Este poema de Jorge Guillén explora la naturaleza etérea del aire a través de descripciones detalladas. A lo largo de varias estrofas, el poeta describe el aire como algo invisible pero omnipresente que envuelve la naturaleza, los recuerdos y la vida misma. El aire se presenta como elemento purificador que transporta la luz, la belleza y la armonía del mundo. Al final, el poeta se somete a la creación continua del aire, reconociendo su dominio supremo.