Actitud natural, mundo de la vida y reflexión trascendental
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Ensayo monográfico
Actitud natural, mundo de la vida y reflexión trascendental
Marcos Jasminoy
Antropología Filosófica
Filosofía - 2° año
Prof. Julia V. Iribarne
Entregado: 05/05/08
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El pensamiento de Husserl está orientado a la creación de un sistema metafísico que
responda al sentido y al ser del existente u objeto. Sigue la línea de Descartes y Kant al
dirigir sus esfuerzos al plano de la subjetividad, que será la que constituya el sentido de
ser del objeto. Esta metafísica de la subjetividad debe estar fundada en evidencias
apodícticas, y por lo mismo, dar cuenta de su propia existencia. Llevada a la práctica,
esta filosofía se concretiza en una tarea de infinita, que es método y filosofía a la vez.
No será suficiente librarse de los prejuicios de las ciencias y filosofías anteriores, sino
que hay incluso habrá que hacerlo con el fondo común de todas ellas: el mundo de la
experiencia. Solo se aceptará el mostrarse del mundo a nosotros, es decir, el fenómeno.1
Es así que llegamos a delinear el concepto de actitud natural. Ésta es la actitud
espontánea, que se da tanto en la vida cotidiana como en el conocimiento científico, en
la cual la existencia del mundo y sus objetos no ha sido cuestionada. Es, por ello, una
actitud ingenua, o mejor, a-crítica. En otras palabras, hay una disposición natural a
aceptar la realidad que se nos presenta como “estando ahí adelante”. Al vivir inmersos
en el mundo, no tenemos por qué cuestionarlo. Y las ciencias de la actitud natural
siguen ese camino; no hacen más que profundizar y resolver problemas sobre ese
mismo suelo común. Por ello, toda filosofía que se precie de ser rigurosa debe superar
esta actitud natural. A esto se dirige el método fenomenológico, que va a eliminar los
hábitos intelectuales anteriores y a poner entre paréntesis juicios acerca de la existencia
de la realidad extra-mental espacio-temporal experimentada.2
Husserl ensayó muchas aproximaciones distintas a la fenomenología. Una de
ellas fue una aguda interpretación de la crisis que sacudía a Europa. Una crisis
primariamente epistémica, podría decirse, pero que en realidad afecta a la vida misma
de Europa. No es el lugar de repasar el análisis de su presente en crisis, que hace
Husserl observando detenidamente el pasado. Sin embargo podemos mencionar dos
cosas. La primera es la necesidad histórica de desembocar en la fenomenología. La
segunda es la conclusión que saca acerca de las causas de tal crisis. Entre otras, hay que
destacar la siguiente: la imposibilidad de las ciencias de dar radicalmente cuente de sus
propias producciones. Eso equivale a decir que las ciencias, en su conformación como
tales, han olvidado el suelo de su fundamentación, la condición a priori de su
posibilidad: el mundo-de-la-vida.3
El mundo-de-la-vida es el mundo pre-reflexivo de la experiencia asentada en el
sujeto. Se da por sentado en toda vivencia, en la vida humana misma, existe siempre de
antemano, es decir, en él se basa cualquier actividad, sea teorética o extra-teorética, y le
damos existencia real sin reflexionar sobre ello. El mundo-de-la-vida “nos es pre-dado,
no ocasionalmente sino necesariamente como campo universal para toda práctica
actual y posible, como horizonte. Vivir es siempre vivir con la certeza del mundo”4. En
la historia de la humanidad, siempre estuvo-ahí, incluso antes de la ciencia y sus ínfulas
de conocimiento objetivo, y por ello se funda en él y hacia él afluye.5
Es en el mundo-de-la-vida que todo lo humano es realizable, y toda actividad
está englobada en él. Pero su sentido cambia constantemente, puesto que su aprehensión
1
Para todo el párrafo: Cfr. Mgr, p. 140 – 141.
2
Para todo el párrafo: Cfr. Mgr, p. 141 – 142.
3
Para todo el párrafo: Cfr. Mundo de la vida, p. 1.
4
E. Husserl, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, La Haya, Martinus
Nijhoff, 1954, p. 145.
5
Para todo el párrafo: Cfr. Mundo de la vida, p. 1.
3. 3
es histórica. Además, es aprehendido junto con otros, es decir, no lo hacemos de forma
aislada, sino de forma inter-subjetiva. Este es un concepto clave, no sólo para entender
el mundo-de-la-vida, sino incluso la naturaleza misma de la filosofía trascendental de
Husserl, pero no compete su interpretación a este breve trabajo. Lo que sí hay que
mencionar es que ante la certeza de que existe tal mundo, la mirada puede detenerse allí
o preguntarse para quién hay una certeza, remitiendo así a la subjetividad.
Si al comienzo de sus investigaciones fenomenológicas (antes de la Crisis),
Husserl quería superar la actitud natural del aún conceptualmente implícito mundo-de-
la-vida, para llegar a la actitud trascendental de la conciencia pura, ahora pareciera
volcarse a la comprehensión del mismo mundo-de-la-vida, examinando la primaria
actitud de la experiencia.
Pero, ¿puede existir una ciencia que sirva a la vida en su mundo-de-la-vida?
Habría que distinguir primero dos clases de certeza o verdad. En primer lugar, está la
certeza objetiva (o mejor, objetivante) de las ciencias de la actitud natural. Pero el
conocimiento teórico-objetivo no es más que un acercamiento a la realidad del mundo-
de-la-vida. El sujeto vive en el mundo-de-la-vida, y por tanto no sólo todo conocimiento
sino también toda vivencia, desde la volición hasta el recuerdo, pasando por la creación
artística, la valoración e incluso la fantasía, se hallan en él. Es por esto que el mundo-
de-la-vida es eminentemente subjetivo, y por eso le corresponden un segundo tipo de
certezas, “certezas puestas a prueba en la práctica y asumidas como
incondicionalmente válidas, tomadas del círculo de certezas confiables desde antiguo, y
en la vida del ser humano previas a toda necesidad de fundamentación científica”6. Esta
verdad subjetiva está basada en la inducción, entendida ésta como pre-científica, es
decir, como una tendencia del hombre (entendido como conciencia encarnada, es decir,
en sus aspectos mentales y corporales también) al mundo-de-la-vida, “cotidianamente
confiable y sin embargo científicamente desconocido”7. El mundo-de-la-vida,
finalmente, incluye la totalidad de lo existente-para el hombre.
Así fijada la meta de esta ciencia, volvemos a preguntarnos por la posibilidad de
su existencia. Hay que aclarar ahora que, en vistas a lo recién dicho, se entiende al
mundo-de-la-vida como certeza absoluta que no se pone en duda y por eso mismo como
presupuesto para cualquier constitución efectuada por el yo. Esto es ya uno de los a
prioris del mundo-de-la-vida: hay una subjetividad que lo produce. Ya nos habíamos
topado implícitamente con otro a priori: su carácter espacio-temporal o, en otras
palabras, su ser-aquí y su ser-ahora, su presencia y su presente.
La captación que tienen las ciencias de la actitud natural sobre el mundo-de-la-
vida es insuficiente porque su objetivación es siempre teórica e ideal. Ahora bien, si
Husserl pretende encontrar el fundamento de este mundo que actúa como campo de toda
actividad humana, debe hacerlo con una cientificidad más abarcadora. La
fundamentación o constitución del mundo, el darle sentido, tiene que ser algo más que
simple actividad objetivante. Porque si toda actividad humana (el mundo-de-la-vida) es
puesta bajo la mirada objetivante entonces la misma conciencia, en tanto inmersa en el
mundo, quedaría objetivada, se convertiría en fenómeno, y en este caso un fenómeno
siempre falseado, alejado del presente en que se realiza la actividad de la conciencia.
Pero el sujeto nunca puede ser objeto. La conciencia es actividad pura, y no necesaria ni
6
Crisis, p. 441.
7
Ibidem, p. 449.
4. 4
primordialmente actividad teorética. O para entenderlo aún de otra manera: la misma
ciencia del mundo-de-la-vida es una actividad humana y como tal se realiza sobre el
mismo suelo del mundo-de-la-vida.
Lo que pasa es que el interés teorético de las ciencias de la actitud natural debe
superarse en la gestación de una ciencia del mundo-de-la-vida. Y aquí entra en juego la
reflexión fenomenológico-trascendental, que en este trabajo se ha intentado postergar lo
más posible para acercarnos de lleno a ella y comprender su importancia que es, como
veremos, definitoria.
Husserl parte de que las actividades humanas pueden ser o bien directas o bien
reflexivas. Las primeras son siempre intencionales: percibir, recordar, predicar,
querer… Las segundas, sin dejar de ser intencionales, se dirigen a una actividad directa
y al estar dirigida de ésta a un objeto intencional. Así, la percepción de una casa es
directa; si reflexionamos, a través de cualquier actividad, sea por ejemplo el recuerdo,
sobre esta percepción, recordaremos la percepción misma y su estar dirigida
perceptivamente a la casa.8
A su vez, la reflexión se divide en natural y fenomenológico-trascendental. La
reflexión natural se dará en el terreno del mundo dado como tal (por ejemplo, “quiero
ver una casa”, “me acuerdo de haber oído una melodía”, “odio tener proyectos de tal
cosa”). En la reflexión fenomenológico-trascendental, en cambio, el sujeto reflexiona
sobre otra actividad o vivencia, pero poniendo su existencia entre paréntesis. Es así que
si tenemos una vivencia I (ingenua), ésta se le hará presente a una vivencia II, que
contemplará desinteresadamente la primera. Es así que se descubre la vivencia en curso
y el objeto vivenciado. Ahora bien, hará una falta una vivencia III, también
desinteresada, que se dará cuenta de que esto tiene lugar. Así, desinteresándonos, de la
existencia no sólo de la vivencia I, sino también de la vivencia II, llegamos a descubrir
el yo trascendental del cual la vivencia II es cosa suya. Esta esfera del yo está llamada a
ser la base de todo crítica universal y radical.9
En otras palabras, se puede afirmar: cogito cogitatum (qua cogitatum). Esto se
puede traducir, en el lenguaje de la estática de la conciencia husserliana a: mi nóesis
tiene como correlato un nóema, a mi acto psíquico intencional le corresponde (como
contenido) un objeto intencional10. Y así, dando un paso más, poniendo la misma
existencia de la nóesis y del nóema entre paréntesis, llegamos a lo más profundo de la
reflexión trascendental, en la cual salta a la vista que el yo que aplica la reflexión
fenomenológico-trascendental puede llegar a ser, “no sólo en algunas particularidades,
sino con universalidad, ‘espectador desinteresado’ de sí mismo, y como incluido en
esto, de toda objetividad que ‘exista’ para él, y tal como exista para él ”11.
Hemos llegado al sujeto trascendental. ¿De eso se trataba toda esta ciencia de
los a prioris del mundo-de-la-vida? ¿Acaso todo el fundamento del mundo-de-la-vida
no es más que un paso metodológico previo para alcanzar a la conciencia pura, puesto
que una vez aplicada la reducción fenomenológico-trascendental llegamos al sujeto
trascendental? No y no, dos veces no.
8
Para todo el párrafo: Cfr. Meditaciones cartesianas, traducidas por J. Gaos, México, F. C. E., 1996, p.
80.
9
Para todo el párrafo: Cfr. Idem, p. 81 – 83.
10
Cfr. Idem, p. 83.
11
Idem, p. 84.
5. 5
Por un lado, si bien esta ciencia de los a prioris sirve como paso metodológico,
tiene valor en sí misma, es decir, no se reduce a eso. Y por el otro, la conciencia pura no
puede ser comprendida aún con esta reflexión trascendental si no se pone en evidencia
otro elemento del que no hemos hablado aún.
Este elemento es la historicidad, otro a priori del mundo de la vida. Nos
referiremos a él antes de aclarar el valor (el nuevo valor) del mundo-de-la-vida. El
camino para llegar a él parte de la pregunta sobre en qué esta nueva ciencia no modifica
nuestro mundo-de-la-vida, transformado desde ya por su aplicación. Husserl dirá que la
ciencia afluye al mundo-de-la-vida y lo transforma con sus metas y obras. Así, según
cambie (progrese hacia al télos, en última instancia) la ciencia, el mundo-de-la-vida
cambiará también con las condiciones históricas. Sin embargo, el sujeto, que siempre
tiene intereses, no sólo estará envuelto en el mundo histórico, sino que a través de la
efectuación de la ciencia podrá modificarlo. Tendrá iniciativa, si se quiere, frente a las
determinaciones del mundo-de-la-vida que, a pesar de su carácter cultural histórico,
inter-subjetivo si se quiere, en el fondo siempre será constituido por el mismo sujeto. Es
decir, el mundo histórico espacio-temporal no tendrá validez definitiva, sino presuntiva,
por su carácter natural; es decir, será un momento del “fluir heracliteano”.12
Para superar el material intuitivo de las ciencias de la actitud natural, en este
caso de la historia de las formas culturales, no basta con buscar lo que tienen en común
sino que hay que profundizar sobre la raíz última. Para abandonar un relativismo
histórico y cultural, en el que la verdad subjetiva del mundo-de-la-vida vale sólo en
determinada época y cultura, se trata de alcanzar la “la reflexión sobre las condiciones
de posibilidad de esa relatividad, que se hallan en la subjetividad trascendental ”13. Y
así se desemboca en la “estructura temporal de la subjetividad constituyente que se
constituye a sí misma como fluir temporal”, en el presente fluyente viviente, la
conciencia vacía de todo contenido vivencial, un cambio permanente sin nada que
cambie, una naturaleza naturante intemporal que trasciende y funda todo el mundo. Que
contiene, incorporadas como horizonte, todas sus vivencias, sean pasadas o por venir.
Y así llegamos al otro punto, al verdadero valor del mundo-de-la-vida. Sólo
puede ser comprendido si nos convencemos de que es siempre mundo constituido
(aunque no necesariamente teorizado) por un yo. Esto es afirmar que el conocimiento es
la relación que une a los objetos intencionados (en cuanto tales) con el modo de
conciencia intencional. Estos dos correlatos, de los que ya hemos hablado antes, son
inseparables y se hallan en íntima comunión. Mientras el objeto sea externo a la
conciencia, se nos presentara bajo tal o cual perspectiva, por lo que siempre será
inagotable. Ahora bien, si el objeto es la misma vivencia interna, es decir, un momento
del mismo flujo de la conciencia, o en otras palabras, si la actividad reflexiva tiene
como objeto otra actividad, entonces se abandona definitivamente el dualismo que había
entre la vivencia hacia fuera y el objeto vivenciado espacio-temporal exterior, ya que
ahora tendremos que hablar de vivencia y objeto vivenciado llanamente, sin agregar más
epítetos. Todo está como contenido vivencial; no hemos perdido el mundo, sino que lo
hemos ganado en cuando vivenciado y éste es su valor.
Y así se concluye que en realidad, como la conciencia intencional y sus objetos
intencionales están en inseparable unión, cada vez que el sujeto constituye un objeto en
12
Para todo el párrafo: Cfr. Mundo de la vida, p. 2.
13
Idem, p. 2.
6. 6
el mundo, cada vez que tiene una vivencia, cada vez que es activo, más aún, cada vez
que el sujeto constituye el mundo-de-la-vida, está constituyéndose a sí mismo como
sujeto trascendental. El yo no puede ser sin estar en el mundo. Permítasenos terminar
con unos bellos versos de Jorge Guillén:
Yo soy, soy... ¿Cómo? Donde estoy: contigo,
mundo, contigo. Sea tu absoluta
compañía siempre.
¿Yo soy?
Yo estoy.