El documento narra un viaje en tren que hizo la autora cuando era niña debido a las intensas lluvias que dejaron los caminos intransitables. Describe la experiencia de estar largas horas en el tren, escuchando el traqueteo de las ruedas y su lenguaje. Una anciana le enseña a escuchar lo que dicen las ruedas y le cuenta cuentos para entretenerse. A pesar de las incomodidades, la autora recuerda el viaje con cariño y ahora, al igual que la anciana, escucha las voces de
2. Hace muchos años, cuando yo vivía en
Reconquista, allá por el norte de Santa Fe,
había llovido muchísimo.
Tanto había llovido que los caminos de tierra
parecían flanes, gelatinas, cintas de sopa negra.
3. Nosotros teníamos que ir
a otro pueblo y, como los
colectivos se
empantanaban en los
flanes, las gelatinas y las
sopas negras, había que
viajar en tren.
Aquellos trenes comían
paladas de carbón y
soltaban un humo negro
que hacía bellos dibujos.
Empezaban las ruedas a
traquetear sobre las vías
chu–cu–chú
chu–cuchú
chu–cuchú
chucuchú
cuchichú
chucuchú
chucuchú...
4. Y un silbido largo acompañaba al humo que se
desflecaba como una cabellera fuiiiiii fuiiii...
5. Primero era lindo,
novedoso, vertiginoso.
Pero después...
Venían largas paradas
misteriosas.
El tren se empacaba en
medio del campo, como
si obedeciera
al capricho
de algún dios.
6. Las vacas de los campitos se cansaban de mirarnos y el guarda
contestaba "¿quién sabe?" …a cualquier pregunta que se le hiciera.
Después de un montón de tiempo el frío era más frío y empezaba
a faltar el agua y la comida. Y eso que siempre llevábamos una
caja de zapatos con pollo, pan y manzanas, o milanesas y dulce de
membrillo. Pero había que convidar, y éramos muchas personas.
7. La gente se miraba sonriendo, acomodándose.
Menos mal.
Y yo escuchaba el lenguaje de las ruedas.
A veces decían:
che–qué–chica
che–qué–chica
chequechica
chequechica
chequechi...
Otras veces decían:
cinco pesos
poca plata
cinco pesos
poca plata
cinco pesos
poca plata
cinco pesos
poca pla...
8. Pero un día espantoso y embarradísimo las ruedas no dijeron nada a pesar
de ir rodando, la lluvia entraba por las ventanillas y yo pensaba que nunca
más iba a salir el sol.
Entonces, una viejita de pañoleta que venía con una canasta me dijo, como
leyéndome el pensamiento:
— ¿Sabés lo que dice el tren hoy? dice:
tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas
tres–pre–gun–tas...
9. A ver, a ver, preguntemos tres preguntas de ésas que no se preguntan nunca.
Y yo:
— ¿Los perros quieren decir que no, cuando mueven la cola?
Y ella:
— ¿Quién habrá inventado el agujero del mate?
Y yo:
—Cuando los trenes silban, ¿quién les contesta?
Entre las dos hicimos más de tres preguntas.
10. Después escuchamos de
nuevo las ruedas del tren,
y decían:
cuento un cuento
cuentouncuento
cuentoun...
También decían:
Mecontaron y te cuento
Mecontaronytecuento
Mecontarony...
Y ella me contó más de
un cuento y yo le conté los
cuentos que sabía.
•
11. Y salió el sol
• Por suerte conocí
muchas viejas
preguntonas,
muchos trenes,
hice viajes, y
resultó lindo eso
de escuchar y a
veces callar, sólo
callar para que las
voces de algunas
cosas llegaran.
•
12. Ahora, como mi vieja de
pañoleta,
cuando viajo, escucho
qué cosas dicen las
ruedas,
la gente.
Y si se da la ocasión
cuentouncuento,
cuentouncuento,
cuentoun...
•