El documento resume cuatro cortometrajes de Charles Chaplin: "Campeón de boxeo" (1915), "El emigrante" (1917), "El aventurero" (1917) y "El músico ambulante" (1916). Cada resumen describe la trama y los temas principales abordados en cada corto, incluyendo la lucha por la supervivencia, la desigualdad social, y la denuncia de los males de la sociedad a través de la comedia.
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CHARLES CHAPLIN 1ª EVALUACIÓN
Manuel González Riquelme
CAMPEÓN DE BOXEO (1915). ESSANAY (31 min.)
Charlot representa a “el vagabundo”, “el indigente” es un superviviente nato, como Ulises. Hay una línea de
continuidad entre Ulises, Diógenes “El perro”, Alonso Quijano, “el holandés errante”, Robinson Crusoe y “Charlot”.
Un personaje que pertenece al inconsciente colectivo que se manifiesta en un sujeto que aprovecha los mínimos
recursos para sobrevivir al borde, margen del sistema. En este corto lo vemos junto a un perro compartiendo
almuerzo. Hay un paralelismo entre la vida de Chaplin y el compañero con el que comparte almuerzo. La escuela
cínica que surgió en el siglo V a. C., con Antístenes, contemporáneo de Sócrates y Diógenes su discípulo, está
inspirada la naturaleza canina. El mismo Diógenes viendo a un niño que bebía con sus propias manos agua de un
riachuelo, arrojó lejos el vaso que le permitía cierta comodidad. Diógenes “el cínico”. Cínico viene de kinos que
significa “perro”. Chaplin, de igual modo, aprovecha el mínimo recurso para sacar el máximo rendimiento de la
indigencia. Chaplin es un Diógenes contemporáneo que al igual que su antepasado griego, denuncia los males de
una sociedad hipócrita. Cuando Diógenes aparece con una linterna encendida en el ágora, al mediodía y es
preguntado “¿qué haces con esa linterna, acaso no hay luz suficiente? ¿Es que no ves?” Diógenes responderá:
“busco a hombres, pues os miro a la cara y sólo veo peleles”. Chaplin hubiera respondido con la misma
contundencia. Nadie como él denunció los males morales de la sociedad norteamericana de principios de siglo, con
grandes desigualdades entre ricos y pobres entre capitalistas y asalariados. Recordemos en Tiempos Modernos
cuando Chaplin se convierte en un líder anarquista accidental.
El hombre anónimo que denunciara Engels, el hombre de la multitud de Edgar Allan Poe, inmerso en el flujo
continuo de de las multitudes, la marea humana en marcha hacia las fábricas de Eisenstein en El Acorazado
Potenkim. Chaplin en Luces de la ciudad intentando evitar que un gentleman se arroje al Hudson.
Ve un letrero que pone “se necesita sparring”. Entra en el gimnasio pero pronto advierte que algo no anda bien. Su
forma física no es la adecuada. Pero antes de entrar al gimnasio tropieza con una herradura que posiblemente le
traerá buena suerte. Ante el K.O técnico al que son sometidos los aspirantes, decide utilizar la herradura dentro del
guante de boxeo. Este recurso (la astucia del desvalido) le da éxito. Se va desprendiendo de sus rivales con una
rapidez asombrosa y es presentado como el próximo aspirante a campeón de los pesos medios. Charlot, eufórico
por el éxito suscitado se deja llevar para comenzar un severo entrenamiento. Aquí es cuando entra en escena la
chica (siempre hay una chica), la hija del entrenador Edna, de la que se ha enamorado. Hace todo lo posible por
retenerla. Ni siquiera el corredor de apuestas logra sobornarlo. Finalmente, gana el combate, y se queda con la
chica gracias a la ayuda desinteresada de su incansable perro.
EL EMIGRANTE (1917). MUTUAL (25 min.)
En este corto Chaplin reproduce su propia experiencia de “emigrante”, si queréis de apátrida. El constante flujo
migratorio de principios del siglo XX hacia Estados Unidos semejante al continuo flujo de inmigrantes que desde
África llama a las puertas del supuesto Primer Mundo. Los barcos cruzaban el Atlántico abarrotados de personas
que, al igual que las pateras, huían de la miseria y pobreza crónicas de las grandes urbes europeas, en busca de
una vida mejor. Chaplin conocía bien esta situación. El mismo era emigrante, vagabundo, fugitivo, superviviente
moviéndose siempre en esa frágil línea que, como el círculo de Wittgenstein, tenía que ser recorrida desde dentro.
Como el lenguaje. Es imposible salirse del lenguaje. Como es imposible salir de la trinchera. El lenguaje de la
pantomima, el mimo, el gesto, traza el dominio chapliniano del cual es imposible evadirse. El ambiente de
hacinamiento y de impotencia tuvo que haberle calado hondo, en la médula de los huesos. El sueño americano se
presentaba como una quimera llena de contradicciones. Para empezar, los emigrantes eran clasificados como
ganado según su lugar de procedencia, marcados tenían que esperar días en los muelles de Manhattan antes de
conseguir un visado de residencia. Muchos no conocían el inglés, Eran sometidos a test de inteligencia y muchos
eran repatriados al calificarlos de retrasados mentales. La situación era dramática tras semanas y meses de travesía
cuando las familias tenían que separarse quizás para no encontrarse nunca más. Como en el film Un Nuevo Mundo
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de Emanuelle Crialese, donde parte de la familia es repatriada por no considerarla apta para vivir en Estado Unidos
pero en la escena final los protagonistas se bañan en un río de leche y rosas.
Un barco se dirige a Nueva York: “el país de la libertad”. Esto es una ironía. A bordo, los emigrantes se hacinan
unos contra otro. Sin espacio para moverse denunciando las duras condiciones del viaje. En 1917, con la guerra en
Europa, todavía eran muchas las personas llegaban a Estados Unidos huyendo de los horrores de la guerra de
trincheras y el gas mostaza. Chaplin resultó ser un reflejo en el que millones de personas de cualquier parte del
mundo se mirarían. Aquél hombrecito con bombín, viejas botas, fino bastón de bambú, y ropas raídas se convirtió en
un icono en el que muchas personas se identificarían. Un antihéroe como el ingenioso hidalgo, Buster Keaton o
Corto Maltés.
La cámara centra su atención en una viuda y su hija. Cerca de allí, un grupo pasa el tiempo jugando a los dados. El
pequeño Charlot tiene suerte. Gana mucho dinero. Uno del grupo que ha perdido mucho dinero roba el dinero que la
madre guardaba en un bolsillo sujeto al cuello, la hija, entonces, llora desconsolada.
Chaplin, casualmente cae a su lado, advierte la situación delicada en la que se encuentran estas personas, en un
acto de generosidad introduce el dinero en la chaqueta de la chica sin que ésta se de cuenta. Un sobrecargo
observa la situación y confunde a Chaplin con un vulgar ladrón. Llama a la chica que mira en su bolsillo lleno de
dinero. La joven agradece a Chaplin su generosidad intuyendo un “continuará” más tarde, en las calles de New York.
La escena de la comida es divertidísima cuando los pasajeros en las mesas son incapaces de llevarse una cuchara
a la boca por el movimiento del barco.
La policía de aduanas acordona la zona. A Chaplin se le escapa una patada al funcionario por el trato denigrante al
que son sometidos. Una genial patada que le reportaría muchas críticas Debidamente clasificados abandonan el
barco.
La siguiente escena es en las calles de New York. El pequeño Charlot deambula por las calles sin dirección, con un
agujero en el estómago. De repente, tropieza con algo en el suelo, un penique, ¡Qué buena suerte para almorzar! Lo
guarda en el bolsillo pero está roto y se le cae al suelo. Entra en el restaurante y pide un menú. Se suceden una tras
otras escenas muy divertidas. De pronto se da cuenta que la chica que había conocido en el barco está en otra
mesa cerca de la suya. Él la invita a sentarse juntos y piden otro menú.
En una mesa vecina, un cliente paga su cuenta pero le faltan unos peniques y es sometido a una brutal paliza. A
nuestro protagonista le asaltan dudas respecto a su solvencia, se palpa el bolsillo del pantalón y advierte que ha
perdido el penique que garantizaba su almuerzo. Se suceden una serie de escenas divertidas relacionadas con este
contratiempo. El corto acaba cuando un tercer actor que dice ser artista y director de un proyecto entabla una
conversación con ellos proponiéndoles un trabajo. El camarero trae la cuenta de Charlot, el artista quiere pagar pero
Chaplin muestra una falsa cortesía al no permitirlo. Se produce un tira y afloja que termina con el consentimiento de
este personaje de que cada cual pague su cuenta. Éste último al pagar deja un penique de propina que le sirve por
fin a Chaplin para saldar su deuda. Quedan en verse al día siguiente pero Chaplin pide al empresario un par de
dólares de anticipo, el otro accede, de forma que Chaplin aprovecha la oportunidad para dirigirse con la joven Edna
a la oficina de licencias matrimoniales. Le pide la mano debajo de un enorme aguacero que amenaza con calarles
los huesos hasta que por fin ella lo permite con un gentil beso.
EL AVENTURERO (1917). MUTUAL (24 min.)
“La caza del hombre” es el título con el que comienza este genial corto. “La caza del hombre” o “la guerra de todos
contra todos” que observara Hobbes en el Leviatán, podría ser el titular de la América primisecular, de las modernas
sociedades postindustriales. Recordemos esa genial película de 1926 El mundo marcha de King Vidor, o aquella
otra de Billy Wilder El apartamento con el remake de la escena de los oficinistas mirando el reloj. También Tiempos
Modernos nos presenta una crítica al hombre atomizado, instrumento más de una cadena de montaje. Incapaz de
desprenderse de los tics aprendidos en el trabajo: apretar una tuerca, seleccionar una pieza, También ¿por qué no?
La caza del insurgente, del sedicioso, del sospechoso de…. Damasco, Bagdad o Basora. La policía busca a un
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hombre. De nuevo Chaplin representa a un fuera de la ley. Un outsider que se mueve por esa delgada línea que
separa lo políticamente incorrecto y el delito. ¿Quién no se ha sentido nunca víctima del sistema? En 1917 eran
muchos los personajes anónimos que se movían en esa intersección de caminos entre el bien y el mal.
Las playas de Los Ángeles sirven de escenario para una persecución policial de la que Chaplin logra salir. Se lanza
al mar. Consigue desprenderse de su uniforme de presidiario poniéndose el bañador de un pescador y nadar hasta
ponerse a salvo en la playa.
En la siguiente escena, una joven pasea acompañado de un señor que pretende cortejarla cuando se oyen gritos de
auxilio de alguien que está ahogándose: la madre de la chica. El primer reflejo de la joven es lanzarse al agua.
Tampoco ella se maneja bien entre las olas del Pacífico, de modo que Chaplin que había logrado ponerse a salvo en
la orilla, escucha los gritos de ayuda y sin dudar un momento salta al agua. El tipo que la acompañaba duda un
momento y cae también. Chaplin se convierte en un héroe circunstancial salvando a todos. “Escuché los gritos
desde mi yate”, comenta. Nuestro joven protagonista no sale bien parado de este incidente pues al intentar salvar de
nuevo al partner cobarde con intereses conyugales, recibe una patada que lo deja semiinconsciente en la playa. El
chofer de la dama lo rescata y acaba lo que podría ser la primera parte de esta historia.
La segunda parte comienza cuando Chaplin despierta en una habitación desconocida, cree que está en presidio. El
pijama a rayas y los barrotes de la cama lo confunden. Pero se encuentran en la casa de la joven y la madre
rescatadas. Chaplin pasa por ser un rico gentleman que alardea de buenos modales y exquisita educación. Hay una
fiesta para celebrar el exitoso salvamento. Fiesta a la que acude también su rival por hacerse con el corazón de la
chica. La joven presenta su padre al salvador, el juez Brown, quien parece conocer a Commodore Smart. Comienza
un pique entre ellos que acaba cuando el titular del periódico anuncia la fuga de un convicto. “Commodore Slick,
criminal fugado”. Chaplin se da cuenta de su complicada situación y retoca la foto con la barba y los bigotes del tipo
que le tenía tanta inquina. Acuden los tres a identificar la foto del sospechoso que ahora se parece bastante al
partner acusador, Chaplin exclama: “le aconsejo que se afeite”. A Chaplin se le va de las manos la situación cuando
éste último llama a la policía informando que el fugitivo está en la casa del juez Brown. Con la llegada de la policía
se suceden, de nuevo, las persecuciones a las que tanto recurría Chaplin para hacernos reír que acaban cuando
Chaplin logra zafarse de todo el mundo rompiendo el corazón de la chica.
EL MÚSICO AMBULANTE (1916) MUTUAL (27 min.)
Los primeros segundos del film presentan a Charlot. Las puertas volanderas de un salón dejan entrever dos botas
viejas que anuncian la entrada en escena de un personaje. La cámara sube hacia arriba, las puertas se abren y
aparece un hombrecillo con mostacho, bombín, chaquetilla y pantalones bombachos, debajo del brazo un violín: es
Charlot, el músico ambulante. El hombrecillo busca un lugar en la puerta del salón para tocar el violín. Un grupo más
numeroso aparece con más instrumentos, la competencia. Chaplin se anticipa, pasa el sombrero entre los clientes
del bar “hay que ganarse unos peniques”. El segundo grupo se dispone a hacer lo mismo, pero los clientes del local
los increpan y exclaman “¡otra vez!”. Hay una riña entonces entre músicos, dos son multitud. Alguien tiene que
ceder. Chaplin huye del lugar si no quiere ser linchado por sus competidores.
La siguiente escena es un interior. Unas señoras realizan sus tareas; la cámara se fija en una de ella que mira con
tristeza la foto de una niña. ¿Una niña desaparecida? Nada sabemos de momento sobre este tema.
Otra escena sitúa a Chaplin ¡cómo no podría ser de otro modo! En el camino. Charlot es un personaje de carretera.
Si queréis de carreteras secundarias. Es el viajero por excelencia. El verdadero viaje es aquel en el que se
suspenden los extremos no hay punto de partida ni hay punto de llegada. La condición del viajero es estar siempre
de viaje. Chaplin es El Viajero con mayúsculas. Un sujeto que no viene de ningún sitio ni va a ninguna parte.
Simplemente aparece ahí. Nuestra vista lo capta justo antes en la salida de una curva, en una encrucijada, en la
acera, en una plaza, en un jardín, cruzando una calle con mucho tráfico. Con su paso al estilo de Rummy Binks,
ajeno al ruido de la gran ciudad, frágil pero intocable. Charlot también nos necesita. La auténtica felicidad es aquella
que es compartida, en el film Hacia rutas salvajes de Sean Penn. El hombre es un animal político. La dialéctica entre
el yo y los otros puede ser positiva y enriquecedora o negativa y esclavizadora. La nuestra es siempre una dialéctica
positiva.
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Pero volvamos al cortometraje. Un tipo ejerce una violencia injustificada contra una joven. El espectador no entiende
la causa de tanta violencia. Chaplin deja una curva que le lleva hacia allí. El tipo ha desaparecido y la joven lava
unas ropas: “un público”, piensa Chaplin. Toca su violín y la música le parece a la chica como procedente del cielo.
Nunca había oído nada semejante, toda su vida maltratada y cuidada como una salvaje. La joven no tiene con qué
pagarle. “No importa tocaré para ti gratis”. La joven Edna le aplaude. El primer aplauso en mucho tiempo. Chaplin se
emociona y sigue tocando.
El sonido de la música llega hasta el grupo que tutela a la joven. Aquel tipo se acerca, de nuevo le pega y la arrastra
hasta el grupo donde continúa pegándole. Chaplin, como si fuera un Quijote contemporáneo, acude en su ayuda.
Obtiene un buen leño para contraatacar. Consigue librarse de todos sus enemigos y escapar con la joven Edna a
bordo de un carruaje.
A salvo. Chaplin siente que su vida ha cambiado con el único propósito de servirla. En su nueva vida, se dividen las
tareas. Chaplin prepara el almuerzo mientras ella va a por agua. Durante el trayecto la chica encuentra a un joven
pintor que había salido al campo para realizar trabajos al natural. El artista no encuentra inspiración pero siente un
flechazo al ver a la joven y le hace un retrato que titula “El trébol viviente” por una marca que la chica llevaba en el
brazo. Regresan al campamento, Chaplin, sorprendido mira con recelo la nueva compañía e invita a cenar al
muchacho. Los jóvenes ignoran al músico que tantas atenciones les había dedicado. Los enamorados no tienen ni
siquiera hambre. El pintor y la joven se separan tristemente. Desde aquel instante, Edna parece como abstraída,
fuera de sí. Enamorada no para de pensar en aquella joven promesa del arte. El músico intenta animarla.
“Aprenderé a pintar”, le insinúa.
Entretanto, el joven expone su obra en la galería. “El trébol viviente” tiene mucho éxito. Es el cuadro estrella de la
exposición. Un grupo numeroso llega a la galería, cuando una de las señoras empieza a llorar y exclama “¡es mi
hija!” habiendo reconocido el trébol en el brazo de la joven representada.
El pintor revela el lugar donde ha encontrado la modelo e inician un viaje para rescatarla. El encuentro es
emocionante. Madre e hija se reconocen. La joven Edna también se alegra por el reencuentro con el pintor. Chaplin
queda en un segundo plano. Siente que el mundo que había imaginado junto a Edna se viene abajo. La madre
extrae unos billetes a modo de finiquito por los servicios prestados que Chaplin rechaza habiendo sido herido en su
amor propio. El afecto que sentía por la joven era algo que no se pagara con dinero. Todos se van y el pequeño
músico queda abatido, sentado en las escaleras del carromato.
Durante el regreso Edna siente, como un flash que su verdadero amor era por aquel que la había rescatado y le
había regalado con la música los momentos más felices de su vida. Todos regresan. Chaplin sorprendido, saluda
afectivamente. Ella sonríe “no puedo vivir sin ti”. Se dan la mano, montan en el coche y marchan hacia ¿quién sabe?
Una vida en común.