Las tortugas poseen una concha ósea llamada caparazón y plastrón que protege su cuerpo. Su esqueleto interno está fusionado al caparazón. Desde su aparición en el período Triásico, su única evolución ha sido la capacidad de retraer la cabeza dentro de la concha. Respiran a través de pulmones y son de sangre fría, lo que les permite retardar su metabolismo.