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1
HOMOSEXUALIDAD
Y
LA POLÍTICA
DE LA VERDAD
De Jeffrey Satinover M.D.
2
INTRODUCCIÓN
La homosexualidad no comenzó siendo el núcleo más importante de mi vida
profesional pero nunca podré olvidar el día en que llegó a mi vida. Era 1981. Acababa
de volver a casa del centro médico de Nueva York en el que trabajaba. Los médicos
de los hospitales del interior de la ciudad pasan de 70 a 80 horas a la semana
presenciando, batallando y –ocasionalmente- rescatando a gente de la brutalidad más
horrenda que les han hecho a sus cuerpos las enfermedades y los seres humanos.
Después de un rato, la mayoría de los doctores desarrolla un endurecimiento de la
batalla que nos permite escapar del horror para hacer nuestro trabajo con eficacia.
Todavía en mis primeros años de formación, mi armadura no había comenzado
a crecer. Pero por muy gruesa que llegue a ser, esa armadura nunca es
completamente eficaz. Algunos “casos” siempre traspasan nuestra piel –la mayoría
los que implican a gente joven.
Ese día fue particularmente difícil. Se me había hecho pasar para una
valoración neurológica de un joven que padecía de múltiples problemas, algunos de
los cuales habían comenzado a afectar a su sistema nervioso y a su mente. Quizás la
dificultad se originó simplemente porque había restaurado la personalidad al “caso”: yo
mismo era joven y por lo tanto me identificaba con él. Me inclino a pensar, sin
embargo, que era más allá de eso.
En algún lugar bajo la superficie reside la creencia de que para todo el dolor y
el sentido de pérdida que conllevan la enfermedad y la muerte, cuando los ancianos
enferman y mueren (y la amplia mayoría de los enfermos de un hospital son ancianos)
es algo que se espera e incluso hay algo de correcto en ello. Pero cuando muere un
joven, asciende algo dentro de nosotros y grita al cielo: “¡No! ¡Esto está mal! ¡No
puedes hacer esto!” Mientras ese silencioso grito de protesta e ira atraviesa la
armadura, el verdadero horror se va introduciendo, aunque sea sólo de forma breve.
Para evaluar a mi paciente, tenía que ponerme también otro tipo de armadura –
la dotación de precauciones de aislamiento estéril: guantes de látex, una bata de
cuerpo entero, una gorra quirúrgica y botines de papel. Como había pasado muchos
años como psicoterapeuta y psicoanalista antes de volver para formación médica y
psiquiátrica, era especialmente consciente de lo aislante que parecería para este
pobre hombre. ¿Habría crecido acostumbrado a ello? Estúpidamente, lo esperaba.
Algo sobre este atuendo me sugería inevitablemente que estaba
protegiéndome de él porque era infeccioso y yo no. (La enfermedad que arrasaba su
sistema nervioso había sido diagnosticada como una “micosis inusual.”) Esta idea
reaparece sin importar las veces que uno pasa la rutina. Por lo que esta vez, también,
me acordaba a mí mismo de que yo no estaba protegiéndome de él. Yo estaba
protegiéndole a él de mí- de los tácitos trillones de gérmenes que me rodeaban como
una nube y me seguían a todo sitio que iba, pegándose con tenacidad a cada
superficie expuesta de mi cuerpo. Bajo circunstancias normales, las bacterias y virus
que estaban arrasando ahora su cuerpo eran parte de una fauna y flora microscópica
que forman una base benigna para nuestras vidas diarias. Pero como este joven
estaba en un estado de supresión severa de su sistema inmunológico, muchos de
estos viajeros normalmente inocentes se habían vuelto viciosamente destructivos para
él.
Me preparé para el encuentro, intentando meter toda la empatía que podía en
mis ojos, la única parte de mi cuerpo que quedaba abierta a su visión. El joven estaba
acostado en la cama del hospital con los ojos cerrados. Pude ver desde el
3
portapapeles que tenía treinta y tantos. Su pelo despeinado de color de paja
enmarcaba una cara tan pálida que se había quedado sin sangre, como alguien que
ya estaba muerto. Un lío de líneas intravenosas entraba tanto en sus brazos como en
su pecho; las bombas que alimentaban a estas y los varios monitores electrónicos que
le rodeaban y estaban adheridas a él zumbaban en una constante estrépito de alta
tecnología. La medicación que le era administrada por medio de estas líneas era las
más potente disponible para la medicina moderna, tan potente, de hecho, que la
mayoría de ella podía suponer grandes riesgos. Como con la quimioterapia contra el
cáncer, esas drogas se utilizan solamente cuando el “tratamiento” consiste en una
carrera para ver a cuál de los agentes químicos matará primero: a la enfermedad o al
paciente.
Aunque terriblemente demacrado, en un momento el hombre había sido
sorprendentemente atractivo. Me presenté cálidamente, intentando parecer menos un
doctor y más un ser humano pero como respuesta recibí un gorjeo apenas audible e
ininteligible. Abrió los ojos y los puso en blanco sin expresión alrededor de la
habitación, respondiendo a mi saludo como un estímulo de alguna clase percibido de
forma vaga. Supe inmediatamente que un examen formal de su estado mental no
daría fruto. Como anticipé, el examen neurológico reveló múltiples anormalidades
severas.
Subjetivamente, lo más sorprendente del examen fueron las señales de color
morado que cubrían la mayor parte de sus brazos y que se envolvían en sus lados
hacia la espalda. Estas, sabía, eran el sarcoma de Kaposi, un cáncer virulento y feo
una vez tan extraño que un simple incidente hizo instantáneamente la literatura
médica. Ahora aparecía de repente en grupos de dos, tres, diez a una vez en los
centros médicos importantes por todo el país, especialmente en San Francisco y aquí,
en Nueva York.
Por el momento en que terminó mi visita, era aparente que toda la consulta era
más importante para mí –desde una perspectiva educacional- que para él.
Seguramente no duraría vivo la semana.
La historia de este hombre joven, de su vida muy breve y dolorosa y de su
muerte asoladora apareció en un reportaje punto de referencia de uno de los diarios
médicos más importantes del mundo junto con historias de otros siete casi idénticas.
El SIDA había aparecido en escena, la epidemia moderna que ha acechado a nuestras
vidas, titulares e imaginaciones como una plaga medieval. Entonces nos era conocida
simplemente como GRID, “desorden inmunológico en relación con los gays.” Este
nombre reflejaba el hecho de que en Europa, América y Asia, el SIDA era entonces –y
lo sigue siendo todavía hoy- dramáticamente desproporcionado entre hombres
homosexuales.
SOLO, TERRIBLEMENTE SOLO
Cansado y vacío cuando llegué a casa, me serví un vaso de zumo de naranja y
me quedé en mi cocina pequeña y estrecha de Nueva York, echándole un vistazo al
New York Times de ese domingo. Sin serio interés pero sin embargo siendo curioso,
llegué a las esquelas y las ojeé ociosamente como solía hacerlo. De repente, mi
atención se detuvo por el nombre de alguien que conocía, un hombre que a pesar de
tener sólo treinta y nueve años, se decía que había muerto de “neumonía vírica.” Me
quedé de piedra, dándome cuenta de que él, también, había muerto de este nuevo
“desorden inmunológico relacionado con los gays.” No había pensado en él en algún
momento por lo que nunca lo había relacionado. El síndrome no se había descubierto
todavía cuando lo conocí pero ahora todas las piezas encajaban.
4
Pocos años antes, Paul (no es su nombre verdadero 1
) había acudido a mí para
psicoterapia. Su queja principal era un sentido crónico de apatía y fatiga relacionados
con un sentimiento vago de depresión. Su internista era un profesional famoso y muy
respetado de un centro médico importante que había sido incapaz de ayudarle,
pensando que sus problemas podrían ser psicosomáticos, envió a Paul a mi consulta.
El internista dejó claro que aunque él mismo no tenía idea de lo que le pasaba a su
paciente, era escéptico con que fuese algo que la psicoterapia pudiese solucionar. Mi
tratamiento, también, era probablemente una pérdida del tiempo y del dinero de su
paciente-como lo había sido su peregrinación anterior a un especialista de Alabama
que le diagnosticó (y a todos los que vio) que padecía de una “infección de levadura
sistémica.” Ahí, también, el tratamiento había sido caro y no había dado fruto.
Paul estaba en sus treinta y tantos, era del Sur, descendiente de un padre pilar
de la comunidad cuya carrera militar larga y distinguida Paul nunca tuvo interés en
emular. De hecho, Paul sentía que era una decepción para su padre, que encontraba
difícil relacionarse con la naturaleza inusualmente sensible de su hijo, su estatura
pequeña y no atlética, su sensibilidad estética e inteligencia y su amor no por las artes
marciales sino por el arte. Paul fue feliz cuando se fue de casa y de lo que percibía
como el ambiente cargadamente conservador de su ciudad para ir a la Escuela de la
Liga Ivy en el Nordeste más cosmopolita. Allí brilló de forma brillante y en su campo
elegido había disfrutado de un ascenso meteórico hacia el éxito y la alabanza. Incluso
antes de terminar la universidad, su nombre estaba en los labios de todos los
entendidos de su materia; en pocos años fue una palabra familiar en cualquier casa
con incluso pocas nociones de cultura. Ya era solicitado internacionalmente.
Pero Paul estaba solo y su fama en crecimiento le proporcionaba algo de solaz.
Ansiaba una relación íntima y permanente y se preguntaba si su sentido creciente de
fatiga y sus resfriados cada vez más frecuentes podrían estar relacionados con esta
soledad. Y había algo más, aunque lo dijo casi como una idea tardía: Todas las
noches, no importaba lo cansado que estuviese, este hombre eminente, de talento, de
una sensibilidad exquisita y brillante de la cultura salía en una búsqueda desesperada
del “compañero de sus sueños.” Aunque lo que encontraba invariablemente en vez de
eso –de hecho era lo bastante inteligente como para saber que no podía encontrarlo,
dado dónde lo buscaba- era noche tras noche de sexo anónimo, siempre con hombres
diferentes, a veces diez o quince la misma noche. Casi de forma invariable él era el
hombre “pasivo,” o “receptivo,” de esos encuentros, invitando a los hombres de forma
desesperada a que le poseyesen analmente.
Paul quería saber si yo podía ayudarle. Quizá, sugería, podría dejarlo si
solamente pudiese encontrar a alguien a quien amar. Pero en verdad noquería dejar
los encuentros nocturnos. Y de hecho, no pudo dejarlos, aunque en este punto se
enrollaba. “Si solamente tuviese a alguien a quien amar, entonces no tendría que...”
Pero ese patrón de compulsión me era familiar. Unida a la negación que dice:
“Siempre lo puedo dejar –si quiero,” la compulsión es una dimensión rutinaria de todas
las adicciones.
Me preguntaba qué pasaba bajo la superficie, bajo la negación y le pregunté si
había tenido sueños últimamente. En efecto, había tenido un sueño muy
recientemente que le molestaba bastante. Este sueño había solidificado su
determinación para buscar ayuda psicológica más allá de una solución médica para su
fatiga. Había soñado:
Soy un patinador en una competición de patinaje de las Olimpiadas. Estoy
siendo balanceado alrededor en un círculo por mis pies, mi cabeza a una fracción de
una pulgada del hielo en una brillante exposición de técnica. Miro a mi pareja, pero en
un shock veo que no hay nadie. Me despierto aterrorizado.
1
He alterado unos pocos detalles de esta historia además de proteger el anonimato de las personas
implicadas.
5
El sueño hablaba con elocuencia de su conducta y con más importancia de su
estado psicológico. Aunque su terreno no eran los deportes, había conseguido por sus
propios medios el estatus de una estrella olímpica. La imagen encajaba dada
especialmente su carencia de atletismo cuando era joven y la herida que sufrió por
ello. Y sin embargo, a pesar de toda su brillantez, estaba terriblemente solo, buscando
ayuda de una pareja ausente en un ambiente tan duro y frío como el hielo, en el que
su vida parecía suspendida sobre la muerte por un pelo. A pesar de todo lo que había
conseguido, en el fondo su vida estaba vacía.
Sin embargo, había más para este sueño. Porque contenía una profecía
escalofriante, una profecía que posiblemente no se podía prever entonces en 1978 –
antes de que el SIDA hubiese sido identificado pero cuando sus dedos pavorosos e
invisibles ya habían comenzado a agarrar a tantos hombres jóvenes en su helada
empuñadura, incluido Paul.
Una década más tarde, cuando comencé este libro, el terror de la pareja
ausente en el centro se había hecho realidad en muchas partes del mundo gay,
especialmente en el mundo del patinaje. A los tres años del sueño de Paul, él mismo
moriría del “desorden inmunológico relacionado con los gays,” y a los quince años más
de cuarenta de los mejores patinadores del campeonato masculino de Canadá y
Estados Unidos. Cómo sabemos ahora bastante bien, habiendo seguido las historias
de las celebridades de las superestrellas del deporte como Greg Louganis y de
intelectuales famosos de todo el mundo como Michel Foucalt, muchos otros serían
seropositivos y otros muchos morirían.
SEXO LIBRE, ENFERMEDAD LIBRE
El SIDA fue ciertamente inesperado y más terrible de lo que se pudo haber
imaginado. Pero hasta cierto punto, no debería haber sido inesperado. Porque en los
diez años o más antes de que los hombres brillantes comenzasen a aparecer en los
principales centros médicos con manchas moradas alarmantes e infecciones extrañas,
la literatura científica mostraba un incremento asombroso en las condiciones
relacionadas con los gays: la hepatitis B que produce a veces un colapso fatal en el
hígado; parásitos intestinales que producen extrañas infecciones sistémicas fuera de
la comunidad homosexual; disfunción inmune menos severa de las que el SIDA
demostraría ser pero seria de todos modos. La comunidad médica comprendió que
cómo la influencia de la contracultura de los años 60 había levantado todas las
restricciones sobre la sexualidad humana –no sólo la variedad homosexual- así
también había levantado las restricciones sobre toda forma imaginable de sexualidad
relacionada con la enfermedad.
Mientras que una generación anterior de sífilis había sido totalmente
erradicada, ahora una epidemia se encolerizaba entre los adolescentes. Donde la
infertilidad había sido rara, la pérdida permanente de la capacidad de tener niños era
ahora una consecuencia común de un aumento masivo de gonorrea relacionada con la
enfermedad inflamatoria de la pelvis (PID). Los que frecuentaban los bares y
“mercados sexuales,” gays o heterosexuales, hablaban de herpes ya que estaba la
molestia y el estigma. Pero pocos consideraron la ceguera y la muerte que producía a
los niños nacidos de madres infectadas activamente.
En 1981 mientras el GRID comenzaba a extenderse, la condición comenzó a
demostrarse a sí misma como inevitablemente fatal con un tiempo terriblemente largo
de incubación. Una cosa parecía evidente: La sanidad médica pronto tendría que
prevalecer sobre nuestros experimentos claramente catastróficos, de dos décadas de
duración, en la liberación sexual. También parecía evidente que el GRID continuaba
siendo agrupado con las demás condiciones relacionadas de forma inequívoca con los
gays, como el “Síndrome del Intestino Relacionado con los Gays.” No es que estas
6
condiciones fueran exclusivas de los gays pero los gays eran mucho más propensos a
ellas debido a las prácticas típicas de la vida gay, el sexo anal en particular.
Muchos anticipaban que los hombres homosexuales reaccionarían
rápidamente y de forma decisiva al peligro ahora claro y creciente para la salud y la
supervivencia engendrado por su forma de vida. El movimiento novato “de liberación
gay” probablemente sufriría un severo revés –no por razones políticas o morales sino
por razones médicas. Muchos gays más, se esperaba, probablemente buscarían otras
formas de vida fuera del “estilo de vida.”
En efecto, la reacción en la comunidad gay fue de hecho rápida pero
sorprendentemente inesperada. La comunidad gay no sólo se movilizó para atacar al
GRID, trabajaron para asegurarse de que el GRID no sería percibido –ni por la
profesión médica ni el público-como relacionado directamente de alguna forma con su
forma de vida sexual. De hecho los homosexuales necesitaban protección de la
enfermedad pero eso llegó a ser solamente una tercera prioridad. La segunda
prioridad era mantener a los gays de la desaprobación y del odio heterosexual, y la
primera prioridad era proteger a la misma homosexualidad como una forma de vida
perfectamente aceptable, normal y segura. Se diseñaron y financiaron intervenciones
masivas en mayor medida que con cualquier otra enfermedad pero no se le permitió a
nadie apuntar al factor de riesgo número uno de la enfermedad, la homosexualidad.
Incluso el tratamiento para ayudar a los homosexuales que deseaban cambiar
fervientemente fue sometido a un fiero ataque, sin tener en cuenta el dramático –de
hecho, salvar la vida potencialmente- beneficio proporcionado por incluso un éxito
modesto.
Así que el primer movimiento al principio de los años ochenta fue eliminar el
primer nombre de la condición. Como bajo las circunstancias correctas el virus se
podía transmitir a cualquiera, rápidamente se generó cierta presión para volver a
nombrar el “desorden inmunológico relacionado con los gays” SIDA: “Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida.” Aunque la conexión con la homosexualidad es
comprendida universalmente como válida y la literatura médica habla todavía de la
homosexualidad como el mayor factor de riesgo del SIDA, el hecho de que el sexo
anal gay y la promiscuidad produjesen la reserva para el VIH (el patógeno que
produce el SIDA) – y continúan manteniéndolo 2
- se convirtieron rápidamente en una
verdad atroz. Una publicación de la Asociación Americana de Psiquiatría afirmaba:
“”Hemos ‘homosexualizado’ al SIDA y ‘sidado’ a la homosexualidad,” 3
como si
“nosotros” lo hubiésemos hecho y la conexión no fuese un rasgo auto-evidente de la
misma condición. En resumen, la reacción al SIDA fue politizada desde el principio.
¿Ha tenido éxito la campaña politizada contra el SIDA en detener la
propagación de esta enfermedad? En Europa, Asia y en los Estados Unidos, el SIDA
no ha explosionado en la población en general como muchos se temían que lo haría,
como lo ha hecho en partes de África. Quizás esto se debe al éxito de las campañas
de sexo “seguro” –llamado después “más seguro”- que empezó en las comunidades
homosexuales.
Pero una encuesta publicada recientemente y respetada ampliamente sobre las
prácticas sexuales de los americanos, Sex in America,4
lo muestra de otra forma. Por
una parte, los investigadores señalan que el SIDA probablemente va a quedar
contenido dentro de ciertos grupos y que probablemente no se va a expandir a la
población en general. Esta contención, descubrieron, está enraizada en el
2
Vea, por ejemplo, S. M. Blower y A. R. McLean, “Prophylactic Vaccines, Risk Behavior Change and The
Probability of Eradicating HIV in San Francisco,” Science 265 (1994), p. 1451.
3
E. L. Goldman, “Psychological Factors Generate HIV Resurgence in Young Gay Men,” Clinical
Psyquiatry News, Octubre de 1994, p. 5.
4
R. T. Michael et al., Sex in America. A Defintive Survey (Boston: Little, Brown, 1994). Un análisis más
riguroso y detallado de los mismos datos colocados por los mismos autores que apunta a la lectura
profesional será referido a: E. O. Laumann et al., The Social Organization of Sexuality: Sexual Practices in
the United States (Chicago: University of Chicago Press, 1994).
7
tradicionalismo, la fidelidad, la cautela y el dominio de sí mismo observados por la gran
mayoría de los americanos cuando se llega al sexo.
Por otra parte, la forma politizada de intervención casi no ha tenido bastante
éxito entre los homosexuales. De hecho, la comunidad homosexual ha pagado el
precio más alto. Quince años de la epidemia que la Editorial de la Asociación
Americana de Psiquiatría afirma que “el 30 por ciento de todos los hombres gays de 20
años serán seropositivos o habrán muerto de SIDA cuando tengan 30 años” 5
porque
de todas formas están reanudando el “sexo inseguro.”
UN INDICADOR CULTURAL SORPRENDENTE
La homosexualidad es una de las cuestiones más cruciales que todos debemos
considerar. A nivel personal la mayoría de nosotros conoce al menos a un amigo, un
colega o a una persona que está muriendo de la terrible muerte del SIDA. A nivel
cultural uno de los índices más reveladores de una civilización es la forma en que
ordena la sexualidad humana.
Cuando se deja a sí misma, la sexualidad humana parece incontenible y para
la mente inocente terriblemente polimorfa. Pero el sello característico de una sociedad
en la que se han dejado de lado todas las restricciones sexuales es que finalmente
aprueba también la homosexualidad. Este punto se debate acaloradamente hoy pero
se refleja en la sabiduría de las edades. Plutarco, el moralista griego del primer siglo,
veía al libertinaje como la tercera y penúltima etapa en el ciclo de la vida de una
república libre antes de su caída en la tiranía. Edward Gibbon en la Inglaterra del siglo
dieciocho comprendió este principio con respecto a la antigua Roma pero desde una
perspectiva histórica. Sigmund Freud enfatizó el mismo principio con respecto a
muchas culturas de Occidente –aunque desde una perspectiva psicoanalítica
radicalmente secular. Para él, la represión sexual universal era el precio de la
civilización. Sin restricciones la civilización perdería su disciplina y vitalidad. Y, por
supuesto, la Biblia muestra repetidamente, los efectos de la sexualidad sin
restricciones, como sus historias de la subida y la caída de Sodoma, Gomorra y de
hecho el mismo Israel.
Dennis Prager, un comentador cultural judío reformado, escribe:
La naturaleza del Hombre, indisciplinada por los valores, permitirá al sexo
dominar su vida y la vida de la sociedad... No es exagerado decir que la prohibición de
la Torah del sexo no marital hizo posible la creación de la civilización occidental. Las
sociedades que no colocaron límites alrededor de la sexualidad fueron bloqueadas en
su desarrollo. La dominación subsiguiente del mundo occidental puede, hasta cierto
punto significativo, atribuirse a la revolución sexual, iniciada por el Judaísmo y llevada
adelante posteriormente por el Cristianismo. 6
En resumen, es un hecho simple que da mucho que pensar el que ninguna
sociedad que haya aprobado la sexualidad sin restricciones haya sobrevivido durante
mucho tiempo.
CASO Y CONTRACASO
Ningún libro sobre homosexualidad y SIDA actualmente puede ser honesto y
fácil de escribir o leer. A nivel personal, los temas seguramente van a ser angustiosos.
A nivel científico, son complicados, y políticamente son controvertidos. Pero como
5
Goldman, “Psychological Factors,” p. 5.
6
D. Prager, “Judaism, Homosexuality and Civilization,” Ultimate Issues 6, nº 2 (1990), p. 2.
8
hemos visto, el asunto hoy es vital. Plantea cuestiones claves en al menos tres
sectores de la sociedad: política, educación y comunidades religiosas.
El impacto de la homosexualidad sobre la política es evidente. Los activistas
gays, trabajando en relación estrecha con los profesionales de salud mental durante
los últimos veinte años, han formado y promovido con éxito un nuevo consenso sobre
la homosexualidad que es una potente fuerza política. Este consenso se compone de
tres proposiciones clave que encajan en el así llamado modelo “bio-psico-social” de
funcionamiento mental que está ahora en boga. Mientras las proposiciones se han
expandido lentamente por toda la sociedad, la gente las utiliza para pedir que todos los
sectores de la sociedad –incluyendo las instituciones religiosas con una moral opuesta
a la práctica homosexual- traten a las personas que mantienen relaciones
homosexuales exactamente de la misma forma que a los heterosexuales activos.
Las tres proposiciones siguen:
 Primero, como materia de biología, la homosexualidad es un aspecto innato
y determinado genéticamente del cuerpo humano.
 Segundo, como materia de psicología, la homosexualidad es irreversible.
De hecho, el intento de invertirla requiere una negación muy profunda del
yo –semejante al judío antisemita o los negros “que pasan” (negros claros
que intentan pasar como blancos)-que se dice que produce los problemas
mentales ampliamente reconocidos, más altos que cualquier índice entre
los homosexuales, como la depresión, el suicidio y el abuso de alcohol y
drogas.
 Tercero, como materia de sociología, la homosexualidad es normal,
semejante a cualquier otra categoría social como el sexo y la raza. Este
punto no hace sino repetir el primero, porque algo puede ser innato sin ser
normal –como en el caso de las enfermedades genéticas.
Cuando se combinan, estas tres proposiciones se utilizan para formar un
poderoso argumento a favor de normalizar la homosexualidad. Es como sigue:
La condena histórica de la homosexualidad por los credos judío y cristiano,
aunque bien intencionada, se ha basado en la ignorancia de los hechos médicos
recientemente descubiertos. Mientras se lleva a cabo la investigación neurocientífica,
el descubrimiento científico ha avanzado de forma casi uniforme en una dirección:
hacia una apreciación cada vez mayor de la fuerza de la naturaleza, que es la biología
innata, para determinar las características humanas. La condena de la
homosexualidad de la religión tradicional, basada en la ignorancia, ha implicado
involuntariamente la persecución injusta de una minoría inocente.
La reevaluación de la homosexualidad a la luz de la ciencia moderna puede
contribuir, por lo tanto, a una expansión genuina de la tolerancia religiosa. Las iglesias
y sinagogas deben acoger a un miembro anteriormente despreciado y rechazado de
sus propios cuerpos.
Además, el punto de vista conservador dentro de las iglesias y sinagogas que
urge a los homosexuales a permanecer en el celibato realmente presta apoyo a la idea
de que la homosexualidad no se puede cambiar. Esta idea es más consistente con
que la homosexualidad es innata que con ser un desarrollo de alguna clase. De hecho,
el nuevo catecismo de la Iglesia Católica Romana no sólo exige el celibato entre los
homosexuales sino que señala que la homosexualidad no se puede cambiar
fácilmente. Cuando incluso la llamada al celibato sacerdotal se encuentra bajo ataques
desde muchas direcciones, parece especialmente cruel exigirlo a los que no sienten
esa llamada y son incapaces de cambiar su sexualidad.
9
En oposición a este argumento los tradicionalistas están de acuerdo con que
los homosexuales no deben ser tratados con crueldad pero rechazan todas las tres
proposiciones sobre las que los partidarios defienden la normalización de la
homosexualidad. Sin embargo, los tradicionalistas reconocen la reclamación de que
estas tres proposiciones señalan un límite crítica para determinar el estatus moral y
político de la homosexualidad.
Por tanto, los tradicionalistas presentan un argumento que es precisamente el
contrario del contenido de los activistas en cada punto. Su argumento es el siguiente:
 Primero, como materia de biología, la homosexualidad no es innata sino
una opción.
 Segundo, como materia de psicología, la homosexualidad es reversible.
 Tercero, como materia de sociología, la homosexualidad no es normal sino
una enfermedad o perversión de la naturaleza.
En el desarrollo del libro examinaremos estas afirmaciones opuestas desde dos
ángulos distintos: Primero, ¿hasta qué grado son verdaderas estas afirmaciones?
Segundo, ¿qué relación tiene su verdad o falsedad sobre la “normalización” y el
estatus moral de la homosexualidad? Si, por ejemplo, la investigación muestra que la
homosexualidad no se puede cambiar, ¿no serían fortalecidos enormemente los
activistas? Quizás las parejas estables y monógamas deberían disfrutar de los mismos
privilegios especiales e incentivos para la formación de la familia de los que disfrutan
las parejas heterosexuales convencionales: matrimonio, derecho a adopción,
planificación de estado, desgravación por herencia, etc. ¿Y no deberían ser elegibles
también esas personas sin prejuicio para posiciones de liderazgo en las iglesias,
sinagogas, escuelas públicas y otras instituciones en las que se ejerce el liderazgo y la
influencia moral? Por otra parte, si la investigación demuestra que este no es el caso,
¿deberían ser completamente diferentes nuestras conclusiones? Las respuestas no
son tan evidentes como al principio podrían parecer.
LA POLÍTICA NO SON LAS PERSONAS
Mi reacción ante el activismo gay que ha generado este debate masivo –y aquí
encuentro que estoy lejos de estar solo- es totalmente diferente de mi reacción ante
las personas que resulta que son homosexuales. La política gay despierta en mí una
indignación exasperada, de alguna forma reprimida, exasperada y reprimida debido a
la maraña de emociones en conflicto que se origina cuando el “poder político” se une
al estatus de “víctima”. Indignación porque el activismo gay distorsiona la verdad y
hace daño no sólo a nuestra sociedad sino a los mismos homosexuales,
especialmente a los jóvenes.
Hasta el punto de que los homosexuales han sido victimizados, sólo podemos
echarle una mano con compasión con el alma que sufre y lucha. ¿Cómo pueden
nuestros corazones no salir hacia el chico o la chica prehomosexual que ya es tímido,
solitario, sensible y que seguramente sufre rechazo burlón y puede que incluso palizas
por los amigos que él o ella envidia y con los que más desea estar? ¿Podemos
realmente mantener los ojos cerrados ante la presencia de ese niño que todavía sufre
dentro del adulto, no importa lo hirsuta y exótica que sea la imagen exterior con la que
se protege? Y finalmente, ¿En qué se diferencia “el homosexual” de nosotros mismos?
Vemos muy fácilmente –y luego desdeñamos- la maniobra auto-protectora en los
demás, que es mucho menos dolorosa que aceptarla en nosotros mismos.
Pero la parte política y organizada de la imagen es totalmente diferente. Aquí
vemos con demasiada frecuencia expuesta violentamente el aspecto bruto de la
naturaleza humana en toda su crudeza, estupidez, vanidad, egoísmo, menosprecio de
los demás y menosprecio de la verdad. Como tantos de sus predecesores, con
10
demasiada frecuencia el activismo gay sigue el dicho de que el fin deseado justifica
todos los medios.
Aquí entonces está el enigma que afrontamos ahora de que el activismo gay ha
saltado a la palestra nacional. Por una parte, debemos decidir cómo responder mejor a
las tácticas de intimidación y refutar las falsas reclamaciones de un grupo que opera
en el modo hostil de la política desnuda del poder. Por otra parte, debemos retener la
compasión profunda y sentimiento de persona hacia las personas homosexuales, que
nosotros mismos necesitamos y anhelamos de los demás. Debemos respetarlos como
personas a los individuos que podemos rechazar como reivindicadores en la plaza
pública.
Los activistas gays, por el contrario, buscan de forma deliberada confundir
estas dos dimensiones. Insisten en que respetar a una persona es lo mismo que
aceptar su reivindicación política de igualdad en todas las áreas de la vida. Incluso la
oposición ejemplar equivale, por tanto, a la intolerancia, a la “homofobia” y es igual que
el racismo.
Pero confundiendo de forma deliberada estas dos partes –la política y la
personal –el activismo gay ha creado un monstruo peligroso. El menor peligro es que
nuestra simpatía nos ciegue al peligro social. En nombre de una oscura y confusa
“inclusividad” venderemos de esa forma nuestro derecho natural cultural por un lío
político. El mayor peligro, con mucho, es que nuestra protesta justificable sea sofocada
y eliminada eventualmente por su comprensión de que los “homosexuales”, como
veremos, somos simplemente nosotros. Si esto ocurre , perderemos no sólo nuestro
derecho natural sino nuestras almas.
VIDAS FRENTE A FORMA DE VIDA
Una segunda área en la que el activismo gay levanta cuestiones clave es la
educación. En algunas formas esto es lo más crucial de todo porque afecta a las
actitudes y hábitos de la generación creciente. No hay cuestión que las fracasadas
políticas de formación del SIDA de la última década y media han tenido un efecto –
ahora tenemos una generación de hombres gays de veinte años con una mortalidad
cierta del 30 por ciento. Sólo nos podemos preguntar cuántos de veinte años (que
tenían cinco cuando el SIDA apareció por primera vez en América) podrían haberse
salvado si los activistas hubiesen tomado como su prioridad número uno proteger las
vidas individuales antes que el estilo de vida gay. Porque como deja claro la encuesta
reciente La Organización Social de la Sexualidad, la amplia mayoría de los jóvenes
que en algún momento adoptan las prácticas homosexuales las dejan posteriormente.
7
Estos jóvenes, sin embargo, son los que los educadores dicen que tratan la
homosexualidad tan bien –y de forma tan segura- como la heterosexualidad. En un
incidente típico del Nordeste, una madre generalmente liberal, madre no religiosa de
un niño de nueve años contaba la vuelta a casa de su hijo con lágrimas en los ojos de
la escuela elemental pública. Con la cabeza baja de vergüenza dijo finalmente a su
madre con indignación cómo el profesor le había explicado a la clase cómo practicar
sexo anal “con seguridad.”
Estos cursos tienen cuidado de evitar presentar el sexo anal como la práctica
predominantemente homosexual que es. (Los datos que confirman esto se
presentarán posteriormente.) A los estudiantes se les enseña aceptar la conducta
homosexual completamente sin ser instruidos sobre sus rasgos típicos y
consecuencias típicas. Pero esta distorsión sutil de la realidad es menor comparada
7
Laumann et al., The Social Organization of Sexuality, p. 295.
11
con la mayor que llega a ser común y letal –que el sexo anal es seguro siempre que se
utilice un condón.
La palabra letal es deliberada. Incluso antes de examinar la evidencia, no
puedo acentuar con demasiada fuerza que el sexo anal no es seguro para nadie, bajo
ninguna circunstancia. Como la evidencia deja abundantemente claro, el sexo anal es
una práctica terriblemente peligrosa cuyos peligros aumentan con la frecuencia y
multiplicidad de parejas, condiciones que predominan entre los homosexuales
varones. El activismo gay es crítico en el área de la educación. Los profesores de los
jóvenes deberían considerar con cuidado antes de anunciar un curso de acción que en
miles de casos ha conducido a una muerte prevenible.
UNA HISTORIA DE TRES CONFERENCIAS
La tercera área en la que el activismo gay plantea cuestiones clave es en las
comunidades de fe. Aquí es donde al final se perderán o se ganarán las batallas sobre
la homosexualidad –porque junto con la familia, las comunidades de fe son las
formadoras decisivas de creencias y la moral. La cuestiones estrictas de la
homosexualidad -¿Qué es? ¿Es normal? ¿Es buena? –se han acalorado porque
señalan a las cuestiones centrales de la naturaleza y la moralidad humanas: ¿Cómo
comprendemos la vida y la humanidad? ¿Bajo qué autoridad decidimos entre el bien y
el mal? ¿Qué consideramos como “la buena vida” y “la buena sociedad”? ¿Es
realmente posible que cambien los homosexuales? Así, especialmente mientras los
activistas gays demandan plena categoría en las jerarquías de liderazgo religioso, nos
están forzando a todos nosotros en las comunidades de fe a aceptar condiciones con
lo que realmente creemos y cómo queremos vivir realmente nuestras vidas.
Las cuestiones últimas del bien y del mal siempre pueden encontrarse donde lo
político se cruza con lo personal. Para un porcentaje relativamente pequeño de
americanos esas cuestiones del bien y del mal son determinados solamente en la
privacidad de sus propias reflexiones pero la gran mayoría de americanos elabora
todavía sus respuestas en el contexto de su relación con Dios y así en el contexto de
una comunidad particular de fe. Es por esto por lo que la ley social ha sido siempre la
ley moral. Y es por esto por lo que la respuesta de nuestras instituciones religiosas a
los asuntos de la homosexualidad afectarán poderosamente al futuro de nuestra
sociedad.
Este punto se animó para mí cuando fui invitado a tomar parte en tres
conferencias relacionadas con la homosexualidad, dos de las cuales tuvieron lugar en
escenarios religiosos. La primera ocasión fue cuando fui invitado a hablar en una
conferencia sobre el SIDA en Connecticut. La conferencia reunió a profesionales de
tres disciplinas que antes no tenían relación ninguna: trabajadores de hospitales para
enfermos terminales, psicólogos de abusos de drogas y profesionales del SIDA.
Estaba emergiendo un nuevo tipo de pacientes que unía a estos grupos de
profesionales dispares y los ponía a prueba de forma severa: jóvenes, de mezclas
raciales, drogadictos por vía intravenosa puede que homosexuales, puede que no,
puede que muriesen rápidamente de SIDA. Estaban acompañados por un número
cada vez mayor de esposas y novias que también habían sido afectadas –
generalmente por ellos.
Elegí hablar sobre la dimensión espiritual de la crisis del SIDA. Si la palabra
“curación” pudiese significar algo más allá que un amargo chiste para estos tristes
jóvenes cuyas vidas estaban acabando tan rápidamente, no sería ofrecido por las
profesiones seculares. En el fondo, necesitaban de Dios.
Hablé directamente del pecado, de la culpa y la reconciliación con los demás y
con Dios. Y les mostré cómo estos temas afectan al sistema inmunológico. La charla
12
fue bien recibida, no porque oyesen muchas cosas nuevas sino porque oír a un
psiquiatra (en vez de un ministro, rabino o cura) hablar audazmente de Dios validaba
su ansia profunda de él. Actualmente un ministro es simplemente un ministro pero un
psiquiatra es el nuevo sumo sacerdote tribal cuyas palabras vienen envueltas en el
aura del nuevo alto canon: la ciencia. En general, estaba animado. Las comunidades
de fe podían desempeñar un rol constructivo.
Debido a este primer discurso, fui invitado a dirigir una conferencia de Nueva
Inglaterra sobre el SIDA patrocinado por la Iglesia Episcopal. Asistieron más de
trescientas personas. Casi la mitad eran clérigos, hombres y mujeres. La otra mitad
eran predominantemente hombres homosexuales sero-positivos, un pequeño número
de hombres sero-positivos con historia de abuso de drogas y un pequeño número de
mujeres heterosexuales que eran sero-positivas debido a relaciones anteriores con
hombres homosexuales, bisexuales o drogadictos.
El programa incluía numerosos servicios de curación y todos los ponentes
hablaron de espiritualidad.” Pero aparte de mí, nadie mencionó la palabra “pecado” (de
cualquier tipo, no sólo sexual), porque en nombre de no ser “sentencioso” se había
convertido en tabú. Los aspectos problemáticos y peligrosos de la vida gay no se
debatieron nunca ni tampoco la tragedia de las mujeres dirigidas desde el punto de
vista de la ética en las relaciones sexuales. El clérigo que dirigía la conferencia
pertenecía a ACT-UP –“la Coalición del SIDA para Soltar Fuerzas,” un grupo activista
militante. Siguiendo la comunión distribuían pins de “solidaridad” a los asistentes a la
conferencia –con condones incrustados con pegamento y purpurina.
La negación en esta conferencia era tan densa que la auto-evaluación fue
totalmente excluida. ¿Cómo podría tener lugar la curación sin hacer frente
honestamente a las realidades de la situación? Volví de la experiencia triste por la
profundidad del sufrimiento que había visto pero también enfadado. Las iglesias y las
sinagogas eran influyentes en la política y cuidado pastoral de los que se encuentran
atrapados en la homosexualidad y el SIDA pero su influencia podría ser tan destructiva
como constructiva.
Poco después pude ver una situación similar en mi ciudad natal. En el periodo
de seis meses, un ministro local alteró la liturgia para hacerla más “inclusiva” y “casó”
al ministro de música con su amante masculino. Con eso, se fue un grupo nuclear de
miembros.
El ministro era un amigo, por lo que hablé con él sobre mis preocupaciones.
Inmediatamente adujo como apoyo para su posición la reciente investigación que
demostraba, según había oído, que “la homosexualidad es genética.” Quizás el origen
de este libro fue concebido en ese momento en el que oí que la “ciencia” era utilizada
para justificar una alteración en la moralidad. Porque comprendí bien la distorsión de la
ciencia detrás de estas reivindicaciones -además de la confusión filosófica del ministro
. Pero sabía también que los temas científicos alrededor de todas las materias de
“genética de la conducta” son difíciles y complejos, mucho más complejos de los que
podía explicar en un breve encuentro, aunque el ministro estuviese en disposición de
escucharme. Lo que estaba claro era que las iglesias podían ser constructivas y
destructivas –o estar confundidas.
La última experiencia que germinó y nutrió la semilla de este libro fue mi
descubrimiento de la obra de Leanne Payne y sus colegas de los Ministerios de
Cuidado Pastoral. Durante los años había llegado a darme cuenta lentamente de que
mucho de lo que yo –como muchos de mi generación- había tomado por espiritualidad
verdadera era un espejismo de los peores. Cuando me encontré por primera vez los
libros de C. S. Lewis, leyéndolo desde mi base judía, tuve la impresión clara de que
aquí estaba la Verdad –con “V” mayúscula. Me di cuenta de que la psicología profunda
podría avanzar tomando las ideas de Lewis y formalizándolas en términos
psicológicos. Para mi sorpresa, La Sra. Payne acababa de hacerlo –sin perder el
13
espíritu vibrante de Lewis. De hecho, añadió su propio espíritu diferente. Después de
iniciar una correspondencia decidí asistir a una de sus conferencias.
La conferencia iba a tener lugar en Wichita, Kansas. Como psiquiatra judío,
educado en MIT, Harvard y Yale y viviendo en un suburbio cosmopolita de la Costa
Este, sintiendo que Wichita era un lugar poco probable para mí. Sin embargo fui, sin
saber lo que encontraría.
Lo que encontré fue que cerca de doscientas de las trescientas personas que
asistieron eran homosexuales, hombres y mujeres, luchando para salir de la
homosexualidad. Y entre el liderazgo de la conferencia un gran número habían sido
anteriormente homosexuales, algunos casados ahora y con hijos, dedicados todos a
ayudar a salir a los demás del estilo de vida gay. Eran extraordinarios y seres
humanos cariñosos, envidiables en su humanidad y humildad y en su ansia y unión
con Dios. De el desierto cosmopolita que se presenta como lo mejor que puede ofrecer
la vida, había pasado directamente a un oasis con un torrente que corría –no sólo un
pozo- de agua viva.
Nada en mi experiencia me preparó para esta tercera conferencia. Los círculos
profesionales y personales en los que me muevo normalmente son ajenos a esos
fenómenos. Si se dan cuenta de su existencia, es como una vaga mancha en la
periferia de la visión “progresista” y corriente principal o como embestida de chistes en
los medios de comunicación. Con raras excepciones, nunca había oído de otros de mi
propia profesión ninguna mención en absoluto a esas personas como homosexuales
curados. Claramente, las comunidades de fe pueden ser no solamente constructivas y
solidarias sino también curativas.
DIOS Y LA CIENCIA GAY
Se necesita hacer una observación adicional en esta introducción. Los
conflictos sobre la homosexualidad se han instalado en una implacable guerra de
trincheras en las estrategias más amplias de las guerras culturales de América. Pero
las batallas están repletas de confusión irreconocida porque descansan sobre
conceptos y averiguaciones de una nueva y compleja rama de la ciencia -la genética
de la conducta. El objetivo global de la genética de la conducta es clarificar la relación
entre la educación y la naturaleza en la vida humana. Sin embargo, esta ha sido un
área de preocupación para filósofos y teólogos desde tiempo inmemorial. Por lo tanto,
no nos debe sorprender que una ciencia que abarca cuestiones tan complicadas sea
difícil de comprender y fácil de distorsionar. Detrás de la política gay está la ciencia
gay, que también debemos valorar.
En el aluvión implacable de palabras, imágenes, eslóganes e ideas que nos
asaltan por todos lados –conclusiones cortas, simples, simplificadas, cargadas de
emoción y de una parada. No tenemos el tiempo ni la capacidad para revisar la
información principal para nosotros mismos para llegar a nuestras propias
conclusiones consideradas. Como consecuencia, la profunda complejidad de la
investigación científica sobre la homosexualidad facilita que la gente interprete mal y
más fácilmente incluso la utilice indebidamente.
Para desentrañar esta confusión y formar principios sólidos por los que llegar a
conclusiones responsables requiere esfuerzo. Pero los lectores que persisten y
comprenden las verdades básicas de la ciencia de la conducta humana obtendrán una
idea inestimable del debate sobre la homosexualidad. Y estos lectores, ya sean
políticos, educadores, clérigos, profesionales de la salud mental o ciudadanos
preocupados, comprenderán también lo limitadas que están las respuestas de la
ciencia ante las cuestiones del bien y del mal. Encontraremos también que cuando
alcanzamos los límites adecuados de la ciencia, tenemos que dejar atrás la ciencia
para seguir más allá.
14
En la parte una, entonces, examinamos la ciencia y en la parte dos nos
volvemos a una consideración de las fuentes más profundas de la motivación humana
–a la psicología, a la voluntad humana y a consideraciones de fe. Mientras realizamos
esta transición de la ciencia genética a la psicología y a la religión, el lenguaje
cambiará como corresponde; del tenor neutral, riguroso y basado en la estadística de
la metodología de la investigación moderna a uno más general, con frecuencia
impresionista pero todavía conceptos neutrales y reportajes de casos de filosofía y
psicología, y finalmente, a los aspectos más profundos del carácter humano
manifestado en las revelaciones profundas de las Escrituras hebreas y cristianas. Sólo
el último trata esas realidades totalmente poco científicas pero profundas como la ley
moral, pecado, culpa, sacrificio expiatorio y el perdón divino.
Al final el debate sobre la conducta homosexual y su implicación en la política
pública puede decidirse solamente de manera concluyente sobre bases morales y las
bases morales significarán al final bases religiosas. Como señaló la Institución
Brookings, generalmente liberal, en un reportaje de 1986, un gobierno representativo
como el nuestro “depende para su salud de valores que durante no mucho tiempo
proceden de la religión... Los derechos humanos están enraizados en el valor moral
con el que un creador amante ha dotado a cada alma humana y la autoridad social es
legitimada haciendo ante la ley moral trascendente.” 8
Debemos hacer una elección: ¿Determinaremos el bien y el mal por nosotros
mismos –viendo a la antigua serpiente ya sea como una fábula irrelevante de la
infancia de nuestra raza o como la gran mensajera de levantar la conciencia- o
dependeremos de una palabra de fuera de nosotros, una palabra de Aquél entre cuya
primera palabra de la creación y la última palabra de juicio vivimos nuestras vidas
fugaces?
8
Brookings Institution, “Religión and American Public Life” (1986).
15
PRIMERA PARTE
CIENCIA GAY
En esta época, en este país, el sentir popular lo es todo. Con él, nada puede fracasar;
contra él, nada puede tener éxito. Quién moldee el sentir popular profundiza más que
el que promulga los estatutos o pronuncia las decisiones judiciales.
-Abraham Lincoln
CAPÍTULO 1
NI CIENTÍFICO NI DEMOCRÁTICO
Nuestra sociedad está dominada por expertos, poco más influyentes que los
psiquiatras. Esta influencia no deriva, sin embargo, de nuestra ética o bondad superior
ni de ningún amplio consenso que admiremos de forma especial. De hecho, el grado al
que estamos castigados representa la distorsión del todo demasiado exacta de
nuestra afirmación profesional fundamental: la pretensión de que cómo sabemos algo
sobre lo que mueve a la gente, somos, por tanto, los únicos cualificados para decirle
cómo llevar su vida. Sin embargo, como los americanos nos hemos convertido en una
nación dependiente de los expertos, el mismo psiquiatra es satirizado y al mismo
tiempo se le consulta para que dirija las vidas. Para mejor o para peor, los
profesionales de salud mental ejercen una influencia que excede enormemente la
sabiduría real que demostramos.
En los primeros años de la “liberación gay,” esta realidad fue utilizada para
ventaja del naciente activismo gay. Anticiparon que si la Asociación Americana de
Psiquiatría (APA) podría ser convencida para que redefiniese la homosexualidad, las
otras asociaciones le seguirían poco después y luego el resto de la sociedad. Su plan
se implementó con un éxito veloz y casi total.
Considera el rápido cambio. En 1963 la Academia de Nueva York de Medicina
encomendó a su Comité sobre Salud Pública que informase sobre el tema de la
homosexualidad, provocado por la preocupación de que la homosexualidad parecía
estar aumentando. El comité afirmó que:
16
La homosexualidad es una enfermedad. El homosexual es una persona con
molestias emocionales que no ha adquirido la capacidad normal de desarrollar
relaciones heterosexuales satisfactorias. 9
También dijo que:
Algunos homosexuales han ido más allá del plano de la defensa y discuten
ahora que la desviación es una “forma de vida deseable, noble y preferible.” 10
Justo diez años más tarde –sin ninguna evidencia científica nueva significativa-
el argumento de los activistas gays se convirtió en la nueva norma dentro de la
psiquiatría. Porque en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría votó para sacar a
la homosexualidad de la lista aprobada oficialmente de enfermedades psiquiátricas.
¿Cómo ocurrió esto? Normalmente se alcanza un consenso científico en el transcurso
de muchos años, que resulta del peso acumulado de muchos estudios diseñados
correctamente. Pero en el caso de la homosexualidad, la investigación científica sólo
acaba de comenzar, años después de que se decidiese la cuestión.
UN CAMBIO DE ESTATUS
El voto de la APA para normalizar la homosexualidad fue dirigido por la política,
no por la ciencia. Incluso los simpatizantes lo reconocieron. Ronald Bayer era
entonces un miembro del Instituto Hasting de Nueva York. Informó de cómo en 1970 el
liderazgo de una facción homosexual dentro de la APA planificó un “esfuerzo
sistemático para alterar los encuentros anuales de la Asociación Americana de
Psiquiatría.” 11
Defendieron este método de “influencia” sobre las bases de que la APA
representaba a la “psiquiatría como institución social” más que como cuerpo científico
o asociación profesional.
En las reuniones de 1970, Irving Bieber, eminente psicoanalista y psiquiatra,
estaba presentando una ponencia sobre “homosexualidad y transexualismo.” Fue
desafiado abruptamente:
Los esfuerzos (de Bieber) para explicar su posición... se encontraron con risas
burlonas... (Un) manifestante lo llamó ___. “He leído su libro, Dr. Bieber y si ese libro
hablase de los negros como lo hace de los homosexuales, serías destripado y
descuartizado, y lo merecerías.” 12
La táctica funcionó. Accediendo a la presión, los organizadores de la siguiente
conferencia de la APA de 1971 estuvieron de acuerdo en patrocinar un debate
especial –no sobre la homosexualidad sino por homosexuales. Si el debate no se
aprobaba, se le había dicho al moderador, “Ellos (los activistas homosexuales) no van
a poner fin sólo a una sección.” 13
Pero el debate no fue suficiente. Bayer continúa:
A pesar del acuerdo de permitir que los homosexuales dirigiesen su propio
debate en la convención de 1971, los activistas gays de Washington sentían que
tenían que ofrecerle otra sacudida a la profesión psiquiátrica ... Una transición
demasiado suave... habría privado al movimiento de su arma más importante –la
amenaza del desorden... Volvieron a un Frente Colectivo de Liberación Gay de
9
Citado en C. W. Socarides, “Sexual Politics and Scientific Logia: The Issue of Homosexuality,” The
Journal of Psichohistory 10, nº 3 (1992), p. 308.
10
Ibid.
11
R. Bayer, Homosexualidad y Psiquiatría Americana: La Política del Diagnóstico (Nueva York: Basic
Books, 1981), p. 102.
12
Ibid., pp. 102-3.
13
Ibid. P. 104.
17
Washington para planificar la manifestación de mayo de 1971. Junto con el colectivo
desarrollaron una estrategia detallada para la disrupción, prestando atención a los
detalles logísticos más complicados. 14
El 3 de mayo de 1971, los psiquiatras que protestaron entraron en una reunión
de miembros distinguidos de la profesión. Se hicieron con el micrófono y se lo dieron a
activista del exterior, que declaró:
La Psiquiatría es el enemigo encarnado. La Psiquiatría ha librado una guerra
implacable de exterminación contra nosotros. Podéis tomar esto como una declaración
de guerra contra vosotros... Os rechazamos como nuestros dueños. 15
Nadie hizo una objeción. Los activistas aseguraron entonces una aparición ante
el Comité sobre Nomenclatura de la APA. Su presidente permitió que quizás la
conducta homosexual no fuese signo de desorden psiquiátrico y que el Manual de
Diagnóstico y Estadística (DSM) debía reflejar, por tanto, esta nueva comprensión.
Cuando el comité se reunió formalmente para considerar el tema en 1973 el
resultado ya se había alcanzado tras las puertas cerradas. No se había introducido
ningún dato nuevo y a los objetores se les dio sólo quince minutos para presentar una
refutación que resumía setenta años de opinión psiquiátrica y psicoanalítica. Cuando
el comité votó como estaba planeado, pocas voces atrajeron formalmente a los
miembros en general, que puede anular las decisiones del comité incluso en asuntos
“científicos.”
Los activistas reaccionaron rápida y eficazmente. Redactaron un borrador y lo
enviaron a más de treinta mil miembros de la APA, urgiéndoles “a votar para mantener
el cambio de la nomenclatura.” 16
¿Cómo pudieron conseguir los activistas esa lista de
correo? Adquirieron la lista de miembros de la APA después de que la National Gay
Task Force (NGTF) enviase un llamamiento de recaudación de fondos a sus
miembros.
Bayer comenta:
Aunque la NGTF jugó un papel central en este esfuerzo, se tomó una decisión
de no indicar en la carta que se escribió, al menos en parte, por la Gay Task Force, ni
revelar que su distribución había sido financiada por las contribuciones que la Gay
Task Force había recaudado. De hecho, la carta daba cada indicación de haber sido
concebida y enviada por los (psiquiatras) que la habían firmado (originariamente)...
Aunque todos los firmantes negaron públicamente ningún rol en la simulación,
al menos un firmante había avisado en privado que reconocer el rol organizativo de las
comunidad gay habría sido el “beso de la muerte.”
Sin embargo, no hay cuestión sobre el grado al que los delegados de la APA
eran conscientes tanto de los orígenes de la carta como de los mecanismos de su
distribución. Ellos, además de la National Gay Task Force, comprendió la carta como
intérprete de un rol vital en el esfuerzo por volver atrás el desafío. 17
Como la mayoría de los miembros de la APA que reaccionaron votaron para
apoyar el cambio en la clasificación de la homosexualidad, se permitió que
permaneciese la decisión de la Junta de Síndicos. Pero en efecto, sólo reaccionó un
tercio de los miembros. (Cuatro años más tarde el diario Aspectos Médicos de la
Sexualidad Humana informó de una encuesta que dirigía. La entrevista mostró que el
14
Ibid., pp. 104-5.
15
Ibid., pp. 105-6.
16
Ibid., p. 145.
17
Ibid., p. 146.
18
69 por ciento de los psiquiatras no estuvieron de acuerdo con el voto y todavía
consideraban a la homosexualidad como una enfermedad.) Bayer comenta:
El resultado no fue una conclusión basada en la aproximación de la verdad
científica como era dictada por la razón sino que en vez de ello fue una acción
demandada por el carácter ideológico del momento. 18
Dos años después la Asociación Americana de Psicología –la asociación de
psicología profesional que es tres veces más grande que la APA –votó seguir la
petición.
La motivación que tuvo la política en la decisión de la APA de 1973 se está
comenzando a aclarar solamente ahora. Mientras asistía a una conferencia en
Inglaterra en 1994, conocí a un hombre que me contó una descripción que no había
contado a nadie más. Había estado en la vida gay durante años pero había dejado esa
forma de vida. Volvió a contar cómo después de la decisión de la APA de 1973, él y su
pareja, junto con cierto delegado de la Junta de Síndicos de la APA, se sentaron en el
apartamento del delegado para celebrar su victoria. Porque al que colocaron los
activistas gays en la APA para maniobrar y asegurar la victoria fue a este hombre –que
sobornó desde arriba a lo que se presentaba tanto a los miembros como al público
como una búsqueda desinteresada de la verdad.
VEINTE AÑOS DESPUÉS
El proceso científico continúa siendo afectado hoy por la presión política. En
1994 el Consejo de Síndicos de la APA decidió considerar alterar el código ético. El
cambio propuesto (presentado por un hombre que es prominente psiquiatra y vocal
activista gay y Presidente del Comité sobre el Abuso y Uso Indebido de la Psiquiatría)
haría que el hecho de que un psiquiatra ayudase a un paciente homosexual a llegar a
ser heterosexual aunque lo pida el paciente una violación de la conducta profesional.
Esto es a pesar de que uno de los propias normas profesionales de la asociación
sostiene que los psiquiatras tienen que aceptar los propios objetivos del paciente en el
tratamiento para “alimentar al máximo la auto-determinación por parte de los clientes.”
La versión final dice: “La APA no respalda ningún tratamiento psiquiátrico que se base
o en la asunción del psiquiatra de que la homosexualidad es un desorden mental o un
intento del psiquiatra por cambiar la orientación sexual de una persona.” El Consejo
aprobó la afirmación y la envió a la Asamblea de la APA –su cuerpo legislativo- para la
aprobación final.
Siguió una rápida y fiera batalla. Bastantes miembros de la Asamblea hablaron
contra la resolución, debido a su efecto escalofriante en la práctica, para rechazarla
antes de votarla. Según los miembros de la APA implicados muy de cerca, incluso la
amenaza de una controversia de primera enmienda no disuadiría a los activistas. Pero
el punto de inflexión llegó cuando los terapeutas que ayudan a cambiar a los
homosexuales –y un gran número de ex-homosexuales- dejaron claro que si se
aprobaba la resolución, presentarían un pleito contra la APA y reabrirían la base
original sobre la que la homosexualidad fue excluida de la lista de diagnósticos. Con
eso los activistas se retiraron. Si el cambio hubiese sido aprobado, habría abierto la
puerta a demandas por cargos éticos y negligencia profesional contra los psiquiatras
que ayudan a los homosexuales a cambiar –según los propios deseos de su paciente.
De hecho, el presidente de la APA Gay and Lesbian Task Force dejó claro que los
activistas tenían en su punto de mira no sólo a los psiquiatras que emprendían la
terapia reparativa sino a psicólogos eventuales, trabajadores sociales e incluso
psicólogos y ministros pastorales.
La APA no es la única asociación afectada por la presión política. La
Asociación Nacional de Trabajadores Sociales, que acredita el cuerpo más grande de
18
Ibid., pp. 3-4.
19
practicantes de salud mental del país, continúa también siendo influenciada por los
activistas gays. El Comité de NASW sobre los Temas Lésbicos y Gays ha presionado
a la NASW a declarar que el uso de las terapias reparativas es una violación del
Código Ético de la NASW. El comité emitió un documento en 1992 que decía que:
A los esfuerzos por “convertir” a la gente por medio de terapias
irresponsables... se les puede llamar con más exactitud lavados de cerebro, de
vergüenza o coacción... Las asunciones y direcciones de las terapias reparativas están
equivocadas teorética y moralmente. 19
De las tres principales asociaciones de salud mental, la NASW es la que ha ido
más lejos en el intento de politizar las cuestiones clínicas relacionadas con la
homosexualidad.
Todos estos cambios en la definición y clasificación de la homosexualidad han
tenido lugar en un vacío científico. Sin embargo, la pequeña cantidad de investigación
de ciencia difícil que se ha dirigido tiene implicaciones complejas ya predecibles, que
son consistentes con las averiguaciones de otras áreas de la genética de la conducta.
Estos estudios sugieren que un compuesto de factores que interactúan mutuamente
influye en casi todos los aspectos de la conducta humana, confundiendo
completamente la noción que alguien podría responder simplemente las preguntas
“¿De dónde surge la homosexualidad? Y “¿Qué es?” con las respuestas “naturaleza” o
“educación,” “normal” o “anormal.” Y estos estudios ni explican ni siquiera dirigen el rol
de la opción en la conducta humana. De hecho, no lo hacen porque, como
discutiremos con mayor detalle, no pueden.
LA PERCEPCIÓN DEL PUEBLO
Artículos recientes en los medios producen la impresión errónea de que el
cierre científico sobre el tema de la homosexualidad ha sido o será alcanzado pronto.
Esas acciones como la decisión de la APA de 1973 y sus deliberaciones recientes
refuerzan más las conclusiones injustificadas en la mente pública. Pocos comprenden
las complejidades de la investigación biológica buena. La mayoría se sorprende hasta
el grado de que la política ha corrompido al proceso científico. Dependen de la
exactitud de las descripciones en la prensa popular.
Pero el consenso científico pretendido que la prensa trata de vender es ficticio.
Un buen ejemplo es el artículo de Chandler Burr en la entrega de marzo de 1993 del
Atlantic Monthly. 20
Afirma francamente: “Cinco décadas de evidencia psiquiátrica
demuestran que la homosexualidad es inmutable y no patológica y un cuerpo creciente
de evidencia más reciente implica a la biología en el desarrollo de la orientación
sexual.” En un posterior artículo de opinión del New York Times afirma incluso más
rotundamente que la ciencia ha demostrado desde hace tiempo que la
homosexualidad es biológica e inmutable y que simplemente no existe desacuerdo
entre los científicos.
Pero estas afirmaciones son absolutamente falsas, excepto la frase sin sentido
que dice que “la biología está implicada en el desarrollo de la homosexualidad.” La
biología, por supuesto, está implicada en todo lo humano. Cuando llevaba a cabo su
investigación para Atlantic Monthly, Burr entrevistó a un número de científicos y
médicos que expresaban la visión de que la homosexualidad ni es genética ni
inmutable. Simplemente no los citó.
19
Como es afirmado por C. Cornett, “Gay Ain’t Broke; No Need to Fix It,” Insight , 6 de Diciembre de 1993,
p. 27.
20
C. Burr, “Homosexuality and Biology,” Atlantic Monthly 271, nº 3 (Marzo 1993), pp. 47-65.
20
Veremos más tarde la falsedad de las afirmaciones repetidas por los activistas
de que la homosexualidad es inmutable. Buscan crear la impresión de que la ciencia
ha resuelto estas cuestiones pero ciertamente no lo ha hecho. En vez de eso, los
cambios que han tenido lugar tanto en la opinión pública como la profesional son
consecuencia de la presión política y de las relaciones públicas.
Porque como respuesta a los esfuerzos explícitos de los activistas, ha tenido lugar un
cambio de opinión de las masas para aceptar la homosexualidad como algo normal.
Pero permanece sin ser apoyado por todos los recursos que los activistas manipulan
para sus propios fines. Tal “desinformación” parece surgir en parte de una campaña
deliberada, especialmente dada la voluntad de algunos para utilizar “cualquier medio
que sea necesario” para transformar la opinión pública. “Cualquier medio que sea
necesario” no es ninguna exageración. Eric Pollard perteneció anteriormente a la
prominente organización homosexual ACT-UP y fundó su sede de Washington, D.C.
En una entrevista con The Washington Blade, un importante periódico homosexual,
afirmó que él y otros miembros del grupo aprendieron a aplicar “tácticas subversivas
trazadas principalmente desde el voluminoso Mein Kampf, que algunos de nosotros
estudiamos como modelo de trabajo.” 21
Como contraste con las afirmaciones promovidas ampliamente, muchos
científicos eminentes no están de acuerdo con las conclusiones de los medios sobre la
“biología de la homosexualidad.” 22
Un científico que conduce uno de los laboratorios
genéticos de la conducta más grandes de la nación, comentaba que la última
investigación genética sólo quiere decir que podría existir alguna relación genética
provisional, indirecta y parcial, por lo que quizás merece la pena investigar. 23
La
portada de Scientific American dice: “El dudoso nexo entre los genes y la conducta.”
Pero lo que es recordado por la gente en general es el título pegadizo e inexacto de un
semanario importante: “El Gen Gay.”
UN FACTOR SIN CONTROL
La transformación sociológica –no médica ni científica- de la opinión de los
profesionales de salud mental con respecto a la homosexualidad ha influido
enormemente en la investigación actual. Desafortunadamente, muchos de los que
ahora están investigando la homosexualidad explícitamente apuntan a un resultado
particular. Por ejemplo, Simon LeVay, el neuroanatomista de San Francisco que
publicó un estudio citado ampliamente sobre los cerebros de los hombres
homosexuales, dejó su puesto como neuroanatomista del Instituto Salk de San Diego
para fundar el Instituto de Educación Gay y Lésbica. Richard Pillard, co-autor de dos
importantes estudios idénticos sobre la homosexualidad, admite en el texto de uno de
estos estudios que su investigación fue diseñada “para replicar a la creencia
predominante de que la orientación sexual es en gran medida el producto de
interacciones familiares y del ambiente social.” 24
Una serie de estudios críticos comenzados en los años 60 demuestran que el
prejuicio del investigador a favor de un resultado específico es uno de los factores más
importantes y que se encuentran más fuera de control que distorsiona cualquier
estudio científico. 25
21
E. Pollard, “Time to Give Up Fascits Tactics,” Washington Blade, 31 de Enero de 1992, p. 39.
22
J. Horgan, “Eugenics Revisited,” Scientific American, Junio de 1993, pp. 123-31.
23
Los comentarios precisos de Paul Billings se citan en la discusión de la investigación genética que
sigue.
24
Citado en J. M. Bailey et al., “Heritable Factors Influence Sexual Orientation in Women,” Archivos de
Psiquiatría General 50, nº 3, pp. 217-23.
25
Mire G. M. Harrington, “Psychology of the Scientist: XXVII, Experimenter Bias: Occam’s Razor versus
Pascal Wager,” Psychological Reports 21, nº 2 (1967), pp. 527-28; G. M. Harrington y L. H. Ingraham,
“Psychology of the Scientist: XXV. Experimenter Bias and Tails of Pascal,” Psychological Reports 21, nº 2
(1967), pp. 513-16; J. G. Adair and J. S. Epstein, “Verbal Cues in the Mediation of Experimenter Bias,”
21
Charles Socarides, psicoanalista y experto en el campo del tratamiento
homosexual, advierte que la decisión de la APA de 1973
Sigue siendo un aviso escalofriante de que si no se lucha por los principios
científicos, pueden perderse –un aviso que desilusiona que a menos que no hagamos
excepciones a la ciencia, estamos sujetos a las trampas del faccionalismo político y a
la propagación de falsedades a un pueblo que no sospecha y que no está informado,
al resto de la profesión médica y a las ciencias de la conducta. 26
Todavía en su infancia, la psiquiatría sigue estando lejos de ser un compuesto
coherente de la medicina, el arte, ciencias exactas, filosofía amateur y la dirección
espiritual secularizada. Esta carencia de rigor científico -que no sorprende dada la
sutileza y complejidad de su objeto de estudio –puede haber producido que la
psiquiatría sea la primera de las profesiones en sufrir manipulación política. Pero
ahora, dos décadas después de la decisión de la APA de 1973, numerosos tratados
científicos buscan “demostrar” que toda la ciencia es racista, sexista, discriminadora
por edad, eurocéntrica, basada en las clases, de esfuerzo homofóbico cuyo objetivo
principal es mantener el dominio de clases. El efecto de la política continúa.
CAPÍTULO 2
¿QUIÉN LO DICE? Y ¿POR QUÉ?
Irónicamente, es dudoso que la homosexualidad sea realmente una
“enfermedad” –de acuerdo con cualquier significado científicamente riguroso de la
palabra. Es dudoso como caracterización de la psiquiatría de otras muchas
condiciones como “enfermedades.”
Cierto número de condiciones mentales serias surgen de enfermedades físicas
del cerebro. Unas se adquieren antes de nacer, otras después; unas se heredan, otras
se adquieren; la mayoría son consecuencia de una variedad de causas. Muchas de
estas condiciones son parcialmente reversibles por los tratamientos que tienen como
objetivo la química y la fisiología del cerebro. Asimismo, muchas condiciones que se
pensó una vez que eran puramente psicológicas se comprende ahora que tienen
componentes genéticos significativos (por ejemplo, muchos casos de depresión o de
Desorden Obsesivo Compulsivo). Pero a la mayoría de lo que se ha llamado
“neurosis” se le puede considerar “enfermedad” sólo si “enfermedad” es utilizado de
Psychological Reports 22, nº 3 (1968), pp. 1045-53; J. B. Dusek, “Experimenter-bias Effects on the Simple
Motor Task Performance of Low- and High-test Anxious Boys and Girls,” Psychological Reports 30, nº 1
(1972), pp. 107-14; P.J. Barber and J. P. Rushton, “Experimenter Bias and Subliminal Perception,” British
Journal of Psychology 66, nº 3 (1975), pp. 357-72; R. Rikli, “Physical Performance Scores as a Function of
Experimenter Sex and Experimenter Bias,” Research Quarterly 47, nº 4 (1976), pp. 776-82; D. G.
Jamieson and W. M. Petrusic, “On a Bias Induced by the Provision of Feedback in Psychophysical
Experiments,” Acta Psychologia (Amsterdam) 40 nº 3 (1976), pp. 199-206; D. Belton and R. Ware, “Effect
of Instructions on the Disappearance of Steadily Fixated Luminous Figures,” Journal of General
Psychology 104 (1981), pp. 249-56, second half; R. Rogers et al., “Scientific Inquiry in Forensic
Psyquiatry,” International Journal of Law and Psyquiatry 5, nº 2 (1982) pp. 187-203; F. M. Levine and L. L.
De Simone, “The Effects of Experimenter Gender On Pain Report in Male and Female Subjects,” Pain 44,
nº 1 (1991), pp. 69-72.
26
Socarides, “Sexual Politics and Scientific Logic,” pp. 316-17.
22
forma poética, como en la frase acertada de T.S. Eliot, “nuestra única salud es la
enfermedad...”27
La homosexualidad fue considerada entonces una enfermedad de la misma
forma en que el psicoanálisis más temprano definió a todas las formas de
padecimiento humano relacionadas con un conflicto interno inconsciente como
“enfermedad.” Así, el hombre que odia y ama a su madre y no lo “sabe” representa su
ambivalencia oculta en sus relaciones con las mujeres y por lo tanto es un “neurótico.”
Lo consideramos un “enfermo,” sin embargo, en un sentido completamente diferente
del que cuando padecemos un cáncer. Del mismo modo el hombre que “no puede”
amar a las mujeres.
En tales casos de “neurosis,” ni el cerebro ni los nervios tienen nada malo. Más
que eso es que se está utilizando el cerebro sano de una forma que consideramos
errónea o simplemente ineficaz social, moral o prácticamente. Y por lo tanto, como con
todas las condiciones caracterizadas exclusivamente por rasgos mentales y
conductuales, le llevó poco a la “ciencia” “demostrar” que la homosexualidad no era
una enfermedad.
LA POLÍTICA DE LA DEFINICIÓN
¿Qué es, entonces, la enfermedad? ¿Es “anormalidad”? Sólo un punto esencial
pero evidente tiene que subrayarse aquí. Por definición las enfermedades son
condiciones o estados indeseables del organismo. Muchos estados biológicos –
fortaleza inusual- pueden ser “anormales” pero no son enfermedades porque no son
indeseables. En efecto, en este ejemplo de fortaleza, la condición no es sólo neutral
sino positivamente deseable y por lo tanto probablemente se le va a considerar un
don.28
Ahora entra en discusión la distinción entre condiciones psicológicas y
biológicas. Podemos decir que todas las condiciones físicas indeseables son
categorizadas como enfermedades, aunque el límite entre enfermedad y salud sea
difícil de definir. Pero cuando consideramos los rasgos psicológicos o conductuales, la
definición de enfermedad se hace más difícil. Esto es especialmente cierto de los
rasgos relacionados con factores físicos subyacentes no identificables. En efecto, si
vamos a considerar esas condiciones –es decir, la gravedad- como enfermedades,
entonces la definición de enfermedad se reduce a la mera conveniencia. Esa definición
desarrolla el significado de enfermedad hasta el punto de no tener sentido.
Pero este es precisamente el error en el que ha estado atrapada la psicología
desde hace casi un siglo. Un gran número –si no la mayoría- de las condiciones que
los profesionales de salud mental tratan como “enfermedades” o “desórdenes” son
simplemente rasgos indeseables del carácter. Cuando la APA excluyó la
homosexualidad de su lista de desórdenes psiquiátricos, no hizo sino moverla de la
columna encabezada como “indeseable” a la columna encabezada como “no
indeseable.” Este movimiento expone las cuestiones claves: “¿No indeseable para
quién?” “¿No indeseable bajo qué criterio?”
Aunque los psiquiatras y otros profesionales de salud mental pueden saber
cómo tiene lugar un rasgo dado o cómo se le puede cambiar, no tienen destreza para
determinar si un rasgo es deseable. Los profesionales individuales y las asociaciones
profesionales organizadas no son más capaces de decidir si cualquier rasgo –
27
T. S. Eliot, “East Coker IV,” Four Quartets in The Complete Poems and Plays (New York: Harcout,
Brace & World, 1971), p. 127.
28
O “una bendición.” De forma interesante, nuestra palabra “bless” (bendecir) está emparentada con la
palabra francesa blesser, que significa “herir,” del mismo modo que nuestro “gift” (don) está emparentado
con la palabra alemana Gift que significa “veneno.” Los mismos significados opuestos de los Hebreos “to
bless” (bendecir) se pueden encontrar en la Biblia y en comentarios del Talmud sobre la palabra.
23
incluyendo la homosexualidad- es deseable o indeseable de forma consensuada para
la sociedad que otros ciudadanos o grupos. Si la gente está de acuerdo en considerar
que la homosexualidad es indeseable, entonces indeseable por consenso. Esto no lo
hace necesariamente una enfermedad, porque para ser una enfermedad necesitaría
estar relacionado con anormalidades identificables. Pero ni el que no sea una
enfermedad la hace inevitablemente deseable.
DANDO VUELTAS EN CÍRCULOS
Esta cuestión del atractivo o de la inconveniencia de la homosexualidad es un
debate acalorado, asunto central de la controversia. Por una parte, los activistas gays
afirman que la homosexualidad no es inconveniente de ninguna forma. Por otra parte,
mucha gente no quiere ser homosexual, a pesar de comportarse o sentirse atraído a
comportarse de esa forma. Para ellos la homosexualidad es indeseable.
Los activistas gays explican esta contradicción por medio de su concepto de
“homofobia interiorizada,” que es inherentemente circular. Los homosexuales que
quieren cambiar, dicen, se han tragado (interiorizado) el argumento “homofóbico” de
que ser gay es indeseable; por tanto han adoptado una posición de odio hacia sí
mismos que se basa en una ilusión. Su propio sentimiento genuino –del que ellos
mismos son inconscientes- es que ser gay es bueno y aceptable. Nosotros, y ellos, no
podemos aceptar, por tanto, su propia posición percibida de que la homosexualidad es
indeseable, incluso para sí mismos.
La forma circular de este concepto es sorprendente. La evidencia de la
“homofobia interiorizada” es el hecho de que esas personas no quieren ser
homosexuales y la razón por la que no quieren ser homosexuales es la “homofobia
interiorizada.”
Este tipo de pensamiento circular es ahora común en la literatura “políticamente
correcta”:
...pertenecer a una minoría con una sexualidad estigmatizada puede exacerbar
las causas de una disfunción sexual. Los efectos del discordante estilo de vida y la
identidad, la formación de la identidad homosexual, la disforia y la homofobia
interiorizada sobre el funcionamiento sexual son tres ejemplos de estos factores de
relevancia específica para ser homosexual en esta cultura. Los efectos del SIDA, las
dificultades que surgen de los mecanismos del sexo seguro y los efectos
psicosexuales de opresión sobre el funcionamiento sexual sano indican cómo los
factores importantes para (causados por) el estatus de la minoría sexual pueden influir
en el funcionamiento de la sexualidad. 29
La explicación egoísta de la angustia homosexual, sin embargo, es minada por
los efectos terribles de los traumas de la infancia sobre el bienestar emocional de los
adultos. Muchos estudios demuestran una cantidad tristemente desproporcionada de
abuso sexual en las infancias de los hombres homosexuales, sugiriendo que tanto la
infelicidad homosexual como la misma homosexualidad derivan de causas comunes y
por lo tanto esa infelicidad es una compañía inherente de la homosexualidad:
1.001 hombres homosexuales y bisexuales adultos que asistían a consulta por
enfermedades de transmisión sexual fueron entrevistados con respecto a potenciales
abusos sexuales durante la infancia y adolescencia. El treinta por ciento de los
participantes afirmó haber sido animados o forzados a mantener contacto sexual antes
de los 19 años de edad con una pareja mayor o más fuerte; el 94 por ciento tuvo lugar
con los hombres. La edad media del participante del primer contacto era de 10 años; la
29
E. Coleman et al., “Sexual and Intimacy Dysfunction among Homosexual Men and Women,” Psyquiatric
Medicine (United States) 10, nº 2 (1992), pp. 257-71.
24
diferencia de edad media entre los dos era de 11 años. El cincuenta y uno por ciento
implicó el uso de la fuerza; el 33 por ciento implicó sexo anal. 30
A pesar de su plausibilidad superficial y de las reclamaciones repetidas de los
activistas, ningún estudio apoya la hipótesis de que la desaprobación social de la
homosexualidad produce cualquiera de los altos niveles de angustia interna en los
homosexuales –incluso tiempo antes del SIDA.
Estudios como el citado arriba sugieren que tanto los altos niveles de angustia
emocional como la misma homosexualidad tienen al menos una raíz común en las
experiencias dolorosas en la infancia. Las distorsiones que se han convertido en
diagnosis psiquiátrica son puestas en perspectiva con exactitud en un número reciente
de Science con la afirmación de un científico de la última edición del DSM:
…la cuarta edición de estas series constantemente en evolución… (refleja) la
última acumulación de conocimiento, más una dosis justa de hábito y prejuicios. El
potencial para interrumpir la investigación es “evidente.” 31
PSICOANALISTAS Y HOMOSEXUALIDAD
Cuando los psiquiatras solían caracterizar la homosexualidad como una
enfermedad, quizá estaban equivocados en las bases científicas. Pero como las
enfermedades son moralmente neutrales, podían discutir la homosexualidad sin
estigmatizarla aunque fuese una simple opción. Y podían discutir el sufrimiento
específico de la condición homosexual sin condenarla mientras identificaban este
sufrimiento como uno que tiene su origen en gran medida en el interior de la persona.
Los psiquiatras así podían sugerir a los que lo sufrían que, a través de sus propias
acciones, podrían ser libres algún día de su aflicción.
Pero no sólo fue la definición de la homosexualidad con defectos como una
enfermedad médica, los primeros métodos que la psiquiatría médica ofrecía para
“curar” esta enfermedad fracasaban con frecuencia, siendo eficaces solamente a
manos de un pequeño número de especialistas superdotados. La profesión
psicoanalítica como una totalidad –la rama de la salud mental que se centra en el
conflicto emocional inconsciente como fuente de “neurosis” –más o menos rechazó la
homosexualidad como un problema muy difícil para tratar con consistencia. Un
fenómeno paralelo tenía lugar con respecto a los problemas de los llamados
“narcisistas”- una condición relacionada, en efecto- sobre la que se solía bromear
diciendo que “el paciente más difícil para tratar era un narcisista con éxito.”
Quizás como hay tantos heterosexuales narcisistas (y tan pocos
homosexuales), durante mucho tiempo se asignaron muchos recursos psicoanalíticos
para su tratamiento. Después de cuarenta años de esfuerzo consistente, se
desarrollaron métodos eficaces para el tratamiento del narcisismo.32
Pero el
tratamiento de la homosexualidad siguió siendo una búsqueda callada de una
“minoría.” Por tanto, su etiquetación continua como una enfermedad comenzó a
parecer cruel, y fue protestada cada vez más por los activistas como que era cruel, a
la luz de la subjetividad implicada en todas las “enfermedades” psicológicas.
Como con el cambio en el estatus de la homosexualidad dentro de la
psiquiatría organizada, este cambio emergente dentro del psicoanálisis organizado no
tiene nada que ver con la evidencia dura y nueva o incluso con nuevos datos clínicos.
30
L. S. Doll et al., “Self-Reported Childhood and Adolescent Sexual Abuse Among Homosexual / Bisexual
Men and Women,” Child Abuse and Neglect 16, nº 6 (1992), pp. 855-64.
31
C. Mann, “Behavioral Genetics in Transition,” Science 264, pp. 1686-89.
32
H. Kohut, The Análisis of the Self (New York: International Universities Press, 1971). A su escuela de
neo-psicoanálisis se le llama “auto-psicología.”
25
Más bien, reclaman los activistas, el rechazo previo de la homosexualidad por el
clásico psicoanálisis freudiano se debía totalmente a un prejuicio producido por un
razonamiento defectuoso.
De hecho era producido por un razonamiento defectuoso. El psicoanálisis no
tiene categoría sólida para la moralidad, por lo que las conductas que se consideraban
indeseables tenían que reconceptualizarse como enfermedades. En circunstancias
críticas –como en el caso de la admisión de homosexuales declarados en la profesión-
estas conductas se evaluaban aunque fuesen defectos morales. Pero con el tiempo el
modelo de “enfermedad” vino a verse como mera metáfora. Y por entonces la
evaluación moral había desaparecido totalmente de cualquier forma.
La primera de estas categorías cuasi morales en caer fue el “narcisismo.”33
A
los narcisistas se les consideró una vez intratables e inadecuados como analistas.
Ahora todos los institutos de narcisistas tratan y forman a otros narcisistas. La
siguiente “diagnosis” en caer que resulta un factor de exclusión, de forma no
sorprendente, fue la homosexualidad.
Los institutos de psicoanálisis de Jung han seguido de alguna forma un camino
similar aunque la teoría del desarrollo homosexual de C. G. Jung difería
considerablemente del de Freud. Jung y sus seguidores veían generalmente a los
homosexuales masculinos como que tenían una identificación inusualmente fuerte con
la parte femenina de la psique (el “anima”), las mujeres homosexuales con la parte
masculina (el “animus”). Esta identificación podría distorsionar las relaciones sexuales
pero no tenía que hacerlo necesariamente. Y le vieron traer ciertos valores positivos
también.
Un análisis de la homosexualidad Jungiano por lo tanto apuntaba a suprimir lo
negativo, la identificación con el sexo opuesto del mundo de la sexualidad mientras
preservaba su valor positivo en los dominios creativos, relacionales e incluso
“espirituales.” Los Jungianos se encontraron con algo de éxito utilizando este enfoque
más compasivo. Pero los que no estaban “curados” de esta forma de la
homosexualidad afrontaban una batalla difícil ganando la aceptación como analistas
Jungianos, aunque no tan dura como entre los Freudianos. En efecto, muchos fueron
rechazados.
En teoría, ambas escuelas compartían la misma idea de que los homosexuales
que no pudiesen trabajar por su conducta homosexual eran inapropiados para la
consulta clásica del análisis como lo sería cualquier candidato cuya formación no
hubiese tenido éxito para curarle de su mayor área de “representación.” Ambas
escuelas compartían la idea del “sanador herido,” especialmente en sus primeros
años. Y ambas se adherían al dicho galeno: “Médico, cúrate a ti mismo,” creyendo que
el mejor médico era el que lo había hecho. Los Jungianos no eran más tolerantes que
los Freudianos, simplemente eran más optimistas.
Pero recientemente un cambio de mar ha tenido lugar entre los Jungianos que
se asemeja al cambio entre los Freudianos. Una forma de vida activamente
homosexual ya no prohíbe a nadie ser analista. En efecto, unos artículos publicados
recientemente por los teóricos Jungianos incluso han “supernormalizado” la
homosexualidad como una variante especialmente creativa, progresista e
individualizada del desarrollo normal. 34
Ambas escuelas comparten también ahora, si de alguna forma de mala de
gana, la insistencia de los activistas en que los homosexuales sufren principalmente
33
J. Chasseguet- Smirgel, “The Bright Face of Narcisism and Its Shadowy Depths: A Few Reflections,”
Psyquiatric Clinics of North America 12, nº 3 (1989), pp. 709-22.
34
R. H. Hopcke, “Symbols of Gay Male Individuation in The Wizard of Oz,” Quadrant 22, nº 2 (1989), pp.
65-77; R. H. Hopcke, “Mildlife, Gay Men and the AIDS Epidemic,” Quadrant 25, nº 1 (1992), pp. 101-10. El
tema de la homosexualidad como “supernormal” ha tenido lugar en episodios más tempranos del
activismo y eflorescencia homo sexual, notable en Alemania antes de las I y II Guerras Mundiales.
26
debido a la discriminación, al rechazo y la hostilidad que afrontan de una cultura
“homofóbica.” Muchos analistas adoptan cada vez más esta postura en público. Pero
en privado la mayoría de los analistas que conozco –de cualquier escuela- mantienen
una postura bastante escéptica sobre la normalidad comúnmente aceptada ahora y de
los beneficios de la homosexualidad.
En resumen, los errores frecuentes de la psiquiatría y del psicoanálisis
convencional para tratar la homosexualidad con éxito dan crédito a que la
homosexualidad no es una enfermedad y que no hay nada malo en ella. Los
sufrimientos relacionados con la homosexualidad deben enraizarse por tanto en el
rechazo social que estimula a los progresistas. En otras palabras, si no podemos
arreglarla, no debe ser un problema.
Una forma mejor de determinar la conveniencia o inconveniencia de la
homosexualidad es dejar atrás el pensamiento circular y la retórica egoísta y examinar
en vez de ello los hechos médicos. Como veremos en el siguiente capítulo, mucha de
la investigación detallada y sofisticada muestra que la homosexualidad está
relacionada inequívocamente con un gran número de problemas médicos sofisticados
–incluso aparte del SIDA.
CAPÍTULO 3
¿ES DESEABLE LA HOMOSEXUALIDAD?
BRUTALIDADES
¿Qué pensarías si un pariente, amigo o colega tuviese una condición que está
relacionada rutinariamente, si no siempre, con los siguientes problemas:
 Una probabilidad significativamente disminuida de formar o preservar un
matrimonio con éxito.
 Una disminución de cinco a diez años en la esperanza de vida.
 Cáncer de esófago inevitablemente fatal.
 Neumonía.
 Hemorragia interna.
 Incapacidades mentales serias, muchas de las cuales son irreversibles
 Incidencia de suicidio mucho más alta de lo habitual
 Una probabilidad muy baja de que sus efectos adversos puedan eliminarse
a menos que la condición misma sea eliminada.
 Sólo un 30 por ciento de probabilidad de ser eliminada a través de
untratamiento largo, con frecuencia costoso y que consume mucho tiempo
en una población de otra manera no seleccionada de pacientes (aunque un
índice muy alto de éxito entre los muy motivados, pacientes
cuidadosamente seleccionados)
Podemos añadir cuatro cualidades a esta condición no nombrada.
Primero, aunque sus orígenes sean influenciados por la genética, la condición
está, hablando estrictamente, enraizada en la conducta. Segundo, las personas que
tengan esta condición continúan la conducta a pesar de las consecuencias
destructivas de hacerlo. Tercero, aunque algunas personas con esta condición la
perciben como un problema y quieren librarse de ella, otros muchos niegan tener
ningún problema y resisten violentamente a todos los intentos de “ser ayudados.” Y
27
cuarto, estas personas que se resisten a ser ayudadas tienden a socializarse unas con
las otras, a veces de forma exclusiva y forman un tipo de “subcultura.”
No hay duda de que querrías profundamente a alguien cercano a ti que tenga
una condición así. Y si la sociedad la considerase o no indeseable o incluso una
enfermedad, querrías ayudarle. Sin duda, considerarías que merece la pena “tratarse,”
es decir, buscarías ayudar a tu pariente, amigo o colega eliminando totalmente la
condición.
La condición de la que estamos hablando es el alcoholismo. El alcoholismo es
claramente indeseable precisamente debido a todas las contraindicaciones
relacionadas directamente con él, aunque no todo alcohólico desarrolla todos los
problemas relacionados con él.
El alcoholismo es una forma de conducta compulsiva o adictiva que tiene
“causas” volitivas, familiares, psicológicas, sociales y genéticas. Si puede ser
considerada una “enfermedad” en el sentido estricto del término contribuye a una
discusión filosófica interesante pero a una práctica inútil –como sucede para todas las
adicciones. Sin embargo, del índice relativamente modesto de “curaciones”, todavía
merece la pena tratarse y tratarse como si fuese una enfermedad (como hace la
psiquiatría organizada, que la enumera como un desorden), debido a las
consecuencias personales y sociales enormemente serias de no hacerlo.
COLOCANDO DOS Y DOS JUNTOS
Y ahora imagina que otro amigo o colega que tenga una condición relacionada
con una lista similar de problemas:
 Significativa disminución de probabilidades de formar o preservar un
matrimonio con éxito.
 Disminución de veinticinco a treinta años de esperanza de vida.
 Enfermedad del hígado crónica, potencialmente fatal –hepatitis infecciosa,
que aumenta el riesgo de cáncer de hígado.
 Enfermedad inmune inevitablemente fatal que incluye cánceres
relacionados.
 Cáncer rectal frecuentemente fatal
 Múltiple intestino y otras enfermedades infecciosas
 Incidencia de suicidio mucho más alta de lo normal.
 Probabilidad muy baja de que sus efectos adversos se puedan eliminar a
menos que se elimine la misma condición.
 Al menos cincuenta por ciento de probabilidad de ser eliminada por medio
de un tratamiento largo, con frecuencia costoso y que consume mucho
tiempo en un grupo no seleccionado de sufridores (aunque existe un índice
de éxito muy alto, en algunos casos casi del 100 por ciento, para grupos de
personas muy motivadas y cuidadosamente seleccionadas).
Como con el alcoholismo: Primero, aunque sus orígenes pueden ser influidos
por la genética, la condición es, hablando estrictamente, un patrón de conducta;
segundo, individuos que tienen esta condición continúan en la conducta a pesar de las
consecuencias destructivas de hacerlo. Tercero, aunque algunas personas con esta
condición la perciben como problema y les gustaría librarse de ella, otros muchos
niegan tener cualquier problema y resisten violentamente todos los intentos de “ser
ayudados;” y cuarto, algunas de las personas con esta condición –especialmente
aquellas que la niegan como problema- tienden a socializarse casi exclusivamente
unas con tras y forman una “subcultura.”
28
Esta condición es la homosexualidad. Sin embargo, a pesar de los paralelos
entre ambas condiciones, lo que es sorprendente hoy son las reacciones
acusadamente diferentes a ellas. Abordaremos algunos de los puntos de arriba en
detalle en otras secciones de este libro. Pero por ahora, volveremos a las brutalidades
de las consecuencias adversas de la homosexualidad.
Para hacerlo, miraremos un número de estudios recientes que discuten los
problemas que se encuentran generalmente entre los homosexuales varones. Estos
estudios examinan generalmente los problemas médicos que entraña la conducta
homosexual típica, un punto importante a enfatizar ya que el deseo homosexual no es
más intrínsecamente problemático que cualquier otro deseo. Debemos subrayar que
estos estudios se centran en los homosexuales varones por dos razones principales:
Las prácticas sexuales lésbicas tienen menos riesgos que las prácticas sexuales de
los gays y las lesbianas no son tan promiscuas como los gays.
La mayoría de estos estudios tienen la finalidad –como todos los estudios
médicos, al final- de aliviar la angustia y el sufrimiento. Pero dejan sin examinar si la
misma condición homosexual es la fuente del problema. En cualquier evento,
presumen que la conducta homosexual es inmutable. Por tanto, se concentran en
cambiar las conductas de “alto riesgo” que se encuentran entre los homosexuales para
disminuir el riesgo. En otras palabras: Como cambiar de la homosexualidad a la
heterosexualidad es tabú e imposible, dicen, se debería cambiar las conductas
relacionadas con la homosexualidad para hacerla segura o al menos más segura.
DIFERENTES FORMAS DE VIDA, DIFERENTES PERIODOS VITALES
Los activistas gays crean deliberadamente una imagen de la vida homosexual,
especialmente entre los hombres, que es la homóloga de la vida heterosexual. Su
objetivo es evitar provocar el distanciamiento de los heterosexuales comprensivos que
constituyen la amplia mayoría de la gente. Por ejemplo, El manual de un activista
advierte: “En cualquier campaña para convencer al público, se debe retratar a los gays
como víctimas… Las personas que aparecen en la campaña de medios deben ser…
indistinguibles de los heterosexuales que nos gustaría alcanzar.”35
Otros avisos: “No
se debe rechazar a las masas por la exposición prematura a la misma conducta
homosexual.” 36
A pesar de la clara evidencia de que las normas homosexuales son
evidentemente diferentes de la norma heterosexual, se ha creado la impresión pública
general de que los gays son poco diferentes de los heterosexuales. Las citas de arriba
muestran la consciencia entusiasta de algunos activistas gays de la necesidad de una
protección engañosa. Pero en muchos casos parece como si muchos gays hubiesen
comprado esta imagen construida artificialmente para toda esperanza.
La siguiente comparación entre heterosexuales y homosexuales se presenta
para mostrar por qué los homosexuales corren el riesgo de las condiciones que se
analizarán en la siguiente sección. Una vez más, debo enfatizar que una así llamada
“orientación sexual” o “identidad homosexual” no produce en sí misma problemas
médicos; sólo los producen las conductas típicamente homosexuales. De forma
similar, el deseo de alcohol no es nocivo en sí mismo; sólo lo es el beber.
En el gráfico que sigue, los datos sobre prácticas homosexuales están tomados
de dos fuentes. Una fuente es The Social Organization of Sexuality: Sexual Practices
in the United States, la encuesta más rigurosa científicamente para saber los hábitos
sexuales de los americanos. (Sex in America condensa la misma investigación para
35
M. Kirk y H. Madsen, After the Ball :How America Will Conquer Its Fear and Hatred of Gays in the 90’s
(New York: Doubleday, 1989)
36
M. Kirk y E. Pill, “The Overhauling of Straight America,” Guide, Noviembre de 1987, p. 24.
29
una audiencia más general.) La otra fuente consiste en unos datos compuestos sobre
las prácticas homosexuales desde una serie de estudios en la conducta homosexual y
el cambio de conducta, la mayoría con el objetivo de estudiar las condiciones médicas
relacionadas con los gays y para reducir el riesgo del SIDA.
Sería mejor si los datos sobre los homosexuales y los heterosexuales fueran
tomados exclusivamente del mismo conjunto de muestras y estudio. Pero como
señalan los autores de Sex in America, debido a las técnicas de muestras que
aseguran que el estudio era una sección de cruce exacta del pueblo americano, “había
pocos homosexuales en nuestra encuesta”37
–demasiado pocos para estudiar
independientemente.
Más específicamente, los autores encontraron una incidencia en todo el país de
la homosexualidad masculina de sólo el 2.8 por ciento y de sólo el 1.4 por ciento de la
homosexualidad femenina. De los 3.432 que respondieron sólo 192 de los hombres y
96 de las mujeres eran homosexuales, por lo que no había una muestra lo bastante
grande de la que sacar conclusiones con sentido para algunas de las cuestiones más
importantes.
La siguiente tabla muestra claramente que el estilo de vida típicamente
homosexual –especialmente entre los hombres- difiere dramáticamente de los
promedios americanos. Esta diferencia significa poco por sí misma pero el hecho de
que todas estas mismas diferencias sean factores de riesgo para múltiples
enfermedades médicas es muy significativo. Y porque, como advierten los autores de
Sex in America, la gente tiende a tener relaciones sexuales predominantemente con
personas que comparten sus formas de vida y preferencias, los riesgos relacionados
con la homosexualidad tienden a ser compartidos con otros homosexuales. Este es un
punto evidente pero tiene consecuencias importantes cuando la consideramos
enfermedad.
Tabla 1
Parámetros claves de la Conducta Homosexual versus Heterosexual
Parámetro Homosexual Heterosexual Ratio:
Homosexual a Heterosexual
Porcentaje total 2.8 por ciento 97.2 por ciento 1:35
de población,
hombres
Porcentaje total 1.4 por ciento 98.6 por ciento 1:70
de población,
mujeres
Número Promedio 50 4 12:1
De parejas durante toda
la vida
Monógamos* <2 por ciento 83 por ciento 41:1
Número promedio 8 1.2 7:1
de parejas durante
los últimos doce meses
37
R.T. Michael et al., Sex in America: A Definitive Survey (Boston: Little, Brown & Co., 1994), p. 134. Paul
Robinson, profesor de la Universidad de Stanford y experto en investigaciones sexuales advierte: “La gran
fuerza del nuevo estudio consiste en que sus participantes fueron seleccionados de acuerdo con las
técnicas más sofisticadas de probabilidad de muestra, las mismas técnicas utilizadas en las votaciones
políticas y mercado. Sus averiguaciones pueden generalizarse así a toda la población en general con un
alto grado de confianza.” Como se cita en P. Robinson, “The Way We Do the Things We Do,” New York
Times Book Review, 30 de Octubre de 1994, p. 3.
La soledad y el SIDA: el caso de Paul
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La soledad y el SIDA: el caso de Paul

  • 1. 1 HOMOSEXUALIDAD Y LA POLÍTICA DE LA VERDAD De Jeffrey Satinover M.D.
  • 2. 2 INTRODUCCIÓN La homosexualidad no comenzó siendo el núcleo más importante de mi vida profesional pero nunca podré olvidar el día en que llegó a mi vida. Era 1981. Acababa de volver a casa del centro médico de Nueva York en el que trabajaba. Los médicos de los hospitales del interior de la ciudad pasan de 70 a 80 horas a la semana presenciando, batallando y –ocasionalmente- rescatando a gente de la brutalidad más horrenda que les han hecho a sus cuerpos las enfermedades y los seres humanos. Después de un rato, la mayoría de los doctores desarrolla un endurecimiento de la batalla que nos permite escapar del horror para hacer nuestro trabajo con eficacia. Todavía en mis primeros años de formación, mi armadura no había comenzado a crecer. Pero por muy gruesa que llegue a ser, esa armadura nunca es completamente eficaz. Algunos “casos” siempre traspasan nuestra piel –la mayoría los que implican a gente joven. Ese día fue particularmente difícil. Se me había hecho pasar para una valoración neurológica de un joven que padecía de múltiples problemas, algunos de los cuales habían comenzado a afectar a su sistema nervioso y a su mente. Quizás la dificultad se originó simplemente porque había restaurado la personalidad al “caso”: yo mismo era joven y por lo tanto me identificaba con él. Me inclino a pensar, sin embargo, que era más allá de eso. En algún lugar bajo la superficie reside la creencia de que para todo el dolor y el sentido de pérdida que conllevan la enfermedad y la muerte, cuando los ancianos enferman y mueren (y la amplia mayoría de los enfermos de un hospital son ancianos) es algo que se espera e incluso hay algo de correcto en ello. Pero cuando muere un joven, asciende algo dentro de nosotros y grita al cielo: “¡No! ¡Esto está mal! ¡No puedes hacer esto!” Mientras ese silencioso grito de protesta e ira atraviesa la armadura, el verdadero horror se va introduciendo, aunque sea sólo de forma breve. Para evaluar a mi paciente, tenía que ponerme también otro tipo de armadura – la dotación de precauciones de aislamiento estéril: guantes de látex, una bata de cuerpo entero, una gorra quirúrgica y botines de papel. Como había pasado muchos años como psicoterapeuta y psicoanalista antes de volver para formación médica y psiquiátrica, era especialmente consciente de lo aislante que parecería para este pobre hombre. ¿Habría crecido acostumbrado a ello? Estúpidamente, lo esperaba. Algo sobre este atuendo me sugería inevitablemente que estaba protegiéndome de él porque era infeccioso y yo no. (La enfermedad que arrasaba su sistema nervioso había sido diagnosticada como una “micosis inusual.”) Esta idea reaparece sin importar las veces que uno pasa la rutina. Por lo que esta vez, también, me acordaba a mí mismo de que yo no estaba protegiéndome de él. Yo estaba protegiéndole a él de mí- de los tácitos trillones de gérmenes que me rodeaban como una nube y me seguían a todo sitio que iba, pegándose con tenacidad a cada superficie expuesta de mi cuerpo. Bajo circunstancias normales, las bacterias y virus que estaban arrasando ahora su cuerpo eran parte de una fauna y flora microscópica que forman una base benigna para nuestras vidas diarias. Pero como este joven estaba en un estado de supresión severa de su sistema inmunológico, muchos de estos viajeros normalmente inocentes se habían vuelto viciosamente destructivos para él. Me preparé para el encuentro, intentando meter toda la empatía que podía en mis ojos, la única parte de mi cuerpo que quedaba abierta a su visión. El joven estaba acostado en la cama del hospital con los ojos cerrados. Pude ver desde el
  • 3. 3 portapapeles que tenía treinta y tantos. Su pelo despeinado de color de paja enmarcaba una cara tan pálida que se había quedado sin sangre, como alguien que ya estaba muerto. Un lío de líneas intravenosas entraba tanto en sus brazos como en su pecho; las bombas que alimentaban a estas y los varios monitores electrónicos que le rodeaban y estaban adheridas a él zumbaban en una constante estrépito de alta tecnología. La medicación que le era administrada por medio de estas líneas era las más potente disponible para la medicina moderna, tan potente, de hecho, que la mayoría de ella podía suponer grandes riesgos. Como con la quimioterapia contra el cáncer, esas drogas se utilizan solamente cuando el “tratamiento” consiste en una carrera para ver a cuál de los agentes químicos matará primero: a la enfermedad o al paciente. Aunque terriblemente demacrado, en un momento el hombre había sido sorprendentemente atractivo. Me presenté cálidamente, intentando parecer menos un doctor y más un ser humano pero como respuesta recibí un gorjeo apenas audible e ininteligible. Abrió los ojos y los puso en blanco sin expresión alrededor de la habitación, respondiendo a mi saludo como un estímulo de alguna clase percibido de forma vaga. Supe inmediatamente que un examen formal de su estado mental no daría fruto. Como anticipé, el examen neurológico reveló múltiples anormalidades severas. Subjetivamente, lo más sorprendente del examen fueron las señales de color morado que cubrían la mayor parte de sus brazos y que se envolvían en sus lados hacia la espalda. Estas, sabía, eran el sarcoma de Kaposi, un cáncer virulento y feo una vez tan extraño que un simple incidente hizo instantáneamente la literatura médica. Ahora aparecía de repente en grupos de dos, tres, diez a una vez en los centros médicos importantes por todo el país, especialmente en San Francisco y aquí, en Nueva York. Por el momento en que terminó mi visita, era aparente que toda la consulta era más importante para mí –desde una perspectiva educacional- que para él. Seguramente no duraría vivo la semana. La historia de este hombre joven, de su vida muy breve y dolorosa y de su muerte asoladora apareció en un reportaje punto de referencia de uno de los diarios médicos más importantes del mundo junto con historias de otros siete casi idénticas. El SIDA había aparecido en escena, la epidemia moderna que ha acechado a nuestras vidas, titulares e imaginaciones como una plaga medieval. Entonces nos era conocida simplemente como GRID, “desorden inmunológico en relación con los gays.” Este nombre reflejaba el hecho de que en Europa, América y Asia, el SIDA era entonces –y lo sigue siendo todavía hoy- dramáticamente desproporcionado entre hombres homosexuales. SOLO, TERRIBLEMENTE SOLO Cansado y vacío cuando llegué a casa, me serví un vaso de zumo de naranja y me quedé en mi cocina pequeña y estrecha de Nueva York, echándole un vistazo al New York Times de ese domingo. Sin serio interés pero sin embargo siendo curioso, llegué a las esquelas y las ojeé ociosamente como solía hacerlo. De repente, mi atención se detuvo por el nombre de alguien que conocía, un hombre que a pesar de tener sólo treinta y nueve años, se decía que había muerto de “neumonía vírica.” Me quedé de piedra, dándome cuenta de que él, también, había muerto de este nuevo “desorden inmunológico relacionado con los gays.” No había pensado en él en algún momento por lo que nunca lo había relacionado. El síndrome no se había descubierto todavía cuando lo conocí pero ahora todas las piezas encajaban.
  • 4. 4 Pocos años antes, Paul (no es su nombre verdadero 1 ) había acudido a mí para psicoterapia. Su queja principal era un sentido crónico de apatía y fatiga relacionados con un sentimiento vago de depresión. Su internista era un profesional famoso y muy respetado de un centro médico importante que había sido incapaz de ayudarle, pensando que sus problemas podrían ser psicosomáticos, envió a Paul a mi consulta. El internista dejó claro que aunque él mismo no tenía idea de lo que le pasaba a su paciente, era escéptico con que fuese algo que la psicoterapia pudiese solucionar. Mi tratamiento, también, era probablemente una pérdida del tiempo y del dinero de su paciente-como lo había sido su peregrinación anterior a un especialista de Alabama que le diagnosticó (y a todos los que vio) que padecía de una “infección de levadura sistémica.” Ahí, también, el tratamiento había sido caro y no había dado fruto. Paul estaba en sus treinta y tantos, era del Sur, descendiente de un padre pilar de la comunidad cuya carrera militar larga y distinguida Paul nunca tuvo interés en emular. De hecho, Paul sentía que era una decepción para su padre, que encontraba difícil relacionarse con la naturaleza inusualmente sensible de su hijo, su estatura pequeña y no atlética, su sensibilidad estética e inteligencia y su amor no por las artes marciales sino por el arte. Paul fue feliz cuando se fue de casa y de lo que percibía como el ambiente cargadamente conservador de su ciudad para ir a la Escuela de la Liga Ivy en el Nordeste más cosmopolita. Allí brilló de forma brillante y en su campo elegido había disfrutado de un ascenso meteórico hacia el éxito y la alabanza. Incluso antes de terminar la universidad, su nombre estaba en los labios de todos los entendidos de su materia; en pocos años fue una palabra familiar en cualquier casa con incluso pocas nociones de cultura. Ya era solicitado internacionalmente. Pero Paul estaba solo y su fama en crecimiento le proporcionaba algo de solaz. Ansiaba una relación íntima y permanente y se preguntaba si su sentido creciente de fatiga y sus resfriados cada vez más frecuentes podrían estar relacionados con esta soledad. Y había algo más, aunque lo dijo casi como una idea tardía: Todas las noches, no importaba lo cansado que estuviese, este hombre eminente, de talento, de una sensibilidad exquisita y brillante de la cultura salía en una búsqueda desesperada del “compañero de sus sueños.” Aunque lo que encontraba invariablemente en vez de eso –de hecho era lo bastante inteligente como para saber que no podía encontrarlo, dado dónde lo buscaba- era noche tras noche de sexo anónimo, siempre con hombres diferentes, a veces diez o quince la misma noche. Casi de forma invariable él era el hombre “pasivo,” o “receptivo,” de esos encuentros, invitando a los hombres de forma desesperada a que le poseyesen analmente. Paul quería saber si yo podía ayudarle. Quizá, sugería, podría dejarlo si solamente pudiese encontrar a alguien a quien amar. Pero en verdad noquería dejar los encuentros nocturnos. Y de hecho, no pudo dejarlos, aunque en este punto se enrollaba. “Si solamente tuviese a alguien a quien amar, entonces no tendría que...” Pero ese patrón de compulsión me era familiar. Unida a la negación que dice: “Siempre lo puedo dejar –si quiero,” la compulsión es una dimensión rutinaria de todas las adicciones. Me preguntaba qué pasaba bajo la superficie, bajo la negación y le pregunté si había tenido sueños últimamente. En efecto, había tenido un sueño muy recientemente que le molestaba bastante. Este sueño había solidificado su determinación para buscar ayuda psicológica más allá de una solución médica para su fatiga. Había soñado: Soy un patinador en una competición de patinaje de las Olimpiadas. Estoy siendo balanceado alrededor en un círculo por mis pies, mi cabeza a una fracción de una pulgada del hielo en una brillante exposición de técnica. Miro a mi pareja, pero en un shock veo que no hay nadie. Me despierto aterrorizado. 1 He alterado unos pocos detalles de esta historia además de proteger el anonimato de las personas implicadas.
  • 5. 5 El sueño hablaba con elocuencia de su conducta y con más importancia de su estado psicológico. Aunque su terreno no eran los deportes, había conseguido por sus propios medios el estatus de una estrella olímpica. La imagen encajaba dada especialmente su carencia de atletismo cuando era joven y la herida que sufrió por ello. Y sin embargo, a pesar de toda su brillantez, estaba terriblemente solo, buscando ayuda de una pareja ausente en un ambiente tan duro y frío como el hielo, en el que su vida parecía suspendida sobre la muerte por un pelo. A pesar de todo lo que había conseguido, en el fondo su vida estaba vacía. Sin embargo, había más para este sueño. Porque contenía una profecía escalofriante, una profecía que posiblemente no se podía prever entonces en 1978 – antes de que el SIDA hubiese sido identificado pero cuando sus dedos pavorosos e invisibles ya habían comenzado a agarrar a tantos hombres jóvenes en su helada empuñadura, incluido Paul. Una década más tarde, cuando comencé este libro, el terror de la pareja ausente en el centro se había hecho realidad en muchas partes del mundo gay, especialmente en el mundo del patinaje. A los tres años del sueño de Paul, él mismo moriría del “desorden inmunológico relacionado con los gays,” y a los quince años más de cuarenta de los mejores patinadores del campeonato masculino de Canadá y Estados Unidos. Cómo sabemos ahora bastante bien, habiendo seguido las historias de las celebridades de las superestrellas del deporte como Greg Louganis y de intelectuales famosos de todo el mundo como Michel Foucalt, muchos otros serían seropositivos y otros muchos morirían. SEXO LIBRE, ENFERMEDAD LIBRE El SIDA fue ciertamente inesperado y más terrible de lo que se pudo haber imaginado. Pero hasta cierto punto, no debería haber sido inesperado. Porque en los diez años o más antes de que los hombres brillantes comenzasen a aparecer en los principales centros médicos con manchas moradas alarmantes e infecciones extrañas, la literatura científica mostraba un incremento asombroso en las condiciones relacionadas con los gays: la hepatitis B que produce a veces un colapso fatal en el hígado; parásitos intestinales que producen extrañas infecciones sistémicas fuera de la comunidad homosexual; disfunción inmune menos severa de las que el SIDA demostraría ser pero seria de todos modos. La comunidad médica comprendió que cómo la influencia de la contracultura de los años 60 había levantado todas las restricciones sobre la sexualidad humana –no sólo la variedad homosexual- así también había levantado las restricciones sobre toda forma imaginable de sexualidad relacionada con la enfermedad. Mientras que una generación anterior de sífilis había sido totalmente erradicada, ahora una epidemia se encolerizaba entre los adolescentes. Donde la infertilidad había sido rara, la pérdida permanente de la capacidad de tener niños era ahora una consecuencia común de un aumento masivo de gonorrea relacionada con la enfermedad inflamatoria de la pelvis (PID). Los que frecuentaban los bares y “mercados sexuales,” gays o heterosexuales, hablaban de herpes ya que estaba la molestia y el estigma. Pero pocos consideraron la ceguera y la muerte que producía a los niños nacidos de madres infectadas activamente. En 1981 mientras el GRID comenzaba a extenderse, la condición comenzó a demostrarse a sí misma como inevitablemente fatal con un tiempo terriblemente largo de incubación. Una cosa parecía evidente: La sanidad médica pronto tendría que prevalecer sobre nuestros experimentos claramente catastróficos, de dos décadas de duración, en la liberación sexual. También parecía evidente que el GRID continuaba siendo agrupado con las demás condiciones relacionadas de forma inequívoca con los gays, como el “Síndrome del Intestino Relacionado con los Gays.” No es que estas
  • 6. 6 condiciones fueran exclusivas de los gays pero los gays eran mucho más propensos a ellas debido a las prácticas típicas de la vida gay, el sexo anal en particular. Muchos anticipaban que los hombres homosexuales reaccionarían rápidamente y de forma decisiva al peligro ahora claro y creciente para la salud y la supervivencia engendrado por su forma de vida. El movimiento novato “de liberación gay” probablemente sufriría un severo revés –no por razones políticas o morales sino por razones médicas. Muchos gays más, se esperaba, probablemente buscarían otras formas de vida fuera del “estilo de vida.” En efecto, la reacción en la comunidad gay fue de hecho rápida pero sorprendentemente inesperada. La comunidad gay no sólo se movilizó para atacar al GRID, trabajaron para asegurarse de que el GRID no sería percibido –ni por la profesión médica ni el público-como relacionado directamente de alguna forma con su forma de vida sexual. De hecho los homosexuales necesitaban protección de la enfermedad pero eso llegó a ser solamente una tercera prioridad. La segunda prioridad era mantener a los gays de la desaprobación y del odio heterosexual, y la primera prioridad era proteger a la misma homosexualidad como una forma de vida perfectamente aceptable, normal y segura. Se diseñaron y financiaron intervenciones masivas en mayor medida que con cualquier otra enfermedad pero no se le permitió a nadie apuntar al factor de riesgo número uno de la enfermedad, la homosexualidad. Incluso el tratamiento para ayudar a los homosexuales que deseaban cambiar fervientemente fue sometido a un fiero ataque, sin tener en cuenta el dramático –de hecho, salvar la vida potencialmente- beneficio proporcionado por incluso un éxito modesto. Así que el primer movimiento al principio de los años ochenta fue eliminar el primer nombre de la condición. Como bajo las circunstancias correctas el virus se podía transmitir a cualquiera, rápidamente se generó cierta presión para volver a nombrar el “desorden inmunológico relacionado con los gays” SIDA: “Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida.” Aunque la conexión con la homosexualidad es comprendida universalmente como válida y la literatura médica habla todavía de la homosexualidad como el mayor factor de riesgo del SIDA, el hecho de que el sexo anal gay y la promiscuidad produjesen la reserva para el VIH (el patógeno que produce el SIDA) – y continúan manteniéndolo 2 - se convirtieron rápidamente en una verdad atroz. Una publicación de la Asociación Americana de Psiquiatría afirmaba: “”Hemos ‘homosexualizado’ al SIDA y ‘sidado’ a la homosexualidad,” 3 como si “nosotros” lo hubiésemos hecho y la conexión no fuese un rasgo auto-evidente de la misma condición. En resumen, la reacción al SIDA fue politizada desde el principio. ¿Ha tenido éxito la campaña politizada contra el SIDA en detener la propagación de esta enfermedad? En Europa, Asia y en los Estados Unidos, el SIDA no ha explosionado en la población en general como muchos se temían que lo haría, como lo ha hecho en partes de África. Quizás esto se debe al éxito de las campañas de sexo “seguro” –llamado después “más seguro”- que empezó en las comunidades homosexuales. Pero una encuesta publicada recientemente y respetada ampliamente sobre las prácticas sexuales de los americanos, Sex in America,4 lo muestra de otra forma. Por una parte, los investigadores señalan que el SIDA probablemente va a quedar contenido dentro de ciertos grupos y que probablemente no se va a expandir a la población en general. Esta contención, descubrieron, está enraizada en el 2 Vea, por ejemplo, S. M. Blower y A. R. McLean, “Prophylactic Vaccines, Risk Behavior Change and The Probability of Eradicating HIV in San Francisco,” Science 265 (1994), p. 1451. 3 E. L. Goldman, “Psychological Factors Generate HIV Resurgence in Young Gay Men,” Clinical Psyquiatry News, Octubre de 1994, p. 5. 4 R. T. Michael et al., Sex in America. A Defintive Survey (Boston: Little, Brown, 1994). Un análisis más riguroso y detallado de los mismos datos colocados por los mismos autores que apunta a la lectura profesional será referido a: E. O. Laumann et al., The Social Organization of Sexuality: Sexual Practices in the United States (Chicago: University of Chicago Press, 1994).
  • 7. 7 tradicionalismo, la fidelidad, la cautela y el dominio de sí mismo observados por la gran mayoría de los americanos cuando se llega al sexo. Por otra parte, la forma politizada de intervención casi no ha tenido bastante éxito entre los homosexuales. De hecho, la comunidad homosexual ha pagado el precio más alto. Quince años de la epidemia que la Editorial de la Asociación Americana de Psiquiatría afirma que “el 30 por ciento de todos los hombres gays de 20 años serán seropositivos o habrán muerto de SIDA cuando tengan 30 años” 5 porque de todas formas están reanudando el “sexo inseguro.” UN INDICADOR CULTURAL SORPRENDENTE La homosexualidad es una de las cuestiones más cruciales que todos debemos considerar. A nivel personal la mayoría de nosotros conoce al menos a un amigo, un colega o a una persona que está muriendo de la terrible muerte del SIDA. A nivel cultural uno de los índices más reveladores de una civilización es la forma en que ordena la sexualidad humana. Cuando se deja a sí misma, la sexualidad humana parece incontenible y para la mente inocente terriblemente polimorfa. Pero el sello característico de una sociedad en la que se han dejado de lado todas las restricciones sexuales es que finalmente aprueba también la homosexualidad. Este punto se debate acaloradamente hoy pero se refleja en la sabiduría de las edades. Plutarco, el moralista griego del primer siglo, veía al libertinaje como la tercera y penúltima etapa en el ciclo de la vida de una república libre antes de su caída en la tiranía. Edward Gibbon en la Inglaterra del siglo dieciocho comprendió este principio con respecto a la antigua Roma pero desde una perspectiva histórica. Sigmund Freud enfatizó el mismo principio con respecto a muchas culturas de Occidente –aunque desde una perspectiva psicoanalítica radicalmente secular. Para él, la represión sexual universal era el precio de la civilización. Sin restricciones la civilización perdería su disciplina y vitalidad. Y, por supuesto, la Biblia muestra repetidamente, los efectos de la sexualidad sin restricciones, como sus historias de la subida y la caída de Sodoma, Gomorra y de hecho el mismo Israel. Dennis Prager, un comentador cultural judío reformado, escribe: La naturaleza del Hombre, indisciplinada por los valores, permitirá al sexo dominar su vida y la vida de la sociedad... No es exagerado decir que la prohibición de la Torah del sexo no marital hizo posible la creación de la civilización occidental. Las sociedades que no colocaron límites alrededor de la sexualidad fueron bloqueadas en su desarrollo. La dominación subsiguiente del mundo occidental puede, hasta cierto punto significativo, atribuirse a la revolución sexual, iniciada por el Judaísmo y llevada adelante posteriormente por el Cristianismo. 6 En resumen, es un hecho simple que da mucho que pensar el que ninguna sociedad que haya aprobado la sexualidad sin restricciones haya sobrevivido durante mucho tiempo. CASO Y CONTRACASO Ningún libro sobre homosexualidad y SIDA actualmente puede ser honesto y fácil de escribir o leer. A nivel personal, los temas seguramente van a ser angustiosos. A nivel científico, son complicados, y políticamente son controvertidos. Pero como 5 Goldman, “Psychological Factors,” p. 5. 6 D. Prager, “Judaism, Homosexuality and Civilization,” Ultimate Issues 6, nº 2 (1990), p. 2.
  • 8. 8 hemos visto, el asunto hoy es vital. Plantea cuestiones claves en al menos tres sectores de la sociedad: política, educación y comunidades religiosas. El impacto de la homosexualidad sobre la política es evidente. Los activistas gays, trabajando en relación estrecha con los profesionales de salud mental durante los últimos veinte años, han formado y promovido con éxito un nuevo consenso sobre la homosexualidad que es una potente fuerza política. Este consenso se compone de tres proposiciones clave que encajan en el así llamado modelo “bio-psico-social” de funcionamiento mental que está ahora en boga. Mientras las proposiciones se han expandido lentamente por toda la sociedad, la gente las utiliza para pedir que todos los sectores de la sociedad –incluyendo las instituciones religiosas con una moral opuesta a la práctica homosexual- traten a las personas que mantienen relaciones homosexuales exactamente de la misma forma que a los heterosexuales activos. Las tres proposiciones siguen:  Primero, como materia de biología, la homosexualidad es un aspecto innato y determinado genéticamente del cuerpo humano.  Segundo, como materia de psicología, la homosexualidad es irreversible. De hecho, el intento de invertirla requiere una negación muy profunda del yo –semejante al judío antisemita o los negros “que pasan” (negros claros que intentan pasar como blancos)-que se dice que produce los problemas mentales ampliamente reconocidos, más altos que cualquier índice entre los homosexuales, como la depresión, el suicidio y el abuso de alcohol y drogas.  Tercero, como materia de sociología, la homosexualidad es normal, semejante a cualquier otra categoría social como el sexo y la raza. Este punto no hace sino repetir el primero, porque algo puede ser innato sin ser normal –como en el caso de las enfermedades genéticas. Cuando se combinan, estas tres proposiciones se utilizan para formar un poderoso argumento a favor de normalizar la homosexualidad. Es como sigue: La condena histórica de la homosexualidad por los credos judío y cristiano, aunque bien intencionada, se ha basado en la ignorancia de los hechos médicos recientemente descubiertos. Mientras se lleva a cabo la investigación neurocientífica, el descubrimiento científico ha avanzado de forma casi uniforme en una dirección: hacia una apreciación cada vez mayor de la fuerza de la naturaleza, que es la biología innata, para determinar las características humanas. La condena de la homosexualidad de la religión tradicional, basada en la ignorancia, ha implicado involuntariamente la persecución injusta de una minoría inocente. La reevaluación de la homosexualidad a la luz de la ciencia moderna puede contribuir, por lo tanto, a una expansión genuina de la tolerancia religiosa. Las iglesias y sinagogas deben acoger a un miembro anteriormente despreciado y rechazado de sus propios cuerpos. Además, el punto de vista conservador dentro de las iglesias y sinagogas que urge a los homosexuales a permanecer en el celibato realmente presta apoyo a la idea de que la homosexualidad no se puede cambiar. Esta idea es más consistente con que la homosexualidad es innata que con ser un desarrollo de alguna clase. De hecho, el nuevo catecismo de la Iglesia Católica Romana no sólo exige el celibato entre los homosexuales sino que señala que la homosexualidad no se puede cambiar fácilmente. Cuando incluso la llamada al celibato sacerdotal se encuentra bajo ataques desde muchas direcciones, parece especialmente cruel exigirlo a los que no sienten esa llamada y son incapaces de cambiar su sexualidad.
  • 9. 9 En oposición a este argumento los tradicionalistas están de acuerdo con que los homosexuales no deben ser tratados con crueldad pero rechazan todas las tres proposiciones sobre las que los partidarios defienden la normalización de la homosexualidad. Sin embargo, los tradicionalistas reconocen la reclamación de que estas tres proposiciones señalan un límite crítica para determinar el estatus moral y político de la homosexualidad. Por tanto, los tradicionalistas presentan un argumento que es precisamente el contrario del contenido de los activistas en cada punto. Su argumento es el siguiente:  Primero, como materia de biología, la homosexualidad no es innata sino una opción.  Segundo, como materia de psicología, la homosexualidad es reversible.  Tercero, como materia de sociología, la homosexualidad no es normal sino una enfermedad o perversión de la naturaleza. En el desarrollo del libro examinaremos estas afirmaciones opuestas desde dos ángulos distintos: Primero, ¿hasta qué grado son verdaderas estas afirmaciones? Segundo, ¿qué relación tiene su verdad o falsedad sobre la “normalización” y el estatus moral de la homosexualidad? Si, por ejemplo, la investigación muestra que la homosexualidad no se puede cambiar, ¿no serían fortalecidos enormemente los activistas? Quizás las parejas estables y monógamas deberían disfrutar de los mismos privilegios especiales e incentivos para la formación de la familia de los que disfrutan las parejas heterosexuales convencionales: matrimonio, derecho a adopción, planificación de estado, desgravación por herencia, etc. ¿Y no deberían ser elegibles también esas personas sin prejuicio para posiciones de liderazgo en las iglesias, sinagogas, escuelas públicas y otras instituciones en las que se ejerce el liderazgo y la influencia moral? Por otra parte, si la investigación demuestra que este no es el caso, ¿deberían ser completamente diferentes nuestras conclusiones? Las respuestas no son tan evidentes como al principio podrían parecer. LA POLÍTICA NO SON LAS PERSONAS Mi reacción ante el activismo gay que ha generado este debate masivo –y aquí encuentro que estoy lejos de estar solo- es totalmente diferente de mi reacción ante las personas que resulta que son homosexuales. La política gay despierta en mí una indignación exasperada, de alguna forma reprimida, exasperada y reprimida debido a la maraña de emociones en conflicto que se origina cuando el “poder político” se une al estatus de “víctima”. Indignación porque el activismo gay distorsiona la verdad y hace daño no sólo a nuestra sociedad sino a los mismos homosexuales, especialmente a los jóvenes. Hasta el punto de que los homosexuales han sido victimizados, sólo podemos echarle una mano con compasión con el alma que sufre y lucha. ¿Cómo pueden nuestros corazones no salir hacia el chico o la chica prehomosexual que ya es tímido, solitario, sensible y que seguramente sufre rechazo burlón y puede que incluso palizas por los amigos que él o ella envidia y con los que más desea estar? ¿Podemos realmente mantener los ojos cerrados ante la presencia de ese niño que todavía sufre dentro del adulto, no importa lo hirsuta y exótica que sea la imagen exterior con la que se protege? Y finalmente, ¿En qué se diferencia “el homosexual” de nosotros mismos? Vemos muy fácilmente –y luego desdeñamos- la maniobra auto-protectora en los demás, que es mucho menos dolorosa que aceptarla en nosotros mismos. Pero la parte política y organizada de la imagen es totalmente diferente. Aquí vemos con demasiada frecuencia expuesta violentamente el aspecto bruto de la naturaleza humana en toda su crudeza, estupidez, vanidad, egoísmo, menosprecio de los demás y menosprecio de la verdad. Como tantos de sus predecesores, con
  • 10. 10 demasiada frecuencia el activismo gay sigue el dicho de que el fin deseado justifica todos los medios. Aquí entonces está el enigma que afrontamos ahora de que el activismo gay ha saltado a la palestra nacional. Por una parte, debemos decidir cómo responder mejor a las tácticas de intimidación y refutar las falsas reclamaciones de un grupo que opera en el modo hostil de la política desnuda del poder. Por otra parte, debemos retener la compasión profunda y sentimiento de persona hacia las personas homosexuales, que nosotros mismos necesitamos y anhelamos de los demás. Debemos respetarlos como personas a los individuos que podemos rechazar como reivindicadores en la plaza pública. Los activistas gays, por el contrario, buscan de forma deliberada confundir estas dos dimensiones. Insisten en que respetar a una persona es lo mismo que aceptar su reivindicación política de igualdad en todas las áreas de la vida. Incluso la oposición ejemplar equivale, por tanto, a la intolerancia, a la “homofobia” y es igual que el racismo. Pero confundiendo de forma deliberada estas dos partes –la política y la personal –el activismo gay ha creado un monstruo peligroso. El menor peligro es que nuestra simpatía nos ciegue al peligro social. En nombre de una oscura y confusa “inclusividad” venderemos de esa forma nuestro derecho natural cultural por un lío político. El mayor peligro, con mucho, es que nuestra protesta justificable sea sofocada y eliminada eventualmente por su comprensión de que los “homosexuales”, como veremos, somos simplemente nosotros. Si esto ocurre , perderemos no sólo nuestro derecho natural sino nuestras almas. VIDAS FRENTE A FORMA DE VIDA Una segunda área en la que el activismo gay levanta cuestiones clave es la educación. En algunas formas esto es lo más crucial de todo porque afecta a las actitudes y hábitos de la generación creciente. No hay cuestión que las fracasadas políticas de formación del SIDA de la última década y media han tenido un efecto – ahora tenemos una generación de hombres gays de veinte años con una mortalidad cierta del 30 por ciento. Sólo nos podemos preguntar cuántos de veinte años (que tenían cinco cuando el SIDA apareció por primera vez en América) podrían haberse salvado si los activistas hubiesen tomado como su prioridad número uno proteger las vidas individuales antes que el estilo de vida gay. Porque como deja claro la encuesta reciente La Organización Social de la Sexualidad, la amplia mayoría de los jóvenes que en algún momento adoptan las prácticas homosexuales las dejan posteriormente. 7 Estos jóvenes, sin embargo, son los que los educadores dicen que tratan la homosexualidad tan bien –y de forma tan segura- como la heterosexualidad. En un incidente típico del Nordeste, una madre generalmente liberal, madre no religiosa de un niño de nueve años contaba la vuelta a casa de su hijo con lágrimas en los ojos de la escuela elemental pública. Con la cabeza baja de vergüenza dijo finalmente a su madre con indignación cómo el profesor le había explicado a la clase cómo practicar sexo anal “con seguridad.” Estos cursos tienen cuidado de evitar presentar el sexo anal como la práctica predominantemente homosexual que es. (Los datos que confirman esto se presentarán posteriormente.) A los estudiantes se les enseña aceptar la conducta homosexual completamente sin ser instruidos sobre sus rasgos típicos y consecuencias típicas. Pero esta distorsión sutil de la realidad es menor comparada 7 Laumann et al., The Social Organization of Sexuality, p. 295.
  • 11. 11 con la mayor que llega a ser común y letal –que el sexo anal es seguro siempre que se utilice un condón. La palabra letal es deliberada. Incluso antes de examinar la evidencia, no puedo acentuar con demasiada fuerza que el sexo anal no es seguro para nadie, bajo ninguna circunstancia. Como la evidencia deja abundantemente claro, el sexo anal es una práctica terriblemente peligrosa cuyos peligros aumentan con la frecuencia y multiplicidad de parejas, condiciones que predominan entre los homosexuales varones. El activismo gay es crítico en el área de la educación. Los profesores de los jóvenes deberían considerar con cuidado antes de anunciar un curso de acción que en miles de casos ha conducido a una muerte prevenible. UNA HISTORIA DE TRES CONFERENCIAS La tercera área en la que el activismo gay plantea cuestiones clave es en las comunidades de fe. Aquí es donde al final se perderán o se ganarán las batallas sobre la homosexualidad –porque junto con la familia, las comunidades de fe son las formadoras decisivas de creencias y la moral. La cuestiones estrictas de la homosexualidad -¿Qué es? ¿Es normal? ¿Es buena? –se han acalorado porque señalan a las cuestiones centrales de la naturaleza y la moralidad humanas: ¿Cómo comprendemos la vida y la humanidad? ¿Bajo qué autoridad decidimos entre el bien y el mal? ¿Qué consideramos como “la buena vida” y “la buena sociedad”? ¿Es realmente posible que cambien los homosexuales? Así, especialmente mientras los activistas gays demandan plena categoría en las jerarquías de liderazgo religioso, nos están forzando a todos nosotros en las comunidades de fe a aceptar condiciones con lo que realmente creemos y cómo queremos vivir realmente nuestras vidas. Las cuestiones últimas del bien y del mal siempre pueden encontrarse donde lo político se cruza con lo personal. Para un porcentaje relativamente pequeño de americanos esas cuestiones del bien y del mal son determinados solamente en la privacidad de sus propias reflexiones pero la gran mayoría de americanos elabora todavía sus respuestas en el contexto de su relación con Dios y así en el contexto de una comunidad particular de fe. Es por esto por lo que la ley social ha sido siempre la ley moral. Y es por esto por lo que la respuesta de nuestras instituciones religiosas a los asuntos de la homosexualidad afectarán poderosamente al futuro de nuestra sociedad. Este punto se animó para mí cuando fui invitado a tomar parte en tres conferencias relacionadas con la homosexualidad, dos de las cuales tuvieron lugar en escenarios religiosos. La primera ocasión fue cuando fui invitado a hablar en una conferencia sobre el SIDA en Connecticut. La conferencia reunió a profesionales de tres disciplinas que antes no tenían relación ninguna: trabajadores de hospitales para enfermos terminales, psicólogos de abusos de drogas y profesionales del SIDA. Estaba emergiendo un nuevo tipo de pacientes que unía a estos grupos de profesionales dispares y los ponía a prueba de forma severa: jóvenes, de mezclas raciales, drogadictos por vía intravenosa puede que homosexuales, puede que no, puede que muriesen rápidamente de SIDA. Estaban acompañados por un número cada vez mayor de esposas y novias que también habían sido afectadas – generalmente por ellos. Elegí hablar sobre la dimensión espiritual de la crisis del SIDA. Si la palabra “curación” pudiese significar algo más allá que un amargo chiste para estos tristes jóvenes cuyas vidas estaban acabando tan rápidamente, no sería ofrecido por las profesiones seculares. En el fondo, necesitaban de Dios. Hablé directamente del pecado, de la culpa y la reconciliación con los demás y con Dios. Y les mostré cómo estos temas afectan al sistema inmunológico. La charla
  • 12. 12 fue bien recibida, no porque oyesen muchas cosas nuevas sino porque oír a un psiquiatra (en vez de un ministro, rabino o cura) hablar audazmente de Dios validaba su ansia profunda de él. Actualmente un ministro es simplemente un ministro pero un psiquiatra es el nuevo sumo sacerdote tribal cuyas palabras vienen envueltas en el aura del nuevo alto canon: la ciencia. En general, estaba animado. Las comunidades de fe podían desempeñar un rol constructivo. Debido a este primer discurso, fui invitado a dirigir una conferencia de Nueva Inglaterra sobre el SIDA patrocinado por la Iglesia Episcopal. Asistieron más de trescientas personas. Casi la mitad eran clérigos, hombres y mujeres. La otra mitad eran predominantemente hombres homosexuales sero-positivos, un pequeño número de hombres sero-positivos con historia de abuso de drogas y un pequeño número de mujeres heterosexuales que eran sero-positivas debido a relaciones anteriores con hombres homosexuales, bisexuales o drogadictos. El programa incluía numerosos servicios de curación y todos los ponentes hablaron de espiritualidad.” Pero aparte de mí, nadie mencionó la palabra “pecado” (de cualquier tipo, no sólo sexual), porque en nombre de no ser “sentencioso” se había convertido en tabú. Los aspectos problemáticos y peligrosos de la vida gay no se debatieron nunca ni tampoco la tragedia de las mujeres dirigidas desde el punto de vista de la ética en las relaciones sexuales. El clérigo que dirigía la conferencia pertenecía a ACT-UP –“la Coalición del SIDA para Soltar Fuerzas,” un grupo activista militante. Siguiendo la comunión distribuían pins de “solidaridad” a los asistentes a la conferencia –con condones incrustados con pegamento y purpurina. La negación en esta conferencia era tan densa que la auto-evaluación fue totalmente excluida. ¿Cómo podría tener lugar la curación sin hacer frente honestamente a las realidades de la situación? Volví de la experiencia triste por la profundidad del sufrimiento que había visto pero también enfadado. Las iglesias y las sinagogas eran influyentes en la política y cuidado pastoral de los que se encuentran atrapados en la homosexualidad y el SIDA pero su influencia podría ser tan destructiva como constructiva. Poco después pude ver una situación similar en mi ciudad natal. En el periodo de seis meses, un ministro local alteró la liturgia para hacerla más “inclusiva” y “casó” al ministro de música con su amante masculino. Con eso, se fue un grupo nuclear de miembros. El ministro era un amigo, por lo que hablé con él sobre mis preocupaciones. Inmediatamente adujo como apoyo para su posición la reciente investigación que demostraba, según había oído, que “la homosexualidad es genética.” Quizás el origen de este libro fue concebido en ese momento en el que oí que la “ciencia” era utilizada para justificar una alteración en la moralidad. Porque comprendí bien la distorsión de la ciencia detrás de estas reivindicaciones -además de la confusión filosófica del ministro . Pero sabía también que los temas científicos alrededor de todas las materias de “genética de la conducta” son difíciles y complejos, mucho más complejos de los que podía explicar en un breve encuentro, aunque el ministro estuviese en disposición de escucharme. Lo que estaba claro era que las iglesias podían ser constructivas y destructivas –o estar confundidas. La última experiencia que germinó y nutrió la semilla de este libro fue mi descubrimiento de la obra de Leanne Payne y sus colegas de los Ministerios de Cuidado Pastoral. Durante los años había llegado a darme cuenta lentamente de que mucho de lo que yo –como muchos de mi generación- había tomado por espiritualidad verdadera era un espejismo de los peores. Cuando me encontré por primera vez los libros de C. S. Lewis, leyéndolo desde mi base judía, tuve la impresión clara de que aquí estaba la Verdad –con “V” mayúscula. Me di cuenta de que la psicología profunda podría avanzar tomando las ideas de Lewis y formalizándolas en términos psicológicos. Para mi sorpresa, La Sra. Payne acababa de hacerlo –sin perder el
  • 13. 13 espíritu vibrante de Lewis. De hecho, añadió su propio espíritu diferente. Después de iniciar una correspondencia decidí asistir a una de sus conferencias. La conferencia iba a tener lugar en Wichita, Kansas. Como psiquiatra judío, educado en MIT, Harvard y Yale y viviendo en un suburbio cosmopolita de la Costa Este, sintiendo que Wichita era un lugar poco probable para mí. Sin embargo fui, sin saber lo que encontraría. Lo que encontré fue que cerca de doscientas de las trescientas personas que asistieron eran homosexuales, hombres y mujeres, luchando para salir de la homosexualidad. Y entre el liderazgo de la conferencia un gran número habían sido anteriormente homosexuales, algunos casados ahora y con hijos, dedicados todos a ayudar a salir a los demás del estilo de vida gay. Eran extraordinarios y seres humanos cariñosos, envidiables en su humanidad y humildad y en su ansia y unión con Dios. De el desierto cosmopolita que se presenta como lo mejor que puede ofrecer la vida, había pasado directamente a un oasis con un torrente que corría –no sólo un pozo- de agua viva. Nada en mi experiencia me preparó para esta tercera conferencia. Los círculos profesionales y personales en los que me muevo normalmente son ajenos a esos fenómenos. Si se dan cuenta de su existencia, es como una vaga mancha en la periferia de la visión “progresista” y corriente principal o como embestida de chistes en los medios de comunicación. Con raras excepciones, nunca había oído de otros de mi propia profesión ninguna mención en absoluto a esas personas como homosexuales curados. Claramente, las comunidades de fe pueden ser no solamente constructivas y solidarias sino también curativas. DIOS Y LA CIENCIA GAY Se necesita hacer una observación adicional en esta introducción. Los conflictos sobre la homosexualidad se han instalado en una implacable guerra de trincheras en las estrategias más amplias de las guerras culturales de América. Pero las batallas están repletas de confusión irreconocida porque descansan sobre conceptos y averiguaciones de una nueva y compleja rama de la ciencia -la genética de la conducta. El objetivo global de la genética de la conducta es clarificar la relación entre la educación y la naturaleza en la vida humana. Sin embargo, esta ha sido un área de preocupación para filósofos y teólogos desde tiempo inmemorial. Por lo tanto, no nos debe sorprender que una ciencia que abarca cuestiones tan complicadas sea difícil de comprender y fácil de distorsionar. Detrás de la política gay está la ciencia gay, que también debemos valorar. En el aluvión implacable de palabras, imágenes, eslóganes e ideas que nos asaltan por todos lados –conclusiones cortas, simples, simplificadas, cargadas de emoción y de una parada. No tenemos el tiempo ni la capacidad para revisar la información principal para nosotros mismos para llegar a nuestras propias conclusiones consideradas. Como consecuencia, la profunda complejidad de la investigación científica sobre la homosexualidad facilita que la gente interprete mal y más fácilmente incluso la utilice indebidamente. Para desentrañar esta confusión y formar principios sólidos por los que llegar a conclusiones responsables requiere esfuerzo. Pero los lectores que persisten y comprenden las verdades básicas de la ciencia de la conducta humana obtendrán una idea inestimable del debate sobre la homosexualidad. Y estos lectores, ya sean políticos, educadores, clérigos, profesionales de la salud mental o ciudadanos preocupados, comprenderán también lo limitadas que están las respuestas de la ciencia ante las cuestiones del bien y del mal. Encontraremos también que cuando alcanzamos los límites adecuados de la ciencia, tenemos que dejar atrás la ciencia para seguir más allá.
  • 14. 14 En la parte una, entonces, examinamos la ciencia y en la parte dos nos volvemos a una consideración de las fuentes más profundas de la motivación humana –a la psicología, a la voluntad humana y a consideraciones de fe. Mientras realizamos esta transición de la ciencia genética a la psicología y a la religión, el lenguaje cambiará como corresponde; del tenor neutral, riguroso y basado en la estadística de la metodología de la investigación moderna a uno más general, con frecuencia impresionista pero todavía conceptos neutrales y reportajes de casos de filosofía y psicología, y finalmente, a los aspectos más profundos del carácter humano manifestado en las revelaciones profundas de las Escrituras hebreas y cristianas. Sólo el último trata esas realidades totalmente poco científicas pero profundas como la ley moral, pecado, culpa, sacrificio expiatorio y el perdón divino. Al final el debate sobre la conducta homosexual y su implicación en la política pública puede decidirse solamente de manera concluyente sobre bases morales y las bases morales significarán al final bases religiosas. Como señaló la Institución Brookings, generalmente liberal, en un reportaje de 1986, un gobierno representativo como el nuestro “depende para su salud de valores que durante no mucho tiempo proceden de la religión... Los derechos humanos están enraizados en el valor moral con el que un creador amante ha dotado a cada alma humana y la autoridad social es legitimada haciendo ante la ley moral trascendente.” 8 Debemos hacer una elección: ¿Determinaremos el bien y el mal por nosotros mismos –viendo a la antigua serpiente ya sea como una fábula irrelevante de la infancia de nuestra raza o como la gran mensajera de levantar la conciencia- o dependeremos de una palabra de fuera de nosotros, una palabra de Aquél entre cuya primera palabra de la creación y la última palabra de juicio vivimos nuestras vidas fugaces? 8 Brookings Institution, “Religión and American Public Life” (1986).
  • 15. 15 PRIMERA PARTE CIENCIA GAY En esta época, en este país, el sentir popular lo es todo. Con él, nada puede fracasar; contra él, nada puede tener éxito. Quién moldee el sentir popular profundiza más que el que promulga los estatutos o pronuncia las decisiones judiciales. -Abraham Lincoln CAPÍTULO 1 NI CIENTÍFICO NI DEMOCRÁTICO Nuestra sociedad está dominada por expertos, poco más influyentes que los psiquiatras. Esta influencia no deriva, sin embargo, de nuestra ética o bondad superior ni de ningún amplio consenso que admiremos de forma especial. De hecho, el grado al que estamos castigados representa la distorsión del todo demasiado exacta de nuestra afirmación profesional fundamental: la pretensión de que cómo sabemos algo sobre lo que mueve a la gente, somos, por tanto, los únicos cualificados para decirle cómo llevar su vida. Sin embargo, como los americanos nos hemos convertido en una nación dependiente de los expertos, el mismo psiquiatra es satirizado y al mismo tiempo se le consulta para que dirija las vidas. Para mejor o para peor, los profesionales de salud mental ejercen una influencia que excede enormemente la sabiduría real que demostramos. En los primeros años de la “liberación gay,” esta realidad fue utilizada para ventaja del naciente activismo gay. Anticiparon que si la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) podría ser convencida para que redefiniese la homosexualidad, las otras asociaciones le seguirían poco después y luego el resto de la sociedad. Su plan se implementó con un éxito veloz y casi total. Considera el rápido cambio. En 1963 la Academia de Nueva York de Medicina encomendó a su Comité sobre Salud Pública que informase sobre el tema de la homosexualidad, provocado por la preocupación de que la homosexualidad parecía estar aumentando. El comité afirmó que:
  • 16. 16 La homosexualidad es una enfermedad. El homosexual es una persona con molestias emocionales que no ha adquirido la capacidad normal de desarrollar relaciones heterosexuales satisfactorias. 9 También dijo que: Algunos homosexuales han ido más allá del plano de la defensa y discuten ahora que la desviación es una “forma de vida deseable, noble y preferible.” 10 Justo diez años más tarde –sin ninguna evidencia científica nueva significativa- el argumento de los activistas gays se convirtió en la nueva norma dentro de la psiquiatría. Porque en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría votó para sacar a la homosexualidad de la lista aprobada oficialmente de enfermedades psiquiátricas. ¿Cómo ocurrió esto? Normalmente se alcanza un consenso científico en el transcurso de muchos años, que resulta del peso acumulado de muchos estudios diseñados correctamente. Pero en el caso de la homosexualidad, la investigación científica sólo acaba de comenzar, años después de que se decidiese la cuestión. UN CAMBIO DE ESTATUS El voto de la APA para normalizar la homosexualidad fue dirigido por la política, no por la ciencia. Incluso los simpatizantes lo reconocieron. Ronald Bayer era entonces un miembro del Instituto Hasting de Nueva York. Informó de cómo en 1970 el liderazgo de una facción homosexual dentro de la APA planificó un “esfuerzo sistemático para alterar los encuentros anuales de la Asociación Americana de Psiquiatría.” 11 Defendieron este método de “influencia” sobre las bases de que la APA representaba a la “psiquiatría como institución social” más que como cuerpo científico o asociación profesional. En las reuniones de 1970, Irving Bieber, eminente psicoanalista y psiquiatra, estaba presentando una ponencia sobre “homosexualidad y transexualismo.” Fue desafiado abruptamente: Los esfuerzos (de Bieber) para explicar su posición... se encontraron con risas burlonas... (Un) manifestante lo llamó ___. “He leído su libro, Dr. Bieber y si ese libro hablase de los negros como lo hace de los homosexuales, serías destripado y descuartizado, y lo merecerías.” 12 La táctica funcionó. Accediendo a la presión, los organizadores de la siguiente conferencia de la APA de 1971 estuvieron de acuerdo en patrocinar un debate especial –no sobre la homosexualidad sino por homosexuales. Si el debate no se aprobaba, se le había dicho al moderador, “Ellos (los activistas homosexuales) no van a poner fin sólo a una sección.” 13 Pero el debate no fue suficiente. Bayer continúa: A pesar del acuerdo de permitir que los homosexuales dirigiesen su propio debate en la convención de 1971, los activistas gays de Washington sentían que tenían que ofrecerle otra sacudida a la profesión psiquiátrica ... Una transición demasiado suave... habría privado al movimiento de su arma más importante –la amenaza del desorden... Volvieron a un Frente Colectivo de Liberación Gay de 9 Citado en C. W. Socarides, “Sexual Politics and Scientific Logia: The Issue of Homosexuality,” The Journal of Psichohistory 10, nº 3 (1992), p. 308. 10 Ibid. 11 R. Bayer, Homosexualidad y Psiquiatría Americana: La Política del Diagnóstico (Nueva York: Basic Books, 1981), p. 102. 12 Ibid., pp. 102-3. 13 Ibid. P. 104.
  • 17. 17 Washington para planificar la manifestación de mayo de 1971. Junto con el colectivo desarrollaron una estrategia detallada para la disrupción, prestando atención a los detalles logísticos más complicados. 14 El 3 de mayo de 1971, los psiquiatras que protestaron entraron en una reunión de miembros distinguidos de la profesión. Se hicieron con el micrófono y se lo dieron a activista del exterior, que declaró: La Psiquiatría es el enemigo encarnado. La Psiquiatría ha librado una guerra implacable de exterminación contra nosotros. Podéis tomar esto como una declaración de guerra contra vosotros... Os rechazamos como nuestros dueños. 15 Nadie hizo una objeción. Los activistas aseguraron entonces una aparición ante el Comité sobre Nomenclatura de la APA. Su presidente permitió que quizás la conducta homosexual no fuese signo de desorden psiquiátrico y que el Manual de Diagnóstico y Estadística (DSM) debía reflejar, por tanto, esta nueva comprensión. Cuando el comité se reunió formalmente para considerar el tema en 1973 el resultado ya se había alcanzado tras las puertas cerradas. No se había introducido ningún dato nuevo y a los objetores se les dio sólo quince minutos para presentar una refutación que resumía setenta años de opinión psiquiátrica y psicoanalítica. Cuando el comité votó como estaba planeado, pocas voces atrajeron formalmente a los miembros en general, que puede anular las decisiones del comité incluso en asuntos “científicos.” Los activistas reaccionaron rápida y eficazmente. Redactaron un borrador y lo enviaron a más de treinta mil miembros de la APA, urgiéndoles “a votar para mantener el cambio de la nomenclatura.” 16 ¿Cómo pudieron conseguir los activistas esa lista de correo? Adquirieron la lista de miembros de la APA después de que la National Gay Task Force (NGTF) enviase un llamamiento de recaudación de fondos a sus miembros. Bayer comenta: Aunque la NGTF jugó un papel central en este esfuerzo, se tomó una decisión de no indicar en la carta que se escribió, al menos en parte, por la Gay Task Force, ni revelar que su distribución había sido financiada por las contribuciones que la Gay Task Force había recaudado. De hecho, la carta daba cada indicación de haber sido concebida y enviada por los (psiquiatras) que la habían firmado (originariamente)... Aunque todos los firmantes negaron públicamente ningún rol en la simulación, al menos un firmante había avisado en privado que reconocer el rol organizativo de las comunidad gay habría sido el “beso de la muerte.” Sin embargo, no hay cuestión sobre el grado al que los delegados de la APA eran conscientes tanto de los orígenes de la carta como de los mecanismos de su distribución. Ellos, además de la National Gay Task Force, comprendió la carta como intérprete de un rol vital en el esfuerzo por volver atrás el desafío. 17 Como la mayoría de los miembros de la APA que reaccionaron votaron para apoyar el cambio en la clasificación de la homosexualidad, se permitió que permaneciese la decisión de la Junta de Síndicos. Pero en efecto, sólo reaccionó un tercio de los miembros. (Cuatro años más tarde el diario Aspectos Médicos de la Sexualidad Humana informó de una encuesta que dirigía. La entrevista mostró que el 14 Ibid., pp. 104-5. 15 Ibid., pp. 105-6. 16 Ibid., p. 145. 17 Ibid., p. 146.
  • 18. 18 69 por ciento de los psiquiatras no estuvieron de acuerdo con el voto y todavía consideraban a la homosexualidad como una enfermedad.) Bayer comenta: El resultado no fue una conclusión basada en la aproximación de la verdad científica como era dictada por la razón sino que en vez de ello fue una acción demandada por el carácter ideológico del momento. 18 Dos años después la Asociación Americana de Psicología –la asociación de psicología profesional que es tres veces más grande que la APA –votó seguir la petición. La motivación que tuvo la política en la decisión de la APA de 1973 se está comenzando a aclarar solamente ahora. Mientras asistía a una conferencia en Inglaterra en 1994, conocí a un hombre que me contó una descripción que no había contado a nadie más. Había estado en la vida gay durante años pero había dejado esa forma de vida. Volvió a contar cómo después de la decisión de la APA de 1973, él y su pareja, junto con cierto delegado de la Junta de Síndicos de la APA, se sentaron en el apartamento del delegado para celebrar su victoria. Porque al que colocaron los activistas gays en la APA para maniobrar y asegurar la victoria fue a este hombre –que sobornó desde arriba a lo que se presentaba tanto a los miembros como al público como una búsqueda desinteresada de la verdad. VEINTE AÑOS DESPUÉS El proceso científico continúa siendo afectado hoy por la presión política. En 1994 el Consejo de Síndicos de la APA decidió considerar alterar el código ético. El cambio propuesto (presentado por un hombre que es prominente psiquiatra y vocal activista gay y Presidente del Comité sobre el Abuso y Uso Indebido de la Psiquiatría) haría que el hecho de que un psiquiatra ayudase a un paciente homosexual a llegar a ser heterosexual aunque lo pida el paciente una violación de la conducta profesional. Esto es a pesar de que uno de los propias normas profesionales de la asociación sostiene que los psiquiatras tienen que aceptar los propios objetivos del paciente en el tratamiento para “alimentar al máximo la auto-determinación por parte de los clientes.” La versión final dice: “La APA no respalda ningún tratamiento psiquiátrico que se base o en la asunción del psiquiatra de que la homosexualidad es un desorden mental o un intento del psiquiatra por cambiar la orientación sexual de una persona.” El Consejo aprobó la afirmación y la envió a la Asamblea de la APA –su cuerpo legislativo- para la aprobación final. Siguió una rápida y fiera batalla. Bastantes miembros de la Asamblea hablaron contra la resolución, debido a su efecto escalofriante en la práctica, para rechazarla antes de votarla. Según los miembros de la APA implicados muy de cerca, incluso la amenaza de una controversia de primera enmienda no disuadiría a los activistas. Pero el punto de inflexión llegó cuando los terapeutas que ayudan a cambiar a los homosexuales –y un gran número de ex-homosexuales- dejaron claro que si se aprobaba la resolución, presentarían un pleito contra la APA y reabrirían la base original sobre la que la homosexualidad fue excluida de la lista de diagnósticos. Con eso los activistas se retiraron. Si el cambio hubiese sido aprobado, habría abierto la puerta a demandas por cargos éticos y negligencia profesional contra los psiquiatras que ayudan a los homosexuales a cambiar –según los propios deseos de su paciente. De hecho, el presidente de la APA Gay and Lesbian Task Force dejó claro que los activistas tenían en su punto de mira no sólo a los psiquiatras que emprendían la terapia reparativa sino a psicólogos eventuales, trabajadores sociales e incluso psicólogos y ministros pastorales. La APA no es la única asociación afectada por la presión política. La Asociación Nacional de Trabajadores Sociales, que acredita el cuerpo más grande de 18 Ibid., pp. 3-4.
  • 19. 19 practicantes de salud mental del país, continúa también siendo influenciada por los activistas gays. El Comité de NASW sobre los Temas Lésbicos y Gays ha presionado a la NASW a declarar que el uso de las terapias reparativas es una violación del Código Ético de la NASW. El comité emitió un documento en 1992 que decía que: A los esfuerzos por “convertir” a la gente por medio de terapias irresponsables... se les puede llamar con más exactitud lavados de cerebro, de vergüenza o coacción... Las asunciones y direcciones de las terapias reparativas están equivocadas teorética y moralmente. 19 De las tres principales asociaciones de salud mental, la NASW es la que ha ido más lejos en el intento de politizar las cuestiones clínicas relacionadas con la homosexualidad. Todos estos cambios en la definición y clasificación de la homosexualidad han tenido lugar en un vacío científico. Sin embargo, la pequeña cantidad de investigación de ciencia difícil que se ha dirigido tiene implicaciones complejas ya predecibles, que son consistentes con las averiguaciones de otras áreas de la genética de la conducta. Estos estudios sugieren que un compuesto de factores que interactúan mutuamente influye en casi todos los aspectos de la conducta humana, confundiendo completamente la noción que alguien podría responder simplemente las preguntas “¿De dónde surge la homosexualidad? Y “¿Qué es?” con las respuestas “naturaleza” o “educación,” “normal” o “anormal.” Y estos estudios ni explican ni siquiera dirigen el rol de la opción en la conducta humana. De hecho, no lo hacen porque, como discutiremos con mayor detalle, no pueden. LA PERCEPCIÓN DEL PUEBLO Artículos recientes en los medios producen la impresión errónea de que el cierre científico sobre el tema de la homosexualidad ha sido o será alcanzado pronto. Esas acciones como la decisión de la APA de 1973 y sus deliberaciones recientes refuerzan más las conclusiones injustificadas en la mente pública. Pocos comprenden las complejidades de la investigación biológica buena. La mayoría se sorprende hasta el grado de que la política ha corrompido al proceso científico. Dependen de la exactitud de las descripciones en la prensa popular. Pero el consenso científico pretendido que la prensa trata de vender es ficticio. Un buen ejemplo es el artículo de Chandler Burr en la entrega de marzo de 1993 del Atlantic Monthly. 20 Afirma francamente: “Cinco décadas de evidencia psiquiátrica demuestran que la homosexualidad es inmutable y no patológica y un cuerpo creciente de evidencia más reciente implica a la biología en el desarrollo de la orientación sexual.” En un posterior artículo de opinión del New York Times afirma incluso más rotundamente que la ciencia ha demostrado desde hace tiempo que la homosexualidad es biológica e inmutable y que simplemente no existe desacuerdo entre los científicos. Pero estas afirmaciones son absolutamente falsas, excepto la frase sin sentido que dice que “la biología está implicada en el desarrollo de la homosexualidad.” La biología, por supuesto, está implicada en todo lo humano. Cuando llevaba a cabo su investigación para Atlantic Monthly, Burr entrevistó a un número de científicos y médicos que expresaban la visión de que la homosexualidad ni es genética ni inmutable. Simplemente no los citó. 19 Como es afirmado por C. Cornett, “Gay Ain’t Broke; No Need to Fix It,” Insight , 6 de Diciembre de 1993, p. 27. 20 C. Burr, “Homosexuality and Biology,” Atlantic Monthly 271, nº 3 (Marzo 1993), pp. 47-65.
  • 20. 20 Veremos más tarde la falsedad de las afirmaciones repetidas por los activistas de que la homosexualidad es inmutable. Buscan crear la impresión de que la ciencia ha resuelto estas cuestiones pero ciertamente no lo ha hecho. En vez de eso, los cambios que han tenido lugar tanto en la opinión pública como la profesional son consecuencia de la presión política y de las relaciones públicas. Porque como respuesta a los esfuerzos explícitos de los activistas, ha tenido lugar un cambio de opinión de las masas para aceptar la homosexualidad como algo normal. Pero permanece sin ser apoyado por todos los recursos que los activistas manipulan para sus propios fines. Tal “desinformación” parece surgir en parte de una campaña deliberada, especialmente dada la voluntad de algunos para utilizar “cualquier medio que sea necesario” para transformar la opinión pública. “Cualquier medio que sea necesario” no es ninguna exageración. Eric Pollard perteneció anteriormente a la prominente organización homosexual ACT-UP y fundó su sede de Washington, D.C. En una entrevista con The Washington Blade, un importante periódico homosexual, afirmó que él y otros miembros del grupo aprendieron a aplicar “tácticas subversivas trazadas principalmente desde el voluminoso Mein Kampf, que algunos de nosotros estudiamos como modelo de trabajo.” 21 Como contraste con las afirmaciones promovidas ampliamente, muchos científicos eminentes no están de acuerdo con las conclusiones de los medios sobre la “biología de la homosexualidad.” 22 Un científico que conduce uno de los laboratorios genéticos de la conducta más grandes de la nación, comentaba que la última investigación genética sólo quiere decir que podría existir alguna relación genética provisional, indirecta y parcial, por lo que quizás merece la pena investigar. 23 La portada de Scientific American dice: “El dudoso nexo entre los genes y la conducta.” Pero lo que es recordado por la gente en general es el título pegadizo e inexacto de un semanario importante: “El Gen Gay.” UN FACTOR SIN CONTROL La transformación sociológica –no médica ni científica- de la opinión de los profesionales de salud mental con respecto a la homosexualidad ha influido enormemente en la investigación actual. Desafortunadamente, muchos de los que ahora están investigando la homosexualidad explícitamente apuntan a un resultado particular. Por ejemplo, Simon LeVay, el neuroanatomista de San Francisco que publicó un estudio citado ampliamente sobre los cerebros de los hombres homosexuales, dejó su puesto como neuroanatomista del Instituto Salk de San Diego para fundar el Instituto de Educación Gay y Lésbica. Richard Pillard, co-autor de dos importantes estudios idénticos sobre la homosexualidad, admite en el texto de uno de estos estudios que su investigación fue diseñada “para replicar a la creencia predominante de que la orientación sexual es en gran medida el producto de interacciones familiares y del ambiente social.” 24 Una serie de estudios críticos comenzados en los años 60 demuestran que el prejuicio del investigador a favor de un resultado específico es uno de los factores más importantes y que se encuentran más fuera de control que distorsiona cualquier estudio científico. 25 21 E. Pollard, “Time to Give Up Fascits Tactics,” Washington Blade, 31 de Enero de 1992, p. 39. 22 J. Horgan, “Eugenics Revisited,” Scientific American, Junio de 1993, pp. 123-31. 23 Los comentarios precisos de Paul Billings se citan en la discusión de la investigación genética que sigue. 24 Citado en J. M. Bailey et al., “Heritable Factors Influence Sexual Orientation in Women,” Archivos de Psiquiatría General 50, nº 3, pp. 217-23. 25 Mire G. M. Harrington, “Psychology of the Scientist: XXVII, Experimenter Bias: Occam’s Razor versus Pascal Wager,” Psychological Reports 21, nº 2 (1967), pp. 527-28; G. M. Harrington y L. H. Ingraham, “Psychology of the Scientist: XXV. Experimenter Bias and Tails of Pascal,” Psychological Reports 21, nº 2 (1967), pp. 513-16; J. G. Adair and J. S. Epstein, “Verbal Cues in the Mediation of Experimenter Bias,”
  • 21. 21 Charles Socarides, psicoanalista y experto en el campo del tratamiento homosexual, advierte que la decisión de la APA de 1973 Sigue siendo un aviso escalofriante de que si no se lucha por los principios científicos, pueden perderse –un aviso que desilusiona que a menos que no hagamos excepciones a la ciencia, estamos sujetos a las trampas del faccionalismo político y a la propagación de falsedades a un pueblo que no sospecha y que no está informado, al resto de la profesión médica y a las ciencias de la conducta. 26 Todavía en su infancia, la psiquiatría sigue estando lejos de ser un compuesto coherente de la medicina, el arte, ciencias exactas, filosofía amateur y la dirección espiritual secularizada. Esta carencia de rigor científico -que no sorprende dada la sutileza y complejidad de su objeto de estudio –puede haber producido que la psiquiatría sea la primera de las profesiones en sufrir manipulación política. Pero ahora, dos décadas después de la decisión de la APA de 1973, numerosos tratados científicos buscan “demostrar” que toda la ciencia es racista, sexista, discriminadora por edad, eurocéntrica, basada en las clases, de esfuerzo homofóbico cuyo objetivo principal es mantener el dominio de clases. El efecto de la política continúa. CAPÍTULO 2 ¿QUIÉN LO DICE? Y ¿POR QUÉ? Irónicamente, es dudoso que la homosexualidad sea realmente una “enfermedad” –de acuerdo con cualquier significado científicamente riguroso de la palabra. Es dudoso como caracterización de la psiquiatría de otras muchas condiciones como “enfermedades.” Cierto número de condiciones mentales serias surgen de enfermedades físicas del cerebro. Unas se adquieren antes de nacer, otras después; unas se heredan, otras se adquieren; la mayoría son consecuencia de una variedad de causas. Muchas de estas condiciones son parcialmente reversibles por los tratamientos que tienen como objetivo la química y la fisiología del cerebro. Asimismo, muchas condiciones que se pensó una vez que eran puramente psicológicas se comprende ahora que tienen componentes genéticos significativos (por ejemplo, muchos casos de depresión o de Desorden Obsesivo Compulsivo). Pero a la mayoría de lo que se ha llamado “neurosis” se le puede considerar “enfermedad” sólo si “enfermedad” es utilizado de Psychological Reports 22, nº 3 (1968), pp. 1045-53; J. B. Dusek, “Experimenter-bias Effects on the Simple Motor Task Performance of Low- and High-test Anxious Boys and Girls,” Psychological Reports 30, nº 1 (1972), pp. 107-14; P.J. Barber and J. P. Rushton, “Experimenter Bias and Subliminal Perception,” British Journal of Psychology 66, nº 3 (1975), pp. 357-72; R. Rikli, “Physical Performance Scores as a Function of Experimenter Sex and Experimenter Bias,” Research Quarterly 47, nº 4 (1976), pp. 776-82; D. G. Jamieson and W. M. Petrusic, “On a Bias Induced by the Provision of Feedback in Psychophysical Experiments,” Acta Psychologia (Amsterdam) 40 nº 3 (1976), pp. 199-206; D. Belton and R. Ware, “Effect of Instructions on the Disappearance of Steadily Fixated Luminous Figures,” Journal of General Psychology 104 (1981), pp. 249-56, second half; R. Rogers et al., “Scientific Inquiry in Forensic Psyquiatry,” International Journal of Law and Psyquiatry 5, nº 2 (1982) pp. 187-203; F. M. Levine and L. L. De Simone, “The Effects of Experimenter Gender On Pain Report in Male and Female Subjects,” Pain 44, nº 1 (1991), pp. 69-72. 26 Socarides, “Sexual Politics and Scientific Logic,” pp. 316-17.
  • 22. 22 forma poética, como en la frase acertada de T.S. Eliot, “nuestra única salud es la enfermedad...”27 La homosexualidad fue considerada entonces una enfermedad de la misma forma en que el psicoanálisis más temprano definió a todas las formas de padecimiento humano relacionadas con un conflicto interno inconsciente como “enfermedad.” Así, el hombre que odia y ama a su madre y no lo “sabe” representa su ambivalencia oculta en sus relaciones con las mujeres y por lo tanto es un “neurótico.” Lo consideramos un “enfermo,” sin embargo, en un sentido completamente diferente del que cuando padecemos un cáncer. Del mismo modo el hombre que “no puede” amar a las mujeres. En tales casos de “neurosis,” ni el cerebro ni los nervios tienen nada malo. Más que eso es que se está utilizando el cerebro sano de una forma que consideramos errónea o simplemente ineficaz social, moral o prácticamente. Y por lo tanto, como con todas las condiciones caracterizadas exclusivamente por rasgos mentales y conductuales, le llevó poco a la “ciencia” “demostrar” que la homosexualidad no era una enfermedad. LA POLÍTICA DE LA DEFINICIÓN ¿Qué es, entonces, la enfermedad? ¿Es “anormalidad”? Sólo un punto esencial pero evidente tiene que subrayarse aquí. Por definición las enfermedades son condiciones o estados indeseables del organismo. Muchos estados biológicos – fortaleza inusual- pueden ser “anormales” pero no son enfermedades porque no son indeseables. En efecto, en este ejemplo de fortaleza, la condición no es sólo neutral sino positivamente deseable y por lo tanto probablemente se le va a considerar un don.28 Ahora entra en discusión la distinción entre condiciones psicológicas y biológicas. Podemos decir que todas las condiciones físicas indeseables son categorizadas como enfermedades, aunque el límite entre enfermedad y salud sea difícil de definir. Pero cuando consideramos los rasgos psicológicos o conductuales, la definición de enfermedad se hace más difícil. Esto es especialmente cierto de los rasgos relacionados con factores físicos subyacentes no identificables. En efecto, si vamos a considerar esas condiciones –es decir, la gravedad- como enfermedades, entonces la definición de enfermedad se reduce a la mera conveniencia. Esa definición desarrolla el significado de enfermedad hasta el punto de no tener sentido. Pero este es precisamente el error en el que ha estado atrapada la psicología desde hace casi un siglo. Un gran número –si no la mayoría- de las condiciones que los profesionales de salud mental tratan como “enfermedades” o “desórdenes” son simplemente rasgos indeseables del carácter. Cuando la APA excluyó la homosexualidad de su lista de desórdenes psiquiátricos, no hizo sino moverla de la columna encabezada como “indeseable” a la columna encabezada como “no indeseable.” Este movimiento expone las cuestiones claves: “¿No indeseable para quién?” “¿No indeseable bajo qué criterio?” Aunque los psiquiatras y otros profesionales de salud mental pueden saber cómo tiene lugar un rasgo dado o cómo se le puede cambiar, no tienen destreza para determinar si un rasgo es deseable. Los profesionales individuales y las asociaciones profesionales organizadas no son más capaces de decidir si cualquier rasgo – 27 T. S. Eliot, “East Coker IV,” Four Quartets in The Complete Poems and Plays (New York: Harcout, Brace & World, 1971), p. 127. 28 O “una bendición.” De forma interesante, nuestra palabra “bless” (bendecir) está emparentada con la palabra francesa blesser, que significa “herir,” del mismo modo que nuestro “gift” (don) está emparentado con la palabra alemana Gift que significa “veneno.” Los mismos significados opuestos de los Hebreos “to bless” (bendecir) se pueden encontrar en la Biblia y en comentarios del Talmud sobre la palabra.
  • 23. 23 incluyendo la homosexualidad- es deseable o indeseable de forma consensuada para la sociedad que otros ciudadanos o grupos. Si la gente está de acuerdo en considerar que la homosexualidad es indeseable, entonces indeseable por consenso. Esto no lo hace necesariamente una enfermedad, porque para ser una enfermedad necesitaría estar relacionado con anormalidades identificables. Pero ni el que no sea una enfermedad la hace inevitablemente deseable. DANDO VUELTAS EN CÍRCULOS Esta cuestión del atractivo o de la inconveniencia de la homosexualidad es un debate acalorado, asunto central de la controversia. Por una parte, los activistas gays afirman que la homosexualidad no es inconveniente de ninguna forma. Por otra parte, mucha gente no quiere ser homosexual, a pesar de comportarse o sentirse atraído a comportarse de esa forma. Para ellos la homosexualidad es indeseable. Los activistas gays explican esta contradicción por medio de su concepto de “homofobia interiorizada,” que es inherentemente circular. Los homosexuales que quieren cambiar, dicen, se han tragado (interiorizado) el argumento “homofóbico” de que ser gay es indeseable; por tanto han adoptado una posición de odio hacia sí mismos que se basa en una ilusión. Su propio sentimiento genuino –del que ellos mismos son inconscientes- es que ser gay es bueno y aceptable. Nosotros, y ellos, no podemos aceptar, por tanto, su propia posición percibida de que la homosexualidad es indeseable, incluso para sí mismos. La forma circular de este concepto es sorprendente. La evidencia de la “homofobia interiorizada” es el hecho de que esas personas no quieren ser homosexuales y la razón por la que no quieren ser homosexuales es la “homofobia interiorizada.” Este tipo de pensamiento circular es ahora común en la literatura “políticamente correcta”: ...pertenecer a una minoría con una sexualidad estigmatizada puede exacerbar las causas de una disfunción sexual. Los efectos del discordante estilo de vida y la identidad, la formación de la identidad homosexual, la disforia y la homofobia interiorizada sobre el funcionamiento sexual son tres ejemplos de estos factores de relevancia específica para ser homosexual en esta cultura. Los efectos del SIDA, las dificultades que surgen de los mecanismos del sexo seguro y los efectos psicosexuales de opresión sobre el funcionamiento sexual sano indican cómo los factores importantes para (causados por) el estatus de la minoría sexual pueden influir en el funcionamiento de la sexualidad. 29 La explicación egoísta de la angustia homosexual, sin embargo, es minada por los efectos terribles de los traumas de la infancia sobre el bienestar emocional de los adultos. Muchos estudios demuestran una cantidad tristemente desproporcionada de abuso sexual en las infancias de los hombres homosexuales, sugiriendo que tanto la infelicidad homosexual como la misma homosexualidad derivan de causas comunes y por lo tanto esa infelicidad es una compañía inherente de la homosexualidad: 1.001 hombres homosexuales y bisexuales adultos que asistían a consulta por enfermedades de transmisión sexual fueron entrevistados con respecto a potenciales abusos sexuales durante la infancia y adolescencia. El treinta por ciento de los participantes afirmó haber sido animados o forzados a mantener contacto sexual antes de los 19 años de edad con una pareja mayor o más fuerte; el 94 por ciento tuvo lugar con los hombres. La edad media del participante del primer contacto era de 10 años; la 29 E. Coleman et al., “Sexual and Intimacy Dysfunction among Homosexual Men and Women,” Psyquiatric Medicine (United States) 10, nº 2 (1992), pp. 257-71.
  • 24. 24 diferencia de edad media entre los dos era de 11 años. El cincuenta y uno por ciento implicó el uso de la fuerza; el 33 por ciento implicó sexo anal. 30 A pesar de su plausibilidad superficial y de las reclamaciones repetidas de los activistas, ningún estudio apoya la hipótesis de que la desaprobación social de la homosexualidad produce cualquiera de los altos niveles de angustia interna en los homosexuales –incluso tiempo antes del SIDA. Estudios como el citado arriba sugieren que tanto los altos niveles de angustia emocional como la misma homosexualidad tienen al menos una raíz común en las experiencias dolorosas en la infancia. Las distorsiones que se han convertido en diagnosis psiquiátrica son puestas en perspectiva con exactitud en un número reciente de Science con la afirmación de un científico de la última edición del DSM: …la cuarta edición de estas series constantemente en evolución… (refleja) la última acumulación de conocimiento, más una dosis justa de hábito y prejuicios. El potencial para interrumpir la investigación es “evidente.” 31 PSICOANALISTAS Y HOMOSEXUALIDAD Cuando los psiquiatras solían caracterizar la homosexualidad como una enfermedad, quizá estaban equivocados en las bases científicas. Pero como las enfermedades son moralmente neutrales, podían discutir la homosexualidad sin estigmatizarla aunque fuese una simple opción. Y podían discutir el sufrimiento específico de la condición homosexual sin condenarla mientras identificaban este sufrimiento como uno que tiene su origen en gran medida en el interior de la persona. Los psiquiatras así podían sugerir a los que lo sufrían que, a través de sus propias acciones, podrían ser libres algún día de su aflicción. Pero no sólo fue la definición de la homosexualidad con defectos como una enfermedad médica, los primeros métodos que la psiquiatría médica ofrecía para “curar” esta enfermedad fracasaban con frecuencia, siendo eficaces solamente a manos de un pequeño número de especialistas superdotados. La profesión psicoanalítica como una totalidad –la rama de la salud mental que se centra en el conflicto emocional inconsciente como fuente de “neurosis” –más o menos rechazó la homosexualidad como un problema muy difícil para tratar con consistencia. Un fenómeno paralelo tenía lugar con respecto a los problemas de los llamados “narcisistas”- una condición relacionada, en efecto- sobre la que se solía bromear diciendo que “el paciente más difícil para tratar era un narcisista con éxito.” Quizás como hay tantos heterosexuales narcisistas (y tan pocos homosexuales), durante mucho tiempo se asignaron muchos recursos psicoanalíticos para su tratamiento. Después de cuarenta años de esfuerzo consistente, se desarrollaron métodos eficaces para el tratamiento del narcisismo.32 Pero el tratamiento de la homosexualidad siguió siendo una búsqueda callada de una “minoría.” Por tanto, su etiquetación continua como una enfermedad comenzó a parecer cruel, y fue protestada cada vez más por los activistas como que era cruel, a la luz de la subjetividad implicada en todas las “enfermedades” psicológicas. Como con el cambio en el estatus de la homosexualidad dentro de la psiquiatría organizada, este cambio emergente dentro del psicoanálisis organizado no tiene nada que ver con la evidencia dura y nueva o incluso con nuevos datos clínicos. 30 L. S. Doll et al., “Self-Reported Childhood and Adolescent Sexual Abuse Among Homosexual / Bisexual Men and Women,” Child Abuse and Neglect 16, nº 6 (1992), pp. 855-64. 31 C. Mann, “Behavioral Genetics in Transition,” Science 264, pp. 1686-89. 32 H. Kohut, The Análisis of the Self (New York: International Universities Press, 1971). A su escuela de neo-psicoanálisis se le llama “auto-psicología.”
  • 25. 25 Más bien, reclaman los activistas, el rechazo previo de la homosexualidad por el clásico psicoanálisis freudiano se debía totalmente a un prejuicio producido por un razonamiento defectuoso. De hecho era producido por un razonamiento defectuoso. El psicoanálisis no tiene categoría sólida para la moralidad, por lo que las conductas que se consideraban indeseables tenían que reconceptualizarse como enfermedades. En circunstancias críticas –como en el caso de la admisión de homosexuales declarados en la profesión- estas conductas se evaluaban aunque fuesen defectos morales. Pero con el tiempo el modelo de “enfermedad” vino a verse como mera metáfora. Y por entonces la evaluación moral había desaparecido totalmente de cualquier forma. La primera de estas categorías cuasi morales en caer fue el “narcisismo.”33 A los narcisistas se les consideró una vez intratables e inadecuados como analistas. Ahora todos los institutos de narcisistas tratan y forman a otros narcisistas. La siguiente “diagnosis” en caer que resulta un factor de exclusión, de forma no sorprendente, fue la homosexualidad. Los institutos de psicoanálisis de Jung han seguido de alguna forma un camino similar aunque la teoría del desarrollo homosexual de C. G. Jung difería considerablemente del de Freud. Jung y sus seguidores veían generalmente a los homosexuales masculinos como que tenían una identificación inusualmente fuerte con la parte femenina de la psique (el “anima”), las mujeres homosexuales con la parte masculina (el “animus”). Esta identificación podría distorsionar las relaciones sexuales pero no tenía que hacerlo necesariamente. Y le vieron traer ciertos valores positivos también. Un análisis de la homosexualidad Jungiano por lo tanto apuntaba a suprimir lo negativo, la identificación con el sexo opuesto del mundo de la sexualidad mientras preservaba su valor positivo en los dominios creativos, relacionales e incluso “espirituales.” Los Jungianos se encontraron con algo de éxito utilizando este enfoque más compasivo. Pero los que no estaban “curados” de esta forma de la homosexualidad afrontaban una batalla difícil ganando la aceptación como analistas Jungianos, aunque no tan dura como entre los Freudianos. En efecto, muchos fueron rechazados. En teoría, ambas escuelas compartían la misma idea de que los homosexuales que no pudiesen trabajar por su conducta homosexual eran inapropiados para la consulta clásica del análisis como lo sería cualquier candidato cuya formación no hubiese tenido éxito para curarle de su mayor área de “representación.” Ambas escuelas compartían la idea del “sanador herido,” especialmente en sus primeros años. Y ambas se adherían al dicho galeno: “Médico, cúrate a ti mismo,” creyendo que el mejor médico era el que lo había hecho. Los Jungianos no eran más tolerantes que los Freudianos, simplemente eran más optimistas. Pero recientemente un cambio de mar ha tenido lugar entre los Jungianos que se asemeja al cambio entre los Freudianos. Una forma de vida activamente homosexual ya no prohíbe a nadie ser analista. En efecto, unos artículos publicados recientemente por los teóricos Jungianos incluso han “supernormalizado” la homosexualidad como una variante especialmente creativa, progresista e individualizada del desarrollo normal. 34 Ambas escuelas comparten también ahora, si de alguna forma de mala de gana, la insistencia de los activistas en que los homosexuales sufren principalmente 33 J. Chasseguet- Smirgel, “The Bright Face of Narcisism and Its Shadowy Depths: A Few Reflections,” Psyquiatric Clinics of North America 12, nº 3 (1989), pp. 709-22. 34 R. H. Hopcke, “Symbols of Gay Male Individuation in The Wizard of Oz,” Quadrant 22, nº 2 (1989), pp. 65-77; R. H. Hopcke, “Mildlife, Gay Men and the AIDS Epidemic,” Quadrant 25, nº 1 (1992), pp. 101-10. El tema de la homosexualidad como “supernormal” ha tenido lugar en episodios más tempranos del activismo y eflorescencia homo sexual, notable en Alemania antes de las I y II Guerras Mundiales.
  • 26. 26 debido a la discriminación, al rechazo y la hostilidad que afrontan de una cultura “homofóbica.” Muchos analistas adoptan cada vez más esta postura en público. Pero en privado la mayoría de los analistas que conozco –de cualquier escuela- mantienen una postura bastante escéptica sobre la normalidad comúnmente aceptada ahora y de los beneficios de la homosexualidad. En resumen, los errores frecuentes de la psiquiatría y del psicoanálisis convencional para tratar la homosexualidad con éxito dan crédito a que la homosexualidad no es una enfermedad y que no hay nada malo en ella. Los sufrimientos relacionados con la homosexualidad deben enraizarse por tanto en el rechazo social que estimula a los progresistas. En otras palabras, si no podemos arreglarla, no debe ser un problema. Una forma mejor de determinar la conveniencia o inconveniencia de la homosexualidad es dejar atrás el pensamiento circular y la retórica egoísta y examinar en vez de ello los hechos médicos. Como veremos en el siguiente capítulo, mucha de la investigación detallada y sofisticada muestra que la homosexualidad está relacionada inequívocamente con un gran número de problemas médicos sofisticados –incluso aparte del SIDA. CAPÍTULO 3 ¿ES DESEABLE LA HOMOSEXUALIDAD? BRUTALIDADES ¿Qué pensarías si un pariente, amigo o colega tuviese una condición que está relacionada rutinariamente, si no siempre, con los siguientes problemas:  Una probabilidad significativamente disminuida de formar o preservar un matrimonio con éxito.  Una disminución de cinco a diez años en la esperanza de vida.  Cáncer de esófago inevitablemente fatal.  Neumonía.  Hemorragia interna.  Incapacidades mentales serias, muchas de las cuales son irreversibles  Incidencia de suicidio mucho más alta de lo habitual  Una probabilidad muy baja de que sus efectos adversos puedan eliminarse a menos que la condición misma sea eliminada.  Sólo un 30 por ciento de probabilidad de ser eliminada a través de untratamiento largo, con frecuencia costoso y que consume mucho tiempo en una población de otra manera no seleccionada de pacientes (aunque un índice muy alto de éxito entre los muy motivados, pacientes cuidadosamente seleccionados) Podemos añadir cuatro cualidades a esta condición no nombrada. Primero, aunque sus orígenes sean influenciados por la genética, la condición está, hablando estrictamente, enraizada en la conducta. Segundo, las personas que tengan esta condición continúan la conducta a pesar de las consecuencias destructivas de hacerlo. Tercero, aunque algunas personas con esta condición la perciben como un problema y quieren librarse de ella, otros muchos niegan tener ningún problema y resisten violentamente a todos los intentos de “ser ayudados.” Y
  • 27. 27 cuarto, estas personas que se resisten a ser ayudadas tienden a socializarse unas con las otras, a veces de forma exclusiva y forman un tipo de “subcultura.” No hay duda de que querrías profundamente a alguien cercano a ti que tenga una condición así. Y si la sociedad la considerase o no indeseable o incluso una enfermedad, querrías ayudarle. Sin duda, considerarías que merece la pena “tratarse,” es decir, buscarías ayudar a tu pariente, amigo o colega eliminando totalmente la condición. La condición de la que estamos hablando es el alcoholismo. El alcoholismo es claramente indeseable precisamente debido a todas las contraindicaciones relacionadas directamente con él, aunque no todo alcohólico desarrolla todos los problemas relacionados con él. El alcoholismo es una forma de conducta compulsiva o adictiva que tiene “causas” volitivas, familiares, psicológicas, sociales y genéticas. Si puede ser considerada una “enfermedad” en el sentido estricto del término contribuye a una discusión filosófica interesante pero a una práctica inútil –como sucede para todas las adicciones. Sin embargo, del índice relativamente modesto de “curaciones”, todavía merece la pena tratarse y tratarse como si fuese una enfermedad (como hace la psiquiatría organizada, que la enumera como un desorden), debido a las consecuencias personales y sociales enormemente serias de no hacerlo. COLOCANDO DOS Y DOS JUNTOS Y ahora imagina que otro amigo o colega que tenga una condición relacionada con una lista similar de problemas:  Significativa disminución de probabilidades de formar o preservar un matrimonio con éxito.  Disminución de veinticinco a treinta años de esperanza de vida.  Enfermedad del hígado crónica, potencialmente fatal –hepatitis infecciosa, que aumenta el riesgo de cáncer de hígado.  Enfermedad inmune inevitablemente fatal que incluye cánceres relacionados.  Cáncer rectal frecuentemente fatal  Múltiple intestino y otras enfermedades infecciosas  Incidencia de suicidio mucho más alta de lo normal.  Probabilidad muy baja de que sus efectos adversos se puedan eliminar a menos que se elimine la misma condición.  Al menos cincuenta por ciento de probabilidad de ser eliminada por medio de un tratamiento largo, con frecuencia costoso y que consume mucho tiempo en un grupo no seleccionado de sufridores (aunque existe un índice de éxito muy alto, en algunos casos casi del 100 por ciento, para grupos de personas muy motivadas y cuidadosamente seleccionadas). Como con el alcoholismo: Primero, aunque sus orígenes pueden ser influidos por la genética, la condición es, hablando estrictamente, un patrón de conducta; segundo, individuos que tienen esta condición continúan en la conducta a pesar de las consecuencias destructivas de hacerlo. Tercero, aunque algunas personas con esta condición la perciben como problema y les gustaría librarse de ella, otros muchos niegan tener cualquier problema y resisten violentamente todos los intentos de “ser ayudados;” y cuarto, algunas de las personas con esta condición –especialmente aquellas que la niegan como problema- tienden a socializarse casi exclusivamente unas con tras y forman una “subcultura.”
  • 28. 28 Esta condición es la homosexualidad. Sin embargo, a pesar de los paralelos entre ambas condiciones, lo que es sorprendente hoy son las reacciones acusadamente diferentes a ellas. Abordaremos algunos de los puntos de arriba en detalle en otras secciones de este libro. Pero por ahora, volveremos a las brutalidades de las consecuencias adversas de la homosexualidad. Para hacerlo, miraremos un número de estudios recientes que discuten los problemas que se encuentran generalmente entre los homosexuales varones. Estos estudios examinan generalmente los problemas médicos que entraña la conducta homosexual típica, un punto importante a enfatizar ya que el deseo homosexual no es más intrínsecamente problemático que cualquier otro deseo. Debemos subrayar que estos estudios se centran en los homosexuales varones por dos razones principales: Las prácticas sexuales lésbicas tienen menos riesgos que las prácticas sexuales de los gays y las lesbianas no son tan promiscuas como los gays. La mayoría de estos estudios tienen la finalidad –como todos los estudios médicos, al final- de aliviar la angustia y el sufrimiento. Pero dejan sin examinar si la misma condición homosexual es la fuente del problema. En cualquier evento, presumen que la conducta homosexual es inmutable. Por tanto, se concentran en cambiar las conductas de “alto riesgo” que se encuentran entre los homosexuales para disminuir el riesgo. En otras palabras: Como cambiar de la homosexualidad a la heterosexualidad es tabú e imposible, dicen, se debería cambiar las conductas relacionadas con la homosexualidad para hacerla segura o al menos más segura. DIFERENTES FORMAS DE VIDA, DIFERENTES PERIODOS VITALES Los activistas gays crean deliberadamente una imagen de la vida homosexual, especialmente entre los hombres, que es la homóloga de la vida heterosexual. Su objetivo es evitar provocar el distanciamiento de los heterosexuales comprensivos que constituyen la amplia mayoría de la gente. Por ejemplo, El manual de un activista advierte: “En cualquier campaña para convencer al público, se debe retratar a los gays como víctimas… Las personas que aparecen en la campaña de medios deben ser… indistinguibles de los heterosexuales que nos gustaría alcanzar.”35 Otros avisos: “No se debe rechazar a las masas por la exposición prematura a la misma conducta homosexual.” 36 A pesar de la clara evidencia de que las normas homosexuales son evidentemente diferentes de la norma heterosexual, se ha creado la impresión pública general de que los gays son poco diferentes de los heterosexuales. Las citas de arriba muestran la consciencia entusiasta de algunos activistas gays de la necesidad de una protección engañosa. Pero en muchos casos parece como si muchos gays hubiesen comprado esta imagen construida artificialmente para toda esperanza. La siguiente comparación entre heterosexuales y homosexuales se presenta para mostrar por qué los homosexuales corren el riesgo de las condiciones que se analizarán en la siguiente sección. Una vez más, debo enfatizar que una así llamada “orientación sexual” o “identidad homosexual” no produce en sí misma problemas médicos; sólo los producen las conductas típicamente homosexuales. De forma similar, el deseo de alcohol no es nocivo en sí mismo; sólo lo es el beber. En el gráfico que sigue, los datos sobre prácticas homosexuales están tomados de dos fuentes. Una fuente es The Social Organization of Sexuality: Sexual Practices in the United States, la encuesta más rigurosa científicamente para saber los hábitos sexuales de los americanos. (Sex in America condensa la misma investigación para 35 M. Kirk y H. Madsen, After the Ball :How America Will Conquer Its Fear and Hatred of Gays in the 90’s (New York: Doubleday, 1989) 36 M. Kirk y E. Pill, “The Overhauling of Straight America,” Guide, Noviembre de 1987, p. 24.
  • 29. 29 una audiencia más general.) La otra fuente consiste en unos datos compuestos sobre las prácticas homosexuales desde una serie de estudios en la conducta homosexual y el cambio de conducta, la mayoría con el objetivo de estudiar las condiciones médicas relacionadas con los gays y para reducir el riesgo del SIDA. Sería mejor si los datos sobre los homosexuales y los heterosexuales fueran tomados exclusivamente del mismo conjunto de muestras y estudio. Pero como señalan los autores de Sex in America, debido a las técnicas de muestras que aseguran que el estudio era una sección de cruce exacta del pueblo americano, “había pocos homosexuales en nuestra encuesta”37 –demasiado pocos para estudiar independientemente. Más específicamente, los autores encontraron una incidencia en todo el país de la homosexualidad masculina de sólo el 2.8 por ciento y de sólo el 1.4 por ciento de la homosexualidad femenina. De los 3.432 que respondieron sólo 192 de los hombres y 96 de las mujeres eran homosexuales, por lo que no había una muestra lo bastante grande de la que sacar conclusiones con sentido para algunas de las cuestiones más importantes. La siguiente tabla muestra claramente que el estilo de vida típicamente homosexual –especialmente entre los hombres- difiere dramáticamente de los promedios americanos. Esta diferencia significa poco por sí misma pero el hecho de que todas estas mismas diferencias sean factores de riesgo para múltiples enfermedades médicas es muy significativo. Y porque, como advierten los autores de Sex in America, la gente tiende a tener relaciones sexuales predominantemente con personas que comparten sus formas de vida y preferencias, los riesgos relacionados con la homosexualidad tienden a ser compartidos con otros homosexuales. Este es un punto evidente pero tiene consecuencias importantes cuando la consideramos enfermedad. Tabla 1 Parámetros claves de la Conducta Homosexual versus Heterosexual Parámetro Homosexual Heterosexual Ratio: Homosexual a Heterosexual Porcentaje total 2.8 por ciento 97.2 por ciento 1:35 de población, hombres Porcentaje total 1.4 por ciento 98.6 por ciento 1:70 de población, mujeres Número Promedio 50 4 12:1 De parejas durante toda la vida Monógamos* <2 por ciento 83 por ciento 41:1 Número promedio 8 1.2 7:1 de parejas durante los últimos doce meses 37 R.T. Michael et al., Sex in America: A Definitive Survey (Boston: Little, Brown & Co., 1994), p. 134. Paul Robinson, profesor de la Universidad de Stanford y experto en investigaciones sexuales advierte: “La gran fuerza del nuevo estudio consiste en que sus participantes fueron seleccionados de acuerdo con las técnicas más sofisticadas de probabilidad de muestra, las mismas técnicas utilizadas en las votaciones políticas y mercado. Sus averiguaciones pueden generalizarse así a toda la población en general con un alto grado de confianza.” Como se cita en P. Robinson, “The Way We Do the Things We Do,” New York Times Book Review, 30 de Octubre de 1994, p. 3.