Este documento presenta un análisis del evangelio del día sobre el verdadero significado de la humildad cristiana y cómo ser el primero en el servicio. Explica que Cristo no condena el deseo de liderazgo, sino que enseña que el verdadero liderazgo consiste en servir a los demás. El mayor servicio es dar la vida por los demás a través del amor, como lo hizo Jesús. La verdadera autoridad emana del servicio buscando el bien de los otros, no del poder sobre los otros.

1. DOMINGO 29º DEL TIEMPO ORDINARIO
EVANGELIO: Marcos 10, 35-45
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los hijos del Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron:
"Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir." Les preguntó:- "¿Qué queréis que
haga por vosotros?" Contestaron: "Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro
a tu izquierda." Jesús replico: "No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo
he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?" Contestaron: "Lo
somos" "Jesús les dijo: "El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el
bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me
toca a mí concederlo; está ya reservado." Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra
Santiago y Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: "Sabéis que los que son reconocidos como jefes
de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada de eso: el que
quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos.
Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en
rescate por todos."
SER EL PRIMERO EN EL SERVICIO
1. Sentido de la Humildad Cristiana
En este evangelio habla Cristo sobre aquel que quiera ser el primero y el que quiera ser grande.
Digamos de entrada, hermanos, que Cristo no condena el deseo de ser importante ni habla
mal de quien quiere tener el primer puesto. Por lo menos en el evangelio de hoy no es ese su
propósito. A veces se interpreta el cristianismo como una religión de gente acomplejada, de gente
sin aspiraciones. Sin embargo, eso no es lo que dice Jesús. Él dice: “El que quiera ser el
primero…” “El que quiera ser grande…” que haga tal o cual cosa. No dijo: “El quiera ser el
primero o ser grande, que se quite ese deseo, que se olvide”.
Más bien se trata de mostrar en dónde radica la verdadera "importancia" y cuál es el "primer
puesto" al que hay que aspirar. Esto es muy importante para poder entender en qué consiste la
humildad cristiana: no es tanto hacer como si que no me interesara lo que en realidad sí me
interesa, sino encauzar ese interés según la mente de quien mejor me conoce y ama, que es Dios.
En el apocalipsis Jesús dice de sí mismo: “Yo soy el primero y el último”. La clave está, por tanto,
en que el cristiano debe tener claro que si quiere ser el primero también tiene que ser
el último. Es algo muy distinto.
Cuando la persona se esfuerza solamente en no ser el primero acumula resentimiento
en el corazón. Pongamos un ejemplo: en el matrimonio hay muchas veces discusiones sobre qué
hacer en multitud de cuestiones; se debate acerca de qué opinión se va a imponer: ¿vamos a
hacer lo que yo quiero o lo que tú quieres? La interpretación de ser el primero sería salirme con la
mía. Supongamos que cualquiera de nosotros escucha este evangelio y entiende erróneamente
que no debe querer ser el primero. Se presenta entonces una discusión sobre qué hacer en un
determinado tema. Y yo creo que tengo la razón y veo claramente que lo mejor es hacer lo que
yo digo, pero pienso que no debo querer ser el primero y lo que debo hacer es reprimir ese
deseo. Entonces me callo mi opinión y le digo a mi esposa: “Hagamos lo que a ti te parece”. Lo
dije de labios para afuera pero, ¿qué quedó en mi corazón? Resentimiento. Cuando uno quiere ser
el primero y le da una patada a ese deseo, de labios para afuera se vuelve aparentemente
humilde, aparentemente dócil, pero por dentro acumula resentimiento, de tal modo que la opción

2. del otro uno la asume de mala gana, llevará cuentas y ante otra discusión terminará echando en
cara que siempre se hace lo que dice el otro. En realidad, lo que hice fue renunciar a ser el
primero de cara al exterior, pero en mi corazón sigo queriendo ser el primero.
La enseñanza de Jesús no es que no debo querer ser el primero sino cuál es la manera
de ser el primero. Dice Jesús: “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera
ser primero, sea esclavo de todos”. ¿Y quién fue el primero que quiso ser el primero? El propio
Jesús. Él se pone como ejemplo de esto: “Porque el Hijo del hombre no ha venido para que le
sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. Luego lo que Cristo pide es que el que
quiera ser el primero sea el servidor de todos. Cristo no está eliminando las autoridades, no está
propugnando una especie de igualitarismo. Nada de eso. Cristo no desacredita a la autoridad,
sino que le da su verdadero rostro. El verdadero rostro de la autoridad es el rostro del
servicio. Y el mayor de los servicios es dar la vida por los otros, porque dar la vida es la mayor
prueba de amor tal y como dice el propio Cristo en el evangelio según San Juan.
¿Queremos recuperar la autoridad? ¿Queremos recuperar el verdadero sentido de la autoridad,
por ejemplo, en la familia? Aquí tenemos una clave: la verdadera autoridad es el servicio y el
verdadero servicio es dar la vida y el verdadero dar la vida es amar. El verdadero ser el
primero es ser el primero en el amor. ¿Y qué es amar? ¡Cuántas cosas se dicen sobre el amor!
Traemos aquí la explicación de Santo Tomás de Aquino: “Amamos cuando buscamos el bien
de la otra persona”. Mientras queramos solucionar los problemas de familia, de la convivencia
con el trabajo, con los vecinos, en la sociedad con el equilibrio de fuerzas (yo tengo tantas armas
como tú, tantos reproches como tú, tantos modos de herirte como tú a mí, etc.) tendremos no
paz sino ausencia de guerra. La verdadera paz llegará con el establecimiento del verdadero orden,
de la verdadera justicia y del verdadero amor. Llega la paz cuando aquellos que tienen autoridad
descubren que deben ser los primeros sirviendo a los demás buscando el bien. Los padres
podemos recuperar la auténtica autoridad con nuestros hijos, no gritando más ni teniendo más
resistencia psicológica en una guerra fría (eso es como anticipar el infierno), sino a partir de la
búsqueda del bien de la otra persona desde un profundo amor a nuestros hijos y contemplando
siempre a Jesucristo. Nadie hay entre nosotros que haya prestado un servicio más grande.
Todos nosotros dependemos de su palabra, de su amor, de su alimento. Él, hoy y siempre, sigue
siendo el gran servidor de todos nosotros. Y por eso es, hoy y siempre, el primero, el glorioso y el
rey que merece honor y alabanza por los siglos de los siglos. Amén.
GRUPO 1
1. ¿Caigo en la falsa humildad de ceder o callar por no tener problemas?
2. ¿Cómo ejerzo mi autoridad con los demás? ¿Despóticamente o como un
auténtico servicio a los demás?