El escritor español Francisco de Quevedo apostó con sus amigos que podía reprocharle a la reina Isabel su cojera real. En una recepción palaciega, le ofreció una rosa o un clavel para escoger, insinuando su defecto físico. Más tarde, cuando el rey Felipe IV intentó burlarse de la cojera de Quevedo, este le respondió ingeniosamente que en esa postura él parecía el herrador y el rey la cabalgadura.