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NÓMADAS100
JÓVENES E IDENTIDAD
EN EL CIBERESPACIO
Sergio Alejandro Balardini*
El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de
televisor sintonizado en un canal muerto1
* Director Proyecto Juventud. FLACSO - Argentina.
Numbers allow us to comprehend the magnitude
of a non-constrastable fact: the number of
internet users increases every day. We are
convinced that we are facing the emergency
generated by a new phenomenon of
socialization, which leaves its impression on
groups of young people. Cyberspace is a
new frontier that represents something very
similar to the coveted “freedom” of
nocturnality culture. They feel as free at night as they do
in cyberspace.
Las cifras nos ofrecen la dimensión de un hecho incon-
trastable, el número de conectados a internet crece
a diario. Estamos convencidos de hallarnos
frente a la emergencia de un nuevo
fenómeno socializatorio que deja su im-
pronta en contingentes de jóvenes. El
ciberespacio es la nueva frontera que re-
presenta algo muy parecido a la “libertad”
codiciada de la cultura de la nocturnidad.
Así como se sienten libres en la noche, se sienten libres
en el ciberespacio.
101NÓMADAS
Así comienza Neuromante,
la famosa obra literaria de William
Gibson, candidata a integrar todo
canon de las letras que se precie de
moderno. ¿Qué hay de clave en la
metáfora? Que los cielos grises ad-
quieren sincronía tecnológica. Pro-
bablemente, digital. Una textura
similar a la que vemos desplegarse
bajo ese cielo.
Un nuevo fenómeno
socializatorio emerge en
nuestros días, y es nece-
sario comenzar a indagar-
lo2
. Las implicancias del
impacto de las nuevas
tecnologías comunica-
cionales, a través del sur-
gimiento de un espacio
de interacciones al que
denominamos ciberes-
pacio3
, en el que vemos
emerger múltiples “co-
munidades virtuales”4
,
nos lleva a reconocer la
importancia de iniciar una
reflexión dirigida a aque-
llos aspectos que conside-
ramos nodales en y para el
desarrollo de los adoles-
centes. Más allá de diver-
sidades regionales, las
cifras nos revelan un he-
cho incontrastable, los jó-
venes son un contingente
extenso entre el creciente
número de conectados a
internet5
.
En la base del estudio que
origina esta reflexión, hemos utili-
zado una metodología de aproxi-
mación etnográfica, entendiendo
por ello “los actos de observar di-
rectamente el comportamiento de
un grupo social y producir una des-
cripción escrita sobre el mismo”6
.
Para realizar este trabajo, nos he-
mos suscripto e ingresado en dife-
rentes ambientes del ciberespacio,
en particular, “grupos de interés”
y chats. Los “grupos de interés” es-
tán constituidos a partir de listas
de correo a las que suscriben aque-
llos que –se supone-, comparten un
interés temático que da origen a
la existencia de la lista y en las que
los jóvenes suelen participar acti-
vamente. Los chats, por su parte,
son salas virtuales al modo de
livings en las que las personas se
“juntan” a conversar.
Por otra parte, se aprovecha en
el estudio un análisis de los com-
portamientos observados en una lis-
ta de correo que específicamente
generamos para debatir el mayo
francés. Es decir, se incluye la ob-
servación y análisis de comporta-
mientos en diversos ambientes
virtuales.
Vale especialmente, para este
trabajo, subrayar el comentario de
RobinHamman7
“los inves-
tigadores que usan métodos
etnográficos en el ciberes-
pacio son confrontados con
diversos problemas diferen-
tes de aquellos probables a
encontrar en la inves-
tigación off-line”. Efectiva-
mente, no fueron pocas las
dudas que tuvimos y deci-
siones polémicas que
tomamos.
A modo de ejemplos:
a) cómo encontrar “en lí-
nea” los parámetros de la
población del estudio; b)
decidir si depender exclu-
sivamente de las entrevis-
tas “en línea” o realizar
entrevistas presenciales
“fuera de línea”; c) el ca-
rácter de la presencia del
observador en los ambien-
tes virtuales, cuyo anoni-
mato lo convierte en
potencialmente transpa-
rente y desapercibido,
pero, también, que le per-
mite la simulación de per-
sonalidades diferentes a la
“auténtica”, pudiendo generar
diferentes inputs en los ambien-
tes en los que inscribe su presen-
cia. Y finalmente, como sugiere
Hamman, d) los malentendidos
frecuentes causados por la ausen-
cia de gestos físicos observables
en el texto escrito de los ambien-
tes virtuales.
Juan Carlos Cervantes O., 1993
NÓMADAS102
Para el caso que nos ocupa, en
relación al primer punto (a), dire-
mos que la población objeto del
estudio fueron adolescentes
hispanoparlantes de entre 14 y 20
años, aunque, es probable, se haya
incluido una gama etárea más am-
plia de sujetos. Lo dicho, en la me-
dida en que no siempre pudo
identificarse la edad –tanto como
otras características- de los partici-
pantes de los ambientes virtuales y,
asimismo, en que resulta imposible
su comprobación en última instan-
cia. Se pretendió abarcar una po-
blación que incluyera una cifra
representativa de varones y muje-
res, de allí la elección de los am-
bientes. Los “grupos de interés”
relevados, incluyeron comunidades
de intereses diversos, entre ellos:
musicales, de series de TV y de
cibercultura, los que fueron elegi-
dos por su carácter transnacional y
transcultural. Esta elección permi-
tió ingresar en ciberambientes con
mayoría de jóvenes de ambos sexos.
También suscribimos a listas de in-
tercambios de mensajes de alumnos
de escuelas secundarias. En cuanto
a los chats en los que ingresamos
(como ingresando a una sala de
conversaciones) se trató de dos ti-
pos: i) espacios gestados desde las
listas de correo temáticas; ii) gené-
ricos, en los que la misma “charla”
es el sostén del relacionamiento sin
depender o constituirse a partir de
un tema de interés grupal. En to-
dos los casos, el uso del potencial,
es indicativo de las limitaciones im-
puestas por las características téc-
nicas inherentes a un estudio como
el propuesto. Es decir, virtualmen-
te no podemos conocer cabalmen-
te la edad, sexo y número de
personas participantes en estos
ciberespacios8
, si bien el tiempo de
suscripción a las listas del estudio –
unos tres años en ciertos casos- nos
ofrece fuertes indicios.
En cuanto al punto referido a
las entrevistas (b), debemos decir
que relevamos cuestionarios ad-hoc
a través de dos modalidades: i) on-
line, haciéndolos circular por listas
de correo; y, ii) presencial, a través
del contacto con cibernautas en
cibercafés9
.
En referencia al carácter de
nuestra participación en los ámbi-
tos en los que nos ins(sus)cribimos
(c), hemos recurrido a dos formas
de observación participante: i) re-
ceptiva, como observadores de los
intercambios de terceros; ii) ac-
tiva, participando en algunos
intercambios en procura de la
visibilización de ciertos procesos
ocultos y estimulando la genera-
ción de outputs. Un ejemplo de
ello, podría ser la participación en
canales de chat privados a los que
sólo se puede acceder a través de
una solicitud personalizada. Otro,
el envío de material producido a
las listas.
En cuanto a los malentendidos
a los que Hamman se refiere (d),
son propios de toda comunicación
textual sin referencia física, por lo
cual su incidencia está, de algún
modo, siempre presente, si bien re-
ducidos, en parte, por la prolifera-
ción en los mensajes de iconos que
representan emociones.
Por todo lo antedicho, se debe
considerar a este un trabajo
exploratorio, dadas las dificultades
de la tarea emprendida. De todos
modos, creemos pertinentes las re-
flexiones que ofrecemos, las que, de
algún modo, representan la síntesis
de nuestras observaciones.
De resultas de nuestro traba-
jo, proponemos el abordaje de una
serie de cuestiones emblemáticas a
las que consignamos especial aten-
ción. Sugerimos en consecuencia,
revisar los siguientes aspectos vin-
culados estrechamente a la vida
adolescente y afectados por las di-
námicas del ciberespacio:
· El proceso de construcción
de identidad y la ciber-
grupalidad;
· El desarrollo de relaciones
múltiples y efímeras, y pro-
fundas y articuladas.
· El desarrollo de la autono-
mía de los padres, el senti-
miento de libertad y el
surgimiento de nuevas posi-
bilidades expresivas;
· El acceso a información glo-
bal en un escenario multi-
cultural.
La construcción de la
identidad y la
cibergrupalidad
Para los adolescentes que nave-
gan por la red, el ciberespacio les
ofrece nuevas alternativas y les
permite procesar con nuevas herra-
mientas aquellas perennes pregun-
tas existenciales, entre filosóficas y
religiosas, que en aquel tiempo en-
frentan, como ¿quién soy yo?, ¿qué
quiero hacer con mi vida?, ¿qué
quiero ser? A partir de interacciones
frecuentes y complejas, los ambien-
tes virtuales, tanto el correo elec-
trónico, como las listas y el chat, se
transforman en un «espacio psico-
lógico” en el que los adolescentes
se reconocen juntos, aunque en
una modalidad de encuentro dife-
rente a la presencial. Por “espacio
103NÓMADAS
psicológico” entendemos, un am-
biente compartido en el que los
sujetos construyen conocimientos y
desarrollan subjetividades más allá
de tareas específicas. El aula esco-
lar, por ejemplo, podría llegar a
constituir un espacio psicológico.
En este caso, el ambiente que se
comparte, posee la cualidad central
de su virtualidad, que de
hecho imprime
una distan-
cia sobre lo
real, ya sea
afirmándo-
lo, ya sea des-
mintiéndolo.
En estos am-
bientes, hemos
visto como pue-
de llegar a crear-
se una relación
emocional muy in-
tensa en los grupos
de interés, y nutridas
referencias persona-
les entre miembros de
un grupo que no se
conocen presencial-
mente. Sin embargo,
esto parece suceder sola-
mente entre aquellos que
se “conocen” y desarrollan
su relación a través de la
red, a diferencia de entre
quienes, aún participando
frecuentemente de estos am-
bientes, ya mantenían una re-
lación de tipo presencial.
Estas relaciones, en las que no
está ausente el misterio y la idea-
lización, los lleva a esperar con an-
siedad el próximo encuentro
virtual, el inminente mensaje elec-
trónico, como antes sucedía con
una llamada telefónica esperada, y,
aún antes, la llegada del cartero por-
tador de la misiva singular. O, des-
de siempre, la conocida espera en
un bar, hasta que alguien ingrese
por la puerta y se siente a nuestra
mesa. De manera similar, no son
pocos los adultos que afirman ha-
ber desarrollado conversaciones
y diálogos más
profundos
después de
mucho tiempo en su
vida, a través de este medio10
.
Un ambiente privilegiado de
este tipo de interacciones son los
salones o salas de charla11
(cha-
trooms), de asistencia frecuente por
parte de muchos adolescentes. Aún
más, la mayoría de los chats genéri-
cos han sido apropiados por ellos.
En un chat, los sujetos se comuni-
can entre sí en «tiempo real», igual
que en los programas de mensajería
instantánea12
. En estos ambientes,
todos los miembros del grupo
interconectado están sentados
frente a sus computadoras al
mismo tiempo, escribiendo en
su teclado los mensajes que
envían a otros, y leyendo los
mensajes enviados por los
otros en sus pantallas. Este
grupo es un grupo real y no
virtual, cuya particulari-
dad es que se constituye
en el ciberespacio y no
en un terreno presen-
cial. Hablamos, en
consecuencia, de un
grupo real, de inter-
acciones reales, me-
diatizadas por la red.
Howard Rhein-
gold1 3
expresa
que los miembros
de una comuni-
dad virtual se
juntan para
hacer on-line
todo lo que
otros hacen
en el mun-
do físico.
La difere-
ncia evi-
dente, es que los
miembros de las comunida-
des virtuales interactúan, algunas
veces en forma exclusiva, a través
de textos en las pantallas de sus
computadoras.
Dos hechos relevantes, según
nos parece, marcan la diferencia
Sergio Rosales Medina
NÓMADAS104
con el mundo presencial-real en re-
lación a la identidad en la red. El
primero, hace a la dotación
identitaria que la red pareciera dar
a quienes se asocian en sus ambien-
tes. Parece clave el hecho de que
las relaciones surgidas en la red es-
timulan la creación de cierta “ima-
gen de halo” que actúa a modo de
emblema que se porta, del mismo
modo que cierta vestimenta, y otros
aspectos expresivos. Este plus
identitario otorgado por la condi-
ción de cibernauta parece operar
en el plano presencial-
real al punto que ciertas
relaciones nacidas en la
red parecieran estar fuer-
temente permeadas por
esta circunstancia. Más
allá de la desilusión de
ciertos encuentros reales
que contradicen las ex-
pectativas generadas y la
confirmación de otros
entre quienes descubren
algo más que intereses
compartidos, parece
engendrarse un tercer
tipo de encuentros en el
que resulta definitorio el
aspecto identitario surgi-
do al calor del ambiente
virtual.
El segundo hecho, es
que en estos grupos (que
pueden ser de charla o listas de co-
rreo) los adolescentes –en rigor
también los adultos- pueden inven-
tarse, y de hecho lo hacen, toda cla-
se de roles, identidades e historias,
cambiando su nombre, edad, o in-
cluso su género. Y aquí aparece el
ciberespacio constituido en un es-
cenario privilegiado para la explo-
ración y experimentación de las
que hablaba Erikson, como prácti-
cas esenciales de un período de la
vida, en el que se juega la construc-
ción de la propia identidad. Es de-
cir, que el proceso de tramitación
de la identidad del sujeto, puede
ahora encontrar en el ciberespacio
un terreno fértil para la experimen-
tación y el juego de roles de los ado-
lescentes. Para éstos, por ejemplo,
crean y seleccionan iconos que re-
presentan su identidad, denomina-
dos “avatares”. Por lo común,
suelen tener un avatar principal y
otros secundarios, según necesidad.
Algo semejante a desarrollar un yo
principal y algunos “yoes” acceso-
rios para circunstancias que lo
ameriten. Es evidente que la posi-
bilidad del anonimato estimula a
los adolescentes a crearse distintas
personalidades y experimentar con
ellas, del mismo modo que muchos
adultos admiten que les permite
discutir sobre asuntos que evitarían
tratar en la vida “real” con su
“propia” identidad. Para los adoles-
centes, la experimentación y explo-
ración, en el proceso de construc-
ción de su identidad, resultan ele-
mentos centrales y la flexibilidad –y
seguridad- que les ofrecen los am-
bientes virtuales, previsiblemente
operará luego en el mundo “real”.
Por otra parte, durante la ado-
lescencia el sentimiento de perte-
necer a un grupo es esencial en el
proceso de construcción de la pro-
pia identidad. El ciberespacio, les
ofrece, en este sentido, la posibili-
dad de conocer un número ilimita-
do de personas y grupos
con los que interactuar.
Pueden dejar un grupo y
rápidamente integrarse a
otro o constituir uno nue-
vo generado por ellos
mismos. Las posibilidades
se ensanchan en un hori-
zonte abierto. La tecno-
logía del ciberespacio les
permite constituir toda
clase de grupos y los ado-
lescentes se apropian de
ella generando grupos
acordes a sus necesidades
e intereses, lo que en bue-
na medida equivale a de-
cir, del proceso de
desarrollo de su identi-
dad. Las listas de discusión
los chats, en este sentido,
se configuran como
ciberbarrios habitados
por cibertribus. Y allí también las
emociones juegan fuerte, llegando
a la expulsión de aquellos miem-
bros del grupo que no respetan sus
reglas o disputando con otros gru-
pos por la primacía en su compe-
tencia. En los grupos, por otra
parte, que a diferencia de los chats
genéricos, suelen estar asociados a
una temática o interés que les da
origen y sentido, es bastante habi-
tual encontrar una distribución de
“Joven...”, New York, 1966. Diana Arbus
105NÓMADAS
tareas orientadas a satisfacer a sus
miembros tanto como a darle rele-
vancia al grupo en cuanto tal.
Lo particular, en los ambientes
virtuales, es que, generalmente, esta
división del trabajo es producto de
la propia actividad desarrollada por
sus miembros y no está dada, a con-
tramano de lo que por lo común
sucede en el mundo real, por jerar-
quías previas. De esta manera, al-
guien que se inscribe en un grupo
ya existente, con una comunidad
virtual relativamente es-
table, puede a partir de la
intensidad de sus inter-
acciones, pasar a ocupar
un lugar de relevancia en
el mismo.
Otra característica de
estos espacios virtuales
es que en ellos no hay te-
rritorialidad geográfica
que defender, sino que la
defensa de la cibertribu,
de su identidad, suele
estar vinculada a su per-
tinencia y calidad. Por
qué tal lista y no otra re-
presenta mejor y/o más
auténticamente ciertos
intereses, parece poder
responderse a partir de
una lógica valorativa en
la que lo meritocrático
asciende varios peldaños.
Por otra parte, a través de su
participación en los cibergrupos,
los adolescentes buscan generar
nuevas amistades, experimentan-
do intensamente con nuevas re-
laciones, tanto del propio sexo
como del opuesto. Es bastante
común que aquello que comien-
za como una ciberrelación avan-
ce hacia encuentros presenciales.
Por ejemplo, los grupos de inte-
rés, en muchos casos, generan
“convenciones” que utilizan como
excusa para un encuentro presen-
cial. Y muchos jóvenes arreglan
citas para “conocerse” luego de un
tiempo de intercambios virtuales.
Del mismo modo, algunos de sus
miembros suelen visitarse en sus
vacaciones, cuando las distancias
entre ellos son grandes y la rela-
ción que se construyó los empuja
a conocerse más. Por lo que he-
mos podido ver, ya que no siem-
pre estos encuentros se dan a
conocer, el grupo y la participa-
ción en él tiende a fortalecerse
tras la reunión presencial, mien-
tras que las relaciones
interpersonales en ocasiones se
afirman y, en otras, desaparecen.
Las expectativas puestas en una
reunión grupal pueden derivarse
entre diversos sujetos, pero en los
encuentros individuales no hay
derivación posible, abriendo paso,
en ocasiones, al choque14
.
Relaciones múltiples y
efímeras, y profundas y
articuladas
Para muchos, la enorme canti-
dad de relaciones que puede esta-
blecerse vía internet y la fugacidad
y transitoriedad como característi-
cas de la gran mayoría de ellas, ha-
bilita un espacio relacional de bajo
grado de compromiso y poca pro-
fundidad. Sin embargo, hay eviden-
cias de que esto no se aplica en
todos los casos. Hemos visto que
las personas desarrollan
amistades duraderas en el
ciberespacio y, como di-
jimos anteriormente, en
ocasiones las viven como
más profundas e intere-
santes que las de sus vi-
das “reales”. Por otro
lado, hay que señalar que,
en muchos casos, se pro-
longan y combinan con su
vida “real”. Como sostie-
ne Sherry Turkle, cada
vez más se observa que
existe un continuo entre
el mundo virtual y el real.
Por tanto, estamos frente
a un nuevo modo de re-
lación, que permite la
continuidad de espacios,
tanto como su disconti-
nuidad. En la red hay ve-
locidad y cambio, pero
también permanencia y
sistematicidad.
Por otra parte, la posibilidad de
contactar a individuos y generar
emociones no es ajena a la cuestión
de la sexualidad. En este aspecto,
el ciberespacio facilita a muchos el
avanzar hacia el “primer paso”, tan-
to como encontrar personas con
orientación sexual similar. Además,
sin dudas Internet impacta en la so-
ciabilidad de la sexualidad actual
“Esposos...”, New York, 1965. Diana Arbus
NÓMADAS106
al permitir el acceso a información
que antes estaba en pocas manos y
vedada a muchos. Finalmente, en
nuestro trabajo no hemos podido
relevar en profundidad la cuestión
del llamado cibersexo, en la medi-
da en que resulta un tema cuyo
abordaje requiere instrumentos es-
pecíficos en virtud de su compleji-
dad, dado su carácter sensible. Sin
embargo, es evi-
dente que el sexo
está muy presente
en la red, tanto en
términos estrictos,
referido a los web-
sites y ambientes
virtuales generados
con tal propósito,
como en sentido
amplio, en todas
las interacciones
implicadas. Los
chats genéricos son
ejemplo de ello,
con permanentes
interpelaciones de
tono sexual. En
cuanto a las comu-
nidades virtuales
generadas a partir
de grupos de inte-
rés o afinidad, es
habitual el desarro-
llo de relaciones de
mayor intensidad
afectiva entre algu-
nos de sus miem-
bros, lo cual puede
inferirse, tanto por
el grado de interactividad sosteni-
do, como por los comentarios mu-
tuamente elogiosos girados al
grupo. En este punto, el despliegue
de conocimiento e información y,
el lenguaje utilizado, están consi-
derados, por los propios ciber-
nautas, como los elementos que
concitan su admiración inicial y por
los que resultan eventualmente se-
ducidos, despertándoles su interés
por tal o cual persona. En este sen-
tido, estas comunidades, tanto
como otros espacios sociales, per-
miten el establecimiento de nuevas
relaciones que pueden devenir en
vínculos amorosos. Llegados aquí,
compartimos las conclusiones de
Susana Finquelievich en el sentido
de que las experiencias recogidas
nos señalan que una vez estableci-
da una relación con cierta intensi-
dad, la misma no permanece
eternamente online, en la mayoría
de los casos, y en tanto las distan-
cias en juego no lo impidan. En este
caso, los encuentros cara a cara (o
F2F, face to face), se convierten en
momentos clave en los cuales se de-
fine la continuidad o no de la
relación.
Por otra parte, el auge de fo-
ros de encuentro con la finalidad
de propiciar relacionamientos, y
el desarrollo exponencial de ser-
vicios afines, sean estos pagos o
gratuitos, ha originado nuevos
mercados en In-
ternet15
. Es evi-
dente, la presencia
de un fuerte estí-
mulo al despliegue
imaginativo, si
bien presente en
toda fantasía se-
xual, en la medida
en que ambientes
virtuales proclives
a la simulación,
poco y nada la li-
mitan. En este
campo, los invo-
lucrados pueden ir
desde la enuncia-
ción de caricias y
besos virtuales
hasta la consuma-
ción virtual del
acto sexual cuyo
objeto no es otro
que la obtención
de satisfacción
física.
La
autonomía
de los padres, el
sentimiento de libertad
y el surgimiento de
nuevas posibilidades
expresivas
Bien lo sabemos, los adolescen-
tes y los jóvenes desean ser cuanto
“Joven...”, New York, 1996. Diana Arbus
107NÓMADAS
antes independientes, ganar en au-
tonomía, y hacer su propio camino
sin interferencia de los adultos. Pero
si, por un lado, se trata de la aven-
tura de salir a explorar nuevos mun-
dos, por el otro aparece el temor a
dejar una identidad infantil, una
casa y un hogar seguros. El cibe-
respacio es, desde esta perspectiva,
un terreno favorable a sus aspira-
ciones, en la medi-
da en que pueden
“virtualizar” su sali-
da a otro(s) mun-
do(s), haciéndola
efectiva en un mun-
do virtual –pero
no irreal-, permi-
tiéndoles diluir, en
parte, sus temores.
En definitiva, pue-
den aventurarse al
mundo desde su
propia habitación y
sin salir de su casa.
Un rasgo atrac-
tivo de la red
internet para los
adolescentes es que
no vislumbran que
la red esté contro-
lada por el gobier-
no, la escuela, los
padres, es decir,
por la autoridad
encarnada por los
adultos. Para ellos,
el ciberespacio es la
nueva frontera que
representa algo
muy parecido a la libertad que ima-
ginan en su cultura de la
nocturnidad16
. Así como se sienten
libres en la noche, se sienten libres
en el ciberespacio. En la noche, los
adultos parecen desaparecer y de-
jar el terreno a los jóvenes. Algo
semejante perciben que sucede en
el ciberespacio cuando lo recorren.
En un caso es el tiempo –la noche-
que aleja a los adultos, en el otro,
es el espacio –la ciberplataforma -,
pero también podríamos decir que
los separa la tecnología. En defini-
tiva, como expresa Peter Eio, pre-
sidente de Lego Systems, “por
primera vez en la historia de la hu-
manidad, una nueva generación
está capacitada para utilizar la tec-
nología mejor que sus padres”17
.
Por otra parte, el ciberespacio
les ofrece a los adolescentes toda
clase de oportunidades para satis-
facer sus necesidades expresivas,
que vemos traducirse en la inven-
ción de nuevos términos, que dan
forma a un vocabulario emergente
asentado en un universo simbólico
referenciado en el mundo virtual y
las nuevas tecnologías. En ocasio-
nes asistimos a salas de chat reple-
tas de iconos e imágenes que
constituyen un nuevo idioma de
signos, y refuerzan códigos de gru-
po inaccesibles para los adultos. De
hecho, gracias a
ello, logran eludir
muchos posibles
malentendidos de
los que los adul-
tos no siempre es-
capan. Así han
surgido, los “emo-
ticones”, signos que
expresan emocio-
nes y que preten-
den complementar
a la palabra escrita
acompañándola en
sustitución de la
gestualidad ausen-
te en el texto.
A d e m á s , l a
computación y la
navegación por
internet les ofrecen
un terreno propicio
para el desarrollo
de sus capacidades
lógicas, técnicas y
creativas. La utili-
zación de procesos
lógicos y no mági-
cos se hace más pre-
sente, al igual que
la actividad multitarea (multitas-
king) y la perspectiva hipertextual
de secuencias lógicas no lineales. La
red es tecnología de hard y soft con
diagramas de flujos lógicos perma-
nentes. Es la hora del brainware.
Como señala Julio Orione “(...) Se
ha dicho, despectivamente, que
Central Park, New York, 1963. Diana Arbus
NÓMADAS108
internet es diversión. Enhorabuena
que nazcan nuevas formas de diver-
sión. Pero es mucho más: es un ca-
mino para que los chicos se
acerquen al conocimiento y es una
herramienta para enseñarles a pen-
sar. No conviene cerrar los ojos a
esto”18
. Es así que la proporción de
jóvenes y adolescentes creativos y
creadores que diseñan y construyen
herramientas informáticas interac-
tivas es sorprendente, tanto como
la explosión de páginas web (y soft)
desarrolladas por adolescentes y
preadolescentes. El famoso
buscador Yahoo, el
sistema operativo
Linux, el programa de
mensajería instantánea
ICQ y el polémico
Napster fueron todos
diseñados y creados por
adolescentes. La historia
de la empresa Apple es
muy expresiva al respecto.
Acceso a
información global
en un escenario
multicultural
Por otra parte, en su viaje ha-
cia el conocimiento de nuevos
mundos, las necesidades de infor-
mación para los jóvenes son rele-
vantes. Y, en este sentido, también
la red les ofrece un universo
inimaginado siquiera para la gene-
ración anterior. En los ambientes
virtuales que visitamos, hemos po-
dido observar la ingente cantidad
de información que los adolescen-
tes “arrojan” sin solución de conti-
nuidad. Sin embargo, esta
información no siempre puede com-
probarse y, en algunos casos, resul-
tó claramente falaz, sin que sus
emisores tomaran debida cuenta de
ello. La información se encuentra
–y circula- libremente en internet,
lo que motiva el surgimiento de
temas derivados para el debate: el
libre acceso a la información, la
calidad de la misma y su pertinen-
cia. Porque en internet está todo,
lo que incluye información relevan-
te para el desarrollo de la ciudada-
nía juvenil, como ayudas de
orientación vocacio-
nal y para la
formación
profesional, la protec-
ción frente a las relaciones sexua-
les, el aborto, etc., pero también,
pornografía, drogas, métodos de in-
fligir violencia, y tanto más. Frente
a este panorama, surge una nueva
tarea, la de preparar a los jóvenes
para filtrar, seleccionar y procesar
la información, a diferencia de ayer,
cuando se trataba de salir a buscar-
la ya que, frecuentemente, era
escasa. Ahora la información des-
borda y los adolescentes participan
del flujo activamente.
Junto al enorme caudal de in-
formación en danza, también las re-
laciones que se establecen son
altamente diversas. El ciberespacio
le ofrece la oportunidad a los ado-
lescentes de encontrarse con pares
–e impares- de diversos lugares del
mundo. En los chats la composi-
ción por default es internacional
y, por definición, multicultu-
ral. Las oportunidades para
advertir las diferencias cultu-
rales, y las preguntas y comen-
tarios sobre la propia
realidad suelen ser habitua-
les en los ambientes
virtuales, efectuando fre-
cuentes comparaciones
entre los sistemas de es-
tudio y sus posibilida-
des, las características
de la vida familiar y los
hechos culturales más
expresivos, menos
habitualmente sur-
gen menciones a la
política, en la enor-
me mayoría de los
casos para su des-
calificación. Po-
demos afirmar
que la presencia
en los ambientes
virtuales de individuos con
diferentes capitales culturales les
permite a los adolescentes enrique-
cerse y resignificar su propio espa-
cio. Para estos jóvenes, las normas
de su entorno sociocomunitario,
pierden la dimensión universal que
pudo tener para sujetos socializados
en un mundo cerrado que no les per-
mitía visualizar otras posibilidades
de ser y desarrollarse. Al mismo
tiempo, este hecho les abre la puer-
ta a un mundo de elecciones que
avanza otro paso más hacia la cons-
trucción de un individualismo con
noción de radicalidad y relatividad.
“. . . with a souvenir dog”, New Orleans, 1964. Diana Arbus
109NÓMADAS
URL: www.jovenes_en_el_
ciberespacio.com
Para terminar, diremos que, en
nuestra experiencia, los adolescen-
tes conectados hacen un uso inten-
so e integral de internet. Son
quienes masiva y efectivamente ha-
bitan el ciberespacio, mientras, en
cambio, los adultos utilizarían la
autopista informática para obtener
datos e información con un perfil
más utilitario. Los más jóvenes, en
cambio, se juntan para conversar,
enviarse mensajes e información de
todo tipo, intercambiar músicas, ju-
gar on-line, y, por supuesto, ha-
cer nuevas relaciones. Puede
decirse que, al igual que en la
vida “real”, los adultos bus-
can principalmente estar in-
formados y los adolescentes
sentirse a gusto, pero la rea-
lidad es bastante más com-
pleja. De hecho, muchos
jóvenes procesan a dia-
rio información dispues-
ta en la red y muchos
adultos hacen un uso
lúdico de internet.
Podemos afirmar
que existe un con-
tinuo entre la vida
on-line y la vida off-
line, sin bien con posibili-
dades en algunos casos potenciadas,
que de una discontinuidad de com-
portamientos en los sujetos.
Los adolescentes que intenta
reflejar el estudio, son casi en su to-
talidad estudiantes de nivel secun-
dario o terciario-universitario, de
clase media o media-alta con con-
sumos culturales transterritoriales
(música, cine, seriales, cómics) que
se hacen evidentes en la generación
de las comunidades virtuales en las
que comparten sus gustos e intere-
ses comunes. En este sentido, es sig-
nificativa la presencia en sus consu-
mos de la programación televisiva
internacional que muchos compar-
ten a través del cable. Sin embar-
go, frente a la pregunta de en qué
ocupaban antes el tiempo que ahora
dedican a comunicarse por la red,
la respuesta más habitual es: ver
televisión. Lo que supone, por una
parte, un desplazamiento de un
medio pasivo a un me-
dio interactivo
y ,
por otra, un
orden de prioridades que
no relega el estudio o las activida-
des deportivas o productivas.
La inmensa mayoría de estos jó-
venes se conecta a internet desde su
hogar, que es desde donde suelen na-
vegar cómodamente; eventualmen-
te lo hacen desde cibercafés u otros
espacios públicos y, los de mayor
edad, también desde su trabajo.
En cuanto al género de los
cibernavegantes, se repite el hecho
de ser los varones quienes más ha-
bitan el ciberespacio en una pro-
porción que ronda entre las dos
terceras y tres cuartas partes de los
miembros de las salas de chat gené-
ricas y los grupos de interés, si bien,
en estos casos, el tema de referen-
cia del grupo preconfigura la parti-
cipación. En cuanto al carácter de
la participación, las mujeres, sien-
do menos numerosa su presencia,
son tan o más activas que los varo-
nes, hecho que se evidencia en
el rol que asumen de
generadoras de
contenido y en
una alta interac-
tividad.
Por otra parte, el
éxito entre los ado-
lescentes, de los espa-
cios de chat y los
programas de mensa-
jería instantánea, mani-
fiestan su búsqueda de
nuevas relaciones, sus ne-
cesidades expresivas y sus
ansias de participar en gru-
pos de interés que se con-
vierten en comunidades
virtuales (cibertribus) de las
que son miembros activísimos.
Sin embargo, contrario sensu a
ciertas voces, no parecen ser in-
dividuos aislados ni adictos a la
red, sino claramente integrados a
sus entornos presenciales-reales.
Finalmente, nunca antes la so-
ciedad se vio involucrada en cam-
bios tan vertiginosos que afectaran
su estructura económica y produc-
tiva, a la par que su cultura. El
progreso tecnológico ya no da des-
canso y la brecha entre generacio-
nes pareciera pronunciarse. Casi
Central Park, New York, 1962. Diana Arbus
NÓMADAS110
no hay tiempo para adaptarse a una
tecnología que ya otra ha ocupado
su lugar. En pocos años, la red ha
constituido una ciberósfera en la
que cada vez más individuos están
comprometidos. Una vez más, las
estructuras culturales y sus agencias
de socialización sufren mutaciones
que impactan sobre los sujetos. Sin
lugar a dudas, este impacto genera
un nuevo diferencial entre aquellos
socializados por dentro y fuera de
su entorno. Ya sean de una misma
o de diferentes generaciones. En
todo caso, los adolescentes y los
niños conectados, han entrado en
relación con una nueva y podero-
sísima agencia socializatoria que
modelará en ellos.
Citas
1 Gibson, William; 1984.
2 Recomendamos en internet el site:
“Adolescents in Cyberspace”. También,
“La vida en la pantalla. La construcción
de la identidad en la era de internet” de
Sherry Turkle. 1997.
3 Término usado por primera vez por W.
Gibson en la obra mencionada para des-
cribir sus mundos virtuales.
4 Howard Rheingold (1993), define a las
comunidades virtuales como “conforma-
ciones sociales que emergen de la Red
cuando un número relativamente eleva-
do de personas mantienen estas discu-
siones durante un tiempo prolongado y
conforman redes de amigos personales y
profesionales en el cyberespacio”.
5 Según Jupiter Communications, en Es-
tados Unidos son 11.1 millones de ado-
lescentes (13-18 años) que actualmente
utilizan Internet y se prevé que serán 16.6
millones en el año 2002. Cita en “Datos
en la Web”.
6 Marshall, Gordon (Ed.) The Concise
Oxford Dictionary of Sociology. Oxford:
Oxford University Press, 1994.
7 “A aplicação da metodologia de Etnográ-
fico no estudo do cibersexo”. 1997.
8 De hecho, hay programas de simulación
que representan personas virtuales. Por
tanto, en el límite, podríamos haber
interactuado con software inteligente.
9 En el cibercafé que se instaló en “La casa
de los estudiantes” de la Federación Uni-
versitaria de Buenos Aires, en cuyo dise-
ño e idea participamos activa y
fundacionalmente.
10 “Muchas de las relaciones que se estable-
cen a través de Internet comienzan como
amistades o contactos profesionales, y se
basan completamente en la comunica-
ción escrita. A medida que las conversa-
ciones se desarrollan, se produce una
comprensión profunda de los pensa-
mientos y sentimientos de la otra perso-
na, lo que algunos llaman la parte más
importante de una relación”. Susana
Finquelievich; 1998.
11 Nos referimos, con el término “salas de
chat” a los espacios virtuales que simu-
lan constituir un ámbito para la conver-
sación entre los sujetos. Se trata pues,
de un espacio público, aunque bien po-
dría ser un living, en donde las personas
se juntan a desarrollar una conversación.
Sólo que, en este caso, las personas se
hallan en lugares físicos diferentes y el
sitio físico es reemplazado por un sitio
generado en el ciberespacio.
12 Los más famosos, el ICQ de Mirabilis y el
Instant Messenger de AOL.
13 «Virtual Community». Citado por Robin
Hamman. Introduction to Virtual Com-
munities Research and Cybersociology
Magazine. Issue Two.
14 “La CMC vuelca la importancia de la pri-
mera impresión, de la apariencia físicaala
capacidad de comunicación”... “¿Qué
ocurre cuando la imagen «real» de esta
persona no coincide con la imagen pre-
concebida?”. Susana Finquelievich; 1998.
15 Susana Finquelievich; 1998.
16 Margulis, Mario. 1994.
17 Cita en “Los hijos de la tecnología serán
40 millones en el año 2003”, Bárbara
Celis. En: Datos en la Web.
18 “Al construir una página, (...) por ejem-
plo, hay que definir categorías. Y hay que
jerarquizarlas... por medio de diversos
ordenamientos lógicos: árboles, secuen-
cias lineales, espirales, solapamientos,
intersecciones, etcétera. Diseñar la pági-
na requiere afinar los conceptos de espa-
cio-tiempo (...). Después habrá que po-
ner los links. ¿Qué mejor oportunidad
para entender qué son las relaciones y las
interrelaciones, lo unívoco y lo biunívo-
co? Tendrá que pensar en equivalencias.
(...) También deberá poner en juego los
conceptos de causalidad y determina-
ción. Cada clic habrá de tener determi-
nado efecto, y hay que saber cuál y por
qué. Poco a poco, el joven realizador del
sitio irá construyendo una imagen inter-
na de todos estos aspectos y, al cabo de la
tarea, habrá incorporado un conjunto
de conocimientos de la mayor importan-
cia para su formación intelectual”.
“Internet da lecciones prácticas de filo-
sofía” en diario Clarín, Suplemento In-
formática. Miércoles 10 de mayo de 2000.
Bibliografía
GIBSON, William; 1984. Neuromante.
Minotauro. 1989. España.
MARGULIS, Mario; 1994. La cultura de la
noche. Espasa Hoy. 1994. Argentina.
TURKLE, Sherry; 1995. La vida en la panta-
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era de internet. Ed. Paidós Transiciones.
Barcelona. 1997.
GUBERN, Román; 2000. El eros electrónico.
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MARSHALL, Gordon; 1994. The Concise
Oxford Dictionary of Sociology. Oxford
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ORIONE, Julio; 2000. “Internet da leccio-
nes prácticas de filosofía”. Diario Clarín,
Suplemento Informática. Miércoles 10
de mayo de 2000.
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AA.VV.; junio de 2000. Datos en la Web.
URL: www.datosenlaweb.com
FINQUELIEVICH, Susana; 19 octubre 1998.
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URL: www.cys.derecho.org/00/teletrabajo.
htm HAMMAN, Robin; 1997. “A
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no estudo do cibersexo”.
URL: members.aol.com/Cybersoc/methods_
portugese.html
RHEINGOLD, Howard; 1993. «The Virtual
Community». Addison Wexley, Nueva
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nidades virtuales. Gedisa, Barcelona,
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Introduction to Virtual Communities
Research and Cybersociology Magazine.
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URL: www.shpm.com/articles/teens/
adolescents.html. URL: members.aol.
com/Cybersoc/is2intro.html

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Identidad y libertad de los jóvenes en el ciberespacio

  • 1. NÓMADAS100 JÓVENES E IDENTIDAD EN EL CIBERESPACIO Sergio Alejandro Balardini* El cielo sobre el puerto tenía el color de una pantalla de televisor sintonizado en un canal muerto1 * Director Proyecto Juventud. FLACSO - Argentina. Numbers allow us to comprehend the magnitude of a non-constrastable fact: the number of internet users increases every day. We are convinced that we are facing the emergency generated by a new phenomenon of socialization, which leaves its impression on groups of young people. Cyberspace is a new frontier that represents something very similar to the coveted “freedom” of nocturnality culture. They feel as free at night as they do in cyberspace. Las cifras nos ofrecen la dimensión de un hecho incon- trastable, el número de conectados a internet crece a diario. Estamos convencidos de hallarnos frente a la emergencia de un nuevo fenómeno socializatorio que deja su im- pronta en contingentes de jóvenes. El ciberespacio es la nueva frontera que re- presenta algo muy parecido a la “libertad” codiciada de la cultura de la nocturnidad. Así como se sienten libres en la noche, se sienten libres en el ciberespacio.
  • 2. 101NÓMADAS Así comienza Neuromante, la famosa obra literaria de William Gibson, candidata a integrar todo canon de las letras que se precie de moderno. ¿Qué hay de clave en la metáfora? Que los cielos grises ad- quieren sincronía tecnológica. Pro- bablemente, digital. Una textura similar a la que vemos desplegarse bajo ese cielo. Un nuevo fenómeno socializatorio emerge en nuestros días, y es nece- sario comenzar a indagar- lo2 . Las implicancias del impacto de las nuevas tecnologías comunica- cionales, a través del sur- gimiento de un espacio de interacciones al que denominamos ciberes- pacio3 , en el que vemos emerger múltiples “co- munidades virtuales”4 , nos lleva a reconocer la importancia de iniciar una reflexión dirigida a aque- llos aspectos que conside- ramos nodales en y para el desarrollo de los adoles- centes. Más allá de diver- sidades regionales, las cifras nos revelan un he- cho incontrastable, los jó- venes son un contingente extenso entre el creciente número de conectados a internet5 . En la base del estudio que origina esta reflexión, hemos utili- zado una metodología de aproxi- mación etnográfica, entendiendo por ello “los actos de observar di- rectamente el comportamiento de un grupo social y producir una des- cripción escrita sobre el mismo”6 . Para realizar este trabajo, nos he- mos suscripto e ingresado en dife- rentes ambientes del ciberespacio, en particular, “grupos de interés” y chats. Los “grupos de interés” es- tán constituidos a partir de listas de correo a las que suscriben aque- llos que –se supone-, comparten un interés temático que da origen a la existencia de la lista y en las que los jóvenes suelen participar acti- vamente. Los chats, por su parte, son salas virtuales al modo de livings en las que las personas se “juntan” a conversar. Por otra parte, se aprovecha en el estudio un análisis de los com- portamientos observados en una lis- ta de correo que específicamente generamos para debatir el mayo francés. Es decir, se incluye la ob- servación y análisis de comporta- mientos en diversos ambientes virtuales. Vale especialmente, para este trabajo, subrayar el comentario de RobinHamman7 “los inves- tigadores que usan métodos etnográficos en el ciberes- pacio son confrontados con diversos problemas diferen- tes de aquellos probables a encontrar en la inves- tigación off-line”. Efectiva- mente, no fueron pocas las dudas que tuvimos y deci- siones polémicas que tomamos. A modo de ejemplos: a) cómo encontrar “en lí- nea” los parámetros de la población del estudio; b) decidir si depender exclu- sivamente de las entrevis- tas “en línea” o realizar entrevistas presenciales “fuera de línea”; c) el ca- rácter de la presencia del observador en los ambien- tes virtuales, cuyo anoni- mato lo convierte en potencialmente transpa- rente y desapercibido, pero, también, que le per- mite la simulación de per- sonalidades diferentes a la “auténtica”, pudiendo generar diferentes inputs en los ambien- tes en los que inscribe su presen- cia. Y finalmente, como sugiere Hamman, d) los malentendidos frecuentes causados por la ausen- cia de gestos físicos observables en el texto escrito de los ambien- tes virtuales. Juan Carlos Cervantes O., 1993
  • 3. NÓMADAS102 Para el caso que nos ocupa, en relación al primer punto (a), dire- mos que la población objeto del estudio fueron adolescentes hispanoparlantes de entre 14 y 20 años, aunque, es probable, se haya incluido una gama etárea más am- plia de sujetos. Lo dicho, en la me- dida en que no siempre pudo identificarse la edad –tanto como otras características- de los partici- pantes de los ambientes virtuales y, asimismo, en que resulta imposible su comprobación en última instan- cia. Se pretendió abarcar una po- blación que incluyera una cifra representativa de varones y muje- res, de allí la elección de los am- bientes. Los “grupos de interés” relevados, incluyeron comunidades de intereses diversos, entre ellos: musicales, de series de TV y de cibercultura, los que fueron elegi- dos por su carácter transnacional y transcultural. Esta elección permi- tió ingresar en ciberambientes con mayoría de jóvenes de ambos sexos. También suscribimos a listas de in- tercambios de mensajes de alumnos de escuelas secundarias. En cuanto a los chats en los que ingresamos (como ingresando a una sala de conversaciones) se trató de dos ti- pos: i) espacios gestados desde las listas de correo temáticas; ii) gené- ricos, en los que la misma “charla” es el sostén del relacionamiento sin depender o constituirse a partir de un tema de interés grupal. En to- dos los casos, el uso del potencial, es indicativo de las limitaciones im- puestas por las características téc- nicas inherentes a un estudio como el propuesto. Es decir, virtualmen- te no podemos conocer cabalmen- te la edad, sexo y número de personas participantes en estos ciberespacios8 , si bien el tiempo de suscripción a las listas del estudio – unos tres años en ciertos casos- nos ofrece fuertes indicios. En cuanto al punto referido a las entrevistas (b), debemos decir que relevamos cuestionarios ad-hoc a través de dos modalidades: i) on- line, haciéndolos circular por listas de correo; y, ii) presencial, a través del contacto con cibernautas en cibercafés9 . En referencia al carácter de nuestra participación en los ámbi- tos en los que nos ins(sus)cribimos (c), hemos recurrido a dos formas de observación participante: i) re- ceptiva, como observadores de los intercambios de terceros; ii) ac- tiva, participando en algunos intercambios en procura de la visibilización de ciertos procesos ocultos y estimulando la genera- ción de outputs. Un ejemplo de ello, podría ser la participación en canales de chat privados a los que sólo se puede acceder a través de una solicitud personalizada. Otro, el envío de material producido a las listas. En cuanto a los malentendidos a los que Hamman se refiere (d), son propios de toda comunicación textual sin referencia física, por lo cual su incidencia está, de algún modo, siempre presente, si bien re- ducidos, en parte, por la prolifera- ción en los mensajes de iconos que representan emociones. Por todo lo antedicho, se debe considerar a este un trabajo exploratorio, dadas las dificultades de la tarea emprendida. De todos modos, creemos pertinentes las re- flexiones que ofrecemos, las que, de algún modo, representan la síntesis de nuestras observaciones. De resultas de nuestro traba- jo, proponemos el abordaje de una serie de cuestiones emblemáticas a las que consignamos especial aten- ción. Sugerimos en consecuencia, revisar los siguientes aspectos vin- culados estrechamente a la vida adolescente y afectados por las di- námicas del ciberespacio: · El proceso de construcción de identidad y la ciber- grupalidad; · El desarrollo de relaciones múltiples y efímeras, y pro- fundas y articuladas. · El desarrollo de la autono- mía de los padres, el senti- miento de libertad y el surgimiento de nuevas posi- bilidades expresivas; · El acceso a información glo- bal en un escenario multi- cultural. La construcción de la identidad y la cibergrupalidad Para los adolescentes que nave- gan por la red, el ciberespacio les ofrece nuevas alternativas y les permite procesar con nuevas herra- mientas aquellas perennes pregun- tas existenciales, entre filosóficas y religiosas, que en aquel tiempo en- frentan, como ¿quién soy yo?, ¿qué quiero hacer con mi vida?, ¿qué quiero ser? A partir de interacciones frecuentes y complejas, los ambien- tes virtuales, tanto el correo elec- trónico, como las listas y el chat, se transforman en un «espacio psico- lógico” en el que los adolescentes se reconocen juntos, aunque en una modalidad de encuentro dife- rente a la presencial. Por “espacio
  • 4. 103NÓMADAS psicológico” entendemos, un am- biente compartido en el que los sujetos construyen conocimientos y desarrollan subjetividades más allá de tareas específicas. El aula esco- lar, por ejemplo, podría llegar a constituir un espacio psicológico. En este caso, el ambiente que se comparte, posee la cualidad central de su virtualidad, que de hecho imprime una distan- cia sobre lo real, ya sea afirmándo- lo, ya sea des- mintiéndolo. En estos am- bientes, hemos visto como pue- de llegar a crear- se una relación emocional muy in- tensa en los grupos de interés, y nutridas referencias persona- les entre miembros de un grupo que no se conocen presencial- mente. Sin embargo, esto parece suceder sola- mente entre aquellos que se “conocen” y desarrollan su relación a través de la red, a diferencia de entre quienes, aún participando frecuentemente de estos am- bientes, ya mantenían una re- lación de tipo presencial. Estas relaciones, en las que no está ausente el misterio y la idea- lización, los lleva a esperar con an- siedad el próximo encuentro virtual, el inminente mensaje elec- trónico, como antes sucedía con una llamada telefónica esperada, y, aún antes, la llegada del cartero por- tador de la misiva singular. O, des- de siempre, la conocida espera en un bar, hasta que alguien ingrese por la puerta y se siente a nuestra mesa. De manera similar, no son pocos los adultos que afirman ha- ber desarrollado conversaciones y diálogos más profundos después de mucho tiempo en su vida, a través de este medio10 . Un ambiente privilegiado de este tipo de interacciones son los salones o salas de charla11 (cha- trooms), de asistencia frecuente por parte de muchos adolescentes. Aún más, la mayoría de los chats genéri- cos han sido apropiados por ellos. En un chat, los sujetos se comuni- can entre sí en «tiempo real», igual que en los programas de mensajería instantánea12 . En estos ambientes, todos los miembros del grupo interconectado están sentados frente a sus computadoras al mismo tiempo, escribiendo en su teclado los mensajes que envían a otros, y leyendo los mensajes enviados por los otros en sus pantallas. Este grupo es un grupo real y no virtual, cuya particulari- dad es que se constituye en el ciberespacio y no en un terreno presen- cial. Hablamos, en consecuencia, de un grupo real, de inter- acciones reales, me- diatizadas por la red. Howard Rhein- gold1 3 expresa que los miembros de una comuni- dad virtual se juntan para hacer on-line todo lo que otros hacen en el mun- do físico. La difere- ncia evi- dente, es que los miembros de las comunida- des virtuales interactúan, algunas veces en forma exclusiva, a través de textos en las pantallas de sus computadoras. Dos hechos relevantes, según nos parece, marcan la diferencia Sergio Rosales Medina
  • 5. NÓMADAS104 con el mundo presencial-real en re- lación a la identidad en la red. El primero, hace a la dotación identitaria que la red pareciera dar a quienes se asocian en sus ambien- tes. Parece clave el hecho de que las relaciones surgidas en la red es- timulan la creación de cierta “ima- gen de halo” que actúa a modo de emblema que se porta, del mismo modo que cierta vestimenta, y otros aspectos expresivos. Este plus identitario otorgado por la condi- ción de cibernauta parece operar en el plano presencial- real al punto que ciertas relaciones nacidas en la red parecieran estar fuer- temente permeadas por esta circunstancia. Más allá de la desilusión de ciertos encuentros reales que contradicen las ex- pectativas generadas y la confirmación de otros entre quienes descubren algo más que intereses compartidos, parece engendrarse un tercer tipo de encuentros en el que resulta definitorio el aspecto identitario surgi- do al calor del ambiente virtual. El segundo hecho, es que en estos grupos (que pueden ser de charla o listas de co- rreo) los adolescentes –en rigor también los adultos- pueden inven- tarse, y de hecho lo hacen, toda cla- se de roles, identidades e historias, cambiando su nombre, edad, o in- cluso su género. Y aquí aparece el ciberespacio constituido en un es- cenario privilegiado para la explo- ración y experimentación de las que hablaba Erikson, como prácti- cas esenciales de un período de la vida, en el que se juega la construc- ción de la propia identidad. Es de- cir, que el proceso de tramitación de la identidad del sujeto, puede ahora encontrar en el ciberespacio un terreno fértil para la experimen- tación y el juego de roles de los ado- lescentes. Para éstos, por ejemplo, crean y seleccionan iconos que re- presentan su identidad, denomina- dos “avatares”. Por lo común, suelen tener un avatar principal y otros secundarios, según necesidad. Algo semejante a desarrollar un yo principal y algunos “yoes” acceso- rios para circunstancias que lo ameriten. Es evidente que la posi- bilidad del anonimato estimula a los adolescentes a crearse distintas personalidades y experimentar con ellas, del mismo modo que muchos adultos admiten que les permite discutir sobre asuntos que evitarían tratar en la vida “real” con su “propia” identidad. Para los adoles- centes, la experimentación y explo- ración, en el proceso de construc- ción de su identidad, resultan ele- mentos centrales y la flexibilidad –y seguridad- que les ofrecen los am- bientes virtuales, previsiblemente operará luego en el mundo “real”. Por otra parte, durante la ado- lescencia el sentimiento de perte- necer a un grupo es esencial en el proceso de construcción de la pro- pia identidad. El ciberespacio, les ofrece, en este sentido, la posibili- dad de conocer un número ilimita- do de personas y grupos con los que interactuar. Pueden dejar un grupo y rápidamente integrarse a otro o constituir uno nue- vo generado por ellos mismos. Las posibilidades se ensanchan en un hori- zonte abierto. La tecno- logía del ciberespacio les permite constituir toda clase de grupos y los ado- lescentes se apropian de ella generando grupos acordes a sus necesidades e intereses, lo que en bue- na medida equivale a de- cir, del proceso de desarrollo de su identi- dad. Las listas de discusión los chats, en este sentido, se configuran como ciberbarrios habitados por cibertribus. Y allí también las emociones juegan fuerte, llegando a la expulsión de aquellos miem- bros del grupo que no respetan sus reglas o disputando con otros gru- pos por la primacía en su compe- tencia. En los grupos, por otra parte, que a diferencia de los chats genéricos, suelen estar asociados a una temática o interés que les da origen y sentido, es bastante habi- tual encontrar una distribución de “Joven...”, New York, 1966. Diana Arbus
  • 6. 105NÓMADAS tareas orientadas a satisfacer a sus miembros tanto como a darle rele- vancia al grupo en cuanto tal. Lo particular, en los ambientes virtuales, es que, generalmente, esta división del trabajo es producto de la propia actividad desarrollada por sus miembros y no está dada, a con- tramano de lo que por lo común sucede en el mundo real, por jerar- quías previas. De esta manera, al- guien que se inscribe en un grupo ya existente, con una comunidad virtual relativamente es- table, puede a partir de la intensidad de sus inter- acciones, pasar a ocupar un lugar de relevancia en el mismo. Otra característica de estos espacios virtuales es que en ellos no hay te- rritorialidad geográfica que defender, sino que la defensa de la cibertribu, de su identidad, suele estar vinculada a su per- tinencia y calidad. Por qué tal lista y no otra re- presenta mejor y/o más auténticamente ciertos intereses, parece poder responderse a partir de una lógica valorativa en la que lo meritocrático asciende varios peldaños. Por otra parte, a través de su participación en los cibergrupos, los adolescentes buscan generar nuevas amistades, experimentan- do intensamente con nuevas re- laciones, tanto del propio sexo como del opuesto. Es bastante común que aquello que comien- za como una ciberrelación avan- ce hacia encuentros presenciales. Por ejemplo, los grupos de inte- rés, en muchos casos, generan “convenciones” que utilizan como excusa para un encuentro presen- cial. Y muchos jóvenes arreglan citas para “conocerse” luego de un tiempo de intercambios virtuales. Del mismo modo, algunos de sus miembros suelen visitarse en sus vacaciones, cuando las distancias entre ellos son grandes y la rela- ción que se construyó los empuja a conocerse más. Por lo que he- mos podido ver, ya que no siem- pre estos encuentros se dan a conocer, el grupo y la participa- ción en él tiende a fortalecerse tras la reunión presencial, mien- tras que las relaciones interpersonales en ocasiones se afirman y, en otras, desaparecen. Las expectativas puestas en una reunión grupal pueden derivarse entre diversos sujetos, pero en los encuentros individuales no hay derivación posible, abriendo paso, en ocasiones, al choque14 . Relaciones múltiples y efímeras, y profundas y articuladas Para muchos, la enorme canti- dad de relaciones que puede esta- blecerse vía internet y la fugacidad y transitoriedad como característi- cas de la gran mayoría de ellas, ha- bilita un espacio relacional de bajo grado de compromiso y poca pro- fundidad. Sin embargo, hay eviden- cias de que esto no se aplica en todos los casos. Hemos visto que las personas desarrollan amistades duraderas en el ciberespacio y, como di- jimos anteriormente, en ocasiones las viven como más profundas e intere- santes que las de sus vi- das “reales”. Por otro lado, hay que señalar que, en muchos casos, se pro- longan y combinan con su vida “real”. Como sostie- ne Sherry Turkle, cada vez más se observa que existe un continuo entre el mundo virtual y el real. Por tanto, estamos frente a un nuevo modo de re- lación, que permite la continuidad de espacios, tanto como su disconti- nuidad. En la red hay ve- locidad y cambio, pero también permanencia y sistematicidad. Por otra parte, la posibilidad de contactar a individuos y generar emociones no es ajena a la cuestión de la sexualidad. En este aspecto, el ciberespacio facilita a muchos el avanzar hacia el “primer paso”, tan- to como encontrar personas con orientación sexual similar. Además, sin dudas Internet impacta en la so- ciabilidad de la sexualidad actual “Esposos...”, New York, 1965. Diana Arbus
  • 7. NÓMADAS106 al permitir el acceso a información que antes estaba en pocas manos y vedada a muchos. Finalmente, en nuestro trabajo no hemos podido relevar en profundidad la cuestión del llamado cibersexo, en la medi- da en que resulta un tema cuyo abordaje requiere instrumentos es- pecíficos en virtud de su compleji- dad, dado su carácter sensible. Sin embargo, es evi- dente que el sexo está muy presente en la red, tanto en términos estrictos, referido a los web- sites y ambientes virtuales generados con tal propósito, como en sentido amplio, en todas las interacciones implicadas. Los chats genéricos son ejemplo de ello, con permanentes interpelaciones de tono sexual. En cuanto a las comu- nidades virtuales generadas a partir de grupos de inte- rés o afinidad, es habitual el desarro- llo de relaciones de mayor intensidad afectiva entre algu- nos de sus miem- bros, lo cual puede inferirse, tanto por el grado de interactividad sosteni- do, como por los comentarios mu- tuamente elogiosos girados al grupo. En este punto, el despliegue de conocimiento e información y, el lenguaje utilizado, están consi- derados, por los propios ciber- nautas, como los elementos que concitan su admiración inicial y por los que resultan eventualmente se- ducidos, despertándoles su interés por tal o cual persona. En este sen- tido, estas comunidades, tanto como otros espacios sociales, per- miten el establecimiento de nuevas relaciones que pueden devenir en vínculos amorosos. Llegados aquí, compartimos las conclusiones de Susana Finquelievich en el sentido de que las experiencias recogidas nos señalan que una vez estableci- da una relación con cierta intensi- dad, la misma no permanece eternamente online, en la mayoría de los casos, y en tanto las distan- cias en juego no lo impidan. En este caso, los encuentros cara a cara (o F2F, face to face), se convierten en momentos clave en los cuales se de- fine la continuidad o no de la relación. Por otra parte, el auge de fo- ros de encuentro con la finalidad de propiciar relacionamientos, y el desarrollo exponencial de ser- vicios afines, sean estos pagos o gratuitos, ha originado nuevos mercados en In- ternet15 . Es evi- dente, la presencia de un fuerte estí- mulo al despliegue imaginativo, si bien presente en toda fantasía se- xual, en la medida en que ambientes virtuales proclives a la simulación, poco y nada la li- mitan. En este campo, los invo- lucrados pueden ir desde la enuncia- ción de caricias y besos virtuales hasta la consuma- ción virtual del acto sexual cuyo objeto no es otro que la obtención de satisfacción física. La autonomía de los padres, el sentimiento de libertad y el surgimiento de nuevas posibilidades expresivas Bien lo sabemos, los adolescen- tes y los jóvenes desean ser cuanto “Joven...”, New York, 1996. Diana Arbus
  • 8. 107NÓMADAS antes independientes, ganar en au- tonomía, y hacer su propio camino sin interferencia de los adultos. Pero si, por un lado, se trata de la aven- tura de salir a explorar nuevos mun- dos, por el otro aparece el temor a dejar una identidad infantil, una casa y un hogar seguros. El cibe- respacio es, desde esta perspectiva, un terreno favorable a sus aspira- ciones, en la medi- da en que pueden “virtualizar” su sali- da a otro(s) mun- do(s), haciéndola efectiva en un mun- do virtual –pero no irreal-, permi- tiéndoles diluir, en parte, sus temores. En definitiva, pue- den aventurarse al mundo desde su propia habitación y sin salir de su casa. Un rasgo atrac- tivo de la red internet para los adolescentes es que no vislumbran que la red esté contro- lada por el gobier- no, la escuela, los padres, es decir, por la autoridad encarnada por los adultos. Para ellos, el ciberespacio es la nueva frontera que representa algo muy parecido a la libertad que ima- ginan en su cultura de la nocturnidad16 . Así como se sienten libres en la noche, se sienten libres en el ciberespacio. En la noche, los adultos parecen desaparecer y de- jar el terreno a los jóvenes. Algo semejante perciben que sucede en el ciberespacio cuando lo recorren. En un caso es el tiempo –la noche- que aleja a los adultos, en el otro, es el espacio –la ciberplataforma -, pero también podríamos decir que los separa la tecnología. En defini- tiva, como expresa Peter Eio, pre- sidente de Lego Systems, “por primera vez en la historia de la hu- manidad, una nueva generación está capacitada para utilizar la tec- nología mejor que sus padres”17 . Por otra parte, el ciberespacio les ofrece a los adolescentes toda clase de oportunidades para satis- facer sus necesidades expresivas, que vemos traducirse en la inven- ción de nuevos términos, que dan forma a un vocabulario emergente asentado en un universo simbólico referenciado en el mundo virtual y las nuevas tecnologías. En ocasio- nes asistimos a salas de chat reple- tas de iconos e imágenes que constituyen un nuevo idioma de signos, y refuerzan códigos de gru- po inaccesibles para los adultos. De hecho, gracias a ello, logran eludir muchos posibles malentendidos de los que los adul- tos no siempre es- capan. Así han surgido, los “emo- ticones”, signos que expresan emocio- nes y que preten- den complementar a la palabra escrita acompañándola en sustitución de la gestualidad ausen- te en el texto. A d e m á s , l a computación y la navegación por internet les ofrecen un terreno propicio para el desarrollo de sus capacidades lógicas, técnicas y creativas. La utili- zación de procesos lógicos y no mági- cos se hace más pre- sente, al igual que la actividad multitarea (multitas- king) y la perspectiva hipertextual de secuencias lógicas no lineales. La red es tecnología de hard y soft con diagramas de flujos lógicos perma- nentes. Es la hora del brainware. Como señala Julio Orione “(...) Se ha dicho, despectivamente, que Central Park, New York, 1963. Diana Arbus
  • 9. NÓMADAS108 internet es diversión. Enhorabuena que nazcan nuevas formas de diver- sión. Pero es mucho más: es un ca- mino para que los chicos se acerquen al conocimiento y es una herramienta para enseñarles a pen- sar. No conviene cerrar los ojos a esto”18 . Es así que la proporción de jóvenes y adolescentes creativos y creadores que diseñan y construyen herramientas informáticas interac- tivas es sorprendente, tanto como la explosión de páginas web (y soft) desarrolladas por adolescentes y preadolescentes. El famoso buscador Yahoo, el sistema operativo Linux, el programa de mensajería instantánea ICQ y el polémico Napster fueron todos diseñados y creados por adolescentes. La historia de la empresa Apple es muy expresiva al respecto. Acceso a información global en un escenario multicultural Por otra parte, en su viaje ha- cia el conocimiento de nuevos mundos, las necesidades de infor- mación para los jóvenes son rele- vantes. Y, en este sentido, también la red les ofrece un universo inimaginado siquiera para la gene- ración anterior. En los ambientes virtuales que visitamos, hemos po- dido observar la ingente cantidad de información que los adolescen- tes “arrojan” sin solución de conti- nuidad. Sin embargo, esta información no siempre puede com- probarse y, en algunos casos, resul- tó claramente falaz, sin que sus emisores tomaran debida cuenta de ello. La información se encuentra –y circula- libremente en internet, lo que motiva el surgimiento de temas derivados para el debate: el libre acceso a la información, la calidad de la misma y su pertinen- cia. Porque en internet está todo, lo que incluye información relevan- te para el desarrollo de la ciudada- nía juvenil, como ayudas de orientación vocacio- nal y para la formación profesional, la protec- ción frente a las relaciones sexua- les, el aborto, etc., pero también, pornografía, drogas, métodos de in- fligir violencia, y tanto más. Frente a este panorama, surge una nueva tarea, la de preparar a los jóvenes para filtrar, seleccionar y procesar la información, a diferencia de ayer, cuando se trataba de salir a buscar- la ya que, frecuentemente, era escasa. Ahora la información des- borda y los adolescentes participan del flujo activamente. Junto al enorme caudal de in- formación en danza, también las re- laciones que se establecen son altamente diversas. El ciberespacio le ofrece la oportunidad a los ado- lescentes de encontrarse con pares –e impares- de diversos lugares del mundo. En los chats la composi- ción por default es internacional y, por definición, multicultu- ral. Las oportunidades para advertir las diferencias cultu- rales, y las preguntas y comen- tarios sobre la propia realidad suelen ser habitua- les en los ambientes virtuales, efectuando fre- cuentes comparaciones entre los sistemas de es- tudio y sus posibilida- des, las características de la vida familiar y los hechos culturales más expresivos, menos habitualmente sur- gen menciones a la política, en la enor- me mayoría de los casos para su des- calificación. Po- demos afirmar que la presencia en los ambientes virtuales de individuos con diferentes capitales culturales les permite a los adolescentes enrique- cerse y resignificar su propio espa- cio. Para estos jóvenes, las normas de su entorno sociocomunitario, pierden la dimensión universal que pudo tener para sujetos socializados en un mundo cerrado que no les per- mitía visualizar otras posibilidades de ser y desarrollarse. Al mismo tiempo, este hecho les abre la puer- ta a un mundo de elecciones que avanza otro paso más hacia la cons- trucción de un individualismo con noción de radicalidad y relatividad. “. . . with a souvenir dog”, New Orleans, 1964. Diana Arbus
  • 10. 109NÓMADAS URL: www.jovenes_en_el_ ciberespacio.com Para terminar, diremos que, en nuestra experiencia, los adolescen- tes conectados hacen un uso inten- so e integral de internet. Son quienes masiva y efectivamente ha- bitan el ciberespacio, mientras, en cambio, los adultos utilizarían la autopista informática para obtener datos e información con un perfil más utilitario. Los más jóvenes, en cambio, se juntan para conversar, enviarse mensajes e información de todo tipo, intercambiar músicas, ju- gar on-line, y, por supuesto, ha- cer nuevas relaciones. Puede decirse que, al igual que en la vida “real”, los adultos bus- can principalmente estar in- formados y los adolescentes sentirse a gusto, pero la rea- lidad es bastante más com- pleja. De hecho, muchos jóvenes procesan a dia- rio información dispues- ta en la red y muchos adultos hacen un uso lúdico de internet. Podemos afirmar que existe un con- tinuo entre la vida on-line y la vida off- line, sin bien con posibili- dades en algunos casos potenciadas, que de una discontinuidad de com- portamientos en los sujetos. Los adolescentes que intenta reflejar el estudio, son casi en su to- talidad estudiantes de nivel secun- dario o terciario-universitario, de clase media o media-alta con con- sumos culturales transterritoriales (música, cine, seriales, cómics) que se hacen evidentes en la generación de las comunidades virtuales en las que comparten sus gustos e intere- ses comunes. En este sentido, es sig- nificativa la presencia en sus consu- mos de la programación televisiva internacional que muchos compar- ten a través del cable. Sin embar- go, frente a la pregunta de en qué ocupaban antes el tiempo que ahora dedican a comunicarse por la red, la respuesta más habitual es: ver televisión. Lo que supone, por una parte, un desplazamiento de un medio pasivo a un me- dio interactivo y , por otra, un orden de prioridades que no relega el estudio o las activida- des deportivas o productivas. La inmensa mayoría de estos jó- venes se conecta a internet desde su hogar, que es desde donde suelen na- vegar cómodamente; eventualmen- te lo hacen desde cibercafés u otros espacios públicos y, los de mayor edad, también desde su trabajo. En cuanto al género de los cibernavegantes, se repite el hecho de ser los varones quienes más ha- bitan el ciberespacio en una pro- porción que ronda entre las dos terceras y tres cuartas partes de los miembros de las salas de chat gené- ricas y los grupos de interés, si bien, en estos casos, el tema de referen- cia del grupo preconfigura la parti- cipación. En cuanto al carácter de la participación, las mujeres, sien- do menos numerosa su presencia, son tan o más activas que los varo- nes, hecho que se evidencia en el rol que asumen de generadoras de contenido y en una alta interac- tividad. Por otra parte, el éxito entre los ado- lescentes, de los espa- cios de chat y los programas de mensa- jería instantánea, mani- fiestan su búsqueda de nuevas relaciones, sus ne- cesidades expresivas y sus ansias de participar en gru- pos de interés que se con- vierten en comunidades virtuales (cibertribus) de las que son miembros activísimos. Sin embargo, contrario sensu a ciertas voces, no parecen ser in- dividuos aislados ni adictos a la red, sino claramente integrados a sus entornos presenciales-reales. Finalmente, nunca antes la so- ciedad se vio involucrada en cam- bios tan vertiginosos que afectaran su estructura económica y produc- tiva, a la par que su cultura. El progreso tecnológico ya no da des- canso y la brecha entre generacio- nes pareciera pronunciarse. Casi Central Park, New York, 1962. Diana Arbus
  • 11. NÓMADAS110 no hay tiempo para adaptarse a una tecnología que ya otra ha ocupado su lugar. En pocos años, la red ha constituido una ciberósfera en la que cada vez más individuos están comprometidos. Una vez más, las estructuras culturales y sus agencias de socialización sufren mutaciones que impactan sobre los sujetos. Sin lugar a dudas, este impacto genera un nuevo diferencial entre aquellos socializados por dentro y fuera de su entorno. Ya sean de una misma o de diferentes generaciones. En todo caso, los adolescentes y los niños conectados, han entrado en relación con una nueva y podero- sísima agencia socializatoria que modelará en ellos. Citas 1 Gibson, William; 1984. 2 Recomendamos en internet el site: “Adolescents in Cyberspace”. También, “La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de internet” de Sherry Turkle. 1997. 3 Término usado por primera vez por W. Gibson en la obra mencionada para des- cribir sus mundos virtuales. 4 Howard Rheingold (1993), define a las comunidades virtuales como “conforma- ciones sociales que emergen de la Red cuando un número relativamente eleva- do de personas mantienen estas discu- siones durante un tiempo prolongado y conforman redes de amigos personales y profesionales en el cyberespacio”. 5 Según Jupiter Communications, en Es- tados Unidos son 11.1 millones de ado- lescentes (13-18 años) que actualmente utilizan Internet y se prevé que serán 16.6 millones en el año 2002. Cita en “Datos en la Web”. 6 Marshall, Gordon (Ed.) The Concise Oxford Dictionary of Sociology. Oxford: Oxford University Press, 1994. 7 “A aplicação da metodologia de Etnográ- fico no estudo do cibersexo”. 1997. 8 De hecho, hay programas de simulación que representan personas virtuales. Por tanto, en el límite, podríamos haber interactuado con software inteligente. 9 En el cibercafé que se instaló en “La casa de los estudiantes” de la Federación Uni- versitaria de Buenos Aires, en cuyo dise- ño e idea participamos activa y fundacionalmente. 10 “Muchas de las relaciones que se estable- cen a través de Internet comienzan como amistades o contactos profesionales, y se basan completamente en la comunica- ción escrita. A medida que las conversa- ciones se desarrollan, se produce una comprensión profunda de los pensa- mientos y sentimientos de la otra perso- na, lo que algunos llaman la parte más importante de una relación”. Susana Finquelievich; 1998. 11 Nos referimos, con el término “salas de chat” a los espacios virtuales que simu- lan constituir un ámbito para la conver- sación entre los sujetos. Se trata pues, de un espacio público, aunque bien po- dría ser un living, en donde las personas se juntan a desarrollar una conversación. Sólo que, en este caso, las personas se hallan en lugares físicos diferentes y el sitio físico es reemplazado por un sitio generado en el ciberespacio. 12 Los más famosos, el ICQ de Mirabilis y el Instant Messenger de AOL. 13 «Virtual Community». Citado por Robin Hamman. Introduction to Virtual Com- munities Research and Cybersociology Magazine. Issue Two. 14 “La CMC vuelca la importancia de la pri- mera impresión, de la apariencia físicaala capacidad de comunicación”... “¿Qué ocurre cuando la imagen «real» de esta persona no coincide con la imagen pre- concebida?”. Susana Finquelievich; 1998. 15 Susana Finquelievich; 1998. 16 Margulis, Mario. 1994. 17 Cita en “Los hijos de la tecnología serán 40 millones en el año 2003”, Bárbara Celis. En: Datos en la Web. 18 “Al construir una página, (...) por ejem- plo, hay que definir categorías. Y hay que jerarquizarlas... por medio de diversos ordenamientos lógicos: árboles, secuen- cias lineales, espirales, solapamientos, intersecciones, etcétera. Diseñar la pági- na requiere afinar los conceptos de espa- cio-tiempo (...). Después habrá que po- ner los links. ¿Qué mejor oportunidad para entender qué son las relaciones y las interrelaciones, lo unívoco y lo biunívo- co? Tendrá que pensar en equivalencias. (...) También deberá poner en juego los conceptos de causalidad y determina- ción. Cada clic habrá de tener determi- nado efecto, y hay que saber cuál y por qué. Poco a poco, el joven realizador del sitio irá construyendo una imagen inter- na de todos estos aspectos y, al cabo de la tarea, habrá incorporado un conjunto de conocimientos de la mayor importan- cia para su formación intelectual”. “Internet da lecciones prácticas de filo- sofía” en diario Clarín, Suplemento In- formática. Miércoles 10 de mayo de 2000. Bibliografía GIBSON, William; 1984. Neuromante. Minotauro. 1989. España. MARGULIS, Mario; 1994. La cultura de la noche. Espasa Hoy. 1994. Argentina. TURKLE, Sherry; 1995. La vida en la panta- lla. La construcción de la identidad en la era de internet. Ed. Paidós Transiciones. Barcelona. 1997. GUBERN, Román; 2000. El eros electrónico. Taurus. España. 2000. MARSHALL, Gordon; 1994. The Concise Oxford Dictionary of Sociology. Oxford University Press. 1994. ORIONE, Julio; 2000. “Internet da leccio- nes prácticas de filosofía”. Diario Clarín, Suplemento Informática. Miércoles 10 de mayo de 2000. Websites AA.VV.; junio de 2000. Datos en la Web. URL: www.datosenlaweb.com FINQUELIEVICH, Susana; 19 octubre 1998. “@mores Virtu@les”. URL: www.cys.derecho.org/00/teletrabajo. htm HAMMAN, Robin; 1997. “A aplicação da metodologia de Etnográfico no estudo do cibersexo”. URL: members.aol.com/Cybersoc/methods_ portugese.html RHEINGOLD, Howard; 1993. «The Virtual Community». Addison Wexley, Nueva York. (traducción al español: Las comu- nidades virtuales. Gedisa, Barcelona, 1995). Citado por Robin Hamman. Introduction to Virtual Communities Research and Cybersociology Magazine. Issue Two. SULER, John; 08/25/98. “Adolescents in Cyberspace”. URL: www.rider.edu/users/suler/psycyber/ adoles.html URL: www.shpm.com/articles/teens/ adolescents.html. URL: members.aol. com/Cybersoc/is2intro.html