1. 29 de octubre del 2012
Disonancias ambientales: la paradoja de Giddens
Tras algunos años de creciente exposición mediática de coyunturas marcadas por hechos
ambientales,lasencuestascomienzanadetectarciertapreocupaciónsocial entorno al estado del
ambiente y de los recursos naturales en el país. Desde el 2008 a la fecha los sondeos ya la
registran como un asunto de interés público junto con la delincuencia, el desempleo o la
corrupción.
La defensa del ambiente se ha convertido socialmente en un valor, en algo positivo y deseable.
Gobernantes, empresarios, medios, intelectuales, tecnócratas, líderes sociales, coinciden en la
necesidadde “haceralgo”por salvaguardarlosecosistemas,disminuirla contaminación o mitigar
el cambioclimático,hastael punto de convertirlos en una opción “políticamente correcta”. Pero,
¿esta valoración de lo ambiental ha dado paso a comportamientos y decisiones concretas?
La distancia entre lo que se dice que se debería hacer y lo que realmente se hace no es algo que
deballamarnoslaatención.Enel caso peruano,desde losañosnoventalossucesivosgobernantes
se vienendeclarandofirmesadherentesdel desarrollosostenible.Sin embargo, sus decisiones de
política no han corroborado dicha adhesión. Lo mismo ocurre con las empresas extractivas: su
apuesta por la responsabilidad social y ambiental no siempre se materializa en decisiones
respetuosas de los ecosistemas y los medios de vida de las poblaciones vecinas. De allí la
proliferación de tantos conflictos durante la última década.
Una forma de analizar esta disonancia en los asuntos ambientales ha sido ensayada por el
sociólogoinglésAnthony Giddens en su texto La política del cambio climático, a través de lo que
denominala“paradojade Giddens”.Estase refiere a la contradicción suscitada entre, de un lado,
el conocimiento que el público maneja sobre los riesgos del cambio climático y, de otro, la
ausenciade accionesdirigidasamitigardichaamenazaenrazónya que sus peligrosnose perciben
tangibles ni inmediatos, sin advertir que este riesgo se hará mucho mayor y cualquier acción
posteriordevendráentardía.O sea,pese a conocer los peligros del cambio climático, la ausencia
de impactos visibles en el presente inhibe la adopción de acciones correctivas.
En nuestropaís, estadisonanciaentre actitudes y comportamientos en el campo de lo ambiental
se agudiza por la urgencia de otras necesidades más inmediatas y sentidas (empleo, educación,
serviciosbásicos,etc.).Ladifusión de información científica sobre las preocupantes perspectivas
del ambiente en el Perú y el papel de los ambientalistas o los académicos pueden ser muy
importantes para ubicar el tema en ciertas agendas, pero no lo suficiente como para generar
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compromisos movilizadores entre los ciudadanos peruanos. Las clases medias cultivadas,
supuestamente de gran adhesión democrática, tampoco parecen mostrar mucha identificación
por la defensa del ambiente. No se trata de esperar ingenuamente que surjan fuertes
compromisos proambientalistas, pero la paradoja de Giddens también opera entre nosotros.
Ahora, si no basta con estar informados o con haber logrado un bienestar material que facilite
identificarse conidealesambientalistas,¿qué pasaconaquellaspoblaciones excluidas y distantes
que protestan cuando sienten que sus ecosistemas y sus medios de vida son amenazados por
actividadesextractivasyusanargumentosambientalistas para legitimar sus movilizaciones? ¿No
era que estaban poco informadas? ¿Sus preocupaciones no corresponderían, más bien, a
colectividades que han superado sus necesidades básicas y que ahora abrazan causas
“posmaterialistas”, como lo sería el ambiente?
Justamente, como sienten que sufrirán un perjuicio inminente, inmediato, y no a largo plazo,
como en el caso de los daños que acompañarán al cambio climático, es normal que estas
poblaciones reaccionen ante aquello que sienten que las amenaza directamente. Por tanto, la
paradoja de Giddens parece validarse en razón que tales poblaciones no se movilizan por
amenazas de largo plazo, que podrían hacerse patentes recién dentro de muchos años. Como se
ven distantes, no son prioritarias ni urgentes, por lo que no es necesario protagonizar acciones
políticas movilizadoras. En cambio, la degradación de los suelos agrícolas, la desaparición de
fuentes de agua, la desestructuración de sus instituciones tradicionales, entre otras, sí se
muestrantangiblesyvisiblespara estas personas y las llaman a la acción. Es lo que Joan Martinez
Allier denominaba el “ecologismo espontáneo de los pobres”.
Considero que la disonancia entre las palabras y los hechos en los asuntos ambientales
constituyenuncampoque demandarespuestasalasciencias sociales, económicas y políticas, sin
olvidar que nuestra realidad ambiental podría ya ir enviándonos las primeras señales de que las
cosas no marchan tan bien en las montañas, glaciares y florestas del Perú.
Juan Martínez Alier, especialista en Economía Ecológica, en el Seminario-Taller de la nueva
izquierda latinoamericana, celebrado en Lima en febrero 1992
¿Qué se entiende por el ecologismo de los pobres?
Un resumen de las principales ideas expuestas en esta reflexión:
- El crecimientoeconómicotropiezaconobstáculosecológicos.Perolosneoliberales,ni la mayoría
de los marxistas, reconocen esos obstáculos.
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- El socialismo deberá abrirse a la ecología. Ya en el anarquismo y en el populismo ruso hubo
sensibilidadecológica.Sinembargo, existen 120 años de divorcio entre el marxismo y la ecología
energética.
- Existe unecologismode laabundanciay un ecologismo de los pobres. Todas las luchas contra la
militarizaciónson ecológicas. También todas las luchas anti-imperialistas son luchas ecologistas.
- Hoy los cambios ecológicos van más de prisa que los económicos. Y podemos afirmar que
ninguna civilización ha sido ecológicamente inocente.
4.-¿La pobreza es causa de la degradación ambiental?
La investigaciónde laexistencia y del contenido de lo que yo llamo el ecologismo de los pobres,
podría serpresentadobajotítuloscomo"la expansióndelcapitalismo y sus consecuencias para el
medioambiente yparalospobres"o,enotro paradigma,"las consecuencias sociales y ecológicas
de la modernidad".Pero,enestasformulaciones,lospobresestán presentes como seres pasivos,
mientras que ellos han sido los actores principales de las luchas para mantener o ganar acceso a
los recursos naturales. Podemos aceptar fácilmente que a menudo ha habido movimientos
sociales de pobres (rurales y urbanos) luchando por acceder a los recursos naturales (tierra para
cultivar, bosques y tierras de pasto, agua para regar el campo o para usos domésticos en las
ciudades, zonas urbanas verdes, etc.), pero el problema central que queda por resolver es el
siguiente: las luchas para acceder a los recursos naturales, ¿implican una voluntad de
conservación, o son en sí mismas una amenaza de destrucción?
La hipótesisde trabajoen la búsqueda del ecologismo de los pobres es que, si aceptamos que el
sistemade mercado generalizado y/o el control del Estado sobre los recursos naturales implican
una lógica de horizontes temporales cortos y que no asumen los costos ecológicos, entonces los
pobres,al pediraccesoa los recursos,contrael capital y/o contra el Estado, contribuyen al mismo
tiempo a la conservación de los recursos.
La ecología de la supervivencia hace a los pobres conscientes de la necesidad de conservar los
recursos. Esta consciencia a menudo es difícil de descubrir porque no utiliza el lenguaje de la
ecología científica (aquí hay una diferencia con el ecologismo nor-atlántico), sino que utiliza
lenguajespolíticoslocales,avecesreligiosos.Hahabidoyhay luchassocialesdirigidas a mantener
el acceso popular a los recursos naturales contra la privatización (o contra la estatización). El
mercado(y tambiénporotrasrazonesel Estado) no valoraloscostos ecológicos, que siempre son
de fondo, de tipo macro. Por tanto, las luchas sociales de los pobres para mantener el uso de los
recursos naturales fuera de la economía mercantil (o fuera de la administración estatal) son, al
mismo tiempo, luchas por la conservación de la naturaleza.