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En la transición al nuevo milenio y en las actuales circunstancias,
es decir, cuando Ecuador atraviesa por una de las más graves
crisis de su historia, se hacia más que nunca imprescindible
ofrecer al público lector una reflexión seria y renovada del pasado
del país. El propósito fundamental de esta tarea se planteo en
términos de brindarle no sólo un instrumento eficaz de
comprensión de las raíces históricas nacionales que nos son
propios y comunes, sino sobre todo de permitirle encontrar, a la
luz del análisis pretérito, respuestas a muchos de los graves
problemas que nos agobian en el presente.
Y es que en el marco de las profundas transformaciones que ha
experimentado el quehacer historiográfico en el Ecuador en las últimas
décadas, todo ejercicio de análisis retrospectivo exige, por parte del
historiados, un múltiple compromiso y un amplio desempeño que rebasa la
exclusiva aclaración del pasado y se preocupa del presente y del futuro, en
orden a despertar la "memoria histórica", sacudir las conciencias y
encontrar otros y esperanzadores caminos, hechos sobre la base de la
igualdad social, la equitativa distribución de la riqueza y la valoración y
respetuosa aceptación de nuestra diversidad étnica cultural.
Esta obra que ahora presentamos, esfuerzo conjunto de la Universidad
Andina "Simón Bolívar", del Taller de Estudios Históricos y del Diario "La
Hora", es entonces importante, porque estudia la Historia del Ecuador
desde las sociedades aborígenes hasta nuestros días desde esa perspectiva
de análisis renovado, mediante la cual el lector puede reconstruir una
visión crítica del pasado y fundamentalmente reavivar los lazos con su
identidad nacional resultado extraordinario de las varias y heterogéneas
que caracterizan a Ecuador.
En este afán de intentar conducir al lector a través del tiempo, la obra
cuenta a más del contenido, organizado de acuerdo con las grandes
períodos de la historia del país, con un importante y esclarecedor material
gráfico, una serie de recuadros que recogen información complementaria
sobre cada período o tema tratado, y una valiosa bibliografía comentada,
guía idónea para aquellas personas empeñadas en profundizar en
determinado aspecto o tiempo histórico de su interés.
Este trabajo que responde a las nuevas propuestas historiográficas, presta
atención no sólo a los aspectos políticos, económicos y sociales (desde
cuya perspectiva analiza, entre otras cuestiones, como materia
fundamental el papel de los protagonistas históricos colectivos), sino que
reflexiona además sobre otros temas, hasta hace poco tiempo
desatendidos, como la cuestión regional y la evolución de las estructuras
espaciales.
En esta tarea participó un grupo de historiadores, sin cuya colaboración no
hubiera sido posible llevarla a cabo, y si a ellos agradecemos sus
esfuerzos, lo dedicamos profundamente a los profesores consagrados a la
enseñanza de la historia, con quienes los historiadores comparten la gran
responsabilidad de difundirla, pero también a los estudiantes, importante
razón de ser de nuestros esfuerzos comunes.
ESQUELETOS
Mujer y niño de 14 años
Cultura Las Vegas
Elena, de Karen E. Stothert.
BancoCentral Guayaquil, 1988.
*Ernesto Salazar
Introducción
La evidencia arqueológica hoy disponible permite afirmar que nuestra
historia comienza hace unos 11.000 años. Hacia esta fecha el país ha
salido ya de una de las épocas más frías de la glaciación Wisconsin y se
instaura un procesa de mejoramiento climático, que tardará algunos
milenios en alcanzar las condiciones actuales. El hombre ocupa el territorio
nacional y se expande por la Sierra y la costa modificando paulatinamente
el medio ambiente en su beneficio.
Los primeros pobladores practicaban una subsistencia de caza y
recolección, formando bandas dispersas con territorios relativamente fijos,
aunque con cierta periodicidad debieron juntarse para explotar zonas ricas
en recursos y ejercer acciones de cohesión social. La caza recolección
como estrategia adaptativa perduró, en términos generales, hasta el tercer
milenio antes de Cristo, cuando surgieron las primeras manifestaciones de
la agricultura como medio básico de subsistencia.
Este lapso de aproximadamente 6.000 años ha sido denominado por los
arqueólogos período lítico o precerámico. A diferencia de Norteamérica,
donde ha sido subdividido en paleoindio y arcaico, en razón de la
diversidad de recursos explotados y de las estrategias de supervivencia, en
la arqueología ecuatoriana permanente aún sin divisiones,
fundamentalmente por la escasa investigación realizada sobre las
sociedades tempranas del país. En efecto, el registro arqueológico
disponible es muy exiguo y la información proporcionada por los sitios
hasta hoy descubiertos no permite dar una visión clara del desarrollo
cultural en tan largo período.
El poblamiento del Ecuador
El problema del poblamiento inicial del país es bastante complejo, porque
se conoce mal la dinamia de las migraciones prehistóricas. Por ahora el
registro arqueológico permite afirmar que el poblamiento de nuestro país
se hizo por el callejón interandino, acaso con migraciones menores por la
Costa y el Oriente. En esta época los glaciares y el páramo se hallaban en
franca retirada y el bosque montano cubría las profundidades de los valles
interandinos, proporcionando abundantes recursos animales y vegetales.
La Costa gozaba de un clima relativamente estable, con una estación seca
larga y una estación lluviosa corta, que mantenían una sabana abierta con
bosques de galería a lo largo de los ríos, brindando variados recursos,
tanto marinos como del interior.
Los seres humanos parecen haber ocupado rápidamente el callejón
interandino. La Costa, en cambio habría permanecido largamente
deshabitada, a juzgar por la relativa escasez de asentamiento
precerámicos descubiertos (excepto los numerosos sitios de la península
de Santa Elena) en una región que, comparativamente, es una de las más
estudiadas del país. El Oriente habría sido objeto de incursiones
esporádicas desde la Sierra, que apenas rozaban la selva tropical. Si hubo
alguna migración por la selva, las evidencias no han sido aún descubiertas,
por falta de exploraciones sistemáticas de la región.
Restos humanos antiguos
Los vestigios arqueológicos se reducen en su mayoría a conjuntos de
artefactos de piedra abandonados en los campamentos prehistóricos. Mas
los restos humanos se han revelado esquivos a la pala del arqueólogo. En
efecto, las investigaciones han fallado sistemáticamente en encontrarlos
en los niveles de ocupación temprana del país. Por otro lado, los pocos
especímenes conocidos, a los que se dio gran antigüedad, resultaron, para
desilusión de los científicos, demasiado recientes: el famoso cráneo de
Punín datado en 4.950 a C.; los cráneos de Paltacalo, atribuidos una edad
reciente (tal vez el período de Integración), y en el cráneo de Otavalo,
ubicado en el primer milenio antes de Cristo.
De mayor trascendencia para el conocimiento de la población
paleoecuatoriana es el hallazgo de los restos de al menos 192 individuos
en las excavaciones del sitio OGSE-80 de la cultura Las Vegas, en la
península de Santa Elena. Dataciones radio carbónicas ubican estos restos
entre 6.300 y 4.600 a C., constituyendo, por tanto, los vestigios humanos
más antiguos del Ecuador.
*Profesor del Departamento de Antropología, Director del Museo Jacinto Jijón y
Caamaño, de la Universidad Católica del Ecuador.
La evidencia arqueológica
La presencia en el país de cazadores recolectores tempranos viene
atestiguada por la evidencia cultural obtenida de sitios excavados y por
hallazgos superficiales aislados. Puntas de lanza de varios tamaños han
sido encontradas en diferentes lugares del país, particularmente, en las
provincias del Carchi, Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Azuay y Loja.
En una perspectiva global, estos descubrimientos aislados proveen poca
información cultural, pero la procedencia de los artefactos permite
registrar su distribución espacial, dato que puede ser relevante para la
interpretación arqueológica. Desde este punto de vista, los hallazgos
mencionados arriban señalan claramente la presencia de cazadores
tempranos a lo largo de casi todo el callejón interandino del Ecuador.
Naturalmente, la información medular sobre los cazadores tempranos
proviene de investigaciones sistemáticas llevadas a cabo en diferentes
regiones del país. Entre los sitios excavados merecen citarse El Inga y San
José (provincia de Pichincha), la cueva de Chobshi (provincia del Azuay),
los sitios de Cubilán (provincia de Loja), y e sitio de OGSE-80 (provincia de
Guayas).
El sitio de El Inga, y la zona del Ilaló
El Inga se encuentra a 2.500 m. de altura, en la base del cerro Ilaló por su
lado oriental. Las excavaciones de Robert Bell permitieron recuperar una
ingente cantidad de material lítico de obsidiana y rocas basálticas
pertenecientes a tres períodos sucesivos de ocupación. Lamentablemente,
las dataciones radiocárbonicas no han dado una cronología consistente,
debido a que las muestras provenían de un terreno disturbado por labores
agrícolas. En todo caso, la fecha más antigua que se posee para este sitio
es de 7.800 a. C.
Del análisis del material recuperado se infiere que El Inga fue un
campamento paleoindio donde se llevaban a cabo diversas actividades,
incluyendo la manufactura de artefactos. Cabe destacar, entre los
utensilios, la presencia de cuchillos, raspadores, buriles y puntas de
proyectil de diversas formas y tamaños, particularmente la punta de cola
de pescado, característica del horizonte paleoindio mejor conocido de
Sudamérica. El sitio se encuentra ubicado en una zona rica en vestigios
tempranos que yace entre el Ilaló y la cordillera Oriental.
Los yacimientos paleoindios que le son más afines por sus rasgos
generales y su industria lítica se encuentran hacia la base oriental del
cerro, por lo común bajo la cota de 2.600 m. Al respecto vale citar Lazón,
San Cayetano, San Juan, San José, este último excavado por William Mayer
Oakes y datado en 9.350 a.C., por el método de la hidratación de la
obsidiana. Fuera de este sector hay numerosos sitios precerámicos de
filiación aún desconocida, cuya densidad va disminuyendo a medida que se
accede a los páramos de la cordillera Oriental.
Cabe mencionar, en este contexto, el hallazgo de una punta de cola de
pescado por el arqueólogo jesuita padre Porras en el abrigo rocoso de
Petacaurco, al norte de Papallacta. Esta población se encuentra a 3.200 m.
de altura, al otro lado de la cordillera Oriental, en la ruta que descenso a la
selva tropical. Porras hace referencia a "trabajos de excavación", pero no
da indicaciones sobre la naturaleza del resto de utillaje (si es que existe) o
de restos de fauna asociados con la punta de proyectil. Tal como están las
cosas, su establecimiento de la "fase precerámica Papallacta", en base a la
presencia de un solo artefacto, es demasiado prematura y, por lo mismo,
carente de significado cultural.
Otra "fase" precerámica establecida recientemente es la Cotundo Jondachi
en el alto Napo, donde "concentración" de artefactos de obsidiana
"(cuchillos, rapadores, buriles, navajas que guardan fuertes similitudes
con el instrumental lítico de El Inga"). Si la estratigrafía está bien
interpretada (hay un deslave de por medio, que pudo haber disturbado los
depósitos culturales), los artefactos de Jondachi estarían separados por
una capa de 6 m. de espesor, de un depósito de cerámica formativa, lo que
ciertamente les daría un carácter netamente precerámico.
Lamentablemente, Porras es demasiado parco en detalles, circunstancias
que no propicia un análisis objetivo del sitio ni de su pretendida fase
cultura.
Los sitios de Chobshi y Cubilán
En el sur del país hay que mencionar la cueva de Chobshi, ubicada a 2.400
m. de altura en el cantón Sigsig, provincia del Azuay. Depredada por largos
años, la cueva fue finalmente excavada por Thomas F. Lynch, quien logró
recuperar una importante muestra de artefactos de piedra y restos de
fauna. A esto habría que añadir los instrumentos de hueso, principalmente
punzones y leznas, que Reinoso recuperara en distintas ocasiones de la
cueva.
Los artefactos de piedra comprenden 46 tipos de instrumentos, fabricados
en cherts de varios colores, rocas metamórficas y, muy ocasionalmente, en
obsidiana. Hay puntas de proyectil lanceoladas y pedunculadas, cuchillos,
buriles y una gran variedad de raspadores, que en muchos aspectos
parecen guardar relación con la tradición tecnológica de los utillajes del
Ilaló. La fauna comprende especies recientes, cuyo significado carbónicas
indican que la ocupación de la cueva tuvo lugar entre 8.060 y 5.585 a. C.
En el límite entre las provincias del Azuay y Loja, Mathilde Temme excavó
los sitios de Cubilán (Cu-26 y Cu-27), ubicados en la cordillera Oriental a
3.100 m de altura, en una zona ecológica calificada como subpáramo. Cu-
26 es un campamento que ha dado evidencia de, al menos, siete fogones,
aparentemente contemporáneos, asociados a artefactos líticos como
raspadores, puntas de proyectil (pedunculadas y foliáceas), piezas bifaces,
perforadas y restos de talla.
Dataciones radiocarbónicas indican una edad entre 7.110 y 7.150 a. C. Hay
en Cu-27 predominio de actividades de taller, a juzgar por la presencia de
núcleos y restos de talla, además de artefactos elaborados, como puntas
de proyectil, piezas bifaces, raspadores y cuchillos. Muestras de carbón
vegetal indican una antigüedad de 8.550 a. C. y 8.380 a. C., por el método
de análisis radiocárbonico.
El complejo Las Vegas
El complejo Las Vegas comprende alrededor de 31 sitios ubicados a lo
largo de drenajes antiguos, playas y lagunas secas, en la parte occidental
de la península de Santa Elena. El sitio que ha recibido más atención es
OGSE-80, que abarca un área extensa (80 x 20 m) donde hay abundante
material de superficie, pero las excavaciones de Stothert revelaron la
presencia de materiales culturales hasta de 110 cm de profundidad.
El registro arqueológico incluye restos de fauna marina y litoral, así como
del interior, una industria lítica de horsteno en la que no hay instrumentos
bien definidos, y la serie de esqueletos humanos señalados anteriormente.
Algunos artefactos de hueso y concha y concentraciones de ocre,
completan el material recuperado. Fechas de radiocarbono ubican el
complejo Las Vegas entre 9.050 a. C. y 4.650 a. C., con tres fases: Pre-
Vegas (9.050 8.050 a. C.), Las Vegas temprano (7.850 6.050 a.C.), y las
Vegas tardío (6.050 4.650 a.C.)
ILUSTRACION
Mujeres recolectando
Cazadores recolectores
del antiguo Ecuador, de Ernesto
Salazar.
Banco Central del Ecuador,
Cuenca 1984.
Los cazadores recolectores del ecosistema Andino
El hábitat
Reconstruir los antiguos modos de vida es, literalmente, una tarea que
requiere de información mucho mayor de la que actualmente se dispone.
Esto no impide, sin embargo, intentan una aproximación que dé significado
cultural a los hallazgos y esboce los parámetros en torno a los cuales se
debe orientar la investigación antropológica del pasado más remoto del
país.
El poblamiento inicial de Ecuador aborigen parece haber seguido,
principalmente, el derrotero andino. Bandas de cazadores recolectores se
desplazaron desde el norte ocupando territorios que, a menudo, incluían el
bosque montano y el páramo, que desde el comienzo se revelan como
pisos ecológicos complementarios para la subsistencia.
El hábitat del paleoindio de Ilaló nos es desconocido. Si partimos de la
premisa de que, en las épocas de avance glaciar, el nivel de las nieves
descendió en un término medio de 1.300 m, se puede inferir que, en la
época más fría de la glaciación Wisconsin (hacia 19.000 a.C), el límite de
las nieves perpetuas estuvo en la cordillera Oriental a 3.400 m.
aproximadamente, y el límite superior del bosque montano a 2.100 m.
quedando así todo el valle del Ilaló cubierto de vegetación paramuna.
Las evidencias de presencia humana en la zona pertenecen a la época del
Holoceno (que comenzó hace diez mil años aproximadamente), cuando el
deshielo de los glaciares ha "empujado" el límite de las nieves y el páramo
a alturas más elevadas y el bosque montano ha cubierto, probablemente,
todo el valle de Ilaló. Determinar la base de subsistencia de las bandas de
Ilaló es harto difícil por la completa ausencia de restos orgánicos en los
sitios arqueológicos de la zona.
Para complicar las cosas, el valle se encuentra actualmente casi
desprovisto de la flora y la fauna autóctonas, lo que no permite hacer
extrapolaciones válidas para el pasado. Los pocos vestigios que han
quedado se hallan confinados a las paredes de las quebradas y a los
angostos valles que bajan del Ilaló y de la cordillera Oriental, en estado
claramente degenerado respecto al bosque primigenio.
Por razones de espacio me abstengo de hacer una evaluación detallada de
la etnobotánica local.
Quiero señalar, sin embargo, que existe todavía plantas silvestres
comestibles y otras de carácter industrial cuyos usos son conocidos. Sin
duda, existen también otras plantas que fueron utilizadas por los
habitantes tempranos, aunque sus propiedades no sean hoy desconocidas.
De los pisos ecológicos con los que estaban familiarizados los cazadores
recolectores, el bosque montano proveía sin duda el grueso de la
alimentación vegetal.
La recolección incluía, seguramente frutas diversas, como la uvilla
(Physalis peruviana), el taxo (Passiflora mollissima), la mora (Rubus
floribundus), el nogal o "tocte" (Juglans nigra), la "nigua" (Margyricarpus
setosus), el capulí (la especie sudamericana Prunus salicifolia), la joyapa o
hualicón (Ceratostema grandiflorum); granos de amarantáceas, como el
ataco (Amarantbus caudatus), de quenopodiáceas, como la "ashpa quinua"
(Chenopodium, sp.); y de leguminosas, como el "ashpa chocho" (Lupinus
sp.); en fin, hojas de bledo (Amaranthus blitum) y berro (Nasturtim
officinale) y, tal vez, tubérculos silvestres de género Solanum y Sioscorea
("sacha papas").
Comparativamente, el páramo tiene pocos recursos comestibles, siendo su
flora, en buena parte, de carácter medicinal. Sin embargo, este piso
ecológico debió haber sido de gran importancia para los cazadores
tempranos por sus recursos faunísticos: oso de anteojos (Tremarctos
ornatus), venado (Odocoileus virginianus), puma (Felis concolor), "lobo"
de páramo (Dusicyon culpaeus), etc.
Algo similar habría ocurrido con los cazadores de la cueva de Chobshi, que
incidentemente se encuentran a la misma altura que el sitio de El Inga.
Probablemente, las fluctuaciones climáticas afectaron la región de Sigsig
de la misma manera que en la zona de Ilaló, aunque tal vez con menor
intensidad. De todas maneras, a la época de la ocupación de la cueva, el
bosque montano cubría el área circundante, ofrecido al hombre recursos
alimenticios semejantes a los que acabo de mencionar.
El caso de Cubilán es diferente ya que, por su ubicación, los sitios habrían
estado casi siempre en la franja de páramo. La geomorfología de la zona es
claramente glaciar, pero se ignora si su modelado corresponde a la última
glaciación. Gran parte de los Andes meridionales del país no estuvieron
cubiertos de nieve en la glaciación Wisconsin, con excepción, tal vez, de los
altos picachos. De ahí que la línea de nieve perpetua debió ser
grandemente discontinua. Al tiempo de la ocupación de Cubilán, si no
había nieve en las cercanías predominada, al menos, un riguroso páramo
en la zona y mayores recursos vegetales de que aprovecharse, a no ser que
los hubieran traído desde el bosque montano.
Los recursos faunísticos
Un problema debatido desde hace muchos años en Ecuador es el de la
contemporaneidad del hombre con la fauna grande y extinguida del
Pleistoceno (mastodontes, milodontes, caballos antiguos, etc.). El debate
surgió a fines de la década de 1920, a raíz del descubrimiento del
mastodonte de Alangasí (provincia de Pichincha), en asociación con
artefactos de obsidiana y tiestos de cerámica, en un contexto que parecía
"probar" la supervivencia de este proboscidio hasta bien entrada la era
cristiana. Sin embargo, parece que hubo errores de interpretación
geológica y estratigráfica en la evaluación de los hallazgos que, como
podría esperarse, fueron rechazados por la comunidad científica.
El caso del mastodonte de Alangasí es hoy asunto terminado, pero el
descubrimiento de sitios arqueológicos tempranos ha vuelto a poner sobre
la mesa la cuestión de la contemporaneidad del hombre con la megafauna.
Lamentablemente, no se puede avanzar sobre el asunto debido a la
ausencia de restos de fauna extinguida en los sitios paleoindios conocidos,
particularmente en la zona del Ilaló, cuyo subsuelo alberga, para mayor
confusión, muestras de una importante fauna pleistocénica. Sin embargo,
investigaciones recientes realizadas por una misión paleontológica italiana
señalan al menos una especie pleistocénica, el mastodonte, se extinguió
algunos milenios antes de la llegada de los cazadores tempranos.
Una de las contribuciones más importantes que ha hecho la cueva de
Chobshi para la comprensión de la subsistencia del cazador temprano es,
sin duda, el registro de la fauna. En las excavaciones de Lynch (Lynch y
Pollck 1981:98) se recuperaron restos de zarigüeya (Didelphis
albiventris),conejo (Silvilagus brasiiensis), puerco espín o erizo (Coendu
bicolor), sacha cuy (Agouti taczanowskii), perro (Canis familiaris), tapir o
danta (Tapirus pinchque), venados (Odocoileus virginianus y Pudu
mephistopheles), oso de anteojos (Tremarctos ornatus) y perdices
(Tinamidae).
Toda esta fauna es considerada "reciente" u holocénica y su presencia
indicaría que, el tiempo de la ocupación de la cueva, la megafauna había
desaparecido o era tan escasa, que era más rentable la cacería de las
especies modernas. Parece que el énfasis se concentró en la caza del
venado, particularmente la especie paramuna de cola blanca (Odocoileus
virginianus). El hallazgo en la cueva del Chobshi de restos de esta y otras
especias de altura, como el sacha cuy, el oso de anteojos, la perdiz y el
conejo, habla claramente en favor de la explotación sistemática del
páramo como fuente de proteína animal.
Vale destacar, en relación el oso andino y la danta, que aunque a veces se
los encuentra en páramo abierto, prefieren los hábitats boscosos,
particularmente de los estribaciones orientales de los Andes. De ahí que su
presencia en la cueva Chobshi sea un importante indicio de la extensión
máxima del territorio de caza de los habitantes tempranos.
En este contexto, los sitios de Cubilán adquieren la dimensión que les
corresponde como campamentos provisionales para la caza de animales de
altura, incluyendo algunas especies de la Ceja de la Montaña. Su ubicación
es, además, estratégica ya que los sitios se encuentran en una ruta de fácil
acceso a la selva tropical. No se han recuperado restos de fauna en las
excavaciones, pero la presencia de puntas de proyectil indica claramente el
objetivo de los humanos que acamparon allí.
En cuanto a la zona del Ilaló, no hay todavía evidencia arqueológica de que
los paleoindios subieron al páramo a cazar, pero su presencia en este piso
ecológico es indudable, por encontrarse aquí los afloramientos de materia
prima. La explotación de la obsidiana llevó al cazador temprano a una
frecuencia asidua del páramo, con el concomitante conocimiento
progresivo de su potencialidad para la subsistencia humana,
principalmente en recursos faunísticos.
Si la fecha de El Inga es correcta, anticipamos una subsistencia similar a la
de los habitantes de la cueva de Chobshi, es decir, caza menor en el
bosque montano, con recolección de productos vegetales, caza mayor en el
páramo y probablemente en las estribaciones de la Ceja de la Montaña. En
esta perspectiva, la punta de cola de pescado hallada en la cueva de
Petacaurco indicaría, a mi modo de ver, más que la huella de una
migración separada por el este de los Andes --que no niego
categóricamente- una instancia de una incursión lejana de los cazadores el
Ilaló en busca de osos o dantas en la Ceja de la Montaña.
Después de todo, los páramos de la región del Ilaló culminan en la sierra
de Guamaní, una tradicional zona de pasos naturales hacia la selva tropical
lluviosa. Los hallazgos de Jondachi encajan menos en esta hipótesis. Tengo
la impresión de que los cazadores del ecosistema andino incursionaban
más allá del páramo sólo esporádicamente y sólo hasta la periferia de la
selva tropical. En efecto, selva adentro el cazador andino hubiera requerido
de adaptaciones culturales que no poseía para hacer frente a flora y fauna
diferentes de su medio ambiente habitual. Lamentablemente, la escasa
información que se tiene del sitio del Jondachi o permite darle un contexto
regional.
Atrás. en el tiempo
Para viajar en el tiempo no necesitas una máquina.
Simplemente sube conmigo a las faldas del Ilaló, y sueña
Pon tu mente flexible e intenta eliminar los ruidos y las cosas modernas del paisaje,
reemplazándolas por sonidos y visiones del pasado. Haz desaparecer la música del radio
que sale de esa casa campesina, y elimina el automóvil azul, sin escape, que pasa por la
carretera Tumbaco La Merced, justo frente al sitio paleoindio de El Inga. Naturalmente,
los postes de luz deben también desaparecer, y la manada de vacas que cruza la
carretera. Y la carretera misma.
Pero antes de quedarnos sin nada, poblemos el paisaje con visiones antiguas. En vez de
la carretera, pon un sendero angosto que apenas se divise entre las matas, y en vez de la
casa y el radio, pongamos un pequeño bosque con pájaros trinando. Pon bosque por
todas partes, porque aquí todo está erosionando y la cangahua desnuda da un aspecto
deprimente.
A propósito, no pongas cualquier árbol en el bosque: quita los eucaliptos, que no deben
tener aquí más de cien años, y los duraznos que, a pesar de ser antiguos, no son de
aquí. Pon grandes molles, olorosos nogales, pumamaquis
No estaría mal un par de quebradas con agua cristalina saltando entre las piedras. Ah,
elimina las cercas y las chacras y pon matorral, siempre matorral para que los pueblos
de moras, sapos, chochos silvestres, beldos, zarigüeyas. Y elimina ese avión que vuela
sobre la cordillera y transfórmalo en cóndor que vuele sobre las cumbres cubiertas de
neblina
Y entonces se hará el milagro..
Porque verás la naturaleza primigenia, y oirás los sonidos de la vida; ramas que se
mecen, pájaros que picotean, una cervicabra que bebe en el arroyo, y el humo de una
fogata en El Inga. Hay algarabía en ese campamento y no me equivocaría si te digo que
han regresado ya los cazadores.
Oscurece y hace frío, y esta vieja piel de oso cada vez cubre menos. Vamos, recoge tu
lanza y tus utensilios; yo llevaré la obsidiana y el morral de mortiños. ¿Sabes?, desde
que vivo en esta banda, los chicos jamás me perdonan que llegue sin su golosina.
No exagero cuando te digo que, a veces, dejo de cazar sólo por buscarles los mortiños.
Yo lo hago con mucho gusto, pero creo también que ya es tiempo de que les enseñe a
buscar su comida, a perseguir animales pequeños, a tallar utensilios simples. Inclusive
creo que ¿puedes andar más de prisa? Estoy muerto de hambre y huelo ya la carne de
venado asándote en la brasa. Sobre todo, quiero calentarme junto a la fogata y escuchar
cuanto tendrán que contar de su jornada
Así es, señores, el viaje personal del arqueólogo cuando hurga en el pasado. Siempre
con la mirada en años perdidos, cruza los pantanos de la selva amazónica, se pierde en
las neblinas de páramos y punas, se achicharra en los soles de la costa peruana,
siempre buscando huellas, indicios de una vida que solo él puede resucitar de los
escombros. Nadie sabrá nunca las peripecias de este viejo caminante, porque no caben
en los informes académicos ni en las monografías finales.
Pero al fin de su jornada, y desde el polvo de los siglos, emergerán antes el lector
sombras desconocidas u olvidadas agitándose en la penumbra del tiempo y del espacio
(...)
Tomado de Esrnesto Salazar, presentación al libro de Historia de América Andina.
PUNTA DE FLECHA
Tipo Clovis
Tomada de Arte
Ecuatoriano
Tomo I Salvat Editores
Ecuatoriana, Madrid,
1985
Cazadores Especializados
El habitante primigenio de la sierra ecuatoriana era, sin duda, un cazador
especializado. Conocía perfectamente el comportamiento de sus presas
(cómo se desplazaban, a qué hora y por qué lugares) y sabía acercarse,
sigilosamente, para capturarlas. Bonifaz ha publicado un interesante
estudio sobre las técnicas que pudo haber utilizado el habitante temprano
en la caza de algunas especies del ecosistema andino, y no me detendré a
considerarlas.
Baste señalar que sus lanzas con puntas de piedra debieron constituir
formidables armas para la caza de grandes animales, a los que
probablemente se acercaban protegidos por las sombras de la tarde o por
un obstáculo, o camuflados con pieles, avanzando en dirección opuesta a la
del viento, a fin de nos ser percibidos por la presa. En el caso de algunos
animales, o en ciertas circunstancias, habría recurrido a trampas
disimuladas en el follaje o al despeñamiento, si sabían dirigir bien la huida
del animal. La actividad cinegética, a menudo habría requerido la
participación de varios individuos, generalmente hombres; pero en el caso
de algunas especies como el conejo, mujeres y niños pudieron involucrarse
en el acorralamiento de los animales.
En este punto parece necesario hacer una breve consideración sobre un
tema que no ha sido abordado en el estudio del poblamiento del Ecuador:
la participación del perro en la cacería, cuya presencia está confirmada en
la cueva de Chobshi. Cada día se está acumulando más evidencia de que
antes que ningún otro animal, el perro fue domesticado para ayudar al ser
humano en el aprovisionamiento de carne.
En el ecosistema andino la situación no parece ser diferente. Presenciar
una cacería de conejos en el páramo, con ayuda de perros, es un
espectáculo que puede ser fácilmente, extrapolado al pasado. Dos hombres
con varios canes hubieran cobrado, sin mayor esfuerzo, unas cincuenta
piezas por día, lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de
una banda. Igualmente efectivos habrían sido los perros para cazar
venados o acosar animales de talla mayor.
Lamentablemente no disponemos de evidencia arqueológica al respecto, lo
que en todo caso no impide postular la utilización del perro, que en ciertos
contextos cinegéticos (p.e. caza de conejos) pudo no solo ser
recomendable sino hasta imprescindible.
La vivienda
La necesidad de protegerse en la intemperie es un postulado básico de la
especie humana. Según las circunstancias, los paleoindios han optado por
varios tipos de vivienda, desde el abrigo natural hasta la casa construida.
Por ciento, la evidencia dejada por los habitantes tempranos es mínima. La
región del Ilaló carece de refugios naturales, con la excepción de cuatro
cuevas ubicadas en el flujo de basalto que pasa cerca del pueblo de Palugo
y que, al parecer, no fueron habitadas.
Por consiguiente hay que postular, para la mayoría de los sitios del Ilaló,
incluyendo el Inga, la construcción de refugios de madera o chozas
cubiertas con ramas o con paja de cerro (Stipa ichu). Los campamentos
bases debieron estar ubicados en el bosque montano, no sólo por la mayor
protección que provee la vegetación sino también por la disponibilidad casi
inmediata de recursos alimenticios alrededor de los mismos.
En el páramo se encuentran, a menudo, abrigos rocosos que fueron
habitados, pero más de una vez el cazador habría recurrido a refugios de
madera en campo abierto que, incidentalmente, se construyen en pocas
horas. Los cazadores de Chobshi encontraron en el bosque montano una de
las pocas cuevas de la zona, razón por la que la ocuparon continuamente.
Los sitios de Cubilán, en cambio, se hallan en campo abierto y es seguro
que tenían alguna estructura de madera, acaso muy precaria, dado que no
han dejado evidencia en el suelo.
La tecnología: Utillaje lítico
La supervivencia de los cazadores dependía de los artefactos que
fabricaban y estos, a su vez, de la calidad de la materia prima disponible.
Era tan importante que, si no se encontraba en afloramientos locales, se
realizaban viajes periódicos para aprovisionarse directamente, o se
recurría a largas cadenas de intercambio para traerla de canteras lejanas.
Desde este punto de vista, parece que una de las razones que llevaron al
habitante temprano a ocupar la zona del Ilaló fue la disponibilidad casi
inmediata de materia prima.
Dos enormes flujos de basalto provenientes de la cordillera Oriental se
hallan ubicados en el centro mismo del valle del Ilaló. El basalto fue
utilizado en la manufactura de artefactos grandes, requeridos para
trabajos duros, probablemente de extracción de maderas. Sin embargo, en
el contexto de los utillajes líticos del Ilaló, es claro que la obsidiana jugaba
un papel más importante por la facilitad que brinda par la talla de
instrumentos. Pequeños depósitos secundarios de este material se
encuentran en el valle, enterrados en la cangahua o al fondo de las
quebradas. Pero los afloramientos primarios yacen en las cumbres de la
cordillera Oriental, a un día o dos de camino a pie desde la base del Ilaló.
A raíz de las excavaciones de El Inga, se generalizó entre los estudiosos la
opinión de que la obsidiana trabajada del Ilaló provenía del volcán
Antisana. Una larga campaña de exploración de los páramos de la
cordillera Oriental nos permitió comprobar, en primer lugar, que la
obsidiana del Antisana es generalmente de mala calidad, llena de
impurezas y no apta para la manufactura de artefactos; y, en segundo
lugar, que los afloramientos más importantes se encuentran un poco más
al norte y en situación de acceso relativamente fácil desde el valle del
Ilaló.
Los principales afloramientos, de sur a norte, son Quiscatola, Yanaurco
Chico y Mullumica, en donde se puede apreciar toda la gana de texturas y
colores que se observan en los artefactos del Ilaló.
Efectivamente, análisis de florescencia de rayos X y de activación
neutrónica indican que los artefactos de la zona del Ilalò fueron
manufacturados con materia prima proveniente de estos afloramientos.
Por otro lado, hay indicios de que los artefactos de obsidiana de la cueva
de Chobshi (que no pasan de la decena) proviene de los afloramientos de
Yanaurco Chico y Quiscatola, lo que sugeriría que las relaciones de
intercambio a larga distancia son tan antiguas como el poblamiento del
país.
Parece que los cazadores de Chobshi se desplazaban menos en busca de
materia prima. Diversos cherts y rocas metamórficas se encuentran
frecuentemente en las cercanías de la cueva,
particularmente en la quebrada de Puente Seco y en el río Santa Bárbara.
Su aprovisionamiento debió ser simple, limitándose el cazador a recogerlas
de las orillas o del interior de los cursos de agua.
Los sitios de Cubilán guardan, en cuanto a la búsqueda de materia prima,
la misma relación que los talleres de Quiscatola y Mullumica en el norte el
país. Es decir, se trata de puestos de avanzada de los cazadores del bosque
montano, que ascendían al páramo para explotar sus materiales preferidos
y realizar caza de altura. Temme señala que toda la zona de Cubilán
abunda en rocas silíceas, particularmente pedernal. Los afloramientos
consisten en pequeñas vetas o depósitos secundarios, donde fragmentos
grandes y nódulos pueden ser fácilmente recogidos y transportados a
zonas más bajas.
Los primeros habitantes del Ecuador
Los cazadores recolectores del ecosistema costero
La tecnología lítica
El precerámico de la Costa difiere notablemente del de la Sierra, no sólo
porque está inmerso en otra ecología, sino porque pertenece a una
cronología más reciente. Por el momento, las únicas manifestaciones han
sido localizadas en la península de Santa Elena, en un contexto claramente
aislado en relación con lo que sucede en la Sierra.
Stothert estima que el sitio 80 en la Península tuvo, originalmente, unos
150 m de largo. Reducido actualmente a la mitad, todavía conserva una
gruesa capa cultural en la que se observa un continuo basural de 80 m de
longitud, aproximadamente, con vestigios de fauna, artefactos y
enterramientos en su interior.
El repertorio cultural de la gente de Vegas incluye una abundante industria
lítica de tecnología simple, en el sentido de que sus instrumentos carecen
de patrones de manufactura claramente definidos, a diferencia de lo que
sucede con los utillajes precerámicos de la Sierra. En su mayor parte, los
artefactos comprenden lascas y láminas con huellas de utilización o
ligeramente retocadas. Ello induce a creer que estamos frente a una
tradición tecnológica desarrollada, independientemente de la tradición
serrana y que según Stothert habría continuado, con algunos hiatos, hasta
la época colonial.
Cabe anotar que la industria lítica no es necesariamente reflejo de una
falta de destreza en los cazadores costeros. La materia prima desempeña,
indudablemente, un papel importante, en el horsteno que explotaba y
utilizaban la gente de Vegas no era, en términos generales, el más idóneo
par ala fabricación de finos artefactos que, en cambio, se obtenían con
facilidad al trabajar la obsidiana.
La tradición tecnológica no es más que un elemento de todo el bagaje
cultural de un pueblo y, por lo tanto, responde a la necesidad de
subsistencia y a las modalidades de explotación del medio ambiente
impuesta por la sociedad. En este sentido, el utillaje de la cultura Vegas se
muestra claramente como de tipo generalizado, reflejando ciertamente la
naturaleza dela explotación del medio circundante.
Una economía de amplio espectro
En efecto, la evidencia arqueológica señala que los habitantes de OGSE-80
capturaban una variada fauna procedente del mar, de los manglares (que
existían, sin duda, a corta distancia del sitio) y del interior. Entre los restos
óseos, se ha determinado la presencia de al menos treinta especies, que
incluyen peces como la corvina, el atún, la lisa, el peje-sapo, el róbalo, el
pargo, etc.; reptiles como la boa y la lagartija.
También figuran mamíferos como el zorro (Dusicyon sechurae), la
cervicabra (Mazama rufina), el conejo (Sylvilagus brasiliensis) y el oso
hormiguero (Tamandua tetradáctila), y moluscos diversos, principalmente
la concha prieta de los manglares (Anadara tuberculosa).
De la fauna terrestre, cabe señalar la importancia de la caza del zorro. El
sitio 80 dio una muestra de dientes de al menos 27 zorros, y en un
enterramiento Stothert descubrió una concentración de dientes de este
animal junto a un esqueleto, lo que significa que, además de consumir esta
especie, la gente de Vegas recogía sus dientes para ofrendas funerarias. En
fin, hay que señalar que la cervicabra, aunque poco representada en el
sitio, pudo haber constituido un importante aporte para la dieta de la gente
de Vegas.
La naturaleza de la caza era, probablemente, similar a la de los cazadores
serranos, pero tal vez se llevaba a cabo con técnicas menos sofisticadas.
No se han encontrado puntas de proyectil líticas en el sitio 80, lo que
sugiere que los cazadores recolectores de Vega las fabricaban de madera,
o simplemente no las fabricaban, porque recurrían a técnicas de caza más
sencillas, como el acorralamiento de animales jóvenes o viejos, uso de
trampas, o ataques sorpresivos a animales dormidos o enfermos.
Stothert estima que la dieta proteínica provenía en un 54% de animales
terrestres, 35% de pescado y 11% de moluscos. No se han conservado
restos de plantas, pero recientemente un análisis de fitolitos en muestras
de suelo del sitio 80 dio como resultado la presencia de maíz. Es de
suponer que la recolección de plantas era similar en variedad a la fauna
consumida, lo que indica una economía generalizada y de amplio espectro,
característica de las sociedades arcaicas.
Orígenes de la Cultura Las Vegas
En 1974 usé los sitios precerámicos de la península de Santa Elena como base para
denominar a una Tradición Noroccidental Sudamericana. Señalé que estos complejos
eran distintos de los asignados a la Tradición Andina de Cazadores y que todos los
grupos constituyentes no estaban adaptados exclusivamente a un ambiente del litoral,
sino a una amplia gama de submedios encontrados en el noroeste de América del Sur y
Centroamérica meridional.
Recientemente me han impresionado las ideas de Ranere, quien ha postulado una
adaptación cultural temprana al bosque tropical, que tuvo su inicio en América Central
durante el Pleistoceno tardío... Es conveniente interpretar a Las Vegas también como
una manifestación de la misma tradición...
Un problema de la interpretación histórica de estos complejos es que la mayor parte del
bosque tropical de Centroamérica, Colombia y Ecuador no ha sido estudiada por los
arqueólogos. Los sitios conocidos los encontramos en zonas tropicales húmedas, pero
también en áreas sin bosques, tierra adentro, como la Sabana de Bogotá.
Aunque la península de Santa Elena jamás fue completamente boscosa, estaba bordeada
de manglares en la época precerámica. Esta ocupación y la de Talara, Perú, se pueden
interpretar como extensiones litorales de la cultura precerámica de los bosques
tropicales de la zona occidental ecuatoriana, ocupados por gente similar a la de La
Vegas, pero aún desconocida.
En resumen, he buscado los orígenes de la cultura Las Vegas en una adaptación
temprana al bosque tropical, lo cual debe haberse iniciado, antes del fin del Pleistoceno,
en el bosque de Centroamérica. Pero existe otra hipótesis relacionada. Lathrap ha
descrito una difusión temprana de horticultores primitivos, que salió de los trópicos
húmedos amazónicos antes delfín del Pleistoceno.
Según este modelo, esta gente se dedicó a cazar y recoger diversas especies de
animales y plantas, además de poseer una tradición de cultivar en sus jardines
domésticos mate (Lagenaria siceraria), algodón (Gossy-pium sp.) y otras plantas de
bosque tropical. En un mapa, Lathrap nos sugirió que esta gente siguió la costa hacia
una ruta norteña, así poblando el noroeste de Sudamérica. A la luz de esta hipótesis, uno
pudiera considerar al complejo La Vegas como una manifestación arqueológica de estos
primitivos cultivadores.
Tomado de Karen Stothert, La Prehistoria Temprana de la Península de Santa Elena,
Ecuador. Cultura Las Vegas.
Origen de la Sedentarización
La economía de amplio espectro es preludio dela domesticación. El ser
humano aprender a manipular las especies preferidas, transportándolas a
otros nichos ecológicos, iniciando así la horticultura. La presencia de maíz
en Vegas indica, claramente, que se había alcanzado esta etapa de control
de los recuso alimenticios, lo que contribuyó, sin duda, a favorecer la
sedentarización.
Sin embargo, es probable que la gente no haya sigo completamente
sedentaria. Las faenas de caza y recolección, el aprovisionamiento de
materia prima en los afloramientos de chert u horsteno, les llevaba
continuamente a los nichos ecológicos que explotaban, aunque siempre
debieron regresar a su comunidad base.
Al respecto, el sitio 80 tiene características de un asentamiento
permanente y, según manifiesta Stothert, fue probablemente habitada a lo
largo de todo el año. En efecto, si se considera la variedad de los recursos
utilizados y su accesibilidad casi inmediata a partir del sitio, es de suponer
que la movilidad de sus ocupantes era más bien restringida, ya que, aun
tomando en cuenta variaciones estacionales en la producción de los
microambientes, siempre habría habido recursos disponibles.
El arraigamiento de la gente de Vegas a su comunidad base se refuerza
más aún por la presencia de numerosas enterramientos y de estructuras
habitacionales, una de las cuales fue excavada por Stothert.
Costumbres funerarias
La gente de Las Vegas enterraba a sus muertos en la misma comunicad.
Los esqueletos recuperados en la excavación del sitio 80 están asignados
cronológicamente a la fase tardía, y se encuentran dispuestos en
enterramientos primarios y secundarios. Los primeros se refieren a
enterramientos individuales o colectivos en los que el cadáver es
depositado, generalmente íntegro, en su tumba, sin ser subsecuentemente
exhumado.
Los entierros secundarios, en cambio, son aquellos cuyas osamentas
fueron exhumadas de una tumba primaria y reenterradas, sin respetar la
articulación original de los huesos. De particular importancia en un
enterramiento de dos individuos jóvenes, hombre y mujer, que yacían con
la cara hacia el Este y con grandes piedras dispuestas encima de ellos.
Aquí tenemos un caso de ritual funerario en que se evidencia, de parte de
los deudos, cierta preocupación por el destino o "bienestar" de sus
difuntos.
Los entierros, en general, están asociados con conchas, bolas de caliza,
percutores de piedra, guijarros diversos, lascas, un hacha pulida, pigmento
rojo, etc., notándose contextos más claros en los entierros primarios.
Stothert cita referencias de costumbres funerarias similares en el
precerámico peruano y en la etnografía de algunos grupos de la selva
tropical.
La vivienda
En cuanto a la vivienda, Stothert sugiere la presencia de una choza de 150
a 180 cm de diámetro, con una "puerta" que se abría hacia el noreste,
construida como una colmena, con ramas flexibles unidas en la cúspide y
con la pared cubierta de hierbas y ramas secas. Fechas radiocarbónicas
indican que este refugio fue construido hacia 7.000 a.C., y construcciones
similares más recientes han sido reportadas en el sitio de Chilca, Perú
(3.800 2.650 a.C.), asociadas en su interior con enterramientos, como
sucede con OGSE-80.
El germen de la agricultura
Sea como fuere, cuando el complejo Vegas surge en la península, está ya
conformada con todas las características de una sociedad arcaica en
transición a la vida agrícola. No está aún delineado el proceso de
domesticación en el Ecuador aborigen. ¿De dónde obtuvo la sociedad
Vegas el maíz? ¿Qué otras especies de plantas manipulaba con miras a la
domesticación? ¿Qué papel desempañaron los valles interandinos en el
desarrollo de la agricultura?
Es de suponer que hacia 7.000 a.C. los cazadores recolectores serranos
iniciaron la manipulación del ecosistema andino transportando plantas de
un piso ecológico a otro, que es la fase decisiva del proceso de
domesticación. Lynch ha señalado que este movimiento de cultígenos en
potencia es aún más importante que el intercambio de recursos entre
grupos humanos. De ahí la importancia del patrón de transhumancia que
se ha postulado para los Andes centrales, ya que en este contexto de
migración cíclica las semillas habrían sido transportadas consciente o
accidentalmente, a otros hábitats, incluyendo la Costa.
Aquí cabría preguntarse en qué medida podría aplicarse el concepto de
transhumancia a las sociedades arcaicas de nuestro país. Es lamentable
que no se disponga de evidencia arqueológica al respecto. Después de la
ocupación de Chobshi, el registro arqueológico señala un hiato de varios
milenios, hasta que surge la sociedad formativa de Cerro Narrío con un
sistema agrícola, al parecer completamente desarrollado.
En Vegas, en cambio, la situación es algo diferente, porque en esta cultura
se vislumbra ya el germen de la sociedad agrícola, que se consolida
después de la cultura Valdivia.
Glosario
Arcaico, período de la época precerámica de América, caracterizado por la intensificación
de la explotación del medio ambiente por los seres humanos. La intensificación se
manifiesta en la apropiación gradual de nuevos microambientes y nuevos recursos, que
desemboca en una economía llamada de "amplio espectro".
Domesticación, proceso mediante el cual plantas y animales se transforman genéticamente,
hasta el punto de que no pueden vivir sin la ayuda de los humanos. Este proceso tuvo lugar
en América entre 7.000 3.000 a.C.
Fauna reciente, llamada también holocénica, por ser característica de este período.
Comprende las especies animales que hoy conocemos.
Fitolito, cuerpo microscópico de sílice que ocurre en ciertas plantas, particularmente
gramíneas. En la cultura Las Vegas se demostró el consumo de maíz por el hallazago de
estos cuerpos en el suelo del sitio OGSE-80
Glaciación, período frío del Pleistoceno caracterizado en los Andes por el descanso del
nivel de las nievas perpetuas. La última glaciación del continente americano se denomina
Wisconsin.
Holoceno, período de la era cuaternaria que comenzó hace 10.00 años, aproximadamente.
Horsteno, variedad de pedernal.
Megafauna, la fauna grande de Pleistoceno, hoy extinguida (i.e. mastodontes, milodontes,
tigre diente de sable, caballo antiguo, etc.)
Pleistoceno, período de la era cuaternaria caracterizado por fuertes fluctuaciones
climáticas. Anterior al Holoceno.
Orientaciones bibliográficas
Sobre el pablamiento de América del sur consúltese:
ARDILA, Gerardo y Gustavo Politis, Nuevos datos para un viejo problema: investigación y
discusiones en torno al poblamiento de América del Sur, Boletín del Museo del Oro, Bogotá,
1989.
ARDILA, Gerardo, "El norte de América del Sur: diversidad y adaptaciones en el final del
Pleistoceno", en Gustavo Politis, Ed., Arqueología en América Latina Hoy, Biblioteca Banco
Popular, Bogotá, 1992, pp. 90-115.
Para una visión de conjunto de poblamiento temprano del Ecuador consúltese los trabajos
de:
HOLM, Olaf, Los primeros hombres del Ecuador, Museo Antropológico del Banco Central,
Guayaquil, 1981.
SALAZAR, Ernesto, Cazadores recolectores del antiguo Ecuador, Museo del Banco Central,
cuenca, 1984.
-------------- "El hombre temprano en el Ecuador aborigen", en Enrique Ayala, Ed., Nueva
Historia del Ecuador, Tomo I, Corporación Editora Nacional / Grijalbo, Quito, 1988.
Acerca de estrategias tradicionales de caza véase:
BONIFAZ, Emilio, Cazadores Prehistóricos del Ilaló, edición del autor, Quito, 1979.
SALAZAR, Ernesto, Tecnología precolombina del Ecuador: algunos temas y reflexiones,
Artesanías de América, 1992.
El problema de la naturaleza y la cronología de los restos humanos más antiguos del país
es discutido en:
SANTIANA, Antonio, Nuevo panorama ecuatoriano del Indio, Editorial Universitaria, Quito,
1966.
--------------- Los cráneos de Punín y Paltacalo, Humanista, 1960.
SALAZAR, Ernesto, Entre mitos y fábulas: el Ecuador aborigen, cap. I, Corporación Editora
Nacional, Quito, 1994.
SALLIVAN, Louis y Milo Hellman, El cráneo de Punín, Anales de la Universidad Central,
1938.
STOTHERT, Karen, La prehistoria temprana de la península de Santa Elena, Ecuador:
Cultura Las Vegas, Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, serie monográfica Nro. 10, cap.
V, Guayaquil 1988.
VASQUEZ FULLER, César, 28 mil años de antigüedad de Hombre de Otavalo, edición del
autor, 1976.
Las condiciones climáticas en el Pleistoceno final y el Holoceno son abordadas en:
SALAZAR, Ernesto, El hombre temprano en el Ecuador aborigen (cf. Referencia, arriba).
STOTHERT, Karen, La prehistoria temprana de la península de Santa Elena, Ecuador:
Cultura Las Vegas (cf. Referencia, arriba).
En cuanto a informes arqueológicos se pueden consultar:
BELL, Robert, Investigaciones arqueológicas en el sitio de El Inga, Ecuador, Casa de la
Cultura Ecuatoriana, Quito, 1965.
BONIFAZ, Emilio, Obsidianas del paleoindio de la región del Ilaló, edición del autor, Quito,
1978.
CARLUCI, María A., Puntas de proyectil: tipos, técnicas y distribución en el Ecuador andino,
Humanistas, 1963.
LYNCH, Thomas y Suana Pollck, La arqueología de la Cueva Negra de Chobshi, Miscelánea
Antropológica Ecuatoriana.
REINOSO, Gustavo, Horizonte precerámico de Chopshi, en Revista de Antropología.
SALAZAR, Ernesto, Chinchiloma, análisis tipológico del material de superficie, en Revista
de Antropología, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Cuenca, 1974.
-------------- El hombre temprano en la región de Ilaló, Sierra del Ecuador, Departamento de
Difusión Cultural, Universidad de Cuenca, Cuenca, 1979.
TEMME, Matilde, Excavaciones en el sitio de precerámico de Cubilán, Misceláneas
Antropológica Ecuatoriana, 1982.
Sobre el uso de explotación de la obsidiana, véase:
SALAZAR, Ernesto, Investigaciones arqueológicas en Mullumica, provincia de Pichincha,
Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, 1985.
------------- El intercambio de obsidiana en el Ecuador precolombino: perspectivas teóricos-
metadológicas, en Antropología Cuadernos de Investigación, Departamento de
Antropología, PUCE, 1999.
Pedro Porras nunca publicó un informe arqueológico de sus investigaciones paleoindias en
las estribaciones orientales de la Cordillera. Los pocos datos disponibles sobre Petacaurco
y Jondachi se encuentran en:
PORRAS, Pedro, Nuestro ayer: manual de arqueología ecuaotoriana, Centro de
Investigaciones Arqueológicas, Quito, 1987.
El caso de la cultura Valdivia
La cultura prehistórica de más renombre en el Ecuador es Valdivia. Su
fama se debe principalmente a la antiguas del Nuevo Mundo. El
descubrimiento de esta cerámica tan vieja en la costa ecuatoriana, hace
algunos décadas, trajo consigo fama para el Ecuador, que hasta aquella
época había quedado a la sombra (desde el punto de vista arqueológico)
de las grandes civilizaciones prehispánicas de México, de Centroamérica y
de Perú. Fuera del país el renombre del Ecuador dependió principalmente
de una hipótesis que relacionó Valdivia con la transferencia de tecnología
desde Asia a América.
El descubrimiento de esta "alfarería más antigua de América"
probablemente ha sido superado con descubrimientos en Colombia y, más
recientemente, en Brasil. Valdivia no parece ser la primera cerámica de
América. Igualmente la hipótesis de Valdivia como nexo entre Asia y
América unos 4.500 años antes de Cristóbal Colón ya ha sido descartada
por la mayoría de los arqueólogos. Pero esto no quita importancia a
Valdivia ni al Ecuador. En cambio, pone énfasis en lo que realmente
importa: la arqueología no es una competencia por encontrar lo más
antiguo, sino por llegar la comprensión de cómo eran las culturas en la
antigüedad y cómo se desarrollaron [...]
[...] A través de diversas interpretaciones, Valdivia aparece como una
verdadera cultura de Período Formativo que aceleradamente se convierte
en una sociedad compleja muchos siglos antes que las llamadas culturas
matrices de México (Cultura Olmeca) y del Perú (Cultura Chavín). Valdivia
se presenta como una cultura intensamente agrícola con asentamientos
permanentes y bien organizados [...]
Hacia una nueva reconstrucción de Valdivia
Sobre la duración y la extensión de Valdivia se sabe hasta ahora
relativamente poco. Aún no se encuentra el antecedente de Valdivia ni en
el Japón ni en la Amazonía ni en ningún otro lugar [...] Sin embargo, la
mayoría de las fechas para Valdivia Temprano en la costa están en la costa
3.500 a.C. (según las fechas radiocarbónicas calibradas). Entonces se
puede concluir que la cultura Valdivia apareció repentinamente en la costa
ecuatoriana mediados del cuarto milenio antes de Cristo o posiblemente
algunos siglos más temprano.
Si aceptamos por un momento las pocas fechas dudosas más antiguas,
entonces Valdivia podría remontar hasta 4.300 a.C. [...]
[...] El final de Valdivia se dio alrededor de 1.800 a.C. así que esta cultura
tuvo aparentemente una duración de unos dos milenios y medio o más [...]
[...] Algunos aspectos de la Cultura Valdivia han sido aclarados durante
estos años de investigación y otros quedan muy inciertos [...] No obstante
la existencia segura de la agricultura durante este período, aún no existen
pruebas definitivas sobre la magnitud y la intensidad de esta agricultura
temprana. No hay duda de que los valdivianos siguieron las tradiciones
arcaicas de la caza, la pesca y la recolección de moluscos. ¿Hasta qué
punto llegó el cultivo de maíz y de otras plantas a imponerse en la
economía y a reemplazar la subsistencia antigua? Existe uno que otro dato
interesante relacionado con esta pregunta, pero no se encuentran hasta
ahora pruebas claras de que Valdivia fuese una cultura intensamente
agrícola.
Las plantas aparentemente cultivadas por los valdivianos incluyen el maíz,
una especie de habilla (un tipo raro hoy en día llamado Canavalia), el
algodón, y la achira. Se ha sugerido también, a base de evidencia más
indirectas, el cultivo de la coca, el mate y la yuca, aunque no existen
pruebas definitivas. No existe evidencias para este período temprano de la
presencia de animales domesticados como el cuy y camélidos. El perro,
animal domesticado durante el Pleistoceno, sí está presente en más de un
sitio valdiviano.
A pesar de la presencia de plantas domesticadas y una agricultura
incipiente, la dieta valdiviana consistió de grandes cantidades de pescado,
especialmente bagre. Un estudio detallado de los restos de fauna muestra
una dieta bastante variada con venado (de dos especies) saíno, aves
reptiles y otros mamíferos además de varias especies de peces. Los
moluscos también figuran en la dieta, especialmente la concha prieta (la
misma que es la favorita hoy en día en los cebiches), procedente de los
manglares que ya no existen en la costa de la actual provincia del Guayas.
Aunque Real Alto es descrito como un sitio de tierra adentro, está
actualmente a menos de 3 km del mar y hay evidencias que estuvo aún
más cerca del mar durante la ocupación del sitio. Resulta que toda la
Península de Santa Elena ha experimentado levantamiento costanero
desde fines del Pleistoceno.
Estudios realizados sobre las especies de pescados y los artefactos
sugieren que para pescar se utilizaba sobre todo el anzuelo de concha más
que redes u otros métodos. No es seguro pero es más lógico pensar que los
valdivianos que vivían tierra adentro hacían trueque para el pescado y la
concha con moradores de las playas. El intercambio de pescados y conchas
por productos agrícolas y carne hubiera sido lógico. La vivienda valdiviana
es conocida principalmente por el sitio de Real Alto. A principios de la
cultura (Valdivia I) las chozas tuvieron un plano elíptico con dimensiones
de aproximadamente 3 x 4 metro [...]
[...] En la vivienda más tardía (Valdivia III VII) [...] las chozas
conservaron la forma elíptica poro fueron más grandes, con dimensiones
de unos 8 x 12 metros. Estas chozas más grandes tuvieron paredes de
postes gruesos colocados verticalmente en trincheras de plano elíptico. Se
supone que huecos de postes mayores dentro de cada choza sirvieron para
sostener el techo, que probablemente fue de paja. También existen
indicios de bahareque sobre las paredes. Dentro de las chozas hubo
acumulaciones de basura doméstica, especialmente conchas, huesos,
cerámica rota y utensilios de piedra. Análisis muy detallados de la
distribución de resto dentro de la choza indican que una parte se acumuló
durante la ocupación de la choza y el resto después cuando la choza
abandonada se convirtió en basural. También hubo un fogón en el piso de
la choza y hasta indicios de pantallas o muros internos para subdividir la
choza [...]
[...] La forma de la aldea es conocida principalmente en Real Alto, donde se
formó una aldea grande con las chozas elípticas en hileras rectas. En la
parte central del sitio, se estableció el recinto ceremonial, con dos
pequeños montículos y sus estructuras especiales separados por una plaza
pequeña. A pesar de estimaciones del tamaño y de la población de Real
Alto (hasta 1.500 habitantes durante Valdivia III), aún no existen análisis
detallados sobre la contemporaneidad de chozas dentro del período
Valdivia III, que duró varios siglos. Sin esta información, no se puede
confiar mucho en ninguna estimación.
Las sociedades indígenas: desde las culturas Agro-Alfareras hasta el
Incario
FIGURILLA
Tipo Venus
Representa una mujer
adulta
Cultura valdivia -CA.
3500 - 1500 A.C. -
Sala de Arqueología,
Museo Nacional del
banco central del
Ecuador.
Un buen resumen de la arquitectura formativa y de los poblados tempranos
que puede ser de interés para el lector fue escrito hace pocos años por
Echeverría (1998). La presencia de entierros debajo del piso arcilloso de
las chozas residenciales es bastante característico de muchas sociedades
agrícolas. En efecto, los entierros sirven como títulos de propiedad que
indican cual linaje es dueño de la propiedad. Quizás los valdivianos hacían
lo mismo. En muchas sociedades agrícolas en este nivel de desarrollo en el
mundo, la propiedad pertenece a las mujeres y los linajes se definen por el
lado femenino ("sociedad matrilineal"). La presencia de una "matriarca"
en entierro muy especial en el montículo del osario de Real Alto
posiblemente refleje una organización matrilineal para la Cultura Valdivia.
Este mismo entierro sugiere algo más que un simple sistema matrilineal,
porque esta mujer recibió atención muy especial. Primero, su tumba fue
recubierta por piedras de moler. Luego, a los pies fue enterrado un hombre
degollado y descuartizado, evidencia de un posible sacrificio en honor a la
mujer. Tercero, hay evidencia de siete entierros secundarios en la misma
tumba, probablemente realizados durante distintos ritos posteriores. Otro
dato interesando sobre el osario es la presencia de entierros de niños en lo
que parece ser recinto muy especial.
Según estas observaciones, la sociedad valdiviana se estaba
transformando en una sociedad no igualitaria. Uno de los rasgos del
cacicazgo es la concentración de autoridad en manos de herederos, y
arqueológicamente se puede observar esta práctica por medio de entierros
con víctimas sacrificadas. Un niño con atención tan especial probablemente
nació con un rango privilegiado, ya que no tuvo tiempo en la vida para
ganar este estatus. En el sitio OGSE-80 de la Cultura Las Vegas, se
encontraron alrededor de 190 individuos en 61 pozos. A pesar de esta
riqueza de evidencia, no hubo ninguna señal ni de desigualdad social ni de
sacrificios.
Los entierros valdivianos procedentes de distintos asentamientos
generalmente tiene ajuares muy simples (muchas veces un solo utensilio)
como los de Las Vegas. Sin embargo, el montículo del osario de Real Alto
muestra nuevas prácticas funerarias que indican innovaciones sociales. Por
ejemplo, fuera de los entierros ya mencionados, existen varios entierros en
la zanja de la pared del osario. La interpretación más razonable es que
cada uno de estos entierros es una especie de "piedra angular" para
conmemorar algún suceso importante. Los entierros valdivianos por
primera vez toman importancia social dentro de lo que tiene que ser un
culto comunitario.
Se recuperaron alrededor de 100 esqueletos de Real Alto, pero la gran
mayoría pertenecen al período Valdivia III, y éstos fueron utilizados para
las siguientes cifras. Se calcula la estatua del hombre alrededor de 170 cm
y de la mujer, 160 cm. La expectativa de vida para los valdivianos fue
aproximadamente de 21 años, aunque hubo individuos que sobrevivieron
hasta 70 o quizás 80 años. Esto quiere decir que hubo mucha mortalidad
en los primeros años de vida. Incluso se calculó hasta el número de niños
por madre basándose en los datos de los esqueletos y tablas de vida para
otras sociedades. El resultado poco más que seis años por cada mujer
como promedio.
La expectativa de vida para un recién nacido de la Cultura Las Vegas,
según el estudio de los 190 individuos, era de 25 años, un poco mayor que
los 21 años para Valdivia. Aunque la diferencia realmente no es grande es
sorprendente que los agricultores valdivianos vivieran menos. El
sedentario trae consigo un aumento de enfermedades infecciosas, una
acumulación de la basura con la contaminación correspondiente del agua,
y un deterioro de la dieta, entre otros problemas. Hasta qué punto llegaron
los valdivianos a sentir estos males que son producto de la revolución
agrícola, aún no se puede determinar.
Existe poca evidencia para el cultivo del algodón y artefactos hilanderos,
pero no hay evidencia directa sobre el vestuario de los valdivianos.
Los artefactos líticos tallados son bastante irregulares, faltando buenos
ejemplos de cuchillos, puntas de lanzas y otros utensilios, fácilmente
reconocibles. Por lo tanto, se cree que los valdivianos utilizaban mucho
alguna madera dura, como la chonta, para fabricar sus armas de cacería y
otros artefactos. Por lo general la madera no se conserva en el registro
arqueológico.
La producción cerámica parecer ser principalmente utilitaria (para uso
doméstico), con la excepción de los figurines de barro llamados "Venus".
Algunos de estos son obviamente mujeres, otros son bastante abstractos y
algunos tiene apariencia de mujer pero con el perfil fálico (en forma de
órgano masculino). La existencia de algunos de estos figurines con dos
cabezas y hasta con una piedrita a manera de cascabel dentro de la barriga
extendida confunden más la interpretación. No se sabe con certeza si
tuvieron alguna importancia en un culto de fertilidad u otro signo religiosa
o si fueron simplemente juguetes [...]
Tomado de Roland D. Lippi, La Primera Revolución Ecuatorian. El
desarrollo de la Vida Agrícola en el Antiguo Ecuador.
FIGURA
Felino con plato
sobre su cabeza
Utilizado para quemar
alguna sustancia
olorosa, durante los
ritos religiosos.
Cultura La Tolita - CA
600 A.C. - 400 D.C.-
Sala de Arqueología,
Museo Nacional del
Banco Central del
Ecuador
El caso de la Tolita y Atacames
Aunque hasta el momento la fase conocida como La Tolita, isla situada en
el estuario del río Santiago, en el extremo noroccidental del Ecuador, ha
sido considerada como perteneciente al período "Desarrollo Regional" (500
a.C. 500 d.C.), esta periodización, fruto de necesidades metodológicas, no
significa la ruptura brusca del desarrollo de una cultura. La Tolita, en
efecto, fue ocupada durante el período de Integración y su influjo en las
técnicas metalúrgicas se reflejó incluso en la fase. Manteña (Meggers
1996: 102-107, 142; Porras 1980: 169-175, 240) [...]
[...] Parece que la máxima evolución técnica de la metalúrgica de La Tolita
corresponde al período de Integración (500 a.C. 1500 d.C.). A pesar de
que todavía no se han encontrado homos de fundición o crisoles, se puede
aseverar que, además de la fundición de granos de oro sobre pedazos de
carbón, para la fundación de objetos más grandes, los artesanos de La
Tolita usaban hornos y crisoles quizás semejantes a los encontrados en
Colombia y en Mesoamérica. Una tecnología singular es la que se relaciona
con el trabajo en platino. Al no poder alcanzar las altas temperaturas
necesarias para su fundición, los orfebres de La Tolita calentaban el platino
conjuntamente con el oro, para luego martillarlos y recalentarlos
sucesivamente, hasta obtener una aglutinación que aparentaba una
aleación de los dos metales. Aunque se nota una preferencia por las
miniaturas, la metalurgia de esta región ofrece variados ejemplos de
máscaras de oro, martilladas en una sola pieza, cuyos rasgos
frecuentemente expresan serenidad, y que alcanzan su máxima expresión
cuando se ha combinado el oro de la orfebrería en el Ecuador prehistórico,
lo que significa que La Tolita debe ser considerada básicamente como un
centro de artesanos (Holm y Crespo 1981: II, 18-20).
En la "Relación de las provincias de la Esmeraldas" (Jiménez de la Espada
1965: III, 87 y ss), redactada al final de la expedición emprendida en 1569
por Andrés Contero, desde Pasao hacia Caaque y probablemente hasta la
región de Cojimíes, se menciona la existencia de un pueblo grande llamada
"Císcala", que gozaba de paz y era seguro para todas las provincias
circundantes.
Su condición de pacífico enclave y la fama por la actividades mercantiles
que en él tenían lugar, atraían a los mercaderes de su extenso ámbito
entre Passo, el río San Juan. De este modo, los tacames vendían en Císcalo
oro y esmeraldas, los campeces y pidres llevaban sal y pescado y los
beliquiamas intercambiaban ropa y algodón, con otros productos. Los
tacames procedían seguramente de la región de Atacames, los campeces
quizás de la comarca de Campaz, distante de San Mateo 15 lenguas,
mientras que los beliquiamas, la falta de indicios imposibilita todavía su
identificación (Hartamann 1971: 217-218; Rumazó 1949: IV, 33). El centro
de intercambio Císcala quizás corresponde, según algunos autores, al
asentamiento arqueológico de La Tolita, opinión que no puede ser hasta el
momento verificada. Es importante, sin embargo, poner de relieve la
existencia de una red comercial, mediante la cual varias provincias ricas,
bajo el mando de caciques poderosos y belicosos, garantizaba una
convivencia en paz (Holm y Crespo 1981: II, 16) [...]
Las sociedades indígenas: desde las culturas Agro-Alfareras hasta el
Incario
Los señoríos étnicos antes del Incario
Introducción
Las sociedades que habitaron el actual Ecuador en el período preinca
poseyeron formas organizativas sociales, económicas y culturales
complejas y diversas producto de su particular desarrollo histórico.
Documentos tempranos del siglo XVI han dejado un listado de nombres
que responden a un inventario confuso de los grupos existentes antes de la
conquista española; sin embargo, investigaciones recientes muestran que
tal listado no identifica con exactitud a cada grupo étnico.
Así, pues, antes de intentar una caracterización específica de cada uno, es
más apropiado analizar en forma globalizada la economía, las formas
organizativas sociales y políticas y los sistemas religiosos que
caracterizaron a los grupos éticos que se desarrollaron durante esta etapa.
Se conoce que estos grupos se estructuraron bajo dos sistemas de
organización política: el curacazgo o cacicazgo, también denominados
señoríos étnicos de nivel local o supra local, y la tribu. Entre los curacazgos
algunos poseyeron una enorme complejidad organizativa lo que ha llevado
a que algunos investigadores, erróneamente, los hayan considerado como
formas tempranas de Estado, como fue caracterizado el mítico "Reino de
Quito".
Estos curacazgos se desarrollaron a lo largo de toda la región de la sierra;
en buena parte del litoral, de manera preferente en la cuenca del río
Guayas y las costas de Manabí, y probablemente en la ceja de montaña de
la Amazonía. La formas tribales se desarrollaron en las zonas bajas y
húmedas del litoral y de la Amazonía.
Nuestra verdadera historia
Enrique Ayala Mora
La historia antigua
Cuenta el P. Juan de Velasco en la Historia del Reino de Quito, que su
territorio estuvo originariamente poblado por gran cantidad de estados o
pequeños reinos, desde la actual Pasto hasta lo que hoy es Loja. Uno de
ellos, el que llama "primitivo Reino de Quito", ubicado en la actual
provincia de Pichincha, hacia el año 980 fue conquistado por los caras, un
pueblo venido de la costa. Los caras, que tomaron su nombre del de su
líder llamado Carán, habían llegado a la costa años antes y habían
ascendido a la altura, atraídos por las ventajas del clima interandino.
Luego de establecerse en Quito, los caras iniciaron una activa política de
expansión hacia los pueblos circundantes. Bajo la conducción de los
sucesos de Carán, a quienes se llamaba scyris o reyes, extendieron su
dominio hasta el Carchi en el norte y hasta Cotopaxi en el sur. Fueron
detenidos por la resistencia de los aguerridos puruhaes. Conformaron así
un gran estado cuya capital fue Quito, ubicada en el mismo lugar de la
actual capital ecuatoriana. Eran gobernados con régimen monárquico,
adoraban al sol y a la luna, enterraban a sus muertos en montículos o
"tolas", tenían un rudimentario sistema de cuentas, eran buenos tejedores
y curtidores de pieles.
Hacia el año 1300 se extinguió la línea masculina de los scyris. Fue así
como el scyri XI arregló el matrimonio de su hija Toa con Duchicela, el
primogénito de Condorazo, soberano puruhá. Con la unión se extendió el
reino de los scyris, que lograron ampliarlo aún más mediante alianzas con
los cañaris, un importante estado del sur y con varios pueblos de la costa.
Luego del reina de Atauchi Scyri XIII, gobernó su hijo Hualcopo Scyri XIV,
que enfrentó la invasión de los incas liderados por Tupac Yupanqui. Luego
de negociar la incorporación de los cañaris al imperio avanzó a tierras
puruhaes y las ocupó luego de vencer a las fuerzas scyris, dirigidas por el
general Eplicachima. Luego de estos éxitos volvió al Cuzco.
El scyri murió poco después y le sucedió su hijo Cacha, que emprendió la
reconquista de las tierras tomadas por Tupac Yupanqui. El hijo y sucesor
del soberano inca, Huayna Capac, volvió entonces al norte y luego de
consolidar algunas conquistas en la Costa, venció a los ejércitos quiteños
dirigidos por el propio Cacha y por Calicichima. La última gran batalla se
dio en Atuntaqui, en tierras imbayas. Allí murió el rey y su hija Paccha fue
proclamada scyris. Un intento ulterior de resistencia de los caranquis
terminó en una masacre ordenada por el Inca. Fueron tantos los muertos
que la laguna donde fueron arrojados los cadáveres se llamó por ello
Yahuarcocha (lago de sangre). Huayna Capac optó entonces por una
política de conciliación y se casó en Paccha. De este modo incorporó a la
realeza scyri en la familia real inca. De la unión nació Atahualpa, que
cuando murió el inca, heredo el Reino de Quito y se enfrentó con su
hermano Huascar, proclamado heredero en el Cuzco. Atahualpa venció en
el enfrentamiento y terminó como el emperador que afrontó la conquista
española.
La polémica
El Padre Velasco fue un jesuita nacido en Riobamba que, luego de una
amplia labor en la Real Audiencia de Quito, fue expulsado junto con los
demás miembros de la orden en 1767 por disposición del Rey de España.
Refugiados en Italia escribió allí su Historia y la terminó en 1789, pero no
fue editada sino en 1846, cuando el Ecuador ya era un país independiente.
La aparición de la obra fue vista como un soporte del naciente país y su
versión sobre el Reino de Quito se incorporó sin discusiones a los escritos
oficiales hasta fines del siglo. Cuando Federico González Suárez, nuestro
más grande historiados escribió su obra, tuvo ya algunos reparos a la
versión de Velasco sobre el Reino de Quito, pero fue su discípulo, Jacinto
Jijón y Caamaño quien la cuestionó duramente. A él se juntó el español
Jiménez de la Espada. Se inició así una larga polémica.
Los críticos argumentaban que Velasco escribió su obra de memoria, con
muy poca base documental disponible, que su entusiasmo por destacar la
existencia del Quito que el vivió, le había llevado a imaginar un "Reino";
que ningún otro historiados o cronista se refiere a él. La evidencia
arqueológica es contundente. No hay rastros de los scyris en las
excavaciones realizadas. La propia ciudad de Quito anterior a los incas no
existió como tal. Apenas hay poblados muy pequeños, que no podrían
haber sido el centro de un gran estado.
Investigaciones de los últimos años descubren señoríos étnicos de gran
desarrollo en importancia en el actual territorio ecuatoriano, pero no un
estado de alguna manera similar al inca, como lo describe Velasco.
Los defensores de la existencia del Reino de Quito dicen que otras
evidencias documentales fueron destruidas; que posiblemente se trataba
de una confederación permanente, no de un estado estructurado. Dicen
también, que todavía falta mucho por investigar en la Arqueología. Se
argumenta con gran fuerza que la versión de Velasco sobre el tema nos da
una base para el reclamo territorial ante el Perú, puesto que prueba que
nuestro país existía ya antes de la invasión inca. Muchas veces la polémica
ha llegado a acusar al jesuita riobambeño del falsario o a sus
cuestionadores de antipatriotas.
A estas alturas de la investigación histórica nos permite establecer que un
"Reino", como lo describe el P. Velasco no pudo existir. Los señoríos
étnicos del norte andino fueron muy importantes y se aliaron para resistir
la invasión inca, pero fueron distintos al estado que Velasco describe y sus
centros urbanos no estaban en Quito. No hay ninguna base para pensar
como históricos a los scyris o la dinastía Duchicela. Aún más, aunque
hubiera existido, esa no puede ser considerada como base de la "nación
quiteña" y de la nacionalidad ecuatoriana. El Reino de Quito, según el
propio Velasco, abarcó la sierra centro norte. No incluyó en realidad ni a
los cañaris ni a los pueblos de la costa, que tuvieron su identidad propia. El
Ecuador como Estado Nación es más que Quito y su espacio de influencia,
ya que está integrado también por otros espacios regionales que tiene su
propia historia.
Una visión positiva
Juan de Velasco fue un criollo lúcido que escribió su obra para destacar
que el "Reino de Quito" del siglo XVIII, su país, tenía grandes recursos
naturales, raíces y personalidad histórica, como otros del Nuevo y el Viejo
Continente. La Historia fue una de las expresiones más importantes de la
identidad que se iba consolidando en la Hispanoamérica de su tiempo.
Entonces Quito se definía como una entidad política y cultural y fue el eje
más importante del ulterior proyecto nacional ecuatoriana. Pero no fue el
único, ni territorial ni culturalmente. La Historia de Velasco tiene, en
consecuencia, todas las fortalezas y debilidades de una visión centrada en
Quito de una realidad más amplia que luego se concretaría en la vida del
Ecuador como Estado Nacional.
El debate planteado no debe hacernos perder de vista el inmenso mérito de
Velasco al historiar nuestro pasado, al indagar en su evolución y sus
protagonistas. Su obra es un aporte muy amplio al conocimiento del país y
de Hispanoamérica que trata de muchos temas de calidad no discutida,
aparte de su visión del Reino de Quito preincásico. No se debe perpetuar el
error de juzgar una obra rica y amplia por la falta de base empírica de una
de sus partes. Por lo demás, tratar de insistir en que se debe mantener
incuestionada la versión de Velasco sobre este punto, solo demuestra que
no se ha apreciado en sus reales dimensiones el valor histórico de los
grandes avances de los pueblos del norte andino en el desarrollo de la
agricultura y el comercio, así como en la constitución de señoríos étnicos
con características políticas muy avanzadas.
Y en cuanto la versión concreta sobre la naturaleza del Reino de Quito, sus
gobernantes y sus guerras, que el P. Velasco narra con tanto entusiasmo,
tenemos que valorizarla por la calidad literaria y su contenido mitológico.
Allí hay hermosas narraciones que deben ser leídas como leyendas que
alimentan el imaginario nacional. La leyenda de Rómulo y Remo para los
romanos, como la del Rey Arturo para los ingleses, no se valoran por su
precisión histórica, sino porque contiene un mensaje de identidad. La
Historia de Juan de Velasco es una de las obras claves del Ecuador, no solo
porque fue el primer intento de historiar su pasado, sino también porque
con ello puso una de las bases de nuestra identidad como estado nación.
CANASTERO
Cargado con un recipiente en la espalda
Seguramente es una
representación de un 'Mindala' o 'Comerciante - Viajero'
Sala de Arqueología, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador.
Organización económica de los Curacazgos
Agricultura multicíclica
La base de la economía de los curacazgos fue la agricultura, sustentada en
un conocimiento amplio del medio ambiente. Este conocimiento permitió a
las sociedades aborígenes desarrollar un sistema de agricultura
multicíclico en diversos pisos altitudinales contiguos, con un
aprovechamiento óptimo de la fuerza de trabajo, debido a que
paralelamente se realizaban varios ciclos productivos.
Esta forma de utilización del espacio agrícola es más evidente entre los
curacazgos que tenían sus centros poblados en la sierra, curacazgos que
utilizaron áreas productivas desde los 3.000 m. sobre el nivel del mar,
hasta zonas en los 2.000 m., propias de los valles interandinos o de las
cejas de montaña.
La explotación y utilización agrícola de estos pisos altitudinales,
localizados contiguos a los centros poblados, se hizo por medio de un tipo
de productores quienes, desde su pueblo de origen se desplazaban
temporalmente a los diferentes pisos ecológicos (llamados islas) con ese
propósito; a ellos se los conoció con el nombre de camayuc.
Es así como los curacazgos caras y pastos mantenían enclaves productivos
en el valle del Chota, los puruháes en la cuenca del río Chanchán, o los
pueblos panzaleos en territorios de los valles de Patate y del
Guayallabamba o de la ceja de montaña de la cordillera occidental, en la
región Yumbo.
En el caso de las sociedades del Litoral se han encontrado evidencias de
modelos similares a los serranos, con núcleos de vivienda cerca del mar,
preferentemente, en los valles fluviales, y con islas en las zonas del
interior, como es el caso de los pueblos de la zona de Agua Blanca, en el
sur de Manabí.
Actividades comerciales
Esta estrategia productiva de autoabastecimiento agrícola (gracias a la
explotación de diferentes pisos ecológicos hecha por una misma
comunidad indígena) se combinó con actividades comerciales de carácter
local y regional, lo que aseguró un abastecimiento regular de diversos
productos. Las actividades comerciales se hicieron bajo dos modalidades:
una libre y otra dirigida.
En el primer caso, se trató de un intercambio comercial en mercados,
llamados "tianguez", realizado por individuos comunes con fines de
abastecimientos de productor básicos de consumo (tubérculos, maíz ,
algodón, etc.). En cambio, el comercio dirigido fue ejecutado por un grupo
de especialistas, llamados "mindala", que actuaban en nombre de un señor
o curuca. Los miembros igualmente comerciaban en los tianguez, pero allí
intercambiaban productor exóticos y de uso ceremonial como la coca, la
sal, el oro y la chaquira.
En la región serrano tuvieron especial importancia económica los valles
interandinos secos como: el Chota, Guayllabamba, Chanchán, Patate y
Paute, entre otros. Estos valles sirvieron para el cultivo y explotación de
variados productos agrícolas tales como el algodón, la coca, la sal, el ají, el
añil y las frutas.
La siembra de estos productos se realizó en las terrazas aluviales de las
cuencas hidrográficas (playas o patas) y su control productivo lo
ejercieron unidades políticas residentes en los mismos valles, pero
también por colonias o enclaves pertenecientes a otros curacazgos del
callejón interandino, de tal manera que estos espacios fueron multiétnicos,
es decir, aprovechados por diversos grupos étnicos.
Las relaciones que surgieron de esta convivencia se dieron sobre la base
de acuerdos en torno al control de la tierra, al uso del agua y a la
disponibilidad de mano dura.
Todo lo señalado dio lugar a una diversidad de relaciones de trabajo sobre
cuya base surgieron diferentes tipos de trabajadores como los ya
mencionados camayac, los llamados "forasteros", que prestaban su fuerza
de trabajo a cambio de una parte de la producción, o los yanas, indios a los
que se les había limitado su libertad.
En la región amazónica y en el litoral se formaron colonias con una
economía especializada principalmente en sitios aptos para la producción o
explotación de algodón, coca, sal y chaquira.
Estos lugar se producción especializada fueron al mismo tiempo centros de
intercambio (tianguez), los cuales tuvieron la condición de mercados
abiertos a donde concurrían vendedores y compradores comunes y
también comerciantes especializados de diversas regiones, quienes
probablemente formaron parte de circuitos de intercambio mayores que
vinculaban comercialmente a pueblos de la sierra con pueblos de la
Amazonía y de la costa.
Los mindalaes debieron conseguir en estos lugares los bienes exóticos que
requerían sus sueños. Bajo este sistema de intercambio, ciertos productos
agrícolas locales adquirieron la condición de moneda, tal es el caso de
chaquira, en algunos pueblos de Guayas y Manabí, y en la sierra el de la
cocla, en lugar como Pimampiro, y el de la sal, en las Salinas, de Imbabura
y Bolívar.
Los curacazgos huancavilcas y manteños, apoyados en una importante
tecnología de navegación marítima, practicaron un importante comercio a
larga distancia que les llevó hasta las costas del Perú y seguramente hasta
las de Colombia. Su principal producto de intercambio era el "mullo" o la
concha Spondylus, considerada importante símbolo de fertilidad entre las
poblaciones nativas.
INCENSARIO
Antropomorfo
Utilizado para quemar
sustancias olorosas durante las ceremonias religiosas.
Cultura Manteña -CA. 500 - 1532 A.C. -
Sala de Antropología, Museo Nacional del Banco
Central del Ecuador.
Organización social y política
Los sistemas de organización social de los pueblos prehispánicos se
sustentaron en grupos de parentesco ampliados. A estos grupos se les
conocer con el nombre de ayllus. Si bien es un vocablo quichua,
probablemente originario de los Andes centrales, los principios básicos de
su organización responde a elaboraciones de los propios grupos
norandinos.
La poliandria (la posibilidad que los hombres tengan varias esposas), las
normas exogámicas (la prohibición de casarse, dentro del mismo grupo
hasta la cuarta generación), o la dualidad en el ordenamiento de sus
territorios o de sus grupos familiares, entre otros, son sus características
básicas.
Cuando el ayllu está relacionado con el territorio y con los medios de
producción básicos, se transforma en llajitacuna.
Ahora bien, cada curacazgo estaba integrado por uno o varios ayllus. En
los Andes septentrionales del actual Ecuador, a diferencia de lo que ocurrió
en los Andes centrales (Perú y Bolivia), los ayllus, como tendencia general,
eran unidades demográficas pequeñas cuyo número fluctuaba entre los
200 y 1200 personas. Aunque generalmente su tamaño mas bien gravitó
alrededor de sólo las 200 personas.
En términos de organización política, cada ayullu tenía su propia autoridad
(a la que los españoles designaron con el nombre de principal), autoridad
que dependía a su vez de un cacique mayor, que ejercía el poder sobre
todo el curacazgo.
En general, los curacazgos se caracterizaron por ser grupos autónomos en
términos políticos y económicos, ya que hay pocas evidencias de
confederaciones o alianzas entre ellos. El poder de la autoridad de los
caciques mayores o señores étnicos se sustentó en la capacidad de
movilización de mano de obra, obtenida como tributo, y en la posibilidad
de redistribuir bienes exóticos entre los miembros de cacicazgo.
Al analizar su comprensión social se evidencia la acentuación de
importantes procesos de diferenciación social, que ya se iniciaron entre los
pueblos indígenas en siglos anteriores.
Estos grupos, tal como lo muestran los estudios de los pueblos del Valle de
los Chillos, en el área Panzaleo, socialmente estaban conformados por una
élite indígena privilegiada compuesta de los señores étnicos y sus
parientes que no sólo percibían un tributo en mano de obra para el trabajo
de sus tierras, sino que a su disposición estaban varios grupos familiares
mindala y yanas; por un sector de especialistas artesanos y comerciantes o
mindales, objeto de trato diferencial al interior del curacazgo, en tanto no
estaban obligados a tributar en fuerza de trabajo como lo hacía la
población común, sino en especies; por la población común mayoritaria, la
cual en cambio generalmente estaba obligada a tributar al cacique en
fuerza de trabajo y sólo en algunos casos en productos, y por los yanas,
población con limitada libertad, que dependía directamente del cacique.
En los cinco pueblos del Valle de los Chillos el 9.2% de la población
correspondía a esta categoría.
Creencias religiosas
De acuerdo con las evidencias documentales, cada grupo étnico poseía su
propio sistema de creencias religiosas. Mas al mismo tiempo, y gracias
seguramente a las relaciones comerciales existentes entre los diferentes
grupos étnicos, compartieron también un conjunto de creaciones religiosas
que asumieron el carácter de supra local. Así pues, entre las poblaciones
indígenas coexistió, por lo tanto, al mismo tiempo un sistema de creencias
religiosas de orden local y, por otro lado, un conjunto de creencias de
orden regional.
Entre estas poblaciones de voz guaca sirvió para referirse a las
divinidades, adoratorios o lugares en donde se colocaban los ídolos. Existió
una jerarquía de guacas con funciones definidas: mayores, menores y
personales.
Entre las mayores tenían más importancia las guacas de origen o
pacarinas, que representaban el origen o inicio; en el panteón andino,
fueron una constante y era de carácter regional y local. Cada grupo étnico
tenía su propia pacarina, que la representaba en diversos objetos de la
naturaleza. Entre los Paltas era la Acancana, representada por un montón
de piedras sobre un cerro, y entre los cañaris era el cero de Guasaynan o
Huacayñan.
Las divinidades mayores más comunes fueron el sol y la Luna
independientemente de su difusión como dioses durante la expansión Inca.
En cuanto las guacas menores, la característica fundamental fue su
difusión regional, es decir, su carácter divino era reconocido por un grupo
étnico o ayllu. Estos dioses eran los nevados, cerros y montañas, piedras y
lagunas, designados con nombres propios.
Los puruhaes tenían como guaca principal Tulapuc, y como guaya menor,
Puna; entre los panzaleos existieron dos guacas principales: el cerro
Piccinca y el nevado Yllinca y una guaca local, representada por un cerro
llamado Andazana.
En cuanto a las guacas personales, se designaban como malquis y
consistían en un culto personal representado por un antepasado o un
objeto que le perteneció.
Las sociedades tribales
A diferencia de los curacazgos las sociedades tribales, que basaron su
sobrevivencia en la recolección y en una incipiente agricultura, se
organizaron bajo un modelo de economía diverso y hasta hoy poco
esclarecido. Lo que mejor se conoce son sus prácticas comerciales, lo que
les permitió a estas sociedades a establecer relaciones entre comunidades
que no pertenecían a la misma región.
Por ejemplo, debido al comercio de larga distancia, los quijos y jíbaros se
vincularon comercialmente con comunidades serranas, utilizando diversas
rutas de intercambio. Por su parte los lachas, chachis y yumbos
mantuvieron tratos comerciales no sólo con pueblos de la sierra, sino
también con algunos de la costa.
INGAPIRCA
Restos de Arquitectura
Incaica en Ingapirca
Provincia del Azuay.
Fotografías de Enrique
Ayala Mora, Ed. Nueva
Historia del Ecuador, Vol.
2, Corporación Editora /
Grijalbo, Quito, 1988.
Los Incas en el actual Ecuador
Juan Fernando Regalado*
Los Incas inicialmente debieron semejar un grupo de ayllu como los que
habitaron los Andes meridionales hace mil años. Acerca de su procedencia
exacta se han obtenido datos diversos que provienen de relatos míticos
muy difíciles de interpretar todavía. La información más precisa que se ha
podido obtener se refiere al asentamiento del pueblo inca en una zona al
norte del lago Titicaca, que hoy se conoce como el valle del Cusco, a unos
3.000 metros de altura. Dicha zona fue compartida entre los ayllu antiguos
del lugar y las comunidades incas que llegaron en búsqueda de nuevos
recursos de subsistencia. No se sabe con claridad de qué manera los Inka
consiguieron supremacía sobre los demás grupos de aquél valle, pero
debió ser un proceso largo que les permitió más tarde abrirse campo en un
círculo regional conformado por etnias vecinas poderosas (Rostworowski,
1988).
A partir de entonces contamos con narraciones menos confusas que
coinciden en situar este momento, de desarrollo incaico y de conflicto con
las etnias grandes, como el inicio del Tawantinsuyu; es decir, el período
durante el cual empezó la constitución de una organización social mucho
más compleja que un grupo inicial de ayllu o que la unidad de
comunidades. Para ello, los primeros jefes Inka implementaron un monto
de bienes sobrantes "para donar", a cambio del cual recibieron de los
kuraka vecinos la mano de obra indispensable para obras de diferente tipo.
Aunque contaban con un prestigio guerrero, les fue imposible disponer
directamente, y en forma coercitiva, de cuotas de trabajo suficientes y
debieron conseguir autoridad a través de las prácticas muy antiguas de
reciprocidad y de minka (minga).
El funcionamiento del estado inca.
El inka Pachacutec, gobernante alrededor del año 1400, logró una
organización interna de acuerdo a las circunstancias nuevas que
aparecieron en el proceso de crecimiento y trazó un plan administrativo
que permitió el funcionamiento de una sociedad de tipo estatal.
El estado inca se apoyó en algunas técnicas y normas de subsistencia
extendidas en la mayor parte del callejón interandino. Así, por ejemplo, los
principios andinos de "reciprocidad" y "redistribución" fueron pautas que
permitieron al Estado en expansión obtener, de las comunidades que se
fueron incorporando, cuotas de trabajo para el Tawantinsuyu. Tanto la
tradición de "obligaciones reciprocas comunales" de trabajo por turnos,
cuanto una "generosidad obligatoria" de la autoridad, fue muy común en el
mundo andino y no pueden equipararse hoy en día a un tipo de tributo; por
ello, las investigaciones aluden mejor a un préstamo acordado de trabajo,
junto a las obligaciones gubernativas. Para conseguir mano de obra el Inca
presentaba una variedad de dádivas a los representantes de las
comunidades y a su vez las etnias acordaban, por ejemplo, ocuparse de
confección de textiles, o de un servicio guerrero, y de la labor de las tierras
estatales y de culto. Al parecer estos medios resultaban menos onerosos
que la coerción.
Debido a esas normas andinas antiguas, en la etnia que aceptaba aquella
modalidad, la organización de tareas y el período de dedicación se
convirtieron en obligaciones comunales acordadas por todos con
anterioridad. Este fue un tipo de prestaciones ordinarias, que cada unidad
familiar al interior de la comunidad otorgó rotativamente al Estado y que
es conocida como mita. Otra forma de prestación fue la dedicación total de
ciertos grupos (kamayuj) a tareas especializadas o eventuales como la
minería, obras públicas y labores textiles. Otra posibilidad -tardía en
instituir- consistió en la provisión de un tipo de mano de obra sin regirse a
las formas de reciprocidad, debido a que fue un grupo de personas (yana)
que perdieron su condición de miembros de una comunidad y que cumplían
exclusivamente objetivos estatales.
El Estado captó el resultado del trabajo de las etnias, de los kamayuj y de
los yana, para obtener reservas que se destinaron en su mayor parte en
actividades guerreras y en la manutención de las demás comunidades que
entregaban otros turnos de trabajo (mita). Otra parte importante de la
producción se utilizó en el funcionamiento y en las dádivas gubernativos.
También se construyó una red vial (Q' apaq ñan) que cubrió unos 4.500
km. de la cordillera de los Andes. Además, la cantidad de mano de obra
vasta facultó al incario para adquirir recursos agropecuarios. En la
conservación de alimentos se aplicaron excelentes técnicas, que
permitieron almacenar cantidades grandes de productos en los depósitos
estatales, mientras que la acumulación de bienes contribuyó para que el
gobierno inka cumpliera, además del gasto administrativo, con la
redistribución a nivel estatal y las exigencias de la reciprocidad,
configurando un sistema de prestaciones rotativas y depósitos estatales (J.
Murra, 1975; 1978).
Este esquema organizativo general implicó formas diferentes de control,
según el tipo de actividad estatal. Si bien hubo funcionarios vinculados al
Inca por parentesco, hubo otros por designación de confianza, junto a
autoridades étnicas locales que conservaron sus funciones antiguas en
beneficio del incario. Una de las actividades más notorias de aquellos
funcionarios fue el registro detallado de la población y de los recursos de
subsistencia, denominado k' ipu.
Otro tipo de funciones con responsabilidad estatal fue los mitmaj. Se trató
de comunidades o etnias enteras que fueron trasladadas desde su lugar de
origen hacia regiones preestablecidas por el gobierno. La finalidad del
traslado fue múltiple, considerando objetivos políticos y económicos. Hay
información acerca de poblaciones que fueron movilizadas bien como
forma de sanción, o como vigilancia de las fronteras del Tawantinsuyu. Los
indicios de objetivos productivos se refieren en su mayoría a la apertura de
nuevas zonas agrícolas para el sustento del estado, donde una parte de la
tierra de los curacazgos fue empleada para usufructo del Inca y del
Tawantinsuyu. Las labores fueron coordinadas con el ciclo agrario de cada
región y consideraron el estilo de trabajo de cada etnia, porque en la época
del Tawantinsuyu los curacazgos locales permanecían sosteniendo el
acceso de los miembros de los ayllu a todos los medios de vida de su
grupo. Sin embargo, algunos historiadores sugieren que al final de la
existencia del incario se ha podido constatar una presión creciente del
Estado para obtener mano de obra, que afectaba la permanencia
autosuficiente de las comunidades locales y que pudo conducir hacia un
control particularizado sobre los recursos económicos.
La presencia Inca en los Andes septentrionales.
La modificación que las culturas andinas hicieron de una geografía con
grandes altitudes y una biodiversidad vasta, como en pocas partes del
mundo, todavía es subvalorada. Aunque la arqueología ha comprobado el
período corto de la ocupación inca, no tiene precedentes en los Andes, y
posiblemente en el resto de "América" nativa, la conformación de una
envergadura estatal tan amplia como el Tawantinsuyu.
La acometida inca se efectuó según las distintas regiones andinas y
produjo niveles diferentes de consentimiento en cada grupo étnico y
también diferencias en los requerimientos estatales. En los Andes del norte
o septentrionales Tupa Inka Yupanki consiguió los primeros vínculos
políticos. Su sucesor, Wayna Q' apaq, debió suplir la modalidad inicial de
"enclaves" inka con el esquema integrador del Tawantinsuyu, y debió
organizar campañas guerreras en algunas zonas del actual Ecuador. La
coexistencia de las especificidades étnicas antiguas junto al modelo inca
de uniformidad fue un problema cuya solución dependió de la condición de
cada sociedad local y de las necesidades del Tawantinsuyu. La relación
política con las etnias de esta región norte se emprendió con una red de
puntos de apoyo, coordinada por una clase de emisario estatal, y con
alianzas a través de algunos "dones"; pues, los jefes Inka debieron
otorgarle mayor interés a la búsqueda de vínculos antes que a campañas
cruentas siempre más onerosas.
Los funcionarios incas no vencieron a los habitantes de la foresta tropical
de la costa y de la Amazonía. Excepto por algunas referencias a la zona
Puná, el Tawantinsuyu marcó sus fronteras en las bocas de montaña que
unen las tierras bajas tropicales del este y oeste con la serranía. En parte,
esa imposibilidad se debió al pensamiento inca que subestimaba las
sociedades del piedemonte y en mayor medida debido a la resistencia
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Historia del ecuador 1

  • 1. En la transición al nuevo milenio y en las actuales circunstancias, es decir, cuando Ecuador atraviesa por una de las más graves crisis de su historia, se hacia más que nunca imprescindible ofrecer al público lector una reflexión seria y renovada del pasado del país. El propósito fundamental de esta tarea se planteo en términos de brindarle no sólo un instrumento eficaz de comprensión de las raíces históricas nacionales que nos son propios y comunes, sino sobre todo de permitirle encontrar, a la luz del análisis pretérito, respuestas a muchos de los graves problemas que nos agobian en el presente. Y es que en el marco de las profundas transformaciones que ha experimentado el quehacer historiográfico en el Ecuador en las últimas décadas, todo ejercicio de análisis retrospectivo exige, por parte del historiados, un múltiple compromiso y un amplio desempeño que rebasa la exclusiva aclaración del pasado y se preocupa del presente y del futuro, en orden a despertar la "memoria histórica", sacudir las conciencias y encontrar otros y esperanzadores caminos, hechos sobre la base de la igualdad social, la equitativa distribución de la riqueza y la valoración y respetuosa aceptación de nuestra diversidad étnica cultural. Esta obra que ahora presentamos, esfuerzo conjunto de la Universidad Andina "Simón Bolívar", del Taller de Estudios Históricos y del Diario "La Hora", es entonces importante, porque estudia la Historia del Ecuador desde las sociedades aborígenes hasta nuestros días desde esa perspectiva de análisis renovado, mediante la cual el lector puede reconstruir una visión crítica del pasado y fundamentalmente reavivar los lazos con su identidad nacional resultado extraordinario de las varias y heterogéneas que caracterizan a Ecuador. En este afán de intentar conducir al lector a través del tiempo, la obra cuenta a más del contenido, organizado de acuerdo con las grandes períodos de la historia del país, con un importante y esclarecedor material gráfico, una serie de recuadros que recogen información complementaria sobre cada período o tema tratado, y una valiosa bibliografía comentada, guía idónea para aquellas personas empeñadas en profundizar en determinado aspecto o tiempo histórico de su interés. Este trabajo que responde a las nuevas propuestas historiográficas, presta atención no sólo a los aspectos políticos, económicos y sociales (desde cuya perspectiva analiza, entre otras cuestiones, como materia fundamental el papel de los protagonistas históricos colectivos), sino que reflexiona además sobre otros temas, hasta hace poco tiempo desatendidos, como la cuestión regional y la evolución de las estructuras espaciales. En esta tarea participó un grupo de historiadores, sin cuya colaboración no hubiera sido posible llevarla a cabo, y si a ellos agradecemos sus esfuerzos, lo dedicamos profundamente a los profesores consagrados a la enseñanza de la historia, con quienes los historiadores comparten la gran responsabilidad de difundirla, pero también a los estudiantes, importante razón de ser de nuestros esfuerzos comunes.
  • 2. ESQUELETOS Mujer y niño de 14 años Cultura Las Vegas Elena, de Karen E. Stothert. BancoCentral Guayaquil, 1988. *Ernesto Salazar Introducción La evidencia arqueológica hoy disponible permite afirmar que nuestra historia comienza hace unos 11.000 años. Hacia esta fecha el país ha salido ya de una de las épocas más frías de la glaciación Wisconsin y se instaura un procesa de mejoramiento climático, que tardará algunos milenios en alcanzar las condiciones actuales. El hombre ocupa el territorio nacional y se expande por la Sierra y la costa modificando paulatinamente el medio ambiente en su beneficio. Los primeros pobladores practicaban una subsistencia de caza y recolección, formando bandas dispersas con territorios relativamente fijos, aunque con cierta periodicidad debieron juntarse para explotar zonas ricas en recursos y ejercer acciones de cohesión social. La caza recolección como estrategia adaptativa perduró, en términos generales, hasta el tercer milenio antes de Cristo, cuando surgieron las primeras manifestaciones de la agricultura como medio básico de subsistencia. Este lapso de aproximadamente 6.000 años ha sido denominado por los arqueólogos período lítico o precerámico. A diferencia de Norteamérica, donde ha sido subdividido en paleoindio y arcaico, en razón de la diversidad de recursos explotados y de las estrategias de supervivencia, en la arqueología ecuatoriana permanente aún sin divisiones, fundamentalmente por la escasa investigación realizada sobre las sociedades tempranas del país. En efecto, el registro arqueológico disponible es muy exiguo y la información proporcionada por los sitios hasta hoy descubiertos no permite dar una visión clara del desarrollo cultural en tan largo período. El poblamiento del Ecuador El problema del poblamiento inicial del país es bastante complejo, porque se conoce mal la dinamia de las migraciones prehistóricas. Por ahora el registro arqueológico permite afirmar que el poblamiento de nuestro país se hizo por el callejón interandino, acaso con migraciones menores por la Costa y el Oriente. En esta época los glaciares y el páramo se hallaban en franca retirada y el bosque montano cubría las profundidades de los valles interandinos, proporcionando abundantes recursos animales y vegetales. La Costa gozaba de un clima relativamente estable, con una estación seca larga y una estación lluviosa corta, que mantenían una sabana abierta con
  • 3. bosques de galería a lo largo de los ríos, brindando variados recursos, tanto marinos como del interior. Los seres humanos parecen haber ocupado rápidamente el callejón interandino. La Costa, en cambio habría permanecido largamente deshabitada, a juzgar por la relativa escasez de asentamiento precerámicos descubiertos (excepto los numerosos sitios de la península de Santa Elena) en una región que, comparativamente, es una de las más estudiadas del país. El Oriente habría sido objeto de incursiones esporádicas desde la Sierra, que apenas rozaban la selva tropical. Si hubo alguna migración por la selva, las evidencias no han sido aún descubiertas, por falta de exploraciones sistemáticas de la región. Restos humanos antiguos Los vestigios arqueológicos se reducen en su mayoría a conjuntos de artefactos de piedra abandonados en los campamentos prehistóricos. Mas los restos humanos se han revelado esquivos a la pala del arqueólogo. En efecto, las investigaciones han fallado sistemáticamente en encontrarlos en los niveles de ocupación temprana del país. Por otro lado, los pocos especímenes conocidos, a los que se dio gran antigüedad, resultaron, para desilusión de los científicos, demasiado recientes: el famoso cráneo de Punín datado en 4.950 a C.; los cráneos de Paltacalo, atribuidos una edad reciente (tal vez el período de Integración), y en el cráneo de Otavalo, ubicado en el primer milenio antes de Cristo. De mayor trascendencia para el conocimiento de la población paleoecuatoriana es el hallazgo de los restos de al menos 192 individuos en las excavaciones del sitio OGSE-80 de la cultura Las Vegas, en la península de Santa Elena. Dataciones radio carbónicas ubican estos restos entre 6.300 y 4.600 a C., constituyendo, por tanto, los vestigios humanos más antiguos del Ecuador. *Profesor del Departamento de Antropología, Director del Museo Jacinto Jijón y Caamaño, de la Universidad Católica del Ecuador. La evidencia arqueológica La presencia en el país de cazadores recolectores tempranos viene atestiguada por la evidencia cultural obtenida de sitios excavados y por hallazgos superficiales aislados. Puntas de lanza de varios tamaños han sido encontradas en diferentes lugares del país, particularmente, en las provincias del Carchi, Imbabura, Pichincha, Cotopaxi, Azuay y Loja. En una perspectiva global, estos descubrimientos aislados proveen poca información cultural, pero la procedencia de los artefactos permite registrar su distribución espacial, dato que puede ser relevante para la interpretación arqueológica. Desde este punto de vista, los hallazgos mencionados arriban señalan claramente la presencia de cazadores tempranos a lo largo de casi todo el callejón interandino del Ecuador. Naturalmente, la información medular sobre los cazadores tempranos proviene de investigaciones sistemáticas llevadas a cabo en diferentes regiones del país. Entre los sitios excavados merecen citarse El Inga y San José (provincia de Pichincha), la cueva de Chobshi (provincia del Azuay), los sitios de Cubilán (provincia de Loja), y e sitio de OGSE-80 (provincia de Guayas).
  • 4. El sitio de El Inga, y la zona del Ilaló El Inga se encuentra a 2.500 m. de altura, en la base del cerro Ilaló por su lado oriental. Las excavaciones de Robert Bell permitieron recuperar una ingente cantidad de material lítico de obsidiana y rocas basálticas pertenecientes a tres períodos sucesivos de ocupación. Lamentablemente, las dataciones radiocárbonicas no han dado una cronología consistente, debido a que las muestras provenían de un terreno disturbado por labores agrícolas. En todo caso, la fecha más antigua que se posee para este sitio es de 7.800 a. C. Del análisis del material recuperado se infiere que El Inga fue un campamento paleoindio donde se llevaban a cabo diversas actividades, incluyendo la manufactura de artefactos. Cabe destacar, entre los utensilios, la presencia de cuchillos, raspadores, buriles y puntas de proyectil de diversas formas y tamaños, particularmente la punta de cola de pescado, característica del horizonte paleoindio mejor conocido de Sudamérica. El sitio se encuentra ubicado en una zona rica en vestigios tempranos que yace entre el Ilaló y la cordillera Oriental. Los yacimientos paleoindios que le son más afines por sus rasgos generales y su industria lítica se encuentran hacia la base oriental del cerro, por lo común bajo la cota de 2.600 m. Al respecto vale citar Lazón, San Cayetano, San Juan, San José, este último excavado por William Mayer Oakes y datado en 9.350 a.C., por el método de la hidratación de la obsidiana. Fuera de este sector hay numerosos sitios precerámicos de filiación aún desconocida, cuya densidad va disminuyendo a medida que se accede a los páramos de la cordillera Oriental. Cabe mencionar, en este contexto, el hallazgo de una punta de cola de pescado por el arqueólogo jesuita padre Porras en el abrigo rocoso de Petacaurco, al norte de Papallacta. Esta población se encuentra a 3.200 m. de altura, al otro lado de la cordillera Oriental, en la ruta que descenso a la selva tropical. Porras hace referencia a "trabajos de excavación", pero no da indicaciones sobre la naturaleza del resto de utillaje (si es que existe) o de restos de fauna asociados con la punta de proyectil. Tal como están las cosas, su establecimiento de la "fase precerámica Papallacta", en base a la presencia de un solo artefacto, es demasiado prematura y, por lo mismo, carente de significado cultural. Otra "fase" precerámica establecida recientemente es la Cotundo Jondachi en el alto Napo, donde "concentración" de artefactos de obsidiana "(cuchillos, rapadores, buriles, navajas que guardan fuertes similitudes con el instrumental lítico de El Inga"). Si la estratigrafía está bien interpretada (hay un deslave de por medio, que pudo haber disturbado los depósitos culturales), los artefactos de Jondachi estarían separados por una capa de 6 m. de espesor, de un depósito de cerámica formativa, lo que ciertamente les daría un carácter netamente precerámico. Lamentablemente, Porras es demasiado parco en detalles, circunstancias que no propicia un análisis objetivo del sitio ni de su pretendida fase cultura. Los sitios de Chobshi y Cubilán En el sur del país hay que mencionar la cueva de Chobshi, ubicada a 2.400 m. de altura en el cantón Sigsig, provincia del Azuay. Depredada por largos años, la cueva fue finalmente excavada por Thomas F. Lynch, quien logró recuperar una importante muestra de artefactos de piedra y restos de
  • 5. fauna. A esto habría que añadir los instrumentos de hueso, principalmente punzones y leznas, que Reinoso recuperara en distintas ocasiones de la cueva. Los artefactos de piedra comprenden 46 tipos de instrumentos, fabricados en cherts de varios colores, rocas metamórficas y, muy ocasionalmente, en obsidiana. Hay puntas de proyectil lanceoladas y pedunculadas, cuchillos, buriles y una gran variedad de raspadores, que en muchos aspectos parecen guardar relación con la tradición tecnológica de los utillajes del Ilaló. La fauna comprende especies recientes, cuyo significado carbónicas indican que la ocupación de la cueva tuvo lugar entre 8.060 y 5.585 a. C. En el límite entre las provincias del Azuay y Loja, Mathilde Temme excavó los sitios de Cubilán (Cu-26 y Cu-27), ubicados en la cordillera Oriental a 3.100 m de altura, en una zona ecológica calificada como subpáramo. Cu- 26 es un campamento que ha dado evidencia de, al menos, siete fogones, aparentemente contemporáneos, asociados a artefactos líticos como raspadores, puntas de proyectil (pedunculadas y foliáceas), piezas bifaces, perforadas y restos de talla. Dataciones radiocarbónicas indican una edad entre 7.110 y 7.150 a. C. Hay en Cu-27 predominio de actividades de taller, a juzgar por la presencia de núcleos y restos de talla, además de artefactos elaborados, como puntas de proyectil, piezas bifaces, raspadores y cuchillos. Muestras de carbón vegetal indican una antigüedad de 8.550 a. C. y 8.380 a. C., por el método de análisis radiocárbonico. El complejo Las Vegas El complejo Las Vegas comprende alrededor de 31 sitios ubicados a lo largo de drenajes antiguos, playas y lagunas secas, en la parte occidental de la península de Santa Elena. El sitio que ha recibido más atención es OGSE-80, que abarca un área extensa (80 x 20 m) donde hay abundante material de superficie, pero las excavaciones de Stothert revelaron la presencia de materiales culturales hasta de 110 cm de profundidad. El registro arqueológico incluye restos de fauna marina y litoral, así como del interior, una industria lítica de horsteno en la que no hay instrumentos bien definidos, y la serie de esqueletos humanos señalados anteriormente. Algunos artefactos de hueso y concha y concentraciones de ocre, completan el material recuperado. Fechas de radiocarbono ubican el complejo Las Vegas entre 9.050 a. C. y 4.650 a. C., con tres fases: Pre- Vegas (9.050 8.050 a. C.), Las Vegas temprano (7.850 6.050 a.C.), y las Vegas tardío (6.050 4.650 a.C.)
  • 6. ILUSTRACION Mujeres recolectando Cazadores recolectores del antiguo Ecuador, de Ernesto Salazar. Banco Central del Ecuador, Cuenca 1984. Los cazadores recolectores del ecosistema Andino El hábitat Reconstruir los antiguos modos de vida es, literalmente, una tarea que requiere de información mucho mayor de la que actualmente se dispone. Esto no impide, sin embargo, intentan una aproximación que dé significado cultural a los hallazgos y esboce los parámetros en torno a los cuales se debe orientar la investigación antropológica del pasado más remoto del país. El poblamiento inicial de Ecuador aborigen parece haber seguido, principalmente, el derrotero andino. Bandas de cazadores recolectores se desplazaron desde el norte ocupando territorios que, a menudo, incluían el bosque montano y el páramo, que desde el comienzo se revelan como pisos ecológicos complementarios para la subsistencia. El hábitat del paleoindio de Ilaló nos es desconocido. Si partimos de la premisa de que, en las épocas de avance glaciar, el nivel de las nieves descendió en un término medio de 1.300 m, se puede inferir que, en la época más fría de la glaciación Wisconsin (hacia 19.000 a.C), el límite de las nieves perpetuas estuvo en la cordillera Oriental a 3.400 m. aproximadamente, y el límite superior del bosque montano a 2.100 m. quedando así todo el valle del Ilaló cubierto de vegetación paramuna. Las evidencias de presencia humana en la zona pertenecen a la época del Holoceno (que comenzó hace diez mil años aproximadamente), cuando el deshielo de los glaciares ha "empujado" el límite de las nieves y el páramo a alturas más elevadas y el bosque montano ha cubierto, probablemente, todo el valle de Ilaló. Determinar la base de subsistencia de las bandas de Ilaló es harto difícil por la completa ausencia de restos orgánicos en los sitios arqueológicos de la zona. Para complicar las cosas, el valle se encuentra actualmente casi desprovisto de la flora y la fauna autóctonas, lo que no permite hacer extrapolaciones válidas para el pasado. Los pocos vestigios que han quedado se hallan confinados a las paredes de las quebradas y a los
  • 7. angostos valles que bajan del Ilaló y de la cordillera Oriental, en estado claramente degenerado respecto al bosque primigenio. Por razones de espacio me abstengo de hacer una evaluación detallada de la etnobotánica local. Quiero señalar, sin embargo, que existe todavía plantas silvestres comestibles y otras de carácter industrial cuyos usos son conocidos. Sin duda, existen también otras plantas que fueron utilizadas por los habitantes tempranos, aunque sus propiedades no sean hoy desconocidas. De los pisos ecológicos con los que estaban familiarizados los cazadores recolectores, el bosque montano proveía sin duda el grueso de la alimentación vegetal. La recolección incluía, seguramente frutas diversas, como la uvilla (Physalis peruviana), el taxo (Passiflora mollissima), la mora (Rubus floribundus), el nogal o "tocte" (Juglans nigra), la "nigua" (Margyricarpus setosus), el capulí (la especie sudamericana Prunus salicifolia), la joyapa o hualicón (Ceratostema grandiflorum); granos de amarantáceas, como el ataco (Amarantbus caudatus), de quenopodiáceas, como la "ashpa quinua" (Chenopodium, sp.); y de leguminosas, como el "ashpa chocho" (Lupinus sp.); en fin, hojas de bledo (Amaranthus blitum) y berro (Nasturtim officinale) y, tal vez, tubérculos silvestres de género Solanum y Sioscorea ("sacha papas"). Comparativamente, el páramo tiene pocos recursos comestibles, siendo su flora, en buena parte, de carácter medicinal. Sin embargo, este piso ecológico debió haber sido de gran importancia para los cazadores tempranos por sus recursos faunísticos: oso de anteojos (Tremarctos ornatus), venado (Odocoileus virginianus), puma (Felis concolor), "lobo" de páramo (Dusicyon culpaeus), etc. Algo similar habría ocurrido con los cazadores de la cueva de Chobshi, que incidentemente se encuentran a la misma altura que el sitio de El Inga. Probablemente, las fluctuaciones climáticas afectaron la región de Sigsig de la misma manera que en la zona de Ilaló, aunque tal vez con menor intensidad. De todas maneras, a la época de la ocupación de la cueva, el bosque montano cubría el área circundante, ofrecido al hombre recursos alimenticios semejantes a los que acabo de mencionar. El caso de Cubilán es diferente ya que, por su ubicación, los sitios habrían estado casi siempre en la franja de páramo. La geomorfología de la zona es claramente glaciar, pero se ignora si su modelado corresponde a la última glaciación. Gran parte de los Andes meridionales del país no estuvieron cubiertos de nieve en la glaciación Wisconsin, con excepción, tal vez, de los altos picachos. De ahí que la línea de nieve perpetua debió ser grandemente discontinua. Al tiempo de la ocupación de Cubilán, si no había nieve en las cercanías predominada, al menos, un riguroso páramo en la zona y mayores recursos vegetales de que aprovecharse, a no ser que los hubieran traído desde el bosque montano. Los recursos faunísticos Un problema debatido desde hace muchos años en Ecuador es el de la contemporaneidad del hombre con la fauna grande y extinguida del Pleistoceno (mastodontes, milodontes, caballos antiguos, etc.). El debate surgió a fines de la década de 1920, a raíz del descubrimiento del mastodonte de Alangasí (provincia de Pichincha), en asociación con
  • 8. artefactos de obsidiana y tiestos de cerámica, en un contexto que parecía "probar" la supervivencia de este proboscidio hasta bien entrada la era cristiana. Sin embargo, parece que hubo errores de interpretación geológica y estratigráfica en la evaluación de los hallazgos que, como podría esperarse, fueron rechazados por la comunidad científica. El caso del mastodonte de Alangasí es hoy asunto terminado, pero el descubrimiento de sitios arqueológicos tempranos ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión de la contemporaneidad del hombre con la megafauna. Lamentablemente, no se puede avanzar sobre el asunto debido a la ausencia de restos de fauna extinguida en los sitios paleoindios conocidos, particularmente en la zona del Ilaló, cuyo subsuelo alberga, para mayor confusión, muestras de una importante fauna pleistocénica. Sin embargo, investigaciones recientes realizadas por una misión paleontológica italiana señalan al menos una especie pleistocénica, el mastodonte, se extinguió algunos milenios antes de la llegada de los cazadores tempranos. Una de las contribuciones más importantes que ha hecho la cueva de Chobshi para la comprensión de la subsistencia del cazador temprano es, sin duda, el registro de la fauna. En las excavaciones de Lynch (Lynch y Pollck 1981:98) se recuperaron restos de zarigüeya (Didelphis albiventris),conejo (Silvilagus brasiiensis), puerco espín o erizo (Coendu bicolor), sacha cuy (Agouti taczanowskii), perro (Canis familiaris), tapir o danta (Tapirus pinchque), venados (Odocoileus virginianus y Pudu mephistopheles), oso de anteojos (Tremarctos ornatus) y perdices (Tinamidae). Toda esta fauna es considerada "reciente" u holocénica y su presencia indicaría que, el tiempo de la ocupación de la cueva, la megafauna había desaparecido o era tan escasa, que era más rentable la cacería de las especies modernas. Parece que el énfasis se concentró en la caza del venado, particularmente la especie paramuna de cola blanca (Odocoileus virginianus). El hallazgo en la cueva del Chobshi de restos de esta y otras especias de altura, como el sacha cuy, el oso de anteojos, la perdiz y el conejo, habla claramente en favor de la explotación sistemática del páramo como fuente de proteína animal. Vale destacar, en relación el oso andino y la danta, que aunque a veces se los encuentra en páramo abierto, prefieren los hábitats boscosos, particularmente de los estribaciones orientales de los Andes. De ahí que su presencia en la cueva Chobshi sea un importante indicio de la extensión máxima del territorio de caza de los habitantes tempranos. En este contexto, los sitios de Cubilán adquieren la dimensión que les corresponde como campamentos provisionales para la caza de animales de altura, incluyendo algunas especies de la Ceja de la Montaña. Su ubicación es, además, estratégica ya que los sitios se encuentran en una ruta de fácil acceso a la selva tropical. No se han recuperado restos de fauna en las excavaciones, pero la presencia de puntas de proyectil indica claramente el objetivo de los humanos que acamparon allí. En cuanto a la zona del Ilaló, no hay todavía evidencia arqueológica de que los paleoindios subieron al páramo a cazar, pero su presencia en este piso
  • 9. ecológico es indudable, por encontrarse aquí los afloramientos de materia prima. La explotación de la obsidiana llevó al cazador temprano a una frecuencia asidua del páramo, con el concomitante conocimiento progresivo de su potencialidad para la subsistencia humana, principalmente en recursos faunísticos. Si la fecha de El Inga es correcta, anticipamos una subsistencia similar a la de los habitantes de la cueva de Chobshi, es decir, caza menor en el bosque montano, con recolección de productos vegetales, caza mayor en el páramo y probablemente en las estribaciones de la Ceja de la Montaña. En esta perspectiva, la punta de cola de pescado hallada en la cueva de Petacaurco indicaría, a mi modo de ver, más que la huella de una migración separada por el este de los Andes --que no niego categóricamente- una instancia de una incursión lejana de los cazadores el Ilaló en busca de osos o dantas en la Ceja de la Montaña. Después de todo, los páramos de la región del Ilaló culminan en la sierra de Guamaní, una tradicional zona de pasos naturales hacia la selva tropical lluviosa. Los hallazgos de Jondachi encajan menos en esta hipótesis. Tengo la impresión de que los cazadores del ecosistema andino incursionaban más allá del páramo sólo esporádicamente y sólo hasta la periferia de la selva tropical. En efecto, selva adentro el cazador andino hubiera requerido de adaptaciones culturales que no poseía para hacer frente a flora y fauna diferentes de su medio ambiente habitual. Lamentablemente, la escasa información que se tiene del sitio del Jondachi o permite darle un contexto regional. Atrás. en el tiempo Para viajar en el tiempo no necesitas una máquina. Simplemente sube conmigo a las faldas del Ilaló, y sueña Pon tu mente flexible e intenta eliminar los ruidos y las cosas modernas del paisaje, reemplazándolas por sonidos y visiones del pasado. Haz desaparecer la música del radio que sale de esa casa campesina, y elimina el automóvil azul, sin escape, que pasa por la carretera Tumbaco La Merced, justo frente al sitio paleoindio de El Inga. Naturalmente, los postes de luz deben también desaparecer, y la manada de vacas que cruza la carretera. Y la carretera misma. Pero antes de quedarnos sin nada, poblemos el paisaje con visiones antiguas. En vez de la carretera, pon un sendero angosto que apenas se divise entre las matas, y en vez de la casa y el radio, pongamos un pequeño bosque con pájaros trinando. Pon bosque por todas partes, porque aquí todo está erosionando y la cangahua desnuda da un aspecto deprimente. A propósito, no pongas cualquier árbol en el bosque: quita los eucaliptos, que no deben tener aquí más de cien años, y los duraznos que, a pesar de ser antiguos, no son de aquí. Pon grandes molles, olorosos nogales, pumamaquis No estaría mal un par de quebradas con agua cristalina saltando entre las piedras. Ah, elimina las cercas y las chacras y pon matorral, siempre matorral para que los pueblos de moras, sapos, chochos silvestres, beldos, zarigüeyas. Y elimina ese avión que vuela sobre la cordillera y transfórmalo en cóndor que vuele sobre las cumbres cubiertas de neblina Y entonces se hará el milagro.. Porque verás la naturaleza primigenia, y oirás los sonidos de la vida; ramas que se mecen, pájaros que picotean, una cervicabra que bebe en el arroyo, y el humo de una fogata en El Inga. Hay algarabía en ese campamento y no me equivocaría si te digo que han regresado ya los cazadores.
  • 10. Oscurece y hace frío, y esta vieja piel de oso cada vez cubre menos. Vamos, recoge tu lanza y tus utensilios; yo llevaré la obsidiana y el morral de mortiños. ¿Sabes?, desde que vivo en esta banda, los chicos jamás me perdonan que llegue sin su golosina. No exagero cuando te digo que, a veces, dejo de cazar sólo por buscarles los mortiños. Yo lo hago con mucho gusto, pero creo también que ya es tiempo de que les enseñe a buscar su comida, a perseguir animales pequeños, a tallar utensilios simples. Inclusive creo que ¿puedes andar más de prisa? Estoy muerto de hambre y huelo ya la carne de venado asándote en la brasa. Sobre todo, quiero calentarme junto a la fogata y escuchar cuanto tendrán que contar de su jornada Así es, señores, el viaje personal del arqueólogo cuando hurga en el pasado. Siempre con la mirada en años perdidos, cruza los pantanos de la selva amazónica, se pierde en las neblinas de páramos y punas, se achicharra en los soles de la costa peruana, siempre buscando huellas, indicios de una vida que solo él puede resucitar de los escombros. Nadie sabrá nunca las peripecias de este viejo caminante, porque no caben en los informes académicos ni en las monografías finales. Pero al fin de su jornada, y desde el polvo de los siglos, emergerán antes el lector sombras desconocidas u olvidadas agitándose en la penumbra del tiempo y del espacio (...) Tomado de Esrnesto Salazar, presentación al libro de Historia de América Andina. PUNTA DE FLECHA Tipo Clovis Tomada de Arte Ecuatoriano Tomo I Salvat Editores Ecuatoriana, Madrid, 1985 Cazadores Especializados El habitante primigenio de la sierra ecuatoriana era, sin duda, un cazador especializado. Conocía perfectamente el comportamiento de sus presas (cómo se desplazaban, a qué hora y por qué lugares) y sabía acercarse, sigilosamente, para capturarlas. Bonifaz ha publicado un interesante
  • 11. estudio sobre las técnicas que pudo haber utilizado el habitante temprano en la caza de algunas especies del ecosistema andino, y no me detendré a considerarlas. Baste señalar que sus lanzas con puntas de piedra debieron constituir formidables armas para la caza de grandes animales, a los que probablemente se acercaban protegidos por las sombras de la tarde o por un obstáculo, o camuflados con pieles, avanzando en dirección opuesta a la del viento, a fin de nos ser percibidos por la presa. En el caso de algunos animales, o en ciertas circunstancias, habría recurrido a trampas disimuladas en el follaje o al despeñamiento, si sabían dirigir bien la huida del animal. La actividad cinegética, a menudo habría requerido la participación de varios individuos, generalmente hombres; pero en el caso de algunas especies como el conejo, mujeres y niños pudieron involucrarse en el acorralamiento de los animales. En este punto parece necesario hacer una breve consideración sobre un tema que no ha sido abordado en el estudio del poblamiento del Ecuador: la participación del perro en la cacería, cuya presencia está confirmada en la cueva de Chobshi. Cada día se está acumulando más evidencia de que antes que ningún otro animal, el perro fue domesticado para ayudar al ser humano en el aprovisionamiento de carne. En el ecosistema andino la situación no parece ser diferente. Presenciar una cacería de conejos en el páramo, con ayuda de perros, es un espectáculo que puede ser fácilmente, extrapolado al pasado. Dos hombres con varios canes hubieran cobrado, sin mayor esfuerzo, unas cincuenta piezas por día, lo suficiente para satisfacer las necesidades inmediatas de una banda. Igualmente efectivos habrían sido los perros para cazar venados o acosar animales de talla mayor. Lamentablemente no disponemos de evidencia arqueológica al respecto, lo que en todo caso no impide postular la utilización del perro, que en ciertos contextos cinegéticos (p.e. caza de conejos) pudo no solo ser recomendable sino hasta imprescindible. La vivienda La necesidad de protegerse en la intemperie es un postulado básico de la especie humana. Según las circunstancias, los paleoindios han optado por varios tipos de vivienda, desde el abrigo natural hasta la casa construida. Por ciento, la evidencia dejada por los habitantes tempranos es mínima. La región del Ilaló carece de refugios naturales, con la excepción de cuatro cuevas ubicadas en el flujo de basalto que pasa cerca del pueblo de Palugo y que, al parecer, no fueron habitadas. Por consiguiente hay que postular, para la mayoría de los sitios del Ilaló, incluyendo el Inga, la construcción de refugios de madera o chozas cubiertas con ramas o con paja de cerro (Stipa ichu). Los campamentos bases debieron estar ubicados en el bosque montano, no sólo por la mayor protección que provee la vegetación sino también por la disponibilidad casi inmediata de recursos alimenticios alrededor de los mismos. En el páramo se encuentran, a menudo, abrigos rocosos que fueron habitados, pero más de una vez el cazador habría recurrido a refugios de madera en campo abierto que, incidentalmente, se construyen en pocas horas. Los cazadores de Chobshi encontraron en el bosque montano una de
  • 12. las pocas cuevas de la zona, razón por la que la ocuparon continuamente. Los sitios de Cubilán, en cambio, se hallan en campo abierto y es seguro que tenían alguna estructura de madera, acaso muy precaria, dado que no han dejado evidencia en el suelo. La tecnología: Utillaje lítico La supervivencia de los cazadores dependía de los artefactos que fabricaban y estos, a su vez, de la calidad de la materia prima disponible. Era tan importante que, si no se encontraba en afloramientos locales, se realizaban viajes periódicos para aprovisionarse directamente, o se recurría a largas cadenas de intercambio para traerla de canteras lejanas. Desde este punto de vista, parece que una de las razones que llevaron al habitante temprano a ocupar la zona del Ilaló fue la disponibilidad casi inmediata de materia prima. Dos enormes flujos de basalto provenientes de la cordillera Oriental se hallan ubicados en el centro mismo del valle del Ilaló. El basalto fue utilizado en la manufactura de artefactos grandes, requeridos para trabajos duros, probablemente de extracción de maderas. Sin embargo, en el contexto de los utillajes líticos del Ilaló, es claro que la obsidiana jugaba un papel más importante por la facilitad que brinda par la talla de instrumentos. Pequeños depósitos secundarios de este material se encuentran en el valle, enterrados en la cangahua o al fondo de las quebradas. Pero los afloramientos primarios yacen en las cumbres de la cordillera Oriental, a un día o dos de camino a pie desde la base del Ilaló. A raíz de las excavaciones de El Inga, se generalizó entre los estudiosos la opinión de que la obsidiana trabajada del Ilaló provenía del volcán Antisana. Una larga campaña de exploración de los páramos de la cordillera Oriental nos permitió comprobar, en primer lugar, que la obsidiana del Antisana es generalmente de mala calidad, llena de impurezas y no apta para la manufactura de artefactos; y, en segundo lugar, que los afloramientos más importantes se encuentran un poco más al norte y en situación de acceso relativamente fácil desde el valle del Ilaló. Los principales afloramientos, de sur a norte, son Quiscatola, Yanaurco Chico y Mullumica, en donde se puede apreciar toda la gana de texturas y colores que se observan en los artefactos del Ilaló. Efectivamente, análisis de florescencia de rayos X y de activación neutrónica indican que los artefactos de la zona del Ilalò fueron manufacturados con materia prima proveniente de estos afloramientos. Por otro lado, hay indicios de que los artefactos de obsidiana de la cueva de Chobshi (que no pasan de la decena) proviene de los afloramientos de Yanaurco Chico y Quiscatola, lo que sugeriría que las relaciones de intercambio a larga distancia son tan antiguas como el poblamiento del país. Parece que los cazadores de Chobshi se desplazaban menos en busca de materia prima. Diversos cherts y rocas metamórficas se encuentran frecuentemente en las cercanías de la cueva, particularmente en la quebrada de Puente Seco y en el río Santa Bárbara. Su aprovisionamiento debió ser simple, limitándose el cazador a recogerlas de las orillas o del interior de los cursos de agua.
  • 13. Los sitios de Cubilán guardan, en cuanto a la búsqueda de materia prima, la misma relación que los talleres de Quiscatola y Mullumica en el norte el país. Es decir, se trata de puestos de avanzada de los cazadores del bosque montano, que ascendían al páramo para explotar sus materiales preferidos y realizar caza de altura. Temme señala que toda la zona de Cubilán abunda en rocas silíceas, particularmente pedernal. Los afloramientos consisten en pequeñas vetas o depósitos secundarios, donde fragmentos grandes y nódulos pueden ser fácilmente recogidos y transportados a zonas más bajas. Los primeros habitantes del Ecuador Los cazadores recolectores del ecosistema costero La tecnología lítica El precerámico de la Costa difiere notablemente del de la Sierra, no sólo porque está inmerso en otra ecología, sino porque pertenece a una cronología más reciente. Por el momento, las únicas manifestaciones han sido localizadas en la península de Santa Elena, en un contexto claramente aislado en relación con lo que sucede en la Sierra. Stothert estima que el sitio 80 en la Península tuvo, originalmente, unos 150 m de largo. Reducido actualmente a la mitad, todavía conserva una gruesa capa cultural en la que se observa un continuo basural de 80 m de longitud, aproximadamente, con vestigios de fauna, artefactos y enterramientos en su interior. El repertorio cultural de la gente de Vegas incluye una abundante industria lítica de tecnología simple, en el sentido de que sus instrumentos carecen de patrones de manufactura claramente definidos, a diferencia de lo que sucede con los utillajes precerámicos de la Sierra. En su mayor parte, los artefactos comprenden lascas y láminas con huellas de utilización o ligeramente retocadas. Ello induce a creer que estamos frente a una tradición tecnológica desarrollada, independientemente de la tradición serrana y que según Stothert habría continuado, con algunos hiatos, hasta la época colonial. Cabe anotar que la industria lítica no es necesariamente reflejo de una falta de destreza en los cazadores costeros. La materia prima desempeña, indudablemente, un papel importante, en el horsteno que explotaba y utilizaban la gente de Vegas no era, en términos generales, el más idóneo par ala fabricación de finos artefactos que, en cambio, se obtenían con facilidad al trabajar la obsidiana. La tradición tecnológica no es más que un elemento de todo el bagaje cultural de un pueblo y, por lo tanto, responde a la necesidad de subsistencia y a las modalidades de explotación del medio ambiente impuesta por la sociedad. En este sentido, el utillaje de la cultura Vegas se muestra claramente como de tipo generalizado, reflejando ciertamente la naturaleza dela explotación del medio circundante. Una economía de amplio espectro En efecto, la evidencia arqueológica señala que los habitantes de OGSE-80 capturaban una variada fauna procedente del mar, de los manglares (que existían, sin duda, a corta distancia del sitio) y del interior. Entre los restos
  • 14. óseos, se ha determinado la presencia de al menos treinta especies, que incluyen peces como la corvina, el atún, la lisa, el peje-sapo, el róbalo, el pargo, etc.; reptiles como la boa y la lagartija. También figuran mamíferos como el zorro (Dusicyon sechurae), la cervicabra (Mazama rufina), el conejo (Sylvilagus brasiliensis) y el oso hormiguero (Tamandua tetradáctila), y moluscos diversos, principalmente la concha prieta de los manglares (Anadara tuberculosa). De la fauna terrestre, cabe señalar la importancia de la caza del zorro. El sitio 80 dio una muestra de dientes de al menos 27 zorros, y en un enterramiento Stothert descubrió una concentración de dientes de este animal junto a un esqueleto, lo que significa que, además de consumir esta especie, la gente de Vegas recogía sus dientes para ofrendas funerarias. En fin, hay que señalar que la cervicabra, aunque poco representada en el sitio, pudo haber constituido un importante aporte para la dieta de la gente de Vegas. La naturaleza de la caza era, probablemente, similar a la de los cazadores serranos, pero tal vez se llevaba a cabo con técnicas menos sofisticadas. No se han encontrado puntas de proyectil líticas en el sitio 80, lo que sugiere que los cazadores recolectores de Vega las fabricaban de madera, o simplemente no las fabricaban, porque recurrían a técnicas de caza más sencillas, como el acorralamiento de animales jóvenes o viejos, uso de trampas, o ataques sorpresivos a animales dormidos o enfermos. Stothert estima que la dieta proteínica provenía en un 54% de animales terrestres, 35% de pescado y 11% de moluscos. No se han conservado restos de plantas, pero recientemente un análisis de fitolitos en muestras de suelo del sitio 80 dio como resultado la presencia de maíz. Es de suponer que la recolección de plantas era similar en variedad a la fauna consumida, lo que indica una economía generalizada y de amplio espectro, característica de las sociedades arcaicas. Orígenes de la Cultura Las Vegas En 1974 usé los sitios precerámicos de la península de Santa Elena como base para denominar a una Tradición Noroccidental Sudamericana. Señalé que estos complejos eran distintos de los asignados a la Tradición Andina de Cazadores y que todos los grupos constituyentes no estaban adaptados exclusivamente a un ambiente del litoral, sino a una amplia gama de submedios encontrados en el noroeste de América del Sur y Centroamérica meridional. Recientemente me han impresionado las ideas de Ranere, quien ha postulado una adaptación cultural temprana al bosque tropical, que tuvo su inicio en América Central durante el Pleistoceno tardío... Es conveniente interpretar a Las Vegas también como una manifestación de la misma tradición... Un problema de la interpretación histórica de estos complejos es que la mayor parte del bosque tropical de Centroamérica, Colombia y Ecuador no ha sido estudiada por los arqueólogos. Los sitios conocidos los encontramos en zonas tropicales húmedas, pero también en áreas sin bosques, tierra adentro, como la Sabana de Bogotá. Aunque la península de Santa Elena jamás fue completamente boscosa, estaba bordeada de manglares en la época precerámica. Esta ocupación y la de Talara, Perú, se pueden interpretar como extensiones litorales de la cultura precerámica de los bosques tropicales de la zona occidental ecuatoriana, ocupados por gente similar a la de La Vegas, pero aún desconocida.
  • 15. En resumen, he buscado los orígenes de la cultura Las Vegas en una adaptación temprana al bosque tropical, lo cual debe haberse iniciado, antes del fin del Pleistoceno, en el bosque de Centroamérica. Pero existe otra hipótesis relacionada. Lathrap ha descrito una difusión temprana de horticultores primitivos, que salió de los trópicos húmedos amazónicos antes delfín del Pleistoceno. Según este modelo, esta gente se dedicó a cazar y recoger diversas especies de animales y plantas, además de poseer una tradición de cultivar en sus jardines domésticos mate (Lagenaria siceraria), algodón (Gossy-pium sp.) y otras plantas de bosque tropical. En un mapa, Lathrap nos sugirió que esta gente siguió la costa hacia una ruta norteña, así poblando el noroeste de Sudamérica. A la luz de esta hipótesis, uno pudiera considerar al complejo La Vegas como una manifestación arqueológica de estos primitivos cultivadores. Tomado de Karen Stothert, La Prehistoria Temprana de la Península de Santa Elena, Ecuador. Cultura Las Vegas. Origen de la Sedentarización La economía de amplio espectro es preludio dela domesticación. El ser humano aprender a manipular las especies preferidas, transportándolas a otros nichos ecológicos, iniciando así la horticultura. La presencia de maíz en Vegas indica, claramente, que se había alcanzado esta etapa de control de los recuso alimenticios, lo que contribuyó, sin duda, a favorecer la sedentarización. Sin embargo, es probable que la gente no haya sigo completamente sedentaria. Las faenas de caza y recolección, el aprovisionamiento de materia prima en los afloramientos de chert u horsteno, les llevaba continuamente a los nichos ecológicos que explotaban, aunque siempre debieron regresar a su comunidad base. Al respecto, el sitio 80 tiene características de un asentamiento permanente y, según manifiesta Stothert, fue probablemente habitada a lo largo de todo el año. En efecto, si se considera la variedad de los recursos utilizados y su accesibilidad casi inmediata a partir del sitio, es de suponer que la movilidad de sus ocupantes era más bien restringida, ya que, aun tomando en cuenta variaciones estacionales en la producción de los microambientes, siempre habría habido recursos disponibles. El arraigamiento de la gente de Vegas a su comunidad base se refuerza más aún por la presencia de numerosas enterramientos y de estructuras habitacionales, una de las cuales fue excavada por Stothert. Costumbres funerarias La gente de Las Vegas enterraba a sus muertos en la misma comunicad. Los esqueletos recuperados en la excavación del sitio 80 están asignados cronológicamente a la fase tardía, y se encuentran dispuestos en enterramientos primarios y secundarios. Los primeros se refieren a enterramientos individuales o colectivos en los que el cadáver es depositado, generalmente íntegro, en su tumba, sin ser subsecuentemente exhumado. Los entierros secundarios, en cambio, son aquellos cuyas osamentas fueron exhumadas de una tumba primaria y reenterradas, sin respetar la articulación original de los huesos. De particular importancia en un enterramiento de dos individuos jóvenes, hombre y mujer, que yacían con la cara hacia el Este y con grandes piedras dispuestas encima de ellos. Aquí tenemos un caso de ritual funerario en que se evidencia, de parte de
  • 16. los deudos, cierta preocupación por el destino o "bienestar" de sus difuntos. Los entierros, en general, están asociados con conchas, bolas de caliza, percutores de piedra, guijarros diversos, lascas, un hacha pulida, pigmento rojo, etc., notándose contextos más claros en los entierros primarios. Stothert cita referencias de costumbres funerarias similares en el precerámico peruano y en la etnografía de algunos grupos de la selva tropical. La vivienda En cuanto a la vivienda, Stothert sugiere la presencia de una choza de 150 a 180 cm de diámetro, con una "puerta" que se abría hacia el noreste, construida como una colmena, con ramas flexibles unidas en la cúspide y con la pared cubierta de hierbas y ramas secas. Fechas radiocarbónicas indican que este refugio fue construido hacia 7.000 a.C., y construcciones similares más recientes han sido reportadas en el sitio de Chilca, Perú (3.800 2.650 a.C.), asociadas en su interior con enterramientos, como sucede con OGSE-80. El germen de la agricultura Sea como fuere, cuando el complejo Vegas surge en la península, está ya conformada con todas las características de una sociedad arcaica en transición a la vida agrícola. No está aún delineado el proceso de domesticación en el Ecuador aborigen. ¿De dónde obtuvo la sociedad Vegas el maíz? ¿Qué otras especies de plantas manipulaba con miras a la domesticación? ¿Qué papel desempañaron los valles interandinos en el desarrollo de la agricultura? Es de suponer que hacia 7.000 a.C. los cazadores recolectores serranos iniciaron la manipulación del ecosistema andino transportando plantas de un piso ecológico a otro, que es la fase decisiva del proceso de domesticación. Lynch ha señalado que este movimiento de cultígenos en potencia es aún más importante que el intercambio de recursos entre grupos humanos. De ahí la importancia del patrón de transhumancia que se ha postulado para los Andes centrales, ya que en este contexto de migración cíclica las semillas habrían sido transportadas consciente o accidentalmente, a otros hábitats, incluyendo la Costa. Aquí cabría preguntarse en qué medida podría aplicarse el concepto de transhumancia a las sociedades arcaicas de nuestro país. Es lamentable que no se disponga de evidencia arqueológica al respecto. Después de la ocupación de Chobshi, el registro arqueológico señala un hiato de varios milenios, hasta que surge la sociedad formativa de Cerro Narrío con un sistema agrícola, al parecer completamente desarrollado. En Vegas, en cambio, la situación es algo diferente, porque en esta cultura se vislumbra ya el germen de la sociedad agrícola, que se consolida después de la cultura Valdivia. Glosario Arcaico, período de la época precerámica de América, caracterizado por la intensificación de la explotación del medio ambiente por los seres humanos. La intensificación se manifiesta en la apropiación gradual de nuevos microambientes y nuevos recursos, que desemboca en una economía llamada de "amplio espectro".
  • 17. Domesticación, proceso mediante el cual plantas y animales se transforman genéticamente, hasta el punto de que no pueden vivir sin la ayuda de los humanos. Este proceso tuvo lugar en América entre 7.000 3.000 a.C. Fauna reciente, llamada también holocénica, por ser característica de este período. Comprende las especies animales que hoy conocemos. Fitolito, cuerpo microscópico de sílice que ocurre en ciertas plantas, particularmente gramíneas. En la cultura Las Vegas se demostró el consumo de maíz por el hallazago de estos cuerpos en el suelo del sitio OGSE-80 Glaciación, período frío del Pleistoceno caracterizado en los Andes por el descanso del nivel de las nievas perpetuas. La última glaciación del continente americano se denomina Wisconsin. Holoceno, período de la era cuaternaria que comenzó hace 10.00 años, aproximadamente. Horsteno, variedad de pedernal. Megafauna, la fauna grande de Pleistoceno, hoy extinguida (i.e. mastodontes, milodontes, tigre diente de sable, caballo antiguo, etc.) Pleistoceno, período de la era cuaternaria caracterizado por fuertes fluctuaciones climáticas. Anterior al Holoceno. Orientaciones bibliográficas Sobre el pablamiento de América del sur consúltese: ARDILA, Gerardo y Gustavo Politis, Nuevos datos para un viejo problema: investigación y discusiones en torno al poblamiento de América del Sur, Boletín del Museo del Oro, Bogotá, 1989. ARDILA, Gerardo, "El norte de América del Sur: diversidad y adaptaciones en el final del Pleistoceno", en Gustavo Politis, Ed., Arqueología en América Latina Hoy, Biblioteca Banco Popular, Bogotá, 1992, pp. 90-115. Para una visión de conjunto de poblamiento temprano del Ecuador consúltese los trabajos de: HOLM, Olaf, Los primeros hombres del Ecuador, Museo Antropológico del Banco Central, Guayaquil, 1981. SALAZAR, Ernesto, Cazadores recolectores del antiguo Ecuador, Museo del Banco Central, cuenca, 1984. -------------- "El hombre temprano en el Ecuador aborigen", en Enrique Ayala, Ed., Nueva Historia del Ecuador, Tomo I, Corporación Editora Nacional / Grijalbo, Quito, 1988. Acerca de estrategias tradicionales de caza véase: BONIFAZ, Emilio, Cazadores Prehistóricos del Ilaló, edición del autor, Quito, 1979. SALAZAR, Ernesto, Tecnología precolombina del Ecuador: algunos temas y reflexiones, Artesanías de América, 1992. El problema de la naturaleza y la cronología de los restos humanos más antiguos del país es discutido en: SANTIANA, Antonio, Nuevo panorama ecuatoriano del Indio, Editorial Universitaria, Quito, 1966. --------------- Los cráneos de Punín y Paltacalo, Humanista, 1960. SALAZAR, Ernesto, Entre mitos y fábulas: el Ecuador aborigen, cap. I, Corporación Editora Nacional, Quito, 1994. SALLIVAN, Louis y Milo Hellman, El cráneo de Punín, Anales de la Universidad Central, 1938. STOTHERT, Karen, La prehistoria temprana de la península de Santa Elena, Ecuador: Cultura Las Vegas, Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, serie monográfica Nro. 10, cap. V, Guayaquil 1988. VASQUEZ FULLER, César, 28 mil años de antigüedad de Hombre de Otavalo, edición del
  • 18. autor, 1976. Las condiciones climáticas en el Pleistoceno final y el Holoceno son abordadas en: SALAZAR, Ernesto, El hombre temprano en el Ecuador aborigen (cf. Referencia, arriba). STOTHERT, Karen, La prehistoria temprana de la península de Santa Elena, Ecuador: Cultura Las Vegas (cf. Referencia, arriba). En cuanto a informes arqueológicos se pueden consultar: BELL, Robert, Investigaciones arqueológicas en el sitio de El Inga, Ecuador, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1965. BONIFAZ, Emilio, Obsidianas del paleoindio de la región del Ilaló, edición del autor, Quito, 1978. CARLUCI, María A., Puntas de proyectil: tipos, técnicas y distribución en el Ecuador andino, Humanistas, 1963. LYNCH, Thomas y Suana Pollck, La arqueología de la Cueva Negra de Chobshi, Miscelánea Antropológica Ecuatoriana. REINOSO, Gustavo, Horizonte precerámico de Chopshi, en Revista de Antropología. SALAZAR, Ernesto, Chinchiloma, análisis tipológico del material de superficie, en Revista de Antropología, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Cuenca, 1974. -------------- El hombre temprano en la región de Ilaló, Sierra del Ecuador, Departamento de Difusión Cultural, Universidad de Cuenca, Cuenca, 1979. TEMME, Matilde, Excavaciones en el sitio de precerámico de Cubilán, Misceláneas Antropológica Ecuatoriana, 1982. Sobre el uso de explotación de la obsidiana, véase: SALAZAR, Ernesto, Investigaciones arqueológicas en Mullumica, provincia de Pichincha, Miscelánea Antropológica Ecuatoriana, 1985. ------------- El intercambio de obsidiana en el Ecuador precolombino: perspectivas teóricos- metadológicas, en Antropología Cuadernos de Investigación, Departamento de Antropología, PUCE, 1999. Pedro Porras nunca publicó un informe arqueológico de sus investigaciones paleoindias en las estribaciones orientales de la Cordillera. Los pocos datos disponibles sobre Petacaurco y Jondachi se encuentran en: PORRAS, Pedro, Nuestro ayer: manual de arqueología ecuaotoriana, Centro de Investigaciones Arqueológicas, Quito, 1987. El caso de la cultura Valdivia La cultura prehistórica de más renombre en el Ecuador es Valdivia. Su fama se debe principalmente a la antiguas del Nuevo Mundo. El descubrimiento de esta cerámica tan vieja en la costa ecuatoriana, hace algunos décadas, trajo consigo fama para el Ecuador, que hasta aquella época había quedado a la sombra (desde el punto de vista arqueológico) de las grandes civilizaciones prehispánicas de México, de Centroamérica y de Perú. Fuera del país el renombre del Ecuador dependió principalmente de una hipótesis que relacionó Valdivia con la transferencia de tecnología desde Asia a América. El descubrimiento de esta "alfarería más antigua de América" probablemente ha sido superado con descubrimientos en Colombia y, más recientemente, en Brasil. Valdivia no parece ser la primera cerámica de América. Igualmente la hipótesis de Valdivia como nexo entre Asia y América unos 4.500 años antes de Cristóbal Colón ya ha sido descartada por la mayoría de los arqueólogos. Pero esto no quita importancia a Valdivia ni al Ecuador. En cambio, pone énfasis en lo que realmente importa: la arqueología no es una competencia por encontrar lo más antiguo, sino por llegar la comprensión de cómo eran las culturas en la antigüedad y cómo se desarrollaron [...] [...] A través de diversas interpretaciones, Valdivia aparece como una verdadera cultura de Período Formativo que aceleradamente se convierte
  • 19. en una sociedad compleja muchos siglos antes que las llamadas culturas matrices de México (Cultura Olmeca) y del Perú (Cultura Chavín). Valdivia se presenta como una cultura intensamente agrícola con asentamientos permanentes y bien organizados [...] Hacia una nueva reconstrucción de Valdivia Sobre la duración y la extensión de Valdivia se sabe hasta ahora relativamente poco. Aún no se encuentra el antecedente de Valdivia ni en el Japón ni en la Amazonía ni en ningún otro lugar [...] Sin embargo, la mayoría de las fechas para Valdivia Temprano en la costa están en la costa 3.500 a.C. (según las fechas radiocarbónicas calibradas). Entonces se puede concluir que la cultura Valdivia apareció repentinamente en la costa ecuatoriana mediados del cuarto milenio antes de Cristo o posiblemente algunos siglos más temprano. Si aceptamos por un momento las pocas fechas dudosas más antiguas, entonces Valdivia podría remontar hasta 4.300 a.C. [...] [...] El final de Valdivia se dio alrededor de 1.800 a.C. así que esta cultura tuvo aparentemente una duración de unos dos milenios y medio o más [...] [...] Algunos aspectos de la Cultura Valdivia han sido aclarados durante estos años de investigación y otros quedan muy inciertos [...] No obstante la existencia segura de la agricultura durante este período, aún no existen pruebas definitivas sobre la magnitud y la intensidad de esta agricultura temprana. No hay duda de que los valdivianos siguieron las tradiciones arcaicas de la caza, la pesca y la recolección de moluscos. ¿Hasta qué punto llegó el cultivo de maíz y de otras plantas a imponerse en la economía y a reemplazar la subsistencia antigua? Existe uno que otro dato interesante relacionado con esta pregunta, pero no se encuentran hasta ahora pruebas claras de que Valdivia fuese una cultura intensamente agrícola. Las plantas aparentemente cultivadas por los valdivianos incluyen el maíz, una especie de habilla (un tipo raro hoy en día llamado Canavalia), el algodón, y la achira. Se ha sugerido también, a base de evidencia más indirectas, el cultivo de la coca, el mate y la yuca, aunque no existen pruebas definitivas. No existe evidencias para este período temprano de la presencia de animales domesticados como el cuy y camélidos. El perro, animal domesticado durante el Pleistoceno, sí está presente en más de un sitio valdiviano. A pesar de la presencia de plantas domesticadas y una agricultura incipiente, la dieta valdiviana consistió de grandes cantidades de pescado, especialmente bagre. Un estudio detallado de los restos de fauna muestra una dieta bastante variada con venado (de dos especies) saíno, aves reptiles y otros mamíferos además de varias especies de peces. Los moluscos también figuran en la dieta, especialmente la concha prieta (la misma que es la favorita hoy en día en los cebiches), procedente de los manglares que ya no existen en la costa de la actual provincia del Guayas. Aunque Real Alto es descrito como un sitio de tierra adentro, está actualmente a menos de 3 km del mar y hay evidencias que estuvo aún más cerca del mar durante la ocupación del sitio. Resulta que toda la Península de Santa Elena ha experimentado levantamiento costanero desde fines del Pleistoceno.
  • 20. Estudios realizados sobre las especies de pescados y los artefactos sugieren que para pescar se utilizaba sobre todo el anzuelo de concha más que redes u otros métodos. No es seguro pero es más lógico pensar que los valdivianos que vivían tierra adentro hacían trueque para el pescado y la concha con moradores de las playas. El intercambio de pescados y conchas por productos agrícolas y carne hubiera sido lógico. La vivienda valdiviana es conocida principalmente por el sitio de Real Alto. A principios de la cultura (Valdivia I) las chozas tuvieron un plano elíptico con dimensiones de aproximadamente 3 x 4 metro [...] [...] En la vivienda más tardía (Valdivia III VII) [...] las chozas conservaron la forma elíptica poro fueron más grandes, con dimensiones de unos 8 x 12 metros. Estas chozas más grandes tuvieron paredes de postes gruesos colocados verticalmente en trincheras de plano elíptico. Se supone que huecos de postes mayores dentro de cada choza sirvieron para sostener el techo, que probablemente fue de paja. También existen indicios de bahareque sobre las paredes. Dentro de las chozas hubo acumulaciones de basura doméstica, especialmente conchas, huesos, cerámica rota y utensilios de piedra. Análisis muy detallados de la distribución de resto dentro de la choza indican que una parte se acumuló durante la ocupación de la choza y el resto después cuando la choza abandonada se convirtió en basural. También hubo un fogón en el piso de la choza y hasta indicios de pantallas o muros internos para subdividir la choza [...] [...] La forma de la aldea es conocida principalmente en Real Alto, donde se formó una aldea grande con las chozas elípticas en hileras rectas. En la parte central del sitio, se estableció el recinto ceremonial, con dos pequeños montículos y sus estructuras especiales separados por una plaza pequeña. A pesar de estimaciones del tamaño y de la población de Real Alto (hasta 1.500 habitantes durante Valdivia III), aún no existen análisis detallados sobre la contemporaneidad de chozas dentro del período Valdivia III, que duró varios siglos. Sin esta información, no se puede confiar mucho en ninguna estimación. Las sociedades indígenas: desde las culturas Agro-Alfareras hasta el Incario FIGURILLA Tipo Venus Representa una mujer
  • 21. adulta Cultura valdivia -CA. 3500 - 1500 A.C. - Sala de Arqueología, Museo Nacional del banco central del Ecuador. Un buen resumen de la arquitectura formativa y de los poblados tempranos que puede ser de interés para el lector fue escrito hace pocos años por Echeverría (1998). La presencia de entierros debajo del piso arcilloso de las chozas residenciales es bastante característico de muchas sociedades agrícolas. En efecto, los entierros sirven como títulos de propiedad que indican cual linaje es dueño de la propiedad. Quizás los valdivianos hacían lo mismo. En muchas sociedades agrícolas en este nivel de desarrollo en el mundo, la propiedad pertenece a las mujeres y los linajes se definen por el lado femenino ("sociedad matrilineal"). La presencia de una "matriarca" en entierro muy especial en el montículo del osario de Real Alto posiblemente refleje una organización matrilineal para la Cultura Valdivia. Este mismo entierro sugiere algo más que un simple sistema matrilineal, porque esta mujer recibió atención muy especial. Primero, su tumba fue recubierta por piedras de moler. Luego, a los pies fue enterrado un hombre degollado y descuartizado, evidencia de un posible sacrificio en honor a la mujer. Tercero, hay evidencia de siete entierros secundarios en la misma tumba, probablemente realizados durante distintos ritos posteriores. Otro dato interesando sobre el osario es la presencia de entierros de niños en lo que parece ser recinto muy especial. Según estas observaciones, la sociedad valdiviana se estaba transformando en una sociedad no igualitaria. Uno de los rasgos del cacicazgo es la concentración de autoridad en manos de herederos, y arqueológicamente se puede observar esta práctica por medio de entierros con víctimas sacrificadas. Un niño con atención tan especial probablemente nació con un rango privilegiado, ya que no tuvo tiempo en la vida para ganar este estatus. En el sitio OGSE-80 de la Cultura Las Vegas, se encontraron alrededor de 190 individuos en 61 pozos. A pesar de esta riqueza de evidencia, no hubo ninguna señal ni de desigualdad social ni de sacrificios. Los entierros valdivianos procedentes de distintos asentamientos generalmente tiene ajuares muy simples (muchas veces un solo utensilio) como los de Las Vegas. Sin embargo, el montículo del osario de Real Alto muestra nuevas prácticas funerarias que indican innovaciones sociales. Por ejemplo, fuera de los entierros ya mencionados, existen varios entierros en la zanja de la pared del osario. La interpretación más razonable es que cada uno de estos entierros es una especie de "piedra angular" para conmemorar algún suceso importante. Los entierros valdivianos por primera vez toman importancia social dentro de lo que tiene que ser un culto comunitario. Se recuperaron alrededor de 100 esqueletos de Real Alto, pero la gran mayoría pertenecen al período Valdivia III, y éstos fueron utilizados para las siguientes cifras. Se calcula la estatua del hombre alrededor de 170 cm y de la mujer, 160 cm. La expectativa de vida para los valdivianos fue
  • 22. aproximadamente de 21 años, aunque hubo individuos que sobrevivieron hasta 70 o quizás 80 años. Esto quiere decir que hubo mucha mortalidad en los primeros años de vida. Incluso se calculó hasta el número de niños por madre basándose en los datos de los esqueletos y tablas de vida para otras sociedades. El resultado poco más que seis años por cada mujer como promedio. La expectativa de vida para un recién nacido de la Cultura Las Vegas, según el estudio de los 190 individuos, era de 25 años, un poco mayor que los 21 años para Valdivia. Aunque la diferencia realmente no es grande es sorprendente que los agricultores valdivianos vivieran menos. El sedentario trae consigo un aumento de enfermedades infecciosas, una acumulación de la basura con la contaminación correspondiente del agua, y un deterioro de la dieta, entre otros problemas. Hasta qué punto llegaron los valdivianos a sentir estos males que son producto de la revolución agrícola, aún no se puede determinar. Existe poca evidencia para el cultivo del algodón y artefactos hilanderos, pero no hay evidencia directa sobre el vestuario de los valdivianos. Los artefactos líticos tallados son bastante irregulares, faltando buenos ejemplos de cuchillos, puntas de lanzas y otros utensilios, fácilmente reconocibles. Por lo tanto, se cree que los valdivianos utilizaban mucho alguna madera dura, como la chonta, para fabricar sus armas de cacería y otros artefactos. Por lo general la madera no se conserva en el registro arqueológico. La producción cerámica parecer ser principalmente utilitaria (para uso doméstico), con la excepción de los figurines de barro llamados "Venus". Algunos de estos son obviamente mujeres, otros son bastante abstractos y algunos tiene apariencia de mujer pero con el perfil fálico (en forma de órgano masculino). La existencia de algunos de estos figurines con dos cabezas y hasta con una piedrita a manera de cascabel dentro de la barriga extendida confunden más la interpretación. No se sabe con certeza si tuvieron alguna importancia en un culto de fertilidad u otro signo religiosa o si fueron simplemente juguetes [...] Tomado de Roland D. Lippi, La Primera Revolución Ecuatorian. El desarrollo de la Vida Agrícola en el Antiguo Ecuador. FIGURA
  • 23. Felino con plato sobre su cabeza Utilizado para quemar alguna sustancia olorosa, durante los ritos religiosos. Cultura La Tolita - CA 600 A.C. - 400 D.C.- Sala de Arqueología, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador El caso de la Tolita y Atacames Aunque hasta el momento la fase conocida como La Tolita, isla situada en el estuario del río Santiago, en el extremo noroccidental del Ecuador, ha sido considerada como perteneciente al período "Desarrollo Regional" (500 a.C. 500 d.C.), esta periodización, fruto de necesidades metodológicas, no significa la ruptura brusca del desarrollo de una cultura. La Tolita, en efecto, fue ocupada durante el período de Integración y su influjo en las técnicas metalúrgicas se reflejó incluso en la fase. Manteña (Meggers 1996: 102-107, 142; Porras 1980: 169-175, 240) [...] [...] Parece que la máxima evolución técnica de la metalúrgica de La Tolita corresponde al período de Integración (500 a.C. 1500 d.C.). A pesar de que todavía no se han encontrado homos de fundición o crisoles, se puede aseverar que, además de la fundición de granos de oro sobre pedazos de carbón, para la fundación de objetos más grandes, los artesanos de La Tolita usaban hornos y crisoles quizás semejantes a los encontrados en Colombia y en Mesoamérica. Una tecnología singular es la que se relaciona con el trabajo en platino. Al no poder alcanzar las altas temperaturas necesarias para su fundición, los orfebres de La Tolita calentaban el platino conjuntamente con el oro, para luego martillarlos y recalentarlos sucesivamente, hasta obtener una aglutinación que aparentaba una aleación de los dos metales. Aunque se nota una preferencia por las miniaturas, la metalurgia de esta región ofrece variados ejemplos de máscaras de oro, martilladas en una sola pieza, cuyos rasgos frecuentemente expresan serenidad, y que alcanzan su máxima expresión cuando se ha combinado el oro de la orfebrería en el Ecuador prehistórico, lo que significa que La Tolita debe ser considerada básicamente como un centro de artesanos (Holm y Crespo 1981: II, 18-20). En la "Relación de las provincias de la Esmeraldas" (Jiménez de la Espada 1965: III, 87 y ss), redactada al final de la expedición emprendida en 1569 por Andrés Contero, desde Pasao hacia Caaque y probablemente hasta la región de Cojimíes, se menciona la existencia de un pueblo grande llamada "Císcala", que gozaba de paz y era seguro para todas las provincias circundantes. Su condición de pacífico enclave y la fama por la actividades mercantiles que en él tenían lugar, atraían a los mercaderes de su extenso ámbito entre Passo, el río San Juan. De este modo, los tacames vendían en Císcalo oro y esmeraldas, los campeces y pidres llevaban sal y pescado y los beliquiamas intercambiaban ropa y algodón, con otros productos. Los tacames procedían seguramente de la región de Atacames, los campeces
  • 24. quizás de la comarca de Campaz, distante de San Mateo 15 lenguas, mientras que los beliquiamas, la falta de indicios imposibilita todavía su identificación (Hartamann 1971: 217-218; Rumazó 1949: IV, 33). El centro de intercambio Císcala quizás corresponde, según algunos autores, al asentamiento arqueológico de La Tolita, opinión que no puede ser hasta el momento verificada. Es importante, sin embargo, poner de relieve la existencia de una red comercial, mediante la cual varias provincias ricas, bajo el mando de caciques poderosos y belicosos, garantizaba una convivencia en paz (Holm y Crespo 1981: II, 16) [...] Las sociedades indígenas: desde las culturas Agro-Alfareras hasta el Incario Los señoríos étnicos antes del Incario Introducción Las sociedades que habitaron el actual Ecuador en el período preinca poseyeron formas organizativas sociales, económicas y culturales complejas y diversas producto de su particular desarrollo histórico. Documentos tempranos del siglo XVI han dejado un listado de nombres que responden a un inventario confuso de los grupos existentes antes de la conquista española; sin embargo, investigaciones recientes muestran que tal listado no identifica con exactitud a cada grupo étnico. Así, pues, antes de intentar una caracterización específica de cada uno, es más apropiado analizar en forma globalizada la economía, las formas organizativas sociales y políticas y los sistemas religiosos que caracterizaron a los grupos éticos que se desarrollaron durante esta etapa. Se conoce que estos grupos se estructuraron bajo dos sistemas de organización política: el curacazgo o cacicazgo, también denominados señoríos étnicos de nivel local o supra local, y la tribu. Entre los curacazgos algunos poseyeron una enorme complejidad organizativa lo que ha llevado a que algunos investigadores, erróneamente, los hayan considerado como formas tempranas de Estado, como fue caracterizado el mítico "Reino de Quito". Estos curacazgos se desarrollaron a lo largo de toda la región de la sierra; en buena parte del litoral, de manera preferente en la cuenca del río Guayas y las costas de Manabí, y probablemente en la ceja de montaña de la Amazonía. La formas tribales se desarrollaron en las zonas bajas y húmedas del litoral y de la Amazonía. Nuestra verdadera historia Enrique Ayala Mora La historia antigua Cuenta el P. Juan de Velasco en la Historia del Reino de Quito, que su territorio estuvo originariamente poblado por gran cantidad de estados o pequeños reinos, desde la actual Pasto hasta lo que hoy es Loja. Uno de ellos, el que llama "primitivo Reino de Quito", ubicado en la actual provincia de Pichincha, hacia el año 980 fue conquistado por los caras, un pueblo venido de la costa. Los caras, que tomaron su nombre del de su
  • 25. líder llamado Carán, habían llegado a la costa años antes y habían ascendido a la altura, atraídos por las ventajas del clima interandino. Luego de establecerse en Quito, los caras iniciaron una activa política de expansión hacia los pueblos circundantes. Bajo la conducción de los sucesos de Carán, a quienes se llamaba scyris o reyes, extendieron su dominio hasta el Carchi en el norte y hasta Cotopaxi en el sur. Fueron detenidos por la resistencia de los aguerridos puruhaes. Conformaron así un gran estado cuya capital fue Quito, ubicada en el mismo lugar de la actual capital ecuatoriana. Eran gobernados con régimen monárquico, adoraban al sol y a la luna, enterraban a sus muertos en montículos o "tolas", tenían un rudimentario sistema de cuentas, eran buenos tejedores y curtidores de pieles. Hacia el año 1300 se extinguió la línea masculina de los scyris. Fue así como el scyri XI arregló el matrimonio de su hija Toa con Duchicela, el primogénito de Condorazo, soberano puruhá. Con la unión se extendió el reino de los scyris, que lograron ampliarlo aún más mediante alianzas con los cañaris, un importante estado del sur y con varios pueblos de la costa. Luego del reina de Atauchi Scyri XIII, gobernó su hijo Hualcopo Scyri XIV, que enfrentó la invasión de los incas liderados por Tupac Yupanqui. Luego de negociar la incorporación de los cañaris al imperio avanzó a tierras puruhaes y las ocupó luego de vencer a las fuerzas scyris, dirigidas por el general Eplicachima. Luego de estos éxitos volvió al Cuzco. El scyri murió poco después y le sucedió su hijo Cacha, que emprendió la reconquista de las tierras tomadas por Tupac Yupanqui. El hijo y sucesor del soberano inca, Huayna Capac, volvió entonces al norte y luego de consolidar algunas conquistas en la Costa, venció a los ejércitos quiteños dirigidos por el propio Cacha y por Calicichima. La última gran batalla se dio en Atuntaqui, en tierras imbayas. Allí murió el rey y su hija Paccha fue proclamada scyris. Un intento ulterior de resistencia de los caranquis terminó en una masacre ordenada por el Inca. Fueron tantos los muertos que la laguna donde fueron arrojados los cadáveres se llamó por ello Yahuarcocha (lago de sangre). Huayna Capac optó entonces por una política de conciliación y se casó en Paccha. De este modo incorporó a la realeza scyri en la familia real inca. De la unión nació Atahualpa, que cuando murió el inca, heredo el Reino de Quito y se enfrentó con su hermano Huascar, proclamado heredero en el Cuzco. Atahualpa venció en el enfrentamiento y terminó como el emperador que afrontó la conquista española. La polémica El Padre Velasco fue un jesuita nacido en Riobamba que, luego de una amplia labor en la Real Audiencia de Quito, fue expulsado junto con los demás miembros de la orden en 1767 por disposición del Rey de España. Refugiados en Italia escribió allí su Historia y la terminó en 1789, pero no fue editada sino en 1846, cuando el Ecuador ya era un país independiente. La aparición de la obra fue vista como un soporte del naciente país y su versión sobre el Reino de Quito se incorporó sin discusiones a los escritos oficiales hasta fines del siglo. Cuando Federico González Suárez, nuestro más grande historiados escribió su obra, tuvo ya algunos reparos a la versión de Velasco sobre el Reino de Quito, pero fue su discípulo, Jacinto Jijón y Caamaño quien la cuestionó duramente. A él se juntó el español Jiménez de la Espada. Se inició así una larga polémica.
  • 26. Los críticos argumentaban que Velasco escribió su obra de memoria, con muy poca base documental disponible, que su entusiasmo por destacar la existencia del Quito que el vivió, le había llevado a imaginar un "Reino"; que ningún otro historiados o cronista se refiere a él. La evidencia arqueológica es contundente. No hay rastros de los scyris en las excavaciones realizadas. La propia ciudad de Quito anterior a los incas no existió como tal. Apenas hay poblados muy pequeños, que no podrían haber sido el centro de un gran estado. Investigaciones de los últimos años descubren señoríos étnicos de gran desarrollo en importancia en el actual territorio ecuatoriano, pero no un estado de alguna manera similar al inca, como lo describe Velasco. Los defensores de la existencia del Reino de Quito dicen que otras evidencias documentales fueron destruidas; que posiblemente se trataba de una confederación permanente, no de un estado estructurado. Dicen también, que todavía falta mucho por investigar en la Arqueología. Se argumenta con gran fuerza que la versión de Velasco sobre el tema nos da una base para el reclamo territorial ante el Perú, puesto que prueba que nuestro país existía ya antes de la invasión inca. Muchas veces la polémica ha llegado a acusar al jesuita riobambeño del falsario o a sus cuestionadores de antipatriotas. A estas alturas de la investigación histórica nos permite establecer que un "Reino", como lo describe el P. Velasco no pudo existir. Los señoríos étnicos del norte andino fueron muy importantes y se aliaron para resistir la invasión inca, pero fueron distintos al estado que Velasco describe y sus centros urbanos no estaban en Quito. No hay ninguna base para pensar como históricos a los scyris o la dinastía Duchicela. Aún más, aunque hubiera existido, esa no puede ser considerada como base de la "nación quiteña" y de la nacionalidad ecuatoriana. El Reino de Quito, según el propio Velasco, abarcó la sierra centro norte. No incluyó en realidad ni a los cañaris ni a los pueblos de la costa, que tuvieron su identidad propia. El Ecuador como Estado Nación es más que Quito y su espacio de influencia, ya que está integrado también por otros espacios regionales que tiene su propia historia. Una visión positiva Juan de Velasco fue un criollo lúcido que escribió su obra para destacar que el "Reino de Quito" del siglo XVIII, su país, tenía grandes recursos naturales, raíces y personalidad histórica, como otros del Nuevo y el Viejo Continente. La Historia fue una de las expresiones más importantes de la identidad que se iba consolidando en la Hispanoamérica de su tiempo. Entonces Quito se definía como una entidad política y cultural y fue el eje más importante del ulterior proyecto nacional ecuatoriana. Pero no fue el único, ni territorial ni culturalmente. La Historia de Velasco tiene, en consecuencia, todas las fortalezas y debilidades de una visión centrada en Quito de una realidad más amplia que luego se concretaría en la vida del Ecuador como Estado Nacional. El debate planteado no debe hacernos perder de vista el inmenso mérito de Velasco al historiar nuestro pasado, al indagar en su evolución y sus protagonistas. Su obra es un aporte muy amplio al conocimiento del país y de Hispanoamérica que trata de muchos temas de calidad no discutida, aparte de su visión del Reino de Quito preincásico. No se debe perpetuar el
  • 27. error de juzgar una obra rica y amplia por la falta de base empírica de una de sus partes. Por lo demás, tratar de insistir en que se debe mantener incuestionada la versión de Velasco sobre este punto, solo demuestra que no se ha apreciado en sus reales dimensiones el valor histórico de los grandes avances de los pueblos del norte andino en el desarrollo de la agricultura y el comercio, así como en la constitución de señoríos étnicos con características políticas muy avanzadas. Y en cuanto la versión concreta sobre la naturaleza del Reino de Quito, sus gobernantes y sus guerras, que el P. Velasco narra con tanto entusiasmo, tenemos que valorizarla por la calidad literaria y su contenido mitológico. Allí hay hermosas narraciones que deben ser leídas como leyendas que alimentan el imaginario nacional. La leyenda de Rómulo y Remo para los romanos, como la del Rey Arturo para los ingleses, no se valoran por su precisión histórica, sino porque contiene un mensaje de identidad. La Historia de Juan de Velasco es una de las obras claves del Ecuador, no solo porque fue el primer intento de historiar su pasado, sino también porque con ello puso una de las bases de nuestra identidad como estado nación. CANASTERO Cargado con un recipiente en la espalda Seguramente es una representación de un 'Mindala' o 'Comerciante - Viajero' Sala de Arqueología, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador. Organización económica de los Curacazgos Agricultura multicíclica La base de la economía de los curacazgos fue la agricultura, sustentada en un conocimiento amplio del medio ambiente. Este conocimiento permitió a las sociedades aborígenes desarrollar un sistema de agricultura multicíclico en diversos pisos altitudinales contiguos, con un aprovechamiento óptimo de la fuerza de trabajo, debido a que paralelamente se realizaban varios ciclos productivos. Esta forma de utilización del espacio agrícola es más evidente entre los curacazgos que tenían sus centros poblados en la sierra, curacazgos que utilizaron áreas productivas desde los 3.000 m. sobre el nivel del mar, hasta zonas en los 2.000 m., propias de los valles interandinos o de las cejas de montaña.
  • 28. La explotación y utilización agrícola de estos pisos altitudinales, localizados contiguos a los centros poblados, se hizo por medio de un tipo de productores quienes, desde su pueblo de origen se desplazaban temporalmente a los diferentes pisos ecológicos (llamados islas) con ese propósito; a ellos se los conoció con el nombre de camayuc. Es así como los curacazgos caras y pastos mantenían enclaves productivos en el valle del Chota, los puruháes en la cuenca del río Chanchán, o los pueblos panzaleos en territorios de los valles de Patate y del Guayallabamba o de la ceja de montaña de la cordillera occidental, en la región Yumbo. En el caso de las sociedades del Litoral se han encontrado evidencias de modelos similares a los serranos, con núcleos de vivienda cerca del mar, preferentemente, en los valles fluviales, y con islas en las zonas del interior, como es el caso de los pueblos de la zona de Agua Blanca, en el sur de Manabí. Actividades comerciales Esta estrategia productiva de autoabastecimiento agrícola (gracias a la explotación de diferentes pisos ecológicos hecha por una misma comunidad indígena) se combinó con actividades comerciales de carácter local y regional, lo que aseguró un abastecimiento regular de diversos productos. Las actividades comerciales se hicieron bajo dos modalidades: una libre y otra dirigida. En el primer caso, se trató de un intercambio comercial en mercados, llamados "tianguez", realizado por individuos comunes con fines de abastecimientos de productor básicos de consumo (tubérculos, maíz , algodón, etc.). En cambio, el comercio dirigido fue ejecutado por un grupo de especialistas, llamados "mindala", que actuaban en nombre de un señor o curuca. Los miembros igualmente comerciaban en los tianguez, pero allí intercambiaban productor exóticos y de uso ceremonial como la coca, la sal, el oro y la chaquira. En la región serrano tuvieron especial importancia económica los valles interandinos secos como: el Chota, Guayllabamba, Chanchán, Patate y Paute, entre otros. Estos valles sirvieron para el cultivo y explotación de variados productos agrícolas tales como el algodón, la coca, la sal, el ají, el añil y las frutas. La siembra de estos productos se realizó en las terrazas aluviales de las cuencas hidrográficas (playas o patas) y su control productivo lo ejercieron unidades políticas residentes en los mismos valles, pero también por colonias o enclaves pertenecientes a otros curacazgos del callejón interandino, de tal manera que estos espacios fueron multiétnicos, es decir, aprovechados por diversos grupos étnicos. Las relaciones que surgieron de esta convivencia se dieron sobre la base de acuerdos en torno al control de la tierra, al uso del agua y a la disponibilidad de mano dura. Todo lo señalado dio lugar a una diversidad de relaciones de trabajo sobre cuya base surgieron diferentes tipos de trabajadores como los ya mencionados camayac, los llamados "forasteros", que prestaban su fuerza
  • 29. de trabajo a cambio de una parte de la producción, o los yanas, indios a los que se les había limitado su libertad. En la región amazónica y en el litoral se formaron colonias con una economía especializada principalmente en sitios aptos para la producción o explotación de algodón, coca, sal y chaquira. Estos lugar se producción especializada fueron al mismo tiempo centros de intercambio (tianguez), los cuales tuvieron la condición de mercados abiertos a donde concurrían vendedores y compradores comunes y también comerciantes especializados de diversas regiones, quienes probablemente formaron parte de circuitos de intercambio mayores que vinculaban comercialmente a pueblos de la sierra con pueblos de la Amazonía y de la costa. Los mindalaes debieron conseguir en estos lugares los bienes exóticos que requerían sus sueños. Bajo este sistema de intercambio, ciertos productos agrícolas locales adquirieron la condición de moneda, tal es el caso de chaquira, en algunos pueblos de Guayas y Manabí, y en la sierra el de la cocla, en lugar como Pimampiro, y el de la sal, en las Salinas, de Imbabura y Bolívar. Los curacazgos huancavilcas y manteños, apoyados en una importante tecnología de navegación marítima, practicaron un importante comercio a larga distancia que les llevó hasta las costas del Perú y seguramente hasta las de Colombia. Su principal producto de intercambio era el "mullo" o la concha Spondylus, considerada importante símbolo de fertilidad entre las poblaciones nativas. INCENSARIO Antropomorfo Utilizado para quemar sustancias olorosas durante las ceremonias religiosas. Cultura Manteña -CA. 500 - 1532 A.C. - Sala de Antropología, Museo Nacional del Banco Central del Ecuador. Organización social y política Los sistemas de organización social de los pueblos prehispánicos se sustentaron en grupos de parentesco ampliados. A estos grupos se les conocer con el nombre de ayllus. Si bien es un vocablo quichua, probablemente originario de los Andes centrales, los principios básicos de su organización responde a elaboraciones de los propios grupos norandinos.
  • 30. La poliandria (la posibilidad que los hombres tengan varias esposas), las normas exogámicas (la prohibición de casarse, dentro del mismo grupo hasta la cuarta generación), o la dualidad en el ordenamiento de sus territorios o de sus grupos familiares, entre otros, son sus características básicas. Cuando el ayllu está relacionado con el territorio y con los medios de producción básicos, se transforma en llajitacuna. Ahora bien, cada curacazgo estaba integrado por uno o varios ayllus. En los Andes septentrionales del actual Ecuador, a diferencia de lo que ocurrió en los Andes centrales (Perú y Bolivia), los ayllus, como tendencia general, eran unidades demográficas pequeñas cuyo número fluctuaba entre los 200 y 1200 personas. Aunque generalmente su tamaño mas bien gravitó alrededor de sólo las 200 personas. En términos de organización política, cada ayullu tenía su propia autoridad (a la que los españoles designaron con el nombre de principal), autoridad que dependía a su vez de un cacique mayor, que ejercía el poder sobre todo el curacazgo. En general, los curacazgos se caracterizaron por ser grupos autónomos en términos políticos y económicos, ya que hay pocas evidencias de confederaciones o alianzas entre ellos. El poder de la autoridad de los caciques mayores o señores étnicos se sustentó en la capacidad de movilización de mano de obra, obtenida como tributo, y en la posibilidad de redistribuir bienes exóticos entre los miembros de cacicazgo. Al analizar su comprensión social se evidencia la acentuación de importantes procesos de diferenciación social, que ya se iniciaron entre los pueblos indígenas en siglos anteriores. Estos grupos, tal como lo muestran los estudios de los pueblos del Valle de los Chillos, en el área Panzaleo, socialmente estaban conformados por una élite indígena privilegiada compuesta de los señores étnicos y sus parientes que no sólo percibían un tributo en mano de obra para el trabajo de sus tierras, sino que a su disposición estaban varios grupos familiares mindala y yanas; por un sector de especialistas artesanos y comerciantes o mindales, objeto de trato diferencial al interior del curacazgo, en tanto no estaban obligados a tributar en fuerza de trabajo como lo hacía la población común, sino en especies; por la población común mayoritaria, la cual en cambio generalmente estaba obligada a tributar al cacique en fuerza de trabajo y sólo en algunos casos en productos, y por los yanas, población con limitada libertad, que dependía directamente del cacique. En los cinco pueblos del Valle de los Chillos el 9.2% de la población correspondía a esta categoría. Creencias religiosas De acuerdo con las evidencias documentales, cada grupo étnico poseía su propio sistema de creencias religiosas. Mas al mismo tiempo, y gracias seguramente a las relaciones comerciales existentes entre los diferentes grupos étnicos, compartieron también un conjunto de creaciones religiosas que asumieron el carácter de supra local. Así pues, entre las poblaciones indígenas coexistió, por lo tanto, al mismo tiempo un sistema de creencias religiosas de orden local y, por otro lado, un conjunto de creencias de orden regional.
  • 31. Entre estas poblaciones de voz guaca sirvió para referirse a las divinidades, adoratorios o lugares en donde se colocaban los ídolos. Existió una jerarquía de guacas con funciones definidas: mayores, menores y personales. Entre las mayores tenían más importancia las guacas de origen o pacarinas, que representaban el origen o inicio; en el panteón andino, fueron una constante y era de carácter regional y local. Cada grupo étnico tenía su propia pacarina, que la representaba en diversos objetos de la naturaleza. Entre los Paltas era la Acancana, representada por un montón de piedras sobre un cerro, y entre los cañaris era el cero de Guasaynan o Huacayñan. Las divinidades mayores más comunes fueron el sol y la Luna independientemente de su difusión como dioses durante la expansión Inca. En cuanto las guacas menores, la característica fundamental fue su difusión regional, es decir, su carácter divino era reconocido por un grupo étnico o ayllu. Estos dioses eran los nevados, cerros y montañas, piedras y lagunas, designados con nombres propios. Los puruhaes tenían como guaca principal Tulapuc, y como guaya menor, Puna; entre los panzaleos existieron dos guacas principales: el cerro Piccinca y el nevado Yllinca y una guaca local, representada por un cerro llamado Andazana. En cuanto a las guacas personales, se designaban como malquis y consistían en un culto personal representado por un antepasado o un objeto que le perteneció. Las sociedades tribales A diferencia de los curacazgos las sociedades tribales, que basaron su sobrevivencia en la recolección y en una incipiente agricultura, se organizaron bajo un modelo de economía diverso y hasta hoy poco esclarecido. Lo que mejor se conoce son sus prácticas comerciales, lo que les permitió a estas sociedades a establecer relaciones entre comunidades que no pertenecían a la misma región. Por ejemplo, debido al comercio de larga distancia, los quijos y jíbaros se vincularon comercialmente con comunidades serranas, utilizando diversas rutas de intercambio. Por su parte los lachas, chachis y yumbos mantuvieron tratos comerciales no sólo con pueblos de la sierra, sino también con algunos de la costa.
  • 32. INGAPIRCA Restos de Arquitectura Incaica en Ingapirca Provincia del Azuay. Fotografías de Enrique Ayala Mora, Ed. Nueva Historia del Ecuador, Vol. 2, Corporación Editora / Grijalbo, Quito, 1988. Los Incas en el actual Ecuador Juan Fernando Regalado* Los Incas inicialmente debieron semejar un grupo de ayllu como los que habitaron los Andes meridionales hace mil años. Acerca de su procedencia exacta se han obtenido datos diversos que provienen de relatos míticos muy difíciles de interpretar todavía. La información más precisa que se ha podido obtener se refiere al asentamiento del pueblo inca en una zona al norte del lago Titicaca, que hoy se conoce como el valle del Cusco, a unos 3.000 metros de altura. Dicha zona fue compartida entre los ayllu antiguos del lugar y las comunidades incas que llegaron en búsqueda de nuevos recursos de subsistencia. No se sabe con claridad de qué manera los Inka consiguieron supremacía sobre los demás grupos de aquél valle, pero debió ser un proceso largo que les permitió más tarde abrirse campo en un círculo regional conformado por etnias vecinas poderosas (Rostworowski, 1988). A partir de entonces contamos con narraciones menos confusas que coinciden en situar este momento, de desarrollo incaico y de conflicto con las etnias grandes, como el inicio del Tawantinsuyu; es decir, el período durante el cual empezó la constitución de una organización social mucho más compleja que un grupo inicial de ayllu o que la unidad de comunidades. Para ello, los primeros jefes Inka implementaron un monto de bienes sobrantes "para donar", a cambio del cual recibieron de los kuraka vecinos la mano de obra indispensable para obras de diferente tipo. Aunque contaban con un prestigio guerrero, les fue imposible disponer directamente, y en forma coercitiva, de cuotas de trabajo suficientes y
  • 33. debieron conseguir autoridad a través de las prácticas muy antiguas de reciprocidad y de minka (minga). El funcionamiento del estado inca. El inka Pachacutec, gobernante alrededor del año 1400, logró una organización interna de acuerdo a las circunstancias nuevas que aparecieron en el proceso de crecimiento y trazó un plan administrativo que permitió el funcionamiento de una sociedad de tipo estatal. El estado inca se apoyó en algunas técnicas y normas de subsistencia extendidas en la mayor parte del callejón interandino. Así, por ejemplo, los principios andinos de "reciprocidad" y "redistribución" fueron pautas que permitieron al Estado en expansión obtener, de las comunidades que se fueron incorporando, cuotas de trabajo para el Tawantinsuyu. Tanto la tradición de "obligaciones reciprocas comunales" de trabajo por turnos, cuanto una "generosidad obligatoria" de la autoridad, fue muy común en el mundo andino y no pueden equipararse hoy en día a un tipo de tributo; por ello, las investigaciones aluden mejor a un préstamo acordado de trabajo, junto a las obligaciones gubernativas. Para conseguir mano de obra el Inca presentaba una variedad de dádivas a los representantes de las comunidades y a su vez las etnias acordaban, por ejemplo, ocuparse de confección de textiles, o de un servicio guerrero, y de la labor de las tierras estatales y de culto. Al parecer estos medios resultaban menos onerosos que la coerción. Debido a esas normas andinas antiguas, en la etnia que aceptaba aquella modalidad, la organización de tareas y el período de dedicación se convirtieron en obligaciones comunales acordadas por todos con anterioridad. Este fue un tipo de prestaciones ordinarias, que cada unidad familiar al interior de la comunidad otorgó rotativamente al Estado y que es conocida como mita. Otra forma de prestación fue la dedicación total de ciertos grupos (kamayuj) a tareas especializadas o eventuales como la minería, obras públicas y labores textiles. Otra posibilidad -tardía en instituir- consistió en la provisión de un tipo de mano de obra sin regirse a las formas de reciprocidad, debido a que fue un grupo de personas (yana) que perdieron su condición de miembros de una comunidad y que cumplían exclusivamente objetivos estatales. El Estado captó el resultado del trabajo de las etnias, de los kamayuj y de los yana, para obtener reservas que se destinaron en su mayor parte en actividades guerreras y en la manutención de las demás comunidades que entregaban otros turnos de trabajo (mita). Otra parte importante de la producción se utilizó en el funcionamiento y en las dádivas gubernativos. También se construyó una red vial (Q' apaq ñan) que cubrió unos 4.500 km. de la cordillera de los Andes. Además, la cantidad de mano de obra vasta facultó al incario para adquirir recursos agropecuarios. En la conservación de alimentos se aplicaron excelentes técnicas, que permitieron almacenar cantidades grandes de productos en los depósitos estatales, mientras que la acumulación de bienes contribuyó para que el gobierno inka cumpliera, además del gasto administrativo, con la redistribución a nivel estatal y las exigencias de la reciprocidad, configurando un sistema de prestaciones rotativas y depósitos estatales (J. Murra, 1975; 1978). Este esquema organizativo general implicó formas diferentes de control, según el tipo de actividad estatal. Si bien hubo funcionarios vinculados al
  • 34. Inca por parentesco, hubo otros por designación de confianza, junto a autoridades étnicas locales que conservaron sus funciones antiguas en beneficio del incario. Una de las actividades más notorias de aquellos funcionarios fue el registro detallado de la población y de los recursos de subsistencia, denominado k' ipu. Otro tipo de funciones con responsabilidad estatal fue los mitmaj. Se trató de comunidades o etnias enteras que fueron trasladadas desde su lugar de origen hacia regiones preestablecidas por el gobierno. La finalidad del traslado fue múltiple, considerando objetivos políticos y económicos. Hay información acerca de poblaciones que fueron movilizadas bien como forma de sanción, o como vigilancia de las fronteras del Tawantinsuyu. Los indicios de objetivos productivos se refieren en su mayoría a la apertura de nuevas zonas agrícolas para el sustento del estado, donde una parte de la tierra de los curacazgos fue empleada para usufructo del Inca y del Tawantinsuyu. Las labores fueron coordinadas con el ciclo agrario de cada región y consideraron el estilo de trabajo de cada etnia, porque en la época del Tawantinsuyu los curacazgos locales permanecían sosteniendo el acceso de los miembros de los ayllu a todos los medios de vida de su grupo. Sin embargo, algunos historiadores sugieren que al final de la existencia del incario se ha podido constatar una presión creciente del Estado para obtener mano de obra, que afectaba la permanencia autosuficiente de las comunidades locales y que pudo conducir hacia un control particularizado sobre los recursos económicos. La presencia Inca en los Andes septentrionales. La modificación que las culturas andinas hicieron de una geografía con grandes altitudes y una biodiversidad vasta, como en pocas partes del mundo, todavía es subvalorada. Aunque la arqueología ha comprobado el período corto de la ocupación inca, no tiene precedentes en los Andes, y posiblemente en el resto de "América" nativa, la conformación de una envergadura estatal tan amplia como el Tawantinsuyu. La acometida inca se efectuó según las distintas regiones andinas y produjo niveles diferentes de consentimiento en cada grupo étnico y también diferencias en los requerimientos estatales. En los Andes del norte o septentrionales Tupa Inka Yupanki consiguió los primeros vínculos políticos. Su sucesor, Wayna Q' apaq, debió suplir la modalidad inicial de "enclaves" inka con el esquema integrador del Tawantinsuyu, y debió organizar campañas guerreras en algunas zonas del actual Ecuador. La coexistencia de las especificidades étnicas antiguas junto al modelo inca de uniformidad fue un problema cuya solución dependió de la condición de cada sociedad local y de las necesidades del Tawantinsuyu. La relación política con las etnias de esta región norte se emprendió con una red de puntos de apoyo, coordinada por una clase de emisario estatal, y con alianzas a través de algunos "dones"; pues, los jefes Inka debieron otorgarle mayor interés a la búsqueda de vínculos antes que a campañas cruentas siempre más onerosas. Los funcionarios incas no vencieron a los habitantes de la foresta tropical de la costa y de la Amazonía. Excepto por algunas referencias a la zona Puná, el Tawantinsuyu marcó sus fronteras en las bocas de montaña que unen las tierras bajas tropicales del este y oeste con la serranía. En parte, esa imposibilidad se debió al pensamiento inca que subestimaba las sociedades del piedemonte y en mayor medida debido a la resistencia