SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
heterosexualism and the colonail modern gender system maria lugones.en.es.pdf
1. El heterosexualismo y el sistema de género colonial/moderno
Lugones, María, 1944-
Hypatia, Volumen 22, Número 1, Invierno de 2007, págs. 186-209 (Artículo)
Publicado por Prensa de la Universidad de Indiana
Para obtener información adicional sobre este artículo
http://muse.jhu.edu/journals/hyp/summary/v022/22.1lugones.html
Acceso Proporcionado por USP-Universidade de Sao Paulo el 27/09/11 8:25PM GMT
Traducido del inglés al español - www.onlinedoctranslator.com
3. María Lugones 187
La formación es que sin esta historia seguimos centrando nuestro análisis en el
patriarcado; es decir, en una formación de género binaria, jerárquica y opresiva que se
basa en la supremacía masculina sin una comprensión clara de los mecanismos por los
cuales la heterosexualidad, el capitalismo y la clasificación racial son imposibles de
entender separados unos de otros. El patriarcado heterosexualista ha sido un marco de
análisis ahistórico. Comprender la relación entre el nacimiento del sistema de género
colonial/moderno y el nacimiento del capitalismo colonial global –con la centralidad de la
colonialidad del poder en ese sistema de poder global– es comprender de nuevo nuestra
actual organización de la vida.
Este intento de historizar el género y el heterosexualismo es, por lo tanto, un intento
de mover, desalojar y complicar lo que a mí y a otros involucrados en proyectos
liberadores/descoloniales nos ha enfrentado como barreras duras que son tanto
conceptuales como políticas. Éstas son barreras a la conceptualización y puesta en
práctica de posibilidades liberadoras como posibilidades descoloniales. Las posibilidades
liberadoras que enfatizan el lado luminoso del sistema de género colonial/moderno
afirman, más que rechazan, una organización opresiva de la vida. Ha habido una
ausencia persistente de una profunda imbricación de la raza en el análisis que considera
que el género y la sexualidad son centrales en gran parte de la teoría y práctica feminista
blanca, particularmente en la filosofía feminista. Soy cautelosa cuando la llamo teoría y
práctica feminista “blanca”. uno puede sospechar una redundancia involucrada en la
afirmación: es blanco porque parece inevitablemente enredado en un sentido de género
y de sexualidad de género que surge de lo que yo llamo el lado luminoso del sistema de
género moderno/colonial. Pero esa es, por supuesto, una conclusión desde una
comprensión del género que lo ve como un concepto colonial. Sin embargo, llego a esta
conclusión recorriendo un camino político/práxico/teórico que aún no se ha vuelto
central en el trabajo de género: el camino marcado por tomar en serio la colonialidad del
poder. Como dejo claro más adelante en este ensayo, también es políticamente
importante que muchos de los que han tomado en serio la colonialidad del poder hayan
tendido a naturalizar el género. Esa posición también afianza acuerdos de género
coloniales opresivos, organizaciones de vida opresivas.
Entonces, por un lado, estoy interesada en investigar la intersección de raza, clase, género
y sexualidad de una manera que me permita comprender la indiferencia que persiste en gran
parte del análisis feminista. Las mujeres de color y los feminismos del Tercer Mundo han
mostrado consistentemente el camino hacia una crítica de esta indiferencia hacia esta
profunda imbricación de raza, género, clase y sexualidad. El marco que presento está
totalmente basado en los feminismos de las mujeres de color y del Tercer Mundo y surge
desde dentro de ellos. Este marco nos permite hacer preguntas duras pero, con suerte,
inspiradoras. Las preguntas intentan inspirar resistencia a la opresión entendida en este grado
de complejidad. Dos preguntas cruciales que podemos plantearnos sobre el heterosexualismo
desde dentro son: ¿Cómo entendemos la heterosexualidad no simplemente como normativa
sino como consistentemente perversa cuando se ejerce violentamente en todo el moderno
sistema colonial de género para
4. 188 Hipatia
¿Construir un sistema mundial de poder? ¿Cómo llegamos a entender el significado
mismo del heterosexualismo como ligado a una dominación persistentemente violenta
que marca la carne de manera múltiple al acceder a los cuerpos de los no libres en
patrones diferenciales ideados para constituirlos como la materialidad torturada del
poder? En el trabajo que comienzo aquí ofrezco los primeros ingredientes para empezar
a responder estas preguntas. No creo que sea posible ninguna solidaridad o amor
homoerótico entre mujeres que afirman el sistema de género colonial/moderno y la
colonialidad del poder. También creo que el trabajo intelectual y práctico transnacional
que ignora la imbricación de la colonialidad del poder y el sistema de género colonial/
moderno también afirma este sistema global de poder. Pero he visto una y otra vez, a
menudo con incredulidad, cómo los teóricos blancos con mentalidad política han
simplificado el género en términos del patriarcado. Por tanto, intento avanzar en la
discusión sobre el heterosexualismo, cambiando sus propios términos.
También estoy interesado en investigar la intersección de raza, clase, género y
sexualidad de una manera que me permita comprender la indiferencia que los hombres,
pero, más importante para nuestras luchas, los hombres que han sido racializados como
inferiores, exhiben ante las violencias sistemáticas. infligido a las mujeres de color.1
Quiero entender la construcción de esta indiferencia para hacerla inevitablemente
reconocible por aquellos que dicen estar involucrados en las luchas liberadoras. Esta
indiferencia es insidiosa ya que coloca tremendas barreras en el camino de las luchas de
las mujeres de color por nuestra propia libertad, integridad y bienestar y en el camino de
las luchas correlativas hacia la integridad comunitaria. Esto último es crucial para las
luchas comunales por la liberación, ya que es su columna vertebral. La indiferencia se
encuentra tanto en el nivel de la vida cotidiana como en el nivel de teorización tanto de
la opresión como de la liberación. La indiferencia me parece no sólo de no ver la
violencia por la categorización2separación de raza, género, clase y sexualidad. Es decir,
no parece ser sólo una cuestión de cegamiento epistemológico mediante la separación
categorial.
Las feministas de color han dejado claro lo que se revela en términos de
dominación y explotación violenta una vez que la perspectiva epistemológica se
centra en la intersección de estas categorías.3Pero eso no parece suficiente para
despertar en aquellos hombres que han sido blancos de dominación y explotación
violenta cualquier reconocimiento de su complicidad o colaboración con la
dominación violenta de las mujeres de color. En particular, la teorización sobre la
dominación global continúa como si no fuera necesario reconocer ni resistir
traiciones o colaboraciones de este tipo.
Aquí prosigo esta investigación reuniendo dos marcos de análisis que no
he visto suficientemente explorados en conjunto. Me refiero, por un lado, al
importante trabajo sobre género, raza y colonización realizado, no exclusiva,
pero significativamente, por feministas del Tercer Mundo y de color, incluidas
las teóricas críticas de la raza. Este trabajo ha enfatizado el concepto de
interseccionalidad y ha expuesto los aspectos históricos y teórico-prácticos
5. María Lugones 189
exclusión de las mujeres no blancas de las luchas liberadoras en nombre de las mujeres.4
El otro marco es el que introdujo Quijano y que está en el centro de su
trabajo, el de la colonialidad del poder (2000a, 2000b, 2001-2002).5
Juntar ambas corrientes de análisis me permite llegar a lo que tentativamente llamo “el
sistema de género moderno/colonial”. Creo que esta comprensión del género está
implícita en ambos marcos en términos amplios, pero no está articulada explícitamente,
o no en la dirección que creo necesaria para revelar el alcance y las consecuencias de la
complicidad con este sistema de género. Creo que articular este sistema de género
colonial/moderno, tanto a grandes rasgos como en toda su concreción detallada y vivida,
nos permitirá ver lo que se nos impuso. También nos permitirá ver su carácter
destructivo fundamental tanto en un sentido amplio como a largo plazo. La intención de
este escrito es hacer visible la instrumentalidad del sistema de género colonial/moderno
al someternos –tanto a mujeres como a hombres de color– en todos los ámbitos de la
existencia. Pero también es la intención del proyecto hacer visible la ruptura crucial de
los vínculos de solidaridad práctica. Mi intención es proporcionar una forma de
comprender, leer y percibir nuestra lealtad a este sistema de género. Necesitamos
colocarnos en una posición para llamarnos mutuamente a rechazar este sistema de
género mientras llevamos a cabo una transformación de las relaciones comunitarias.6En
este ensayo inicial, presento el modelo de Quijano que complicaré, pero que nos brinda
–en la lógica de los ejes estructurales– una buena base desde dentro para comprender
los procesos de entrelazamiento de la producción de raza y género.
La colonialidad del poder
Quijano piensa la intersección de raza y género en términos estructurales amplios.
Entonces, para entender esa intersección en sus términos, es necesario entender su
modelo de poder capitalista global y eurocentrado. Ambas carreras7y el género
encuentran sus significados en este modelo (patrón).8Quijano entiende que todo poder
se estructura en relaciones de dominación, explotación y conflicto mientras los actores
sociales luchan por el control de “las cuatro áreas básicas de la existencia humana: sexo,
trabajo, autoridad colectiva y subjetividad/intersubjetividad, sus recursos y
productos” (2001). –2002, 1). El poder capitalista global, eurocentrado, se organiza
característicamente en torno a dos ejes: la colonialidad del poder y la modernidad
(2000b, 342). Los ejes ordenan las disputas por el control de cada área de la existencia de
tal manera que la colonialidad del poder y la modernidad impregnan profundamente el
significado y las formas de dominación en cada área. Entonces, para Quijano, las
disputas/luchas por el control del “acceso sexual, sus recursos y productos” definen el
dominio del sexo/género y las disputas, a su vez, pueden entenderse como organizadas
alrededor de los ejes de la colonialidad y la modernidad.
Esta es una comprensión demasiado estrecha de las opresivas construcciones modernas/
coloniales del alcance del género. Quijano también asume el carácter patriarcal y
6. 190 Hipatia
Comprensiones heterosexuales de las disputas por el control del sexo, sus recursos y
productos. Quijano acepta la comprensión global, eurocéntrica y capitalista de lo que
significa el género. Estas características del marco sirven para ocultar las formas en que
las mujeres colonizadas no blancas han sido sometidas y desempoderadas. El carácter
heterosexual y patriarcal de los acuerdos puede apreciarse como opresivo al revelar las
presuposiciones del marco. El género no necesita organizar los acuerdos sociales,
incluidos los acuerdos sexuales sociales. Pero las disposiciones de género no tienen por
qué ser ni heterosexuales ni patriarcales. No es necesario que lo sean, es decir, como
cuestión de historia. Comprender estas características de la organización del género en
el sistema de género moderno/colonial –el dimorfismo biológico, las organizaciones de
relaciones patriarcales y heterosexuales– es crucial para comprender las disposiciones
diferenciales de género a lo largo de líneas “raciales”. El dimorfismo biológico, el
heterosexualismo y el patriarcado son todos característicos de lo que yo llamo el lado
luminoso de la organización colonial/moderna del género. Hegemónicamente, estos
están escritos en gran medida sobre el significado del género. Quijano parece no ser
consciente de aceptar este significado hegemónico del género. Al hacer estas
afirmaciones pretendo ampliar y complicar el enfoque de Quijano, preservando al
mismo tiempo su comprensión de la colonialidad del poder, que está en el centro de lo
que llamo el sistema de género moderno/colonial.
La colonialidad del poder introduce la clasificación social básica y universal de la
población del planeta en términos de la idea de "raza" (Quijano 2001-2002, 1). La
invención de la raza es un giro fundamental ya que reemplaza las relaciones de
superioridad e inferioridad establecidas a través de la dominación. Reconcibe a la
humanidad y las relaciones humanas de forma ficticia, en términos biológicos. Es
importante que lo que Quijano proporcione sea una teoría histórica de la clasificación
social para reemplazar lo que él llama las “teorías eurocéntricas de las clases
sociales” (2000b, 367). Este movimiento deja espacio conceptual a la colonialidad del
poder. Deja espacio conceptual para la centralidad de la clasificación de la población
mundial en términos de razas en la comprensión del capitalismo global. También deja
espacio conceptual para entender las disputas históricas sobre el control del trabajo, el
sexo, la autoridad colectiva y la intersubjetividad como si se desarrollaran en procesos
de larga duración, en lugar de entender cada uno de los elementos como anteriores a
las relaciones de poder. Los elementos que constituyen el modelo de poder capitalista
global, eurocentrado, no están separados unos de otros y ninguno es anterior a los
procesos que constituyen los patrones. De hecho, la presentación mítica de estos
elementos como metafísicamente anteriores es un aspecto importante del modelo
cognitivo del capitalismo global eurocentrado.
Al constituir esta clasificación social, la colonialidad impregna todos los aspectos de la
existencia social y da lugar a nuevas identidades sociales y geoculturales (Quijano 2000b,
342). “américa” y “europa” se encuentran entre las nuevas identidades geoculturales.
“europea”, “india” y “africana” se encuentran entre las identidades “raciales”.
7. María Lugones 191
Esta clasificación es “la expresión más profunda y duradera de la dominación
colonial” (2001-2002, 1). Con la expansión del colonialismo europeo, la clasificación se
impuso a la población del planeta. Desde entonces, ha permeado todos los ámbitos de la
existencia social, constituyendo la forma más eficaz de dominación social material e
intersubjetiva. De este modo,colonialidadNo se refiere sólo a la clasificación racial. Es un
fenómeno abarcador, ya que es uno de los ejes del sistema de poder y como tal
impregna todo control del acceso sexual, la autoridad colectiva, el trabajo, la
subjetividad/intersubjetividad y la producción de conocimiento desde el interior de estas
relaciones intersubjetivas. o, alternativamente, todo control sobre el sexo, la
subjetividad, la autoridad y el trabajo se articula en torno a él. Tal como entiendo la
lógica del “eje estructural” en el uso de Quijano, el elemento que sirve como eje se vuelve
constitutivo y está constituido por todas las formas que toman las relaciones de poder
con respecto al control sobre ese dominio particular de la existencia humana.
Finalmente, Quijano también deja en claro que, si bien la colonialidad está relacionada
con el colonialismo, estos son distintos ya que este último no necesariamente incluye
relaciones racistas de poder. El nacimiento de la colonialidad y su extensión prolongada
y profunda por todo el planeta está estrechamente relacionado con el colonialismo
(2000b, 381).
En el modelo de poder capitalista global, eurocentrado de Quijano,capitalismo se
refiere a “la articulación estructural de todas las formas históricamente conocidas de
control del trabajo o explotación, esclavitud, servidumbre, pequeña producción
mercantil independiente, trabajo asalariado y reciprocidad bajo la hegemonía de la
relación capital-trabajo asalariado” (2000b, 349). En este sentido, la estructuración de las
disputas por el control del trabajo es discontinua: no todas las relaciones laborales bajo
el capitalismo global eurocentrado caen bajo el modelo de relación capital/salario,
aunque éste es el modelo hegemónico. Para comenzar a ver el alcance de la colonialidad
del poder, es importante que el trabajo asalariado haya estado reservado casi
exclusivamente para los europeos blancos. La división del trabajo está completamente
racializada y geográficamente diferenciada. Aquí vemos la colonialidad del trabajo como
una combinación completa de trabajo y raza.
Quijano entiende la modernidad, el otro eje del capitalismo global
eurocentrado, como “la fusión de las experiencias del colonialismo y la colonialidad
con las necesidades del capitalismo, creando un universo específico de relaciones
intersubjetivas de dominación bajo una hegemonía eurocentrada” (2000b, 343). Al
caracterizar la modernidad, Quijano se centra en la producción de una forma de
conocer, denominada racional, surgida desde el interior de este universo subjetivo
desde el siglo XVII en los principales centros hegemónicos de este sistema mundial
de poder (Holanda e Inglaterra). Esta forma de saber está eurocéntrica. Por
eurocentrismoQuijano entiende la perspectiva cognitiva no sólo de los europeos,
sino del mundo eurocentrado, de aquellos educados bajo la hegemonía del
capitalismo mundial. “El eurocentrismo naturaliza la experiencia de las personas
dentro de este modelo de poder” (2000b, 343).
8. 192 Hipatia
Las necesidades cognitivas del capitalismo y la naturalización de las identidades y
relaciones de la colonialidad y de la distribución geocultural del poder capitalista
mundial han guiado la producción de esta forma de conocimiento. Las necesidades
cognitivas del capitalismo incluyen “medición, cuantificación, externalización (u
objetivación) de lo que es cognoscible con respecto al conocedor para controlar las
relaciones entre las personas y la naturaleza y entre ellos con respecto a ella, en
particular la propiedad sobre los medios de vida”. producción” (Quijano 2000b, 343). Esta
forma de conocimiento se impuso en todo el mundo capitalista como única racionalidad
válida y emblemática de la modernidad.
Se entendía mitológicamente que Europa era anterior a este patrón de poder
como centro capitalista mundial que colonizó el resto del mundo y, como tal, el
momento más avanzado en el camino lineal, unidireccional y continuo de la
especie. Se consolidó una concepción de humanidad según la cual la población
mundial se diferenciaba en dos grupos: superior e inferior, racional e irracional,
primitiva y civilizada, tradicional y moderna.PrimitivoSe refiere a un tiempo anterior
en la historia de la especie, en términos de tiempo evolutivo. Europa pasó a ser
concebida míticamente como un capitalismo colonial y global preexistente y como
si hubiera alcanzado un nivel muy avanzado en el camino continuo, lineal y
unidireccional. Así, desde este punto de partida mítico, otros habitantes humanos
del planeta pasaron a ser concebidos míticamente no como dominados por la
conquista, ni como inferiores en términos de riqueza o poder político, sino como
una etapa anterior en la historia de la especie, en este camino unidireccional. Ése
es el significado de la calificación “primitivo” (Quijano 2000b, 343-44).
Podemos ver entonces el ajuste estructural de los elementos que constituyen el
capitalismo global eurocentrado en el modelo (patrón) de Quijano. La modernidad y la
colonialidad ofrecen una comprensión compleja de la organización del trabajo. Nos
permiten ver el ajuste entre la racialización total de la división del trabajo y la producción
de conocimiento. El patrón permite la heterogeneidad y la discontinuidad. Quijano
sostiene que la estructura no es una totalidad cerrada (2000b, 355).
Ahora estamos en condiciones de abordar la cuestión de la interseccionalidad de raza
y género.9en términos de Quijano. Creo que la lógica de los “ejes estructurales” hace más
y menos que la interseccionalidad. La interseccionalidad revela lo que no se ve cuando
categorías como género y raza se conceptualizan como separadas entre sí. La decisión
de cruzar las categorías ha sido motivada por las dificultades para hacer visibles a
quienes son dominados y victimizados en términos de ambas categorías. Aunque en la
modernidad capitalista eurocéntrica todos somos raciales y de género, no todos
estamos dominados o victimizados en términos de raza o género. Kimberlé Crenshaw y
otras mujeres feministas de color han argumentado que las categorías se han entendido
como homogéneas y que seleccionan a los dominantes del grupo como norma; de este
modomujerelige mujeres burguesas blancas,hombreselige a los hombres burgueses
blancos,negroescoge
9. María Lugones 193
hombres heterosexuales negros, etc. Resulta lógicamente claro entonces que la lógica
de la separación categorial distorsiona lo que existe en la intersección, como la violencia
contra las mujeres de color. Dada la construcción de las categorías, la intersección
malinterpreta a las mujeres de color. Entonces, una vez que la interseccionalidad nos
muestra lo que falta, tenemos por delante la tarea de reconceptualizar la lógica de la
intersección para evitar la separabilidad.10Sólo cuando percibimos que el género y la raza
están entrelazados o fusionados, realmente vemos mujeres de color.
La lógica de los ejes estructurales muestra que el género está constituido por y
constituyendo la colonialidad del poder. En ese sentido, no hay separabilidad género/
raza en el modelo de Quijano. Creo que tiene la lógica correcta. Pero el eje de la
colonialidad no es suficiente para señalar todos los aspectos del género. Los aspectos
del género que se muestran dependen de cómo se conceptualiza realmente el género
en el modelo. En el modelo (patrón) de Quijano el género parece estar contenido dentro
de la organización de esa “área básica de existencia” que Quijano llama “sexo, sus
recursos y productos” (2000b, 378). Es decir, hay una explicación del género dentro de
ese marco que en sí misma no está bajo escrutinio y que es demasiado estrecha y
excesivamente biologizada, ya que presupone dimorfismo sexual, heterosexualidad,
distribución patriarcal del poder, etc.
Aunque no he encontrado una caracterización de género en lo que he leído
sobre su obra, me parece que Quijano implica que la diferencia de género se
constituye en las disputas por el control del sexo, sus recursos y productos. Las
diferencias se configuran a través de la manera en que se organiza este control.
Quijano entiende el sexo como atributos biológicos11que se elaboran como
categorías sociales. Contrasta la calidad biológica del sexo con el fenotipo, que no
incluye atributos biológicos diferenciales. por un lado, “el color de la piel, la forma
de los ojos y el cabello no tienen ninguna relación con la estructura
biológica” (2000b, 373). El sexo, por otra parte, le parece a Quijano algo biológico
sin problemas. Caracteriza la “colonialidad degénerorelaciones,"12
es decir, el ordenamiento de las relaciones de género en torno al eje de la colonialidad del poder, de la
siguiente manera:
1. En todo el mundo colonial, las normas y patrones formalideales de
comportamiento sexual de los géneros y, en consecuencia, los
patrones de organización familiar de los “europeos” se fundaban
directamente en la clasificación “racial”: la libertad sexual de los
varones y la fidelidad. de las mujeres eran, en todo el mundo
eurocentrado, la contraparte del acceso libre (es decir, no
remunerado como en la prostitución) de los hombres blancos a las
mujeres “negras” y a los “indios” en américa, a las mujeres “negras”
en áfrica, y otros “colores” en el resto del mundo sometido.
2. En Europa, en cambio, la prostitución de las mujeres era
la contraparte del patrón familiar burgués.
10. 194 Hipatia
3. La unidad y la integración familiares, impuestas como ejes del
modelo de familia burguesa en el mundo eurocentrado, fueron la
contrapartida de la continua desintegración de las unidades de
padres e hijos en las “razas” “no blancas”, que podían mantenerse y
mantenerse. distribuidos como propiedad no sólo como mercancías
sino como “animales”. Este fue particularmente el caso entre los
esclavos “negros”, ya que esta forma de dominación sobre ellos fue
más explícita, inmediata y prolongada.
4. La hipocresía característica que subyace a las normas y valores
formales-ideales de la familia burguesa no son, desde entonces,
ajenas a la colonialidad del poder. (Quijano 2000b, 378, mi
traducción.)
Como vemos en esta compleja e importante cita, el marco de Quijano restringe el
género a la organización del sexo, sus recursos y productos y parece hacer una
presuposición sobre quién controla el acceso y quiénes se constituyen como
recursos. Quijano parece dar por sentado que la disputa por el control del sexo es
una disputa entre hombres, sobre el control de recursos que se cree que son
femeninos. Los hombres no parecen comprendidos como recursos en los
encuentros sexuales. No se cree que las mujeres estén disputando el control del
acceso sexual. Las diferencias se consideran en términos de cómo la sociedad
interpreta la biología reproductiva.
intersexualidad
En “Dilemas de definición”, Julie Greenberg nos dice que las instituciones legales
tienen el poder de asignar individuos a una categoría racial o sexual particular:13
“Todavía se presume que el sexo es binario y fácilmente determinable mediante un análisis de
factores biológicos. A pesar de los estudios antropológicos y médicos que indican lo contrario,
la sociedad supone un paradigma sexual binario inequívoco en el que todos los individuos
pueden clasificarse claramente como masculinos o femeninos (2002, 112). Greenberg sostiene
que a lo largo de la historia de Estados Unidos la ley no ha reconocido a los intersexuales, a
pesar de que entre el 1 y el 4 por ciento de la población mundial es intersexual. Es decir, no
encajan claramente en categorías sexuales inequívocas; “Tienen algunos indicadores biológicos
que sontradicionalmenteasociados con los machos y algunos indicadores biológicos que son
tradicionalmenteasociado con las hembras. La forma en que la ley define los términos
masculino,femenino, ysexotendrá un impacto profundo en estos individuos” (112, énfasis
añadido).
Las asignaciones revelan que lo que se entiende por sexo biológico es una
construcción social. Desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, la
función reproductiva se consideraba una característica esencial de la mujer. La presencia
o ausencia de ovarios fue el criterio último de sexo (Greenberg 2002, 113). Pero
11. María Lugones 195
Hay una gran cantidad de factores que pueden intervenir en “establecer el sexo 'oficial'
de una persona”: cromosomas, gónadas, morfología externa, morfología interna,
patrones hormonales, fenotipo, sexo asignado y sexo autoidentificado (Greenberg 2002,
112). en la actualidad, los cromosomas y los genitales entran en la tarea, pero de una
manera que revela que la biología se interpreta minuciosamente y se construye
quirúrgicamente.
Los bebés XY con penes “inadecuados” deben convertirse en niñas
porque la sociedad cree que la esencia de la masculinidad es la
capacidad de penetrar una vagina y orinar estando de pie. Sin
embargo, a los bebés XX con penes “adecuados” se les asigna el
sexo femenino porque la sociedad y muchos miembros de la
comunidad médica creen que la esencia de la feminidad es la
capacidad de tener hijos más que la capacidad de mantener
relaciones sexuales satisfactorias. (Greenberg 2002, 114)
Los individuos intersexuales frecuentemente son convertidos quirúrgica y
hormonalmente en hombres o mujeres. Estos factores se tienen en cuenta en casos
legales que involucran el derecho a cambiar la designación de sexo en documentos
oficiales, la capacidad de presentar un reclamo por discriminación laboral basada en el
sexo y el derecho a casarse (Greenberg 2002, 115). Greenberg informa sobre las
complejidades y la variedad de decisiones sobre la asignación sexual en cada caso. La ley
no reconoce la condición de intersexual. Aunque la ley permite la autoidentificación del
sexo en ciertos documentos, “en su mayor parte, las instituciones legales continúan
basando la asignación del sexo en los supuestos tradicionales de que el sexo es binario y
puede determinarse fácilmente analizando factores biológicos” (Greenberg 2002, 119 ).
El trabajo de Greenberg me permite señalar un supuesto importante en el modelo
que nos ofrece Quijano. Esto es importante porque el dimorfismo sexual ha sido una
característica importante de lo que yo llamo “el lado luminoso” del sistema de género
colonial/moderno. Aquellos en el “lado oscuro” no necesariamente fueron entendidos de
manera dimórfica. Los temores sexuales de los colonizadores los llevaron a imaginar a
los indígenas de América como hermafroditas o intersexuales, con penes grandes y
pechos de los que manaba leche.14Pero como han dejado claro Paula Gunn Allen
(1986/1992) y otros, los individuos intersexuales eran reconocidos en muchas sociedades
tribales antes de la colonización sin asimilación al binario sexual. Es importante
considerar los cambios que trajo la colonización para comprender el alcance de la
organización del sexo y el género bajo el colonialismo y en el capitalismo global
eurocentrado. Si este último sólo reconoció el dimorfismo sexual entre los hombres y
mujeres burgueses blancos, ciertamente no se sigue que la división sexual esté basada
en la biología. Las correcciones cosméticas y sustantivas de la biología dejan muy claro
que el “género” es anterior a los rasgos “biológicos” y les da significado. La naturalización
de las diferencias sexuales es otro producto del uso moderno de la ciencia que Quijano
señala en el caso de la “raza”. no todo
12. 196 Hipatia
diferentes tradiciones corrigen y normalizan a las personas intersexuales. Entonces, al igual que con
otros supuestos, es importante preguntarse cómo el dimorfismo sexual sirvió y continúa sirviendo a la
dominación/explotación capitalista global, eurocéntrica y eurocéntrica.
Igualitarismo sin género y ginecrático
A medida que el capitalismo global eurocentrado se fue constituyendo mediante la
colonización, se introdujeron diferencias de género donde no las había. oyéronké
oyewùmí (1997) nos ha demostrado que el sistema de género opresivo que se impuso a
la sociedad yoruba hizo mucho más que transformar la organización de la reproducción.
Su argumento nos muestra que el alcance del sistema de género impuesto por el
colonialismo abarca la subordinación de las mujeres en todos los aspectos de la vida. Por
lo tanto, la comprensión de Quijano sobre el alcance de la discriminación de género en el
capitalismo global eurocentrado es demasiado estrecha. Allen argumentó que muchas
tribus nativas americanas eran matriarcales, reconocían más de dos géneros, reconocían
positivamente el “tercer” género y la homosexualidad, y entendían el género en términos
igualitarios y no en los términos de subordinación que les imponía el capitalismo
eurocentrado. El trabajo de Gunn nos ha permitido ver que el alcance de las diferencias
de género era mucho más amplio y no se basaba en la biología. Allen también nos
mostró una construcción ginecéntrica del conocimiento y un enfoque para comprender
la “realidad” que contrarresta la producción de conocimiento de la modernidad. Así, nos
ha señalado la dirección de reconocer la construcción del conocimiento basada en el
género en la modernidad, otro aspecto del alcance oculto del “género” en la explicación
que hace Quijano de los procesos que constituyen la colonialidad del género.
igualitarismo sin género
EnLa invención de las mujeres, oyéronké oyewùmí plantea interrogantes sobre la validez
del patriarcado como categoría transcultural válida (1997, 20). Lo hace, no contrastando
el patriarcado y el matriarcado, sino argumentando que “el género no era un principio
organizador en la sociedad yoruba antes de la colonización occidental” (31). no existía
ningún sistema de género. De hecho, nos dice que el género “se ha vuelto importante en
los estudios yoruba, no como un artefacto de la vida yoruba, sino porque la vida yoruba,
pasada y presente, ha sido traducida al inglés para adaptarse al patrón occidental de
razonamiento corporal” (30). La suposición de que la sociedad yoruba incluía el género
como principio organizativo es otro caso “de dominio occidental en la documentación e
interpretación del mundo, facilitado por el dominio material global de Occidente” (32).
Nos dice que “los investigadores siempre encuentran el género cuando lo buscan” (31).
“El brillo habitual de las categorías yorubaobinrinyokunrincomo 'mujer/mujer' y
'hombre/hombre', respectivamente, es una traducción errónea. Estas categorías no son
binariamente opuestas ni jerárquicas” (32-33). los prefijosobinyokunespecificar una
variedad de
13. María Lugones 197
anatomía. oyewùmí traduce los prefijos como refiriéndose al varón anatómico y a
la hembra anatómica, abreviados comoanamaleyanafemenino. Es importante
señalar que ella no entiende que estas categorías sean binariamente opuestas.
oyewùmí entiende el género introducido por Occidente como una herramienta de
dominación que designa dos categorías sociales binariamente opuestas y jerárquicas.
'Mujeres' (el término de género) no se define a través de la biología, aunque se asigna a
los anafemales. Las mujeres se definen en relación con los hombres, la norma. Las
mujeres son aquellas que no tienen pene; los que no tienen poder; aquellos que no
pueden participar en la arena pública (oyewùmí 1997, 34). Nada de esto era cierto para
las anafemales yoruba antes de la colonización.
La imposición del sistema estatal europeo, con su consiguiente
maquinaria legal y burocrática, es el legado más duradero del dominio
colonial europeo en África. Una tradición que se exportó a África
durante este período fue la exclusión de las mujeres de la recién creada
esfera pública colonial. . . . El mismo proceso mediante el cual las
mujeres fueron categorizadas y reducidas a “mujeres” las hizo
inelegibles para roles de liderazgo. . . . El surgimiento de las mujeres
como una categoría identificable, definida por su anatomía y
subordinada a los hombres en todas las situaciones, fue resultado, en
parte, de la imposición de un Estado colonial patriarcal. Para las
mujeres, la colonización fue un proceso doble de inferiorización racial y
subordinación de género. La creación de “mujeres” como categoría fue
uno de los primeros logros del estado colonial. No sorprende, por
tanto, que fuera impensable que el gobierno colonial reconociera a
mujeres líderes entre los pueblos que colonizaron, como los Yorùbá. . . .
La transformación del poder estatal en poder masculino se logró en un
nivel mediante la exclusión de las mujeres de las estructuras estatales.
Esto contrastaba marcadamente con la organización estatal Yorùbá, en
la que el poder no estaba determinado por el género. (123–25)
oyewùmí reconoce dos procesos cruciales en la colonización: la imposición de razas con la
consiguiente inferiorización de los africanos y la inferiorización de las anafemales. La
inferiorización de las mujeres anafemales se extendió muy ampliamente: desde la exclusión de
roles de liderazgo hasta la pérdida de control sobre la propiedad y otros dominios económicos
importantes. oyewùmí señala que la introducción del sistema de género occidental fue
aceptada por los hombres yoruba, quienes así se confabularon con la inferiorización de las
anafemales. Entonces, cuando pensamos en la indiferencia de los hombres no blancos ante las
violencias ejercidas contra las mujeres no blancas, podemos comenzar a tener alguna idea de
la colaboración entre los anamales y los colonos occidentales contra las anafemales. oyewùmí
deja claro que tanto hombres como mujeres resistieron los cambios culturales en diferentes
niveles. Así, mientras
14. 198 Hipatia
En Occidente, el desafío del feminismo es cómo pasar de la
categoría de “mujeres” saturada de género a la plenitud de una
humanidad asexuada. Para Yorùbá obinrin, el desafío es
obviamente diferente porque en ciertos niveles de la sociedad y en
algunas esferas, la noción de una “humanidad sin sexo” no es ni un
sueño al que aspirar ni un recuerdo a realizar. Existe, aunque en
concatenación con la realidad de los sexos separados y jerárquicos
impuestos durante el período colonial. (156)
Podemos ver, entonces, que el alcance de la colonialidad del género es demasiado
estrecho. Quijano asume muchos de los términos del lado luminoso hegemónico del
sistema de género moderno/colonial al definir el alcance del género. He salido de la
colonialidad del género para examinar lo que oculta, o lo que no permite considerar,
sobre el alcance mismo del sistema de género del capitalismo global eurocentrado.
Entonces, aunque creo que la colonialidad del género, como la describe Quijano, nos
muestra aspectos muy importantes de la intersección de raza y género, sigue, más que
revela, la eliminación de las mujeres colonizadas de la mayoría de las áreas de la vida
social. Se adapta, en lugar de perturbar, la reducción de la dominación de género. El
rechazo de oyewùmí a la perspectiva de género al caracterizar la inferiorización de las
mujeres anafemales en la colonización moderna deja claro el alcance y la extensión de la
inferiorización. Su comprensión del género, la construcción capitalista colonial y
eurocentrada, es mucho más amplia que la de Quijano. Ella nos permite ver la
inferiorización económica, política y cognitiva, así como la inferiorización de las mujeres
anafemales con respecto al control reproductivo.
Igualitarismo ginecrático
Asignar a este gran ser el puesto de “diosa de la fertilidad”
es sumamente denigrante: trivializa a las tribus
y trivializa el poder de la mujer.
—Paula Gunn Allen
Mientras caracteriza a muchas tribus nativas americanas como ginecráticas, Paula Gunn
Allen enfatiza la centralidad de lo espiritual en todos los aspectos de la vida india y, por
lo tanto, una intersubjetividad muy diferente desde dentro de la cual se produce el
conocimiento que la de la colonialidad del conocimiento en la modernidad. Muchas
tribus indias americanas “pensaban que la potencia primaria del universo era femenina,
y que la comprensión autoriza todas las actividades tribales” (allen 1986/1992, 26). La
vieja Mujer Araña, la Mujer Maíz, la Mujer Serpiente, la Mujer Pensamiento son algunos
de los nombres de poderosas creadoras. Para las tribus ginecráticas, la mujer está en el
centro y “nada es sagrado sin su bendición, su pensamiento” (allen 1986/1992, 13).
15. María Lugones 199
Reemplazar esta pluralidad espiritual ginecrática con un ser masculino
supremo, como lo hizo el cristianismo, fue crucial para someter a las tribus. Allen
propone que transformar las tribus indias de igualitarias y ginecráticas a
jerárquicas y patriarcales “requiere cumplir cuatro objetivos:
1. La primacía de la mujer como creadora es desplazada y reemplazada por
creadores de género masculino (generalmente genéricos) (1986/1992, 41).
2. Las instituciones tribales de gobierno y las filosofías que las
fundamentan son destruidas, como ocurrió entre los
iroqueses y los cherokee (41).
3. La gente “es expulsada de sus tierras, privada de su sustento económico y
obligada a restringir o poner fin por completo a actividades de las que
dependen su sistema ritual, su filosofía y su subsistencia. ahora
dependientes de las instituciones blancas para su supervivencia, los
sistemas tribales no pueden permitirse la ginocracia cuando el
patriarcado –es decir, la supervivencia– requiere el dominio
masculino” (42).
4. La estructura del clan “debe ser reemplazada de hecho, si no en teoría, por
la familia nuclear. Mediante esta estratagema, las jefas de clan son
reemplazadas por funcionarios masculinos electos y la red psíquica que
se forma y mantiene por la naturaleza del ginecentricismo no autoritario
basado en el respeto a la diversidad de dioses y personas se rompe por
completo” (42).
Por lo tanto, para todos, la inferiorización de las mujeres indias está profundamente ligada a la
dominación y transformación de la vida tribal. La destrucción de las ginocracias es crucial para
la “diezma de poblaciones mediante el hambre, las enfermedades y la alteración de todas las
estructuras sociales, espirituales y económicas” (42). El programa de desginocratización
requiere un impresionante “control de imagen e información”. Así, “la reformulación de
versiones tribales arcaicas de la historia, las costumbres, las instituciones y la tradición oral
tribales aumenta la probabilidad de que las versiones revisionistas patriarcales de la vida tribal,
sesgadas o simplemente compuestas por no indios patriarcales e indios patriarcalizados, se
incorporen a la vida espiritual y espiritual. tradiciones populares de las tribus” (42).
entre las características de la sociedad india objeto de destrucción estaban la
estructura social complementaria bilateral; la comprensión del género; y la
distribución económica que a menudo seguía el sistema de reciprocidad. Los dos
lados de la estructura social complementaria incluían una jefa interna y un jefe
masculino externo. El jefe interno presidía la banda, aldea o tribu, manteniendo la
armonía y administrando los asuntos internos. El jefe masculino rojo presidía las
mediaciones entre la tribu y los forasteros (allen 1986/1992, 18). El género no se
entendía principalmente en términos biológicos. La mayoría de las personas
encajan en roles de género tribales “sobre la base de su propensión,
16. 200 Hipatia
inclinación y temperamento. Los Yuma tenían una tradición de designación de género
basada en sueños; una mujer que soñaba con armas se convertía en un hombre a todos
los efectos prácticos” (196).
Al igual que oyewùmí, Allen está interesado en la colaboración entre algunos hombres
indios y blancos para socavar el poder de las mujeres. Es importante para nosotros pensar en
estas colaboraciones mientras pensamos en la cuestión de la indiferencia ante las luchas de las
mujeres en comunidades racializadas contra múltiples formas de violencia contra ellas y las
comunidades. El colonizador blanco construyó una poderosa fuerza interna a medida que los
hombres colonizados fueron cooptados para desempeñar roles patriarcales. Allen detalla las
transformaciones de las ginecracias iroquesas y cherokees y el papel de los hombres indios en
el paso al patriarcado. Los británicos llevaron a hombres cherokee a Inglaterra y les dieron una
educación en las costumbres inglesas. Estos hombres participaron durante el momento del
acto de remoción.
En un esfuerzo por evitar la expulsión, los Cherokee a principios del
siglo XIX, bajo el liderazgo de hombres como Elias Boudinot, Major
Ridge y John Ross, entre otros, redactaron una constitución que privaba
de sus derechos a las mujeres y a los negros. Siguiendo el modelo de la
Constitución de los Estados Unidos, cuyo favor intentaban ganarse, y en
conjunto con los simpatizantes cristianos de la causa Cherokee, la
nueva constitución Cherokee relegó a las mujeres a la posición de
bienes muebles. (allen 1986/1992, 37)
Las mujeres cherokee habían tenido el poder de hacer la guerra, decidir el destino de los
cautivos, hablar ante el consejo de hombres, tenían derecho a ser incluidas en las
decisiones de política pública, el derecho a elegir con quién y si casarse, el derecho a
portar armas. . El Consejo de Mujeres era política y espiritualmente poderoso (36–37).
Las mujeres Cherokee perdieron todos estos poderes y derechos, cuando los Cherokee
fueron eliminados y se introdujeron acuerdos patriarcales. Los iroqueses pasaron de ser
un pueblo centrado en la Madre y con derechos de la Madre, organizado políticamente
bajo la autoridad de las Matronas, a una sociedad patriarcal cuando los iroqueses se
convirtieron en un pueblo sometido. La hazaña se logró con la colaboración de
Handsome Lake y sus seguidores.
Según Allen, muchas de las tribus eran ginecráticas, entre ellas los
susquehanna, los hurones, los iroqueses, los cherokee, los pueblo, los navajos, los
narragansett, los algonkianos costeros y los montagnais. También nos dice que
entre las ochenta y ocho tribus que reconocían la homosexualidad, entre las que
reconocían a los homosexuales en términos positivos se encontraban los apache,
navajo, winnebago, cheyenne, pima, crow, shoshoni, paiute, osage, acoma, zuñi,
sioux, pawnee, Choctaw, Creek, Seminole, Illinois, Mohave, Shasta, aleut, Sac y Fox,
Iowa, Kansas, Yuma, azteca, Tlingit, Maya, naskapi, Ponca, Maricopa, Lamath,
Quinault, Yuki, Chilula y Kamia. Veinte de estas tribus incluían referencias
específicas al lesbianismo.
17. María Lugones 201
Michael Horswell (2003) comenta útilmente sobre el uso del términotercer
género. Dice que tercer género no significa que haya tres géneros. Es más bien una
forma de romper con las bipolaridades de sexo y género. El “tercero” es
emblemático de otras combinaciones posibles además de la dimórfica. El término
berdacheA veces se utiliza para “tercer género”. Horswell nos dice que los machos
berdache han sido documentados en casi 150 sociedades norteamericanas y las
hembras en la mitad de grupos (2003, 27). También comenta que la sodomía,
incluida la sodomía ritual, se registró en las sociedades andinas y en muchas otras
sociedades nativas de América (27). Los nahuas y mayas también reservaron un
papel a la sodomía ritualizada (Sigal 2003, 104). Curiosamente, Pete Sigal nos dice
que los españoles veían la sodomía como un pecado, pero la ley española
condenaba a un castigo penal a la persona activa, no a la pasiva, en la sodomía. En
la cultura popular española, la sodomía se racializaba conectando la práctica con
los moros y la pareja pasiva era condenada y vista como igual a un moro. Los
soldados españoles eran vistos como socios activos de los moros pasivos (102-104).
Allen no sólo nos ha permitido ver cuán estrecha es la concepción de género de
Quijano en términos de la organización de la economía y de la autoridad colectiva, sino
que también ha revelado que la producción de conocimiento tiene un género, al igual
que la concepción misma de la realidad en cada momento. nivel. allen apoyó el
cuestionamiento de la biología en la construcción de las diferencias de género e
introduce la importante idea de que los roles de género son elegidos y soñados. Allen
también nos mostró que la heterosexualidad característica de la construcción moderna/
colonial de las relaciones de género se produce, se construye míticamente. Pero la
heterosexualidad no sólo está biologizada de forma ficticia; es obligatorio e impregna
toda la colonialidad del género en el sentido amplio y renovado. En este sentido, el
capitalismo global eurocentrado es heterosexualista. Creo que es importante ver, a
medida que entendemos la profundidad y la fuerza de la violencia en la producción de
los lados claros y oscuros del sistema de género colonial/moderno, que esta
heterosexualidad ha sido consistentemente perversa, violenta y degradante, tornándose
a las personas en animales y convertir a las mujeres blancas en reproductoras de “la raza
(blanca)” y “la clase (media o alta)”. El trabajo de Horswell y Sigal complementa el de
Allen, particularmente en la comprensión de la presencia de la sodomía y la
homosexualidad masculina en la América colonial y precolonial.
El sistema de género colonial/moderno
Comprender el lugar del género en las sociedades precoloniales es fundamental para
comprender la naturaleza y el alcance de los cambios en la estructura social que impusieron
los procesos que constituyeron el capitalismo eurocentrado colonial/moderno. Esos cambios se
introdujeron a través de procesos lentos, discontinuos y heterogéneos que inferiorizaron
violentamente a las mujeres colonizadas. El sistema de género introducido estuvo
profundamente informado a través de la colonialidad del poder.
18. 202 Hipatia
Comprender el lugar del género en las sociedades precoloniales también es esencial
para comprender el alcance y la importancia del sistema de género en la desintegración
de las relaciones comunales, las relaciones igualitarias, el pensamiento ritual, la toma de
decisiones y la autoridad colectivas y las economías. Por lo tanto, es importante
comprender hasta qué punto la imposición de este sistema de género fue tan
constitutiva de la colonialidad del poder como la colonialidad del poder lo fue de ella. La
lógica de la relación entre ellos es de constitución mutua.15Pero ya debería estar claro
que el sistema colonial y moderno de género no puede existir sin la colonialidad del
poder, ya que la clasificación de la población en términos de raza es una condición
necesaria de su posibilidad.
Para pensar el alcance del sistema de género del capitalismo global eurocentrado es
necesario comprender hasta qué punto el proceso mismo de reducción del concepto de
género al control del sexo, sus recursos y productos constituye dominación de género.
Para comprender este estrechamiento y entender la interrelación de la racialización y la
generización, debemos considerar si los acuerdos sociales previos a la colonización
respecto de los sexos les daban significados diferenciales en todas las áreas de la
existencia. Esto nos permitirá ver si el control sobre el trabajo, la subjetividad/
intersubjetividad, la autoridad colectiva y el sexo –las “áreas de existencia” de Quijano–
tenía en sí mismo un género. Dada la colonialidad del poder, creo que también podemos
decir que tener un lado oscuro y otro luminoso es característico de la co-construcción de
la colonialidad del poder y del sistema de género colonial/moderno. Considerar
críticamente tanto el dimorfismo biológico como la posición de que el género construye
socialmente el sexo biológico nos ayuda a comprender el alcance, la profundidad y las
características del sistema de género colonial/moderno. El sentido es que la reducción
del género a lo privado, al control sobre el sexo y sus recursos y productos es una
cuestión de ideología, de la producción cognitiva de la modernidad que ha entendido la
raza como algo generizado y el género como racial de maneras particularmente
diferenciales para los europeos. blancos y pueblos colonizados/no blancos. la raza no es
más mítica ni ficticia que el género; ambas son ficciones poderosas.
En el desarrollo del feminismo del siglo XX, las conexiones entre género, clase y
heterosexualidad racializadas no se hicieron explícitas. Ese feminismo centró su
lucha y sus formas de conocer y teorizar contra una caracterización de las mujeres
como frágiles, débiles tanto en cuerpo como en mente, recluidas en lo privado y
sexualmente pasivas. Pero no hizo tomar conciencia de que esas características
sólo construían la feminidad burguesa blanca. De hecho, a partir de esa
caracterización, las feministas burguesas blancas teorizaron la feminidad blanca
como si todas las mujeres fueran blancas.
Es parte de su historia que sólo las mujeres burguesas blancas han contado
sistemáticamente como mujeres así descritas en Occidente. Las mujeres excluidas de esa
descripción no eran sólo sus subordinadas. También se entendía que eran animales en un
sentido que iba más allá de la identificación de las mujeres blancas con la naturaleza, los bebés
y los animales pequeños. Fueron entendidos como animales en el sentido profundo.
19. María Lugones 203
de “sin género”dieciséismarcada sexualmente como femenina, pero sin las características de
la feminidad.17Las mujeres racializadas como inferiores pasaron de ser animales a varias
versiones modificadas de “mujeres” que se adaptaban a los procesos del capitalismo
global eurocentrado. Así, la violación heterosexual de esclavas indias o africanas
coexistió con el concubinato, así como con la imposición de la comprensión heterosexual
de las relaciones de género entre los colonizados, cuando y como convenía al
capitalismo global eurocentrado y a la dominación heterosexual de las mujeres blancas.
Pero el trabajo de oyewùmí y allen ha dejado claro que no hubo extensión del estatus de
las mujeres blancas a las mujeres colonizadas, incluso cuando fueron convertidas en
símiles de las mujeres blancas burguesas. Las mujeres colonizadas obtuvieron el estatus
inferior de género como mujeres, sin ninguno de los privilegios que acompañan a ese
estatus para las mujeres burguesas blancas, aunque las historias que oyewùmí y allen
han presentado deberían dejar claro a las mujeres burguesas blancas que su estatus es
muy inferior al de las nativas americanas. o mujeres yoruba antes de la colonización.
oyewùmí y allen también han explicado que la comprensión igualitaria de la relación
entre anafemales, anamales y personas del “tercer género” no ha abandonado ni la
imaginación ni las prácticas de los nativos americanos y yoruba. Pero éstas son
cuestiones de resistencia a la dominación.
Al borrar cualquier historia, incluida la historia oral, de la relación entre las mujeres
blancas y las no blancas, el feminismo blanco escribió en grande a las mujeres blancas. a
pesar de que histórica y contemporáneamente las mujeres burguesas blancas sabían
perfectamente cómo orientarse en una organización de la vida que las enfrentaba a un
trato muy diferente al de las mujeres no blancas o de la clase trabajadora.18La lucha
feminista blanca se volvió contra las posiciones, roles, estereotipos, rasgos y deseos
impuestos a la subordinación de las mujeres blancas burguesas. No toleraron la
opresión de género de nadie más. Entendían que las mujeres habitaban cuerpos
blancos, pero no articulaban o tomaban conciencia de esa calificación racial. Es decir, no
se entendían a sí mismos en términos interseccionales, en la intersección de raza,
género y otras marcas contundentes de sujeción o dominación. Como no percibieron
estas profundas diferencias, no vieron la necesidad de crear coaliciones. Presumían una
hermandad, un vínculo dado con el sometimiento del género.
Históricamente, la caracterización de las mujeres blancas europeas como frágiles y
sexualmente pasivas las oponía a las mujeres colonizadas no blancas, incluidas las esclavas,
que se caracterizaban por una gama de agresión y perversión sexual, y como lo
suficientemente fuertes para realizar cualquier tipo de trabajo. Por ejemplo, las mujeres
esclavas que realizaban trabajos agotadores en el sur de Estados Unidos no eran consideradas
frágiles ni débiles.
Primero vinieron, encabezadas por un viejo conductor que llevaba un látigo,
cuarenta de las mujeres más grandes y fuertes que jamás haya visto juntas; todas
vestían un sencillo uniforme de cuadros azulados y las faldas llegaban hasta
20. 204 Hipatia
poco debajo de la rodilla; sus piernas y pies estaban descalzos; Se
comportaban con altivez, cada uno con una azada al hombro y
caminando con un movimiento libre y poderoso, comocazadoresen
marcha. Detrás iba la caballería, treinta hombres, en su mayoría
hombres, aunque también había algunas mujeres, dos de las cuales
iban a horcajadas sobre las mulas de arado. un capataz blanco, delgado
y vigilante, montado en un enérgico pony, cerraba la marcha. . . . Los
trabajadores están obligados a estar en el campo de algodón tan
pronto como amanezca y, con excepción de los diez o quince minutos
que se les conceden al mediodía para tragar su ración de tocino frío, no
se les permite estar un momento inactivo hasta que está demasiado
oscuro para ver, y cuando la luna está llena, a menudo trabajan hasta
media noche. (Takaki 1993, 111)
Patricia Hill Collins ha aportado una idea clara de la comprensión dominante de que las
mujeres negras son sexualmente agresivas y la génesis de ese estereotipo en la
esclavitud:
La imagen de Jezabel se originó bajo la esclavitud cuando las mujeres negras
eran retratadas como, para usar las palabras de Jewelle Gómez, “nodrizas
sexualmente agresivas”. La función de Jezabel era relegar a todas las
mujeres negras a la categoría de mujeres sexualmente agresivas,
proporcionando así una poderosa razón para las agresiones sexuales
generalizadas por parte de hombres blancos que normalmente denunciaban
las esclavas negras. Jezabel cumplió otra función más. Si se pudiera retratar
a las esclavas negras como personas que tienen un apetito sexual excesivo,
entonces el resultado esperado debería ser un aumento de la fertilidad. Al
suprimir el cuidado que las mujeres afroamericanas podrían brindar a sus
propios hijos, lo que fortalecería las redes familiares negras, y al obligar a las
mujeres negras a trabajar en el campo, “cuidar” a los niños blancos y cuidar
emocionalmente a sus dueños blancos, los dueños de esclavos
efectivamente los vincularon. las imágenes controladoras de jezabel y mami
a la explotación económica inherente a la institución de la esclavitud. (Collins
2000, 82)
Pero no son sólo las esclavas negras las que fueron colocadas fuera del alcance de la
feminidad burguesa blanca. EnCuero ImperialMientras nos cuenta la descripción que hizo
Colón de la Tierra como el pecho de una mujer, Anne McClintock evoca la “larga tradición de los
viajes masculinos como una erótica de rapto”.
Durante siglos, los continentes inciertos (África, América, Asia) fueron figurados en
la tradición europea como libidinosamente erotizados. Los relatos de los viajeros
abundaban en visiones de la monstruosa sexualidad de tierras lejanas, donde,
según decía la leyenda, los hombres lucían penes gigantes y las mujeres se
asociaban con simios, pechos masculinos feminizados.
21. María Lugones 205
manaba leche y las mujeres militarizadas se la cortaban. . . . Dentro de
esta tradición pornotrópica, las mujeres figuraban como el epítome de
la aberración y el exceso sexual. El folklore los consideraba, incluso más
que a los hombres, entregados a un veneración lascivo tan promiscuo
que rayaba en lo bestial. (1995, 22)
McClintock describió la escena colonial representada en un dibujo del siglo XVI en
el que Jan van der Straet "retrata el 'descubrimiento' de América como un
encuentro erotizado entre un hombre y una mujer".
Sacada de su languidez sensual por el recién llegado épico, la
mujer indígena extiende una mano invitante, insinuando sexo y
sumisión. . . . Vespucci, la llegada divina, está destinado a
inseminarla con sus semillas masculinas de civilización, fructificar la
naturaleza y sofocar las desenfrenadas escenas de canibalismo de
fondo. . . . Los caníbales parecen ser mujeres y están asando una
pierna humana. (25-26)
En el siglo XIX, nos dice McClintock, “la pureza sexual surgió como una metáfora
controladora del poder racial, económico y político” (47). Con el desarrollo de la
teoría evolutiva “se buscaron criterios anatómicos para determinar la posición
relativa de las razas en la serie humana” (50) y “el varón inglés de clase media fue
colocado en la cima de la jerarquía evolutiva. Siguieron las mujeres blancas
inglesas de clase media. Las trabajadoras domésticas, las mineras y las prostitutas
de la clase trabajadora estaban estacionadas en el umbral entre las razas blanca y
negra” (56). En la misma línea, Yen Le espíritu nos dice que
Las representaciones de género y sexualidad figuran fuertemente en la
articulación del racismo. Las normas de género en Estados Unidos se basan
en las experiencias de hombres y mujeres de clase media de origen europeo.
Estas normas de género construidas eurocéntricamente forman un telón de
fondo de expectativas para los hombres y mujeres estadounidenses de color,
expectativas que el racismo a menudo impide cumplir. En general, los
hombres de color no son vistos como protectores, sino más bien como
agresores, una amenaza para las mujeres blancas. y las mujeres de color son
vistas como excesivamente sexualizadas y, por lo tanto, indignas de la
protección social y sexual otorgada a las mujeres blancas de clase media.
Para los hombres y mujeres asiático-americanos, su exclusión de las
nociones culturales de lo masculino y lo femenino basadas en los blancos ha
adoptado formas aparentemente contrastantes: los hombres asiáticos han
sido presentados como hipermasculinos (el “peligro amarillo”) y afeminados
(la “minoría modelo”); y las mujeres asiáticas se han vuelto superfemeninas
(la “Muñeca China”) y castradoras (la “Dama Dragón”). (1997, 135)
22. 206 Hipatia
Este sistema de género se congeló a medida que Europa avanzaba en el proyecto colonial.
Tomó forma durante las aventuras coloniales españolas y portuguesas y alcanzó su máxima
expresión en la modernidad tardía. El sistema de género tiene un lado claro y otro oscuro. El
lado luminoso construye hegemónicamente el género y las relaciones de género, ordenando
sólo las vidas de los hombres y mujeres burgueses blancos y constituyendo el significado
moderno/colonial de hombres y mujeres. La pureza sexual y la pasividad son características
cruciales de las mujeres burguesas blancas que reproducen la clase y la posición colonial y
racial de los hombres blancos burgueses. Pero igualmente importante es la exclusión de las
mujeres burguesas blancas de la esfera de la autoridad colectiva, de la producción de
conocimiento y de la mayor parte del control sobre los medios de producción. La debilidad
mental y corporal es importante en la reducción y el aislamiento de las mujeres burguesas
blancas de la mayoría de los ámbitos de la vida, de la mayoría de las áreas de la existencia
humana. El sistema de género es heterosexualista, ya que la heterosexualidad permea el
control patriarcal racializado sobre la producción, incluida la producción de conocimiento, y
sobre la autoridad colectiva. La heterosexualidad es a la vez obligatoria y perversa entre los
hombres y mujeres burgueses blancos, ya que el acuerdo ejerce una violencia significativa
sobre los poderes y derechos de las mujeres burguesas blancas y sirve para reproducir el
control sobre la producción y las mujeres burguesas blancas son inducidas a esta reducción a
través de un acceso sexual limitado.
El lado oscuro del sistema de género fue y es completamente violento. Hemos comenzado
a ver las profundas reducciones de los anamales, anafemales y personas del “tercer género” en
su participación ubicua en los rituales, la toma de decisiones y la economía; su reducción a la
animalidad, al sexo forzado con colonizadores blancos, a una explotación laboral tan profunda
que a menudo la gente moría trabajando. Quijano nos dice que “el vasto genocidio indígena de
las primeras décadas de la colonización no fue causado, en su mayor parte, por la violencia de
la conquista, ni por las enfermedades que portaban los conquistadores. más bien se debió al
hecho de que los indios fueron utilizados como mano de obra desechable, obligados a trabajar
hasta la muerte” (2000a, mi traducción).
Quiero señalar la conexión entre la obra que cito aquí al presentar el lado oscuro del
sistema de género colonial moderno y la colonialidad del poder de Quijano. A diferencia
de las feministas blancas que no se han centrado en el colonialismo, estas teóricas ven
en gran medida la construcción diferencial del género a lo largo de líneas raciales. Hasta
cierto punto, entienden el género en un sentido más amplio que Quijano; por lo tanto,
no sólo piensan en el control sobre el sexo, sus recursos y productos, sino también en el
trabajo racializado y diferenciado por género. Es decir, ven una articulación entre
trabajo, sexo y colonialidad del poder. oyewùmí y allen, por ejemplo, nos han ayudado a
darnos cuenta del alcance total del alcance del sistema de género colonial/moderno en
la construcción de la autoridad colectiva, en todos los aspectos de la relación entre
capital y trabajo, y en la construcción del conocimiento.
Se ha realizado y aún se debe realizar un trabajo importante para detallar los
lados claros y oscuros de lo que llamo el sistema de género colonial moderno.19En
23. María Lugones 207
Al presentar este arreglo a grandes rasgos, pretendo iniciar una conversación y un proyecto de
investigación y educación popular colaborativa y participativa en el que podamos comenzar a
ver en sus detalles el sentido a largo plazo de los procesos del sistema colonial/de género
enredados en la la colonialidad del poder en el presente, para descubrir la colaboración y para
llamarnos unos a otros a rechazarla en sus diversas formas mientras volvemos a
comprometernos con la integridad comunitaria en una dirección liberadora. Necesitamos
comprender la organización de lo social para hacer visible nuestra colaboración con la violencia
de género racializada sistemática, para llegar a un inevitable reconocimiento de ella en
nuestros mapas de la realidad.
notas
1. Utilizo productos originados en EE. UU.mujeres de colora lo largo de este artículo como una coalición
término contra múltiples opresiones. Es un término problemático y no necesariamente uno de
autoidentificación para muchas de las mujeres a las que se les impuso el sistema de género
moderno/colonial. Esas mujeres fueron y siguen siendo el blanco de una violencia estatal e
interpersonal sistemática y generalizada bajo el capitalismo global eurocentrado.
2. Yo usocategorialpara marcar arreglos de acuerdo con categorías. ciertamente yo
no quiero decircategórico.
3. Existe una literatura muy amplia y significativa sobre esta cuestión de la interseccionalidad.
Aquí me refiero sólo a unos pocos artículos: Spelman 1988; Barkley Brown 1991; Crenshaw
1995; espíritu 1997; Collins 2000; y Lugones 2003.
4. Al trabajo ya mencionado quiero agregar amos y Parmar 1984; Lorde
1984; allen 1986; anzaldúa 1987; McClintock 1995; oyewùmí 1997; y alexander y
Mohanty 1997.
5. Aníbal Quijano ha escrito extensa e influyentemente sobre este tema. El
La interpretación que ofrezco está recopilada de 1991, 2000a, 2000b, 2001-2002.
6. La educación popular puede ser un método de exploración crítica colectiva de este
sistema de género tanto en su gran trazo como, más importante aún, en su detallada concreción
espacio/temporal hacia una transformación de las relaciones comunitarias.
7. Quijano entiende la raza como una ficción. Siempre pone comillas.
alrededor del término para indicar esta cualidad ficticia. Cuando los términos “europeo” e
“indio” están entre comillas, significan una clasificación racial.
8. Quijano prefierepatrónamodelocomo traducción parapatrón. Su razón es que
El modelo sugiere algo a seguir o copiar. Porque este uso depatrónA menudo es incómodo,
usomodelo.
9. Al eliminar aquí las comillas en torno a la raza, no pretendo estar en desacuerdo.
con Quijano sobre la cualidad ficticia de la raza. más bien quiero comenzar a enfatizar la
cualidad ficticia del género, incluida la “naturaleza” biológica del sexo y la heterosexualidad.
10. Ver miRomerías/Peregrinajes(2003) y “Multiculturalismo radical y mujeres
of Color Feminismos” (sf) para analizar esta lógica.
11. No he visto estos atributos resumidos por Quijano. Así que no sé
ya sea que esté pensando en combinaciones cromosómicas o en genitales y senos.
24. 208 Hipatia
12. Quiero señalar que Quijano llama a esta sección de su “Colonialidad del Poder y
Clasificación Social” (2000b), no la colonialidad del sexo sino del género.
13. La relevancia de las disputas legales contemporáneas sobre la asignación de género a
Los individuos intersexuados deben quedar claros ya que el modelo de Quijano incluye el período
contemporáneo.
14. Véase McClintock 1995.
15. Estoy seguro de que quienes lean este artículo reconocerán mucho de lo que digo.
y algunos podrán pensar que ya está dicho. Esto me parece muy bien, siempre que vaya
acompañado de un reconocimiento teórico-práctico de esta constitución mutua, que se
manifieste a lo largo del trabajo teórico, práctico y teórico-práctico. Pero creo que algo
que bien puede ser nuevo aquí es mi enfoque de la lógica de la interseccionalidad y mi
comprensión de la reciprocidad de la construcción de la colonialidad del poder y el
sistema de género colonial/moderno. Creo que ambos son necesarios, pero es sólo la
lógica mutualidad de construcción la que produce la inseparabilidad de raza y género.
16. La interpretación de Spelman (1988) de la distinción de Aristóteles entre hombres libres y
Las mujeres de la polis griega y los esclavos y las esclavas me sugirieron esta afirmación. Es
importante señalar que reducir a las mujeres a la naturaleza o a lo natural es confabularse con
esta reducción racista de las mujeres colonizadas. Más de un pensador latinoamericano que
denuncia el eurocentrismo relaciona a la mujer con lo sexual y lo reproductivo.
17. Es importante distinguir entre ser considerado sin género porque
un animal, y no tener, ni siquiera conceptualmente, ninguna distinción de género. Es decir, tener
género no es una característica del ser humano para todas las personas.
18. La profunda distinción entre mujeres blancas de clase trabajadora y mujeres no blancas puede ser
vislumbrados desde los lugares muy diferentes que ocuparon en la serie evolutiva a la que se
refiere McClintock (1995, 4).
19. Ahora tengo claro que existe una zona intermedia ambigua entre la luz
y el lado oscuro que concibe/imagina/construye a las sirvientas, mineras, lavanderas y
prostitutas blancas como no necesariamente captadas a través de la lente del binario sexual o
de género y como racializadas ambiguamente, pero no como blancas. Véase McClintock 1995.
Estoy trabajando en la inclusión de esta complejidad crucial en el marco.
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