Toruvio y su esposa Águeda discuten sobre el precio al que su hija Mencigüela debería vender las aceitunas de un olivar que Toruvio acaba de plantar. Toruvio cree que debería venderse a 15 dineros el celemín mientras que Águeda insiste en que debería ser a 2 reales castellanos. Su vecino Aloja interviene para calmarlos y se da cuenta de lo absurdo de la discusión ya que las aceitunas todavía no están listas para cosecharse.