Las ciudades tienen un lugar especial en el corazón de Dios. Somos llamados a llevar la Gran Comisión a las ciudades trabajando en ellas, reconociendo la labor en las ciudades, preocupándonos por sus clamores y buscando su shalom (bienestar). Esto implica sembrar y cosechar en las ciudades a través de diferentes enfoques y dones que trabajen de forma multifacética.