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Sistema de Información Científica
Pablo Ariel Scharagrodsky
JUNTOS PERO NO REVUELTOS: LA EDUCACIÓN FÍSICA MIXTA EN CLAVE DE GÉNERO
Nómadas (Col), núm. 14, abril, 2001, pp. 142-154,
Universidad Central
Colombia
¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista
Nómadas (Col),
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nomadas@ucentral.edu.co
Universidad Central
Colombia
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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
NÓMADAS142
* Profesor en Educación Física y Licenciado en Ciencias de la Educación de la Universi-
dad Nacional de La Plata con Maestría en Ciencias Sociales con orientación en Educa-
ción en la FLACSO, sede Argentina. Ha ejercido la docencia en distintas escuelas
públicas y privadas y en diferentes niveles. Actualmente es docente investigador en la
Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.
JUNTOS PERO NO
REVUELTOS: LA
EDUCACIÓN FÍSICA
MIXTA EN CLAVE DE
GÉNERO1
Pablo Ariel Scharagrodsky*
Aceptando que el cuerpo se ha visto históricamente atra-
vesado por diferentes dispositivos, prácticas, saberes, mo-
delos y conceptos, y que dicho proceso se ha configurado
en diversas instituciones, el siguiente artículo indaga sobre
tal situación en el ámbito escolar argentino. El análisis
focaliza las prácticas, los saberes y los efectos en la confi-
guración y re-configuración de los cuerpos masculinos y
femeninos, centrándose en la disciplina escolar conocida
como educación física. El estudio de las clases mixtas en
educación física escolar ha puesto de relieve, muy especial-
mente, la contribución en la construcción de ciertas mas-
culinidad y femineidad como productos de relaciones de
poder marcadamente desigualdades y asimétricas.
Given that the body has been historically crossed by
different devices, practices, knowledge, models and
concepts, and also given that such process has taken pla-
ce in the context of different institutions, this article delves
into this question in the case of Argentinean educational
institutions. This analysis is focused on those practices,
knowledge and effects that can be found in the
(re)configuration of male and female bodies, centered
around physical education. Studying coeducational
physical education classes has revealed that it is the
markedly asymmetrical and unequal power relations that
serves to construct a specific form of masculinity and a
specific form of femininity.
143NÓMADAS
Hubo un tiempo en que de-
terminadas prácticas educativas es-
taban dirigidas a los seres humanos,
dependiendo de ciertos rasgos
anatómicos. Tener un pene, testí-
culos o una vagina, inhabilitaba
automáticamente la práctica de
ciertas asignaturas escolares. De
este modo en la Argentina, una vez
sancionada la Ley 1420 en 1884 y
durante buena parte del siglo XX,
las instituciones educativas prescri-
bieron en sus planes
y programas, el co-
nocimiento de labores
de manos y nociones
de economía domésti-
ca exclusivamente a
las mujeres. En cam-
bio los varones, tuvie-
ron el privilegio de
recibir enseñanzas con
relación a nociones de
agricultura y ganadería.
También el trabajo ma-
nual era una asignatura
con tareas diferentes de
acuerdo a cada sexo. El
destino de las mujeres y de
los varones estaba marca-
do por su biología.
La educación física par-
ticipó activamente en dicho
proceso (Scharagrodsky,
2000). Aquella Ley marcó el
inicio institucional de su posi-
ción en el concierto restante de
las asignaturas escolares. De esta
manera, prescribió la separación
entre dos modalidades de ejer-
citaciones y actividades, con dife-
rentes cualidades y destinatarios.
Los ejercicios militares (marchas, con-
tramarchas, movimientos uniformes
de flanco, media vuelta, alinea-
ciones, posiciones fundamentales,
etc.) tuvieron un solo destinatario:
los varones, o mejor dicho, los fu-
turos hombres. Las mujeres queda-
ron excluidas de tales actividades.
Sus cualidades a desarrollar, ya las
había anticipado un siglo antes el
influyente pedagogo ginebrino
Rousseau. En este punto no dejó
dudas:
“La prioridad del entrena-
miento corporal es común a
ambos sexos,
aunque se
dirige a objetivos dife-
rentes. En el caso de los chi-
cos, su meta consiste en
desarrollar la fuerza, en el caso
de las chicas, en suscitar en-
cantos”.2
Y sus dichos se cumplieron al
pie de la letra a partir de dicha Ley.
Las actividades prioritarias para las
mujeres, en la educación física, fue-
ron “pasos, actividades rítmicas,
gimnasia femenina, danzas, ejerci-
cios decentes y no violentos, cier-
tos juegos, etc.”; en fin, tareas
dirigidas a la construcción de cierta
feminidad vinculada especialmen-
te con la maternidad, la reproduc-
ción y el ámbito de lo doméstico
(Vázquez, 1990).
Por suerte para nosotros/as,
ya no estamos en aquel tiem-
po, sino en uno muy distin-
to, más complejo y, quizás,
más libre -por lo menos par-
cialmente3
. El hecho de
haber nacido macho o
hembra no limita -por lo
menos formalmente- a ni-
vel educativo un tipo de
asignatura, de actividad o
de contenido a aprender.
Sin embargo, es sa-
bido que cualquier cla-
se escolar -sea o no de
educación física-, pre-
senta reglas invisibles
y mecanismos ocultos
que muy sutilmente
van contribuyendo a
construir cierto or-
den corporal y no
otro.
Pero dicho or-
den está marcado -consciente
o inconscientemente- por el gé-
nero.4
Ciertos comportamientos
corporales, gestos, actitudes, po-
siciones, desplazamientos, movi-
mientos, usos corporales, aderezos,
etc., se van cristalizando y hacen
del campo de la educación física
escolar, un espacio de configura-
ción y re-configuración de suje-
tos con un género de un tipo
determinado.
NÓMADAS144
Transcurrido más de un siglo, y
si bien en la actualidad los Conte-
nidos Básicos Comunes para la
Enseñanza General Básica de Ar-
gentina ya no establecen, como
antaño, diferencias por sexos, la
educación física escolar ha conser-
vado ciertos rasgos que histórica-
mente la constituyeron como
campo del saber escolar obligatorio
a transmitir a futuras generaciones.
En este sentido la normativa es un
fiel reflejo de ello. Las actuales cla-
ses de educación física en la Edu-
cación General Básica (E.G.B.) se
prescriben, desde la
normativa, de la si-
guiente manera:
“La E.G.B. 1 (6
a 8 años), podrá
ser atendida sin
separación de
sexos por un solo
docente. En la
E.G.B. 2 (9 a 11
años), se procu-
rará la separación de sexos.
En la E.G.B. 3 (12 a 14
años), el dictado de las cla-
ses se realizará por sexos se-
parados contemplando las
excepciones de la circular téc-
nica nro. 3/96 mientras dure
la transición”.5
En dicha circular se plantea una
separación natural por sexos a me-
dida que se avanza en edad. En la
E.G.B. 3 (7º, 8º y 9º año) sólo se
contemplan clases mixtas como
excepciones. Pero ¿cuáles son esas
excepciones?
Las mismas están relacionadas
con ciertas circunstancias particu-
lares ligadas a cuestiones adminis-
trativas, como por ejemplo, la
existencia de un solo 9º año en
un establecimiento escolar y la
imposibilidad de articular con el
8º de la misma escuela, o la difi-
cultad de un docente de dictar las
clases separadas por sexos en cier-
tos horarios. Estas y otras circuns-
tancias, materializan la excepción
de las clases mixtas en educación
física en el Tercer Ciclo de E.G.B.
Queda claro que la excepción es
la opción menos estimulada ins-
titucionalmente y, por lo tanto,
utilizada entre las modalidades di-
dáctico- pedagógicas de la disci-
plina. Sin embargo, en la práctica
existen clases mixtas en educa-
ción física en el Tercer Ciclo de
la E.G.B.
Ello a simple vista supondría
que dichas clases funcionarían
como espacios que permitirían es-
tablecer relaciones recíprocas entre
los colectivos, como en otras asig-
naturas mixtas. Sin embargo, lo re-
gistrado indica ciertas regularidades
contrarias a ello.
Frente a este panorama son
múltiples los interrogantes que se
plantean en el campo de la dis-
ciplina en cuestión, como por
ejemplo: ¿qué sucede con el tra-
tamiento de los cuerpos -mascu-
linos y femeninos- durante las
clases de educación física? ¿qué
reglas invisibles moldean con gran
precisión los usos correctos del
cuerpo masculino o femenino?
¿cómo ciertos saberes configuran
un régimen verdadero de lo mas-
culino y de lo femenino? ¿qué prác-
ticas se instalan para legitimar tal
situación? En síntesis, ¿cómo la
práctica escolar denominada edu-
cación física contribuye a cons-
truir un cierto tipo de masculinidad
y un cierto tipo de feminidad?
Consideraciones
metodológicas
El análisis de la si-
guiente problemá-
tica se ha centrado
muy especialmente
en las relaciones de
poder-saber que se
establecen entre
varones y mujeres
en las clases de edu-
cación física en 9º
año de la Educa-
ción General Básica (alumnos y
alumnas entre catorce y quince
años), a partir de los discursos de
los docentes y de las prácticas de
los/as estudiantes.
La metodología empleada ha
respondido a un enfoque teórico
metodológico, que se ha nutrido
fundamentalmente de ciertas
categorías y conceptos de la
etnografía. En este sentido, la
perspectiva de análisis ha conser-
vado los rasgos comunes a todas
las distintas definiciones de la et-
nografía: un esfuerzo por docu-
mentar lo no documentado de la
realidad social.
De esta manera, a partir de las
entrevistas semi-estructuradas
(ocho en total) realizadas a do-
centes, todos varones, de la dis-
145NÓMADAS
ciplina y las observaciones de las
clases mixtas6
de educación físi-
ca, se han identificado determi-
nadoscomportamientos, actitudes,
usos corporales, tipos de movi-
mientos, tipos de contacto, utili-
zación del espacio, empleo del
tiempo y formas de agresión dis-
tintas, de acuerdo al sexo del cual
provenían.
Asimismo, se han observado
y analizado las diferencias en la
interacción docente-varones y
docente-mujeres;
expresiones estere-
otipadas; expresio-
nes ridiculizadas;
uso de diminutivos
y aumentativos y
alabanzas y amo-
nestaciones. Los
resultados obteni-
dos después de va-
rias observaciones
-entre ocho y diez
en dos escuelas- han mostrado un
alto porcentaje de presencia de los
elementos masculinos en compa-
ración con los femeninos y una
jerarquización de lo masculino
frente a lo femenino.
De esta manera, se han recono-
cido las siguientes regularidades,
con marcado tono sexista7
y estere-
otipante en las clases mixtas de edu-
cación física escolar:
1) Código de género en el
lenguaje.
2) Comportamientos, gestos
y actitudes más frecuentes
de niños y niñas frente a la
actividad física.
3) Representaciones de los
docentes.
1) Código de género
en el lenguaje:
“lo femenino como
refuerzo de lo
negativo”
Distintos estudios en el ámbito
de la educación han puesto de ma-
nifiesto que existe una discrimina-
ción de la mujer en la utilización
del lenguaje escolar.
M. Subirats (1988) “sostiene
que el código de género femeni-
no está afectado por una negación
del mismo perfectamente identi-
ficable a través del lenguaje”. En
este sentido, se han encontrado
ciertas pautas y ciertos mecanis-
mos que muestran durante las
prácticas físicas y deportivas, que
las mujeres son objeto de discri-
minación, subordinación y desva-
lorización.
En los grados mixtos la eviden-
cia empírica en relación al lenguaje
y a ciertos términos utilizados,
muestra no sólo que el colectivo
mujeres es ignorado en ciertos mo-
mentos de las clases (al inicio y al
final de la clase los docentes han
utilizado el genérico chicos o ni-
ños), sino que, cuando se hacen vi-
sibles -las mujeres-, suelen usarse
como refuerzo de lo negativo o de
lo ridículo. Esto sucede, con ma-
yor o menor intensidad, tanto en
la interacción alumnos-alumnas
como en la interacción docente
alumnos/as.
Por ejemplo:
“Se mueve como una nena”
(frase dirigida por un profe-
sor en referencia a un alum-
no varón) (F)
“Si se siguen pegando salen
del juego y van a jugar con
las chicas” (fra-
se dirigida por
un profesor a
dos alumnos va-
rones) (M)
“Las mujeres
son de madera”8
(frase dirigida
por un profesor
en referencia a
las mujeres) (F)
Estas frases que circulan recu-
rrentemente durante las clases de
educación física, sugieren a lo feme-
nino como refuerzo de lo negativo y
de lo ridículo.
Asimismo, el lenguaje y los tér-
minos utilizados durante las clases
suponen una jerarquía, donde lo
masculino se convierte en norma y
modelo de qué es lo que hay que
hacer y de cómo hay que hacerlo.
La utilización sistemática de cier-
tos valores y atributos ligados
imaginariamente a lo masculino
refuerzan dicha situación. A la in-
versa, ciertos valores y atributos
ligados imaginariamente a lo feme-
nino fortalecen su carácter negati-
vo. En ambos casos, posibilitando
e imposibilitando ciertos compor-
tamientos, gestos y actitudes.
NÓMADAS146
Por ejemplo:
“Juegan con una pelota de
plástico que es de mi hijo, ¡las
minas (las mujeres) no pueden
jugar a nada! (frase referida
por un profesor a las alumnas
mujeres) (F)
“¡A las chicas les duele la
mano con la pelota de voley!”
(en referencia a que es de
plástico y es más fácil de ju-
gar con ella que con la pelo-
ta “normal”) (F)
“¡Pasó más de tres veces la
pelota! (frase dirigida por un
profesor a una alumna mu-
jer) (F)
“Con las minas no puedo ha-
cer casi nada” (frase referida
por un profesor a las alumnas
mujeres) (M)
“Dale... poné garra!” (frase de
alumnos)
“¿Qué pasa? ¿no tenés hue-
vos?” (frase de alumnos)
“Tenés que aguantar la pelo-
ta” (frase de alumnos)
“No arrugues”
(frase de alumnos)
Al mismo tiempo que la ma-
yoría de las mujeres no pueden ju-
gar bien con una pelota normal de
voley, o que les duele la mano al
golpearla o que no pueden pasar
más de tres veces la pelota al cam-
po contrario, ciertos lexemas
como “poner garra”, “tener hue-
vos”, “aguantar” o “no arrugar”9
van paulatinamente encarnándo-
se en los cuerpos masculinos con-
tribuyendo en la configuración de
diversas masculinidades.(Connell,
1997)
2) Comportamientos,
gestos y actitudes más
frecuentes de niños y
niñas frente a la
actividad física: “la
asimetría corporal
como común
denominador”
De igual manera, ciertos com-
portamientos corporales, ciertos
gestos y actitudes, ciertos movi-
mientos, ciertos desplazamientos y
ciertos usos del cuerpo, en el ám-
bito de la educación física, están
inscriptos como un deber ser para
cada género. Las regularidades cor-
estudiantes durante las clases de
educación física, hacen que éstos/
as se vayan configurando como
masculinos y femeninos, contribu-
yendo al mantenimiento de un cierto
orden sexual establecido. De esta
manera se conservan ciertas rela-
ciones de dominación, derechos y
privilegios que, en última instancia,
perpetúan determinadas actitudes
recurrentes en las clases de educa-
ción física escolar.
Por ejemplo, se han identifica-
do las siguientes situaciones reite-
radas en las clases mixtas. En las
mismas, predominó la práctica de
fútbol en los varones y el voleybol
en las mujeres.11
Salvo al final de
la clase -por iniciativa de algunos
porales que deben cumplir -y que
han aprendido a cumplir10
los y las
147NÓMADAS
alumnos varones o por compulsión
del docente- la interacción entre los
varones y las mujeres fue práctica-
mente inexistente:
* Los varones son, en todos
los casos, los primeros en ini-
ciar el juego y los últimos en
terminarlo, salvo cuando -cir-
cunstancialmente- están ju-
gando con las mujeres.
* Los varones son, en la ma-
yoría de los casos, los que
buscan el material (pelotas,
conos, sogas, etc.), lo agarran,
lo manipulan, aún antes que
el profesor pase lista. Por el
contrario, no se han observa-
do acciones similares en las
mujeres.12
* Los varones realizan, duran-
te las clases de educación fí-
sica, ciertos comportamientos
corporales que las mujeres no
llevan a cabo. Por ejemplo:
los varones escupen. No son
todos, pero los que lo hacen,
lo efectúan en la mayoría de
las clases. Algunos varones se
secan la mucosidad con la
manga del buzo o realizan el
típico gesto de futbolista lleván-
dose dos o tres dedos a una
fosa nasal, presionando una
de ellas y haciendo fuerza
para que la mucosidad salga
despedida. Las mujeres no
hacen ningún gesto de ese
tipo. También, y en menor
medida, silbar o chiflar, es un
comportamiento reservado
casi exclusivamente a los va-
rones, sobre todo durante los
partidos de fútbol.
* Pareciera que la mayoría de
los varones terminan la clase
agitados, despeinados, desa-
liñados con respecto a su ves-
timenta, transpirados y con
sudoración y con los cache-
tes colorados, síntoma típico
de fatiga. Por el contrario, la
gran mayoría de las mujeres
finalizan la clase como la em-
pezaron, casi sin transpirar, sin
sudoración y con sus ropas
prolijamente adaptadas a su
cuerpo.
* La mayoría de los varones
se tiran al suelo para buscar
la pelota, se revuelcan por el
piso, luchan por el balón y
por una posición en el terre-
no de juego. Están en conti-
nua fricción, choque y
contacto con otro par -va-
rón-. Por el contrario las mu-
jeres no se tiran al suelo para
buscar la pelota, ni se revuel-
can por el piso, ni tienen
contacto físico “golpes y/o
sujeciones corporales”. Pero
sí se abrazan, a diferencia de
los varones.
* Pareciera que durante el
juego los varones juegan en
equipo, tienen un sentido
táctico y técnico del juego.
En cambio, las mujeres, las
más de las veces, pareciera
NÓMADAS148
que no juegan en función de
equipo; tampoco delimitan
el espacio. Tratan de golpear
la pelota de un lado a otro
de la red. Muy raramente se
la pasan entre ellas.
* Los varones en general, se
gritan o insultan cuando se
equivocan. Las mujeres tien-
den a taparse la boca y reírse.
* Cuando los varones y las
mujeres participan conjunta-
mente de una práctica de-
portiva, los varones critican
a las mujeres la forma de
pasar la pelota, de recibirla
o de pararse en la cancha. A
la inversa, las mujeres no
critican a los varones, salvo
excepciones. La relación en
este aspecto vuelve a ser
asimétrica.
* Los varones van a buscar
la pelota trotando, cuando
sale del juego. Las mujeres
van caminando a buscar la
pelota cuando se va del jue-
go. Inclusive a veces le piden
al profesor que les alcance el
balón.
* Los varones se insultan ver-
balmente (en general: pará
puto, ¡cagón!, boludo, no te
la bancás) y acompañan al
insulto tocándose el cuerpo,
en especial las partes
genitales. Las mujeres se in-
sultan verbalmente, pero en
menor medida que los hom-
bres y si hacen alusión a lo
genital, no se lo tocan ni se
lo señalan.
* Las mujeres, pareciera que
juegan en cámara lenta, casi
no se mueven y permane-
cen en un mismo lugar du-
rante la mayor parte de la
clase. Mueven pocas partes
del cuerpo, principalmente
las manos. Los varones uti-
lizan más partes del cuerpo
para jugar.
* Las mujeres practican el jue-
go con menos frecuencia que
los varones. Muchas mues-
tran poco interés por el jue-
go, no tocan el balón ni se
mueven durante la mayor
parte de la clase.
* Las mujeres entran al
Gimnasio o al campito de
deportes, encuentran un es-
pacio y se sientan casi en
silencio. Saben lo que se
espera de ellas. En cambio,
los varones entran corrien-
do y empiezan a moverse, a
gritar o a agarrar el mate-
rial. Quizás, como afirma
Scraton (1995), de las mu-
jeres se esperan comporta-
mientos más suaves y no tan
bruscos. La conducta femeni-
na aceptable supone auto-
control, silencio y orden. En
el contexto deportivo, per-
der delicadeza y desviarse
del destino femenino es un
costo cuya etiqueta tiene
nombre y apellido: ser ma-
chona. Lo mismo ocurre con
aquellos varones que no
cumplen con el guión mas-
culino, el estigma es ser dé-
bil o mariquita.
En casi todos los casos des-
criptos, los usos corporales de ni-
ños y niñas muestran no sólo una
arbitraria distribución de roles sino,
fundamentalmente, la existencia de
ciertas relaciones de poder mar-
cadamente desiguales. Dichas rela-
ciones de poder al no ser móviles y
al no permitir a la mayoría de las
niñas estrategias de modificación se
cristalizan y se fijan dando por re-
sultado lo que Foucault (1984)
ha denominado estados de domi-
nación.13
En este sentido, la mayoría de
las relaciones e interacciones que
se configuran durante las prácticas
físicas y deportivas tienden a ser
asimétricas. Claro que en la rela-
ción asimétrica, el colectivo varo-
nes tiene ventajas sobre el colectivo
mujeres.
Esta desigualdad aparece, qui-
zás, como en ninguna otra disci-
plina escolar, desplegada muy
fuertemente en relación con el
tiempo y especialmente con el uso
del espacio.
Ambas son nociones culturales
que están muy ligadas a las prácti-
cas deportivas y contribuyen en la
configuración de cuerpos masculi-
nos y femeninos.
Siguiendo a Del Valle (1995),
la definición de espacio se refiere
a un área físicamente delimitable,
ya sea por las actividades que se
llevan a cabo, por la gente que lo
ocupa, por los elementos que lo
contienen, o por los contenidos
simbólicos que se le atribuyen.
Por tiempo se entiende las varian-
tes de la amplitud en que se suce-
den los distintos estadios de una
misma cosa o acontece la existen-
cia de cosas distintas en un mis-
m o e s p a c i o . F r e n t e a t a l
conceptualización ¿qué es lo que
sucede en las clases mixtas de edu-
cación física escolar?
149NÓMADAS
En tanto la mayoría de los va-
rones tienden a ocupar los espa-
cios más amplios y centrales, la
mayoría de las mujeres -y también
algunos varones- utilizan espacios
reducidos y marginales. Esto inci-
de en las actividades motrices
separando, jerarquizando, inclu-
yendo, excluyendo y reforzando
estereotipos naturalizados 14
como el de la pasividad, el de
intimidad, el de protección y
el de encapsulamiento en la
mujer. La utilización, propor-
cionalmente menor, del espa-
cio por parte de las niñas
durante las actividades físi-
co-deportivas contribuye a
estimular en ellas la idea de
protección de sus cuerpos
y la idea de que deben per-
manecer encapsuladas en
el espacio personal. Iris
Young (1980) señala que
en el desarrollo físico, las
niñas adquieren muchos
hábitos sutiles de com-
portamiento corporal
femenino como cami-
nar como una niña,
mover la cabeza co-
mo una niña o reírse
como una niña. En
sentido opuesto, la
utilización casi mo-
nopólica del espa-
cio por parte de la
mayoría de los
varones reafirma
y reproduce los
tradicionales estereotipos
masculinos: ser fuerte, ser valiente
y sobre todo, estar en control de la
situación lúdico-deportiva.15
Pero no sólo la distribución del
espacio no es equitativa. También
el uso del tiempo es desigual.
Tiempo de realización de las prác-
ticas motrices (la participación de
los varones es mayor con relación
al de las mujeres) y tiempo de de-
cisiones con respecto a la puntua-
ción (ciertos momentos de la clase
son monopolizados por los varo-
nes como el inicio
o el fin
de una actividad
deportiva). Como afirma Pimentel
(1986), en una investigación dis-
tinguiendo a los más dotados de los
menos dotados, el tiempo de acti-
vidad motriz durante la clase es
significativamente mayor en los
clasificados más dotados con res-
pecto a los menos dotados. Estos úl-
timos -en general mujeres, aunque
no exclusivamente-, son los que no
logran una respuesta motriz efi-
ciente y eficaz y que, en la prime-
ra media hora de clase adoptan
actitudes pasivas, estáticas y de
poca movilidad fren-
te a la situación de
juego. En algunos ca-
sos se ubican en un
costado de la acción y
permanecen allí du-
rante gran parte de la
clase. Estas situaciones
dan cuenta claramente
que los horarios escola-
res, con sus ritmos y ruti-
nas, se encarnan en forma
diferencial.
3)
Representaciones
de los docentes:
“la esencialización de
lo masculino y
femenino”
Todas estas prácticas de los
alumnos y alumnas están avaladas
(consciente o inconscientemente),
no sólo por el dictado de las clases,
sino por las representaciones de los
docentes entrevistados. Sus premisas
y supuestos sobre la masculinidad
y la feminidad participan en la
institucionalización de ciertas nor-
mas, ciertas prácticas y ciertas prio-
ridades para cada género. De esta
manera las expectativas de los do-
centes son diferentes si se trata de
un alumno varón o de una alumna
mujer. Lo mismo sucede en relación
con las habilidades y capacidades
motrices, los comportamientos cor-
porales, las prácticas físicas, las
NÓMADAS150
maneras de participación y las for-
mas de sanción o asignación de vio-
lencia física. Las consecuencias de
dichas representaciones convierten
a lo masculino en paradigma de lo
neutro y lo humano, siendo lo fe-
menino lo negativo y lo particular.
Veamos dos ejemplos:
Las entrevistas realizadas a los
profesores de educación física han
puesto de manifiesto que, a pesar
de que explícitamente se mencio-
na la coeducación y la igualdad de
sexos, las diferencias jerarquizadas
continúan instaladas en el ámbito
escolar. Quizás su punto más álgi-
do sea la conceptualización de las
capacidades físicas de niños y niñas.
“Los que se muestran más in-
teresados son los chicos, ni
bien llegamos son los que te
piden la pelota, se organizan
en grupos y forman equipos;
mientras tanto las chicas es-
tán sentadas” (M)
“Durante el juego, los pibes
son más quilomberos, gritan
más, son más arrojados” (S)
En cuanto al comportamiento
corporal de la mujer durante las
clases mixtas de educación física,
los profesores afirman coinci-
dentemente:
“Son muy pasivas, quietas,
para hacerlas mover hay que
ser “Mandrake”16
, son incoor-
dinadas,inhábiles. No hay nin-
guna que zafe de esto” (F)
“Se nota que las mujeres no
están muy interesadas” “Mu-
cho no les interesa, he teni-
do chicas bastante gorditas
y yo les decía: “chicas, por
qué no tratan de hacer algu-
na actividad, algún depor-
te”. No, no les interesa. Les
interesa la televisión, las
novelas, las de 8º año llega-
ban tarde. La telenovela ter-
minaba a las 15 horas, la
clase empezaba a las 15 ho-
ras y llegaban tarde”. (M)
“La mayoría son más pasivas,
son delicadas, no ponen garra
para nada” (S)
Aunque las entrevistas indica-
ban divergencias de opinión sobre
si estas diferencias tenían raíces bio-
lógicas o culturales, se sigue hacien-
do hincapié en la aceptación de las
diferencias físicas como parte de lo
masculino y de lo femenino. En este
punto cabe hacer dos reflexiones.
En primer lugar, la caracterización
de los comportamientos corporales
femeninos está juzgada en relación
con parámetros masculinos: “son
más pasivas, no ponen garra, son
incoordinadas, etc.”. En segundo
lugar, las diferencias de los compor-
tamientos, en ningún momento fue-
ron puestas en tela de juicio durante
las prácticas para modificar dicha
situación. Esto nos podría llevar a
Con relación al comportamien-
to corporal del varón durante las
clases mixtas de educación física,
los profesores afirman:
“Son muy activos, más cuan-
do hay un elemento de por
medio, en este caso una pe-
lota y de fútbol.” (F)
151NÓMADAS
pensar que para los profesores, di-
chas características no responden a
cuestiones socio-históricas, sino a
esencias propias de cada colectivo.
Sin embargo, vale la pena recordar
los dichos de Celia Amorós (1985),
quien afirma clara-
mente que “todo siste-
ma de dominación es
un eficaz fabricante de
esencias”.17
No sólo la distin-
ción de cualidades es
imaginariamente li-
gada a cada sexo du-
rante las clases de
educación física, sino
que dichas cualidades
tiene un valor jerár-
quicamente diferencial18
, sobre
todo si se trata de varones.
En este caso, una cuestión dig-
na de mención, es que a algunos
alumnos varones que no son acti-
vos deportivamente se los suele tra-
tar de putos o mariquitas. Esto ocurre
tanto a partir de los comentarios de
los compañeros como desde el do-
cente. En este sentido durante una
entrevista un profesor afirma:
“Focalizan las cargadas cuan-
do juegan con el “chino” (un
alumno), que creo que no
quiere jugar por ese tema (lo
insultan con el término puto)
también, es medio malo para
jugar y le dicen cualquier
tipo de insulto, el que le ven-
ga más rápido, porque es
malo y tampoco pone nada
de sí para mejorar” (F)
La confusión con la pasividad
asociada a lo femenino es muy cla-
ra. Desde el punto de vista de la
masculinidad hegemónica, la ho-
mosexualidad se asimila fácilmen-
te a la femineidad. Como afirma
Connell (1997) “la masculinidad
gay es la masculinidad subordina-
da más evidente, pero no es la
única. Algunos hombres y mu-
chachos heterosexuales también
son expulsados del círculo de
legitimidad. El proceso está mar-
cado por un rico vocabulario deni-
grante: pavo, mariquita, cobarde,
amanerado, zoquete, etc. Aquí
resulta obvia la confusión simbó-
lica con la femineidad”.
Algo similar sucede con res-
pecto a las expectativas de lo-
gros, es decir, con lo que los
profesores esperan lograr de sus
estudiantes. Las distinciones re-
producen las desigualdades y las
estigmatizan.
En los varones se espera:
“A nivel motor que mejoren
las experiencias motoras” (F)
“Que puedan jugar sin
insultarse ni pegarse, que pue-
dan jugar en realidad” (F)
“Que a través del fútbol me-
joren su relación con el cuer-
po” (F)
“Yo lo que busco siempre es
tratar de mejorar lo que le
facilite una mejor vida, qué
sé yo, sistema aeróbico, tra-
tar de influenciar sobre el sis-
tema cardio-circulatorio,
tratar que le guste al-
gún deporte como
para que sigan practi-
cándolo” (M)
En cambio, en las
mujeres se espera:
“Que puedan pasar la
pelota de Voley al otro
campo, nada más, que
puedan jugar a algo
parecido al voley y al
softball” (F)
“Que se muevan” (F)
“En las mujeres, mientras ha-
gan algo” (M)
“Tratar de inculcarles que ha-
gan alguna actividad física,
que le va a favorecer a su sa-
lud, cuando sean más grandes
lesvaainteresarelcuerpopara
exhibirlo18
, para conseguir una
pareja, que empiecen desde
chicas a preocuparse por su
apariencia, por su cuerpo. Las
veces que hemos hablado he-
mos apuntado a eso” (M)
“Yo les daba algún tema am-
plio, para que se vean los
trabajos que hacíamos aeró-
bicos y algunos lo hicieron.
A las chicas les preguntaba
del cuerpo y la alimentación,
viste que por ahí se les da
por hacer esas dietas medias
raras” (M)
Estas respuestas establecen lo-
gros claramente distintos entre chi-
NÓMADAS152
cos y chicas. En tanto en los varo-
nes se persiguen fines variados, en
las mujeres alcanza con que “pue-
dan jugar a algo parecido -nunca
igual- al voley”, o a lo sumo “que
se muevan”. Asimismo, el tema de
“la apariencia y las dietas” son men-
cionados como fines a alcanzar sólo
para mujeres. Vale decir, que las ex-
pectativas del profesorado sobre el
alumnado suelen reforzar las cuali-
dades socialmente esperadas, por lo
que se reproducen los prejuicios y
roles de género.
Todo ello naturaliza, bien
biológicamente o bien cultural-
mente, los estereotipos y las rela-
ciones de poder entre ambos
colectivos -y también al interior de
cada uno de ellos- haciendo poco
modificable esta situación y contri-
buyendo a eternizar cierta subordi-
nación femenina.
En síntesis, tanto el código de
género en el lenguaje, como cier-
tas regularidades en los usos del
cuerpo producen y reproducen
determinadas tendencias inequita-
tivas y desiguales desde el punto
de vista del género. Todo ello está
avalado por las representaciones
de los docentes entrevistados. El
legado histórico junto con los
contundentes supuestos contem-
poráneos de sentido común se tra-
ducen en la institucionalización
de pautas, preferencias y expe-
riencias específicas para cada gé-
nero instalando asimetría e
inequidad.
Quizás, en la educación física
escolar, valga la pena parar la pelo-
ta y cambiar las reglas del juego, ya
que las sugerencias planteadas por
Rousseau, hace más de dos siglos,
permanecen sutilmente configuran-
do diferencialmente cuerpos mas-
culinos y femeninos.
Citas
1 El siguiente artículo forma parte del pro-
yecto de investigación denominado
“Cuerpo, género y poder en la escuela. El
caso de la educación física en Argentina”
bajo el marco del Tercer Programa de
Investigaciones sobre Derechos
Reproductivos en América Latina y el
Caribe/PRODIR III, auspiciado y finan-
ciado por la Fundación Carlos Chagas
(Sao Paulo, Brasil) y John D. and
Catherine MacArthur Foundation
(Washington, Estados Unidos). Infor-
mes parciales y finales aprobados. Di-
rector del proyecto: Dr. Mariano
Narodowski.
2 J. ROUSSEAU, Emilio o de la Educa-
ción, Ed. Porrúa, México, 1997, p. 285.
3 El siguiente artículo acepta como prin-
cipio rector que el cuerpo ha sido y si-
gue siendo objeto y blanco de poder.
Asimismo, la conceptualización de po-
der está inspirada en una posición
foucaultiana. Vale decir, por más ejerci-
cio brutal de poder que exista, el propio
Foucault -en su última etapa- llegó a afir-
mar que “las relaciones de poder son
móviles, reversibles, inestables. Y es pre-
ciso subrayar que no pueden existir re-
laciones de poder más que en la medida
en que los sujetos sean libres. Es nece-
sario para que se ejerza una relación de
poder, que exista al menos un cierto tipo
de libertad por parte de las dos partes”.
A pesar que existen efectivamente esta-
dos de dominación, “si existen relacio-
nes de poder a través de todo el campo,
es porque existen posibilidades de liber-
tad en todas partes”. Lo parcial en las
prácticas de libertad se instala a partir de
dicha consideración acerca del poder.
M. FOUCAULT, Hermenéutica del su-
jeto, ed. Altamira, Bs. As., 1996, pp.
110-111.
4 Siguiendo a Lamas, lo que define al gé-
nero es la acción simbólica colectiva.
Mediante el proceso de constitución del
orden simbólico en una sociedad se fa-
brican las ideas de lo que deben ser los
hombres y las mujeres. El entramado de
la simbolización se hace a partir de lo
anatómico y de lo reproductivo. Por lo
tanto, los hombres y las mujeres no son
reflejo de una realidad natural, sino el
resultado de una producción histórica y
cultural. M. LAMAS, “Usos, dificulta-
des y posibilidades de la categoría géne-
ro”, en El Género: la construcción cultu-
ral de la diferencia sexual, Ed. Porrúa,
México, 1996.
5 En Circular Técnica Conjunta Nro. 1,
“Objeto: pautas para el dictado de Edu-
cación Física en Establecimientos de
E.G.B.”, Dirección de Educación Física
de la Provincia de Buenos Aires. La Pla-
ta, 30 de abril de 1997. La cursiva es mía.
6 La escuela mixta es la organización for-
mal que resulta de la coexistencia de alum-
nos y alumnas en el mismo centro
educativo compartiendo el mismo
curriculum, y que deberá conllevar siem-
pre un trato de igualdad entre unos y
otras. Sin embargo, de hecho ha supues-
to la incorporación de las alumnas al
modelo educativo masculino, conside-
rando como universal lo que constituye
una discriminación, cuando no una ne-
gación del modelo femenino. Esto se
pondrá de manifiesto en las páginas
siguientes.
7 El término sexismo hizo su aparición ha-
cia mediados de los años sesenta en los
Estados Unidos. Fue construido por ana-
logía con el término racismo, para mos-
trar que el sexo es para las mujeres un
factor de discriminación, subordinación,
y desvalorización. Su uso supone una je-
rarquía y una discriminación como suce-
de a menudo con las distinciones. De
una manera general, entendemos por
sexismo el “mecanismo por el que se con-
cede privilegio a un sexo en detrimento
del otro” según el glosario de Martha
Moia en El sí de las niñas, citado por
Amparo Moreno Sardá, El Arquetipo vi-
ril, protagonista de la historia, Barcelona,
La Sal, p. 22. Esta autora distingue
sexismo de androcentrismo, entendiendo
a éste como una forma específica de
sexismo que concede privilegio al ser
humano de sexo masculino que ha asi-
milado una serie de valores viriles. Cf.
pp. 19-30.
8 Esta frase está muy fuertemente instala-
da en el imaginario de los docentes en
educación física y circula con mucha “na-
turalidad” durante las prácticas deporti-
vas. El sentido de la frase está vinculado
con la torpeza “natural” de las mujeres
para realizar prácticas físicas y deporti-
vas. Tal frase imposibilita visibilizar que
los comportamientos corporales son
construcciones socioculturales e históri-
camente específicas.
9 “Arrugar”, es una palabra generalmente
utilizada por los varones durante las prác-
ticas físicas o deportivas. Su uso denota
153NÓMADAS
a quien “arruga” falta de valor y coraje.
Es utilizado en forma despectiva y afecta
a quien lo recibe en términos de mascu-
linidad. Quien arruga no está dispuesto a
la pelea, no tiene capacidad de metabo-
lizar los golpes y se aleja de ciertos
parámetros vinculados con lo que signi-
fica ser un “verdadero hombre”. “No po-
ner lo que hay que poner” es “arrugar”.
Ambos se implican lógicamente.
10 En este sentido, el aprendizaje no es sólo
un proceso cognitivo sino, fundamen-
talmente, somático, en el que “la opre-
sión deja sus rastros no solamente en la
mente de las personas sino también en
sus músculos y en sus huesos”. P.
MCLAREN, Pedagogía crítica, resisten-
cia cultural y la producción del deseo, ed.
Aique, Bs. As., 1993, p. 90.
11 En ninguna parte de los Contenidos
Básicos Comunes se establece que las
mujeres deban practicar voley y los varo-
nes fútbol. Sin embargo, esto ha sido una
constante en las clases de educación físi-
ca mixtas argentinas.
12 La mayoría de los profesores de Educa-
ción Física no se preguntan por qué hay
un determinado material y no otro. Se
“naturalizan” objetos que fueron inicial-
mente concebidos como parte de una
Educación Física militar y masculina.
13 Siguiendo a Foucault “las relaciones de
poder impregnan todo el comporta-
miento social, pero son móviles y per-
miten a los individuos estrategias de
modificación; cuando se obliteran es-
tos mecanismos de reversibilidad y las
relaciones se tornan fijas nos hallamos
ante estados de dominación”. Véase M.
FOUCAULT, “L’étique du souci de soi
comme pratique de liberté” (entrevis-
ta con H. Becker, Paul Fornet-
Betancourt, Alfredo Gómez-Müller),
20 de enero de 1984, Concordia, Re-
vista Internacional de Filosofía, 6
(1984), pp. 99-116.
14 La naturaleza se ha colocado como causa
“natural” justificadora de la exclusión de
las mujeres, siendo en realidad el efecto
de una exclusión histórica. En nombre
de la naturaleza -sobre todo femenina- se
han orientado acciones y normas mora-
les. Un ejemplo paradigmático de la na-
turalización de lo “natural” desde el pun-
to de vista pedagógico ha sido Rousseau.
Su “universalismo excluyente” puede
apreciarse en toda la obra “Emilio o de la
Educación”, en especial, el capítulo V
sobre la educación de Sofía. El término
“natural” tiene un trasfondo ideológico
que evoca nociones de inmutabilidad, de
corrección y de normalidad.
15 Por una cuestión de espacio, en este artí-
culo nos centramos en las relaciones en-
tre los colectivos: varones y mujeres. Sin
embargo, en las clases de educación físi-
ca, al interior de cada uno de ellos exis-
ten diferencias notorias. Siguiendo a
Connell (1997) no existe la masculini-
dad sino diversas masculinidades. Esto
se puede apreciar claramente en el espa-
cio deportivo donde las posiciones -siem-
pre disputables- entre “el macho” o “el
habilidoso” (masculinidades hegemó-
nicas) contrastan y entran en conflicto
con “el torpe”, “el mariquita” o “el gor-
dito” que es obligado a ir al arco de fút-
bol (masculinidades marginadas y/o de-
nigradas).
16 “Mandrake” es un famoso mago. La frase
sugiere que para hacer mover a las chi-
cas, hay que hacer magia o algo parecido.
17 “Se trata de construir esencias bien por
arriba, bien por abajo, o ambas cosas a la
vez. Esencias para oprimir o esencias so-
bre las que oprimir. A la individualidad
como tal no se la puede oprimir sino en la
medida en que previamente se la ha
transmutado en esencia. Con ello no quie-
ro decir en modo alguno que no haya
que conceptualizar para ordenar el mun-
do en que vivimos, pero sin duda, hay
una forma característica de concep-
tualizar para oprimir como efecto de la
propia práctica de la opresión, a la vez
que regula su movimiento mismo. Qui-
zás no es fácil establecer con nitidez los
criterios para distinguir formas asépticas
(si es que las hay) de conceptualización,
de formas opresoras. Pero sabemos que
al existir el “eterno femenino” -y no el
“eterno esclavo” o el “eterno siervo”-
prueba, simplemente, que el sistema de
dominación masculina dura.” C.
AMOROS, Hacia una crítica de la ra-
zón patriarcal, ed. Anthropos, Madrid,
1985, pp. 188-189.
18 Las diferencias de actividades y asignatu-
ras escolares entre los sexos no sólo
esencializan -y por tanto, estereotipan
roles estáticos- sino que inferiorizan al
colectivo mujeres -y también a muchos
varones-. La diferencia así entendida ha
sido utilizada como punto de apoyo de
desigualdades. Del hecho diferencial no
se sigue lógicamente la necesidad de un
trato desigual de los sujetos. Sustentar la
desigualdad sobre la diferencia hace que
ésta deje ser un término recíproco para
pasar a ser unívoco. M. CAVANA, “Di-
ferencia” en C. AMOROS (comp.), Diez
Palabras Claves sobre Mujer, Navarra,
EVD, 1995, pp. 85-118.
19 El mensaje relativo a la sexualidad feme-
nina sigue estando claramente articula-
do a través de la educación física. Los
cuerpos de las mujeres están desarrolla-
dos, desde el punto de vista físico, para
que parezcan buenos y sobre todo presen-
tables (para los hombres).
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1996.
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junta Nº 1 del año 1997. “Objeto: pautas
para el dictado de Educación Física en
Establecimientos de E.G.B”. Dirección
de Educación Física de la Provincia de
Buenos Aires, La Plata, 1997.

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  • 1. Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=105115268012 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Pablo Ariel Scharagrodsky JUNTOS PERO NO REVUELTOS: LA EDUCACIÓN FÍSICA MIXTA EN CLAVE DE GÉNERO Nómadas (Col), núm. 14, abril, 2001, pp. 142-154, Universidad Central Colombia ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Nómadas (Col), ISSN (Versión impresa): 0121-7550 nomadas@ucentral.edu.co Universidad Central Colombia www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
  • 2. NÓMADAS142 * Profesor en Educación Física y Licenciado en Ciencias de la Educación de la Universi- dad Nacional de La Plata con Maestría en Ciencias Sociales con orientación en Educa- ción en la FLACSO, sede Argentina. Ha ejercido la docencia en distintas escuelas públicas y privadas y en diferentes niveles. Actualmente es docente investigador en la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina. JUNTOS PERO NO REVUELTOS: LA EDUCACIÓN FÍSICA MIXTA EN CLAVE DE GÉNERO1 Pablo Ariel Scharagrodsky* Aceptando que el cuerpo se ha visto históricamente atra- vesado por diferentes dispositivos, prácticas, saberes, mo- delos y conceptos, y que dicho proceso se ha configurado en diversas instituciones, el siguiente artículo indaga sobre tal situación en el ámbito escolar argentino. El análisis focaliza las prácticas, los saberes y los efectos en la confi- guración y re-configuración de los cuerpos masculinos y femeninos, centrándose en la disciplina escolar conocida como educación física. El estudio de las clases mixtas en educación física escolar ha puesto de relieve, muy especial- mente, la contribución en la construcción de ciertas mas- culinidad y femineidad como productos de relaciones de poder marcadamente desigualdades y asimétricas. Given that the body has been historically crossed by different devices, practices, knowledge, models and concepts, and also given that such process has taken pla- ce in the context of different institutions, this article delves into this question in the case of Argentinean educational institutions. This analysis is focused on those practices, knowledge and effects that can be found in the (re)configuration of male and female bodies, centered around physical education. Studying coeducational physical education classes has revealed that it is the markedly asymmetrical and unequal power relations that serves to construct a specific form of masculinity and a specific form of femininity.
  • 3. 143NÓMADAS Hubo un tiempo en que de- terminadas prácticas educativas es- taban dirigidas a los seres humanos, dependiendo de ciertos rasgos anatómicos. Tener un pene, testí- culos o una vagina, inhabilitaba automáticamente la práctica de ciertas asignaturas escolares. De este modo en la Argentina, una vez sancionada la Ley 1420 en 1884 y durante buena parte del siglo XX, las instituciones educativas prescri- bieron en sus planes y programas, el co- nocimiento de labores de manos y nociones de economía domésti- ca exclusivamente a las mujeres. En cam- bio los varones, tuvie- ron el privilegio de recibir enseñanzas con relación a nociones de agricultura y ganadería. También el trabajo ma- nual era una asignatura con tareas diferentes de acuerdo a cada sexo. El destino de las mujeres y de los varones estaba marca- do por su biología. La educación física par- ticipó activamente en dicho proceso (Scharagrodsky, 2000). Aquella Ley marcó el inicio institucional de su posi- ción en el concierto restante de las asignaturas escolares. De esta manera, prescribió la separación entre dos modalidades de ejer- citaciones y actividades, con dife- rentes cualidades y destinatarios. Los ejercicios militares (marchas, con- tramarchas, movimientos uniformes de flanco, media vuelta, alinea- ciones, posiciones fundamentales, etc.) tuvieron un solo destinatario: los varones, o mejor dicho, los fu- turos hombres. Las mujeres queda- ron excluidas de tales actividades. Sus cualidades a desarrollar, ya las había anticipado un siglo antes el influyente pedagogo ginebrino Rousseau. En este punto no dejó dudas: “La prioridad del entrena- miento corporal es común a ambos sexos, aunque se dirige a objetivos dife- rentes. En el caso de los chi- cos, su meta consiste en desarrollar la fuerza, en el caso de las chicas, en suscitar en- cantos”.2 Y sus dichos se cumplieron al pie de la letra a partir de dicha Ley. Las actividades prioritarias para las mujeres, en la educación física, fue- ron “pasos, actividades rítmicas, gimnasia femenina, danzas, ejerci- cios decentes y no violentos, cier- tos juegos, etc.”; en fin, tareas dirigidas a la construcción de cierta feminidad vinculada especialmen- te con la maternidad, la reproduc- ción y el ámbito de lo doméstico (Vázquez, 1990). Por suerte para nosotros/as, ya no estamos en aquel tiem- po, sino en uno muy distin- to, más complejo y, quizás, más libre -por lo menos par- cialmente3 . El hecho de haber nacido macho o hembra no limita -por lo menos formalmente- a ni- vel educativo un tipo de asignatura, de actividad o de contenido a aprender. Sin embargo, es sa- bido que cualquier cla- se escolar -sea o no de educación física-, pre- senta reglas invisibles y mecanismos ocultos que muy sutilmente van contribuyendo a construir cierto or- den corporal y no otro. Pero dicho or- den está marcado -consciente o inconscientemente- por el gé- nero.4 Ciertos comportamientos corporales, gestos, actitudes, po- siciones, desplazamientos, movi- mientos, usos corporales, aderezos, etc., se van cristalizando y hacen del campo de la educación física escolar, un espacio de configura- ción y re-configuración de suje- tos con un género de un tipo determinado.
  • 4. NÓMADAS144 Transcurrido más de un siglo, y si bien en la actualidad los Conte- nidos Básicos Comunes para la Enseñanza General Básica de Ar- gentina ya no establecen, como antaño, diferencias por sexos, la educación física escolar ha conser- vado ciertos rasgos que histórica- mente la constituyeron como campo del saber escolar obligatorio a transmitir a futuras generaciones. En este sentido la normativa es un fiel reflejo de ello. Las actuales cla- ses de educación física en la Edu- cación General Básica (E.G.B.) se prescriben, desde la normativa, de la si- guiente manera: “La E.G.B. 1 (6 a 8 años), podrá ser atendida sin separación de sexos por un solo docente. En la E.G.B. 2 (9 a 11 años), se procu- rará la separación de sexos. En la E.G.B. 3 (12 a 14 años), el dictado de las cla- ses se realizará por sexos se- parados contemplando las excepciones de la circular téc- nica nro. 3/96 mientras dure la transición”.5 En dicha circular se plantea una separación natural por sexos a me- dida que se avanza en edad. En la E.G.B. 3 (7º, 8º y 9º año) sólo se contemplan clases mixtas como excepciones. Pero ¿cuáles son esas excepciones? Las mismas están relacionadas con ciertas circunstancias particu- lares ligadas a cuestiones adminis- trativas, como por ejemplo, la existencia de un solo 9º año en un establecimiento escolar y la imposibilidad de articular con el 8º de la misma escuela, o la difi- cultad de un docente de dictar las clases separadas por sexos en cier- tos horarios. Estas y otras circuns- tancias, materializan la excepción de las clases mixtas en educación física en el Tercer Ciclo de E.G.B. Queda claro que la excepción es la opción menos estimulada ins- titucionalmente y, por lo tanto, utilizada entre las modalidades di- dáctico- pedagógicas de la disci- plina. Sin embargo, en la práctica existen clases mixtas en educa- ción física en el Tercer Ciclo de la E.G.B. Ello a simple vista supondría que dichas clases funcionarían como espacios que permitirían es- tablecer relaciones recíprocas entre los colectivos, como en otras asig- naturas mixtas. Sin embargo, lo re- gistrado indica ciertas regularidades contrarias a ello. Frente a este panorama son múltiples los interrogantes que se plantean en el campo de la dis- ciplina en cuestión, como por ejemplo: ¿qué sucede con el tra- tamiento de los cuerpos -mascu- linos y femeninos- durante las clases de educación física? ¿qué reglas invisibles moldean con gran precisión los usos correctos del cuerpo masculino o femenino? ¿cómo ciertos saberes configuran un régimen verdadero de lo mas- culino y de lo femenino? ¿qué prác- ticas se instalan para legitimar tal situación? En síntesis, ¿cómo la práctica escolar denominada edu- cación física contribuye a cons- truir un cierto tipo de masculinidad y un cierto tipo de feminidad? Consideraciones metodológicas El análisis de la si- guiente problemá- tica se ha centrado muy especialmente en las relaciones de poder-saber que se establecen entre varones y mujeres en las clases de edu- cación física en 9º año de la Educa- ción General Básica (alumnos y alumnas entre catorce y quince años), a partir de los discursos de los docentes y de las prácticas de los/as estudiantes. La metodología empleada ha respondido a un enfoque teórico metodológico, que se ha nutrido fundamentalmente de ciertas categorías y conceptos de la etnografía. En este sentido, la perspectiva de análisis ha conser- vado los rasgos comunes a todas las distintas definiciones de la et- nografía: un esfuerzo por docu- mentar lo no documentado de la realidad social. De esta manera, a partir de las entrevistas semi-estructuradas (ocho en total) realizadas a do- centes, todos varones, de la dis-
  • 5. 145NÓMADAS ciplina y las observaciones de las clases mixtas6 de educación físi- ca, se han identificado determi- nadoscomportamientos, actitudes, usos corporales, tipos de movi- mientos, tipos de contacto, utili- zación del espacio, empleo del tiempo y formas de agresión dis- tintas, de acuerdo al sexo del cual provenían. Asimismo, se han observado y analizado las diferencias en la interacción docente-varones y docente-mujeres; expresiones estere- otipadas; expresio- nes ridiculizadas; uso de diminutivos y aumentativos y alabanzas y amo- nestaciones. Los resultados obteni- dos después de va- rias observaciones -entre ocho y diez en dos escuelas- han mostrado un alto porcentaje de presencia de los elementos masculinos en compa- ración con los femeninos y una jerarquización de lo masculino frente a lo femenino. De esta manera, se han recono- cido las siguientes regularidades, con marcado tono sexista7 y estere- otipante en las clases mixtas de edu- cación física escolar: 1) Código de género en el lenguaje. 2) Comportamientos, gestos y actitudes más frecuentes de niños y niñas frente a la actividad física. 3) Representaciones de los docentes. 1) Código de género en el lenguaje: “lo femenino como refuerzo de lo negativo” Distintos estudios en el ámbito de la educación han puesto de ma- nifiesto que existe una discrimina- ción de la mujer en la utilización del lenguaje escolar. M. Subirats (1988) “sostiene que el código de género femeni- no está afectado por una negación del mismo perfectamente identi- ficable a través del lenguaje”. En este sentido, se han encontrado ciertas pautas y ciertos mecanis- mos que muestran durante las prácticas físicas y deportivas, que las mujeres son objeto de discri- minación, subordinación y desva- lorización. En los grados mixtos la eviden- cia empírica en relación al lenguaje y a ciertos términos utilizados, muestra no sólo que el colectivo mujeres es ignorado en ciertos mo- mentos de las clases (al inicio y al final de la clase los docentes han utilizado el genérico chicos o ni- ños), sino que, cuando se hacen vi- sibles -las mujeres-, suelen usarse como refuerzo de lo negativo o de lo ridículo. Esto sucede, con ma- yor o menor intensidad, tanto en la interacción alumnos-alumnas como en la interacción docente alumnos/as. Por ejemplo: “Se mueve como una nena” (frase dirigida por un profe- sor en referencia a un alum- no varón) (F) “Si se siguen pegando salen del juego y van a jugar con las chicas” (fra- se dirigida por un profesor a dos alumnos va- rones) (M) “Las mujeres son de madera”8 (frase dirigida por un profesor en referencia a las mujeres) (F) Estas frases que circulan recu- rrentemente durante las clases de educación física, sugieren a lo feme- nino como refuerzo de lo negativo y de lo ridículo. Asimismo, el lenguaje y los tér- minos utilizados durante las clases suponen una jerarquía, donde lo masculino se convierte en norma y modelo de qué es lo que hay que hacer y de cómo hay que hacerlo. La utilización sistemática de cier- tos valores y atributos ligados imaginariamente a lo masculino refuerzan dicha situación. A la in- versa, ciertos valores y atributos ligados imaginariamente a lo feme- nino fortalecen su carácter negati- vo. En ambos casos, posibilitando e imposibilitando ciertos compor- tamientos, gestos y actitudes.
  • 6. NÓMADAS146 Por ejemplo: “Juegan con una pelota de plástico que es de mi hijo, ¡las minas (las mujeres) no pueden jugar a nada! (frase referida por un profesor a las alumnas mujeres) (F) “¡A las chicas les duele la mano con la pelota de voley!” (en referencia a que es de plástico y es más fácil de ju- gar con ella que con la pelo- ta “normal”) (F) “¡Pasó más de tres veces la pelota! (frase dirigida por un profesor a una alumna mu- jer) (F) “Con las minas no puedo ha- cer casi nada” (frase referida por un profesor a las alumnas mujeres) (M) “Dale... poné garra!” (frase de alumnos) “¿Qué pasa? ¿no tenés hue- vos?” (frase de alumnos) “Tenés que aguantar la pelo- ta” (frase de alumnos) “No arrugues” (frase de alumnos) Al mismo tiempo que la ma- yoría de las mujeres no pueden ju- gar bien con una pelota normal de voley, o que les duele la mano al golpearla o que no pueden pasar más de tres veces la pelota al cam- po contrario, ciertos lexemas como “poner garra”, “tener hue- vos”, “aguantar” o “no arrugar”9 van paulatinamente encarnándo- se en los cuerpos masculinos con- tribuyendo en la configuración de diversas masculinidades.(Connell, 1997) 2) Comportamientos, gestos y actitudes más frecuentes de niños y niñas frente a la actividad física: “la asimetría corporal como común denominador” De igual manera, ciertos com- portamientos corporales, ciertos gestos y actitudes, ciertos movi- mientos, ciertos desplazamientos y ciertos usos del cuerpo, en el ám- bito de la educación física, están inscriptos como un deber ser para cada género. Las regularidades cor- estudiantes durante las clases de educación física, hacen que éstos/ as se vayan configurando como masculinos y femeninos, contribu- yendo al mantenimiento de un cierto orden sexual establecido. De esta manera se conservan ciertas rela- ciones de dominación, derechos y privilegios que, en última instancia, perpetúan determinadas actitudes recurrentes en las clases de educa- ción física escolar. Por ejemplo, se han identifica- do las siguientes situaciones reite- radas en las clases mixtas. En las mismas, predominó la práctica de fútbol en los varones y el voleybol en las mujeres.11 Salvo al final de la clase -por iniciativa de algunos porales que deben cumplir -y que han aprendido a cumplir10 los y las
  • 7. 147NÓMADAS alumnos varones o por compulsión del docente- la interacción entre los varones y las mujeres fue práctica- mente inexistente: * Los varones son, en todos los casos, los primeros en ini- ciar el juego y los últimos en terminarlo, salvo cuando -cir- cunstancialmente- están ju- gando con las mujeres. * Los varones son, en la ma- yoría de los casos, los que buscan el material (pelotas, conos, sogas, etc.), lo agarran, lo manipulan, aún antes que el profesor pase lista. Por el contrario, no se han observa- do acciones similares en las mujeres.12 * Los varones realizan, duran- te las clases de educación fí- sica, ciertos comportamientos corporales que las mujeres no llevan a cabo. Por ejemplo: los varones escupen. No son todos, pero los que lo hacen, lo efectúan en la mayoría de las clases. Algunos varones se secan la mucosidad con la manga del buzo o realizan el típico gesto de futbolista lleván- dose dos o tres dedos a una fosa nasal, presionando una de ellas y haciendo fuerza para que la mucosidad salga despedida. Las mujeres no hacen ningún gesto de ese tipo. También, y en menor medida, silbar o chiflar, es un comportamiento reservado casi exclusivamente a los va- rones, sobre todo durante los partidos de fútbol. * Pareciera que la mayoría de los varones terminan la clase agitados, despeinados, desa- liñados con respecto a su ves- timenta, transpirados y con sudoración y con los cache- tes colorados, síntoma típico de fatiga. Por el contrario, la gran mayoría de las mujeres finalizan la clase como la em- pezaron, casi sin transpirar, sin sudoración y con sus ropas prolijamente adaptadas a su cuerpo. * La mayoría de los varones se tiran al suelo para buscar la pelota, se revuelcan por el piso, luchan por el balón y por una posición en el terre- no de juego. Están en conti- nua fricción, choque y contacto con otro par -va- rón-. Por el contrario las mu- jeres no se tiran al suelo para buscar la pelota, ni se revuel- can por el piso, ni tienen contacto físico “golpes y/o sujeciones corporales”. Pero sí se abrazan, a diferencia de los varones. * Pareciera que durante el juego los varones juegan en equipo, tienen un sentido táctico y técnico del juego. En cambio, las mujeres, las más de las veces, pareciera
  • 8. NÓMADAS148 que no juegan en función de equipo; tampoco delimitan el espacio. Tratan de golpear la pelota de un lado a otro de la red. Muy raramente se la pasan entre ellas. * Los varones en general, se gritan o insultan cuando se equivocan. Las mujeres tien- den a taparse la boca y reírse. * Cuando los varones y las mujeres participan conjunta- mente de una práctica de- portiva, los varones critican a las mujeres la forma de pasar la pelota, de recibirla o de pararse en la cancha. A la inversa, las mujeres no critican a los varones, salvo excepciones. La relación en este aspecto vuelve a ser asimétrica. * Los varones van a buscar la pelota trotando, cuando sale del juego. Las mujeres van caminando a buscar la pelota cuando se va del jue- go. Inclusive a veces le piden al profesor que les alcance el balón. * Los varones se insultan ver- balmente (en general: pará puto, ¡cagón!, boludo, no te la bancás) y acompañan al insulto tocándose el cuerpo, en especial las partes genitales. Las mujeres se in- sultan verbalmente, pero en menor medida que los hom- bres y si hacen alusión a lo genital, no se lo tocan ni se lo señalan. * Las mujeres, pareciera que juegan en cámara lenta, casi no se mueven y permane- cen en un mismo lugar du- rante la mayor parte de la clase. Mueven pocas partes del cuerpo, principalmente las manos. Los varones uti- lizan más partes del cuerpo para jugar. * Las mujeres practican el jue- go con menos frecuencia que los varones. Muchas mues- tran poco interés por el jue- go, no tocan el balón ni se mueven durante la mayor parte de la clase. * Las mujeres entran al Gimnasio o al campito de deportes, encuentran un es- pacio y se sientan casi en silencio. Saben lo que se espera de ellas. En cambio, los varones entran corrien- do y empiezan a moverse, a gritar o a agarrar el mate- rial. Quizás, como afirma Scraton (1995), de las mu- jeres se esperan comporta- mientos más suaves y no tan bruscos. La conducta femeni- na aceptable supone auto- control, silencio y orden. En el contexto deportivo, per- der delicadeza y desviarse del destino femenino es un costo cuya etiqueta tiene nombre y apellido: ser ma- chona. Lo mismo ocurre con aquellos varones que no cumplen con el guión mas- culino, el estigma es ser dé- bil o mariquita. En casi todos los casos des- criptos, los usos corporales de ni- ños y niñas muestran no sólo una arbitraria distribución de roles sino, fundamentalmente, la existencia de ciertas relaciones de poder mar- cadamente desiguales. Dichas rela- ciones de poder al no ser móviles y al no permitir a la mayoría de las niñas estrategias de modificación se cristalizan y se fijan dando por re- sultado lo que Foucault (1984) ha denominado estados de domi- nación.13 En este sentido, la mayoría de las relaciones e interacciones que se configuran durante las prácticas físicas y deportivas tienden a ser asimétricas. Claro que en la rela- ción asimétrica, el colectivo varo- nes tiene ventajas sobre el colectivo mujeres. Esta desigualdad aparece, qui- zás, como en ninguna otra disci- plina escolar, desplegada muy fuertemente en relación con el tiempo y especialmente con el uso del espacio. Ambas son nociones culturales que están muy ligadas a las prácti- cas deportivas y contribuyen en la configuración de cuerpos masculi- nos y femeninos. Siguiendo a Del Valle (1995), la definición de espacio se refiere a un área físicamente delimitable, ya sea por las actividades que se llevan a cabo, por la gente que lo ocupa, por los elementos que lo contienen, o por los contenidos simbólicos que se le atribuyen. Por tiempo se entiende las varian- tes de la amplitud en que se suce- den los distintos estadios de una misma cosa o acontece la existen- cia de cosas distintas en un mis- m o e s p a c i o . F r e n t e a t a l conceptualización ¿qué es lo que sucede en las clases mixtas de edu- cación física escolar?
  • 9. 149NÓMADAS En tanto la mayoría de los va- rones tienden a ocupar los espa- cios más amplios y centrales, la mayoría de las mujeres -y también algunos varones- utilizan espacios reducidos y marginales. Esto inci- de en las actividades motrices separando, jerarquizando, inclu- yendo, excluyendo y reforzando estereotipos naturalizados 14 como el de la pasividad, el de intimidad, el de protección y el de encapsulamiento en la mujer. La utilización, propor- cionalmente menor, del espa- cio por parte de las niñas durante las actividades físi- co-deportivas contribuye a estimular en ellas la idea de protección de sus cuerpos y la idea de que deben per- manecer encapsuladas en el espacio personal. Iris Young (1980) señala que en el desarrollo físico, las niñas adquieren muchos hábitos sutiles de com- portamiento corporal femenino como cami- nar como una niña, mover la cabeza co- mo una niña o reírse como una niña. En sentido opuesto, la utilización casi mo- nopólica del espa- cio por parte de la mayoría de los varones reafirma y reproduce los tradicionales estereotipos masculinos: ser fuerte, ser valiente y sobre todo, estar en control de la situación lúdico-deportiva.15 Pero no sólo la distribución del espacio no es equitativa. También el uso del tiempo es desigual. Tiempo de realización de las prác- ticas motrices (la participación de los varones es mayor con relación al de las mujeres) y tiempo de de- cisiones con respecto a la puntua- ción (ciertos momentos de la clase son monopolizados por los varo- nes como el inicio o el fin de una actividad deportiva). Como afirma Pimentel (1986), en una investigación dis- tinguiendo a los más dotados de los menos dotados, el tiempo de acti- vidad motriz durante la clase es significativamente mayor en los clasificados más dotados con res- pecto a los menos dotados. Estos úl- timos -en general mujeres, aunque no exclusivamente-, son los que no logran una respuesta motriz efi- ciente y eficaz y que, en la prime- ra media hora de clase adoptan actitudes pasivas, estáticas y de poca movilidad fren- te a la situación de juego. En algunos ca- sos se ubican en un costado de la acción y permanecen allí du- rante gran parte de la clase. Estas situaciones dan cuenta claramente que los horarios escola- res, con sus ritmos y ruti- nas, se encarnan en forma diferencial. 3) Representaciones de los docentes: “la esencialización de lo masculino y femenino” Todas estas prácticas de los alumnos y alumnas están avaladas (consciente o inconscientemente), no sólo por el dictado de las clases, sino por las representaciones de los docentes entrevistados. Sus premisas y supuestos sobre la masculinidad y la feminidad participan en la institucionalización de ciertas nor- mas, ciertas prácticas y ciertas prio- ridades para cada género. De esta manera las expectativas de los do- centes son diferentes si se trata de un alumno varón o de una alumna mujer. Lo mismo sucede en relación con las habilidades y capacidades motrices, los comportamientos cor- porales, las prácticas físicas, las
  • 10. NÓMADAS150 maneras de participación y las for- mas de sanción o asignación de vio- lencia física. Las consecuencias de dichas representaciones convierten a lo masculino en paradigma de lo neutro y lo humano, siendo lo fe- menino lo negativo y lo particular. Veamos dos ejemplos: Las entrevistas realizadas a los profesores de educación física han puesto de manifiesto que, a pesar de que explícitamente se mencio- na la coeducación y la igualdad de sexos, las diferencias jerarquizadas continúan instaladas en el ámbito escolar. Quizás su punto más álgi- do sea la conceptualización de las capacidades físicas de niños y niñas. “Los que se muestran más in- teresados son los chicos, ni bien llegamos son los que te piden la pelota, se organizan en grupos y forman equipos; mientras tanto las chicas es- tán sentadas” (M) “Durante el juego, los pibes son más quilomberos, gritan más, son más arrojados” (S) En cuanto al comportamiento corporal de la mujer durante las clases mixtas de educación física, los profesores afirman coinci- dentemente: “Son muy pasivas, quietas, para hacerlas mover hay que ser “Mandrake”16 , son incoor- dinadas,inhábiles. No hay nin- guna que zafe de esto” (F) “Se nota que las mujeres no están muy interesadas” “Mu- cho no les interesa, he teni- do chicas bastante gorditas y yo les decía: “chicas, por qué no tratan de hacer algu- na actividad, algún depor- te”. No, no les interesa. Les interesa la televisión, las novelas, las de 8º año llega- ban tarde. La telenovela ter- minaba a las 15 horas, la clase empezaba a las 15 ho- ras y llegaban tarde”. (M) “La mayoría son más pasivas, son delicadas, no ponen garra para nada” (S) Aunque las entrevistas indica- ban divergencias de opinión sobre si estas diferencias tenían raíces bio- lógicas o culturales, se sigue hacien- do hincapié en la aceptación de las diferencias físicas como parte de lo masculino y de lo femenino. En este punto cabe hacer dos reflexiones. En primer lugar, la caracterización de los comportamientos corporales femeninos está juzgada en relación con parámetros masculinos: “son más pasivas, no ponen garra, son incoordinadas, etc.”. En segundo lugar, las diferencias de los compor- tamientos, en ningún momento fue- ron puestas en tela de juicio durante las prácticas para modificar dicha situación. Esto nos podría llevar a Con relación al comportamien- to corporal del varón durante las clases mixtas de educación física, los profesores afirman: “Son muy activos, más cuan- do hay un elemento de por medio, en este caso una pe- lota y de fútbol.” (F)
  • 11. 151NÓMADAS pensar que para los profesores, di- chas características no responden a cuestiones socio-históricas, sino a esencias propias de cada colectivo. Sin embargo, vale la pena recordar los dichos de Celia Amorós (1985), quien afirma clara- mente que “todo siste- ma de dominación es un eficaz fabricante de esencias”.17 No sólo la distin- ción de cualidades es imaginariamente li- gada a cada sexo du- rante las clases de educación física, sino que dichas cualidades tiene un valor jerár- quicamente diferencial18 , sobre todo si se trata de varones. En este caso, una cuestión dig- na de mención, es que a algunos alumnos varones que no son acti- vos deportivamente se los suele tra- tar de putos o mariquitas. Esto ocurre tanto a partir de los comentarios de los compañeros como desde el do- cente. En este sentido durante una entrevista un profesor afirma: “Focalizan las cargadas cuan- do juegan con el “chino” (un alumno), que creo que no quiere jugar por ese tema (lo insultan con el término puto) también, es medio malo para jugar y le dicen cualquier tipo de insulto, el que le ven- ga más rápido, porque es malo y tampoco pone nada de sí para mejorar” (F) La confusión con la pasividad asociada a lo femenino es muy cla- ra. Desde el punto de vista de la masculinidad hegemónica, la ho- mosexualidad se asimila fácilmen- te a la femineidad. Como afirma Connell (1997) “la masculinidad gay es la masculinidad subordina- da más evidente, pero no es la única. Algunos hombres y mu- chachos heterosexuales también son expulsados del círculo de legitimidad. El proceso está mar- cado por un rico vocabulario deni- grante: pavo, mariquita, cobarde, amanerado, zoquete, etc. Aquí resulta obvia la confusión simbó- lica con la femineidad”. Algo similar sucede con res- pecto a las expectativas de lo- gros, es decir, con lo que los profesores esperan lograr de sus estudiantes. Las distinciones re- producen las desigualdades y las estigmatizan. En los varones se espera: “A nivel motor que mejoren las experiencias motoras” (F) “Que puedan jugar sin insultarse ni pegarse, que pue- dan jugar en realidad” (F) “Que a través del fútbol me- joren su relación con el cuer- po” (F) “Yo lo que busco siempre es tratar de mejorar lo que le facilite una mejor vida, qué sé yo, sistema aeróbico, tra- tar de influenciar sobre el sis- tema cardio-circulatorio, tratar que le guste al- gún deporte como para que sigan practi- cándolo” (M) En cambio, en las mujeres se espera: “Que puedan pasar la pelota de Voley al otro campo, nada más, que puedan jugar a algo parecido al voley y al softball” (F) “Que se muevan” (F) “En las mujeres, mientras ha- gan algo” (M) “Tratar de inculcarles que ha- gan alguna actividad física, que le va a favorecer a su sa- lud, cuando sean más grandes lesvaainteresarelcuerpopara exhibirlo18 , para conseguir una pareja, que empiecen desde chicas a preocuparse por su apariencia, por su cuerpo. Las veces que hemos hablado he- mos apuntado a eso” (M) “Yo les daba algún tema am- plio, para que se vean los trabajos que hacíamos aeró- bicos y algunos lo hicieron. A las chicas les preguntaba del cuerpo y la alimentación, viste que por ahí se les da por hacer esas dietas medias raras” (M) Estas respuestas establecen lo- gros claramente distintos entre chi-
  • 12. NÓMADAS152 cos y chicas. En tanto en los varo- nes se persiguen fines variados, en las mujeres alcanza con que “pue- dan jugar a algo parecido -nunca igual- al voley”, o a lo sumo “que se muevan”. Asimismo, el tema de “la apariencia y las dietas” son men- cionados como fines a alcanzar sólo para mujeres. Vale decir, que las ex- pectativas del profesorado sobre el alumnado suelen reforzar las cuali- dades socialmente esperadas, por lo que se reproducen los prejuicios y roles de género. Todo ello naturaliza, bien biológicamente o bien cultural- mente, los estereotipos y las rela- ciones de poder entre ambos colectivos -y también al interior de cada uno de ellos- haciendo poco modificable esta situación y contri- buyendo a eternizar cierta subordi- nación femenina. En síntesis, tanto el código de género en el lenguaje, como cier- tas regularidades en los usos del cuerpo producen y reproducen determinadas tendencias inequita- tivas y desiguales desde el punto de vista del género. Todo ello está avalado por las representaciones de los docentes entrevistados. El legado histórico junto con los contundentes supuestos contem- poráneos de sentido común se tra- ducen en la institucionalización de pautas, preferencias y expe- riencias específicas para cada gé- nero instalando asimetría e inequidad. Quizás, en la educación física escolar, valga la pena parar la pelo- ta y cambiar las reglas del juego, ya que las sugerencias planteadas por Rousseau, hace más de dos siglos, permanecen sutilmente configuran- do diferencialmente cuerpos mas- culinos y femeninos. Citas 1 El siguiente artículo forma parte del pro- yecto de investigación denominado “Cuerpo, género y poder en la escuela. El caso de la educación física en Argentina” bajo el marco del Tercer Programa de Investigaciones sobre Derechos Reproductivos en América Latina y el Caribe/PRODIR III, auspiciado y finan- ciado por la Fundación Carlos Chagas (Sao Paulo, Brasil) y John D. and Catherine MacArthur Foundation (Washington, Estados Unidos). Infor- mes parciales y finales aprobados. Di- rector del proyecto: Dr. Mariano Narodowski. 2 J. ROUSSEAU, Emilio o de la Educa- ción, Ed. Porrúa, México, 1997, p. 285. 3 El siguiente artículo acepta como prin- cipio rector que el cuerpo ha sido y si- gue siendo objeto y blanco de poder. Asimismo, la conceptualización de po- der está inspirada en una posición foucaultiana. Vale decir, por más ejerci- cio brutal de poder que exista, el propio Foucault -en su última etapa- llegó a afir- mar que “las relaciones de poder son móviles, reversibles, inestables. Y es pre- ciso subrayar que no pueden existir re- laciones de poder más que en la medida en que los sujetos sean libres. Es nece- sario para que se ejerza una relación de poder, que exista al menos un cierto tipo de libertad por parte de las dos partes”. A pesar que existen efectivamente esta- dos de dominación, “si existen relacio- nes de poder a través de todo el campo, es porque existen posibilidades de liber- tad en todas partes”. Lo parcial en las prácticas de libertad se instala a partir de dicha consideración acerca del poder. M. FOUCAULT, Hermenéutica del su- jeto, ed. Altamira, Bs. As., 1996, pp. 110-111. 4 Siguiendo a Lamas, lo que define al gé- nero es la acción simbólica colectiva. Mediante el proceso de constitución del orden simbólico en una sociedad se fa- brican las ideas de lo que deben ser los hombres y las mujeres. El entramado de la simbolización se hace a partir de lo anatómico y de lo reproductivo. Por lo tanto, los hombres y las mujeres no son reflejo de una realidad natural, sino el resultado de una producción histórica y cultural. M. LAMAS, “Usos, dificulta- des y posibilidades de la categoría géne- ro”, en El Género: la construcción cultu- ral de la diferencia sexual, Ed. Porrúa, México, 1996. 5 En Circular Técnica Conjunta Nro. 1, “Objeto: pautas para el dictado de Edu- cación Física en Establecimientos de E.G.B.”, Dirección de Educación Física de la Provincia de Buenos Aires. La Pla- ta, 30 de abril de 1997. La cursiva es mía. 6 La escuela mixta es la organización for- mal que resulta de la coexistencia de alum- nos y alumnas en el mismo centro educativo compartiendo el mismo curriculum, y que deberá conllevar siem- pre un trato de igualdad entre unos y otras. Sin embargo, de hecho ha supues- to la incorporación de las alumnas al modelo educativo masculino, conside- rando como universal lo que constituye una discriminación, cuando no una ne- gación del modelo femenino. Esto se pondrá de manifiesto en las páginas siguientes. 7 El término sexismo hizo su aparición ha- cia mediados de los años sesenta en los Estados Unidos. Fue construido por ana- logía con el término racismo, para mos- trar que el sexo es para las mujeres un factor de discriminación, subordinación, y desvalorización. Su uso supone una je- rarquía y una discriminación como suce- de a menudo con las distinciones. De una manera general, entendemos por sexismo el “mecanismo por el que se con- cede privilegio a un sexo en detrimento del otro” según el glosario de Martha Moia en El sí de las niñas, citado por Amparo Moreno Sardá, El Arquetipo vi- ril, protagonista de la historia, Barcelona, La Sal, p. 22. Esta autora distingue sexismo de androcentrismo, entendiendo a éste como una forma específica de sexismo que concede privilegio al ser humano de sexo masculino que ha asi- milado una serie de valores viriles. Cf. pp. 19-30. 8 Esta frase está muy fuertemente instala- da en el imaginario de los docentes en educación física y circula con mucha “na- turalidad” durante las prácticas deporti- vas. El sentido de la frase está vinculado con la torpeza “natural” de las mujeres para realizar prácticas físicas y deporti- vas. Tal frase imposibilita visibilizar que los comportamientos corporales son construcciones socioculturales e históri- camente específicas. 9 “Arrugar”, es una palabra generalmente utilizada por los varones durante las prác- ticas físicas o deportivas. Su uso denota
  • 13. 153NÓMADAS a quien “arruga” falta de valor y coraje. Es utilizado en forma despectiva y afecta a quien lo recibe en términos de mascu- linidad. Quien arruga no está dispuesto a la pelea, no tiene capacidad de metabo- lizar los golpes y se aleja de ciertos parámetros vinculados con lo que signi- fica ser un “verdadero hombre”. “No po- ner lo que hay que poner” es “arrugar”. Ambos se implican lógicamente. 10 En este sentido, el aprendizaje no es sólo un proceso cognitivo sino, fundamen- talmente, somático, en el que “la opre- sión deja sus rastros no solamente en la mente de las personas sino también en sus músculos y en sus huesos”. P. MCLAREN, Pedagogía crítica, resisten- cia cultural y la producción del deseo, ed. Aique, Bs. As., 1993, p. 90. 11 En ninguna parte de los Contenidos Básicos Comunes se establece que las mujeres deban practicar voley y los varo- nes fútbol. Sin embargo, esto ha sido una constante en las clases de educación físi- ca mixtas argentinas. 12 La mayoría de los profesores de Educa- ción Física no se preguntan por qué hay un determinado material y no otro. Se “naturalizan” objetos que fueron inicial- mente concebidos como parte de una Educación Física militar y masculina. 13 Siguiendo a Foucault “las relaciones de poder impregnan todo el comporta- miento social, pero son móviles y per- miten a los individuos estrategias de modificación; cuando se obliteran es- tos mecanismos de reversibilidad y las relaciones se tornan fijas nos hallamos ante estados de dominación”. Véase M. FOUCAULT, “L’étique du souci de soi comme pratique de liberté” (entrevis- ta con H. Becker, Paul Fornet- Betancourt, Alfredo Gómez-Müller), 20 de enero de 1984, Concordia, Re- vista Internacional de Filosofía, 6 (1984), pp. 99-116. 14 La naturaleza se ha colocado como causa “natural” justificadora de la exclusión de las mujeres, siendo en realidad el efecto de una exclusión histórica. En nombre de la naturaleza -sobre todo femenina- se han orientado acciones y normas mora- les. Un ejemplo paradigmático de la na- turalización de lo “natural” desde el pun- to de vista pedagógico ha sido Rousseau. Su “universalismo excluyente” puede apreciarse en toda la obra “Emilio o de la Educación”, en especial, el capítulo V sobre la educación de Sofía. El término “natural” tiene un trasfondo ideológico que evoca nociones de inmutabilidad, de corrección y de normalidad. 15 Por una cuestión de espacio, en este artí- culo nos centramos en las relaciones en- tre los colectivos: varones y mujeres. Sin embargo, en las clases de educación físi- ca, al interior de cada uno de ellos exis- ten diferencias notorias. Siguiendo a Connell (1997) no existe la masculini- dad sino diversas masculinidades. Esto se puede apreciar claramente en el espa- cio deportivo donde las posiciones -siem- pre disputables- entre “el macho” o “el habilidoso” (masculinidades hegemó- nicas) contrastan y entran en conflicto con “el torpe”, “el mariquita” o “el gor- dito” que es obligado a ir al arco de fút- bol (masculinidades marginadas y/o de- nigradas). 16 “Mandrake” es un famoso mago. La frase sugiere que para hacer mover a las chi- cas, hay que hacer magia o algo parecido. 17 “Se trata de construir esencias bien por arriba, bien por abajo, o ambas cosas a la vez. Esencias para oprimir o esencias so- bre las que oprimir. A la individualidad como tal no se la puede oprimir sino en la medida en que previamente se la ha transmutado en esencia. Con ello no quie- ro decir en modo alguno que no haya que conceptualizar para ordenar el mun- do en que vivimos, pero sin duda, hay una forma característica de concep- tualizar para oprimir como efecto de la propia práctica de la opresión, a la vez que regula su movimiento mismo. Qui- zás no es fácil establecer con nitidez los criterios para distinguir formas asépticas (si es que las hay) de conceptualización, de formas opresoras. Pero sabemos que al existir el “eterno femenino” -y no el “eterno esclavo” o el “eterno siervo”- prueba, simplemente, que el sistema de dominación masculina dura.” C. AMOROS, Hacia una crítica de la ra- zón patriarcal, ed. Anthropos, Madrid, 1985, pp. 188-189. 18 Las diferencias de actividades y asignatu- ras escolares entre los sexos no sólo esencializan -y por tanto, estereotipan roles estáticos- sino que inferiorizan al colectivo mujeres -y también a muchos varones-. La diferencia así entendida ha sido utilizada como punto de apoyo de desigualdades. Del hecho diferencial no se sigue lógicamente la necesidad de un trato desigual de los sujetos. Sustentar la desigualdad sobre la diferencia hace que ésta deje ser un término recíproco para pasar a ser unívoco. M. CAVANA, “Di- ferencia” en C. AMOROS (comp.), Diez Palabras Claves sobre Mujer, Navarra, EVD, 1995, pp. 85-118. 19 El mensaje relativo a la sexualidad feme- nina sigue estando claramente articula- do a través de la educación física. Los cuerpos de las mujeres están desarrolla- dos, desde el punto de vista físico, para que parezcan buenos y sobre todo presen- tables (para los hombres). Bibliografía ALABARCÉS, P., DI GIANO, R. y FRYDENBERG, J. (comp.) Deporte y Sociedad, ed. Eudeba, Bs. As., 1998. AMORÓS, C., Hacia una crítica de la razón patriarcal, ed. Anthropos, Madrid, 1985. BARBERO GONZÁLEZ, J., “Cultura profe- sional y curriculum (oculto) en educa- ción física. 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