Ante la ineficacia de las políticas de austeridad, una visión alternativa de las políticas sociales defiende la necesidad de reorientar el Estado de bienestar hacia el futuro. Se trata de preparar en lugar de arreglar, de prevenir y de apoyar a los individuos en lugar de dejar actuar el mercado y de indemnizar a los damnificados. Esta nueva perspectiva concibe el gasto social no como un coste para la economía sino como una inversión, necesaria a la vez para garantizar un crecimiento duradero, fuerte y compartido, y para responder a las nuevas necesidades sociales. La estrategia de inversión social define unas prioridades inéditas para el Estado de bienestar con el fin de acompañar a los individuos a lo largo de sus trayectorias vitales. Se trata, por ejemplo, de mejorar la ayuda prestada a las mujeres, los jóvenes y los menores.