El documento resume las posibles consecuencias económicas del Brexit. En primer lugar, habrá un impacto negativo inicial en los mercados financieros y la economía británica debido a la incertidumbre. Sin embargo, a más largo plazo, el Brexit podría desencadenar fuerzas deflacionarias en la UE y Gran Bretaña al debilitar la economía europea y británica a través de menores inversiones, comercio e inestabilidad política en otros países de la UE.
1. Brexit: consecuencias e impactos
Yanis Varoufakis - Michael Roberts
El Brexit no protegerá a la Gran Bretaña del horror de una
Unión Europea en vías de desintegración
Yanis Varoufakis
Ganó el Leave, salir, porque demasiados votantes británicos identificaron a la UE con
autoritarismo, irracionalidad y desprecio de la democracia parlamentaria, y porque
demasiado pocos creyeron a los que sosteníamos que otra UE era posible.
Hice campaña a favor de un voto radical por el Remain, por quedarse, haciéndome eco de
los valores de nuestro movimiento paneuropeo Democracy in Europe
Movement (DiEM25). Visité distintas ciudades en Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del
Norte, buscando convencer a los progresistas de que disolver la UE no era la solución.
Sostuve que su desintegración desencadenaría fuerzas deflacionarias tales, que muy
probablemente significarán por doquiera una nueva vuelta de tuerca de la austeridad y que
terminarán favoreciendo alestablishment y a sus adláteres xenófobos. Junto con John
McDonell, Caroline Lucas, Owen Jones, Paul Mason y otros, abogué por una estrategia de
permanecer, pero contra el orden y las instituciones establecidos.
Contra nosotros se levantaba una alianza fraguada entre:
- David Cameron, cuyos amaños con Bruselas traen a la memoria de los británicos todo lo
que desprecian en la UE;
- el Tesoro y su grotesco alarmismo pseudoeconométrico;
- la City, cuya insufrible arrogancia ensimismada puso a millones de votantes contra la UE;
- Bruselas, tenazmente empleada en aplicar su última tortura del “submarino” y el
simulacro de asfixia a la periferia europea;
- el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, cuyas amenazas a los votantes
británicos galvanizaron el sentimiento antialemán;
- el penoso gobierno socialista francés;
- Hillary Clinton y sus alegras muchachos atlantistas, dibujando una UE incluida en otra
peligrosa “coalición de voluntades”;
2. - y el gobierno griego, cuya persistente capitulación ante la punitiva austeridad de la UE tan
difícil nos hacía convencer a la clase obrera británica de que sus derechos estaban
protegidos por Bruselas.
Las fuerzas subterráneas insidiosas que se verán activadas ahora
Las repercusiones del voto serán calamitosas. Pero no serán aquellas contra las que
repetidamente advertían Cameron y Bruselas. Los mercados no tardarán en estabilizarse, y
las negociaciones probablemente llevarán a una solución de tipo noruego, lo que permitirá
al próximo parlamento británico encontrar la vía hacia algún tipo de arreglo tomado de
común acuerdo. Schäuble y Bruselas patalearán y resoplarán, pero, inevitablemente,
buscarán un compromiso de este tipo con Londres. Los Tories se mantendrán unidos, como
siempre, guiados por el potente instinto de su interés de clase. Sin embargo, a pesar de la
relativa tranquilidad que seguirá al actual shock, se activarán fuerzas subterráneas
insidiosas dotadas de una formidable capacidad para infligir daños a Europa y a la Gran
Bretaña.
Ni Italia, ni Finlandia, ni España, ni Francia ni, desde luego, Grecia son sostenibles bajo las
actuales condiciones. La arquitectura del euro es garantía de estancamiento y está
profundizando la espiral deflacionaria de deuda que fortalece a la derecha xenófoba. Los
populistas en Italia, en Finlandia, posiblemente en Francia, exigirán referéndums u otras
sendas de desconexión.
El único hombre con un plan es el ministro alemán de finanzas. Schäuble ve en el pánico
post-Brexit su gran oportunidad de poner por obra una unión permanentemente austeritaria.
Las zanahorias vienen en forma de un pequeño presupuesto de la eurozona destinado cubrir
parcialmente el desempleo y los seguros de los depósitos bancarios. El palo será un poder
de veto sobre los presupuestos nacionales.
Si yo estoy en lo cierto y el Brexit lleva a la construcción de una jaula de hierro austeritaria
permanente para los estados miembros que permanecen en la UE, hay dos posibles
resultados. Uno es que la jaula de hierro se sostenga, en cuyo caso la austeridad
institucionalizada exportará deflación a Gran Bretaña, pero también a China (cuyo ulterior
desestabilización tendrá a su vez negativas repercusiones en Gran Bretaña y en la UE).
Otra posibilidad es que la jaula se rompa (por abandono de Italia o de Finlandia, por
ejemplo), resultando finalmente en el abandono por parte alemana de una eurozona en
colapso. Pero eso convertirá a la nueva zonaDeutschmark –que probablemente se extenderá
hasta la frontera ucraniana— en una gigantesca máquina generadora de deflación (puesto
que la nueva moneda se disparará al alza, y las fábricas alemanas perderán mercados
internacionales). Gran Bretaña y China tendrían, bajo ese escenario, mayores posibilidades
aún de ser alcanzadas por un shock deflacionario todavía mayor.
El horror de esos posibles desarrollos, de los que el Brexit no protegerá a Gran Bretaña, es
la razón principal de que yo y otros miembros del DiEM25hayamos tratado de salvar a la
UE del establishment que está llevando al europeismo al abismo. Yo dudo mucho de que, a
pesar del pánico que han sentido tras el Brexit, los dirigentes de la UE sean capaces de
aprender la lección. Seguirán parloteando de la democratización de la UE y seguirán
3. imponiéndose a través del miedo. ¿Puede sorprender que tantos progresistas británicos
hayan terminado dando la espalda a esta UE?
Aunque yo sigo convencido de que el Leave era la opción equivocada, me congratulo de la
determinación del pueblo británico para enfrentarse a la disminución de soberanía
democrática causada por el déficit democrático de la UE. Y me niego a sentirme abatido,
aun contándome entre los perdedores del referéndum.
Lo que ahora deben hacer los demócratas británicos y europeos es aprovechar ese voto para
enfrentarse al establishment en Londres y en Bruselas con más ahínco que antes. La
desintegración de la UE corre ahora a toda velocidad. Tender puentes por toda Europa, unir
a los demócratas a través de todas las fronteras y de todos los partidos; eso es lo que Europa
necesita más que nunca para evitar deslizarse hacia un abismo xenófobo y deflacionario
como el de los años 30 del siglo pasado.
El impacto de Brexit
Michael Roberts
Bueno, me equivoqué. Creí que los británicos votarían a favor de permanecer en la UE,
aunque por poco. Pero han votado, por poco, salir. El índice de participación del 72% fue
mucho mayor que en las últimas elecciones generales de mayo de 2015 (67%), cuando el
partido conservador volvió al poder con una exigua mayoría de sólo 12 escaños. El Primer
Ministro David Cameron había logrado la victoria por los pelos gracias a la promesa de
convocar un referéndum sobre la pertenencia a la UE. Lo que bastó para debilitar el apoyo
electoral del euroescéptico Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), que había
obtenido más del 20% de los votos en las elecciones europeas y locales. Al aceptar un
referéndum, Cameron logró reducir la representación de UKIP a un sólo escaño en el
parlamento.
Pero esta táctica política ha fracasado. Cameron ha perdido el referéndum y ha anunciado
ya que dimitirá y que dará paso como primer ministro a un dirigente pro-Brexit para llevar
a cabo las tensas y tortuosas negociaciones con los dirigentes de la UE en otoño. Ganar las
elecciones así ha resultado un regalo envenenado, como sugerí.
Parece que un número suficiente de votantes ha creído los argumentos de los conservadores
pro Brexit y UKIP de que la culpa de lo que les pasaba la tenía “demasiada inmigración” y
un exceso de regulación de la UE (aunque Gran Bretaña ya es la economía más desregulada
de la OCDE). Nada que ver con la crisis capitalista global, la consiguiente larga depresión y
las políticas de austeridad del gobierno conservador.
Sí, muchos votantes no se tragaron los argumentos sobre la inmigración y la regulación;
pero fueron principalmente los jóvenes; los que vivían en las zonas multiétnicas como
Londres y Manchester y los hogares más acomodados en el sur urbano. No fueron
suficientes en comparación con los que votaron a favor de la salida. Es decir, los mayores,
los que viven en pequeños pueblos y ciudades, principalmente en el norte o en Gales, lejos
de Londres y de los “inmigrantes”, pero que han sufrido y mucho los trabajos mal pagados,
4. los recortes del sector público, las viviendas sin mantenimiento y el abandono de las calles
y de los servicios públicos.
Junto a ellos, los racistas acérrimos de la pequeña-burguesía y las pequeñas empresas, que
de nada se aprovechan del comercio con la UE o de su generosidad financiera. Creen que
les iría mejor de alguna manera con una vuelta a los viejos tiempos, cuando el imperialismo
británico se bastaba a si mismo ("recuperar de nuevo nuestro país"). Pero no será así porque
es muy probable que los escoceses, que rechazaron por muy poco en referéndum su propia
independencia en septiembre de 2014, y que votaron mayoritariamente permanecer en la
UE, ahora pedirán otro referéndum para abandonar el Reino Unido y permanecer en la UE
como un estado independiente. Volver a los viejos tiempos del imperialismo británico será
remontarse en el tiempo a antes de la unión de 1603, cuando Inglaterra-Gales y Escocia
tenían distintos monarcas.
¿Y ahora qué? Pues bien, los mercados financieros han reaccionado de forma natural con
pánico, el valor de la libra esterlina frente al dólar ha caído a su nivel más bajo desde 1985,
cuando había (otra) crisis del petróleo. Los precios de las acciones también se han
desplomado drásticamente. Pero se trata sólo de una reacción de sorpresa ante lo
inesperado. Cómo reaccionarán los mercados financieros en los próximos meses dependerá
del curso de las negociaciones (que podrían durar dos años o incluso más). Y de lo que
suceda a la economía del Reino Unido.
En notas anteriores, he subrayado la opinión casi unánime entre los economistas
convencionales de que Brexit podría perjudicar la economía del Reino Unido, tanto a corto
como a largo plazo. La mayoría cree que el Reino Unido entrará en recesión antes de que
finalice el año. ¿Por qué? Después de todo, con una libra más débil, los exportadores
británicos serán capaces de competir en precios en los mercados mundiales y europeos.
Seguramente se reducirá el peligrosamente elevado déficit exterior (el 7% del PIB) que el
capitalismo británico mantiene con el resto del mundo. Y el Banco de Inglaterra
proporcionará todo el crédito que bancos y compañías quieran y es posible incluso que
recorte las tasas de interés a cero para ayudar a las familias con sus hipotecas y a las
empresas con sus deudas.
Quizás - pero la historia ha demostrado que la devaluación de una moneda rara vez
consigue relanzar el crecimiento económico, la productividad e incluso el comercio de un
país. He citado en otra ocasión cómo los keynesianos se equivocaron cuando creyeron en
2001 que la devaluación del peso en Argentina relanzaría la economía: la Gran Recesión
pronto les desengañó.
Y durante la Gran Recesión, el Reino Unido dejó caer de manera espectacular la libra. Sin
embargo, las exportaciones no se recuperaron, y la economía nacional, impulsada por las
bajas tasas de interés y una burbuja de la vivienda, sólo consiguió un déficit por cuenta
corriente.
Y ese déficit tuvo que ser financiado con flujos de capital exterior: extranjeros que invierten
en la industria británica; la compra de acciones de empresas y bonos del Estado británicos;
y depósitos de dinero en efectivo en los bancos británicos para ganar intereses o reinvertir.
5. Pero la financiación ya había empezado a secarse por temor al Brexit. Y el Brexit ahora es
una realidad. La única forma de financiar el déficit será elevando las tasas de interés de los
depósitos y los bonos, no recortando las tasas.
Sin embargo, el déficit externo en realidad puede reducirse, no porque las exportaciones
mejoren, sino porque las importaciones de bienes y servicios extranjeros caigan. Porque si
la economía británica se estanca, las empresas y los hogares van a comprar menos del
extranjero, ya que los precios de las importaciones subirán con la caída de la libra esterlina
y puede haber inflación. Ello reduciría los ingresos reales de los hogares medios británicos.
Y los beneficios de una libra más débil también dependen de la demanda en otras partes del
mundo. Si la zona euro y la economía de Estados Unidos no crecen, puede que no basten
precios más bajos para que haya un aumento significativo en la demanda de exportaciones
del Reino Unido. Además, en los últimos años, las exportaciones británicas han demostrado
ser bastante inelástica. Las mercancías británicas tienden a ser bienes y servicios de mayor
valor añadido, menos sensibles a la variación de los precios que la ropa confeccionada.
Y esa es la verdadera cuestión. La devaluación en realidad sólo afecta a la demanda. La otra
parte de la ecuación es la oferta y la capacidad productiva. La devaluación no
necesariamente promueve la inversión y una mayor productividad. Hay quién incluso
defiende que la devaluación puede reducir el incentivo para ser eficiente porque se gana
competitividad sin el esfuerzo de aumentar la productividad. Lo que realmente importa es
lo que va a pasar con la inversión y la rentabilidad empresarial.
Los mayores costes de producción por las importaciones y la debilidad de la demanda en el
país y en el extranjero es probable que desalienten a las empresas británicas a la hora de
invertir en el país y que lo mismo les ocurra a los inversores extranjeros. Y la rentabilidad
general de las empresas británicas a finales de 2015 se situaba todavía por debajo del pico
de 1997, mientras que la rentabilidad del sector industrial clave para las exportaciones era
la mitad que en 1997.
Si el Reino Unido entra en recesión, la demanda de exportaciones de la UE (coches
alemanes, vino francés, ropa italiana etc.) va a debilitarse. Y una recesión en el Reino
Unido podría arrastrar también a la UE. Y ello en un entorno en el que el crecimiento
económico mundial se ha reducido a su nivel más bajo desde el final de la Gran Recesión,
en el que el crecimiento de los beneficios empresariales globales es cero y la inversión
empresarial está cayendo en muchas economías.
A largo plazo el Brexit no supondrá una gran diferencia para la salud del capitalismo
británico, pero en este momento podría ayudar a acelerar una nueva recesión mundial. Y
tendría un impacto mucho mayor en las vidas de los que votaron a favor del Brexit que los
supuestos problemas como la inmigración “descontrolada” o las regulaciones de Bruselas.
- Yanis Varoufakis, exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es Profesor de política
económica en la Universidad de Atenas. Su libro El Minotauro Global fue publicado en castellano
por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada.
6. - Michael Roberts, es un reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la
City londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.