1. Penac, D. (2008). Mal de escuela. Barcelona: Mondadori.
Concha Robles
De modo que yo era un mal alumno. Cada anochecer de mi infancia, regresaba a casa
perseguido por la escuela. Mis boletines hablaban de la reprobación de mis maestros.
Cuando no era el último de la clase, era el penúltimo.
Daniel
Este es un libro, efectivamente sobre la escuela y sobre la educación, desde una
perspectiva muy original: la de Daniel Penac que fue un mal estudiante. Es esta una
brillante y magistral lección de inteligencia, de sentido común. Mal de escuela es la
historia de una metamorfosis: la del propio Daniel Penal que de mal alumno se
convierte en profesor ( de Lengua y Literatura, durante veinticinco años) y más
adelante en escritor reconocido.
Como alumno “zoquete”, que se declara, puede completar la imagen estereotipada del
fracaso del alumno con dimensiones de las que no se suele hablar: el dolor y la angustia
que éste siente. Con humor, mucha ternura, y con una redacción elegante, el autor, nos
da su testimonio de vida al recrear sus sentimientos en cada una de estas etapas de su
vida: el dolor tan grande del niño que vivió la escuela como pésimo estudiante la
exclusión, los acontecimientos que fueron vitales en su “recuperación” y la importancia
que en su futuro tuvieron algunos de sus profesores (reflexiones pedagógicas, análisis,
critica y descripción de actuaciones que para él han sido efectivas en la práctica
docente).
Se trata de un ensayo novelado, de lectura muy amena que invita a hacer pensar en
nuestra propia experiencia como estudiantes. Todos hemos tenido momentos mejores y
peores en la escolaridad. Hemos sentido la angustia que produce no llegar a cumplir las
expectativas que esperan de nosotros profesores y adultos ( lo ejemplifica el propio
autor con el testimonio de sus amigos y familiares).
He elegido este libro porque llevo ocho años trabajando en Atención a la Diversidad,
con alumnos con necesidades de compensación educativa (alumnos difíciles), cuyo
perfil corresponde a lo que describe Penac. El testimonio de otro profesor me interesa
muchísimo. Además ya conocía el libro del mismo autor que trata sobre los hábitos
lectores (Como una novela) y es para mí un libro de obligada referencia para trabajar la
animación a la lectura.
Estadísticamente todo se explica, personalmente todo se complica.
Recopilo aquí algunas de las ideas que yo entiendo después de leer el libro y con las que
yo también esto de acuerdo. Sí, Yo también creo que:
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2. Cómo son estos alumnos
los alumnos que no alcanzan las expectativas que les pide la escuela, no lo hacen mejor
porque no pueden no porque no quieran. Me parece muy acertada la comparación que
hace con las capas de la cebolla.
Nuestros ”malos alumnos” (de los que se dicen que no tienen porvenir) nunca van solos
a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo,
de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias
acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro
condenado. Miradlos, aquí llegan, con el cuerpo a medio hacer y su familia a cuestas en
la mochila. En realidad la clase sólo puede empezar cuando dejan el fardo en el suelo y
la cebolla ha sido pelada. Es difícil de explicar pero a veces sólo basta una mirada
amable, una frase de adulto confiado, claro y estable, para disolver esos pesares, aliviar
esos espíritus, instalarlos en un presente rigurosamente indicativo.
Naturalmente el beneficio será provisional, la cebolla se recompondrá a la salida y sin
duda mañana habrá que empezar de nuevo. Pero enseñar es eso: volver a empezar
hasta nuestra necesaria desaparición como profesor.
Y ocurre es que llega un momento en que escondidos tras su propia mentira no
podemos ver su miedo, angustia, dolor y sus ganas de aprender (sí aunque se empeñen
en demostrar lo contrario, cuando consiguen logros académicos mejoran sin lugar a
dudas en su actitud general).
El sentimiento de exclusión les inmoviliza, bloquea sus posibilidad de aprender. Es
fundamental que todos los alumnos se sientan parte del grupo, hasta los que se portan
mal, tienen dificultades de aprendizaje o de comportamiento, los que dicen no querer
participar en la dinámica escolar, a ellos hay que buscarles, una tarea que desempeñar,
por pequeña que sea, una responsabilidad que les haga implicarse en los aprendizajes.
El respeto mutuo ( por la cultura, familia, sentimientos, pensamientos, etc) es una de
las actitudes que ayudan a mantener un buen clima en la clase. Es fundamental
respetar a ese alumno que es como una cebollita con muchas capas. Ayudarle, sin
juzgar. Como profesor no tengo porqué entenderlo, compartir sus sentimientos, etc,
pero no tengo más remedio que respetarlo y tenerlo en cuenta.
El papel del profesor
Creo que todos hemos tenido unos cuantos profesores que nos han hecho creer en
el estudio, y nos han impulsado a este esfuerzo sin fin que es la formación, con su
propio entusiasmo, que nos hacía imaginar un horizonte al que queríamos llegar.
Viene a decir Penac:
A los estudiantes hay que darles calidad en nuestras clases sobre la materia que
impartimos y esto sólo se puede hacer cuando realmente te gusta y te entusiasma a
ti mismo lo que estás aprendiendo.
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3. El apoyo de la familia es fundamental para que los estudiantes salgan de sus
episodios de “mal de escuela” (apatía, pasotismo...) su apoyo incondicional y su
paciencia.
Es indispensable sentir que alguien cree en ti.
No pasa nada por confundirse, a veces la solución es sólo dar tiempo, todos
llevamos dentro algo importante que desarrollar y no existe un solo camino para
ello (el académico).
Fracasamos como profesores cuando dejamos que los alumnos se crean que no
existe ninguna posibilidad de éxito y dejamos que enfoquen su apasionamiento
natural hacia la adicción al fracaso.
Las soluciones con estos alumnos que no quieren estudiar es a veces esperar un
poco a que maduren, otras un cambio radical de aires (otro centro, el internado
propone Penac, otro tipo de estudios...).
Tenemos que hacer reír a Joceline para poder empezar...
Encontrar y potenciar los verdaderos talentos de cada alumno (hablamos de
inteligencias emocional, de las múltiples inteligencias), reflexionar con ellos sobre
las dificultades concretas que tienen con los aprendizajes para poder trabajarlas.
Contactar con su cultura y valorarla junto con sus progresos. A Daniel Penac le
salvó la lectura, su pasión. Se trataría de ayudar a nuestros alumnos a buscar eso
que les emociona, enfocando en ello sus esfuerzos conseguirán destacar, sentirse
bien, etc.
No vale hablar de futuro con ellos, la solución es llenar cada día, cada hora de
contenido. Los profesores transmitimos sin duda mejor lo que más nos apasiona.
Penac nos cuenta algunas de sus estrategias en la clase de Lengua :memorizar y
aprender textos de memoria, cómo hace los dictados, les acompaña en las lecturas o
trabaja la gramática, etc.
Los males de gramática se curan con gramática.
Basta un profesor-¡ uno sólo!- para salvarnos de nosotros mismos y hacernos olvidar
a todos los demás...
Estos profesores no compartían con nosotros sólo el saber sino el deseo de saber.
Es fundamental que el profesor esté “presente” con todos sus sentidos y su alma
cuando imparte la clase para asegurar que esta funcione y sea útil. La presencias de
mis alumnos depende de la mía...
Los alumnos
Algo común es la preocupación o dolor que en los padres y profesores provoca el
fracaso escolar del alumno. Los primeros se preguntarán qué va a hacer con su vida y
sufren por su incierto futuro, y constantemente le pregunta: ¿comprendes?; el alumno
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4. no comprende y se siente perseguido por las notas, por la escuela, por eso da respuestas
disparatadas y se confunde porque no piensa, sólo quiere que le dejen en paz, ya que no
se siente querido. Entonces crea su mala conciencia: “no lo conseguiré”, “la escuela no
es para mí”.
Penac dice que lo más importante para él como profesor era curar el miedo de sus
peores alumnos, para que el conocimiento tenga posibilidad de pasar. Estoy de acuerdo
con él. En muchas ocasiones otros profesores me plantean sus quejas sobre los alumnos
de compensatoria en los términos: no hace nada porque no quiere, es un vago...Yo
siempre les digo que son alumnos que necesitan adaptaciones curriculares porque si no
llegan al mínimo es porque realmente no pueden, no saben como hacerlo y que si no
tienen ninguna oportunidad de éxito para ellos no tiene sentido esforzarse.
Penac habla de la soledad del zoquete, de su vergüenza, de no hacer nunca lo debido, de
andarse con cuentos, de la huída de sí mismo y como consecuencia inmediata el mal
comportamiento (la insolencia se une a la nulidad y da como consecuencia esa alegría
hiriente para el profesor del alumno que se porta mal, que se inventa un mundo ajeno a
la escuela, el de su pandilla, donde busca su identidad, desde la que podrá dar miedo a
los que le asustaban.
El futuro de nuestros alumnos
Afortunadamente nada ocurre como esta previsto, dice Penac, y hace un emocionante
reflexión sobre lo que han conseguido sus compañeros de clase, los que parecían más
prometedores, etc; para preguntarse ¿quién ha sido más feliz? Los que han cumplido
con las expectativas, los que han hecho carrera, los que dejaron la escuela... ¿quién se
reprochará más no haber hecho nada en la vida el alto ejecutivo, o el jardinero? Me
gusta reflexión porque creo que a menudo olvidamos lo que realmente queremos ser,
nuestros valores y nos dejamos llevar por lo que la sociedad considera más valioso. Esto
unido a que si consiguiéramos que nuestros alumnos aprendieran por propio placer y
convicción los títulos y el academicismo no son indispensables para la formación
integral del individuo y el estudio. Reconozcamos que la educación falla en este sentido
Las conclusiones
La idea de que es posible enseñar sin dificultades se debe a una representación etérea
del alumno. La prudencia pedagógica debería presentarnos al zoquete como al alumno
más normal: el que justifica plenamente la función del profesor porque debemos
enseñárselo todo, comenzando por la necesidad misma de aprender.
La última frase del libro, un buen consejo para los profesores que trabajan con alumnos
con dificultades.
Una golondrina aturdida es una golondrina que hay que reanimar y punto y final
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5. Referencias bibliográficas:
Penac, D. Como una novela.
Pencahttp://blogs.clarin.com/escuela-posible-escuela-
necesaria/2009/1/6/121-mal-escuela-pennac-cancre
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