1. El Pescador Ambicioso
José Acevedo Jiménez
En el pueblo costero de Vista Mar un pescador alistaba su pequeña barca para lanzarse a la mar.
El Sol comenzaba a ponerse y la mar tranquila y serena auguraba una buena pesca. Pero
tratándose del mar nunca se sabe, quienes de verdad lo conocen saben que no se puede confiar en
él.
Estando en mar adentro y pasadas algunas horas, Jaime el pescador no había podido atrapar pez
alguno. Decidido a pescar algo, Jaime lanzo la red por última vez al mar.
- No tiene caso, regresaré si sube vacía. – Se dijo a sí mismo el pescador mientras subía la
red que se sentía ligera, una clara señal de que no había nada en ella.
Para sorpresa del pescador, un pez de tamaño considerable había quedado atrapado en la red.
- No es la gran cosa, pero al menos podrá servir para la cena. – Comentó en voz alta.
- ¿Por qué conformarse con un solo pez? Si me liberas te mostraré un lugar donde abundan
los cardúmenes. – Dijo el pez al pescador.
<< He lanzado la red ciento de veces y sólo he podido pescar un pez, si pierdo perderé
muy poco, en cambio si gano ganaré mucho. >> Pensó el pescador y liberó el pez.
Siguiendo la senda trazada por el pez, el pescador lanzó la red en el punto marcado. Apenas podía
levantar la red que estaba repleta de peces. No conforme con lo pescado, el pescador volvió a
lanzar la red, pero no pudo pescar nada en la segunda tirada. Intentó e intentó, pero sus esfuerzos
eran vanos.
- ¿Por qué conformarse con una red llena de peces cuando puedes tener muchas? Si nos
liberas te mostraremos un lugar donde abundan los cardúmenes.- Vociferaron los
pescados.
<< Si con un pez que liberé conseguí pescar todos estos pescados, si libero todos los que tengo
de seguro conseguiré miles. Esta será la mejor de mis pescas. >> Pensó el pescador y devolvió
al mar a todos los peces que había pescado.
2. Siguiendo la senda trazada por los peces, el pescador lanzó la red en el punto marcado. Esta
vez la red estaba mucho más pesada, para poder levantarla tuvo que auxiliarse de algunas
poleas. Cuando finalmente pudo subir la red observó que no había peces en la red, en vez de
aquellos, había pescado una joven ballena.
Justo cuando subió el cetáceo a la barca, escuchó un fuerte golpe que provenía de la popa de
la embarcación. Cauteloso se dirigió al lugar para ver que había pasado y fue entonces cuando
dos enormes ballenas emergieron.
Dos por popa, cuatro por estribor, una por proa. En total eran siete las ballenas que habían
rodeado la barca.
Sobre un pequeño madero el pescador pudo llegar hasta la orilla. Había amanecido, y
consciente de la lección que había recibido dio gracias a Dios por haber sobrevivido aquella
noche en la que perdió todo por su ambición.