Leona Vicario fue una heroína de la independencia mexicana que apoyó la causa de la independencia de México de España a través de múltiples medios, como actuar como mensajera de los insurgentes y darles refugio, dinero y medicinas. Fue arrestada y encarcelada por sus actividades, pero logró escapar. Continuó colaborando con la insurgencia y acompañando a su esposo Andrés Quintana Roo, quien también apoyaba la causa. Después de la independencia de México, el gobierno reconoci
1. INVESTIGACION DE PERSONAJE QUE HIZO PARTE DE LA PATRIA
(LEONA VICARIO)
AREA: CULTURA
DOCENTE:
PRESENTADO POR:
STEPHANIE PAOLA CANO TAPASCO
INSTITUTO TECNOLOGICO EMPRESARIAL COLOMBIANO INTECOL
JUNIO 2021
2. Leona Vicario
(Leona Vicario Fernández de San Salvador; ciudad de México, 1789 - 1842)
Heroína de la independencia mexicana. Esposa del escritor y político Andrés
Quintana Roo, apoyó con todos los medios a su alcance la causa de la
independencia, exponiéndose a multitud de riesgos y penurias.
Leona Vicario
Hija del comerciante español Gaspar Martín Vicario, natural de Ampudia
(Palencia), y de la criolla Camila Fernández de San Salvador y Montiel, recibió
los nombres de María de la Soledad, Leona y Camila. Quedó huérfana y
permaneció desde muy pequeña bajo la custodia de su tío, el doctor en leyes
y respetable abogado Agustín Pomposo Fernández de San Salvador. Gracias
a la posición familiar y a los bienes heredados de sus padres, que quedaron
bajo la cuidadosa administración de Agustín Pomposo, Leona adquirió una
esmerada educación; cultivó las ciencias, las bellas artes, la pintura, el canto
y la literatura.
Agustín Pomposo se había dado a conocer siendo muy joven al redactar una
oda titulada Sentimientos de la Nueva España por la muerte de su virrey D. Antonio María
Bucareli, y posteriormente, en 1787, con unos versos titulados La América
llorando por la temprana muerte de D. Bernardo de Gálvez, demostró una sentida y
profunda inclinación por la monarquía y sus representantes. La invasión
napoleónica y los reveses de la realeza, que desataron la Guerra de la
Independencia española, pusieron a prueba su talento poético hasta que tuvo
que enfrentarse con los que consideraba "desgraciados" intentos de
levantamiento y rebelión por parte del cura Miguel Hidalgo. En esa ocasión
3. escribió una Memoria Cristiano-Política sobre lo mucho que la Nueva España debe temer
de su desunión (1810).
De acuerdo con sus biógrafos, Leona creció en virtud y sabiduría, pero dotada
de un espíritu rebelde y libre que no admitía ninguna tutela que impidiese su
desarrollo, en un clima de apertura a todas las novedades, tanto en lo que
se refería a sus lecturas como a sus amistades y actividad social. En el bufete
de su tío y tutor trabajaba como pasante en leyes Andrés Quintana Roo, recién
llegado de Yucatán, de quien se enamoró y con quien colaboró, llena de
entusiasmo, en favor de la protesta criolla por los acontecimientos que se
sucedieron en Nueva España a partir de 1808. Entre otras actividades, desde
1810 actuó como mensajera de los insurgentes, dio cobijo a fugitivos, envió
dinero y medicinas y colaboró con los rebeldes, transmitiéndoles recursos,
noticias e información de cuantas novedades ocurrían en la corte virreinal.
Ferviente proselitista de la causa insurgente, a finales de 1812 había
convencido a unos armeros vizcaínos para que se pasaran a su bando,
trasladándose a Tlalpujahua (localidad en la que estaba instalado el
campamento de Ignacio López Rayón), donde se dedicaron a fabricar unos
fusiles "tan perfectos como los de la Torre de Londres", según Carlos María
Bustamante. Poco después, las autoridades interceptaron a uno de sus correos,
el cual la delató, por lo que fue vigilada y seguida cada vez más de cerca.
Finalmente, en marzo de 1813, la Real Junta de Seguridad y Buen Orden
(creada al producirse el levantamiento de Dolores) decidió intervenir y le
instruyó un larguísimo proceso en el que fueron apareciendo las piezas y
documentos que la inculparon gravemente, entre otros los relativos a sus
intentos de huida para pasarse al campo de los rebeldes. Para escándalo de
su tutor, se la internó en el Colegio de Belén de las Mochas; allí fue sometida
a interrogatorio y se presentaron las pruebas y diligencias judiciales que
figuran en las Actas reproducidas por su biógrafo Genaro García. Según este
historiador, "su simple lectura convence del valor y nobleza excepcionales de
Leona, cuya actitud parece muy superior a la de tantos insurgentes que se
hallaron en parecidas circunstancias".
Declarada culpable, en lugar de enviarla a la cárcel de corte se la mantuvo
presa en el mismo Colegio de Belén, hasta que el 23 de abril de ese año la
liberó un grupo de caballeros bajo el mando de Andrés Quintana Roo, quien
la mantuvo oculta por unos días y forzó más tarde su salida de la capital,
simulando ser arrieros que conducían un atajo de burros cargados con cueros
de pulque. Leona, con la cara y los brazos pintados de negro, y unas cuantas
mujeres, vestidas también de negro, marchaban sentadas sobre unos
huacales. Los cueros y las hortalizas, al parecer, iban cargados de tinta de
4. imprenta, además de letras y moldes de madera para la confección del
periódico de los rebeldes. Empeñada en seguir colaborando con la
insurgencia, huyó de la capital con destino al campamento de Tlalpujahua.
A partir de entonces su vida coincidió con la del intelectual y político
yucateco, siempre al servicio de la insurgencia y del Congreso Insurgente.
En la ciudad de Oaxaca, recién liberada por José María Morelos, se encontró con
el resto de sus amigos, entre ellos Carlos María Bustamante, quien escribió
a Morelos contándole las aventuras de la joven. Se conocen las cartas que el
líder insurgente envió a Leona desde Chilpancingo; preocupado por su
situación, decidió recompensarla con una asignación económica en nombre
del Supremo Congreso, más tarde ratificada y aprobada por el propio
Congreso, el 22 de diciembre de 1813.
Siguiendo al Congreso que, forzado por la persecución de los realistas,
peregrinó de una población a otra a lo largo de 1814 y gran parte de 1815,
se mantuvo Leona acompañando a su marido, éste en condición de diputado
y enseguida vicepresidente y presidente en funciones de la asamblea
popular, mientras se elegía generalísimo a Morelos, se proclamaba la
Independencia de la América mexicana y se daba a conocer en Apatzingán
el texto completo de la Constitución de México. Leona siguió colaborando y
trabajó en la confección de los periódicos que se publicaban gracias al
impulso de Quintana Roo: El Ilustrador Americano y el Semanario Patriótico
Americano.
Finalmente, capturado y muerto José María Morelos y disuelto el Congreso
por las propias facciones insurgentes enfrentadas, Leona y su marido se
escondieron en la zona de Michoacán, rechazando los repetidos indultos que
les llegaban desde la capital, donde su tío Agustín Pomposo seguía con
pesadumbre y resignación las peripecias de su sobrina, tratando de influir
primero en el ánimo del general Félix Calleja y más tarde en el virrey Ruiz de
Apodaca.
Delatados en 1817, Leona fue capturada en una cueva, junto a Achipixtla,
cuando acababa de dar a luz su primera hija, a la que pusieron por nombre
Genoveva, en recuerdo de la de Brabante. En esta ocasión, la petición de
clemencia en favor de su esposa formulada por Quintana Roo, que prometió
entregarse, fue aceptada por el virrey. De este modo se acogieron a su
indulto y fueron confinados en la ciudad de Toluca, donde permanecieron en
completo retiro hasta 1820.
5. En julio de este año se celebró en Toluca el feliz acontecimiento de la jura de
la Constitución de Cádiz, con cuyo motivo escribió Leona Vicario un poema
titulado La libertad y la tiranía. En agosto de este mismo año regresaron a la
ciudad de México y, consumada la independencia y en compensación por la
pérdida de sus bienes familiares, el Congreso de la República concedió a
Leona Vicario, en la sesión celebrada el 8 de agosto de 1823 y como
respuesta a la representación elevada por ella misma, una liquidación en
metálico y una hacienda de labor, pulque y ganado llamada Ocotepec, en los
llanos de Apam, además de tres casas en la ciudad de México.
En 1827 el Congreso del Estado de Coahuila y Texas acordó que la villa de
Saltillo se denominase en adelante Leona Vicario, constando en el expediente
de concesión la respuesta agradecida de "la mujer fuerte de la
Independencia", como ya era por entonces conocida. Más tarde, con una
segunda hija a la que llamaron Dolores, en recuerdo de la villa en la que
Hidalgo proclamó la rebelión de 1810, siguió las vicisitudes políticas,
periodísticas y poéticas de su esposo, a quien defendió y por quien peleó
cuando el presidente Anastasio Bustamante decidió su persecución y condena
como represalia por las campañas de prensa que se difundían desde El
Federalista, editado gracias a los recursos de Leona.
Fue muy comentado el incidente ocurrido en febrero de 1831, cuando
algunos policías secretos visitaron su casa, en busca de complicidades y
como maniobra de intimidación, lo que le motivó a solicitar una entrevista
con Bustamante y a enviar unas cartas de protesta ante El Sol, el periódico
oficial. A estas protestas contestó El Sol pocos días después: "En prueba de
imparcialidad insertamos hoy una carta que nos ha dirigido la señorita (sic)
doña Leona Vicario, esposa de don Andrés Quintana Roo, a la cual dio
cosquillas una visita hecha por dos jefes de cuya educación y sentimientos
no es creíble fueran a la casa de dicha señora a cometer faltas y mucho
menos crímenes…"
Pocos días después El Federalista publicó una larga relación de lo sucedido
suscrita por la esposa ofendida. Ello dio lugar a una larga polémica de prensa
en la que intervinieron El Sol, El Registro Oficial y el propio secretario de
Relaciones, Lucas Alamán, líder indiscutible del partido en el poder, a quien
Quintana Roo acusaba de "querer ultrajar un nombre respetable".
La carta firmada por Leona y dirigida a Alamán, fechada el 2 de abril, está
llena de hermosos conceptos de elevado patriotismo: "Mi objeto en querer
desmentir la impostura de que mi patriotismo tuvo por origen el amor, no es
otro que el muy justo deseo que mi memoria no pase a mis nietos con la fea
nota de haber yo sido una atronada que abandoné mi casa por seguir a un
6. amante… Todo México supo que mi fuga fue de una prisión y que ésta no la
originó el amor, sino el haberme apresado a un correo que mandaba yo a los
antiguos patriotas… Confiese usted, señor Alamán, que no sólo el amor es el
móvil de las acciones de las mujeres: que ellas son capaces de todos los
entusiasmos y que los deseos de gloria y libertad para la patria no les son
unos sentimientos extraños; antes bien suelen obrar en ellas con más vigor.
Son más desinteresados y parece que no buscan más recompensa que la de
que sean aceptados."
En 1833 Quintana Roo fue nombrado secretario de Justicia de un gobierno
liberal, y aunque renunció meses después por disentir de las decisiones que
tomaba el partido del general Santa Anna, desde 1835 y hasta el final de su
vida permaneció como Magistrado de la Suprema Corte de Justicia. Pocos
años después, el 21 de agosto de 1842, falleció Leona Vicario en la ciudad
de México, rodeada de su esposo y de sus dos hijas. Hasta el final de su vida
había seguido escribiendo y opinando, tanto en las páginas de El Federalista
como en las tertulias literarias y políticas que había sabido impulsar y a las
que asistió siempre lo más granado de la sociedad liberal. Reposó
inicialmente, junto con los restos de Quintana Roo, en la Rotonda de los
Hombres Ilustres, pero desde 1910 sus cenizas se encuentran depositadas
en la cripta de la Columna de la Independencia, en el Paseo de la Reforma.