El autor recuerda haberse preguntado de niño por qué el elefante del circo no escapaba si solo estaba encadenado por una débil cadena a una pequeña estaca. Más tarde descubrió que desde bebé, el elefante había estado atado de la misma manera a una estaca, por lo que había aprendido su propia impotencia y ya no cuestionaba su capacidad para escapar, aunque ahora fuera lo suficientemente fuerte.