Este documento contiene varios artículos de una revista de ciencia y tecnología de mayo de 1972. Incluye editoriales sobre la responsabilidad social de los científicos, un debate sobre las virtudes y debilidades de la infraestructura científica argentina, y artículos sobre temas como biología vegetal, ciencia al servicio de la sociedad, reacciones nucleares, televisión en colores y más. La revista buscaba fomentar discusiones sobre el papel social de la ciencia y su aplicación en la sociedad.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Se trata de la caída a largo plazo de la tasa de ganancia: ¡y no es broma!IADERE
He asistido a un seminario de dos días sobre el análisis marxista de la situación actual del capitalismo. Fue organizado por Alex Callinicos en el Kings College, Universidad de Londres, y ha reunido a una serie de estudiosos marxistas del Reino Unido y Europa, que han presentado sus papeles y discutido y debatido con los participantes.
El primer día comenzó con una discusión sobre si el propio Marx tenía una teoría de las crisis en el capitalismo y, de ser así, ¿cual era? Los lectores de mi blog sabrán que este es un tema controvertido y que académicos como Michael Heinrich consideran que Marx nunca desarrolló una teoría clara de las crisis y también que la ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancia de Marx no tiene nada que ver con la teoría de la crisis.
The Biliary system in concerning of diagnostic imaging
This lecture is part of Radiological seminars that presented in the college of medicine, Baghdad University
Special thanks To Senior Radiologist Mamdouh Mahfouz Egyptian professor
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
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Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Se trata de la caída a largo plazo de la tasa de ganancia: ¡y no es broma!IADERE
He asistido a un seminario de dos días sobre el análisis marxista de la situación actual del capitalismo. Fue organizado por Alex Callinicos en el Kings College, Universidad de Londres, y ha reunido a una serie de estudiosos marxistas del Reino Unido y Europa, que han presentado sus papeles y discutido y debatido con los participantes.
El primer día comenzó con una discusión sobre si el propio Marx tenía una teoría de las crisis en el capitalismo y, de ser así, ¿cual era? Los lectores de mi blog sabrán que este es un tema controvertido y que académicos como Michael Heinrich consideran que Marx nunca desarrolló una teoría clara de las crisis y también que la ley de tendencia decreciente de la tasa de ganancia de Marx no tiene nada que ver con la teoría de la crisis.
The Biliary system in concerning of diagnostic imaging
This lecture is part of Radiological seminars that presented in the college of medicine, Baghdad University
Special thanks To Senior Radiologist Mamdouh Mahfouz Egyptian professor
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Éste es el número 20 del Mensuario de la Sociedad Julio Garavito para el Estudio de la Astronomía, el cual contiene un artículo de mi autoría. Además, se trata de un medio que dicha Sociedad dejó morir lamentablemente, lo cual jamás he podido justificar.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
Enrique Gaviola (1900-1989) fue uno de los primeros físicos de Argentina y un destacado
científico con contribuciones a la física y astronomía. Entre sus logros se destacan 1) la recuperación del Observatorio Astronómico de Córdoba, 2) la
fundación de la Asociación Física Argentina y 3) de la FAMAF en la Universidad Nacional de Córdoba.
Este artículo gira en torno a su trabajo experimental sobre emisión estimulada, que fue antecedente de lo que hoy se conoce como la ciencia del láser.
Artículo de mi autoría publicado en el año 2011 en el volumen 6, número 1, de la Revista de Bioética Latinoamericana, adscrita a la Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
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Se trata de un artículo mío publicado en el año 2009 en la Revista Latinoamericana de Bioética, adscrita a la Universidad Militar Nueva Granada, Bogotá, Colombia.
Revista argentina. Publicada entre 1970 y 1975. Expone las teorías generales, informa sobre el planteo, el desarrollo y la discusión de la investigación contemporánea, en todos los dominios, desde la física hasta las ciencias del hombre. Presenta los trabajos de los especialistas, escritos por los especialistas mismos, debate los problemas de política científica.
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los problemas de política científica.
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La mycoplasmosis aviar es una enfermedad contagiosa de las aves causada por bacterias del género Mycoplasma. Esencialmente, afecta a aves como pollos, pavos y otras aves de corral, causando importantes pérdidas económicas en la industria avícola debido a la disminución en la producción de huevos y carne, así como a la mortalidad.
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Revista
de ciencia y tecnología
Año III / N" 16 / mayo 1972 / Buenos Aires
Av. Roque Sáenz Peña 825, 9" »iso, Of. 93 - Buenos Air.
Tel.: 45-8935
3 Editoriales: La ciencia exige
responsabilidad. El Decano
de la Inquisición. El año
internacional del libro
2 6 Humor nuevo
38 El filtro de las noticias
41 Problemas de Go
Metegol
42 Novedades de ciencia
y tecnología
50 Juegos matemáticos
58 Libros nuevos
59 Comentario de libros
61 Cursos y reuniones
científicas
62 Correo del lector
6 VIRTUDES Y DEBILIDADES DE LA
INFRAESTRUCTURA CIENTIFICA ARGENTINA
Alberto Aráoz, Marcos Kaplan, Santos Mayo, Marcelo
Diamand, Enrique Oteiza
22 Biología vegetal: los protoplastos sobre el tapete
Roger Prat y Jean Claude Roland
25 Ciencia al servicio de la sociedad
Grupo de Estudio y Trabajo en Ciencias (CEyTeC)
27 Reacciones nucleares a energías altas
Enrique Ernesto Espeche
3 4 CONACYT, año IV
Entrevista a Carlos R. Cavoti
4 0 Televisión en colores: las falacias de la técnica
Oscar Schwartz
4 2 No tire las latas de cerveza
Atlántida, la casquivana
Cómo hundir un barco nuclear
Un arrorró mecánico
Las ceras sintéticas salvan aves contaminadas
Flores: consecuencias de un tira y afloja bioquímico
Bicicletas y fecundidad
Cojinetes de madera
La riqueza pesquera del Atlántico Sur
Recién comienza a saberse cómo obra la aspirina
4 8 La revolución optoelectrónica
David Findlay
53 Ferias de Ciencias
Alfredo J. Cossi
De las opiniones expresadas en los artículos firmados
son responsables exclusivos sus autores.
4. Nuestra tapa
y los
pintores
Este número de CIENCIA NUEVA comienza
de manera particularmente grata: con un dibujo
realizado especialmente por Hermenegildo
Sábat. Uruguayo, pintor, dibujante, residente
desde liace siete años en la Argentina, periodista
siempre, escritor a veces, sus trabajos fueron
rápida y extensamente difundidos en diarios
y revistas locales y extranjeras. Ejerce
diariamente su incisiva tarea de caricaturista
desde las páginas de La Opinión.
Este trabajo forma parte de un valioso conjunto
de seis obras plásticas realizadas especialmente
para las tapas de CIENCIA NUEVA por Sábat,
Ernesto Deira, Luis Felipe Noé, Oscar Smoje,
Lorenzo Amengual y Róinulo Macció. Las
obras fueron generosamente cedidas por sus
autores, quienes destacan de esa manera que
ciencia, tecnología, creación estética, son partes
de lina tarea común y pueden y deben integrarse
cuando tienen un mismo sentido.
Así lo sentimoB cuando recurrimos a creadores
de tan alto nivel para colaborar con nuestra
revista. Su generosidad nos permite además
ofrecer a los lectores una calidad
de presentación que, de otra manera, hubiese
quedado en el cajón de las utopías.
Es una publicación de Editorial Ciencia Nueva S.R.L., Av. R.
Sáenz Peña 825, 99 P., of. 93, Buenos Aires, República Argen-
tina, Tel.: 45-8935. Distribuidores: en la República Argentina
Ryela S.A.I.C.I.F. y A., Paraguay 340, Capital Federal, Tel.:
32-6010 al 29; en Capital Federal, Vaccaro Hnos., S.R.L.,
Solía 585, Capital Federal. Impreso en Talleres Gráficos DI-
DOT S.C.A., Luca 2223, Buenos Aires. Precio del ejemplar:
ley 18.188 $ 4 (mSn.400). Suscripciones: Argentina, ley 18.188
$40 (m|n. 4.000) por año; exterior, por vía ordinaria, u$s. 15
anual. Registro de la propiedad intelectual n? 1,049.414, Hecho
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quier otro idioma para los trabajos originales, y en castellano
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Jenisalén: Eduardo Fischbein
Londres: Eduardo Ortiz
Los Angeles: Julio Moreno
México: Jaime Kravsov
Montevideo: Juan Arturo Grompone
París: Jorge Schvarzer
San Pablo: Ricardo Albizuri
Santiago de Chile: Juan Pablo Schifini
5. La ciencia exige
responsabilidad
Desde su aparición CIENCIA NUEVA auspició las
discusiones sobre la función social de la ciencia. No se
limitó a divulgar trabajos científicos y técnicos de van-
guardia sino que se constituyó en un foro sobre los
más variados aspectos de la actividad de los trabaja-
dores intelectuales.
En nuestras páginas tienen cabida polémicas que
ponen en evidencia las grandes contradicciones que
crea en nuestro medio el marco de dependencia polí-
tica, económica y cultural en la que la tarea científica
y técnica se desarrolla.
Hemos tenido testimonios de la colectividad cien-
tífica de todo el país de que nuestras inquietudes en
este terreno reflejan efectivamente las de aquellos que
colaboran en el diseño y desarrollo de los instrumentos
y métodos de cambio pero que no participan ni remo-
tamente en sus aplicaciones sociales.
Algunos grupos de trabajadores de la ciencia perma-
necieron aparentemente ajenos a estos debates, consi-
derándolos tal vez como extraños al quehacer cientí-
fico. Tal parecía ser el caso del núcleo editor de la
revista "Medicina", órgano de la Sociedad Argentina
de Investigación Clínica, la publicación de más ca-
tegoría, responsabilidad y seriedad de todas las que
se editan en la materia en América latina.
Es afortunado que ahora también ellos hayan salido
a la palestra, como lo atestigua el editorial de noviem-
bre-diciembre, que reproducimos.
En cuanto al editorial en sí, éste abarca una tal
cantidad de temas que una respuesta en detalle exi-
giría un ensayo sobre la historia social de la ciencia.
Sólo queremos señalar que no se puede decir con lige-
reza que "rara vez el enfrentamiento de la ciencia con
la tradición trascendió las aulas" cuando los casos sus-
citados por las teorías de Copérnico, Kepler, Tycho
Brahe, Galileo o Darwin son tantos y tan importantes
como para establecer más una regla que sus excep-
ciones. Tampoco se puede hablar de «nuestra ciencia
de hoy» y excluir de ella —al situar sus orígenes y
desarrollo en «el occidente de Europa» en época im-
precisa pero posterior al siglo svi (y tal vez al si-
glo x v n ) — a disciplinas tan vigentes como la geome-
tría enclideana, la lógica aristotélica y la aritmética
posicíonal. En cuanto a los egocentrismos occidenta-
iistas, viene al caso recordar que la Tierra es redonda
y que las definiciones de oriente y occidente se com-
plican aún más por el hecho que —como decía el cé-
lebre genetista inglés J. B. S. Haldane— los defensores
del 'mundo occidental' basan su doctrina en la de un
oriental (Jesús) y los constructores del 'mundo orien-
tal' se inspiran en dos occidentales (Marx y Engels).
Pero lo que realmente interesa discutir es la forma
"cruda" con que el editorialista califica el pensamiento
de ciertos ideólogos, "algunos presuntamente cientí-
ficos", que abogarían por una ciencia "subjetiva, com-
prometida y no critica". Lástima que el autor no haya
considerado conveniente explicitar el pensamiento o
los nombres de sus oponentes dado que no parece po-
sible que, como se colige por el contexto, se refiera a
los científicos preocupados y comprometidos por y con
la realidad social, no sólo en tanto que seres humanos
sino también asumiendo las responsabilidades de sus
respectivas disciplinas, entre los que hay que contar
a personalidades de la talla de Einstein, Born, Bernal,
Russell, Langevin, M. Curie, Joliot. ¿De ellos se habla
cuando se cuestiona a aquellos que "confunden su cre-
do político, sus inclinaciones ideológicas y su lucha
por reivindicaciones sociales con una presunta ciencia
sociopolítica"?
Las grandes crisis que la humanidad ha enfrentado
en lo que va del siglo han planteado profundos pro-
blemas que atañen en modo directo a los científicos,
Y no parece posible dilucidarlos si no se los considera
con el peso que realmente tienen y se trata solamente
de minimizarlos, ridiculizando las posiciones que no se
comparten o que no se comprenden. Con las bombas
atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki cuando
la Segunda Guerra Mundial ya estaba decidida, esta-
llaron las ilusiones de los científicos que creían que su
actividad era intrínsecamente neutra. A partir de en-
tonces el cuestionamiento se agudizó y adquirió una
gran envergadura, con manifestaciones tan variadas
como el movimiento de los Científicos Atómicos en los
Estados Unidos de Norteamérica y el pasaje en masa
de selectos contingentes de físicos al estudio de dis-
ciplinas biológicas —consideradas en el momento con
menores posibilidades de aplicaciones perniciosas—, a
las que dieron formidable impulso. Posteriormente, los
científicos se dieron cuenta (y la guerra de Vietnam
contribuyó poderosamente a ello) que un simple cam-
bio de tema no resolvía el problema de la responsabi-
lidad ante los usos de la ciencia y que la cuestión no
reside tanto en el objeto de estudio como en el control
de la aplicación de los resultados de éste. Justamente
lo que se discute en todos estos casos es lo contrario
de la afirmación somera que resume como conclusión
el editorial de "Medicina": no se trata de un derecho
de simple ciudadano sino de un deber inexcusable del
científico al asumir la responsabilidad del uso de la
ciencia. No todos los científicos asumen el compromiso
de la misma manera: bien distinto es el remordimiento
de Szilard ante la masacre atómica a la indiferencia de
3
6. Fieser, inventor del napalm, frente a su uso posterior,
y todos conocemos la posición de Teller como contra-
parte de la de Einstein, pero las disímiles conductas de
todos ellos muestran una vez más que escamotear el
problema es intentar tapar el sol con un harnero.
La revista "Medicina" no consideró necesario expe-
dirse editorialmente ante hechos como el desmantela-
miento de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales
por el gobierno militar en 1966 y la dispersión de sus
cuadros; la propaganda malintencionada en torno a la
obra de cultura superior y popular de EUDEBA; la
ingerencia de los servicios de informaciones en el pro-
ceso de adjudicación de becas, cargos y subsidios del
CONICET; la no participación de los científicos de la
Carrera del Investigador en las decisiones del CONI-
CET; la persecución de los científicos y técnicos del
Instituto de Radioastronomía, ni tampoco parece
haber tenido mayor preocupación por los graves pro-
blemas que provoca en nuestro país lo que genérica-
mente se conoce como dependencia cultural. Tampoco
ha juzgado de su incumbencia analizar las causas del
cuestionamiento por parte de calificados científicos del
mundo entero del uso de sus investigaciones con fines
bélicos. Las impugnaciones de médicos y biólogos nor-
teamericanos frente a la intensificación de estos con-
flictos, particularmente con motivo de la guerra de
Vietnam, también dejaron indiferentes a los editoria-
listas de "Medicina".
Resulta, pues, auspicioso que un editorial de tan
prestigiosa revista esté dedicado a un problema que
atañe a la responsabilidad social de los científicos.
Como consideramos fructífera la discusión y no nos
asustan las disidencias creemos que esto abre un camino
de diálogo que será provechoso para todos recorrer. O
El Decano de
La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la
UNBA fue, recientemente, escenario de un nuevo con-
flicto universitario. Más exactamente} el conflicto no es
nuevo, ni en la Universidad argentina, ni en la Facul-
tad que recibió con mayor fuerza la represión de junio
de 1966.
Este hecho coyuntural que determinó el desquicia-
miento deliberado e ininterrumpido de la institución
universitaria, la desviación en la búsqueda de sus obje-
tivos esenciales, la pretensión de colocarla al servicio
de un sistema socioeconómico impotente ante el ejer-
cicio de la fuerza en lo interno y dependiente en lo
externo, ha logrado conservar hasta el presente a uno
de sus representantes más arquetípicos: Raúl Zardini.
Decano de Ciencias Exactas desde 1969, el geólogo
Zardini con sus actitudes ha demostrado reiteradamen-
te ser el peor enemigo de aquello que le encargaron
cuidar, Zardini no es un decano, no es ni siquiera un
político con un mínimo de capacidad de maniobra, no
es un universitario en la medida en que serlo implica
MEDICINA Volumen XXXÍ . N" 6
Ciencia, credo y revolución
La ciencia, nuestra ciencia de hoy, nació y se desarrolló simultáneamente al
florecimiento ele las burguesías ciudadanas del occidente de Europa, al estableci-
miento de la economía monetaria y librecambista, al desenvolvimiento de nacio-
nal ¡dad en torno a comunidades idiomáticas y a la incipiente vigencia del libe-
ralismo político.
Dentro de este contexto general y dentro de particulares circunstancias histó-
ricas, ei marco restringido donde el pensamiento científico _hizo eclosión fue el
de las universidades. Por cierto que hubo conflicto entre el despertar científico
y la tradición escolástica de los claustros y este conflicto puede ya vislumbrarse-
a partir del siglo xiv. Kara vez el enfrcntainiento de la ciencia con la tradición
trascendió las aulas. Traspuestos los límites de la universidad el enfremnrniento
dio lugar a crueles represiones de r.us sistema religioso-institucional autoritario en
descomposición, Pero durante casi cuaíro siglos la edificación del saber centífico
fue independiente de las tensiones políticas y sociales, y paralela al desarrollo-
económico al cual contribuyó con las innovaciones tecnológicas que condujeron
a la revolución industrial. E l complejo de relaciones entre el desarrollo de la cien-
cia y la realidad histórica ha llevado a muchos pensadores político» e ideólogos
totalistas si sostener que nuestra ciencia objetiva, prescindeme y crítica es carac-
terística de una ideología particular: la del liberalismo propio de Ja burguesía. Estos
pensadores e ideólogos, algunos presuntamente científicos, aboyan por una ciencia
subjetiva, comprometida y no crítica. Frente a la ciencia que acentúa su significado-
inquisitorial de verificadora y probadora de sus propias creaciones, plantean otra
ciencia cuya meta y criterio sea el cambio económico, social, político y cultural,
traducido por i-evolución.
La ciencia que procura la revolución sería así la buena ciencia; la ciencia que
procura el conocimiento es o intrascendente o reaccionaria.
El planteo no puede ser tan crudo pero tal es rigurosamente el planteo: la
ciencia como apéndice de la ideología. Cierta confusión deriva del hecho de definir
a veces ideología como ciencia socíopolítica. La ciencia no puede separarse del
contexto total de la realidad, Ni debe separarse. Pero los científicos que confun-
den su credo político, sus inclinaciones ideológicas y su lucha por reivindicaciones
sociales con una presunta ciencia sociopolítica están adornando sus derechos de
hombres libres con el imaginario privilegio de seguir paulas científicas. Multitud
de hombres simples han concebido una ciencia salvacionista. Para ellos mito,
religión, partido o ciencia van envueltos en el misino manto emocional donde se
abriga su desamparo y su soledad. Para ellos, si la ciencia es ajena al clamor del
desposeído la ciencia debe ser mala. Y- para muchos científicos, que son apenas
hombres simples desamparados y clamorosos, la ciencia objetiva, prescindeme y
crítica es mala, Y por lo tanto también es malo ser objetivo, prescinden te y crítico.
Y quizá sea malo, Pero no por ser científico sino por no asumir los deberes
inherentes a cada hombre en-cuestiones que nada tienen que ver con la ciencia.
No hay ciencia sociopolítica que demuestre que una revolución salvará a la
humanidad de la injusticia y que por lo tanto los científicos deben estar al servicio
de la revolución, í''xiste, sí, el derecho inconculcable de asociarse libremente pira
organizar una ¡,ociedad justa; existe, sí, el derecho de oponer violencia a la vio-
lencia; existe, sí, el derecho de cada hombre y de cada mujer adultos de ser due-
ños de su destino, Y esto puede significar enrolarse en una revolución. O no. Pero
en todo caso no es una obligación de científicos sino tin derecho de seres humanos.
• S l" I 'U11.1.MAN.
estar específicamente capacitado para tomar conciencia
de su relación con la sociedad que integra y tener defi-
nida una comunidad de objetivos con los seres huma-
nos con los que se realiza una tarea en común.
Desde su posición oscurantista, Zardini podría im-
pedir que los alumnos con inquietudes políticas estu-
diaran Ciencias Exactas. Pero prefiere coartar, denun-
ciar, encarcelar a "los comunistas, ya que son traidores
por definición" (La Opinión, abril 20, 1972). Tam-
bién una falsa opción es "hacer un doctorado fácil,
porque es preferible a mandar la gente al extranjero"
(Panorama, abril 6, 1972), o puede llegar hasta un
surrealismo antihistórico, mezquino, al afirmar que "la
Argentina es un país con mucha inteligencia, con gente
blanca" (Panorama, ídem).
Los intereses de los estudiantes, el futuro de la Uni-
versidad, las necesidades del país, se enfrentan a estos
"iluminados". Pero, aún más, lo que está en peligro
frente a este enemigo sin talento, estéril, es nuestra
propia condición humana, O
la Inquisición
4
7. El año internacional
del libro
Para quien juzgue superficialmente pueed parecer pa-
radojal que en esta época de auge de la televisión, la
radio, el cine y en general todos los medios audiovi-
suales de comunicación, la UNESCO haya decidido
consagrar al año 1972 como Año Internacional del Li-
bro. Sin embargo la plausible decisión de UNESCO
tiene sólidos fundamentos y, el primero, es que el li-
bro sigue siendo el esencial vehículo de la cultura.
Lamentablemente la celebración internacional encon-
trará en nuestro país poco más que adhesiones forma-
les dada la situación de crisis cultural y educacional
por la que atravesamos. Sigue sin promulgarse la ley
del libro, se suceden los quebrantos de grandes em-
presas editoriales, no hay una política de aliento a la
producción de libros científicos y técnicos mientras la
desvalorización de nuestra moneda ha vuelto inaccesi-
bles para estudiosos e investigadores los libros y las
publicaciones periódicas extranjeras, la censura muni-
cipal y policial continúa ejerciéndose sobre la produc-
ción editorial y las bibliotecas públicas y universitarias
se degradan, faltas de presupuestos.
Es que no se puede producir y difundir cultura a
través del libro fuera del marco de una política cultu-
ral autónoma. Si así no fuera, la Argentina con una
importante tradición intelectual, con una matrícula es-
tudiantil muy extendida, con una escolaridad universi-
taria muy alta, con antecedentes valiosos en el desarro-
llo de las artes gráficas. . . debería estar en condicio-
nes óptimas para poseer una industria editorial que
desempeñara un papel preponderante en todos los pue-
blos de habla hispana. Pero en esto, como en todo lo
demás, no podemos sustraernos a nuestra condición de
país dependiente: según la UNESCO, en 1970, Amé-
rica Latina, Africa y Asia (sin contar el Japón) publi-
caron el 19 % de la producción mundial de libros a
pesar de totalizar el 50 % de la población adulta al-
fabetizada y el 63 % de la población escolar de todo
el mundo.
Para ubicar estas cifras la UNESCO destaca que la
Unión Soviética con sólo el 6,8 % de la población
mundial publicó, en el mismo año, 1.309 millones de
ejemplares, el 16 % de la producción mundial de li-
bros.
Esa producción mundial no cesa de crecer a pesar
de las agoreras predicciones de los que creen que los
medios audiovisuales arrasarán con todo. Dos cifras lo
muestran elocuentemente: en 1955 se publicaron
285.000 títulos y en 1968, 487.000.
Conspira sin embargo contra la difusión de la pa-
labra escrita la ineficiencia de los programas de alfa-
betización incapaces de seguir el ritmo del crecimiento
demográfico (la UNESCO ha debido reconocer que en
el período 1950-1970 dedicado a la lucha contra el
analfabetismo, pese a los esfuerzos realizados, se pasó
de 700 a 800 millones de analfabetos aún cuando pro-
porcionalmente el porcentaje se rebajó del 44 % al
34 % ) . Es más, en la masa de los alfabetos, son muy
altos los porcentajes de "no-lectores"; aún en países
de gran tradición cultural como Italia, Francia y Ale-
mania, cuidadosas encuestas han revelado que entre el
40 y el 50 % de alfabetos adultos no lee libros. Es que
para leer libros se necesita algo más que sabe leer y
que tener el libro: hacen falta jornadas de trabajo hu-
manas, vivienda apropiada, seguridad y estabilidad, in-
tereses culturales incorporados a la vivencia social dia-
ria, escuelas entroncadas con la realidad nacional. Ade-
más el libro no puede ser un elemento raro y caro
que se venda fuera del circuito de vida normal de los
lectores potenciales.
Las primeras cosas enunciadas como imprescindibles
para que un adulto sea lector exceden todo lo relacio-
nado con la empresa de propagar la palabra escrita y
solamente pueden ser proporcionados por estructuras
sociales más humanas. En cuanto a las segundas, la
técnica actual está ya en condiciones de revolucionar la
producción de libros para abaratarlos y multiplicarlos.
Será preciso también cambiar los métodos de difusión
transformando al buen librero de hoy que espera al
comprador de libros en un local al que concurren,
hasta ahora, sólo la minoría de lectores habituales, en
un verdadero promotor, capaz de formar lectores, bus-
cando al cliente potencial en su lugar de trabajo, en el
sindicato, en el club, en la escuela, en la universidad.
Si se realizaran en nuestro país encuestas para de-
tectar el número de adultos alfabetos que no leen libros
seguramente los resultados serían aún más desoladores
que los que antes apuntamos.
Sin embargo la experiencia realizada por la Edito-
rial de la Universidad de Buenos Aires, EUDEBA, du-
rante el período setiembre de 1959-junio de 1966,
muestra las enormes posibilidades y la gran apetencia
de lectura del pueblo argentino. EUDEBA llegó a pu-
blicar en 1965-66, más de 300 títulos (197 nuevos y
105 reimpresiones) con más de 3 millones de ejempla-
res, convirtiéndose en la editorial más importante de
habla hispana. El aniquilamiento de EUDEBA acom-
pañó al descenso de todo la actividad editorial de nues-
tro país.
Autores, editores, libreros, bibliotecarios y lectores
—y, en particular, los trabajadores científicos y técni-
cos para quienes el libro es el principal instrumento
de trabajo— no podemos permitir que nuestro país no
se adhiera activamente al Año Internacional del Libro
y debemos comenzar por dar esa adhesión activa dedi-
cando parte de nuestro tiempo a luchar porque sean
superadas las trabas que han vuelto no significativa la
presencia del libro argentino en los mercados de habla
hispana. O
8. Virtudes y debilidades
de la infraestructura científica
argentina
Un resumen del trabajo que Alberto Araos dirigiera y redactara
para el C01S ÍCYT en 1969, fue el tema de una Mesa Redonda or-
ganizada por la Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la
VCA. Publicamos aquí los comentarios críticos de Marcos Ka plan,
Santos Mayo, Marcelo Diamand y Enrique Oteiza.
Aspectos cuantitativos
de la ciencia argentina
Alberto Aráaz, ingeniero industrial
ya un tanto olvidado de la
ingeniería, es egresado de la UBA
y posteriormente estudió en el
exterior, cambiando su área a la
economía. Es investigador del
Centro de Investigaciones
Económicas del Instituto Di Telia,
actualmente de licencia, y enseña
en la UCA un seminario sobre
Ciencia, Tecnología y Desarrollo.
Dirigió la encuesta de CONACYT
sobre potencial científico y técnico
nacional. "Mi campo", dice, "es
la relación entre ciencia y sociedad,
y lo he venido explorando desde
diversos ángulos y bajo el patrocinio
de diversas instituciones".
Alberto Aráoz
1. Introducción
¿Cuán importante es el esfuer-
zo de investigación y desarro-
llo que se realiza en la Argen-
tina? ¿Qué puede decirse sobre
el valor de dicho esfuerzo para la
sociedad? Podemos esbozar un
principio de respuesta, en lo que
se refiere a lo que tiene lugar
fuera del ámbito de la empresa
privada, gracias a los datos reco-
gidos en la encuesta a institutos
de investigación que llevara a ca-
bo en 1969 un equipo de trabajo
de la Secretaría del Consejo Na-
cional de Ciencia y Técnica, bajo
la dirección del autor.1
No ha sido éste el primer in-
tento de relevar las actividades
de investigación científica y téc-
nica en el país, pero los anterio-
res habían significado esfuerzos
aislados y parciales que sólo pro-
porcionaban información frag-
mentaria stíbre la infraestructura
científico-técnica del país.
La encuesta fue dirigida a in
titutos de investigación que di
claraban haber realizado invest
gación y desarrollo experimenti
(ID) durante 1968,2 a los que s
preguntó sobre los recursos hi
manos, financieros y material*
que empleaban, los proyectos c
investigación que llevaban a cat
y otros aspectos de su actividai
Se siguieron las prácticas reci
mendadas por organismos inte
nacionales a fin de asegurar
comparabilidad de los resultadc
con datos similares obtenidos e
otros países occidentales.
En el transcurso de la encue
ta se recogió información de 96
institutos —en todo el país, d
pendientes de aproximadamen
250 organismos—, universidade
organismos públicos centralizad)
y descentralizados, instituciom
privadas de bien público y er
presas estatales y mixtas. No ¡
cubrieron las actividades de I
de las empresas privadas.8 I
6
9. recolección de datos fue realizada
por un cuerpo de 45 encuestado-
res dirigidos por tres jefes de
campo. Estos encuestadores visi-
taron personalmente los institutos
aludidos en promedio unas siete
veces cada uno. Puede estimarse
que se ha cubierto la casi tota-
lidad de los "institutos" existen-
tes en la Argentina y probable-
mente es poco importante el error
ocasionado por la inevitable omi-
sión de algunos de ellos.
El informe publicado por CO-
NACYT cubre solamente aque-
llos aspectos que revisten mayor
interés general, pero los datos re-
levados pueden utilizarse para
analizar áreas de particular inte-
rés, e:n las que no entraremos
aquí. Nos limitaremos a realizar
una reseña de los principales re-
sultados de la encuesta, a partir
de la cual puede comenzarse a
realizar un diagnóstico de la cien-
cia argentina.
Al examinar estos resultados
deben tenerse en cuenta las limi-
taciones inherentes a una encues-
ta de esta naturaleza, que surgen,
por una parte, de las dificultades
intrínsecas de medir el esfuerzo
científico y, por la otra, de la fal-
ta de una experiencia anterior por
parte de quienes relevaron los da-
tos y de quienes proporcionaron
las respuestas al cuestionario,
muy natural al tratarse de la pri-
mera encuesta de esta magnitud
que se realizaba en el país.
El análisis de los datos señala
que el esfuerzo de investigación y
desarrollo que llevan a cabo los
961 institutos relevados es de pe-
queña magnitud, que está atomi-
zado, que se encuentra concentra-
do en Buenos Aires y áreas veci-
nas, que una apreciable parte del
mismo se realiza en condiciones
que no son conducivas a su efi-
ciencia y que su orientación hacia
las necesidades del desarrollo na-
cional es débil. Finalmente, exis-
ten indicios sobre la baja utiliza-
ción del esfuerzo de ID por parte
de la sociedad.
Estas conclusiones, que surgen
de un análisis cuantitativo, deben
ser verificadas y ampliadas a tra-
vés de apreciaciones cualitativas y
de estudios sobre la organización
del esfuerzo científico, principal-
mente en lo que respecta al meca-
nismo de toma de decisiones y a
la vinculación entre la actividad
investigativa y la sociedad.
2. Magnitud del esfuerzo
nacional de ID y de
los recursos empleados
por los institutos
La encuesta ha permitido reco-
ger información sobre los gastos
corrientes de ID, en 1968, de
cerca del 70 por ciento de los 961
institutos encuestados. A partir
de estos datos, y empleando hi-
pótesis plausibles, se ha estimado
el gasto de los 961 institutos en-
cuestados, así como el gasto na-
cional en ID. Para este último se
han incluido otros rubros, prin-
cipalmente una estimación de los
gastos en ID del sector privado
que esta encuesta no ha relevado.
El gasto nacional en ID resultaba
ser en 1968 del orden de m$n
17.000 millones, un 0,28 por
ciento del PBI de ese año. El
equivalente en dólares es de 49
millones; corresponden así 2,1
dólares por habitante.
El orden de magnitud de este
gasto ubica a la Argentina en una
posición muy baja en el concierto
internacional, similar al de Espa-
ña; al relacionárselo con la po-
blación y el PBI queda decidida-
mente a la zaga del de países in-
dustrializados de dimensión me-
diana o pequeña, como Austria,
Yugoeslavia, Irlanda, Finlandia y
Dinamarca (cuadro 11° 1). A si-
milar conclusión se llega si se to-
man en cuenta los recursos hu-
manos afectados a actividades de
ID. Puede estimarse que no lle-
gaba a 6.000 el total de años-
hombre de personal científico de-
dicados a ID dentro y fuera de
los institutos; ello equivale a 2,4
por cada 10.000 habitantes (cua-
dro n? 2).
2. 1. Recursos humanos
de los institutos
Los 961 institutos encuestados
empleaban al tiempo de la en-
cuesta (junio de 1969) un total
de 31.569 personas; 12.747 co-
rrespondían a personal científico
(con título universitario o expe-
1 Potencial Científico y Técnico Na-
cional - Encuesta a Institutos de In-
vestigación. Secretaría del Consejo Na-
cional de Ciencia y Técnica, Buenos
Aires, 1971.
2 Se adoptó la siguiente definición
de instituto: "Instituto es un centro
permanente de actividades científicas
y técnicas que organiza y ejecuta sus
tareas bajo su propia dirección y res-
ponsabilidad, sin perjuicio de la obser-
vación de normas generales emanadas
del organismo del que puede formar
parte, o de la coordinación con otras
dependencias del mismo."
3 Este punto ha sido cubierto en
una encuesta llevada a cabo reciente-
mente por el Dr. J. Katz.
7
10. rienda equivalente), 6,097 a téc-
nicos y 12.725 a personal de apo-
yo y administrativo. Sólo un 35
por ciento de los integrantes del
personal científico se desempe-
ñaba con dedicación exclusiva.
Abundaban los de dedicación par-
cial, principalmente en los insti-
tutos universitarios y existía una
apreciable proporción —cerca del
10 por ciento— que se desempe-
ñaba ad-bonorem.
Del total de personal científi-
co, 10.827 colaboraban en los
proyectos de investigación de los
institutos y 515 se encontraban
fuera por motivos diversos. Ade-
más se registró la presencia de
639 investigadores visitantes.
Se ha realizado un estudio de-
tallado del personal científico
que figuraba registrado en proyec-
tos cíe investigación (personal
científico investigador: PCI). Su
total era de 10.827 pero, debido
a la elevada proporción de quie-
nes no tenían dedicación exclusi-
va, puede estimarse que los años-
hombre de trabajo de ese perso-
nal en 1969 apenas sobrepasaban
los 8.000. No todo este tiempo
se insumía en investigación y de-
sarrollo; puede estimarse en cer-
ca de 4.500 los años-hombre que
el PCI dedicaba a ID, un 41 por
ciento del total disponible si los
integrantes del PCI trabajaran
con dedicación exclusiva y em-
plearan todo su tiempo en ID.
El 97 por ciento del PCI era
argentino; las tres cuartas partes
eran varones. La distribución por
edad muestra que casi una terce-
ra parte del PCI tenía treinta
años o menos de edad. Otra ter-
cera parte tenía de 31 a 40 años.
Nuestro PCI, por lo tanto, es jo-
ven. Alrededor de la mitad del
PCI se había graduado después
de 1960 y los graduados antes de
1950 no sumaban el 20 por cien-
to.
La mayor parte del PCI mili-
taba en los institutos universita-
rios. Entre las disciplinas cien-
tíficas cultivadas por el PCI, las
Ciencias Exactas y Naturales y
las Ciencias Médicas compren-
dían cada una cerca de la tercera
parte de ese personal (aunque al
tomarse en cuenta los años-hom-
bre de ID disminuía la importan-
cia de Ciencias Médicas), mien-
tras que Ciencias Agropecuarias,
Ciencias de Ingeniería y Ciencias
Sociales comprendían un 10 por
ciento del PCI en cada caso. Ob-
servando ahora el origen profe-
sional del PCI, más de las dos
terceras partes provenía de cinco
carreras: Medicina (25 por cien-
to), Ingeniería (12 por ciento),
Biología (11 por ciento), Agro-
nomía (11 por ciento) y Química
(9 por ciento).
2. 2. Recursos financieros
de los institutos
No es completa la información
recogida por la encuesta sobre los
recursos financieros con que con-
taban los institutos. Los 837 ins-
titutos que la proporcionaron re-
cibían, en 1968, m$n 36.000 mi-
llones. Un 85 por ciento ele esta
cifra provenía del aporte de los
organismos rectores, proviniendo
el resto de subvenciones (6 por
CUADRO 1
Gasto nacional en investigación y desarrollo:
comparaciones internacionales
GN EN ID
% a$s
del Millones por ha-
Países Año PBI de u$s bitante
EE. UU. 1966 3,0 23.613 114,0
URSS 1967 2,7 9,111 38,7
Checoslovaquia 1967 2,7 550 38,4
Reino Unido 1967 2,3 2.472 45,2
Holanda 1967 2,3 514 40,8
Francia 1967 2,2 2.369 47,8
Alemania Federal 1967 1,9 2.310 40,0
Suiza 1967 1,9 306 50,9
Hungría 1967 1,7 150 14,7
Japón 1967 1,5 1.684 16,9
Canadá 1967 1,5 828 40,6
Suecia 1967 1,4 327 41,6
Polonia 1967 1,4 338 10,6
Noruega 1967 1,1 89 23,5
Bulgaria 1967 1,1 53 6,4
Australia 1966 0,95 (S/I) (S/I)
Bélgica 1967 0,9 182 19,0
Dinamarca 1967 0,7 90 17,5
Italia 1967 0,7 447 8,5
Finlandia 1967 0,7 61 13,1
Irlanda 1967 0,6 18 6,2
Yugoslavia 1967 0,6 59 3,0
Austria 1967 0,5 57 7,8
Turquía 1963/4 0,4 (S/I) 0,9
Argentina1 1968 0,28 49 2,1
España 1967 0,2 61 1,9
Grecia 1967 0,2 11 1,3
1 Estimación de media.
NOTA: Los gastos en ID de algunos países comprenden apreciables sumas
destinadas a la investigación y desarrollo para el espacio y la defensa, y repre-
sentaban las siguientes proporciones del total: 48,5 por ciento en Estados
Unidos; 44,5 por ciento en el Reino Unido; 22,3 pot ciento en Francia; 20,5
por ciento en Suecia; 12,4 por ciento en Alemania Federal; 12,0 por ciento
en Canadá y 7,1 por ciento en Noruega. Se carece de información sobre los
países socialistas, pero puede presumirse que en algunos de ellos rigen pro-
porciones similares.
Fuente: Cuadro 2.1. del informe CONACYT.
11. de m$n 34 mil millones. Puede
estimarse en m$n 36 mil millo-
nes los correspondientes al total
de 961 institutos; un 82 por cien-
to sufragaba gastos corrientes.
Alrededor del 39 por ciento de
estos últimos, m$n 11.000 millo-
nes, habían sido asignados a acti-
vidades de ID.
A
ciento), contratos de investiga-
ción (1,6 por ciento), préstamos
(0,7 por ciento) y otras fuentes.
El rubro "subvenciones" resul-
taba de particular importancia
para los institutos privados de
bien público, donde significaba
un tercio de los ingresos, y para
los universitarios (10 por ciento
de los ingresos). El aporte de los
contratos de investigación cobra
mayor significación al ser relacio-
nado con los gastos corrientes en
ID de los institutos, de los que
resultaba ser un 6 por ciento en
los 837 institutos, y un 40 por
ciento de los gastos corrientes en
ID de los 103 institutos que te-
nían dichos contratos. Los mis-
mos provenían, en su mayor par-
te, de organismos estatales; los
originados en empresas públicas
o privadas significaban sumas
exiguas.
Los subsidios provenían en
parte apreciable de fuentes exter-
nas al país (m$n 730 millones);
entre las fuentes nacionales se
destaca el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Téc-
nicas que aportaba cerca de m$n
500 millones, destinados princi-
palmente a los institutos universi-
tarios, y entre las Ciencias, a las
Exactas y Naturales y las Mé-
dicas.
Las fuentes externas al país
contribuían con algo más de
m$n 1.000 millones, un 2,8 por
ciento del financiamiento de los
institutos, principalmente como
subsidios. Puede estimarse que,
de ese total, alrededor de m$n
700 millones estaban destinados
a financiar actividades de ID a
través de subsidios y contratos de
investigación, representando un
5 por ciento del total estimado
de gastos corrientes en ID para
los 961 institutos.1
Los 837 institutos recibieron
también recursos no-financieros
—equipos, instrumental, perso-
nal científico visitante, etc.— por
un total de casi m$n 1.800 mi-
llones, equivalentes al 5 por cien-
to de los recursos financieros. Esa
proporción sobrepasaba el 10 por
ciento en las regiones Cuyo, Co-
mahue y Noroeste.
Los egresos de los 837 insti-
tutos llegaban, en 1968, a cerca
3. Distribución del
esfuerzo de ID llevado
a cabo en los institutos
Se ha analizado la distribución de
los institutos y de los recursos
por ellos empleados —personal
total, personal científico, años-
hombre en ID y gastos corrientes
en I D — según el sector de de-
pendencia, la disciplina científica
y la región geográfica del insti-
tuto.2
Al hacerlo por sector, se en-
cuentra que el universitario cuen-
ta con las dos terceras partes de
los institutos y del personal cien-
tífico y con la mitad de los años-
hombre en ID, siendo menor su
importancia con respecto al per-
sonal total y a los gastos corrien-
tes en ID —algo más de la ter-
cera parte en este último caso—.
Muchos institutos universitarios
son pequeños y, en general, tie-
nen un bajo gasto por año-hom-
bre de investigación. En cambio,
el sector público descentralizado
cuenta con el 12 por ciento de los
institutos, pero éstos son relati-
vamente más grandes y el gasto
por investigador es más alto, por
lo que su importancia resulta ma-
yor al ser tomados en cuenta los
recursos empleados: estos institu-
tos gastaban más del 40 por cien-
to del total de gastos corrientes
en ID, Notemos que el sector pú-
blico descentralizado incluye los
institutos del Instituto Nacional
de Tecnología Agropecuaria, el
Instituto Nacional de Tecnología
Industrial y la Comisión Nacio-
nal de Energía Atómica. El sec-
tor público centralizado mostraba
proporciones cercanas al 12 por
ciento del total, mientras que los
otros sectores eran poco impor-
tantes.8
La distribución por disciplina
científica muestra que las Cien-
cias Exactas y Naturales y las
1 Existe la impresión de que este
financiamiento externo era en la prác-
tica más importante de lo que mues-
tran las cifras mencionadas, pues en
general se dirigía hacia programas de
trabajo o institutos de buen nivel y
eficacia.
2 Sectores: Universitario, Público
descentralizado, Público centralizado,
Privado de bien público, Empresas
estatales y mixtas, Dependencia múl-
tiple.
Disciplinas científicas (agrupadas):
Ciencias Exactas y Naturales, Ciencias
de la Ingeniería y Agricultura, Cien-
cias Médicas, Ciencias Agropecuarias
y Veterinarias, Ciencias Sociales, Cien-
cias Humanas y Morales.
Regiones geográficas: Patagonia, Co-
mahue, Cuyo, Centro, Noroeste, Nor-
este, Pampeana, Area Metropolitana.
3 Los gastos destinados a ID en los
laboratorios de las empresas estatales
que declaraban realizarla, eran muy pe-
queños en relación al volumen de ne-
gocios. Es necesario por otra parte,
señalar que algunas grandes empresas
estatales no contestaron la encuesta por
carecer de laboratorios de investigación.
12. Ciencias Médicas son las más im-
portantes. Ciencias Médicas agru-
pa un 29 por ciento de los ins-
titutos, un 40 por ciento del per-
sonal total y un 37 por ciento
del personal científico; las propor-
ciones correspondientes para los
institutos de Ciencias Exactas y
Naturales, que incluyen a Biolo-
gía, son de aproximadamente un
25 por ciento pero, debido a la
mayor dedicación del personal, es-
te grupo de disciplinas es el más
importante al ser considerados
los años-hombres y los gastos co-
rrientes en ID, pues en ambos
conceptos absorbe una tercera
parte del total (contra una cuarta
parte de Ciencias Médicas). Si-
guen en orden de importancia las
Ciencias Agropecuarias (que in-
cluyen Veterinaria) con un 13
por ciento de los institutos pero
un 20 por ciento de los gastos
corrientes en ID, las Ciencias de
la Ingeniería y, algo más atrás,
las Ciencias Sociales y las Huma-
nas y Morales. Una comparación
con distribuciones similares de
otros países muestra claramente
la alta proporción de científicos
que investiga en Ciencias Médi-
cas en la Argentina y la baja pro-
porción de los que lo hacen en
Ciencias de la Ingeniería.1
En cuanto a la distribución por
región geográfica, todos los indi-
cadores muestran la concentra-
ción de la actividad investigadora
en el Area Metropolitana, que
contiene algo más de la tercera
parte de los institutos y alrede-
dor de la mitad de los recursos,
y la Pampeana, donde esas pro-
porciones oscilan alrededor del
20 por ciento.
Sólo disponemos de informa-
ción para 685 institutos sobre la
distribución de los gastos corrien-
tes por distintas actividades. Un
39 por ciento de estos gastos se
destinaba a ID y un 47 por cien-
to a actividades científicas y téc-
nicas conexas (en el sector públi-
co centralizado por una parte, y
en las Ciencias Médicas, por la
otra, sólo un 20 por ciento iba
a ID).
Los gastos corrientes que estos
institutos dedicaban a ID se dis-
tribuían en un 30 por ciento
para la investigación básica, un
49 por ciento para la aplicada y
un 21 por ciento para desarro-
llo. Comparando esta distribu-
ción con la que corresponde a
otros países, no queda duda que
la proporción que va a desarrollo
es pequeña en nuestros institutos,
aún cuando la inclusión de las
empresas privadas la elevaría en
el ^ plano nacional. Ello se debe
principalmente a que las Ciencias
de la Ingeniería, donde la propor-
ción destinada a desarrollo es
más alta (42 por ciento), repre-
senta sólo un 10 por ciento del
total de gastos corrientes en ID
mientras que las Ciencias Exactas
y Naturales, casi tres veces más
importantes en este concepto, se
vuelcan principalmente hacia la
investigación básica. En Ciencias
Agropecuarias, por otra parte,
predomina la investigación apli-
cada.
_ El esfuerzo de ID de los ins-
titutos se canaliza a través de
proyectos de investigación. La en-
cuesta reveló 9.833 proyectos, un
60 por ciento de los cuales se
ejecutaban en los institutos uni-
versitarios.
La repartición de los proyeclo?
CUADRO 2
Científicos e ingenieros afectados a actividades
de investigación y desarrollo
(equivalente tiempo completo en ID).
Comparaciones internacionales, 1967
Cantidad por
Países Cantidad 10.000 habitantes
Hungría 10.469
Rumania 19.231
Bélgica 9.010
Noruega 3.512
Italia _ 19.670
Austria 2.3502
Argentina (1969) 6.000
España 3.486
URSS 770.0131 32,7
Checoslovaquia 40.734 28 5
E E - UU. 537.277 27,0
Suiza 10.000 17 3
Japón 157.612 16/)
Polonia 44.978 14;'l
Bulgaria 11.063
12^5
12,0
Holanda 15.700
Reino Unido 65.0002
Alemania Federal 63.100 10 9
Francia 50.744 lo'2
10,2
10,0
9,4
noruega 3.512 9,3
Canadá 19.350 q ñ0 . 19-350 9,0
Suecia 6.566 8,3
Dinamarca 3.919 8 0
Yugoslavia 11.568 5 9
Finlandia 2.109 4 5
Irlanda 1,215 4 ' 2
3,8
3,2
x-ugcuuna i iyoy) feAJOO" 2 4
Grecia 1.217 1*4
l,'l
1 "Trabajadores científicos".
~ Cifras estimadas.
8 Estimación del total de años-hombre dedicados a actividades de ID en
todas las disciplinas, por el personal científico de los institutos encuestados
que figuraba a cargo de proyectos de investigación y desarrolloTd 1 ¿
empresas privadas. 3 1 y a e l a s
Fuente-, Adaptado del Cuadro 2.4. del informe CONACYT.
13. por tipo de investigación era si-
milar a la de los gastos corrien-
tes en ID: un 27 por ciento co-
rrespondía a investigación básica,
un 55 por ciento a investigación
aplicada y un 16 por ciento a des-
arrollo (2 por ciento quedaron
sin clasificar).
4. Eficiencia del esfuerzo
de ID llevado a cabo
en los institutos
Las condiciones en que se realiza
el esfuerzo de ID en los insti-
tutos necesariamente han de in-
fluenciar la eficiencia de dicho
esfuerzo. En este sentido los re-
sultados cuantitativos arrojados
por la encuesta tienden a mostrar
que, frecuentemente, esas condi-
ciones son poco favorables y no
parecen ser conducentes a una
tarea de investigación seria, pro-
ductiva y de utilidad para la so-
ciedad. Pasaremos revista a con-
tinuación a la evidencia obtenida.
—Pequeña dimensión de los ins-
titutos: La proporción de insti-
tutos de pequeña dimensión es
elevada. Un 30 por ciento tenía
5 o menos científicos y un 21 por
ciento gastaba en ID menos de
mfn 1 millón al año. El prome-
dio de años-hombre en ID para
todos los, institutos era de 4,6.
Sólo un 15 por ciento de los ins-
titutos parecía tener un tamaño
razonable (más de 20 científicos;
gastos corrientes en ID superio-
res a m$n 20 millones). El pro-
blema de la pequeña dimensión
es especialmente crítico en los
sectores universitario y privado
de bien público, en los que la ter-
cera parte de los institutos em-
pleaban 5 o menos científicos.
—Baja dedicación del personal
científico: Sólo la tercera parte
del personal científico trabajaba
con dedicación exclusiva; más de
la mitad lo hacía con dedicación
parcial, y de esa mitad casi uno
de cada cinco no recibía remune-
ración. Un 38 por ciento de los
institutos no contaba con perso-
nal científico de dedicación exclu-
siva. La dedicación era particu-
larmente baja en los sectores uni-
versitario y privado de bien pú-
blico y, entre las disciplinas cien-
tíficas, en Ciencias Médicas.
—Poco apoyo a la actividad de
los investigadores: Este apoyo
era, en muchos casos, reducido,
como queda evidenciado por el
relativamente bajo costo por año-
hombre de ID que llegaba en
promedio a m$n 2,6 millones pa-
ra todos los institutos, siendo in-
ferior a mSn 2 millones en los
sectores universitarios y privados
de bien público, cifras muy bajas
en comparación con las de otros
países (ver cuadro n? 3). Este
bajo costo es reflejo del bajo ni-
vel de sueldos del personal cien-
tífico, y de un gasto operativo
adicional relativamente reducido,
principalmente en lo que respec-
ta al personal de apoyo que no
es abundante en relación al perso-
nal científico, particularmente en
el sector universitario. También
puede tener influencia en este
sentido un sub-equipamiento de
los institutos, que mencionaron
como sus dos necesidades priori-
tarias "equipo e instrumental" y
"espacio". Finalmente, se ha re-
velado una carencia de apoyo bi-
bliográfico: más del 60 por cien-
to de los institutos no cubrían las
necesidades de sus investigadores
y de ellos más de la mitad no re-
currían a otras bibliotecas.
—Dispersión de esfuerzos: Se
ejecutaban en los institutos cerca
de 10.000 proyectos de investi-
gación en 1969, a razón de casi
un proyecto por investigador; pe-
ro el esfuerzo de los investigado-
res estaba considerablemente re-
partido, puesto que muchos de
ellos se ocupaban de más de un
proyecto a la vez: cada proyecto
era ejecutado, en promedio, por
2,8 investigadores. Si tenemos en
cuenta que la mitad de los inves-
tigadores se desempeñaba a tiem-
po parcial, la dispersión resulta
mucho más aguda.
—Elevada proporción del PCI en
las categorías más altas: Al cla-
sificar al PCI por categoría se
encuentra que un 35 por ciento
correspondía a la más alta cate-
goría, la de "investigadores in-
dependientes", un 25,5 por cien-
to a la de "investigadores aso-
ciados", un 19,3 por ciento a la
de "investigadores principiantes"
1 Esta última proporción se elevaría
al ser considerada la actividad inves-
tigadora de la industria privada.
2 Un 2,3 por ciento del PCI no
proporcionó información sobre su ca-
tegoría.
11
14. y un 17,9 por ciento a la de "ayu-
dantes de investigación"." Esta
pirámide invertida no parece co-
rresponder a un sistema científico
dinámico y en crecimiento que
habría de mostrar las más eleva-
das proporciones en las catego-
rías más bajas. Pueden haber
existido errores en la recolección
de datos (adscripción de censa-
dos a categorías más altas), pero
es indudable que se manifiesta en
este resultado la influencia de la
atomización del esfuerzo cientí-
fico. Parece por otra parte ser
imperfecta la estructura que guía
y capacita al personal y lo hace
acceder paso a paso a las jerar-
quías más altas, conforme con la
experiencia y el mérito que hayan
ido ganando. La característica de
"muchos caciques, pocos indios",
a la luz de la relativa juventud
del PCI, significa que muchos in-
vestigadores poco experimenta-
dos se encuentran trabajando por
su cuenta hecho que, sin duda,
conspira contra la eficiencia de la
actividad de investigación.
5. Orientación del
esfuerzo de ID llevado
a cabo por los
institutos
La orientación del esfuerzo de ID
puede analizarse en primera apro-
ximación clasificando los proyec-
tos por el "campo de aplicación
probable" asignado al responder
a la encuesta.1 Los resultados
muestran que el 31 por ciento de
los proyectos estaban destinados
a la "adquisición de conocimien-
tos", el 21 por ciento a "salud
e higiene", el 20 por ciento a
"actividades agropecuarias" y el
6 por ciento a "industria". El res-
to se repartía entre campos de
aplicación que tenían que ver con
la "infraestructura física, econó-
mica y social" (14 por ciento),
1 Aunque éste es un indicador im-
perfecto, corresponde a la expresión de
deseos de quien responde a la encuesta
y puede no corresponder estrictamente
al objetivo original en base al cual se
decidió realizar el proyecto y asignar
los recursos necesarios, o al resultado
que surgirá una vez terminado el pro-
yecto y cumplida la etapa (si cabe)
de transferencia a la sociedad.
"minería y energía no nuclear"
(menos del 1 por ciento en cada
caso) y lo que puede denominar-
se "tecnología de avanzada" (3.1
por ciento), que incluye energía
nuclear, espacio y defensa, Los
campos de aplicación probable
más ligados al desarrollo econó-
mico (agro, industria, infraestruc-
tura, minería, energía no nu-
clear) comprendían un 40 por
ciento del total de proyectos.
Puede concluirse entonces que
el esfuerzo de ID en los institu-
tos encuestados no está fuerte-
mente orientado hacia los propó-
sitos del desarrollo económico,
particularmente cuando se consi-
dera la bajísima proporción de
proyectos dirigidos a la industria.
Este importante sector, el más di-
námico de la economía, aún no se
ha convertido en un objetivo im-
CUADRO 3
Gastos anuales en ID
por científico o ingeniero
en diversos países, 1967
(en u$s)
Países Gastos en ID/Cient.
Suecia 49.800
Francia 46.700
Reino Unido 38.000
Alemania
Federal 36.600
Suiza 29.100
Finlandia 28.900
Chipre 27.800
Países Bajos 32.700
Noruega 25,300
Austria 24.300
Italia 22.700
Bélgica 20.200
España 17.500
Irlanda 14.800
Malta 14.700
Checoes-
lovaquia 13.500
URSS 11.800
Hungría 9.600
Grecia 9.000
Polonia 7.500
Argentina
(1968) 1 7.400
Rumania 5.800
Yugoeslavia 5.100
Bulgaria 4.800
portante de la actividad investi-
gadora.
6. Utilización de los
resultados del esfuerzo
de ID llevado a cabo
en los institutos
Repetidas veces se ha señalado
que los resultados del esfuerzo
de ID en la Argentina reciben
poca utilización por parte de la
sociedad y que no se ha estable-
cido un buen acople entre ésta y
la infraestructura científico-téc-
nica.
La encuesta ha proporcionado
algunos indicios que no desvir-
túan estas afirmaciones. Ya he-
mos señalado, por una parte, la
baja proporción de "desarrollo
experimental" en el total de gas-
ACOTACIONES AL CUADRO 3
1 Estimación realizada dividiendo
los gastos corrientes en ID por los
años-hombre en ID. He aquí el de-
talle para los diferentes sectores:
• Institutos del sector universitario:
u$s 5.000 (m$n 1.700.000)
• Institutos del sector público descen-
tralizado:
u$s 12.500 (m$n 4.400.000)
• Institutos del sector público centra-
lizados:
u$s 8.000 (m$n 2.800,000)
• Institutos del sector privado de bien
público:
u$s 5.100 (m$n 1.800,000)
• Institutos del sector empresas esta-
tales y mixtas:
u$s 17.800 (m$n 6.200.000)
• Todos los institutos:
u$s 7.400 (m$n 2.600,000)
Fuente: Adaptado del Cuadro 3.4.
del Informe CONACYT.
Argentina: SECONACYT, Encuesta
a Institutos de Investigación, 1969.
Otros países: UNESCO, Statisti-
ques sur les Activités de Recherche
et de Développement Experimental,
1967, UNESCO/MINESPOL 5, Pa-
rís, 1970, Cuadro I.
NOTA: La interpretación de estas
cifras está sujeta a las reservas que
surgen de utilizar tipos de cambio ofi-
ciales para la conversión de las mo-
nedas nacionales en dólares de los
EE. UU, En el caso de los países de
Europa Oriental, se han agregado en-
tre paréntesis los valores que resultan
al emplear tipos de cambio oficialmen-
te aplicados por esos países en sus
transacciones con el extranjero.
(28.700)
(23.700)
(33.800)
(14.500)
( 8.200)
12
15. I*
H
•i,
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i."¡n'i.r,' di, 1!» ¡••••i l.i
>-!í.I, 1.1 ll<!<d -I, M "1 . , ni h, i. I i
!<ts '-'...fi'í^ - piiJ.ii» loi » i! .v. r «.
¡»r.p'ut.t'K1 i píí.s t! .1. i;n.í¡i'
A i -u í,'|. i.i' • i, i iuí
I! :*,' ,i v:ii( iil.ii iuii . i>¡ n 11• m> i.t
' '•'!['(! ij í 1 ¡'¡.< Ni n í, ¡ '
Í; i í ) íje ' (i¡.) , ii il;',u i. ,' i
',,1 ! 11 > Mll'lM del' l'dl< i
¡•» •!.! l'i ,ir,n:" r ¡ I d»
i •!.>j',Í Ajrop. . un i,i- • ni
a ü-¡ i 'i nuil!.- s' |ií, i o |< ii..
! ' . n Í . ' H ) r¡ n i ; >du ti ¡ i 11 í
i '! 'i ir:n., í i! > i'.n pal, II i . ,
! i(-i . 1 , tv<¡. > ni,,k'iii.:, ii niiii
• ' ¡Vs 1ii,[>!m en l< p¡ ,[ui>
.v .U'h .id >-, a < ku i de I ¡ !,,-
" -tí i, >¡'if ¡i n ~'t n misal • i
.1 I'.-¡tu t rvir «i* .t| ti.'i- ,t¡ L*-
S'l"íi'!¡o df L = 'leUvid.idi Ilidn<-
T
:ÍI1I. > v de ¡j*ifv.s'-.íu:ríanu duho
f'l'.K'K'ii es mu duda cjim»!: los
j,j:m>, tit« i-xicitMim man inferío-
K's al 7 por ciiJiln de los g.iMris
en ID, mientras que en Ciencias
Agropecuarias dicha proporción
llegaba al 25 por ciento.
Otro indicio de la poca li«,m>n
entre ciencia y sociedad radica en
la escasa importancia de los con-
tratos de investigación dentro de
i as fuentes de recursos de ios ín>
i ti '¡i l i i; i i i fi
eión implica la existencia de u
u i , i>l > t 1 . n r
i ermmae
icüi.mtc
a v m ¡ -
i I !
¡ " I i n'i r 1 I r til
Kvniea recibe entonce» una de-
manda e:-,pecí; iea por paite de ia
Ii I < M 'i i
grandes ..le q u e la nave-a¡acción
u n e ,-ne realiza reciba. en e k v m ,
o í i ' ^ W d i o U ^ ^
i 1 i • i l
eueMados. no , : X ¡ , i c eíta cha nro-
u ' l i l i t . - ,
I í i i i ' 1 i i i d
> ll III 1 1¡ U II 1 i i 1 , 1
i ti mu di 1 i tu >1 i i
11) i lo 11 thlfí | ' l
'ut* * f| monto iot 1 Je w nti t
d e i t u e ji_, u . a n o i i " i n idus i i
t inptt '-a-, (privada i istauleO
no I!« ^ iba »i nija 100 r-idlotn ,
in livte 1 | II uc !»'> de iqa JIos
ivbtos
! sta». i uluacione , par Miputi
to, vm li igntenfviis ininfuien-
tc-> Cret tnn«, qn • t s u ,p >n ana
ll ali ' ir i. -ti .1' >- de t til -d¡ > "lie
e te pi nto, que IL'Sen i e tabV
u*r la-, mi ¡í r-s minera'- de* a <.-
"urar uin i ¡tena miL leí ín di. L«
ut tiv ulaiii de inve-tif.Kuin jmu
pai U <L la ü> ledad
Marcos Kaplan
Si bien estoy de acuerdo con lo sustancial del con-
tenido del trabajo dirigido por el ingeniero Aráoz,
quiero comentar algunas afirmaciones en cuanto a
las virtudes que se le atribuyen a Li actividad cien-
tilic i naeiorsal.
La primera se refiere a que "el país ha logrado
«re» madurez científica apreciabíe, demostrada pur
1<k dus Premio Nobel de la }x>st-giierra y por tvctir-
humanos de buen nivel —y en algunos ca«»s
Mibre-salientes-- con que cuenta la actividad cien-
tífica".
Creo que puede hablarse de "madurez científica
upívciable" .siempre que tengamos algún criterio pa-
ra saber en qu¿ consiste h madurez ck'ntifh'j de
mi país. Si se miele sólo pnr la cantidad de cientí-
ficas fWuMdiw; y por la dedicación que muchos de
ellos tieiieii o por l;i obterudóti de e:s¡tos esprehscu-
Isii'cs (como los Kulxil), puedu calvr el calificativo
di- "apreciablc". Pero }h)r otra parte vemos que los
tíos premios han sido de Medicina y esto es .sínto-
ma de una distorsión muy grave. Yo diría que uno
de los índices de madurez de un sistema científico
es la armonía en el grado diferencial de desarrollo
de cada área de la ciencia.
Un ^ u n d o c'em» nto a i n i l v u — e n t r e d i im nte
¡i^ ido .,1 p n i t K t o - - t » 11 i >tu K i o n . n ' r el u i -
f 1 .le que" t* ll O l l d.Helllilll id ls di elpllü t pul lilla
vutu v h i i ' i' ^tiui- p r i m t u n J e l d , u i u l l u de
d i i i p ' ' t i i - t^H- i nte | ond i iii, t e o u e t n l e i l m i a-
te 1 I w iL 111 l'ld l-, (Jlle [I lide t i l l e ' Mil k ' d l d y
l u í 1 v.ejLll Ot i- q i k e i - i k u il.id -.l p' nte 1 J> l1
a
e n t i a t e ü laia ta,»a ..ut.eiiui de de&anedlu ;,eieia his-
tórico.
Vi«un tiiie iiim diiuaun i seguir en s* icio-
íii* 'uUiias irnlu't tn^ue inulul i 1 t,n (L i-
'lollo -<<it llmi lite d ío.ni 'd i de i i t tinetllia tlen-
*il i i " ntini ¡que ili oor ».) tupio en d de-
uioIKi n ími! ¡iiiviiu --tip mar k 1 w ei <m < íc-
ti^ v 'iitui leí ¡n ibstikto i ui ipil id is uní l is
.unen (Hule 1
13
16. La segunda afirmación es que "existe una orga-
nización universitaria que por su gran magnitud pue-
de facilitar los recursos humanos para el crecimien-
to del sistema". No estoy de acuerdo. Si bien la
"magnitud" —medida en estudiantes o egresados—
de la organización universitaria la convierte en un
recurso potencial muy importante, todos conocemos
—y algunos muy directamente— las limitaciones de
la Universidad argentina. Y una de las fundamenta-
les es su absoluta disociación con la problemática
nacional y la falta de un esfuerzo sistemático de la
Universidad para evaluar demandas actuales o po-
tenciales de la sociedad. Por otra parte es igualmen-
te evidente su incapacidad para articularse como
real factor de presión —o de poder— para defen-
der las condiciones de preservación del desarrollo
científico y articularse con grupos sociales signifi-
cativos que le permitieran tener un público general
amplio, una posibilidad de un sistema de alianzas
y apoyos y no seguir siendo una institución inerme
que subsistió en la medida en que nadie se dedicó
demasiado sistemáticamente a destruirla y que hoy
vegeta en un estado de anemia progresiva y perni-
ciosa.
En tercer lugar no creo que exista "una organi-
zación promocional bien montada en las áreas de la
ciencia y la técnica", sino la más absoluta orfandad.
Pregunto qué grupo organizado, dentro o fuera de
la actividad científica, se dedica a promocional' de-
liberadamente las posibilidades de expansión de una
rama de la ciencia o aunque sea a tratar de mejorar
la imagen que de la actividad científica tiene el
país. Es decir, quien trata de presentar la ciencia
como una actividad relevante y significativa y no
como una actividad extraña de un grupo de inicia-
dos y de la que el resto del país nunca termina de
enterarse para qué sirve.
Me adelanto a decir que, en esto, parte grande
de la culpa la tiene la comunidad científica. Insisto:
no sólo ninguna institución del país se dedicó a
promover la C l C l l C l c l O ltt técnica —y cuando lo hizo
el CONACYT, mejor que no lo hubiera hecho—
sino que la comunidad científica fue incapaz de
hacerlo.
Ultima afirmación con la que disiento: "Existe
por parte de muchas instituciones y muchos cientí-
ficos un creciente deseo de poner la ciencia y la
técnica al servicio de la sociedad".
Creo que los científicos, aisladamente o en tér-
minos de pequeños grupos, tienen ese deseo, pero
institucionahnente sigue prevaleciendo la noción tra-
dicional y mal importada según la cual la ciencia es
una actividad que se justifica por sí misma, que
aparece y subsiste por su dinámica propia y que
debe ser respetada porque es, en ella misma, un va-
lor. La secuencia debe ser la inversa: en función de
los condicionantes sociales, políticos y culturales a
que está sometida, es mucho más probable que ha-
ya o no ciencia y que existan o no grupos con vo-
luntad de coordinar su actividad con lo que ocurre
en el seno de la sociedad. Estas consideraciones me
llevan a pensar que, para hacer un diagnóstico del
sistema científico argentino, habría que constatar
al menos como primera hipótesis explicativa—
que no existe ningún tipo de demanda social signi-
ficativa para la ciencia en nuestro tipo de sociedad
argentina.
Un primer elemento importante al respecto es
la herencia histórica. Nuestro país se formó en fun-
ción de un modelo de crecimiento dependiente y
deformado que no necesitaba la ciencia. Simple-
mente se necesitaba incorporar determinadas disci-
plinas elaboradas en los países más avanzados co-
mo complemento o refuerzo para los requisitos de
un modelo basado en la producción e intercambio
de materias primas. Este modelo no tenía exigen-
cias para la creación de un aparato científico-tecno-
lógico. Para producir carne y cereales en la pampa
húmeda no hizo falta elaborar tecnología sofistica-
da; bastaba con la que se importaba.
Cuando ese modelo —alrededor del año 1930—
entró en crisis creo que lo fundamental que ocurrió
(y no solo con relación a la ciencia) es que los gru-
pos dominantes y estructuras tradicionales fueron
afectados pero no destruidos ni siquiera superados.
Es decir que tuvieron una gran permeabilidad y
adaptabilidad para que las cosas siguieran siendo lo
mismo pero simultáneamente no apareció ningún
otro grupo social, con dinámica ascendente, que
fuese capaz de formular sus propios proyectos y
fuese capaz de convertirlos en un modelo general
de desarrollo alternativo.
En el fondo no se han modificado las condiciones
básicas, sino que en cierta medida se reforzaron.
Ni el empresariaclo industrial, ni el movimiento sin-
dicalmente organizado, ni otros sectores —por su
inmadurez política, ideológica y organizativa— de-
mostraron interés real en la ciencia. En su compor-
tamiento no aparecieron componentes que les hicie-
ran ver la necesidad de formular, dentro de un mo-
delo alternativo de desarrollo, una reivindicación
del papel positivo de la ciencia y la técnica na-
cionales.
Es decir que en la Argentina persiste una situa-
ción de "empate histórico" en el que lo viejo sigue
siendo suficientemente fuerte como para no desapa-
recer y para mantener la preservación ele las estruc-
turas que le interesan, y ninguno ele los grupos que
se suponen que desbordan o entran en contradicción
con ese esquema han madurado lo suficiente como
para articularse y actuar en función de ellos mismos,
ni para asumir el liderazgo de un nuevo proyecto
nacional.
En esas condiciones está la transformación agro-
pecuaria que exige una revolución científica y tec-
nológica. Hay una industrialización sustitutiva de
importaciones que —como decía el doctor Mayo—
se maneja muy bien con tecnología importada. No
se ha producido siquiera un proceso de efervescen-
cia cultural o ideológica en el país que creara esti-
mulantes de tipo general como para que, entre otras
cosas, se viera reforzado todo lo que la ciencia y la
14
17. técnica potencialmente implican como esfuerzo crí-
tico de contestación, de búsqueda de caminos, de
creatividad, de innovación.
Pienso que para explicar por qué ha habido cien-
cia en la Argentina y qué tipo de ciencia y técnica
se ha desarrollado, hay que tener en cuenta la con-
tinuidad de aquella tradición de desarrollo científi-
co y técnico. La medicina y la bioquímica son bue-
nos ejemplos. Una sociedad que se desarrollaba de
cualquier manera requería un potencial médico y
bioquímico para asegurar las condiciones más ur-
gentes de existencia civilizada. La ingeniería debía
promoverse en la medida en que era necesario co-
mo esfuerzo complementario para la aplicación de
tecnología importada. El derecho se desarrollaba
porque era un instrumento social importante para
la regulación de las relaciones sociales en el viejo
modelo.
Las otras disciplinas han aparecido más como ex-
presión de los intereses vocacionales de sectores in-
telectuales de clase media en la que hay hombres
con predisposición o vocación natural para la acti-
vidad científica, pero su comportamiento tiene qui-
zás más de masoquismo inexplicable que de corre-
lación con las exigencias reales de la sociedad.
En definitiva, los grupos científicos de más je-
rarquía son enclaves tolerados dentro de un siste-
ma que no los pide, los sigue mirando con sospe-
cha, y los respeta sólo en la medida en que el mar-
co de referencia que tienen los grupos dominantes
en la Argentina, es la modernización que se da en
los países avanzados. La revolución científica y tec-
nológica es un componente evidente de esa moder-
nización y un estado moderno y un grupo social con
cierta hegemonía debe tener en abstracto una acti-
tud formal de respeto mínimo hacia los científicos,
pero esta actitud, no sale de las entrañas de sus pro-
pios intereses ni de su propia visión del mundo, y
no tiene demasiado vigencia real.
Marcos Kaplan, doctor en Derecho y Ciencias Sociales,
investigador en Ciencia Política, actualmente en
el Departamento de Sociología de la Fundación
Bariloche, a cargo de su Programa Patagónico.
Ha publicado recientemente "El Estado en el
Desarrollo y la Integración", "Formación del Estado
.Nacional en América Latina", "La Ciencia
Política Latinoamericana en la Encrucijada",
"Aspectos Políticos de la Planificación en
América Latina".
Santos
Después de haber realizado esta encuesta pienso
que el CONACYT debería enfrentar el para qué
de la misma y establecer de qué manera pueden
utilizarse esos datos en beneficio del país. Pienso
que de los resultados de la encuesta que nos ha
resumido el ingeniero Aráoz, no surge claramente
qué es lo que conviene hacer, ya que se requiere
algo más: el desarrollo de una política científica y
tecnológica adaptada a las necesidades nacionales.
Tomaré un ejemplo, el de la Física. En este mo-
mento nuestro país cuenta con unos 1500 estudian-
tes de esta ciencia; es decir que después de la
la Segunda Guerra Mundial se produjo en el país
una verdadera explosión demográfica en la pobla-
ción de físicos. Por otra parte, la Asociación Física
Argentina (fundada en 1944 por una veintena de
físicos) tiene un registro actual de 500 profesiona-
les afiliados que actúan en centros de enseñanza e
investigación, de los cuales solamente 46 pertenecen
a la Carrera del Investigador Científico del CONI-
CET, El número de graduados en Física que anual-
mente producen las universidades es muy cercano
a 100 y es además bien sabido que no todos estos
graduados encuentran una apropiada oportunidad
para el ejercicio de su profesión o el perfecciona-
miento de su formación. Algunos de ellos se ven
Mayo
forzados a emigrar en busca de mejores oportuni-
dades, ya que las pocas vacantes existentes se ven
15
18. rápidamente cubiertas. Resulta bien claro pues que,
por lo menos con respecto al ejemplo de la Física,
la situación con que debe enfrentarse el profesional
en general y el recién graduado en particular, es
realmente crítica y que el país necesita a muy corto
plazo resolver la misma adoptando medidas concre-
tas de acuerdo a algún tipo de decisiones que con-
forman en definitiva una cierta política para el de-
sarrollo de esta ciencia.
En nuestro país, tan necesitado de un verdadero
desarrollo industrial, la generación de riquezas ba-
sada en su propia ciencia es poco menos que inexis-
tente; creo que resulta bien claro que este tipo de
actividades requiere una asociación entre la Ciencia
y la Ingeniería. En nuestro medio no se conocen,
excepto en casos aislados, proyectos de investigación
en Física que conduzcan a desarrollos ingenieriles
y que luego estos desarrollos empalmen con la ri-
queza nacional. Opino que todo análisis del papel
que desempeña una ciencia en un medio dado no
puede hacerse en profundidad sin considerar el con-
texto social y económico en el que ha de desenvol-
verse y que toda decisión que afecte su futura pro-
yección debe contemplar precisamente esos aspec-
tos a más de los puramente intrínsecos de la dis-
ciplina.
Pienso que en nuestro país cerca del 90 por cien-
to de los recursos tanto humanos como materiales
que insume la Física están orientados hacia la in-
vestigación básica. Los esfuerzos por incrementar
la investigación aplicada se ven trabados por múl-
tiples factores a los que no resulta ajeno el estímu-
lo de la comunidad académica hacia el investigador
y las dificultades técnico-económicas por establecer
un claro y seguro vínculo con las fuerzas producti-
vas del país. Ligado a estas cuestiones del desarrollo
Recursos asignados a ID
tecnológico se encuentra prominentemente el pro-
blema de la patentes y su incidencia sobre los es-
fuerzos locales para generar una tecnología a nivel
nacional.
El país se halla adherido a un régimen interna-
cional de patentes que permite a las grandes firmas
internacionales bloquear en forma preventiva desa-
rrollos locales correspondientes a elementos que aún
no se producen en el país, de modo tal que, por
ejemplo si alguien pretende desarrollar seriamente
un circuito integrado como componente electrónico
básico, muy probablemente se verá frenado por va-
rías patentes preventivas que le impedirán legal-
mente poner en práctica soluciones comercialmente
aceptables. En efecto, las filiales de esas firmas que
operan en nuestro país ya han oportunamente to-
mado los recaudos legales que establecen las imi-
taciones para que ningún grupo de investigaciones
aplicadas pueda producir supuestos resultados com-
petitivos de sus propios productos. Es claro que
éstas son las reglas del juego internacional que de-
berán ser cuidadosamente analizadas en el momen-
to de tomar las decisiones que afectan al desarrollo
científico y tecnológico del país.
Existe con relación a estas cuestiones otro pro-
blema bien claro y conocido: la industria por lo
general no tiene interés en reemplazar "lcnowhow"
extranjero por desarrollos nacionales.
La solución extranjera es más sencilla y comprar
la receta de fabricación garantiza su buen funcio-
namiento, eventualmente complementado por la vi-
sita de algún experto extranjero que entrene per-
sonal.
Esta discusión no es nueva y se ha planteado en
distintas áreas y sectores de la actividad nacional y
se fundamenta en que el capital nacional está vol-
tlecursos humanos
1966-1967
16
19. I
•N
¡sli
/
cado, no en la dirección de las industrias modernas,
basadas en desarrollos científicos, sino en la de las
tradicionales que dependen más del buen clima que
del factor tecnológico.
Creo que es fundamental que el CONACYT, o
la autoridad a la que corresponda la política cien-
tífica, tenga en cuenta este factor que —a mi jui-
cio— es primordial.
Tengo la impresión de que tenemos derecho a
decirle al CONACYT que los resultados de su en-
cuesta son muy interesantes pero que buscamos
que se traduzcan en medidas efectivas conducentes
a promover un desarrollo equilibrado de las cien-
cias en su conjunto y a un real desarrollo de la
tecnología nacional.
Observando cómo distribuyó el CONICET en
1970 sus inversiones resulta que el 75 por ciento
estuvieron dedicadas al sector Ciencias Médicas,
Químicas y Naturales; el 10 por ciento a las Cien-
cias Matemáticas, Física y Astronomía; el 9 por
ciento a las Humanidades y 6 por ciento a la Tec-
nología. Esto aporta sin duda otro valioso elemento
de juicio para quienes tienen la responsabilidad de
tomar decisiones que en su conjunto configuran en
la práctica la política científica que sigue el país.
Los gráficos adjuntos muestran que nuestro país
ocupa internacionalmente un nivel muy aceptable
en lo relativo a los recursos humanos de que dis-
pone su sistema científico-tecnológico, no así en lo
relativo a los recursos materiales que asigna para
las investigaciones, Pero el incremento de recursos
materiales (que debería representar un factor cuatro
como mínimo respecto de los niveles actuales) no
puede en modo alguno hacerse indiscriminadamente
en forma masiva, sin aplicar criterios selectivos que
contemplen globalmente el futuro desarrollo cien-
tífico y tecnológico del país.
Santos Mayo se graduó de Doctor en Ciencias
fisicomatemáticas en la Universidad Nacional
de La Plata. Miembro de la Carrera del Investigador
del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas. Trabaja actualmente en la División
de Reacciones Nucleares de la Comisión Nacional de
Energía Atómica. Realizó trabajos de investigación
en el Laboratorio Nacional de Brookhaven y en la
Universidad de Pittsburgh (EE.UU.). Es Presidente
de la Asociación Física Argentina y Representante
en la Argentina del Centro Latinoamericano de Física.
Marcelo Diamand
La imagen que tiene un industrial del mundo
científico-tecnológico se subdivide en dos partes:
Por un lado está la imagen más bien pobre de los
laboratorios de investigación y de desarrollo de las
empresas donde hay muy poco desarrollo genuino
y, por el otro, la de los institutos, las universidades,
etc., que hacen la "Ciencia" con mayúscula, los que,
vistos de afuera, dan una impresión de irrelevancia
y de "estratosfera".
¿Por qué? Coincido totalmente con el diagnós-
tico de Kaplan: falta la demanda social para la in-
vestigación y el desarrollo. La forma de manejarse
de la sociedad argentina es tal que esta demanda
no se crea.
Para hacer tecnología o investigación aplicada tie-
ne que existir una necesidad genuina. Si se quiere
copiar un producto extranjero haciéndolo con la
misma maquinaria y materias primas que en el ex-
terior, lo más fácil es traer el know-how. Pasa
exactamente lo mismo en la explotación de los re-
cursos naturales cuando ésta se puede hacer por
métodos similares a los que se usan en el exterior.
En estos casos, desarrollar tecnología propia es un
acto heroico que no responde a ninguna necesidad
económica: es un proceso artificial que no se auto-
sostiene.
La necesidad de tecnología propia aparece cuan-
do queremos hacer algo que no es igual a lo que
se hace en otros países o cuando queremos hacer
un producto que, aunque idéntico, usa componen-
tes, materias primas o equipos diferentes. Es decir,
necesitamos tecnología propia cuando queremos
cambiar algo para adecuarlo a las condiciones lo-
cales.
Voy a contar una anécdota personal. Tengo una
empresa electrónica, una de las pocas empresas del
país que hace tecnología y desarrollo propios. En
una oportunidad, cansado de hacer tanto desarrollo,
me interesé en un televisor transistorizado alemán
y dije: "Lo voy a copiar sin modificar un solo tor-
nillo". Puse el televisor alemán sobre la mesa y
empezaron las dificultades. El tipo de chapa perfo-
rada utilizado no se conseguía localmente y hacerla
especialmente resultaba muy caro. El marco metá
lico inyectado resultaba muy caro en las series de
500 unidades por mes que se planeaban y se vio
que lo más práctico era reemplazarlo por uno de
acero, Pero en un marco de acero no se podían ha-
cer los ángulos. Cambiando los ángulos, se alteraba
la máscara de plástico. También cambiaban de lu-
gar los componentes y así sucesivamente. Media
hora más tarde estuvimos diseñando y desarrollando
17
20. otro televisor. Pero todo esto se debía a que de
acuerdo a nuestra modalidad queríamos integrar el
producto en base a las partes componentes locales
descartando su importación.
La moraleja de esta historia es que en aquel mo-
mento estábamos ante una opción. Podíamos haber
optado por copiar el televisor tal cual, sin tratar de
adecuarlo a la provisión local. Pero en este caso
teníamos que importar el marco, la chapa y otros
componentes.
Alternativamente, podíamos usar productos na-
cionales, pero en este caso se imponía la tecnolo-
gía propia. En casos así, el balance económico de-
pende del régimen de protección que exista para
bienes de capital y materias primas. Si estos se pue-
den importar a bajo costo, no hay incentivos para
utilizar lo que se consigue localmente, ni para de-
sarrollar tecnología propia. Si importar cuesta caro,
la necesidad de sustituir obliga a desarrollar la tec-
nología.
Así, por ejemplo, la facilidad para importar par-
tes componentes, equipos instrumental que hubo en
los últimos años en Argentina, ha provocado el
desmantelamiento de algunos laboratorios de desa-
rrollo en las empresas electrónicas. En materia de
exportaciones, aparece un fenómeno semejante. Si
el país exporta bienes primarios, de bajo grado de
elaboración, hay pocos incentivos para desarrollar
la tecnología propia. En cambio, la exportación de
productos del país ya industrializados, con alto va-
lor agregado, crea la necesidad de esta tecnología.
Pero toda la incentivación oficial en Argentina ayu-
da a exportar productos simples con bajo valor
agregado industrial o sea, nuevamente conspira en
contra de la tecnología.
En los países industriales todo este problema no
existe ya que por encabezar el proceso no pueden
copiar y se ven forzados a crear. Pero para noso-
tros, es muy difícil encontrar un renglón en el que
los demás pudieron hacer algo y no lo hicieron.
Sólo la casualidad o la adaptación a las necesidades
locales explica algunos inventos: la lapicera a bo-
lilla en el primer caso; el colectivo y la cosechadora
en el segundo.
El desarrollo propio significa una gran inversión
en el aprendizaje, en la formación de la gente, etc.
También cuestan mucho los inevitables errores ini-
ciales. A la larga, si se presupone una curva cre-
ciente de producción, el desarrollo se amortiza y
le da a la empresa una gran ventaja ya que la provee
de la infraestructura y del personal capacitado. Pero
el proceso es lento y se ve complicado por el pro-
blema de la demanda oscilante. Los gastos que
trae un laboratorio no dependen de la producción
y cuando el mercado se contrae, comienzan a pesar
tremendamente sobre la producción disminuida. De
modo que otro factor que conspira en contra de
la decisión de hacer una tecnología propia son las
periódicas recesiones que aquejan al país.
Las caídas de demanda afectan también a los ins-
titutos oficiales y a las universidades, ya que éstos,
al no encontrar demanda genuina en el mercado,
se repliegan y comienzan a dedicarse a la investiga-
ción pura, desconectada de la realidad. Como la
comunidad científica se autodefiende, se adapta a
las circunstancias y desarrolla pautas de conducta
que significan el aliento a lo esotérico y a lo es-
tratosférico —pautas que posteriormente se trans-
miten a los estudiantes universitarios.
Ya se ha hablado de la falta de conciencia del
sector empresario o del sector sindical para conver-
tirse en un factor de transformación del país. Es
cierto, pero también hay en este sentido una to-
tal falta de conciencia por parte del sector cientí-
fico. El sector científico, créase o no, potencial-
mente también es un factor de poder: una de sus
tareas debería ser la localización de las deformacio-
nes del sistema político-económicO que impiden el
desarrollo de la ciencia para poder luchar en con-
tra de ellas.
Desafortunadamente, sucede todo lo contrario:
culturalmente, la comunidad científica se une a los
demás sectores alienados. De la misma forma en que
los empresarios apoyan políticas económicas que los
funden, igual que los sindicatos muchas veces de-
fienden o proponen medidas que los perjudican, la
comunidad científica parece desconocer el funciona-
miento del sistema productivo y muchas veces toma
posturas políticas contrarias a la creación de la de-
manda para la ciencia y la técnica.
Somos un país más atrasado que, por eemplo, los
Estados Unidos. Esto significa que nuestra calidad
industrial, la calidad de nuestros empresarios, di-
rigentes y científicos es, estadísticamente, inferior,
porque si no fuera inferior, el sistema tampoco
sería más atrasado. Pero el país, intelectualmente,
no acepta esta realidad: cada sector acepta que, en
lo que se refiere a sí mismo, su propio menor
desarrollo es justificado por el atraso del país. Pero
simultáneamente pretende del resto del sistema una
perfección propia de un país más desarrollado.
El industrial textil sabe que produce telas con
una menor productividad que su colega alemán y
esto le parece natural, ya que su industria es, ob-
viamente, menos madura; pero la máquina textil
que compra debe ser perfecta y barata y si no lo
es, quiere importarla. El industrial metalúrgico tie-
ne amplios justificativos para explicar por qué su
producción no llega a la calidad y precio de la
norteamericana. Pero si necesita asesoramiento, bus-
cará a alguien que tiene veinte años de experiencia
en el exterior y, si es posible, la garantía de haber
enseñado en una universidad norteamericana.
El científico, lógicamente entiende que su en-
trenamiento, por falta de oportunidades, puede ser
inferior que el de sus colegas del exterior y lo que
quiere es una oportunidad para aprender, pero cuan-
do compra un instrumento científico (o le aconseja
a una empresa del Estado sobre lo que hay que
comprar), prefiere importar un producto extran-
18
21. jero de cuya calidad está seguro que compra el
nacional. Es una alienación colectiva en la que par-
ticipamos todos, incluida la comunidad científica,
Para terminar, creo que lo que hace falta, con
tremenda urgencia, es un diagnóstico global del sis-
tema político-económico y de su interacción con la
ciencia y con la tecnología. Es necesaria una toma
de conciencia por parte de los científicos de que
ellos no son víctimas pasivas del proceso sino ac-
tores que, si tienen ideas claras, pueden influir so-
bre el contorno que los rodea.
Marcelo Diamand, ingeniero electrónico, fundador
y presidente de dos empresas del sector electrónico,
reparte su tiempo entre las actividades industriales
y actividades docentes, profesionales, de investigación,
camaristas o gubernamentales. Ex Profesor titular
de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de
Buenos Aires. Desarrolla su actividad en tres campos
paralelos: elaboración de trabajos analíticos tendientes
a la formulación de un modelo económico apropiado
para Argentina, intercambio, confrontación y difusión
de ideas elaboradas y su implementación por vía
de medidas concretas de política económica.
En forma oficial u oficiosa asesora todos los gobiernos
desde 1963 basta la ¡echa.
Enrique Oteiza
El estudio que ha presentado Aráoz corrobora lo
que por otras vías de análisis y observación varias
personas con diversas experiencias en el quehacer
científico argentino —en investigación en ciencias
naturales, tecnología o ciencias sociales—, pero no
pertenecientes al viejo "establishment" de la cien-
cia argentina habíamos detectado y hecho público
anteriormente sin mayor éxito en cuanto a afectar
la política científica nacional. Es de desear que los
elementos que surgen de este estudio del Conacyt
sirvan por fin para que se establezca un nuevo rum-
bo en lo que hace a la política científica nacional.
Los datos de la encuesta realizada confirman la
situación ya anteriormente diagnosticada en lo que
se refiere a la falta de eslabonamiento adecuados
entre la investigación básica, la aplicada y los secto-
res de producción de bienes y servicios. Se observa
que la contratación de investigación, o la ejecución
directa por parte de los sectores productores de bie-
nes y servicios, es insignificante. Prácticamente no
hay demanda efectiva de investigación por parte de
los sectores económicos. La investigación en las ra-
mas de la ingeniería, ya sea en desarrollo de pro-
ductos, materiales o procesos es escasa. Esto indica
que no hay tampoco eslabonamiento suficiente en-
tre investigación básica y tecnológica de tipo indus-
trial, lo cual fue ilustrado por Santos Mayo para el
caso de la física, especialmente en lo que respecta
a su falta de vinculación con la ingeniería.
Precisamente esta falta de eslabonamiento entre
el sector científico y la sociedad, no sólo en lo eco-
nómico sino también en lo político y lo educacional,
indica una falta de demanda real por parte de la
sociedad y en particular por parte de quienes la go-
biernan, que son hoy fundamentalmente los que de-
tentan el poder económico —empresarios industria-
les, agropecuarios y financieros—, el poder militar,
y en menor medida el poder sindical.
Como es lógico, esta situación de desconexión se
refleja también en dos características salientes del
mal llamado sistema científico argentino —el que
por cierto no llena las condiciones necesarias para
22. configurar un sistema pues se trata solamente de
un simple agregado de elementos— las que tam-
bién aparecen de manera muy clara en el trabajo
presentado por Aráoz. La primera de estas caracte-
rísticas es que el quantum total de recursos volca-
dos a la actividad de investigación científica y tec-
nológica es muy pequeño; la segunda, consiste en
que la orientación de esa actividad es defectuosa en
relación a las necesidades de la sociedad nacional
(alta proporción de investigación médica y casi nu-
la en los campos de la tecnología orientada a la in-
dustria o en el de las ciencias sociales).
A esta situación, que yo calificaría como clesola-
dora, se agregan elementos adicionales que surgen
de la encuesta y que nos muestran un grado aún
mayor de debilidad. Resulta que además de que la
actividad de investigación científica y tecnológica
argentina es demasiado pequeña, mal eslabonada y
mal orientada, es por añadidura internamente ine-
ficiente. También esto último más o menos se sa-
bía, pero el trabajo sobre aspectos cuantitativos
de la ciencia argentina lo confirma. Las unidades de
investigación son en la mayor parte de los casos de-
masiado chicas; de organización y administración
inadecuada; de presupuesto escaso; con una eleva-
da proporción del personal científico y técnico que
realiza sus tareas con dedicación parcial, e incluso
un 10 por ciento de este personal trabaja ad-hono-
rem.
El balance no permite el lujo de ser optimista,
por más esfuerzo que se haga. Reflexionando sobre
esta situación surge sin embargo un aspecto que re-
sulta curioso, y que puede ser que se explique por
esas cosas extrañas de nuestra sociedad. Frente a la
falta casi total de demanda social por los productos
de la investigación científica y tecnológica, lo que
existe como actividad en este aspecto en la Argen-
tina, con ser insignificante, es sin embargo inexpli-
cablemente grande. Puede ser que el fenómeno se
deba en parte a la abundancia de recursos humanos
calificados —mal empleados en otras actividades—,
y en parte a razones de prestigio —tipo la existen-
cia del Ballet del Colón— que hayan afectado algo
a nuestros grupos detentadores del poder.
Aquí caemos entonces de lleno en el punto que
parece más crucial para explicar la falta de deman-
da a que nos hemos referido y es el modo como
nuestro país se ha desarrollado, cuestión que fue
tratada por Marcos Kaplan. El llamado modelo de
la generación del 80 se basó en lo económico en la
incorporación de población activa —migración es-
pecialmente aunque no únicamente sureuropea—,
capitales —especialmente aunque no únicamente in-
gleses—, organización y "management" externo —a
través de las empresas extranjeras—, productos in-
dustriales fundamentalmente importados y tecnolo-
gía transferida con poca adaptación desde el exte-
rior. Dicho modelo fue exitoso hasta 1930 en tér-
minos de crecimiento económico, crecimiento del
producto bruto, pero tuvo el efecto de moldear una
sociedad cultural y políticamente dependiente. En
este último aspecto y en aquel entonces, la depen-
dencia era fundamentalmente respecto a Gran Bre-
taña.
Como resultado de este tipo de desarrollo, la so-
ciedad Argentina no generó élites nacionales con
aptitudes administrativas, industriales y creativas
como para aprovechar el estímulo de la crisis mun-
dial del 30 con el fin de producir un nuevo modelo
adecuado al nivel de riqueza alcanzado y apto para
aumentar la independencia aprovechando la coyun-
tura histórica favorable. Por el contrario, los gru-
pos dominantes de la sociedad sólo supieron hacer
lo más obvio en el corto plazo, o sea un proceso de
industrialización por sustitución de importaciones
y, acostumbradas a una situación donde sus venta-
jas se derivaban de la conexión externa, transfirie-
ron sus conexiones económico políticas —después
de la Segunda Guerra Mundial— de Gran Bretaña
a los Estados Unidos. El crecimiento de la econo-
mía fue menos espectacular que antes de 1930, pero
siguió siendo un crecimiento de arrastre, no auto-
generado ni autososteniclo.
Es claro que en un proceso de este tipo no pue-
de haber gran demanda para las actividades de tipo
creativo por parte de los sectores de producción de
bienes y servicios. La creación local de tecnología
y su estímulo a las actividades de apoyo de tipo
científico y educacional son bajas. La investigación
básica y aplicada así como las actividades de desa-
rrollo de productos, procesos y nuevos materiales,
son en estas circunstancias un lujo.
No podrá haber entonces política científica am-
biciosa, si ésta no forma parte de un proceso de
desarrollo que implique un modelo bastante dife-
rente del anterior, especialmente por su capacidad
de generar un dinamismo económico, cultural y po-
lítico impulsado desde dentro de la sociedad na-
cional, lo cual implica entre otras cosas, lograr ma-
yor autonomía. <0
Enrique Oteiza se graduó de ingeniero en la
Universidad de Buenos Aires. Obtuvo el Master
of Sciences en Ingeniería Industrial en la Universi-.l.1.!
de Columbia (EE.UU.). Director General del
Instituto Torcuato Di Telia de 1960 a 1970.
Actualmente es Secretario Ejecutivo del Congreso
Latinoamericano de Ciencias Sociales. Es investigador
y miembro del Consejo de Administración del
Instituto Di Telia. Miembro del Consejo Directivo
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24. Biología vegetal:
los protoplastos sobre el tapete
Roger Prat y Jean Claude Roland
La Rccherche
Los protoplastos, células ve-
getales extraídas de su envol-
torio de celulosa, hacen pro-
gresar la biología vegetal.
El rápido aumento de publicaciones
sobre los protoplastos de vegetal su-
periores y el anuncio de la realiza-
ción de dos congresos internaciona-
les sobre el tema en 1972, uno en
Versalles y otro en Salamanca, in-
dican el interés que actualmente sus-
cita este material excepcional.
Los vegetales presentan ciertos
rasgos particulares que interesan a
las investigaciones fundamentales de
biología celular. En primer lugar son
autótrofos, es decir capaces de ela-
borar sus componentes orgánicos a
partir de sustancias minerales. Por
otra parte sus células son totipoten-
tes. La totipotencia celular es un
concepto formulado a principios de
siglo por G. Haberbandt, según el
cual toda célula de un organismo,
cuando es liberada de las inhibicio-
nes producidas por el medio am-
biente, es capaz de regenerar prime-
ro un embrión y luego un organis-
mo completo. Después de haber sido
rechazada durante mucho tiempo, se
ha verificado la validez de esta con-
cepción en ciertos casos. En el de los
protoplastos se trata de una regene-
ración producida a partir de una úni-
ca célula que incluso, es incompleta.
En efecto, una de las características
de las células vegetales intactas es
que se encuentran rodeadas por una
parte esquelética resistente, lo cual
constituye un obstáculo mecánico a
toda manipulación de microcirugía
que limita las posibilidades de expe-
rimentación. Los protoplastos están
formados por la materia viviente
una vez separada esa cubierta rígi-
da, de manera que la membrana ci-
toplasmática queda en contacto di-
recto con el medio externo (como
ocurre habitualmente con las células
animales).
22
Plantas "fabricadas" a partir
de protoplastos de liojas
Hasta hace pocos años se pudo aislar
protoplastos de diversas maneras,
pero las experiencias se limitaron a
la obtención de una mera sobrevi-
vencia. Entre 1968 y 1970 1 se lo-
graron regularmente divisiones celu-
lares y los progresos fueron tales
que hace algunas semanas se anun-
ció la obtención de plantas enteras
a partir de protoplastos de hojas.2
Como se dijo, para obtener esos
protoplastos hay que eliminar las pa-
redes que rodean las células. Esto se
puede lograr haciéndolas digerir por
enzimas (células», pectinasa) obte-
nidas a partir de cultivos de micro-
organismos o bien abriendo mecáni-
camente el envoltorio esquelético y
haciendo salir la materia viviente
(figura 2). Mantenidos en cultivo,
no parecen presentar exigencias nu-
tritivas particulares y se lo puede
cultivar estérilmente en medios lí-
quidos o sólidos que contengan las
sales minerales, vitaminas y hormo-
nas habitualmente necesarios a los
tejidos cultivados "in vitro".
En esas condiciones el protoplasto
pasa por varios estados. Durante las
primeras horas que siguen al aisla-
miento se produce una regulación
del funcionamiento celular, en par-
ticular de las actividades de las en-
zimas transaminasa y ribonucleasa.
En los días siguientes la manifesta-
ción más constante de la actividad
celular consiste en la regeneración
de una pared (figura 3). Una o dos
semanas después del aislamiento co-
mienzan a producirse divisiones que
permiten la construcción de una pe-
queña masa de células que, conve-
nientemente repicada y alimentada,
25. Mí
Figura 1. Un protoplasto de raíz aislado desde hace
cuatro días, en su medio de cultivo. Perfectamente
esférico, la materia viviente se conserva en su integridad.
Se observan, atravesando la vacuola, delgados
retículos cítoplasmáticos por los que circulan
mitocondrías y plastos (X 500).
i , >>4
, * ' -.Yi- * i V
* * , Al
•
wm
• a*
Figura 3. Protoplasto de bofa de cebolla, luego
de cinco días de cultivo, en vías de regenerar
una nueva pared. Esta aparece claramente en microscopía
con fluorescencia (a la derecha) f x 1.000).
Figura 2. Dos maneras de eliminar la pared para Figura 4. Del protoplasto a la planta,
obtener protoplastos.
podrá organizarse y dar nacimiento
a una planta entera, capaz incluso de
florecer y producir semillas fértiles.
Por lo tanto, se puede intervenir a
voluntad sobre el protoplasto pro-
piamente dicho en diferentes esta-
dos, sobre la forma de regeneración
de la pared o sobre la inducción de
las primeras divisiones (figura 4).
Este material permite estudiar las
reacciones de la materia viviente
frente a partículas presentes en el
medio externo. Así es como Cock-
ing y sus colaboradores han produ-
cido la absorción de partículas de
ferritina o de microesferas de látex
por la pinocitosis.4 De esa manera,
el mr-mo equipo comenzó un estu-
dio sobre la infección de las células
por partículas virales.5 En efecto, las
características del material permiten
poner en contacto directo el virus
(VMT) y la membrana celular, algo
que evidentemente no se puede
hacer con tejidos enteros.
Una vez que se le provee un subs-
tráete adecuado (en general basta
con sacarosa o glucosa), el proto-
plasto en cultivo desarrolla una in-
tensa capacidad de producción de
precursores de pared que son verti-
dos en el medio. Esta circunstancia
permite enfocar en forma novedosa
el estudio de la pared, estructura a
la que, por parecer determinante del
control del "medio ambiente" celu-
lar, actualmente se tiende a conside-
rar de creciente importancia, tanto
desde el punto de vista estructural ;
como fisiológico. El estudio de los ;
protoplastos revela que, en condi-
ciones normales, la pared actúa co- ¡
mo una barrera en la difusión de los ,
precursores emitidos por el citoplas- ;
ma y como una matriz sobre la cual |
se construyen las nuevas formacio- ;
nes esqueléticas. Por otra parte la ;
pared, al actuar sobre los factores ;
nutritivos y hormonales, permite ;
analizar las condiciones óptimas de
síntesis y conocer la forma coordi- ;
nada mediante la cual las secreciones |
se asocian al exterior del citoplasma, i
Al mismo tiempo, ciertas enzimas :
esenciales para la vida de la célula
—como parece ser la sacarosa que ;
actúa sobre uno de los principales
23