se
tuve secretos, y a la vez todo ordenaban de otro modo... Se
era secreto, pero secreto repetían... O mejor dicho,
involuntario... El delirio daba el derivaban... En los peores
modelo, y algo más que el momentos me preguntaba a mí
modelo... Mamá hurgaba en el misma: ¿estoy loca?
armario... en medio de la Por encima de estas historias se
inundación... ¡en lugar de tomar suspendía otra, más
medidas más prácticas, como convencional en cierto modo, al
tomarme en brazos y ponerme a mismo tiempo más fantástica.
salvo, a campo traviesa, por las Funcionaba aparte de la serie,
llanuras inundadas! La odiaba como un "fondo", todo el
por eso... Ella seguía buscando, tiempo. Era una especie de
alucinada, aunque la nutria, de cuento detenido... un episodio
pronto mi cómplice, le roía los de terror, muy preciso y con
tobillos sumergidos... y yo sabía detalles escalofriantes... La
además que le quedaban angustia que me provocaba
minutos de vida, el veneno ya hacía parecer en comparación
21. Aira, César - Cómo me hice monja 21
un entretenimiento de fin de papás: yo. El realismo era
semana el delirio cuadripartito... minucioso, hermético... Pero
Salvo que no era un detalle, un cuando digo que estaba sola,
relámpago en el cielo que la casa estaba cerrada, que
tormentoso... Era todo lo que era de noche... no son
me pasaba... todo lo que me circunstancias, no son elementos
pasaría en una eternidad que no sueltos con los que armar una
había empezado ni terminaría serie... La serie era exterior (la
nunca... Yo estaba dibujada en inundación, la nutria, los
un librito de cuento de hadas, bombones, el secreto) y agotaba
me había hecho mito... y lo veía todas las reservas delirantes de
desde adentro... mi fiebre... Aquí ya no quedaba
Desde adentro... Yo estaba sola sino el bloque de realidad
en casa. Papá y mamá habían inmanejable, el verosímil
tenido que ir a un velorio y me rabioso...
habían dejado encerrada... en Me habían recomendado
aquella vieja casita de Pringles severamente que no le abriera a
en la que ya no vivíamos... sola nadie, bajo ninguna
con mis cuatro historietas dando circunstancia. ¡Como si fuera
vueltas en la cabeza... mi corona necesario! De eso dependía mi
de espinas... Las dos puertas vida y algo más. Nunca me
estaban con llave, bajadas las habían dejado sola antes (en la
persianas de madera de las realidad nunca lo hicieron) pero
ventanas... una caja fuerte para esto era fuerza mayor... La
el tesoro de vida que tenían mis primera vez siempre asusta, por
22. 22 Aira, César - Cómo me hice monja
lo que pueda pasar... Yo estaba tan importante que tuvieran que
segura de mí, la consigna era abandonarme?
simple... No abrir. Podía hacerlo. Lo peor es que... eran ellos...
Era fácil. Podían confiar en mí. ¡Eran papá y mamá, los que
Además, ¿quién iba a venir, a la llamaban a la puerta! Los dos
medianoche...? Mi vida dependía monstruos habían adoptado la
de eso, mi integridad... ¿Quién, forma de mi mamá y mi papá...
quién, quién podía venir? No sé cómo los veía, supongo
¡Pero estaban llamando a la que por el agujero de la
puerta de calle! ¡La estaban cerradura, que alcanzaba
golpeando, como si quisieran poniéndome en puntas de pie...
echarla abajo! No era sólo que Me erizaba de pies a cabeza, me
llamaran: querían entrar... ¿Para congelaba... al verlos tan
qué iban a quererlo sino para idénticos... les habían robado las
asesinarme? ¡Y yo estaba sola...! caras, la ropa, el pelo... a papá
Debían de saberlo... lo sabían muy poco porque era calvo, pero
perfectamente, por eso venían... los rulos rojos de mi mamá...
Eran ladrones, venían a Eran símiles perfectos, sin
desvalijar la casa, en la hipótesis errores... ¡El trabajo que se
más benévola... Estaba en mis habían tomado! Esos seres que
manos impedirlo, pero mis no tenían forma, o no me la
manos eran tan débiles... revelaban... esos simulacros...
Temblaba como una hoja, atrás sus pésimas intenciones... El
de la puerta... ¿Por qué me espanto me helaba la sangre, no
habían dejado sola? ¿Qué era podía pensar...
23. Aira, César - Cómo me hice monja 23
Sacudían la puerta con frenesí, escuchada, por una vez... Volvía
no sé cómo no se venía abajo... a la puerta de calle...
Gritaban mi nombre, hacía horas Y aunque quisiera abrirles,
que lo estaban gritando... con ¿cómo hacerlo? Estaba
las voces de papá y mamá... encerrada, no tenía la llave... ¿O
¡Las voces también! Un poco sí la tenía?
alteradas, un poco roncas... Eso era secundario. ¿Quería o
Habían tomado cognac en el no quería abrirles? Por supuesto
velorio, y no estaban que no. No me engañaban... ¿O
acostumbrados... se ponían sí me engañaban? ¿Cómo
como locos... Habían perdido la saberlo? Eran exactamente
llave, o se la habían olvidado... como mis padres, más reales
cualquier cosa... la mentira era que la realidad... No sacaba el
tan transparente... ¡Me ojo del agujero de la cerradura,
insultaban! ¡Me decían cosas bebía esa escena irreal... Pero
feas! Y yo lloraba de horror, dentro de lo irreal eran ellos,
muda, paralizada... ellos mismos, mis padres... No
Papá saltaba el muro del patio, sólo en la máscara sino en los
iba a la puerta de la cocina, gestos, en los tics, en el estilo,
empezaba a golpearla, a en sus historias... Ése era mi
patearla... Yo cruzaba la casa modo de ver a mis padres, sobre
oscura, como una sonámbula, todo a papá... con mamá era
me paraba frente a la otra otra cosa... a él lo veía no en la
puerta, le rogaba a Dios que persona exterior como podía
resistiera... Mi plegaria era verlo cualquiera... veía su modo
24. 24 Aira, César - Cómo me hice monja
de ser, su pasado, sus respetaban... Y sin embargo... a
reacciones, su razonamiento... a veces se ponían nerviosos... yo
mamá también, ahora que lo era una niña difícil... una niña
pienso... Y no porque yo fuera problema en algún sentido... Los
especialmente perspicaz sino atacantes se aprovechaban de
porque ellos, por ser mis padres, eso... toda la maldad del mundo
no tenían forma, o no me la era una arcilla con la que habían
revelaban... se negaban a hecho esos dos muñecos
hacerlo... fue la tragedia de mi atroces...
infancia y de toda mi vida... Mi ¿Qué sería de mí? ¿Caería en
mirada no podía detenerse en la sus manos? ¿Entrarían? ¿Me
visión, se precipitaba más allá, a daría un ataque de imprudencia
un abismo, y yo atrás... y les abriría yo misma, sin
Los golpes eran atronadores, la pensar, llevada por un
casita se estremecía en sus optimismo imbécil...? ¿Les
cimientos... los gritos creería?
arreciaban... me decían todas las ¿Cómo saberlo? Eso era lo peor:
verdades que se me podían que no hubiera desenlace... O
decir... ya sin palabras... no mejor dicho: que lo hubiera.
importaba porque yo entendía Porque si sólo faltara el
igual... ¿Pero no ves que somos desenlace, habría podido
nosotros? ¿No ves que somos quedarme de algún modo
nosotros, idiota? ¡Idiota! tranquila, esperándolo...
¡No! Mis papas no me tratarían procrastinar, dejarlo para
así... ellos me querían, me después... ¡Pero éste era el
25. Aira, César - Cómo me hice monja 25
desenlace! Era y no era... Casi Cuando recuperé el sentido, me
habría podido decir que no era hallaba en la sala de pediatría
nada. Porque no veía nada, el del Hospital Central de Rosario.
delirio no era lo bastante fuerte, Abrí los ojos a una experiencia
o lo era demasiado... No veía la nueva para mí. El mundo de las
casa donde estaba encerrada, madres. Papá no fue a visitarme
no veía a los maniquíes una sola vez. Pero ni un solo día
horrendos que la sitiaban... las dejé de esperarlo, con una
almas de mamá y papá... No era mezcla de anhelo y aprensión
una alucinación... ¡Qué descanso que conservaba algo del
si lo hubiera sido...! Era una encadenamiento de los delirios.
fuerza... una onda invisible... Mamá sí estaba presente, y ella
Duró un mes. Increíblemente, traía el aroma del espanto, como
sobreviví. Podría decir: me una sombra de papá. Era
desperté. Salí del delirio, como inevitable, porque yo había
se sale de la cárcel. El entrado para siempre en el
sentimiento lógico habría sido el sistema de la acumulación, en el
alivio, pero no fue mi caso. Algo que nada, nunca, queda atrás.
se había roto en mí, una válvula, No le pregunté por él. Mamá no
un pequeño dispositivo de era la misma. La veía distraída,
seguridad que me permitiera inquieta, angustiada. No se
cambiar de nivel. quedaba mucho, decía que tenía
que hacer, y yo entendía. En las
4 otras camas había una madre o
una tía o una abuela turnándose
26. 26 Aira, César - Cómo me hice monja
las venticuatro horas. Yo estaba siquiera las pupilas. Pasaba días
sola, abandonada en un orbe enteros, semanas enteras, en
materno. ese estado; me sentía recaer en
Había unos cuarenta chicos él sin haber salido, o sin haber
internados conmigo, por las más tenido conciencia de salir... Y la
diversas causas, desde fracturas caída era muy profunda...
a leucemia. Nunca los conté, ni Todos los días, a la peor hora,
hice amistad con ninguno; ni al comienzo de la peor hora, me
siquiera le dirigí la palabra a visitaba el médico. Debía de
nadie. estar interesado en mi caso:
Tardaron una eternidad en eran pocos los que sobrevivían a
darme de alta, así que toda la los ciánidos. Alguna vez le oí
población se renovó durante mi pronunciar la palabra "milagro".
estada, algunas camas hasta Si había milagro, era por
diez veces o más. Había de todo, completo involuntario. Yo no
desde chicos que parecían gozar colaboraba con la ciencia. Por
de excelente salud y hacían una una manía, un capricho, una
bulla fenomenal, hasta otros locura, que ni yo misma he
decaídos, inmóviles, dormidos... podido explicarme, saboteaba el
Yo era de estos últimos. La trabajo del médico, lo engañaba.
debilidad me tenía paralizada, en Me hacía la estúpida... Debo de
un sopor permanente. Durante haber pensado que la ocasión
largas horas, a partir de la era tan propicia que habría sido
media tarde, entraba en una una pena desaprovecharla.
especie de letargia. No movía Podía ser todo lo estúpida que
27. Aira, César - Cómo me hice monja 27
quisiera, impunemente. Pero no sinuoso el procedimiento, lo que
era tan simple como la no era tan fácil si uno debe
resistencia pasiva. La mera responder por la negativa o la
negativa era demasiado afirmativa, sin medias tintas. A
aleatoria, porque a veces la lo que debe sumarse otra
nada puede ser la respuesta autoimposición: la de no
acertada, y yo jamás habría intercalar verdades en las
dejado mi suerte en manos del mentiras. Esto último por miedo
azar. De modo que pudiendo a no llevar bien la cuenta, y que
dejar sus preguntas sin el azar interviniera. No sé por
respuesta, me tomaba el trabajo qué lo hacía, pero me las
de responderlas. Mentía. Decía arreglé. Algunas de mis
lo contrario de la verdad, o de lo maniobras (no sé para qué las
que me parecía más verdadero. cuento, como no sea para darle
Pero tampoco era tan simple ideas a un enfermo): me hacía
como decir lo contrario... Él la sorda a una pregunta, y
aprendió pronto a formular sus cuando él formulaba la
preguntas de modo que la siguiente, yo respondía a la
respuesta fuera "sí" o "no", nada anterior, con la mentira por
más. No habría tardado en supuesto; respondía, siempre
aprender a traducir al opuesto, falaz, a un elemento de la
si yo mentía siempre. Y yo me pregunta, por ejemplo a un
había auto-impuesto el deber de adjetivo o a un tiempo verbal,
mentir siempre; de modo que no a la pregunta en sí: me
para protegerme debía hacer preguntaba "¿era aquí dónde te
28. 28 Aira, César - Cómo me hice monja
dolía?" y yo contestaba "no" Del mundo. Yo lo miraba
arreglándomelas, con un poniendo una cara especial que
movimiento de las cejas, para había inventado, que significaba
darle a entender que no era ahí ¿qué? ¿qué? ¿de qué me está
donde me dolía antes, pero me hablando? ¿por qué me hace
estaba doliendo ahora; él preguntas difíciles? ¿no ve el
captaba esos matices, no se estado en que estoy? ¿por qué
perdía uno, se desesperaba, se me habla en chino y no en
corregía: "¿es ahí donde te castellano? Él bajaba la vista,
duele?"; pero yo ya había pero lo tomaba lo mejor que
pasado a otro sistema de mentir, podía. Se sentaba en el borde de
a otra táctica... Debo decir en mi la cama y empezaba a palparme.
descargo que lo improvisaba Hundía un dedo aquí y allá, en el
todo. Aunque tenía verdaderos hígado, en el páncreas, en la
eones para pensar, nunca los vesícula...
usaba para eso. —¿Duele aquí?
—¿Cómo anda hoy don César? —Sí.
Qué bien se lo ve don César. ¿Ya —¿Duele aquí?
quiere ponerse a jugar al fóbal —No.
don César? A ver cómo andamos —¿Aquí?
don César... —¿Sí?
Su alegría era contagiosa. Era Empezaba todo de nuevo,
un hombre joven, pequeño, de desorientado. Buscaba los
bigotito. Parecía venir de muy lugares donde fuera imposible
lejos. que no me doliera. Pero no los
29. Aira, César - Cómo me hice monja 29
encontraba, no encontraba lo verdad. Es que las arcadas
imposible, de lo que yo era tenían para mí un carácter
dueña y señora. Yo tenía las sagrado, eran algo con lo que no
llaves del dolor... se jugaba. El recuerdo de papá
—¿Duele un poquito aquí? en la heladería las hacía más
Le daba a entender que el reales que la realidad, las volvía
interrogatorio me había fatigado. el elemento que lo hacía real
Me largaba a llorar, y él trataba todo, contra el que nada se
de consolarme. resistía. Ahí ha estado desde
Me ponía el estetoscopio. Yo entonces, para mí, la esencia de
creía poder acelerar el corazón a lo sagrado; mi vocación surgió
voluntad, y quizás lo hacía. Acto de esa fuente.
seguido empezaba a Cuando el doctor se iba, me
manipularme con mil dejaba hecha una piltrafa. Lo oía
precauciones. Se le ocurría hablar y reírse en las camas
auscultarme por la espalda, para vecinas, oía las voces de los
lo cual debía sentarme, y le enfermitos respondiendo a sus
resultaba tan difícil como dejar preguntas... Todo me llegaba a
parado un palo de escoba. Si lo través de una niebla espesa. Me
conseguía al fin, yo me ponía a sentía caer en un abismo... Mi
bambolear la cabeza con frenesí mala voluntad no era deliberada.
y a hacer arcadas. En ese punto Era sólo mala voluntad, de la
la ficción se confundía con la más primitiva, algo que se había
realidad, mi simulacro se hacía apoderado de mí como la
real, teñía todas mis mentiras de evolución se apodera de una
30. 30 Aira, César - Cómo me hice monja
especie. Me había hecho su de qué podía tratarse... No sabía
presa durante la enfermedad, o que habíamos salido en los
quizás un poco antes, un paso diarios. Él decía una vez más
antes, porque yo no era así "shock", y lo repetía una y otra y
normalmente. Al contrarío, si otra vez...
algo me caracterizaba era mi Pero el médico, y mamá, eran
espíritu de colaboración. Ese apenas una breve diversión en
hombre, el médico, era una mi jornada. El día se extendía
especie de hipnotizador que me con impávida majestad, se
transformaba. Lo peor era que desenrollaba de la mañana a la
me transformaba dejándome noche. No se me hacía largo,
intacta la conciencia de mi mala pero me infundía una especie de
voluntad. respeto. Cada instante era
Mamá no se perdía pasada del distinto y nuevo y no se repetía.
doctor... Se apartaba por Era la definición misma del
discreción, se acercaba para tiempo, y se efectuaba sin cesar,
ayudar en cuanto yo me hacía con todos... Hacía parecer tan
inmanejable... Tenía una pequeñas mis pequeñas
verdadera ansiedad por sacarle estrategias malévolas, que me
datos. Él hablaba de un shock... atontaba de vergüenza...
No debía de ser un verdadero El día se encarnaba en Ana
intelectual, porque mostraba Módena de Colon-Michet, la
mucho interés en lo que le enfermera. Había una sola
contaba mamá. Se alejaban, enfermera en la guardia diurna
cuchicheaban, yo no tenía idea de la sala; una sola para
31. Aira, César - Cómo me hice monja 31
cuarenta pequeños pacientes... su contra, y más de una vez
Puede parecer muy poco, y hicieron participar a mamá, que
seguramente era poco. El débil de carácter como era, no
Hospital Central de Rosario era sabía negarse ni siquiera cuando
una institución bastante advertía que no le convenía. Las
precaria. Pero nadie se quejaba. quejas se dirigían contra su
Quien más quien menos, todos brusquedad, su impaciencia, su
esperaban salir de él con vida, y grosería, su ignorancia rayana
todos con la irracional ilusión de en la locura. Las madres se
no volver. Hasta los niños, sin hacían una imagen (basada en
saberlo, se ilusionaban. su semana promedio de
Pero los días se estacionaban experiencia hospitalaria) de la
en la gran sala blanca y donde enfermera ideal para el pabellón
se volviera la vista, allí estaba la de niños, el hada de delicadeza
enfermera. Ana Módena era un y comprensión que debía ser,
jeroglífico viviente. No se iba que sería cada una de ellas... No
nunca del hospital, no tenía les resultaba difícil imaginárselo;
ilusiones. Era un fantasma. sin saberlo se referían a la
Las madres siempre estaban delicadeza y comprensión que
quejándose de ella, la habría que tener con ellas, y
combatían, pero debían de saber nadie sabe mejor que uno
que era inútil. Las madres se mismo cómo ser delicado y
renovaban todo el tiempo, comprensivo con su propia
mientras ella permanecía. Se persona. No se las podía culpar,
forjaban y disolvían alianzas en eran mujeres pobres,
32. 32 Aira, César - Cómo me hice monja
ignorantes, amas de casa en Siempre estaba apurada,
desgracia. En nueve casos de atareadísima, como tenía que
cada diez sus hijos se habían estarlo necesariamente la única
enfermado por culpa de ellas... enfermera en una sala de
No se les podía impedir soñar... cuarenta camas. Pero nunca
creían saber, y sabían estaba disponible para nadie.
realmente, cómo debía ser la Estaba ocupada con los otros, y
buena enfermera. Su error era ir los otros nunca eran uno... Me
un paso más allá y pensar que acostumbré a verla del
esas cualidades podían reunirse amanecer al crepúsculo, de
en una mujer... Que Ana reojo desde mi horizontal,
Módena, la enfermera-Perón de pasando a gran velocidad...
la Sala de Pediatría, coincidiera Nunca se detenía... Es que no se
con el opuesto de esa imagen, ocupaba sólo de los niños en sus
las ponía en un estupor del que camas, sino de los que partían al
no percibían más salida que quirófano, a los rayos... y lo
hacer un petitorio, o hacía tan mal, según los
implementar una política... para susurros de las madres, que casi
que la echaran... Eran esos todo fracasaba por culpa de
sueños los que la hacían un ella... Se le morían los chicos,
fantasma. Yo, que no entendía decían... Se le mueren... se le
nada, entendía bien esto porque mueren en las manos... Se le
era una soñadora... Y también morían en las manos, decía la
porque Ana Módena era un leyenda que a mí me rodeaba
fantasma en otros sentidos. como un vendaje de filacterias
33. Aira, César - Cómo me hice monja 33
parlantes... Dejaban de vivir afectado por una gravedad
cuando pasaban a ser los otros diferente... me fragmentaba en
imposibles de su ocupación, de caídas, en desequilibrios... Con
su velocidad... Pero esa ella no valían mis simulaciones...
repetición maldita no impedía me ponía en otra dimensión…
que las madres la cortejaran, la eran partes súbitamente lejanas
mimaran, le dejaran propinas, le de mi cuerpo las que tomaban la
trajeran pastelitos... con un iniciativa de simular por su
servilismo increíble, chocante... cuenta... algo, no sabía qué...
Después de todo, sus hijos, el Sus manos, en las que se moría,
mayor tesoro que tenían, estaba amasaban una verdad
en sus manos. absoluta...
Era una mujer gorda, Me mantenían en vida con
corpulenta. Cuando caía sobre suero. Ana Módena me renovaba
mí, era un elefante chapoteando los frascos, siempre a
en un charco... yo era el agua... destiempo, y me pinchaba el
Su torpeza tenía algo de brazo... Clavaba la aguja en
sublime... Sufría de un mal cualquier parte. Me empezaba a
extraño: para ella la izquierda chorrear la nariz. Todo lo que
era la derecha, y viceversa. entraba por el brazo salía por la
Abajo era arriba, adelante era nariz, en un goteo constante.
atrás... La extensión tan pobre Era un caso rarísimo. A ella le
de mi cuerpo se descuartizaba parecía normal... En todo caso
en sus manos... piernas, brazos, no era una prioridad para ella.
cabeza... cada extremo era Temprano a la mañana, antes
34. 34 Aira, César - Cómo me hice monja
de que llegara la primera madre, ocupadas como las vacías... La
Ana Módena traía a la enana, y religión entraba al mundo de la
le hacía ejecutar sus ensalmos enfermedad, clandestinamente.
frente a cada cama, inclusive las Por otra parte, era un secreto a
vacías. La enana era una autista voces, y la primera salvedad que
iluminada. La traía tomándola oponían las madres con ínfulas
por los hombros como a un de decencia científica a los
triciclo, la enana no parecía ver desvaríos de esa bestia... pero
nada, era un mueble... Era de bastaba una reticencia del
esos enanos de cabeza doctor, una recaída, un vómito,
desmesurada... La ponía frente a y ahí eran los Tráigame a la
una cama, a un niño dormido o enanita, se lo ruego, señora,
demudado... se hacía un gran que me salve a mi ángel...
silencio en la sala... le daba un Hipócritas. Y ella, austera: La
golpecito entre los omóplatos y Virgen salva, no la enana...
la enana bisbiseaba un ave Tráigame a la enanita, o me
maría con raros movimientos de muero...
los bracitos... La Madre Corita era la
—¡La Madre Corita los salvará, verdadera consistencia del
no los médicos! —tronaba Ana Hospital; la enfermera era
Módena. apenas su representante. La
El pasaje de la enana era como enana impedía que el Hospital
un cometa... Todo se hacía estallara en mil pedazos... y mi
automático... Era la cura a cuerpo hiciera lo mismo... la
ciegas: bendecía las camas cabeza al norte, las piernas al
35. Aira, César - Cómo me hice monja 35
sur, un brazo, un dedo... La fe Necesitaba una confirmación.
en la enana era la coherencia... Quise arrancársela a Ana
por ella corría el líquido de la Módena... Quise ir al fondo. Y
vida, por el tubo, del brazo a la así fue que una mañana, cuando
nariz... Pero había que creer. la tuve a tiro...
Había que simular no creer, y en —Soñé con una enana.
realidad creer. —¿Qué?
Entonces se me ocurrió que —Que soñé con una enana.
yo... podía llegar a un punto, en —¿Qué? ¿Cuál?
mis desmembramientos... en La había desconcertado.
que no creyera en la enana. ¡Yo! —Soñé con una enana que
¡Justo yo, que creía en todo! ¡Y tenía una espina clavada en el
que dependía de que la creencia corazón.
se sostuviera como un todo! ¡Yo —¡¿Pero cuál enana?!
la hipnotizada! —Una enana... una enanana...
¿Y si la enana fuera un nuena naana...
simulacro? ¿Si yo no podía creer "Cuál" estaba fuera de
en ella? ¿Acaso no era lo mismo cuestión... Mi maniobra consistía
que me pasaba a mí? ¿No era yo en darle a entender que yo tenía
una imposibilidad objetiva de algo "difícil" que expresar. Debía
creer? ¿Qué le impedía a la recurrir a lo indirecto, a la
enana ser como yo? O, mucho alegoría, a la ficción lisa y llana.
peor, ¿por qué no iba a ser yo Y ella se veía arrastrada a lo
una especie de enana, una mismo, a investigar esa
emanación de la enana...? sutileza... que se le escapaba...
36. 36 Aira, César - Cómo me hice monja
Y entonces empecé a mentir con acumulación de significados de
la verdad (y viceversa) no sé los mohines y miradas y
cómo... A mí también se me entonaciones se hacía
escapaba... Mis estrategias se excesiva... parecía acercarse a
me morían en las manos... pero un límite, a un umbral... se
resucitaban agigantadas... En la acercaba más y más...
desesperación de hacerse Y en ese momento algo se
entender en una materia indócil quebró. Creí que se quebraba no
por un niñita completamente exactamente en mí, sino entre
entontecida por la miseria física, las dos. Pero no; fue en mí nada
Ana Módena empezó a ayudarse más. De ese instante data una
con gestos... el gesto tomaba la curiosa falla perceptiva mía: no
delantera... Era una mujer puedo entender la mímica, soy
precipitada, sin método: cayó en sorda (o ciega, no sé cómo
la trampa de la intuición que habría que decirlo) al idioma de
vuela a oscuras y da en el los gestos. Me ha sucedido
blanco antes de que el después presenciar actuaciones
entendimiento pueda empezar a de mimos... y mientras los niños
hacer lo suyo... Y el apuro, la de cuatro años a mi alrededor
torpeza, hicieron que todos los entienden perfectamente lo que
gestos se precipitaran unos se está representando y se
sobre otros... por su parte. Por desternillan de risa, yo no veo
la mía, el desmembramiento me más que unos movimientos sin
hacía gesticular en espejo... objeto, una gesticulación
pero era un vértigo, la abstracta... Qué curioso, ahora
37. Aira, César - Cómo me hice monja 37
que lo pienso, ningún mimo, ni ingresar, por qué se tomó el
los mejores, ni el mismo Marcel trabajo de conseguir que me
Marceau (a él lo entiendo menos tomaran, lo que no debe de
que a cualquier otro) ha haber sido fácil. Seguramente
intentado nunca representar a rogó, suplicó, se puso de
un enano... Por qué será. El rodillas. Eso era muy de ella; era
enano debe de ser lo su idea de la maternidad. Habrá
irrepresentable para los gestos. pensado que no sabría qué
hacer conmigo un año entero en
5 casa. Pero el trabajo de llevarme
a la escuela, irme a buscar, lavar
Por causa de mi enfermedad, y planchar los guardapolvos,
empecé la escuela tres meses comprarme los útiles, conseguir
tarde, en junio. Todavía no me que le prestaran un libro de
explico cómo me aceptaron a lectura usado, a la larga habrá
esa altura del año, cómo me hecho parecer poca cosa el alivio
pusieron entre los alumnos que de tenerme ubicada durante las
habían empezado en término. horas de la siesta. Habrá
Sobre todo tratándose de primer pensado que lo hacía por mi
grado, del comienzo absoluto de bien. No se le ocurrió que estar
la escolaridad (en mi época no tres meses atrasada, los tres
existía el jardín de infantes), primeros meses, en primer
momento tan crucial y delicado. grado, era excesivo hasta para
Menos todavía me explico por mí. En fin. Hay que perdonar, y
qué mamá insistió en hacerme yo he perdonado. Tres meses no
38. 38 Aira, César - Cómo me hice monja
tienen por qué parecer más que escuela, y yo estaba lejos de
tres meses, tres meses en bruto. poder adivinarlo. Hasta ahí, el
Y la pobre mamá tenía problema no me parecía grave.
demasiadas preocupaciones en Lo tomaba, y con cierta
aquel entonces. Claro que a la obstinación, como un
maestra, a la directora, es más espectáculo, como una
difícil disculparlas. Quizás ellas volatinería...
estaban demasiado cerca de la El drama empezó después...
problemática del aprendizaje, ¿Por qué será que el drama
como mamá estaba demasiado siempre empieza después de
lejos. comenzado? La comedia en
Las primeras semanas pasaron cambio, parece empezar antes,
en forma de imágenes puras. El antes del comienzo inclusive.
ser humano tiende a darle Pero después las perspectivas se
sentido a la experiencia invierten... El drama se
mediante la continuidad, lo que desencadenó en mí cuando
sucede se explica por lo que comprendí que esa escena muda
sucedió antes; no puede que presenciaba, esa mímica
sorprender que yo persistiera en abstracta de maestra y alumnos,
mi reciente acomodación a Ana me concernía hasta el tuétano.
Módena y siguiera viendo Era mi historia, no una ajena. El
gestos, mímica, historias sin drama había comenzado en el
audio, ante las cuales no podía momento en que pisé la escuela,
hacer nada. Nadie me había y estaba todo frente a mí,
explicado el objeto de la entero, intemporal, yo estaba y
39. Aira, César - Cómo me hice monja 39
no estaba en él, estaba y no grado) era rutina: pasaba todos
participaba, o participaba sólo los años, había desarrollado una
por mi negativa, como un ceguera localizada.
agujero en la representación, El telón se levantó para mí un
¡pero ese agujero era yo! Al día, en el baño de varones de la
menos, y debería haberlo escuela... Pero debo explicar
agradecido, había llegado a algunas circunstancias, sin las
entender por qué el audio de la cuales esta anécdota resultaría
escena se me escapaba: porque oscura.
no sabía leer. Mis compañeritos Vivíamos en las afueras de
sí sabían. En esos tres meses Rosario, en un área modesta, y
habían aprendido, quién sabe el distrito escolar
por qué milagro, un abismo se correspondiente abarcaba una
había abierto entre ellos y yo. mayoría de niños de baja
Un abismo inexplicado, un extracción social, de hogares
abismo precisamente porque era que muchas veces bordeaban la
un salto que no admitía miseria, o pertenecían de pleno
descripción, un vacío. Ni ellos, ni derecho a ella. En aquel
mucho menos yo, ni siquiera la entonces los ahora llamados
maestra, podía decir cómo marginales asistían a la escuela,
habían aprendido, en qué por lo menos a los primeros
momento exacto. Era algo que grados. Además, no existían
había sucedido, y basta. Para la gabinetes psicopedagógicos, ni
maestra (que tenía cuarenta escuelas diferenciales... El clima
años de experiencia en primer era muy bárbaro, muy salvaje,
40. 40 Aira, César - Cómo me hice monja
muy "struggle for life". Las En sí, ese detalle no presentaba
peleas eran sangrientas, dificultades para mí, porque
literalmente. El vocabulario que estaba de acuerdo en que la
las acompañaba, brutal. Yo madre era sagrada, y había
sabía lo que eran las malas notado que en el flujo de malas
palabras, inclusive sabía cuáles palabras solía estar la palabra
eran, pero por algún motivo "madre": creo que si me lo
nunca les había prestado mucha hubiera propuesto habría podido
atención. Tenía algo así como un repetir la frase completa, de
segundo oído para captarlas, y tanto que la había oído: "la puta
para trasladarlas a otro nivel de madre que te parió". Ahora bien,
percepción. Había terminado por salvo esa palabra central, el
hacerme la idea de que tenían resto eran para mí sonidos sin
un sentido en bloque, un significado. Yo era distraída a un
sentido-acción, y no estaba lejos grado difícil de concebir. Era
de la realidad. Una sola cosa- distraída no porque me faltara
particular había salido de ese inteligencia, sino porque no me
bloque. En general entre mis importaban las cosas. La
compañeros varones se pasaba paradoja aquí era inmensa:
de las palabras a los hechos porque a mí todo me importaba,
cuando uno decía de pronto, todo me era montañas, ése era
ante la nebulosa (para mí) de mi problema más que ningún
malas palabras: "insultó a la otro... Era como si me faltara
madre". interés, pero yo sabía que era lo
contrario. Este caso es un
41. Aira, César - Cómo me hice monja 41
ejemplo. Yo debía de haber sobre todo una, machona,
notado que a veces se decía enérgica. Fue ésta la que vino.
"insultó a la madre" sin que la Los contendientes, dos chicos de
palabra "madre" hubiera sido tercero, estaban cubiertos de
pronunciada, pero lo había sangre, los guardapolvos
dejado pasar, y en retrospectiva, desgarrados, locos de excitación.
en bloque, pensaba La maestra los separó, no sin
cómodamente que sí se había trabajo. Uno, el más grande, se
dicho "madre" y que a mí se me retrajo entre su barra de
había escapado. Una vez, sin amigos. El otro se largó a llorar
embargo, no tuve más remedio a gritos. Le había dado ese hipo
que notar que no era así. Hubo de llanto... ¡Si lo conocería yo!
una pelea en un recreo, cerca La maestra pedía explicaciones a
del molino que había al fondo los gritos pero él no podía
del patio. En las peleas, todos hablar. Era como si la pelea
iban a ver, se formaban unos todavía persistiera en su
círculos multitudinarios: eso corazón. Tan patético resultaba
hacía que nunca pasaran que la maestra lo abrazó y lo
desapercibidas. Entonces alguna apretó contra su pecho.
maestra acudía a interrumpir el Adivinaba la explicación, que
box silvestre. Pero no efectivamente salió entre
cualquiera; había un grupito de sollozos turbulentos: "me insultó
maestras "bravas" que se a la madre". Ella lo calmaba, lo
atrevían (porque no era poca apretaba... Es que esa clase de
cosa, ir a meterse al avispero), maestras, las bravas, podían
42. 42 Aira, César - Cómo me hice monja
entender eso, después de todo otra, y no pude sacármela de la
era el mismo mundo en que cabeza.
vivían ellas. El otro miraba de Pues bien, un día en medio de
lejos, entre sus amigos, los ojos la clase le pedí permiso a la
llameantes de furia y maestra para ir al baño. Lo hacía
resentimiento... Y yo mientras siempre, y lo hacían todos. Yo, y
tanto, sentía resonar por supongo que con los demás
primera vez la nota de una pasaba lo mismo, ni tenía ganas
perplejidad sin límites: ¿madre? ni calculaba el momento de
¿qué madre? ¿de qué estaba pedir permiso. Era un súbito. El
hablando? ¿Por qué todos único triunfo pleno que puedo
parecían darle la razón? recordar de mi infancia. Para la
Yo había presenciado la riña maestra, ver la manito
desde el primer momento, levantada, adivinar de qué se
estaba segura de no haberme trataba (porque nunca era algo
perdido nada, y sabía que la que valiera la pena, por ejemplo
palabra "madre" no se había preguntarle en qué casos se
pronunciado en ningún usaba la b y en cuáles la v) y
momento. Las otras sí, pero ésa estallar, era todo uno: ¡Vaya!
no. Era tan obvio que no tuve ¡Pero es el último! ¡El último! Y
más remedio que convencerme el que había tenido la brillante
de que la madre estaba inspiración de pedir en aquel
implícita. Y habiendo tantas momento, en aquel momento
cosas aptas para intrigarme, que se revelaba como el último,
ésta lo hizo más que cualquier salía corriendo loco de felicidad