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El Carau
Carau (Aramus guarauna) - Limpkin
"Dicen que el caráu era, cuando los animales hablaban, un mozo trabajador y honrado que
servía de ejemplo como bueno y generoso.
Tenía su rancho sobre la orilla de un bañado lejano y allí vivía solo, consagrado a sus
trabajos y a cuidar de su anciana madre, que se miraba en él.
Jamás se le había visto en carreras, bailes, ni pulperías, y el hombre, por lo juicioso y
retirado, más parecía un viejo veterano de la vida que un mocetón vigoroso como era.
La viejita, que conocía el mundo y sus cosas, le decía siempre:
-Vea, hijito... ¿por qué no se va a pasear un poco? Mire que no sirve estar siempre atao al
yugo... ¡Un descansito es cosa buena!
Pero el mozo no hacia caso.
Tanto le instó la señora y tanto insistió, que, al fin, salió una mañana -la primera y última
en su vida- y alcanzó a una pulpería donde había jarana y beberaje: allí las buenas mozas
lo trastornaron, y pasó el día y la noche, como si no fuera nada.
Al clarear el día siguiente vinoun amigo y le dijo: ¡Che, Caráu!... Ahí está uno de tus peones:
dice que tu mama está enferma y que te llama.
-¡Díganle que se vuelva!... ¡Caramba con la gente! ¡una vez que uno sale a divertirse no lo
dejan!
Y siguió la jarana y el beberaje.
A la noche volvióel mensajero diciendo que la anciana se moría y clamaba por vera su hijo,
pero tuvo que volverse solo al oír a éste que le decía:
-¡Dígale a la vieja que me espere...; me estoy divirtiendo y no estoy para lloriqueos!
Y pasó la noche y vino el día, y con él el mismo peón con la noticia de que la anciana había
muerto.
-¡Bueno!... -dijo el mozo-, después lloraré; ¡hoy tengo que divertirme!
Y bebiendo y bailando pasó ocho días con sus noches, volviendo luego a su hogar desierto,
resignado y tranquilo.
¡Se había divertido!
¡Ahora era ya tiempo de sentir!
Se vistió de luto y ganó los pajonales, llorando a su difunta querida... ¡Desde entonces se
le ve todo de negro, solo, parado en lo más enmarañado de los carrizales, mirando el agua
con sus ojos colorados, que no son así, sino que están enrojecidos por el llanto!
Fray Mocho, Un viaje al país de los matreros.
Compartimos en esta entrada algunas imagenes y comentarios de una de las aves más
conocidas de nuestra fauna, protagonista de varios mitos y leyendas a lo largo de su extensa
distribución geográfica. Elegimos para introducir esta nota la versión de la leyenda del caráu
más popular y tal vez la mejor contada, por la pluma de Fray Mocho (seudónimo de José S.
Álvarez (1856-1903), escritor y periodista entrerriano, nacido en Gualeguaychú, fundador de
la revista Caras y Caretas (1898)) y gran conocedor de nuestras cosas.
El Caráu (Aramus guarauna), Linnaeus, 1766; también llamado Carao, Carrao, Pájaro
Llorón o Viuda Loca, es un ave del orden Gruiformes (pariente de las Grullas), único
miembro de la familia Aramidae, propia de América del Norte (sur de EEUU y México),
Central y del Sur (salvo Chile y la costa pacífica de Perú). En Argentina existe la subespecie
o raza nominal: Aramus guarauna guarauna, que se distribuye por Sudamérica. Las tres
restantes se encuentran más al norte: A. g. dolosus desde el sudeste de México hasta Panamá;
A. g. elucus en La Española (Haití y República Dominicana) y Puerto Rico; finalmente A. g.
pictus en Florida (EEUU), Jamaica y Cuba.
El Caráu y el Benteveo (Pitangus sulphuratus)
Las imágenes que compartimos a continuación fueron obtenidas en el Lago de Regatas de
los Bosques de Palermo, Ciudad de Buenos Aires; lugar que los caraus suelen aprovechar
para alimentarse a pesar de que los fines de semana se llena de gente. Se puede observar en
la secuencia de fotos al Carau buscando su alimento favorito, los caracoles de agua dulce,
que en el lago artificial del parque son abundantes.
El Carau es un ave que puede alcanzar los 66 cm, es de color pardo oscuro, de lejos se ve
negro y por ello en la leyenda se vistió de luto. La cabeza, el cuello y la garganta son pardos
con manchitas blancas que caen hacia el dorso. El pico es amarillento en la base con la punta
negra. Las patas son negras. Posee alas grandes que pasan el metro de envergadura. El pico,
cuello y patas son largos, adaptaciones que le permiten vadear las aguas y la vegetación
palustre; así como capturar sus presas con gran precisión.
Su alimentación se compone principalmente de caracoles y vermes. Realiza un grito fuerte,
su nombre común es una onomatopeya del mismo. Frecuenta orillas de esteros, lagunas y
bañados, incluso ambientes artificiales en ámbitos urbanos como lo atestiguan nuestras
imágenes.
Acostumbra posarse en árboles y suele sorprender a los caminantes cuando se eleva de
repente entre los pajonales, ya sea por su gran tamaño o por su grito poderoso, realizando un
vuelo de aleteo entrecortado. Su vuelo es tan particular, batiendo las alas de la horizontal
hacia arriba, que facilita su identificación en el campo.
Construye su nido entre los juncales y totorales, empleando para la realización del mismo
juncos y espadañas, formando una plataforma de unos 35 o 40 cm de diámetro, donde pone
hasta siete huevos color crema con manchitas y pintas marrón claro y grises. A veces
construye el nido sobre ramas en arbustos, a baja altura y cerca del agua. Los huevos son
ovoidales o elípticos, miden entre 57 a 63 mm x 42 a 46 mm. Las manchitas se distribuyen
por toda la superficie pero en más cantidad hacia el polo mayor.
Esquema de su nido y huevo, tomado de De la Peña (1992).
En nuestro país se lo encuentra desde el norte hasta las provincias de La Rioja (este), San
Luis, noreste de La Pampa y sur de Buenos Aires. Recientemente se lo ha observado más
hacia el oeste en las provincias de Mendoza y San Juan. Es más abundante y frecuente en el
distrito chaqueño oriental, la selva paranaense, los bajos submeridionales, esteros del Iberá,
las islas y el delta del Paraná, así como también las lagunas y bañados pampeanos. Es una
especie común siempre que tenga humedales dónde alimentarse.
Con su largo pico algo curvo extrae el caracol
y lo lleva hacia la orilla
donde lo rompe de un picotazo y luego lo devora.
Por la presencia de acumulaciones de caracoles rotos podemos descubrir sus lugares de
alimentación, que se diferencian de las del Caracolero (Rosthramus sociabilis) por este
detalle, dado que este último no los rompe pues posee un pico ganchudo perfectamente
adaptado para extraer al molusco. Otra diferencia en los comederos de estas aves, tan
diferentes pero que se alimentan de lo mismo, es que los del carau suelen estar en las orillas
y los del caracolero próximas a un poste o atalaya.
Otro bocado
También se alimenta de otros moluscos, insectos y pequeños reptiles.
"Oí a lo lejos el grito quejumbroso del caráu que, triste y solitario,
vaga entre los pajonales a caza de caracoles viajeros"
Fray Mocho
Caráu adulto con cuatro juveniles, en la Reserva Ecológica Costanera Norte. Según relata G.
E. Hudson (1841-1922) escritor, primer ornitólogo argentino, en su obra "Aves del Plata":
"Cuando alguien se acerca al nido, los padres emiten voces duras e indignadas, mientras
caminan a cierta distancia. Los pichones y los adultos viven en una bandada hasta la
primavera siguiente".
Vadeando las someras aguas del Pantano de Ciudad Universitaria, en la Reserva Ecológica
Costanera Norte.
Su silueta elegante es frecuente en varias reservas urbanas, lo hemos observado en la
Reserva Ecológica Costanera Sur, Ribera Norte, en la Reserva de Vicente López o en el
Arroyo Raggio.
Se lo puede ver solo, en pareja o en pequeñas bandadas. No posee diformismo sexual,
macho y hembra son similares.
"Por haber sido mal hijo
castigo le dió el Tupá
le puso un plumaje negro
y le condenó a llorar"
Mario Bofill
El Carau es un ave protagonista de numerosos cuentos, leyendas y mitos populares, más que
nada del litoral; presente en el folclore, su leyenda se hizo chamamé de la mano de Mario
Bofill, músico, cantautor y cuentista correntino. El carau es también conocido como Viuda
Loca, nombre ya registrado por Hudson en el siglo XIX, que corresponde a otra leyenda en
la que el carau era una bella mujer, de tez blanca y rubia cabellera, tan bella como vanidosa
que se preciaba de conseguir lo que quisiera de cualquier hombre. Estando con su amado en
el río, se sacó las joyas y las arrojó hacia el, pidiéndole al hombre que se las trajera de vuelta.
Este sin dudar se arrojó a las aguas para consentir a su bella amada, desapareciendo para
siempre. Desesperada la mujer comenzó a gritar, se vistió de luto y vagó loca para siempre
por los pajonales. El Carau es parte de nuestra cultura popular y todo un símbolo de nuestros
humedales, amenazados por la canalización para secar campos y extender la frontera
agropecuaria, los agroquímicos tóxicos y cancerígenos como el glifosato; la contaminación
urbana, la caza y pesca furtiva; problemas y amenazas reales a las que se suman las arroceras
que apuntan sus garras hacia las islas del Paraná.

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  • 1. El Carau Carau (Aramus guarauna) - Limpkin "Dicen que el caráu era, cuando los animales hablaban, un mozo trabajador y honrado que servía de ejemplo como bueno y generoso. Tenía su rancho sobre la orilla de un bañado lejano y allí vivía solo, consagrado a sus trabajos y a cuidar de su anciana madre, que se miraba en él. Jamás se le había visto en carreras, bailes, ni pulperías, y el hombre, por lo juicioso y retirado, más parecía un viejo veterano de la vida que un mocetón vigoroso como era. La viejita, que conocía el mundo y sus cosas, le decía siempre: -Vea, hijito... ¿por qué no se va a pasear un poco? Mire que no sirve estar siempre atao al yugo... ¡Un descansito es cosa buena! Pero el mozo no hacia caso. Tanto le instó la señora y tanto insistió, que, al fin, salió una mañana -la primera y última en su vida- y alcanzó a una pulpería donde había jarana y beberaje: allí las buenas mozas lo trastornaron, y pasó el día y la noche, como si no fuera nada. Al clarear el día siguiente vinoun amigo y le dijo: ¡Che, Caráu!... Ahí está uno de tus peones: dice que tu mama está enferma y que te llama. -¡Díganle que se vuelva!... ¡Caramba con la gente! ¡una vez que uno sale a divertirse no lo dejan! Y siguió la jarana y el beberaje. A la noche volvióel mensajero diciendo que la anciana se moría y clamaba por vera su hijo, pero tuvo que volverse solo al oír a éste que le decía: -¡Dígale a la vieja que me espere...; me estoy divirtiendo y no estoy para lloriqueos! Y pasó la noche y vino el día, y con él el mismo peón con la noticia de que la anciana había muerto. -¡Bueno!... -dijo el mozo-, después lloraré; ¡hoy tengo que divertirme! Y bebiendo y bailando pasó ocho días con sus noches, volviendo luego a su hogar desierto, resignado y tranquilo. ¡Se había divertido! ¡Ahora era ya tiempo de sentir! Se vistió de luto y ganó los pajonales, llorando a su difunta querida... ¡Desde entonces se
  • 2. le ve todo de negro, solo, parado en lo más enmarañado de los carrizales, mirando el agua con sus ojos colorados, que no son así, sino que están enrojecidos por el llanto! Fray Mocho, Un viaje al país de los matreros. Compartimos en esta entrada algunas imagenes y comentarios de una de las aves más conocidas de nuestra fauna, protagonista de varios mitos y leyendas a lo largo de su extensa distribución geográfica. Elegimos para introducir esta nota la versión de la leyenda del caráu más popular y tal vez la mejor contada, por la pluma de Fray Mocho (seudónimo de José S. Álvarez (1856-1903), escritor y periodista entrerriano, nacido en Gualeguaychú, fundador de la revista Caras y Caretas (1898)) y gran conocedor de nuestras cosas. El Caráu (Aramus guarauna), Linnaeus, 1766; también llamado Carao, Carrao, Pájaro Llorón o Viuda Loca, es un ave del orden Gruiformes (pariente de las Grullas), único miembro de la familia Aramidae, propia de América del Norte (sur de EEUU y México), Central y del Sur (salvo Chile y la costa pacífica de Perú). En Argentina existe la subespecie o raza nominal: Aramus guarauna guarauna, que se distribuye por Sudamérica. Las tres restantes se encuentran más al norte: A. g. dolosus desde el sudeste de México hasta Panamá; A. g. elucus en La Española (Haití y República Dominicana) y Puerto Rico; finalmente A. g. pictus en Florida (EEUU), Jamaica y Cuba. El Caráu y el Benteveo (Pitangus sulphuratus) Las imágenes que compartimos a continuación fueron obtenidas en el Lago de Regatas de los Bosques de Palermo, Ciudad de Buenos Aires; lugar que los caraus suelen aprovechar para alimentarse a pesar de que los fines de semana se llena de gente. Se puede observar en la secuencia de fotos al Carau buscando su alimento favorito, los caracoles de agua dulce, que en el lago artificial del parque son abundantes.
  • 3. El Carau es un ave que puede alcanzar los 66 cm, es de color pardo oscuro, de lejos se ve negro y por ello en la leyenda se vistió de luto. La cabeza, el cuello y la garganta son pardos con manchitas blancas que caen hacia el dorso. El pico es amarillento en la base con la punta negra. Las patas son negras. Posee alas grandes que pasan el metro de envergadura. El pico, cuello y patas son largos, adaptaciones que le permiten vadear las aguas y la vegetación palustre; así como capturar sus presas con gran precisión. Su alimentación se compone principalmente de caracoles y vermes. Realiza un grito fuerte, su nombre común es una onomatopeya del mismo. Frecuenta orillas de esteros, lagunas y bañados, incluso ambientes artificiales en ámbitos urbanos como lo atestiguan nuestras imágenes.
  • 4. Acostumbra posarse en árboles y suele sorprender a los caminantes cuando se eleva de repente entre los pajonales, ya sea por su gran tamaño o por su grito poderoso, realizando un vuelo de aleteo entrecortado. Su vuelo es tan particular, batiendo las alas de la horizontal hacia arriba, que facilita su identificación en el campo. Construye su nido entre los juncales y totorales, empleando para la realización del mismo juncos y espadañas, formando una plataforma de unos 35 o 40 cm de diámetro, donde pone hasta siete huevos color crema con manchitas y pintas marrón claro y grises. A veces construye el nido sobre ramas en arbustos, a baja altura y cerca del agua. Los huevos son ovoidales o elípticos, miden entre 57 a 63 mm x 42 a 46 mm. Las manchitas se distribuyen por toda la superficie pero en más cantidad hacia el polo mayor. Esquema de su nido y huevo, tomado de De la Peña (1992).
  • 5. En nuestro país se lo encuentra desde el norte hasta las provincias de La Rioja (este), San Luis, noreste de La Pampa y sur de Buenos Aires. Recientemente se lo ha observado más hacia el oeste en las provincias de Mendoza y San Juan. Es más abundante y frecuente en el distrito chaqueño oriental, la selva paranaense, los bajos submeridionales, esteros del Iberá, las islas y el delta del Paraná, así como también las lagunas y bañados pampeanos. Es una especie común siempre que tenga humedales dónde alimentarse. Con su largo pico algo curvo extrae el caracol y lo lleva hacia la orilla donde lo rompe de un picotazo y luego lo devora.
  • 6. Por la presencia de acumulaciones de caracoles rotos podemos descubrir sus lugares de alimentación, que se diferencian de las del Caracolero (Rosthramus sociabilis) por este detalle, dado que este último no los rompe pues posee un pico ganchudo perfectamente adaptado para extraer al molusco. Otra diferencia en los comederos de estas aves, tan diferentes pero que se alimentan de lo mismo, es que los del carau suelen estar en las orillas y los del caracolero próximas a un poste o atalaya. Otro bocado También se alimenta de otros moluscos, insectos y pequeños reptiles.
  • 7. "Oí a lo lejos el grito quejumbroso del caráu que, triste y solitario, vaga entre los pajonales a caza de caracoles viajeros" Fray Mocho Caráu adulto con cuatro juveniles, en la Reserva Ecológica Costanera Norte. Según relata G. E. Hudson (1841-1922) escritor, primer ornitólogo argentino, en su obra "Aves del Plata": "Cuando alguien se acerca al nido, los padres emiten voces duras e indignadas, mientras caminan a cierta distancia. Los pichones y los adultos viven en una bandada hasta la primavera siguiente". Vadeando las someras aguas del Pantano de Ciudad Universitaria, en la Reserva Ecológica Costanera Norte.
  • 8. Su silueta elegante es frecuente en varias reservas urbanas, lo hemos observado en la Reserva Ecológica Costanera Sur, Ribera Norte, en la Reserva de Vicente López o en el Arroyo Raggio. Se lo puede ver solo, en pareja o en pequeñas bandadas. No posee diformismo sexual, macho y hembra son similares. "Por haber sido mal hijo castigo le dió el Tupá le puso un plumaje negro y le condenó a llorar" Mario Bofill
  • 9. El Carau es un ave protagonista de numerosos cuentos, leyendas y mitos populares, más que nada del litoral; presente en el folclore, su leyenda se hizo chamamé de la mano de Mario Bofill, músico, cantautor y cuentista correntino. El carau es también conocido como Viuda Loca, nombre ya registrado por Hudson en el siglo XIX, que corresponde a otra leyenda en la que el carau era una bella mujer, de tez blanca y rubia cabellera, tan bella como vanidosa que se preciaba de conseguir lo que quisiera de cualquier hombre. Estando con su amado en el río, se sacó las joyas y las arrojó hacia el, pidiéndole al hombre que se las trajera de vuelta. Este sin dudar se arrojó a las aguas para consentir a su bella amada, desapareciendo para siempre. Desesperada la mujer comenzó a gritar, se vistió de luto y vagó loca para siempre por los pajonales. El Carau es parte de nuestra cultura popular y todo un símbolo de nuestros humedales, amenazados por la canalización para secar campos y extender la frontera agropecuaria, los agroquímicos tóxicos y cancerígenos como el glifosato; la contaminación urbana, la caza y pesca furtiva; problemas y amenazas reales a las que se suman las arroceras que apuntan sus garras hacia las islas del Paraná.