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HORA # 15. Sugestiones acerca de la selección del
texto.
Introducción: Siendo el texto una parte tan vital del
sermón, conviene que el predicador ejerza sumo
cuidado en su selección.
Por vía de orientación, y sin pretender haber
agotado las posibilidades del asunto, veamos las
siguientes sugerencias que nos ser útiles al ponerlas
en práctica sistemáticamente.
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Primero, el predicador debe escoger un texto que se
apodere de su propio corazón.
Nunca predique sobre un texto, si éste no en vibra las
cuerdas de su propia alma.
Tiene que hablar al predicador antes de que el
predicador pueda hablar a su congregación.
Un antiguo marinero dijo: “Predicar significa sacar de
tu corazón algo que arde y luego meterlo en mi
corazón”.
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Segundo, el texto debe elegir un mensaje que contribuya a
satisfacer la necesidad espiritual específica más apremiante de la
congregación.
La meta de la predicación, como hemos repetido ya varias veces,
es la de “satisfacer las necesidades humanas”.
Es importante: un amplio conocimiento de la Palabra;
una buena dosis de sentido común; y,
el constante desarrollo del poder de discernir la correspondencia
entre las circunstancias de sus oyentes y la condición de las
personas históricas a quienes el pasaje bíblico fue dirigido.
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Tercero, Debe influir en la selección del texto el carácter de los
mensajes predicados recientemente ante la congregación.
El pueblo del Señor necesita una ración equilibrada, para su salud
espiritual “todo el consejo de Dios”.
Para evitar la monotonía como el desequilibrio en su trabajo en el
púlpito.
El pastor sabio revisará sus sermones con frecuencia para saber si
está abarcando con equilibrio los seis propósitos generales de la
predicación.
Además, ver si está alimentando a su congregación con mensajes
tomados de todas partes de la Palabra de Dios.
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Cuarto, por regla general es relevante la selección de textos que sean
claros en su sentido.
Los textos perspicuos tienen la ventaja de sugerir inmediatamente
los temas que de ellos se derivan.
Ahorran tiempo, no precisan ser explicados, ayudan a los
creyentes a comprender y recordar el sermón.
Antes de emprender la tarea, el predicador debe estar seguro que
puede aclarar la dificultad que el texto ambiguo presente.
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Continuación…generalmente es mejor escoger un texto que hace
hincapié sobre los aspectos positivos de la religión cristiana.
El predicador hará bien en considerar el contraste marcado
entre el Decálogo y el Sermón del Monte.
Su modelo debe ser el precepto positivo de éste y no la
prohibición negativa de aquél.
Debe tomar a pecho este sabio consejo: “la refutación del error
es una tarea interminable; sembrad la verdad y el error se
marchitará”.
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Quinto, Es de sabios, seleccionar textos que apelan a la imaginación,
textos que presentan “algo que ver, algo que sentir o algo que hacer”.
Estas ventajas fueron reconocidas por Cristo y por los profetas del
Antiguo Testamento. Por ejemplo, la pregunta, “¿Y quién es mi
prójimo?”, el Señor no contestó con una definición abstracta. Pintó
más bien un cuadro.
Y en ese cuadro puso actividad, conflicto, contraste y seres humanos
parecidos a nosotros.
Cuando el profeta Nathán quiso redargüir la conciencia del rey
David, no hizo un discurso del adulterio y del homicidio como tales.
Simplemente, pintó un cuadro; apeló a la imaginación del rey David .
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Hora #16. Tema: La recta interpretación del
texto.
Introducción: El predicador tiene su texto.
Familiarizado con las necesidades de su
congregación, meditó en la Palabra, su
fidelidad en la oración, el deseo de
glorificar a Cristo, ayudar a sus oyentes…
todo ha “subido en memoria a la presencia
de Dios” y el Espíritu Santo ha llenado su
corazón pero, tiene que hacer una recta
interpretación del texto.
¿CÓMO?
CÍRCULOS DE
CONTEXTO
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1. la posesión de las disposiciones espirituales que le capacitarán para
entender la mente del Señor.
Estas disposiciones son cuatro, a saber:
1). un corazón regenerado;
2). amor a la verdad;
3). el espíritu de oración; y
4). la voluntad de obedecer a Dios.
Sin estas cuatro disposiciones espirituales es absolutamente imposible
que uno sepa interpretar a otros la Palabra de Dios, no importa cuán
erudito sea.
Con ellas, muchos hombres de escasa preparación intelectual han
logrado una maravillosa comprensión de las verdades divinas.
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La primera fase de este método de
interpretación, pues, es el estudio histórico del
pasaje.
La recta interpretación de cualquier pasaje
bíblico es imposible sin un estudio de la
situación histórica de la cual brotó y a la cual
fue originalmente dirigido
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Al interpretar un documento es de primordial importancia
descubrir quién fue su autor y determinar la época, el lugar y las
circunstancias en que escribió.
Por consiguiente, el intérprete debe tratar de olvidar el momento y
circunstancias actuales y trasladarse a la posición histórica del
autor, mirar a través de sus ojos, darse cuenta del ambiente en que
actuó, sentir con su corazón y asir sus emociones.
Aquí notamos el alcance del término “interpretación HISTÓRICO-
GRAMATICAL”.
Tenemos que apropiarnos no sólo la tendencia gramatical de las
palabras y frases sino, también, sentir la fuerza y la situación de las
circunstancias históricas que en alguna forma, pudieron afectar al
escritor.
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La segunda fase de este método de interpretación es el examen
de todos los detalles literarios del pasaje bajo consideración.
Hay que hacer un estudio lexicográfico, para precisar el
significado de cada palabra que el pasaje contiene.
Es necesario averiguar su derivación etimológica, la historia
de su significado, y el sentido que el uso contemporáneo
asignaba a la palabra en el tiempo en que el autor inspirado
la empleó (usus loquendi).
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En segundo lugar, es indispensable un análisis gramatical del
pasaje, “descomponiéndolo en proposiciones para estudiar cada
una de ellas,
señalando su naturaleza, el oficio que desempeñan y las
propiedades de los elementos más importantes que constituyen
cada proposición”.
En tercer lugar, es necesario hacer un examen retórico del pasaje,
tomar nota de su género literario al cual pertenece (ley, historia,
narrativa, poesía, profecía, parábola, epístola, carta o apocalíptica)
y explicar todas las figuras de lenguaje a la luz de las costumbres y
prácticas de la época en que el autor vivió.
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En seguida, es necesario establecer la
relación del pasaje con su contexto, tanto el
“contexto inmediato”,
consistente en la sección particular del
libro en la cual el pasaje se encuentra,
como el “contexto remoto”, que abarca el
argumento total del libro en cuestión.
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En cuarto lugar, es preciso
hacer un parangón con los
pasajes paralelos en que los
mismos términos
o las mismas ideas aparecen
en otros escritos del mismo
autor
y en los escritos de los demás
autores inspirados.
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Por último, para la recta interpretación de las Escrituras es el
ejercicio de un agudo sentido de pertinencia.
Comprender los puntos parecidos entre la situación
histórica
a la cual el escritor bíblico se dirigió y
la situación contemporánea a la cual el predicador moderno
tiene que dirigirse.
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Hay dos hechos que garantizan que siempre habrá puntos de
correspondencia entre estas dos situaciones.
Uno es el hecho de la inmutabilidad del carácter de Dios. El otro es el
hecho de la unidad de la raza humana.
Dios no cambia. “Toda buena dádiva y todo don perfecto es de lo alto,
que desciende del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni
sombra de variación”.
Tampoco ha cambiado la naturaleza esencial del hombre. Al través de
todas las edades y en todo lugar; sin importar el idioma, color de piel,
grado de cultura, o cuántas sean sus posesiones materiales, la naturaleza
del hombre, siempre es la misma.