Trabajo de nivel de 1BACH para la asignatura de Lengua y literatura.
Recopilación de anécdotas sobre Francisco de Quevedo y su vida amorosa. Anécdotas como: La mujer del Balcón y La Reina Roja.
2. En cuanto a su vida amorosa, Quevedo era bastante misógino*,
aunque contrajo matrimonio en 1634 con la viuda Esperanza
Mendoza y de la Cabra, de la que se separó unos meses después del
enlace. No tuvo hijos.
*Su poesía posee aspectos muy peculiares como por ejemplo, la misoginia que demuestra en
muchos de sus poemas. Este aspecto de la poesía del autor ha sido estudiado por muchos
intelectuales y especialistas literarios, y aunque aun hoy en día no podamos conocer la
verdadera causa de este odio hacia las mujeres poseemos diferentes teorías. La gran mayoría
de estudios sobre este tema, atribuyen este odio a los grandes complejos físicos del autor, ya
que era cojo, miope y feo, y a una autodefensa hacia las mujeres ya que era muy
enamoradizo y le aterraba ser rechazado. Otros tantos creen que Quevedo era un hombre
muy cristiano y temía el pecado.
3. Entre sus famosas anécdotas se encuentra la que le sucedió al encontrarse
con una mujer en un balcón. La mujer, al ver al escritor, comenzó a
insinuarsele hasta que llegó a un punto en el que Quevedo subió al balcón
gracias a una polea que había. Lo que ignoraba es que a la mujer le
acompañaban unos amigos, que eran quienes tiraban de la polea y que todo
era una broma. Cuando recorrió la mitad del tramo que va desde la calle al
balcón, dejaron al escritor colgado mientras los amigos de la mujer se reían
de él. Esta situación causó gran espectación entre los viandantes, lo que
alertó a la guardia nocturna. Cuando llegaron a instaurar el orden
preguntaron:
¿Quién vive?
Soy Quevedo, que ni sube, ni baja, ni está quedo
La mujer del Balcón
4. Anécdota de la reina coja
Esta historia cuenta que en una de las noches que pasaba Quevedo junto a sus amigos, y tras
una tupida , surgieron los retos y apuestas.Y una de ellas salpicó a Quevedo:
– ¡Quevedo! Tú que de cuando en cuando visitas la corte como poeta. A que no tienes lo que
hay que tener para llamarle coja a la reina”. Por todo el pueblo era sabido que la reina Isabel de
Borbón era coja.
Quevedo se quedó pensativo, y tras uno unos segundos respondió:
– ¿Y qué me das si lo hago?
– Te pagamos otra cena como esta.
Y a riesgo de ser encerrado en prisión por su atrevimiento espetó:
– Hecho
Y así al día siguiente cuando se dirigió a Palacio a su encuentro con los Reyes, se presentó en el
trono de la reina portando un clavel en su mano izquierda y una rosa en su mano derecha, y
acercándose a ella le dirá:
5. -Quevedo era un gran fumador y un apasionado de la caza.
-Otras “aficiones” que muchos de sus enemigos no dudaron en proclamar a los
cuatro vientos fueron la bebida y los prostíbulos, lugares que por lo visto el
bueno de Quevedo visitaba con notable frecuencia.
-Su ingenio no descansaba en ningún momento, de hecho fabricó varios
artilugios para seguir leyendo mientras comía y también para poder trabajar y
leer cuando permanecía en la cama.
-Al morir contaba con una magnífica biblioteca personal de más de 5.000
volúmenes.
-Siempre portaba sus característicos anteojos, un elemento tan unido a su
persona que la propia RAE terminó por aceptar la palabra «Quevedos» para
referirse a «Lentes de forma circular con armadura a propósito para que se
sujete en la nariz«.
CURIOSIDADES
6. curiosidades
-Cuando viajaba siempre llevaba consigo unos 100 libros de lectura.
-Resultó desterrado de Madrid varias veces.
-Cuando regresaba a casa después de una noche de parranda tenía la
costumbre de pasar por la Calle del Codo y orinar en ella.
-Fue un reconocido misógino y xenófobo.
-Su enemigo más conocido fue el también escritor Luis de Góngora. Ambos se
cruzaban dardos y palabras a través de sus escritos. De hecho, se dice que
Francisco Quevedo adquirió la casa donde Góngora estaba alquilado con la
única finalidad y propósito de dejarlo en la calle, una vivienda que el propio
Góngora definió como “Una casa del tamaño de un dedal y, en el precio, de
plata”.
-Quevedo hablaba perfectamente latín, griego y hebreo y algo de italiano,
francés y árabe