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Dora Calvo

Y durmieron
Juntos

Con prólogo del Sr Juan Ignacio Alvarez Gortari
Cónsul General de España en Rosario

Rosario, Santa Fe
Año 2006
1
Dedicado a
aquellos esperanzados
inmigrantes españoles que el paso
del tiempo transformó
en recuerdos

“ vivir también es ...
una reconstrucción
de recuerdos ...”

Agradezco a quienes
hicieron posible la edición
de este libro, especialmente
al Consulado General de
España en Rosario
y a mis cuatro hermanos
2
Prólogo

Se conocieron en Alcorisa, pueblito de la
provincia de Teruel, en el Bajo Aragón. Él había
llegado de Argentina a visitar a su familia y a
convencer a sus próximos de que le acompañaran en
su regreso, para instalarse también en la
tierra de promisión.
Ella era profesora, con un agudo sentido
artístico y buena pintora.
Fue un amor a primera vista.
Se instalaron en Reconquista, al norte de la
provincia de Santa Fe. El hombre trabajó muchos años
en el campo y dejó fama de honrado, serio, fiable y
trabajador.
La mujer se ocupó abnegadamente de la
numerosa prole, que procrearon juntos, a la que cuidó,
atendió, mimó y sacó adelante. Era una de aquellas
mujeres de gran temple, acostumbrada a trabajar en
silencio y a vivir más ocupada de los demás que de sí
misma.
Una de sus hijas Dora Calvo, recuerda en estas
páginas los pormenores de aquella historia de una
familia de inmigrantes aragoneses.
La suya.
Es la historia de un amor. De un gran e
inolvidable amor. Y durmieron juntos...

Juan Ignacio Alvarez Gortari
Cónsul General de España en Rosario
3
Primera parte

4
Día del padre 16 de Junio de 2002.
Pronto se cumplen diez años de quien fuera el mío.
El presente testimonio va a cuenta
de lo mucho que lo extraño e influye sobre mí
su recordada vida.
Con mucho amor a Pascual Calvo.

5
CAPÍTULO I

Pascual

Hace tiempo ya que escribo algunas cosas, sin
embargo, la necesidad impera y esta vez deseo
escribir una amada historia... una historia que se me
presenta como un proyecto ambicioso y gratificante. Es
que intento luchar contra el olvido porque estoy
convencida que nadie muere en este mundo mientras
haya otro que lo recuerde y lo retrate en la escritura.
Mi viejo fue un tipo simple y extremadamente
simpático, poco pensante, terco, muy conservador y sin
ningún sentimiento de frustración, por eso creo que su
historia es especial, quizás la más linda de las pocas
historias personales que conozco, de manera vívida.
En función de ello escribo ya que su historia es
también la mía y por lo tanto forma parte de mi
identidad. Él fue un ser feliz y una historia feliz siempre
viene bien... no?
Trabajó

afanosamente

el

campo,

arregló

tractores, arados, motos, bicicletas y cualquier cosa
que de hierros se tratase. Un simple tornillo, clavo,
6
pinza y cualquier herramienta eran de mucho valor
para él, a tal punto que detenía su caminar para
levantar del suelo una arandelita insignificante, un trozo
de alambre o un clavo torcido que luego enderezaba.
Coleccionó más hierros, herramientas y motores que
cualquier desarmadero de gitanos. Tenía una llave con
diez bocas de diferentes tamaños, útil para arreglar “lo
que se te ocurra”, decía él. Era como su mascota
preferida, la llamaba “la llave de 100 bocas” y para
identificarla rápidamente en semejante colección la
había pintado de un rojo muy vivo.
Pascual nació un 17 de Mayo de 1905 en
España, cuando se iniciaba el siglo XX, en Alcorisa,
provincia de Teruel y región de Aragón, y fue el quinto
hijo vivo de Doña Concepción Gamón de 36 años y de
Don Joaquín Calvo de 42. Don Joaquín nació en 1863
en Gargallo y Doña Concepción en 1870 en Montalbán.
Desconozco cómo se conocieron mis abuelos y
cómo fue 10 esa historia de amor. Pascual comentaba
muy poco, tal vez porque era muy poco lo que sabía,
creo que no averiguó demasiado... no tuvo tiempo...
Sin embargo, imagino que debieron casarse muy
jóvenes según las buenas costumbres de aquella
7
época, es decir por iglesia católica y para toda la vida...
Sé que tuvieron muchos hijos y hasta mellizos, algunos
se les murieron al nacer o de muy chiquitos y de
cualquier enfermedad, para la que aún no existían
vacunas en aquel tiempo. Esto, lo contaba papá, decía
que su madre había sufrido mucho con todo esto, sin
embargo no se le retiraban las ganas de tener hijos. Al
último lo llamaron Joaquincito y lo tuvo casi a los 50
años, de lo que deduzco su maravillosa fertilidad y el
deseo interminable de su amante esposo.

De chica no sentía demasiado afecto por estos
abuelos

desconocidos,

lejanos

y

fallecidos,

sin

embargo me gustaba mirar una vieja foto en la que
Don Joaquín aparecía muy viejo y serio, junto a su
esposa y los dos hijos más pequeños. Siempre
pensaba que ese hombre poco tenía que ver con la
imagen que yo tenía de mi padre, sin embargo me
hubiera

gustado

conocerlo,

preguntarle

cosas,

quererlo. Ahora, al revisar papeles y cartas muy
antiguas, siento un enorme respeto por ellos y esto se
debe a que no dejo de pensar en la diferencia que
aquel mundo mantiene con el mío, un mundo en el que
8
no existían las vacunas, en el que a algunos
privilegiados la vida les regalaba 80 años como poca
cosa y a otros mezquinamente unos pocos respiros...
Recientemente encontré en casa de una prima
hermana, llamada Olga, una foto muy borrosa de mi
padre en su infancia. Aparece junto a sus padres y
hermanos pequeños. Esa foto carga sobre sí cerca de
cien años, una larga historia y además un conflicto de
pertenencia,

ya

que

en

ella

aparecen

ambos

progenitores, el de mi prima y el mío. Me emocioné al
descubrirla, la observé con detenimiento tratando de
traspasar esos cien años, (como si fuera posible). Mi
imaginación y espíritu anhelaron conocer más de
aquella familia borrosamente plasmada sobre un cartón
color sepia, pero, fuertemente enraizada dentro de mí...
A Pascualito se lo ve de unos cinco o seis años, con
una frente muy amplia que insinúa desde temprana
edad lo cabeza dura que sería a lo largo de toda su
vida. Se presenta de pie junto a su madre. Sus
hermanos mayores no están presentes en esa foto,
quizás porque ya no estaban en España. Pensé mucho
en aquella numerosa familia de mi padre y encuentro

9
que poco es lo que sé de ella, aunque lo poco, me
basta...
La segunda foto de Pascual aparece en su
“Cartera de Identidad” que es una especie de cédula
con la que vino a Argentina, a los 16 años y en la que
parece ser aún más chico, portando un gesto de
seriedad y un cierto enojo que imitan muy bien a un
adulto. En esa cédula aparecen sus huellas digitales y
deja leer 1.490 de estatura, corpulencia natural, pelo
castaño, barba y bigotes imberbes, frente espaciosa,
ojos garzos, nariz chata, boca regular, labios gruesos,
orejas grandes y cutis color blanco. Además declara
que sabe leer y escribir, que en ese registro no
aparecen antecedentes penales, también que le fue
otorgado el permiso para emigrar a la Argentina, por su
padre, el 18 de Junio de 1921 y que, el inspector de
emigración en vista de los datos precedentes, autoriza
el embarque a Don Pascual Calvo para Argentina.
Juntas aparecen registradas la firma de él y de su
padre, Don Joaquín Calvo, ambas se parecen, y en la
última página se ve un borroso sello del Consulado
General de la República Argentina en España y
alcanza a leerse: Barcelona 2 de Julio de 1921.
10
CAPÍTULO 2

Breve infancia

Basta con ver alguna foto de mi hermano Paco, para
imaginar lo que habría sido mi padre cuando chico.
Vale decir, un flaco esmirriado de pantalones hasta las
rodillas, piernas finas y largas, zapatos oscuros tipo
botines de guerra y con una forma de mirar típica de
los que nacimos con escasa vista, o sea, algún ojo
revirado y el ceño un tanto fruncido.
Aunque a mi viejo “nunca se le desvió ningún
ojo”, los lentes le llegaron igual en sus años de joven
mozo, logrando trasmitir la “suerte opuesta” y por arte
de la genética a su único hijo varón: Paquín de niño y
de adulto, Paco. En sus fotos de apenas cuatro años
Paquín ya aparece con unos lentecitos redonditos,
negros, de marcos de alpaca, que intentaban corregirle
un ojo que miraba contra el gobierno -como decía
tristemente papá- y que lo enmarcaban desde muy
chico en una especie de fiel copia de su progenitor. El
particular sobrenombre de mi hermano fue idea original
de Pili, mi hermana mayor, que desde su incansable
11
media lengua intentaba llamarlo como lo hacían sus
padres, abuelos y tíos: Pascualín. Ella, apenas lograba
pronunciar Paquín y fue tal su insistencia que ganó por
sobre la voluntad de los demás.
Violeta, hermana que siguió a Paquín y hermosa
como la flor que lleva su nombre, no tuvo conflicto
alguno en cómo llamar a su hermano, pues cuando le
tocó hacerlo toda la familia lo llamaba como lo había
decidido Pili.
Pili es la responsable de guardar en su casa
todo lo que perteneció a mi familia y así como Paco es
una copia fiel de mi viejo, ella lo es de mi mamá.
Violeta sin embargo eligió ser más original y sin copiar
fielmente a ninguno de sus progenitores, lleva cierta
hermosura de su madre y es concreta y práctica como
lo fue su padre. Por otro lado (y para terminar con las
presentaciones) Carmen y yo pretendimos mayor
originalidad aún, e intentamos alcanzarla gestándonos
al mismo tiempo y copiándonos una de la otra, solo
que por un error en la comunicación intrauterina,
compartimos “la misma desviada suerte genética” que
antes tocó a Paquín... ¡Y bueno!...

12
Volviendo a la infancia de Pascual, sé que mi
padre creció junto a cuatro hermanos varones, Julián,
José, Manuel y Joaquín y junto a una sola hermana.
Por el nombre que le pusieron a esta pobre tía, llegué a
imaginar que debió ser más jodida y más seria que
Don Joaquín su propio padre, considerando que Don
Joaquín era “guardia civil”, es decir, un policía del
gobierno y conservador del orden. La bautizaron
Concha y la llamaban cariñosamente con el diminutivo
“Conchitica”. ¡Qué tal!...
Recuerdo una foto de ella de cuando buena
moza. Su gesto facial no reflejaba precisamente el
orgullo de llevar semejante nombre...
Carmen,

mi

hermana

gemela,

le

estará

eternamente agradecida al escribiente de la oficina del
registro civil, que oficiaba el día en que Don Pascual
fue orgulloso para anotar a sus hijitas gemelas. Aquel
señor realizó un esmerado esfuerzo y logró cambiar la
voluntad de Don Calvo en llamar a una de sus hijas
con el nombre de su recordada hermana. De haber
sido así, Carmen hubiera quedado condenada a peor
desgracia que su lejana tía, ya que una cosa sería

13
portar ese nombre en España y otra muy diferente
soportarlo en Argentina...
A mí me llamaron Adoración. Mi madre un día
me explicaba, pretendiendo convencerme de mi bonito
nombre, que usaban el diminutivo Dorita. De chiquita
siempre fui Dorita y en la actualidad los únicos que me
llaman así son la tía María, el tío Rafael y el tío José.
Estos tíos muy queridos, son algunos del gran
contingente familiar que muchos años después que mi
viejo vinieron a la Argentina.
Mi viejo no contaba muchas cosas acerca de su
infancia, oscilaba muchas veces entre la memoria y el
olvido, sin embargo, de chicos nos relataba dos
anécdotas que le gustaba mucho recordar y le
producían sentimientos muy diferentes. Las contaba a
manera de malos ejemplos, una se relacionaba con el
miedo y la otra con la risa. Decía:
-“Una

vez

cuando

yo

era

muy

chico,

arriesgándome junto a otros amigos, trepábamos a una
montaña muy alta y nos agarrábamos como podíamos
y de lo que podíamos para llegar lo más alto posible.
Teníamos mucha ilusión, pero se nos acabó cuando
uno de nosotros se cayó y rodando, rodando, se dio un
14
golpe fenomenal en su cabeza. A partir de aquel
accidente, en el pueblo a mi amigo le decían “el cabeza
rota”. El pobre no quedó muy normal que digamos, a
veces se parecía a un tonto... Yo entonces, descendí
con mucho cuidado y corrí impresionadísimo a
contárselo a mi madre: - “¡Madre, madre!...” - le dije –
“sabe que un niño se cayó de la montaña. Estaba
trepando y resbaló. Rodó de cabezas y se ha dado un
montón de golpes!...” Y mientras que yo trataba de
sacarme la impresión contándoselo a mi madre, las
palabras de ella fueron : - “¿Y tú hijo mío, dónde
estabas?”... Mi papá decía que en aquel momento no
se animó a contestarle: -con ellos madre-... ¡yo también
trepaba y quería llegar bien alto!...”
Siempre que nos contaba esto, se quedaba un
instante en silencio, pensando y moviendo su cabeza
reflexivamente. Sus ojos asomaban grandes detrás de
sus lentes. Reconocía que su madre debió haberle
dado una paliza aleccionadora, de esas que no se
olvidan jamás, pero se ve que no lo hizo, porque no lo
recordaba y de haberlo hecho, lo habría olvidado para
continuar con eso del “cero sentido de frustración” que
pretendía.

Así

me

gusta

denominar

a

aquella
15
personalidad tan vivaz, alegre y payasesca que
mostraba siempre mi viejo.
La segunda anécdota fue menos traumática que
la primera, pero esta vez el golpe y las peladuras le
tocaron a él. Su hermano mayor, Julián, le llevaba
trece o catorce años y tenía una moto con un side card.
Un día debía ir a no sé dónde y en forma rápida. A
Pascualito que ya le gustaban las motos, le encantaba
subir como acompañante aunque más no sea en ese
carrito suplementario. Así que muy contento se metió
adentro y juntos partieron rápidamente. Al llegar a una
especie de badén, Pascualito notó que Julián frenaba
mucho la moto. Instintivamente, y para resistir con éxito
la brusca variación de la energía cinética, se agarró de
donde pudo en tanto que la emoción de la aventura
le aceleraba el ritmo cardíaco.
-“¿Por

qué

has

frenado

así?...”

preguntó

Pascualito a su hermano...
-“Pues porque ha llovido bastante y está
peligroso el paso, podríamos resbalar y tener un
accidente los dos...”, respondió Julián.

16
Pascualito sumaba a su emoción y a su
acelerado ritmo cardíaco, la confianza y seguridad que
le trasmitía la prudencia de su hermano mayor.
De regreso llevaban más apuro que de ida, así
es que al llegar al mencionado badén y tratando de
advertirle a su pequeño hermano que no reduciría la
velocidad, Julián alcanzó a gritarle :
-“¡Agárrate!”...- lo que fue escuchado como un
“¡Tírate!”... orden que fue obedecida inmediatamente
por Pascualito. Para el obediente pequeño, aquello se
trató de esas cosas que la mente procesa en fracción
de segundos, no habiendo tiempo de cuestionarse
nada, obedecer y sólo obedecer es la respuesta.
Durante la marcha, al pequeño Pascual le había
resultado muy emocionante pasar sobre aquel badén,
en

cambio

de

regreso,

la

emoción

se

había

transformado ya en un acto peligroso, “de vida o
muerte”...
La cosa terminó en que Julián notó luego de
unos segundos la ausencia de su hermano dentro del
side card y al girar hacia atrás alcanzó a ver algunas
de las incontables vueltas que todavía estaba dando

17
Pascualito sobre el “peligroso badén”. Entonces
regresó por él, totalmente desconcertado.
-“¿Qué pasó... Pascual?...”
-“¿Cómo qué pasó?...”, preguntó Pascualito
extrañado, aunque seguro de haber sido todo lo audaz
que su hermano pretendía de él. “¡Tú me dijiste
tírate!...”
-“Que no, hombre, yo te dije agárrate...”
-“¿Pero

cómo?...

¡yo

sentí

perfectamente

tírate!...”.
A veces pienso que esto debió indicar el primer
antecedente de la sordera que le llegó mucho tiempo
después, en sus años seniles.
Cuando nos relataba esta anécdota se reía de sí
mismo y de lo mal que había escuchado la consigna,
pero por supuesto, no se acordaba si se había pelado
las rodillas, cuántos golpes se había dado o si se le
habían roto los pantalones...

Según puedo ahora entender, vivió entre cosas
simples, con poco estudio, algo de trabajo y buenos
amigos. Así transcurrieron sus dieciséis primeros años
en Alcorisa.
18
CAPÍTULO 3

Puertas abiertas a la América de los sueños ...

Pocos somos los que sabemos que el Estado
Nacional instituyó el 4 de Septiembre como “Día del
Inmigrante”. Quizás sea ignorancia u olvido.
Tanto en el espíritu que impregnó su letra como en su
Preámbulo, la Constitución de 1853, propició el
momento en que Argentina abrió sus puertas y se
comprometió a garantizar los derechos consagrados en
su Carta Magna a todos los hombres de buena
voluntad que quisieran habitar el suelo argentino.
Así, el gobierno de Nicolás Avellaneda había
promulgado en el año 1876 la “Ley de Inmigración y
Colonización”, con el objetivo de auspiciar y proteger la
llegada

de

colonos a

nuestro

país,

desde

su

alojamiento en el Hotel de Inmigrantes, hasta su
traslado, concesión y asentamiento en tierras del
Estado. La Constitución también preveía la propaganda
en los países emisores de inmigrantes y designaba
representantes

acreditados

ante

los

gobiernos

europeos, para distribuir folletos explicativos sobre las
19
bondades y virtudes de nuestro país en materia de
explotación agrícola, como así también, las ventajas
que el gobierno argentino ofrecía a quienes quisieran
radicarse en estas tierras. Resolvía además hacerse
cargo de los inmigrantes desde el momento en que
éstos decidían viajar a Argentina, y en diversos
artículos de ella se garantizaba al mismo una situación
digna durante el viaje.
El Hotel de Inmigrantes fue pensado para tal fin,
su proyecto fue elaborado por el Ministerio de Obras
Públicas, fue adjudicado a sus constructores en el año
1905 y el sitio elegido para levantarlo fue un terreno
ubicado en la zona comprendida entre Puerto Madero y
Retiro, al costado norte de la Dársena Norte, una parte
de la ciudad que se hallaba en completo aislamiento.
De esta manera, la disposición del lugar facilitaba la
construcción

de

un

desembarcadero

propio,

su

completo aislamiento de la ciudad dejaba a la
población al abrigo de las posibles epidemias que
pudieran desembarcar con los inmigrantes; se hallaba
a muy pocos pasos de la estación de ferrocarril, en
Retiro.

20
El

soñado

hotel

brindaría

alojamiento

y

asistencia social, como así también toda la información
que el gobierno argentino debería saber con respecto a
oficios del recién llegado, su estado de salud y el lugar
de su próxima radicación.
El artículo 32 de la Ley de Inmigración y
Colonización de 1876 expresaba: “los capitanes de
buques

conductores

de

inmigrantes

no

podrán

transportar a la República, en calidad de tales, a
enfermos de mal contagioso o de cualquier vicio
orgánico que los haga inútiles para el trabajo, ni
dementes, ni mendigos, presidiarios o criminales que
hubiesen estado bajo la acción de la justicia, ni
mayores de sesenta años, a no ser jefes de familia, so
pena de reconducirlos a sus expensas y pagar las
multas que les fuesen fijadas con arreglo al artículo
35”.
En esta forma y a partir de 1860 gran cantidad
de inmigrantes de origen europeo llegaron al país
masivamente atraídos por mejores expectativas de
vida. Entre ese año y 1930, fueron millones los que se
radicaron definitivamente en Argentina. Provenían de
las regiones más empobrecidas de Europa debido al
21
gran crecimiento demográfico, a la crisis agrícola que
generaba desocupación y hambre y también, a causas
de

guerra

y conflictos

religiosos.

El continente

americano, en particular los países de la costa atlántica
y entre ellos la Argentina, aparecían como un destino
favorable para que una gran cantidad de europeos,
mayoritariamente agricultores pobres, realizaran sus
deseos de mejores condiciones de vida.
Estos inmigrantes arribaban con el afán de
trabajar las tierras, sin embargo, el acceso a la
propiedad de las mismas no resultaba fácil, ya que las
mejores áreas rurales estaban ocupadas por grandes
terratenientes y muy pocos de los recién llegados
contaban con capital para adquirir una parcela. Ante
esta situación, muchos de ellos se instalaron en las
ciudades de Buenos Aires y Rosario.
Así,

se

generaron

entonces

problemas

habitacionales, las ciudades no estaban preparadas
para recibir a tantas personas y en tan poco tiempo. El
Hotel de Inmigrantes, inaugurado recién el 26 de Enero
de 1911, se convirtió en un lugar en el que se podía
alojar ocasionalmente, de esta forma, las ofertas más
accesibles resultaron los conventillos. Se trataba de
22
grandes casas con numerosas habitaciones que se
comunicaban por un patio central, en ellas se alojaban
numerosas familias condenadas a vivir en condiciones
de hacinamiento y precariedad y la llegada continua de
inmigrantes alentó a algunos especuladores a edificar
viviendas

precarias

pequeñas

para

con

alquilar

muchas
a

las

habitaciones

familias

recién

desembarcadas.
El término “inmigrantes” se reservaba a los
pobladores de origen europeo, en cambio a los
provenientes de Bolivia, Chile, Paraguay, se los
denominaba “extranjeros de países vecinos”. A unos y
otros, las esperanzas que despertaba un país de
amplios horizontes y los temores y obstáculos que
habrían de superar para alcanzarlos, les fueron
comunes... Dejar sus ciudades o sus pequeñas aldeas
y llegar en tercera clase al puerto de una ciudad
desconocida, no fue un lecho de rosas para esos seres
humanos que apretujaban sus ilusiones, junto a su
pobre y escaso equipaje, sin embargo, les aguardaban
otras durezas que eran menores a las soportables en
sus lugares de origen...

23
Aquellos inmigrantes no sólo aportaron los
brazos necesarios que produjeron la transformación
económica del país, sino que también su presencia
modificó la estructura social, enriqueció la cultura,
diversificó ideas y creencias, y transformó hábitos,
costumbres y sensibilidades...

No puede imaginarse a la Argentina sin el aporte
de aquellos inmigrantes y es que los inmigrantes del
ayer somos los argentinos de hoy...
(Consulta: Revista “Todo es Historia”- Septiembre
2000).

24
CAPÍTULO 4

Con la proa hacia América ...

Transcurría el año 1921 y con 16 años apenas
cumplidos Pascual cruzó el Atlántico en un barco a
carbón llamado “Reina Victoria Eugenia”. Viaje que
realizó en soledad y durante unos treinta días, para
luego desembarcar en el puerto de Buenos Aires. Allí
lo esperaban sus tres hermanos mayores: Julián, José
y Manuel, que habían venido unos años antes “para
hacerse la América”, expresión muy usada en aquella
época.
Pensar en ese barco y en las cosas que mi
padre contaba me producen una fuerte emoción. Me
gustaría ver una foto del “Reina Victoria” pero me temo
que es imposible conseguirla. De todas formas algo de
la historia de ese barco felizmente pude averiguar.
El año 1913 había señalado el comienzo de una
nueva etapa en la historia de las comunicaciones
marítimas con los puertos del Plata, vía Santa Cruz de
Tenerife (Islas Canarias). Por primera vez entonces se
hizo a la mar el “Reina Victoria Eugenia” cuya fama
25
aún perdura a pesar del tiempo transcurrido desde su
desaparición. El 17 de Mayo de 1913 doblaba Punta
Anaga y se ofrecía a la vista de esa ciudad marítima,
su estampa gallarda, empenachada de humo su negra
y única chimenea, remataba una de las más finas y
sobrias siluetas que en toda la mar han sido... Tenía el
“Reina Victoria Eugenia” 10.130 toneladas de registro y
15.400 toneladas de desplazamiento. Con sus 11.000
H.P.

sobre

cuatro hélices alcanzaba 19

nudos

correlativos y al mando del capitán “Castellá” iniciaba
su vida marina, tomando el nombre de la reina fallecida
hacía unos años. Entonces comenzaron años de ir y
venir, años y años de sumar singladuras y al mismo
tiempo hacer historia en los anales de la Marina
Mercante Española. En noviembre de 1918 actúa en el
salvamento del mercante alemán “Tenesa Horn” y dos
años después en ruta de Montevideo a Buenos Aires
fue abordado por el noruego “Terreir” de la Wilhelmsen
de Oslo. En el puerto de la capital argentina fue
reparado provisoriamente y entonces, zarpa en línea
regular una vez más hacia Barcelona.
La crisis económica posterior a la primera guerra
mundial impidió que el “Reina Victoria Eugenia” fuera
26
reemplazado

oportunamente,

con

sus

viejas

alternativas y quemando carbón siguió luchando contra
los nuevos de la “Mala Real” inglesa, los italianos de la
“General de de Navigazione” y restablecido el prestigio
de la flota alemana, con los de la “Hamburg
Sudamerikanische”. En 1931 ya casi vencido, fue
amarrado en el puerto de Barcelona y durante la guerra
civil española resultó hundido en ese puerto. En 1942
se logró ponerlo a flote.
Este trasatlántico acercó a Santa Cruz de
Tenerife y a Argentina a un montón de personalidades
de todos los campos del saber y hacer humanos,
políticos, diplomáticos y artistas.

Así es como en una de sus tantas travesías,
para el año 1921 acercó en su primer viaje a Argentina
y lleno de ilusiones a Don Pascual Calvo, mi viejo.
Pascual decía que desde la cubierta del Reina Victoria
Eugenia se podía ver en su bodega a los hombres que
cargaban carbón permanentemente dentro de ella y
agregaba que por lo pequeños y movedizos que
parecían desde allá arriba, impresionaban a ratones

27
renegridos que también navegaban dentro de aquel
barco.
Contaba también papá que su hermano Julián
fue el primero de ellos en venirse a la Argentina. Era el
hermano mayor y tenía fuertes deseos de progresar.
No lo detenía nada. Era un hombre tesonero, valiente,
emprendedor y muy inteligente. Ya había vivido su
juventud en España y quería independizarse, aspiraba
a enriquecerse y tener una mejor vida que la de su
padre. No había nacido para cultivar viñas, ni sería
guardia civil, tampoco trabajaría los campos de otros. Y
entonces se animó a navegar el Atlántico...
Las cartas comenzaron a cruzar una y otra vez
el inmenso océano, relatando de un lado las pocas
novedades de aquel pueblito de la región de Aragón,
Alcorisa, y resaltando del otro las buenas de Argentina,
despertando esperanzas en las vidas estancas de
algunos jóvenes con anhelos de aventuras y deseos de
superación. Así, unos años más tarde y a la espera de
una joven enamorada, desembarcó también José, vino
a intentar mejores suertes. Al poco tiempo, en el año
1916 le siguió su hermano Manuel con tan sólo 14
años.
28
Para entonces el mundo europeo hablaba de la
reciente primera guerra mundial y si bien algunos
países como España no participaron en ella, se viviría
cierta incomodidad que más bien inspiraba deseos de
probar nuevos horizontes y en tierras de paz...
Creo que la historia de los jóvenes hermanos
Calvo emigrando hacia América, debe parecerse a la
de otros centenares más, de lejanos tiempos...
Así, veo vaciarse paulatinamente aquel hogar
que había sido tan fecundo. Los tres hijos mayores de
Don Joaquín y Doña Concepción habían procurado un
mejor futuro y sólo quedaban Conchitica y Pascualito,
ahora un poco más grandes y el pequeñito Joaquín,
pequeño aún. En este cuadro transcurrieron cinco o
seis años más.
No sé bien por qué, pero imagino a Doña
Concepción en el siguiente diálogo con su hijo
Pascualito, ya casi Pascual...
- “Querido hijo mío, tu padre está pensando en
hablar contigo. Se preocupa por ti porque ya no eres
un crío...”
- “Sí madre, que ya me doy cuenta... pero a mí
estudiar no me gusta, ya he aprendido lo suficiente y
29
prefiero ayudaros haciendo algo por aquí o trabajando
en las viñas...”
- “Mira hijo mío que en sus cartas tus hermanos
nos cuentan que América es otra cosa, allí se trabaja
bien. Nosotros ya estamos grandes, tu padre ya casi
tiene 60 años y esto de ser de la guardia civil no nos da
muy buen pasar. Además, mi Pascualín querido, yo
también me estoy sintiendo un poco cansada, he
pasado ya los 50 años y debo seguir luchando por el
más pequeño que Dios me ha dado, tú sabes que
Joaquincito es un zagalico todavía y necesita muchos
cuidados ...”
Alguna de las tardecitas siguientes y regresando
de las viñas, cansado y con el pequeñico Joaquín
sobre sus rodillas o quizás correteando por el patio,
imagino a Don Joaquín diciendo:
- “Óyeme Pascual, siéntate conmigo y escucha
con atención lo que tu padre tiene para decirte...
Sabrás que las cosas en España no están buenas que
digamos. Yo pienso que pueden empeorar y no
quisiera que te toque el servicio militar, pues te
imaginarás que tendrás obligadamente que prestar
servicio al gobierno para lo que se te ordene. Además,
30
tus hermanos allá en América dicen estar trabajando
muy bien y tú puedes ir allí con ellos, por lo menos a
probar un tiempo. Si no te sientes a gusto, pues,
puedes ahorrarte unas pesetas y te vuelves, quizás
puedas casarte con una mujer española... en fin, de tu
misma sangre. Piénsalo bien, que tú ya eres un
hombre...”
- “Pues padre -dijo Pascual- que no hay mucho
que pensarlo, yo por aquí no hago demasiadas cosas y
allá en el negocio de Julián puedo ayudar bastante.
Quizás sea una buena idea que me vaya con ellos...”
- “Bueno hijo querido, que tu padre y tu madre te
queremos mucho pero nos estamos poniendo viejos y
queremos ayudarte, así que veremos de hacer las
averiguaciones y guardaremos para pagar tu pasaje.
Tú también debes ayudar en todo esto mirando qué
cosas puedes hacer. Por tu hermana la Conchitica no
tenemos mayormente preocupación, pues ella sabe
hacer todas las cosas de una casa y ha aprendido a
coser muy bien a máquina. Además, está pronta a
casarse con Manolo, que es un buen hombre y muy
trabajador...”

31
En realidad no sé muy bien cómo fueron estas
conversaciones, ni el tiempo necesario en concretar la
reiterada decisión de embarcar a otro hijo. Tampoco sé
si había otras alternativas, quizás sí, porque mi viejo
aprendió algo de inglés antes de venirse y creo haberle
escuchado

que

una

posibilidad

era

ir

hacia

Norteamérica. Algunas veces y ya de viejo, se
mandaba la parte con esto del inglés preguntando
algunas cosas (también sabía algunas palabrotas). Me
producía mucha risa la cara de hombre serio e
importante que ponía cuando hacía estas pantomimas
y me gustaba ver a mis hermanos y compañeros de la
secundaria seguirle la pavada.
Encontrar fotos y cartas guardadas en casa de
Pili me produce emociones muy profundas, sobre todo
ahora que papá y mamá ya no viven. Intentar
reconstruir esta historia en ausencia de ellos tiene otro
valor para mí, es como tenerlos muy cerca, en mis
pensamientos y en muchas cosas de las que hago. Me
ilusiono conversando con ellos y preguntándoles cómo
fueron las cosas, qué sentían, por qué fueron así?...
Entiendo que la muerte es siempre dolorosa, pero al
menos para mí, le otorga un valor a los recuerdos y
32
vivencias, a los papeles viejos y a las fotos, que la vida
paradójicamente no puede lograrlo a pesar de ser tan
virtuosa.
Me emocioné entrañablemente al encontrar el
primer pasaje de mi padre para Argentina. Es un papel
muy viejo y amarillento que él conservó entre sus
cosas. Al mirarlo y leerlo, inexplicablemente sentí una
especie de contemplación reverente acompañada de
unas cuantas preguntas que en mi mente se
formulaban una a una, en prolongado silencio...
¡Cuántos años tenía ese viejo papel!...
¡Qué enorme valor tomaba ante mis ojos!...
¿A qué gran historia se le ofrecía como una de
sus primeras páginas?...
En aquel momento sentí que esa gran historia la
escribiría yo, que aquel viejo papel amarillento sería el
disparador de todo lo que podría contar... Ese pasaje
fue comprado un mes antes de la fecha de viaje.
Puedo imaginar ese mes de larga espera, de hacerse a
la idea de dejar España, de prepararse, de realizar un
montón

de

trámites

y

también

de

muchas

conversaciones y expectativas que Pascual compartiría
con sus amigos en aquellos duros tiempos.
33
¿Cuánto esfuerzo para ahorrar las 565 pesetas
que costó su viaje? ¿Cómo habrá sido?
No lo sé. Quizás Don Joaquín que poco ganaba,
apartaba algo de su sueldo de guardia civil, o quizás
recibieron ayuda de los hermanos de América. Pascual
no me contó estos detalles. ¡Vaya a saberse cómo fue
todo aquello! Lo cierto es que fue pagado en efectivo.
- “¡Se nos va Pascual a Argentina!...” sería lo
que comentarían sus amigos y vecinos.
- “Pascual, ¿es cierto que te vas tú también allá
con tus hermanos?...”
- “Sí Francisco. Quiero ir a trabajar con ellos y
conocer la Argentina. Dicen que es muy linda, que se
está bien allí. Si luego de un tiempo no estoy a gusto,
pues será fácil volver... no?...”
Para muchos amigos esto sería envidiable, para
algunos inalcanzable, para otros, uno más que partía a
probar mejor suerte.
- “Doña Concepción, ¿así que se va también
Pascualín a América?”, le preguntarían a mi abuela.
- “Sí Doña María. Tengo allí ya a mis tres hijos
mayores y están trabajando muy bien, así nos lo dicen
en sus cartas. Han puesto un negocio en una ciudad
34
muy importante. Así que con mi marido pensamos que
Pascual se vaya allí con ellos, que nos parece que será
lo mejor para él también. Qué le vamos hacer... aquí
las cosas no están buenas, Joaquín dice que pueden
empeorar, además, si quieren siempre podrán volver...”

Al fin llegó el 3 de Julio, día del embarque en el
puerto de Barcelona. Estoy casi segura que Pascual
llegó a último momento, (costumbre que nunca perdió)
a las 5 de la tarde de ese último día en su tierra. Entre
despedidas, llantos y abrazos, debe haber sido el
último en subir al Reina Victoria Eugenia. El día
anterior en Alcorisa se despedía de sus amigos, los
abrazaba con mucha emoción, también abrazó a su
madre que lloraría al despedir a su cuarto hijo. Abrazó
a sus hermanos Conchitica y Joaquincito. Don Joaquín
lo acompañó hasta Barcelona. De su padre de 57 años
ya, recibió el último abrazo...
Pascual abordó el Reina Victoria Eugenia
emocionado y expectante ante la grandeza de aquella
nave. Algunos minutos después ya en cubierta,
enviaba muchos saludos con su mano en alto y sus
ojos cubiertos de lágrimas. Abajo, muchos pañuelos se
35
agitaban y deseaban la bendición de Dios para esa
travesía. Mi abuelo Joaquín debió llorar...
El barco zarparía a primera hora del día
siguiente. Las horas transcurrieron y lentamente fue
cerrándose la noche de aquel 3 de Julio de 1921.
Aquella fue la primera noche que Pascual ya no
dormía en su casa... ¿Qué sentiría?, ¿emoción,
ansiedad?, ¡Todo era nuevo!
Dentro de sus valijas lo acompañaban muchos
certificados

que

lo

recomendaban

como

buen

trabajador en cualquier oficio, aseguraban que venía
vacunado, que era buen vecino y que nunca había sido
un mendigo. Lo que yo no creo, de todo lo que dicen,
es que haya sido un comerciante. No sé qué cosas
habría hecho antes de viajar, creo que ayudaría en su
casa y que pavearía bastante con sus amigotes,
porque como decía Pascual, estudiar no era para él, y
estoy segura que los negocios tampoco. La escuela la
abandonó en dos o tres años, quizás por esto su letra
era prácticamente ilegible, y de asuntos de negocios
jamás aprendió nada.

36
Transcribo a continuación esos certificados que
me impresionan a cosa seria aunque también, muy de
aquellos tiempos de fácil emigración. Están en
manuscrito y se lee borrosamente lo siguiente:
“Don Pedro F. Clemente Alloza, juez municipal de la
Villa de Alcorisa. Certifico: que según resulta del Registro
Civil de penados y demás antecedentes existentes en este
Registro a mi cargo, Pascual Calvo Gamón, soltero de
dieciséis años de edad, comerciante natural y vecino de esta
villa, hijo de Joaquín y Concepción, no ha estado bajo la
acción de la justicia por delitos contra el orden social
durante los cinco años anteriores o por delitos que hayan
dado lugar a penas infamantes. Y para que conste a los
efectos de la Inmigración expido
la presente en Alcorisa a diez y ocho de Junio de mil
novecientos veintiuno”.
“Don Juan Evdarpal

Esteban, Licenciado

en

Medicina y Cirugía, Titular inspector de Sanidad de la
presente Villa. Certifico: Don Pascual Calvo Gamón, natural
de Alcorisa (Teruel) se halla vacunado y revacunado, no

37
padece ninguna enfermedad infectocontagiosa ni presenta
síntomas de enajenación
mental. Y para que conste a petición del interesado y a los
efectos de inmigración, expido la presente en Alcorisa a
veinte de Junio a mil novecientos veinte”.
“Don Toribio Villarroya, Gral. Alcalde Ejerciente de
Alcorisa, “Teruel”. Certifico: que Pascual Calvo Gamón de
dieciséis años de edad, soltero, comerciante natural de esta
Villa no ha ejercido la mendicidad en esta localidad. Para
que conste a petición del interesado y a los efectos de
inmigración se expide la presente en Alcorisa a diez y ocho
de junio de mil novecientos veintiuno”.
“Don Toribio Villarroya, Gral. Alcalde Ejerciente de
Alcorisa “Teruel”. Certifico: que Pascual Calvo Gamón de
dieciséis años de edad, soltero, comerciante, natural de esta
Villa, es apto para cualquier industria u oficio útil. Para que
conste a petición del interesado y a los efectos de
inmigración se expide la presente en Alcorisa a diez y ocho
de junio de mil novecientos veintiuno”.
“Don Toribio Villarroya, Gral. Alcalde Ejerciente de
Alcorisa “Teruel”. Certifico: que Pascual Calvo Gamón de
38
quince años de edad, soltero, comerciante, natural de esta
Villa, hijo de Joaquín y Concepción ha observado siempre
buena conducta. Para que conste a petición del interesado y
a los efectos de inmigración se expide la presente en
Alcorisa a diez y ocho de junio de mil novecientos
veintiuno”.
“Don Ramón Gimeno Gómez Secretario del Juzgado
Municipal de Alcorisa. Certifico: que en el legajo de
consentimiento para emigrar al extranjero obrante en la
secretaría de mi cargo se encuentra lo siguiente: En Alcorisa
a diez y ocho de Junio de mil novecientos veintiuno, ante el
juez municipal Don Pedro Clemente Alloza y de mí el
secretario, comparece el que dice llamarse Joaquín Calvo
Ferrero,
natural de Gargallo y vecino de esta Villa de 57 años de
edad pensionista con cédula personal de 1ª clase número 703
y espontáneamente manifiesta, que otorga consentimiento
favorable para que su hijo Pascual Calvo Gamón, soltero de
diez y seis años, comerciante, pueda emigrar a la República
Argentina. Leída que le fue, en ella se ratifica y firma con el
señor juez de que doy fe. Pedro F. Clemente. Joaquín Calvo
Ferrero. Ramón Gimeno. Consta el sello del juzgado.
39
Concuerda con un original al que me remito. Y para que
conste a los efectos de la inmigración, libro la presente con
el visto bueno del señor juez municipal en Alcorisa a diez y
ocho de Junio de mil novecientos veintiuno”.
“Don Pedro Clemente Alloza, Juez Municipal
encargado del Registro Civil de Alcorisa. Certifico: que en el
registro Civil de mi cargo sección de nacimientos, tomo 30,
folio 8, se encuentra la siguiente acta de nacimiento, número
8, de Pascual Calvo Gamón. En la Villa de Alcorisa a las
nueve del día diez y nueve de Mayo de mil novecientos cinco
ante Don José Sancho Busmal juez Municipal y Don Falué
Lima secretario, compareció Joaquín Calvo Ferrero (no
exhibe cédula por un reciente retiro) natural de Gargallo,
provincia de Teruel de edad 42 años, de estado casado su
ejercicio pensionista y domiciliado en esta villa, calle del
Pilar número veinte, presentado con el objeto de que se
inscriba en el Registro Civil un niño y al efecto como padre
del mismo declaró: Que dicho niño nació en este pueblo el
día diecisiete de Mayo a las doce de la mañana, en el
domicilio de sus padres. Que es hijo legítimo del declarante
y de Concepción Gamón López, natural de Montalbán,
provincia de Teruel, de edad de 36 años, dedicada a las
40
ocupaciones propias de su sexo y domiciliada en el de su
marido. Que es nieto por línea paterna de Miguel Calvo
Nuez natural de Gargallo, ya difunto y de Joaquina Ferrero
Pérez, natural de Villaluenga, domiciliada en Zaragoza y
por la línea materna, de Manuel Ramón Lacueva, natural de
Montalbán, ya difunto y de Elena López Pier, natural de
Ampuero, ya difunta. Y que al expresado niño se le había
puesto el nombre de Pascual. Todo lo cual presenciaron
como testigos Joaquín Laragosa y José Escabedo, ambos
mayores de edad y vecinos de la presente villa.
Leída íntegramente esta acta e invitadas las personas que
deben suscribirla a que la leyeran por sí mismas, si así lo
creían conveniente, se estampó en ella el sello del Juzgado
Municipal y la firmaron el señor juez con el declarante y
testigos y de todo ello como secretario certifico. José
Sancho. Joaquín Calvo Ferrero. José Escabedo. Joaquín
Laragos. Felué Lima.
Concuerda fielmente con el original a que me remito.
Y para que conste, expido el presente certificado a los
efectos de la Inmigración en Alcorisa a dieciocho de Junio
de mil novecientos veintiuno”.

41
Todos

estos

certificados

tienen

las

correspondientes firmas y un sello al pie que dice: Visto
en este Consulado General de la República Argentina
en España. Barcelona 2 Julio 1921. Por lo que se ve, le
fueron extendidos dos días antes de la fecha de
embarque. Con estos documentos viajaría mi padre,
trayendo además la Cartera de Identidad extendida por
el Consejo Superior de Inmigración. En ella aparece la
autorización para inmigrar firmada por su padre.

Pascual decía que su padre se veía venir una
guerra y a la vez, sabía que América prometía grandes
cosas. Por eso, enviar a su hijo junto a sus hermanos
mayores era más tranquilizante que retenerlo en
España y sufrir mientras hacía el servicio militar. La
guerra efectivamente sucedió pero unos cuantos años
después que mi abuelo lo sospechara. Su último hijo,
Joaquín, que no salió de España, y José, que regresó
a ella para casarse, fueron muertos en aquella guerra
atroz que se llevó la vida de un millón de hombres
dejando al país hundido en el peor de los dolores y de
las miserias humanas...

42
Don Joaquín Calvo no vivió muchos años más,
apenas sobrevivió la guerra viendo a “los rojos” por
todas partes y poco después falleció sumergido en
profunda tristeza. En cierta forma podría decirse, que
intentó salvar la vida de los hijos que despidió para
Argentina. Con alguno de ellos lo logró...
Así es como Pascual dejó su tierra, su madre, su
padre al que nunca más volvería a ver, a su hermana y
a sus amigos de la infancia, entre ellos a Francisco
Lamata, un gran amigo para él, tal vez el más
entrañable. De este amigo conservó sus cartas. Las
guardó entre todos los papeles que consideraba
importantes.
Frente

a

esta

documentación

y

ante

el

desarraigo que observé en tantos años y que me
hicieron cavilar acerca de su fortaleza, es que me
detengo a pensar y me pregunto: ¿Qué sentiría mi
padre en aquellos días implacables de navegación?
¿Estaría consciente de lo que significaba ese viaje?
¿Entendería lo mucho que cambiaría su vida? ¿Qué
ilusiones tendría? ¿Qué pensaría acerca de su futuro
en éste país? ¿Extrañaría la Villa de Alcorisa, sus
calles, sus montañas, su gente? ¿Y a su madre?...
43
Jamás lo percibí melancólico, ni triste, y mucho
menos arrepentido de semejante decisión. Insisto, mi
padre era una persona especial, no conocía lo que era
la nostalgia, la melancolía, la frustración. Miraba a la
vida frontalmente, pensando en trabajar y vivir cien
años,

en

arreglar

cosas,

buscando

en

qué

entretenerse, dispuesto siempre a la alegría, al chiste,
a la ocurrencia, a reírse de las cosas que le sucedían y
a contárselas a la gente.
Estimo que es esto lo más profundo y valorable
que

Pascual

me

ha

enseñado

sin

siquiera

proponérselo. No me enseñó demasiadas “lecciones
debidas” pero sí “de vida”, es decir, me enseñaba con
su vida...

44
CAPÍTULO 5

Buenos Aires... esa gran ciudad

Y Pascual llegó al puerto de Buenos Aires, luego
de un mes de navegación. Allí lo esperaban sus
hermanos Julián, José y Manuel que lo recibieron con
mucha alegría.
- “¿Qué tal Pascual? ¿Cómo ha sido ese viaje?
¿Te has mareado mucho?”...
- “¡Cómo te has estirado hombre... ya casi te
pareces a uno de nosotros!”...
- “¡Cuéntanos de allí! ¿Cómo está nuestra
madre y el padre y los demás?”...
- “Sabes que llevamos planes de que trabajes
con nosotros en el almacén de ramos generales. Lo
tenemos en la esquina de Brasil y Tacuarí. Estamos
necesitando un cadete que se ocupe de llevar los
pedidos que nos encargan. Se trabaja mucho aquí en
Buenos Aires, Pascual y vas a hacer buen dinero. Eso
sí, tendrás que andar mucho en bicicleta y aprenderte
bien las calles. Verás que Buenos Aires es muy

45
grande... no es como Alcorisa... y además, no vas a
encontrar una sola montaña por estos lados!...”
Continuaron

días

de

euforia,

sorpresas

y

acomodos. El acento de la gente llamaba la atención
de Pascual. ¡Qué distinto sonaba su mismo idioma en
esa gran ciudad!... Observaba admirablemente a los
tranvías, se quedaba mirando con asombro cuántos
autos y motos se veían circular. Caminaba fascinado
por las calles enripiadas prolijamente barridas y
limpias, sin dejar naturalmente de plantarse y girar cual
embobado frente a cuánta linda moza paseara por allí.
Aunque, allí en Buenos Aires, debió aprender muy
pronto que la expresión acertada era, es y será: ¡Qué
linda mina!...

El dueño del almacén era Julián. Al igual que él
antes, sus hermanos fueron llegando uno a uno,
muñidos seguramente de todos aquellos certificados
que exigía la Ley de Inmigración, los que acreditaban a
viajeros de excelente conducta, buena salud y aptos
para trabajar en cualquier industria. Así llegó también
Pascual que por ser el más chico, le fue asignado el
oficio de cadete y algunas veces también el de
46
cocinero. Repartía entonces los encargos con una
bicicleta en la que trasladaba una canasta llena de
mercadería. Su orgullo era dejar el pedido en casa del
primer presidente constitucional electo de la historia
argentina moderna: el señor Hipólito Irigoyen.

Muchos años después y ya en su vejez, cuando
corría el año 1985, año en que Pascual enviudó y
perdió también a su hermano Julián, (ya de 93 años),
quiso que yo lo acompañara a la ciudad de Mar del
Plata a visitar a su cuñada Victoria. Recuerdo el
encuentro de esos dos cuñados recientemente viudos.
¡Cómo se abrazaron y lloraron juntos!... Pero les hizo
bien verse y los dos días que estuvimos allí no fueron
todo

lágrimas,

sino

también

largas

horas

de

conversaciones y ejercicios de memoria, de recuerdos,
de añoranzas de España y comentarios de toda la
familia.
No faltó por supuesto la cotidiana macana que
tuve que resolver... La cuento.
Era pleno invierno y hacía un frío acobardante.
Para dormir nos dejaron a mi viejo y a mí la mejor
habitación que tenían en la casa. Era la de María
47
Victoria, sobrina nieta de papá, una joven linda y muy
simpática que desde hacía un tiempo compartía su
pieza con el hombre al que declaraba amar, un flaco
macanudo.

Tenían

su

cuarto

muy

prolijo,

completamente cubierto con una alfombra de gruesos
pelos de lana gris, (lo recuerdo perfectamente) y en el
centro aparecía la cama matrimonial que me tocó
compartir con mi viejo. Los enamorados nos ofrecieron
su habitación con gentileza (no les quedaba otra) y
ellos durmieron apretadísimos en un sofá que tenían
en el comedor, frente al televisor, seguros de
contemplar ese aparato mayor tiempo que otras
noches.
Mi viejo a esa edad, 80 años, tenía dos
problemas que por supuesto para él no lo eran, pero a
mí que me tocó acompañarlo, me pesaron como
nunca. Uno de ellos era que orinaba a cada rato ya con
dificultades prostáticas, es decir lentamente le salían
algunas gotas. El otro, era que tenía una tosecita de
miércoles, acompañada por “catarrina” a la que trataba
de escupir donde le fuera posible, algunas veces en la
tierra,

(según

sus

costumbres

de

campo)

y

48
desparramándola con un pie como para que no se
notara.
A la hora de acostarnos hubo que conseguir un
sustituto de un “orinal” en donde depositar ambos
fluidos en las horas de la noche. Esto fue una botella
de plástico a la que le cortamos la parte de arriba
dejando una buena entrada.
No sólo sucedió que mi viejo orinó y escupió
doce mil veces aproximadamente, sino que en sus
ceremoniosos movimientos me despertaba y me hacia
titiritar porque por supuesto hacía un frío de perros...
Para completar la anécdota, al levantarse Pascual y en
un descuido, pateó el improvisado orinal de pequeña
base desestabilizándolo y vaciándolo completamente
sobre la acogedora alfombra de gruesos pelos de lana
gris...
Salté como un resorte de aquella cama al
escuchar algunas expresiones oportunas para singular
ocasión, de la boca de mi viejo, entre ellas por ejemplo
- “¡Hostias... Coño... Re-Dios!...” No había sido
suficiente con dormir tan interrumpidamente aquella
noche, sino que al levantarme debía resolver dos
problemas

enormes,

que

para

mí

fueron

sin
49
precedentes. El primero de ellos: “Dorita -hija míahazte cargo de limpiarlo con lo que puedas y se te
ocurra...”. El segundo: -“comunícalo a los dueños de la
pieza y pídeles por favor una disculpa”-...
Prefiero no detallar cómo resolví aquello y mejor
sigo con la parada que hicimos antes, en Buenos Aires
y a poca distancia de Brasil y Tacuarí, aquella esquina
que lo recibió a sus 16 años.
Nos encaminamos hacia el “histórico almacén
de ramos generales”. Mi viejo conocía las calles y las
esquinas como si estuviese de repartos en ese preciso
momento. Miraba para todos lados y no paraba de
hablar, a la vez que iba imaginando qué le diría al
dueño del almacén con el que pensaba encontrarse. Al
llegar, notamos que el histórico almacén se había
transformado en un bar. Conservaba el mostrador
grande y la columna central, tal cual aparece en una
foto de aquella época en la que se ve a los tíos y a
Pascual. Pero en esta ocasión había un mozo que ni
se dio cuenta que habíamos entrado. Eran horas de
siesta. Mi viejo encaró hacia el mostrador pensando en
sorprender a quien imaginaba por dueño. El mozo
50
levantó la vista y mi viejo... que ya llevaba una mano
en la solapa de su saco en señal de buen agrandado...
lo saludó diciendo:
- “¡Buenas tardes!”, y continuó: -“¿Oiga... usted
sabe con quién está hablando?...” Agregó:
- “Yo, Pascual Calvo, en el año 1921 fui el dueño
de todo esto!...” y con su otra mano señalaba todo el
local, en un gesto que más parecía indicar las 100
hectáreas de campo que muchos años después llegó a
tener en Villa Ocampo (Santa Fe).
El mozo giró su mirada deteniéndola sobre mí.
En su cara leí: - ¿Vos viniste con él?. ¿Me decís cómo
sigue esto? ¿Qué le tengo que contestar a este
viejo?...
A pesar de mi incomodidad intenté dar una
explicación que contextualizara tan particular forma de
dialogar, y le conté al mozo que se trataba de mi padre
y sus recuerdos de sesenta y tantos años atrás, años
en los que había sido un joven inmigrante, y que había
trabajado muchos años exactamente en ese lugar
donde él lo hacía ahora. El mozo nos atendió con
simpatía y nos regaló el cafecito que tomamos
pausadamente mientras hacíamos tiempo para tomar
51
el colectivo que nos llevaría a Mar del Plata. Mi viejo
disfrutó mucho aquel momento, sin dejar de recordar
aquellos años de pibe de mandados.
Supongo que en aquellos años de cadete de
repartos, surgió su apego por las bicicletas, gusto que
perduró en su larga vida. Ya de viejo y en Reconquista,
tenía algunas ocurrencias para llamar la atención de
los chicos, como por ejemplo armaba una bicicleta con
una rueda chica adelante y una grande atrás y daba
unas vueltas por la vereda. Por supuesto que todos
corríamos a probarla. Otras veces circulaba sentado de
espaldas hacia la rueda delantera, con sus manos
sobre el manubrio y pedaleando en sentido inverso.
Esto resultaba poderosamente llamativo a todos,
incluyendo algunos vecinos del barrio que salían a la
puerta para ver las locuras que se le ocurrían a Don
Pascual.

Pero vuelvo a Brasil y Tacuarí que hay más por
contar todavía...
Algunos

años

transcurrían

en

tanto

los

hermanos trabajaban y desarrollaban el sentido del

52
ahorro. Seguramente que un futuro viaje de visita a
España tendrían todos como ilusión.
Mientras tanto llegaba el tiempo de estar para mozo,
de adquirir un buen traje y también un sombrero...
como para echar pinta.
Pascual pensaba en invertir unos pesos y
satisfacer su pretensión. Además, ya se parecía a sus
hermanos mayores y quería acompañarlos en sus
salidas a los bailes, clubes y por qué no, a algún que
otro prostíbulo? Imagino que sus pasiones juveniles
debió satisfacerlas libremente, cosa que resultaría
relativamente fácil estando lejos de una madre y una
hermana observadoras. Eso sí... había que tener a
mano “la solución de permanganato” y cuidarse mucho
de pescar alguna de esas enfermedades venéreas muy
propias de aquella época.
Así fue como un buen día decidió comprarse el
atuendo que lo igualara a cualquier porteño y lo dejase
con “toda la facha” frente a sus experimentados
hermanos. Claro que, en esto no pensaría el vendedor
que lo atendió aquel día. Más bien, debió haber visto
en ese galleguito toda la inocencia e inexperiencia que
venían al punto, como para enchufarle algo muy
53
pasado de ocasión, algo que habría quedado de clavo
en la trastienda y que seguramente le ofreció a muy
buen precio.
Creo ver a Pascual probándose su primer traje y
sombrero, mirándose frente a un viejo espejo con
renegridas manchas, quizás poca luz, tratando de
verse con toda la facha que nunca había alcanzado
hasta ese día, prestando oído a la parla de un
vendedor inescrupuloso, que le debió calentar la
cabeza con que “pintaba fenómeno”. ¡Otra que
Gardel... Pascual!...
-

“¡Lo compro!”, dijo Pascual.

Vendido, pensó el dueño, (cling ,caja!...).
- “Envuélvamelo bien y me llevo la caja del
sombrero para conservarlo mejor”
Se retiró de allí a la espera de la ocasión en que
estrenar su adquisición. Ahora sentía que era un
adulto, ya no más un imberbe. Se había comprado
aquello con su trabajo, sentía que estaba dando los
pasos correctos para ingresar al mundo de los más
maduros...

54
Llegado el momento, quería sorprender a sus
hermanos. Se les presentó bañado, perfumado,
“empilchado de una” y por supuesto con sombrero.
- “¿Y tú?... - preguntó Manuel - ¿Qué haces así
vestido?...” La mirada supervisora de su hermano no
era precisamente aprobatoria.
- “¿Cómo que así vestido?... Voy a salir con
ustedes. A ver si os apuráis un poco que yo ya estoy
listo y se nos hace tarde”.
- “Mira Pascual... con ese sombrero no salgas a
la calle”, trató de explicarle uno de sus experimentados
hermanos...
- “¿Cómo?... ¿Qué tiene el sombrero?... Es
nuevo y lo he comprado barato...”
- “¡Mira Pascual... con ese sombrero no vienes
con nosotros!...” le dijo enfáticamente Manuel.
De esta rápida manera, es decir sin ninguna
vuelta, sus hermanos lo hicieron caer en la cuenta de
que le habían vendido un clavo por sombrero. Cuando
nos relataba esta anécdota se reía de sí mismo, de lo
ridículo que debía verse y de “lo corta” que se la
hicieron sus hermanos. Y cerraba diciendo: “¡Pero qué

55
hijo de perras aquel vendedor. El muy vivo vio a un
galleguito principiante y aprovechó la ocasión para
sacarse un clavo de encima!”.- “¡Cómo habría sido el
sombrero que me encajó, que nadie quiso salir
conmigo!...”
Pareciera que ésta y otras graciosas anécdotas
alejadas de la nostalgia, le acontecían al joven Pascual
en los primeros años de adaptarse a esa gran ciudad...
Buenos Aires. Tenía mucho por aprender todavía...
sobre todo a no ser tan simple ni tan confiado.

56
CAPÍTULO 6

Cartas de un querido amigo

De España llegaban algunas cartas de los
familiares y también de amigos. La inmensa distancia y
el paso del tiempo paradójicamente señalaban más
aún los lazos y afectos entrañables. Siempre llevamos
muy dentro del corazón a los que amamos. Los
recuerdos

y

las

añoranzas

no

son

fáciles

de

reemplazar ni siquiera por las nuevas vivencias que
tengamos en otro lado del mundo. Se me ocurre, que
es quien emigra al que le toca la difícil tarea de escribir,
no sólo en un intento de acortar la distancia y el
tiempo, sino también por la necesidad de contar algo
de lo poco bueno que trae el desarraigo.
Imagino a Pascual escribiendo y contando de su
nueva vida. Me inclino a pensar que sus cartas estaban
llenas de optimismo, que su juventud y sus ilusiones
filtrarían en cierta forma su tristeza. Me habría
encantado encontrar entre tantos papeles aquellas
primeras cartas, pero es un absurdo ya que partían con
destino hacia el viejo continente.
57
Transcribo a continuación las cartas que papá
conservó de su amigo Francisco Lamata. Algunos
párrafos me impresionan mucho y además me
permiten comprender de manera muy clara, el valor
que tenía en aquellos tiempos, un amigo.
“Alcorisa 27 de Enero de 1923
Querido amigo Pascual, el 13 del presente recibí la
tuya y veo que estáis buenos tanto tú como tus hermanos y
me alegro mucho. También dices que vistes a Olivares y a
Perico y que te dieron mucha alegría al verlos y que les
acompañaste dos días que supongo que os divertirías mucho.
También me alegro mucho que marchéis bien con la
tienda que tengáis y ganéis dinero.
Pascual yo me aburro de estar por aquí y me dicen
mis padres que todo el pasaje no me lo pueden dar pero que
la mitad sí y que si tú me pudieras mandar la otra mitad,
pronto nos veríamos juntos. Porque yo tengo en ésa, dos
primos hermanos de mi padre, que se escriben y mis padres
les escribirían como que salgo para ésa y siempre mirarían
por mí algo.

58
En fin acuérdate del camino de la vuelta, así es que
todo depende de si me quieres mandar la mitad del pasaje,
pronto nos veríamos juntos que sería para mí una alegría.
Sin más por ahora, muchos recuerdos para tus
hermanos y tú recibe el cariño de este tu amigo que te
quiere. Francisco Lamata”.

¿Quiénes

serían

Olivares

y

Perico?.

Seguramente otros dos muchachitos, inmigrantes
ilusionados con América, que al igual que Pascual
vinieron a probar mejor suerte, tal vez se radicaron en
Buenos Aires o estuvieron de paso por allí.
Pascual llevaba alrededor de un año y medio en
Argentina y estaría teniendo nuevos amigos, pero
Francisco era un amigo del alma, de su tierra, de un
pasado reciente. Lo extrañaría mucho. ¿Cómo no
trabajar horas de más y juntarle el dinero para que
viniera?... ¡Si la Argentina daba para todos!...
En tanto que sus hermanos mayores ahorraban
e invertían sus ganancias en el negocio, este buen
muchacho sólo pensaba en juntarle el dinero a
Francisco y mandárselo lo antes posible. Además,
Pascual sabía que organizar el viaje llevaba muchos
59
meses de trámites y que juntar el dinero no era cosa
demasiado fácil.
Diez meses después de la primera carta de
Francisco, Pascual recibe la segunda.
“Alcorisa 8 de Noviembre de 1923
Querido amigo Pascual, el 30 de octubre recibí la
tuya lo que me alegró mucho al ver que estáis bien tanto tú
como tus hermanos.
Pascual también recibí el certificado en el cual me
mandaste el cheque de 200 pesetas para el viaje. Pascual
ahora sí que iré pronto para ésa y nos podremos abrazar no
como se abrazan los amigos sino como se abrazan los
hermanos.
Pascual mi padre va a escribirle a mi tío Manolo a
ver cómo está eso, pues mira Pascual, tú puedes ir a verlo y
le dices que se interese por mí y tú le escribes a mis padres y
tan pronto la tuya reciba, ya estamos sacando el pasaje.
Porque mis padres sí que me dejarán ir allá.
Pascual, queda nada más que 2 ó 3 meses, mira tú
haces conmigo lo que no haría un hermano, pero no tengas
cuidado que yo te lo agradeceré.

60
De lo que me dices que si puedo traer la historia de
España, te llevaré lo que quieras, así que me puedes
mandarme pedir lo que quieras que todo te lo llevaré.
Sin más de particular recibe un fuerte abrazo de tu
amigo. Francisco Lamata.
P.D. La dirección de mi tío es calle Juncal número
2867 Manuel Aisa. Buenos Aires. Contesta a vuelta de
correo y procura que mi tío conteste también a la vuelta de
correo”.

Pero las cosas no siempre salen como se
desean muy a pesar de las tantas ilusiones y los
esfuerzos que hagamos. Muchas veces aparecen los
imponderables que no se resuelven en forma breve.
Pascual permanecía a la espera...
- “Manuel y Julián, por favor estaros bien atentos
al correo y mirad si llega carta de España para mí. No
tengo noticias de mi amigo Francisco y hace casi un
año que no sé nada de él. Le he mandado unas
pesetas para que se venga y no sé lo que le habrá
sucedido”...
Los hermanos se debieron mirar uno y otro.
Posiblemente, Julián comentó a Manuel que Pascual
61
no estaba aprendiendo el sentido del ahorro, que ese
hermano no se les parecía demasiado, que era muy
confiado y que su cabeza no estaría muy bien. ¡Qué es
eso de mandar plata para un amigote que decía
aburrirse... Pues que se busque un oficio, qué joder!...”

Al fin y casi un año después... carta para
Pascual Calvo, Brasil 899.
“Barcelona Septiembre 7 de 1924
Querido amigo. Salud te deseo, la mía buena gracias
a Dios. Pascual la presente sirve para decirte lo primero que
me perdones, lo segundo para contarte el motivo de no
escribirte antes.
Pues bien, apenas me mandaste el dinero nos pusimos
a gestionar el pasaje y por mi edad no me lo quisieron hacer.
Nos enteramos con un señor que iba todos los viajes a ver a
mi tío, que este señor iba en un barco que hacía la travesía
de Barcelona a Buenos Aires .
Pues bien en vista que no podía embarcar decidimos
marcharme a Francia y de Francia ir a ésa y así salir, pero
como no llevábamos ningún papel, no nos los quisieron
hacer, nos detuvieron en dentro de Francia y nos hicieron
62
volver a España y menos mal que no nos hicieron nada y de
regreso nos hemos quedado a trabajar en Barcelona junto
con el Paco, aquél que trabajaba en el garaje no sé si te
recordarás de él que también se vino a Francia conmigo.
En fin, que te quería dar una sorpresa de
presentarme sin escribirte, pero no ha podido ser, qué le
hemos de hacer, seremos carne de cañón si la suerte no lo
remedia, porque Sevilla cada vez está peor, pues que
mataron más gente que es capaz de producir toda la
humanidad.
Porque sitian los campamentos que es una vergüenza
para España.
Pascual nunca dudé de tu lealtad de buen amigo y
más al ver tu generosidad de mandarme lo que te pedí y me
lo mandaste al momento y en cambio tú sí que tienes motivo
para dudar de mí, pero Pascual no dudes que yo siempre soy
el mismo y si no te he escrito antes ha sido por eso y ahora
estoy preparándome para ver si por algún medio pasarme
otra vez a Francia antes de ser carne de fusil. Haré lo que
pueda, en cambio tú ya estás fuera de peligro y no seas
tonto, que no vengas si no se arregla bien todo.

63
Escríbeme pronto, no seas rencoroso conmigo y así
como yo he tardado tanto en escribirte, tú si quieres
escríbeme enseguida.
Pascual ya me dirás de qué forma recibirás el dinero
que me mandaste para yo volvértelo a mandar y te vuelvo a
decir que me perdones por no escribirte antes.
Sin más, hasta la tuya, recuerdos hasta la tuya.
Francisco Lamata. Mi dirección es ésta: Calle Billamarí 104
nº 3 bajo derecha. Barcelona”.

Así es como se frustra lo que para mí habría
sido un emocionante encuentro, de esos que de alguna
forma nos marcan la memoria y afectan el entretejido
de los recuerdos.
Para el año 1924 tanto Francisco como Pascual
tendrían 19 años ya cumplidos. El servicio militar los
estaba aguardando. Uno, sin otra posibilidad que la de
presentarse y no saber cómo seguía, el otro y a la
distancia, pensando en volver o constituirse en un
desertor y hacer todos los trámites correspondientes en
el Consulado Español.
De este modo transcurre un año más.

64
¿Qué

pensaría

Pascual?...

Sentiría

desconfianza, dudaría de la honestidad de su lejano
amigo?... Francisco se habría gastado las pesetas en
otra cosa?...
Quizás, mi padre pensaba en que mejor hubiese
sido guardarse el dinero para un futuro viaje. En fin,
alguna carta más debió enviar a Francisco. ¿Le
reclamaría el dinero, le pediría entregarlo a sus padres
en Alcorisa?
No sé cómo fue esto. A mi viejo el paso de
tantos años se lo había borrado.
¿Qué debías aprender Pascual... Pascual?
¿Qué ser buenazo no siempre es lo que se te
reconoce?...
¿Que el dinero no importa, que más importa
ayudar a un amigo?...
Mejor es olvidar un poco - ¿no Pascual? - total
uno obrará siempre de buena fe, porque así es uno...
¡Qué se le va a hacer!...

Un año más tarde llega otra vez carta para
Pascual Calvo. Brasil 899.

65
- “Pascual fíjate que

en el primer cajón del

mostrador tienes carta de ese tal Lamata. Deberías
insistirle en que te devuelva el dinero, hombre, que
esas cosas no se hacen. -¡Que ha salido bueno ese
gandul!...
“Barcelona 25 de Agosto de 1925
Querido amigo Pascual yo bien lo que deseo en ti.
Pascual el motivo de escribirte es el siguiente, ya no
recuerdo en qué fecha por lo mucho que hace que te escribí
contándote el viaje que hicimos con el Paco, el que estaba en
el garaje y yo a Francia, para no ir al servicio y que no dio
el resultado que esperábamos, que creo ya estarás enterado
por la otra que te escribí y te decía que me dijeras cómo
había de mandarte el dinero que tú me mandaste a la cual yo
no he recibido ninguna contestación, aunque tú hayas
contestado porque me cambié de patrona y si me has
contestado a la que le llegará la carta, ya no estaba yo en
aquella calle porque aquí se puede decir que estamos un mes
en cada casa, porque si en una casa nos cobran 30 pesetas
cada semana por comer y dormir y hallamos ésta, que nos lo
hace por 23 pesetas pues nos cambiamos y así es lo que hice.
Yo te diría contéstame a mi casa o sea Alcorisa, que las
66
cartas que me mandaron allí, me las mandan aquí sin
abrirlas.
Mira Pascual si es que lo necesitas pues dilo que yo
ahora no puedo dártelo y me harías un favor que te
esperases para cuando vengas tú para el servicio entonces te
lo daría yo sin enterarse nadie, pero que si te hacen falta y
no puedes prescindir de ellos, pues yo se los pediré a mis
padres y aunque se enteren me lo darán tan pronto como me
los pidieseis, que mira como te parece mejor, pero que no
dudes de lo que te digo, porque al dudar, prefiero que me lo
pidas a vuelta de correo.
Pascual sabes que el Paco está tan bien en
Barcelona, le buscó el trabajo Toribio Villarroya. También
te digo que embarcan bastantes soldados ahora para
Marruecos. Quizás para cuando tú vengas ya esté todo
arreglado.
Sin más de particular recuerdos para tus hermanos y
tú recibe el cariño de este tu hermano. Francisco Lamata”.

Entre los papeles que se guardaba Pascual no
encontré más de estas valiosas cartas. Mas no es
difícil imaginar el final de esta parte de su historia. Mi
viejo no recuperó su dinero, y segura estoy que le
67
importó muy poco. Tampoco volvió a España para
hacer el servicio. Regresó recién para el año 1952
(treinta años después), y a su querido amigo no logró
encontrarlo.
¡Treinta

años

después...

viejo!.

¿De

qué

acordarse?... ¿No Pascual?... ¿Si Francisco quizás
murió en Marruecos... o en la guerra?. ¡Vaya a saberlo
uno!... ¡Por eso viejo... mejor es olvidarse un poco de
aquello... no? Es menos triste que tenerlo presente.
Además... Francisco siempre te será un amigo de los
años de vivir en España... amigos de esos que no
mueren cuando los guardamos en el corazón!...

Pascual guardó aquellas cartas. Para mí -hoyconservarlas es un orgullo y una preciada emoción,
porque me permiten reflexionar en amigos que se
quisieron

como

hermanos

sobreviviendo

a

sus

caprichosos destinos y al paso del tiempo. Hallo
además otra comprobación más de lo buenudo y
simple que fue mi viejo, y de aquel “cero sentido de
frustración” con que me gusta caracterizarlo.

68
CAPÍTULO 7

Mirando a Buenos Aires

Pero volvamos a sus 20 años, años de porteño,
entre cartas de recordados amigos, alguna linda mina,
la voz internacional del morocho del Abasto, las
orquestas de tango, el trabajo y la compañía de sus
hermanos mayores, que como decía Francisco...
siempre mirarían algo por él ...no?

En estos años se le pegó el gusto por cantar
tangos y milongas, gusto que le duró de por vida.
Recuerdo las expresiones y gestos que le ponía a cada
letra que cantaba y los pasos de tango con los que se
deslizaba mientras se hacía el interesante. Cuando
terminaba con sus interesantes demostraciones, decía
alegremente: -“¡Ay... qué tangazo!...” y sonreía... feliz
de la vida. Yo me quedaba mirando a ese español que
era mi padre, al que tanto se le había pegado lo
porteño, y pensaba: ¡Qué lindo viejo... qué bien te pegó
la Argentina!...
69
- “Flaca, fané y descangallada, la vi esta madrugada
salir del cabaret ... / fea, tres cuartos de cogote y una percha
en el escote, debajo de la nuez .../ parecía un gallo
desplumao, luciendo al compadrear su cuello picoteao ... / yo
que sé cuando no aguanto más, al verla así.. rajé, pa no
llorar.../ y pensar que hace diez años fue mi locura, que
llegué hasta la traición por su hermosura ...”
- “Aún recuerdo aquella noche bien juntito a la
vidriera.../ y en susurros me decías ... ay querido... si vos
pudieras .../ aquel tapado de armiño todo forrado en lamé.../
que tu cuerpito abrigaba, al salir del cabaret... / tu tapado de
armiño me salió más caro que tu amor... / pues el tapado lo
estoy pagando todavía.../ y tu amor... tu amor ya se acabó...”
- “Ay morena... morenita meuo amor ... / túme dices
que me quieres morena... / pero es mentira morena... mentira
morena.../ amores no... amores no...”
“Y estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando.../ por lo
que tú más quieras, hasta cuando, hasta cuando .../ y así
pasan los días... y yo desesperando... y tú, tú contestando.../
quizás... quizás... quizás.../ quizás... quizás... quizás...

70
Pascual siempre me pareció el más divertido y
despreocupado de los cuatro hermanos. Manuel en
cambio, era el maduro, el pensante, el intelectual, el
que se había venido sólo con 14 años. Al poco tiempo
que mi joven tío desembarcó, lleno de las ilusiones
propias de los que venían por una vida nueva, su salud
enfrentaría un fuerte contratiempo obligándolo a
cambiar de planes. Enfermó de una fuerte neumonía
que lo dejó marcado el resto de su vida. Hablaría
siempre

muy

bajito.

Los

médicos

entonces

le

recomendaron para su mejoría que se fuera a vivir a
lugares de clima frío y seco. Así es como el jovencito
Manuel volvió a España enfermo y al cuidado de su
querida madre. Luego de permanecer casi dos años en
los que efectivamente su salud mejoró, y ante el temor
de

cumplir

con

el

servicio

militar

allí,

retorna

nuevamente a Argentina, al almacén de Brasil y
Tacuarí.
A pesar de su frágil salud, ahora el tío estaba
más decidido a superarse que cuando era un niño de
catorce años. Le gustaba mucho leer, entendía de
política, simpatizaba con los ideales socialistas y
aprovechaba muy bien su tiempo ya que en las noches
71
estudiaba Teneduría de libros, por correspondencia.
Tenía alma de contador y era un hombre prolijo, fino y
de buen gusto. Para mí, era el tío más lindo!... y el que
se preocupaba mucho por su hermano Pascual, que al
parecer... vivía bastante en una nube!...
- “Óyeme bien Pascual”, dijo Manuel, -“una de
estas

mañanas

iremos

al

Consulado

español.

Tendremos que hacernos un tiempo para hacer
averiguaciones y trámites. Como ya lo sabrás, tú y yo
somos desertores para el gobierno de España. Allí
dejaremos claro que hace años que estamos en la
Argentina y que tenemos intenciones de seguir
trabajando en Buenos Aires. Llevaremos todos los
certificados y permisos que nos dieron en España,
cuando nos embarcamos”.
Así es que luego de algunas mañanas de largas
horas en el Consulado General de España, Manuel y
Pascual consiguieron los siguientes certificados:
“El cónsul general de España en la República
Argentina: Certifico que en el archivo de este Consulado
General y entre los expedientes correspondientes al año
1926 existe uno bajo el número 132 que copiado dice: “ El
72
Cónsul General de España en la República Argentina
certifica que en esta fecha, ha sido tallado y reconocido en
esta cancillería el mozo Pascual Calvo Gamón, hijo de
Joaquín y Concepción, natural de la parroquia de Alcorisa,
provincia de Teruel, de 20 años de edad, profesión
empleado, de estado soltero, inscripto en el registro de este
consulado con el número 5421 del actual ejercicio,
domiciliado en Brasil 899 el cual mide la estatura de 1.630
m y resulta útil para servicio auxiliar, según los certificados
facultativos y de medición toráxica que se acompañan
firmados por los Doctores A.A. Martínez y J. Torrontegui,
médicos de este consulado. Dicho mozo manifiesta que su
residencia en esta República no es eventual sino permanente
en razón de la ocupación a que se dedica y nombra para que
lo represente en el acto de la clasificación y declaración de
soldados a Don Joaquín Calvo. Buenos Aires 28 de Enero de
1926. Cónsul General José Buigas”.
“El que suscribe, médico del Consulado General de
España nombrado por R.O. de 19 de Agosto de 1923
certifica que el quinto Pascual Calvo Gamón de 20 años de
talla 1.630 metros con un perímetro toráxico de 0.93, natural
de Alcorisa provincia de

Teruel, hijo de Joaquín y
73
Concepción, resulta que del examen practicado se halla
comprendido en la clase y orden E. Arto. 45, resultando útil
servicio auxiliar. Várices voluminosa pierna izquierda.
Varicocele. A solicitud del señor cónsul General expido este
certificado en Buenos Aires a 28 de Enero de 1926. A:A:
Martínez.”.
“El que suscribe médico del Consulado General de
España nombrado por R.O. de 23 de Noviembre de 1911
certifica que el tercero Manuel Calvo Gamón de 24 años de
talla 1.730 con un perímetro toráxico de 0.93, natural de
Alcorisa provincia de Teruel, hijo de Joaquín y Concepción,
resulta que del examen practicado se halla comprendido en
el grupo 111 orden E resultando útil servicio auxiliar.
Várices voluminosas en la pierna izquierda. A solicitud del
Sr Cónsul General expido este certificado en Buenos Aires a
28 de Enero de 1926. J Torrontegui. Concuerda con su
original a que me remito y para el interesado expido este
certificado que firmo y sello en Buenos Aires a 28 de Enero
de 1926”.

Estos certificados están escritos a máquina.
Pegado al sello de la primera carilla observé una nota
74
en lápiz con letra desconocida, que dice: Debe
presentarse en el consulado de Buenos Aires antes del
30 de Abril de 1930.

Quiero destacar que en el año 1926, en tanto
que el joven Pascual Calvo de 20 años de edad, de
1.630 mts de altura, soltero, de profesión empleado...
(y que parecía vivir bastante en una nube!...) y,
mientras que su pensante hermano lo aconsejaba e
instaba a gestionar certificados que lo declararan útil
para el servicio auxiliar, (¡qué sé yo qué era esto!)... en
la Villa de Alcorisa... se gestaba dentro de la panza de
una señora llamada Carmen una preciosísima niña que
saldría al mundo el 12 de Octubre del mencionado año.
El nombre de la preciosa sería Pilar. Pero de ella voy a
escribir mucho más adelante...
Entiendo que mientras Pascual trabajaba de
cadete, realizaba gestiones en el Consulado, bailaba,
cantaba y quizás adquiría un mejor sombrero, sus
hermanos mayores obraban como más adultos...
Julián era muy diferente a Manuel. Era un
convencido de que las horas debían invertirse en el
trabajo, fundamentalmente, en ahorrar. Era de los que
75
pensaban que la vida da muchas vueltas y siempre es
bueno tener unos pesos por cualquier cosa que ocurra.
Y de llegar a suceder... pues habrá que encontrar la
manera de no gastarlos... .pues sino... coño... ya no
serían ahorros!... ¡ Era un tío muy agarrado!, (y desde
este mundo te pido disculpas querido tío, pero es que
tengo miedo que no se entienda la idea... sabes?).
Además este tío había cumplido en España con el
servicio militar y entonces quería volver luego de
algunos años de mucho ahorrar...
Así es cómo entre idas y venidas, al menos
durante un tiempo, cuatro de los seis hermanos Calvo
que habían nacido en Alcorisa y en la provincia de
Teruel, estuvieron juntos en el almacén de Brasil y
Tacuarí, en Buenos Aires, Argentina. Recuerdo una
foto de los cuatro en la que se ve un mostrador grande
y unas estanterías muy antiguas junto a la pared llenas
de frascos y botellas de licores, muy propio de los
almacenes españoles de aquella época.
¡Cuatro gallegos solteros, simpáticos y alguno
con plata !
¡Qué oportunidades para las porteñas del
barrio!...
76
¡Fantástico, chicas de tacones altos, medias de
seda y un buen escote. A bailar muy bien el tango, que
a alguno de ellos van a conquistar!...
¡Dale

vos

Gumersinda,

con

esas

piernas

hermosas que tenés y que te las mira mucho Pascual.
Seguro que lo podés enganchar... no dejes de
coquetearle que se le nota a ese gallego las ganas de
vos que tiene!...
Gumersinda debió ser una mina como pocas (de
esas que no sólo bailaban a la perfección sino que
además contaba con envidiables piernas para hacerlo),
perseguida por algunos cuantos porteños y también
por un gallego desesperado... Pero de esta historia yo
no quise saber ni los detalles... aunque Pascual me los
habría contado sin problemas.
Sin embargo aquellas chicas pronto debieron
caer en la cuenta, de que a esos gallegos podían
enseñarles a bailar tangos y milongas... también
podían aceptarles algunos tragos que ellos les
pagarían de puro jugarla de caballeros... Además y si
lo preferían, podían disfrutar de otros placeres más que
la buena vida ofrece... mas los gallegos eran durísimos

77
de casar... con aquello de que España... y España... y
la sangre de la tierra que tira...
-“¿Querrán minas gallegas, éstos?..., debieron
preguntarse...
-¡Maaa sí... vuélvanse al barco... o mejor...
váyanse al carajo!...

78
CAPÍTULO 8

Caminos diferentes

Con el pasar de algunos años de trabajo,
ahorros y bastante juerga en aquel histórico almacén,
aparecieron los deseos de trazar planes distintos.
Aquellos hermanos que habían unido sus fuerzas para
enfrentar un país tan grandioso como la Argentina de
esa época, ahora pensaban en separarse.
José fue el primero en regresar a España, se lo
había prometido a su novia Ramona que lo esperaba
fielmente. Pascual contaba que este hermano quería
volver, que no estaba muy a gusto, además tenía
fuertes

ideas

políticas

de

las

que

no

quería

desprenderse. Lo cierto es que regresó pronto, se casó
y formó su familia. Es muy poco lo que sé de este tío y
claro es que no lo conocí, pero me gusta mirar una foto
que le envió a Pascual con fecha 11 de mayo de 1927.
En ella se lee: “A mi querido hermano Pascual, tu
hermano que te quiere: José Calvo”. Su letra es
prácticamente idéntica a la de mi padre. Al mirar su
gesto me impresiona a hombre bueno. Tenía los ojos
79
claros. Julián también quiso volver y estar con los
suyos.

Tenía

fuerza

y

juventud

para

hacerlo.

Problemas con ingresar a España no tenía y lo que sí
tenía “mi tío agarrado”, era dinero para empezar algo
allí. Llevaba idea de instalar un puesto de venta de
combustible para autos. Sabido es que el mundo se
estaba llenando de coches y esto, sí o sí, sería un
buen negocio.
Don Joaquín y Doña Concepción lo recibieron
con felicidad. La Argentina les devolvía al hijo mayor,
que volvía como a quien le ha asentado bien el emigrar
hacia otras latitudes, transformado en un hijo adulto y
muy prosperado. En sus ya envejecidos años, Julián
les brindaría cierta protección que seguramente la
necesitaban mucho.
Así fue. Julián vuelve a España, fuerte, joven,
soltero, con plata y con ganas de instalar una
gasolinera en Alcorisa, (ideal situación para cualquier
moza casamentera... Mejor... Imposible!). Su pronto
casamiento con Victoria fue además una excelente
sociedad, no sólo porque ella crió a los tres hijos que
tuvieron: Magdalena, Asterio y Julianín, sino porque
Victoria se parecía a su marido. Era valiente y de
80
carácter fuerte, apoyó a su marido en todo, luchó a su
lado hasta lo último y cuidó muy bien de su dinero, aún
de sus propios hijos, los que con el tiempo se las
ingeniaron para ratear algunas pesetas, sobre todo,
Asterio, y sin un gramo de culpas!...
Manuel y Pascual en cambio no regresaron. El
sólo hecho de hacer el servicio militar los detenía.
¿Qué significaba prestar este servicio al gobierno de
España en aquel tiempo?... ¿Cuánto se le temía?...
Pascual releería las cartas de Francisco donde le decía
que embarcaban muchos soldados hacia Marruecos,
que no volviera, que esperara a que todo se arreglara.
Tengo la impresión que el tío Manuel se
desarraigaba sin demasiados conflictos. Tal pareciera
que lograba verse cómodo y sin tantas nostalgias en
este país. Quizás pensaba más fríamente. Había
completado sus estudios en contabilidad y quería
ejercer como tenedor de libros en algún negocio
importante. Para su suerte, se enteró que se
necesitaba gente con esos estudios en una ciudad
pequeña

y

lejana

a

Buenos

Aires

llamada

“Reconquista”, ubicada hacia el norte de la provincia de
Santa Fe. Allá fue, ya que había aprendido, quizás del
81
propio Julián, el valor que tiene el arriesgarse y
emprender de frente los nuevos desafíos que la vida
trae. Es así que al poco tiempo, lo encontramos
ejerciendo sus conocimientos en esa alejada ciudad
norteña, en la firma Lanteri Hnos., ubicada en las calles
Belgrano y Habbeger Posteriormente trabajó en una
famosa tienda de la misma ciudad, la tienda de Don
Moisés Gazze. También necesitaban allí un tenedor de
libros de mucha confianza. La persona que venía
realizando ese trabajo se trasladaba a otra ciudad y
entonces recomendó a su dueño, nada menos que al
joven y apuestísimo Manuel Calvo.
Finalmente los hermanos Calvo se separaron,
vendieron el almacén de ramos generales, repartieron
las cosas como les pareció mejor y a empezar de
nuevo. Abandonaron Buenos Aires, sus clubes, jodas,
bulines, trajes y sombreros. Nada o muy poco se
llevaría Pascual del histórico almacén de Brasil y
Tacuarí, ya que, poco o nada sería lo que habría
ahorrado, (muy a pesar de los esfuerzos de Julián en
enseñarle este valor). Creo que además de faltarle la
compañía de sus hermanos, otra de las cosas que
lamentaría mi viejo, quizás fue la pérdida del trabajo
82
conductista que ellos habían pensado para él. ¡No más
el chico de los repartos!... ¡No más... de cocinero!...
Tomó sus pocas cosas y partió en tren hacia un
pueblucho,

país

empleados.

Más

adentro,
o

menos

donde
para

el

necesitaran
año

1930

encontramos a Pascual en “Banderaló”, provincia de
Buenos Aires, pueblo cercano a General Villegas,
provincia de Buenos Aires.
Nunca manifestó mi viejo disconformidades o
quejas en cuanto a la disociación del almacén. Por lo
menos yo, jamás le escuché una crítica con respecto a
la forma en que se repartieron los pesos de aquellos
años de trabajo. Quiero decir, que no sé cómo fue la
cosa, sin embargo y como entreviendo repartos justos,
digo que Pascual siempre quiso mucho a sus
hermanos, nunca los dejó de admirar y recordar, sobre
todo, a Manuel. Esto notaba yo cuando era chica. La
opinión del tío era muy tenida en cuenta por mi papá y
además, cuando venía a visitarnos, mi viejo sentía una
alegría inmensa que me trasmitía fácilmente. Todos
esperábamos su llegada, (yo además esperaba que
me regalara una muñeca que hablara). Según me
pareció siempre, creo que el tío Manuel funcionó por
83
mucho tiempo como una especie de tutor - guía para
su hermano, al menos en aquellos años de ridículos
sombreros y de juventud en una nube... Entendí el
dolor que mi papá sintió al fallecer su hermano. Lo vi
realmente llorar... Comprendí la pérdida... Su ropa la
usó en ocasiones especiales...

Transcribo ahora una carta que encontré entre
los papeles de Pascual. Es de su hermana Concha, la
única hermana que tenía en España y que nunca viajó
a la Argentina. No tiene fecha. Supongo que la envió
en aquellos años en que los hermanos Calvo se habían
separado intentando caminos diferentes. Tal pareciera
que poco se sabía de Pascual.

“Queridos hermanos, nosotros bien lo que deseamos
en vosotros.
Hace bastante recibimos carta de Manuel con sus fotografías
en las cuales estás muy bien y muy guapo, nos dieron una
alegría muy grande, te he puesto en un marco encima de la
cómoda y pareces que se nos ríes cuando te miramos y si

84
todo lo que le decimos a tu foto lo oyeras tú, con seguridad
que te reirías.
Manuel creo recibirías la felicitación que te
mandamos para el día de tu santo y cómo puedes ver nos
acordamos mucho de ti, decirte mucho es poco, nos
acordamos constantemente.
De Pascual lo mismo, nada más que como es tan
perezoso para escribir se pasa el tiempo sin tener carta suya,
sin darnos cuenta a lo mejor casi el año. Pascual esperamos
carta tuya, no nos la hagas esperar mucho tiempo que
estamos siempre ansiosos de tener noticias vuestras.
Como ésta la recibirás por los días de tu santo, te
felicito en ella y te deseo pasar un feliz día y te pido tengas
para nosotros un pensamiento ya que otra cosa no te será
posible, nosotros nos acordamos siempre, pero en los días de
vuestros cumpleaños o tal como el de vuestro santo, más.
Pascual espero una carta tuya muy larga en la que
creo me contarás algo de tu vida que permaneces callado y
también te pido tu foto, con que a ver si eres bueno y me
cumples en darme lo que te pido.
Sin nada más, cuidaros mucho y recibir el cariño de
vuestra hermana que nunca os olvida. Concha Calvo.

85
Queridos hermanos: yo bueno, lo que deseo en
vosotros. Sólo dos líneas para demostraros que no me olvido
de vosotros. Recibimos la vuestra con las fotos de Manuel,
sólo nos falta la de Pascuale.
Yo llevo siempre la monótona vida de siempre.
Manolo.”

Esta

carta

no

tiene

fecha

ni

demasiado

contenido, pero sí mucho afecto. Denota a una lejana
hermana, muy católica, cariñosa y bastante aburrida,
extrañando a sus hermanos y hablándoles a sus fotos.
Supongo que al no hacer ninguna referencia a Julián,
ni a José, es porque estarían de regreso en España.
Mientras fui chica no sentía cariño por esta
lejana tía. Cuando miraba su foto de buena moza su
rostro me resultaba tenso, frío, siempre pensé que
sería amarga y estricta. Frente a mis ojos tengo más
cartas de ella. Al comparar su letra a través del tiempo,
noto en las últimas una letrita chiquita y muy
temblorosa. Transcribiendo aquélla que me parece ser
una de las primeras, intento una especie de disculpas
por los escasos sentimientos que tuve para con esta
tía. Actualmente se me han modificado... Ahora que ha
86
pasado el tiempo alcanzo a entender el cariño que
sentía por sus hermanos, a los que había visto nacer y
crecer junto a ella, con los que habría jugado como la
única niña de la casa rodeada de cinco hermanos
varones que la perseguirían siempre. La vida casi la
deja sin ellos. A casi todos los despidió para la
Argentina, sólo dos volvieron a su lado y otros dos
murieron en la guerra...
Vuelvo a mirar su rostro en la foto y me parece
dulce....

87
CAPÍTULO 9

Banderaló

Viajaría si pudiese hacia atrás y en el tiempo
rumbo a Banderaló, provincia de Buenos Aires. Me
gustaría conocer ese lugar y recorrer sus calles
maginando lo que habría sido en aquellos años en que
Pascual vivió allí. Quiero escribir todo lo que pueda
recordar de las muchas cosas que él contaba de aquel
pueblo tan distinto a Buenos Aires, con calles de tierra,
pobladores más pobres y trabajadores, donde las
cosas sucedían lentamente o más bien había que
provocarlas, donde un comisario tiene la última palabra
y donde tener una buena moto era “lo más ”!
Allí

estuvo

Pascual

unos

cuantos

años

trabajando con patrones extraños. Ahora sí necesitaba
ahorrar un poco de lo que ganaba. Debió pagar por
una pieza de la casa que compartía con otros
muchachotes. Necesitó hacerse lentes. Posiblemente
también renovó el traje y el sombrero. Y no quiero
olvidarme de mencionar que debía mantener a su
88
mascota preferida de aquel tiempo, es decir una
espectacular Harley Davison de 1200 c.c. y con side
card que, según las fotos de la época, parecían
destacarlo entre los más facheros del pueblo...
Esta etapa de su vida era también muy
felizmente recordada por él. Ahora se manejaba solo y
con su propio criterio. Aprendió a ser independiente. Se
hizo de dos amigos muy queridos: Rosendo y Freddy, y
también de otros amigotes más que lo llamaban
“gallego”. Siempre venían a su pieza a escuchar los
chistes del gallego o salían por el pueblo a darse unas
vueltitas. En las noches de verano el calor era
sofocante. A partir de cierta hora se interrumpía el
servicio de luz en las calles quedando el pueblo a
oscuras hasta el amanecer. Los vecinos encendían
lámparas, soles de noche o lo que se tuviera.

Pascual relataba muchas anécdotas de aquellos
años, siempre con gran sentido del humor y disfrutando
al revivirlas. Nos contaba que vivía en una casa muy
grande con un negocio adelante y varias habitaciones
en la parte de atrás, una era de él. No sé cómo se la
arreglaba para limpiar y cocinar toda la muchachada,
89
Pascual jamás se extendía su cama. La pieza del
gallego resultaba el lugar de reunión en el que se
planificaba toda joda y también se lamentaba algún
amor no correspondido o contrariado. Su cama sería
silla de un montón de muchachotes, así que ¿para qué
extenderla?, si cualquiera la distendía en cualquier
momento. Además, a Pascual le daba lo mismo, al
llegar cansado de trabajar no pensaba demasiado en
esos detalles.
Nunca descubrió al autor, pero parece que
alguno quería corregirle un poco aunque no más fuera,
tanta desprolijidad. Una noche al llegar, mientras
pensaba en acostarse en pocos minutos más, se le
ocurrió acomodar un poco la despelotada pieza.
Coincidentemente esa noche no tenía la visita de
nadie. Al retirar la sábana para ventilarla un poco... ¡Oh
sorpresa !..., lo esperaban debajo de ellas unos
cuantos huevos de gallinas, bien distribuidos y listos
para recibir a Pascual y hacer de él una especie de
tortilla u omelette.
¡...Ojo Pascual!... Casi te mandaste?...
¡Huuuy, ¿es hostias?!... Lo que podría haber
sido... un empaste baboso que te hubiera costado un
90
baño de esos únicos en la vida, de esos que no te
darían ganas de cantarte un tango, quizás sintiendo
alguna carcajada en el patio o en otra pieza.
¡Hijos de perras!... ¿Quién se la pensó a ésta?
¿Habrá sido Rosendo o el Freddy? ¿Quién otro?
¡Nunca lo sabrás Pascual!... Cuando quieras
averiguarlo, van a poner todos esas caras de
“pelotudones babiecas desentendidos” (expresiones de
Pascual), mejor pensáte algo y alegráte de que no te
agarraron!
¡Tranquilo Pascual, no digas nada, como si esos
huevos nunca existieron. ¿Quizá tengas alguna pista
mañana? Aguantátela gallego. Además, te gustan los
huevos fritos, mandáte tres o cuatro con el aceite bien
caliente y a dormir!... ¡Mañana veremos!...
Algunos días pasaron y nada de nada. Entonces
había que pensar en el contraataque. ¿Qué se te
puede ocurrir Pascual?...
¡Pensala bien, no te puede fallar, tiene que caer
el de los huevos, deja pasar unos días como para que
se olviden del asunto y mandáte con eso que tu
cabezota está pensando y no te rías por adelantado...
esperá!...
91
Unos días más adelante...
- “¡Che Freddy!, el gallego dijo que tiene unas
cervezas en la pieza para esta noche. ¿Vos qué haces
, venís?”, preguntó uno de ellos.
- “¿Por qué no?, si el gallego invita!...”
El calor los acompañaba, andar descalzos y con
poca ropa era lo esperado en aquel conventillo, el patio
de la casa era el lugar más fresco, no se cerraban las
puertas de las habitaciones.
Como vendrían los muchachos, Pascual, simuló
limpiar un poco la pieza, fundamentalmente se ocupó
de baldear bien el piso de la entrada y además,
conectó al picaporte por el lado de adentro, un cable de
corriente continua de 110 voltios... y entornó la puerta.
¡El patadón , carajo - pensaba Pascual - no te
mata pero te va a sacudir un rato y a lo mejor cantes
quien fue “el de los huevos”!
¡Quedáte esperando Pascual y escuchá los
silbidos y tarareos de los que van llegando!...
- “Larai... larai... larai... ayyy, ... la p... carajo
gallego!...”
- “¡Eh!..., ¿qué pasa?, ¿por qué gritas?”

92
- “¡Cómo qué pasa, güevón, le pusiste corriente
el picaporte?!...”
- “Ja ja ja... - pasá, pasá y decime una cosa
hablando de güevones : ¿Vos fuiste el de los
huevos?...”
- “¿Qué?... No Pascual. ¿Qué huevos? ¿De qué
hablás?... No, yo no fui !”.
- “Pero -insistía Pascual con su dedo apuntado y
su mirada fija: -a mí me dijeron que vos fuiste el de los
huevos”.
- “No gallego, te digo que yo no fui”.
- “Bueno pasa y cállate la boca que viene otro y
escucha el alarido que va a dar éste ahora...”
Otro se acercaba ...
- “Guauuuuuh!... carajo, que te parió!...”
Así cayeron unos cuantos y aunque nunca supo
quién fue el autor de “los huevos”, tal cual sus planes,
les surtió un sacudón y se les rió en la cara...

Allí en Banderaló, la vida transcurría demasiado
tranquila. Poco había en ese pueblo de lo que había
sido Buenos Aires. Es decir, la muchachada tenía que
pensar mucho más en qué entretenerse, idear algún
93
partido de fútbol, tomarse algún trago en alguna
cantina o rajarse a General Villegas en la Harley
Davison aunque esto sería más de los fines de
semana, supongo. En las noches muy calurosas era
agradable sentarse en la vereda a tomar aire fresco.
Sacaban entonces varias sillas y charlaban de
cualquier cosa. Como el servicio de iluminación se
suspendía un rato antes de la media noche, se podía
estar casi desnudo, es decir en calzoncillos y sin
problemas. Además, aquella casa en la que vivían
Pascual y sus amigos, estaba ubicada al final de la
calle y del otro lado continuaban terrenos del ferrocarril.
La gente paseaba habitualmente por allí y más o
menos en esa cuadra se pegaba la vueltita, pues se
terminaba el caserío y la poca luz con que contaban.
Pascual, el Freddy, Rosendo y otros, estaban muy
frescos y conversadores una noche como tantas otras.
Entre charlas y comentarios el sueño iba llegando con
algún bostezo y un poco de aburrimiento. Esa noche
los últimos en entregarse al descanso fueron Pascual y
Rosendo. Era muy agradable estarse prácticamente
desnudo y tomando aire fresco. Adentro de las piezas
el calor era insoportable. Los acompañaba una luna
94
muy clara, el canto de alguna rana en las cunetas y
algunos vecinos que paseaban por allí cerca. El
comisario con su flamante esposa y su cuñada también
lo harían esa noche...
- “Rosendo, yo me voy a dormir, tengo un poco
de sueño”, dijo Pascual.
- “Bueno gallego, yo me quedo un rato más y
después cierro todo”, contestó Rosendo. Era cierto que
Pascual tenía un poco de sueño, aunque no el
suficiente. Se le ocurrió cerrar con llaves la puerta e
imaginar a Rosendo en ciertos apuros... Esperó un rato
allí detrás de la puerta y se aburrió como un chico que,
jugando a las escondidas, pasa el tiempo y nadie lo
encuentra. ¡El muy crápula se mandó a dormir y
olvidóse del asunto!...
Lo que Pascual no imaginó es que el comisario y
su

esposa

caminarían

por

allí

hasta

llegarse

propiamente a los terrenos del ferrocarril. Rosendo
veía que los caminantes avanzaban por la vereda y se
dio un changüí, total, pensaba, “a unos metros de
distancia hago dos pasos y me meto adentro”. Evitaría
así que se lo viera en paños menores, sobre todo la
primera dama del pueblo.
95
La noche estaba espléndida, su clara luna
invitaba a caminar e iluminaba el sendero de los que se
amaban, y también de los que retozaban aburridos y
solitarios en las veredas ...
“¡Caramba!, pensó Rosendo viendo a los
caminantes bastante cerca , ¡estos dos vienen
agarraditos y no se pegan la vueltita!”.
“¿Y quién será esa mujer que viene con ellos?”.
“ Bueno, llegó el momento, ahora sí me meto
adentro”.
“¡Uyyyy la puerta está cerrada, carajo!... Toc,
toc, toc...¡Gallego abríme, te dije que yo cerraba...
abrime... abrime carajo... no te hagas el güevón!...
Pascual

no

escuchó

jamás

este

pedido

desesperado de Rosendo, ya no estaba detrás de la
puerta sino largo en su cama, relajado y tranquilo. Su
despertador había sido puesto para que sonara
temprano al otro día y el tic tac de sus agujas
centinelas... invitaban al descanso.
¡Qué desesperación... Rosendo. ¿Qué haces
ahora?...¡Ya están acá y vos en calzoncillos!... ¡Te ven,
te ven... corre, corre!... ¡Date cuatros zancadas, cruzá
la calle y tiráte a la cuneta de enfrente... qué se yo!...
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Y durmieron juntos

  • 1.
  • 2. Dora Calvo Y durmieron Juntos Con prólogo del Sr Juan Ignacio Alvarez Gortari Cónsul General de España en Rosario Rosario, Santa Fe Año 2006 1
  • 3. Dedicado a aquellos esperanzados inmigrantes españoles que el paso del tiempo transformó en recuerdos “ vivir también es ... una reconstrucción de recuerdos ...” Agradezco a quienes hicieron posible la edición de este libro, especialmente al Consulado General de España en Rosario y a mis cuatro hermanos 2
  • 4. Prólogo Se conocieron en Alcorisa, pueblito de la provincia de Teruel, en el Bajo Aragón. Él había llegado de Argentina a visitar a su familia y a convencer a sus próximos de que le acompañaran en su regreso, para instalarse también en la tierra de promisión. Ella era profesora, con un agudo sentido artístico y buena pintora. Fue un amor a primera vista. Se instalaron en Reconquista, al norte de la provincia de Santa Fe. El hombre trabajó muchos años en el campo y dejó fama de honrado, serio, fiable y trabajador. La mujer se ocupó abnegadamente de la numerosa prole, que procrearon juntos, a la que cuidó, atendió, mimó y sacó adelante. Era una de aquellas mujeres de gran temple, acostumbrada a trabajar en silencio y a vivir más ocupada de los demás que de sí misma. Una de sus hijas Dora Calvo, recuerda en estas páginas los pormenores de aquella historia de una familia de inmigrantes aragoneses. La suya. Es la historia de un amor. De un gran e inolvidable amor. Y durmieron juntos... Juan Ignacio Alvarez Gortari Cónsul General de España en Rosario 3
  • 6. Día del padre 16 de Junio de 2002. Pronto se cumplen diez años de quien fuera el mío. El presente testimonio va a cuenta de lo mucho que lo extraño e influye sobre mí su recordada vida. Con mucho amor a Pascual Calvo. 5
  • 7. CAPÍTULO I Pascual Hace tiempo ya que escribo algunas cosas, sin embargo, la necesidad impera y esta vez deseo escribir una amada historia... una historia que se me presenta como un proyecto ambicioso y gratificante. Es que intento luchar contra el olvido porque estoy convencida que nadie muere en este mundo mientras haya otro que lo recuerde y lo retrate en la escritura. Mi viejo fue un tipo simple y extremadamente simpático, poco pensante, terco, muy conservador y sin ningún sentimiento de frustración, por eso creo que su historia es especial, quizás la más linda de las pocas historias personales que conozco, de manera vívida. En función de ello escribo ya que su historia es también la mía y por lo tanto forma parte de mi identidad. Él fue un ser feliz y una historia feliz siempre viene bien... no? Trabajó afanosamente el campo, arregló tractores, arados, motos, bicicletas y cualquier cosa que de hierros se tratase. Un simple tornillo, clavo, 6
  • 8. pinza y cualquier herramienta eran de mucho valor para él, a tal punto que detenía su caminar para levantar del suelo una arandelita insignificante, un trozo de alambre o un clavo torcido que luego enderezaba. Coleccionó más hierros, herramientas y motores que cualquier desarmadero de gitanos. Tenía una llave con diez bocas de diferentes tamaños, útil para arreglar “lo que se te ocurra”, decía él. Era como su mascota preferida, la llamaba “la llave de 100 bocas” y para identificarla rápidamente en semejante colección la había pintado de un rojo muy vivo. Pascual nació un 17 de Mayo de 1905 en España, cuando se iniciaba el siglo XX, en Alcorisa, provincia de Teruel y región de Aragón, y fue el quinto hijo vivo de Doña Concepción Gamón de 36 años y de Don Joaquín Calvo de 42. Don Joaquín nació en 1863 en Gargallo y Doña Concepción en 1870 en Montalbán. Desconozco cómo se conocieron mis abuelos y cómo fue 10 esa historia de amor. Pascual comentaba muy poco, tal vez porque era muy poco lo que sabía, creo que no averiguó demasiado... no tuvo tiempo... Sin embargo, imagino que debieron casarse muy jóvenes según las buenas costumbres de aquella 7
  • 9. época, es decir por iglesia católica y para toda la vida... Sé que tuvieron muchos hijos y hasta mellizos, algunos se les murieron al nacer o de muy chiquitos y de cualquier enfermedad, para la que aún no existían vacunas en aquel tiempo. Esto, lo contaba papá, decía que su madre había sufrido mucho con todo esto, sin embargo no se le retiraban las ganas de tener hijos. Al último lo llamaron Joaquincito y lo tuvo casi a los 50 años, de lo que deduzco su maravillosa fertilidad y el deseo interminable de su amante esposo. De chica no sentía demasiado afecto por estos abuelos desconocidos, lejanos y fallecidos, sin embargo me gustaba mirar una vieja foto en la que Don Joaquín aparecía muy viejo y serio, junto a su esposa y los dos hijos más pequeños. Siempre pensaba que ese hombre poco tenía que ver con la imagen que yo tenía de mi padre, sin embargo me hubiera gustado conocerlo, preguntarle cosas, quererlo. Ahora, al revisar papeles y cartas muy antiguas, siento un enorme respeto por ellos y esto se debe a que no dejo de pensar en la diferencia que aquel mundo mantiene con el mío, un mundo en el que 8
  • 10. no existían las vacunas, en el que a algunos privilegiados la vida les regalaba 80 años como poca cosa y a otros mezquinamente unos pocos respiros... Recientemente encontré en casa de una prima hermana, llamada Olga, una foto muy borrosa de mi padre en su infancia. Aparece junto a sus padres y hermanos pequeños. Esa foto carga sobre sí cerca de cien años, una larga historia y además un conflicto de pertenencia, ya que en ella aparecen ambos progenitores, el de mi prima y el mío. Me emocioné al descubrirla, la observé con detenimiento tratando de traspasar esos cien años, (como si fuera posible). Mi imaginación y espíritu anhelaron conocer más de aquella familia borrosamente plasmada sobre un cartón color sepia, pero, fuertemente enraizada dentro de mí... A Pascualito se lo ve de unos cinco o seis años, con una frente muy amplia que insinúa desde temprana edad lo cabeza dura que sería a lo largo de toda su vida. Se presenta de pie junto a su madre. Sus hermanos mayores no están presentes en esa foto, quizás porque ya no estaban en España. Pensé mucho en aquella numerosa familia de mi padre y encuentro 9
  • 11. que poco es lo que sé de ella, aunque lo poco, me basta... La segunda foto de Pascual aparece en su “Cartera de Identidad” que es una especie de cédula con la que vino a Argentina, a los 16 años y en la que parece ser aún más chico, portando un gesto de seriedad y un cierto enojo que imitan muy bien a un adulto. En esa cédula aparecen sus huellas digitales y deja leer 1.490 de estatura, corpulencia natural, pelo castaño, barba y bigotes imberbes, frente espaciosa, ojos garzos, nariz chata, boca regular, labios gruesos, orejas grandes y cutis color blanco. Además declara que sabe leer y escribir, que en ese registro no aparecen antecedentes penales, también que le fue otorgado el permiso para emigrar a la Argentina, por su padre, el 18 de Junio de 1921 y que, el inspector de emigración en vista de los datos precedentes, autoriza el embarque a Don Pascual Calvo para Argentina. Juntas aparecen registradas la firma de él y de su padre, Don Joaquín Calvo, ambas se parecen, y en la última página se ve un borroso sello del Consulado General de la República Argentina en España y alcanza a leerse: Barcelona 2 de Julio de 1921. 10
  • 12. CAPÍTULO 2 Breve infancia Basta con ver alguna foto de mi hermano Paco, para imaginar lo que habría sido mi padre cuando chico. Vale decir, un flaco esmirriado de pantalones hasta las rodillas, piernas finas y largas, zapatos oscuros tipo botines de guerra y con una forma de mirar típica de los que nacimos con escasa vista, o sea, algún ojo revirado y el ceño un tanto fruncido. Aunque a mi viejo “nunca se le desvió ningún ojo”, los lentes le llegaron igual en sus años de joven mozo, logrando trasmitir la “suerte opuesta” y por arte de la genética a su único hijo varón: Paquín de niño y de adulto, Paco. En sus fotos de apenas cuatro años Paquín ya aparece con unos lentecitos redonditos, negros, de marcos de alpaca, que intentaban corregirle un ojo que miraba contra el gobierno -como decía tristemente papá- y que lo enmarcaban desde muy chico en una especie de fiel copia de su progenitor. El particular sobrenombre de mi hermano fue idea original de Pili, mi hermana mayor, que desde su incansable 11
  • 13. media lengua intentaba llamarlo como lo hacían sus padres, abuelos y tíos: Pascualín. Ella, apenas lograba pronunciar Paquín y fue tal su insistencia que ganó por sobre la voluntad de los demás. Violeta, hermana que siguió a Paquín y hermosa como la flor que lleva su nombre, no tuvo conflicto alguno en cómo llamar a su hermano, pues cuando le tocó hacerlo toda la familia lo llamaba como lo había decidido Pili. Pili es la responsable de guardar en su casa todo lo que perteneció a mi familia y así como Paco es una copia fiel de mi viejo, ella lo es de mi mamá. Violeta sin embargo eligió ser más original y sin copiar fielmente a ninguno de sus progenitores, lleva cierta hermosura de su madre y es concreta y práctica como lo fue su padre. Por otro lado (y para terminar con las presentaciones) Carmen y yo pretendimos mayor originalidad aún, e intentamos alcanzarla gestándonos al mismo tiempo y copiándonos una de la otra, solo que por un error en la comunicación intrauterina, compartimos “la misma desviada suerte genética” que antes tocó a Paquín... ¡Y bueno!... 12
  • 14. Volviendo a la infancia de Pascual, sé que mi padre creció junto a cuatro hermanos varones, Julián, José, Manuel y Joaquín y junto a una sola hermana. Por el nombre que le pusieron a esta pobre tía, llegué a imaginar que debió ser más jodida y más seria que Don Joaquín su propio padre, considerando que Don Joaquín era “guardia civil”, es decir, un policía del gobierno y conservador del orden. La bautizaron Concha y la llamaban cariñosamente con el diminutivo “Conchitica”. ¡Qué tal!... Recuerdo una foto de ella de cuando buena moza. Su gesto facial no reflejaba precisamente el orgullo de llevar semejante nombre... Carmen, mi hermana gemela, le estará eternamente agradecida al escribiente de la oficina del registro civil, que oficiaba el día en que Don Pascual fue orgulloso para anotar a sus hijitas gemelas. Aquel señor realizó un esmerado esfuerzo y logró cambiar la voluntad de Don Calvo en llamar a una de sus hijas con el nombre de su recordada hermana. De haber sido así, Carmen hubiera quedado condenada a peor desgracia que su lejana tía, ya que una cosa sería 13
  • 15. portar ese nombre en España y otra muy diferente soportarlo en Argentina... A mí me llamaron Adoración. Mi madre un día me explicaba, pretendiendo convencerme de mi bonito nombre, que usaban el diminutivo Dorita. De chiquita siempre fui Dorita y en la actualidad los únicos que me llaman así son la tía María, el tío Rafael y el tío José. Estos tíos muy queridos, son algunos del gran contingente familiar que muchos años después que mi viejo vinieron a la Argentina. Mi viejo no contaba muchas cosas acerca de su infancia, oscilaba muchas veces entre la memoria y el olvido, sin embargo, de chicos nos relataba dos anécdotas que le gustaba mucho recordar y le producían sentimientos muy diferentes. Las contaba a manera de malos ejemplos, una se relacionaba con el miedo y la otra con la risa. Decía: -“Una vez cuando yo era muy chico, arriesgándome junto a otros amigos, trepábamos a una montaña muy alta y nos agarrábamos como podíamos y de lo que podíamos para llegar lo más alto posible. Teníamos mucha ilusión, pero se nos acabó cuando uno de nosotros se cayó y rodando, rodando, se dio un 14
  • 16. golpe fenomenal en su cabeza. A partir de aquel accidente, en el pueblo a mi amigo le decían “el cabeza rota”. El pobre no quedó muy normal que digamos, a veces se parecía a un tonto... Yo entonces, descendí con mucho cuidado y corrí impresionadísimo a contárselo a mi madre: - “¡Madre, madre!...” - le dije – “sabe que un niño se cayó de la montaña. Estaba trepando y resbaló. Rodó de cabezas y se ha dado un montón de golpes!...” Y mientras que yo trataba de sacarme la impresión contándoselo a mi madre, las palabras de ella fueron : - “¿Y tú hijo mío, dónde estabas?”... Mi papá decía que en aquel momento no se animó a contestarle: -con ellos madre-... ¡yo también trepaba y quería llegar bien alto!...” Siempre que nos contaba esto, se quedaba un instante en silencio, pensando y moviendo su cabeza reflexivamente. Sus ojos asomaban grandes detrás de sus lentes. Reconocía que su madre debió haberle dado una paliza aleccionadora, de esas que no se olvidan jamás, pero se ve que no lo hizo, porque no lo recordaba y de haberlo hecho, lo habría olvidado para continuar con eso del “cero sentido de frustración” que pretendía. Así me gusta denominar a aquella 15
  • 17. personalidad tan vivaz, alegre y payasesca que mostraba siempre mi viejo. La segunda anécdota fue menos traumática que la primera, pero esta vez el golpe y las peladuras le tocaron a él. Su hermano mayor, Julián, le llevaba trece o catorce años y tenía una moto con un side card. Un día debía ir a no sé dónde y en forma rápida. A Pascualito que ya le gustaban las motos, le encantaba subir como acompañante aunque más no sea en ese carrito suplementario. Así que muy contento se metió adentro y juntos partieron rápidamente. Al llegar a una especie de badén, Pascualito notó que Julián frenaba mucho la moto. Instintivamente, y para resistir con éxito la brusca variación de la energía cinética, se agarró de donde pudo en tanto que la emoción de la aventura le aceleraba el ritmo cardíaco. -“¿Por qué has frenado así?...” preguntó Pascualito a su hermano... -“Pues porque ha llovido bastante y está peligroso el paso, podríamos resbalar y tener un accidente los dos...”, respondió Julián. 16
  • 18. Pascualito sumaba a su emoción y a su acelerado ritmo cardíaco, la confianza y seguridad que le trasmitía la prudencia de su hermano mayor. De regreso llevaban más apuro que de ida, así es que al llegar al mencionado badén y tratando de advertirle a su pequeño hermano que no reduciría la velocidad, Julián alcanzó a gritarle : -“¡Agárrate!”...- lo que fue escuchado como un “¡Tírate!”... orden que fue obedecida inmediatamente por Pascualito. Para el obediente pequeño, aquello se trató de esas cosas que la mente procesa en fracción de segundos, no habiendo tiempo de cuestionarse nada, obedecer y sólo obedecer es la respuesta. Durante la marcha, al pequeño Pascual le había resultado muy emocionante pasar sobre aquel badén, en cambio de regreso, la emoción se había transformado ya en un acto peligroso, “de vida o muerte”... La cosa terminó en que Julián notó luego de unos segundos la ausencia de su hermano dentro del side card y al girar hacia atrás alcanzó a ver algunas de las incontables vueltas que todavía estaba dando 17
  • 19. Pascualito sobre el “peligroso badén”. Entonces regresó por él, totalmente desconcertado. -“¿Qué pasó... Pascual?...” -“¿Cómo qué pasó?...”, preguntó Pascualito extrañado, aunque seguro de haber sido todo lo audaz que su hermano pretendía de él. “¡Tú me dijiste tírate!...” -“Que no, hombre, yo te dije agárrate...” -“¿Pero cómo?... ¡yo sentí perfectamente tírate!...”. A veces pienso que esto debió indicar el primer antecedente de la sordera que le llegó mucho tiempo después, en sus años seniles. Cuando nos relataba esta anécdota se reía de sí mismo y de lo mal que había escuchado la consigna, pero por supuesto, no se acordaba si se había pelado las rodillas, cuántos golpes se había dado o si se le habían roto los pantalones... Según puedo ahora entender, vivió entre cosas simples, con poco estudio, algo de trabajo y buenos amigos. Así transcurrieron sus dieciséis primeros años en Alcorisa. 18
  • 20. CAPÍTULO 3 Puertas abiertas a la América de los sueños ... Pocos somos los que sabemos que el Estado Nacional instituyó el 4 de Septiembre como “Día del Inmigrante”. Quizás sea ignorancia u olvido. Tanto en el espíritu que impregnó su letra como en su Preámbulo, la Constitución de 1853, propició el momento en que Argentina abrió sus puertas y se comprometió a garantizar los derechos consagrados en su Carta Magna a todos los hombres de buena voluntad que quisieran habitar el suelo argentino. Así, el gobierno de Nicolás Avellaneda había promulgado en el año 1876 la “Ley de Inmigración y Colonización”, con el objetivo de auspiciar y proteger la llegada de colonos a nuestro país, desde su alojamiento en el Hotel de Inmigrantes, hasta su traslado, concesión y asentamiento en tierras del Estado. La Constitución también preveía la propaganda en los países emisores de inmigrantes y designaba representantes acreditados ante los gobiernos europeos, para distribuir folletos explicativos sobre las 19
  • 21. bondades y virtudes de nuestro país en materia de explotación agrícola, como así también, las ventajas que el gobierno argentino ofrecía a quienes quisieran radicarse en estas tierras. Resolvía además hacerse cargo de los inmigrantes desde el momento en que éstos decidían viajar a Argentina, y en diversos artículos de ella se garantizaba al mismo una situación digna durante el viaje. El Hotel de Inmigrantes fue pensado para tal fin, su proyecto fue elaborado por el Ministerio de Obras Públicas, fue adjudicado a sus constructores en el año 1905 y el sitio elegido para levantarlo fue un terreno ubicado en la zona comprendida entre Puerto Madero y Retiro, al costado norte de la Dársena Norte, una parte de la ciudad que se hallaba en completo aislamiento. De esta manera, la disposición del lugar facilitaba la construcción de un desembarcadero propio, su completo aislamiento de la ciudad dejaba a la población al abrigo de las posibles epidemias que pudieran desembarcar con los inmigrantes; se hallaba a muy pocos pasos de la estación de ferrocarril, en Retiro. 20
  • 22. El soñado hotel brindaría alojamiento y asistencia social, como así también toda la información que el gobierno argentino debería saber con respecto a oficios del recién llegado, su estado de salud y el lugar de su próxima radicación. El artículo 32 de la Ley de Inmigración y Colonización de 1876 expresaba: “los capitanes de buques conductores de inmigrantes no podrán transportar a la República, en calidad de tales, a enfermos de mal contagioso o de cualquier vicio orgánico que los haga inútiles para el trabajo, ni dementes, ni mendigos, presidiarios o criminales que hubiesen estado bajo la acción de la justicia, ni mayores de sesenta años, a no ser jefes de familia, so pena de reconducirlos a sus expensas y pagar las multas que les fuesen fijadas con arreglo al artículo 35”. En esta forma y a partir de 1860 gran cantidad de inmigrantes de origen europeo llegaron al país masivamente atraídos por mejores expectativas de vida. Entre ese año y 1930, fueron millones los que se radicaron definitivamente en Argentina. Provenían de las regiones más empobrecidas de Europa debido al 21
  • 23. gran crecimiento demográfico, a la crisis agrícola que generaba desocupación y hambre y también, a causas de guerra y conflictos religiosos. El continente americano, en particular los países de la costa atlántica y entre ellos la Argentina, aparecían como un destino favorable para que una gran cantidad de europeos, mayoritariamente agricultores pobres, realizaran sus deseos de mejores condiciones de vida. Estos inmigrantes arribaban con el afán de trabajar las tierras, sin embargo, el acceso a la propiedad de las mismas no resultaba fácil, ya que las mejores áreas rurales estaban ocupadas por grandes terratenientes y muy pocos de los recién llegados contaban con capital para adquirir una parcela. Ante esta situación, muchos de ellos se instalaron en las ciudades de Buenos Aires y Rosario. Así, se generaron entonces problemas habitacionales, las ciudades no estaban preparadas para recibir a tantas personas y en tan poco tiempo. El Hotel de Inmigrantes, inaugurado recién el 26 de Enero de 1911, se convirtió en un lugar en el que se podía alojar ocasionalmente, de esta forma, las ofertas más accesibles resultaron los conventillos. Se trataba de 22
  • 24. grandes casas con numerosas habitaciones que se comunicaban por un patio central, en ellas se alojaban numerosas familias condenadas a vivir en condiciones de hacinamiento y precariedad y la llegada continua de inmigrantes alentó a algunos especuladores a edificar viviendas precarias pequeñas para con alquilar muchas a las habitaciones familias recién desembarcadas. El término “inmigrantes” se reservaba a los pobladores de origen europeo, en cambio a los provenientes de Bolivia, Chile, Paraguay, se los denominaba “extranjeros de países vecinos”. A unos y otros, las esperanzas que despertaba un país de amplios horizontes y los temores y obstáculos que habrían de superar para alcanzarlos, les fueron comunes... Dejar sus ciudades o sus pequeñas aldeas y llegar en tercera clase al puerto de una ciudad desconocida, no fue un lecho de rosas para esos seres humanos que apretujaban sus ilusiones, junto a su pobre y escaso equipaje, sin embargo, les aguardaban otras durezas que eran menores a las soportables en sus lugares de origen... 23
  • 25. Aquellos inmigrantes no sólo aportaron los brazos necesarios que produjeron la transformación económica del país, sino que también su presencia modificó la estructura social, enriqueció la cultura, diversificó ideas y creencias, y transformó hábitos, costumbres y sensibilidades... No puede imaginarse a la Argentina sin el aporte de aquellos inmigrantes y es que los inmigrantes del ayer somos los argentinos de hoy... (Consulta: Revista “Todo es Historia”- Septiembre 2000). 24
  • 26. CAPÍTULO 4 Con la proa hacia América ... Transcurría el año 1921 y con 16 años apenas cumplidos Pascual cruzó el Atlántico en un barco a carbón llamado “Reina Victoria Eugenia”. Viaje que realizó en soledad y durante unos treinta días, para luego desembarcar en el puerto de Buenos Aires. Allí lo esperaban sus tres hermanos mayores: Julián, José y Manuel, que habían venido unos años antes “para hacerse la América”, expresión muy usada en aquella época. Pensar en ese barco y en las cosas que mi padre contaba me producen una fuerte emoción. Me gustaría ver una foto del “Reina Victoria” pero me temo que es imposible conseguirla. De todas formas algo de la historia de ese barco felizmente pude averiguar. El año 1913 había señalado el comienzo de una nueva etapa en la historia de las comunicaciones marítimas con los puertos del Plata, vía Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias). Por primera vez entonces se hizo a la mar el “Reina Victoria Eugenia” cuya fama 25
  • 27. aún perdura a pesar del tiempo transcurrido desde su desaparición. El 17 de Mayo de 1913 doblaba Punta Anaga y se ofrecía a la vista de esa ciudad marítima, su estampa gallarda, empenachada de humo su negra y única chimenea, remataba una de las más finas y sobrias siluetas que en toda la mar han sido... Tenía el “Reina Victoria Eugenia” 10.130 toneladas de registro y 15.400 toneladas de desplazamiento. Con sus 11.000 H.P. sobre cuatro hélices alcanzaba 19 nudos correlativos y al mando del capitán “Castellá” iniciaba su vida marina, tomando el nombre de la reina fallecida hacía unos años. Entonces comenzaron años de ir y venir, años y años de sumar singladuras y al mismo tiempo hacer historia en los anales de la Marina Mercante Española. En noviembre de 1918 actúa en el salvamento del mercante alemán “Tenesa Horn” y dos años después en ruta de Montevideo a Buenos Aires fue abordado por el noruego “Terreir” de la Wilhelmsen de Oslo. En el puerto de la capital argentina fue reparado provisoriamente y entonces, zarpa en línea regular una vez más hacia Barcelona. La crisis económica posterior a la primera guerra mundial impidió que el “Reina Victoria Eugenia” fuera 26
  • 28. reemplazado oportunamente, con sus viejas alternativas y quemando carbón siguió luchando contra los nuevos de la “Mala Real” inglesa, los italianos de la “General de de Navigazione” y restablecido el prestigio de la flota alemana, con los de la “Hamburg Sudamerikanische”. En 1931 ya casi vencido, fue amarrado en el puerto de Barcelona y durante la guerra civil española resultó hundido en ese puerto. En 1942 se logró ponerlo a flote. Este trasatlántico acercó a Santa Cruz de Tenerife y a Argentina a un montón de personalidades de todos los campos del saber y hacer humanos, políticos, diplomáticos y artistas. Así es como en una de sus tantas travesías, para el año 1921 acercó en su primer viaje a Argentina y lleno de ilusiones a Don Pascual Calvo, mi viejo. Pascual decía que desde la cubierta del Reina Victoria Eugenia se podía ver en su bodega a los hombres que cargaban carbón permanentemente dentro de ella y agregaba que por lo pequeños y movedizos que parecían desde allá arriba, impresionaban a ratones 27
  • 29. renegridos que también navegaban dentro de aquel barco. Contaba también papá que su hermano Julián fue el primero de ellos en venirse a la Argentina. Era el hermano mayor y tenía fuertes deseos de progresar. No lo detenía nada. Era un hombre tesonero, valiente, emprendedor y muy inteligente. Ya había vivido su juventud en España y quería independizarse, aspiraba a enriquecerse y tener una mejor vida que la de su padre. No había nacido para cultivar viñas, ni sería guardia civil, tampoco trabajaría los campos de otros. Y entonces se animó a navegar el Atlántico... Las cartas comenzaron a cruzar una y otra vez el inmenso océano, relatando de un lado las pocas novedades de aquel pueblito de la región de Aragón, Alcorisa, y resaltando del otro las buenas de Argentina, despertando esperanzas en las vidas estancas de algunos jóvenes con anhelos de aventuras y deseos de superación. Así, unos años más tarde y a la espera de una joven enamorada, desembarcó también José, vino a intentar mejores suertes. Al poco tiempo, en el año 1916 le siguió su hermano Manuel con tan sólo 14 años. 28
  • 30. Para entonces el mundo europeo hablaba de la reciente primera guerra mundial y si bien algunos países como España no participaron en ella, se viviría cierta incomodidad que más bien inspiraba deseos de probar nuevos horizontes y en tierras de paz... Creo que la historia de los jóvenes hermanos Calvo emigrando hacia América, debe parecerse a la de otros centenares más, de lejanos tiempos... Así, veo vaciarse paulatinamente aquel hogar que había sido tan fecundo. Los tres hijos mayores de Don Joaquín y Doña Concepción habían procurado un mejor futuro y sólo quedaban Conchitica y Pascualito, ahora un poco más grandes y el pequeñito Joaquín, pequeño aún. En este cuadro transcurrieron cinco o seis años más. No sé bien por qué, pero imagino a Doña Concepción en el siguiente diálogo con su hijo Pascualito, ya casi Pascual... - “Querido hijo mío, tu padre está pensando en hablar contigo. Se preocupa por ti porque ya no eres un crío...” - “Sí madre, que ya me doy cuenta... pero a mí estudiar no me gusta, ya he aprendido lo suficiente y 29
  • 31. prefiero ayudaros haciendo algo por aquí o trabajando en las viñas...” - “Mira hijo mío que en sus cartas tus hermanos nos cuentan que América es otra cosa, allí se trabaja bien. Nosotros ya estamos grandes, tu padre ya casi tiene 60 años y esto de ser de la guardia civil no nos da muy buen pasar. Además, mi Pascualín querido, yo también me estoy sintiendo un poco cansada, he pasado ya los 50 años y debo seguir luchando por el más pequeño que Dios me ha dado, tú sabes que Joaquincito es un zagalico todavía y necesita muchos cuidados ...” Alguna de las tardecitas siguientes y regresando de las viñas, cansado y con el pequeñico Joaquín sobre sus rodillas o quizás correteando por el patio, imagino a Don Joaquín diciendo: - “Óyeme Pascual, siéntate conmigo y escucha con atención lo que tu padre tiene para decirte... Sabrás que las cosas en España no están buenas que digamos. Yo pienso que pueden empeorar y no quisiera que te toque el servicio militar, pues te imaginarás que tendrás obligadamente que prestar servicio al gobierno para lo que se te ordene. Además, 30
  • 32. tus hermanos allá en América dicen estar trabajando muy bien y tú puedes ir allí con ellos, por lo menos a probar un tiempo. Si no te sientes a gusto, pues, puedes ahorrarte unas pesetas y te vuelves, quizás puedas casarte con una mujer española... en fin, de tu misma sangre. Piénsalo bien, que tú ya eres un hombre...” - “Pues padre -dijo Pascual- que no hay mucho que pensarlo, yo por aquí no hago demasiadas cosas y allá en el negocio de Julián puedo ayudar bastante. Quizás sea una buena idea que me vaya con ellos...” - “Bueno hijo querido, que tu padre y tu madre te queremos mucho pero nos estamos poniendo viejos y queremos ayudarte, así que veremos de hacer las averiguaciones y guardaremos para pagar tu pasaje. Tú también debes ayudar en todo esto mirando qué cosas puedes hacer. Por tu hermana la Conchitica no tenemos mayormente preocupación, pues ella sabe hacer todas las cosas de una casa y ha aprendido a coser muy bien a máquina. Además, está pronta a casarse con Manolo, que es un buen hombre y muy trabajador...” 31
  • 33. En realidad no sé muy bien cómo fueron estas conversaciones, ni el tiempo necesario en concretar la reiterada decisión de embarcar a otro hijo. Tampoco sé si había otras alternativas, quizás sí, porque mi viejo aprendió algo de inglés antes de venirse y creo haberle escuchado que una posibilidad era ir hacia Norteamérica. Algunas veces y ya de viejo, se mandaba la parte con esto del inglés preguntando algunas cosas (también sabía algunas palabrotas). Me producía mucha risa la cara de hombre serio e importante que ponía cuando hacía estas pantomimas y me gustaba ver a mis hermanos y compañeros de la secundaria seguirle la pavada. Encontrar fotos y cartas guardadas en casa de Pili me produce emociones muy profundas, sobre todo ahora que papá y mamá ya no viven. Intentar reconstruir esta historia en ausencia de ellos tiene otro valor para mí, es como tenerlos muy cerca, en mis pensamientos y en muchas cosas de las que hago. Me ilusiono conversando con ellos y preguntándoles cómo fueron las cosas, qué sentían, por qué fueron así?... Entiendo que la muerte es siempre dolorosa, pero al menos para mí, le otorga un valor a los recuerdos y 32
  • 34. vivencias, a los papeles viejos y a las fotos, que la vida paradójicamente no puede lograrlo a pesar de ser tan virtuosa. Me emocioné entrañablemente al encontrar el primer pasaje de mi padre para Argentina. Es un papel muy viejo y amarillento que él conservó entre sus cosas. Al mirarlo y leerlo, inexplicablemente sentí una especie de contemplación reverente acompañada de unas cuantas preguntas que en mi mente se formulaban una a una, en prolongado silencio... ¡Cuántos años tenía ese viejo papel!... ¡Qué enorme valor tomaba ante mis ojos!... ¿A qué gran historia se le ofrecía como una de sus primeras páginas?... En aquel momento sentí que esa gran historia la escribiría yo, que aquel viejo papel amarillento sería el disparador de todo lo que podría contar... Ese pasaje fue comprado un mes antes de la fecha de viaje. Puedo imaginar ese mes de larga espera, de hacerse a la idea de dejar España, de prepararse, de realizar un montón de trámites y también de muchas conversaciones y expectativas que Pascual compartiría con sus amigos en aquellos duros tiempos. 33
  • 35. ¿Cuánto esfuerzo para ahorrar las 565 pesetas que costó su viaje? ¿Cómo habrá sido? No lo sé. Quizás Don Joaquín que poco ganaba, apartaba algo de su sueldo de guardia civil, o quizás recibieron ayuda de los hermanos de América. Pascual no me contó estos detalles. ¡Vaya a saberse cómo fue todo aquello! Lo cierto es que fue pagado en efectivo. - “¡Se nos va Pascual a Argentina!...” sería lo que comentarían sus amigos y vecinos. - “Pascual, ¿es cierto que te vas tú también allá con tus hermanos?...” - “Sí Francisco. Quiero ir a trabajar con ellos y conocer la Argentina. Dicen que es muy linda, que se está bien allí. Si luego de un tiempo no estoy a gusto, pues será fácil volver... no?...” Para muchos amigos esto sería envidiable, para algunos inalcanzable, para otros, uno más que partía a probar mejor suerte. - “Doña Concepción, ¿así que se va también Pascualín a América?”, le preguntarían a mi abuela. - “Sí Doña María. Tengo allí ya a mis tres hijos mayores y están trabajando muy bien, así nos lo dicen en sus cartas. Han puesto un negocio en una ciudad 34
  • 36. muy importante. Así que con mi marido pensamos que Pascual se vaya allí con ellos, que nos parece que será lo mejor para él también. Qué le vamos hacer... aquí las cosas no están buenas, Joaquín dice que pueden empeorar, además, si quieren siempre podrán volver...” Al fin llegó el 3 de Julio, día del embarque en el puerto de Barcelona. Estoy casi segura que Pascual llegó a último momento, (costumbre que nunca perdió) a las 5 de la tarde de ese último día en su tierra. Entre despedidas, llantos y abrazos, debe haber sido el último en subir al Reina Victoria Eugenia. El día anterior en Alcorisa se despedía de sus amigos, los abrazaba con mucha emoción, también abrazó a su madre que lloraría al despedir a su cuarto hijo. Abrazó a sus hermanos Conchitica y Joaquincito. Don Joaquín lo acompañó hasta Barcelona. De su padre de 57 años ya, recibió el último abrazo... Pascual abordó el Reina Victoria Eugenia emocionado y expectante ante la grandeza de aquella nave. Algunos minutos después ya en cubierta, enviaba muchos saludos con su mano en alto y sus ojos cubiertos de lágrimas. Abajo, muchos pañuelos se 35
  • 37. agitaban y deseaban la bendición de Dios para esa travesía. Mi abuelo Joaquín debió llorar... El barco zarparía a primera hora del día siguiente. Las horas transcurrieron y lentamente fue cerrándose la noche de aquel 3 de Julio de 1921. Aquella fue la primera noche que Pascual ya no dormía en su casa... ¿Qué sentiría?, ¿emoción, ansiedad?, ¡Todo era nuevo! Dentro de sus valijas lo acompañaban muchos certificados que lo recomendaban como buen trabajador en cualquier oficio, aseguraban que venía vacunado, que era buen vecino y que nunca había sido un mendigo. Lo que yo no creo, de todo lo que dicen, es que haya sido un comerciante. No sé qué cosas habría hecho antes de viajar, creo que ayudaría en su casa y que pavearía bastante con sus amigotes, porque como decía Pascual, estudiar no era para él, y estoy segura que los negocios tampoco. La escuela la abandonó en dos o tres años, quizás por esto su letra era prácticamente ilegible, y de asuntos de negocios jamás aprendió nada. 36
  • 38. Transcribo a continuación esos certificados que me impresionan a cosa seria aunque también, muy de aquellos tiempos de fácil emigración. Están en manuscrito y se lee borrosamente lo siguiente: “Don Pedro F. Clemente Alloza, juez municipal de la Villa de Alcorisa. Certifico: que según resulta del Registro Civil de penados y demás antecedentes existentes en este Registro a mi cargo, Pascual Calvo Gamón, soltero de dieciséis años de edad, comerciante natural y vecino de esta villa, hijo de Joaquín y Concepción, no ha estado bajo la acción de la justicia por delitos contra el orden social durante los cinco años anteriores o por delitos que hayan dado lugar a penas infamantes. Y para que conste a los efectos de la Inmigración expido la presente en Alcorisa a diez y ocho de Junio de mil novecientos veintiuno”. “Don Juan Evdarpal Esteban, Licenciado en Medicina y Cirugía, Titular inspector de Sanidad de la presente Villa. Certifico: Don Pascual Calvo Gamón, natural de Alcorisa (Teruel) se halla vacunado y revacunado, no 37
  • 39. padece ninguna enfermedad infectocontagiosa ni presenta síntomas de enajenación mental. Y para que conste a petición del interesado y a los efectos de inmigración, expido la presente en Alcorisa a veinte de Junio a mil novecientos veinte”. “Don Toribio Villarroya, Gral. Alcalde Ejerciente de Alcorisa, “Teruel”. Certifico: que Pascual Calvo Gamón de dieciséis años de edad, soltero, comerciante natural de esta Villa no ha ejercido la mendicidad en esta localidad. Para que conste a petición del interesado y a los efectos de inmigración se expide la presente en Alcorisa a diez y ocho de junio de mil novecientos veintiuno”. “Don Toribio Villarroya, Gral. Alcalde Ejerciente de Alcorisa “Teruel”. Certifico: que Pascual Calvo Gamón de dieciséis años de edad, soltero, comerciante, natural de esta Villa, es apto para cualquier industria u oficio útil. Para que conste a petición del interesado y a los efectos de inmigración se expide la presente en Alcorisa a diez y ocho de junio de mil novecientos veintiuno”. “Don Toribio Villarroya, Gral. Alcalde Ejerciente de Alcorisa “Teruel”. Certifico: que Pascual Calvo Gamón de 38
  • 40. quince años de edad, soltero, comerciante, natural de esta Villa, hijo de Joaquín y Concepción ha observado siempre buena conducta. Para que conste a petición del interesado y a los efectos de inmigración se expide la presente en Alcorisa a diez y ocho de junio de mil novecientos veintiuno”. “Don Ramón Gimeno Gómez Secretario del Juzgado Municipal de Alcorisa. Certifico: que en el legajo de consentimiento para emigrar al extranjero obrante en la secretaría de mi cargo se encuentra lo siguiente: En Alcorisa a diez y ocho de Junio de mil novecientos veintiuno, ante el juez municipal Don Pedro Clemente Alloza y de mí el secretario, comparece el que dice llamarse Joaquín Calvo Ferrero, natural de Gargallo y vecino de esta Villa de 57 años de edad pensionista con cédula personal de 1ª clase número 703 y espontáneamente manifiesta, que otorga consentimiento favorable para que su hijo Pascual Calvo Gamón, soltero de diez y seis años, comerciante, pueda emigrar a la República Argentina. Leída que le fue, en ella se ratifica y firma con el señor juez de que doy fe. Pedro F. Clemente. Joaquín Calvo Ferrero. Ramón Gimeno. Consta el sello del juzgado. 39
  • 41. Concuerda con un original al que me remito. Y para que conste a los efectos de la inmigración, libro la presente con el visto bueno del señor juez municipal en Alcorisa a diez y ocho de Junio de mil novecientos veintiuno”. “Don Pedro Clemente Alloza, Juez Municipal encargado del Registro Civil de Alcorisa. Certifico: que en el registro Civil de mi cargo sección de nacimientos, tomo 30, folio 8, se encuentra la siguiente acta de nacimiento, número 8, de Pascual Calvo Gamón. En la Villa de Alcorisa a las nueve del día diez y nueve de Mayo de mil novecientos cinco ante Don José Sancho Busmal juez Municipal y Don Falué Lima secretario, compareció Joaquín Calvo Ferrero (no exhibe cédula por un reciente retiro) natural de Gargallo, provincia de Teruel de edad 42 años, de estado casado su ejercicio pensionista y domiciliado en esta villa, calle del Pilar número veinte, presentado con el objeto de que se inscriba en el Registro Civil un niño y al efecto como padre del mismo declaró: Que dicho niño nació en este pueblo el día diecisiete de Mayo a las doce de la mañana, en el domicilio de sus padres. Que es hijo legítimo del declarante y de Concepción Gamón López, natural de Montalbán, provincia de Teruel, de edad de 36 años, dedicada a las 40
  • 42. ocupaciones propias de su sexo y domiciliada en el de su marido. Que es nieto por línea paterna de Miguel Calvo Nuez natural de Gargallo, ya difunto y de Joaquina Ferrero Pérez, natural de Villaluenga, domiciliada en Zaragoza y por la línea materna, de Manuel Ramón Lacueva, natural de Montalbán, ya difunto y de Elena López Pier, natural de Ampuero, ya difunta. Y que al expresado niño se le había puesto el nombre de Pascual. Todo lo cual presenciaron como testigos Joaquín Laragosa y José Escabedo, ambos mayores de edad y vecinos de la presente villa. Leída íntegramente esta acta e invitadas las personas que deben suscribirla a que la leyeran por sí mismas, si así lo creían conveniente, se estampó en ella el sello del Juzgado Municipal y la firmaron el señor juez con el declarante y testigos y de todo ello como secretario certifico. José Sancho. Joaquín Calvo Ferrero. José Escabedo. Joaquín Laragos. Felué Lima. Concuerda fielmente con el original a que me remito. Y para que conste, expido el presente certificado a los efectos de la Inmigración en Alcorisa a dieciocho de Junio de mil novecientos veintiuno”. 41
  • 43. Todos estos certificados tienen las correspondientes firmas y un sello al pie que dice: Visto en este Consulado General de la República Argentina en España. Barcelona 2 Julio 1921. Por lo que se ve, le fueron extendidos dos días antes de la fecha de embarque. Con estos documentos viajaría mi padre, trayendo además la Cartera de Identidad extendida por el Consejo Superior de Inmigración. En ella aparece la autorización para inmigrar firmada por su padre. Pascual decía que su padre se veía venir una guerra y a la vez, sabía que América prometía grandes cosas. Por eso, enviar a su hijo junto a sus hermanos mayores era más tranquilizante que retenerlo en España y sufrir mientras hacía el servicio militar. La guerra efectivamente sucedió pero unos cuantos años después que mi abuelo lo sospechara. Su último hijo, Joaquín, que no salió de España, y José, que regresó a ella para casarse, fueron muertos en aquella guerra atroz que se llevó la vida de un millón de hombres dejando al país hundido en el peor de los dolores y de las miserias humanas... 42
  • 44. Don Joaquín Calvo no vivió muchos años más, apenas sobrevivió la guerra viendo a “los rojos” por todas partes y poco después falleció sumergido en profunda tristeza. En cierta forma podría decirse, que intentó salvar la vida de los hijos que despidió para Argentina. Con alguno de ellos lo logró... Así es como Pascual dejó su tierra, su madre, su padre al que nunca más volvería a ver, a su hermana y a sus amigos de la infancia, entre ellos a Francisco Lamata, un gran amigo para él, tal vez el más entrañable. De este amigo conservó sus cartas. Las guardó entre todos los papeles que consideraba importantes. Frente a esta documentación y ante el desarraigo que observé en tantos años y que me hicieron cavilar acerca de su fortaleza, es que me detengo a pensar y me pregunto: ¿Qué sentiría mi padre en aquellos días implacables de navegación? ¿Estaría consciente de lo que significaba ese viaje? ¿Entendería lo mucho que cambiaría su vida? ¿Qué ilusiones tendría? ¿Qué pensaría acerca de su futuro en éste país? ¿Extrañaría la Villa de Alcorisa, sus calles, sus montañas, su gente? ¿Y a su madre?... 43
  • 45. Jamás lo percibí melancólico, ni triste, y mucho menos arrepentido de semejante decisión. Insisto, mi padre era una persona especial, no conocía lo que era la nostalgia, la melancolía, la frustración. Miraba a la vida frontalmente, pensando en trabajar y vivir cien años, en arreglar cosas, buscando en qué entretenerse, dispuesto siempre a la alegría, al chiste, a la ocurrencia, a reírse de las cosas que le sucedían y a contárselas a la gente. Estimo que es esto lo más profundo y valorable que Pascual me ha enseñado sin siquiera proponérselo. No me enseñó demasiadas “lecciones debidas” pero sí “de vida”, es decir, me enseñaba con su vida... 44
  • 46. CAPÍTULO 5 Buenos Aires... esa gran ciudad Y Pascual llegó al puerto de Buenos Aires, luego de un mes de navegación. Allí lo esperaban sus hermanos Julián, José y Manuel que lo recibieron con mucha alegría. - “¿Qué tal Pascual? ¿Cómo ha sido ese viaje? ¿Te has mareado mucho?”... - “¡Cómo te has estirado hombre... ya casi te pareces a uno de nosotros!”... - “¡Cuéntanos de allí! ¿Cómo está nuestra madre y el padre y los demás?”... - “Sabes que llevamos planes de que trabajes con nosotros en el almacén de ramos generales. Lo tenemos en la esquina de Brasil y Tacuarí. Estamos necesitando un cadete que se ocupe de llevar los pedidos que nos encargan. Se trabaja mucho aquí en Buenos Aires, Pascual y vas a hacer buen dinero. Eso sí, tendrás que andar mucho en bicicleta y aprenderte bien las calles. Verás que Buenos Aires es muy 45
  • 47. grande... no es como Alcorisa... y además, no vas a encontrar una sola montaña por estos lados!...” Continuaron días de euforia, sorpresas y acomodos. El acento de la gente llamaba la atención de Pascual. ¡Qué distinto sonaba su mismo idioma en esa gran ciudad!... Observaba admirablemente a los tranvías, se quedaba mirando con asombro cuántos autos y motos se veían circular. Caminaba fascinado por las calles enripiadas prolijamente barridas y limpias, sin dejar naturalmente de plantarse y girar cual embobado frente a cuánta linda moza paseara por allí. Aunque, allí en Buenos Aires, debió aprender muy pronto que la expresión acertada era, es y será: ¡Qué linda mina!... El dueño del almacén era Julián. Al igual que él antes, sus hermanos fueron llegando uno a uno, muñidos seguramente de todos aquellos certificados que exigía la Ley de Inmigración, los que acreditaban a viajeros de excelente conducta, buena salud y aptos para trabajar en cualquier industria. Así llegó también Pascual que por ser el más chico, le fue asignado el oficio de cadete y algunas veces también el de 46
  • 48. cocinero. Repartía entonces los encargos con una bicicleta en la que trasladaba una canasta llena de mercadería. Su orgullo era dejar el pedido en casa del primer presidente constitucional electo de la historia argentina moderna: el señor Hipólito Irigoyen. Muchos años después y ya en su vejez, cuando corría el año 1985, año en que Pascual enviudó y perdió también a su hermano Julián, (ya de 93 años), quiso que yo lo acompañara a la ciudad de Mar del Plata a visitar a su cuñada Victoria. Recuerdo el encuentro de esos dos cuñados recientemente viudos. ¡Cómo se abrazaron y lloraron juntos!... Pero les hizo bien verse y los dos días que estuvimos allí no fueron todo lágrimas, sino también largas horas de conversaciones y ejercicios de memoria, de recuerdos, de añoranzas de España y comentarios de toda la familia. No faltó por supuesto la cotidiana macana que tuve que resolver... La cuento. Era pleno invierno y hacía un frío acobardante. Para dormir nos dejaron a mi viejo y a mí la mejor habitación que tenían en la casa. Era la de María 47
  • 49. Victoria, sobrina nieta de papá, una joven linda y muy simpática que desde hacía un tiempo compartía su pieza con el hombre al que declaraba amar, un flaco macanudo. Tenían su cuarto muy prolijo, completamente cubierto con una alfombra de gruesos pelos de lana gris, (lo recuerdo perfectamente) y en el centro aparecía la cama matrimonial que me tocó compartir con mi viejo. Los enamorados nos ofrecieron su habitación con gentileza (no les quedaba otra) y ellos durmieron apretadísimos en un sofá que tenían en el comedor, frente al televisor, seguros de contemplar ese aparato mayor tiempo que otras noches. Mi viejo a esa edad, 80 años, tenía dos problemas que por supuesto para él no lo eran, pero a mí que me tocó acompañarlo, me pesaron como nunca. Uno de ellos era que orinaba a cada rato ya con dificultades prostáticas, es decir lentamente le salían algunas gotas. El otro, era que tenía una tosecita de miércoles, acompañada por “catarrina” a la que trataba de escupir donde le fuera posible, algunas veces en la tierra, (según sus costumbres de campo) y 48
  • 50. desparramándola con un pie como para que no se notara. A la hora de acostarnos hubo que conseguir un sustituto de un “orinal” en donde depositar ambos fluidos en las horas de la noche. Esto fue una botella de plástico a la que le cortamos la parte de arriba dejando una buena entrada. No sólo sucedió que mi viejo orinó y escupió doce mil veces aproximadamente, sino que en sus ceremoniosos movimientos me despertaba y me hacia titiritar porque por supuesto hacía un frío de perros... Para completar la anécdota, al levantarse Pascual y en un descuido, pateó el improvisado orinal de pequeña base desestabilizándolo y vaciándolo completamente sobre la acogedora alfombra de gruesos pelos de lana gris... Salté como un resorte de aquella cama al escuchar algunas expresiones oportunas para singular ocasión, de la boca de mi viejo, entre ellas por ejemplo - “¡Hostias... Coño... Re-Dios!...” No había sido suficiente con dormir tan interrumpidamente aquella noche, sino que al levantarme debía resolver dos problemas enormes, que para mí fueron sin 49
  • 51. precedentes. El primero de ellos: “Dorita -hija míahazte cargo de limpiarlo con lo que puedas y se te ocurra...”. El segundo: -“comunícalo a los dueños de la pieza y pídeles por favor una disculpa”-... Prefiero no detallar cómo resolví aquello y mejor sigo con la parada que hicimos antes, en Buenos Aires y a poca distancia de Brasil y Tacuarí, aquella esquina que lo recibió a sus 16 años. Nos encaminamos hacia el “histórico almacén de ramos generales”. Mi viejo conocía las calles y las esquinas como si estuviese de repartos en ese preciso momento. Miraba para todos lados y no paraba de hablar, a la vez que iba imaginando qué le diría al dueño del almacén con el que pensaba encontrarse. Al llegar, notamos que el histórico almacén se había transformado en un bar. Conservaba el mostrador grande y la columna central, tal cual aparece en una foto de aquella época en la que se ve a los tíos y a Pascual. Pero en esta ocasión había un mozo que ni se dio cuenta que habíamos entrado. Eran horas de siesta. Mi viejo encaró hacia el mostrador pensando en sorprender a quien imaginaba por dueño. El mozo 50
  • 52. levantó la vista y mi viejo... que ya llevaba una mano en la solapa de su saco en señal de buen agrandado... lo saludó diciendo: - “¡Buenas tardes!”, y continuó: -“¿Oiga... usted sabe con quién está hablando?...” Agregó: - “Yo, Pascual Calvo, en el año 1921 fui el dueño de todo esto!...” y con su otra mano señalaba todo el local, en un gesto que más parecía indicar las 100 hectáreas de campo que muchos años después llegó a tener en Villa Ocampo (Santa Fe). El mozo giró su mirada deteniéndola sobre mí. En su cara leí: - ¿Vos viniste con él?. ¿Me decís cómo sigue esto? ¿Qué le tengo que contestar a este viejo?... A pesar de mi incomodidad intenté dar una explicación que contextualizara tan particular forma de dialogar, y le conté al mozo que se trataba de mi padre y sus recuerdos de sesenta y tantos años atrás, años en los que había sido un joven inmigrante, y que había trabajado muchos años exactamente en ese lugar donde él lo hacía ahora. El mozo nos atendió con simpatía y nos regaló el cafecito que tomamos pausadamente mientras hacíamos tiempo para tomar 51
  • 53. el colectivo que nos llevaría a Mar del Plata. Mi viejo disfrutó mucho aquel momento, sin dejar de recordar aquellos años de pibe de mandados. Supongo que en aquellos años de cadete de repartos, surgió su apego por las bicicletas, gusto que perduró en su larga vida. Ya de viejo y en Reconquista, tenía algunas ocurrencias para llamar la atención de los chicos, como por ejemplo armaba una bicicleta con una rueda chica adelante y una grande atrás y daba unas vueltas por la vereda. Por supuesto que todos corríamos a probarla. Otras veces circulaba sentado de espaldas hacia la rueda delantera, con sus manos sobre el manubrio y pedaleando en sentido inverso. Esto resultaba poderosamente llamativo a todos, incluyendo algunos vecinos del barrio que salían a la puerta para ver las locuras que se le ocurrían a Don Pascual. Pero vuelvo a Brasil y Tacuarí que hay más por contar todavía... Algunos años transcurrían en tanto los hermanos trabajaban y desarrollaban el sentido del 52
  • 54. ahorro. Seguramente que un futuro viaje de visita a España tendrían todos como ilusión. Mientras tanto llegaba el tiempo de estar para mozo, de adquirir un buen traje y también un sombrero... como para echar pinta. Pascual pensaba en invertir unos pesos y satisfacer su pretensión. Además, ya se parecía a sus hermanos mayores y quería acompañarlos en sus salidas a los bailes, clubes y por qué no, a algún que otro prostíbulo? Imagino que sus pasiones juveniles debió satisfacerlas libremente, cosa que resultaría relativamente fácil estando lejos de una madre y una hermana observadoras. Eso sí... había que tener a mano “la solución de permanganato” y cuidarse mucho de pescar alguna de esas enfermedades venéreas muy propias de aquella época. Así fue como un buen día decidió comprarse el atuendo que lo igualara a cualquier porteño y lo dejase con “toda la facha” frente a sus experimentados hermanos. Claro que, en esto no pensaría el vendedor que lo atendió aquel día. Más bien, debió haber visto en ese galleguito toda la inocencia e inexperiencia que venían al punto, como para enchufarle algo muy 53
  • 55. pasado de ocasión, algo que habría quedado de clavo en la trastienda y que seguramente le ofreció a muy buen precio. Creo ver a Pascual probándose su primer traje y sombrero, mirándose frente a un viejo espejo con renegridas manchas, quizás poca luz, tratando de verse con toda la facha que nunca había alcanzado hasta ese día, prestando oído a la parla de un vendedor inescrupuloso, que le debió calentar la cabeza con que “pintaba fenómeno”. ¡Otra que Gardel... Pascual!... - “¡Lo compro!”, dijo Pascual. Vendido, pensó el dueño, (cling ,caja!...). - “Envuélvamelo bien y me llevo la caja del sombrero para conservarlo mejor” Se retiró de allí a la espera de la ocasión en que estrenar su adquisición. Ahora sentía que era un adulto, ya no más un imberbe. Se había comprado aquello con su trabajo, sentía que estaba dando los pasos correctos para ingresar al mundo de los más maduros... 54
  • 56. Llegado el momento, quería sorprender a sus hermanos. Se les presentó bañado, perfumado, “empilchado de una” y por supuesto con sombrero. - “¿Y tú?... - preguntó Manuel - ¿Qué haces así vestido?...” La mirada supervisora de su hermano no era precisamente aprobatoria. - “¿Cómo que así vestido?... Voy a salir con ustedes. A ver si os apuráis un poco que yo ya estoy listo y se nos hace tarde”. - “Mira Pascual... con ese sombrero no salgas a la calle”, trató de explicarle uno de sus experimentados hermanos... - “¿Cómo?... ¿Qué tiene el sombrero?... Es nuevo y lo he comprado barato...” - “¡Mira Pascual... con ese sombrero no vienes con nosotros!...” le dijo enfáticamente Manuel. De esta rápida manera, es decir sin ninguna vuelta, sus hermanos lo hicieron caer en la cuenta de que le habían vendido un clavo por sombrero. Cuando nos relataba esta anécdota se reía de sí mismo, de lo ridículo que debía verse y de “lo corta” que se la hicieron sus hermanos. Y cerraba diciendo: “¡Pero qué 55
  • 57. hijo de perras aquel vendedor. El muy vivo vio a un galleguito principiante y aprovechó la ocasión para sacarse un clavo de encima!”.- “¡Cómo habría sido el sombrero que me encajó, que nadie quiso salir conmigo!...” Pareciera que ésta y otras graciosas anécdotas alejadas de la nostalgia, le acontecían al joven Pascual en los primeros años de adaptarse a esa gran ciudad... Buenos Aires. Tenía mucho por aprender todavía... sobre todo a no ser tan simple ni tan confiado. 56
  • 58. CAPÍTULO 6 Cartas de un querido amigo De España llegaban algunas cartas de los familiares y también de amigos. La inmensa distancia y el paso del tiempo paradójicamente señalaban más aún los lazos y afectos entrañables. Siempre llevamos muy dentro del corazón a los que amamos. Los recuerdos y las añoranzas no son fáciles de reemplazar ni siquiera por las nuevas vivencias que tengamos en otro lado del mundo. Se me ocurre, que es quien emigra al que le toca la difícil tarea de escribir, no sólo en un intento de acortar la distancia y el tiempo, sino también por la necesidad de contar algo de lo poco bueno que trae el desarraigo. Imagino a Pascual escribiendo y contando de su nueva vida. Me inclino a pensar que sus cartas estaban llenas de optimismo, que su juventud y sus ilusiones filtrarían en cierta forma su tristeza. Me habría encantado encontrar entre tantos papeles aquellas primeras cartas, pero es un absurdo ya que partían con destino hacia el viejo continente. 57
  • 59. Transcribo a continuación las cartas que papá conservó de su amigo Francisco Lamata. Algunos párrafos me impresionan mucho y además me permiten comprender de manera muy clara, el valor que tenía en aquellos tiempos, un amigo. “Alcorisa 27 de Enero de 1923 Querido amigo Pascual, el 13 del presente recibí la tuya y veo que estáis buenos tanto tú como tus hermanos y me alegro mucho. También dices que vistes a Olivares y a Perico y que te dieron mucha alegría al verlos y que les acompañaste dos días que supongo que os divertirías mucho. También me alegro mucho que marchéis bien con la tienda que tengáis y ganéis dinero. Pascual yo me aburro de estar por aquí y me dicen mis padres que todo el pasaje no me lo pueden dar pero que la mitad sí y que si tú me pudieras mandar la otra mitad, pronto nos veríamos juntos. Porque yo tengo en ésa, dos primos hermanos de mi padre, que se escriben y mis padres les escribirían como que salgo para ésa y siempre mirarían por mí algo. 58
  • 60. En fin acuérdate del camino de la vuelta, así es que todo depende de si me quieres mandar la mitad del pasaje, pronto nos veríamos juntos que sería para mí una alegría. Sin más por ahora, muchos recuerdos para tus hermanos y tú recibe el cariño de este tu amigo que te quiere. Francisco Lamata”. ¿Quiénes serían Olivares y Perico?. Seguramente otros dos muchachitos, inmigrantes ilusionados con América, que al igual que Pascual vinieron a probar mejor suerte, tal vez se radicaron en Buenos Aires o estuvieron de paso por allí. Pascual llevaba alrededor de un año y medio en Argentina y estaría teniendo nuevos amigos, pero Francisco era un amigo del alma, de su tierra, de un pasado reciente. Lo extrañaría mucho. ¿Cómo no trabajar horas de más y juntarle el dinero para que viniera?... ¡Si la Argentina daba para todos!... En tanto que sus hermanos mayores ahorraban e invertían sus ganancias en el negocio, este buen muchacho sólo pensaba en juntarle el dinero a Francisco y mandárselo lo antes posible. Además, Pascual sabía que organizar el viaje llevaba muchos 59
  • 61. meses de trámites y que juntar el dinero no era cosa demasiado fácil. Diez meses después de la primera carta de Francisco, Pascual recibe la segunda. “Alcorisa 8 de Noviembre de 1923 Querido amigo Pascual, el 30 de octubre recibí la tuya lo que me alegró mucho al ver que estáis bien tanto tú como tus hermanos. Pascual también recibí el certificado en el cual me mandaste el cheque de 200 pesetas para el viaje. Pascual ahora sí que iré pronto para ésa y nos podremos abrazar no como se abrazan los amigos sino como se abrazan los hermanos. Pascual mi padre va a escribirle a mi tío Manolo a ver cómo está eso, pues mira Pascual, tú puedes ir a verlo y le dices que se interese por mí y tú le escribes a mis padres y tan pronto la tuya reciba, ya estamos sacando el pasaje. Porque mis padres sí que me dejarán ir allá. Pascual, queda nada más que 2 ó 3 meses, mira tú haces conmigo lo que no haría un hermano, pero no tengas cuidado que yo te lo agradeceré. 60
  • 62. De lo que me dices que si puedo traer la historia de España, te llevaré lo que quieras, así que me puedes mandarme pedir lo que quieras que todo te lo llevaré. Sin más de particular recibe un fuerte abrazo de tu amigo. Francisco Lamata. P.D. La dirección de mi tío es calle Juncal número 2867 Manuel Aisa. Buenos Aires. Contesta a vuelta de correo y procura que mi tío conteste también a la vuelta de correo”. Pero las cosas no siempre salen como se desean muy a pesar de las tantas ilusiones y los esfuerzos que hagamos. Muchas veces aparecen los imponderables que no se resuelven en forma breve. Pascual permanecía a la espera... - “Manuel y Julián, por favor estaros bien atentos al correo y mirad si llega carta de España para mí. No tengo noticias de mi amigo Francisco y hace casi un año que no sé nada de él. Le he mandado unas pesetas para que se venga y no sé lo que le habrá sucedido”... Los hermanos se debieron mirar uno y otro. Posiblemente, Julián comentó a Manuel que Pascual 61
  • 63. no estaba aprendiendo el sentido del ahorro, que ese hermano no se les parecía demasiado, que era muy confiado y que su cabeza no estaría muy bien. ¡Qué es eso de mandar plata para un amigote que decía aburrirse... Pues que se busque un oficio, qué joder!...” Al fin y casi un año después... carta para Pascual Calvo, Brasil 899. “Barcelona Septiembre 7 de 1924 Querido amigo. Salud te deseo, la mía buena gracias a Dios. Pascual la presente sirve para decirte lo primero que me perdones, lo segundo para contarte el motivo de no escribirte antes. Pues bien, apenas me mandaste el dinero nos pusimos a gestionar el pasaje y por mi edad no me lo quisieron hacer. Nos enteramos con un señor que iba todos los viajes a ver a mi tío, que este señor iba en un barco que hacía la travesía de Barcelona a Buenos Aires . Pues bien en vista que no podía embarcar decidimos marcharme a Francia y de Francia ir a ésa y así salir, pero como no llevábamos ningún papel, no nos los quisieron hacer, nos detuvieron en dentro de Francia y nos hicieron 62
  • 64. volver a España y menos mal que no nos hicieron nada y de regreso nos hemos quedado a trabajar en Barcelona junto con el Paco, aquél que trabajaba en el garaje no sé si te recordarás de él que también se vino a Francia conmigo. En fin, que te quería dar una sorpresa de presentarme sin escribirte, pero no ha podido ser, qué le hemos de hacer, seremos carne de cañón si la suerte no lo remedia, porque Sevilla cada vez está peor, pues que mataron más gente que es capaz de producir toda la humanidad. Porque sitian los campamentos que es una vergüenza para España. Pascual nunca dudé de tu lealtad de buen amigo y más al ver tu generosidad de mandarme lo que te pedí y me lo mandaste al momento y en cambio tú sí que tienes motivo para dudar de mí, pero Pascual no dudes que yo siempre soy el mismo y si no te he escrito antes ha sido por eso y ahora estoy preparándome para ver si por algún medio pasarme otra vez a Francia antes de ser carne de fusil. Haré lo que pueda, en cambio tú ya estás fuera de peligro y no seas tonto, que no vengas si no se arregla bien todo. 63
  • 65. Escríbeme pronto, no seas rencoroso conmigo y así como yo he tardado tanto en escribirte, tú si quieres escríbeme enseguida. Pascual ya me dirás de qué forma recibirás el dinero que me mandaste para yo volvértelo a mandar y te vuelvo a decir que me perdones por no escribirte antes. Sin más, hasta la tuya, recuerdos hasta la tuya. Francisco Lamata. Mi dirección es ésta: Calle Billamarí 104 nº 3 bajo derecha. Barcelona”. Así es como se frustra lo que para mí habría sido un emocionante encuentro, de esos que de alguna forma nos marcan la memoria y afectan el entretejido de los recuerdos. Para el año 1924 tanto Francisco como Pascual tendrían 19 años ya cumplidos. El servicio militar los estaba aguardando. Uno, sin otra posibilidad que la de presentarse y no saber cómo seguía, el otro y a la distancia, pensando en volver o constituirse en un desertor y hacer todos los trámites correspondientes en el Consulado Español. De este modo transcurre un año más. 64
  • 66. ¿Qué pensaría Pascual?... Sentiría desconfianza, dudaría de la honestidad de su lejano amigo?... Francisco se habría gastado las pesetas en otra cosa?... Quizás, mi padre pensaba en que mejor hubiese sido guardarse el dinero para un futuro viaje. En fin, alguna carta más debió enviar a Francisco. ¿Le reclamaría el dinero, le pediría entregarlo a sus padres en Alcorisa? No sé cómo fue esto. A mi viejo el paso de tantos años se lo había borrado. ¿Qué debías aprender Pascual... Pascual? ¿Qué ser buenazo no siempre es lo que se te reconoce?... ¿Que el dinero no importa, que más importa ayudar a un amigo?... Mejor es olvidar un poco - ¿no Pascual? - total uno obrará siempre de buena fe, porque así es uno... ¡Qué se le va a hacer!... Un año más tarde llega otra vez carta para Pascual Calvo. Brasil 899. 65
  • 67. - “Pascual fíjate que en el primer cajón del mostrador tienes carta de ese tal Lamata. Deberías insistirle en que te devuelva el dinero, hombre, que esas cosas no se hacen. -¡Que ha salido bueno ese gandul!... “Barcelona 25 de Agosto de 1925 Querido amigo Pascual yo bien lo que deseo en ti. Pascual el motivo de escribirte es el siguiente, ya no recuerdo en qué fecha por lo mucho que hace que te escribí contándote el viaje que hicimos con el Paco, el que estaba en el garaje y yo a Francia, para no ir al servicio y que no dio el resultado que esperábamos, que creo ya estarás enterado por la otra que te escribí y te decía que me dijeras cómo había de mandarte el dinero que tú me mandaste a la cual yo no he recibido ninguna contestación, aunque tú hayas contestado porque me cambié de patrona y si me has contestado a la que le llegará la carta, ya no estaba yo en aquella calle porque aquí se puede decir que estamos un mes en cada casa, porque si en una casa nos cobran 30 pesetas cada semana por comer y dormir y hallamos ésta, que nos lo hace por 23 pesetas pues nos cambiamos y así es lo que hice. Yo te diría contéstame a mi casa o sea Alcorisa, que las 66
  • 68. cartas que me mandaron allí, me las mandan aquí sin abrirlas. Mira Pascual si es que lo necesitas pues dilo que yo ahora no puedo dártelo y me harías un favor que te esperases para cuando vengas tú para el servicio entonces te lo daría yo sin enterarse nadie, pero que si te hacen falta y no puedes prescindir de ellos, pues yo se los pediré a mis padres y aunque se enteren me lo darán tan pronto como me los pidieseis, que mira como te parece mejor, pero que no dudes de lo que te digo, porque al dudar, prefiero que me lo pidas a vuelta de correo. Pascual sabes que el Paco está tan bien en Barcelona, le buscó el trabajo Toribio Villarroya. También te digo que embarcan bastantes soldados ahora para Marruecos. Quizás para cuando tú vengas ya esté todo arreglado. Sin más de particular recuerdos para tus hermanos y tú recibe el cariño de este tu hermano. Francisco Lamata”. Entre los papeles que se guardaba Pascual no encontré más de estas valiosas cartas. Mas no es difícil imaginar el final de esta parte de su historia. Mi viejo no recuperó su dinero, y segura estoy que le 67
  • 69. importó muy poco. Tampoco volvió a España para hacer el servicio. Regresó recién para el año 1952 (treinta años después), y a su querido amigo no logró encontrarlo. ¡Treinta años después... viejo!. ¿De qué acordarse?... ¿No Pascual?... ¿Si Francisco quizás murió en Marruecos... o en la guerra?. ¡Vaya a saberlo uno!... ¡Por eso viejo... mejor es olvidarse un poco de aquello... no? Es menos triste que tenerlo presente. Además... Francisco siempre te será un amigo de los años de vivir en España... amigos de esos que no mueren cuando los guardamos en el corazón!... Pascual guardó aquellas cartas. Para mí -hoyconservarlas es un orgullo y una preciada emoción, porque me permiten reflexionar en amigos que se quisieron como hermanos sobreviviendo a sus caprichosos destinos y al paso del tiempo. Hallo además otra comprobación más de lo buenudo y simple que fue mi viejo, y de aquel “cero sentido de frustración” con que me gusta caracterizarlo. 68
  • 70. CAPÍTULO 7 Mirando a Buenos Aires Pero volvamos a sus 20 años, años de porteño, entre cartas de recordados amigos, alguna linda mina, la voz internacional del morocho del Abasto, las orquestas de tango, el trabajo y la compañía de sus hermanos mayores, que como decía Francisco... siempre mirarían algo por él ...no? En estos años se le pegó el gusto por cantar tangos y milongas, gusto que le duró de por vida. Recuerdo las expresiones y gestos que le ponía a cada letra que cantaba y los pasos de tango con los que se deslizaba mientras se hacía el interesante. Cuando terminaba con sus interesantes demostraciones, decía alegremente: -“¡Ay... qué tangazo!...” y sonreía... feliz de la vida. Yo me quedaba mirando a ese español que era mi padre, al que tanto se le había pegado lo porteño, y pensaba: ¡Qué lindo viejo... qué bien te pegó la Argentina!... 69
  • 71. - “Flaca, fané y descangallada, la vi esta madrugada salir del cabaret ... / fea, tres cuartos de cogote y una percha en el escote, debajo de la nuez .../ parecía un gallo desplumao, luciendo al compadrear su cuello picoteao ... / yo que sé cuando no aguanto más, al verla así.. rajé, pa no llorar.../ y pensar que hace diez años fue mi locura, que llegué hasta la traición por su hermosura ...” - “Aún recuerdo aquella noche bien juntito a la vidriera.../ y en susurros me decías ... ay querido... si vos pudieras .../ aquel tapado de armiño todo forrado en lamé.../ que tu cuerpito abrigaba, al salir del cabaret... / tu tapado de armiño me salió más caro que tu amor... / pues el tapado lo estoy pagando todavía.../ y tu amor... tu amor ya se acabó...” - “Ay morena... morenita meuo amor ... / túme dices que me quieres morena... / pero es mentira morena... mentira morena.../ amores no... amores no...” “Y estás perdiendo el tiempo, pensando, pensando.../ por lo que tú más quieras, hasta cuando, hasta cuando .../ y así pasan los días... y yo desesperando... y tú, tú contestando.../ quizás... quizás... quizás.../ quizás... quizás... quizás... 70
  • 72. Pascual siempre me pareció el más divertido y despreocupado de los cuatro hermanos. Manuel en cambio, era el maduro, el pensante, el intelectual, el que se había venido sólo con 14 años. Al poco tiempo que mi joven tío desembarcó, lleno de las ilusiones propias de los que venían por una vida nueva, su salud enfrentaría un fuerte contratiempo obligándolo a cambiar de planes. Enfermó de una fuerte neumonía que lo dejó marcado el resto de su vida. Hablaría siempre muy bajito. Los médicos entonces le recomendaron para su mejoría que se fuera a vivir a lugares de clima frío y seco. Así es como el jovencito Manuel volvió a España enfermo y al cuidado de su querida madre. Luego de permanecer casi dos años en los que efectivamente su salud mejoró, y ante el temor de cumplir con el servicio militar allí, retorna nuevamente a Argentina, al almacén de Brasil y Tacuarí. A pesar de su frágil salud, ahora el tío estaba más decidido a superarse que cuando era un niño de catorce años. Le gustaba mucho leer, entendía de política, simpatizaba con los ideales socialistas y aprovechaba muy bien su tiempo ya que en las noches 71
  • 73. estudiaba Teneduría de libros, por correspondencia. Tenía alma de contador y era un hombre prolijo, fino y de buen gusto. Para mí, era el tío más lindo!... y el que se preocupaba mucho por su hermano Pascual, que al parecer... vivía bastante en una nube!... - “Óyeme bien Pascual”, dijo Manuel, -“una de estas mañanas iremos al Consulado español. Tendremos que hacernos un tiempo para hacer averiguaciones y trámites. Como ya lo sabrás, tú y yo somos desertores para el gobierno de España. Allí dejaremos claro que hace años que estamos en la Argentina y que tenemos intenciones de seguir trabajando en Buenos Aires. Llevaremos todos los certificados y permisos que nos dieron en España, cuando nos embarcamos”. Así es que luego de algunas mañanas de largas horas en el Consulado General de España, Manuel y Pascual consiguieron los siguientes certificados: “El cónsul general de España en la República Argentina: Certifico que en el archivo de este Consulado General y entre los expedientes correspondientes al año 1926 existe uno bajo el número 132 que copiado dice: “ El 72
  • 74. Cónsul General de España en la República Argentina certifica que en esta fecha, ha sido tallado y reconocido en esta cancillería el mozo Pascual Calvo Gamón, hijo de Joaquín y Concepción, natural de la parroquia de Alcorisa, provincia de Teruel, de 20 años de edad, profesión empleado, de estado soltero, inscripto en el registro de este consulado con el número 5421 del actual ejercicio, domiciliado en Brasil 899 el cual mide la estatura de 1.630 m y resulta útil para servicio auxiliar, según los certificados facultativos y de medición toráxica que se acompañan firmados por los Doctores A.A. Martínez y J. Torrontegui, médicos de este consulado. Dicho mozo manifiesta que su residencia en esta República no es eventual sino permanente en razón de la ocupación a que se dedica y nombra para que lo represente en el acto de la clasificación y declaración de soldados a Don Joaquín Calvo. Buenos Aires 28 de Enero de 1926. Cónsul General José Buigas”. “El que suscribe, médico del Consulado General de España nombrado por R.O. de 19 de Agosto de 1923 certifica que el quinto Pascual Calvo Gamón de 20 años de talla 1.630 metros con un perímetro toráxico de 0.93, natural de Alcorisa provincia de Teruel, hijo de Joaquín y 73
  • 75. Concepción, resulta que del examen practicado se halla comprendido en la clase y orden E. Arto. 45, resultando útil servicio auxiliar. Várices voluminosa pierna izquierda. Varicocele. A solicitud del señor cónsul General expido este certificado en Buenos Aires a 28 de Enero de 1926. A:A: Martínez.”. “El que suscribe médico del Consulado General de España nombrado por R.O. de 23 de Noviembre de 1911 certifica que el tercero Manuel Calvo Gamón de 24 años de talla 1.730 con un perímetro toráxico de 0.93, natural de Alcorisa provincia de Teruel, hijo de Joaquín y Concepción, resulta que del examen practicado se halla comprendido en el grupo 111 orden E resultando útil servicio auxiliar. Várices voluminosas en la pierna izquierda. A solicitud del Sr Cónsul General expido este certificado en Buenos Aires a 28 de Enero de 1926. J Torrontegui. Concuerda con su original a que me remito y para el interesado expido este certificado que firmo y sello en Buenos Aires a 28 de Enero de 1926”. Estos certificados están escritos a máquina. Pegado al sello de la primera carilla observé una nota 74
  • 76. en lápiz con letra desconocida, que dice: Debe presentarse en el consulado de Buenos Aires antes del 30 de Abril de 1930. Quiero destacar que en el año 1926, en tanto que el joven Pascual Calvo de 20 años de edad, de 1.630 mts de altura, soltero, de profesión empleado... (y que parecía vivir bastante en una nube!...) y, mientras que su pensante hermano lo aconsejaba e instaba a gestionar certificados que lo declararan útil para el servicio auxiliar, (¡qué sé yo qué era esto!)... en la Villa de Alcorisa... se gestaba dentro de la panza de una señora llamada Carmen una preciosísima niña que saldría al mundo el 12 de Octubre del mencionado año. El nombre de la preciosa sería Pilar. Pero de ella voy a escribir mucho más adelante... Entiendo que mientras Pascual trabajaba de cadete, realizaba gestiones en el Consulado, bailaba, cantaba y quizás adquiría un mejor sombrero, sus hermanos mayores obraban como más adultos... Julián era muy diferente a Manuel. Era un convencido de que las horas debían invertirse en el trabajo, fundamentalmente, en ahorrar. Era de los que 75
  • 77. pensaban que la vida da muchas vueltas y siempre es bueno tener unos pesos por cualquier cosa que ocurra. Y de llegar a suceder... pues habrá que encontrar la manera de no gastarlos... .pues sino... coño... ya no serían ahorros!... ¡ Era un tío muy agarrado!, (y desde este mundo te pido disculpas querido tío, pero es que tengo miedo que no se entienda la idea... sabes?). Además este tío había cumplido en España con el servicio militar y entonces quería volver luego de algunos años de mucho ahorrar... Así es cómo entre idas y venidas, al menos durante un tiempo, cuatro de los seis hermanos Calvo que habían nacido en Alcorisa y en la provincia de Teruel, estuvieron juntos en el almacén de Brasil y Tacuarí, en Buenos Aires, Argentina. Recuerdo una foto de los cuatro en la que se ve un mostrador grande y unas estanterías muy antiguas junto a la pared llenas de frascos y botellas de licores, muy propio de los almacenes españoles de aquella época. ¡Cuatro gallegos solteros, simpáticos y alguno con plata ! ¡Qué oportunidades para las porteñas del barrio!... 76
  • 78. ¡Fantástico, chicas de tacones altos, medias de seda y un buen escote. A bailar muy bien el tango, que a alguno de ellos van a conquistar!... ¡Dale vos Gumersinda, con esas piernas hermosas que tenés y que te las mira mucho Pascual. Seguro que lo podés enganchar... no dejes de coquetearle que se le nota a ese gallego las ganas de vos que tiene!... Gumersinda debió ser una mina como pocas (de esas que no sólo bailaban a la perfección sino que además contaba con envidiables piernas para hacerlo), perseguida por algunos cuantos porteños y también por un gallego desesperado... Pero de esta historia yo no quise saber ni los detalles... aunque Pascual me los habría contado sin problemas. Sin embargo aquellas chicas pronto debieron caer en la cuenta, de que a esos gallegos podían enseñarles a bailar tangos y milongas... también podían aceptarles algunos tragos que ellos les pagarían de puro jugarla de caballeros... Además y si lo preferían, podían disfrutar de otros placeres más que la buena vida ofrece... mas los gallegos eran durísimos 77
  • 79. de casar... con aquello de que España... y España... y la sangre de la tierra que tira... -“¿Querrán minas gallegas, éstos?..., debieron preguntarse... -¡Maaa sí... vuélvanse al barco... o mejor... váyanse al carajo!... 78
  • 80. CAPÍTULO 8 Caminos diferentes Con el pasar de algunos años de trabajo, ahorros y bastante juerga en aquel histórico almacén, aparecieron los deseos de trazar planes distintos. Aquellos hermanos que habían unido sus fuerzas para enfrentar un país tan grandioso como la Argentina de esa época, ahora pensaban en separarse. José fue el primero en regresar a España, se lo había prometido a su novia Ramona que lo esperaba fielmente. Pascual contaba que este hermano quería volver, que no estaba muy a gusto, además tenía fuertes ideas políticas de las que no quería desprenderse. Lo cierto es que regresó pronto, se casó y formó su familia. Es muy poco lo que sé de este tío y claro es que no lo conocí, pero me gusta mirar una foto que le envió a Pascual con fecha 11 de mayo de 1927. En ella se lee: “A mi querido hermano Pascual, tu hermano que te quiere: José Calvo”. Su letra es prácticamente idéntica a la de mi padre. Al mirar su gesto me impresiona a hombre bueno. Tenía los ojos 79
  • 81. claros. Julián también quiso volver y estar con los suyos. Tenía fuerza y juventud para hacerlo. Problemas con ingresar a España no tenía y lo que sí tenía “mi tío agarrado”, era dinero para empezar algo allí. Llevaba idea de instalar un puesto de venta de combustible para autos. Sabido es que el mundo se estaba llenando de coches y esto, sí o sí, sería un buen negocio. Don Joaquín y Doña Concepción lo recibieron con felicidad. La Argentina les devolvía al hijo mayor, que volvía como a quien le ha asentado bien el emigrar hacia otras latitudes, transformado en un hijo adulto y muy prosperado. En sus ya envejecidos años, Julián les brindaría cierta protección que seguramente la necesitaban mucho. Así fue. Julián vuelve a España, fuerte, joven, soltero, con plata y con ganas de instalar una gasolinera en Alcorisa, (ideal situación para cualquier moza casamentera... Mejor... Imposible!). Su pronto casamiento con Victoria fue además una excelente sociedad, no sólo porque ella crió a los tres hijos que tuvieron: Magdalena, Asterio y Julianín, sino porque Victoria se parecía a su marido. Era valiente y de 80
  • 82. carácter fuerte, apoyó a su marido en todo, luchó a su lado hasta lo último y cuidó muy bien de su dinero, aún de sus propios hijos, los que con el tiempo se las ingeniaron para ratear algunas pesetas, sobre todo, Asterio, y sin un gramo de culpas!... Manuel y Pascual en cambio no regresaron. El sólo hecho de hacer el servicio militar los detenía. ¿Qué significaba prestar este servicio al gobierno de España en aquel tiempo?... ¿Cuánto se le temía?... Pascual releería las cartas de Francisco donde le decía que embarcaban muchos soldados hacia Marruecos, que no volviera, que esperara a que todo se arreglara. Tengo la impresión que el tío Manuel se desarraigaba sin demasiados conflictos. Tal pareciera que lograba verse cómodo y sin tantas nostalgias en este país. Quizás pensaba más fríamente. Había completado sus estudios en contabilidad y quería ejercer como tenedor de libros en algún negocio importante. Para su suerte, se enteró que se necesitaba gente con esos estudios en una ciudad pequeña y lejana a Buenos Aires llamada “Reconquista”, ubicada hacia el norte de la provincia de Santa Fe. Allá fue, ya que había aprendido, quizás del 81
  • 83. propio Julián, el valor que tiene el arriesgarse y emprender de frente los nuevos desafíos que la vida trae. Es así que al poco tiempo, lo encontramos ejerciendo sus conocimientos en esa alejada ciudad norteña, en la firma Lanteri Hnos., ubicada en las calles Belgrano y Habbeger Posteriormente trabajó en una famosa tienda de la misma ciudad, la tienda de Don Moisés Gazze. También necesitaban allí un tenedor de libros de mucha confianza. La persona que venía realizando ese trabajo se trasladaba a otra ciudad y entonces recomendó a su dueño, nada menos que al joven y apuestísimo Manuel Calvo. Finalmente los hermanos Calvo se separaron, vendieron el almacén de ramos generales, repartieron las cosas como les pareció mejor y a empezar de nuevo. Abandonaron Buenos Aires, sus clubes, jodas, bulines, trajes y sombreros. Nada o muy poco se llevaría Pascual del histórico almacén de Brasil y Tacuarí, ya que, poco o nada sería lo que habría ahorrado, (muy a pesar de los esfuerzos de Julián en enseñarle este valor). Creo que además de faltarle la compañía de sus hermanos, otra de las cosas que lamentaría mi viejo, quizás fue la pérdida del trabajo 82
  • 84. conductista que ellos habían pensado para él. ¡No más el chico de los repartos!... ¡No más... de cocinero!... Tomó sus pocas cosas y partió en tren hacia un pueblucho, país empleados. Más adentro, o menos donde para el necesitaran año 1930 encontramos a Pascual en “Banderaló”, provincia de Buenos Aires, pueblo cercano a General Villegas, provincia de Buenos Aires. Nunca manifestó mi viejo disconformidades o quejas en cuanto a la disociación del almacén. Por lo menos yo, jamás le escuché una crítica con respecto a la forma en que se repartieron los pesos de aquellos años de trabajo. Quiero decir, que no sé cómo fue la cosa, sin embargo y como entreviendo repartos justos, digo que Pascual siempre quiso mucho a sus hermanos, nunca los dejó de admirar y recordar, sobre todo, a Manuel. Esto notaba yo cuando era chica. La opinión del tío era muy tenida en cuenta por mi papá y además, cuando venía a visitarnos, mi viejo sentía una alegría inmensa que me trasmitía fácilmente. Todos esperábamos su llegada, (yo además esperaba que me regalara una muñeca que hablara). Según me pareció siempre, creo que el tío Manuel funcionó por 83
  • 85. mucho tiempo como una especie de tutor - guía para su hermano, al menos en aquellos años de ridículos sombreros y de juventud en una nube... Entendí el dolor que mi papá sintió al fallecer su hermano. Lo vi realmente llorar... Comprendí la pérdida... Su ropa la usó en ocasiones especiales... Transcribo ahora una carta que encontré entre los papeles de Pascual. Es de su hermana Concha, la única hermana que tenía en España y que nunca viajó a la Argentina. No tiene fecha. Supongo que la envió en aquellos años en que los hermanos Calvo se habían separado intentando caminos diferentes. Tal pareciera que poco se sabía de Pascual. “Queridos hermanos, nosotros bien lo que deseamos en vosotros. Hace bastante recibimos carta de Manuel con sus fotografías en las cuales estás muy bien y muy guapo, nos dieron una alegría muy grande, te he puesto en un marco encima de la cómoda y pareces que se nos ríes cuando te miramos y si 84
  • 86. todo lo que le decimos a tu foto lo oyeras tú, con seguridad que te reirías. Manuel creo recibirías la felicitación que te mandamos para el día de tu santo y cómo puedes ver nos acordamos mucho de ti, decirte mucho es poco, nos acordamos constantemente. De Pascual lo mismo, nada más que como es tan perezoso para escribir se pasa el tiempo sin tener carta suya, sin darnos cuenta a lo mejor casi el año. Pascual esperamos carta tuya, no nos la hagas esperar mucho tiempo que estamos siempre ansiosos de tener noticias vuestras. Como ésta la recibirás por los días de tu santo, te felicito en ella y te deseo pasar un feliz día y te pido tengas para nosotros un pensamiento ya que otra cosa no te será posible, nosotros nos acordamos siempre, pero en los días de vuestros cumpleaños o tal como el de vuestro santo, más. Pascual espero una carta tuya muy larga en la que creo me contarás algo de tu vida que permaneces callado y también te pido tu foto, con que a ver si eres bueno y me cumples en darme lo que te pido. Sin nada más, cuidaros mucho y recibir el cariño de vuestra hermana que nunca os olvida. Concha Calvo. 85
  • 87. Queridos hermanos: yo bueno, lo que deseo en vosotros. Sólo dos líneas para demostraros que no me olvido de vosotros. Recibimos la vuestra con las fotos de Manuel, sólo nos falta la de Pascuale. Yo llevo siempre la monótona vida de siempre. Manolo.” Esta carta no tiene fecha ni demasiado contenido, pero sí mucho afecto. Denota a una lejana hermana, muy católica, cariñosa y bastante aburrida, extrañando a sus hermanos y hablándoles a sus fotos. Supongo que al no hacer ninguna referencia a Julián, ni a José, es porque estarían de regreso en España. Mientras fui chica no sentía cariño por esta lejana tía. Cuando miraba su foto de buena moza su rostro me resultaba tenso, frío, siempre pensé que sería amarga y estricta. Frente a mis ojos tengo más cartas de ella. Al comparar su letra a través del tiempo, noto en las últimas una letrita chiquita y muy temblorosa. Transcribiendo aquélla que me parece ser una de las primeras, intento una especie de disculpas por los escasos sentimientos que tuve para con esta tía. Actualmente se me han modificado... Ahora que ha 86
  • 88. pasado el tiempo alcanzo a entender el cariño que sentía por sus hermanos, a los que había visto nacer y crecer junto a ella, con los que habría jugado como la única niña de la casa rodeada de cinco hermanos varones que la perseguirían siempre. La vida casi la deja sin ellos. A casi todos los despidió para la Argentina, sólo dos volvieron a su lado y otros dos murieron en la guerra... Vuelvo a mirar su rostro en la foto y me parece dulce.... 87
  • 89. CAPÍTULO 9 Banderaló Viajaría si pudiese hacia atrás y en el tiempo rumbo a Banderaló, provincia de Buenos Aires. Me gustaría conocer ese lugar y recorrer sus calles maginando lo que habría sido en aquellos años en que Pascual vivió allí. Quiero escribir todo lo que pueda recordar de las muchas cosas que él contaba de aquel pueblo tan distinto a Buenos Aires, con calles de tierra, pobladores más pobres y trabajadores, donde las cosas sucedían lentamente o más bien había que provocarlas, donde un comisario tiene la última palabra y donde tener una buena moto era “lo más ”! Allí estuvo Pascual unos cuantos años trabajando con patrones extraños. Ahora sí necesitaba ahorrar un poco de lo que ganaba. Debió pagar por una pieza de la casa que compartía con otros muchachotes. Necesitó hacerse lentes. Posiblemente también renovó el traje y el sombrero. Y no quiero olvidarme de mencionar que debía mantener a su 88
  • 90. mascota preferida de aquel tiempo, es decir una espectacular Harley Davison de 1200 c.c. y con side card que, según las fotos de la época, parecían destacarlo entre los más facheros del pueblo... Esta etapa de su vida era también muy felizmente recordada por él. Ahora se manejaba solo y con su propio criterio. Aprendió a ser independiente. Se hizo de dos amigos muy queridos: Rosendo y Freddy, y también de otros amigotes más que lo llamaban “gallego”. Siempre venían a su pieza a escuchar los chistes del gallego o salían por el pueblo a darse unas vueltitas. En las noches de verano el calor era sofocante. A partir de cierta hora se interrumpía el servicio de luz en las calles quedando el pueblo a oscuras hasta el amanecer. Los vecinos encendían lámparas, soles de noche o lo que se tuviera. Pascual relataba muchas anécdotas de aquellos años, siempre con gran sentido del humor y disfrutando al revivirlas. Nos contaba que vivía en una casa muy grande con un negocio adelante y varias habitaciones en la parte de atrás, una era de él. No sé cómo se la arreglaba para limpiar y cocinar toda la muchachada, 89
  • 91. Pascual jamás se extendía su cama. La pieza del gallego resultaba el lugar de reunión en el que se planificaba toda joda y también se lamentaba algún amor no correspondido o contrariado. Su cama sería silla de un montón de muchachotes, así que ¿para qué extenderla?, si cualquiera la distendía en cualquier momento. Además, a Pascual le daba lo mismo, al llegar cansado de trabajar no pensaba demasiado en esos detalles. Nunca descubrió al autor, pero parece que alguno quería corregirle un poco aunque no más fuera, tanta desprolijidad. Una noche al llegar, mientras pensaba en acostarse en pocos minutos más, se le ocurrió acomodar un poco la despelotada pieza. Coincidentemente esa noche no tenía la visita de nadie. Al retirar la sábana para ventilarla un poco... ¡Oh sorpresa !..., lo esperaban debajo de ellas unos cuantos huevos de gallinas, bien distribuidos y listos para recibir a Pascual y hacer de él una especie de tortilla u omelette. ¡...Ojo Pascual!... Casi te mandaste?... ¡Huuuy, ¿es hostias?!... Lo que podría haber sido... un empaste baboso que te hubiera costado un 90
  • 92. baño de esos únicos en la vida, de esos que no te darían ganas de cantarte un tango, quizás sintiendo alguna carcajada en el patio o en otra pieza. ¡Hijos de perras!... ¿Quién se la pensó a ésta? ¿Habrá sido Rosendo o el Freddy? ¿Quién otro? ¡Nunca lo sabrás Pascual!... Cuando quieras averiguarlo, van a poner todos esas caras de “pelotudones babiecas desentendidos” (expresiones de Pascual), mejor pensáte algo y alegráte de que no te agarraron! ¡Tranquilo Pascual, no digas nada, como si esos huevos nunca existieron. ¿Quizá tengas alguna pista mañana? Aguantátela gallego. Además, te gustan los huevos fritos, mandáte tres o cuatro con el aceite bien caliente y a dormir!... ¡Mañana veremos!... Algunos días pasaron y nada de nada. Entonces había que pensar en el contraataque. ¿Qué se te puede ocurrir Pascual?... ¡Pensala bien, no te puede fallar, tiene que caer el de los huevos, deja pasar unos días como para que se olviden del asunto y mandáte con eso que tu cabezota está pensando y no te rías por adelantado... esperá!... 91
  • 93. Unos días más adelante... - “¡Che Freddy!, el gallego dijo que tiene unas cervezas en la pieza para esta noche. ¿Vos qué haces , venís?”, preguntó uno de ellos. - “¿Por qué no?, si el gallego invita!...” El calor los acompañaba, andar descalzos y con poca ropa era lo esperado en aquel conventillo, el patio de la casa era el lugar más fresco, no se cerraban las puertas de las habitaciones. Como vendrían los muchachos, Pascual, simuló limpiar un poco la pieza, fundamentalmente se ocupó de baldear bien el piso de la entrada y además, conectó al picaporte por el lado de adentro, un cable de corriente continua de 110 voltios... y entornó la puerta. ¡El patadón , carajo - pensaba Pascual - no te mata pero te va a sacudir un rato y a lo mejor cantes quien fue “el de los huevos”! ¡Quedáte esperando Pascual y escuchá los silbidos y tarareos de los que van llegando!... - “Larai... larai... larai... ayyy, ... la p... carajo gallego!...” - “¡Eh!..., ¿qué pasa?, ¿por qué gritas?” 92
  • 94. - “¡Cómo qué pasa, güevón, le pusiste corriente el picaporte?!...” - “Ja ja ja... - pasá, pasá y decime una cosa hablando de güevones : ¿Vos fuiste el de los huevos?...” - “¿Qué?... No Pascual. ¿Qué huevos? ¿De qué hablás?... No, yo no fui !”. - “Pero -insistía Pascual con su dedo apuntado y su mirada fija: -a mí me dijeron que vos fuiste el de los huevos”. - “No gallego, te digo que yo no fui”. - “Bueno pasa y cállate la boca que viene otro y escucha el alarido que va a dar éste ahora...” Otro se acercaba ... - “Guauuuuuh!... carajo, que te parió!...” Así cayeron unos cuantos y aunque nunca supo quién fue el autor de “los huevos”, tal cual sus planes, les surtió un sacudón y se les rió en la cara... Allí en Banderaló, la vida transcurría demasiado tranquila. Poco había en ese pueblo de lo que había sido Buenos Aires. Es decir, la muchachada tenía que pensar mucho más en qué entretenerse, idear algún 93
  • 95. partido de fútbol, tomarse algún trago en alguna cantina o rajarse a General Villegas en la Harley Davison aunque esto sería más de los fines de semana, supongo. En las noches muy calurosas era agradable sentarse en la vereda a tomar aire fresco. Sacaban entonces varias sillas y charlaban de cualquier cosa. Como el servicio de iluminación se suspendía un rato antes de la media noche, se podía estar casi desnudo, es decir en calzoncillos y sin problemas. Además, aquella casa en la que vivían Pascual y sus amigos, estaba ubicada al final de la calle y del otro lado continuaban terrenos del ferrocarril. La gente paseaba habitualmente por allí y más o menos en esa cuadra se pegaba la vueltita, pues se terminaba el caserío y la poca luz con que contaban. Pascual, el Freddy, Rosendo y otros, estaban muy frescos y conversadores una noche como tantas otras. Entre charlas y comentarios el sueño iba llegando con algún bostezo y un poco de aburrimiento. Esa noche los últimos en entregarse al descanso fueron Pascual y Rosendo. Era muy agradable estarse prácticamente desnudo y tomando aire fresco. Adentro de las piezas el calor era insoportable. Los acompañaba una luna 94
  • 96. muy clara, el canto de alguna rana en las cunetas y algunos vecinos que paseaban por allí cerca. El comisario con su flamante esposa y su cuñada también lo harían esa noche... - “Rosendo, yo me voy a dormir, tengo un poco de sueño”, dijo Pascual. - “Bueno gallego, yo me quedo un rato más y después cierro todo”, contestó Rosendo. Era cierto que Pascual tenía un poco de sueño, aunque no el suficiente. Se le ocurrió cerrar con llaves la puerta e imaginar a Rosendo en ciertos apuros... Esperó un rato allí detrás de la puerta y se aburrió como un chico que, jugando a las escondidas, pasa el tiempo y nadie lo encuentra. ¡El muy crápula se mandó a dormir y olvidóse del asunto!... Lo que Pascual no imaginó es que el comisario y su esposa caminarían por allí hasta llegarse propiamente a los terrenos del ferrocarril. Rosendo veía que los caminantes avanzaban por la vereda y se dio un changüí, total, pensaba, “a unos metros de distancia hago dos pasos y me meto adentro”. Evitaría así que se lo viera en paños menores, sobre todo la primera dama del pueblo. 95
  • 97. La noche estaba espléndida, su clara luna invitaba a caminar e iluminaba el sendero de los que se amaban, y también de los que retozaban aburridos y solitarios en las veredas ... “¡Caramba!, pensó Rosendo viendo a los caminantes bastante cerca , ¡estos dos vienen agarraditos y no se pegan la vueltita!”. “¿Y quién será esa mujer que viene con ellos?”. “ Bueno, llegó el momento, ahora sí me meto adentro”. “¡Uyyyy la puerta está cerrada, carajo!... Toc, toc, toc...¡Gallego abríme, te dije que yo cerraba... abrime... abrime carajo... no te hagas el güevón!... Pascual no escuchó jamás este pedido desesperado de Rosendo, ya no estaba detrás de la puerta sino largo en su cama, relajado y tranquilo. Su despertador había sido puesto para que sonara temprano al otro día y el tic tac de sus agujas centinelas... invitaban al descanso. ¡Qué desesperación... Rosendo. ¿Qué haces ahora?...¡Ya están acá y vos en calzoncillos!... ¡Te ven, te ven... corre, corre!... ¡Date cuatros zancadas, cruzá la calle y tiráte a la cuneta de enfrente... qué se yo!... 96