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El ARTE
y el Hombre




“Un hombre y el arte”, óleo en tela de Gino Baiense Castelo




                      -2008-
Carta de presentación
Al lector:
        A continuación se presenta una serie de obras y expresiones que son, en
definitiva, una. La misma intenta expresar lo que es el arte en relación con el hombre, a
través del arte mismo, dado que no considero que pueda expresarse a la perfección un
lenguaje tan especial como el artístico sino a través de ese mismo lenguaje.
        No pediré disculpas por presentar una obra tan bizarra, ya que en mi humildad
no puedo hacerme responsable del trabajo que mis manos formaron. No fui yo sino la
cultura misma a través mío quien forjó estas páginas. Usted podrá notar sin mucho
esfuerzo la influencia directa e indirecta de grandes autores, sobre todo argentinos,
como fueran Borges, Marechal y Cortázar, y de algunas ideas compartidas con artistas
de otros continentes, como el ruso Tarkovski o el estadounidense Poe. Es quizá por eso
que he decidido incorporar, como conclusión, una poesía de Jorge Luis Borges, la cual
considero que define a la perfección lo que es el arte y la acción artística del hombre.
Creo que, en definitiva, la poesía la escribí yo en algún momento de mi vida; creo que,
en definitiva, somos la misma persona: el artista. Es la humanidad expresándose a sí
misma más allá de los rostros y de los años. La presente obra, por tanto, no es sólo el
trabajo de semanas de escritura y de meses de pensamiento, sino que es el trabajo de
siglos y siglos de desarrollo de la cultura, de cambios y continuos en la expresión del
mundo. Por tanto, espero que sea entendido como tal, y más allá de la forma y de las
palabras logre expresar lo que es y siempre fue el Arte, de una manera en que sólo el
arte puede expresarlo, en la que la creatividad es compartida por el artista que crea y por
el observador que recrea y entiende.
        Es así como intentaré adentrarme en el arte, en el olvido o ruptura de las
estructuras y en la contemplación de la cosa, inexpresable con simples palabras. Quizá
usted, lector, se sorprenda de encontrar, en la página 6, una simple imagen. No creí que
fuera necesario más (o menos) que eso para expresar la idea. Un ávido observador sabrá
encontrar en dicha imagen y en todo lo que representa el sentido del poder artístico. Las
pequeñas obras anteriores lo prepararán y lo adentrarán en ese mundo artístico donde la
sensibilidad prima y donde lo conocido escapa a esquemas y entendimientos lógicos. El
cuento “La Puerta” no es más que eso. En la poesía “Ay amor mío” sabrá encontrar el
sentido último del arte, y en “El Hombre y el Mundo” se verá rozando el abismo de un
soberbio deseo de omnipotencia, por el cual no debe dejarse engañar. El amuleto del
Indostán no es otra cosa que ese poder divino de conocer y crear. Mirando, viendo y
leyendo cuidadosamente cada obra, sobre todo la de mi amado Borges, se le abrirá o
cerrará la idea del Arte, la cual en su subjetividad será única.
       Espero que por esta obra que la cultura y la libertad han creado en mí, lector,
pueda ver creada en usted la imagen y expresión del Arte, que es imagen y esplendor
por excelencia, y así toque el cielo y descifre (parcial o totalmente) los misterios más
profundos del Universo.
       Con afecto,
                     Guillermo Nicolás Barber Soler




                                            2
Es el descenso y el ascenso del alma, por la hermosura,
                          lo que me propongo realizar:
           ¿quién se atreve a realizar el viaje conmigo?

                                      -Leopoldo Marechal




                  3
La Puerta
                                                     Desde que tenía memoria existía esa
                                               casa. Vieja, maltrecha, silenciosa. Tan
                                               misteriosa, tan lejana. De niño no se había
                                               acercado nunca, quizá por desinterés o por
                                               miedo. “No es para ustedes los niños” nos
                                               decían. Pero a medida que él crecía iba
                                               acercándose cada vez más. La miraba
desde afuera, a través de la reja. No había timbre; nadie respondía a aplausos. Pero él no
tenía problema, simplemente se sentaba y la observaba. Varias veces lo acompañé en su
contemplación. Digamos, lo acompañaba sólo físicamente. Yo estaba ahí, a su lado,
pero no podía hacer más que contemplar su contemplación, cómo él miraba y se
maravillaba con la puerta y con la casa. En ese momento no lo entendía. Él tampoco
supo explicarme qué es lo que sentía, ni por qué la casa lo llamaba a mirarla. Pero estoy
seguro que lo llamaba, sí. Me dijo alguna vez que había oído voces dentro de la casa.
Nuestros padres y todo el barrio nos dijeron que nadie vivía ahí, que la casa estaba
abandonada desde hace tiempo y que ya nadie pensaba habitarla. De todas maneras, no
pude creerlo loco. Su mirada cuando contemplaba la mansión y la firmeza con que la
visitaba día a día me convencieron más que cualquier sentido lógico: él escuchaba
voces.
      Hablaba poco del tema. Alguna vez dejó escapar algún detalle: me dijo que las
voces reían, que a veces hablaban distintos idiomas, que decían su nombre y el de todos
los hombres. Yo lo acompañaba cada tanto, pero no lograba sentir nada. Sin embargo,
me apasionaba el hecho de contemplarlo a él, tan apasionado con su casa y sus voces.
No sé cuántas veces le habré dicho que por qué no entraba, se trepaba por la pared o
algo así. No quiso contestarme, o no pudo.
      De a poco la casa lo fue consumiendo. Era ya imposible distinguirlos. No podía
pensar en él sin pensar en la casa, en la puerta, y no podía pensar en la casa sin pensar
en él. Su vida pasaba por ahí, y no había ya nada más en él que la casa.


      Un día desapareció. No lo vi más. En el barrio dicen que conoció a una muchacha
y se fue a vivir con ella, lejos. Me parece estúpido. Algunos, un poco más acertados
(quizá) y chismosos, rumorean que finalmente entró a la casa, que la puerta se abrió
sólo para él y que ahora vive dentro, tan enamorado y feliz y loco que nunca pensó ni
pensará en salir. Pero para mí es mucho más que eso. Sigo frecuentando la casa,
pensando en él. He comenzado a darme cuenta que él y la casa son en definitiva la
misma cosa. Es quizá esa la respuesta al misterio. La identificación de ambos los hizo
necesariamente uno. Ahora yo me siento frente a la verja oscura oxidada y contemplo la
casa. Ayer creí escuchar su voz desde dentro. Es increíble cómo la casa va pareciendo
cada vez más mágica, más eterna, y a la vez más cercana. Hoy soñé con la casa. O la
casa me soñó a mí. Cada vez pienso más en él. Esta noche cruzaré la puerta.




                                            4
Ay amor mío

Ay amor mío
De dónde viene la belleza
que me llama
La llama
El fuego que me quema todo
Que te enciende y que te incendia
Que te calienta y te consume, amor mío


¿Qué es eso para lo que no hay palabras?
y hay tanto tanto escrito
que expresa, que busca
Que busca expresar y que lo rosa
Lo toca con la punta de la punta del dedo
estirado como intentando alcanzar una estrella
Y qué gozo y qué satisfacción, tocar el cielo


Sabés que es la única manera, que sos vos
Mi pedazo de eternidad
Divina, misteriosa
Lejana o cercana o yo qué sé
Pero estás, y te siento
como el sendero que me conduce a algún lugar
Que intuye, que revela
Y sos tan… tan… tan tan, que de no saber que sos imagen
me quedaría con vos quién sabe por cuánto tiempo
Pero tu color tu sonido tu ritmo es todo todo armonía caótica
Un baile de sentido de imagen de palabra de lógos
Y detrás de ti está todo, está la cosa
que te hace vos y que enamora
que me atrae me llama y vos sos el grito


Ay amor, ay amor, detrás de ti
estoy yo, dios en el mundo


                                         5
6
El poder artístico




        7
Diversas interpretaciones acerca del amuleto del Indostán
       Dicen que hay (o hubo) cierto amuleto en algún lugar del Indostán que permite a
sus usuarios, quienes habrían sido elegidos por el mismo amuleto (o quizá por el destino
-o quizá sean la misma cosa), descifrar el universo. Estudiosos ingleses de la escuela de
Cambridge, entre los que se destaca el renombrado filólogo Stephen Bailey-estudioso
de la obra de Richard Bentley-, han dedicado su vida a los estudios de dicho amuleto. El
mismísimo Bailey, conocedor de la obra de Jorge Luis Borges, reconoció, en uno de sus
discursos dados a sus colegas en la universidad de Cambridge, que el amuleto compartía
ciertas características del Aleph concebido por el escritor. Esta teoría, discutida por
muchos especialistas en el tema, fue recibida orgullosamente por el ámbito cultural
argentino. En definitiva, sostenían éstos, el Aleph no es otra cosa que un punto en el que
confluyen todos los puntos del universo, desde el cual uno puede ver el Universo entero
en un solo lugar. Agregaban, además, que el hecho de contemplar el Universo era
sinónimo de conocerlo, y por tanto de descifrarlo, divergiendo así de la escuela inglesa
–exceptuando a Bailey, claro está-, la cual sostenía que ver no era sinónimo de
descifrar. El amuleto, por tanto, no mostraría el Universo sino que daría a conocer cierta
clave para descifrarlo, o cierto signo que lo expresara en su totalidad. En cuanto a la
clave, Bailey declara, en su libro True Interpretation about Indostan’s Amulet, que:
“there is no key to understand and decode the Universe beyond the Universe itself”1;
más adelante discute la noción de un “signo que expresara al Universo en su totalidad”.
En este caso, de nuevo acudiendo a una obra de Borges, Bailey se refiere a la “Parábola
del palacio” en la que un poeta expresa en un poema, con suma perfección, la totalidad
de un palacio. “En el mundo no puede haber dos cosas iguales; bastó (nos dicen) que el
poeta pronunciara el poema para que desapareciera el palacio, como abolido y
fulminado por la última sílaba”2. De esta manera, concluye el inglés, no hay expresión
total que sea ajena a la misma cosa expresada. Por lo tanto, o el amuleto del Indostán no
expresa completamente el Universo, o simplemente lo muestra realmente en su
totalidad.
       Ahora bien, más allá de la discusión entre Bailey y la escuela inglesa, una cosa es
segura: dicho amuleto es capaz de mostrar, en cierta medida, el Universo. Su portador,
por tanto, será capaz de un entendimiento elevadísimo (si no perfecto) del mismo, y
tendrá como consecuencia la capacidad de expresar a su vez el Universo. No es difícil
de comprender que en un solo símbolo (o amuleto) se pueda expresar la totalidad, ya
que unidad y totalidad son, en definitiva, lo mismo. El problema se plantea cuando el
portador del amuleto, o el amuleto por sí, no expresa todo sino una parte. Bailey,
siguiendo las investigaciones de Richard Bentley, ha llegado a declarar, no sin miedo,
que el amuleto no ha hecho más que romperse en alguno de sus traslados, y que sus
partes fueron esparcidas. Esto explicaría, para él, la parcialidad del entendimiento y de
las expresiones. La escuela inglesa, más conservadora en este aspecto, prefiere sostener
que el amuleto sigue intacto, pero que es la imperfección de los portadores, en cambio,
lo que produce las divergencias en las expresiones. Algunos incluso declaran que es el
lenguaje lo que no permite la expresión, ya que el Universo está escrito en otro código,
por lo que los portadores buscan nuevas formas de conocerlo y de expresarlo.
       Son los menos –Bailey incluido- quienes han llegado a entender que, de una
manera u otra (de una parte o de la totalidad) todos somos portadores de dicho amuleto.

1
  BAILEY, Stephen, True Interpretation about Indostan’s Amulet, Cambridge, Cambridge University
Press, 1992, p.273.
2
  BORGES, Jorge Luis, El hacedor, Buenos Aires, Alianza Editorial, 2006, p.51.


                                                 8
Arte Poética

   Mirar el río hecho de tiempo y agua
   y recordar que el tiempo es otro río,
   saber que nos perdemos como el río
  y que los rostros pasan como el agua.

    Sentir que la vigilia es otro sueño
   que sueña no soñar y que la muerte
  que teme nuestra carne es esa muerte
   de cada noche, que se llama sueño.

  Ver en el día o en el año un símbolo
  de los días del hombre y de sus años,
      convertir el ultraje de los años
 en una música, un rumor y un símbolo,

  ver en la muerte el sueño, en el ocaso
       un triste oro, tal es la poesía
   que es inmortal y pobre. La poesía
    vuelve como la aurora y el ocaso.

      A veces en las tardes una cara
  nos mira desde el fondo de un espejo;
    el arte debe ser como ese espejo
   que nos revela nuestra propia cara.

 Cuentan que Ulises, harto de prodigios,
    lloró de amor al divisar su Itaca
  verde y humilde. El arte es esa Itaca
  de verde eternidad, no de prodigios.

  También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
 Heráclito inconstante, que es el mismo
   y es otro, como el río interminable.



                                     -Jorge Luis Borges

                    9
Textos de Base




                                     Es cierto que leí

BORGES, Jorge Luis: El hacedor, Buenos Aires, Alianza Editorial, 2006.

LIPOVESTKI, Gilles: El imperio de lo efímero, Barcelona, Anagrama, 1990,
segunda parte, cap. 3, La cultura en la moda media.

MARECHAL, Leopoldo: Descenso y Ascenso del alma por la belleza, Buenos
Aires, Ediciones Vórtice, 1994.

TARKOVSKI, Andrei: Esculpir en el tiempo, Madrid, Rialp, 1991.

para poder realizar el trabajo, pero sería una falta de respeto decir que fueron sólo ésos
los libros en los que me basé, pues cada libro que leí y que olvidé haber leído estará de
alguna manera presente como base en cualquier cosa-obra que realice. Eso es cultura.



                                            10

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El Arte y el Hombre

  • 1. El ARTE y el Hombre “Un hombre y el arte”, óleo en tela de Gino Baiense Castelo -2008-
  • 2. Carta de presentación Al lector: A continuación se presenta una serie de obras y expresiones que son, en definitiva, una. La misma intenta expresar lo que es el arte en relación con el hombre, a través del arte mismo, dado que no considero que pueda expresarse a la perfección un lenguaje tan especial como el artístico sino a través de ese mismo lenguaje. No pediré disculpas por presentar una obra tan bizarra, ya que en mi humildad no puedo hacerme responsable del trabajo que mis manos formaron. No fui yo sino la cultura misma a través mío quien forjó estas páginas. Usted podrá notar sin mucho esfuerzo la influencia directa e indirecta de grandes autores, sobre todo argentinos, como fueran Borges, Marechal y Cortázar, y de algunas ideas compartidas con artistas de otros continentes, como el ruso Tarkovski o el estadounidense Poe. Es quizá por eso que he decidido incorporar, como conclusión, una poesía de Jorge Luis Borges, la cual considero que define a la perfección lo que es el arte y la acción artística del hombre. Creo que, en definitiva, la poesía la escribí yo en algún momento de mi vida; creo que, en definitiva, somos la misma persona: el artista. Es la humanidad expresándose a sí misma más allá de los rostros y de los años. La presente obra, por tanto, no es sólo el trabajo de semanas de escritura y de meses de pensamiento, sino que es el trabajo de siglos y siglos de desarrollo de la cultura, de cambios y continuos en la expresión del mundo. Por tanto, espero que sea entendido como tal, y más allá de la forma y de las palabras logre expresar lo que es y siempre fue el Arte, de una manera en que sólo el arte puede expresarlo, en la que la creatividad es compartida por el artista que crea y por el observador que recrea y entiende. Es así como intentaré adentrarme en el arte, en el olvido o ruptura de las estructuras y en la contemplación de la cosa, inexpresable con simples palabras. Quizá usted, lector, se sorprenda de encontrar, en la página 6, una simple imagen. No creí que fuera necesario más (o menos) que eso para expresar la idea. Un ávido observador sabrá encontrar en dicha imagen y en todo lo que representa el sentido del poder artístico. Las pequeñas obras anteriores lo prepararán y lo adentrarán en ese mundo artístico donde la sensibilidad prima y donde lo conocido escapa a esquemas y entendimientos lógicos. El cuento “La Puerta” no es más que eso. En la poesía “Ay amor mío” sabrá encontrar el sentido último del arte, y en “El Hombre y el Mundo” se verá rozando el abismo de un soberbio deseo de omnipotencia, por el cual no debe dejarse engañar. El amuleto del Indostán no es otra cosa que ese poder divino de conocer y crear. Mirando, viendo y leyendo cuidadosamente cada obra, sobre todo la de mi amado Borges, se le abrirá o cerrará la idea del Arte, la cual en su subjetividad será única. Espero que por esta obra que la cultura y la libertad han creado en mí, lector, pueda ver creada en usted la imagen y expresión del Arte, que es imagen y esplendor por excelencia, y así toque el cielo y descifre (parcial o totalmente) los misterios más profundos del Universo. Con afecto, Guillermo Nicolás Barber Soler 2
  • 3. Es el descenso y el ascenso del alma, por la hermosura, lo que me propongo realizar: ¿quién se atreve a realizar el viaje conmigo? -Leopoldo Marechal 3
  • 4. La Puerta Desde que tenía memoria existía esa casa. Vieja, maltrecha, silenciosa. Tan misteriosa, tan lejana. De niño no se había acercado nunca, quizá por desinterés o por miedo. “No es para ustedes los niños” nos decían. Pero a medida que él crecía iba acercándose cada vez más. La miraba desde afuera, a través de la reja. No había timbre; nadie respondía a aplausos. Pero él no tenía problema, simplemente se sentaba y la observaba. Varias veces lo acompañé en su contemplación. Digamos, lo acompañaba sólo físicamente. Yo estaba ahí, a su lado, pero no podía hacer más que contemplar su contemplación, cómo él miraba y se maravillaba con la puerta y con la casa. En ese momento no lo entendía. Él tampoco supo explicarme qué es lo que sentía, ni por qué la casa lo llamaba a mirarla. Pero estoy seguro que lo llamaba, sí. Me dijo alguna vez que había oído voces dentro de la casa. Nuestros padres y todo el barrio nos dijeron que nadie vivía ahí, que la casa estaba abandonada desde hace tiempo y que ya nadie pensaba habitarla. De todas maneras, no pude creerlo loco. Su mirada cuando contemplaba la mansión y la firmeza con que la visitaba día a día me convencieron más que cualquier sentido lógico: él escuchaba voces. Hablaba poco del tema. Alguna vez dejó escapar algún detalle: me dijo que las voces reían, que a veces hablaban distintos idiomas, que decían su nombre y el de todos los hombres. Yo lo acompañaba cada tanto, pero no lograba sentir nada. Sin embargo, me apasionaba el hecho de contemplarlo a él, tan apasionado con su casa y sus voces. No sé cuántas veces le habré dicho que por qué no entraba, se trepaba por la pared o algo así. No quiso contestarme, o no pudo. De a poco la casa lo fue consumiendo. Era ya imposible distinguirlos. No podía pensar en él sin pensar en la casa, en la puerta, y no podía pensar en la casa sin pensar en él. Su vida pasaba por ahí, y no había ya nada más en él que la casa. Un día desapareció. No lo vi más. En el barrio dicen que conoció a una muchacha y se fue a vivir con ella, lejos. Me parece estúpido. Algunos, un poco más acertados (quizá) y chismosos, rumorean que finalmente entró a la casa, que la puerta se abrió sólo para él y que ahora vive dentro, tan enamorado y feliz y loco que nunca pensó ni pensará en salir. Pero para mí es mucho más que eso. Sigo frecuentando la casa, pensando en él. He comenzado a darme cuenta que él y la casa son en definitiva la misma cosa. Es quizá esa la respuesta al misterio. La identificación de ambos los hizo necesariamente uno. Ahora yo me siento frente a la verja oscura oxidada y contemplo la casa. Ayer creí escuchar su voz desde dentro. Es increíble cómo la casa va pareciendo cada vez más mágica, más eterna, y a la vez más cercana. Hoy soñé con la casa. O la casa me soñó a mí. Cada vez pienso más en él. Esta noche cruzaré la puerta. 4
  • 5. Ay amor mío Ay amor mío De dónde viene la belleza que me llama La llama El fuego que me quema todo Que te enciende y que te incendia Que te calienta y te consume, amor mío ¿Qué es eso para lo que no hay palabras? y hay tanto tanto escrito que expresa, que busca Que busca expresar y que lo rosa Lo toca con la punta de la punta del dedo estirado como intentando alcanzar una estrella Y qué gozo y qué satisfacción, tocar el cielo Sabés que es la única manera, que sos vos Mi pedazo de eternidad Divina, misteriosa Lejana o cercana o yo qué sé Pero estás, y te siento como el sendero que me conduce a algún lugar Que intuye, que revela Y sos tan… tan… tan tan, que de no saber que sos imagen me quedaría con vos quién sabe por cuánto tiempo Pero tu color tu sonido tu ritmo es todo todo armonía caótica Un baile de sentido de imagen de palabra de lógos Y detrás de ti está todo, está la cosa que te hace vos y que enamora que me atrae me llama y vos sos el grito Ay amor, ay amor, detrás de ti estoy yo, dios en el mundo 5
  • 6. 6
  • 8. Diversas interpretaciones acerca del amuleto del Indostán Dicen que hay (o hubo) cierto amuleto en algún lugar del Indostán que permite a sus usuarios, quienes habrían sido elegidos por el mismo amuleto (o quizá por el destino -o quizá sean la misma cosa), descifrar el universo. Estudiosos ingleses de la escuela de Cambridge, entre los que se destaca el renombrado filólogo Stephen Bailey-estudioso de la obra de Richard Bentley-, han dedicado su vida a los estudios de dicho amuleto. El mismísimo Bailey, conocedor de la obra de Jorge Luis Borges, reconoció, en uno de sus discursos dados a sus colegas en la universidad de Cambridge, que el amuleto compartía ciertas características del Aleph concebido por el escritor. Esta teoría, discutida por muchos especialistas en el tema, fue recibida orgullosamente por el ámbito cultural argentino. En definitiva, sostenían éstos, el Aleph no es otra cosa que un punto en el que confluyen todos los puntos del universo, desde el cual uno puede ver el Universo entero en un solo lugar. Agregaban, además, que el hecho de contemplar el Universo era sinónimo de conocerlo, y por tanto de descifrarlo, divergiendo así de la escuela inglesa –exceptuando a Bailey, claro está-, la cual sostenía que ver no era sinónimo de descifrar. El amuleto, por tanto, no mostraría el Universo sino que daría a conocer cierta clave para descifrarlo, o cierto signo que lo expresara en su totalidad. En cuanto a la clave, Bailey declara, en su libro True Interpretation about Indostan’s Amulet, que: “there is no key to understand and decode the Universe beyond the Universe itself”1; más adelante discute la noción de un “signo que expresara al Universo en su totalidad”. En este caso, de nuevo acudiendo a una obra de Borges, Bailey se refiere a la “Parábola del palacio” en la que un poeta expresa en un poema, con suma perfección, la totalidad de un palacio. “En el mundo no puede haber dos cosas iguales; bastó (nos dicen) que el poeta pronunciara el poema para que desapareciera el palacio, como abolido y fulminado por la última sílaba”2. De esta manera, concluye el inglés, no hay expresión total que sea ajena a la misma cosa expresada. Por lo tanto, o el amuleto del Indostán no expresa completamente el Universo, o simplemente lo muestra realmente en su totalidad. Ahora bien, más allá de la discusión entre Bailey y la escuela inglesa, una cosa es segura: dicho amuleto es capaz de mostrar, en cierta medida, el Universo. Su portador, por tanto, será capaz de un entendimiento elevadísimo (si no perfecto) del mismo, y tendrá como consecuencia la capacidad de expresar a su vez el Universo. No es difícil de comprender que en un solo símbolo (o amuleto) se pueda expresar la totalidad, ya que unidad y totalidad son, en definitiva, lo mismo. El problema se plantea cuando el portador del amuleto, o el amuleto por sí, no expresa todo sino una parte. Bailey, siguiendo las investigaciones de Richard Bentley, ha llegado a declarar, no sin miedo, que el amuleto no ha hecho más que romperse en alguno de sus traslados, y que sus partes fueron esparcidas. Esto explicaría, para él, la parcialidad del entendimiento y de las expresiones. La escuela inglesa, más conservadora en este aspecto, prefiere sostener que el amuleto sigue intacto, pero que es la imperfección de los portadores, en cambio, lo que produce las divergencias en las expresiones. Algunos incluso declaran que es el lenguaje lo que no permite la expresión, ya que el Universo está escrito en otro código, por lo que los portadores buscan nuevas formas de conocerlo y de expresarlo. Son los menos –Bailey incluido- quienes han llegado a entender que, de una manera u otra (de una parte o de la totalidad) todos somos portadores de dicho amuleto. 1 BAILEY, Stephen, True Interpretation about Indostan’s Amulet, Cambridge, Cambridge University Press, 1992, p.273. 2 BORGES, Jorge Luis, El hacedor, Buenos Aires, Alianza Editorial, 2006, p.51. 8
  • 9. Arte Poética Mirar el río hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño que sueña no soñar y que la muerte que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche, que se llama sueño. Ver en el día o en el año un símbolo de los días del hombre y de sus años, convertir el ultraje de los años en una música, un rumor y un símbolo, ver en la muerte el sueño, en el ocaso un triste oro, tal es la poesía que es inmortal y pobre. La poesía vuelve como la aurora y el ocaso. A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. Cuentan que Ulises, harto de prodigios, lloró de amor al divisar su Itaca verde y humilde. El arte es esa Itaca de verde eternidad, no de prodigios. También es como el río interminable que pasa y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante, que es el mismo y es otro, como el río interminable. -Jorge Luis Borges 9
  • 10. Textos de Base Es cierto que leí BORGES, Jorge Luis: El hacedor, Buenos Aires, Alianza Editorial, 2006. LIPOVESTKI, Gilles: El imperio de lo efímero, Barcelona, Anagrama, 1990, segunda parte, cap. 3, La cultura en la moda media. MARECHAL, Leopoldo: Descenso y Ascenso del alma por la belleza, Buenos Aires, Ediciones Vórtice, 1994. TARKOVSKI, Andrei: Esculpir en el tiempo, Madrid, Rialp, 1991. para poder realizar el trabajo, pero sería una falta de respeto decir que fueron sólo ésos los libros en los que me basé, pues cada libro que leí y que olvidé haber leído estará de alguna manera presente como base en cualquier cosa-obra que realice. Eso es cultura. 10