El Imperio Bizantino tenía una organización teocrática donde el emperador era el representante de Dios en la Tierra y estaba reforzado por funcionarios y un ejército. La sociedad estaba jerarquizada en varios grupos sociales y la economía se basaba principalmente en la agricultura de latifundios controlados por la nobleza y el clero, así como en la industria textil de seda estatal.