Palabras del director nacional de Fe y Alegría Colombia Victor Murillo, dirigida a todo el cuerpo docente, estudiantes, padres de familia y comunidad educativa.
1. 1. ¡Jesucristo ha resucitado
y estamos alegres!
Por: Víctor Murillo
Director Nacional Fe y Alegría Colombia
Feliz Pascua de Resurrección para todos y todas. Que
la noticia de la resurrección reconforte y transforme
nuestro corazón e impulse nuestras manos, nuestros
pies y nuestra voz para seguir haciendo el bien y ha-
ciéndolo bien. Como dice el Papa Francisco en su men-
saje pascual: “Las palabras que realmente queremos
escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo,
división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre!
Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en no-
sotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no
dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nues-
tro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la
muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna,
disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos
introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso”.
En este momento que estamos viviendo, el coronavirus
y la cuarentena, además de hacernos ver a todos vul-
nerables y la vulnerabilidad como una característica de
los humanos, están desnudando la economía sin rostro
humano que impone el capitalismo salvaje a través del
neoliberalismo produciendo exclusión, pobreza, inequi-
dad e injusticia para una gran mayoría de nuestra po-
blación. Como decía el P. Raneiro Cantalamessa, en la
homilía del Viernes Santo en la Basílica de San Pedro,
el 19 de abril del 2019: “Efectivamente, el Evangelio
no se detiene aquí (en la cruz); dice también otra cosa,
¡dice que el Crucificado ha resucitado! En él se pro-
dujo un vuelco total de las partes: el vencido se ha
convertido en vencedor, el juzgado se ha convertido
en el juez, «la piedra descartada por los arquitectos
se ha convertido en piedra angular» (cf . Hch 4,11).
La última palabra no ha sido y no será nunca la de la
injusticia y la opresión. Jesús no ha devuelto sólo una
dignidad a los desheredados del mundo; ¡les ha dado
una esperanza!... Es la fiesta del vuelco obrado por
Dios y realizado en Cristo; es el comienzo y la promesa
del único cambio pleno totalmente justo e irreversible
en la suerte de la humanidad. ¡Pobres, excluidos, per-
tenecientes a distintas formas de esclavitud todavía en
curso en nuestra sociedad: la Pascua es vuestra fiesta!
Una educación justa para todos
FE Y ALEGRIA
El Dios de la vida, Padre bueno y misericordioso, acoge en sus manos el Espíritu de
Jesús y lo resucita. Con su resurrección Dios nos está diciendo que el estilo de vida
de Jesús y su proyecto humanizador merecen la pena vivirse. Y ahí está el sentido de
nuestra esperanza, Jesús ha vencido el determinismo en el que confían algunos para
decirnos que las cosas no pueden ser de otra manera. Otro final, otra vida es posible.
Necesitamos recuperar la esperanza, mirarnos como sujetos de esperanza vinculados
a un proyecto de transformación. “Construimos unidos la esperanza de Dios”, can-
tamos en el himno de Fe y Alegría. Y la esperanza de Dios, por la que Jesús muere y
es resucitado, es la esperanza de Fe y Alegría: que todos y todas tengamos vida en
abundancia, una vida plena y digna. Hoy más que nunca, como dice P. Casaldáliga,
“de esperanza en esperanza caminamos, esperanzándonos, esperanzando”.
Hoy en el mundo, como consecuencia de los efectos de la pandemia y la necesidad
de tener una proyecto común para abordarla, algunos afirman la necesidad de ela-
borar un Constitución universal. J. A. Marina, en su blog Biografía de la Humanidad
del 12 de abril del 2020, nos comparte del libro que escribió con la profesora De la
Válgoma “La lucha por la dignidad” su propuesta del primer artículo:
“Nosotros, los miembros de la especie humana, atentos a la experiencia de la his-
toria, confiando críticamente en nuestra inteligencia, movidos por la compasión
ante el sufrimiento y por el deseo de felicidad y de justicia, nos reconocemos como
miembros de una especie dotada de dignidad, es decir, reconocemos a todos y cada
uno de los seres humanos un valor intrínseco, protegible, sin discriminación por
edad, raza, sexo, nacionalidad, idioma, color, religión, opinión política, o cualquier
otro rasgo, condición o circunstancia individual o social. Y, afirmamos que la digni-
dad humana entraña y se realiza mediante la posesión y el reconocimiento recíproco
de derechos”.
Les invito, desde la experiencia de la Resurrección de Jesús, a reconocernos y reco-
nocer a toda la humanidad, sin ningún distingo, como personas dotadas de la misma
dignidad y a trabajar por construir las condiciones que la hagan posible.