2. HISTORIA DE LA NIÑA MARIA
•
•
•
María Santísima, hija de San Joaquín y Santa Ana por especial favor de Dios, nació en Jerusalén, y
cuando tuvo tres años fue llevada por sus padres al templo de esa ciudad para ser presentada al
Señor y entregada a su servicio, viniendo a ser entre todas las doncellas el mayor ejemplo de
santidad y modestia. La Iglesia celebra el 21 de Noviembre la Presentación de la Santísima Virgen
en el Templo.
Allí la Niña María aprendió a hilar lana y lino, a labrar las vestiduras sacerdotales y demás objetos
para el culto santo; leía con suma atención las divinas escrituras y con encendido amor, aunque sin
ninguna ceremonia exterior hizo voto perpetuo de guardar su pureza virginal. En ese entonces
debía tener ya más de doce años, pues en esta edad era cuando se permitía a las jóvenes judías
hacer votos valederos.
Sabemos por la revelación y el magisterio de la Iglesia, que en Ella, la gracia divina se adelantó a la
naturaleza viciada; que ningún hálito impuro la contaminó jamás; que sola Ella, entre todas las hijas
de Adán, por un milagro de preservación redentora, fue preservada del universal contagio del
pecado original; que Dios pareció haber agotado los tesoros inmensos de su omnipotencia, para
embellecer y santificar su alma; y que la fidelidad perfecta de la Virgen, correspondiendo con
exacta cooperación a los continuos llamamientos de la gracia, acumuló en sí méritos sobrenaturales
sobre toda otra humana medida e hizo de Ella la más bella, la más sublime y santa entre todas las
puras criaturas salidas de las manos del Creador.
4. ORACION A LA NIÑA MARIA
•
•
•
Dulcísima Niña María, radiante Aurora del Astro
Rey, Jesús, escogida por Dios desde la eternidad
para ser la Reina de los cielos, el consuelo de la
tierra, la alegría de los ángeles, el templo y sagrario
de la adorable Trinidad, la Madre de un Dios
humanado; me tienes a tus plantas, oh infantil
Princesa, contemplando los encantos de tu santa
infancia. En tu rostro bellísimo se refleja la sonrisa
de la Divina Bondad, tus dulces labios se entreabren
para decirme: "Confianza, paz y amor..."
¿Cómo no amarte, María, luz y consuelo de mi
alma..., ya que te complaces en verte obsequiada y
honrada en tu preciosa imagen de Reina parvulita?
Yo me consagro a tu servicio con todo mi corazón.
Te entrego, amable Reina, mi persona, mis intereses
temporales y eternos. Bendíceme Niña Inmaculada,
bendice también y protege a todos los seres
queridos de mi familia. Se tu, Infantil Soberana, la
alegría, la dulce Reina de mi hogar, a fin de que por
tu intercesión y tus encantos reine e impere en mi
corazón y en todos los que amo, el dulcísimo
Corazón de Jesús Sacramentado. Amén.