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ENTREVISTA A:

                DANIEL
                PENNAC


                      “Nuestros “malos alumnos” (de los que se
dicen que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que
entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de
miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos
insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo
de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro
condenado”. Daniel Pennac. “Mal de Escuela”



                          Realizado por: Ángela Velázquez Pascual




                                                                     1
Lo primero vamos a presentar a este escritor francés, nacido en
Casablanca (Marruecos) en 1944.

Es uno de los escritores franceses más queridos y seguidos en
las últimas décadas.

Proviene de una familia militar, pasando su infancia en tierras
africanas y del sudeste asiático. Fue en Niza donde se graduó en
letras y se decantó por la enseñanza.

Tras iniciar su actividad literaria con libros para niños, adquirió
gran popularidad gracias a las novelas de la saga en torno a la
familia Malaussène, aunque también ha escrito otras novelas, los
mencionados libros para niños, ensayos,… De éstos es célebre el
titulado “Como una novela”, en el que enumera los derechos del
lector.

Y bien, después de la lectura de su libro “Mal de Escuela”, donde
Pennac aborda la cuestión de la escuela y la educación desde el
punto de vista de los malos alumnos, me dispongo a hacerle la
siguiente entrevista.




                                                                      2
Entrevistadora: Como vemos en su libro, usted fue un mal
alumno, pero vamos a empezar por el principio. ¿Cree usted
que el orígen de esta zoquetería, como usted lo llama,
podría estar en el ambiente donde nació y se crió?


Daniel Pennac: En absoluto. Mis antecedentes no solo me
prohibían ser un zoquete, sino que además, estaba
socialmente programado para convertirme en el florón de la
familia. Yo era un zoquete sin fundamento histórico, sin
razón sociológica, sin desamor: un zoquete en sí.


E.: ¿Qué pensaba su madre del zoquete que según usted
era?


D.P.: Mi madre nunca se recuperó de ello. Ni la estabilidad
de mi vida profesional, ni el reconocimiento de mi trabajo
literario, nada de lo oía decir de mí por otros o de lo que
podía leer en la prensa, la tranquilizaba del todo, aunque se
alegrara de mis éxitos.


E.: ¿Por qué se hizo usted profesor?


D.P.: Cuando eres un alumno zoquete, siempre estás lleno de
miedo. Y quise hacerme profesor para curar el miedo de mis
peores alumnos. Hacer que pudieran abrir los cerrojos que
no dejan pasar el saber, y que de esta manera tuvieran una
oportunidad.
Además, siempre he pensado que la escuela la hacen, en
primer lugar, los profesores. Y ¿quién me salvó a mí de la
escuela, sino tres o cuatro profesores?


                                                                3
E.: He leído que su hermano Bernad le dijo que usted era
bueno tirando cantos al río y haciendo que rebotaran. Y
como no me creo que fuera en todo un zoquete, ¿en que más
cosas era bueno? ¿Qué le gustaba hacer cuando era niño?


D.P.: Era un niño vivaz y juguetón. Me encantaba jugar. Era
charlatán y risueño, bromista. Tenía amigos en todos los
niveles de la clase, desde los más zoquetes hasta los
empollones.


E.: ¿Y cuando era adolescente?


D.P.: Cuando fui adolescente mi mayor ilusión era tener una
pandilla. Una pandilla en la que pudiera olvidar esa sensación
de ser absolutamente ajeno al universo escolar, y huir de
aquellas miradas de adulto desdén.


E.: ¿Qué piensa de aquellos profesores que, según usted, le
rescataron de esa zoquetería?


D.P.: Pues que, literalmente, les debo la vida.
A menudo los alumnos entran a clase llenos de pesadumbre,
miedo, inquietud, rencor, cólera, de presente amenazador. Y
esto se puede disolver con una mirada del profesor amable,
una frase de adulto confiado en resolver esos pesares,
miedos,… E instalarlos en un presente de indicativo. Y esto
ocurre cada día que se entra en clase. Pero enseñar es eso.
Dar la clase es importante sí, pero hay que atender también
las necesidades personales de los alumnos. Eso también es
enseñar.

                                                              4
E.: ¿Quiso alguna vez desistir de la escuela?


D.P.: Sí. Ya con 14 años quería que me enviaran a las colonias
militares.


E.: Hemos hablado de su madre, pero y su padre, ¿cómo se
tomaba que fuera un zoquete?


D.P.: Mi padre, al igual que nunca me amenazó con un
porvenir calamitoso durante mi escolaridad, no hacía la
menor alusión a mi pasado de zoquete.


E.: ¿Cómo describiría a los alumnos zoquetes?


D.P.:
- Les falta la presencia mental en las clases (se aburren, se
distraen con cualquier cosa). Tienen una gran incapacidad
para la concentración.


- No tienen confianza en sí mismos. Piensa que no van a
llegar a nada, que no tienen porvernir, convencidos sobre
todo por las notas que sacan y por lo que las demás
personas dicen de ellos (padres, profesores,…).


- Cuando entran en una clase están llenos de pesadumbre,
miedo, inquietud, rencor,…


- Renuncian a cualquier esfuerzo. No suelen trabajar
mucho, ni hacen los deberes. Y para justificarse ante los
padres y los profesores suelen mentir.

                                                             5
- Tienen una gran dispersión y mitomanía.


- Suelen terminar constituyendo bandas.
- A veces consumen alcohol, drogas también, supuestamente
blandas.
- Desplazan la cuestión de la instrucción al terreno de las
relaciones personales, donde todo se convierte en cosa de
susceptibilidades: “Soy demasiado tonto”, “Nunca lo
conseguiré”, “El profe no puede ni verme”, “Le odio”, “Me
comen el tarro”,…


- E.: Entonces, ¿es muy importante lo que dicen de ti los
  demás?


- -D.P.: Efectivamente. Siendo profesor, me he ido dando
  cuenta lo que pueden hacer los comentarios tanto de los
  padres como de los profesores. Lo que les decimos es
  muy importante. Les motiva o les desmotiva, les hace
  creer que pueden o creer que son inútiles. No podemos
  pronosticar el futuro, y mucho menos la vida futura de
  un alumno.


- E.: ¿Se podría qué, quiénes son los culpables?


- D.P.: Cuando nuestro yo falla, en vez de buscar
  soluciones, rápido intentamos buscar culpables. Sobre
  todo cada profesor culpa a la etapa anterior, en el
  ministerio de educación culpan a las familias, y las
  familias dicen que la escuela ya no es lo que era. Y dentro
  de la escuela también hay disputas entre, por ejemplo,

                                                              6
los profesores antiguos y los modernos. Y el padre
  también discute con la madre…


- E.: He leído en su libro que el mal alumno gasta mucha
  energía en hacer ver a sus padres y profesores que
  trabaja, que todo va bien. Y para ello suele utilizar la
  mentira, pero, ¿por qué padres y profesores dejan pasar
  esas mentiras?


- D.P.: Los profesores porque ese alumno sería la
  encarnación su propio fracaso profesional y los padres
  para calmar su propia angustia y para aplazar el momento
  de la discusión del problema.


- E.: ¿A qué se debe su metamorfosis de zoquete a
  novelista?


- D.P.: Primero a los cuatro profesores que me salvaron.
  Después al amor y a la tenacidad de mi padre. Y por
  último a mi viejo amigo Jean Rolin.


- P.: ¿Cómo se debería actuar con las malas respuestas que
  dan los “malos alumnos”?


- D.P.: Al hacer el profesor una pregunta a sus alumnos,
  éstos dan 3 respuestas posibles: la acertada, la errónea
  y la absurda. Para hacer un profesor que un alumno salga
  de su zocatería tienen que dejar de evaluar sus
  respuestas si éstas son absurdas, muy comunes en ellos,
  simplemente para salir del paso, sin ningún intento de
  razonamiento, que suele ser automática. Porque el alumno

                                                             7
no comete un erro, simplemente da una respuesta porque
  le han hecho una pregunta, aunque sea absurda, porque
  no solo no sabe la respuesta, sino que a veces tampoco
  sabe lo que se le pregunta. Y corregir algo absurdo es
  algo pedagógicamente absurdo.


- E.: ¿Nunca ha fracasado como profesor? ¿Nunca se ha
  encontrado algún alumno para el que la cosa no funciona?


- D.P.: Sí, claro que sí. Esos alumnos con los que poco o
  nada puede hacer para sacarlos de su zocatería, y que
  me dejaron con remordimientos.


- P.: ¿Qué opina del peligro que tienen, según algunas
  personas, los zoquetes en nuestra forma de vida actual?


- D.P.: Vamos a suponer que el 1% de la población escolar
  es el horrible fantasma del zoquete devorador de
  civilización,… ¿No es irrisorio?. Y el miedo alimentado
  contra esa juventud muy vergonzoso para lo adultos que
  somos.


- P.: Todos sabemos los grandes problemas del consumo en
  nuestra sociedad actual, pero ¿cómo afecta en los
  chavales zoquetes?


- D.P.: Efectivamente el consumo es un problema para toda
  la sociedad, pero en especial para los zoquetes, porque
  los apartados tienen menos defensas. Es más, se
  refugian en él. Ven en el consumo su diferenciación, su
  vía de escape. Y no se dan cuenta que es eso lo que les

                                                            8
come el tarro. La función de los maestros es hacerles
  ver eso. La misión de los profesores no es preparar a los
  alumnos a que empujen su carrito por las interminables
  avenidas de la vía comercial. El universo es para
  comprender, no para consumir. Tenemos que enseñar a
  los alumnos que descubran su identidad, y no
  entendiendo que ésta es la apariencia, para que no
  lleguen a ser víctimas de las imágenes tópicas.


- P.: ¿Qué opina de la violencia en las aulas?


- D.P.: Aunque sí que existe entre los alumnos un criminal
  al que nunca podremos llegar a transformar y que es
  rarísimo que exista, no podemos hacer pasar a la escuela
  por un lugar criminógeno. Esto sí es un crimen insensato
  contra la escuela. Convertir esto, a base de reportajes
  periodísticos y televisivos en un símbolo de una juventud
  concreta, en un lugar concreto (los suburbios) supone
  hacer creer que esta juventud es un nido de asesinos y la
  escuela un foco criminológico. Y no hay que olvidar que el
  80% de los crímenes de sangre se producen en el marco
  familiar.
  Antes les llamábamos zoquetes. Ahora no, pero les
  filmamos, les acusamos ante todo el país. Son TODA la
  juventud de TODOS los arrabales. Zoquetes todos y
  peligrosos.


- P.: ¿Has notado diferencias entre la escuela de cuando
  tú eras el zoquete y la escuela actual en la que eres el
  profesor?


                                                              9
- D.P.: Por supuesto que hay varias diferencias. Pero me
  atrevería a decir que hay una que está por encima de
  todas las demás.
  Antes la escuela tenía como objetivo alejar a los niños de
  la sociedad industrial para educarles, bueno más bien
  para instruirles. Ahora, en cambio la escuela entrega a
  los niños a la sociedad mercantil, es decir, al consumo.



- P.: Para terminar me gustaría pedirle unos consejos
  sobre cómo hay que actuar, sobre todo en las aulas, con
  los “malos alumnos”.


- D.P.: No soy muy partidario de dar consejos, pero en
  este caso lo voy a hacer por si pueden servir a los
  profesores para ayudar a esos alumnos. Además creo que
  no estaré muy alejado de la realidad del problema cuando
  he sido zoquete y profesor, por lo que sé de lo que hablo.
  Ahí van.


     Hay que tener en cuenta que la silla de clase es un
     trampolín para estos alumnos. Los lanza fuera de la
     clase en cuando se sientan en ella.
     No se debe pedir nunca a un alumno que se ponga en
     el lugar de un profesor.
     Un profesor siempre tiene que hacer que tanto los
     alumnos como los profesores estén presentes
     mentalmente en la clase.
     La primera cualidad de un profesor es el sueño. El
     buen profesor es el que se acuesta temprano.
     No hablar nunca más fuerte que ellos.

                                                             10
Cuando el profesor está con ellos no debe estar en
otra parte y cuando están en otra parte no deben
estar ni una pizca con ellos.
Cada alumno es diferente, y lo delicado es conocer
bien esas diferencias en nuestros alumnos para
encontrar el equilibrio y la armonía. Y tenemos que
hacer creer a los alumnos zoquetes que en nuestro
mundo cuentan todos, no los primeros de la clase.
Es muy importante cómo se empieza el día en la clase.
Unos lo hacen pasando lista, pero no como si contaran
ovejas, sino mirándoles, nombrándoles uno a uno.
Otros lo hacen con el silencio, dando tiempo a los
alumnos a prepararse para empezar la clase, y así el
profesor puede ir observándoles a ellos.
Algunos métodos o ejercicios no son malos en sí, sino
en cómo los utilizan los profesores. Por ejemplo, el
dictado será negativo cuando lo utiliza un perezoso
profesor para limitarse a descontar puntos con el
único objetivo de decretar un nivel.
Hay que hacer pensar a los alumnos que pueden
hacerlo, dándoles si es necesario, facilidades para que
lo consigan.
Debería ser obligatorio un audiograma y una revisión
exhaustiva de la vista antes de que el alumno
empezara la escuela. Evitarían los juicios erróneos de
los profesores.
Tan mal está hacer aprender de memoria los textos
convirtiéndolos sólo en un asunto de memoria, como no
trabajar con ellos de memoria. Aprendiendo de
memoria no se suple nada, añadimos algo más.


                                                        11
Hay que saber jugar con el saber. El juego no
     perjudica el aprendizaje, es su contrapunto. Y jugar
     con la materia es también entrenarnos a dominarla.
     Tal vez enseñar sea acabar con el pensamiento
     mágico, hacer de modo que en cada curso suene la
     hora del despertar, del comprender.
     Al hacer el profesor una pregunta a sus alumnos,
     éstos dan 3 respuestas posibles: la acertada, la
     errónea y la absurda. Para hacer un profesor que un
     alumno salga de su zocatería tienen que dejar de
     evaluar sus respuestas si éstas son absurdas, muy
     comunes en ellos, simplemente para salir del paso, sin
     ningún intento de razonamiento, que suele ser
     automática.
     Si los alumnos dicen tacos, gritan, utilizan jerga, … no
     hay que excluirles por ello. Lo que hay que hacer es
     tratar con ellos, conocerlos. Y no señalarlos como los
     zoquetes que acabarán con nuestra civilización.
     El profesor no debe apartar a ese 0,4% de alumnos
     zoquetes, tienen que aprovechas lo bueno que tienen
     para que hagan cosas buenas.



- P.: Muchas gracias señor Pennac por concederme esta
  entrevista y por internar acercarnos, a todos, no solo a
  los profesores, el mundo de los alumnos zoquetes. Me
  quedo, sobre todo con que hay que hacer creer a los
  alumnos que pueden superar el miedo a aquello que creen
  no pueden hacer y que con esfuerzo y perseverancia lo
  lograrán. Para después sentirse muy bien y recuperar la


                                                              12
autoestima. Y el profesor tiene que estar ahí,
ayudándoles en todo momento.



                             Valladolid, Febrero de 2012




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Entrevista a daniel pennac

  • 1. ENTREVISTA A: DANIEL PENNAC “Nuestros “malos alumnos” (de los que se dicen que no tienen porvenir) nunca van solos a la escuela. Lo que entra en clase es una cebolla: unas capas de pesadumbre, de miedo, de inquietud, de rencor, de cólera, de deseos insatisfechos, de furiosas renuncias acumuladas sobre un fondo de vergonzoso pasado, de presente amenazador, de futuro condenado”. Daniel Pennac. “Mal de Escuela” Realizado por: Ángela Velázquez Pascual 1
  • 2. Lo primero vamos a presentar a este escritor francés, nacido en Casablanca (Marruecos) en 1944. Es uno de los escritores franceses más queridos y seguidos en las últimas décadas. Proviene de una familia militar, pasando su infancia en tierras africanas y del sudeste asiático. Fue en Niza donde se graduó en letras y se decantó por la enseñanza. Tras iniciar su actividad literaria con libros para niños, adquirió gran popularidad gracias a las novelas de la saga en torno a la familia Malaussène, aunque también ha escrito otras novelas, los mencionados libros para niños, ensayos,… De éstos es célebre el titulado “Como una novela”, en el que enumera los derechos del lector. Y bien, después de la lectura de su libro “Mal de Escuela”, donde Pennac aborda la cuestión de la escuela y la educación desde el punto de vista de los malos alumnos, me dispongo a hacerle la siguiente entrevista. 2
  • 3. Entrevistadora: Como vemos en su libro, usted fue un mal alumno, pero vamos a empezar por el principio. ¿Cree usted que el orígen de esta zoquetería, como usted lo llama, podría estar en el ambiente donde nació y se crió? Daniel Pennac: En absoluto. Mis antecedentes no solo me prohibían ser un zoquete, sino que además, estaba socialmente programado para convertirme en el florón de la familia. Yo era un zoquete sin fundamento histórico, sin razón sociológica, sin desamor: un zoquete en sí. E.: ¿Qué pensaba su madre del zoquete que según usted era? D.P.: Mi madre nunca se recuperó de ello. Ni la estabilidad de mi vida profesional, ni el reconocimiento de mi trabajo literario, nada de lo oía decir de mí por otros o de lo que podía leer en la prensa, la tranquilizaba del todo, aunque se alegrara de mis éxitos. E.: ¿Por qué se hizo usted profesor? D.P.: Cuando eres un alumno zoquete, siempre estás lleno de miedo. Y quise hacerme profesor para curar el miedo de mis peores alumnos. Hacer que pudieran abrir los cerrojos que no dejan pasar el saber, y que de esta manera tuvieran una oportunidad. Además, siempre he pensado que la escuela la hacen, en primer lugar, los profesores. Y ¿quién me salvó a mí de la escuela, sino tres o cuatro profesores? 3
  • 4. E.: He leído que su hermano Bernad le dijo que usted era bueno tirando cantos al río y haciendo que rebotaran. Y como no me creo que fuera en todo un zoquete, ¿en que más cosas era bueno? ¿Qué le gustaba hacer cuando era niño? D.P.: Era un niño vivaz y juguetón. Me encantaba jugar. Era charlatán y risueño, bromista. Tenía amigos en todos los niveles de la clase, desde los más zoquetes hasta los empollones. E.: ¿Y cuando era adolescente? D.P.: Cuando fui adolescente mi mayor ilusión era tener una pandilla. Una pandilla en la que pudiera olvidar esa sensación de ser absolutamente ajeno al universo escolar, y huir de aquellas miradas de adulto desdén. E.: ¿Qué piensa de aquellos profesores que, según usted, le rescataron de esa zoquetería? D.P.: Pues que, literalmente, les debo la vida. A menudo los alumnos entran a clase llenos de pesadumbre, miedo, inquietud, rencor, cólera, de presente amenazador. Y esto se puede disolver con una mirada del profesor amable, una frase de adulto confiado en resolver esos pesares, miedos,… E instalarlos en un presente de indicativo. Y esto ocurre cada día que se entra en clase. Pero enseñar es eso. Dar la clase es importante sí, pero hay que atender también las necesidades personales de los alumnos. Eso también es enseñar. 4
  • 5. E.: ¿Quiso alguna vez desistir de la escuela? D.P.: Sí. Ya con 14 años quería que me enviaran a las colonias militares. E.: Hemos hablado de su madre, pero y su padre, ¿cómo se tomaba que fuera un zoquete? D.P.: Mi padre, al igual que nunca me amenazó con un porvenir calamitoso durante mi escolaridad, no hacía la menor alusión a mi pasado de zoquete. E.: ¿Cómo describiría a los alumnos zoquetes? D.P.: - Les falta la presencia mental en las clases (se aburren, se distraen con cualquier cosa). Tienen una gran incapacidad para la concentración. - No tienen confianza en sí mismos. Piensa que no van a llegar a nada, que no tienen porvernir, convencidos sobre todo por las notas que sacan y por lo que las demás personas dicen de ellos (padres, profesores,…). - Cuando entran en una clase están llenos de pesadumbre, miedo, inquietud, rencor,… - Renuncian a cualquier esfuerzo. No suelen trabajar mucho, ni hacen los deberes. Y para justificarse ante los padres y los profesores suelen mentir. 5
  • 6. - Tienen una gran dispersión y mitomanía. - Suelen terminar constituyendo bandas. - A veces consumen alcohol, drogas también, supuestamente blandas. - Desplazan la cuestión de la instrucción al terreno de las relaciones personales, donde todo se convierte en cosa de susceptibilidades: “Soy demasiado tonto”, “Nunca lo conseguiré”, “El profe no puede ni verme”, “Le odio”, “Me comen el tarro”,… - E.: Entonces, ¿es muy importante lo que dicen de ti los demás? - -D.P.: Efectivamente. Siendo profesor, me he ido dando cuenta lo que pueden hacer los comentarios tanto de los padres como de los profesores. Lo que les decimos es muy importante. Les motiva o les desmotiva, les hace creer que pueden o creer que son inútiles. No podemos pronosticar el futuro, y mucho menos la vida futura de un alumno. - E.: ¿Se podría qué, quiénes son los culpables? - D.P.: Cuando nuestro yo falla, en vez de buscar soluciones, rápido intentamos buscar culpables. Sobre todo cada profesor culpa a la etapa anterior, en el ministerio de educación culpan a las familias, y las familias dicen que la escuela ya no es lo que era. Y dentro de la escuela también hay disputas entre, por ejemplo, 6
  • 7. los profesores antiguos y los modernos. Y el padre también discute con la madre… - E.: He leído en su libro que el mal alumno gasta mucha energía en hacer ver a sus padres y profesores que trabaja, que todo va bien. Y para ello suele utilizar la mentira, pero, ¿por qué padres y profesores dejan pasar esas mentiras? - D.P.: Los profesores porque ese alumno sería la encarnación su propio fracaso profesional y los padres para calmar su propia angustia y para aplazar el momento de la discusión del problema. - E.: ¿A qué se debe su metamorfosis de zoquete a novelista? - D.P.: Primero a los cuatro profesores que me salvaron. Después al amor y a la tenacidad de mi padre. Y por último a mi viejo amigo Jean Rolin. - P.: ¿Cómo se debería actuar con las malas respuestas que dan los “malos alumnos”? - D.P.: Al hacer el profesor una pregunta a sus alumnos, éstos dan 3 respuestas posibles: la acertada, la errónea y la absurda. Para hacer un profesor que un alumno salga de su zocatería tienen que dejar de evaluar sus respuestas si éstas son absurdas, muy comunes en ellos, simplemente para salir del paso, sin ningún intento de razonamiento, que suele ser automática. Porque el alumno 7
  • 8. no comete un erro, simplemente da una respuesta porque le han hecho una pregunta, aunque sea absurda, porque no solo no sabe la respuesta, sino que a veces tampoco sabe lo que se le pregunta. Y corregir algo absurdo es algo pedagógicamente absurdo. - E.: ¿Nunca ha fracasado como profesor? ¿Nunca se ha encontrado algún alumno para el que la cosa no funciona? - D.P.: Sí, claro que sí. Esos alumnos con los que poco o nada puede hacer para sacarlos de su zocatería, y que me dejaron con remordimientos. - P.: ¿Qué opina del peligro que tienen, según algunas personas, los zoquetes en nuestra forma de vida actual? - D.P.: Vamos a suponer que el 1% de la población escolar es el horrible fantasma del zoquete devorador de civilización,… ¿No es irrisorio?. Y el miedo alimentado contra esa juventud muy vergonzoso para lo adultos que somos. - P.: Todos sabemos los grandes problemas del consumo en nuestra sociedad actual, pero ¿cómo afecta en los chavales zoquetes? - D.P.: Efectivamente el consumo es un problema para toda la sociedad, pero en especial para los zoquetes, porque los apartados tienen menos defensas. Es más, se refugian en él. Ven en el consumo su diferenciación, su vía de escape. Y no se dan cuenta que es eso lo que les 8
  • 9. come el tarro. La función de los maestros es hacerles ver eso. La misión de los profesores no es preparar a los alumnos a que empujen su carrito por las interminables avenidas de la vía comercial. El universo es para comprender, no para consumir. Tenemos que enseñar a los alumnos que descubran su identidad, y no entendiendo que ésta es la apariencia, para que no lleguen a ser víctimas de las imágenes tópicas. - P.: ¿Qué opina de la violencia en las aulas? - D.P.: Aunque sí que existe entre los alumnos un criminal al que nunca podremos llegar a transformar y que es rarísimo que exista, no podemos hacer pasar a la escuela por un lugar criminógeno. Esto sí es un crimen insensato contra la escuela. Convertir esto, a base de reportajes periodísticos y televisivos en un símbolo de una juventud concreta, en un lugar concreto (los suburbios) supone hacer creer que esta juventud es un nido de asesinos y la escuela un foco criminológico. Y no hay que olvidar que el 80% de los crímenes de sangre se producen en el marco familiar. Antes les llamábamos zoquetes. Ahora no, pero les filmamos, les acusamos ante todo el país. Son TODA la juventud de TODOS los arrabales. Zoquetes todos y peligrosos. - P.: ¿Has notado diferencias entre la escuela de cuando tú eras el zoquete y la escuela actual en la que eres el profesor? 9
  • 10. - D.P.: Por supuesto que hay varias diferencias. Pero me atrevería a decir que hay una que está por encima de todas las demás. Antes la escuela tenía como objetivo alejar a los niños de la sociedad industrial para educarles, bueno más bien para instruirles. Ahora, en cambio la escuela entrega a los niños a la sociedad mercantil, es decir, al consumo. - P.: Para terminar me gustaría pedirle unos consejos sobre cómo hay que actuar, sobre todo en las aulas, con los “malos alumnos”. - D.P.: No soy muy partidario de dar consejos, pero en este caso lo voy a hacer por si pueden servir a los profesores para ayudar a esos alumnos. Además creo que no estaré muy alejado de la realidad del problema cuando he sido zoquete y profesor, por lo que sé de lo que hablo. Ahí van. Hay que tener en cuenta que la silla de clase es un trampolín para estos alumnos. Los lanza fuera de la clase en cuando se sientan en ella. No se debe pedir nunca a un alumno que se ponga en el lugar de un profesor. Un profesor siempre tiene que hacer que tanto los alumnos como los profesores estén presentes mentalmente en la clase. La primera cualidad de un profesor es el sueño. El buen profesor es el que se acuesta temprano. No hablar nunca más fuerte que ellos. 10
  • 11. Cuando el profesor está con ellos no debe estar en otra parte y cuando están en otra parte no deben estar ni una pizca con ellos. Cada alumno es diferente, y lo delicado es conocer bien esas diferencias en nuestros alumnos para encontrar el equilibrio y la armonía. Y tenemos que hacer creer a los alumnos zoquetes que en nuestro mundo cuentan todos, no los primeros de la clase. Es muy importante cómo se empieza el día en la clase. Unos lo hacen pasando lista, pero no como si contaran ovejas, sino mirándoles, nombrándoles uno a uno. Otros lo hacen con el silencio, dando tiempo a los alumnos a prepararse para empezar la clase, y así el profesor puede ir observándoles a ellos. Algunos métodos o ejercicios no son malos en sí, sino en cómo los utilizan los profesores. Por ejemplo, el dictado será negativo cuando lo utiliza un perezoso profesor para limitarse a descontar puntos con el único objetivo de decretar un nivel. Hay que hacer pensar a los alumnos que pueden hacerlo, dándoles si es necesario, facilidades para que lo consigan. Debería ser obligatorio un audiograma y una revisión exhaustiva de la vista antes de que el alumno empezara la escuela. Evitarían los juicios erróneos de los profesores. Tan mal está hacer aprender de memoria los textos convirtiéndolos sólo en un asunto de memoria, como no trabajar con ellos de memoria. Aprendiendo de memoria no se suple nada, añadimos algo más. 11
  • 12. Hay que saber jugar con el saber. El juego no perjudica el aprendizaje, es su contrapunto. Y jugar con la materia es también entrenarnos a dominarla. Tal vez enseñar sea acabar con el pensamiento mágico, hacer de modo que en cada curso suene la hora del despertar, del comprender. Al hacer el profesor una pregunta a sus alumnos, éstos dan 3 respuestas posibles: la acertada, la errónea y la absurda. Para hacer un profesor que un alumno salga de su zocatería tienen que dejar de evaluar sus respuestas si éstas son absurdas, muy comunes en ellos, simplemente para salir del paso, sin ningún intento de razonamiento, que suele ser automática. Si los alumnos dicen tacos, gritan, utilizan jerga, … no hay que excluirles por ello. Lo que hay que hacer es tratar con ellos, conocerlos. Y no señalarlos como los zoquetes que acabarán con nuestra civilización. El profesor no debe apartar a ese 0,4% de alumnos zoquetes, tienen que aprovechas lo bueno que tienen para que hagan cosas buenas. - P.: Muchas gracias señor Pennac por concederme esta entrevista y por internar acercarnos, a todos, no solo a los profesores, el mundo de los alumnos zoquetes. Me quedo, sobre todo con que hay que hacer creer a los alumnos que pueden superar el miedo a aquello que creen no pueden hacer y que con esfuerzo y perseverancia lo lograrán. Para después sentirse muy bien y recuperar la 12
  • 13. autoestima. Y el profesor tiene que estar ahí, ayudándoles en todo momento. Valladolid, Febrero de 2012 13