2. Unos fariseos le
preguntaron: Maestro,
¿es lícito al marido
repudiar a la mujer?
Les dijo Jesús: Por la
dureza de vuestro
corazón os dio Moisés
esta ley, pero al
principio de la
creación, los hizo Dios
varón y mujer…
Marcos 10, 2-16
3. El Génesis inicia con un relato sobre la creación de la mujer.
El mayor drama del ser humano, incluso previo al pecado
original, es la soledad. No es bueno que el hombre esté
solo, dice Dios. Y decide crear a la mujer.
4. El relato es mitológico, pero encierra un mensaje más hondo
que la anécdota. Cuando el hombre la ve exclama: ¡Esta sí!
Ella es su apoyo, su sostén, su gozo. Solo ella, como
compañera, puede llenar su soledad. Y ambos, hombre y
mujer, son iguales ante Dios, ambos son imagen del Creador.
5. ¿Qué decir de “la costilla”? Es una forma lírica de expresar
que la mujer, para el hombre, es carne de su carne y
sangre de su sangre. Está junto a su corazón. El mensaje no
es de inferioridad, sino de íntima y entrañable unión.
6. El ser humano alcanza su
plenitud cuando una persona
se une a otra. No estamos
hechos para vivir solos,
aislados y autosuficientes.
Una pareja que se ama es la
imagen más bella de Dios.
7. Los fariseos abordan a Jesús con una pregunta
tendenciosa. ¿Es lícito para un hombre divorciarse de
su mujer? La pregunta tiene trampa. Si dice que no,
está negando la Ley de Moisés. Pero si dice que sí, se
compromete y cuestiona su mensaje de misericordia…
8. Jesús responde con inteligencia y esquiva la trampa.
Conoce bien la ley. Pero también conoce el sentido más
hondo de las escrituras. A una pregunta legal, da una
respuesta teológica, mucho más allá de la legislación.
9. La ley permite el divorcio por la terquedad y la dureza de
corazón. Pero ese no es el plan original de Dios. Lo que es
legamente correcto puede ser moralmente dañino.
10. A veces el amor se rompe, la convivencia se hace violenta y
no hay otro remedio que establecer una separación. Quizás
esa unión no fue lo bastante sólida, o nació herida de raíz. El
tiempo acaba agrietándola de forma inevitable.
11. Pero ese no es el deseo de Dios. Creados por el amor, solo en
el amor nos realizamos. Estamos hechos para unirnos con
otra persona, para entregarnos y recibir amor. En la unión fiel
radica nuestra felicidad. De la ruptura brotan un dolor y una
soledad terribles.
12. La alianza de Dios con la humanidad no se rompe jamás. De
igual modo, Dios quiere que las personas se amen, sean fieles
y generosas, capaces de decirse sí para siempre.
A imagen suya, estamos llamados a un amor imperecedero.