La ley de 1974 otorgó autonomía al Banco Nacional de Fomento y lo estableció como una entidad financiera de desarrollo autónoma con personalidad jurídica. Hasta 1999, el banco enfrentó dificultades que impidieron cumplir eficientemente su rol de banca de desarrollo, reflejado en estancamiento crediticio, bajos niveles de recuperación y problemas de liquidez. La administración implementó acciones para revitalizar su estructura financiera y retomar su papel de intermediario financiero importante.