1. BREXIT(2): UNA CENA ENVENENADA.
Manfred Nolte
El psicodrama británico abre el telón, narra sus primeros pasos y dibuja a sus
personajes. Bruselas ha editado un decálogo en respuesta a la carta-arenga de la
primera mandataria del Reino Unido. Las trincheras provisionales están
trazadas. En la Isla entretanto se convocan elecciones generales para reforzar la
autoridad negociadora de la primera Ministra. Y como también tocan elecciones
locales, doble ejercicio gimnástico ante las urnas. En estas últimas UKIP el
partido independentista de Nigel Farage, el histriónico y dimitido embajador del
‘out’ se va esfumando para demostrar una vez más que lo improbable no es
imposible: quienes han llevado al Reino Unido a la secesión desaparecen. Ahora
se reclama el apoyo mayoritario a quien no quería marcharse, el partido ‘tory’
conservador, para que se marche a regañadientes pero con autoridad soberana.
Las apariencias engañan pero convencen, estamos en la era de la posverdad
reconvertida: los inocentes ejecutan a los verdugos y lo último que se dice es lo
que vale con independencia de todo lo asegurado con anterioridad.
Ahora resulta que Theresa May era eurófoba a la chita callando. Y como antes se
coge al mentiroso que al cojo, a las primeras de cambio se ha encontrado en la
tesitura de lanzar un mensaje de guerra a Europa, que mantiene unidos a los
conservadores de su país, asegurando que no hay división posible, que el Brexit
ganó, y que todos a una, Fuenteovejuna, deben aplicarse a la tarea de sacar el
máximo provecho de una decisión irreversible.
Pero vayamos repasado escenas y actos del sicodrama. El más reciente y que da
titulo a esta columna describe como una cena de cortesía se ha convertido en un
ágape envenenado. La referencia es inexcusable por la tensión que
circunstancialmente ha producido en los negociadores del Brexit y para
anticipar que este será cualquier cosa menos un camino de rosas.
2. El miércoles 29 de abril la primera Ministra británica invitó a un cena
restringida al Presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker en su
residencia londinense de Downing Street. Este último acompañado por Michel
Barnier y su adjunta Sabine Weyand, responsables europeos para las
negociaciones, y la anfitriona, por el Ministro del Brexit David Davis. Tiempo
atrás ambos mandatarios, May y Juncker habían convenido en la oportunidad
de propiciar encuentros personales cada seis semanas, orientativamente. La
vista tenía todo el sentido.
La recepción de la cena fue cordial, su desarrollo correcto en las formas , y el
diálogo respetuoso en tonos y en turnos. El efecto secundario de las dosis
informativas intercambiadas, del fondo, solo hizo efecto en el momento de la
despedida. Con gesto afligido Jean-Claude Juncker confesó a la primera
ministra británica que se marchaba “de Downing Street diez veces más escéptico
de lo que se sentía con anterioridad al encuentro”. “Diez veces más escéptico” es
una expresión que ha sorprendido incluso a sus colaboradores más inmediatos.
Tanto más que Juncker es un tipo fajado en mil batallas diplomáticas y en
arduas negociaciones intergubernamentales que en cualquier circunstancia
complicada es capaz de dar unas palmadas a sus adversarios y advertirles que
aun existe una solución posible.
Y es que, como ha revelado una amplia filtración del encuentro publicada en las
páginas del ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’, no hubo consenso ni en uno solo
de los temas tratados: en torno a la situación de los tres millones de residentes
europeos en el Reino Unido y el millón de británicos en la Unión europea; los
ritmos y calendarios de las negociaciones; la confidencialidad o la transparencia
de los avances de las acuerdos en cada momento; la prelación en el tiempo del
‘Exit’ sobre el ‘Brexit’, una línea roja del acta de los 27; la espinosa problemática
del ‘Protocolo 36’; la contribución pecuniaria británica pendiente: “65.000
millones” para Juncker, “ni un solo penique” para la primera ministra. A los
circunloquios de May “hagamos del Brexit una historia de éxito”, la réplica de
Juncker al advertirle que el Reino Unido tendrá la consideración de un ‘tercer
país’ para Europa, un estatus inferior al de Turquía y que, en consecuencia,
“Brexit no puede ser una historia de éxito”.
Y luego la despedida y la decepción indisimulada. Pero como Juncker no
percibió alteración alguna en el rictus de May, dio entrada en escena a la
Canciller Merkel, una voz que Londres sabe ser imposible de ignorar. Al día
siguiente, el jueves 30 de abril a las siete de la mañana Juncker contacta a
Merkel con su móvil y resume la cena de la víspera con el siguiente mensaje:
Theresa May vive en otra Galaxia y está rodeada de falacias. La primera ministra
alemana comparece seguidamente en el Bundestag, la Cámara baja de la
República, para pronunciar la siguiente advertencia: “Tengo la sensación de que
algunas personas en el Reino Unido están viviendo de ilusiones. Eso sería
tiempo perdido.”
La embajada verbal , como cabía esperar, produjo su efecto en los medios
británicos que calificaron las palabras de la líder germana como un ”discurso de
línea dura del Brexit”. También May se subió al carro de las declaraciones
advirtiendo que “llegará el momento en que estas negociaciones se volverán
3. muy tensas”, para concluir horas después en un acto de campaña, que el
Presidente de la Comisión Europea Jean-Claude Juncker será el próximo en
caer en la cuenta de que yo podría ser “una mujer condenadamente difícil”
(“bloody difficult woman”).
Como puede verse, una cena empachosa, que aun no ha sido digerida al
completo. Empezando porque ninguna de las dos partes entiende la
incontinencia verbal de actores o testigos y que reuniones tan relevantes se
filtren a un rotativo con pelos y señales. ¡Cosas veremos!