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Willi Aeppli
Elorganismo
sensorio,
suatrofia ycultivo
el profanador de textos
índice
acerca de este proyecto 1
1  introducción 1
2  el organismo sensorio del hombre 7
3  desarrollo del organismo sensorio 24
4  cultivo de los sentidos en clase 35
Willi Aeppli ii El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
profanador, ra.
(Del lat. profanãtor, -ōris).
1. adj. Que profana. U. t. c. s.
profanar.
(Del lat. profanãre).
1. tr. Tratar algo sagrado sin
el debido respeto, o aplicarlo
a usos profanos.
2. tr. Deslucir, desdorar, des-
honrar, prostituir, hacer uso
indigno de cosas respetables.
Real Academia Española ©
Todos los derechos reservados
confesiones de invierno
(¡siempre charly garcía debe estar presente!)
quiero a los libros —esos seres impresos en árboles muertos
(o debería decir ‘asesinados’)— con ‘sagrado’ respeto,
pero resulta que muchas veces son inhallables… o hallables
a un precio inalcanzable.
por eso me convierto en ‘profanador’: ‘deshonro,’ ‘prostitu-
yo’ la belleza del papel y transfiero la sabiduría a este nuevo
ser electrónico.
es verdad: dejo sin pan a quien lo creó. pero completo su
más profundo deseo: difundir su conocimiento.
(a mi tampoco me convencen estas ‘razones,’ son puro bla,
bla, bla.)
el diseño apaisado es para que sea fácil leerlo en el monitor
de la computadora o impreso en hoja A4, simple o doble faz.
a fin de cuentas, millones de libros han sido leidos ‘fotoco-
piados’ en ese formato. (en realidad, los más beneficiados
son los que venden recargas truchas de cartuchos.)
el profanador de textos
con respecto a este libro
Título: ‘El organismo sensorio, su atrofia y cultivo‘
Autor: Willi Aeppli
ISBN:
Traducción: Juan Berlín
Editorial: Editorial Antroposófica México.
Fecha de impresión: Tercera edición. 1980
para colaborar
Correcciones: para aportar correcciones a los textos, por favor, enviar un email a elprofa-
nadordetextos@yahoo.com, poniendo en el ‘Asunto:’ el nombre de la publicación y
en el cuerpo, el texto equivocado y el nuevo, con referencia de página. Gracias.
Dactilografiado: hay mucho material traducido en forma manuscrita que ‘desea’ ser public-
cado. Si quieren aportar el tiempo de datilografiado, por favor, enviar un email a elprofa-
nadordetextos@yahoo.com, poniendo en el ‘Asunto: Tipear.’ Gracias.
primera pedeeficación:
septiembre 15, 2015
actualizaciones:
GA
Los libros y conferencias de
Rudolf Steiner se catalogan
según el ‘GA,’ ‘Gesamtausgabe’
[‘Edición Completa’]. En todas
las citas se ha intentado referir
al número de GA para evitar
confusiones por las diferencias en
las traducciones de los títulos.
Se traduce el título al castellano
para referencia, pero no significa
que el libro esté traducido. La
cita ‘[GAnnn:cc:pp]’ significa
‘párrafo pp’ de la ‘conferencia
cc’ del GA ‘nnn.’
BM
Los Boletines de Meto-
dología para los presentes y
futuros maestros Waldorf’ fueron
publicados por Juan Berlín desde
México.
Los artículos son identificados
con el número de boletín y una
letra según el orden de aparición
en el mismo. La cita ‘[BM024c]’
significa ‘el tercer artículo
(letra c)’ del ‘boletín 24.’
En el caso de suplementos, se
usa directamente la letra ‘s’:
[bm011s].
párrafos
Para facilitar las referencias
cruzadas, los párrafos son
identificados con un número (02
)
o un número y una letra (02c
) al
inicio de los mismos.
En todos los casos, el número
indica el número de párrafo
correspondiente a la edición
alemana.
La letra representa una subdivi-
sión de dicho párrafo, en caso
que ayude a la mejor identifica-
ción de los temas.
Willi Aeppli 1 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
1    introducción
Generalidades sobre el significado del
organismo sensorio
Es fácil comprender que nuestra consciencia del yo
se halla en estrecha relación con las percepciones
sensoriales. En efecto, nuestros órganos sensorios
quedan dormidos al perder nuestra consciencia de la
vigilia, esto es, al querer dormir.
Inversamente, este deseo de dormir puede au-
mentar cuando las impresiones sensibles dejan de
invadirnos.
Por lo tanto, conquistamos la autoconsciencia,
concebida como consciencia ordinaria de la vigilia,
al entrar en actividad los órganos sensorios con res-
pecto al mundo que nos rodea.
Hasta donde alcanza el contenido de los
sentidos, hasta ahí existe la consciencia del yo; y
hasta donde existe la consciencia del yo —por lo
menos en la vida ordinaria— hasta ahí alcanza
el contenido de los sentidos.1
[GA___:__:__]
1
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
Tras la vivencia del yo, consciencia ordinaria del
yo, alienta el ‘yo’ real y sustantivo, yo de naturaleza
volitiva que se mueve
dentro de la órbita de los doce sentidos, así
como se mueve el sol dentro de la circunferencia
de las doce constelaciones del zodíaco.2
[GA___:__:__]
Es plenamente evidente que también el resto de
nuestra vida anímica depende de las impresiones
sensorias; incontables experiencias personales nos lo
atestiguan.
Así, por ejemplo, la oscuridad puede producirnos
un sentimiento de temor y de angustia, sentimiento
que cambia instantáneamente cuando la luz ocupa el
lugar de la tiniebla.
La fragancia de la rosa estimula nuestra sensibili-
dad en tanto que los malos olores la estropean.
Toda percepción suscita alguna sensación.
Aunque no hay lugar a dudas de que las im-
presiones sensorias influyen en nuestro organismo
corpóreo tanto directamente como por vía de la sen-
sación, no se ha reflexionado lo suficiente sobre sus
consecuencias, particularmente en lo que se refiere al
hecho educativo.
Cuando una impresión sensoria nos asusta,
palidecemos y se congestiona nuestra respiración;
cuando nos produce una emoción gozosa, nos son-
rojamos y se acelera la respiración; en ambos casos,
la impresión ha afectado nuestra circulación sanguí-
nea y nuestra respiración.
La investigación científica ha mostrado otro
ejemplo: que los ciegos requieren aumento de
vitaminas y de ciertos minerales porque —así se
2
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
acerca de este proyecto
nota de el profanador de textos
Hasta donde llega nuestro conocimiento, las refe-
rencias a la ‘Teoría de los Sentidos’ son:
• ‘Antroposofía: los sentidos del hombre.’
[GA115:i] Publicado en papel: ‘Psicosofía.’
Conferencias 1 a 3. [GA115:01/02/03] (1909)
• ‘Los doce sentidos del hombre en relación a la
imaginación, inspiración e intuición.’ En ‘La
ciencia espiritual como conocimiento de los
impulsos básicos de la formación social,’ confe-
rencia 3. [GA199:03] (1920)
• ‘Devenir humano, alma cósmica y espíritu
universal. 2ª parte.’ Conferencias 14 a 16.
[GA206:14/15/16] También publicadas
como: ‘Los doce sentidos del hombre.’ (1921)
• Steiner, Rudolf. ‘A propósito de la educación
preescolar de los sentidos inferiores,’ frag-
mento de la 3ª conferencia del curso sobre
‘Límites del conocimiento de la Naturaleza.’
[GA322:03] Traducido en [BM071b].
• Aeppli, Willi. ‘El organismo sensorio, su atro-
fia y cultivo.’
• Soesman, Albert.‘Los doce sentidos, portales
del alma.’
Willi Aeppli 2 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
razona— se hallan privados de los impulsos lumino-
sos y cromáticos que, a través de la vista, participan
intensamente en la regulación y mantenimiento del
metabolismo.
Y otro ejemplo todavía —podríamos citar mu-
chos— entresacado de la prensa:
El alcance del efecto que produce la correcta
selección de colores, se puso de manifiesto en el
reciente experimento llevado a cabo por una
fábrica alemana de instrumentos de precisión.
Tuvo que acondicionar dos de sus grandes
salas de montaje, y con el fin de comparar el
rendimiento de su personal; una quedó diseñada,
proyectada y decorada de acuerdo con las teorías y
experiencias de la psicología industrial cromática;
en tanto que la otra se mantuvo dentro de los
tonos convencionales de blanco y gris claro.
En ambas salas, idénticas con la única
excepción del decorado mural, trabajaban 150
mujeres dedicadas a la soldadura, microtaladro,
cableado, armado, etcétera.
A los tres meses se comparó el rendimiento y el
estado de salud de las integrantes de cada equipo,
resultando que las mujeres que ocuparon la sala
decorada dieron un rendimiento superior en un
15% y una reducción en enfermedades del 30%.
No es pura palabrería el afirmar que las impre-
siones sensorias representan algo así como alimento
delicado y sutilísimo. No se trata, desde luego, da
sustancias ponderables como las de la nutrición
corriente, sino de fuerzas formativas imponderables,
capaces de vitalizar nuestro organismo por medio de
las impresiones sensorias, si bien reconociendo que
estas impresiones, así como las funciones que pro-
vocan, pueden tener gran significado para nuestra
salud y mantenimiento corporal.
Salta aquí a la vista, de inmediato, un importante
problema pedagógico.
Sabemos que existen alimentos de alta calidad.
nutritivos y de fácil aprovechamiento, así como
otros de baja calidad, sin valor o, incluso, echados a
perder.
¿Existirá algo similar en las impresiones sensorias?
¿Las habrá constructivas y de provecho, y destructo-
ras y perjudiciales?
Terminemos esta sección con una cita de Rudolf
Steiner:
Poseemos nuestros sentidos para percibir
el mundo, enriquecer nuestro núcleo esencial
y perfeccionarlo al más alto grado. Se doto
al hombre de las funciones sensorias que
caracterizan su condición física para que pudiera
enriquecerse con las impresiones que recibe a
través de. los cinco sentidos. Lo que por medio
de ellos se incorpora, pasa a ser suyo y podrá
aplicarlo, más tarde, a la evolución del cosmos.3
[GA___:__:__]
No puede haber mejor enunciación del trascen-
dente significado de nuestro organismo sensorio que
la que antecede.
3
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
Percepción y pensamiento
No podemos en el presente trabajo entrar en la
gnoseología4
de Rudolf Steiner relativa a la ‘Teoría de
los Sentidos,’5
pues una exposición medianamente
satisfactoria de este tema excedería en mucho a la
presente publicación.6
No obstante, hemos de recurrir a ciertos hechos
básicos relacionados con el proceso cognoscitivo. Ya
que su conocimiento es imprescindible para com-
prender esa ‘Teoría de los Sentidos.’
Ante todo hemos de formarnos una visión co-
rrecta del proceso de conocer. Dirijamos primero
nuestra propia actividad cognoscente a ese proceso
cognoscitivo como tal y descubriremos que en el
adulto no constituye una unidad, sino que se halla
desdoblado en dos elementos diferentes: percibir y
pensar.
Estamos pues en presencia de dos elementos cog-
noscitivos heterogéneos, y conviene analizar no sólo
su mutua relación, sino también su proceso global.
Como seres conscientes de nuestro yo, nos en-
frentamos con nuestro mundo circundante, mundo
que sale a nuestro encuentro como un conjunto
altamente diferenciado de sonidos. colores, olores,
formas, lineas, temperaturas, etcétera.
4
gnoseología. 1. f. Fil. Teoría del conocimiento. 2. f. episte-
mología. Diccionario RAEL [n. del pr.]
5
Steiner, Rudolf. ‘Teoría de los sentidos.’ [GA045] [N. del
Ed.] — Esta cita es conflictiva, pues no coinciden el título y
contenido dado en castellano con el título y contenido dado
en alemán según la indicación GA. Una posibilidad es la
traducción parcial al castellano de ‘Devenir humano, alma
cósmica y espíritu universal. 2a parte.’ [GA206] [n. del pr.]
[n. del pr.]
6
Véase: Steiner, Rudolf. ‘Teoría del conocimiento basada en
la visión goetheana del mundo’ [GA002]. ‘Verdad y Ciencia’
[GA003]. ‘Filosofía de la Libertad’ [GA004] [N. del Ed.]
Willi Aeppli 3 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Percibimos estos atributos mediante los sentidos.
Tan pronto como alguno de ellos se relaciona con
lo que le corresponde del mundo circundante total,
empieza a entrar en actividad. Como entidad me-
ramente sensoria, no podemos percibir del mundo
sino detalles inconexos: sonidos aquí, colores allá,
movimientos en otra parte… por sí solos, nuestros
sentidos no podrían establecer las debidas relaciones
entre estas percepciones aisladas.
Sin embargo, en cada acto de percepción surge,
a la vez, el segundo elemento del conocer: nuestro
intelecto impulsado por la necesidad de penetrar el
caótico mundo de las percepciones, pasa a establecer
el orden mediante el pensamiento.
Así como nuestro organismo sensorio se siente
estimulado hacia la sensación y percepción tan pronto
como entra en determinada relación externa, así tam-
bién nuestra energía mental empieza a desenvolver su
actividad tan pronto,como se le depara la ocasión.
Los resultados de los procesos mentales que
nacieron al contacto con los objetos sensibles son los
conceptos.
Vemos, por ejemplo, un árbol: estimulado el
pensar crea la contraparte mental de esta percepción:
el concepto ‘árbol.’
Claro está que ya hemos previamente formado
este concepto un sinnúmero de veces; lo tenemos
disponible y no tenemos que generarlo de nuevo
cada vez que vemos un árbol.
No obstante, nuestro afán de conocer sólo en-
cuentra satisfacción si desde dentro, ‘esto es, me-
diante el pensar, podemos formar para cada conte-
nido de percepción que sale a nuestro encuentro,
desde fuera, el concepto correlativo: sólo entonces
tenemos la certidumbre de haber captado algo de la
realidad externa.
Lo que los sentidos nos permiten conocer, lo per-
cibido, no nos da más que la mitad de la realidad:
la otra mitad, lo conceptual, tenemos que agregarla
nosotros.
Las representaciones adquiridas de esta mane-
ra subsisten en nuestra intimidad, aún cuando las
percepciones hayan desaparecido, y se conjugan para
formar un sistema que constituye la base de lo que
llamamos nuestra concepción del mundo.
El hombre, al conocer, recibe pues, sus elementos
de dos partes diferentes; no le llegan en simultáneo
percepciones y conceptos: no se justifica, por lo
tanto, considerarlo como un proceso cognoscitivo
unitario.
Sin embargo, para el hombre adulto de nuestra
época existe una especie de límite entre lo exterior y
su pensamiento interno, límite determinado por su
consciencia del yo.
Distinta es la situación en el párvulo (de ello nos
ocuparemos con mayor detalle en otro capítulo): no
percibe y piensa separadamente, pues lo uno y lo
otro guardan todavía cierta afinidad sustantiva, toda-
vía se hallan cerca de su origen común.
Por ser esto así, el párvulo no se siente separado
del mundo en la medida característica del adulto;
no se siente ‘frente’ al mundo circundante. No tiene
necesidad, por lo tanto, de reunir uno y otro mundo
dentro y fuera de sí, pues lo que desde un principio
no está separado, no requiere re-unión.
Sintetizando: con el desarrollo progresivo de
la consciencia del yo, el joven se desarticula de su
mundo circundante, y surge la necesidad de recon-
quistar lo perdido mediante el pensar, esto es de
reconquistar lo externo, lo que constituía la expe-
riencia inmediata para el párvulo.
Esta evolución del individuo se correspon-
de con la evolución del género humano. La
Antroposofía de Rudolf Steiner nos da a conocer
un pasado nivel evolutivo de la humanidad, en
el que todavía no se podía hacer referencia a una
consciencia del yo, ni a un pensar conceptual que
so vinculara con ella.
En este contexto, conviene que tratemos de verter
alguna luz sobre el problema de cómo los animales
superiores llegan a conocer el mundo y logran orien-
tarse en él.
Muy bien decía Goethe:7
El animal es instruido por sus órganos.
[Goethe__]
La conducta del animal en su medio ambiente
se halla supeditada a las órdenes que recibe de su
propia corporalidad henchida de sabiduría.
Lo opuesto vale para el hombre, pues desde el
momento de su nacimiento, no recibe instrucción
de sus órganos, que le capacitaría para el comporta-
miento correcto ante cualquier situación.
Pero a medida que va desenvolviéndose la energía
de su yo el hombre va a adquirir la capacidad de ins-
truir a sus órganos para convertirlos en instrumento
y herramienta útil y dócil a sus propósitos.
Ahora bien, entre los órganos que, de acuerdo
con la expresión de Goethe, proporcionan al animal
instrucción y conocimiento figura. en primerísimo
lugar, su organismo sensorio.
7
Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832): Poeta, nove-
lista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el
romanticismo. Entre sus novelas publicó: ‘Wilhelm Meister,’
‘Fausto,’ y entre sus trabajos científicos ‘Metamorfosis de las
plantas’ y ‘Teoría de los colores.’ [n. del pr.]
Willi Aeppli 4 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Según el género animal de que se trate, es un de-
terminado órgano sensorio el que asume el papel de
transmisor principal de conocimiento y así determi-
na, en alto grado, la conducta del animal.
Si un perro husmea algún objeto, su nariz va
mucho más allá de la función limitada y parcial del
órgano del olfato, como en el caso del humano.
Para ese animal, la nariz es, en verdad órgano de
conocimiento, aun cuando no pueda pensar en con-
ceptos los resultados de sus ‘investigaciones.’
No obstante, son de gran intensidad y le deparan
valioso caudal de saber canino. Podemos afirmar,
sin ironía, que en el perro el oler y el pensar forman
todavía un todo indiviso.
Rudolf Steiner observa lo siguiente a propósito
del águila, de la familia de las aves:
Cuando el animal mira algo, su ojo piensa;
en el hombre, el ojo mira únicamente, y su
cerebro es quien piensa •. Pequeño e imperfecto es
el cerebro del animal, pues no piensa tanto con él
como con el ojo, lo que le es posible gracias a una
prolongación falciforme8
que le permite utilizar,
dentro del ojo, la sangre gastada, carbonatada.9
[GA___:__:__]
Con referencia al pensar del animal agreguemos
que el animal no formula, como el hombre, concep-
tos con base en sus experiencias sensorias, sino que,
desde su nacimiento posee un sistema de conceptos
innatos, difundidos en toda su organización.
Toda especie animal tiene su propio ‘mundo de
conceptos,’ innato e incrustado en el organismo, y el
8
falciforme. 1. adj. Que tiene forma de hoz. Diccionario
RAEL [n. del pr.]
9
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
animal sólo adquiere un conocimiento basado en la
percepción, si lo percibido corresponde a su sistema
de conceptos incorporado.
Agreguemos algunas observaciones adicionales
sobre la percepción y el pensamiento.10
Los sentidos
nos relacionan con el mundo circundante fragmen-
tándolo, pues cada uno de ellos sólo nos permite
experimentar una parte definidamente circunscrita.
Por el ojo percibo los colores; por el sentido
térmico, las diferencias de temperatura, etcétera,
es decir, cada órgano sensorio se pone en contacto
parcial con el mundo.
Podemos, pues, afirmar: los sentidos ejercen una
actividad analítica.
El pensar, en cambio, actúa en forma contraria:
reúne lo que los sentidos han fragmentado; rein-
tegra, en una unidad de experiencia las diferentes
impresiones sensorias aisladas; el pensar es una
actividad sintetizante.
El hombre, de acuerdo con su organización, trata
de no dejar subsistir lo aislado y correlaciona las
percepciones sensorias separadas; esta correlación es
una actividad judicativa.11
Ilustremos esto con un ejemplo: supongamos de-
lante de nosotros un hombre tocando el violín. ¿Con
cuál de nuestros sentidos percibimos el hecho? Sin
duda alguna, están activos en esta percepción: el ojo,
el oído, el sentido del movimiento y el del yo ajeno.
Relacionamos los movimientos del brazo, de los
dedos, del arco de las cuerdas con los sonidos y con
las impresiones visuales.
10
Steiner, Rudolf. ’Estudio del hombre como base de la peda-
gogía.’ Conferencia 8. [GA293:08] [n. del pr.]
11
judicativo, va. 1. adj. ant. Que juzga o puede hacer juicio de
algo. Diccionario RAEL [n. del pr.]
Y si, además, mediante el pensamiento, introdu-
cimos orden y concierto en el caos de todo lo que
nuestros demás sentidos activos han percibido, nos
hallaremos en condiciones de poder llegar al juicio:
Este es un hombre que toca el violín.
Nuestros doce sentidos nos relacionan, pues, con
lo externo de doce maneras diferentes, con lo que a
la vez, tenemos un número virtualmente ilimitado
de posibilidades de reunir lo separado.
Con miras a la enseñanza, señalemos todavía
una característica especial de los procesos sensorios.
Conviene formular la pregunta: ¿Con cuál de las
tres energías anímicas —pensar, sentir, y querer— se
relaciona principalmente la sensación?
Rudolf Steiner ha insistido muchas veces en que
el elemento que nos pone en contacto con el mundo
circundante mediante los sentidos es de naturaleza
volitiva, con ‘toque emotivo.’
Nuestros procesos sensorios, si funcionan nor-
malmente, se hallan impregnados de voluntad. Sin
embargo. mencionemos desde ahora que existe
un grupo de sentidos que, no obstante su carácter
volitivo general, tiene marcada tendencia hacia lo
cognoscitivo, por lo que procede llamarlos ‘sentidos
cognoscitivos,’ lo mismo que existe un segundo
grupo de sentidos que. por su predominio emotivo,
hemos de llamar ‘sentidos emotivos’ propiamente.
La vinculación de las sensaciones con la voluntad
y el sentimiento explica por qué difícilmente pode-
mos captar su función mediante nuestra consciencia
de vigilia. En lo que se refiere al grado de esta cons-
ciencia somos seres que duermen o sueñan dentro
del mundo de las sensaciones.
Willi Aeppli 5 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Mencionemos asimismo que el carácter volitivo
de los procesos sensorios se halla particularmente
acentuado en el niño, en tanto que en el adulto se
opera, a lo largo de los años, un desplazamiento
hacia el elemento más bien cognoscitivo.
Para terminar esta sección, agreguemos algunos
comentarios sobre lo que se considera ‘engaño de los
sentidos.’
Si traducimos el adagio latino: ‘Errare humanum
est’ diciendo: ‘La posibilidad de errar es privativa del
hombre,’ destacamos el aspecto positivo de esa posi-
bilidad, pues el poder equivocarse implica la facultad
de encontrar la verdad.
El animal, como individuo, está más allá del
bien y del mal, pero asimismo al margen de error y
verdad.
En virtud de la perfección de su organismo, no
puede en rigor errar, pero tampoco posee la cons-
ciencia lúcida que le permita conocer la verdad y
comprobarla a satisfacción suya.
Si atribuimos. pues, solamente al hombre la
capacidad de errar, surge la pregunta: ¿Dónde yacen
en él las posibilidades del error? ¿En su pensar o en su
percibir? La respuesta no puede ser sino ¡en su pensar!
No cabe duda de que sólo procede referirse a
error y verdad en cuanto a sus tres facultades lógicas:
la de formar representaciones, la de emitir juicios y
la de sacar conclusiones.
No es posible el error en la percepción sensoria, si
los órganos sensorios están sanos.
Goethe se opuso decididamente a la creencia de
que la percepción pura pudiera estar sujeta a error;
vela la posibilidad y peligro de error tan sólo en el
entendimiento asociativo.
El hombre esta suficientemente equipado para
todos sus legítimos menesteres terrenales, si confía
en sus sentidos y los perfecciona para que sigan
dignos de esta confianza.
Confía en tus sentidos.
Nada de falso te revelan
si despierto mantienes tu entendimiento.
Los sentidos no engañan; el juicio, sí. [Goethe__]
Agreguemos a lo anterior una proposición de
Rudolf Steiner:
Sólo al nivel del entendimiento, los engaños
de los sentidos se convierten en auténticos
errores.12
[GA___:__:__]
Ahora bien, la teoría de los sentidos aquí sugerida
nos ofrece la posibilidad de reducir los llamados ‘en-
gaños sensorios’ a su ‘contenido de verdad.’ Basta un
ejemplo: ¿Qué percibe el sentido térmico? ¿ ¿Hasta
dónde es ‘verídico’ su mensaje? Él nos informa, de ma-
nera fidedigna, sobre las diferencias de temperatura; no
pretende registrar ninguna en términos absolutos, como
lo hace el termómetro construido por el hombre.
No obstante, muchos libros de texto de física des-
criben el siguiente experimento como ejemplo’ de
una ‘ilusión sensoria’: Tenemos delante de nosotros
tres recipientes, llenos uno de agua caliente, otro
de agua fría y otro de agua tibia. Introducimos una
mano en la fría, y la otra en la caliente. Después da
algún tiempo, pasamos ambas manos al agua tibia.
¿Cuál es, en este caso, ‘el mensaje,’ del todo exacto,
del sentido térmico?
La primera mano registra un ascenso de tempe-
ratura, en comparación con la sensación anterior;
la segunda, un descenso. Con lo cual queda cum-
12
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
plida la función del sentido térmico, o sea, registrar
diferencias de temperatura. No es realismo tildar de
engaño este fenómeno. El intelecto, a menudo, nos
hace una mala jugada en este tipo de juicios.
La estructura ternaria del organismo
humano
Todo lo que Rudolf Steiner ha dicho o escrito sobre
el organismo sensorio humano es resultado de sus
investigaciones sobre el hombre como entidad inte-
gral. Por consiguiente, su teoría de los sentidos no es
sino una parte, un aspecto peculiar, de ese ‘estudio
del hombre.’
Uno de los supuestos previos para comprender
en su verdadera esencia y significado la teoría de los
sentidos, tal como la enfoca Rudolf Steiner, es el
conocimiento de los elementos básicos de la imagen
humana lograda con fundamento en la investigación
espiritual.
Por esta razón intentamos aquí bosquejar en la
forma más breve y sucinta, algunos aspectos de este
conocimiento que es indispensable para comprender
la teoría de los sentidos: la estructuración ternaria
del organismo humano, uno de los descubrimientos
fundamentales de Rudolf Steiner.
Sin una noción siquiera elemental de esta triple
estructuración antropológica, difícilmente pueda
comprenderse aquella teoría.13
Si estudiamos el hombre, en su corporalidad
exterior podemos darnos cuenta que lo que, en un
13
Véase: Steiner, Rudolf. ‘La triple relación del alma con
su cuerpo,’ en ‘Von seelenrätseln’ [‘Enigmas del alma’].
[GA021:__:__] [BM002a] ‘Curso pedagógico para maestros
de Basilea.’ Conferencia 2. [GA301:02] [n. del pr.]
Willi Aeppli 6 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
principio, se nos presenta como una unidad, se divi-
de en tres sistemas orgánicos, cada uno de los cuales
posee su autonomía relativa.
Vemos, primero, que el hombre es un ser que es-
tablece relación con el mundo exterior mediante los
órganos de sus sentidos: es un ser sensorio, organiza-
ción que hemos de situar más bien en la periferia del
cuerpo, que se extiende hacia el interior por medio
de los nervios que se relacionan con el cerebro, el
órgano central.
La organización sensorial y nerviosa forma un
sistema unitario dentro del organismo humano. De
ahí que se justifique referirse al un ‘hombre neuro-
sensorio,’ de gran autonomía, y si bien penetra toda
la corporalidad hasta el extremo de los dedos de la
mano y de los pies, tiene su centro en la cabeza.
El segundo miembro de la corporalidad humana
ea el ‘sistema rítmico’: todo lo que corresponde a la
respiración y circulación de la sangre.
Integra este segundo sistema todo lo que pertene-
ce a la doble actividad rítmica del hombre, con sus
órganos correspondientes, y su centro se halla en la
región media del organismo, el tórax.
El tercer sistema orgánico se manifiesta a través
de todo lo que es función metabólica, pues si bien es
cierto que existen en todo el cuerpo procesos meta-
bólicos, preferentemente se localizan en las extremi-
dades, piernas y brazos.
De ahí que Rudolf Steiner se refiera a un ‘hombre
metabólico-motor.’ En el ‘Curso pedagógico para los
maestros de Basilea’ dice:
Si ustedes consideran este hombre triple
en relación con su actividad neuro-sensoria,
rítmica y metabólica, enfocan la totalidad de la
naturaleza humana en cuanto organismo activo,
y al mismo tiempo habrán destacado en él tres
sistemas autónomos.14
[GA301:__:__]
Ahora bien, el cuerpo en su integridad, constitu-
ye la base física de nuestra vida anímica, lo que nos
lleva a preguntar: ¿Qué relación existe entre ella y los
tres sistemas orgánicos?
Sabemos que se manifiesta de tres maneras dis-
tintas: como pensar, como sentir y como querer, y
Rudolf Steiner llama la atención sobre el hecho de
que cada una se halla estrechamente vinculada con
uno de los tres sistemas orgánicos.
En otras palabras: cada sistema forma la base
física y la condición previa para el desenvolvimiento
de una energía anímica.
Parece evidente que el pensar, nuestra actividad
intelectiva, tiene que ver con el sistema neuro-sen-
sorio, contraparte orgánica de nuestra actividad de
representar.
En cambio, el sentir no tiene su base en ese siste-
ma, sino en el rítmico, y así hemos de relacionarlo
con la circulación sanguínea y la actividad respirato-
ria, y viceversa.
Finalmente, todo lo relacionado con el querer
se halla en estrechísima relación con el hombre
metabólico-motor.
Incluso desde otro punto de vista, el hombre se
nos presenta como entidad de estructura ternaria.
En el curso del día pasa por tres estados de conscien-
cia que claramente se distinguen entre sí: primero, el
de la vigilia diurna que a todos nos es familiar.
Su más profundo contraste es el grado de cons-
ciencia que caracteriza el sueño profundo sin sueños,
estado que, comparado con la vigilia diurna, corres-
ponde propiamente a la inconsciencia.
14
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
Entre uno y otro existe el estado de consciencia
que caracterizan los sueños.
Hemos de distinguir, pues, los siguientes tres
grados de consciencia:
- vigilia.
- soñar,
- dormir.
Si relacionamos estos tres estados de la conscien-
cia con el organismo corpóreo ternario del hombre,
vemos claramente lo siguiente: sólo en nuestra vida
representativa estamos del todo conscientes. Nuestra
voluntad la experimentamos en el mismo estado
de consciencia sorda y aletargada que caracteriza el
sueño profundo; ella descansa en los procesos meta-
bólicos del cuerpo.
Por ejemplo, cuando movemos las piernas,
nuestro impulso volitivo y el sistema metabólico se
sustraen a la penetración de nuestra consciencia de
vigilia, del mismo modo que se sustraen a ella los
procesos que tienen lugar durante nuestro sueño
profundo.
Finalmente, en el sentir vivimos el mismo gra-
do de consciencia que cuando soñamos: sueños
y sentimientos se experimentan en un estado de
semiconsciencia.
De modo que no sólo recorremos sucesivamente
estos tres estados de la consciencia en el curso de
las veinticuatro horas, sino que, como hombres de
vigilia, vivimos en los tres simultáneamente: estamos
despiertos en cuanto a nuestra vida representativa
ligada con el sistema neuro-sensorio; soñamos con
respecto a nuestra vida afectiva que se apoya en la
respiración y circulación sanguínea; estamos dormi-
dos en cuanto a nuestra vida volitiva, cuyo sustrato
orgánico es el sistema metabólico-motor. ♣
Willi Aeppli 7 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
2    el organismo sensorio del
hombre
Origen de los órganos sensorios
Imaginemos un mundo que no se distingue del
acostumbrado: tiene sus colores, olores, sabores, di-
ferencias de calor, movimientos, durezas y asperezas,
etcétera. Pero imaginemos que le falta una sola cosa:
el sonido.
En este caso, ¿poseeríamos el órgano auditivo?
No es difícil responder a esta pregunta hipotética:
¡desde luego nos faltaría ese órgano sensorio!
Menos evidente y menos inequívoca sería, sin
embargo, la explicación para la supresión de este
sentido.
Con demasiada ligereza seríamos propensos
a aplicar, a título de explicación, el ‘principio
utilitario.’
Goethe arremetió con vehemencia contra él
como método inquisitivo.
¿Por qué el buey tiene cuernos?
Para que pueda. defenderse. [Goethe__]
A menudo esgrimió Goethe este ejemplo para
demostrar la esterilidad de toda explicación basada
en consideraciones utilitarias.
La única pregunta fecunda en este caso, siguien-
do a Goethe, sería:
¿Qué clase de energías formativas se hallan en
acción para producir el tipo de cuernos?
Para Goethe, no fueron las preguntas relaciona-
das con el por qué y el para qué lo que le condujo a
la ampliación del conocimiento, sino la de donde,
el averiguar el proceso de las energías morfogenéti-
cas latentes generadoras de esto o de aquello en el
mundo sensible.
Volviendo al problema de la no-existencia de
un órgano auditivo en un mundo carente de soni-
do, hemos de decir: no se suprimiría el oído por
inútil, sino por ausencia de las energías creadoras
que actuaran sobre el sonido y modelaran el órgano
auditivo.
Algo similar podría decirse de los demás órganos
sensorios. En un mundo sin luz, de oscuridad abso-
luta, no podría formarse el ojo, porque no existirían
las energías órgano genéticas que se hallan en activi-
dad latente en la luz externa.
Goethe expresó todo esto con las siguientes
palabras:
El ojo debe su existencia a la luz. A partir de
órganos auxiliares indiferentes del animal, la luz
apela a un órgano que le sea connatural; y así,
el ojo se forma por la luz y para la luz, para que
la luz interna salga al encuentro de la externa.
[Goethe__]
Si el ojo no fuera de índole solar, nunca
podría divisar el sol. [Goethe__]
Agreguemos a esto unas palabras de Rudolf
Steiner:
No tendríamos ojos si, en un pasado remoto,
la luz no hubiera modelado el ojo, como si
dijéramos plásticamente, a partir de órganos
indeterminados. [Goethe__]
En la luz hemos de reconocer la entidad
oculta capaz de crear un ojo. [Goethe__]
¿Cómo se han desarrollado nuestros órganos
físicos? Gracias a que las energías exteriores han
trabajado sobre ellos: las energías del sol, y las del
sonido.
Así nació el ojo, así nació el oído, a partir
de órganos neutrales y sordos y que, en un
principio no permitían la penetración en el
mundo sensible, pues sólo lentamente se iban
desenvolviendo.
La construcción de los órganos sensorios,
precedente indispensable a toda percepción
sensoria, hubo de tener lugar en una región de
la realidad en que no podía penetrar ninguna
percepción sensoria.
Así pues, las distintas áreas o centros energéticos
universales suprasensibles han contribuido a insertar
en la entidad humana los órganos correspondientes,
a fin de que, por su medio, pudieran ellas reflejarse
en las percepciones de dichos órganos.
Willi Aeppli 8 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Número y agrupamiento de los
sentidos
Antes de entrar en ‘una descripción del organismo
sensorio humano, considerando que no se trata de
una fisiología de los sentidos como se entiende habi-
tualmente, detengámonos en algunas observaciones
fundamentales.
Así, por ejemplo, al estudiar la vista o el oído re-
nunciaremos desde luego a su descripción anatómi-
ca. para dar más bien una descripción, lo más exacta
y gráfica posible, de la función de estos sentidos.
En este cometido, el autor se ha extendido más
ampliamente a los ‘sentidos todavía desconocidos’
—el sentido verbal, el intelectivo, y el sentido del
yo ajeno— que a los sentidos tradicionales, lo que
seguramente interesará al lector.
Empecemos con las preguntas: ¿Cuántos sentidos
hay? ¿Cómo agruparlos?
Existen dos caminos para explorar la organización
sensoria del hombre: al primero podemos llamarlo
‘anatómico,’ y es el más, usual. Se explora e investiga
la corporalidad humana para localizar los órganos
sensorios y así determinar cuántos posee el hombre.
Esto conduce a la conclusión —perfectamente
comprensible: el hombre tiene el número de órganos
que puede determinarse anatómicamente.
En los últimos decenios surgió, además, la pre-
gunta de si pudieran existir también otros órganos
sensorios, aunque no fácilmente localizables.
El otro camino, menos usual, parte de la pregun-
ta: ¿Cuántos mundos empíricos existen de los que
no podemos recibir mensajes sino por medio de un
órgano sensorio?
Ya hemos mencionado anteriormente que nuestro
mundo circundante se halla articulado en multipli-
cidad y nos suministra un sinnúmero de impresiones
sensorias. ¿Será posible introducir orden y sistema
en ese confuso mundo ‘caótico’ y clasificarlo por
grupos?
A esta actitud inquisitiva se le ofrecen tres gran-
des áreas de experiencia consideradas como ‘mun-
do circundante,’ y que no penetrarán en nuestra
consciencia de no existir los órganos sensorios
correspondientes.
El primer mundo empírico que nadie niega es el
que llamamos ‘naturaleza exterior’: reinos mineral,
vegetal y animal, a la que asimismo pertenece el
hombre en cuanto mero ente natural.
Desde el punto de vista de organismo sensorio,
nuestro modo de pensar ordinario tiende únicamen-
te a considerar como mundo circundante del hom-
bre estos cuatro reinos de la naturaleza.
Un modo de pensar más amplio debe, sin em-
bargo, otorgar su reconocimiento a otros dos mun-
dos empíricos, para los cuales han de existir. por lo
tanto, los órganos sensorios correspondientes.
Una de estas áreas de percepción, es decir, el
segundo mundo empírico, es ‘nuestra propia corpo-
ralidad,’ esto es, los procesos que tienen lugar en el
interior de ella.
Nuestra ,corporalidad se nos revela como el
mundo circundante objetivo mas cercano a nosotros
mismos.
Para comprender esto, basta que recordemos
que el sentido del equilibrio es uno de los que en n
entran en consideración.
El tercer mundo de experiencia lo constituye
‘nuestro prójimo,’ en cuanto no es mero ente natu-
ral, sino depositario de un hombre espiritual supe-
rior. Este elemento anímico-espiritual es propio de
todo hombre, genéricamente humano.
Por consiguiente, también nuestros congéneres
pertenecen a nuestro mundo circundante, y para
percibir sus manifestaciones han de existir también
los órganos sensorios.
Ese mando circundante se divide, pues, en los
siguientes tres campos de experiencia:
- Nuestra propia corporalidad.
- La naturaleza exterior.
- Nuestros congéneres.
Ahora bien, la teoría de los sentidos de Rudolf
Steiner muestra que, para cada una de estas áreas de
experiencia existe un grupo de cuatro sentidos, de
suerte que el organismo sensorio del hombre com-
prende doce órganos individuales.
El que podamos referirnos a doce no es una
casualidad, ni teoría arbitraria, sino derivado de
una certera visión de la naturaleza humana, y de
los hechos y fenómenos que integran su mundo
circundante.
El existir y hallarse en actividad tres mundos de
experiencia, cada uno de los cuales con su propia
estructura percibida por el hombre mediante cuatro
órganos sensorios, induce a pensar en cierto agrupa-
miento de los doce sentidos.
Tanto el número de los sentidos como su estruc-
tura, se hallan determinados por factores dados fuera
de la naturaleza humana, en lo que a nuestra capaci-
dad consciente corresponde.
Pero, además, Rudolf Steiner dirige su mirada
hacia el hombre mismo y manifiesta que ese agrupa-
miento arranca de la’ estructura ternaria del orga-
nismo humano: a la fundamentación macrocósmica
viene a añadirse, pues, la microcósmica.
Enfocado el hombre como entidad ternaria se
insinúa la siguiente clasificación de sus órganos
sensorios:
Willi Aeppli 9 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Primero, un grupo de sentidos que guardan
estrecha relación con el hombre ‘inferior’ o metabó-
lico-motor y con la voluntad que con él se vincula.
En estos sentidos predomina un fuerte elemento
volitivo, por lo que puede designárseles sentidos
‘volitivos.’
Un segundo grupo de sentidos es expresión de la
región media o rítmica del hombre y, a la vez, ofrece
la base orgánica de la energía emotiva. Se trata de los
sentidos intermedios o ‘emotivos.’
Finalmente, un tercer grupo está en contacto con
el hombre ‘superior’ y crea las condiciones orgá-
nicas para su actividad representativa. por lo que
Rudolf Steiner los llama los sentidos superiores o
‘cognitivos.’
Cuando, hace pocos decenios,1
Rudolf Steiner
presentó su esquema de doce sentidos, causó entre el
público profunda extrañeza. Sin embargo, precisa-
mente, en la ciencia de los sentidos ha tenido lugar
un notable cambio, habiéndose descubierto toda
una sarta de nuevos sentidos, hecho que ya queda
consagrado por las enciclopedias de reciente edición.
A título de ilustración de ese cambio, citamos
aquí a Adolf Portmann,2
biólogo suizo de fama
mundial:
1
Posiblemente, los trabajos más antiguos sobre la ‘Teoría
de los Sentidos’ se remonten a 1910 en Steiner, Rudolf.
‘Teoría de los sentido.’ [GA045] [N. del Ed.] — Esta cita es
conflictiva, pues no coinciden el título y contenido dado en
castellano con el título y contenido dado en alemán según
la indicación GA. Una posibilidad es la traducción parcial
al castellano de ‘Devenir humano, alma cósmica y espíritu
universal. 2a parte.’ [GA206] [n. del pr.] [n. del pr.]
2
Adolf Portmann (1897-1982): Biólogo, zoólogo, antropó-
logo y filósofo suizo. Sus principales áreas de investigación
cubrieron la biología marina y la morfología comparada de
los vertebrados. Su trabajo era a menudo interdisciplinario
comprendiendo aspectos sociológicos y filosóficos de la vida
de los animales y los seres humanos. [n. del pr.]
Ya pasaron los tiempos de atribuir todo lo
incomprendido al ‘sexto sentido.’ La investigación
moderna nos ofrece por ,lo menos el triple de los
cinco sentidos clásicos.3
Por eso, desde hace algún tiempo, la teoría de los
sentidos fundamentada en la Ciencia Espiritual se ve
precisada a declarar que el hombre posee doce senti-
dos, y nada más que doce. Acotemos asimismo que
la ciencia oficial, pese a sus nuevos descubrimientos,
todavía no se ha enterado de tres de ellos, descritos
por Rudolf Steiner.
Vamos a destacar ahora los rasgos característicos
de .los tres grupos y de los sentidos individuales,
para lo cua partiremos de aquellas situaciones hi-
potéticas en las que sobresalga uno u otro grupo de
órganos sensorios, y así alcance mayor notoriedad.
Los cuatro sentidos inferiores
Imaginémonos a un hombre atrapado en una mina.
Supongámosle completamente solo y en la oscuri-
dad absoluta: de nada le sirven los ojos. Con gran
es fuerzo busca su camino a tientas; y a través de sus
manos y pies llega a la conclusión: aquí hay roca;
aquello, es madera; aquí percibo hierro.
Al avanzar, trata de mantenerse en equilibrio, pero
como no es fácil, tambalea, se cae. Vuelve a levantar-
se y experimenta la actividad de sus músculos, como
los de los brazos y de las piernas se tensan, se relajan,
tiemblan; siente un malestar orgánico general; quizás
la sensación de calentura, de sed, de dolor de cabeza.
3
Portmann, Adolf. ‘__’ [n. del pr.]
No es difícil imaginar cuál de los tres grupos de
sentidos se halla en actividad, sin que el afectado
tenga consciencia de ello. Son los sentidos inferiores
o volitivos:
- Sentido táctil.
- Sentido del equilibrio.
- Sentido cinestésico4
(del movimiento propio)
- Sentido cenestésico5
(sentido orgánico o de la
vitalidad).
Antes de proceder al estudio de cada uno de ellos,
queremos destacar brevemente los rasgos que les son
comunes por el grupo que integran:
- introversión hacia nuestra corporalidad, y
- percepción de los procesos que se desenvuel-
ven en el interior de ésta.
A través de estos cuatro órganos sensorios, nues-
tra persona toma consciencia, se informa de nuestra
condición corpórea.
Los procesos que este grupo de sentidos registra
tienen carácter de objetivo.
Nuestro propio cuerpo constituye efectivamente
un mundo empírico separado cerrado en sí, con sus
órganos sensorios respectivos, y aunque el hombre lo
percibe hacia adentro ‘en forma subjetiva,’ no deja
de tener carácter objetivo.
Es evidente que con estas funciones sensorias está
vinculada una fuerte actividad volitiva: caminar, tan-
4
cinestésico, ca. 1. adj. Psicol. Perteneciente o relativo a la ci-
nestesia. — cinestesia. 1. f. Psicol. Percepción del equilibrio
y de la posición de las partes del cuerpo. Diccionario RAEL
[n. del pr.]
5
cenestésico, ca. 1. adj. Psicol. Perteneciente o relativo a la
cenestesia. — cenestesia. 1. f. Psicol. Sensación general de la
existencia y del estado del propio cuerpo, independiente de
los sentidos externos, y resultante de la síntesis de las sensa-
ciones, simultáneas y sin localizar, de los diferentes órganos
y singularmente los abdominales y torácicos. Diccionario
RAEL [n. del pr.]
Willi Aeppli 10 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
tear, etcétera, lo que se reconoce con mayor claridad
en el caso del sentido del movimiento propio.
Sin embargo, la voluntad también actúa en las
percepciones de los otros tres sentidos y, precisamen-
te por su índole volitiva, no entran en nuestra cons-
ciencia los procesos que por su medio percibimos.
Así como toda nuestra actividad volitiva se realiza
en estado comparable al sueño profundo, asimismo
nos mantenemos dormidos en todo lo que hacen y
perciben los sentidos volitivos, bien,conocidos de la
ciencia, aunque los designa con distintos nombres:
sentido muscular, de gravedad, de presión, dinámi-
co, etcétera.
Considerando que el hombre y el animal no
comparten la totalidad de los doce sentidos, men-
cionemos, además, que también los animales poseen
este grupo de cuatro sentidos volitivos.
Pasemos ahora a la descripción de cada uno de
ellos en particular:
Sentido vital (sentido cenestésico)
Debemos de decir que as el más indeterminado y
general de todo el organismo sensorio. A través suyo
penetramos más intensamente en nuestra propia
corporalidad y nos damos cuenta de su condición
corpórea; nos capacita para sentir como interno todo
lo que atañe a nuestra corporalidad viva.
Y nos damos cuenta de su existencia cuando
registra alguna anomalía en nuestro cuerpo. Somos
conscientes de su acción cuando hemos comido
demasiado, bebido excesivamente, dormido mal.
etcétera, y con base en las percepciones de este
sentido vital podemos decir: “me siento cansado,”
“hambriento,” “sediento.” O lo contrario, “ligero,”
“descansado,” “satisfecho.”
Puede suceder que alguna vez suframos de algún
malhumor psíquico, contrario a nuestro tempe-
ramento habitual; aparentemente no hay causas
externas; quizás la verdadera causa radique en algún
elemento perturbador que el sentido vital ha regis-
trado en el hígado.
Tengamos presente que todos los trastornos psí-
quicos derivados de irregularidades en los procesos
orgánicos se hallan en conexión con la función del
sentido vital, órgano que parece obvio que desempe-
ñe un importante papel en el niño.
Pero también las facultades del zahorí6
o del
metoposcopista7
se encuentran en estrecha conexión
con el funcionamiento de este sentido.
Asimismo, se cree muy probable que el llamado
‘sentido del tiempo’ tiene conexión causal con el vi-
tal, teoría confirmada con los experimentos llevados
a ‘cabo con abejas y hombres.
Por ejemplo, se suministraba quinina8
a un grupo
de abejas y tiroxina9
a otro grupo.
El sentido del tiempo de las abejas se desorganizó
completamente evidenciándose en el hecho de que
las que hablan ingerido quinina llegaron tarde al
colmenar, las otras temprano.
6
zahorí. 1. com. Persona a quien se atribuye la facultad de
descubrir lo que está oculto, especialmente manantiales sub-
terráneos. 2. com. Persona perspicaz y escudriñadora, que
descubre o adivina fácilmente lo que otras personas piensan
o sienten. Diccionario RAEL [n. del pr.]
7
metoposcopia. 1. f. Arte de adivinar el porvenir por las
líneas del rostro. Diccionario RAEL [n. del pr.]
8
quinina. 1. f. Alcaloide de la quina, principio activo de este
medicamento febrífugo. Es una sustancia blanca, amorfa, sin
olor, muy amarga y poco soluble, que se emplea en forma de
sales. Diccionario RAEL [n. del pr.]
9
tiroxina otetrayodotironina, usualmente abreviada ‘T4’:
Principal tipo de hormona tiroidea secretada por las células
foliculares de la glándula tiroides. No debe confundirse con
la tirosina. [n. del pr.]
Hay que saber, desde luego, que la quinina y la
tiroxina influyen sobre los procesos metabólicos que
se ralentizan con la quinina, en tanto que se aceleran
con la tiroxina.
Esto nos lleva a deducir que el ‘cronómetro’ no
ha de buscarse en el mundo externo circundante
sino en la propia corporalidad: el ‘metabolismo ce-
lular’ seria, para las abejas, la base de la medición del
tiempo; su sentido vital es el que opera en este caso
como sentido del tiempo.
El experimento en los seres humanos fue similar.
Se adiestró a determinado número de personas para
que pudieran indicar con el máximo acierto cuando
habla transcurrido el lapso de 15 minutos.
Posteriormente. sin que lo supieran, se les su-
ministró una vez quinina y otra vez tiroxina, y su
reacción fue idéntica a la de las abejas: con la qui-
nina indicaban ‘cuartos de hora’ más largos, con la
tiroxina, más cortos.
¿Dónde ubicaremos el órgano del sentido vital,
cenestésico? En los órganos físicos individuales:
hígado, bazo, corazón, etcétera, pues ellos sirven
de órganos sensorios. Asimismo, todo el organismo
humano es un gran órgano sensorio que funciona
como sentido vital.
El sentido de equilibrio o de
orientación
Este órgano sensorio permite al cuerpo acomodarse
y comportarse en el espacio sin pérdida del equili-
brio’; nos anuncia como orientarnos hacia la izquier-
da y derecha, delante y detrás, arriba y abajo, para
no caemos.
Willi Aeppli 11 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Al estirar un brazo tiendo a la pérdida del equi-
librio, pero se restablece inmediatamente gracias a
que siempre esta alerta el sentido del equilibrio.
Así, nunca lo perderé por muchos movimien-
tos que haga mientras este órgano ,funcione
correctamente.
En cambio, de fallar ,tan sólo un momento,
caería de la silla en que estoy sentado y terminaría en
el suelo.
Rudolf Steiner nos representa el sentido de orien-
tación como órgano para percibir las relaciones entre
el centro de la Tierra y el propio cuerpo.
En cierto sentido, es como un ‘ojo’ que continua-
mente mira hacia el centro de la Tierra, y el desma-
yarse, por ejemplo, equivale a quedarse ‘ciego’ en el
sentido del equilibrio, a perder la facultad de poder
‘ver.’
Este sentido ocupa una posición especial dentro
del grupo de los llamados inferiores, por ser el único
para el que puede comprobarse la existencia de un
órgano localizado: los tres canales semicirculares del
oído medio, llenos de líquido, perpendiculares entre
sí, según las tres direcciones del espacio.
A cada cambio de posición del cuerpo correspon-
de un desplazamiento de ese líquido. Y una lesión
del órgano afecta la facultad de mantener el equili-
brio, o la extingue por completo.
Es sabido que en los animales inferiores la fun-
ción de los tres canales semicirculares la ejercen
las ‘piedras auditivas’10
y al extirparlos, el animal
no puede orientarse en el espacio ni moverse
acertadamente.
10
otolitos: Materiales sólidos que se encuentran en el sistema
vestibular en muchos organismos. Le permiten notar las ace-
leraciones y la dirección de la gravedad, a los peces les sirven
para la audición. En los invertebrados se llaman estatolitos.
[n. del pr.]
Los artistas, los acróbatas, los malabaristas,
tienen un sentido de equilibrio particularmente
desarrollado.
Cabe traer a colación aquí el siguiente comenta-
rio de Rudolf Steiner:
Para ser matemático no se requiere una
estructura cerebral especial, como a menudo se
cree. El pensamiento y la lógica funcionan en el
matemático como en la persona que no lo es.
Lo importante son los tres canales
semicirculares del oído que están en posición
recíproca como para ocupar las tres direcciones
del espacio. La formación propia de estos canales
condiciona el talento matemático, la disposición
para las matemáticas.
Se trata de un órgano físico que se transmite
por herencia. [GA___:__:__]
Sentido táctil
También con este sentido percibimos, en realidad.
sólo nuestro propio cuerpo. Sobre el particular he-
mos de anticiparnos a un posible error.
En efecto. alguien podría decir: “Mi sentido
táctil me permite percibir la aspereza de un muro, la
suavidad de una piel, la dureza del vidrio, en otras
palabras, la naturaleza exterior. no mi propia corpo-
ralidad. ¿No pertenece, pues, el tacto a otro grupo
de órganos sensorios?”
A este comprensible reparo hemos de respon-
der: “No cabe duda de que en el tacto se opera una
confrontación de la voluntad con el mundo circun-
dante. No obstante, al tocar un objeto, me percibo
primariamente a mí mismo, esto es, mi propia
corporalidad, pues lo único que registro es la trans-
formación que, debido al objeto externo, se produce
en mí, por ejemplo, en las yemas de mis dedos.
Realmente, en la actividad táctil intervienen
procesos que no tienen lugar fuera de mí, sino de-
bajo de mi epidermis. Lo que percibo mediante mis
órganos táctiles lo proyecta mi consciencia hacia el
mundo exterior y llega, por ejemplo, al juicio: “Lo
que tiento es un muro áspero.”
En realidad, la experiencia táctil no es sino la
reacción de nuestro propio interior a un proceso
externo.
El juicio, la conclusión, desempeñan un pa-
pel importante en la actividad del sentido táctil y
ocultan los hechos reales, como también los oculta
la vista, porque al ver cómo las puntas de mis dedos
tientan una superficie, creo estar observando mi
actividad táctil.
Por esta razón el sentido táctil nos parece más
familiar que los demás sentidos volitivos.
Sin embargo, no es así, puesto que lo que real-
mente sucede no está al alcance de mi vista.
Por otra parte, dos sentidos que podríamos decir
adyacentes al táctil, siempre participan en el proceso
de tocar: al tocar algo, movemos espontáneamente
la mano o el dedo; sólo en el movimiento podemos
realmente palpar el mundo exterior.
Esto da fe de la intensa participación del sentido
cinestésico en el acto de tocar.
Y asimismo, para llegar a una experiencia tác-
til más intensa, a veces incluso cerramos los ojos.
Además, también participa en ella el sentido de
equilibrio.
Con todo, no podemos negarle al tacto
cierta afinidad con los sentidos medios pero,
precisamente, si lo comparamos con el sentido
Willi Aeppli 12 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
térmico que le es relativamente cercano, nos
damos cuenta de que corresponde a los sentidos
volitivos.
El sentido térmico, en cambio, no sólo es un sen-
tido marcadamente emotivo, sino inequívocamente
orientado hacia la naturaleza exterior.
Las papilas táctiles, se consideran órganos del
tacto y si las uniéramos todas con un trazo obten-
dríamos el contorno de la figura humana.
Sentido cinestésico
Este sentido nos trasmite la sensación de repo-
so o movimiento; si tenemos el brazo doblado o
extendido.
Percibimos el movimiento de una pierna aun te-
niendo cerrados los ojos, lo que demuestra que este
sentido capta los cambios de posición que sufren los
diferentes miembros del cuerpo durante el proceso
cinético, y eso nos suministra una vivencia muy
especial de nuestra existencia corpórea.
El sentido cinestésico trabaja’ con mucha
precisión.
En condiciones normales se registran, por ejem-
plo en la articulación del codo, movimientos que co-
rresponden a una torsión promedio de 0.038 grados;
percibe pues hasta los más diminutos movimientos
que tienen lugar en nuestro cuerpo.
Es el sentido que más claramente manifiesta su
índole volitiva, ya que todos los movimientos que
realizamos con nuestro cuerpo son manifestaciones
visualizadas de nuestra voluntad.
Rudolf Steiner le dio el nombre de ‘sentido del
movimiento propio,’ como si quisiera poner én-
fasis en el hecho de que únicamente por su medio
percibimos los movimientos de nuestro propio
cuerpo.
Esto nos lleva a la pregunta preñada de conse-
cuencias: ¿y los movimientos fuera de nosotros?
Veo al prójimo que se mueve, a los animales en
sus actividades, al vehículo que corre, todo, ello
ajeno a mi cuerpo. Y, obviamente, estoy capacitado
para percibir esos movimientos e incorporarlos a mi
consciencia.
No cabe duda de que no me basta el uso de mis
ojos únicamente para percibirlos: con ellos puedo
ver —gradaciones de sombras y colores, pero no
movimientos como tales.
Quizás podemos considerar el sentido visual
como auxiliar, pero no como órgano primario que
capte el movimiento del mundo circundante.
¿Cómo experimentar, pues, mediante el sentido
de nuestro propio movimiento, el movimiento que
se produce fuera de nosotros?
La solución del enigma consiste en compren-
der que nosotros, de manera sumamente delicada
—y casi siempre inconsciente— participamos con
nuestro organismo físico, o parte de él, en todo mo-
vimiento exterior, tan pronto como éste penetra en
nuestro campo de experiencia.
De manera burda, esto tiene lugar, por ejem-
plo, cuando seguimos con la mirada un coche en
movimiento, o cuando el sistema muscular del ojo
observa una rotación.
Lo que percibe, pues, el ‘sentido de nuestro
propio movimiento’ y que nuestra consciencia
relaciona con el mundo circundante. son esas
delicadas vibraciones en las que nuestro cuerpo
participa.
Con nuestro propio ‘aparato motor,’ es decir, con
nuestro sistema muscular, somos miembro dinámi-
co de todo el conjunto de movimientos del mundo
circundante.
Al decir esto., hay que tener en cuenta que, en
rigor, no puede haber en ninguna parte de nuestro
cuerpo, un movimiento muscular completamente
aislado.
Nuestro más mínimo movimiento no se
halla localizado en determinada parte de
nuestro sistema muscular o motor, sino que
proviene de nuestro organismo motor global.11
[GA____:__:__]
El ojo y el sentido cinestésico, si bien dos sen-
tidos de funcionamiento radicalmente distinto,
colaboran ‘estrechamente.
En su curso pedagógico ‘Estudio del Hombre
como base de la pedagogía’ (Conferencia 8), expli-
ca Rudolf Steiner este principio, poniendo’ como
ejemplo la experiencia de una superficie circular
coloreada.
Si fuera posible independizar la actividad del ojo
no percibiríamos sino el color. Y si podemos recorrer
el limite entre el rojo y el blanco y así percibir la li-
nea circular, es debido a nuestro sentido cinestésico.
Mi sentido visual no me permite captar la for-
ma circular, así como mi sentido cinestésico no me
transmite la sensación del color.
No obstante, es sumamente intima la acción
concertada de estos dos sentidos, y no hay, en rigor,
ningún acto visual que no vaya acompañado de mo-
vimiento muscular, es decir, en el que no intervenga
el sentido cinestésico.
11
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
Willi Aeppli 13 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
El sentido cinestésico se vierte en el ojo.
El contorno del círculo se percibe poniendo
en acción el sentido cinestésico, aunque sea
inconscientemente, lo que nos lleva a afirmar que
extraemos la forma de la integridad de nuestro
cuerpo apelando al sentido cinestésico extendido
por todo el cuerpo.12
[GA293:08:__]
Aunque las formas pertenezcan, pues, al campo
de experiencia de los sentidos inferiores, el hombre
necesita de la ayuda del ojo para percibirlas; en el
ciego, el sentido táctil suple la falta de vista.
El ejemplo de la superficie circular coloreada
llama nuestra atención aún sobre otro hecho signifi-
cativo. Parece evidente que mi sentido cinestésico se
halla en plena actividad’ cuando recorro yo mismo
un circulo, o cuando lo trazo con mi propia mano.
Pero aún en el caso de que otra persona —ante
mis ojos— haga una y otra cosa, no debiera ser difí-
cil imaginar, con base en las explicaciones que ante-
ceden, el funcionamiento del sentido cinestésico.
Por otra parte, el ejemplo escogido por Rudolf
Steiner se refiere a un circulo cuya génesis no he po-
dido observar: el circulo ya ha alcanzado el reposo,
,su condición estática.
No obstante, el círculo que tengo delante de mi
me estimula a reproducirlo interiormente, a recorrer
sus contornos con mis ojos: mi propia corporalidad
transforma el circulo y le restituye su movilidad.
Así como todas las figuras geométricas son mo-
vimientos en reposo, así inversamente, yo les puedo
restituir su movimiento.
Ahora bien, nuestro mundo circundante está
constituido en gran proporción de elementos con
12
Steiner, Rudolf. ‘El estudio del hombre como base de la
pedagogía.’ Conferencia 8. [GA293:08:__] [n. del pr.]
una forma, como el círculo, la recta, la curva, el
triángulo, etcétera; en otras palabras, todo lo que es
figura, línea, extensión, longitud, anchura, profundi-
dad; todo lo que es superficie y aristas de un cuerpo,
lo percibimos con nuestros sentidos volitivos y, pre-
ferentemente, con los cinestésico y del equilibrio.
Sin embargo, podemos ir más lejos y decir: todo
lo que es susceptible de determinación numérica,
medida o peso, pertenece al mundo empírico de los
cuatro sentidos volitivos; ahí se sitúa, pues, el campo
del conocimiento matemático y geométrico.
En verdad, ambas ciencias tienen su base en las
percepciones de los cuatro sentidos inferiores, eleva-
das al nivel de la consciencia.
Y no sólo la matemáticas y la geometría, sino to-
das las ciencias naturales modernas, deben su gran-
deza a la aplicación de los sentidos inferiores.
Los cuatro sentidos medios
Se trata de los sentidos que nos permiten percibir las
impresiones sensorias que nos ofrece la naturaleza
externa.
Para ejemplificar lo que pretendo exponer voy a
imaginar que en un caluroso día de verano estamos
sentados a la orilla de un bosque; por el excesivo el
calor del sol hemos buscado la frescura de la sombra.
Calor por una parte, frescura por la otra; contem-
plamos el azul del cielo, la blancura de las nubes, los
colores de la mariposa; olemos el heno aromático del
campo, o la resina exudada de los pinares.
Tal vez se nos antoje probar una fresa silvestre y
gustamos de su dulzura.
¿Qué sentidos nos han unido íntimamente uni-
do con la naturaleza? No cabe duda que son los
siguientes:
- el sentido visual,
- el sentido olfatorio,
- el sentido gustativo, y
- el sentido térmico.
Oportunamente explicaremos por qué el oído no
se integra en este grupo.
¿Y cuál es el elemento común de estos cuatro
sentidos para considerarlo un grupo unificado?
En términos generales, todos ellos nos trasmiten
mensajes de la naturaleza exterior y nos relacionan
con ella.
Tres han sido conocidos desde antiguo, desde
Aristóteles;13
pertenecen a los sentidos tradiciona-
les clásicos, cuyos órganos son de fácil ubicación
anatómica.
La excepción es el sentido térmico: no podemos
señalar un órgano localizado.14
Hubo un tiempo en que ese sentido único se
estudiaba acoplado con el táctil, por la similitud que
entre ellos existe.
Además, se puede afirmar que los animales supe-
riores poseen asimismo este grupo de sentidos.
13
Aristóteles (384 aC-322 aC): Filósofo, lógico y científico
de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme
influencia sobre la historia intelectual de Occidente por
más de dos milenios. Escribió cerca de 200 tratados (sólo
nos han llegado 31) sobre lógica, metafísica, filosofía de
la ciencia, ética, filosofía política, estética, retórica, física,
astronomía y biología. [n. del pr.]
14
En la revista ‘Scientific American.’ Vol. 204, No. 1. pág.
134 (1961) se describe ya el descubrimiento del órgano del
sentido térmico. [N. del Tr.]
Willi Aeppli 14 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Su característica común sobresaliente es que
evidentemente se trata de sentidos emotivos.
Dediquémonos al estudio de cada uno de ellos:
Sentido visual
El ojo es el órgano sensorio más representativo
del hombre actual. De ahí que corrientemente se
recurre a la palabra ‘ver,’ sustituyendo a ‘percibir,’ a
pesar de que ésta es válida, para todos los doce sen-
tidos, y aquella valga únicamente para la percepción
de matices cromáticos y umbrátiles,15
a los que nos
referimos anteriormente a propósito del estudio del
sentido cinestésico. No es del todo acertado decir:
Veo un círculo, un caballo que corre, una catedral,
etcétera.
Aprovechemos este momento para intercalar al-
gunas observaciones acerca de los colores, contenido
perceptivo del sentido visual. Existen tres tipos de
colores:
- los que cubren los objetos, como la puerta
pintada, el verdor de la hoja, el rojo de la rosa,
las manchas negras y amarillas de la piel de
gato, etcétera;
- los que pudiéramos decir se hallan suspendi-
dos en vilo, no adheridos a objeto alguno, es
decir, los que son de índole semi-etérea, para
utilizar un término ya no del todo extraño. A
este tipo pertenecen los fenómenos como el
arcoíris, o las franjas producidas por el prisma.
		 Partiendo de estos fenómenos ya no resulta
descabellado preguntar: ¿Es posible concebir
mentalmente un rojo o azul suspendidos en
vilo, es decir, sin relación con objeto alguno?
15
umbrátil. 1. adj. umbroso. 2. adj. Que tiene sombra o apa-
riencia de algo. — umbroso, sa. 1. adj. Que tiene sombra o
la causa. Diccionario RAEL [n. del pr.]
La posibilidad de pensar y aceptar esta cuali-
dad: ¿supondría que los colores mismos son de
naturaleza objetiva?
- El tercer tipo o categoría corresponde a los
llamados ’¡‘colores subjetivos,’ que se produ-
cen dentro del organismo mismo, como los
colores complementarios, por ejemplo. No
vamos aquí a ocuparnos de ellos.
Pero detengámonos en esa pregunta acerca del
carácter objetivo de lo que se percibe, pues pue-
de plantearse asimismo en relación con el sentido
térmico.
Hablamos de calor, incluso en la jerga científica,
cuando en realidad nos referimos al aire caliente,
agua caliente, hierro caliente, esto es, a materia im-
pregnada de calor.
Pero si éste constituye un mundo empírico
autónomo, accesible a los sentidos, debe, o debiera,
existir por sí mismo, en libre existir, con una efec-
tividad no ligada a otro elemento, como el agua, el
aire, la piedra.
Ese calor, como existencia primordial e indepen-
diente. debiera, por lo menos, ser ‘pensable.’
Y ¿cuál es la consistencia de las llamadas ‘imá-
genes aparentes’16
(‘afterimages’)? Observamos, por
ejemplo, la llama de una vela, cerramos los ojos y la
imagen aparente de la llama persiste, se va modifi-
cando y, gradualmente, se desvanece.
O bien contemplamos por algún tiempo una man-
cha roja, pasamos la vista a una hoja de papel blanco,
y se reproduce la imagen aparente de esa mancha
cromática en el color complementario verde.
16
imagen aparente o ‘afterimages’: Son causadas cuando los
fotoreceptores del ojo, básicamente los bastones y conos,
se adaptan a la sobrestimulación y pierden sensibilidad.
[n. del pr.]
¡Cuántos ensayos hizo Goethe17
para desentrañar
el misterio de estas imágenes aparentes! Y es sabido
que él se opuso a que se interpretaran como algo
‘subjetivo.’
¿Qué nos dice sobre ellas la Ciencia Espiritual?
Primero, llama la atención sobre el hecho de que el
proceso perceptivo, como tal, es’ comparable a un
delicadísimo proceso respiratorio, con sus dos fases:
la inspiración y la espiración; inhalamos el aire rico
en oxigeno y lo exhalamos cargado de gas carbónico.
Lo exhalado es la contraimagen de lo inhalado.
Algo comparable tiene lugar en la percepción:
‘inhalamos’ las impresiones sensorias, y las ‘exhala-
mos.’ Las imágenes aparentes podrían, pues, consi-
derarse como impresiones sensorias exhaladas, como
impresiones en el ‘éter universal,’ según Rudolf
Steiner, proceso no meramente subjetivo, sino
objetivo.
Es fácil verificar el carácter emotivo de estos
cuatro sentidos: basta una modesta medida de auto
observación. También la sabiduría del lenguaje
claramente apunta en dirección al carácter emotivo
de este grupo; en efecto, si queremos dar expresión
elocuente e inequívoca a nuestros sentimientos,
echamos mano de giros que pedimos prestados a las
percepciones de estos sentidos.
Esto es particularmente notorio en el caso del
olfato y del gusto, indudablemente los sentidos más
emotivos. A título de ilustración mencionemos algu-
nas expresiones que todos conocemos:
es cuestión de gusto
la habitación está arreglada con gusto
él puso cara agria
¡qué persona tan insípida!
17
Goethe, Johann Wolfgang von. ‘Teoría de los colores.’
[Goethe__] [n. del pr.]
Willi Aeppli 15 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
una verdad amarga
un discurso bien sazonado
no puedo olerlo
huele a santurrón,
Otros giros, en cambio, atestiguan que también
el sentido térmico se halla en estrecha relación con la
emotividad:
un ardiente enamorado
calurosa ovación
se me hizo cálido el corazón
una fría recepción
un gélido círculo.
Incluso en el sentido cromático es posible com-
probar el leve toque emotivo. aunque el sentido vi-
sual muestra una ligera tendencia hacia los sentidos
cognoscitivos. Cuando queremos expresar, no tanto
un sentimiento, como un elemento intelectual,
escogemos palabras que, propiamente corresponden
a percepciones visuales. Y así nos referimos a:
miramientos
consideración
previsión
circunspección.
En todos estos substantivos subyace un verbo
relacionado con el acto visual. Y si en ellos resuena
todavía en forma delicada el sentimiento, su carácter
‘es predominantemente intelectual.
En analogía a como la vista se acerca a los senti-
dos cognoscitivos. el térmico tiende hacia los voliti-
vos. También en este caso se podrían aducir eviden-
cia lingüísticas.
Mencionemos, finalmente, el significado de los
dos ingredientes —incienso y perfume— para la
vida emotiva, si bien su uso y efectos apuntan en
direcciones diametralmente opuestas: el primero en
la vida religiosa y el segundo en la mundana.
Con respecto a los órganos de estos cuatro
sentidos, cabe dar algunas explicaciones, con exclu-
sión, desde luego, del ojo cuya estructura es muy
compleja.
El olfato y el gusto se subsumen bajo el concepto
global de sentidos ‘químicos’: sus órganos son de
estructura simple.
El sentido olfativo se limita a algunos nichos
en la parte superior de la cavidad nasal, donde los
nervios olfativos se hallan casi pudiéramos decir al
descubierto: a ellos llega el aire con sus distintos
olores.
Algo mis diferenciado es el otro sentido, cuyos
botones gustativos se hallan en la mucosa bucal y,
sobre todo, en las papilas linguales.
Más sugestivo que el estudio de los órganos pro-
piamente dichos, es el estudio de los procesos que
intervienen en sus respectivas percepciones.
Todo lo que penetra en la boca debe disolverse
primero mediante la saliva, y no podemos saborearlo
hasta que se ha convertido en liquido: es totalmente
imposible saborear lo sólido.
Ahora bien, el ser humano, como entidad físico-
corpórea, está constituido por ingredientes sólidos
en proporción muy reducida —huesos, dientes— y
en mucha mayor proporción, por elementos líqui-
dos, la parte de nuestra entidad corpórea que gusta,
al mezclarse con los liquidos exteriores que en ella
penetran.
En lo que toca al olfato, es sabido que sólo se
pueden oler sustancias aeriformes, gaseosas. No
podemos oler ni lo sólido ni lo liquido, sino única-
mente aquello que de estos elementos se evapora, se
atomiza, se gasifica.
No olemos lo sólido de la rosa, sino lo que de
ella, como aroma, se ha convertido en gas.
Pero del mismo modo que el elemento liquido
integra nuestra corporalidad, así también el aéreo, y
es él el capaz de percibir lo aeriforme, que de fuera
se le acerca.
También en este caso vale, ligeramente modifica-
do, el ‘similia similibus’: lo idéntico es percibido y
reconocido por lo idéntico.
Y ¿cómo captamos el calor y el frío? ¿Dónde se
ubica el órgano físico del sentido térmico? En el caso
de este sentido no encontramos ni siquiera un órga-
no sensorio tan rudimentario como el del olfato.
Pero no olvidemos el elemento térmico en
nuestro propio organismo, y podríamos decir que,
además de liquido y aéreo, somos también ‘hombre
térmico,’ el que sin órgano sensorio externo, inter-
viene directamente en nuestra percepción de frío y
calor.
Este organismo térmico, que hace las veces de ór-
gano sensorio, impregna, aunque no uniformemen-
te, todo el cuerpo, con excepción del ojo, insensible
al calor y al frío.
Anteriormente hemos planteado la pregunta sobre
el ‘origen de los órganos sensorios. En el caso especi-
fico de los sentidos medios —que podríamos deno-
minar, a falta de mejor expresión, ‘hombre liquido,’
‘hombre aéreo,’ y ‘hombre térmico’— Rudolf Steiner
señala como fruto de su investigación, potencias
creadoras que gobiernan este origen, centros energéti-
cos ocultos tras el mundo sensible, y que se conocen
como las cuatro modalidades del éter:
- el éter lumínico, creador del ojo;
- el éter calórico, de nuestro sentido térmico;
- el éter vital que guarda relación con nuestra
facultad olfativa; y
- el éter químico, con el órgano del gusto.
Willi Aeppli 16 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Los cuatro sentidos superiores
Imaginemos a una persona conversando con otra
y escuchando atentamente lo que le está diciendo.
Supongamos que en este momento lo único que le
interesa sea penetrar, por medio del lenguaje de su
interlocutor, su modo de pensar sobre algún proble-
ma del conocimiento.
Nuestro escucha hipotético oye su voz, percibe sus
palabras, sus ideas y representaciones y, además, no
duda ni un momento, que el que habla es, al igual
que él, un ser dotado de un yo.
Entre el que habla y el que escucha existe en
ese momento una diferencia profunda respecto de
su actividad: el que habla se encuentra en actitud
egocéntrica; expresa sus pensamientos e ideas, en
palabras y frases, vive dentro de un elemento activo;
el que escucha, en cambio, está atento; renuncia a su
propio pensar y opinión de manera desinteresada, se
convierte en órgano de percepción de pensamientos
ajenos. En la medida en que empezara a producir su
propio pensar, dejaría de ser receptivo al pensar del
otro.
Aquí es donde se pone en evidencia. en forma
impresionante, el aspecto nuevo implícito en la
teoría de los sentidos, de Rudolf Steiner. Sus investi-
gaciones lo capacitan para exponer que, al percibir lo
que sale a nuestro encuentro en una plática con otra
persona, intervienen efectivamente ciertos órganos
sensorios; y, además, que el sonido, el lenguaje, el
pensamiento. el yo ajeno, constituyen un mundo
empírico real, un mundo exterior, que podemos
percibir mediante los órganos sensorios.
Todavía no se pueden apreciar en todo su alcan-
ce. las consecuencias de este descubrimiento para la
vida humana en general y, particularmente, para la
educación.
Los cuatro sentidos que aquí entran en considera-
ción son:
- Sentido auditivo.
- Sentido verbal (de la ‘palabra o del lenguaje
ajenos).
- Sentido intelectivo (del pensamiento ajeno).
- Sentido del yo ajeno.
Digamos, por de pronto, lo siguiente acerca de
lo que estos sentidos tienen en común: nos traen un
mensaje de la naturaleza superior del otro, ya que la
voz, el lenguaje, y los pensamientos, son manifesta-
ciones de un ser humano dotado de yo.
Precisamente por serlo, el hombre trasciende las
conexiones regidas por las simples leyes naturales.
Así pues, mediante este grupo de sentidos se per-
cibe lo que produce y manifiesta el espíritu creador
de otro hombre.
Estos órganos tienen carácter de sentidos cognos-
citivos, pues en la percepción vibra al mismo tiempo
la actividad cognoscitiva. Para funcionar debida-
mente, presuponen que el que escucha sabe manejar
el lenguaje y desarrollar sus propios pensamientos,
así como que posee su propio organismo sonoro, y
su propio organismo conceptual, como también su
propia experiencia del yo.
Todo esto se refiere por de pronto al adulto: es
algo diferente la situación en el niño, como explica-
remos más adelante.
Además, estos sentidos tienen en común que, a
excepción del oído, no se hallan desarrollados en el
infante. Tres de los cuatro son privativos del adulto;
representan, a su manera, lo específicamente hu-
mano, puesto que el animal no los posee. No creo
que la ciencia moderna los reconozca, y las razones
son fácilmente comprensibles: acabamos de decir
que estos sentidos atestiguan la naturaleza espiritual
superior del hombre, y que el animal carece de ellos
por ser puramente natural.
Como sea que las ciencias naturales modernas no
tienen la posibilidad, por las limitaciones ‘que ellas
mismas se imponen, de investigar esa naturaleza su-
perior humana, no pueden captar estos tres órganos
sensorios superiores.
Se puede describir esta situación de otra manera:
para el pensar moderno, ‘palabra,’ ‘pensamiento,’
‘yo,’ son puras abstracciones, no susceptibles de
visualización.
¿Cómo sospechar entonces le existencia de órga-
nos sensorios cuya realidad exterior no existe?
Otra circunstancia que dificulta cualquier inves-
tigación progresiva hacia estos sentidos es que, con
excepción del oído, parece que para ellos no existe
localización definida en el cuerpo.
Y, sin embargo, la actividad de estos órganos
sensorios superiores es la condición previa para
toda cultura espiritual, esto es, para toda auténtica
cultura, y lo es también para toda conducta dentro
de una comunidad humana, aspectos ambos que se
condicionan mutuamente.
La atrofia de estos órganos sensorios significa, por
de pronto, un creciente distanciamiento entre hom-
bre y hombre, distanciamiento que podría conducir
a la guerra de todos contra todos. Condición previa
a esta guerra. pues sería la decadencia de los sentidos
cognoscitivos.
Jamás podríamos desarrollar ni proyectar
nuestra condición humana si no tuviéramos en
torno nuestro otros seres dotados de yo; si nun-
ca hubiéramos percibido su voz, su palabra, y su
pensamiento.
Willi Aeppli 17 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Música, lenguaje, pensamiento: he ahí las mani-
festaciones del espíritu creador en el hombre; y cons-
tituyen un mundo empírico para el otro, así como lo
es la naturaleza externa.
Y del mismo modo que existen órganos sensorios
para percibir la naturaleza, así también todo hombre
posee los que le permiten percibir el mundo empí-
rico que es la manifestación de lo específicamente
humano.
Luego de esta exposición general, puntualicemos
con mayor detalle la función de cada sentido:
Sentido auditivo
Rudolf Steiner distingue también este sentido con el
nombre de ‘sonoro,’ particularmente cuando s e tra-
ta de destacar la percepción de impresiones sensorias
producidas por la presencia de otra persona.
En el conjunto de estos cuatro sentidos, el oído
ocupa una posición especial. Podría decirse con cier-
ta justificación: mediante el oído percibo asimismo
la naturaleza exterior, por ejemplo, el murmullo del
arroyo, el gorjeo de los pájaros, el ruido de la calle.
De modo que el oído pertenece, propiamente,
no sólo a los sentidos superiores, sino también a
los ‘medios,’ definición que, además, se justifica
por estar notablemente orientado hacia el mundo
emotivo.
Considerando que el sentido auditivo constituye,
efectivamente, el tránsito de los sentidos ‘medios’ a
los ‘superiores,’ retiene mucho de los emotivos; es
una especie de cabeza con dos caras: una contempla
la naturaleza y percibe todo lo que vibra en ella; la
otra se dirige con igual, o incluso con mayor inten-
sidad, hacia el hombre y, en función cognoscitiva,
percibe algo de su esencia primordial, o sea, su ma-
nifestación sonora a través del timbre de la voz.
Este sentido sonoro presta, pues, atención a la
naturaleza exterior sin perder la conexión de sen-
tido cognoscitivo: nos transmite un conocimiento
particularmente íntimo de los objetos del mundo
externo.
Ejemplo: al golpear una placa metálica, los
sonidos que emite me denuncian algo de su
sustancialidad.
Según palabras de Rudolf Steiner, es el alma de
las cosas mismas la que se estremece y nos habla en
forma sonora.
En la voz humana alienta un elemento musical,
que puede ser percibido con el sentido auditivo
aun cuando no se eleve al nivel del canto. Así, por
ejemplo, cada voz tiene su sonido fundamental y,
además, cierto número de armónicos.18
Si le faltan armónicos, por ejemplo, si tiene
solamente 6 en vez de 10, su sonoridad nos parece
endeble, o enfermiza; al son muchos, por ejemplo
15, la voz es chillante y molesta a quien la oye; cuan-
do faltan los armónicos muy agudos, la voz suena
redondeada y cálida, y facilita el buen contacto con
el prójimo.
Con nuestro sentido auditivo nos damos cuenta
de la característica de la ‘voz ajena’ y, con ello, algo
de su personalidad.
Agreguemos aquí algunos datos referentes al oído.
El ‘espectro acústico’ del adulto tiene una extensión
18
armónico, ca. 2. m. Fís. En una onda periódica, cualquiera
de sus componentes sinusoidales, cuya frecuencia sea un
múltiplo entero de la frecuencia fundamental. 3. m. Mús.
Sonido agudo, que se produce naturalmente por la reso-
nancia de otro fundamental, como en los instrumentos de
cuerda cuando se apoya con mucha suavidad el dedo sobre
los nodos de la cuerda. Diccionario RAEL [n. del pr.]
de casi diez octavas,19
cada una de las cuales tiene el
doble número de vibraciones que la :precedente.
Al responder al más leve sonido —para nosotros
apenas liminar20
— nuestro tímpano se mueve una
millonésima de milímetro hacia adelante y hacia
atrás.
Si captamos el sonido con uno de nuestros dos
oídos, necesita un milésimo de segundo para llegar
al segundo oído, después de haber impactado en el
primero.
Dos son las preguntas de que hemos de ocupar-
nos aquí. La primera: ¿Qué es lo que nuestro oído
realmente percibe al estar atento, por ejemplo, a la
naturaleza exterior?
Puede registrar la intensidad, la agudeza, el tim-
bre del sonido, más no la distancia ni la dirección de
donde procede. Por desconocimiento de este hecho,
se interpreta erróneamente una serie de fenómenos,
se la califica de ilusión sensoria.
Oímos, por ejemplo, en el silencio de la noche,
un ruido débil, como si alguien anduviera con
mucha precaución frente a la casa y se detuviera de
vez en cuando. Finalmente, nos levantamos para
sorprender al sospechoso ambulante, y descubrimos
que la causa del ruido es una paloma que revolotea
atrapada entre la cortina y el cristal de la ventana.
Sin embargo, nuestro oído no ha sido víctima de
ilusión: registró con su suficiente exactitud la agude-
za. la intensidad, la calidad y la duración del sonido.
19
octavo, va. 9. f. Mús. Sonido que forma la consonancia más
sencilla y perfecta con otro, y en la octava alta es producido
por un número exactamente doble de vibraciones que este.
10. f. Mús. Serie diatónica en que se incluyen los siete soni-
dos constitutivos de una escala y la repetición del primero
de ellos. Diccionario RAEL [n. del pr.]
20
liminar. 1. adj. Perteneciente o relativo al umbral o a la
entrada. Diccionario RAEL [n. del pr.]
Willi Aeppli 18 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
Quien se equivocó fue nuestro entendimiento,
nuestra imaginación nocturna, que desarrolló una
imagen mental errónea y, de ahí sacó conclusiones
necesariamente falsas.
La siguiente pregunta, y con ella queremos cerrar
el comentario al sentido auditivo, tiene cierto pare-
cido a la que formulamos anteriormente a propósito
del color y del calor. Le damos la siguiente ‘forma:
Para todo el mundo es comprensible que el soni-
do que llega a nuestro oído se encuentra en alguna
conexión con el movimiento rítmico del aire. ¿Pero
esto forzosamente implica que el sonido y la vibra-
ción del aire sean idénticos?
¿Sería imaginable que este sonido tuviera que
valerse del aire estremecido como vehículo para
estimular nuestro aparato auditivo, tal como se halla
constituido actualmente?
¿Será el sonido un hecho objetivo que tiene vali-
dez incluso más allá del aire en movimiento rítmico?
¿Alude semejante pensamiento a una realidad?
Para la humanidad antigua que hablaba de la
‘música de las esferas,’ era perfectamente imagina-
ble el sonido suspendido en vilo, sin necesidad del
medio o’ vehículo del aire.
Sentido verbal
He aquí el primer órgano de este grupo del que
carece el animal: cuando el perro ‘entiende’ a su
amo, no es seguramente en función de su sentido
verbal.
Este sentido es, pues, el primero específicamente
humano, el que nos permite percibir el lenguaje de
nuestro prójimo, y a él se debe, por ejemplo, nuestra
capacidad de dividir los fonemas21
del habla en los
21
fonema. 1. m. Fon. Cada una de las unidades fonológicas
mínimas que en el sistema de una lengua pueden oponerse
dos grupos que llamamos vocales y consonantes;
de identificar las diferencias cualitativas entre las
primeras y de experimentar la heterogeneidad de los
fonetismos.22
El lenguaje con sus sonidos, palabras y estruc-
turas gramaticales, constituye un mundo empírico
autónomo y aparte. El sentido auditivo percibe úni-
camente el elemento acústico o musical del lenguaje,
pero no su esencia misma.
Sólo el sentido verbal es capaz de conocer, perci-
biéndolo, lo que constituye lo privativo del lenguaje.
El valor de lo sonoro se percibe no sólo en
su aspecto acústico, sino que, a través suyo, se
transmite algo que es de índole mucho más
intima que el sonido.23
[GA___:__:__]
Hemos de circunscribir, debidamente, el lenguaje
como contenido de percepción, independiente-
mente del área jurisdiccional del oído; no deben
confundirse.
Pero aun hay otra razón que nos impide darnos
cuenta de que el lenguaje delinea un campo percep-
tivo autónomo. Y es que, tan pronto como empe-
zamos a hablar, convertimos al lenguaje en nuestro
siervo; por lo regular, no hablamos por hablar; no
utilizamos el lenguaje como lenguaje, sino para
a otras en contraste significativo; p. ej., las consonantes
iniciales de pozo y gozo, mata y bata; las interiores de cala
y cara; las finales de par y paz; las vocales de tan y ten, sal y
sol, etc. Dentro de cada fonema caben distintos alófonos.
Diccionario RAEL [n. del pr.]
22
fonetismo. 1. m. Conjunto de caracteres fonéticos de un
idioma. 2. m. Adaptación de la escritura a la más exacta
representación de los sonidos de un idioma. Diccionario
RAEL [n. del pr.]
23
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
expresar con su ayuda nuestro pensar o nuestras
decisiones.
Así, el lenguaje se convierte en el servidor de
nuestro intelecto y deseos, y quien nos escucha, no
se interesa por el modo como hablamos, ni por los
fonetismos o giros a que recurrimos, sino por nues-
tro mensaje, que es lo que queremos transmitirle.
De ahí que el habla tenga escasas oportunida-
des de alcanzar categoría de percepción autónoma.
Esta circunstancia, así como el que el lenguaje haya
sido víctima de espantosa violación más allá de sus
funciones indispensables, han conducido a que el
sentido verbal sea, probablemente, el órgano más
corrompido de entre los doce sentidos.
Así como el percibir siempre precede al juzgar,
esto mismo sucede tratándose de la percepción del
lenguaje. Antes de ser capaz del pensamiento y juicio
intelectuales, dirige el niño su recién desarrollado
sentido verbal sobre el lenguaje en torno. De ahí
que su relación con el sonido y la palabra sea todavía
tan inmediata como lo es la del adulto con alguna
impresión cromática.
El adulto lleva dentro de sí un organismo
de sonoridades, integrado con todo lo que su
sentido verbal ha absorbido en el curso de años
y decenios. En el adulto, su alcance y estructura
son muy variados; en cambio, en el pequeñuelo
son muy reducidos; e inexistentes en el recién
nacido.
El siguiente pasaje de una conferencia de Rudolf
Steiner nos ayudará a comprender mejor lo que es el
sentido verbal:
Hemos de considerar que el sonido que el
oído registra no es el único medio por el cual
puede percibir el hombre la interioridad que el
Willi Aeppli 19 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
sonido hablado es capaz de transmitir. También
el resto, la mímica, la fisonomía, nos conducen
finalmente a elementos simples e inmediatos
que pertenecen al campo del sentido.,verbal.
al igual ,que el contenido del sonido
audible.24
[GA___:__:__]
Sentido intelectivo
Este órgano sensorio nos permite, por medio de la
percepción, unirnos con los conceptos, representa-
ciones, y pensamientos de otra persona. Este sen-
tido, al que podemos darle también el nombre de
‘sentido del concepto ajeno,’ nos proporciona una
percepción directa de lo que se manifiesta a través
del concepto.
Dentro del grupo de sentidos superiores, el inte-
lectivo es el que más marcadamente posee las carac-
terísticas de ‘sentido cognoscitivo.’
Este hecho nos seduce fácilmente a ‘creer que la
percepción del pensamiento ajeno es una actividad
de la propia mente; pero si pretendo estar realmente
atento, dispuesto a seguir la conexión de los pensa-
mientos de mi interlocutor, me será indispensable
acallar mi propia actividad mental.
Existe una diferencia radical entre mi yo y el otro,
y tan pronto como me lanzara a pensar, cesaría toda
posibilidad de recibir conceptos e ideas ajenas. Esto
implica que mientras escucho, mi pensar queda
totalmente pasivo, pues en su lugar coloco el pensar
del otro.
Pero entonces tomo posesión de él como si
fuera experiencia ‘propia; efectivamente he
percibido el pensamiento de otra persona.
24
Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
Así pues, mientras escucho, en manera alguna me
quedo ‘sin pensar,’ sino que subrogo el pensamiento
ajeno en lugar del mío propio.
Sin embargo, para conseguirlo, tuve primero
necesidad de percibir ese pensamiento ajeno.
“Al experimentar en mi propia consciencia
el contenido de la consciencia ajena, no
experimento la mía, del mismo modo que
tampoco la experimento en el sueño profundo;
así como, en este caso, queda eliminada
mi consciencia de vigilia, asimismo, al
percibir el contenido de la consciencia ajena,
queda eliminado el de la mía propia.”25
[GA004:__:__]
Por medio del ‘sentido del concepto ajeno,’
o ‘sentido intelectivo,’ el hombre capta a través
de la percepción, el concepto que no transmiten
los fonetismos. Necesitamos de los conceptos
para poder juzgar; percibirlos para que el alma
entre en actividad. El instrumento es el sentido
intelectivo, sentido tan bien definido como el
olfato o el gusto, por ejemplo.
Para expresar mis pensamientos me valgo del
lenguaje, y aunque éste tenga su propio contenido
perceptivo, puede servir, no obstante, de transmisor
de mis pensamientos; lo que importa es mantener
nítidamente separados el lenguaje y el pensamiento,
y sus dos órganos sensorios correspondientes.
Otros vehículos son asimismo expresión del
pensamiento: los gestos, por ejemplo. Cuando
gesticulo, el otro comprende mi pensamiento a
25
Steiner, Rudolf. ‘Filosofía de la libertad.’ [GA004:__:__]
[n. del pr.]
través de este ‘lenguaje,’ y así se cumple mi deseo. Si
le pregunto algo, sacude la cabeza y, mediante este
gesto le habré comprendido: tal vez no hizo más que
fruncir las cejas casi imperceptiblemente: pero yo
capté la respuesta con la ayuda de mi ojo y el sentido
cinestésico.
Dos personas de idiomas diferentes pueden
expresar sus ideas en amplia medida por medio de
gestos y ademanes; y todavía existe otra posibilidad
de transmitirlos: la escritura o el símbolo.
Si alguien me pregunto algo, puedo responder
diciendo ‘sí,’ o mover simplemente la cabeza en
señal de afirmación, o escribir un ‘si’ gráfico en una
hoja de papel.
En cualquiera de los tres casos, mi congénere me
habrá entendido mediante su sentido intelectivo: en
el primer caso, mediante la ayuda de sus sentidos
auditivo y verbal; en el segundo y tercero, del visual
y del cinestésico.
Los japoneses, coreanos y chinos, hablan idiomas
diferentes, pero tienen los mismos símbolos para sus
conceptos y representaciones, y así, si bien la palabra
‘árbol’ es distinta oralmente entre ellos, expresan este
concepto con un solo símbolo.
También en Occidente tenemos algunos símbo-
los internacionales para los mismos conceptos: la~
cifras, por ejemplo. La combinación de tres lineas
rectas —una horizontal, otra vertical, y otra inclina-
da— nos da el ‘4’ que todos interpretamos. En esta
interpretación intervienen la vista, el sentido cinesté-
sico y el intelectivo.
Más aún, también la percepción directa de los
pensamientos de otra persona es una experiencia que
ocurre con cierta frecuencia; presupone un organis-
mo conceptual idéntico o’ muy parecido, así como
cierta afinidad psíquico-espiritual. Puede suceder en
Willi Aeppli 20 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo
el profanador de textos
estos casos de mi compañero responda a la pregunta
que le formulé en silencio, ‘mentalmente.’
Por medio de mi sentido intelectivo percibo,
pues, una interioridad ajena a mí, exterior, pero
que se insertó en mi propio organismo conceptual.
Propiamente percibo, de los conceptos que en otro
existen, solamente lo que ya late como contenido
anímico en la propia alma, más o menos lentamente.
Dos personas de ideologías completamente dis-
tintas, es decir, con organismos conceptuales radical-
mente diferentes, difícilmente podrán entenderse, a
pesar de recurrir a su sentido intelectivo.
Insistamos una vez más en la diferencia funda-
mental que existe entre el desarrollo de nuestros
pensamientos y la percepción de los pensamientos
ajenos. Ya en su ‘Filosofía de la Libertad’ Rudolf
Steiner llamó la atención sobre el hecho de que el
hombre, cuando escucha atentamente deja, como si
dijéramos, en suspenso su propio pensar y en su lu-
gar coloca lo percibido, el pensar del otro; desapare-
ce así la separación de las dos esferas de consciencia.
Sólo cuando el sentido intelectivo funciona sana-
mente. nace el diálogo humanamente satisfactorio, y
presupone que ambas partes son capaces de percibir,
con sus cuatro sentidos superiores y en la forma
desinteresada que hemos mencionado, la inflexión
de la voz, el habla, los pensamientos, y el yo de la
otra persona.
Pero no nos limitamos a esto: juzgamos, por con-
siderarlo ‘nuestro derecho,’ a nuestro congénere. Sin
que esto deje de ser cierto. este derecho sólo es bue-
no si mi juicio se apoya en lo que han percibido mis
cuatro sentidos superiores, actitud que dista mucho
de ser la habitual, según nos enseña la experiencia.
Si, por ejemplo, digo “Huelo algo” o “Algo no es
de mi gusto,” estor juzgando con base en los senti-
dos medios que, ya sabemos, se caracterizan por su
fuerte matiz emotivo: si mis sentidos cognoscitivos
no están suficientemente desarrollados, echo mano,
con tanta mayor intensidad, a esos :sentidos emoti-
vos y juzgo con base en ellos a mis congéneres.
Respecto a personas de este tipo dice Rudolf
Steiner: no captan ni su prójimo, ni su yo, ni pensa-
miento alguno; perciben como si bebieran vinagre o
algún vino de casta.
Es fácil darse cuenta que muchas personas no
saben nacer uso correcto de sus sentidos superiores
y que existe un cierto desorden en esta región de su
organismo sensorio: su desarrollo y cultivo depende
de la educación en el niño; de la autoeducación, en
el adulto.
Los animares carecen de estos sentidos cognosci-
tivos y, por consiguiente, son incapaces de ,percibir
nada en forma puramente objetiva: y así todo lo han
de ‘calificar’ mediante sus sentidos medios.
El hombre desciende hacia ellos si deja de desa-
rrollar, como es debido, esos sentidos superiores.
Sentido del yo ajeno
Sin duda, he aquí el órgano sensorio más difícil de
comprender; no podrá ‘aceptarse’ al primer intento.
Razón de ello es la índole suprasensible del yo ajeno.
Más todavía que para el sentido intelectivo, hemos
de preguntar si reconocemos la existencia de un
órgano sensorio para la percepción del yo ajeno. ¿No
quedará refutada nuestra definición de lo que es la
experiencia sensible?
No cabe duda de que si incluimos el sentido del yo
ajeno entre los sentidos humanos, hemos de ampliar
considerablemente nuestro concepto del organismo
sensorio.
Sobre el sentido verbal y el auditivo hemos hecho ya
consideraciones similares a propósito de su estudio,
pero es que sin aceptar el sonido, fonema, concepto,
y yo ajeno como realidades, sin tener consciencia
de que son los órganos sensorios los que permiten
que estas realidades entren en el campo ‘de nuestra
experiencia sensible, seria muy deficiente nuestro
conocimiento de ese organismo.
Hemos de demarcar en tres direcciones la percep-
ción del yo ajeno:
- primero, por no tratarse de la percepción del
propio yo;
- segundo, por no tratarse de una experiencia
suprasensible de índole imaginativa; y,
- tercero, por no ser una deducción lógica basa-
da en determinada percepción sensoria.
Para destacar los rasgos diferenciales del sentido
del yo ajeno, vamos a atenernos a los textos exactos
de Rudolf Steiner:
Así como no vemos por deducción, ni tampoco
oímos por deducción, asimismo no descansa en
una deducción la percepción del yo ajeno; es una
verdad inmediata, realmente autónoma, que se
capta independientemente del ver al prójimo y
del oír los sonidos que emite.
Además del oír su habla, del ver su físico,
del percatarnos de sus gestos… percibimos en
forma inmediata el yo, y así como el sentido
visual nada tiene que ver con el auditivo,
así tampoco la percepción del yo ajeno está
vinculada con el visual, ni con el auditivo,
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  • 1. Willi Aeppli Elorganismo sensorio, suatrofia ycultivo el profanador de textos índice acerca de este proyecto 1 1  introducción 1 2  el organismo sensorio del hombre 7 3  desarrollo del organismo sensorio 24 4  cultivo de los sentidos en clase 35
  • 2. Willi Aeppli ii El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos profanador, ra. (Del lat. profanãtor, -ōris). 1. adj. Que profana. U. t. c. s. profanar. (Del lat. profanãre). 1. tr. Tratar algo sagrado sin el debido respeto, o aplicarlo a usos profanos. 2. tr. Deslucir, desdorar, des- honrar, prostituir, hacer uso indigno de cosas respetables. Real Academia Española © Todos los derechos reservados confesiones de invierno (¡siempre charly garcía debe estar presente!) quiero a los libros —esos seres impresos en árboles muertos (o debería decir ‘asesinados’)— con ‘sagrado’ respeto, pero resulta que muchas veces son inhallables… o hallables a un precio inalcanzable. por eso me convierto en ‘profanador’: ‘deshonro,’ ‘prostitu- yo’ la belleza del papel y transfiero la sabiduría a este nuevo ser electrónico. es verdad: dejo sin pan a quien lo creó. pero completo su más profundo deseo: difundir su conocimiento. (a mi tampoco me convencen estas ‘razones,’ son puro bla, bla, bla.) el diseño apaisado es para que sea fácil leerlo en el monitor de la computadora o impreso en hoja A4, simple o doble faz. a fin de cuentas, millones de libros han sido leidos ‘fotoco- piados’ en ese formato. (en realidad, los más beneficiados son los que venden recargas truchas de cartuchos.) el profanador de textos con respecto a este libro Título: ‘El organismo sensorio, su atrofia y cultivo‘ Autor: Willi Aeppli ISBN: Traducción: Juan Berlín Editorial: Editorial Antroposófica México. Fecha de impresión: Tercera edición. 1980 para colaborar Correcciones: para aportar correcciones a los textos, por favor, enviar un email a elprofa- nadordetextos@yahoo.com, poniendo en el ‘Asunto:’ el nombre de la publicación y en el cuerpo, el texto equivocado y el nuevo, con referencia de página. Gracias. Dactilografiado: hay mucho material traducido en forma manuscrita que ‘desea’ ser public- cado. Si quieren aportar el tiempo de datilografiado, por favor, enviar un email a elprofa- nadordetextos@yahoo.com, poniendo en el ‘Asunto: Tipear.’ Gracias. primera pedeeficación: septiembre 15, 2015 actualizaciones: GA Los libros y conferencias de Rudolf Steiner se catalogan según el ‘GA,’ ‘Gesamtausgabe’ [‘Edición Completa’]. En todas las citas se ha intentado referir al número de GA para evitar confusiones por las diferencias en las traducciones de los títulos. Se traduce el título al castellano para referencia, pero no significa que el libro esté traducido. La cita ‘[GAnnn:cc:pp]’ significa ‘párrafo pp’ de la ‘conferencia cc’ del GA ‘nnn.’ BM Los Boletines de Meto- dología para los presentes y futuros maestros Waldorf’ fueron publicados por Juan Berlín desde México. Los artículos son identificados con el número de boletín y una letra según el orden de aparición en el mismo. La cita ‘[BM024c]’ significa ‘el tercer artículo (letra c)’ del ‘boletín 24.’ En el caso de suplementos, se usa directamente la letra ‘s’: [bm011s]. párrafos Para facilitar las referencias cruzadas, los párrafos son identificados con un número (02 ) o un número y una letra (02c ) al inicio de los mismos. En todos los casos, el número indica el número de párrafo correspondiente a la edición alemana. La letra representa una subdivi- sión de dicho párrafo, en caso que ayude a la mejor identifica- ción de los temas.
  • 3. Willi Aeppli 1 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos 1    introducción Generalidades sobre el significado del organismo sensorio Es fácil comprender que nuestra consciencia del yo se halla en estrecha relación con las percepciones sensoriales. En efecto, nuestros órganos sensorios quedan dormidos al perder nuestra consciencia de la vigilia, esto es, al querer dormir. Inversamente, este deseo de dormir puede au- mentar cuando las impresiones sensibles dejan de invadirnos. Por lo tanto, conquistamos la autoconsciencia, concebida como consciencia ordinaria de la vigilia, al entrar en actividad los órganos sensorios con res- pecto al mundo que nos rodea. Hasta donde alcanza el contenido de los sentidos, hasta ahí existe la consciencia del yo; y hasta donde existe la consciencia del yo —por lo menos en la vida ordinaria— hasta ahí alcanza el contenido de los sentidos.1 [GA___:__:__] 1 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] Tras la vivencia del yo, consciencia ordinaria del yo, alienta el ‘yo’ real y sustantivo, yo de naturaleza volitiva que se mueve dentro de la órbita de los doce sentidos, así como se mueve el sol dentro de la circunferencia de las doce constelaciones del zodíaco.2 [GA___:__:__] Es plenamente evidente que también el resto de nuestra vida anímica depende de las impresiones sensorias; incontables experiencias personales nos lo atestiguan. Así, por ejemplo, la oscuridad puede producirnos un sentimiento de temor y de angustia, sentimiento que cambia instantáneamente cuando la luz ocupa el lugar de la tiniebla. La fragancia de la rosa estimula nuestra sensibili- dad en tanto que los malos olores la estropean. Toda percepción suscita alguna sensación. Aunque no hay lugar a dudas de que las im- presiones sensorias influyen en nuestro organismo corpóreo tanto directamente como por vía de la sen- sación, no se ha reflexionado lo suficiente sobre sus consecuencias, particularmente en lo que se refiere al hecho educativo. Cuando una impresión sensoria nos asusta, palidecemos y se congestiona nuestra respiración; cuando nos produce una emoción gozosa, nos son- rojamos y se acelera la respiración; en ambos casos, la impresión ha afectado nuestra circulación sanguí- nea y nuestra respiración. La investigación científica ha mostrado otro ejemplo: que los ciegos requieren aumento de vitaminas y de ciertos minerales porque —así se 2 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] acerca de este proyecto nota de el profanador de textos Hasta donde llega nuestro conocimiento, las refe- rencias a la ‘Teoría de los Sentidos’ son: • ‘Antroposofía: los sentidos del hombre.’ [GA115:i] Publicado en papel: ‘Psicosofía.’ Conferencias 1 a 3. [GA115:01/02/03] (1909) • ‘Los doce sentidos del hombre en relación a la imaginación, inspiración e intuición.’ En ‘La ciencia espiritual como conocimiento de los impulsos básicos de la formación social,’ confe- rencia 3. [GA199:03] (1920) • ‘Devenir humano, alma cósmica y espíritu universal. 2ª parte.’ Conferencias 14 a 16. [GA206:14/15/16] También publicadas como: ‘Los doce sentidos del hombre.’ (1921) • Steiner, Rudolf. ‘A propósito de la educación preescolar de los sentidos inferiores,’ frag- mento de la 3ª conferencia del curso sobre ‘Límites del conocimiento de la Naturaleza.’ [GA322:03] Traducido en [BM071b]. • Aeppli, Willi. ‘El organismo sensorio, su atro- fia y cultivo.’ • Soesman, Albert.‘Los doce sentidos, portales del alma.’
  • 4. Willi Aeppli 2 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos razona— se hallan privados de los impulsos lumino- sos y cromáticos que, a través de la vista, participan intensamente en la regulación y mantenimiento del metabolismo. Y otro ejemplo todavía —podríamos citar mu- chos— entresacado de la prensa: El alcance del efecto que produce la correcta selección de colores, se puso de manifiesto en el reciente experimento llevado a cabo por una fábrica alemana de instrumentos de precisión. Tuvo que acondicionar dos de sus grandes salas de montaje, y con el fin de comparar el rendimiento de su personal; una quedó diseñada, proyectada y decorada de acuerdo con las teorías y experiencias de la psicología industrial cromática; en tanto que la otra se mantuvo dentro de los tonos convencionales de blanco y gris claro. En ambas salas, idénticas con la única excepción del decorado mural, trabajaban 150 mujeres dedicadas a la soldadura, microtaladro, cableado, armado, etcétera. A los tres meses se comparó el rendimiento y el estado de salud de las integrantes de cada equipo, resultando que las mujeres que ocuparon la sala decorada dieron un rendimiento superior en un 15% y una reducción en enfermedades del 30%. No es pura palabrería el afirmar que las impre- siones sensorias representan algo así como alimento delicado y sutilísimo. No se trata, desde luego, da sustancias ponderables como las de la nutrición corriente, sino de fuerzas formativas imponderables, capaces de vitalizar nuestro organismo por medio de las impresiones sensorias, si bien reconociendo que estas impresiones, así como las funciones que pro- vocan, pueden tener gran significado para nuestra salud y mantenimiento corporal. Salta aquí a la vista, de inmediato, un importante problema pedagógico. Sabemos que existen alimentos de alta calidad. nutritivos y de fácil aprovechamiento, así como otros de baja calidad, sin valor o, incluso, echados a perder. ¿Existirá algo similar en las impresiones sensorias? ¿Las habrá constructivas y de provecho, y destructo- ras y perjudiciales? Terminemos esta sección con una cita de Rudolf Steiner: Poseemos nuestros sentidos para percibir el mundo, enriquecer nuestro núcleo esencial y perfeccionarlo al más alto grado. Se doto al hombre de las funciones sensorias que caracterizan su condición física para que pudiera enriquecerse con las impresiones que recibe a través de. los cinco sentidos. Lo que por medio de ellos se incorpora, pasa a ser suyo y podrá aplicarlo, más tarde, a la evolución del cosmos.3 [GA___:__:__] No puede haber mejor enunciación del trascen- dente significado de nuestro organismo sensorio que la que antecede. 3 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] Percepción y pensamiento No podemos en el presente trabajo entrar en la gnoseología4 de Rudolf Steiner relativa a la ‘Teoría de los Sentidos,’5 pues una exposición medianamente satisfactoria de este tema excedería en mucho a la presente publicación.6 No obstante, hemos de recurrir a ciertos hechos básicos relacionados con el proceso cognoscitivo. Ya que su conocimiento es imprescindible para com- prender esa ‘Teoría de los Sentidos.’ Ante todo hemos de formarnos una visión co- rrecta del proceso de conocer. Dirijamos primero nuestra propia actividad cognoscente a ese proceso cognoscitivo como tal y descubriremos que en el adulto no constituye una unidad, sino que se halla desdoblado en dos elementos diferentes: percibir y pensar. Estamos pues en presencia de dos elementos cog- noscitivos heterogéneos, y conviene analizar no sólo su mutua relación, sino también su proceso global. Como seres conscientes de nuestro yo, nos en- frentamos con nuestro mundo circundante, mundo que sale a nuestro encuentro como un conjunto altamente diferenciado de sonidos. colores, olores, formas, lineas, temperaturas, etcétera. 4 gnoseología. 1. f. Fil. Teoría del conocimiento. 2. f. episte- mología. Diccionario RAEL [n. del pr.] 5 Steiner, Rudolf. ‘Teoría de los sentidos.’ [GA045] [N. del Ed.] — Esta cita es conflictiva, pues no coinciden el título y contenido dado en castellano con el título y contenido dado en alemán según la indicación GA. Una posibilidad es la traducción parcial al castellano de ‘Devenir humano, alma cósmica y espíritu universal. 2a parte.’ [GA206] [n. del pr.] [n. del pr.] 6 Véase: Steiner, Rudolf. ‘Teoría del conocimiento basada en la visión goetheana del mundo’ [GA002]. ‘Verdad y Ciencia’ [GA003]. ‘Filosofía de la Libertad’ [GA004] [N. del Ed.]
  • 5. Willi Aeppli 3 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Percibimos estos atributos mediante los sentidos. Tan pronto como alguno de ellos se relaciona con lo que le corresponde del mundo circundante total, empieza a entrar en actividad. Como entidad me- ramente sensoria, no podemos percibir del mundo sino detalles inconexos: sonidos aquí, colores allá, movimientos en otra parte… por sí solos, nuestros sentidos no podrían establecer las debidas relaciones entre estas percepciones aisladas. Sin embargo, en cada acto de percepción surge, a la vez, el segundo elemento del conocer: nuestro intelecto impulsado por la necesidad de penetrar el caótico mundo de las percepciones, pasa a establecer el orden mediante el pensamiento. Así como nuestro organismo sensorio se siente estimulado hacia la sensación y percepción tan pronto como entra en determinada relación externa, así tam- bién nuestra energía mental empieza a desenvolver su actividad tan pronto,como se le depara la ocasión. Los resultados de los procesos mentales que nacieron al contacto con los objetos sensibles son los conceptos. Vemos, por ejemplo, un árbol: estimulado el pensar crea la contraparte mental de esta percepción: el concepto ‘árbol.’ Claro está que ya hemos previamente formado este concepto un sinnúmero de veces; lo tenemos disponible y no tenemos que generarlo de nuevo cada vez que vemos un árbol. No obstante, nuestro afán de conocer sólo en- cuentra satisfacción si desde dentro, ‘esto es, me- diante el pensar, podemos formar para cada conte- nido de percepción que sale a nuestro encuentro, desde fuera, el concepto correlativo: sólo entonces tenemos la certidumbre de haber captado algo de la realidad externa. Lo que los sentidos nos permiten conocer, lo per- cibido, no nos da más que la mitad de la realidad: la otra mitad, lo conceptual, tenemos que agregarla nosotros. Las representaciones adquiridas de esta mane- ra subsisten en nuestra intimidad, aún cuando las percepciones hayan desaparecido, y se conjugan para formar un sistema que constituye la base de lo que llamamos nuestra concepción del mundo. El hombre, al conocer, recibe pues, sus elementos de dos partes diferentes; no le llegan en simultáneo percepciones y conceptos: no se justifica, por lo tanto, considerarlo como un proceso cognoscitivo unitario. Sin embargo, para el hombre adulto de nuestra época existe una especie de límite entre lo exterior y su pensamiento interno, límite determinado por su consciencia del yo. Distinta es la situación en el párvulo (de ello nos ocuparemos con mayor detalle en otro capítulo): no percibe y piensa separadamente, pues lo uno y lo otro guardan todavía cierta afinidad sustantiva, toda- vía se hallan cerca de su origen común. Por ser esto así, el párvulo no se siente separado del mundo en la medida característica del adulto; no se siente ‘frente’ al mundo circundante. No tiene necesidad, por lo tanto, de reunir uno y otro mundo dentro y fuera de sí, pues lo que desde un principio no está separado, no requiere re-unión. Sintetizando: con el desarrollo progresivo de la consciencia del yo, el joven se desarticula de su mundo circundante, y surge la necesidad de recon- quistar lo perdido mediante el pensar, esto es de reconquistar lo externo, lo que constituía la expe- riencia inmediata para el párvulo. Esta evolución del individuo se correspon- de con la evolución del género humano. La Antroposofía de Rudolf Steiner nos da a conocer un pasado nivel evolutivo de la humanidad, en el que todavía no se podía hacer referencia a una consciencia del yo, ni a un pensar conceptual que so vinculara con ella. En este contexto, conviene que tratemos de verter alguna luz sobre el problema de cómo los animales superiores llegan a conocer el mundo y logran orien- tarse en él. Muy bien decía Goethe:7 El animal es instruido por sus órganos. [Goethe__] La conducta del animal en su medio ambiente se halla supeditada a las órdenes que recibe de su propia corporalidad henchida de sabiduría. Lo opuesto vale para el hombre, pues desde el momento de su nacimiento, no recibe instrucción de sus órganos, que le capacitaría para el comporta- miento correcto ante cualquier situación. Pero a medida que va desenvolviéndose la energía de su yo el hombre va a adquirir la capacidad de ins- truir a sus órganos para convertirlos en instrumento y herramienta útil y dócil a sus propósitos. Ahora bien, entre los órganos que, de acuerdo con la expresión de Goethe, proporcionan al animal instrucción y conocimiento figura. en primerísimo lugar, su organismo sensorio. 7 Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832): Poeta, nove- lista, dramaturgo y científico alemán que ayudó a fundar el romanticismo. Entre sus novelas publicó: ‘Wilhelm Meister,’ ‘Fausto,’ y entre sus trabajos científicos ‘Metamorfosis de las plantas’ y ‘Teoría de los colores.’ [n. del pr.]
  • 6. Willi Aeppli 4 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Según el género animal de que se trate, es un de- terminado órgano sensorio el que asume el papel de transmisor principal de conocimiento y así determi- na, en alto grado, la conducta del animal. Si un perro husmea algún objeto, su nariz va mucho más allá de la función limitada y parcial del órgano del olfato, como en el caso del humano. Para ese animal, la nariz es, en verdad órgano de conocimiento, aun cuando no pueda pensar en con- ceptos los resultados de sus ‘investigaciones.’ No obstante, son de gran intensidad y le deparan valioso caudal de saber canino. Podemos afirmar, sin ironía, que en el perro el oler y el pensar forman todavía un todo indiviso. Rudolf Steiner observa lo siguiente a propósito del águila, de la familia de las aves: Cuando el animal mira algo, su ojo piensa; en el hombre, el ojo mira únicamente, y su cerebro es quien piensa •. Pequeño e imperfecto es el cerebro del animal, pues no piensa tanto con él como con el ojo, lo que le es posible gracias a una prolongación falciforme8 que le permite utilizar, dentro del ojo, la sangre gastada, carbonatada.9 [GA___:__:__] Con referencia al pensar del animal agreguemos que el animal no formula, como el hombre, concep- tos con base en sus experiencias sensorias, sino que, desde su nacimiento posee un sistema de conceptos innatos, difundidos en toda su organización. Toda especie animal tiene su propio ‘mundo de conceptos,’ innato e incrustado en el organismo, y el 8 falciforme. 1. adj. Que tiene forma de hoz. Diccionario RAEL [n. del pr.] 9 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] animal sólo adquiere un conocimiento basado en la percepción, si lo percibido corresponde a su sistema de conceptos incorporado. Agreguemos algunas observaciones adicionales sobre la percepción y el pensamiento.10 Los sentidos nos relacionan con el mundo circundante fragmen- tándolo, pues cada uno de ellos sólo nos permite experimentar una parte definidamente circunscrita. Por el ojo percibo los colores; por el sentido térmico, las diferencias de temperatura, etcétera, es decir, cada órgano sensorio se pone en contacto parcial con el mundo. Podemos, pues, afirmar: los sentidos ejercen una actividad analítica. El pensar, en cambio, actúa en forma contraria: reúne lo que los sentidos han fragmentado; rein- tegra, en una unidad de experiencia las diferentes impresiones sensorias aisladas; el pensar es una actividad sintetizante. El hombre, de acuerdo con su organización, trata de no dejar subsistir lo aislado y correlaciona las percepciones sensorias separadas; esta correlación es una actividad judicativa.11 Ilustremos esto con un ejemplo: supongamos de- lante de nosotros un hombre tocando el violín. ¿Con cuál de nuestros sentidos percibimos el hecho? Sin duda alguna, están activos en esta percepción: el ojo, el oído, el sentido del movimiento y el del yo ajeno. Relacionamos los movimientos del brazo, de los dedos, del arco de las cuerdas con los sonidos y con las impresiones visuales. 10 Steiner, Rudolf. ’Estudio del hombre como base de la peda- gogía.’ Conferencia 8. [GA293:08] [n. del pr.] 11 judicativo, va. 1. adj. ant. Que juzga o puede hacer juicio de algo. Diccionario RAEL [n. del pr.] Y si, además, mediante el pensamiento, introdu- cimos orden y concierto en el caos de todo lo que nuestros demás sentidos activos han percibido, nos hallaremos en condiciones de poder llegar al juicio: Este es un hombre que toca el violín. Nuestros doce sentidos nos relacionan, pues, con lo externo de doce maneras diferentes, con lo que a la vez, tenemos un número virtualmente ilimitado de posibilidades de reunir lo separado. Con miras a la enseñanza, señalemos todavía una característica especial de los procesos sensorios. Conviene formular la pregunta: ¿Con cuál de las tres energías anímicas —pensar, sentir, y querer— se relaciona principalmente la sensación? Rudolf Steiner ha insistido muchas veces en que el elemento que nos pone en contacto con el mundo circundante mediante los sentidos es de naturaleza volitiva, con ‘toque emotivo.’ Nuestros procesos sensorios, si funcionan nor- malmente, se hallan impregnados de voluntad. Sin embargo. mencionemos desde ahora que existe un grupo de sentidos que, no obstante su carácter volitivo general, tiene marcada tendencia hacia lo cognoscitivo, por lo que procede llamarlos ‘sentidos cognoscitivos,’ lo mismo que existe un segundo grupo de sentidos que. por su predominio emotivo, hemos de llamar ‘sentidos emotivos’ propiamente. La vinculación de las sensaciones con la voluntad y el sentimiento explica por qué difícilmente pode- mos captar su función mediante nuestra consciencia de vigilia. En lo que se refiere al grado de esta cons- ciencia somos seres que duermen o sueñan dentro del mundo de las sensaciones.
  • 7. Willi Aeppli 5 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Mencionemos asimismo que el carácter volitivo de los procesos sensorios se halla particularmente acentuado en el niño, en tanto que en el adulto se opera, a lo largo de los años, un desplazamiento hacia el elemento más bien cognoscitivo. Para terminar esta sección, agreguemos algunos comentarios sobre lo que se considera ‘engaño de los sentidos.’ Si traducimos el adagio latino: ‘Errare humanum est’ diciendo: ‘La posibilidad de errar es privativa del hombre,’ destacamos el aspecto positivo de esa posi- bilidad, pues el poder equivocarse implica la facultad de encontrar la verdad. El animal, como individuo, está más allá del bien y del mal, pero asimismo al margen de error y verdad. En virtud de la perfección de su organismo, no puede en rigor errar, pero tampoco posee la cons- ciencia lúcida que le permita conocer la verdad y comprobarla a satisfacción suya. Si atribuimos. pues, solamente al hombre la capacidad de errar, surge la pregunta: ¿Dónde yacen en él las posibilidades del error? ¿En su pensar o en su percibir? La respuesta no puede ser sino ¡en su pensar! No cabe duda de que sólo procede referirse a error y verdad en cuanto a sus tres facultades lógicas: la de formar representaciones, la de emitir juicios y la de sacar conclusiones. No es posible el error en la percepción sensoria, si los órganos sensorios están sanos. Goethe se opuso decididamente a la creencia de que la percepción pura pudiera estar sujeta a error; vela la posibilidad y peligro de error tan sólo en el entendimiento asociativo. El hombre esta suficientemente equipado para todos sus legítimos menesteres terrenales, si confía en sus sentidos y los perfecciona para que sigan dignos de esta confianza. Confía en tus sentidos. Nada de falso te revelan si despierto mantienes tu entendimiento. Los sentidos no engañan; el juicio, sí. [Goethe__] Agreguemos a lo anterior una proposición de Rudolf Steiner: Sólo al nivel del entendimiento, los engaños de los sentidos se convierten en auténticos errores.12 [GA___:__:__] Ahora bien, la teoría de los sentidos aquí sugerida nos ofrece la posibilidad de reducir los llamados ‘en- gaños sensorios’ a su ‘contenido de verdad.’ Basta un ejemplo: ¿Qué percibe el sentido térmico? ¿ ¿Hasta dónde es ‘verídico’ su mensaje? Él nos informa, de ma- nera fidedigna, sobre las diferencias de temperatura; no pretende registrar ninguna en términos absolutos, como lo hace el termómetro construido por el hombre. No obstante, muchos libros de texto de física des- criben el siguiente experimento como ejemplo’ de una ‘ilusión sensoria’: Tenemos delante de nosotros tres recipientes, llenos uno de agua caliente, otro de agua fría y otro de agua tibia. Introducimos una mano en la fría, y la otra en la caliente. Después da algún tiempo, pasamos ambas manos al agua tibia. ¿Cuál es, en este caso, ‘el mensaje,’ del todo exacto, del sentido térmico? La primera mano registra un ascenso de tempe- ratura, en comparación con la sensación anterior; la segunda, un descenso. Con lo cual queda cum- 12 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] plida la función del sentido térmico, o sea, registrar diferencias de temperatura. No es realismo tildar de engaño este fenómeno. El intelecto, a menudo, nos hace una mala jugada en este tipo de juicios. La estructura ternaria del organismo humano Todo lo que Rudolf Steiner ha dicho o escrito sobre el organismo sensorio humano es resultado de sus investigaciones sobre el hombre como entidad inte- gral. Por consiguiente, su teoría de los sentidos no es sino una parte, un aspecto peculiar, de ese ‘estudio del hombre.’ Uno de los supuestos previos para comprender en su verdadera esencia y significado la teoría de los sentidos, tal como la enfoca Rudolf Steiner, es el conocimiento de los elementos básicos de la imagen humana lograda con fundamento en la investigación espiritual. Por esta razón intentamos aquí bosquejar en la forma más breve y sucinta, algunos aspectos de este conocimiento que es indispensable para comprender la teoría de los sentidos: la estructuración ternaria del organismo humano, uno de los descubrimientos fundamentales de Rudolf Steiner. Sin una noción siquiera elemental de esta triple estructuración antropológica, difícilmente pueda comprenderse aquella teoría.13 Si estudiamos el hombre, en su corporalidad exterior podemos darnos cuenta que lo que, en un 13 Véase: Steiner, Rudolf. ‘La triple relación del alma con su cuerpo,’ en ‘Von seelenrätseln’ [‘Enigmas del alma’]. [GA021:__:__] [BM002a] ‘Curso pedagógico para maestros de Basilea.’ Conferencia 2. [GA301:02] [n. del pr.]
  • 8. Willi Aeppli 6 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos principio, se nos presenta como una unidad, se divi- de en tres sistemas orgánicos, cada uno de los cuales posee su autonomía relativa. Vemos, primero, que el hombre es un ser que es- tablece relación con el mundo exterior mediante los órganos de sus sentidos: es un ser sensorio, organiza- ción que hemos de situar más bien en la periferia del cuerpo, que se extiende hacia el interior por medio de los nervios que se relacionan con el cerebro, el órgano central. La organización sensorial y nerviosa forma un sistema unitario dentro del organismo humano. De ahí que se justifique referirse al un ‘hombre neuro- sensorio,’ de gran autonomía, y si bien penetra toda la corporalidad hasta el extremo de los dedos de la mano y de los pies, tiene su centro en la cabeza. El segundo miembro de la corporalidad humana ea el ‘sistema rítmico’: todo lo que corresponde a la respiración y circulación de la sangre. Integra este segundo sistema todo lo que pertene- ce a la doble actividad rítmica del hombre, con sus órganos correspondientes, y su centro se halla en la región media del organismo, el tórax. El tercer sistema orgánico se manifiesta a través de todo lo que es función metabólica, pues si bien es cierto que existen en todo el cuerpo procesos meta- bólicos, preferentemente se localizan en las extremi- dades, piernas y brazos. De ahí que Rudolf Steiner se refiera a un ‘hombre metabólico-motor.’ En el ‘Curso pedagógico para los maestros de Basilea’ dice: Si ustedes consideran este hombre triple en relación con su actividad neuro-sensoria, rítmica y metabólica, enfocan la totalidad de la naturaleza humana en cuanto organismo activo, y al mismo tiempo habrán destacado en él tres sistemas autónomos.14 [GA301:__:__] Ahora bien, el cuerpo en su integridad, constitu- ye la base física de nuestra vida anímica, lo que nos lleva a preguntar: ¿Qué relación existe entre ella y los tres sistemas orgánicos? Sabemos que se manifiesta de tres maneras dis- tintas: como pensar, como sentir y como querer, y Rudolf Steiner llama la atención sobre el hecho de que cada una se halla estrechamente vinculada con uno de los tres sistemas orgánicos. En otras palabras: cada sistema forma la base física y la condición previa para el desenvolvimiento de una energía anímica. Parece evidente que el pensar, nuestra actividad intelectiva, tiene que ver con el sistema neuro-sen- sorio, contraparte orgánica de nuestra actividad de representar. En cambio, el sentir no tiene su base en ese siste- ma, sino en el rítmico, y así hemos de relacionarlo con la circulación sanguínea y la actividad respirato- ria, y viceversa. Finalmente, todo lo relacionado con el querer se halla en estrechísima relación con el hombre metabólico-motor. Incluso desde otro punto de vista, el hombre se nos presenta como entidad de estructura ternaria. En el curso del día pasa por tres estados de conscien- cia que claramente se distinguen entre sí: primero, el de la vigilia diurna que a todos nos es familiar. Su más profundo contraste es el grado de cons- ciencia que caracteriza el sueño profundo sin sueños, estado que, comparado con la vigilia diurna, corres- ponde propiamente a la inconsciencia. 14 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] Entre uno y otro existe el estado de consciencia que caracterizan los sueños. Hemos de distinguir, pues, los siguientes tres grados de consciencia: - vigilia. - soñar, - dormir. Si relacionamos estos tres estados de la conscien- cia con el organismo corpóreo ternario del hombre, vemos claramente lo siguiente: sólo en nuestra vida representativa estamos del todo conscientes. Nuestra voluntad la experimentamos en el mismo estado de consciencia sorda y aletargada que caracteriza el sueño profundo; ella descansa en los procesos meta- bólicos del cuerpo. Por ejemplo, cuando movemos las piernas, nuestro impulso volitivo y el sistema metabólico se sustraen a la penetración de nuestra consciencia de vigilia, del mismo modo que se sustraen a ella los procesos que tienen lugar durante nuestro sueño profundo. Finalmente, en el sentir vivimos el mismo gra- do de consciencia que cuando soñamos: sueños y sentimientos se experimentan en un estado de semiconsciencia. De modo que no sólo recorremos sucesivamente estos tres estados de la consciencia en el curso de las veinticuatro horas, sino que, como hombres de vigilia, vivimos en los tres simultáneamente: estamos despiertos en cuanto a nuestra vida representativa ligada con el sistema neuro-sensorio; soñamos con respecto a nuestra vida afectiva que se apoya en la respiración y circulación sanguínea; estamos dormi- dos en cuanto a nuestra vida volitiva, cuyo sustrato orgánico es el sistema metabólico-motor. ♣
  • 9. Willi Aeppli 7 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos 2    el organismo sensorio del hombre Origen de los órganos sensorios Imaginemos un mundo que no se distingue del acostumbrado: tiene sus colores, olores, sabores, di- ferencias de calor, movimientos, durezas y asperezas, etcétera. Pero imaginemos que le falta una sola cosa: el sonido. En este caso, ¿poseeríamos el órgano auditivo? No es difícil responder a esta pregunta hipotética: ¡desde luego nos faltaría ese órgano sensorio! Menos evidente y menos inequívoca sería, sin embargo, la explicación para la supresión de este sentido. Con demasiada ligereza seríamos propensos a aplicar, a título de explicación, el ‘principio utilitario.’ Goethe arremetió con vehemencia contra él como método inquisitivo. ¿Por qué el buey tiene cuernos? Para que pueda. defenderse. [Goethe__] A menudo esgrimió Goethe este ejemplo para demostrar la esterilidad de toda explicación basada en consideraciones utilitarias. La única pregunta fecunda en este caso, siguien- do a Goethe, sería: ¿Qué clase de energías formativas se hallan en acción para producir el tipo de cuernos? Para Goethe, no fueron las preguntas relaciona- das con el por qué y el para qué lo que le condujo a la ampliación del conocimiento, sino la de donde, el averiguar el proceso de las energías morfogenéti- cas latentes generadoras de esto o de aquello en el mundo sensible. Volviendo al problema de la no-existencia de un órgano auditivo en un mundo carente de soni- do, hemos de decir: no se suprimiría el oído por inútil, sino por ausencia de las energías creadoras que actuaran sobre el sonido y modelaran el órgano auditivo. Algo similar podría decirse de los demás órganos sensorios. En un mundo sin luz, de oscuridad abso- luta, no podría formarse el ojo, porque no existirían las energías órgano genéticas que se hallan en activi- dad latente en la luz externa. Goethe expresó todo esto con las siguientes palabras: El ojo debe su existencia a la luz. A partir de órganos auxiliares indiferentes del animal, la luz apela a un órgano que le sea connatural; y así, el ojo se forma por la luz y para la luz, para que la luz interna salga al encuentro de la externa. [Goethe__] Si el ojo no fuera de índole solar, nunca podría divisar el sol. [Goethe__] Agreguemos a esto unas palabras de Rudolf Steiner: No tendríamos ojos si, en un pasado remoto, la luz no hubiera modelado el ojo, como si dijéramos plásticamente, a partir de órganos indeterminados. [Goethe__] En la luz hemos de reconocer la entidad oculta capaz de crear un ojo. [Goethe__] ¿Cómo se han desarrollado nuestros órganos físicos? Gracias a que las energías exteriores han trabajado sobre ellos: las energías del sol, y las del sonido. Así nació el ojo, así nació el oído, a partir de órganos neutrales y sordos y que, en un principio no permitían la penetración en el mundo sensible, pues sólo lentamente se iban desenvolviendo. La construcción de los órganos sensorios, precedente indispensable a toda percepción sensoria, hubo de tener lugar en una región de la realidad en que no podía penetrar ninguna percepción sensoria. Así pues, las distintas áreas o centros energéticos universales suprasensibles han contribuido a insertar en la entidad humana los órganos correspondientes, a fin de que, por su medio, pudieran ellas reflejarse en las percepciones de dichos órganos.
  • 10. Willi Aeppli 8 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Número y agrupamiento de los sentidos Antes de entrar en ‘una descripción del organismo sensorio humano, considerando que no se trata de una fisiología de los sentidos como se entiende habi- tualmente, detengámonos en algunas observaciones fundamentales. Así, por ejemplo, al estudiar la vista o el oído re- nunciaremos desde luego a su descripción anatómi- ca. para dar más bien una descripción, lo más exacta y gráfica posible, de la función de estos sentidos. En este cometido, el autor se ha extendido más ampliamente a los ‘sentidos todavía desconocidos’ —el sentido verbal, el intelectivo, y el sentido del yo ajeno— que a los sentidos tradicionales, lo que seguramente interesará al lector. Empecemos con las preguntas: ¿Cuántos sentidos hay? ¿Cómo agruparlos? Existen dos caminos para explorar la organización sensoria del hombre: al primero podemos llamarlo ‘anatómico,’ y es el más, usual. Se explora e investiga la corporalidad humana para localizar los órganos sensorios y así determinar cuántos posee el hombre. Esto conduce a la conclusión —perfectamente comprensible: el hombre tiene el número de órganos que puede determinarse anatómicamente. En los últimos decenios surgió, además, la pre- gunta de si pudieran existir también otros órganos sensorios, aunque no fácilmente localizables. El otro camino, menos usual, parte de la pregun- ta: ¿Cuántos mundos empíricos existen de los que no podemos recibir mensajes sino por medio de un órgano sensorio? Ya hemos mencionado anteriormente que nuestro mundo circundante se halla articulado en multipli- cidad y nos suministra un sinnúmero de impresiones sensorias. ¿Será posible introducir orden y sistema en ese confuso mundo ‘caótico’ y clasificarlo por grupos? A esta actitud inquisitiva se le ofrecen tres gran- des áreas de experiencia consideradas como ‘mun- do circundante,’ y que no penetrarán en nuestra consciencia de no existir los órganos sensorios correspondientes. El primer mundo empírico que nadie niega es el que llamamos ‘naturaleza exterior’: reinos mineral, vegetal y animal, a la que asimismo pertenece el hombre en cuanto mero ente natural. Desde el punto de vista de organismo sensorio, nuestro modo de pensar ordinario tiende únicamen- te a considerar como mundo circundante del hom- bre estos cuatro reinos de la naturaleza. Un modo de pensar más amplio debe, sin em- bargo, otorgar su reconocimiento a otros dos mun- dos empíricos, para los cuales han de existir. por lo tanto, los órganos sensorios correspondientes. Una de estas áreas de percepción, es decir, el segundo mundo empírico, es ‘nuestra propia corpo- ralidad,’ esto es, los procesos que tienen lugar en el interior de ella. Nuestra ,corporalidad se nos revela como el mundo circundante objetivo mas cercano a nosotros mismos. Para comprender esto, basta que recordemos que el sentido del equilibrio es uno de los que en n entran en consideración. El tercer mundo de experiencia lo constituye ‘nuestro prójimo,’ en cuanto no es mero ente natu- ral, sino depositario de un hombre espiritual supe- rior. Este elemento anímico-espiritual es propio de todo hombre, genéricamente humano. Por consiguiente, también nuestros congéneres pertenecen a nuestro mundo circundante, y para percibir sus manifestaciones han de existir también los órganos sensorios. Ese mando circundante se divide, pues, en los siguientes tres campos de experiencia: - Nuestra propia corporalidad. - La naturaleza exterior. - Nuestros congéneres. Ahora bien, la teoría de los sentidos de Rudolf Steiner muestra que, para cada una de estas áreas de experiencia existe un grupo de cuatro sentidos, de suerte que el organismo sensorio del hombre com- prende doce órganos individuales. El que podamos referirnos a doce no es una casualidad, ni teoría arbitraria, sino derivado de una certera visión de la naturaleza humana, y de los hechos y fenómenos que integran su mundo circundante. El existir y hallarse en actividad tres mundos de experiencia, cada uno de los cuales con su propia estructura percibida por el hombre mediante cuatro órganos sensorios, induce a pensar en cierto agrupa- miento de los doce sentidos. Tanto el número de los sentidos como su estruc- tura, se hallan determinados por factores dados fuera de la naturaleza humana, en lo que a nuestra capaci- dad consciente corresponde. Pero, además, Rudolf Steiner dirige su mirada hacia el hombre mismo y manifiesta que ese agrupa- miento arranca de la’ estructura ternaria del orga- nismo humano: a la fundamentación macrocósmica viene a añadirse, pues, la microcósmica. Enfocado el hombre como entidad ternaria se insinúa la siguiente clasificación de sus órganos sensorios:
  • 11. Willi Aeppli 9 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Primero, un grupo de sentidos que guardan estrecha relación con el hombre ‘inferior’ o metabó- lico-motor y con la voluntad que con él se vincula. En estos sentidos predomina un fuerte elemento volitivo, por lo que puede designárseles sentidos ‘volitivos.’ Un segundo grupo de sentidos es expresión de la región media o rítmica del hombre y, a la vez, ofrece la base orgánica de la energía emotiva. Se trata de los sentidos intermedios o ‘emotivos.’ Finalmente, un tercer grupo está en contacto con el hombre ‘superior’ y crea las condiciones orgá- nicas para su actividad representativa. por lo que Rudolf Steiner los llama los sentidos superiores o ‘cognitivos.’ Cuando, hace pocos decenios,1 Rudolf Steiner presentó su esquema de doce sentidos, causó entre el público profunda extrañeza. Sin embargo, precisa- mente, en la ciencia de los sentidos ha tenido lugar un notable cambio, habiéndose descubierto toda una sarta de nuevos sentidos, hecho que ya queda consagrado por las enciclopedias de reciente edición. A título de ilustración de ese cambio, citamos aquí a Adolf Portmann,2 biólogo suizo de fama mundial: 1 Posiblemente, los trabajos más antiguos sobre la ‘Teoría de los Sentidos’ se remonten a 1910 en Steiner, Rudolf. ‘Teoría de los sentido.’ [GA045] [N. del Ed.] — Esta cita es conflictiva, pues no coinciden el título y contenido dado en castellano con el título y contenido dado en alemán según la indicación GA. Una posibilidad es la traducción parcial al castellano de ‘Devenir humano, alma cósmica y espíritu universal. 2a parte.’ [GA206] [n. del pr.] [n. del pr.] 2 Adolf Portmann (1897-1982): Biólogo, zoólogo, antropó- logo y filósofo suizo. Sus principales áreas de investigación cubrieron la biología marina y la morfología comparada de los vertebrados. Su trabajo era a menudo interdisciplinario comprendiendo aspectos sociológicos y filosóficos de la vida de los animales y los seres humanos. [n. del pr.] Ya pasaron los tiempos de atribuir todo lo incomprendido al ‘sexto sentido.’ La investigación moderna nos ofrece por ,lo menos el triple de los cinco sentidos clásicos.3 Por eso, desde hace algún tiempo, la teoría de los sentidos fundamentada en la Ciencia Espiritual se ve precisada a declarar que el hombre posee doce senti- dos, y nada más que doce. Acotemos asimismo que la ciencia oficial, pese a sus nuevos descubrimientos, todavía no se ha enterado de tres de ellos, descritos por Rudolf Steiner. Vamos a destacar ahora los rasgos característicos de .los tres grupos y de los sentidos individuales, para lo cua partiremos de aquellas situaciones hi- potéticas en las que sobresalga uno u otro grupo de órganos sensorios, y así alcance mayor notoriedad. Los cuatro sentidos inferiores Imaginémonos a un hombre atrapado en una mina. Supongámosle completamente solo y en la oscuri- dad absoluta: de nada le sirven los ojos. Con gran es fuerzo busca su camino a tientas; y a través de sus manos y pies llega a la conclusión: aquí hay roca; aquello, es madera; aquí percibo hierro. Al avanzar, trata de mantenerse en equilibrio, pero como no es fácil, tambalea, se cae. Vuelve a levantar- se y experimenta la actividad de sus músculos, como los de los brazos y de las piernas se tensan, se relajan, tiemblan; siente un malestar orgánico general; quizás la sensación de calentura, de sed, de dolor de cabeza. 3 Portmann, Adolf. ‘__’ [n. del pr.] No es difícil imaginar cuál de los tres grupos de sentidos se halla en actividad, sin que el afectado tenga consciencia de ello. Son los sentidos inferiores o volitivos: - Sentido táctil. - Sentido del equilibrio. - Sentido cinestésico4 (del movimiento propio) - Sentido cenestésico5 (sentido orgánico o de la vitalidad). Antes de proceder al estudio de cada uno de ellos, queremos destacar brevemente los rasgos que les son comunes por el grupo que integran: - introversión hacia nuestra corporalidad, y - percepción de los procesos que se desenvuel- ven en el interior de ésta. A través de estos cuatro órganos sensorios, nues- tra persona toma consciencia, se informa de nuestra condición corpórea. Los procesos que este grupo de sentidos registra tienen carácter de objetivo. Nuestro propio cuerpo constituye efectivamente un mundo empírico separado cerrado en sí, con sus órganos sensorios respectivos, y aunque el hombre lo percibe hacia adentro ‘en forma subjetiva,’ no deja de tener carácter objetivo. Es evidente que con estas funciones sensorias está vinculada una fuerte actividad volitiva: caminar, tan- 4 cinestésico, ca. 1. adj. Psicol. Perteneciente o relativo a la ci- nestesia. — cinestesia. 1. f. Psicol. Percepción del equilibrio y de la posición de las partes del cuerpo. Diccionario RAEL [n. del pr.] 5 cenestésico, ca. 1. adj. Psicol. Perteneciente o relativo a la cenestesia. — cenestesia. 1. f. Psicol. Sensación general de la existencia y del estado del propio cuerpo, independiente de los sentidos externos, y resultante de la síntesis de las sensa- ciones, simultáneas y sin localizar, de los diferentes órganos y singularmente los abdominales y torácicos. Diccionario RAEL [n. del pr.]
  • 12. Willi Aeppli 10 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos tear, etcétera, lo que se reconoce con mayor claridad en el caso del sentido del movimiento propio. Sin embargo, la voluntad también actúa en las percepciones de los otros tres sentidos y, precisamen- te por su índole volitiva, no entran en nuestra cons- ciencia los procesos que por su medio percibimos. Así como toda nuestra actividad volitiva se realiza en estado comparable al sueño profundo, asimismo nos mantenemos dormidos en todo lo que hacen y perciben los sentidos volitivos, bien,conocidos de la ciencia, aunque los designa con distintos nombres: sentido muscular, de gravedad, de presión, dinámi- co, etcétera. Considerando que el hombre y el animal no comparten la totalidad de los doce sentidos, men- cionemos, además, que también los animales poseen este grupo de cuatro sentidos volitivos. Pasemos ahora a la descripción de cada uno de ellos en particular: Sentido vital (sentido cenestésico) Debemos de decir que as el más indeterminado y general de todo el organismo sensorio. A través suyo penetramos más intensamente en nuestra propia corporalidad y nos damos cuenta de su condición corpórea; nos capacita para sentir como interno todo lo que atañe a nuestra corporalidad viva. Y nos damos cuenta de su existencia cuando registra alguna anomalía en nuestro cuerpo. Somos conscientes de su acción cuando hemos comido demasiado, bebido excesivamente, dormido mal. etcétera, y con base en las percepciones de este sentido vital podemos decir: “me siento cansado,” “hambriento,” “sediento.” O lo contrario, “ligero,” “descansado,” “satisfecho.” Puede suceder que alguna vez suframos de algún malhumor psíquico, contrario a nuestro tempe- ramento habitual; aparentemente no hay causas externas; quizás la verdadera causa radique en algún elemento perturbador que el sentido vital ha regis- trado en el hígado. Tengamos presente que todos los trastornos psí- quicos derivados de irregularidades en los procesos orgánicos se hallan en conexión con la función del sentido vital, órgano que parece obvio que desempe- ñe un importante papel en el niño. Pero también las facultades del zahorí6 o del metoposcopista7 se encuentran en estrecha conexión con el funcionamiento de este sentido. Asimismo, se cree muy probable que el llamado ‘sentido del tiempo’ tiene conexión causal con el vi- tal, teoría confirmada con los experimentos llevados a ‘cabo con abejas y hombres. Por ejemplo, se suministraba quinina8 a un grupo de abejas y tiroxina9 a otro grupo. El sentido del tiempo de las abejas se desorganizó completamente evidenciándose en el hecho de que las que hablan ingerido quinina llegaron tarde al colmenar, las otras temprano. 6 zahorí. 1. com. Persona a quien se atribuye la facultad de descubrir lo que está oculto, especialmente manantiales sub- terráneos. 2. com. Persona perspicaz y escudriñadora, que descubre o adivina fácilmente lo que otras personas piensan o sienten. Diccionario RAEL [n. del pr.] 7 metoposcopia. 1. f. Arte de adivinar el porvenir por las líneas del rostro. Diccionario RAEL [n. del pr.] 8 quinina. 1. f. Alcaloide de la quina, principio activo de este medicamento febrífugo. Es una sustancia blanca, amorfa, sin olor, muy amarga y poco soluble, que se emplea en forma de sales. Diccionario RAEL [n. del pr.] 9 tiroxina otetrayodotironina, usualmente abreviada ‘T4’: Principal tipo de hormona tiroidea secretada por las células foliculares de la glándula tiroides. No debe confundirse con la tirosina. [n. del pr.] Hay que saber, desde luego, que la quinina y la tiroxina influyen sobre los procesos metabólicos que se ralentizan con la quinina, en tanto que se aceleran con la tiroxina. Esto nos lleva a deducir que el ‘cronómetro’ no ha de buscarse en el mundo externo circundante sino en la propia corporalidad: el ‘metabolismo ce- lular’ seria, para las abejas, la base de la medición del tiempo; su sentido vital es el que opera en este caso como sentido del tiempo. El experimento en los seres humanos fue similar. Se adiestró a determinado número de personas para que pudieran indicar con el máximo acierto cuando habla transcurrido el lapso de 15 minutos. Posteriormente. sin que lo supieran, se les su- ministró una vez quinina y otra vez tiroxina, y su reacción fue idéntica a la de las abejas: con la qui- nina indicaban ‘cuartos de hora’ más largos, con la tiroxina, más cortos. ¿Dónde ubicaremos el órgano del sentido vital, cenestésico? En los órganos físicos individuales: hígado, bazo, corazón, etcétera, pues ellos sirven de órganos sensorios. Asimismo, todo el organismo humano es un gran órgano sensorio que funciona como sentido vital. El sentido de equilibrio o de orientación Este órgano sensorio permite al cuerpo acomodarse y comportarse en el espacio sin pérdida del equili- brio’; nos anuncia como orientarnos hacia la izquier- da y derecha, delante y detrás, arriba y abajo, para no caemos.
  • 13. Willi Aeppli 11 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Al estirar un brazo tiendo a la pérdida del equi- librio, pero se restablece inmediatamente gracias a que siempre esta alerta el sentido del equilibrio. Así, nunca lo perderé por muchos movimien- tos que haga mientras este órgano ,funcione correctamente. En cambio, de fallar ,tan sólo un momento, caería de la silla en que estoy sentado y terminaría en el suelo. Rudolf Steiner nos representa el sentido de orien- tación como órgano para percibir las relaciones entre el centro de la Tierra y el propio cuerpo. En cierto sentido, es como un ‘ojo’ que continua- mente mira hacia el centro de la Tierra, y el desma- yarse, por ejemplo, equivale a quedarse ‘ciego’ en el sentido del equilibrio, a perder la facultad de poder ‘ver.’ Este sentido ocupa una posición especial dentro del grupo de los llamados inferiores, por ser el único para el que puede comprobarse la existencia de un órgano localizado: los tres canales semicirculares del oído medio, llenos de líquido, perpendiculares entre sí, según las tres direcciones del espacio. A cada cambio de posición del cuerpo correspon- de un desplazamiento de ese líquido. Y una lesión del órgano afecta la facultad de mantener el equili- brio, o la extingue por completo. Es sabido que en los animales inferiores la fun- ción de los tres canales semicirculares la ejercen las ‘piedras auditivas’10 y al extirparlos, el animal no puede orientarse en el espacio ni moverse acertadamente. 10 otolitos: Materiales sólidos que se encuentran en el sistema vestibular en muchos organismos. Le permiten notar las ace- leraciones y la dirección de la gravedad, a los peces les sirven para la audición. En los invertebrados se llaman estatolitos. [n. del pr.] Los artistas, los acróbatas, los malabaristas, tienen un sentido de equilibrio particularmente desarrollado. Cabe traer a colación aquí el siguiente comenta- rio de Rudolf Steiner: Para ser matemático no se requiere una estructura cerebral especial, como a menudo se cree. El pensamiento y la lógica funcionan en el matemático como en la persona que no lo es. Lo importante son los tres canales semicirculares del oído que están en posición recíproca como para ocupar las tres direcciones del espacio. La formación propia de estos canales condiciona el talento matemático, la disposición para las matemáticas. Se trata de un órgano físico que se transmite por herencia. [GA___:__:__] Sentido táctil También con este sentido percibimos, en realidad. sólo nuestro propio cuerpo. Sobre el particular he- mos de anticiparnos a un posible error. En efecto. alguien podría decir: “Mi sentido táctil me permite percibir la aspereza de un muro, la suavidad de una piel, la dureza del vidrio, en otras palabras, la naturaleza exterior. no mi propia corpo- ralidad. ¿No pertenece, pues, el tacto a otro grupo de órganos sensorios?” A este comprensible reparo hemos de respon- der: “No cabe duda de que en el tacto se opera una confrontación de la voluntad con el mundo circun- dante. No obstante, al tocar un objeto, me percibo primariamente a mí mismo, esto es, mi propia corporalidad, pues lo único que registro es la trans- formación que, debido al objeto externo, se produce en mí, por ejemplo, en las yemas de mis dedos. Realmente, en la actividad táctil intervienen procesos que no tienen lugar fuera de mí, sino de- bajo de mi epidermis. Lo que percibo mediante mis órganos táctiles lo proyecta mi consciencia hacia el mundo exterior y llega, por ejemplo, al juicio: “Lo que tiento es un muro áspero.” En realidad, la experiencia táctil no es sino la reacción de nuestro propio interior a un proceso externo. El juicio, la conclusión, desempeñan un pa- pel importante en la actividad del sentido táctil y ocultan los hechos reales, como también los oculta la vista, porque al ver cómo las puntas de mis dedos tientan una superficie, creo estar observando mi actividad táctil. Por esta razón el sentido táctil nos parece más familiar que los demás sentidos volitivos. Sin embargo, no es así, puesto que lo que real- mente sucede no está al alcance de mi vista. Por otra parte, dos sentidos que podríamos decir adyacentes al táctil, siempre participan en el proceso de tocar: al tocar algo, movemos espontáneamente la mano o el dedo; sólo en el movimiento podemos realmente palpar el mundo exterior. Esto da fe de la intensa participación del sentido cinestésico en el acto de tocar. Y asimismo, para llegar a una experiencia tác- til más intensa, a veces incluso cerramos los ojos. Además, también participa en ella el sentido de equilibrio. Con todo, no podemos negarle al tacto cierta afinidad con los sentidos medios pero, precisamente, si lo comparamos con el sentido
  • 14. Willi Aeppli 12 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos térmico que le es relativamente cercano, nos damos cuenta de que corresponde a los sentidos volitivos. El sentido térmico, en cambio, no sólo es un sen- tido marcadamente emotivo, sino inequívocamente orientado hacia la naturaleza exterior. Las papilas táctiles, se consideran órganos del tacto y si las uniéramos todas con un trazo obten- dríamos el contorno de la figura humana. Sentido cinestésico Este sentido nos trasmite la sensación de repo- so o movimiento; si tenemos el brazo doblado o extendido. Percibimos el movimiento de una pierna aun te- niendo cerrados los ojos, lo que demuestra que este sentido capta los cambios de posición que sufren los diferentes miembros del cuerpo durante el proceso cinético, y eso nos suministra una vivencia muy especial de nuestra existencia corpórea. El sentido cinestésico trabaja’ con mucha precisión. En condiciones normales se registran, por ejem- plo en la articulación del codo, movimientos que co- rresponden a una torsión promedio de 0.038 grados; percibe pues hasta los más diminutos movimientos que tienen lugar en nuestro cuerpo. Es el sentido que más claramente manifiesta su índole volitiva, ya que todos los movimientos que realizamos con nuestro cuerpo son manifestaciones visualizadas de nuestra voluntad. Rudolf Steiner le dio el nombre de ‘sentido del movimiento propio,’ como si quisiera poner én- fasis en el hecho de que únicamente por su medio percibimos los movimientos de nuestro propio cuerpo. Esto nos lleva a la pregunta preñada de conse- cuencias: ¿y los movimientos fuera de nosotros? Veo al prójimo que se mueve, a los animales en sus actividades, al vehículo que corre, todo, ello ajeno a mi cuerpo. Y, obviamente, estoy capacitado para percibir esos movimientos e incorporarlos a mi consciencia. No cabe duda de que no me basta el uso de mis ojos únicamente para percibirlos: con ellos puedo ver —gradaciones de sombras y colores, pero no movimientos como tales. Quizás podemos considerar el sentido visual como auxiliar, pero no como órgano primario que capte el movimiento del mundo circundante. ¿Cómo experimentar, pues, mediante el sentido de nuestro propio movimiento, el movimiento que se produce fuera de nosotros? La solución del enigma consiste en compren- der que nosotros, de manera sumamente delicada —y casi siempre inconsciente— participamos con nuestro organismo físico, o parte de él, en todo mo- vimiento exterior, tan pronto como éste penetra en nuestro campo de experiencia. De manera burda, esto tiene lugar, por ejem- plo, cuando seguimos con la mirada un coche en movimiento, o cuando el sistema muscular del ojo observa una rotación. Lo que percibe, pues, el ‘sentido de nuestro propio movimiento’ y que nuestra consciencia relaciona con el mundo circundante. son esas delicadas vibraciones en las que nuestro cuerpo participa. Con nuestro propio ‘aparato motor,’ es decir, con nuestro sistema muscular, somos miembro dinámi- co de todo el conjunto de movimientos del mundo circundante. Al decir esto., hay que tener en cuenta que, en rigor, no puede haber en ninguna parte de nuestro cuerpo, un movimiento muscular completamente aislado. Nuestro más mínimo movimiento no se halla localizado en determinada parte de nuestro sistema muscular o motor, sino que proviene de nuestro organismo motor global.11 [GA____:__:__] El ojo y el sentido cinestésico, si bien dos sen- tidos de funcionamiento radicalmente distinto, colaboran ‘estrechamente. En su curso pedagógico ‘Estudio del Hombre como base de la pedagogía’ (Conferencia 8), expli- ca Rudolf Steiner este principio, poniendo’ como ejemplo la experiencia de una superficie circular coloreada. Si fuera posible independizar la actividad del ojo no percibiríamos sino el color. Y si podemos recorrer el limite entre el rojo y el blanco y así percibir la li- nea circular, es debido a nuestro sentido cinestésico. Mi sentido visual no me permite captar la for- ma circular, así como mi sentido cinestésico no me transmite la sensación del color. No obstante, es sumamente intima la acción concertada de estos dos sentidos, y no hay, en rigor, ningún acto visual que no vaya acompañado de mo- vimiento muscular, es decir, en el que no intervenga el sentido cinestésico. 11 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.]
  • 15. Willi Aeppli 13 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos El sentido cinestésico se vierte en el ojo. El contorno del círculo se percibe poniendo en acción el sentido cinestésico, aunque sea inconscientemente, lo que nos lleva a afirmar que extraemos la forma de la integridad de nuestro cuerpo apelando al sentido cinestésico extendido por todo el cuerpo.12 [GA293:08:__] Aunque las formas pertenezcan, pues, al campo de experiencia de los sentidos inferiores, el hombre necesita de la ayuda del ojo para percibirlas; en el ciego, el sentido táctil suple la falta de vista. El ejemplo de la superficie circular coloreada llama nuestra atención aún sobre otro hecho signifi- cativo. Parece evidente que mi sentido cinestésico se halla en plena actividad’ cuando recorro yo mismo un circulo, o cuando lo trazo con mi propia mano. Pero aún en el caso de que otra persona —ante mis ojos— haga una y otra cosa, no debiera ser difí- cil imaginar, con base en las explicaciones que ante- ceden, el funcionamiento del sentido cinestésico. Por otra parte, el ejemplo escogido por Rudolf Steiner se refiere a un circulo cuya génesis no he po- dido observar: el circulo ya ha alcanzado el reposo, ,su condición estática. No obstante, el círculo que tengo delante de mi me estimula a reproducirlo interiormente, a recorrer sus contornos con mis ojos: mi propia corporalidad transforma el circulo y le restituye su movilidad. Así como todas las figuras geométricas son mo- vimientos en reposo, así inversamente, yo les puedo restituir su movimiento. Ahora bien, nuestro mundo circundante está constituido en gran proporción de elementos con 12 Steiner, Rudolf. ‘El estudio del hombre como base de la pedagogía.’ Conferencia 8. [GA293:08:__] [n. del pr.] una forma, como el círculo, la recta, la curva, el triángulo, etcétera; en otras palabras, todo lo que es figura, línea, extensión, longitud, anchura, profundi- dad; todo lo que es superficie y aristas de un cuerpo, lo percibimos con nuestros sentidos volitivos y, pre- ferentemente, con los cinestésico y del equilibrio. Sin embargo, podemos ir más lejos y decir: todo lo que es susceptible de determinación numérica, medida o peso, pertenece al mundo empírico de los cuatro sentidos volitivos; ahí se sitúa, pues, el campo del conocimiento matemático y geométrico. En verdad, ambas ciencias tienen su base en las percepciones de los cuatro sentidos inferiores, eleva- das al nivel de la consciencia. Y no sólo la matemáticas y la geometría, sino to- das las ciencias naturales modernas, deben su gran- deza a la aplicación de los sentidos inferiores. Los cuatro sentidos medios Se trata de los sentidos que nos permiten percibir las impresiones sensorias que nos ofrece la naturaleza externa. Para ejemplificar lo que pretendo exponer voy a imaginar que en un caluroso día de verano estamos sentados a la orilla de un bosque; por el excesivo el calor del sol hemos buscado la frescura de la sombra. Calor por una parte, frescura por la otra; contem- plamos el azul del cielo, la blancura de las nubes, los colores de la mariposa; olemos el heno aromático del campo, o la resina exudada de los pinares. Tal vez se nos antoje probar una fresa silvestre y gustamos de su dulzura. ¿Qué sentidos nos han unido íntimamente uni- do con la naturaleza? No cabe duda que son los siguientes: - el sentido visual, - el sentido olfatorio, - el sentido gustativo, y - el sentido térmico. Oportunamente explicaremos por qué el oído no se integra en este grupo. ¿Y cuál es el elemento común de estos cuatro sentidos para considerarlo un grupo unificado? En términos generales, todos ellos nos trasmiten mensajes de la naturaleza exterior y nos relacionan con ella. Tres han sido conocidos desde antiguo, desde Aristóteles;13 pertenecen a los sentidos tradiciona- les clásicos, cuyos órganos son de fácil ubicación anatómica. La excepción es el sentido térmico: no podemos señalar un órgano localizado.14 Hubo un tiempo en que ese sentido único se estudiaba acoplado con el táctil, por la similitud que entre ellos existe. Además, se puede afirmar que los animales supe- riores poseen asimismo este grupo de sentidos. 13 Aristóteles (384 aC-322 aC): Filósofo, lógico y científico de la Antigua Grecia cuyas ideas han ejercido una enorme influencia sobre la historia intelectual de Occidente por más de dos milenios. Escribió cerca de 200 tratados (sólo nos han llegado 31) sobre lógica, metafísica, filosofía de la ciencia, ética, filosofía política, estética, retórica, física, astronomía y biología. [n. del pr.] 14 En la revista ‘Scientific American.’ Vol. 204, No. 1. pág. 134 (1961) se describe ya el descubrimiento del órgano del sentido térmico. [N. del Tr.]
  • 16. Willi Aeppli 14 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Su característica común sobresaliente es que evidentemente se trata de sentidos emotivos. Dediquémonos al estudio de cada uno de ellos: Sentido visual El ojo es el órgano sensorio más representativo del hombre actual. De ahí que corrientemente se recurre a la palabra ‘ver,’ sustituyendo a ‘percibir,’ a pesar de que ésta es válida, para todos los doce sen- tidos, y aquella valga únicamente para la percepción de matices cromáticos y umbrátiles,15 a los que nos referimos anteriormente a propósito del estudio del sentido cinestésico. No es del todo acertado decir: Veo un círculo, un caballo que corre, una catedral, etcétera. Aprovechemos este momento para intercalar al- gunas observaciones acerca de los colores, contenido perceptivo del sentido visual. Existen tres tipos de colores: - los que cubren los objetos, como la puerta pintada, el verdor de la hoja, el rojo de la rosa, las manchas negras y amarillas de la piel de gato, etcétera; - los que pudiéramos decir se hallan suspendi- dos en vilo, no adheridos a objeto alguno, es decir, los que son de índole semi-etérea, para utilizar un término ya no del todo extraño. A este tipo pertenecen los fenómenos como el arcoíris, o las franjas producidas por el prisma. Partiendo de estos fenómenos ya no resulta descabellado preguntar: ¿Es posible concebir mentalmente un rojo o azul suspendidos en vilo, es decir, sin relación con objeto alguno? 15 umbrátil. 1. adj. umbroso. 2. adj. Que tiene sombra o apa- riencia de algo. — umbroso, sa. 1. adj. Que tiene sombra o la causa. Diccionario RAEL [n. del pr.] La posibilidad de pensar y aceptar esta cuali- dad: ¿supondría que los colores mismos son de naturaleza objetiva? - El tercer tipo o categoría corresponde a los llamados ’¡‘colores subjetivos,’ que se produ- cen dentro del organismo mismo, como los colores complementarios, por ejemplo. No vamos aquí a ocuparnos de ellos. Pero detengámonos en esa pregunta acerca del carácter objetivo de lo que se percibe, pues pue- de plantearse asimismo en relación con el sentido térmico. Hablamos de calor, incluso en la jerga científica, cuando en realidad nos referimos al aire caliente, agua caliente, hierro caliente, esto es, a materia im- pregnada de calor. Pero si éste constituye un mundo empírico autónomo, accesible a los sentidos, debe, o debiera, existir por sí mismo, en libre existir, con una efec- tividad no ligada a otro elemento, como el agua, el aire, la piedra. Ese calor, como existencia primordial e indepen- diente. debiera, por lo menos, ser ‘pensable.’ Y ¿cuál es la consistencia de las llamadas ‘imá- genes aparentes’16 (‘afterimages’)? Observamos, por ejemplo, la llama de una vela, cerramos los ojos y la imagen aparente de la llama persiste, se va modifi- cando y, gradualmente, se desvanece. O bien contemplamos por algún tiempo una man- cha roja, pasamos la vista a una hoja de papel blanco, y se reproduce la imagen aparente de esa mancha cromática en el color complementario verde. 16 imagen aparente o ‘afterimages’: Son causadas cuando los fotoreceptores del ojo, básicamente los bastones y conos, se adaptan a la sobrestimulación y pierden sensibilidad. [n. del pr.] ¡Cuántos ensayos hizo Goethe17 para desentrañar el misterio de estas imágenes aparentes! Y es sabido que él se opuso a que se interpretaran como algo ‘subjetivo.’ ¿Qué nos dice sobre ellas la Ciencia Espiritual? Primero, llama la atención sobre el hecho de que el proceso perceptivo, como tal, es’ comparable a un delicadísimo proceso respiratorio, con sus dos fases: la inspiración y la espiración; inhalamos el aire rico en oxigeno y lo exhalamos cargado de gas carbónico. Lo exhalado es la contraimagen de lo inhalado. Algo comparable tiene lugar en la percepción: ‘inhalamos’ las impresiones sensorias, y las ‘exhala- mos.’ Las imágenes aparentes podrían, pues, consi- derarse como impresiones sensorias exhaladas, como impresiones en el ‘éter universal,’ según Rudolf Steiner, proceso no meramente subjetivo, sino objetivo. Es fácil verificar el carácter emotivo de estos cuatro sentidos: basta una modesta medida de auto observación. También la sabiduría del lenguaje claramente apunta en dirección al carácter emotivo de este grupo; en efecto, si queremos dar expresión elocuente e inequívoca a nuestros sentimientos, echamos mano de giros que pedimos prestados a las percepciones de estos sentidos. Esto es particularmente notorio en el caso del olfato y del gusto, indudablemente los sentidos más emotivos. A título de ilustración mencionemos algu- nas expresiones que todos conocemos: es cuestión de gusto la habitación está arreglada con gusto él puso cara agria ¡qué persona tan insípida! 17 Goethe, Johann Wolfgang von. ‘Teoría de los colores.’ [Goethe__] [n. del pr.]
  • 17. Willi Aeppli 15 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos una verdad amarga un discurso bien sazonado no puedo olerlo huele a santurrón, Otros giros, en cambio, atestiguan que también el sentido térmico se halla en estrecha relación con la emotividad: un ardiente enamorado calurosa ovación se me hizo cálido el corazón una fría recepción un gélido círculo. Incluso en el sentido cromático es posible com- probar el leve toque emotivo. aunque el sentido vi- sual muestra una ligera tendencia hacia los sentidos cognoscitivos. Cuando queremos expresar, no tanto un sentimiento, como un elemento intelectual, escogemos palabras que, propiamente corresponden a percepciones visuales. Y así nos referimos a: miramientos consideración previsión circunspección. En todos estos substantivos subyace un verbo relacionado con el acto visual. Y si en ellos resuena todavía en forma delicada el sentimiento, su carácter ‘es predominantemente intelectual. En analogía a como la vista se acerca a los senti- dos cognoscitivos. el térmico tiende hacia los voliti- vos. También en este caso se podrían aducir eviden- cia lingüísticas. Mencionemos, finalmente, el significado de los dos ingredientes —incienso y perfume— para la vida emotiva, si bien su uso y efectos apuntan en direcciones diametralmente opuestas: el primero en la vida religiosa y el segundo en la mundana. Con respecto a los órganos de estos cuatro sentidos, cabe dar algunas explicaciones, con exclu- sión, desde luego, del ojo cuya estructura es muy compleja. El olfato y el gusto se subsumen bajo el concepto global de sentidos ‘químicos’: sus órganos son de estructura simple. El sentido olfativo se limita a algunos nichos en la parte superior de la cavidad nasal, donde los nervios olfativos se hallan casi pudiéramos decir al descubierto: a ellos llega el aire con sus distintos olores. Algo mis diferenciado es el otro sentido, cuyos botones gustativos se hallan en la mucosa bucal y, sobre todo, en las papilas linguales. Más sugestivo que el estudio de los órganos pro- piamente dichos, es el estudio de los procesos que intervienen en sus respectivas percepciones. Todo lo que penetra en la boca debe disolverse primero mediante la saliva, y no podemos saborearlo hasta que se ha convertido en liquido: es totalmente imposible saborear lo sólido. Ahora bien, el ser humano, como entidad físico- corpórea, está constituido por ingredientes sólidos en proporción muy reducida —huesos, dientes— y en mucha mayor proporción, por elementos líqui- dos, la parte de nuestra entidad corpórea que gusta, al mezclarse con los liquidos exteriores que en ella penetran. En lo que toca al olfato, es sabido que sólo se pueden oler sustancias aeriformes, gaseosas. No podemos oler ni lo sólido ni lo liquido, sino única- mente aquello que de estos elementos se evapora, se atomiza, se gasifica. No olemos lo sólido de la rosa, sino lo que de ella, como aroma, se ha convertido en gas. Pero del mismo modo que el elemento liquido integra nuestra corporalidad, así también el aéreo, y es él el capaz de percibir lo aeriforme, que de fuera se le acerca. También en este caso vale, ligeramente modifica- do, el ‘similia similibus’: lo idéntico es percibido y reconocido por lo idéntico. Y ¿cómo captamos el calor y el frío? ¿Dónde se ubica el órgano físico del sentido térmico? En el caso de este sentido no encontramos ni siquiera un órga- no sensorio tan rudimentario como el del olfato. Pero no olvidemos el elemento térmico en nuestro propio organismo, y podríamos decir que, además de liquido y aéreo, somos también ‘hombre térmico,’ el que sin órgano sensorio externo, inter- viene directamente en nuestra percepción de frío y calor. Este organismo térmico, que hace las veces de ór- gano sensorio, impregna, aunque no uniformemen- te, todo el cuerpo, con excepción del ojo, insensible al calor y al frío. Anteriormente hemos planteado la pregunta sobre el ‘origen de los órganos sensorios. En el caso especi- fico de los sentidos medios —que podríamos deno- minar, a falta de mejor expresión, ‘hombre liquido,’ ‘hombre aéreo,’ y ‘hombre térmico’— Rudolf Steiner señala como fruto de su investigación, potencias creadoras que gobiernan este origen, centros energéti- cos ocultos tras el mundo sensible, y que se conocen como las cuatro modalidades del éter: - el éter lumínico, creador del ojo; - el éter calórico, de nuestro sentido térmico; - el éter vital que guarda relación con nuestra facultad olfativa; y - el éter químico, con el órgano del gusto.
  • 18. Willi Aeppli 16 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Los cuatro sentidos superiores Imaginemos a una persona conversando con otra y escuchando atentamente lo que le está diciendo. Supongamos que en este momento lo único que le interesa sea penetrar, por medio del lenguaje de su interlocutor, su modo de pensar sobre algún proble- ma del conocimiento. Nuestro escucha hipotético oye su voz, percibe sus palabras, sus ideas y representaciones y, además, no duda ni un momento, que el que habla es, al igual que él, un ser dotado de un yo. Entre el que habla y el que escucha existe en ese momento una diferencia profunda respecto de su actividad: el que habla se encuentra en actitud egocéntrica; expresa sus pensamientos e ideas, en palabras y frases, vive dentro de un elemento activo; el que escucha, en cambio, está atento; renuncia a su propio pensar y opinión de manera desinteresada, se convierte en órgano de percepción de pensamientos ajenos. En la medida en que empezara a producir su propio pensar, dejaría de ser receptivo al pensar del otro. Aquí es donde se pone en evidencia. en forma impresionante, el aspecto nuevo implícito en la teoría de los sentidos, de Rudolf Steiner. Sus investi- gaciones lo capacitan para exponer que, al percibir lo que sale a nuestro encuentro en una plática con otra persona, intervienen efectivamente ciertos órganos sensorios; y, además, que el sonido, el lenguaje, el pensamiento. el yo ajeno, constituyen un mundo empírico real, un mundo exterior, que podemos percibir mediante los órganos sensorios. Todavía no se pueden apreciar en todo su alcan- ce. las consecuencias de este descubrimiento para la vida humana en general y, particularmente, para la educación. Los cuatro sentidos que aquí entran en considera- ción son: - Sentido auditivo. - Sentido verbal (de la ‘palabra o del lenguaje ajenos). - Sentido intelectivo (del pensamiento ajeno). - Sentido del yo ajeno. Digamos, por de pronto, lo siguiente acerca de lo que estos sentidos tienen en común: nos traen un mensaje de la naturaleza superior del otro, ya que la voz, el lenguaje, y los pensamientos, son manifesta- ciones de un ser humano dotado de yo. Precisamente por serlo, el hombre trasciende las conexiones regidas por las simples leyes naturales. Así pues, mediante este grupo de sentidos se per- cibe lo que produce y manifiesta el espíritu creador de otro hombre. Estos órganos tienen carácter de sentidos cognos- citivos, pues en la percepción vibra al mismo tiempo la actividad cognoscitiva. Para funcionar debida- mente, presuponen que el que escucha sabe manejar el lenguaje y desarrollar sus propios pensamientos, así como que posee su propio organismo sonoro, y su propio organismo conceptual, como también su propia experiencia del yo. Todo esto se refiere por de pronto al adulto: es algo diferente la situación en el niño, como explica- remos más adelante. Además, estos sentidos tienen en común que, a excepción del oído, no se hallan desarrollados en el infante. Tres de los cuatro son privativos del adulto; representan, a su manera, lo específicamente hu- mano, puesto que el animal no los posee. No creo que la ciencia moderna los reconozca, y las razones son fácilmente comprensibles: acabamos de decir que estos sentidos atestiguan la naturaleza espiritual superior del hombre, y que el animal carece de ellos por ser puramente natural. Como sea que las ciencias naturales modernas no tienen la posibilidad, por las limitaciones ‘que ellas mismas se imponen, de investigar esa naturaleza su- perior humana, no pueden captar estos tres órganos sensorios superiores. Se puede describir esta situación de otra manera: para el pensar moderno, ‘palabra,’ ‘pensamiento,’ ‘yo,’ son puras abstracciones, no susceptibles de visualización. ¿Cómo sospechar entonces le existencia de órga- nos sensorios cuya realidad exterior no existe? Otra circunstancia que dificulta cualquier inves- tigación progresiva hacia estos sentidos es que, con excepción del oído, parece que para ellos no existe localización definida en el cuerpo. Y, sin embargo, la actividad de estos órganos sensorios superiores es la condición previa para toda cultura espiritual, esto es, para toda auténtica cultura, y lo es también para toda conducta dentro de una comunidad humana, aspectos ambos que se condicionan mutuamente. La atrofia de estos órganos sensorios significa, por de pronto, un creciente distanciamiento entre hom- bre y hombre, distanciamiento que podría conducir a la guerra de todos contra todos. Condición previa a esta guerra. pues sería la decadencia de los sentidos cognoscitivos. Jamás podríamos desarrollar ni proyectar nuestra condición humana si no tuviéramos en torno nuestro otros seres dotados de yo; si nun- ca hubiéramos percibido su voz, su palabra, y su pensamiento.
  • 19. Willi Aeppli 17 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Música, lenguaje, pensamiento: he ahí las mani- festaciones del espíritu creador en el hombre; y cons- tituyen un mundo empírico para el otro, así como lo es la naturaleza externa. Y del mismo modo que existen órganos sensorios para percibir la naturaleza, así también todo hombre posee los que le permiten percibir el mundo empí- rico que es la manifestación de lo específicamente humano. Luego de esta exposición general, puntualicemos con mayor detalle la función de cada sentido: Sentido auditivo Rudolf Steiner distingue también este sentido con el nombre de ‘sonoro,’ particularmente cuando s e tra- ta de destacar la percepción de impresiones sensorias producidas por la presencia de otra persona. En el conjunto de estos cuatro sentidos, el oído ocupa una posición especial. Podría decirse con cier- ta justificación: mediante el oído percibo asimismo la naturaleza exterior, por ejemplo, el murmullo del arroyo, el gorjeo de los pájaros, el ruido de la calle. De modo que el oído pertenece, propiamente, no sólo a los sentidos superiores, sino también a los ‘medios,’ definición que, además, se justifica por estar notablemente orientado hacia el mundo emotivo. Considerando que el sentido auditivo constituye, efectivamente, el tránsito de los sentidos ‘medios’ a los ‘superiores,’ retiene mucho de los emotivos; es una especie de cabeza con dos caras: una contempla la naturaleza y percibe todo lo que vibra en ella; la otra se dirige con igual, o incluso con mayor inten- sidad, hacia el hombre y, en función cognoscitiva, percibe algo de su esencia primordial, o sea, su ma- nifestación sonora a través del timbre de la voz. Este sentido sonoro presta, pues, atención a la naturaleza exterior sin perder la conexión de sen- tido cognoscitivo: nos transmite un conocimiento particularmente íntimo de los objetos del mundo externo. Ejemplo: al golpear una placa metálica, los sonidos que emite me denuncian algo de su sustancialidad. Según palabras de Rudolf Steiner, es el alma de las cosas mismas la que se estremece y nos habla en forma sonora. En la voz humana alienta un elemento musical, que puede ser percibido con el sentido auditivo aun cuando no se eleve al nivel del canto. Así, por ejemplo, cada voz tiene su sonido fundamental y, además, cierto número de armónicos.18 Si le faltan armónicos, por ejemplo, si tiene solamente 6 en vez de 10, su sonoridad nos parece endeble, o enfermiza; al son muchos, por ejemplo 15, la voz es chillante y molesta a quien la oye; cuan- do faltan los armónicos muy agudos, la voz suena redondeada y cálida, y facilita el buen contacto con el prójimo. Con nuestro sentido auditivo nos damos cuenta de la característica de la ‘voz ajena’ y, con ello, algo de su personalidad. Agreguemos aquí algunos datos referentes al oído. El ‘espectro acústico’ del adulto tiene una extensión 18 armónico, ca. 2. m. Fís. En una onda periódica, cualquiera de sus componentes sinusoidales, cuya frecuencia sea un múltiplo entero de la frecuencia fundamental. 3. m. Mús. Sonido agudo, que se produce naturalmente por la reso- nancia de otro fundamental, como en los instrumentos de cuerda cuando se apoya con mucha suavidad el dedo sobre los nodos de la cuerda. Diccionario RAEL [n. del pr.] de casi diez octavas,19 cada una de las cuales tiene el doble número de vibraciones que la :precedente. Al responder al más leve sonido —para nosotros apenas liminar20 — nuestro tímpano se mueve una millonésima de milímetro hacia adelante y hacia atrás. Si captamos el sonido con uno de nuestros dos oídos, necesita un milésimo de segundo para llegar al segundo oído, después de haber impactado en el primero. Dos son las preguntas de que hemos de ocupar- nos aquí. La primera: ¿Qué es lo que nuestro oído realmente percibe al estar atento, por ejemplo, a la naturaleza exterior? Puede registrar la intensidad, la agudeza, el tim- bre del sonido, más no la distancia ni la dirección de donde procede. Por desconocimiento de este hecho, se interpreta erróneamente una serie de fenómenos, se la califica de ilusión sensoria. Oímos, por ejemplo, en el silencio de la noche, un ruido débil, como si alguien anduviera con mucha precaución frente a la casa y se detuviera de vez en cuando. Finalmente, nos levantamos para sorprender al sospechoso ambulante, y descubrimos que la causa del ruido es una paloma que revolotea atrapada entre la cortina y el cristal de la ventana. Sin embargo, nuestro oído no ha sido víctima de ilusión: registró con su suficiente exactitud la agude- za. la intensidad, la calidad y la duración del sonido. 19 octavo, va. 9. f. Mús. Sonido que forma la consonancia más sencilla y perfecta con otro, y en la octava alta es producido por un número exactamente doble de vibraciones que este. 10. f. Mús. Serie diatónica en que se incluyen los siete soni- dos constitutivos de una escala y la repetición del primero de ellos. Diccionario RAEL [n. del pr.] 20 liminar. 1. adj. Perteneciente o relativo al umbral o a la entrada. Diccionario RAEL [n. del pr.]
  • 20. Willi Aeppli 18 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos Quien se equivocó fue nuestro entendimiento, nuestra imaginación nocturna, que desarrolló una imagen mental errónea y, de ahí sacó conclusiones necesariamente falsas. La siguiente pregunta, y con ella queremos cerrar el comentario al sentido auditivo, tiene cierto pare- cido a la que formulamos anteriormente a propósito del color y del calor. Le damos la siguiente ‘forma: Para todo el mundo es comprensible que el soni- do que llega a nuestro oído se encuentra en alguna conexión con el movimiento rítmico del aire. ¿Pero esto forzosamente implica que el sonido y la vibra- ción del aire sean idénticos? ¿Sería imaginable que este sonido tuviera que valerse del aire estremecido como vehículo para estimular nuestro aparato auditivo, tal como se halla constituido actualmente? ¿Será el sonido un hecho objetivo que tiene vali- dez incluso más allá del aire en movimiento rítmico? ¿Alude semejante pensamiento a una realidad? Para la humanidad antigua que hablaba de la ‘música de las esferas,’ era perfectamente imagina- ble el sonido suspendido en vilo, sin necesidad del medio o’ vehículo del aire. Sentido verbal He aquí el primer órgano de este grupo del que carece el animal: cuando el perro ‘entiende’ a su amo, no es seguramente en función de su sentido verbal. Este sentido es, pues, el primero específicamente humano, el que nos permite percibir el lenguaje de nuestro prójimo, y a él se debe, por ejemplo, nuestra capacidad de dividir los fonemas21 del habla en los 21 fonema. 1. m. Fon. Cada una de las unidades fonológicas mínimas que en el sistema de una lengua pueden oponerse dos grupos que llamamos vocales y consonantes; de identificar las diferencias cualitativas entre las primeras y de experimentar la heterogeneidad de los fonetismos.22 El lenguaje con sus sonidos, palabras y estruc- turas gramaticales, constituye un mundo empírico autónomo y aparte. El sentido auditivo percibe úni- camente el elemento acústico o musical del lenguaje, pero no su esencia misma. Sólo el sentido verbal es capaz de conocer, perci- biéndolo, lo que constituye lo privativo del lenguaje. El valor de lo sonoro se percibe no sólo en su aspecto acústico, sino que, a través suyo, se transmite algo que es de índole mucho más intima que el sonido.23 [GA___:__:__] Hemos de circunscribir, debidamente, el lenguaje como contenido de percepción, independiente- mente del área jurisdiccional del oído; no deben confundirse. Pero aun hay otra razón que nos impide darnos cuenta de que el lenguaje delinea un campo percep- tivo autónomo. Y es que, tan pronto como empe- zamos a hablar, convertimos al lenguaje en nuestro siervo; por lo regular, no hablamos por hablar; no utilizamos el lenguaje como lenguaje, sino para a otras en contraste significativo; p. ej., las consonantes iniciales de pozo y gozo, mata y bata; las interiores de cala y cara; las finales de par y paz; las vocales de tan y ten, sal y sol, etc. Dentro de cada fonema caben distintos alófonos. Diccionario RAEL [n. del pr.] 22 fonetismo. 1. m. Conjunto de caracteres fonéticos de un idioma. 2. m. Adaptación de la escritura a la más exacta representación de los sonidos de un idioma. Diccionario RAEL [n. del pr.] 23 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] expresar con su ayuda nuestro pensar o nuestras decisiones. Así, el lenguaje se convierte en el servidor de nuestro intelecto y deseos, y quien nos escucha, no se interesa por el modo como hablamos, ni por los fonetismos o giros a que recurrimos, sino por nues- tro mensaje, que es lo que queremos transmitirle. De ahí que el habla tenga escasas oportunida- des de alcanzar categoría de percepción autónoma. Esta circunstancia, así como el que el lenguaje haya sido víctima de espantosa violación más allá de sus funciones indispensables, han conducido a que el sentido verbal sea, probablemente, el órgano más corrompido de entre los doce sentidos. Así como el percibir siempre precede al juzgar, esto mismo sucede tratándose de la percepción del lenguaje. Antes de ser capaz del pensamiento y juicio intelectuales, dirige el niño su recién desarrollado sentido verbal sobre el lenguaje en torno. De ahí que su relación con el sonido y la palabra sea todavía tan inmediata como lo es la del adulto con alguna impresión cromática. El adulto lleva dentro de sí un organismo de sonoridades, integrado con todo lo que su sentido verbal ha absorbido en el curso de años y decenios. En el adulto, su alcance y estructura son muy variados; en cambio, en el pequeñuelo son muy reducidos; e inexistentes en el recién nacido. El siguiente pasaje de una conferencia de Rudolf Steiner nos ayudará a comprender mejor lo que es el sentido verbal: Hemos de considerar que el sonido que el oído registra no es el único medio por el cual puede percibir el hombre la interioridad que el
  • 21. Willi Aeppli 19 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos sonido hablado es capaz de transmitir. También el resto, la mímica, la fisonomía, nos conducen finalmente a elementos simples e inmediatos que pertenecen al campo del sentido.,verbal. al igual ,que el contenido del sonido audible.24 [GA___:__:__] Sentido intelectivo Este órgano sensorio nos permite, por medio de la percepción, unirnos con los conceptos, representa- ciones, y pensamientos de otra persona. Este sen- tido, al que podemos darle también el nombre de ‘sentido del concepto ajeno,’ nos proporciona una percepción directa de lo que se manifiesta a través del concepto. Dentro del grupo de sentidos superiores, el inte- lectivo es el que más marcadamente posee las carac- terísticas de ‘sentido cognoscitivo.’ Este hecho nos seduce fácilmente a ‘creer que la percepción del pensamiento ajeno es una actividad de la propia mente; pero si pretendo estar realmente atento, dispuesto a seguir la conexión de los pensa- mientos de mi interlocutor, me será indispensable acallar mi propia actividad mental. Existe una diferencia radical entre mi yo y el otro, y tan pronto como me lanzara a pensar, cesaría toda posibilidad de recibir conceptos e ideas ajenas. Esto implica que mientras escucho, mi pensar queda totalmente pasivo, pues en su lugar coloco el pensar del otro. Pero entonces tomo posesión de él como si fuera experiencia ‘propia; efectivamente he percibido el pensamiento de otra persona. 24 Steiner, Rudolf. ‘__.’ [GA___:__:__] [n. del pr.] Así pues, mientras escucho, en manera alguna me quedo ‘sin pensar,’ sino que subrogo el pensamiento ajeno en lugar del mío propio. Sin embargo, para conseguirlo, tuve primero necesidad de percibir ese pensamiento ajeno. “Al experimentar en mi propia consciencia el contenido de la consciencia ajena, no experimento la mía, del mismo modo que tampoco la experimento en el sueño profundo; así como, en este caso, queda eliminada mi consciencia de vigilia, asimismo, al percibir el contenido de la consciencia ajena, queda eliminado el de la mía propia.”25 [GA004:__:__] Por medio del ‘sentido del concepto ajeno,’ o ‘sentido intelectivo,’ el hombre capta a través de la percepción, el concepto que no transmiten los fonetismos. Necesitamos de los conceptos para poder juzgar; percibirlos para que el alma entre en actividad. El instrumento es el sentido intelectivo, sentido tan bien definido como el olfato o el gusto, por ejemplo. Para expresar mis pensamientos me valgo del lenguaje, y aunque éste tenga su propio contenido perceptivo, puede servir, no obstante, de transmisor de mis pensamientos; lo que importa es mantener nítidamente separados el lenguaje y el pensamiento, y sus dos órganos sensorios correspondientes. Otros vehículos son asimismo expresión del pensamiento: los gestos, por ejemplo. Cuando gesticulo, el otro comprende mi pensamiento a 25 Steiner, Rudolf. ‘Filosofía de la libertad.’ [GA004:__:__] [n. del pr.] través de este ‘lenguaje,’ y así se cumple mi deseo. Si le pregunto algo, sacude la cabeza y, mediante este gesto le habré comprendido: tal vez no hizo más que fruncir las cejas casi imperceptiblemente: pero yo capté la respuesta con la ayuda de mi ojo y el sentido cinestésico. Dos personas de idiomas diferentes pueden expresar sus ideas en amplia medida por medio de gestos y ademanes; y todavía existe otra posibilidad de transmitirlos: la escritura o el símbolo. Si alguien me pregunto algo, puedo responder diciendo ‘sí,’ o mover simplemente la cabeza en señal de afirmación, o escribir un ‘si’ gráfico en una hoja de papel. En cualquiera de los tres casos, mi congénere me habrá entendido mediante su sentido intelectivo: en el primer caso, mediante la ayuda de sus sentidos auditivo y verbal; en el segundo y tercero, del visual y del cinestésico. Los japoneses, coreanos y chinos, hablan idiomas diferentes, pero tienen los mismos símbolos para sus conceptos y representaciones, y así, si bien la palabra ‘árbol’ es distinta oralmente entre ellos, expresan este concepto con un solo símbolo. También en Occidente tenemos algunos símbo- los internacionales para los mismos conceptos: la~ cifras, por ejemplo. La combinación de tres lineas rectas —una horizontal, otra vertical, y otra inclina- da— nos da el ‘4’ que todos interpretamos. En esta interpretación intervienen la vista, el sentido cinesté- sico y el intelectivo. Más aún, también la percepción directa de los pensamientos de otra persona es una experiencia que ocurre con cierta frecuencia; presupone un organis- mo conceptual idéntico o’ muy parecido, así como cierta afinidad psíquico-espiritual. Puede suceder en
  • 22. Willi Aeppli 20 El organismo sensorio, su atrofia y cultivo el profanador de textos estos casos de mi compañero responda a la pregunta que le formulé en silencio, ‘mentalmente.’ Por medio de mi sentido intelectivo percibo, pues, una interioridad ajena a mí, exterior, pero que se insertó en mi propio organismo conceptual. Propiamente percibo, de los conceptos que en otro existen, solamente lo que ya late como contenido anímico en la propia alma, más o menos lentamente. Dos personas de ideologías completamente dis- tintas, es decir, con organismos conceptuales radical- mente diferentes, difícilmente podrán entenderse, a pesar de recurrir a su sentido intelectivo. Insistamos una vez más en la diferencia funda- mental que existe entre el desarrollo de nuestros pensamientos y la percepción de los pensamientos ajenos. Ya en su ‘Filosofía de la Libertad’ Rudolf Steiner llamó la atención sobre el hecho de que el hombre, cuando escucha atentamente deja, como si dijéramos, en suspenso su propio pensar y en su lu- gar coloca lo percibido, el pensar del otro; desapare- ce así la separación de las dos esferas de consciencia. Sólo cuando el sentido intelectivo funciona sana- mente. nace el diálogo humanamente satisfactorio, y presupone que ambas partes son capaces de percibir, con sus cuatro sentidos superiores y en la forma desinteresada que hemos mencionado, la inflexión de la voz, el habla, los pensamientos, y el yo de la otra persona. Pero no nos limitamos a esto: juzgamos, por con- siderarlo ‘nuestro derecho,’ a nuestro congénere. Sin que esto deje de ser cierto. este derecho sólo es bue- no si mi juicio se apoya en lo que han percibido mis cuatro sentidos superiores, actitud que dista mucho de ser la habitual, según nos enseña la experiencia. Si, por ejemplo, digo “Huelo algo” o “Algo no es de mi gusto,” estor juzgando con base en los senti- dos medios que, ya sabemos, se caracterizan por su fuerte matiz emotivo: si mis sentidos cognoscitivos no están suficientemente desarrollados, echo mano, con tanta mayor intensidad, a esos :sentidos emoti- vos y juzgo con base en ellos a mis congéneres. Respecto a personas de este tipo dice Rudolf Steiner: no captan ni su prójimo, ni su yo, ni pensa- miento alguno; perciben como si bebieran vinagre o algún vino de casta. Es fácil darse cuenta que muchas personas no saben nacer uso correcto de sus sentidos superiores y que existe un cierto desorden en esta región de su organismo sensorio: su desarrollo y cultivo depende de la educación en el niño; de la autoeducación, en el adulto. Los animares carecen de estos sentidos cognosci- tivos y, por consiguiente, son incapaces de ,percibir nada en forma puramente objetiva: y así todo lo han de ‘calificar’ mediante sus sentidos medios. El hombre desciende hacia ellos si deja de desa- rrollar, como es debido, esos sentidos superiores. Sentido del yo ajeno Sin duda, he aquí el órgano sensorio más difícil de comprender; no podrá ‘aceptarse’ al primer intento. Razón de ello es la índole suprasensible del yo ajeno. Más todavía que para el sentido intelectivo, hemos de preguntar si reconocemos la existencia de un órgano sensorio para la percepción del yo ajeno. ¿No quedará refutada nuestra definición de lo que es la experiencia sensible? No cabe duda de que si incluimos el sentido del yo ajeno entre los sentidos humanos, hemos de ampliar considerablemente nuestro concepto del organismo sensorio. Sobre el sentido verbal y el auditivo hemos hecho ya consideraciones similares a propósito de su estudio, pero es que sin aceptar el sonido, fonema, concepto, y yo ajeno como realidades, sin tener consciencia de que son los órganos sensorios los que permiten que estas realidades entren en el campo ‘de nuestra experiencia sensible, seria muy deficiente nuestro conocimiento de ese organismo. Hemos de demarcar en tres direcciones la percep- ción del yo ajeno: - primero, por no tratarse de la percepción del propio yo; - segundo, por no tratarse de una experiencia suprasensible de índole imaginativa; y, - tercero, por no ser una deducción lógica basa- da en determinada percepción sensoria. Para destacar los rasgos diferenciales del sentido del yo ajeno, vamos a atenernos a los textos exactos de Rudolf Steiner: Así como no vemos por deducción, ni tampoco oímos por deducción, asimismo no descansa en una deducción la percepción del yo ajeno; es una verdad inmediata, realmente autónoma, que se capta independientemente del ver al prójimo y del oír los sonidos que emite. Además del oír su habla, del ver su físico, del percatarnos de sus gestos… percibimos en forma inmediata el yo, y así como el sentido visual nada tiene que ver con el auditivo, así tampoco la percepción del yo ajeno está vinculada con el visual, ni con el auditivo,