1. El Pato
Una vez intente quitarme la vida, lentamente tome mi revolver, un 22 corto,
siempre recuerdo como brillaba esa noche, era especial, era de mi viejo. Me
lo lleve a la sien, lo apreté fuerte contra esta, estaba frente al espejo, no
quería errar, tenia más miedo de sobrevivir con una bala en la cabeza que
de morirme por ella. No sé por que ahora sonrió cuando lo recuerdo, tal vez
porque ahora me arrepiento, o tal vez porque simplemente si apreté el
gatillo y no falle.
El viaje fue rápido, solo sentí un pinchazo cuando la bala penetro mi
cráneo, después fue todo bastante cómodo, es como dormirse despierto,
como cuando uno se despierta lentamente de la anestesia de una operación,
solo que sin ese insoportable dolor de cabeza.
Desperté a orillas de un río, el agua corría lentamente, como si la empujara
el viento, era cristalina y podía ver a los peces de un lado para el otro, cada
uno de un color distinto, realmente hermoso. Los pastos cortos y verdes se
expandían por todo el horizonte, en un derroche de color y vida. Me levante
lentamente, y gire buscando conocer el territorio mientras buscaba a
alguien que me indique como continuar mi viaje.
Delante de mi se encontraba un pato, bien blanco y con un gran pico me
acerque a él y para mi sorpresa, ¡el pato hablaba!
Me pregunto mi nombre, de donde venia, por que hice lo que hice, era un
pato piola, se mando un par de chistes, me hizo reír, hacia mucho que nadie
me hacia reír. El pato me contó un par de cosas del lugar en el que estaba,
se suponía que yo debía permanecer en este durante un tiempo y luego me
llamarían. El pato debía acompañarme, hacerme la estancia mas a gusto,
pero, ¿por qué un pato?
Los días fueron pasando rápidamente, el pato era bastante sociable, y muy
culto, no faltaban charlas, sobre esto, sobre aquello, que dios, que el diablo,
que las mujeres, el pato tenia una extraña fascinación por los senos,
realmente no parecía un pato.
Nunca teníamos hambre, por lo tanto nunca comíamos, de vez en cuando
yo recordaba el sentir hambre, y por un segundo deseaba comer, solo como
para recordar el sabor. El pato me contó que una vez se lo comieron, un
hombre grande, un tano viejo que se mato porque su hijo se hizo travestí,
era de esos tipos que ya hacían todo por costumbre, a la segunda noche lo
agarro, le partió el cuello y lo cocino en una fogata, el pato me dijo que
seguramente el tano no lo disfruto, según el pato, ese día taba nervioso y
por lo tanto su carne taba dura. El tano cago la estadía y tuvo que ir a un
2. lugar menos agradable, el pato volvió a ¨ vivir ¨, lo digo así porque
recuerden ustedes, tamos muertos.
El tiempo se fue prolongando, y lo que supuse serian algunos días, ya se
había vuelto de mas de 3 meses.
El pato y yo ya éramos grandes amigos, solo nos faltaba tomar cerveza
juntos, me hubiese haberlo conocido antes de matarme, seguramente lo
hubiese cuidado.
Una noche, mientras charlábamos de las estrellas, el pato me confeso algo,
me dijo que era parte de su trabajo estar conmigo, pero también era parte de
su camino, un camino como el mío. Recuerdo que hizo un largo silencio y
luego me dijo que por favor lo matara, me quede mudo.
Para el poder seguir su camino, necesitaba una prueba de amistad, una
prueba de cariño, alguien que lo quisiera realmente debía quitarle esta
especie de sub-vida, para que el pudiera continuar con su camino en este,
para mi, nuevo mundo. No lo hice, no podía matar al pato, el era mi amigo,
tal vez el único que tuve, me sentí un traidor. El bajo lentamente su
cabecita y lo acepto, creo que me entendió.
Pasaron dos semanas, el pato ya no era el mismo, ya no tenia el mismo
sentido del humor, ya no charlaba como antes, estaba desolado, me sentí
aun mas traidor. Me senté frente a él y le pregunte si realmente quería que
lo hiciera, me contesto que si, que le hiciera el favor, como amigo.
Acepte.
Me explico como tenia que hacerlo, donde tomarlo, como hacer el
movimiento de manos, tal vez lo recordaba por aquel tano, tal vez por
algún otro.
Lo abrasé fuerte esa noche, nos despedimos, lloramos y él decidió que ya
era el momento. Lo tome de su suave cuello y con un movimiento rápido lo
partí, fue instantáneo, su cuerpo inerte cayo sobre mis piernas.
Llore como un loco, casi todo el día, no podía dejar de abrazarlo, no podía
soportarlo. Si hubiese podido, me hubiese vuelto a matar.
El cuerpo seguía tibio, como si nunca terminara de morir, un día después lo
enterré bajo un gran naranjo.
Todos los días visito el lugar, realmente lo extraño mucho.
Hoy fue un día nublado, ya se esta haciendo de noche, han pasado mas de
medio año desde que mate al pato, y ahora solo quiero dormir, nadie ha
vuelvo a buscarme, tal vez matar a mi amigos solo fue un castigo, un
castigo mas por no haber apreciado mi vida, un castigo mas por no haber
tenido pelotas. Me tiro en el pasto, siento frió y me acurruco, quiero cerrar
los ojos, quiero dormir, quien sabe mañana, el pato, mi pato vuelva a vivir.