El documento resume la historia de la relación entre el Reino Unido y la Unión Europea, desde la incorporación del Reino Unido a la UE en 1973 hasta el acuerdo comercial pos-Brexit firmado en 2020. Explica que desde el principio la relación fue problemática, con el Reino Unido buscando privilegios dentro de la UE. El referéndum de 2016 resultó en un voto a favor del Brexit. Tras largas negociaciones, el Reino Unido finalmente dejó formalmente la UE el 31 de enero de 2020, aunque las negociaciones sobre la fut
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LA DESCONEXION BRITÁNICA.
Manfred Nolte
En 1973, con la incorporación del Reino Unido, Dinamarca e Irlanda como
nuevos miembros nacía la "Europa de los Nueve". Desde muy pronto la relación
entre el Reino Unido (RU) y la Unión europea (UE), que obviamente surgió como
un pacto recíproco de conveniencia, se fue convirtiendo en una historia de
desamor y de desencuentros.
El jueves 23 de junio de 2016, los ciudadanos británicos votaron en referéndum,
por un margen reducido, su divorcio con Europa. Brotó el ‘Brexit’, la bandera que
los separatistas han ondeado sin desaliento, hasta convertir una utopía en una
triste realidad. Injustificable en el plano económico, los detractores del statu quo
proclamaban a los cuatro vientos las bondades del aislacionismo, reprobaban las
alarmas de Organismos públicos e Institutos de opinión con la sentencia de que
‘el pueblo británico está enfermo de tanto experto’.
Factores emocionales anclados en un secular sentimiento antieuropeísta y, sobre
todo, el creciente rechazo del hecho migratorio en zonas azotadas por la crisis de
2008 posicionó a millones de votantes dando preferencia al despecho y a las
falsas promesas sobre el análisis frío de los hechos. Despojando de su cartera a
dos primeros ministros, el ‘Brexit es Brexit’ amenazador de Theresa May fue
sustituido por el ‘hacerlo o morir’ (‘do or die’) del ultranacionalista Boris
Johnson. Johnson sucedió a May en un ambiente de máxima tensión. El
extenuante acuerdo alcanzado por la primera ministra con la UE en noviembre
de 2018 fue rechazado por el Parlamento británico una y otra vez lo que provocó
su dimisión, tras la rebelión de su propio gabinete.
La identificación de Johnson con el tema Brexit queda bien recogida en su
opinión sobre los seguidores del Nigel Farage, el líder del partido radical
independentista del RU (UKIP): “Sería demasiado fácil decir de ellos que son un
hatajo de energúmenos que se dejan llevar por la histeria antieuropea. Yo
también soy un poco energúmeno y Europa me pone bastante histérico”.
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El 31 de enero de 2020, en aplicación de las previsiones del articulo 50 del
Tratadode la Unión Europea, el RU activó su salida oficial de la UE. Se convino
en un plazo de 11 meses hasta finales de 2020 para sellar un acuerdo de salida,
evitando así una salida abrupta de Europa y quedar ambos bloques a merced de
las reglas de la Organización Mundial del Comercio. El caos mantuvo todas sus
opciones hasta el final, pero la víspera de navidad de 2020, se rubricó finalmente
el establecimiento de un ‘área de libre comercio’ entre dos entes soberanos y ya
independientes: el RU y la UE.
Las cosas han llegado a donde fatalmente tenían que llegar. Gran Bretaña nunca
fue un socio constructivo o un familiar amante de la casa común europea y no
cesó, durante su pertenencia a la Unión, de recabar de ella prebendas y
privilegios, en ocasiones rozando el chantaje o la intimidación. La oscura
intención del ministro Cameron al convocar el referéndum de 2016 que estaba
persuadido de ganar, no era otra que consolidar en el RU los extraordinarios
privilegios amasados sobre el resto de los países de la UE.
Gran Bretaña ya gozaba de dispensas en capítulos cruciales de la UE: exención de
pertenencia al euro, a la zona Schengen y a la carta de derechos fundamentales
de la UE. En 2016, Cameron amplió el catálogo de conquistas: el RU podría
limitar las prestaciones sociales a inmigrantes comunitarios durante cuatro años;
se aplicaría una normativa singular al sector financiero y en particular a la City
londinense; se aceptaba la iniciativa británica, de que los Parlamentos nacionales
pudiesen vetar normativas comunitarias siempre que se alcanzase el acuerdo del
55% de sus miembros; y en particular, el RU quedaba excluido de cualquier
iniciativa encaminada al objetivo de una Unión Económica.
Pero Cameron perdió.
Ahora, el acuerdo recién firmado resuelve algo, aunque mucho menos de lo que a
los británicos se les prometió en el referéndum. Solo ha sido un capítulo en el
interminable proceso de negociaciones que se abre. Y evidencia una de las
muchas falacias del Brexit, la que prometía, con la salida, romper con la UE, dejar
definitivamente de tratar o incluso de hablar con ella.
No se trata solo de abordar nuevos sectores, como el financiero, sustancial para
el RU y no incluido en el acuerdo comercial. Es que, según los términos de este,
cada vez que las partes (UE o RU) modifiquen sus normas de manera que
cualquiera de ellas se sienta en desventaja, habrá que sentarse y negociar.
Brexit es Brexit para rato.