La evolución de la basílica comenzó con las estoa de Átalo en el siglo II a.C., que eran edificios rectangulares con columnas al aire libre rodeando un ágora. Las basílicas romanas consistían en dos o más estoa enfrentadas con una plaza central cubierta. La Basílica Julia del siglo I a.C. tenía una nave central y dos laterales, con la central más alta y con ventanas. La Basílica Ulpia del siglo II d.C. se distinguía por no tener muros laterales