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Tema 4. Estado y sociedad del Bienestar. Modelos de Bienestar social: liberalismo,
socialismo, altermundialismo.
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Nacimiento y definición del Estado de Bienestar.
Características del Estado de Bienestar y pacto keynesiano.
Crisis del Estado de Bienestar.
Ideologías enfrentadas ante el EB.
El futuro del EB.

1. Nacimiento y definición del Estado de Bienestar.
El Estado de Bienestar es la organización social más avanzada que las
sociedades contemporáneas se han dado, para garantizar el disfrute generalizado de
derechos, el aumento de la igualdad y de la cohesión social. Desgraciadamente, este
modelo no se ha generalizado en todo el planeta, más bien, sigue siendo minoritario
para la totalidad de la población mundial. Podemos afirmar que a comienzos del siglo
XXI, este nivel no lo alcanza ni el diez por ciento de los miles de millones de personas
que pueblan la tierra. Entendemos el Bienestar en la definición del Premio Nobel de
economía Amartya Sen, como “el conjunto de realizaciones del que dispone un
individuo, es decir, como las actividades, seres y haceres que el individuo tiene a su
alcance”.
Como es fácil deducir, si no está generalizado, tampoco ha existido siempre.
Por el contrario, tenemos que asegurar que es una realidad solo a partir de la segunda
mitad del siglo XX en Europa. En este Módulo debemos tratar de explicar las razones
que lo impulsaron, las dificultades para extenderse y las zonas de crisis actual que
padece esta organización social.
En la asignatura de Derechos de la Ciudadanía debemos descubrir las causas
económicas, históricas, políticas y tecnológicas que condicionan que las sociedades
conformen unos modelos sociales u otros. No son casualidades o imprevistos los que
determinan unas decisiones sociales u otras. Son juegos de fuerzas, de intereses, de
derechos y de organizaciones los que conforman las distintas situaciones políticas,
económicas o culturales que dan lugar a los distintos niveles de desarrollo social.
Antes de explicar su evolución, debemos fijar claramente la definición y el
contenido del Estado de Bienestar, a partir de ahora lo citaremos con las siglas (EB). El
profesor Luis Moreno lo entiende como “el conjunto de instituciones estatales
proveedoras de legislación y políticas sociales dirigidas a la mejora de las
condiciones de vida de la ciudadanía”. El núcleo básico de prestaciones que se han
consolidado como el corazón del EB incluye, la atención sanitaria y educativa gratuitas
y públicas, el pleno empleo, el acceso a la vivienda, la seguridad social, las pensiones y
la sostenibilidad medioambiental.
Una característica fundamental es que estos servicios deben ser universales, es
decir, dirigidos y recibidos por la totalidad de la población, sin excepciones. Para que
esto fuera real, era imprescindible que fuera legislado, sostenido e implementado por
el Estado, por las Administraciones públicas que eran y son, las únicas que tienen
capacidad coercitiva, recursos económicos y autoridad para sistematizar estas
prestaciones.
-

El EB es posible, cuando el Estado considera responsabilidad suya alcanzar:
el pleno empleo.
un sistema de seguridad social que cubra al conjunto de
población.
la garantía de un nivel de vida mínimo para todos-as.

la

Para conseguir estos objetivos el Estado, fundamentalmente los europeos,
controlan entre el 40 y el 50% del Producto Interior Bruto, (PIB) que equivale a la
riqueza producida de un país.
La forma actual que conocemos de EB, se organiza a partir de la Segunda
Guerra Mundial, es decir a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta del
siglo XX. Paradójicamente los estragos de la guerra, con más de 50 millones de
muertos, con las infraestructuras europeas destrozadas, aceleraron un gran pacto
social en Europa, por el que empresarios y trabajadores, arbitrados por el poder de los
Estados, acordaron una organización social que manteniendo los criterios capitalistas
de libertad de empresa y de mercado, garantizaba derechos básicos universales a
través de un sistema fiscal que propiciaba la solidaridad y la cohesión social.
Esta organización no surgió repentinamente sino que tiene antecedentes
claros. A finales del siglo XIX, se crea la seguridad social, como mecanismo legal y
económico para proteger a la clase obrera que padece las primeras consecuencias de
la revolución industrial. En los primeros momentos de la puesta en funcionamiento de
las nuevas fábricas, los accidentes, las muertes laborales, las invalideces no tenían
cobertura y suponían el empobrecimiento y la marginación de familias enteras que
vivían de ese único salario. La miseria y la pobreza se extendían en los sectores
industriales y provocaron revueltas sucesivas. La organización de los obreros en
sindicatos, facilitó la reivindicación de una seguridad social que amparase estas
contingencias. Fue necesaria la implicación del Estado para regular, recaudar, legislar y
garantizar en definitiva que los derechos laborales se cumpliesen y quedaran
respaldados.
Para situar el nacimiento, la estructura y la puesta en marcha de lo que hoy
entendemos por Estado de Bienestar, debemos mirar a las primeras decisiones sobre
prestación social, tomadas a finales del XIX en la Alemania de Bismarck (contra la
enfermedad en 1883, contra los accidentes de trabajo en 1884 y contra la vejez e
invalidez en 1889). Estas medidas, esencialmente dirigidas a proteger a los obreros del
sector industrial, eran instrumentos de compensación del riesgo, dentro de una
categoría más o menos homogénea de trabajadores, y significaba una forma de
intervención pública claramente diferenciada de la asistencia. En efecto, mientras la
asistencia estaba articulada en torno a prestaciones estandarizadas de derechos
individuales concretos, el sistema de prestaciones dependía de las contribuciones que
habían sido previamente descontadas del salario y guardaban una proporción con
ellas. Se empieza a pasar de la excepción a la generalidad.
A finales de los años 1930, alrededor de veinte países europeos ya habían
regulado algún tipo de protección contra las enfermedades y los accidentes. En el
Reino Unido en 1942, en plena guerra mundial, se proclama el principio de cobertura
universal de la seguridad social, incluyendo la atención a la enfermedad, la incapacidad
laboral, el desempleo o las pensiones de vejez. El Informe Beveridge garantiza la
seguridad social “a todos los ciudadanos desde la cuna hasta la tumba”. La expresión
inglesa con la que se denomina el EB es Welfare State.
No fueron exclusivamente razones humanitarias las que promovieron estas
decisiones. También influyeron las recomendaciones económicas de autores
reconocidos como Keynes que entendieron que la gran fórmula para activar las
economías, era garantizar el consumo, la demanda interna y el crecimiento productivo
de cada economía nacional. Generando inversión pública y capacidad de compra de la
ciudadanía por sus salarios, se activaba la producción de las empresas y se conseguían
dos objetivos fundamentales, aumentar el empleo y la recaudación a través de los
impuestos.
El EB se generalizó fundamentalmente en el núcleo de los países desarrollados
europeos y se convirtió en uno de los pilares del gran crecimiento socioeconómico que
disfrutaron en la posguerra. La tragedia de la Segunda Guerra Mundial obligó a los
Estados y a la población a conveniar, a pactar, la reconstrucción de los países
devastados y a construir sistemas políticos estables que se alejaran de los extremos
que habían condicionado el estallido del conflicto, el fascismo por un lado y la
radicalización bolchevique por otra.
El EB nace para reducir o compensar las graves desigualdades sociales,
económicas y políticas que viven los países desarrollados a principios del siglo XX. El
intento de los liberales de considerar como inevitables esas grandes zonas de pobreza,
encontraron el rechazo de la mayoría de la población afectada. La explicación histórica
que daban, de origen malthusiano, por la que la extensión de la pobreza se
consideraba natural en una sociedad de la escasez, era inaceptable, sobretodo al
compararla con los grandes y rápidos enriquecimientos que disfrutaba la nueva
burguesía industrial y comercial. Las clases trabajadoras, organizadas en sindicatos y
partidos obreros, recogieron la explicación marxista que identificaba y atribuía esa
situación, a la explotación de los más débiles por el sistema económico capitalista
industrial y urbano. Esa argumentación sirvió para construir la base ideológica de las
nuevas organizaciones de la izquierda social y política que colocaron los derechos
sociales como santo y seña de sus movilizaciones.
Hay autores importantes que profundizan en el contenido del EB. Así Estruch
(1996), considera que el Estado del bienestar puede ser considerado como «una forma
de organización institucional basada en el compromiso público con el pleno empleo, la
política económica anticíclica, la existencia de sistemas más o menos amplios de
provisión universal de ciertos bienes, servicios y transferencias y las políticas
redistributivas en pos de la reducción de la desigualdad económica y social». Y Bandrés
(1994), entiende que los objetivos del Estado del bienestar se pueden agrupar en tres
bloques: la seguridad económica, la reducción de la desigualdad y las políticas de
eliminación o reducción de la pobreza. La idea subyacente del Estado de Bienestar, en
cierto sentido, es la de una sociedad interdependiente, donde la idea de la
responsabilidad está ampliamente compartida.
Las sociedades no pueden funcionar con ese nivel de desigualdades. Después
de la Revolución Industrial la generación de riqueza ha crecido espectacularmente, y la
distribución de ese progreso se convierte en el reto principal para garantizar la
estabilidad social y la igualdad real de las personas. La tendencia natural de las
sociedades no era buscar ese equilibrio y la extensión del bienestar. Ha hecho falta la
reflexión, la organización, la aprobación de políticas sociales concretas para que la
realidad se compensara, al menos parcialmente. El EB trata de responder a esos dos
retos, la igualdad y la redistribución de oportunidades, recursos y prestaciones.
El desarrollo del EB coincide con el mantenimiento de grandes diferencias entre
continentes y entre sociedades desarrolladas o la mayoría subdesarrollada. Así la
nueva realidad económica capitalista, produce una pobreza estructural que segmenta,
que separa a la población en dos grupos, dominadores y dominados. Se consolida así la
dualización social. Queda claro el abismo entre el primer y tercer mundo, entre países
y continentes. Pero también dentro del primer mundo se mantienen o crecen los
sectores excluidos o en situación de pobreza. Algunos datos muy elocuentes se
ofrecen a continuación:
- En 1960, el 20% de la población con mayores rentas, tenía
veces más elevados que el 20% más pobre.

ingresos 30

- En 1990, el 20% de la población más rica, ingresaba 60 veces lo del 20% de
población más pobre.
- A principios de los 90 en EEUU, el 20% con menos ingresos, recibía el 1’1 de la
renta nacional. El 20% con más ingresos, recibía el 50% de la renta del país.
- A nivel mundial, en la última década, el 20% de la población más rica, tiene el
80% del PIB mundial, el 81% del comercio y el 80% del ahorro.
- Por el contrario, también en el ámbito mundial el 20% más pobre tiene el
1’4% del PIB mundial, y el 10% del comercio y la inversión.
- En 1997, las 400 personas más ricas de EEUU, poseían activos
por
valor de un billón de dólares. Esa cantidad representa, el doble del PIB de España, y
tres veces los ingresos de los 30 millones de pobres de EEUU.
En este punto debemos aclarar que si el sistema de acumulación de riquezas y
división social que genera el capitalismo, favorece esos graves desequilibrios, también
hay que reconocer que cuando se combina, modera y compensa con sistemas
democráticos, de contenido y orientación social efectiva, se alcanzan realizaciones
muy significativas como el propio Estado de Bienestar. Algunos autores relativizan esta
visión positiva, criticando que parte del desarrollo social de los países desarrollados, se
ha hecho a base de unas relaciones comerciales muy injustas con el tercer mundo. Así
se adquieren materias primas a muy bajo precio en países africanos, sudamericanos o
asiáticos y se devuelven convertidos en productos muy elaborados a un alto precio y
gran valor añadido que se queda en el primer mundo.
Hoy somos conscientes que las desigualdades no se arreglan solas. En algunas
ocasiones se ha creído que el mercado arreglaba “naturalmente” esta acumulación de
riqueza en pocas manos, mientras crecían los pobres y los sectores en exclusión social.
La historia del último siglo confirma que el Estado, como expresión de la ciudadanía,
ha tenido que intervenir para alcanzar un nuevo equilibrio. El modelo de Estado de
Bienestar es la propuesta más integral, más extendida y más estable que ha ensayado
la sociedad en el último siglo de avance de la ciudadanía y los derechos humanos.
El Estado de Bienestar se entiende, por tanto, como el “compromiso del sector
público por la universalización de los derechos humanos básicos: el pleno empleo, la
generalización de la educación y la asistencia sanitaria, la cobertura universal de
servicios sociales y la garantía de unos ingresos mínimos a todo ciudadano”. Es una
forma de organización sociopolítica que se consolida en los años cuarenta del siglo XX,
después de múltiples ensayos de reforma social. Muchos autores consideran que el EB
fue posible por las aportaciones intelectuales de Keynes y Beveridge, que dieron lugar
al llamado pacto “keynesiano”. Uno aportó las teorías económicas y el segundo las
propuestas sociales.
2. Características del Estado de Bienestar.
Sin los cambios económicos, tecnológicos, políticos y sociales que se
dieron a lo largo de los siglos XIX y XX, hubiese sido imposible organizar y promover el
EB. Pero ese conjunto de hechos y de situaciones objetivas necesitaron igualmente de
unos representantes y de unos liderazgos, en varios campos, que dinamizaran y
concretaran los proyectos y las decisiones. En este grupo de personas que por su
capacidad técnica y científica ofrecieron las propuestas concretas para materializarlo,
está el economista británico J. M. Keynes. Supo entender las contradicciones, las
posibilidades y las necesidades del momento y plantear orientaciones nuevas que
valieron para salir de la crisis gravísima que vivió Europa y el mundo en torno a 1929,
con la gran depresión económica y abrir las puertas a la gran idea del EB.
Keynes presenta una idea central en su reflexión, “la economía de
mercado no funciona”. Con esta expresión, desacreditaba las bases del liberalismo
económico que lo basaba todo en la libre competencia, en la iniciativa privada y en la
libertad de los mercados y los precios. Para demostrarlo presentaba los datos de la
parálisis de la economía capitalista en los primeros cuarenta años del siglo XX. Una
propuesta y a la vez una alternativa que ofrece Keynes es la intervención del Estado,
para dinamizar la producción, redistribuir beneficios y garantizar derechos sociales. Sin
saberlo estaba sentando las bases del nuevo Estado de Bienestar.
Ofrece tres grandes aportaciones, recogidas principalmente en su obra Teoría
general del empleo, el interés y el dinero. El Estado debe jugar el papel de
dinamizador de inversiones y redistribuidor de recursos, fundamentalmente para
garantizar el nivel de crecimiento necesario y el pleno empleo. Las políticas fiscales
garantizarán la solidaridad entre quienes tienen ingresos y quienes carecen de ellos y
los fondos para las políticas sociales. La economía se activará, también, por el
consumo y la inversión privados, para generar empleo y crecimiento económicos,
porque el Estado no debe concentrar toda la acción económica sino dinamizarla,
arbitrarla y compensarla.
Keynes ha sido un economista importante porque aportó soluciones para hacer
posible sociedades democráticas, con niveles de desarrollo social significativos. De sus
propuestas podemos sacar algunas conclusiones para nuestra asignatura de Derechos
de la Ciudadanía. Los derechos sociales necesitan el respaldo y la garantía del Estado
para que sean efectivos. En segundo lugar, las prestaciones sociales requieren
recursos económicos muy altos y para eso la economía debe estar pujante de forma
que garantice el pleno empleo por un lado y la recaudación fiscal, por otro. Con una
economía estancada no es posible aumentar y estabilizar derechos sociales. Para que
haya actividad económica es necesario que la ciudadanía tenga capacidad de consumo
porque si no hay demanda, las empresas no pueden mantener su nivel de producción y
por tanto de empleo.
La propuesta de Keynes suponía un pacto, un gran acuerdo entre las
organizaciones empresariales, los sindicatos y los representantes políticos o
gubernamentales. En el fondo se necesitaba un gran acuerdo de toda la sociedad. Por
un lado, los patronos se comprometían a generar empleo, aumentar las inversiones y
pagar los impuestos necesarios para mantener el nuevo Bienestar que se demandaba.
Los trabajadores aceptaban niveles salariales contenidos, garantizar la paz laboral y
aumentar la productividad. Por su parte los gobiernos, reforzaban sus niveles de
inversión pública y aumentaban y universalizaban los servicios públicos
fundamentales.
El pacto keynesiano significaba una nueva relación entre el mercado, el poder y
los valores, y fue posible por una serie de circunstancias que facilitaron el
entendimiento entre las distintas fuerzas sociales. La depresión económica de los años
treinta mostraba un sistema, el capitalismo liberal, incapaz de generar empleo y
bienestar para la mayoría. Las experiencias totalitarias en Italia y Alemania, la gran
amenaza de la revolución comunista en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y
el destrozo de la II Guerra Mundial eran razones más que poderosas para la búsqueda
de una “tercera vía” que ofreciera a los ciudadanos derechos económicos y sociales,
seguridad, sin sacrificar las libertades del Estado de derecho. Conservadores, liberales
y socialistas democráticos compartieron esta estrategia, en la que el mercado, que
había tenido hasta el momento una clarísima preeminencia, cedía parte de ella al
Estado y a los nuevos valores que acompañaban a éste: solidaridad colectiva frente al
puro éxito individual, y democracia social.
Este proyecto keynesiano suponía objetivos y condiciones socioeconómicos:
1. Situación y búsqueda del pleno empleo. El capital permitía, en una situación
de pleno empleo, la subida de los salarios reales en la misma medida que la
productividad, siempre que hubiera estabilidad en la distribución de beneficios
empresariales y salarios. Los beneficios empresariales totales debían seguir creciendo
en términos absolutos, y mantener similares los porcentajes entre trabajadores y
empresarios. Ésta era la primera condición.
2. La segunda era que el gasto público debía aumentar significativamente.
Pero podía crecer en términos absolutos, no en términos relativos. Su crecimiento
debería tener un límite, aquel que situara a la Administración Pública como una
organización de intermediación que, asegurando mínimos a la población, canalizara
hacia el mercado las necesidades sociales. El Estado podía ser complementario, nunca
competitivo del sector privado.
No hay que olvidar, dado el ataque frontal que en nuestros días sufren los
gastos sociales, la importancia del gasto público para el empresariado, para el capital.
Las Administraciones públicas, generan empleo y salarios relativamente elevados y
aseguran un número importante de consumidores a las empresas. Asimismo, como
demandantes de bienes y servicios, a las empresas les aumentaba la cartera de
pedidos generada por el gasto público. Por otra parte, al responsabilizarse de la
provisión pública de servicios sociales (sobre todo educación, sanidad y garantía de
rentas) reducía los costes directos que las empresas hubieran tenido que afrontar vía
salarios, para garantizarlos individualmente.
Con el EB se avanzó en la reducción de la pobreza, se consiguió una mejora en
la distribución de la renta, y crecieron las posibilidades de contar con mayores
oportunidades y capacidades para gran parte de la población. Sin embargo, las
políticas de bienestar, aunque han tenido muchos elementos positivos, han chocado
siempre con los límites impuestos por un sistema económico que se sigue basando en
la propiedad privada de los principales medios de producción y en el beneficio como
motor de la acumulación.
Han representado, por tanto, estas políticas una gestión más social del sistema
capitalista y han reformado a éste dentro de unas coordenadas sin que se cuestionen
éstas, y siempre y cuando las reformas fueran asumidas por el sistema. El E.B. es un
avance reformista del capitalismo para evitar procesos revolucionarios. A todo ello
contribuyó el movimiento obrero, las posiciones reformistas de las clases medias, el
impulso de los movimientos socialdemócratas, la conformidad de los partidos
conservadores, los acuerdos de integración europea y la división de Europa en dos
bloques, después de la guerra, que generó competencia y miedo a la extensión de los
proyectos revolucionarios.
Después de estas consideraciones, podemos resumir las CARACTERÍSTICAS DEL
ESTADO DE BIENESTAR, en las siguientes:
1. Se impone una economía mixta, ni absolutamente liberal ni
colectivista. Se opta por el control social del mercado y de la libre competencia. Por
eso se requiere un nuevo modelo, el EB, donde se garanticen las prestaciones y los
derechos sociales fundamentales para el conjunto de la población.
2. El Estado tiene un protagonismo considerable en la ordenación de la
economía y redistribución de la riqueza. No se limita a ser guardián de la propiedad
privada y del orden público.
3. El equilibrio general del sistema se consigue por:
a. incremento de las inversiones públicas.
b. la búsqueda del pleno empleo que generaliza el consumo y la
actividad económica de las empresas privadas.
c. una potente política fiscal proporcional a los ingresos y al patrimonio.
4. Universalización de los servicios públicos de sanidad, educación, empleo,
seguridad social, vivienda, recursos naturales y pensiones que garantizarán:
a. una renta mínima, independientemente del valor de mercado de su
trabajo o propiedad.
b. reducir la inseguridad ante ciertas “contingencias sociales” graves
como la enfermedad, vejez y desempleo.
c. Unas condiciones de vida cada vez mejores y más igualitarias.
2. Aparición de la “sociedad de clases medias”. En lugar de la antigua
sociedad polarizada con una minoría muy rica y una gran mayoría pobre (como todavía
sucede en el Tercer Mundo), tenemos ahora unas sociedades occidentales con una
gran cantidad de clases medias, de las cuales las dos terceras partes, tienen una renta
familiar per cápita que oscila entre el 70% y el 120% de la renta media.
3.

Crisis del Estado de Bienestar.

Este modelo entró en crisis a principio de los años setenta del siglo pasado y
continúan las dificultades hoy en día. Influyen varios factores y no se debe a una causa
única. Hay razones económicas, políticas, tecnológicas y sociales. En cualquier caso, se
dice que a partir del año 1973, fecha de la primera crisis del petróleo, se marca la línea
de retroceso.
Crisis económica y fiscal.
La crisis en los países árabes productores de petróleo, a principios de los 70,
produjo un encarecimiento de las materias primas y una caída generalizada del
consumo. Como siempre ocurre la disminución de la producción, de las ventas y del
consumo significó una paralización de la economía y un aumento del paro. Aumentan
los costes de producción. Aumenta el paro y disminuye el consumo. El Estado no
encuentra soluciones ante el incremento de los gastos en transporte, en energía, en las
empresas públicas y la reducción de los ingresos.
Los ciudadanos habían consumido y modernizado sus hogares y sus
propiedades por los buenos salarios y precios que disfrutaron durante esos casi 30
años de desarrollo. Pasado ese tiempo lo que se vendía en el mercado ya lo tenían, no
suponía una novedad. Bajó el consumo y por tanto las ventas. Al reducir la actividad
comercial, las empresas despidieron y aumentó el paro. Esa crisis disminuyó los
ingresos del Estado porque bajaron las ganancias y las declaraciones fiscales. El Estado
ingresaba menos, pero debía gastar más porque los seguros de desempleo crecieron.
Algo similar a lo que ocurre con la crisis de 2008 que estamos padeciendo. Conviene
destacar que los procesos sociales son complejos y se relacionan unos con otros como
se observa en la descripción que hemos realizado.
Todos los fenómenos anteriores vienen a confluir en un resultado principal: la
caída de los beneficios empresariales. La proporción correspondiente a los salarios y
las cotizaciones sociales en el total de las rentas no había dejado de aumentar en los
años anteriores de expansión. Lógicamente, a cuenta de las retribuciones del capital.
Disminuye la rentabilidad del capital cuyas causas se pueden resumir en tres factores:
No se podía vender toda la producción que el sistema estaba en condiciones
de generar al haberse saturado los mercados y alcanzado un límite insostenible en el
endeudamiento. Como sabemos, a medida que había ido aumentando el poder
adquisitivo de las clases asalariadas se elevaba también su consumo, lo que a su vez
estimulaba la apertura de nuevos horizontes a la producción. Pero mientras no se
modificara la variedad de los productos no habría forma alguna de seguir realizando la
misma producción.
Es entonces necesario modificar la estrategia de competencia entre las
empresas. Pero la tecnología existente no facilitaba esa diversificación. La tecnología
típica del fordismo proporcionaba las bases de fabricación de una gran cantidad de un
mismo producto y de una sola vez, pero no diversos productos y a la vez rentables. Se
produjo la aparición de muy diferentes estratos de asalariados que, lógicamente, se
correspondían con segmentos también distintos de consumidores. Para satisfacerlos se
había ido haciendo preciso modificar la gama de los productos, aumentar su variedad
procurando la mayor diferenciación posible de la oferta. Se requiere crear
continuamente “nuevas necesidades” como forma de mantener un elevado nivel de
actividad y, consiguientemente, de ganancia. Este proceso conduce a la búsqueda
permanente de nuevas envolturas o apariencias externas de productos idénticos o
similares para que puedan aparecer como capaces de satisfacer necesidades distintas.
En consecuencia, la diferenciación bajo ese modelo fordista resultaba no sólo muy
difícil, sino que, además, era muy costosa. En definitiva, no era rentable.
La productividad de los factores utilizados disminuía progresivamente.
Mientras que la productividad total del capital y el trabajo había mantenido un ritmo
de crecimiento anual del 2,9 % antes de 1973, a partir de este año y hasta 1988 será
del 0,7%. La productividad del trabajo había aumentado a un ritmo anual del 4,2 %
antes de 1973, no alcanzaría sino el 1,5% entre esta fecha y 1988. Sucedía,
simplemente, que a lo largo de los años sesenta, mientras se producía la expansión, el
capital había vivido de las rentas tecnológicas, sin apenas modificar la base material
del sistema. La tasa de innovación del sistema en su conjunto, durante estos años fue
menor que en cualquier década desde los años 20 y “significativamente menor” que la
correspondiente a los cuarenta y cincuenta.
Estas tres circunstancias provocaban una situación que podríamos calificar de
pintoresca, si no fuera porque por su causa se producirá una depresión económica de
gran envergadura. Había capacidad económica suficiente entre los consumidores, pero
no era utilizada porque lo que se ofrecía no era demandado. Se necesitaba más
inversión para modificar la base productiva de las empresas, pero no se llevaba a cabo
porque la escasa rentabilidad la hacía insuficientemente atractiva, arriesgada y muy
costosa desde el punto de vista de coste de oportunidad, al haberse multiplicado las
posibilidades de ganancia a través de la especulación o la intermediación financiera.
A principios del siglo XXI, la crisis continúa, pero hay otras circunstancias que
entran en escena. Nos referimos fundamentalmente a tres circunstancias:
a. Se desencadena una grave crisis financiera en todo el mundo a partir del
descubrimiento de negocios especulativos en compañías y bancos norteamericanos.
Esta situación es grave porque se limita y reduce el crédito. Sin apoyo económico de
los bancos no es posible la inversión, ni la actividad empresarial.
b. El problema se extiende y contagia en todo el planeta, en todos los países
por el fenómeno de la globalización de la economía. Los cambios tecnológicos, la
pérdida de autonomía de los Estados para diseñar sus políticas y la dependencia de la
mayoría de los países de las decisiones de las grandes compañías multinacionales.
c. Los cambios financieros y tecnológicos explicados son importantes, pero las
transformaciones políticas también lo son. El pensamiento liberal, que deja en manos
de la iniciativa privada la solución de la crisis, complica más la solución de la misma. El
pensamiento conservador se extiende en todos los países desarrollados y condiciona
las propuestas. La defensa de lo público y de la intervención del Estado para
compensar esos desequilibrios no tiene suficiente apoyo social y político y no se
ensayan soluciones en la línea clásica del EB y defendidas por Keynes, entre otros
expertos sociales.
Al globalizarse la economía, como resultado del desarrollo de la tecnología de
la información y de los nuevos medios de transporte, los intercambios se producen a
escala mundial, dando origen a un movimiento vertiginoso de movimientos de capital,
mercancías y personas. Al mismo tiempo, los importantes costes que suponen las
prestaciones del Estado de Bienestar, encarecen el precio de los productos a exportar
y están en peores condiciones para competir con los productos de países con menores
costos sociales. Así por ejemplo, los tomates canarios no pueden competir con los de
Marruecos porque allí los salarios y los costos sociales son un 80% más baratos que en
Canarias. En una economía globalizada las condiciones de cada país repercuten a la
hora de colocar los productos en los mercados internacionales.
Es necesario comprender que durante los últimos quince años, el modelo social
se ha transformado radicalmente. Estamos pasando de la sociedad industrial, a la
sociedad red o sociedad globalizada. Todos los acontecimientos locales o nacionales
tienen una dimensión mundial por las nuevas comunicaciones. La nueva sociedad en la
que participamos está fuertemente interconectada, en lo económico, en lo cultural y
en lo político. Las grandes empresas multinacionales tienen un poder creciente.
Crisis política del modelo de Estado. Crisis de legitimación.
En este contexto, el consenso político que permitió la creación del EB, se
rompe. Los partidos conservadores, a partir de los años 80, especialmente desde el
gobierno conservador en el Reino Unido de Margaret Thatcher y de R. Reagan en
EEUU, cuestionan la organización, los contenidos y los costos del EB. Por ello, decimos
que además de los problemas económicos y sociales ha surgido un grave desencuentro
ideológico que debilita el mantenimiento del EB.
Decimos que se produce también una crisis de legitimación del Estado. El
Estado está legitimado cuando responde a las expectativas de los ciudadanos y
satisface sus necesidades. El Estado de Bienestar nace legitimado, aceptado,
reconocido por la ciudadanía porque consigue un equilibrio entre esfuerzo y
resultados, prestaciones. Cuando se produce la crisis y aumenta el paro, crece la
inflación que daña el valor de los salarios, se recortan servicios sociales por su carestía,
el Estado pierde legitimad, es decir apoyo. La sociedad se crispa y aumenta la
conflictividad. El Estado pierde legitimidad cuando pierde la confianza de la sociedad.
4. Ideologías enfrentadas ante el EB. Políticas ante la crisis.
El consenso político e ideológico que permitió impulsar el EB en los años
cuarenta, saltó por el aire al aparecer las graves dificultades de los setenta. Las
diferencias ideológicas se acentuaron al tratar de explicarla, pero sobretodo al
proponer soluciones. Así podemos reconocer las siguientes posiciones:
a. La ideología conservadora o neoliberal, considera que el EB es fruto de una
concepción paternalista de la sociedad y una intromisión en el bienestar y las
libertades del individuo a largo plazo. Sus aspectos negativos superan con mucho a los
positivos: es antieconómico, porque socava el incentivo del capital a invertir y del
trabajador a trabajar; es antiproductivo, porque multiplica la burocracia pública
provocando de esta manera la salida de los recursos humanos y del capital del sector
productivo; es ineficaz, porque no suprime la pobreza y absorbe a los más
desprotegidos en un “ciclo de dependencia”; prima el control social de la burocracia
sobre los ciudadanos y colectivos sociales y, por último, niega la libertad del individuo
a escoger dentro de los diferentes servicios sociales.
b. Una versión más moderada y realista, que no cierra los ojos ante la evolución
y modernización de las sociedades occidentales la encontramos en el pensamiento
liberal que considera el EB como producto de las necesidades generadas por el
desarrollo de los países industrializados. Pero debe estar controlado para que no
resulte demasiado costoso y perjudique a los capitales privados, necesarios para la
inversión. Para esta corriente el EB es una necesidad funcional del sistema contra las
disfunciones del mercado, pero que debe ser lo más reducido posible. En buena lógica
liberal al capital, basado en el beneficio, no le interesa acudir a cubrir determinadas
necesidades o servicios sociales que no son rentables, y allí acude el Estado. Se trata,
sin embargo, de un bienestar limitado a determinados colectivos organizados, sobre
todo a la fuerza de trabajo cualificada y sindicalizada, y no se aplicará de manera
uniforme ni universal porque resultaría muy costoso.
c. La posición socialdemócrata apoya y defiende el EB como la expresión más
lograda de los ideales de justicia, igualdad y desarrollo humano que la humanidad ha
elaborado a lo largo de la historia. Considera que el EB es producto de la movilización
social y política, dentro de un proyecto más amplio que pretende alcanzar la
transformación gradual del capitalismo. El Estado de Bienestar para los
socialdemócratas es el instrumento útil para avanzar en la redistribución de la riqueza
y en la conquista de la igualdad social. El desarrollo del EB está condicionado por las
luchas entre el capital y el trabajo y por la actuación de las instituciones en el
capitalismo avanzado, (gobiernos, partidos, sindicatos). Las prestaciones del Bienestar
se establecen entre la lógica y la negociación del mercado y las reivindicaciones
políticas.
d. Para la corriente más anclada en la tradición comunista, el EB es a la vez, un
proceso de redistribución de la riqueza, y un instrumento para el control social de la
clase obrera que a largo plazo sólo actúa en interés de la acumulación del capital.
Desde ese punto de vista la gestión del bienestar forma parte de la filosofía del
capitalismo avanzado interesado en el mantenimiento y reproducción de las relaciones
sociales capitalistas. Para el pensamiento comunista o revolucionario conviene
recordar que estas políticas fueron introducidas como antídoto contra un socialismo
que pedía reformas radicales. Entienden que los cambios se producen más por
intereses del capital que por derecho de los trabajadores. El EB ha contribuido a la
desmovilización de la clase trabajadora y a desactivar cambios más radicales en la
legislación social, etc.
e. Es indiscutible que a principios del siglo XXI se están reduciendo prestaciones
y servicios propios del EB con la justificación que son muy caros y no hay recursos y
que si se aumenta la fiscalidad disminuye la competitividad internacional y no se
puede exportar. Ante esta situación los movimientos antiglobalización o
altermundialistas plantean que los estados deben imponer un fuerte control a la
banca para garantizar que sus grandes beneficios se redistribuyan, exigir impuestos a
las grandes operaciones financieras especulativas y apostar por energías renovables
que garanticen la sostenibilidad y la inversión en alta tecnología no contaminante.
Lo que resulta evidente es que a principios del siglo XXI, se libra una batalla
ideológica nueva, entre el pensamiento neoliberal o de la nueva derecha política que
consideran al EB insostenible, y los sectores socialdemócratas o de izquierdas que lo
consideran imprescindible para mantener la estabilidad social. Hay un contexto que no
existía cuando nació el EB que es la globalización que lo complica todo. Este debate
ideológico es probablemente el más importante que se mantiene en Derechos de la
Ciudadanía. Es trascendental para los países desarrollados que se mantengan las
conquistas sociales alcanzadas o que se retroceda en beneficio del capital. Pero el
resultado también afectará a los países en vías de desarrollo o subdesarrollados
porque marcará el horizonte hacia el que se dirigen. O avanzar hacia mayores cotas de
igualdad y desarrollo humano o mantenimiento de niveles graves de injusticia y
desigualdad.
5. El futuro del EB.
El futuro del Estado de Bienestar, tan decisivo para la consecución de los
objetivos y Derechos de la Ciudadanía está condicionado por siete factores: los
condicionantes económicos, la redistribución de los recursos, las nuevas políticas de
empleo, los cambios tecnológicos, el nuevo consenso social, el desarrollo del tercer
sector y la organización de la sociedad del conocimiento.
Como hemos visto durante la explicación del tema, las Políticas Sociales están
estrechamente relacionadas con el desarrollo y el modelo económico. Por eso hemos
de estar muy atentos a las decisiones que se tomen en cuatro aspectos fundamentales
de la política económica, como son los criterios de fiscalidad y de impuestos, la
prioridad de las inversiones públicas, el aumento de la productividad y el control de los
efectos negativos de la mundialización de la economía.
Igualmente el futuro del Estado de Bienestar depende de la opción
redistributiva que tomen los Estados. Pueden redistribuir los recursos o indemnizar a
quienes lo necesiten. La segunda opción reducirá las prestaciones del Estado de
Bienestar en perjuicio de quienes tienen menos recursos.
Otro factor fundamental son las políticas de empleo. Frente a la resignación del
paro estructural inevitable, se necesitan programas que favorezcan el trabajo para
todos-as y que disminuyan la precariedad y la temporalidad.
En el marco de la globalización las tasas de empleo están muy relacionadas con
la productividad de las empresas porque ello permite competir y comerciar a nivel
internacional. Esa productividad a su vez está condicionada por los cambios
tecnológicos. El Estado de bienestar reclama importantes inversiones en la innovación
tecnológica para que redunde en mejoras productivas.
Pero estos objetivos no serán posibles si no mantenemos o renovamos el
consenso social sobre la necesidad de mantener la cohesión social a través de estas
políticas que garanticen derechos y calidad de vida para todos-as. Si por el contrario se
rompe este convencimiento que existió en Europa desde la Segunda Guerra mundial,
que la desigualdad es incompatible con un Estado democrático y estable, los riesgos de
inestabilidad política y social serán muy graves.
Un elemento de esperanza y que encierra muchas posibilidades es el desarrollo
del tercer sector. De la tradicional intervención del Estado vivida hasta hace poco, en
la actualidad venimos experimentando una cierta privatización del bienestar público
que se traduce en la producción privada de servicios públicos mediante la fórmula del
concierto. Se aprecia claramente que el Estado busca nuevas fórmulas de
reestructuración de sus funciones así como de su intervención buscando compartir
responsabilidades con el mercado y la sociedad civil.
Las políticas de consolidación del EB deben dirigirse a ampliar y estructurar la
sociedad del conocimiento. viviremos en una sociedad cada vez más basada en la
ciencia, que dependerá cada vez más de la innovación, y estas actividades de
investigación científica y de innovación tecnológica dependerán de procesos de
comunicación eficaces.
La ciencia llevará a una sociedad de innovación y de
proyectos” que para su elaboración necesitarán un fuerte intercambio de información
y unas condiciones de comunicación humana profunda.
Cuando el EB parece haber alcanzado el techo, toca decir que la sociedad debe
asumir más responsabilidades, debe ser más activa y debe participar más en los
problemas que les afectan. Se trata, en definitiva, de que la sociedad civil sea también
responsable del futuro bienestar de los ciudadanos junto al Estado y el mercado. Por
eso conviene integrar el Estado del Bienestar en la Sociedad del Bienestar.
En lugar de ideologías cerradas y rígidas serán necesarias “matrices” de valores:
sistemas de valores que no pretenden ofrecer soluciones determinadas a los
problemas sociales, sino que ofrecen marcos de referencia de valores en los que caben
proyectos concretos muy diferentes, que deberán aprender a poder funcionar
conjuntamente en una sociedad muy intercomunicada y compleja.
Estas matrices de valores habrán de tener en cuenta los grandes problemas que
afectan a la supervivencia de toda la comunidad, ya que la cultura debe ser funcional a
la vida: la supervivencia del Tercer Mundo, el mantenimiento de los equilibrios
ecológicos necesarios para mantener la vida en el planeta, el necesario equilibrio entre
el arraigo en la propia cultura particular y la necesaria mirada universal que permita la
convivencia y el enriquecimiento mutuo de las culturas diferentes.

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  • 1. Tema 4. Estado y sociedad del Bienestar. Modelos de Bienestar social: liberalismo, socialismo, altermundialismo. 1. 2. 3. 4. 5. Nacimiento y definición del Estado de Bienestar. Características del Estado de Bienestar y pacto keynesiano. Crisis del Estado de Bienestar. Ideologías enfrentadas ante el EB. El futuro del EB. 1. Nacimiento y definición del Estado de Bienestar. El Estado de Bienestar es la organización social más avanzada que las sociedades contemporáneas se han dado, para garantizar el disfrute generalizado de derechos, el aumento de la igualdad y de la cohesión social. Desgraciadamente, este modelo no se ha generalizado en todo el planeta, más bien, sigue siendo minoritario para la totalidad de la población mundial. Podemos afirmar que a comienzos del siglo XXI, este nivel no lo alcanza ni el diez por ciento de los miles de millones de personas que pueblan la tierra. Entendemos el Bienestar en la definición del Premio Nobel de economía Amartya Sen, como “el conjunto de realizaciones del que dispone un individuo, es decir, como las actividades, seres y haceres que el individuo tiene a su alcance”. Como es fácil deducir, si no está generalizado, tampoco ha existido siempre. Por el contrario, tenemos que asegurar que es una realidad solo a partir de la segunda mitad del siglo XX en Europa. En este Módulo debemos tratar de explicar las razones que lo impulsaron, las dificultades para extenderse y las zonas de crisis actual que padece esta organización social. En la asignatura de Derechos de la Ciudadanía debemos descubrir las causas económicas, históricas, políticas y tecnológicas que condicionan que las sociedades conformen unos modelos sociales u otros. No son casualidades o imprevistos los que determinan unas decisiones sociales u otras. Son juegos de fuerzas, de intereses, de derechos y de organizaciones los que conforman las distintas situaciones políticas, económicas o culturales que dan lugar a los distintos niveles de desarrollo social. Antes de explicar su evolución, debemos fijar claramente la definición y el contenido del Estado de Bienestar, a partir de ahora lo citaremos con las siglas (EB). El profesor Luis Moreno lo entiende como “el conjunto de instituciones estatales proveedoras de legislación y políticas sociales dirigidas a la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía”. El núcleo básico de prestaciones que se han consolidado como el corazón del EB incluye, la atención sanitaria y educativa gratuitas y públicas, el pleno empleo, el acceso a la vivienda, la seguridad social, las pensiones y la sostenibilidad medioambiental. Una característica fundamental es que estos servicios deben ser universales, es decir, dirigidos y recibidos por la totalidad de la población, sin excepciones. Para que
  • 2. esto fuera real, era imprescindible que fuera legislado, sostenido e implementado por el Estado, por las Administraciones públicas que eran y son, las únicas que tienen capacidad coercitiva, recursos económicos y autoridad para sistematizar estas prestaciones. - El EB es posible, cuando el Estado considera responsabilidad suya alcanzar: el pleno empleo. un sistema de seguridad social que cubra al conjunto de población. la garantía de un nivel de vida mínimo para todos-as. la Para conseguir estos objetivos el Estado, fundamentalmente los europeos, controlan entre el 40 y el 50% del Producto Interior Bruto, (PIB) que equivale a la riqueza producida de un país. La forma actual que conocemos de EB, se organiza a partir de la Segunda Guerra Mundial, es decir a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta del siglo XX. Paradójicamente los estragos de la guerra, con más de 50 millones de muertos, con las infraestructuras europeas destrozadas, aceleraron un gran pacto social en Europa, por el que empresarios y trabajadores, arbitrados por el poder de los Estados, acordaron una organización social que manteniendo los criterios capitalistas de libertad de empresa y de mercado, garantizaba derechos básicos universales a través de un sistema fiscal que propiciaba la solidaridad y la cohesión social. Esta organización no surgió repentinamente sino que tiene antecedentes claros. A finales del siglo XIX, se crea la seguridad social, como mecanismo legal y económico para proteger a la clase obrera que padece las primeras consecuencias de la revolución industrial. En los primeros momentos de la puesta en funcionamiento de las nuevas fábricas, los accidentes, las muertes laborales, las invalideces no tenían cobertura y suponían el empobrecimiento y la marginación de familias enteras que vivían de ese único salario. La miseria y la pobreza se extendían en los sectores industriales y provocaron revueltas sucesivas. La organización de los obreros en sindicatos, facilitó la reivindicación de una seguridad social que amparase estas contingencias. Fue necesaria la implicación del Estado para regular, recaudar, legislar y garantizar en definitiva que los derechos laborales se cumpliesen y quedaran respaldados. Para situar el nacimiento, la estructura y la puesta en marcha de lo que hoy entendemos por Estado de Bienestar, debemos mirar a las primeras decisiones sobre prestación social, tomadas a finales del XIX en la Alemania de Bismarck (contra la enfermedad en 1883, contra los accidentes de trabajo en 1884 y contra la vejez e invalidez en 1889). Estas medidas, esencialmente dirigidas a proteger a los obreros del sector industrial, eran instrumentos de compensación del riesgo, dentro de una categoría más o menos homogénea de trabajadores, y significaba una forma de intervención pública claramente diferenciada de la asistencia. En efecto, mientras la asistencia estaba articulada en torno a prestaciones estandarizadas de derechos individuales concretos, el sistema de prestaciones dependía de las contribuciones que
  • 3. habían sido previamente descontadas del salario y guardaban una proporción con ellas. Se empieza a pasar de la excepción a la generalidad. A finales de los años 1930, alrededor de veinte países europeos ya habían regulado algún tipo de protección contra las enfermedades y los accidentes. En el Reino Unido en 1942, en plena guerra mundial, se proclama el principio de cobertura universal de la seguridad social, incluyendo la atención a la enfermedad, la incapacidad laboral, el desempleo o las pensiones de vejez. El Informe Beveridge garantiza la seguridad social “a todos los ciudadanos desde la cuna hasta la tumba”. La expresión inglesa con la que se denomina el EB es Welfare State. No fueron exclusivamente razones humanitarias las que promovieron estas decisiones. También influyeron las recomendaciones económicas de autores reconocidos como Keynes que entendieron que la gran fórmula para activar las economías, era garantizar el consumo, la demanda interna y el crecimiento productivo de cada economía nacional. Generando inversión pública y capacidad de compra de la ciudadanía por sus salarios, se activaba la producción de las empresas y se conseguían dos objetivos fundamentales, aumentar el empleo y la recaudación a través de los impuestos. El EB se generalizó fundamentalmente en el núcleo de los países desarrollados europeos y se convirtió en uno de los pilares del gran crecimiento socioeconómico que disfrutaron en la posguerra. La tragedia de la Segunda Guerra Mundial obligó a los Estados y a la población a conveniar, a pactar, la reconstrucción de los países devastados y a construir sistemas políticos estables que se alejaran de los extremos que habían condicionado el estallido del conflicto, el fascismo por un lado y la radicalización bolchevique por otra. El EB nace para reducir o compensar las graves desigualdades sociales, económicas y políticas que viven los países desarrollados a principios del siglo XX. El intento de los liberales de considerar como inevitables esas grandes zonas de pobreza, encontraron el rechazo de la mayoría de la población afectada. La explicación histórica que daban, de origen malthusiano, por la que la extensión de la pobreza se consideraba natural en una sociedad de la escasez, era inaceptable, sobretodo al compararla con los grandes y rápidos enriquecimientos que disfrutaba la nueva burguesía industrial y comercial. Las clases trabajadoras, organizadas en sindicatos y partidos obreros, recogieron la explicación marxista que identificaba y atribuía esa situación, a la explotación de los más débiles por el sistema económico capitalista industrial y urbano. Esa argumentación sirvió para construir la base ideológica de las nuevas organizaciones de la izquierda social y política que colocaron los derechos sociales como santo y seña de sus movilizaciones. Hay autores importantes que profundizan en el contenido del EB. Así Estruch (1996), considera que el Estado del bienestar puede ser considerado como «una forma de organización institucional basada en el compromiso público con el pleno empleo, la política económica anticíclica, la existencia de sistemas más o menos amplios de provisión universal de ciertos bienes, servicios y transferencias y las políticas
  • 4. redistributivas en pos de la reducción de la desigualdad económica y social». Y Bandrés (1994), entiende que los objetivos del Estado del bienestar se pueden agrupar en tres bloques: la seguridad económica, la reducción de la desigualdad y las políticas de eliminación o reducción de la pobreza. La idea subyacente del Estado de Bienestar, en cierto sentido, es la de una sociedad interdependiente, donde la idea de la responsabilidad está ampliamente compartida. Las sociedades no pueden funcionar con ese nivel de desigualdades. Después de la Revolución Industrial la generación de riqueza ha crecido espectacularmente, y la distribución de ese progreso se convierte en el reto principal para garantizar la estabilidad social y la igualdad real de las personas. La tendencia natural de las sociedades no era buscar ese equilibrio y la extensión del bienestar. Ha hecho falta la reflexión, la organización, la aprobación de políticas sociales concretas para que la realidad se compensara, al menos parcialmente. El EB trata de responder a esos dos retos, la igualdad y la redistribución de oportunidades, recursos y prestaciones. El desarrollo del EB coincide con el mantenimiento de grandes diferencias entre continentes y entre sociedades desarrolladas o la mayoría subdesarrollada. Así la nueva realidad económica capitalista, produce una pobreza estructural que segmenta, que separa a la población en dos grupos, dominadores y dominados. Se consolida así la dualización social. Queda claro el abismo entre el primer y tercer mundo, entre países y continentes. Pero también dentro del primer mundo se mantienen o crecen los sectores excluidos o en situación de pobreza. Algunos datos muy elocuentes se ofrecen a continuación: - En 1960, el 20% de la población con mayores rentas, tenía veces más elevados que el 20% más pobre. ingresos 30 - En 1990, el 20% de la población más rica, ingresaba 60 veces lo del 20% de población más pobre. - A principios de los 90 en EEUU, el 20% con menos ingresos, recibía el 1’1 de la renta nacional. El 20% con más ingresos, recibía el 50% de la renta del país. - A nivel mundial, en la última década, el 20% de la población más rica, tiene el 80% del PIB mundial, el 81% del comercio y el 80% del ahorro. - Por el contrario, también en el ámbito mundial el 20% más pobre tiene el 1’4% del PIB mundial, y el 10% del comercio y la inversión. - En 1997, las 400 personas más ricas de EEUU, poseían activos por valor de un billón de dólares. Esa cantidad representa, el doble del PIB de España, y tres veces los ingresos de los 30 millones de pobres de EEUU. En este punto debemos aclarar que si el sistema de acumulación de riquezas y división social que genera el capitalismo, favorece esos graves desequilibrios, también
  • 5. hay que reconocer que cuando se combina, modera y compensa con sistemas democráticos, de contenido y orientación social efectiva, se alcanzan realizaciones muy significativas como el propio Estado de Bienestar. Algunos autores relativizan esta visión positiva, criticando que parte del desarrollo social de los países desarrollados, se ha hecho a base de unas relaciones comerciales muy injustas con el tercer mundo. Así se adquieren materias primas a muy bajo precio en países africanos, sudamericanos o asiáticos y se devuelven convertidos en productos muy elaborados a un alto precio y gran valor añadido que se queda en el primer mundo. Hoy somos conscientes que las desigualdades no se arreglan solas. En algunas ocasiones se ha creído que el mercado arreglaba “naturalmente” esta acumulación de riqueza en pocas manos, mientras crecían los pobres y los sectores en exclusión social. La historia del último siglo confirma que el Estado, como expresión de la ciudadanía, ha tenido que intervenir para alcanzar un nuevo equilibrio. El modelo de Estado de Bienestar es la propuesta más integral, más extendida y más estable que ha ensayado la sociedad en el último siglo de avance de la ciudadanía y los derechos humanos. El Estado de Bienestar se entiende, por tanto, como el “compromiso del sector público por la universalización de los derechos humanos básicos: el pleno empleo, la generalización de la educación y la asistencia sanitaria, la cobertura universal de servicios sociales y la garantía de unos ingresos mínimos a todo ciudadano”. Es una forma de organización sociopolítica que se consolida en los años cuarenta del siglo XX, después de múltiples ensayos de reforma social. Muchos autores consideran que el EB fue posible por las aportaciones intelectuales de Keynes y Beveridge, que dieron lugar al llamado pacto “keynesiano”. Uno aportó las teorías económicas y el segundo las propuestas sociales. 2. Características del Estado de Bienestar. Sin los cambios económicos, tecnológicos, políticos y sociales que se dieron a lo largo de los siglos XIX y XX, hubiese sido imposible organizar y promover el EB. Pero ese conjunto de hechos y de situaciones objetivas necesitaron igualmente de unos representantes y de unos liderazgos, en varios campos, que dinamizaran y concretaran los proyectos y las decisiones. En este grupo de personas que por su capacidad técnica y científica ofrecieron las propuestas concretas para materializarlo, está el economista británico J. M. Keynes. Supo entender las contradicciones, las posibilidades y las necesidades del momento y plantear orientaciones nuevas que valieron para salir de la crisis gravísima que vivió Europa y el mundo en torno a 1929, con la gran depresión económica y abrir las puertas a la gran idea del EB. Keynes presenta una idea central en su reflexión, “la economía de mercado no funciona”. Con esta expresión, desacreditaba las bases del liberalismo económico que lo basaba todo en la libre competencia, en la iniciativa privada y en la libertad de los mercados y los precios. Para demostrarlo presentaba los datos de la parálisis de la economía capitalista en los primeros cuarenta años del siglo XX. Una propuesta y a la vez una alternativa que ofrece Keynes es la intervención del Estado,
  • 6. para dinamizar la producción, redistribuir beneficios y garantizar derechos sociales. Sin saberlo estaba sentando las bases del nuevo Estado de Bienestar. Ofrece tres grandes aportaciones, recogidas principalmente en su obra Teoría general del empleo, el interés y el dinero. El Estado debe jugar el papel de dinamizador de inversiones y redistribuidor de recursos, fundamentalmente para garantizar el nivel de crecimiento necesario y el pleno empleo. Las políticas fiscales garantizarán la solidaridad entre quienes tienen ingresos y quienes carecen de ellos y los fondos para las políticas sociales. La economía se activará, también, por el consumo y la inversión privados, para generar empleo y crecimiento económicos, porque el Estado no debe concentrar toda la acción económica sino dinamizarla, arbitrarla y compensarla. Keynes ha sido un economista importante porque aportó soluciones para hacer posible sociedades democráticas, con niveles de desarrollo social significativos. De sus propuestas podemos sacar algunas conclusiones para nuestra asignatura de Derechos de la Ciudadanía. Los derechos sociales necesitan el respaldo y la garantía del Estado para que sean efectivos. En segundo lugar, las prestaciones sociales requieren recursos económicos muy altos y para eso la economía debe estar pujante de forma que garantice el pleno empleo por un lado y la recaudación fiscal, por otro. Con una economía estancada no es posible aumentar y estabilizar derechos sociales. Para que haya actividad económica es necesario que la ciudadanía tenga capacidad de consumo porque si no hay demanda, las empresas no pueden mantener su nivel de producción y por tanto de empleo. La propuesta de Keynes suponía un pacto, un gran acuerdo entre las organizaciones empresariales, los sindicatos y los representantes políticos o gubernamentales. En el fondo se necesitaba un gran acuerdo de toda la sociedad. Por un lado, los patronos se comprometían a generar empleo, aumentar las inversiones y pagar los impuestos necesarios para mantener el nuevo Bienestar que se demandaba. Los trabajadores aceptaban niveles salariales contenidos, garantizar la paz laboral y aumentar la productividad. Por su parte los gobiernos, reforzaban sus niveles de inversión pública y aumentaban y universalizaban los servicios públicos fundamentales. El pacto keynesiano significaba una nueva relación entre el mercado, el poder y los valores, y fue posible por una serie de circunstancias que facilitaron el entendimiento entre las distintas fuerzas sociales. La depresión económica de los años treinta mostraba un sistema, el capitalismo liberal, incapaz de generar empleo y bienestar para la mayoría. Las experiencias totalitarias en Italia y Alemania, la gran amenaza de la revolución comunista en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y el destrozo de la II Guerra Mundial eran razones más que poderosas para la búsqueda de una “tercera vía” que ofreciera a los ciudadanos derechos económicos y sociales, seguridad, sin sacrificar las libertades del Estado de derecho. Conservadores, liberales y socialistas democráticos compartieron esta estrategia, en la que el mercado, que había tenido hasta el momento una clarísima preeminencia, cedía parte de ella al
  • 7. Estado y a los nuevos valores que acompañaban a éste: solidaridad colectiva frente al puro éxito individual, y democracia social. Este proyecto keynesiano suponía objetivos y condiciones socioeconómicos: 1. Situación y búsqueda del pleno empleo. El capital permitía, en una situación de pleno empleo, la subida de los salarios reales en la misma medida que la productividad, siempre que hubiera estabilidad en la distribución de beneficios empresariales y salarios. Los beneficios empresariales totales debían seguir creciendo en términos absolutos, y mantener similares los porcentajes entre trabajadores y empresarios. Ésta era la primera condición. 2. La segunda era que el gasto público debía aumentar significativamente. Pero podía crecer en términos absolutos, no en términos relativos. Su crecimiento debería tener un límite, aquel que situara a la Administración Pública como una organización de intermediación que, asegurando mínimos a la población, canalizara hacia el mercado las necesidades sociales. El Estado podía ser complementario, nunca competitivo del sector privado. No hay que olvidar, dado el ataque frontal que en nuestros días sufren los gastos sociales, la importancia del gasto público para el empresariado, para el capital. Las Administraciones públicas, generan empleo y salarios relativamente elevados y aseguran un número importante de consumidores a las empresas. Asimismo, como demandantes de bienes y servicios, a las empresas les aumentaba la cartera de pedidos generada por el gasto público. Por otra parte, al responsabilizarse de la provisión pública de servicios sociales (sobre todo educación, sanidad y garantía de rentas) reducía los costes directos que las empresas hubieran tenido que afrontar vía salarios, para garantizarlos individualmente. Con el EB se avanzó en la reducción de la pobreza, se consiguió una mejora en la distribución de la renta, y crecieron las posibilidades de contar con mayores oportunidades y capacidades para gran parte de la población. Sin embargo, las políticas de bienestar, aunque han tenido muchos elementos positivos, han chocado siempre con los límites impuestos por un sistema económico que se sigue basando en la propiedad privada de los principales medios de producción y en el beneficio como motor de la acumulación. Han representado, por tanto, estas políticas una gestión más social del sistema capitalista y han reformado a éste dentro de unas coordenadas sin que se cuestionen éstas, y siempre y cuando las reformas fueran asumidas por el sistema. El E.B. es un avance reformista del capitalismo para evitar procesos revolucionarios. A todo ello contribuyó el movimiento obrero, las posiciones reformistas de las clases medias, el impulso de los movimientos socialdemócratas, la conformidad de los partidos conservadores, los acuerdos de integración europea y la división de Europa en dos bloques, después de la guerra, que generó competencia y miedo a la extensión de los proyectos revolucionarios.
  • 8. Después de estas consideraciones, podemos resumir las CARACTERÍSTICAS DEL ESTADO DE BIENESTAR, en las siguientes: 1. Se impone una economía mixta, ni absolutamente liberal ni colectivista. Se opta por el control social del mercado y de la libre competencia. Por eso se requiere un nuevo modelo, el EB, donde se garanticen las prestaciones y los derechos sociales fundamentales para el conjunto de la población. 2. El Estado tiene un protagonismo considerable en la ordenación de la economía y redistribución de la riqueza. No se limita a ser guardián de la propiedad privada y del orden público. 3. El equilibrio general del sistema se consigue por: a. incremento de las inversiones públicas. b. la búsqueda del pleno empleo que generaliza el consumo y la actividad económica de las empresas privadas. c. una potente política fiscal proporcional a los ingresos y al patrimonio. 4. Universalización de los servicios públicos de sanidad, educación, empleo, seguridad social, vivienda, recursos naturales y pensiones que garantizarán: a. una renta mínima, independientemente del valor de mercado de su trabajo o propiedad. b. reducir la inseguridad ante ciertas “contingencias sociales” graves como la enfermedad, vejez y desempleo. c. Unas condiciones de vida cada vez mejores y más igualitarias. 2. Aparición de la “sociedad de clases medias”. En lugar de la antigua sociedad polarizada con una minoría muy rica y una gran mayoría pobre (como todavía sucede en el Tercer Mundo), tenemos ahora unas sociedades occidentales con una gran cantidad de clases medias, de las cuales las dos terceras partes, tienen una renta familiar per cápita que oscila entre el 70% y el 120% de la renta media. 3. Crisis del Estado de Bienestar. Este modelo entró en crisis a principio de los años setenta del siglo pasado y continúan las dificultades hoy en día. Influyen varios factores y no se debe a una causa única. Hay razones económicas, políticas, tecnológicas y sociales. En cualquier caso, se dice que a partir del año 1973, fecha de la primera crisis del petróleo, se marca la línea de retroceso. Crisis económica y fiscal. La crisis en los países árabes productores de petróleo, a principios de los 70, produjo un encarecimiento de las materias primas y una caída generalizada del consumo. Como siempre ocurre la disminución de la producción, de las ventas y del consumo significó una paralización de la economía y un aumento del paro. Aumentan
  • 9. los costes de producción. Aumenta el paro y disminuye el consumo. El Estado no encuentra soluciones ante el incremento de los gastos en transporte, en energía, en las empresas públicas y la reducción de los ingresos. Los ciudadanos habían consumido y modernizado sus hogares y sus propiedades por los buenos salarios y precios que disfrutaron durante esos casi 30 años de desarrollo. Pasado ese tiempo lo que se vendía en el mercado ya lo tenían, no suponía una novedad. Bajó el consumo y por tanto las ventas. Al reducir la actividad comercial, las empresas despidieron y aumentó el paro. Esa crisis disminuyó los ingresos del Estado porque bajaron las ganancias y las declaraciones fiscales. El Estado ingresaba menos, pero debía gastar más porque los seguros de desempleo crecieron. Algo similar a lo que ocurre con la crisis de 2008 que estamos padeciendo. Conviene destacar que los procesos sociales son complejos y se relacionan unos con otros como se observa en la descripción que hemos realizado. Todos los fenómenos anteriores vienen a confluir en un resultado principal: la caída de los beneficios empresariales. La proporción correspondiente a los salarios y las cotizaciones sociales en el total de las rentas no había dejado de aumentar en los años anteriores de expansión. Lógicamente, a cuenta de las retribuciones del capital. Disminuye la rentabilidad del capital cuyas causas se pueden resumir en tres factores: No se podía vender toda la producción que el sistema estaba en condiciones de generar al haberse saturado los mercados y alcanzado un límite insostenible en el endeudamiento. Como sabemos, a medida que había ido aumentando el poder adquisitivo de las clases asalariadas se elevaba también su consumo, lo que a su vez estimulaba la apertura de nuevos horizontes a la producción. Pero mientras no se modificara la variedad de los productos no habría forma alguna de seguir realizando la misma producción. Es entonces necesario modificar la estrategia de competencia entre las empresas. Pero la tecnología existente no facilitaba esa diversificación. La tecnología típica del fordismo proporcionaba las bases de fabricación de una gran cantidad de un mismo producto y de una sola vez, pero no diversos productos y a la vez rentables. Se produjo la aparición de muy diferentes estratos de asalariados que, lógicamente, se correspondían con segmentos también distintos de consumidores. Para satisfacerlos se había ido haciendo preciso modificar la gama de los productos, aumentar su variedad procurando la mayor diferenciación posible de la oferta. Se requiere crear continuamente “nuevas necesidades” como forma de mantener un elevado nivel de actividad y, consiguientemente, de ganancia. Este proceso conduce a la búsqueda permanente de nuevas envolturas o apariencias externas de productos idénticos o similares para que puedan aparecer como capaces de satisfacer necesidades distintas. En consecuencia, la diferenciación bajo ese modelo fordista resultaba no sólo muy difícil, sino que, además, era muy costosa. En definitiva, no era rentable. La productividad de los factores utilizados disminuía progresivamente. Mientras que la productividad total del capital y el trabajo había mantenido un ritmo de crecimiento anual del 2,9 % antes de 1973, a partir de este año y hasta 1988 será
  • 10. del 0,7%. La productividad del trabajo había aumentado a un ritmo anual del 4,2 % antes de 1973, no alcanzaría sino el 1,5% entre esta fecha y 1988. Sucedía, simplemente, que a lo largo de los años sesenta, mientras se producía la expansión, el capital había vivido de las rentas tecnológicas, sin apenas modificar la base material del sistema. La tasa de innovación del sistema en su conjunto, durante estos años fue menor que en cualquier década desde los años 20 y “significativamente menor” que la correspondiente a los cuarenta y cincuenta. Estas tres circunstancias provocaban una situación que podríamos calificar de pintoresca, si no fuera porque por su causa se producirá una depresión económica de gran envergadura. Había capacidad económica suficiente entre los consumidores, pero no era utilizada porque lo que se ofrecía no era demandado. Se necesitaba más inversión para modificar la base productiva de las empresas, pero no se llevaba a cabo porque la escasa rentabilidad la hacía insuficientemente atractiva, arriesgada y muy costosa desde el punto de vista de coste de oportunidad, al haberse multiplicado las posibilidades de ganancia a través de la especulación o la intermediación financiera. A principios del siglo XXI, la crisis continúa, pero hay otras circunstancias que entran en escena. Nos referimos fundamentalmente a tres circunstancias: a. Se desencadena una grave crisis financiera en todo el mundo a partir del descubrimiento de negocios especulativos en compañías y bancos norteamericanos. Esta situación es grave porque se limita y reduce el crédito. Sin apoyo económico de los bancos no es posible la inversión, ni la actividad empresarial. b. El problema se extiende y contagia en todo el planeta, en todos los países por el fenómeno de la globalización de la economía. Los cambios tecnológicos, la pérdida de autonomía de los Estados para diseñar sus políticas y la dependencia de la mayoría de los países de las decisiones de las grandes compañías multinacionales. c. Los cambios financieros y tecnológicos explicados son importantes, pero las transformaciones políticas también lo son. El pensamiento liberal, que deja en manos de la iniciativa privada la solución de la crisis, complica más la solución de la misma. El pensamiento conservador se extiende en todos los países desarrollados y condiciona las propuestas. La defensa de lo público y de la intervención del Estado para compensar esos desequilibrios no tiene suficiente apoyo social y político y no se ensayan soluciones en la línea clásica del EB y defendidas por Keynes, entre otros expertos sociales. Al globalizarse la economía, como resultado del desarrollo de la tecnología de la información y de los nuevos medios de transporte, los intercambios se producen a escala mundial, dando origen a un movimiento vertiginoso de movimientos de capital, mercancías y personas. Al mismo tiempo, los importantes costes que suponen las prestaciones del Estado de Bienestar, encarecen el precio de los productos a exportar y están en peores condiciones para competir con los productos de países con menores costos sociales. Así por ejemplo, los tomates canarios no pueden competir con los de Marruecos porque allí los salarios y los costos sociales son un 80% más baratos que en Canarias. En una economía globalizada las condiciones de cada país repercuten a la hora de colocar los productos en los mercados internacionales.
  • 11. Es necesario comprender que durante los últimos quince años, el modelo social se ha transformado radicalmente. Estamos pasando de la sociedad industrial, a la sociedad red o sociedad globalizada. Todos los acontecimientos locales o nacionales tienen una dimensión mundial por las nuevas comunicaciones. La nueva sociedad en la que participamos está fuertemente interconectada, en lo económico, en lo cultural y en lo político. Las grandes empresas multinacionales tienen un poder creciente. Crisis política del modelo de Estado. Crisis de legitimación. En este contexto, el consenso político que permitió la creación del EB, se rompe. Los partidos conservadores, a partir de los años 80, especialmente desde el gobierno conservador en el Reino Unido de Margaret Thatcher y de R. Reagan en EEUU, cuestionan la organización, los contenidos y los costos del EB. Por ello, decimos que además de los problemas económicos y sociales ha surgido un grave desencuentro ideológico que debilita el mantenimiento del EB. Decimos que se produce también una crisis de legitimación del Estado. El Estado está legitimado cuando responde a las expectativas de los ciudadanos y satisface sus necesidades. El Estado de Bienestar nace legitimado, aceptado, reconocido por la ciudadanía porque consigue un equilibrio entre esfuerzo y resultados, prestaciones. Cuando se produce la crisis y aumenta el paro, crece la inflación que daña el valor de los salarios, se recortan servicios sociales por su carestía, el Estado pierde legitimad, es decir apoyo. La sociedad se crispa y aumenta la conflictividad. El Estado pierde legitimidad cuando pierde la confianza de la sociedad. 4. Ideologías enfrentadas ante el EB. Políticas ante la crisis. El consenso político e ideológico que permitió impulsar el EB en los años cuarenta, saltó por el aire al aparecer las graves dificultades de los setenta. Las diferencias ideológicas se acentuaron al tratar de explicarla, pero sobretodo al proponer soluciones. Así podemos reconocer las siguientes posiciones: a. La ideología conservadora o neoliberal, considera que el EB es fruto de una concepción paternalista de la sociedad y una intromisión en el bienestar y las libertades del individuo a largo plazo. Sus aspectos negativos superan con mucho a los positivos: es antieconómico, porque socava el incentivo del capital a invertir y del trabajador a trabajar; es antiproductivo, porque multiplica la burocracia pública provocando de esta manera la salida de los recursos humanos y del capital del sector productivo; es ineficaz, porque no suprime la pobreza y absorbe a los más desprotegidos en un “ciclo de dependencia”; prima el control social de la burocracia sobre los ciudadanos y colectivos sociales y, por último, niega la libertad del individuo a escoger dentro de los diferentes servicios sociales. b. Una versión más moderada y realista, que no cierra los ojos ante la evolución y modernización de las sociedades occidentales la encontramos en el pensamiento liberal que considera el EB como producto de las necesidades generadas por el desarrollo de los países industrializados. Pero debe estar controlado para que no
  • 12. resulte demasiado costoso y perjudique a los capitales privados, necesarios para la inversión. Para esta corriente el EB es una necesidad funcional del sistema contra las disfunciones del mercado, pero que debe ser lo más reducido posible. En buena lógica liberal al capital, basado en el beneficio, no le interesa acudir a cubrir determinadas necesidades o servicios sociales que no son rentables, y allí acude el Estado. Se trata, sin embargo, de un bienestar limitado a determinados colectivos organizados, sobre todo a la fuerza de trabajo cualificada y sindicalizada, y no se aplicará de manera uniforme ni universal porque resultaría muy costoso. c. La posición socialdemócrata apoya y defiende el EB como la expresión más lograda de los ideales de justicia, igualdad y desarrollo humano que la humanidad ha elaborado a lo largo de la historia. Considera que el EB es producto de la movilización social y política, dentro de un proyecto más amplio que pretende alcanzar la transformación gradual del capitalismo. El Estado de Bienestar para los socialdemócratas es el instrumento útil para avanzar en la redistribución de la riqueza y en la conquista de la igualdad social. El desarrollo del EB está condicionado por las luchas entre el capital y el trabajo y por la actuación de las instituciones en el capitalismo avanzado, (gobiernos, partidos, sindicatos). Las prestaciones del Bienestar se establecen entre la lógica y la negociación del mercado y las reivindicaciones políticas. d. Para la corriente más anclada en la tradición comunista, el EB es a la vez, un proceso de redistribución de la riqueza, y un instrumento para el control social de la clase obrera que a largo plazo sólo actúa en interés de la acumulación del capital. Desde ese punto de vista la gestión del bienestar forma parte de la filosofía del capitalismo avanzado interesado en el mantenimiento y reproducción de las relaciones sociales capitalistas. Para el pensamiento comunista o revolucionario conviene recordar que estas políticas fueron introducidas como antídoto contra un socialismo que pedía reformas radicales. Entienden que los cambios se producen más por intereses del capital que por derecho de los trabajadores. El EB ha contribuido a la desmovilización de la clase trabajadora y a desactivar cambios más radicales en la legislación social, etc. e. Es indiscutible que a principios del siglo XXI se están reduciendo prestaciones y servicios propios del EB con la justificación que son muy caros y no hay recursos y que si se aumenta la fiscalidad disminuye la competitividad internacional y no se puede exportar. Ante esta situación los movimientos antiglobalización o altermundialistas plantean que los estados deben imponer un fuerte control a la banca para garantizar que sus grandes beneficios se redistribuyan, exigir impuestos a las grandes operaciones financieras especulativas y apostar por energías renovables que garanticen la sostenibilidad y la inversión en alta tecnología no contaminante. Lo que resulta evidente es que a principios del siglo XXI, se libra una batalla ideológica nueva, entre el pensamiento neoliberal o de la nueva derecha política que consideran al EB insostenible, y los sectores socialdemócratas o de izquierdas que lo consideran imprescindible para mantener la estabilidad social. Hay un contexto que no existía cuando nació el EB que es la globalización que lo complica todo. Este debate
  • 13. ideológico es probablemente el más importante que se mantiene en Derechos de la Ciudadanía. Es trascendental para los países desarrollados que se mantengan las conquistas sociales alcanzadas o que se retroceda en beneficio del capital. Pero el resultado también afectará a los países en vías de desarrollo o subdesarrollados porque marcará el horizonte hacia el que se dirigen. O avanzar hacia mayores cotas de igualdad y desarrollo humano o mantenimiento de niveles graves de injusticia y desigualdad. 5. El futuro del EB. El futuro del Estado de Bienestar, tan decisivo para la consecución de los objetivos y Derechos de la Ciudadanía está condicionado por siete factores: los condicionantes económicos, la redistribución de los recursos, las nuevas políticas de empleo, los cambios tecnológicos, el nuevo consenso social, el desarrollo del tercer sector y la organización de la sociedad del conocimiento. Como hemos visto durante la explicación del tema, las Políticas Sociales están estrechamente relacionadas con el desarrollo y el modelo económico. Por eso hemos de estar muy atentos a las decisiones que se tomen en cuatro aspectos fundamentales de la política económica, como son los criterios de fiscalidad y de impuestos, la prioridad de las inversiones públicas, el aumento de la productividad y el control de los efectos negativos de la mundialización de la economía. Igualmente el futuro del Estado de Bienestar depende de la opción redistributiva que tomen los Estados. Pueden redistribuir los recursos o indemnizar a quienes lo necesiten. La segunda opción reducirá las prestaciones del Estado de Bienestar en perjuicio de quienes tienen menos recursos. Otro factor fundamental son las políticas de empleo. Frente a la resignación del paro estructural inevitable, se necesitan programas que favorezcan el trabajo para todos-as y que disminuyan la precariedad y la temporalidad. En el marco de la globalización las tasas de empleo están muy relacionadas con la productividad de las empresas porque ello permite competir y comerciar a nivel internacional. Esa productividad a su vez está condicionada por los cambios tecnológicos. El Estado de bienestar reclama importantes inversiones en la innovación tecnológica para que redunde en mejoras productivas. Pero estos objetivos no serán posibles si no mantenemos o renovamos el consenso social sobre la necesidad de mantener la cohesión social a través de estas políticas que garanticen derechos y calidad de vida para todos-as. Si por el contrario se rompe este convencimiento que existió en Europa desde la Segunda Guerra mundial, que la desigualdad es incompatible con un Estado democrático y estable, los riesgos de inestabilidad política y social serán muy graves.
  • 14. Un elemento de esperanza y que encierra muchas posibilidades es el desarrollo del tercer sector. De la tradicional intervención del Estado vivida hasta hace poco, en la actualidad venimos experimentando una cierta privatización del bienestar público que se traduce en la producción privada de servicios públicos mediante la fórmula del concierto. Se aprecia claramente que el Estado busca nuevas fórmulas de reestructuración de sus funciones así como de su intervención buscando compartir responsabilidades con el mercado y la sociedad civil. Las políticas de consolidación del EB deben dirigirse a ampliar y estructurar la sociedad del conocimiento. viviremos en una sociedad cada vez más basada en la ciencia, que dependerá cada vez más de la innovación, y estas actividades de investigación científica y de innovación tecnológica dependerán de procesos de comunicación eficaces. La ciencia llevará a una sociedad de innovación y de proyectos” que para su elaboración necesitarán un fuerte intercambio de información y unas condiciones de comunicación humana profunda. Cuando el EB parece haber alcanzado el techo, toca decir que la sociedad debe asumir más responsabilidades, debe ser más activa y debe participar más en los problemas que les afectan. Se trata, en definitiva, de que la sociedad civil sea también responsable del futuro bienestar de los ciudadanos junto al Estado y el mercado. Por eso conviene integrar el Estado del Bienestar en la Sociedad del Bienestar. En lugar de ideologías cerradas y rígidas serán necesarias “matrices” de valores: sistemas de valores que no pretenden ofrecer soluciones determinadas a los problemas sociales, sino que ofrecen marcos de referencia de valores en los que caben proyectos concretos muy diferentes, que deberán aprender a poder funcionar conjuntamente en una sociedad muy intercomunicada y compleja. Estas matrices de valores habrán de tener en cuenta los grandes problemas que afectan a la supervivencia de toda la comunidad, ya que la cultura debe ser funcional a la vida: la supervivencia del Tercer Mundo, el mantenimiento de los equilibrios ecológicos necesarios para mantener la vida en el planeta, el necesario equilibrio entre el arraigo en la propia cultura particular y la necesaria mirada universal que permita la convivencia y el enriquecimiento mutuo de las culturas diferentes.