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CONFERENCIA SOBRE
                         “LA ESPERANZA EN EL LIBRO DEL APOCALIPSIS”



                                                                            Pbro. Dr. Manuel Ceballos García
                                                                                   27 de septiembre de 2012
                                                                                            Foro Cine Colón
                                                                                          Mérida, Yuc., Méx.




Introducción
        Desde el pasado lunes 24, cada noche, con su particular modo de exponer tan ágil, tan ameno y
agradable, pero sin perder seriedad y profundidad en el tema, el padre Tarsicio Carmona nos fue adentrando
en el conocimiento del último libro de la Biblia: el Apocalipsis. Los números, los colores, los animales,
¡todo acerca de los símbolos!, el lenguaje, autor del libro, fecha probable de composición, los planos
interpretativos, etc., etc. Gracias, padre Tarsicio, porque de ese modo usted fue abonando el terreno y
haciéndomela fácil para abordar el tema que hoy me toca exponer, el tema central del libro, como usted
señaló el pasado lunes. Sin sus exposiciones y sus comentarios no sería posible entender lo que ahora
pretendo exponer.

        Vivimos, como señaló el padre Tarsicio, en una historia que en ciertos momentos se hace
particularmente dramática a nivel mundial y regional.. ¿Tiene algo que decirnos el Apocalipsis sobre el
desarrollo de la historia que vivimos? ¿Cómo debemos situarnos frente a ella?

      Por otra parte, todos tendemos siempre a algo mejor, siempre hay algo que podría ser reconfortante..
¿Da una respuesta el Apocalipsis a este anhelo, hacia ese algo más que tenemos siempre con nosotros?
¿Podemos esperar una conclusión positiva de todo lo que nos toca vivir? ¿A dónde vamos?

       El mensaje que se encuentra en el Apocalipsis y que se expresa en conceptos, pueden también
profundizarse en muchos aspectos para comprenderlos en toda su profundidad; sin embargo, el autor quiere
que los percibamos, que los sintamos aún más allá de lo que es el umbral de la pura racionalidad. Usando
desde el comienzo hasta el final un simbolismo particularmente refinado, particularmente genial, el autor
busca involucrar al lector, hacerle pensar…, conmover y hasta percibir intuitivamente las grandes verdades
que son los pilares de la Fe1.


¿Cuál es el mundo del Apocalipsis de San Juan?
        Hay que partir de un dato indiscutible: El Apocalipsis anuncia y describe la destrucción de una
ciudad llamada Babilonia2. De hecho, al lector se le da una sugerencia de que no debe tomar este nombre al
pie de la letra: “es la gran prostituta, la sentada junto a las grandes aguas, la que ha emborrachado a los
grandes de la tierra con el vino de su prostitución”3. Prostitutas eran en el Antiguo Testamento: Nínive4 por


1
  UGO VANNI, Apocalipsis, Culmen de la revelación (Mensajero 2011) 10-11.
2
  14,8;16,9;17,5;18,2.10.21.
3
  17,3.
4
  Nah 3,4.
                                                           1
traidora, ladrona y sanguinaria; Tiro5 por engreída y sucia en los negocios; y Jerusalén6 por infiel a Dios.
“Está borracha con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús”7, es decir, ha hecho la
vida imposible a los seguidores de Jesús y se ha enorgullecido de ello.

        Se pide usar la inteligencia para ver de quién se trata: “las siete cabezas de la bestia monstruosa son
siete lomas sobre las que está sentada la mujer”8. “Las aguas que ves donde está asentada la prostituta son
pueblos, muchedumbres y lenguas”9. Y por si quedara duda, se añade: “la mujer que ves es la gran ciudad,
la que tiene dominio sobre los reyes de la tierra”10.

        La ciudad de las siete colinas es Roma. La ciudad que dominaba al mundo en que Juan vivía era Ro-
ma. Llamar a Roma, la sede del Imperio, con este nombre, a los oídos de cualquier ciudadano del mundo era
una mayúscula irreverencia. La “diosa Roma” -así estaba acuñado en muchas monedas- era una vil cochi-
nada. Ya no era algo eterno, intocable, sino algo abocado, por degradable, a la descomposición irremediable.
San Juan le llama Babilonia, porque para todo buen judío Babilonia era símbolo de perversión y de prepo-
tencia destructora. Y, porque como la antigua Babilonia, Roma destruyó el templo de Jerusalén.

       Cuando se escribió el libro del Apocalipsis se vivía un auge, hasta entonces sin precedentes11, pero
este auge beneficiaba casi exclusivamente al puñado de nobles romanos y de oligarcas locales. Estos últimos
por conveniencia trataban de estar bien con Roma. Esta situación creó resentimiento entre los judíos, como
lo muestran el 4o. Libro de Esdras y el Apocalipsis sirio de Baruc; se dio un fuerte deseo de que Roma se
acabase.

        Después de la destrucción del templo de Jerusalén, entre los judíos aumentó la aversión a Roma.
Esto se nota en los oráculos sibilinos quinto y octavo. En el oráculo sibilino 8,9, en una frase casi idéntica
con Ap 18,9, se dice: “los reyes de la tierra, que se prostituyeron con ella y vivieron en el lujo, llorarán y se
lamentarán por ella”. Recuérdese que la mayoría de los componentes de las comunidades cristianas eran
orientales, y entre ellos muchos eran de origen judío. Dentro de este contexto sociopolítico, la situación era
aun más grave para las comunidades cristianas. No contaban con ningún reconocimiento por parte del Im-
perio. Eran molestadas con frecuencia. A lo más eran toleradas como cofradías (“collegia”), pero esto no las
sacaba de ningún apuro. El hecho de que su fundador había sido crucificado, los volvía sospechosos.

        En Act 16,16-34 y 19,23-41 se ve que los paganos tomaron la iniciativa de molestar o denunciar a los
cristianos. Los paganos acusaban a los cristianos de odiar a la humanidad. Los tachaban de incestuosos, de
caníbales y de incendiarios. Estas acusaciones encubrían una razón más profunda y más real; el rechazo cris-
tiano a adorar a los dioses suscitaba la animosidad de los paganos, quienes temían que este desacato minara
la benevolencia de los dioses y pusiera en peligro el bienestar de la naturaleza y de la sociedad.

        Si Nerón escogió a los cristianos como chivos expiatorios, se debió a que la animosidad contra ellos
estaba extendida. Los gobernadores, basados en este precedente, se creían autorizados para tomar represalias
contra los cristianos.

        Los ricos de Asia Menor apoyaron con entusiasmo el culto al emperador. A Éfeso se le concedió
establecer un templo en que se le diera culto a Domiciano como Dios, estando éste aún en vida. Este impe-
rio, como todo imperio, quería súbditos totalmente dóciles, que en nada se le opusieran. Al adorar a la diosa
Roma y al Dios emperador, al llamado „pantocrátor‟ (soberano de todo), al celebrar la eternidad del Imperio,
se estaba acabando de raíz con toda resistencia espiritual, se estaba convirtiendo a las gentes en juguetes del
poder.

5
  Is 23,16-17.
6
  Ez 16,15-16; 23,1-2.
7
  17,6.
8
  17,9.
9
  17,5.
10
   17,8.
11
   18,3.12-18.
                                                       2
¿Iba el apóstol Juan a quedarse con los brazos cruzados? No, escribió el Apocalipsis.
        San Juan escribió el Apocalipsis para las pequeñas comunidades esparcidas por el imperio romano,
sobre todo en Asia Menor, un pueblo sometido a la persecución violenta. El control de la policía era total12 y
la propaganda del emperador como dueño de todas las cosas era fuerte y se infiltraba en las comunidades13.
Había débiles y pobres que continuaban firmes; otros, perdidos sin conocer rumbo cierto; otros que mezcla-
ban las cosas. ¡Todos perseguidos! Todos necesitados de luz, de aliento y de coraje.

        El libro del Apocalipsis es la respuesta de Dios al pueblo afligido y perseguido de las comunidades.
Pretende quitar el velo y dar claridad a las decisiones del pueblo. Ante la sensación de que Dios había perdi-
do el control de la situación, el autor quiere revelar al pueblo el plan de salvación, etapa por etapa, para des-
enmascarar la falsa propaganda del imperio. Las cosas que Dios realiza en favor de su pueblo están ocultas
dentro de los acontecimientos de la vida, pero el pueblo no las percibía. Por eso no basta con que Juan quite
el velo, sino que es necesario que el pueblo colabore escuchando y practicando las palabras que Juan transmi
te14. Es ante todo un mensaje de consuelo y esperanza para un pueblo en crisis, amenazado en su fe a causa
de los cambios y las persecuciones. Permanecer fiel a Dios y cumplir su voluntad en esa época era sumer-
girse en una constante crisis, porque a quién le voy a ser fiel: a Dios o al emperador. ¿Qué es lo que quiero:
vivir tranquilo o en una permanente crisis? Entonces san Juan escribe para dejar claro que Dios quiere ani-
mar a su pueblo a no desistir en la lucha y prepararlo para el combate. Por eso, cualquier interpretación he-
cha para meter miedo o para aumentar el desánimo del pueblo debe ser considerada como errada y falsa.

       La crisis de la fe tenía dos causas: la externa eran los acontecimientos de la persecución y los cam-
bios en la sociedad. La interna era la falta de visión del propio pueblo. Así el Apocalipsis demuestra que los
acontecimientos no escapan de la mano de Dios, sino que él mantiene el control de la situación. La historia
avanza dentro de las etapas establecidas por él. Además, demuestra que el poder de los poderosos no pasa de
ser un engaño; su poder está limitado por Dios y, sin quererlo, contribuye a la realización del plan de Dios.
Los poderosos no son más que pobres infelices, porque nadie puede impedir el cumplimiento del plan de
salvación.

        Así pues, el Apocalipsis nació de una situación concreta, que exigía una rectificación ofrecida por un
verdadero profeta. San Juan conoce perfectamente esta situación, no de oídas, sino de experiencia personal.
Conoció los dilemas de todo cristiano ante el judaísmo, que se endurecería, y ante el poder imperial, que
exigía la sumisión total a él y la adoración como a un Dios. Juan no temió tomar postura ante los dos casos.
Su posición es firme y valerosa; pero deja entrever siempre la lógica de la fe. El misterio de Cristo hizo esta-
llar siempre las categorías que, de otro modo, habrían podido llegar a ser toleradas e incluso aceptadas.

       Pero el Apocalipsis es un libro que entra en las grandes líneas del porvenir. Manteniendo una pro-
funda solidaridad con los acontecimientos de su tiempo, el autor del Apocalipsis supo entrever y trazar las
grandes líneas del porvenir del mundo. Aunque es cierto que habla principalmente de “lo que va a suceder
enseguida”15, se preocupa también de “lo que sucederá después”16. Este adverbio es deliberadamente
impreciso; nos remite al futuro; pero a un futuro que no podemos definir ni fechar con precisión, como
sucede con las visiones proféticas del Antiguo Testamento introducidas por las fórmulas “En aquel día...” o
“En aquellos días...”.

        Es inútil, pues, pretender poner una fecha para los acontecimientos del fin. Cuando el profeta habla
de porvenir quiere proclamar su esperanza y su certeza de que en el futuro será modelado completamente
por Dios: “He aquí la morada de Dios con los hombres...He aquí que hago nuevas todas las cosas...”17 y por
el retorno de Cristo resucitado:“He aquí que yo vengo en seguida...”18.

12
   13,6.
13
   13,13; 2,14.20.
14
   1,3.
15
   1,1.
16
   1,19.
17
   21,3.5.
18
   22,12.
                                                       3
Es verdad que los capítulos 12-20 hablan de calamidades, de hambres y de guerras. Y forman parte
de la historia, de la del autor y también de la nuestra (Siria, por ejemplo, no deja de vivir en guerra y todavía
no se apaga el fuego de coraje y violencia frente a las embajadas de los EE. UU. en el mundo árabe..). Pero
no es ése el punto de vista definitivo del autor. Los capítulos 21 y 22 son los que nos dicen de manera clara
la fe del autor. Ellos nos ofrecen la visión que tiene el autor del porvenir definitivo del mundo.

        Con frecuencia, los que se acercan a las páginas del Apocalipsis se olvidan de leer el final y se limi-
tan a entresacar aspectos en los pasajes más tormentosos. Sin duda, esos pasajes forman parte de la historia,
y tenemos motivos documentales para saber que no se trata de simples ficciones. A través de todas estas
convulsiones, Juan proclama en alta voz su fe en el futuro; ahí es donde se encuentra el punto de llegada de
su mensaje. Y ahí es donde se apoya toda la esperanza cristiana.

      Así pues, el instrumento que Juan usa para develar el sentido de la historia es doble: las visiones y los
símbolos, por una parte, y la división de la historia en etapas. La razón de ser de las visiones es múltiple:

a) Dar consuelo y valor en la lucha, porque en la visión se pinta un cuadro, se cuenta una experiencia, se
   apela al corazón y a la imaginación, se comunica fuerza y coraje.

b) Transformar la tristeza en esperanza, porque apelando al Antiguo Testamento se hace descubrir al pue-
   blo que el pasado es pan para alimentar, es espejo de la realidad actual. El Antiguo Testamento tiene una
   energía que puede ser comunicada a los lectores de todos los tiempos; la memoria puede recuperarse y
   descubrirse la Buena Noticia dentro de los acontecimientos. El mismo Dios de antes está con nosotros,
   no nos ha abandonado.

c) Comunicar al pueblo la paz de Dios, porque permite a la gente que ya estaba metida en la lucha por la
   fidelidad a Dios en medio de un ambiente adverso, no desanimarse ante los problemas. Las visiones
   comunican que, allá en el centro de operaciones del cielo, Dios, sereno y firme, conduce la historia y
   guía la lucha contra la opresión y la injusticia. Las visiones permiten al pueblo contemplar su propia lu-
   cha con los ojos de Dios; ellos podrán volver después a la batalla con un sabor anticipado de victoria.

d) Defenderse de los opresores del pueblo, porque en tiempos de persecución todo cuidado es poco: quien
   tiene algo que comunicar lo hace de tal manera que sólo los compañeros de lucha lo entienden. Decir
   abiertamente que el imperio romano era el gran enemigo podía llevar a la prisión. Con los símbolos, (que
   hoy podríamos llamar lenguaje cifrado) Juan encontró la manera de atacar al emperador e instruir al pue-
   blo para ayudarlo a defenderse en contra de los opresores. Las visiones revelan su mensaje a los opri-
   midos, pero lo esconden a los opresores.

        En las visiones del Apocalipsis todo es claro o es oscuro, o bueno o malo. Sólo hay contrastes sin tér-
minos medios. Juan sabe bien que en la vida las cosas no son así, pero presenta la historia de esta manera
porque la situación política era muy confusa. San Pedro había presentado de manera positiva al imperio e
incluso pidió que se obedeciera “a toda institución humana, ya sea al jefe de estado…, ya sea a los
gobernadores..”19. Pero la situación había cambiado ahora. No estaba claro si el culpable de la actual situa-
ción de persecución era el imperio mismo o sus malos funcionarios. La opinión del Apocalipsis es muy cla-
ra: el culpable es el imperio en sí. Este juicio es producto de un juicio a partir del futuro, es decir, a partir de
la contribución que las cosas dan en función de la victoria futura del bien y de la justicia. La victoria está ya
garantizada por Dios20. Aquello que contribuya a la victoria es bueno, viene de Dios. Lo que la impide es del
diablo.
        El imperio romano, tal como estaba organizado, no estaba contribuyendo, sino que perseguía a quie-
nes querían contribuir a la victoria. Por eso el imperio, la ciudad de Roma, el emperador, todo es calificado
de malo. Los cristianos no pueden ser ingenuos y alimentar un régimen cuya organización está en contra del
Evangelio. Deben permanecer firmes en la lucha, resistir y evitar que la propaganda seductora del imperio
19
     1 Pe 2, 13-14.
20
     11,17-18; 21,6-8.27.
                                                         4
penetre en las comunidades. En la lucha humilde y penosa de las comunidades está la semilla de la victoria
del bien y la justicia: ellas serán el ejército del Cordero que se enfrenta al imperio. Es por eso que todo es
blanco y negro en el Apocalipsis: para ayudar a los cristianos a percibir con claridad la política del imperio y
a definirse delante de esta situación.


La reacción de San Juan: vivir en la Esperanza
        Reconocer la divinidad del Estado es para Juan una actitud profundamente anticristiana. San Juan
discierne el peligro y escribe a las comunidades, formadas por gente marginada y hostigada, para denunciar
la amenaza, la amplitud y la gravedad del combate que comenzaba. Les escribe para animarlos en vísperas
de una lucha muy dura, pero también para reconfortarlos, desvelándoles la victoria del Cordero, la victoria
de Cristo, y por lo tanto el resultado global y glorioso de este combate.

        Pero si Jesucristo es el soberano de los reyes de la tierra21,y si Dios es el soberano de todo22, si los
cristianos son su reinado23, los hechos brutales parecen contradecir la fe y la esperanza. Este escrito trata de
superar esta tensión tan fuerte, trata de responder a la impotencia, al miedo y a la frustración sentidas por los
cristianos. Presenta e interpreta cierto aspecto de la realidad, para compartir su interpretación y su respuesta.

        Ante esta situación tan grave se imponía un mensaje de lucidez pastoral, de fe y de valor; un mensaje
inspirado que revelara a la Iglesia su destino de sufrimientos y de gloria. Esto es nuestro libro; un mensaje
de alguien que quiere poner a los cristianos en guardia contra la seducción de la “bestia”. El Apocalipsis de
san Juan es un libro para un tiempo de crisis, tiempo de ruptura; no se contenta con aclarar la horrible situa-
ción por la que estaban pasando, sino que con ocasión de esa crisis se plantea un problema más fundamental
y trata de resolverlo: el fin, el sentido de la historia del mundo.

        Este libro describe el futuro con el conocimiento que tiene a la mano, construye el futuro a partir de
la experiencia y de los temores del pueblo en el presente. No predice lo que va a suceder, sino que ilumina la
situación por la que están pasando, proyectando las esperanzas y temores de la comunidad al futuro. El
Apocalipsis trata de hallarle sentido a su mundo y a su presente acudiendo al futuro y a lo trascendente.

        Este escrito es una respuesta a una comunidad que se siente desgarrada por la contradicción que sufre
entre la experiencia de los sufrimientos a causa de su fe y su conciencia de ser el pueblo “rescatado por la
sangre de Jesucristo, el testigo, el fiel, el primero en nacer de la muerte, el soberano de los reyes de la
tierra”; de ser el pueblo amado por Jesucristo, de haber sido convertido en linaje real y sacerdotes para
Dios24. A esta gente se le trasmite la firme convicción de que, a pesar de toda evidencia de lo contrario,
Dios conserva el control de la historia y la certeza de que pronto intervendrá.

El mensaje del apocalipsis
       Las primeras palabras de este libro son “Revelación de Jesucristo, que Dios comunicó, enviando su
ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo”25.
Esto quiere decir que desde un comienzo, el Apocalipsis no quiere ser más que un testimonio sobre la obra y
el poder salvador de Jesucristo.

        Si se toma en serio esta afirmación, muchas maneras de interpretar el Apocalipsis quedan excluidas.
Esto quiere decir que el Apocalipsis no es otra cosa sino el anuncio de la obra salvadora de Jesucristo a
través de la historia y una exhortación, por el ambiente de oración festiva comunitaria, a sacar las conse-
cuencias que de este hecho se siguen. Por lo tanto, no hay que buscar en él la clave de la historia militar,
política y social de los humanos, y muchos menos una descripción de los hechos por venir. Nos da testi-

21
   1,5.
22
   1,8.
23
   1,6.
24
   1,5-6.
25
   1,1-2.
                                                       5
monio de que el Señor no se aleja de su comunidad hostigada, de que a través de las penas y de las acciones
furibundas del mal, que se desintegra, el Señor conduce su comunidad al cielo nuevo y a la tierra nueva.

        San Juan, el vidente, da testimonio de que Dios es el Dios de la historia, de que Dios es “Dios con
nosotros y para nosotros”. San Juan anima a los hermanos en la fe, que sufren mucho, a que se confíen a
Cristo, que con su obra redentora les da poder de escapar al control de “Babilonia”. San Juan comunica la
revelación que recibió, para que las comunidades vean que aún en este tiempo desolador Cristo está con
ellas; que él, que las liberó de las acciones y de las consecuencias del pecado, sigue amándolas día tras día26.

        Por tanto, san Juan les desvela la trama de la historia, para que aun ante la amenaza de persecución
piensen, que no son los poderosos de la tierra, ni sus perseguidores los que están llamados al verdadero se-
ñorío, sino los perseguidos que permanecen fieles a Cristo. Quiere que estén convencidos, de que no son los
que hacen ofrendas al Cesar los que gozan de la dignidad sacerdotal, sino ellos mismos, que sólo conocen el
culto del verdadero Dios y de su Cristo27.

        San Juan, enseñado directamente por el Espíritu de Dios, dice a las comunidades que Cristo está en
medio de las iglesias locales, con su grandeza divina, para confortarlas y avivarles la esperanza; que su pala-
bra tiene validez por siempre; que es como fuego devorador que duele, pero purifica e indica el camino de la
felicidad plena y duradera. Les comunica que Cristo es el garante de la unidad y de la permanencia de las
comunidades, que su voz aporta el único aliento posible, recordándoles que El ha vencido a la muerte y
que ellos con su ayuda harán lo mismo, que no pueden desintegrarse, porque El las tiene en su ma-
no28.San Juan invita a no dejarse llevar por el desaliento, porque las fuerzas que quieren acabar con ellos
serán destruidas29.

        El pueblo que acepta este mensaje sabe, que a través de tanto dolor, Dios y su Cordero los guían a la
comunión total con El30. Este pueblo sabe, que gracias a la acción de Jesucristo se realiza plenamente la
promesa del Señor trasmitida por el Levítico31: “Caminaré entre ustedes y seré su Dios y ustedes serán mi
pueblo”. Por eso se reúne a fortalecer su fe y su esperanza con las celebraciones dominicales32. Por eso este
libro termina con la exclamación esperanzadora: “Ven, Señor Jesús”33.

Conclusión
        Amigos: el Apocalipsis pregona una convivencia inédita y particular entre el hombre y Dios, entre la
persona y el Padre, Cristo y el Espíritu Santo, una convivencia en la que todos nosotros, entre nosotros y
junto a Dios Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, moraremos “bajo una misma tienda”. Una convivencia que
está entretejida de amor que se vuelve vertiginosamente recíproco, paritario y fecundo. Esto quiere decir que
será una convivencia alegre, con la alegría de vernos plenamente realizados. Porque realmente todos
nosotros somos un “sueño de Dios”, y “soñamos con Dios”. Allí el sueño se verá realizado, porque a Dios lo
encontraremos y lo veremos cara a cara, así como el autor del Éxodo describe que Moisés platicaba con
Dios en la „tienda del encuentro‟34. Dios mismo “enjugará toda lágrima de nuestros ojos” y ya no habrá más
dolores y límites en nuestra vida. Estará solamente aquella plenitud que todos llevamos en el corazón, una
plenitud no solitaria sino compartida: nosotros, todos nosotros, al lado de Dios y cara a cara con Él.

        Así pues, el Apocalipsis es un libro de esperanza. Todos tenemos necesidad de esperanza, de mirar al
futuro, próximo e inmediato, en términos de confianza, de creatividad, de alegría. El Apocalipsis promete a


26
   1,4-8.
27
   1,5-6.
28
   1,12-20.
29
   18,9.
30
   21,1-22,5.
31
   26,12.
32
   22,6-19.
33
   22,20.
34
   Ex 33, 11.
                                                       6
toda persona que entra un poco en su dinámica una visión “armónica” de Dios, de Cristo, del mundo y del
hombre. Y después transmite esperanza y alegría.

       El Apocalipsis es capaz de dar sentido a toda la vida cotidiana; sin embargo, digamos que no
contiene una solución prefabricada sino que proporciona todos los elementos para que la persona sea
protagonista de su propia historia. Es más, a los que hoy llamamos “alejados”, el Apocalipsis los invita a
ponerse en una trayectoria de fe, a aceptar a Dios y su mensaje, a convertirse35.

         Muchos autores ven en el libro de los Hechos de los Apóstoles el ideal de la vida comunitaria,
cuando san Lucas describe la koinonía y el agapé que reinaba entre todos los integrantes de las pequeñas
comunidades: “Todos vivían unidos y lo tenían todo en común.., compartían los alimentos.. y se ganaban el
aprecio de todo el pueblo”36. Claro que había problemas y muy serios. ¡San Pablo, en su carta a los
corintios, los regaña y señala los errores garrafales que estaban cometiendo!37 La breve carta del apóstol
Santiago es una fuerte reprimenda a la conducta plagada de injusticias que predominaba en la comunidad de
Jerusalén: “¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No, es acaso, de las malas
pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban
asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra…”38 Pero,
eso sí, ¡ni duda cabe que se esforzaban por ser fieles a Dios y por cumplir el mandamiento del Amor!

       Sin embargo, el ideal de la vida comunitaria está plasmado por san Juan en el texto del Apocalipsis:
vivir con esperanza, de modo que -aunque se vea amenazado el amor- nadie desfallezca ni se desanime
porque ¡Él ha vencido al mundo! Nadie debe permitir que reine el desaliento. Por eso hay que gritar con
profunda confianza: ¡Maran atha! ¡Ven, Señor, ven!

         Muchas gracias.




35
   U. VANNI, Op.cit., 35.
36
   Act 2, 42-47.
37
   1 Co 3, 3; 5, 6-7; 11, 18-22.
38
   Sant 3, 16-4,3.
                                                    7

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  • 1. CONFERENCIA SOBRE “LA ESPERANZA EN EL LIBRO DEL APOCALIPSIS” Pbro. Dr. Manuel Ceballos García 27 de septiembre de 2012 Foro Cine Colón Mérida, Yuc., Méx. Introducción Desde el pasado lunes 24, cada noche, con su particular modo de exponer tan ágil, tan ameno y agradable, pero sin perder seriedad y profundidad en el tema, el padre Tarsicio Carmona nos fue adentrando en el conocimiento del último libro de la Biblia: el Apocalipsis. Los números, los colores, los animales, ¡todo acerca de los símbolos!, el lenguaje, autor del libro, fecha probable de composición, los planos interpretativos, etc., etc. Gracias, padre Tarsicio, porque de ese modo usted fue abonando el terreno y haciéndomela fácil para abordar el tema que hoy me toca exponer, el tema central del libro, como usted señaló el pasado lunes. Sin sus exposiciones y sus comentarios no sería posible entender lo que ahora pretendo exponer. Vivimos, como señaló el padre Tarsicio, en una historia que en ciertos momentos se hace particularmente dramática a nivel mundial y regional.. ¿Tiene algo que decirnos el Apocalipsis sobre el desarrollo de la historia que vivimos? ¿Cómo debemos situarnos frente a ella? Por otra parte, todos tendemos siempre a algo mejor, siempre hay algo que podría ser reconfortante.. ¿Da una respuesta el Apocalipsis a este anhelo, hacia ese algo más que tenemos siempre con nosotros? ¿Podemos esperar una conclusión positiva de todo lo que nos toca vivir? ¿A dónde vamos? El mensaje que se encuentra en el Apocalipsis y que se expresa en conceptos, pueden también profundizarse en muchos aspectos para comprenderlos en toda su profundidad; sin embargo, el autor quiere que los percibamos, que los sintamos aún más allá de lo que es el umbral de la pura racionalidad. Usando desde el comienzo hasta el final un simbolismo particularmente refinado, particularmente genial, el autor busca involucrar al lector, hacerle pensar…, conmover y hasta percibir intuitivamente las grandes verdades que son los pilares de la Fe1. ¿Cuál es el mundo del Apocalipsis de San Juan? Hay que partir de un dato indiscutible: El Apocalipsis anuncia y describe la destrucción de una ciudad llamada Babilonia2. De hecho, al lector se le da una sugerencia de que no debe tomar este nombre al pie de la letra: “es la gran prostituta, la sentada junto a las grandes aguas, la que ha emborrachado a los grandes de la tierra con el vino de su prostitución”3. Prostitutas eran en el Antiguo Testamento: Nínive4 por 1 UGO VANNI, Apocalipsis, Culmen de la revelación (Mensajero 2011) 10-11. 2 14,8;16,9;17,5;18,2.10.21. 3 17,3. 4 Nah 3,4. 1
  • 2. traidora, ladrona y sanguinaria; Tiro5 por engreída y sucia en los negocios; y Jerusalén6 por infiel a Dios. “Está borracha con la sangre de los santos y con la sangre de los testigos de Jesús”7, es decir, ha hecho la vida imposible a los seguidores de Jesús y se ha enorgullecido de ello. Se pide usar la inteligencia para ver de quién se trata: “las siete cabezas de la bestia monstruosa son siete lomas sobre las que está sentada la mujer”8. “Las aguas que ves donde está asentada la prostituta son pueblos, muchedumbres y lenguas”9. Y por si quedara duda, se añade: “la mujer que ves es la gran ciudad, la que tiene dominio sobre los reyes de la tierra”10. La ciudad de las siete colinas es Roma. La ciudad que dominaba al mundo en que Juan vivía era Ro- ma. Llamar a Roma, la sede del Imperio, con este nombre, a los oídos de cualquier ciudadano del mundo era una mayúscula irreverencia. La “diosa Roma” -así estaba acuñado en muchas monedas- era una vil cochi- nada. Ya no era algo eterno, intocable, sino algo abocado, por degradable, a la descomposición irremediable. San Juan le llama Babilonia, porque para todo buen judío Babilonia era símbolo de perversión y de prepo- tencia destructora. Y, porque como la antigua Babilonia, Roma destruyó el templo de Jerusalén. Cuando se escribió el libro del Apocalipsis se vivía un auge, hasta entonces sin precedentes11, pero este auge beneficiaba casi exclusivamente al puñado de nobles romanos y de oligarcas locales. Estos últimos por conveniencia trataban de estar bien con Roma. Esta situación creó resentimiento entre los judíos, como lo muestran el 4o. Libro de Esdras y el Apocalipsis sirio de Baruc; se dio un fuerte deseo de que Roma se acabase. Después de la destrucción del templo de Jerusalén, entre los judíos aumentó la aversión a Roma. Esto se nota en los oráculos sibilinos quinto y octavo. En el oráculo sibilino 8,9, en una frase casi idéntica con Ap 18,9, se dice: “los reyes de la tierra, que se prostituyeron con ella y vivieron en el lujo, llorarán y se lamentarán por ella”. Recuérdese que la mayoría de los componentes de las comunidades cristianas eran orientales, y entre ellos muchos eran de origen judío. Dentro de este contexto sociopolítico, la situación era aun más grave para las comunidades cristianas. No contaban con ningún reconocimiento por parte del Im- perio. Eran molestadas con frecuencia. A lo más eran toleradas como cofradías (“collegia”), pero esto no las sacaba de ningún apuro. El hecho de que su fundador había sido crucificado, los volvía sospechosos. En Act 16,16-34 y 19,23-41 se ve que los paganos tomaron la iniciativa de molestar o denunciar a los cristianos. Los paganos acusaban a los cristianos de odiar a la humanidad. Los tachaban de incestuosos, de caníbales y de incendiarios. Estas acusaciones encubrían una razón más profunda y más real; el rechazo cris- tiano a adorar a los dioses suscitaba la animosidad de los paganos, quienes temían que este desacato minara la benevolencia de los dioses y pusiera en peligro el bienestar de la naturaleza y de la sociedad. Si Nerón escogió a los cristianos como chivos expiatorios, se debió a que la animosidad contra ellos estaba extendida. Los gobernadores, basados en este precedente, se creían autorizados para tomar represalias contra los cristianos. Los ricos de Asia Menor apoyaron con entusiasmo el culto al emperador. A Éfeso se le concedió establecer un templo en que se le diera culto a Domiciano como Dios, estando éste aún en vida. Este impe- rio, como todo imperio, quería súbditos totalmente dóciles, que en nada se le opusieran. Al adorar a la diosa Roma y al Dios emperador, al llamado „pantocrátor‟ (soberano de todo), al celebrar la eternidad del Imperio, se estaba acabando de raíz con toda resistencia espiritual, se estaba convirtiendo a las gentes en juguetes del poder. 5 Is 23,16-17. 6 Ez 16,15-16; 23,1-2. 7 17,6. 8 17,9. 9 17,5. 10 17,8. 11 18,3.12-18. 2
  • 3. ¿Iba el apóstol Juan a quedarse con los brazos cruzados? No, escribió el Apocalipsis. San Juan escribió el Apocalipsis para las pequeñas comunidades esparcidas por el imperio romano, sobre todo en Asia Menor, un pueblo sometido a la persecución violenta. El control de la policía era total12 y la propaganda del emperador como dueño de todas las cosas era fuerte y se infiltraba en las comunidades13. Había débiles y pobres que continuaban firmes; otros, perdidos sin conocer rumbo cierto; otros que mezcla- ban las cosas. ¡Todos perseguidos! Todos necesitados de luz, de aliento y de coraje. El libro del Apocalipsis es la respuesta de Dios al pueblo afligido y perseguido de las comunidades. Pretende quitar el velo y dar claridad a las decisiones del pueblo. Ante la sensación de que Dios había perdi- do el control de la situación, el autor quiere revelar al pueblo el plan de salvación, etapa por etapa, para des- enmascarar la falsa propaganda del imperio. Las cosas que Dios realiza en favor de su pueblo están ocultas dentro de los acontecimientos de la vida, pero el pueblo no las percibía. Por eso no basta con que Juan quite el velo, sino que es necesario que el pueblo colabore escuchando y practicando las palabras que Juan transmi te14. Es ante todo un mensaje de consuelo y esperanza para un pueblo en crisis, amenazado en su fe a causa de los cambios y las persecuciones. Permanecer fiel a Dios y cumplir su voluntad en esa época era sumer- girse en una constante crisis, porque a quién le voy a ser fiel: a Dios o al emperador. ¿Qué es lo que quiero: vivir tranquilo o en una permanente crisis? Entonces san Juan escribe para dejar claro que Dios quiere ani- mar a su pueblo a no desistir en la lucha y prepararlo para el combate. Por eso, cualquier interpretación he- cha para meter miedo o para aumentar el desánimo del pueblo debe ser considerada como errada y falsa. La crisis de la fe tenía dos causas: la externa eran los acontecimientos de la persecución y los cam- bios en la sociedad. La interna era la falta de visión del propio pueblo. Así el Apocalipsis demuestra que los acontecimientos no escapan de la mano de Dios, sino que él mantiene el control de la situación. La historia avanza dentro de las etapas establecidas por él. Además, demuestra que el poder de los poderosos no pasa de ser un engaño; su poder está limitado por Dios y, sin quererlo, contribuye a la realización del plan de Dios. Los poderosos no son más que pobres infelices, porque nadie puede impedir el cumplimiento del plan de salvación. Así pues, el Apocalipsis nació de una situación concreta, que exigía una rectificación ofrecida por un verdadero profeta. San Juan conoce perfectamente esta situación, no de oídas, sino de experiencia personal. Conoció los dilemas de todo cristiano ante el judaísmo, que se endurecería, y ante el poder imperial, que exigía la sumisión total a él y la adoración como a un Dios. Juan no temió tomar postura ante los dos casos. Su posición es firme y valerosa; pero deja entrever siempre la lógica de la fe. El misterio de Cristo hizo esta- llar siempre las categorías que, de otro modo, habrían podido llegar a ser toleradas e incluso aceptadas. Pero el Apocalipsis es un libro que entra en las grandes líneas del porvenir. Manteniendo una pro- funda solidaridad con los acontecimientos de su tiempo, el autor del Apocalipsis supo entrever y trazar las grandes líneas del porvenir del mundo. Aunque es cierto que habla principalmente de “lo que va a suceder enseguida”15, se preocupa también de “lo que sucederá después”16. Este adverbio es deliberadamente impreciso; nos remite al futuro; pero a un futuro que no podemos definir ni fechar con precisión, como sucede con las visiones proféticas del Antiguo Testamento introducidas por las fórmulas “En aquel día...” o “En aquellos días...”. Es inútil, pues, pretender poner una fecha para los acontecimientos del fin. Cuando el profeta habla de porvenir quiere proclamar su esperanza y su certeza de que en el futuro será modelado completamente por Dios: “He aquí la morada de Dios con los hombres...He aquí que hago nuevas todas las cosas...”17 y por el retorno de Cristo resucitado:“He aquí que yo vengo en seguida...”18. 12 13,6. 13 13,13; 2,14.20. 14 1,3. 15 1,1. 16 1,19. 17 21,3.5. 18 22,12. 3
  • 4. Es verdad que los capítulos 12-20 hablan de calamidades, de hambres y de guerras. Y forman parte de la historia, de la del autor y también de la nuestra (Siria, por ejemplo, no deja de vivir en guerra y todavía no se apaga el fuego de coraje y violencia frente a las embajadas de los EE. UU. en el mundo árabe..). Pero no es ése el punto de vista definitivo del autor. Los capítulos 21 y 22 son los que nos dicen de manera clara la fe del autor. Ellos nos ofrecen la visión que tiene el autor del porvenir definitivo del mundo. Con frecuencia, los que se acercan a las páginas del Apocalipsis se olvidan de leer el final y se limi- tan a entresacar aspectos en los pasajes más tormentosos. Sin duda, esos pasajes forman parte de la historia, y tenemos motivos documentales para saber que no se trata de simples ficciones. A través de todas estas convulsiones, Juan proclama en alta voz su fe en el futuro; ahí es donde se encuentra el punto de llegada de su mensaje. Y ahí es donde se apoya toda la esperanza cristiana. Así pues, el instrumento que Juan usa para develar el sentido de la historia es doble: las visiones y los símbolos, por una parte, y la división de la historia en etapas. La razón de ser de las visiones es múltiple: a) Dar consuelo y valor en la lucha, porque en la visión se pinta un cuadro, se cuenta una experiencia, se apela al corazón y a la imaginación, se comunica fuerza y coraje. b) Transformar la tristeza en esperanza, porque apelando al Antiguo Testamento se hace descubrir al pue- blo que el pasado es pan para alimentar, es espejo de la realidad actual. El Antiguo Testamento tiene una energía que puede ser comunicada a los lectores de todos los tiempos; la memoria puede recuperarse y descubrirse la Buena Noticia dentro de los acontecimientos. El mismo Dios de antes está con nosotros, no nos ha abandonado. c) Comunicar al pueblo la paz de Dios, porque permite a la gente que ya estaba metida en la lucha por la fidelidad a Dios en medio de un ambiente adverso, no desanimarse ante los problemas. Las visiones comunican que, allá en el centro de operaciones del cielo, Dios, sereno y firme, conduce la historia y guía la lucha contra la opresión y la injusticia. Las visiones permiten al pueblo contemplar su propia lu- cha con los ojos de Dios; ellos podrán volver después a la batalla con un sabor anticipado de victoria. d) Defenderse de los opresores del pueblo, porque en tiempos de persecución todo cuidado es poco: quien tiene algo que comunicar lo hace de tal manera que sólo los compañeros de lucha lo entienden. Decir abiertamente que el imperio romano era el gran enemigo podía llevar a la prisión. Con los símbolos, (que hoy podríamos llamar lenguaje cifrado) Juan encontró la manera de atacar al emperador e instruir al pue- blo para ayudarlo a defenderse en contra de los opresores. Las visiones revelan su mensaje a los opri- midos, pero lo esconden a los opresores. En las visiones del Apocalipsis todo es claro o es oscuro, o bueno o malo. Sólo hay contrastes sin tér- minos medios. Juan sabe bien que en la vida las cosas no son así, pero presenta la historia de esta manera porque la situación política era muy confusa. San Pedro había presentado de manera positiva al imperio e incluso pidió que se obedeciera “a toda institución humana, ya sea al jefe de estado…, ya sea a los gobernadores..”19. Pero la situación había cambiado ahora. No estaba claro si el culpable de la actual situa- ción de persecución era el imperio mismo o sus malos funcionarios. La opinión del Apocalipsis es muy cla- ra: el culpable es el imperio en sí. Este juicio es producto de un juicio a partir del futuro, es decir, a partir de la contribución que las cosas dan en función de la victoria futura del bien y de la justicia. La victoria está ya garantizada por Dios20. Aquello que contribuya a la victoria es bueno, viene de Dios. Lo que la impide es del diablo. El imperio romano, tal como estaba organizado, no estaba contribuyendo, sino que perseguía a quie- nes querían contribuir a la victoria. Por eso el imperio, la ciudad de Roma, el emperador, todo es calificado de malo. Los cristianos no pueden ser ingenuos y alimentar un régimen cuya organización está en contra del Evangelio. Deben permanecer firmes en la lucha, resistir y evitar que la propaganda seductora del imperio 19 1 Pe 2, 13-14. 20 11,17-18; 21,6-8.27. 4
  • 5. penetre en las comunidades. En la lucha humilde y penosa de las comunidades está la semilla de la victoria del bien y la justicia: ellas serán el ejército del Cordero que se enfrenta al imperio. Es por eso que todo es blanco y negro en el Apocalipsis: para ayudar a los cristianos a percibir con claridad la política del imperio y a definirse delante de esta situación. La reacción de San Juan: vivir en la Esperanza Reconocer la divinidad del Estado es para Juan una actitud profundamente anticristiana. San Juan discierne el peligro y escribe a las comunidades, formadas por gente marginada y hostigada, para denunciar la amenaza, la amplitud y la gravedad del combate que comenzaba. Les escribe para animarlos en vísperas de una lucha muy dura, pero también para reconfortarlos, desvelándoles la victoria del Cordero, la victoria de Cristo, y por lo tanto el resultado global y glorioso de este combate. Pero si Jesucristo es el soberano de los reyes de la tierra21,y si Dios es el soberano de todo22, si los cristianos son su reinado23, los hechos brutales parecen contradecir la fe y la esperanza. Este escrito trata de superar esta tensión tan fuerte, trata de responder a la impotencia, al miedo y a la frustración sentidas por los cristianos. Presenta e interpreta cierto aspecto de la realidad, para compartir su interpretación y su respuesta. Ante esta situación tan grave se imponía un mensaje de lucidez pastoral, de fe y de valor; un mensaje inspirado que revelara a la Iglesia su destino de sufrimientos y de gloria. Esto es nuestro libro; un mensaje de alguien que quiere poner a los cristianos en guardia contra la seducción de la “bestia”. El Apocalipsis de san Juan es un libro para un tiempo de crisis, tiempo de ruptura; no se contenta con aclarar la horrible situa- ción por la que estaban pasando, sino que con ocasión de esa crisis se plantea un problema más fundamental y trata de resolverlo: el fin, el sentido de la historia del mundo. Este libro describe el futuro con el conocimiento que tiene a la mano, construye el futuro a partir de la experiencia y de los temores del pueblo en el presente. No predice lo que va a suceder, sino que ilumina la situación por la que están pasando, proyectando las esperanzas y temores de la comunidad al futuro. El Apocalipsis trata de hallarle sentido a su mundo y a su presente acudiendo al futuro y a lo trascendente. Este escrito es una respuesta a una comunidad que se siente desgarrada por la contradicción que sufre entre la experiencia de los sufrimientos a causa de su fe y su conciencia de ser el pueblo “rescatado por la sangre de Jesucristo, el testigo, el fiel, el primero en nacer de la muerte, el soberano de los reyes de la tierra”; de ser el pueblo amado por Jesucristo, de haber sido convertido en linaje real y sacerdotes para Dios24. A esta gente se le trasmite la firme convicción de que, a pesar de toda evidencia de lo contrario, Dios conserva el control de la historia y la certeza de que pronto intervendrá. El mensaje del apocalipsis Las primeras palabras de este libro son “Revelación de Jesucristo, que Dios comunicó, enviando su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo”25. Esto quiere decir que desde un comienzo, el Apocalipsis no quiere ser más que un testimonio sobre la obra y el poder salvador de Jesucristo. Si se toma en serio esta afirmación, muchas maneras de interpretar el Apocalipsis quedan excluidas. Esto quiere decir que el Apocalipsis no es otra cosa sino el anuncio de la obra salvadora de Jesucristo a través de la historia y una exhortación, por el ambiente de oración festiva comunitaria, a sacar las conse- cuencias que de este hecho se siguen. Por lo tanto, no hay que buscar en él la clave de la historia militar, política y social de los humanos, y muchos menos una descripción de los hechos por venir. Nos da testi- 21 1,5. 22 1,8. 23 1,6. 24 1,5-6. 25 1,1-2. 5
  • 6. monio de que el Señor no se aleja de su comunidad hostigada, de que a través de las penas y de las acciones furibundas del mal, que se desintegra, el Señor conduce su comunidad al cielo nuevo y a la tierra nueva. San Juan, el vidente, da testimonio de que Dios es el Dios de la historia, de que Dios es “Dios con nosotros y para nosotros”. San Juan anima a los hermanos en la fe, que sufren mucho, a que se confíen a Cristo, que con su obra redentora les da poder de escapar al control de “Babilonia”. San Juan comunica la revelación que recibió, para que las comunidades vean que aún en este tiempo desolador Cristo está con ellas; que él, que las liberó de las acciones y de las consecuencias del pecado, sigue amándolas día tras día26. Por tanto, san Juan les desvela la trama de la historia, para que aun ante la amenaza de persecución piensen, que no son los poderosos de la tierra, ni sus perseguidores los que están llamados al verdadero se- ñorío, sino los perseguidos que permanecen fieles a Cristo. Quiere que estén convencidos, de que no son los que hacen ofrendas al Cesar los que gozan de la dignidad sacerdotal, sino ellos mismos, que sólo conocen el culto del verdadero Dios y de su Cristo27. San Juan, enseñado directamente por el Espíritu de Dios, dice a las comunidades que Cristo está en medio de las iglesias locales, con su grandeza divina, para confortarlas y avivarles la esperanza; que su pala- bra tiene validez por siempre; que es como fuego devorador que duele, pero purifica e indica el camino de la felicidad plena y duradera. Les comunica que Cristo es el garante de la unidad y de la permanencia de las comunidades, que su voz aporta el único aliento posible, recordándoles que El ha vencido a la muerte y que ellos con su ayuda harán lo mismo, que no pueden desintegrarse, porque El las tiene en su ma- no28.San Juan invita a no dejarse llevar por el desaliento, porque las fuerzas que quieren acabar con ellos serán destruidas29. El pueblo que acepta este mensaje sabe, que a través de tanto dolor, Dios y su Cordero los guían a la comunión total con El30. Este pueblo sabe, que gracias a la acción de Jesucristo se realiza plenamente la promesa del Señor trasmitida por el Levítico31: “Caminaré entre ustedes y seré su Dios y ustedes serán mi pueblo”. Por eso se reúne a fortalecer su fe y su esperanza con las celebraciones dominicales32. Por eso este libro termina con la exclamación esperanzadora: “Ven, Señor Jesús”33. Conclusión Amigos: el Apocalipsis pregona una convivencia inédita y particular entre el hombre y Dios, entre la persona y el Padre, Cristo y el Espíritu Santo, una convivencia en la que todos nosotros, entre nosotros y junto a Dios Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, moraremos “bajo una misma tienda”. Una convivencia que está entretejida de amor que se vuelve vertiginosamente recíproco, paritario y fecundo. Esto quiere decir que será una convivencia alegre, con la alegría de vernos plenamente realizados. Porque realmente todos nosotros somos un “sueño de Dios”, y “soñamos con Dios”. Allí el sueño se verá realizado, porque a Dios lo encontraremos y lo veremos cara a cara, así como el autor del Éxodo describe que Moisés platicaba con Dios en la „tienda del encuentro‟34. Dios mismo “enjugará toda lágrima de nuestros ojos” y ya no habrá más dolores y límites en nuestra vida. Estará solamente aquella plenitud que todos llevamos en el corazón, una plenitud no solitaria sino compartida: nosotros, todos nosotros, al lado de Dios y cara a cara con Él. Así pues, el Apocalipsis es un libro de esperanza. Todos tenemos necesidad de esperanza, de mirar al futuro, próximo e inmediato, en términos de confianza, de creatividad, de alegría. El Apocalipsis promete a 26 1,4-8. 27 1,5-6. 28 1,12-20. 29 18,9. 30 21,1-22,5. 31 26,12. 32 22,6-19. 33 22,20. 34 Ex 33, 11. 6
  • 7. toda persona que entra un poco en su dinámica una visión “armónica” de Dios, de Cristo, del mundo y del hombre. Y después transmite esperanza y alegría. El Apocalipsis es capaz de dar sentido a toda la vida cotidiana; sin embargo, digamos que no contiene una solución prefabricada sino que proporciona todos los elementos para que la persona sea protagonista de su propia historia. Es más, a los que hoy llamamos “alejados”, el Apocalipsis los invita a ponerse en una trayectoria de fe, a aceptar a Dios y su mensaje, a convertirse35. Muchos autores ven en el libro de los Hechos de los Apóstoles el ideal de la vida comunitaria, cuando san Lucas describe la koinonía y el agapé que reinaba entre todos los integrantes de las pequeñas comunidades: “Todos vivían unidos y lo tenían todo en común.., compartían los alimentos.. y se ganaban el aprecio de todo el pueblo”36. Claro que había problemas y muy serios. ¡San Pablo, en su carta a los corintios, los regaña y señala los errores garrafales que estaban cometiendo!37 La breve carta del apóstol Santiago es una fuerte reprimenda a la conducta plagada de injusticias que predominaba en la comunidad de Jerusalén: “¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No, es acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra…”38 Pero, eso sí, ¡ni duda cabe que se esforzaban por ser fieles a Dios y por cumplir el mandamiento del Amor! Sin embargo, el ideal de la vida comunitaria está plasmado por san Juan en el texto del Apocalipsis: vivir con esperanza, de modo que -aunque se vea amenazado el amor- nadie desfallezca ni se desanime porque ¡Él ha vencido al mundo! Nadie debe permitir que reine el desaliento. Por eso hay que gritar con profunda confianza: ¡Maran atha! ¡Ven, Señor, ven! Muchas gracias. 35 U. VANNI, Op.cit., 35. 36 Act 2, 42-47. 37 1 Co 3, 3; 5, 6-7; 11, 18-22. 38 Sant 3, 16-4,3. 7