El cuento presenta a Valentín, un niño con TDAH que le cuesta controlar su comportamiento e impulsos. Aunque le gusta saltar en la piscina y participar en competiciones, a veces molesta u ofende a otros sin querer. Con la ayuda de sus padres, profesores y amigos, Valentín aprende a escuchar y esperar su turno, lo que mejora sus relaciones. Al final, gana una competición de saltos y se siente orgulloso de su progreso.
1. Los niños con TDAH necesitan nuestra ayuda, no sólo la de los adultos
sino también la de sus iguales. Por eso, una forma de acercar a los niños
la idea de lo enriquecedora que es la diversidad puede ser la de
contarles cuentos en momentos de asamblea, en los que los
protagonistas sean niños con TDAH en situaciones habituales en su
casa, el colegio o con los amigos.
Además de ayudarles a comprender mejor a los compañeros con este
trastorno, podrán servir para que les ofrezcan su ayuda y apoyo de
forma espontánea en el aula o fuera de ella.
En el segundo ciclo de Educación Infantil, podríamos contarles este
cuento y después establecer un diálogo y pedirles a los niños que
aporten opiniones e ideas sobre lo escuchado.
VALENTÍN, EL REY DEL TRAMPOLÍN
Valentín es un niño travieso y juguetón. Corre y salta todo el
día, por la mañana, por la tarde y al mediodía.
Cuando va a la piscina, nada, bucea y salpica. Sobre todo eso,
salpica. Le gusta tirarse desde el trampolín, dar una vuelta en
el aire y…sumergirse en el agua como un delfín.
Pero a veces se le ocurre gastar bromas y si hay alguien cerca
del bordillo, se tira de golpe y… ¡plaaaaf! empapa a todos los
demás.
Después se ríe a carcajadas, pero…a los demás eso no les hace
ninguna gracia.
Un día, al saltar al agua empapó la ropa de su vecina Manuela,
y otro día las gafas de su tía Lola. Al día siguiente, empujó a su
2. amigo Quique porque él quería saltar primero, siempre el
primero… Y ahora Quique y sus hermanos ya no quieren jugar
con él…
En casa, siempre está jugando con el agua, moja el suelo del
baño y también el del pasillo. Un día, su primo Rober se resbaló
con el agua que había tirado Valentín y se cayó de culo así…
¡catapuuum!
Sus padres le dicen que tenga más cuidado, que no salte por
las escaleras, que se siente bien en la mesa, que no empuje a
su hermana Lucía cuando quiere entrar en el salón, que no deje
los juguetes y los cuentos por ahí, porque luego dice que no los
encuentra. A Valentín se le pierden los deberes, los lápices y un
día… ¡hasta se le perdió la merienda!
En casa y en el colegio todos le dicen que tiene que esforzarse
un poco más y aprender a controlar su fuerza, sus
movimientos y su comportamiento.
Pero a Valentín eso le cuesta mucho. Si es que su cuerpo salta
solo… Está todo el día pensando en ir a la piscina para probar
un nuevo salto desde el trampolín.
Su profesor de natación le dice que como salta tan bien podría
apuntarse a un campeonato de saltos en verano.
¡Valentín está entusiasmado! Mañana va a entrenar para el
campeonato.
Por la noche, se propone tratar de hacer caso a lo que le dicen
los mayores: escuchar, pensar y actuar.
Quique y sus hermanos también entrenan con él así que
Valentín intenta con todas sus fuerzas esperar en la fila hasta
que le toque el turno de saltar, sin empujar ni salpicar a los
demás. Es muy difícil, pero cuando consigue esperar su turno y
controlarse, sus amigos, sus padres y su entrenador le dicen
3. que lo está haciendo cada vez mejor y que se está esforzando
mucho.
El día del campeonato, Valentín está requetenervioso, pero
cuando por fin le toca saltar, respira muy hondo, se prepara
y… ¡flip, flap, flooooop!.... ¡Vaya saltoooo! Todos le aplauden
entusiasmados.
¡Bravoooo!
¡Qué bien, Valentín!
¡Saltas como un delfín!
A partir de ese día, Valentín fue el rey del trampolín.
Valentín estaba contentísimo, lo había pasado fenomenal
saltando, que era lo que más le gustaba en el mundo y además
había sido capaz de esperar su turno y controlar sus
movimientos. Sabía que tenía que seguir practicando y
esforzándose, pero también que sus amigos, sus padres y su
entrenador le iban a ayudar todos los días.
Quique y sus hermanos corrieron a abrazarlo para felicitarlo
por su gran salto. Sus padres y su entrenador sonreían de oreja
a oreja y Valentín estaba tan feliz, tan feliz, tan feliz…que
levantó los brazos y empezó a lanzar besos a todo el público.
FIN