René Ramírez, secretario nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación, discute la importancia de construir una economía basada en el conocimiento en Ecuador. Esto implica pasar de una economía basada en recursos finitos a una basada en recursos infinitos como las ideas y la innovación. Ramírez también destaca la necesidad de construir un sistema de innovación social que promueva el conocimiento como un bien público y democratice el acceso al conocimiento. Finalmente, explica que la propuesta ecuatoriana de una "economía social
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a naturaleza de la disputa política no se reduce a la lucha
electoral o a la búsqueda de
espacios en las instituciones
estatales. Tras varios debates lo evidente es
que si hay una luz al final del camino en la
construcción de otro tipo de sociedades, distintas al capitalismo tradicional, esta se iluminará en el terreno del conocimiento.
En América Latina pensadores como Álvaro
García Linera o René Ramírez han colocado
las pautas para esta discusión más allá de
las disputas partidistas. El propio presidente
Rafael Correa ha dado pie a debates que sobrepasen el trillado modelo de desarrollo y ha
planteado otras formas de concebir el escenario de la equidad, la justicia y el socialismo a
partir de búsquedas y encuentros con la sabiduría y el conocimiento.
De ahí que se hace necesario conversar sobre este tema y para ello René Ramírez, secretario nacional de Educación Superior,
Ciencia, Tecnología e Innovaciónde (Senescyt) e intelectual de profundas reflexiones y
propuestas, es la persona que más genera estas discusiones.
¿Qué implica construir una economía basada en el conocimiento?
Una de las propuestas programáticas centrales de este Gobierno constituye pasar de la
economía de los ‘recursos finitos’ a la de los
‘recursos infinitos’. Es decir, de ser un país
primario exportador y secundario importador
a construir una economía basada en el conocimiento y la creatividad del talento humano
de sus ciudadanos y ciudadanas. Los recursos
naturales son finitos y perecibles. Las ideas,
la innovación, la creatividad y la cultura no
tienen -a priori- más límites que los éticos.
Podría entenderse esto como un ‘capricho’
del gobierno...
No es por capricho que el Gobierno dé tanta importancia a la educación superior y a la
investigación científica: becas, crédito educativo, fortalecimiento de las universidades
y de los institutos técnicos y tecnológicos,
evaluación y acreditación de universidades,
mejora salarial de los docentes/investigadores, inversión de casi 2% del Producto
Interno Bruto en educación superior, la edificación y financiamiento de Yachay, Ikiam,
Unae, Uniarte, etc. Este conjunto de reformas
procuran crear el entorno académico e intelectual más propicio para el cultivo de la investigación, la cultura, la ciencia, la reflexión
crítica y el conocimiento de punta.
En este marco, es necesario trabajar en dos
sistemas: el de educación y el de innovación.
Este Gobierno, en estos casi siete años, ha
avanzado significativamente en el sistema de
educación (aunque falta mucho por hacer),
pero todavía tiene pendiente construir un
sistema de innovación social.
¿Qué componentes tiene este sistema de innovación social?
El modo en que opera la innovación en una
sociedad depende, como siempre, de elecciones políticas fundamentales. En los países de
capitalismo avanzado, la innovación va de la
mano de las necesidades de acumulación de
las grandes empresas y transnacionales. Las
universidades y los científicos se adosan a
esa dinámica y terminan por investigar según
intereses particulares (sin negar que en algunos casos ello puede ayudar a intereses más
amplios).
Pero el comercio mundial marca la pauta de
lo que se debe investigar y producir.
En efecto, las actuales reglas de juego del comercio mundial han producido un perverso
fenómeno: la “tragedia de los anticomunes”.
Este ha involucrado la hiperprivatización, el
sobrepatentamiento y la hiperconcentración
del capital por parte de aquellas instituciones
que financian la investigación e innovación;
lo cual ha generado un subuso social del bien
conocimiento. Romper con tal tragedia, recuperar el sentido de lo público y democratizar
el acceso y usufructo a este bien es el núcleo
central de la economía social del conocimiento y del sistema de innovación social. El fin
último de la innovación no debe ser la maximización de utilidades sino generar economía
que permita satisfacer necesidades, garantizar derechos y potenciar capacidades individuales, colectivas y territoriales.
Para conseguir tales objetivos es necesario
desarrollar, como parte del sistema de innovación social, los subsistemas de: talento
humano; investigación; financiamiento e infraestructura científica y de innovación; y, de
gestión de los derechos de propiedad. Justamente estos cuatro subsistemas plantean una
mirada y tratamiento integral del recorrido
que sigue la generación de saberes y conocimientos hasta su acceso libre y utilización
social.
Rafael Correa señaló que la propuesta presentada implica un cambio entre el enfoque
del capitalismo cognitivo y el que ustedes
han denominado “economía social del conocimiento”. ¿Cuáles son las principales
diferencias?
El capitalismo, en general, busca privatizar
todo, mercantilizar todo. Si pudiera mercantilizar el aire, lo haría (en realidad tengo
entendido que ya existen cámaras donde la
gente paga por respirar aire puro). No obstante, la naturaleza del conocimiento en su
carácter o condición de bien público no registra ni la exclusión ni la rivalidad de un bien
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3. ¿Y esto cómo se verifica en Ecuador?
Dado que somos una nación de desarrollo
tardío y por principio ideológico, la nueva
gestión del conocimiento debe buscar construir una institucionalidad que recupere el
sentido de lo público y común del bien conocimiento. En otras palabras, no solo proponemos construir un sistema abierto, libre
y público del conocimiento porque creemos
(por convencimiento) sino porque lo necesitamos en este momento histórico que vive
el país. Básicamente nos referimos a una
apuesta soberana para romper las sujeciones dependentistas históricas y contemporáneas en el campo cognitivo; y, programáticamente al cambio en la matriz productiva
y los procesos de industrialización asociados
a ello.
Recordemos que -por ejemplo- EE.UU. tenía un sistema cuasiabierto de gestión del
conocimiento durante sus tempranos períodos de industrialización -solo reconocían las
patentes nacionales y no permitían las patentes de empresas extranjeras; así podían
copiar libremente su tecnología-. Otros países que han desarrollado industria recientemente, como India ni siquiera aceptaron
la regulación internacional de la OMC sino
hasta hace pocos años, cuando -por ejemplosu industria farmacéutica de medicamentos
genéricos ya había despegado. Los gobernantes de este país sabían que si aceptaban un
régimen privativo de propiedad intelectual
no podrían desarrollar esta industria, po-
niendo en riesgo no solo el desarrollo manufacturero de su país sino la salud de su
población. Rusia es otro ejemplo de país
que recientemente aceptó reglas OMC.
Esto implica que tanto los convenios que
hemos firmado a nivel internacional, los
acuerdos que firmaremos y el nuevo código orgánico de economía social del conocimiento busquen construir un sistema
de propiedad intelectual que desarrolle la
actividad creativa y la innovación socioeconómica, que facilite la transferencia tecnológica y el acceso abierto al conocimiento/
cultura (lo/la democratice) para así romper
con la dependencia cognitiva que hasta este
momento padecemos.
Pero ante tamaño desafío hay unas fronteras y unas complejidades por superar.
Tenemos clara consciencia de nuestras limitaciones como país pequeño que no podremos cambiar la división internacional
del trabajo, pero tampoco debemos caer en
ese entreguismo en el cual -como mencionó el Presidente de la República- “no sólo
permitíamos que nos impongan el collar y
la campana sino que agenciosamente hemos puesto la cabeza y el cuello para que
nos pongan más campanas”. Es decir, ¡si
nos pedían reconocer patentes por 15 años,
ofrecíamos reconocer por 20! Ahora, nuestra legislación nacional es más restrictiva
que los acuerdos internacionales firmados.
Por eso, estamos elaborando una nueva legislación orientada a democratizar el conocimiento para que sea un bien accesible a
todos y permita el desarrollo de la industria nacional. Hoy en día, aunque nos den
la opción de mantener vigente el sistema
de propiedad intelectual que rige el uso de
semillas, existen países cercanos a Ecuador
que han firmado profundizar todavía más
ese régimen de propiedad; de tal forma que
no se permita resembrar las semillas que
se compran del exterior si son patentadas.
Nosotros nos alejamos de tal perspectiva.
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privado. Es un recurso infinito que se puede
distribuir libremente con mucha facilidad
si no existiesen trabas institucionales. Por
ejemplo, un libro o un software se pueden
publicar en Internet para que todos hagamos
uso de ellos. Por más que una persona lo use
no habría, inicialmente, impedimentos para
que otros lo hagan. Asimismo, sin barreras
ad hoc no habría forma de excluir a nadie de
su disponibilidad y usufructo. Esto es justamente el punto central que reconoce y, por
ende, norma la economía social del conocimiento.
En el caso del capitalismo cognitivo, este ha
construido regulación mundial que viabiliza
la privatización y mercantilización del bien
conocimiento. Esto se ha procesado a través
de la Organización Mundial del Comercio
(OMC), de los Tratados Bilaterales de Inversión o de los acuerdos bilaterales/multipartes de comercio. Es obvio que los países
industrializados buscan estos sistemas mercantiles del conocimiento/tecnología dado
que ellos son los poseedores de los saberes
de punta. Por su parte a los países del Sur
nos queda reservado tan solo el papel de “ser
consumidores” de la ciencia, la creación y la
innovación del Norte.
Al contrario, tenemos que jugar con las flexibilidades que dejan dichos convenios y obviamente cambiar la legislación nacional de
propiedad intelectual. Esta normativa solo
evidencia el servilismo y el sometimiento
de las élites que nos gobernaban, las cuales
querían demostrar ser los alumnos más destacados del Fondo Monetario Internacional o
del Banco Mundial. Ojalá en algún momento como países del sur del mundo, podamos
coincidir en la necesidad de renegociar colectiva y mancomunadamente aquellos acuerdos vigentes en el comercio mundial que son
ataduras a la ignorancia y al subdesarrollo. Si
no reducimos las brechas tecnológicas, científicas y/o cognitivas, no podremos romper la
dependencia estructural con el Norte rico del
planeta.
Pero ahí salta de nuevo la paradoja de que
la Naturaleza es de la humanidad y por tanto no hay límites ni regulaciones y al mismo tiempo, del otro lado, se habla de regular todo para no tocar nada, como señalan
algunos neoecologistas.
Debemos tener claro que la biodiversidad no
puede ser patentada. Se trata de patrimonio
y no hay que confundirla con las invenciones que a partir de ella se generan. Es por eso
que en la economía social del conocimiento,
a través de su normativa, buscaremos que
la biodiversidad sea tratada como patrimonio intangible de la nación y del Estado, tal
y como señala la Constitución. De la misma
forma, protegeremos los saberes de los pueblos ancestrales a través de regímenes espe-
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borativa (en red) con y para la sociedad y la
humanidad. Debemos recordar que en ese
marco, se trabajó el Reglamento de Régimen
Académico para las instituciones de educación superior que fomenta la edificación
de millones de redes de conocimiento; que
unan millones de cerebros. Es decir, construir el intelecto social, el intelecto colectivo, el general intellect.
ciales, sui géneris. Estos lineamientos tienen
como objetivo evitar la biopiratería y que se
reconozca, cuando sea el caso, que dicha
información les pertenece a las y los ecuatorianos y/o a los pueblos ancestrales. No
podemos permitir que las transnacionales
vengan a robarnos nuestros conocimientos y
luego nos los quieran vender, como ha sido
el caso -por ejemplo- de la Epibatidina, un
analgésico derivado de nuestra rana multicolor, cuya utilidad solo se llegó a conocer
gracias a los conocimientos colectivos y ancestrales de nuestros pueblos y fue explotado por farmacéuticas internacionales, sin
ningún tipo de beneficios para nuestro país
y sin la participación de investigadores nacionales.
De la misma forma, la economía social
del conocimiento considera la pluralidad
de propiedades estipuladas en la Constitución. A diferencia del capitalismo cognitivo
que solo reconoce la propiedad privada del
conocimiento se busca que en el socialismo
del Buen Vivir se tome en cuenta la propiedad pública, mixta, colectiva, republicana y
-claro está- también la privada (es decir, un
abanico de formas de propiedad intelectual
según la naturaleza del bien) y que su modalidad de producción sea sobre todo cola-
¿Y todo ello sería un movilizador efectivo
del cambio de la matriz productiva?
Si realmente queremos transformar la matriz productiva y emanciparnos socialmente debemos cambiar la forma en que se han
venido gestionando y valorando el conocimiento y la tecnología. El proceso de industrialización que está buscando el actual
proyecto político necesita de legislación y
dinámicas de desagregación y transferencia
tecnológica que usualmente son deliberadamente impedidas por aquellos poseedores de patentes, tecnologías y conocimientos a través de organismos que garantizan
tales derechos de propiedad intelectual. Ya
vendrán voces opositoras a estas propuestas queriendo confundir a la ciudadanía
afirmando que la nueva normativa busca
desincentivar la inversión del sector privado. Todo lo contrario. La economía social
del conocimiento busca proteger a la industria nacional para que pueda desarrollarse a
través de la eliminación de costos ligados al
no-libre usufructo del conocimiento. Costos que se constituyen justamente en barreras a su potencial desarrollo.
Pero de hecho puede haber grupos económicos afectados o molestos con esto.
Quizás el único grupo que podría tener in-
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convenientes es el importador. Pero esta
agenda es una apuesta soberana del país.
Se prefiere que se genere industria, empleo
y valor agregado en el Ecuador. También
impedir una sangría de divisas al exterior.
Por tanto, se apoyará a todo empresario y
emprendedor que esté involucrado en esta
propuesta de industrialización.
Para ejemplificar y poner en perspectiva,
podríamos resumir señalando que mientras
en el capitalismo cognitivo la banca más
importante es la “capitalista”, en la economía social del conocimiento hablamos del
“banco de ideas”, semillero del sistema de
innovación social. Asimismo, mientras en
el primero el fin de cualquier banco es la
acumulación del capital; en el segundo se
trata del Buen Vivir de su población y del
planeta entero.
Entonces, ¿cuál es la relación existente
entre el cambio en la matriz productiva y
la economía social del conocimiento?
Como mencioné anteriormente, un cambio
en la matriz productiva implica un cambio
en la matriz cognitiva. Creo que los países
del sur vivimos un segundo neodependentismo; mucho más letal que el primero que
se basaba en los bienes industrializados.
Esta nueva dependencia se estructura a
través del conocimiento, la mente-factura.
El mercado y su mano visible, en esta nueva
etapa del capitalismo, hace su mayor planificación: programa la obsolescencia y el
deterioro de los bienes del mercado. Cuando compramos -por poner un ejemplo- un
celular, usualmente la transnacional que lo
ha fabricado ya sabe hasta cuándo funcionará, cuándo ofertará su nuevo producto a
los consumidores y cuándo quedará obsoleta la tecnología recién puesta en el mercado.
En este momento Ecuador importa centenas de millones de dólares en tecnología. Por ello, si no queremos ser ‘banana
republic forever’ debemos firmar convenios
internacionales y tener un marco jurídico
que nos permitan hacer transferencia y
desagregación tecnológica de los diferentes productos y servicios. No podemos,
por ejemplo, permitir que nos vendan maquinaria sin siquiera incluir un manual
de reparación, para que siempre estemos
supeditados a comprar servicios de reparación al exterior. Asimismo, el sistema de
propiedad intelectual debe garantizar que
el proceso de patentamiento de transnacionales no imposibilite sistemáticamente el
desarrollo de la industria nacional. No solo
que es nodal en la propuesta programática
de este Gobierno buscar cambiar la matriz
productiva sino que es necesario hacerlo
para que más y mejores empleos se gene-
5. ¿Y esto solo puede ocurrir con un Estado
regulador, generador de políticas públicas
o se abre al libre mercado y a la iniciativa
individual?
El cambio mencionado no podrá realizarse
sin que el Estado, como acción colectiva del
conjunto de ecuatorianos y ecuatorianas,
juegue un rol estratégico para incentivar la
investigación científico-tecnológica y compensar la inversión en aquellos bienes que
resultan de interés público para la sociedad,
como son los alimentos, medicamentos o la
tecnología orientada a fortalecer los procesos educativos.
Es necesario señalar que la inversión que
está y continuará haciendo el Ecuador en
educación superior, ciencia, tecnología e
innovación juega un rol estratégico en el
cambio en la matriz productiva. El esfuerzo
económico en becas, crédito educativo, en
universidades e institutos técnicos y tecnológicos, en Yachay, en Ikiam, en el programa
Prometeo, tendría muy poco impacto en la
estrategia de generar un nuevo patrón de
acumulación para el país de no transitar de
un sistema mercantil de propiedad intelectual a un sistema que gestione libremente el
acceso al mismo. Si el cambio en la matriz
productiva tiene su horizonte en el sistema
de innovación, este se vería truncado con el
esquema de propiedad vigente o cualquiera
que profundice sus efectos perversos dado
los altos costos de entrada e institucionales
que impone el sobrepatentamiento vigente
en la economía mundial. En este caso, la inversión en becas o en Yachay serviría poco
al cambio del esquema productivo.
¿Qué importancia tiene el Socialismo del
Buen Vivir a esta nueva forma de gestionar el conocimiento?
Existen académicos que desde la torre de
cristal intentan hacernos creer que se puede separar el mundo de la razón y las ideas,
del mundo de lo material y la economía política que existe a nivel global. Esto no solo
evidencia la falta de entendimiento de lo
que pasa ahora en nuestro planeta sino la
ausencia de realismo político para buscar
una verdadera transformación social.
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En el capitalismo cognitivo, al venirse abajo la división tradicional entre sujeto y objeto, dada la no divisibilidad entre mente y
cuerpo, se vuelve necesario construir un sistema de sujetos que en la propia producción
y reproducción de relaciones (lenguaje, sentimientos y conocimiento) pueda emancipar
a los individuos y con ello a la sociedad. Esto
tiene que ser pensado con mucho pragmatismo político (¡no se trata de metafísica!)
pero sin perder el horizonte de sentido de un
nuevo orden social.
El filósofo francés, Michael Foucault sostenía que quien tiene el conocimiento, tiene
el poder. No habrá posibilidad de trastocar
el poder sino disputamos la forma en cómo
se gestiona el conocimiento; y, debe quedar
claro, que en el capitalismo cognitivo existe
supremacía del capital frente a la vida. En
otras palabras, mientras en el capitalismo
cognitivo se busca la maximización de las
utilidades derivadas del conocimiento por
el agente que financia la investigación, en el
socialismo del Buen Vivir se busca maximizar las externalidades positivas (tanto materiales como inmateriales) del conocimiento
en toda la sociedad. Por ejemplo, mientras
para el capitalismo cognitivo un fármaco
debe producir la mayor cantidad de dólares
posibles, para la economía social del conocimiento debe producir el mayor impacto
positivo en la salud de la gente.
En segundo lugar, si no logramos poner
freno a ese poder, la dependencia cognitiva se perpetuará ad infinítum y, con ello, la
imposibilidad de hacer un cambio real en la
matriz productiva del país (con todo lo que
esto implica). Así, una transformación más
vertiginosa en la superación de la pobreza
estructural y en los niveles de desigualdad
socioeconómica serían inimaginables.
Finalmente, debemos tener claro que tanto
para las transnacionales como para las élites
locales la estrategia más eficaz para mantener su poder y dominación es buscar que el
pueblo se mantenga en la ignorancia. En el
corazón del capitalismo cognitivo, a través
de generar una institucionalidad que hiperprivatiza la propiedad intelectual, se busca
que pocos privilegiados -que pueden pagartengan acceso al conocimiento. En el Socialismo del Buen Vivir se quiere que el individuo sea autónomo a través del acceso libre
y democrático al conocimiento. Sistemas
de propiedad intelectual mercantiles (cerrados) mantienen la esclavitud de la ‘ignorancia’, en tanto que la economía social del
conocimiento busca liberar al individuo y a
la sociedad a través de democratizar el acceso y la apropiación de los saberes generados.
En otras palabras, el conocimiento abierto
se constituye en un factor más de producción a ser distribuido en toda la sociedad.
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ren en Ecuador; que la mayor cantidad de
valor agregado se quede en el país; que no
se fuguen cerebros; y no se pierdan divisas
a través de los procesos de importación de
los diferentes bienes que, con poco esfuerzo, podríamos haber hecho en el país hace
mucho tiempo. A lo mencionado hay que
sumar que el sistema dolarizado obliga a
tener esta estrategia de desarrollo. No hacerlo, en el mediano plazo, podría poner estructuralmente en riesgo al mismo sistema
monetario vigente en el Ecuador.