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RODANDO ENTRE ROBLES Y CASTAÑOS
                     (Un paseo por la Sierra de Candelario)


      Quedamos citados a las cuatro de la tarde en la Estación de Santa
Justa, tradicional punto de partida para nuestras grandes rutas, Paco
Tovar, Antonio Mejías, Manu, Marcos, Santiago, José Luis, Paco Avila y yo,
toda la Peña a excepción de Antonio Ortega que está de viaje por Italia.
       Cuando llegué estaban ya allí José Luis y Paco Avila que están de
“Rodríguez” y habían estado almorzando los dos por ahí. Hacia las cuatro y
media aparecieron los de La Motilla y a continuación Marcos con el coche
recién aspirado y lavado. Metimos las tres bicis y Marcos vio que llevábamos
los sacos de dormir cosa que por lo visto nadie le había comunicado, aunque
era solo como medida precautoria para el Camping del Jerte, nos acercamos
a su casa a recogerlos, de forma que cuando iniciamos la marcha eran por lo
menos las cinco de la tarde.
       La distribución por coche Paco Avila, Meji y Manu en el coche de Paco
Tovar, Santiago, el Barba y yo en el coche de Marcos.
       Aunque hacía calor el aire acondicionado funcionaba bien y no lo
notamos demasiado, la carretera en los trozos de autovía estupendo, pero
en los que aún no están desdoblado como siempre que se utiliza esta ruta un
coñazo, tiramos por Trujillo para aprovechar la autovía en vez de subir para
Cáceres. Paramos un poco antes de la Central de Almaráz en la Venta Juan
Porro en San Pedro de Mérida, a tomar un refresco y unos pastelillos, allí
preguntó el Barba si podíamos cortar por una carretera que habíamos visto
en el mapa y que atravesaba el Parque de Monfragüe, nos dijeron que no, que
estaba en obras y nos recomendaron tirar por otra que iba a Almaráz,
Casatejada y Plasencia, por ahí tiramos y pasamos por delante de la Central
Nuclear que siempre impresiona un poco, aunque esta debe de tener un
sistema de refrigeración distinto y no utiliza las chimeneas en forma de
diábolo, pasamos, por gusto, ante un sorprendente paño de azulejos en la
fachada de una iglesia de Casatejada, en el que se representaba una Virgen
de dudoso gusto artístico. Nos pasamos una desviación a Plasencia pero un
poco más adelante salimos a la carretera general, por lo que creo que no
perdimos demasiado. La travesía de Plasencia tuvo cierta dificultad porque
estaba señalizado como el Valle y al ver la primera placa no fuimos lo
suficientemente rápidos para asociar el valle con el Jerte y nos pasamos,
pero después de preguntar salimos bastante bien cogiendo por fin la
carretera que nos llevó hasta el camping que encontramos con facilidad y
que tiene el mismo acceso que la Garganta del Infierno y está muy bien
señalizado, es un camino que alguna vez estuvo asfaltado y discurre por una
zona con mucho arbolado, eucaliptos, y después de atravesar el río Jerte
por un puente de madera se bifurca, yendo hacia el frente a la Garganta y a
la izquierda al camping, desde aquí hasta la entrada del camping, el camino
está totalmente cubierto por las ramas de plátanos de india de los que
también está plantado todo el camping, a la entrada un gran arco nos da la
bienvenida. Llegamos sobre las diez, la encargada, todo amabilidad, no puso
ninguna pega para que pudiéramos dejar los coches enfrente de la Recepción
mañana cuando salgamos e incluso nos dijo que nos podríamos duchar el
domingo cuando regresemos. Los de Paco Tovar habían llegado un poco antes
y Paco Avila ejerció de anfitrión cuando llegamos nosotros, de forma que
fue enseñándonos las habitaciones y tan bien lo hizo, que consiguió que José
Luis abriese la puerta de la última habitación en donde se había escondido
Paco Tovar de forma que cuando el Barba estaba buscando la llave de la luz
algo le acarició la mano a la vez que emitía un sonido gutural de forma que el
susto que se pegó fue morrocotudo y la carcajada de todos los demás tan
prolongada como indescriptible. Las habitaciones son de tres camas pero los
servicios son los comunes del camping y no están demasiado lejos, una vez
vaciados los coches, sobre todo las bicis de Marcos y Santiago que iban
fuera, y preguntado a la amabilísima recepcionista donde podríamos comer
nos dijo que saliendo del camping estaba el restaurante Los Pilones y que allí
nos darían de comer. Como no estábamos muy finos nos colamos en un hotel
que había un poco más allá donde un camarero antipático nos dijo que no nos
podía dar de comer por lo que Paco y Marcos fueron a por los coches con
intención de irnos a Jerte o a casa de la “Gruesa vs Gorda” en Tornavacas,
pero al pasar por delante del restaurante se dieron cuenta que era allí
donde nos había dicho la chica del camping, no nos habíamos dado cuenta al
pasar antes porque tenía los letreros apagados, por lo que nos llamaron a los
que nos habíamos quedado esperando, librándonos de la bronca que nos
estaba echando el Barba por tomarnos una cerveza. Fuimos atendido por un
camarero- propietario que pese a su adustez cuasi castellana, nos trató bien
y nos ofreció una sopa, ensalada y una parrillada de ternera que estaba
bastante bien, sobre todo la chuleta que nos recordó nuestro anterior viaje
por la zona. La sobremesa trató sobre la hora de salida del día siguiente que
tras muchas discusiones quedó fijada en lo antes posible, siempre después
de desayunar en el bar del camping.
       De vuelta. fuimos, en medio de una oscuridad casi absoluta,
observando el cielo que estaba cuajado de estrellas viéndose perfectamente
la Vía Láctea, era tanta la oscuridad que los móviles servían de linterna y los
utilizamos cuando pasábamos por las partes del camino que estaban
cubiertas por los arboles.
       Llegados al camping nos repartimos las habitaciones y cada uno se
hizo su cama con las sábanas que estaban dispuestas al efecto, por lo que los
sacos de dormir fueron inútiles, tras una visita a los servicios y un concierto
de estornudos ofrecido por Marcos, dormimos bastante bien hasta la
mañana siguiente.
09/07/2004         CAMPING VALLE DEL JERTE – CANDELARIO



      Sobre las ocho, aunque algunos dijeron que desde las seis estaban
despiertos, empezamos a prepararnos, cosa que nos llevó algún tiempo, la
novedad más destacada fue el artilugio inventado por el Meji para sostener
la máquina de fotos, que mejora notablemente el que llevó a Suiza y la
supercámara de vídeo de Marcos, además prácticamente todos íbamos
estrenando algo, desde alforjas hasta bicicletas, pasando por ruedas y
sistemas de tracción. Sobre las nueve abrieron el bar y empezamos a
desayunar conforme fuimos acabando, Marcos y Paco sacaron los coches y lo
pusieron a la sombra enfrente de la Recepción, esperando a reagruparnos
todos para hacernos la foto de salida, bajo el arco del camping, cosa que nos
llevó también tiempo.
       Por fin sobre las diez iniciamos la marcha saliendo a la carretera y
girando a la izquierda para coger la desviación al Puerto de Honduras que
estaba a menos de un kilómetro.
       Desde el principio comenzamos a subir, la carretera estaba en buen
estado y serpenteaba por un bosque de robles, aunque no había demasiada
agua en esta vertiente, cada uno iba a su ritmo y rápidamente fuimos
despojándonos de las sudaderas. Hacia la mitad del puerto nos paramos para
que Santiago sacara unas fotos a los que venían por abajo, pues había unas
vistas muy bonitas de la carretera con todas las curvas, después llegó
Marcos con su supercámara de vídeo y también estuvo sacando un rato.
       Una vez de nuevo todos juntos reiniciamos la subida con unas vistas
espectaculares sobre el Valle del Jerte y siguiendo entre robles llegamos a
una zona no llana pero con mucha menos inclinación por lo que parecía que
íbamos cuesta abajo hasta llegar a una caseta con una gran parabólica donde
estaba el puerto, aunque no había ningún cartel que lo dijera. Paramos
iniciada la bajada, en un cartel que daba la bienvenida al Valle del Ambroz,
estuvimos admirando las preciosas vistas sobre Béjar, La Gargantilla y parte
del Valle con el embalse de Gabriel y Galán al fondo y sacaron muchas fotos
y películas de vídeo, estabamos reunidos en una plataforma, especie de
mirador, cuando llegó un ciclista, de los de carretera, que rápidamente
entabló conversación y nos contó que estaban haciendo la altimetría y el
trazado de estas carreteras porque una de las etapas de la Vuelta a España
de este año pasará por aquí, estuvo muy simpático y después cuando llegó el
compañero Iñaki nos estuvo explicando como lo hacían y los instrumentos
que utilizaban, publicaban sus trabajos en una revista y también nos
ofrecieron una pagina web “altimetrias.com” donde se recogían todos los
puertos que ellos habían medido, para que la consultáramos en nuestras
rutas. Nos despedimos y cerrándonos bien las sudaderas que nos habíamos
puesto nada más llegar arriba, pues hacía fresquito, iniciamos un descenso
fantástico en el que los bajadores disfrutaron de lo lindo y que el Meji
grabó con su invento, claro que una de las veces que me adelantaron se le
cayeron las gafas al Meji y Paco que iba detrás las pisó de forma que cuando
me paré y fui a recogerlas me encontré con media patilla y la parte central
sin cristales, todo lo demás había desaparecido, seguimos disfrutando con la
bajada y nos dimos cuenta que habíamos cambiado de arboles, ahora el
bosque era de castaños, casi al final nos detuvimos en un riachuelo que
atravesaba la carretera, el Barba y Santiago fueron a posar, para una foto,
en una gran piedra que sobresalía del lecho del río, continuamos entre el
frondosísimo castañar y llegamos a Hervás. Nos paramos para ver si
estábamos todos, antes de meternos en el pueblo y faltaban Marcos y Paco
Avila, estuvimos esperando y al rato llamaron diciendo que estaban en la
estación de autobuses, que fuéramos a recogerlos, allá que fuimos, lo que
nos sirvió para recorrer la parte más moderno del pueblo, los encontramos
gracias a que Paco había estado allí y lo conocía bien. Los recogimos y nos
dirigimos hacia la parte antigua por una calle peatonal con grandes plátanos
de indias en las márgenes que ofrecían una buena sombra, allí sentados en un
velador, encontró el Meji a unos compañeros “de toda la vida” con los que
estuvo charlando un rato y que le contaron que ese día se celebraba una
fiesta en el pueblo la de Los Conversos en la que celebran su pasado judío,
también nos dieron el nombre de un restaurante La Vaca Brava, creo
recordar, en el que podíamos comer a base de carne a la parrilla, muy
agradables incluso se ofrecieron a recogernos en Candelario para que
pudiéramos venir a la fiesta, nos despedimos y continuamos por el paseo
buscando una taberna donde Paco Tovar había estado con su mujer y que
decía que tenía un bufanda del Betis, la encontramos y nos tomamos una
cerveza con unas patatas rebozadas y aliñadas que como estaban fresquitas
pues entraron bien, pero de bufanda del Betis nada de nada, del Sevilla si
que había, continuamos ya con el tiempo encima, como casi siempre,
buscando un sitio para comer, preguntamos, encontramos un sitio pero era
demasiado elegante para unos sudorosos ciclistas, bajamos y subimos varias
veces cuestas empinadísimas, casi siempre la misma y acabamos comiendo en
unos veladores en una calle estrechísima que como habíamos apoyado las
bicis en la pared de enfrente, cuando tenía que pasar alguien había que
levantarse, el bar se llamaba Casa Tito y estuvimos bastante a gusto. Lo
primero que pedimos fue un par de jarras de cerveza, una de sangría y una
de agua, en vista de que no nos poníamos de acuerdo sobre lo que pedir, el
Barba se fue para adentro y cuando regresó nos dijo que había pedido carne
en adobo, callos, champiñones y una especie de papas rebozadas, cuatro de
cada , en principio nos pareció bien pero cuando vimos aparecer los platos
era un barbaridad, por mucha hambre que tuviéramos no nos podíamos
comer los dieciséis platos, habló con el camarero y suspendió un plato de
cada, menos de la carne en adobo, lo cual fue un acierto porque era lo que
mejor estaba, los callos estaban raros y no hubo podólogo capaz de
diagnosticar que le pasaban, los champiñones estaban saboriotes y las papas
regular. De postre nos tomamos unos bombones helados, la comida discurrió
muy agradable y en distendida charla aderezada por las ocurrencias de Paco
Tovar apoyado por Marcos que también estuvo inspirado. El dueño era un
forofo del ciclismo y estaba muy orgulloso de que Landelino Cubino, que
había estado entrenando por aquí y comido en su casa le hubiera invitado a
su boda, nos enseñó la invitación.
       Antes de que el sopor se adueñara de nosotros nos pusimos en marcha
y de nuevo bajamos la cuesta empinadísima, parándonos a coger agua en una
fuente y siguiendo todo seguido hasta la salida del pueblo, después de
atravesar un puente vimos a la derecha que estaban dando los últimos
toques a un escenario en donde por la noche se representaría una obra
teatral que se llama Los Conversos en donde participa mucha gente del
pueblo, era curioso porque el escenario estaba en la margen izquierda del río
Ambroz y los espectadores en la derecha, estuvimos sacando fotos y vídeo y
por fin nos enfrentamos con la carretera.
       Pasamos por la puerta del museo de motos, muy curioso, según nos
comentó Paco, pero no teníamos tiempo de visitarlo, hubo quien no fiándose
en la innata cualidad del Barba para orientarse preguntó a un rústico que
labraba su parcelita, si íbamos bien por allí para Candelario y le dijo que si,
con lo que seguimos subiendo, yéndose deteriorando cada vez más el asfalto
hasta convertirse en un camino, fuimos subiendo distanciándonos un poco
Manu, Santiago y yo por lo que paramos al coronar una subida, mientras
esperábamos, Manu cogió unas cerezas, pero estaban un poco verdes,
cuando todos llegaron seguimos hasta llegar a una meseta con varias
construcciones donde volvimos a esperar para reagruparnos, mientras un
perro le cogió cariño a Manu de forma que logró escaparse entre los
barrotes de una cancela pero, curiosamente, una vez fuera no nos echó
puñetera cuenta, había una bonita vista de un pedacito del Valle del Ambroz.
Continuamos por un terreno más favorable llegando a la desviación de La
Garganta y un poco más adelante vimos un cartel que anunciaba la existencia
de un pozo que en la antigüedad había sido utilizado para guardar nieve y
utilizarla en el verano, algunos bajaron a verlo pero solo se trataba de un
brocal de unos diez metros de profundidad, continuamos hasta desembocar
en una carreterita, asfaltada pero estrecha, por ella y tras una curva nos
encontramos con una vista preciosa sobre el pantano de Manufacturas de
Béjar, sobre el río Cuerpo de Hombre, un embalse pequeño pero muy bonito
con las primeras casas de Candelario al fondo, después de la sesión
fotográfica correspondiente, continuamos bordeándolo prácticamente hasta
la entrada del pueblo.
       El pueblo nos causó una gran impresión, pocas son las calles que no
suben o bajan, empedradas y con un canal en uno de los lados por donde
discurre el agua de los arroyos que bajan de la sierra, preguntamos por el
Hostal Cristi y enseguida dimos con él.
       Se trataba de un gran caserón principal y varias construcciones
añadidas que ocupaban toda una manzana y en el centro un gran patio, no
muy cuidado, pero que daba una sensación de paz y un silencio que se estaba
agustísimo. Dejamos las bicis en un aparcamiento que había enfrente y
entramos, nos atendió un señor que hacía las veces de recepcionista,
camarero, botones y director y tras consultar de lejos unos papeles cogió
las llaves y nos dijo que metiéramos las bicis por allí mismo, atravesamos
parte del patio y en una entrada desde la calle que daba acceso a un bar, que
estaba fuera de uso, las dejamos y fuimos a otro edificio que estaba al
fondo y empezamos a subir escaleras, cuatro plantas subimos y al final del
pasillo nos comunicó que ésa eran las habitaciones, entramos y me di cuenta
que en la habitación donde yo entré solamente había tres camas en vez de
las cuatro previstas, se lo dije y dijo que no nos preocupáramos que en un
momento nos ponía otra, pero la habitación nos parecía muy pequeña para
meter otra cama por lo que el Barba dijo que no, tras un tira y afloja nos
dio otra en la planta baja que era más grande y aunque no tenía tampoco las
cuatro camas, sí tenía algo más de sitio para ponerlas, esta habitación la
compartimos Marcos, Santiago, el Barba y yo. Mientras los otros iban por
las alforjas yo que las había subido y bajado, me duché el primero, la
limpieza no era una cosa escandalosa pero bueno, conseguí que tras poner de
determinada forma el tubo de la ducha el agua no se escapara y saliese por
la flor, el agua estaba caliente pero había que tener cuidado para no darle
mucha presión porque no se sujetaba el brazo en el soporte y se caía,
solventadas estas dificultades de las cuales di cuenta a mis compañeros,
conseguí darme una buena ducha que me vino estupendamente después de la
dura ruta que habíamos hecho. El Barba llamó a su cuñada para decirle que
estaba por la zona, resultó que ella estaba en Sevilla, pero le recomendó que
fuéramos a comer al Bar-Tolo que se comía muy bien y no muy caro, Marcos,
Santiago y yo nos fuimos al patio y nos sentamos en un velador, se estaba
agustísimo y allí estuvimos charlando hasta que fueron llegando los demás.
Cuando estuvimos todos nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo, que
es una cosa preciosa, aunque eso sí lo que no es cuesta abajo es cuesta
arriba, pero fuimos andando hasta la parte más alta, donde está la iglesia y
en frente una casa muy bien restaurada en la que nos llamó la atención un
gran carguero de madera de una sola pieza, por supuesto, y              poco
desbastado. Todas las calles tienen, en uno de sus márgenes, unos canalillos
por donde discurre el agua que viene de las montañas, en las puertas,
además de las puertas normales, tienen por fuera lo que llaman la Bati-
puerta, que consiste en un portalón a media altura que servía, y sirve, para
que los animales que pasan por la calle, actualmente vacas y turistas, no
pudieran entrar, pudiendo tener las puertas abiertas, también para evitar
que la nieve cayera directamente sobre la puerta, nuestro paseo se fue
dirigiendo, separados en dos grupos, porque Manu, Paco y Meji se fueron a
comprar algo que necesitaban, al encuentro del Mesón Tolo justo a tiempo
de coger una mesa en la terraza pues se llenó rápidamente, pedimos unas
jarras de cerveza, mientras llegaban los demás y nos la pusieron con patatas
fritas lo cual agradecimos muchísimo. Se estaba muy agradable era una
plaza con mucho sabor, las casas que la rodeaban eran de piedra, pero
algunas de sus paredes, sobre todo en la parte superior estaban revestidas
de tejas verticales, los balcones eran cerrados de madera, curiosamente no
tenían chimeneas en los tejados, pues utilizaban el humo para el secado de
los embutidos y jamones en la planta superior, justamente enfrente
teníamos el Casino Obrero exactamente igual que los que aparecen en las
viejas películas. Pedimos unos entrantes a base de chacina de la tierra y
croquetitas, luego unas ensaladas, algunos tomaron sopa castellana, de
segundo chuletas de cordero, chuletones y huevos fritos con jamón y
chorizo al gusto de cada cual y todo regado con una jarrita de vino de la
casa que estaba realmente bueno, el postre también fue variado tarta de
fruta, natillas, arroz con leche etc... Empezó a refrescar bastante y
echamos mano de las sudaderas pero Santiago empezó a sentir más frío de
lo normal y se fue para el hotel con Marcos. Cuando acabamos de fumarnos
nuestros puritos hacía bastante frío por lo que levantamos el campo y
fuimos bajando disfrutando del silencio y del murmullo del agua, hasta que
pasamos por un bar que nos pareció tranquilo, supongo que aun era temprano
para la “marcha” y entramos a tomarnos una copa, se estaba muy agradable,
los veladores eran pequeñas mesas de camilla nos sentamos en una de ellas y
estuvimos charlando un buen rato hasta que el sueño ya nos aconsejó irnos
para el hotel.
       Cuando llegamos le pedimos al recepcionista/encargado a ver si el
desayuno nos lo podía adelantar, pues el Barba quería que fuese a las ocho,
nos dijo que no podía ser porque no había pan, que a las nueve y media, el
Barba aceptó de malas ganas y nos fuimos cada uno a su cuarto, cuando
entramos en el nuestro vimos a Marcos imaginándose las imágenes de la
televisión, no se veían casi nada y nos dijo que Santiago estaba un poco
mejor que además del frío era un problema de gases, cada mochuelo se fue
a su olivo y hasta mañana.
10/07/2004                LA COVATILLA - EL CALVITERO


      Sobre las ocho nos empezamos a levantar y como no teníamos gran
cosa que preparar acabamos pronto, para hacer un poco de tiempo nos
fuimos a donde las bicis para darle un repasito, de forma que a las nueve y
cuarto estabamos sentados y listos para desayunar, entonces surgió la
discusión porque el recepcionista/camarero al vernos entrar nos dijo que
nos estaba esperando desde la nueve, porque según él es la última hora que
habíamos quedado la noche anterior, el Barba no estaba conforme, aunque
algunos dijeron que era verdad, total desayunamos, café con leche, pan con
mantequilla y mermelada y sobaos industriales. Dimos buena cuenta de todo
aunque según Paco Tovar la leche estaba quemada y la mantequilla se
resistía a extenderse sobre el pan, ya que no había un plato donde apoyarlo,
pero bueno desayunamos bastante bien.
       Nos fuimos a recoger las bicis y antes de ponernos en marcha nos
pusimos crema protectora, porque el Barba nos echó un discurso sobre la
peligrosidad de las quemaduras en la alta montaña, yo me eché demasiada
por lo que toda la frente y amplios anexos se quedaron blancos con el
consiguiente cachondeo de la Peña sobre la imposibilidad de que me
quemara.
       El recepcionista/camarero, todo amabilidad, nos abrió la puerta en
cuyo portal teníamos las bicis y salimos directamente a la calle, nos
acercamos a una fuente que había un poco más abajo y llenamos los botes.
Como la ruta se prevé larga fuimos a buscar una tienda donde pudiéramos
comprar algo para comer, la encontramos cerca de la ermita que hay en el
pueblo y compramos dos hornazos, chorizo, queso, salami y pan, todo tras
muchas idas y venidas y unos diciendo que era mucho y otros que era poco,
estando en esto apareció un chaval llamado Roberto o Rodrigo, no me enteré
bien del nombre que al vernos las pintas nos preguntaron donde íbamos,
cuando le dijimos que queríamos ir a la Covatilla y al Calvitero nos dijo que él
también había quedado con unos colegas para hacerla y nos estuvo
explicando un poco las referencias que teníamos que seguir y se
comprometió a servirnos de guía. Sin haber llegado a un consenso total
sobre la cantidad de comida, empezamos a subir porque teníamos que salir
por la carretera de Navacarros, que está en la parte alta del pueblo, pero
llegando al final nos encontramos con un rebaño de vacas que venían por la
misma calle por donde nosotros habíamos empezado a entrar, por lo que se
asustaron un poco y una señora se asomó a la ventana y empezó a dar gritos
para que nos quitáramos y pudieran pasar las vacas, yo creo que gritaba de
forma exagerada para que todo el pueblo la oyera y que a la vez nos estaba
diciendo “catetos de ciudad” que no sabíamos comportarnos ante un rebaño
de vacas, por fin salimos a la carretera en agradable descenso que se acabó
pronto pues aunque no era una subida en toda regla si que picaba para
arriba, el frescor de la mañana era agradable y la carretera estrechita, sin
circulación y entre robles era una delicia por lo que fuimos bastante
despacito y en agradable conversación. Antes de llegar a Navacarro había
una bajada y pasamos de largo por la casa que la cuñada del Barba va a
comprar para convertirla en casa rural, mañana estaremos más atentos.
Llegamos a Navacarro, un pueblo muy pequeño y en un bar encontramos a
unas colegas que nos dijeron que la ruta que teníamos prevista era muy dura
y que cuando llegáramos a la Covatilla ya pensaríamos el seguir subiendo, no
sabían lo que estaban diciendo.
       Seguimos, pasamos por una ermita a las afuera del pueblo y un poco
más adelante conectamos con la carretera que iba al Barco de Avila, esta
carretera era más ancha, estaba mejor asfaltada, tenía más tráfico y
también disimuladamente iba para arriba y por ella llegamos a un
pequeñísimo pueblo llamado La Hoya y un poco más adelante cogimos la
carretera a la derecha que es la que sube a la estación de esquí de La
Covatilla.
       La primera mirada no fue demasiado impresionante pero conforme nos
fuimos acercando, después de llanear e incluso bajar, si nos dimos cuenta
que la cosa tenía tomate, las pendientes eran impresionantes, pero todo era
cuestión de echarle valor, fuimos subiendo cada uno a su ritmo y Santiago
haciendo fotografías desde todas las curvas a unos paisajes que se iban
ampliando en cada una de ellas. Entonces apareció, seguía sin saber si se
llamaba, Rodrigo o Roberto el que iba a ser nuestro guía, iba subiendo con
dificultad y parándose con frecuencia, el que iba más fuerte era Manu que
además se picó con unos ciclistas de carretera que nos adelantaron pero que
el no consintió que se les fueran llegando a la cima antes que ellos. Los
demás fuimos llegando al gran aparcamiento que hay en lo alto donde están
las instalaciones de la estación de esquí y estuvimos charlando con otros
ciclistas que estaban por allí también tomando referencias para la etapa de
la Vuelta a España. Hacía bastante frío por lo que tuvimos que echar mano
de las sudaderas, cuando llegó José Luis le preguntó a una pareja de la
Guardia Civil, que donde podíamos coger agua y el Guardia le dio una botella
y le dijo que en el riachuelo que pasaba por allí podíamos coger, así lo
hicimos y de nuevo preparados iniciamos el ascenso. Nuestro guía había
desaparecido después de decirnos que nos veríamos por las alturas. El
camino iba zigzagueando al principio pero después se enderezó e iba pegado
a los postes del telesilla haciéndose más empinado y dificultoso de subir,
nos costaba trabajo el progresar también por la altura, la vista se iba
ampliando y ya dominábamos todo los alrededores, por fin llegamos al último
poste del telesilla pero tuvimos que seguir subiendo ahora pegados a los
postes de un arrastre hasta llegar a una grandes piedras a donde Marcos se
había encaramado y estaba grabando en vídeo y a la derecha el punto
geodésico del que nos había hablado Roberto, habíamos llegado a la cima,
hacía fresquito echamos un vistazo a los alrededores y cuando llegó el Barba
dijo que había que seguir para encontrar el camino, que no estaba marcado.
Fuimos montados en la bici por la cresta de la sierra de Candelario con más
o menos dificultad hasta que nos tuvimos que bajar porque el terreno ya no
nos permitía seguir montados y vimos que venían detrás los Pacos y un poco
más atrás Marcos y Santiago, seguimos y al rato paramos porque nos dimos
cuenta que no venían, estuvimos un buen rato Manu, Meji, Barba y yo
esperando y no aparecían, aprovechamos el tiempo investigando en la sierra
de Gredos que la teníamos justo enfrente, por donde estaba el Piornal el
Puerto del Pico etc. nos empezamos a preocupar, los teléfonos no tenían
cobertura y una gran nube negra estaba sobre nosotros, el Barba se volvió
a ver si venían, estábamos un poco nervioso y al final aparecieron, habían
estado comiendo porque estaban hambrientos, la tensión se palpaba en el
aire porque no sabíamos como iba a salir la ruta, seguimos con las bicis al
lado siguiendo los montoncitos de piedras que parecía señalaban el camino,
hubo un momento en el que Marcos dijo que daba media vuelta y volvía por
donde habíamos subido, no lo hizo pero la cosa estaba cada vez más tensa,
seguimos viendo al frente el pico de lo que pensábamos era el Calvitero,
prácticamente cuando habíamos llegado nos encontramos con una familia que
nos dijeron que efectivamente ese era el Calvitero y que la hornacina con la
Virgen estaba en la otra cara de donde estábamos, también nos indicaron
por donde podíamos bajar a Candelario. Mucho más tranquilos nos
encaminamos a donde está la pequeña hornacina con la Virgen del Castañar,
con muestras evidentes de los cafres que por allí han pasado, para comer. La
vista era espectacular, estábamos a 2.405 mts. el Meji quiso que Marcos le
sacara en la película, pues se había subido a unas peñas con la bici y estaba
allí haciendo equilibrio, pero Marcos lacónicamente le dijo que él no hacia
“montajes” y no hizo película de esta parte de la ruta, menos mal que
Santiago si hizo bastantes fotografías y conservaremos el recuerdo de este
momento que no pudimos disfrutar plenamente por la tensión existente.
       Protegiéndonos del viento detrás de unas rocas, desplegamos las
viandas sobre una de ellas y fuimos dando buena cuenta de el hornazo que
estaba un poco seco pero sabroso, el chorizo muy bueno y el queso
estupendo, eran las cuatro y media y el hambre era mucha. La propuesta de
Paco Tovar de echarse una siestesita no fue aceptada por lo que
inmediatamente nos dirigimos a donde nos habían dicho que se iniciaba el
camino de bajada.
       La bajada era impresionante, desde luego impensable para ir
montados en la bici, pero tenía de bueno que se veía el final, allí abajo se
adivinaban los coche aparcados. El camino era un sendero de cabras con
muchas piedras sueltas y discurría por entre unos matorrales que como te
despistara te arañaban las piernas, sin contar con la cantidad ingente de
veces que nos dimos con el pedal en los gemelos, horroroso, Manu, Meji y yo
nos adelantamos un poco y fuimos siguiendo el camino hasta que llegamos a
una bifurcación cogiendo para la derecha, pero como no nos gustaba hacia
donde se dirigía, tiramos campo a través para conectar con otro camino por
el que veíamos que subía gente, las bicis iban muchas veces a cuesta y otras
al lado y el esfuerzo era grande, tanto por tener que cargar con las bicis
como por lo que resbalaban las piedras sueltas, que muchas veces estuvieron
a punto de llevarse un tobillo para adelante, al final cruzamos por un
pequeño camino una zona de altos matorrales, que no pinchaban pero
obstaculizaban mucho el paso y desembarcamos por fin en la plataforma “El
Travieso” (1900 mts.), donde estaban aparcados los coches que veíamos
desde arriba. Estabamos cansados pero lo habíamos conseguido, tardamos
una hora y media en bajar, después fueron llegando Paco Avila, que ayudó a
Manu a desatascar la cadena que se le había metido entre los platos y el
cuadro, luego llegaron el Barba y Paco Tovar que realizó físicamente lo que
todos íbamos pensando, se cagó en el Calvitero, y viéndolos bajar, ya con la
bici a cuesta, ya con la bici al lado, ya con la bici levantada sobre la rueda
trasera, suponíamos el cabreo que traían los Blancos, efectivamente cuando
llegaron, Santiago pasó a toda velocidad por donde estábamos y Marcos se
paró a decir alguna cosa fruto del calentón, luego comenzamos a bajar por
una carretera bien asfaltada que hizo las delicias del Meji que según
después nos comentó había alcanzado los 77 Km/h. y por ahí estuvieron
también Santiago y Manu. La carretera bastante curveada, discurría por un
bosque de pinos y eucaliptos pasando por una segunda plataforma donde
había un área recreativa y un poco más abajo una gran nave/secadero de
jamones de la marca Navidul, sin dar una sola pedalada llegamos a Candelario
y al Hostal, donde los primero en llegar habían hablado con nuestro amigo el
recepcionista/camarero que apareció con las llaves de la puerta lateral para
que metiéramos las bicis, así a la luz del día me di cuenta de la cantidad de
mierda que transportaba en el pantalón, impresionante. Marcos y Santiago
se fueron a la habitación y los demás nos quedamos tomándonos unos
refrescos que Manu había cambiado por su Reino, charlando de las muchas
incidencias de la ruta, pero en el fondo satisfechos por haber superado el
reto, luego nos fuimos a las habitaciones y tras ducharnos nos volvimos a
sentar en el patio donde estuvimos muy distraídos porque llegó una
excursión del INSERSO y no estando en absoluto preparadas las
instalaciones, les obligaba a subir unos escalones que les costaba trabajillo.
En algún momento hablaron Marcos y el Barba y suavizaron la tensión de
forma que cuando salimos para ir a cenar ya el ambiente estaba mucho más
distendido. Al salir del Hostal me di cuanta de los extraños frutos de un
árbol que estaba en la fuente donde habíamos cogido agua por la mañana,
fuimos a verlo de cerca y nos encontramos con un señor que conocía bien
todo el pueblo y nos dijo que se trataba de un castaño de indias y que él lo
conocía de toda la vida, más de ochenta años, pero que antes tenía muchos
pájaros y que ahora no tenía ninguno y no sabían que le había pasado,
después y acompañándonos por el pueblo nos fue contando del antiguo
esplendor del pueblo gracias a las matanzas de cerdos que se realizaban y
cuyos productos eran muy estimados, según dijo de ahí venía la existencia
de los canalillos de las calles que en principio era para canalizar la sangre de
los animales, nos explicó también lo de la batipuerta y como en los últimos
años esta cogiendo un auge turístico gracias a la estación de esquí. Dimos
una vuelta por el pueblo para ver donde comíamos y acabamos yendo a donde
mismo ayer, aunque después del frío de ayer queríamos comer dentro, pero
estaba lleno, no se como el camarero nos llevó a la parte posterior donde
había un callejón que daba acceso a las cocinas y había unos veladores nos
dijeron que si queríamos comer allí y le dijimos que encantados, porque
aunque era al aire libre al estar encajonado no hacía el frío de fuera. El
ambiente estaba muy relajado y surgieron algunos chistes a cargo
fundamentalmente de Paco Tovar pero donde surgió la chispa fue cuando se
le ocurrió, leyendo la carta, decir “no es lo mismo huevos bechamel que
bechamel los huevos” la carcajada fue generalizada y a partir de ahí la
conversación fluyó en un ambiente muy optimista. La comida muy buena y los
que elegimos chuletón fantástica, hubo sopas castellanas, ensaladas, tablas
de embutidos y croquetas para terminar con unos postres discretitos,
menos Manu, que se pidió una gran copa de helado y se fumó un gran puro.
Estuvimos atendidos por una agradable señorita que le trajo a Paco Tovar
toda el agua que quiso y a diversas temperaturas.
       Cuando volvíamos al Hostal hubo una propuesta de ir a tomar una copa
pero Marcos, Santiago, Barba y yo no fuimos porque estábamos muy
cansados y ya teníamos suficientes emociones. Cuando llegamos al Hostal
pagamos las habitaciones, para no distraernos por la mañana aunque el
desayuno será, según dice nuestro recepcionista/camarero, después de
dárselo a la excursión del INSERSO, es decir sobre las nueve y media, el
Barba no está conforme, pero era la única solución que teníamos, pues todo
lo demás estaba cerrado a esa hora, así que una vez liquidado nos fuimos a la
cama.
11/07/2004            CANDELARIO – SEVILLA


      Sobre    las ocho nos levantamos y tras breves abluciones nos
dedicamos a recoger todo el equipaje y colocar las alforjas en las bicis, los
cascos, que los habíamos dejado colgando del manillar había desaparecido,
aunque después aparecieron en el ojo de una gran piedra de molino que
había, el Barba se impacientaba con el desayuno pero Paco Avila fue a hablar
y nos dejaron entrar en el comedor, donde teníamos nuestra mesa
preparada, aunque el café tardó un poco y la leche seguía estando quemada,
luego vimos que efectivamente no hubiéramos podido desayunar en ningún
sitio. Muy amablemente nuestro recepcionista/camarero vinos a abrirnos la
puerta y a despedirse, iba con un pantalón limpio e incluso se había peinado,
nos despedimos, fuimos a coger agua a la fuente e incluso bajamos a ver si la
tienda de ayer estaba abierta para comprar pan y algo de fruta para lo que
había sobrado de ayer, pero nada, todo estaba cerrado y solitario. Salimos
por el mismo camino de ayer pero no nos encontramos a las vacas, se notan
las alforjas al subir por la carretera, y vamos viendo más o menos por donde
estuvimos haciendo la cabra montesa, desde aquí se ve muy bonito.
Seguimos subiendo y pasamos, fijándonos, por la casa que quiere comprar la
cuñada el Barba, muy interesante y llegamos a Navacarros donde reinaba un
silencio sepulcral solo interrumpido por el silbido de un spray de un señor
que estaba desinfectando un balcón de madera, esperamos a reagruparnos y
continuamos, saliendo a la carretera del Barco, hoy sin ninguna circulación,
pasamos por la Hoya y recordamos la subida a la Covatilla después y tras una
buena bajada entramos en la provincia de Avila justo en el pueblo de San
Bartolomé de Béjar y poco después llegamos a Beceda que es donde se inicia
el puerto de Tremedal que es el que nos toca subir hoy. Es un pequeño
pueblo, completamente solitario, en donde estuvimos un rato parado
esperando al cámara, todos juntos iniciamos el ascenso y es una pena
porque tiene gran parte del monte quemado por lo que se hace bastante
inhóspita la subida, además de que el calor apretaba de firme, cada uno
cogió el ritmo que pudo y fuimos subiendo hasta el puerto (1250 mts.) que
esta vez si estaba señalizado con su correspondiente placa, sacamos las
viandas y nos hicimos las fotos de rigor. Estuvimos un rato distraídos con
las acrobacias que realizaba un buitre intentando comer y lo que tuvo que
currar hasta atrapar la pieza. Empezamos el descenso que era una delicia
porque no era demasiado inclinado y podías ir a una velocidad moderada que
te permitía contemplar el maravilloso paisaje que se nos iba mostrando, un
bosque de robles y empinadas pendientes, así llegamos a un pequeño pueblo
Tremedal, que da nombre al puerto, encajonado entre dos laderas que
pasamos y que constaba de seis o siete casas pero al salir y volver la vista
atrás era un paisaje precioso por lo que nos paramos y estuvieron sacando
fotos y películas un buen rato, seguimos bajando y nos encontramos con una
marcha cicloturista por lo que nos desviaron, atravesamos por un puentecillo
lo que sería las estribaciones de la Garganta del Endrinal, precioso, con una
abundantísima vegetación de ribera y llegamos a un pequeño pueblo llamado
Solana de Avila donde había una desviación para el Barco y otra a Puerto
Castilla, teníamos que coger la de Puerto Castilla, esperamos a reagruparnos
pero no aparecieron ni Meji ni Manu por lo que sospechamos, y después
confirmamos, que se habían ido con los ciclistas a el Barco.




                           Fuente de Solana de Avila
                (para echar un trago si habéis llegado hasta aquí)

       Después de llenar los botes en una fuente de agua fresca continuamos
hacia Santiago de Aravalle y de allí, después de un trozo de carretera
general, llegamos a Puerto Castilla donde empezamos a subir al puerto de
Tornavacas. Ibamos Santiago, Marcos y yo que fuimos los primeros en llegar
y esperamos a que fueran llegando. Paco Avila y Meji se habían encontrado
por la carretera y venían picadillos, dando un sprint Paco para adelantar al
Meji en los últimos metros, los demás llegaron a continuación. Hubo
discrepancias sobre donde era mejor hacernos la foto, si debajo del cartel
que daba la Bienvenida a la Comunidad de Castilla León, en el que anunciaba
el puerto o en el mirador, al final fue este último aunque no contamos con la
presencia de Marcos, que se quedó al lado del cartel del puerto y desde allí
creo que sacó algunas imágenes, la vista desde el mirador era fantástica
sobre el Valle del Jerte. De forma bastante desorganizada, cada uno por su
cuenta, comenzamos a bajar el Puerto de Tornavacas, los de siempre lo
bajaron rapidísimo, otros fuimos por el medio disfrutando un poco del
paisaje hasta que un camión se puso detrás y lo fastidió y otros se quedaron
atrás del todo, el paso por Tornavacas nos trajo muy buenos recuerdos
sobre todo al pasar por delante del restaurante de nuestra recordada
“Obesa”, la carretera hasta el camping es muy favorable y fuimos llegando,
pero el que no aparecía era Marcos, después de un buen rato apareció con
los bolsillos llenos de cerezas, se había parado a cogerlas y según decía le
habían disparado los guardas, que eran las detonaciones que habíamos oído
por el camino, metimos las cosas en el coche y nos fuimos a duchar, que bien
se portaron dejándonos ducharnos, fue fundamental porque como hacía
bastante calor habíamos sudado y meternos cuatrocientos kilómetros de
viaje de vuelta en esas condiciones hubiera sido mortal.
        Mientras que nosotros nos duchábamos, Paco Tovar, Meji, Manu y
Paco Avila se fueron a coger sitio al restaurante del camping para comer, lo
cerraban a las cuatro y teníamos que darnos prisa. Pedimos paella que no
estaba demasiado buena, el gazpacho extremeño, que tiene los mismos
ingredientes que el gazpacho andaluz pero sin triturar, estaba por lo menos
fresquito, de segundo pedimos filetes que estaban un poco duro y
albóndigas que no estaban mal, los postres los de siempre y después café.
Compramos unas botellas de agua y Paco entró en la recepción a agradecerle
de nuevo a la señora la gentileza que había tenido con nosotros.
        Sin mucho tiempo para descansar emprendimos el camino de regreso,
Marcos le pidió al Barba que condujera y el se dedicó a sacar una película de
la salida del valle. Esta vez nos fuimos por Cáceres y fue más rápido que a la
venida porque hay un buen trozo de autovía hasta Cáceres y después hasta
Mérida y aunque había bastante circulación era rapidita, paramos a echar
gasoil, creo que fue en Villafranca de los Barros y aprovechamos para
comprar unos refrescos, pues no encontramos ningún bar cercano,
continuando ya bajo la conducción de Marcos.
        Cuando llegamos a Santiponce nos encontramos con un buen atasco,
pero tiramos por la tan utilizada por nosotros, carretera de La Algaba para
dejar al Barba en La Rinconada, desde aquí hasta que entramos en Sevilla el
calor fue progresivamente subiendo de forma que cuando Marcos y Santiago
me dejaron en el Hotel Occidental hacía bastante calor y eran las diez y
media de la noche.
        Una ruta muy bonita y exigente por la cantidad de puertos
atravesados, la gran caminata desde la Covatilla al Calvitero y sobre todo la
bajada de este, etapa que levantó la polémica pero que seguramente será lo
que más recordaremos del viaje. Los bosques de robles y castaños, la
cantidad de fuentes y arroyuelos, los chuletones que nos hemos comido y la
grata compañía de todos los integrantes de la Peña ha sido sin duda lo mejor
de la ruta.

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  • 1. RODANDO ENTRE ROBLES Y CASTAÑOS (Un paseo por la Sierra de Candelario) Quedamos citados a las cuatro de la tarde en la Estación de Santa Justa, tradicional punto de partida para nuestras grandes rutas, Paco Tovar, Antonio Mejías, Manu, Marcos, Santiago, José Luis, Paco Avila y yo, toda la Peña a excepción de Antonio Ortega que está de viaje por Italia. Cuando llegué estaban ya allí José Luis y Paco Avila que están de “Rodríguez” y habían estado almorzando los dos por ahí. Hacia las cuatro y media aparecieron los de La Motilla y a continuación Marcos con el coche recién aspirado y lavado. Metimos las tres bicis y Marcos vio que llevábamos los sacos de dormir cosa que por lo visto nadie le había comunicado, aunque era solo como medida precautoria para el Camping del Jerte, nos acercamos a su casa a recogerlos, de forma que cuando iniciamos la marcha eran por lo menos las cinco de la tarde. La distribución por coche Paco Avila, Meji y Manu en el coche de Paco Tovar, Santiago, el Barba y yo en el coche de Marcos. Aunque hacía calor el aire acondicionado funcionaba bien y no lo notamos demasiado, la carretera en los trozos de autovía estupendo, pero en los que aún no están desdoblado como siempre que se utiliza esta ruta un coñazo, tiramos por Trujillo para aprovechar la autovía en vez de subir para Cáceres. Paramos un poco antes de la Central de Almaráz en la Venta Juan Porro en San Pedro de Mérida, a tomar un refresco y unos pastelillos, allí preguntó el Barba si podíamos cortar por una carretera que habíamos visto en el mapa y que atravesaba el Parque de Monfragüe, nos dijeron que no, que estaba en obras y nos recomendaron tirar por otra que iba a Almaráz, Casatejada y Plasencia, por ahí tiramos y pasamos por delante de la Central Nuclear que siempre impresiona un poco, aunque esta debe de tener un sistema de refrigeración distinto y no utiliza las chimeneas en forma de diábolo, pasamos, por gusto, ante un sorprendente paño de azulejos en la fachada de una iglesia de Casatejada, en el que se representaba una Virgen de dudoso gusto artístico. Nos pasamos una desviación a Plasencia pero un poco más adelante salimos a la carretera general, por lo que creo que no perdimos demasiado. La travesía de Plasencia tuvo cierta dificultad porque estaba señalizado como el Valle y al ver la primera placa no fuimos lo suficientemente rápidos para asociar el valle con el Jerte y nos pasamos, pero después de preguntar salimos bastante bien cogiendo por fin la carretera que nos llevó hasta el camping que encontramos con facilidad y que tiene el mismo acceso que la Garganta del Infierno y está muy bien señalizado, es un camino que alguna vez estuvo asfaltado y discurre por una zona con mucho arbolado, eucaliptos, y después de atravesar el río Jerte
  • 2. por un puente de madera se bifurca, yendo hacia el frente a la Garganta y a la izquierda al camping, desde aquí hasta la entrada del camping, el camino está totalmente cubierto por las ramas de plátanos de india de los que también está plantado todo el camping, a la entrada un gran arco nos da la bienvenida. Llegamos sobre las diez, la encargada, todo amabilidad, no puso ninguna pega para que pudiéramos dejar los coches enfrente de la Recepción mañana cuando salgamos e incluso nos dijo que nos podríamos duchar el domingo cuando regresemos. Los de Paco Tovar habían llegado un poco antes y Paco Avila ejerció de anfitrión cuando llegamos nosotros, de forma que fue enseñándonos las habitaciones y tan bien lo hizo, que consiguió que José Luis abriese la puerta de la última habitación en donde se había escondido Paco Tovar de forma que cuando el Barba estaba buscando la llave de la luz algo le acarició la mano a la vez que emitía un sonido gutural de forma que el susto que se pegó fue morrocotudo y la carcajada de todos los demás tan prolongada como indescriptible. Las habitaciones son de tres camas pero los servicios son los comunes del camping y no están demasiado lejos, una vez vaciados los coches, sobre todo las bicis de Marcos y Santiago que iban fuera, y preguntado a la amabilísima recepcionista donde podríamos comer nos dijo que saliendo del camping estaba el restaurante Los Pilones y que allí nos darían de comer. Como no estábamos muy finos nos colamos en un hotel que había un poco más allá donde un camarero antipático nos dijo que no nos podía dar de comer por lo que Paco y Marcos fueron a por los coches con intención de irnos a Jerte o a casa de la “Gruesa vs Gorda” en Tornavacas, pero al pasar por delante del restaurante se dieron cuenta que era allí donde nos había dicho la chica del camping, no nos habíamos dado cuenta al pasar antes porque tenía los letreros apagados, por lo que nos llamaron a los que nos habíamos quedado esperando, librándonos de la bronca que nos estaba echando el Barba por tomarnos una cerveza. Fuimos atendido por un camarero- propietario que pese a su adustez cuasi castellana, nos trató bien y nos ofreció una sopa, ensalada y una parrillada de ternera que estaba bastante bien, sobre todo la chuleta que nos recordó nuestro anterior viaje por la zona. La sobremesa trató sobre la hora de salida del día siguiente que tras muchas discusiones quedó fijada en lo antes posible, siempre después de desayunar en el bar del camping. De vuelta. fuimos, en medio de una oscuridad casi absoluta, observando el cielo que estaba cuajado de estrellas viéndose perfectamente la Vía Láctea, era tanta la oscuridad que los móviles servían de linterna y los utilizamos cuando pasábamos por las partes del camino que estaban cubiertas por los arboles. Llegados al camping nos repartimos las habitaciones y cada uno se hizo su cama con las sábanas que estaban dispuestas al efecto, por lo que los
  • 3. sacos de dormir fueron inútiles, tras una visita a los servicios y un concierto de estornudos ofrecido por Marcos, dormimos bastante bien hasta la mañana siguiente.
  • 4. 09/07/2004 CAMPING VALLE DEL JERTE – CANDELARIO Sobre las ocho, aunque algunos dijeron que desde las seis estaban despiertos, empezamos a prepararnos, cosa que nos llevó algún tiempo, la novedad más destacada fue el artilugio inventado por el Meji para sostener la máquina de fotos, que mejora notablemente el que llevó a Suiza y la supercámara de vídeo de Marcos, además prácticamente todos íbamos estrenando algo, desde alforjas hasta bicicletas, pasando por ruedas y sistemas de tracción. Sobre las nueve abrieron el bar y empezamos a desayunar conforme fuimos acabando, Marcos y Paco sacaron los coches y lo pusieron a la sombra enfrente de la Recepción, esperando a reagruparnos todos para hacernos la foto de salida, bajo el arco del camping, cosa que nos llevó también tiempo. Por fin sobre las diez iniciamos la marcha saliendo a la carretera y girando a la izquierda para coger la desviación al Puerto de Honduras que estaba a menos de un kilómetro. Desde el principio comenzamos a subir, la carretera estaba en buen estado y serpenteaba por un bosque de robles, aunque no había demasiada agua en esta vertiente, cada uno iba a su ritmo y rápidamente fuimos despojándonos de las sudaderas. Hacia la mitad del puerto nos paramos para que Santiago sacara unas fotos a los que venían por abajo, pues había unas vistas muy bonitas de la carretera con todas las curvas, después llegó Marcos con su supercámara de vídeo y también estuvo sacando un rato. Una vez de nuevo todos juntos reiniciamos la subida con unas vistas espectaculares sobre el Valle del Jerte y siguiendo entre robles llegamos a una zona no llana pero con mucha menos inclinación por lo que parecía que íbamos cuesta abajo hasta llegar a una caseta con una gran parabólica donde estaba el puerto, aunque no había ningún cartel que lo dijera. Paramos iniciada la bajada, en un cartel que daba la bienvenida al Valle del Ambroz, estuvimos admirando las preciosas vistas sobre Béjar, La Gargantilla y parte del Valle con el embalse de Gabriel y Galán al fondo y sacaron muchas fotos y películas de vídeo, estabamos reunidos en una plataforma, especie de mirador, cuando llegó un ciclista, de los de carretera, que rápidamente entabló conversación y nos contó que estaban haciendo la altimetría y el trazado de estas carreteras porque una de las etapas de la Vuelta a España de este año pasará por aquí, estuvo muy simpático y después cuando llegó el compañero Iñaki nos estuvo explicando como lo hacían y los instrumentos
  • 5. que utilizaban, publicaban sus trabajos en una revista y también nos ofrecieron una pagina web “altimetrias.com” donde se recogían todos los puertos que ellos habían medido, para que la consultáramos en nuestras rutas. Nos despedimos y cerrándonos bien las sudaderas que nos habíamos puesto nada más llegar arriba, pues hacía fresquito, iniciamos un descenso fantástico en el que los bajadores disfrutaron de lo lindo y que el Meji grabó con su invento, claro que una de las veces que me adelantaron se le cayeron las gafas al Meji y Paco que iba detrás las pisó de forma que cuando me paré y fui a recogerlas me encontré con media patilla y la parte central sin cristales, todo lo demás había desaparecido, seguimos disfrutando con la bajada y nos dimos cuenta que habíamos cambiado de arboles, ahora el bosque era de castaños, casi al final nos detuvimos en un riachuelo que atravesaba la carretera, el Barba y Santiago fueron a posar, para una foto, en una gran piedra que sobresalía del lecho del río, continuamos entre el frondosísimo castañar y llegamos a Hervás. Nos paramos para ver si estábamos todos, antes de meternos en el pueblo y faltaban Marcos y Paco Avila, estuvimos esperando y al rato llamaron diciendo que estaban en la estación de autobuses, que fuéramos a recogerlos, allá que fuimos, lo que nos sirvió para recorrer la parte más moderno del pueblo, los encontramos gracias a que Paco había estado allí y lo conocía bien. Los recogimos y nos dirigimos hacia la parte antigua por una calle peatonal con grandes plátanos de indias en las márgenes que ofrecían una buena sombra, allí sentados en un velador, encontró el Meji a unos compañeros “de toda la vida” con los que estuvo charlando un rato y que le contaron que ese día se celebraba una fiesta en el pueblo la de Los Conversos en la que celebran su pasado judío, también nos dieron el nombre de un restaurante La Vaca Brava, creo recordar, en el que podíamos comer a base de carne a la parrilla, muy agradables incluso se ofrecieron a recogernos en Candelario para que pudiéramos venir a la fiesta, nos despedimos y continuamos por el paseo buscando una taberna donde Paco Tovar había estado con su mujer y que decía que tenía un bufanda del Betis, la encontramos y nos tomamos una cerveza con unas patatas rebozadas y aliñadas que como estaban fresquitas pues entraron bien, pero de bufanda del Betis nada de nada, del Sevilla si que había, continuamos ya con el tiempo encima, como casi siempre, buscando un sitio para comer, preguntamos, encontramos un sitio pero era demasiado elegante para unos sudorosos ciclistas, bajamos y subimos varias veces cuestas empinadísimas, casi siempre la misma y acabamos comiendo en unos veladores en una calle estrechísima que como habíamos apoyado las bicis en la pared de enfrente, cuando tenía que pasar alguien había que levantarse, el bar se llamaba Casa Tito y estuvimos bastante a gusto. Lo primero que pedimos fue un par de jarras de cerveza, una de sangría y una
  • 6. de agua, en vista de que no nos poníamos de acuerdo sobre lo que pedir, el Barba se fue para adentro y cuando regresó nos dijo que había pedido carne en adobo, callos, champiñones y una especie de papas rebozadas, cuatro de cada , en principio nos pareció bien pero cuando vimos aparecer los platos era un barbaridad, por mucha hambre que tuviéramos no nos podíamos comer los dieciséis platos, habló con el camarero y suspendió un plato de cada, menos de la carne en adobo, lo cual fue un acierto porque era lo que mejor estaba, los callos estaban raros y no hubo podólogo capaz de diagnosticar que le pasaban, los champiñones estaban saboriotes y las papas regular. De postre nos tomamos unos bombones helados, la comida discurrió muy agradable y en distendida charla aderezada por las ocurrencias de Paco Tovar apoyado por Marcos que también estuvo inspirado. El dueño era un forofo del ciclismo y estaba muy orgulloso de que Landelino Cubino, que había estado entrenando por aquí y comido en su casa le hubiera invitado a su boda, nos enseñó la invitación. Antes de que el sopor se adueñara de nosotros nos pusimos en marcha y de nuevo bajamos la cuesta empinadísima, parándonos a coger agua en una fuente y siguiendo todo seguido hasta la salida del pueblo, después de atravesar un puente vimos a la derecha que estaban dando los últimos toques a un escenario en donde por la noche se representaría una obra teatral que se llama Los Conversos en donde participa mucha gente del pueblo, era curioso porque el escenario estaba en la margen izquierda del río Ambroz y los espectadores en la derecha, estuvimos sacando fotos y vídeo y por fin nos enfrentamos con la carretera. Pasamos por la puerta del museo de motos, muy curioso, según nos comentó Paco, pero no teníamos tiempo de visitarlo, hubo quien no fiándose en la innata cualidad del Barba para orientarse preguntó a un rústico que labraba su parcelita, si íbamos bien por allí para Candelario y le dijo que si, con lo que seguimos subiendo, yéndose deteriorando cada vez más el asfalto hasta convertirse en un camino, fuimos subiendo distanciándonos un poco Manu, Santiago y yo por lo que paramos al coronar una subida, mientras esperábamos, Manu cogió unas cerezas, pero estaban un poco verdes, cuando todos llegaron seguimos hasta llegar a una meseta con varias construcciones donde volvimos a esperar para reagruparnos, mientras un perro le cogió cariño a Manu de forma que logró escaparse entre los barrotes de una cancela pero, curiosamente, una vez fuera no nos echó puñetera cuenta, había una bonita vista de un pedacito del Valle del Ambroz. Continuamos por un terreno más favorable llegando a la desviación de La Garganta y un poco más adelante vimos un cartel que anunciaba la existencia de un pozo que en la antigüedad había sido utilizado para guardar nieve y utilizarla en el verano, algunos bajaron a verlo pero solo se trataba de un
  • 7. brocal de unos diez metros de profundidad, continuamos hasta desembocar en una carreterita, asfaltada pero estrecha, por ella y tras una curva nos encontramos con una vista preciosa sobre el pantano de Manufacturas de Béjar, sobre el río Cuerpo de Hombre, un embalse pequeño pero muy bonito con las primeras casas de Candelario al fondo, después de la sesión fotográfica correspondiente, continuamos bordeándolo prácticamente hasta la entrada del pueblo. El pueblo nos causó una gran impresión, pocas son las calles que no suben o bajan, empedradas y con un canal en uno de los lados por donde discurre el agua de los arroyos que bajan de la sierra, preguntamos por el Hostal Cristi y enseguida dimos con él. Se trataba de un gran caserón principal y varias construcciones añadidas que ocupaban toda una manzana y en el centro un gran patio, no muy cuidado, pero que daba una sensación de paz y un silencio que se estaba agustísimo. Dejamos las bicis en un aparcamiento que había enfrente y entramos, nos atendió un señor que hacía las veces de recepcionista, camarero, botones y director y tras consultar de lejos unos papeles cogió las llaves y nos dijo que metiéramos las bicis por allí mismo, atravesamos parte del patio y en una entrada desde la calle que daba acceso a un bar, que estaba fuera de uso, las dejamos y fuimos a otro edificio que estaba al fondo y empezamos a subir escaleras, cuatro plantas subimos y al final del pasillo nos comunicó que ésa eran las habitaciones, entramos y me di cuenta que en la habitación donde yo entré solamente había tres camas en vez de las cuatro previstas, se lo dije y dijo que no nos preocupáramos que en un momento nos ponía otra, pero la habitación nos parecía muy pequeña para meter otra cama por lo que el Barba dijo que no, tras un tira y afloja nos dio otra en la planta baja que era más grande y aunque no tenía tampoco las cuatro camas, sí tenía algo más de sitio para ponerlas, esta habitación la compartimos Marcos, Santiago, el Barba y yo. Mientras los otros iban por las alforjas yo que las había subido y bajado, me duché el primero, la limpieza no era una cosa escandalosa pero bueno, conseguí que tras poner de determinada forma el tubo de la ducha el agua no se escapara y saliese por la flor, el agua estaba caliente pero había que tener cuidado para no darle mucha presión porque no se sujetaba el brazo en el soporte y se caía, solventadas estas dificultades de las cuales di cuenta a mis compañeros, conseguí darme una buena ducha que me vino estupendamente después de la dura ruta que habíamos hecho. El Barba llamó a su cuñada para decirle que estaba por la zona, resultó que ella estaba en Sevilla, pero le recomendó que fuéramos a comer al Bar-Tolo que se comía muy bien y no muy caro, Marcos, Santiago y yo nos fuimos al patio y nos sentamos en un velador, se estaba agustísimo y allí estuvimos charlando hasta que fueron llegando los demás.
  • 8. Cuando estuvimos todos nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo, que es una cosa preciosa, aunque eso sí lo que no es cuesta abajo es cuesta arriba, pero fuimos andando hasta la parte más alta, donde está la iglesia y en frente una casa muy bien restaurada en la que nos llamó la atención un gran carguero de madera de una sola pieza, por supuesto, y poco desbastado. Todas las calles tienen, en uno de sus márgenes, unos canalillos por donde discurre el agua que viene de las montañas, en las puertas, además de las puertas normales, tienen por fuera lo que llaman la Bati- puerta, que consiste en un portalón a media altura que servía, y sirve, para que los animales que pasan por la calle, actualmente vacas y turistas, no pudieran entrar, pudiendo tener las puertas abiertas, también para evitar que la nieve cayera directamente sobre la puerta, nuestro paseo se fue dirigiendo, separados en dos grupos, porque Manu, Paco y Meji se fueron a comprar algo que necesitaban, al encuentro del Mesón Tolo justo a tiempo de coger una mesa en la terraza pues se llenó rápidamente, pedimos unas jarras de cerveza, mientras llegaban los demás y nos la pusieron con patatas fritas lo cual agradecimos muchísimo. Se estaba muy agradable era una plaza con mucho sabor, las casas que la rodeaban eran de piedra, pero algunas de sus paredes, sobre todo en la parte superior estaban revestidas de tejas verticales, los balcones eran cerrados de madera, curiosamente no tenían chimeneas en los tejados, pues utilizaban el humo para el secado de los embutidos y jamones en la planta superior, justamente enfrente teníamos el Casino Obrero exactamente igual que los que aparecen en las viejas películas. Pedimos unos entrantes a base de chacina de la tierra y croquetitas, luego unas ensaladas, algunos tomaron sopa castellana, de segundo chuletas de cordero, chuletones y huevos fritos con jamón y chorizo al gusto de cada cual y todo regado con una jarrita de vino de la casa que estaba realmente bueno, el postre también fue variado tarta de fruta, natillas, arroz con leche etc... Empezó a refrescar bastante y echamos mano de las sudaderas pero Santiago empezó a sentir más frío de lo normal y se fue para el hotel con Marcos. Cuando acabamos de fumarnos nuestros puritos hacía bastante frío por lo que levantamos el campo y fuimos bajando disfrutando del silencio y del murmullo del agua, hasta que pasamos por un bar que nos pareció tranquilo, supongo que aun era temprano para la “marcha” y entramos a tomarnos una copa, se estaba muy agradable, los veladores eran pequeñas mesas de camilla nos sentamos en una de ellas y estuvimos charlando un buen rato hasta que el sueño ya nos aconsejó irnos para el hotel. Cuando llegamos le pedimos al recepcionista/encargado a ver si el desayuno nos lo podía adelantar, pues el Barba quería que fuese a las ocho, nos dijo que no podía ser porque no había pan, que a las nueve y media, el
  • 9. Barba aceptó de malas ganas y nos fuimos cada uno a su cuarto, cuando entramos en el nuestro vimos a Marcos imaginándose las imágenes de la televisión, no se veían casi nada y nos dijo que Santiago estaba un poco mejor que además del frío era un problema de gases, cada mochuelo se fue a su olivo y hasta mañana.
  • 10. 10/07/2004 LA COVATILLA - EL CALVITERO Sobre las ocho nos empezamos a levantar y como no teníamos gran cosa que preparar acabamos pronto, para hacer un poco de tiempo nos fuimos a donde las bicis para darle un repasito, de forma que a las nueve y cuarto estabamos sentados y listos para desayunar, entonces surgió la discusión porque el recepcionista/camarero al vernos entrar nos dijo que nos estaba esperando desde la nueve, porque según él es la última hora que habíamos quedado la noche anterior, el Barba no estaba conforme, aunque algunos dijeron que era verdad, total desayunamos, café con leche, pan con mantequilla y mermelada y sobaos industriales. Dimos buena cuenta de todo aunque según Paco Tovar la leche estaba quemada y la mantequilla se resistía a extenderse sobre el pan, ya que no había un plato donde apoyarlo, pero bueno desayunamos bastante bien. Nos fuimos a recoger las bicis y antes de ponernos en marcha nos pusimos crema protectora, porque el Barba nos echó un discurso sobre la peligrosidad de las quemaduras en la alta montaña, yo me eché demasiada por lo que toda la frente y amplios anexos se quedaron blancos con el consiguiente cachondeo de la Peña sobre la imposibilidad de que me quemara. El recepcionista/camarero, todo amabilidad, nos abrió la puerta en cuyo portal teníamos las bicis y salimos directamente a la calle, nos acercamos a una fuente que había un poco más abajo y llenamos los botes. Como la ruta se prevé larga fuimos a buscar una tienda donde pudiéramos comprar algo para comer, la encontramos cerca de la ermita que hay en el pueblo y compramos dos hornazos, chorizo, queso, salami y pan, todo tras muchas idas y venidas y unos diciendo que era mucho y otros que era poco, estando en esto apareció un chaval llamado Roberto o Rodrigo, no me enteré bien del nombre que al vernos las pintas nos preguntaron donde íbamos, cuando le dijimos que queríamos ir a la Covatilla y al Calvitero nos dijo que él también había quedado con unos colegas para hacerla y nos estuvo explicando un poco las referencias que teníamos que seguir y se comprometió a servirnos de guía. Sin haber llegado a un consenso total sobre la cantidad de comida, empezamos a subir porque teníamos que salir por la carretera de Navacarros, que está en la parte alta del pueblo, pero llegando al final nos encontramos con un rebaño de vacas que venían por la misma calle por donde nosotros habíamos empezado a entrar, por lo que se asustaron un poco y una señora se asomó a la ventana y empezó a dar gritos
  • 11. para que nos quitáramos y pudieran pasar las vacas, yo creo que gritaba de forma exagerada para que todo el pueblo la oyera y que a la vez nos estaba diciendo “catetos de ciudad” que no sabíamos comportarnos ante un rebaño de vacas, por fin salimos a la carretera en agradable descenso que se acabó pronto pues aunque no era una subida en toda regla si que picaba para arriba, el frescor de la mañana era agradable y la carretera estrechita, sin circulación y entre robles era una delicia por lo que fuimos bastante despacito y en agradable conversación. Antes de llegar a Navacarro había una bajada y pasamos de largo por la casa que la cuñada del Barba va a comprar para convertirla en casa rural, mañana estaremos más atentos. Llegamos a Navacarro, un pueblo muy pequeño y en un bar encontramos a unas colegas que nos dijeron que la ruta que teníamos prevista era muy dura y que cuando llegáramos a la Covatilla ya pensaríamos el seguir subiendo, no sabían lo que estaban diciendo. Seguimos, pasamos por una ermita a las afuera del pueblo y un poco más adelante conectamos con la carretera que iba al Barco de Avila, esta carretera era más ancha, estaba mejor asfaltada, tenía más tráfico y también disimuladamente iba para arriba y por ella llegamos a un pequeñísimo pueblo llamado La Hoya y un poco más adelante cogimos la carretera a la derecha que es la que sube a la estación de esquí de La Covatilla. La primera mirada no fue demasiado impresionante pero conforme nos fuimos acercando, después de llanear e incluso bajar, si nos dimos cuenta que la cosa tenía tomate, las pendientes eran impresionantes, pero todo era cuestión de echarle valor, fuimos subiendo cada uno a su ritmo y Santiago haciendo fotografías desde todas las curvas a unos paisajes que se iban ampliando en cada una de ellas. Entonces apareció, seguía sin saber si se llamaba, Rodrigo o Roberto el que iba a ser nuestro guía, iba subiendo con dificultad y parándose con frecuencia, el que iba más fuerte era Manu que además se picó con unos ciclistas de carretera que nos adelantaron pero que el no consintió que se les fueran llegando a la cima antes que ellos. Los demás fuimos llegando al gran aparcamiento que hay en lo alto donde están las instalaciones de la estación de esquí y estuvimos charlando con otros ciclistas que estaban por allí también tomando referencias para la etapa de la Vuelta a España. Hacía bastante frío por lo que tuvimos que echar mano de las sudaderas, cuando llegó José Luis le preguntó a una pareja de la Guardia Civil, que donde podíamos coger agua y el Guardia le dio una botella y le dijo que en el riachuelo que pasaba por allí podíamos coger, así lo hicimos y de nuevo preparados iniciamos el ascenso. Nuestro guía había desaparecido después de decirnos que nos veríamos por las alturas. El camino iba zigzagueando al principio pero después se enderezó e iba pegado
  • 12. a los postes del telesilla haciéndose más empinado y dificultoso de subir, nos costaba trabajo el progresar también por la altura, la vista se iba ampliando y ya dominábamos todo los alrededores, por fin llegamos al último poste del telesilla pero tuvimos que seguir subiendo ahora pegados a los postes de un arrastre hasta llegar a una grandes piedras a donde Marcos se había encaramado y estaba grabando en vídeo y a la derecha el punto geodésico del que nos había hablado Roberto, habíamos llegado a la cima, hacía fresquito echamos un vistazo a los alrededores y cuando llegó el Barba dijo que había que seguir para encontrar el camino, que no estaba marcado. Fuimos montados en la bici por la cresta de la sierra de Candelario con más o menos dificultad hasta que nos tuvimos que bajar porque el terreno ya no nos permitía seguir montados y vimos que venían detrás los Pacos y un poco más atrás Marcos y Santiago, seguimos y al rato paramos porque nos dimos cuenta que no venían, estuvimos un buen rato Manu, Meji, Barba y yo esperando y no aparecían, aprovechamos el tiempo investigando en la sierra de Gredos que la teníamos justo enfrente, por donde estaba el Piornal el Puerto del Pico etc. nos empezamos a preocupar, los teléfonos no tenían cobertura y una gran nube negra estaba sobre nosotros, el Barba se volvió a ver si venían, estábamos un poco nervioso y al final aparecieron, habían estado comiendo porque estaban hambrientos, la tensión se palpaba en el aire porque no sabíamos como iba a salir la ruta, seguimos con las bicis al lado siguiendo los montoncitos de piedras que parecía señalaban el camino, hubo un momento en el que Marcos dijo que daba media vuelta y volvía por donde habíamos subido, no lo hizo pero la cosa estaba cada vez más tensa, seguimos viendo al frente el pico de lo que pensábamos era el Calvitero, prácticamente cuando habíamos llegado nos encontramos con una familia que nos dijeron que efectivamente ese era el Calvitero y que la hornacina con la Virgen estaba en la otra cara de donde estábamos, también nos indicaron por donde podíamos bajar a Candelario. Mucho más tranquilos nos encaminamos a donde está la pequeña hornacina con la Virgen del Castañar, con muestras evidentes de los cafres que por allí han pasado, para comer. La vista era espectacular, estábamos a 2.405 mts. el Meji quiso que Marcos le sacara en la película, pues se había subido a unas peñas con la bici y estaba allí haciendo equilibrio, pero Marcos lacónicamente le dijo que él no hacia “montajes” y no hizo película de esta parte de la ruta, menos mal que Santiago si hizo bastantes fotografías y conservaremos el recuerdo de este momento que no pudimos disfrutar plenamente por la tensión existente. Protegiéndonos del viento detrás de unas rocas, desplegamos las viandas sobre una de ellas y fuimos dando buena cuenta de el hornazo que estaba un poco seco pero sabroso, el chorizo muy bueno y el queso estupendo, eran las cuatro y media y el hambre era mucha. La propuesta de
  • 13. Paco Tovar de echarse una siestesita no fue aceptada por lo que inmediatamente nos dirigimos a donde nos habían dicho que se iniciaba el camino de bajada. La bajada era impresionante, desde luego impensable para ir montados en la bici, pero tenía de bueno que se veía el final, allí abajo se adivinaban los coche aparcados. El camino era un sendero de cabras con muchas piedras sueltas y discurría por entre unos matorrales que como te despistara te arañaban las piernas, sin contar con la cantidad ingente de veces que nos dimos con el pedal en los gemelos, horroroso, Manu, Meji y yo nos adelantamos un poco y fuimos siguiendo el camino hasta que llegamos a una bifurcación cogiendo para la derecha, pero como no nos gustaba hacia donde se dirigía, tiramos campo a través para conectar con otro camino por el que veíamos que subía gente, las bicis iban muchas veces a cuesta y otras al lado y el esfuerzo era grande, tanto por tener que cargar con las bicis como por lo que resbalaban las piedras sueltas, que muchas veces estuvieron a punto de llevarse un tobillo para adelante, al final cruzamos por un pequeño camino una zona de altos matorrales, que no pinchaban pero obstaculizaban mucho el paso y desembarcamos por fin en la plataforma “El Travieso” (1900 mts.), donde estaban aparcados los coches que veíamos desde arriba. Estabamos cansados pero lo habíamos conseguido, tardamos una hora y media en bajar, después fueron llegando Paco Avila, que ayudó a Manu a desatascar la cadena que se le había metido entre los platos y el cuadro, luego llegaron el Barba y Paco Tovar que realizó físicamente lo que todos íbamos pensando, se cagó en el Calvitero, y viéndolos bajar, ya con la bici a cuesta, ya con la bici al lado, ya con la bici levantada sobre la rueda trasera, suponíamos el cabreo que traían los Blancos, efectivamente cuando llegaron, Santiago pasó a toda velocidad por donde estábamos y Marcos se paró a decir alguna cosa fruto del calentón, luego comenzamos a bajar por una carretera bien asfaltada que hizo las delicias del Meji que según después nos comentó había alcanzado los 77 Km/h. y por ahí estuvieron también Santiago y Manu. La carretera bastante curveada, discurría por un bosque de pinos y eucaliptos pasando por una segunda plataforma donde había un área recreativa y un poco más abajo una gran nave/secadero de jamones de la marca Navidul, sin dar una sola pedalada llegamos a Candelario y al Hostal, donde los primero en llegar habían hablado con nuestro amigo el recepcionista/camarero que apareció con las llaves de la puerta lateral para que metiéramos las bicis, así a la luz del día me di cuenta de la cantidad de mierda que transportaba en el pantalón, impresionante. Marcos y Santiago se fueron a la habitación y los demás nos quedamos tomándonos unos refrescos que Manu había cambiado por su Reino, charlando de las muchas incidencias de la ruta, pero en el fondo satisfechos por haber superado el
  • 14. reto, luego nos fuimos a las habitaciones y tras ducharnos nos volvimos a sentar en el patio donde estuvimos muy distraídos porque llegó una excursión del INSERSO y no estando en absoluto preparadas las instalaciones, les obligaba a subir unos escalones que les costaba trabajillo. En algún momento hablaron Marcos y el Barba y suavizaron la tensión de forma que cuando salimos para ir a cenar ya el ambiente estaba mucho más distendido. Al salir del Hostal me di cuanta de los extraños frutos de un árbol que estaba en la fuente donde habíamos cogido agua por la mañana, fuimos a verlo de cerca y nos encontramos con un señor que conocía bien todo el pueblo y nos dijo que se trataba de un castaño de indias y que él lo conocía de toda la vida, más de ochenta años, pero que antes tenía muchos pájaros y que ahora no tenía ninguno y no sabían que le había pasado, después y acompañándonos por el pueblo nos fue contando del antiguo esplendor del pueblo gracias a las matanzas de cerdos que se realizaban y cuyos productos eran muy estimados, según dijo de ahí venía la existencia de los canalillos de las calles que en principio era para canalizar la sangre de los animales, nos explicó también lo de la batipuerta y como en los últimos años esta cogiendo un auge turístico gracias a la estación de esquí. Dimos una vuelta por el pueblo para ver donde comíamos y acabamos yendo a donde mismo ayer, aunque después del frío de ayer queríamos comer dentro, pero estaba lleno, no se como el camarero nos llevó a la parte posterior donde había un callejón que daba acceso a las cocinas y había unos veladores nos dijeron que si queríamos comer allí y le dijimos que encantados, porque aunque era al aire libre al estar encajonado no hacía el frío de fuera. El ambiente estaba muy relajado y surgieron algunos chistes a cargo fundamentalmente de Paco Tovar pero donde surgió la chispa fue cuando se le ocurrió, leyendo la carta, decir “no es lo mismo huevos bechamel que bechamel los huevos” la carcajada fue generalizada y a partir de ahí la conversación fluyó en un ambiente muy optimista. La comida muy buena y los que elegimos chuletón fantástica, hubo sopas castellanas, ensaladas, tablas de embutidos y croquetas para terminar con unos postres discretitos, menos Manu, que se pidió una gran copa de helado y se fumó un gran puro. Estuvimos atendidos por una agradable señorita que le trajo a Paco Tovar toda el agua que quiso y a diversas temperaturas. Cuando volvíamos al Hostal hubo una propuesta de ir a tomar una copa pero Marcos, Santiago, Barba y yo no fuimos porque estábamos muy cansados y ya teníamos suficientes emociones. Cuando llegamos al Hostal pagamos las habitaciones, para no distraernos por la mañana aunque el desayuno será, según dice nuestro recepcionista/camarero, después de dárselo a la excursión del INSERSO, es decir sobre las nueve y media, el Barba no está conforme, pero era la única solución que teníamos, pues todo
  • 15. lo demás estaba cerrado a esa hora, así que una vez liquidado nos fuimos a la cama.
  • 16. 11/07/2004 CANDELARIO – SEVILLA Sobre las ocho nos levantamos y tras breves abluciones nos dedicamos a recoger todo el equipaje y colocar las alforjas en las bicis, los cascos, que los habíamos dejado colgando del manillar había desaparecido, aunque después aparecieron en el ojo de una gran piedra de molino que había, el Barba se impacientaba con el desayuno pero Paco Avila fue a hablar y nos dejaron entrar en el comedor, donde teníamos nuestra mesa preparada, aunque el café tardó un poco y la leche seguía estando quemada, luego vimos que efectivamente no hubiéramos podido desayunar en ningún sitio. Muy amablemente nuestro recepcionista/camarero vinos a abrirnos la puerta y a despedirse, iba con un pantalón limpio e incluso se había peinado, nos despedimos, fuimos a coger agua a la fuente e incluso bajamos a ver si la tienda de ayer estaba abierta para comprar pan y algo de fruta para lo que había sobrado de ayer, pero nada, todo estaba cerrado y solitario. Salimos por el mismo camino de ayer pero no nos encontramos a las vacas, se notan las alforjas al subir por la carretera, y vamos viendo más o menos por donde estuvimos haciendo la cabra montesa, desde aquí se ve muy bonito. Seguimos subiendo y pasamos, fijándonos, por la casa que quiere comprar la cuñada el Barba, muy interesante y llegamos a Navacarros donde reinaba un silencio sepulcral solo interrumpido por el silbido de un spray de un señor que estaba desinfectando un balcón de madera, esperamos a reagruparnos y continuamos, saliendo a la carretera del Barco, hoy sin ninguna circulación, pasamos por la Hoya y recordamos la subida a la Covatilla después y tras una buena bajada entramos en la provincia de Avila justo en el pueblo de San Bartolomé de Béjar y poco después llegamos a Beceda que es donde se inicia el puerto de Tremedal que es el que nos toca subir hoy. Es un pequeño pueblo, completamente solitario, en donde estuvimos un rato parado esperando al cámara, todos juntos iniciamos el ascenso y es una pena porque tiene gran parte del monte quemado por lo que se hace bastante inhóspita la subida, además de que el calor apretaba de firme, cada uno cogió el ritmo que pudo y fuimos subiendo hasta el puerto (1250 mts.) que esta vez si estaba señalizado con su correspondiente placa, sacamos las viandas y nos hicimos las fotos de rigor. Estuvimos un rato distraídos con las acrobacias que realizaba un buitre intentando comer y lo que tuvo que currar hasta atrapar la pieza. Empezamos el descenso que era una delicia porque no era demasiado inclinado y podías ir a una velocidad moderada que te permitía contemplar el maravilloso paisaje que se nos iba mostrando, un bosque de robles y empinadas pendientes, así llegamos a un pequeño pueblo
  • 17. Tremedal, que da nombre al puerto, encajonado entre dos laderas que pasamos y que constaba de seis o siete casas pero al salir y volver la vista atrás era un paisaje precioso por lo que nos paramos y estuvieron sacando fotos y películas un buen rato, seguimos bajando y nos encontramos con una marcha cicloturista por lo que nos desviaron, atravesamos por un puentecillo lo que sería las estribaciones de la Garganta del Endrinal, precioso, con una abundantísima vegetación de ribera y llegamos a un pequeño pueblo llamado Solana de Avila donde había una desviación para el Barco y otra a Puerto Castilla, teníamos que coger la de Puerto Castilla, esperamos a reagruparnos pero no aparecieron ni Meji ni Manu por lo que sospechamos, y después confirmamos, que se habían ido con los ciclistas a el Barco. Fuente de Solana de Avila (para echar un trago si habéis llegado hasta aquí) Después de llenar los botes en una fuente de agua fresca continuamos hacia Santiago de Aravalle y de allí, después de un trozo de carretera general, llegamos a Puerto Castilla donde empezamos a subir al puerto de Tornavacas. Ibamos Santiago, Marcos y yo que fuimos los primeros en llegar y esperamos a que fueran llegando. Paco Avila y Meji se habían encontrado por la carretera y venían picadillos, dando un sprint Paco para adelantar al Meji en los últimos metros, los demás llegaron a continuación. Hubo discrepancias sobre donde era mejor hacernos la foto, si debajo del cartel que daba la Bienvenida a la Comunidad de Castilla León, en el que anunciaba el puerto o en el mirador, al final fue este último aunque no contamos con la presencia de Marcos, que se quedó al lado del cartel del puerto y desde allí creo que sacó algunas imágenes, la vista desde el mirador era fantástica sobre el Valle del Jerte. De forma bastante desorganizada, cada uno por su
  • 18. cuenta, comenzamos a bajar el Puerto de Tornavacas, los de siempre lo bajaron rapidísimo, otros fuimos por el medio disfrutando un poco del paisaje hasta que un camión se puso detrás y lo fastidió y otros se quedaron atrás del todo, el paso por Tornavacas nos trajo muy buenos recuerdos sobre todo al pasar por delante del restaurante de nuestra recordada “Obesa”, la carretera hasta el camping es muy favorable y fuimos llegando, pero el que no aparecía era Marcos, después de un buen rato apareció con los bolsillos llenos de cerezas, se había parado a cogerlas y según decía le habían disparado los guardas, que eran las detonaciones que habíamos oído por el camino, metimos las cosas en el coche y nos fuimos a duchar, que bien se portaron dejándonos ducharnos, fue fundamental porque como hacía bastante calor habíamos sudado y meternos cuatrocientos kilómetros de viaje de vuelta en esas condiciones hubiera sido mortal. Mientras que nosotros nos duchábamos, Paco Tovar, Meji, Manu y Paco Avila se fueron a coger sitio al restaurante del camping para comer, lo cerraban a las cuatro y teníamos que darnos prisa. Pedimos paella que no estaba demasiado buena, el gazpacho extremeño, que tiene los mismos ingredientes que el gazpacho andaluz pero sin triturar, estaba por lo menos fresquito, de segundo pedimos filetes que estaban un poco duro y albóndigas que no estaban mal, los postres los de siempre y después café. Compramos unas botellas de agua y Paco entró en la recepción a agradecerle de nuevo a la señora la gentileza que había tenido con nosotros. Sin mucho tiempo para descansar emprendimos el camino de regreso, Marcos le pidió al Barba que condujera y el se dedicó a sacar una película de la salida del valle. Esta vez nos fuimos por Cáceres y fue más rápido que a la venida porque hay un buen trozo de autovía hasta Cáceres y después hasta Mérida y aunque había bastante circulación era rapidita, paramos a echar gasoil, creo que fue en Villafranca de los Barros y aprovechamos para comprar unos refrescos, pues no encontramos ningún bar cercano, continuando ya bajo la conducción de Marcos. Cuando llegamos a Santiponce nos encontramos con un buen atasco, pero tiramos por la tan utilizada por nosotros, carretera de La Algaba para dejar al Barba en La Rinconada, desde aquí hasta que entramos en Sevilla el calor fue progresivamente subiendo de forma que cuando Marcos y Santiago me dejaron en el Hotel Occidental hacía bastante calor y eran las diez y media de la noche. Una ruta muy bonita y exigente por la cantidad de puertos atravesados, la gran caminata desde la Covatilla al Calvitero y sobre todo la bajada de este, etapa que levantó la polémica pero que seguramente será lo que más recordaremos del viaje. Los bosques de robles y castaños, la cantidad de fuentes y arroyuelos, los chuletones que nos hemos comido y la
  • 19. grata compañía de todos los integrantes de la Peña ha sido sin duda lo mejor de la ruta.