Desde mi punto de vista, el nacimiento de la culpa en nosotras
tiene relación con la incorporación de las mujeres al mundo del
trabajo, ya que lamentablemente ha generado una alta
autoexigencia y una incansable búsqueda por querer “hacerlo
todo bien”: ser excelentes madres, buenas trabajadoras, parejas
y un sin fin de etc.
Esto indudablemente nos ha “pasado la cuenta”
, traduciéndose
en una falta de libertad para poder hacer aquello que deseamos
cuando queramos, sin experimentar culpa.
3. Desde mi punto de vista, el nacimiento de la culpa en nosotras
tiene relación con la incorporación de las mujeres al mundo del
trabajo, ya que lamentablemente ha generado una alta
autoexigencia y una incansable búsqueda por querer “hacerlo
todo bien”: ser excelentes madres, buenas trabajadoras, parejas
y un sin fin de etc.
Esto indudablemente nos ha “pasado la cuenta”, traduciéndose
en una falta de libertad para poder hacer aquello que deseamos
cuando queramos, sin experimentar culpa.
4. Cuando las mujeres nos volvemos madres aparecen sentimientos que antes
no conocíamos. La intensidad de las emociones también tiende a variar.
El miedo a que algo malo le pase a nuestros hijos y a no ser capaces de
prevenirlo es algo difícil de manejar para la gran parte de nosotras.
Al miedo se le suma la culpa, pensando que siempre pudimos haberlo hecho
mejor y que todo el sufrimiento por el que pasen nuestros pequeños es
nuestra responsabilidad.
El trabajo ES doble, por un lado tener que acompañar los sentimientos de
nuestros hijos, y por otro, aprender a lidiar con estas nuevas e intensas
emociones que surgen con la maternidad.
5. ¿Por qué somos las mujeres quienes nos sentimos atrapadas en
este sentimiento y no los hombres?
El vínculo madre-hijo, suele ser más potente, intenso y simbiótico que con los
padres, sobre todo durante el primer año de vida, donde se habla de una
fusión total de las emociones de la madre con las del hijo.
Esto quiere decir que si la madre se encuentra triste, enojada o deprimida, "el
bebé también lo siente", no así con el hombre.
Frente a esto entonces me pregunto: ¿Cómo no vamos a sentirnos
responsables del sentir de nuestros hijos?
6. ¿Qué es la culpa y cuál es su mecanismo?
La culpa es una emoción que surge de la creencia o sensación de haber
transgredido un código moral, personal o social.
Se desprende de una autoevaluación negativa en relación con la propia
conducta.
Como toda emoción, tiene su función adaptativa, que es enseñarnos a aprender
de nuestros errores.
La culpa es funcional cuando es proporcional al factor que la desencadena y
cuando nos impulsa a reparar la acción que percibimos como inadecuada.
7. La culpa es funcional cuando es proporcional al factor que la desencadena y
cuando nos impulsa a reparar la acción que percibimos como inadecuada.
Pensémoslo así: le gritaste horrible a Juliancito durante una rabieta/berrinche.
Ha brotado en vos la sensación de culpa, pues la reacción no coincide con tus
valores y criterios de crianza.
Por esto, pediste disculpas y empezaste a estar más atenta para no volver a
gritarle. De ese modo, buscás evitar daños futuros.
En este caso, la culpa ha cumplido con su función.
8. Pero sucede, que a menudo esta emoción adopta formas
disfuncionales en la maternidad.
Pues aparece en exceso y produce un desgaste psicológico
descomunal.
Así, suele torturarnos y paralizarnos.
9. Esto sucede ya que en el imaginario social, ser
buena madre aún supone un conjunto de
criterios más rígidos que flexibles.
10. ¿No descifrás el motivo del llanto del bebé a la primera? culpa.
¿No se pega bien al pecho? culpa.
¿Salís de casa para trabajar? culpa.
¿Te tomás un ratito para vos? culpa.
El protagonismo de esta emoción se sustenta en la necesidad de
acercarnos lo más posible a lo que la cultura determina como madre
perfecta.
!Y es que queremos serlo! Porque el amor que sentimos es
indescriptible
11. Winicott propone un término que les traigo hoy:
LA MADRE SUFICIENTEMENTE BUENA
12. En simples palabras: si bien la función materna es
imprescindible para el desarrollo emocional
saludable del bebé-niño-adolescente, no es
necesario que la madre persiga la excelencia.
No deberíamos esperar eso, ya que supone un
imposible.
13. No es realista esperar que una madre actúe siempre a la perfección;
que comprenda cada llanto, gesto e incomodidad de su bebé a la
primera, que siempre pueda atenderlo al instante.
No podemos mantener la expectativa de que siempre contará con
el estado de ánimo apropiado o con la paciencia necesaria para
responder de forma óptima.
14. Esto no sería realista, pero tampoco necesario.
En realidad, el niño es capaz de tolerar cierto grado de frustración y,
a medida que crece, este umbral también se eleva.
La ausencia temporal de la madre, su agotamiento en momentos
puntuales o su incapacidad para comprender a veces el llanto del
niño no lo dañarán emocionalmente.
16. Identificar y cuestionar las creencias
Expresarse a través de las palabras
Evitar compararte con las demás
Reducir tu autoexigencia
Evitar el pensamiento polarizado
17. En conclusión, transitar la maternidad con menos culpa es
posible.
Esto no se resuelve con ser menos persona y más madre, sino
todo lo contrario. Esa sensación negativa empieza a
equilibrarse entre la responsabilidad y la capacidad de ser
imperfecta.
18. Con una autocrítica más flexible y un diálogo interno
amable, la maternidad se convierte en una experiencia
posible de disfrutar.