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HUMILDAD hum* Carlos MORLAN 
Obr/7 (recibir experiencia y transmitirla a los demás) 
hum/1 Para ser así, fieles, apoyaos en el Señor: es decir, no confiemos únicamente en 
nuestras escasas energías. Nadie más ridículo que el que se jacta, presuntuoso, de lo que 
realiza. El diablo se organiza para coger a los hombres por la vanidad y por el orgullo. Tened el 
convencimiento de que nuestra fortaleza es prestada, que la verdadera fuerza y perseverancia 
sobrenatural en el bien vienen de Dios. Ninguno se crea mejor que los demás, ninguno se 
considere exento de errores y de pasiones. Si nos supusiéramos al margen de la miseria 
humana, seríamos la risa del diablo y del mundo. Fuera, hijos, el orgullo y la vanidad: 
buscad sólamente la gloria de Dios.(de nP;c/ 74,17c) 
No olvidemos las pobres miserias de nuestra vida; frecuentes como el tic-tac de un reloj: 
porque así no nos olvidamos tampoco de que nuestra pobre fortaleza, lograda con la gracia 
divina, está formada de debilidad (...). Insisto en que el humilde reconocimiento de nuestra 
debilidad, ante el Señor, será la mejor base para nuestra firmeza.(de nP; c/ feb74, 21fg) 
hum/2 (hum de unos hombres con otros) 
En el hombre hay que distinguir dos cosas: lo que es de Dios y lo que es del hombre... 
Humildad, tomada en su sentido estricto, es el miedo reverencial por el que el hombre se 
somete a Dios. Por eso debe el hombre subordinar lo que hay de humano en sí mismo a lo que 
hay de Dios en el prójimo. Pero la humildad no exige que se someta lo que hay de Dios en sí 
mismo a lo que parece ser de Dios en el otro... Así como tampoco exige que se someta lo 
humano propio a lo humano de los demás (S.Th. II-II,161,3). 
hum/3 El soberbio en lo que está de su parte carece de la necesaria flexibilidad para 
contemplar las cosas desde un punto de vista que no sea el suyo; y aun cuando lo lograse, su 
orgullo le impediría reconocer las cosas con objetividad. Ante un problema oscuro, la inquietud 
del soberbio no se aquieta tanto con su clarificación, como con que se le reconozca un papel 
activo, meritorio en el desenlace del problema. El soberbio es incapaz de recibir la verdad: él 
sólo sabe inventarla o crearla (...). 
Entre los síntomas del itinerario de la soberbia, como ha escrito nuestro Padre, destacan las 
manifestaciones de la pérdida del sentido sobrenatural: enmohecimiento del corazón para la 
piedad, para la fraternidad, para los encargos apostólicos; se enrarece el carácter, con 
reacciones desproporcionadas ante estímulos ordinarios; el alma se ensombrece y crea 
distancias respecto a los demás y como un alejamiento de lo que, en horas de fidelidad, era 
algo entrañable; aparece la frialdad de una criatura que no ha asimilado sobrenatural-mente 
una humillación, o un error o un detalle que suponía un vencimiento (c/feb74,7) 
(...). 
Si uno habitualmente se quedara insatisfecho con los motivos que suelen acompañar a las 
indicaciones de los Directores, y sintiera como un afán de exigir siempre más explicaciones; si 
al obedecer, con frecuencia se encontrase molesto o inquieto por los criterios recibidos, en la 
vida interior, en el apostolado o en la propia formación; si la idea de que se le exige o 
condiciona demasiado predominase sobre cualquier otra consideración; si notase que no vibra 
con la misma ilusión que sus hermanos, no ya en los grandes principios, sino en los pormenores 
prácticos de la labor; si percibiese una resistencia en entender la importancia de cumplir 
fielmente el espíritu y los modos apostólicos propios del Opus Dei... Todo eso es señal de que 
la luz no alumbra toda la casa.(cn, II-77,p.9-10) 
hum/4 (¿por qué hum?) 
1
Quizá os preguntéis: ¿por qué insiste el Padre siempre tanto en lo mismo?; ¿Por qué nos 
habla continuamente de humildad? Pues, por la sencilla razón de que el enemigo capital dr 
nuestra fidelidad a Dios es la soberbia. Con este gran pecado, ya os lo he dicho, aparece 
marcada la cabeza del Maligno, que sólo busca obcecar la nuestra, con el fin de confundirnos 
acerca de quiénes somos: seréis como dioses (Gen.3,5), nos sugiere arteramente, con distintos 
matices, con su propuesta ancestral (P-A; c/Feb.79,22 fin). 
hum/5 (pedir; no engañarnos) 
Os encarezco nuevamente que imploréis a Dios la gracia de la humildad. La soberbia 
interpone un tremendo obstáculo entre Dios y el hombre. La gracia de Dios penetra, como un 
rayo, en el corazón humilde, le da calor, y arranca destellos de luz. La soberbia, en cambio, 
corta ese rayo luminoso y hace que el alma ande en tinieblas y que se hiele cuanto se encuentra 
a su alrededor. Dirigíos al Señor, con las palabras de aquella antigua oración litúrgica, que 
conmovía a nuestro Padre: quia tibi sine te placere non possumus, no podemos agradar a Dios, 
si El no nos lo concede (51a). 
No permitáis que la soberbia os engañe. Mirad que junto al convencimiento de que 
personalmente no valemos nada, de hecho muchas veces nos buscamos enseguida a nosotros 
mismos: hablo de una experiencia que nos aflige a todos. (P-A;c/Sept.75,52a). 
hum/6 (crt n;4.3 -> dejarnos ayudar) 
La humildad os llevará a no fiaros de vuestro propio criterio, y a ser almas de oración, 
implorando continuamente el auxilio divino, y aprovechando bien el que os presta con tanta 
abundancia la Obra, en estos momentos de confusión general (7 fin). 
Es el trato con Dios el que facilita el ejercicio de la humildad, lo que nos da continuamente 
la medida de nuestra pequeñez, y como un instinto para pedir ayuda y para dejarse ayudar 
efectivamente. Os lo he enseñado desde el comienzo: si no fuésemos prácticamente 
contemplativos, nos sería muy difícil perseverar (de nP;c/Jun.73,30 fin). 
hum/7 (crt n;últ. -> ante fallos,acudir a nP) 
No faltarán las mínimas o las grandes derrotas; pero, si somos humildes, nos llevarán a 
cantar O felix culpa!: perdón, Señor, porque he caído de bruces en esta ocasión, pero así me 
percato con mayor fuerza de que no soy nada, de que no valgo nada, de que no puedo nada; 
como veo de modo tan claro mi nulidad, estoy seguro de que con la gracia de Dios venceré, ya 
que no me queda otro remedio que el de acudir a Ti; omnia possum in eo qui me confortat 
(Fil.4,13) ¡Y ahora que tenemos en el cielo un Padre, que es abogado! Yo me lo imagino 
delante de Jesús, intercediendo: es verdad que este hijo mío, o esta hija mía, no se ha portado 
muy bien, pero se ha encontrado en tales o cuales circunstancias atenuantes; y además, mira 
cómo se arrepiente, qué sincero es, cómo se levanta y con qué deseo se prepara otra vez para la 
lucha. Y Nuestro Señor, después de oir benignamente esa defensa, hecha con paterno amor por 
quien es un hijo suyo predilecto, nos bendecirá con su perdón y con su gracia (P-P;c/ju-n76,18a). 
hum/8 (crt n;2.4 -> no desánimo) 
Por eso, al tropezar con nuestra debilidad, no nos invadirá el desánimo, que sería ilógico: lo 
natural es prorrumpir en un cántico de acción de gracias, al darnos mejor cuenta de que si Dios 
nos ha escogido es porque nos ha amado con amor de predilección, sin ningún mérito por 
nuestra parte. Ante la evidencia de nuestra poquedad, persuádamonos, en cuanto la notemos, de 
que el Señor nos ilumina con luces más potentes, más misericordiosas, para que miremos mejor 
los recovecos de nuestra alma. Nos esforzaremos entonces, no con desánimo -fruto de la 
soberbia-, sino con humilde agradecimiento, en cortar, en corregir, en modificar, y echaremos 
fuera tanta basura. 
2
(...) La consecuencia de vernos, con la ayuda divina, miserables, pobres, pecadores, no se 
traducirá jamás -insisto, hijos- en desesperanza. Al contrario, nos animará una esperanza 
mayor, más sobrenatural, más fundada en la misericordia de Dios, y no en nuestras propias 
fuerzas (P-P;c/sep75,53bc) 
hum/9 (nP:llevar razón) 
Luchad, sobre todo , con la soberbia. Cuando penséis que tenéis toda la razón y sentís que os 
enconáis contra cualquiera -y especialmente, lo que es muy difícil que suceda, si fuese con 
alguno que cumple su deber de conducir la comitiva-, ¡abrid el corazón, y pedid a Dios mucha 
humildad! No deis lugar al diablo (nP;cdf sep90h) 
hum/10 (hum según esp.Opus Dei) 
La humildad que intentamos practicar y robustecer en el Opus Dei no consiste en actitudes 
exteriores, superficiales; es algo muy íntimo, profundamente radicado en el alma. Se 
manifiesta en el convencimiento profundo y sincero de que no somos mejores que los demás y, 
al mismo tiempo, en la certeza firme de que hemos sido convocados específicamente por Dios 
para servirle en medio de las distintas situaciones de cada momento y traerle muchas almas. 
Esta seguridad nos llena de optimismo, a la vez que nos impulsa a dar toda la gloria a la 
Santísima Trinidad, sin buscar nada para nosotros mismos, y nos empuja a interesarnos por 
quienes nos rodean. ¡Cómo se entiende aquel deseo santo de nuestro querido Fundador, cuando 
nos urgía: "dejad la garra santa de Dios en todos los que pasen a vuestro lado"! (h). 
Déjame que te pregunte -también yo me formulo estas mismas cuestiones, con exigencia-: 
¿procuro pisotear mi yo, contrariando mi gusto, mis aficiones, también en cosas lícitas y 
nobles? ¿Procuro no herir a los demás, con mi tratro altenero o despegado? ¿Acudo con 
prontitud a socorrer las necesidades de los demás? Veo en quienes conmigo conviven, o 
trabajan, a Jesucristo, de modo que El me lleve a esmerar mi atención, mi delicadeza en el trato, 
y mi espíritu y mi realidad de servicio? ¿Lucho contra mi mal genio, e incluso contra una 
justificada reacción, en mi trato con los demás? (P-P;cdf ago89 m). 
hum/11 (vivir con naturalidad: hum colectiva) 
Por la tanto, debéis trabajar con naturalidad, sin espectáculo, sin pretender llamar la 
atención, pasando inadvertidos, como pasa inadvertido un buen padre que educa cristianamente 
a sus hijos, un buen amigo que da un consejo lleno de sentido cristiano a otro amigo suyo, un 
industrial o un negociante que cuida de que sus obreros estén atendidos en lo espiritual y en lo 
material (...) Con una humildad personal tan honda, que os lleve necesariamente a vivir la 
humildad colectiva, a no querer recibir cada uno la estimación y el aprecio que merece la Obra 
de Dios y la vida santa de sus hermanos (nP;c/090132,64; cdf ago89 j). 
hum/12 (hum colectiva) 
El Señor nos exige que cultivemos a diario esta humildad colectiva, para que sólo a El vaya 
toda la gloria (...) (k). 
También en este aspecto tan característico de nuestro espíritu se pone claramente de 
manifiesto que la Obra la hace Dios, y que el apostolado que realizamos es apostolado suyo. 
Por eso -¡hijas e hijos míos, meditadlo bien!- no buscamos gratitud o pago humano por nuestra 
labor: nuestra ambición es servir con tal delicadeza y naturalidad, que ni siquiera puedan darnos 
las gracias. "Esta humildad colectiva -que es heroica, y que muchos no entenderán- hace que 
los que forman parte de la Obra pasen ocultos entre sus iguales del mundo, sin recibir aplausos 
por la buena semilla que siembran, porque los demás apenas se darán cuenta, ni acabarán de 
explicarse del todo ese bonus odor Christi <2Cor.2,15>, que inevitablemente se ha de 
desprender de la vida de mis hijos" <nP;c/090132,64> (P-A; cdf ago89 l). 
hum/13 (manifestaciones de soberbia) 
3
 Apego al juicio propio; sentirnos muy "objetivos" y "ecuánimes", mientras los demás no 
lo son; amor propio; querer llevar razón; no valorar las opiniones ajenas; hablar de mis cosas 
 Querer sobresalir: que se sepa que YO he hecho esto; gustarnos ser imprescindibles; 
vanidad; engreimiento; hacer acepción de personas 
 Sentirnos incomprendidos (no nos valoran); suspicacias; susceptibilidad; compararnos 
con los demás. 
 No saber pedir perdón; no saber rectificar; frialdad respecto a los demás; rencor; envidia; 
rebajar a los demás; murmuración 
 Temor a quedar mal; miedo al ridículo; respetos humanos; afán de justificarse -> se 
escapan mentiras 
 Faltas de sinceridad, naturalidad y sencillez; no ver los propios defectos; no soportar la 
corrección 
 Especial dificultad para vivir la obediencia 
(propia cosecha) 
hum/14 (forma primaria de humildad y soberbia) 
La soberbia no es primariamente una forma de portarse con los demás. Soberbia es ante todo 
una postura ante Dios. Quiere decir, fundamentalmente, la negación de la relación criatura- 
Creador; el soberbio niega la dependencia de Dios como criatura. 
De las dos cosas que definen el pecado: alejamiento de Dios y acercamiento a los bienes 
perecederos, lo primero es lo que determina y constituye la forma definitoria de lo pecaminoso. 
Este aspecto constitutivo del pecado se encuentra en la soberbia de una manera especialísima y 
específica, como en ningún otro: "Todos los pecados son fuga de Dios; la soberbia es el único 
que le planta cara" (Casiano). Los soberbios son también los únicos pecadores a quien Dios no 
soporta, según dice la Biblia, en la Epístola de Santiago 4,6. 
Tampoco la humildad es en primer término una forma de relacionarse con los demás, sino 
una forma determinada de estar en la presencia de Dios. Ese carácter de criatura, que es 
inherente al hombre y que la soberbia niega y destruye, es afirmado y mantenido por la 
humildad. Si ese carácter creacional del hombre, el ser hechura de Dios, es lo que constituye su 
esencia, la humildad, en cuanto "sometimiento del hombre a Dios", es la aceptación de una 
realidad primaria y definitiva (lvf,279). 
hum/15 (saber perdonar) 
Disculpar siempre, porque lo que quita la paz son las pequeñeces de la soberbia: No pienses 
más en eso: perdona; lo que te han hecho, no es una injusticia: déjalo, olvídalo. Y después, 
aceptar la Voluntad de Dios. Ver al Señor detrás de cada suceso. Con esta receta seréis felices, 
alegres, serenos. 
(...) Perdonar es algo completamente sobrenatural, un don divino. Los hombres no saben ser 
clementes. Nosotros perdonamos en tanto en cuanto participamos de la vida de Dios, por medio 
de la vida interior, de la vocación, de la llamada divina, a la que procuramos corresponder en la 
medida de lo posible. 
(...) Sabéis que es parte del espíritu del Opus Dei la prontitud para perdonar. Y os he 
recordado que, perdonando, también demostramos que tenemos un espíritu de Dios. porque la 
clemencia -repito- es una manifestación de la divinidad. Participando de la gracia del Señor, 
perdonamos a todos y los amamos. Pero también tenemos lengua, y hemos de hablar y escribir, 
cuando lo pide el honor de Dios y de su Iglesia, el bien de las almas (nP; "En diálogo con el 
Señor", p. 207/8). 
hum/16 (obstáculos a la entrega: soberbia) 
4
¡Vale la pena, hijos de mi alma, pronunciar un sí sincero a las exigencias concretas de la 
llamada! ¡Vale la pena mostrarse totalmente disponibles -cada uno, repito, según las 
circunstancias personales en las que Dios se ha dignado escogerle-, sin poner condiciones al 
amor! ¿Sabéis de dónde proceden principalmente los posibles condicionamientos que podemos 
inventarnos? De la soberbia, en sus variadísimas manifestaciones; de esa soberbia que todos 
arrastramos y que hábilmente se disfraza, para convertirnos en tristes esclavos de nuestro yo, en 
lugar de ser siervos, ¡amigos felices!, de ese Dios que nos ama sin medida. Sólo la falta de 
humildad resulta capaz de impedir que nuestra entrega sea total, absoluta, incondicionada, 
como el Señor espera (P-A; cdf 315c). 
hum/17 No podemos creernos el centro de todo, que pensemos que todo debe girar alrededor de 
nosotros. Y lo peor es que, si cayeses en este defecto, cuando te digan que eres soberbio, no te lo 
creerás; porque mientras el humilde se cree soberbio, el soberbio se cree humilde nP; mar62, p. 9). 
5
HUMILDAD 
A pesar de tener la forma de Dios se anonadó (... ), se humilló haciéndose obediente hasta 
la muerte (Flp 2,6-8). Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29). En 
verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos 
(Mt 18,3). 
Al considerar cuántas humillaciones sufrió el Señor, especialmente las afrentas de la 
Pasión (insultos, acusaciones falsas, salivazos, azotes, etc.), se pregunta Santo Tomás por qué 
quiso abajarse tanto. La respuesta es que nuestro peor enemigo es la soberbia, y convenía que 
en este tema recibiéramos lecciones imborrables. ¿Aprendemos? 
Humildad no es apocamiento, cobardía, timidez. Es, simplemente, la verdad; saberse 
nada delante de Dios, que es Todo. Verse criatura: todo el ser recibido. En especial debemos 
tomar conciencia de que en el orden de la gracia no podemos nada: Sin Mí no podéis hacer 
nada (Jn 15,5), dice el Señor en la última Cena. Saber que lo bueno que hay en nosotros de 
Dios viene, y que el pecado es obra cuya autoría nos tenemos que adjudicar. 
Sin humildad no agradaremos a Dios ni a los hombres. Está como en la base de todas las 
virtudes, pues si se carece de ella, las pretendidas virtudes no serían más que motivos para la 
soberbia. Con ella, la paz, la serenidad, el buen humor, la comprensión, la generosidad, la 
obediencia, el perdón... 
384 Salvarse por la humildad Se cuenta que fue un día arrebatado en éxtasis San 
Antonio y que, cuando volvió en sí, sus monjes le rodeaban para preguntarle lo que había visto. 
Hijos míos, les dijo, he visto el mundo cubierto de redes, y dentro de ellas tropezaban los 
pobres hombres, precipitándose en espantosos abismos. Entonces los monjes dijeron: Pues si 
todo el mundo está envuelto en esas misteriosas redes, ¿quién podrá librarnos de ellas? 
Respondió el Santo: Los que son humildes, los que se han conocido a sí mismos a la luz de la 
humildad. M. Alegre, Orientaciones para el examen de conciencia 
385 Una historia mínima Esta historia mínima me pasó una vez que estaba predicando un 
cuso de retiro en un lugar de la provincia de Avila. Era un sitio forestal; había una casita, y yo 
había paseado muchas veces por los alrededores, rezando el breviario, y nunca encontré a 
nadie; hasta el punto de que llegué a pensar que era un sitio forestal deshabitado. Pero una 
mañana, serían como las nueve, mientras rezaba me encontré con tres niños que iban a la 
escuela: una niña, la mayor, que tendría unos ocho años; otra, más pequeña, de cinco años y 
medio o seis -aproximadamente -, que por cierto llevaba una cartera enorme, y, después, un 
chico. 
Yo no sé si por la sorpresa del encuentro o porque las personas mayores siempre hacemos 
estas preguntas, el caso es que me dirigí a la pequeña y le dije: 
-Vamos a ver, tú, ¿la «m» con la «a»? Y la pequeña, apretando los labios con energía, me 
dijo: 
-Ba». Y entonces, la otra, pasándole la mano por encima, como amistosamente, me miró y 
como en defensa de su amiga, me dijo: -Es que va en la «b». 
Me alegró el encuentro. Iba en la «b». Realmente es estar muy al principio del 
conocimiento, porque tanto si hubiera empezado por las vocales como por el abecedario, hay 
que reconocer que la chica sabía poco. 
Cuando yo volví a la casa donde tenía que predicar poco después, me acordaba de unas 
palabras de Cristo: «Si no os hicierais como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos». 
Y de aquellas otras: «Gracias te doy, Dios Padre del cielo y de la tierra, porque has encubierto 
estas cosas a los sabios y a los prudentes y las has descubierto a los pequeñuelos». 
6
Me alegró mucho aquel encuentro. Ir en la «b». Y es que, a pesar del indudable progreso 
de las ciencias, a pesar de la segura certeza de muchos de los descubrimientos de la naturaleza o 
de la historia, en muchas de las cosas decisivas, seguirnos en la «b». A. García Dorronsoro, 
Tiempo para creer 
386 Faros y faroles El primer faro Eddystone se edificó en Inglaterra en las cercanías de 
Plymouth, allá por el 1700. Casi todo él había sido construido en madera. Su autor, un tal 
Winstanley, estaba muy orgulloso de su obra. Tanto, que se permitía llamarla «la obra de 
Winstanley, el mejor arquitecto de Inglaterra», cosa que hizo grabar en el faro como un desafío 
al mar. Una noche, cuando se encontraba en la torre, una terrible tempestad se desencadenó. 
Tan gigantescas fueron las olas, que al cabo de poco tiempo se hundía el faro y desaparecía 
entre las aguas su autor. Transcurridos unos años, se encargo a construcción de un nuevo 
faro a un arquitecto llamado Smeaton. Lo hizo en granito y quiso grabar en la piedra las 
palabras del salmista: Si el Señor no edifica la casa, en vano se fatigan los que la construyen. 
Duró el nuevo faro, cumpliendo su cometido de hacer señales a los barcos, sin necesidad de 
reparaciones, unos cien anos. Y luego reparado, hasta nuestros días. Cfr. F. H. 
Drinkwater, Historietas catequisticas 
387 Adornos prestados Interesante el encuentro entre el rey bárbaro Totila y San Benito. 
Aquél quería probar si el famoso monje tenía de verdad el don de profecía. Hizo llamar al 
que llevaba la espada delante de él, que se llamaba Rigo, y lo vistió con los ornamentos 
reales. Después le ordenó ir a ver a Benito haciéndose pasar por el rey. 
El escudero, así disfrazado y con gran séquito, marchó al monasterio. Pero Benito, que 
veía las cosas desde lo alto, descubrió fácilmente al impostor: -Quítate esos adornos, hijo, 
quítatelos, que no son tuyos. 
Más tarde se presentó el rey en persona, y con pocas palabras hizo saber a Totila que 
tampoco contaban mucho los adornos, incluso sobre los hombros del monarca. 
Cuando nos atribuimos los dones divinos, como si se tratara de mérito propio, una voz en 
el fondo de la conciencia debería susurrarnos: «Quítate esos adornos, hijo, quítatelos, que no 
son tuyos». -Quítate esos adornos, hijo, quítatelos, que no son Cfr. P. Bargellini, Los santos 
también son hombres 
388 Pobre mar sin mí Algunos hombres piensan que son el centro del universo. No tienen 
en cuenta para nada a Dio, que es el Creador, y que ellos son sólo criaturas; que el día en que 
dejen este mundo no va a ocurrir ninguna catástrofe. 
Se encontraba un niño paseando a la orilla del mar. De improviso lanzó esta pregunta a su 
madre: 
-Mamá, ¿qué harán con el mar, cuando yo no esté? Cfr. F. H. Drinkwater, Historietas 
catequísticas 
389 Fábula de la mosca Una mosca descansaba sobre el cuerno de un buey. Movió éste 
la cabeza, según costumbre, y la mosca se figuró que era excesivo peso para él: -Si te molesta 
mi carga, dímelo, y volaré a otra parte. Respondió el buey divertido: 
-Os agradezco la advertencia, señora mosca; pero el caso es que, de puro ligera que sois, ni 
me había dado cuenta de vuestra presencia. Quien nada pesa y se figura pesar mucho, es un 
majadero. Un perfecto majadero. 
390 La medalla de Napoleón Se le había subido el éxito a la cabeza. Ocupó Napoleón 
Moscú, y mandó acuñar unas medallas conmemorativas de tal suceso. En una de las caras se 
veía la efigie del emperador francés, y en la opuesta la siguiente inscripción: «El Cielo es tuyo, 
pero la tierra es mía». No es poca soberbia parangonarse con Dios. 
7
Algunas de estas medallas fueron enviadas a Suwarow, gobernador de Oreriburg, junto 
con un escrito en el que se proponían negociaciones. Suwarow, por toda respuesta, devolvió a 
Napoleón una de aquellas medallas; pero había sustituido la inscripción primitiva por ésta: 
«La espalda es tuya, pero el látigo es mío». La historia no fue muy favorable a Napoleón. 
Vinieron las derrotas. Cfr. F. Spirago, Catecismo en ejemplos 
391 Creerse un genio Las genialidades de Dalí son tan famosas como admiradas sus 
pinturas. En cierta ocasión, no tuvo el artista de Cadaqués ningún inconveniente en declarar a 
un periodista lo que sigue: «Desde 1929, tengo la clarísima conciencia de ser un genio, es más 
el genio: el representativo de mi tiempo. Esto se halla ya escrito en la morfología de mi rostro, 
como estaba escrito en el de mi hermano, que murió de meningitis a los siete años. Se llamaba 
Salvador también, porque también él hubiera salvado, como yo, al mundo: es decir, hubiera 
salvado lo que se puede y se debe salvar del mundo. Lo que yo no sabía, era que éste, mi genio, 
era, pongamos, no leonardesco o goethiano, sino rafaelesco. He atravesado períodos 
leonardianos y goethianos, en mi vida; pero ahora me doy cuenta de que eran mediocres 
aprendizajes. Todo lo que he hecho bajo ese signo representa cuanto de mejor ha sido hecho, 
pictóricamente, en la mitad de este siglo; pero no es nada, comparado con lo que estoy haciendo 
y haré en adelante». Nunca se ha sabido si Dalí hablaba en serio o en broma, si creía o no en 
sus originalidades. De todos modos, no nos vendría mal meditar alguna vez el contenido de esta 
frase: «El mejor negocio del mundo sería comprar a los hombres por lo que valen, y venderlos 
por lo que creen que valen». Cfr. I. Montanelli, Personajes 
392 Como la rana de la fábula Hay personas a quienes la soberbia lleva a hacer el 
ridículo, cuando no les conduce a mayor desgracia el afán de ser más de lo que son. Los 
antiguos solían contar la siguiente fábula: 
Pacía un buey en las cercanías de un estanque habitado por ranas. Una de ellas divisó al 
potente animal, y dijo a sus compañeras: -Si yo quisiese, podría ser tan grande como ese buey. 
Comenzó a hincharse cuanto podía. Las otras ranas se reían de lo lindo con sus esfuerzos, 
porque, a pesar de sus esfuerzos, ni de lejos se asemejaba al buey. La rana se picó un tanto: 
-No os riáis, que casi no he comenzado a hincharme. Ahora veréis. Hizo un supremo 
esfuerzo... y reventó. 
393 Milagro de humildad El catequista ha hablado largo y tendido a las niñas sobre las 
virtudes. Vamos a ver, ¿quién de vosotras es la más modesta? Una del grupo: Yo, una 
servidora. Catequista: ¿Y quién será la más humilde? a misma: Yo, yo. Catequista: ¿Y 
quién será la más caritativa? (Todas las demás escuchan en medio de un sepulcral silencio.) 
La de siempre: Yo también... -¿Y la más obediente? ¿Y la más piadosa? 
La misma: Mire usted, yo soy de todo esto más que ninguna. El catequista (un poco 
picado ya): Vamos a ver, ¿quién será la más tonta de todas? Ahora, todas menos la misma: 
¡Esa, esa niña! 
Cfr. M. González, Partiendo el pan a los pequeñuelos 
394 Ayax sobre la esponja Entre los romanos se usaban en la escritura algunas tintas de 
muy pobre calidad, de manera que bastaba pasar una esponja humedecida en agua sobre el 
papiro para quitar todo rastro de tinta: «dar con la esponja» significaba borrar. 
Estas aclaraciones servirán de preámbulo a lo que se va a contar. Augusto había 
comenzado a escribir una tragedia cuyo héroe era Ayax, aquel griego que se suicidó 
arrojandose sobre la punta de su espada. Pronto descubrió el emperador que aquella empresa 
artística le superaba y decidió cortar por lo sano: dejó de producir. Alguien le preguntó qué tal 
le iba su Ayax. Augusto respondió. -Se ha arrojado... sobre la esponja. 
Con buen humor e ingenio, declaraba que había preferido terminar antes con la tragedia 
que con el héroe. A poco sinceros que seamos con nosotros mismos, más de una vez veremos 
8
claro que es mejor «dar con la esponja» -arrojar al héroe sobre la esponja -a lo que hemos 
emprendido, y reconocer humildemente que no estábamos preparados para aquello. Cfr. U. E. 
Paoli, Urbs. La vida en la Roma Antigua 
395 Ahora empieza a balbucear Parece ser que Miguel Angel, después de noventa años 
empleados en obras que siempre se han reputado como maestras, decía viendo ya cercana la 
muerte: «Dos cosas hay que me entristecen: el no haber cuidado más de la salvación de mi 
alma, y el morir precisamente ahora, cuando empiezo a balbucear las primeras palabras de mi 
arte». 
Contrasta, evidentemente, este modo de pensar con la suficiencia con que se juzgan 
bastantes personas, que consideran sus realizaciones como perfectas, cuando la verdad es que 
no han hecho sino empezar a aprender. Esa falta de realismo les hará difícil todo progreso. 
Cfr. R. J. De Muñana, Verdad y vida 
396 Las posesiones de Alcibíades Comentó Alcibíades con orgullo, delante de su maestro 
Sócrates, las muchas posesiones que tenía cerca de Atenas. Sócrates le mostró un gran mapa, y 
dijo: -Indícame dónde está Europa. El discípulo lo hizo con gran rapidez. -Bien, ahora, 
¿dónde está Grecia? También fue localizada con prontitud, pero ¡qué trozo tan pequeño 
comparado con Europa! -Y, en Grecia, ¿dónde está el Peloponeso? 
Alcibíades dio con él, pero con mayor trabajo, porque es muy pequeño. -¿Y dónde está 
Ática?E 
sta vez sólo pudo señalar un punto minúsculo. 
-Bien --dijo Sócrates-, y ahora muéstrame dónde están tus grandes posesiones del Ática. 
Alcibíades no logró encontrarlas en el mapa. Quizá no nos conocemos suficientemente. 
Podemos decirnos a nosotros mismos aquello que refiere el Apocalipsis: Yo soy rico y 
hacendado, y de nada tengo falta; y el Señor nos contesta: No conoces que eres un desdichado, 
y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo (Apc 3). Cfr. M. A. Cárceles, Cómo vencer los 
obstáculos 
397 El primer frascuelista Aunque sólo fuera una pizca de vanidad, se podría poner 
como ejemplo la contenida en una anécdota del torero cordobés «Lagartijo». 
La Fama de Salvador Sánchez «Frascuelo» estaba creciendo como la espuma por toda 
España, y alguien tuvo la curiosidad de ir a preguntarle al ya consagrado «Lagartijo» qué 
pensaba del nuevo diestro. «Lagartijo» se quedó mirando en silencio unos segundos a su 
interlocutor, y por fin se despachó con estas palabras: -Afigúrate tú zi zerá bueno, cuando lo 
comparan conmigo. 
De todos modos, no era tan creído como podría pensarse por este suceso. La verdad es que 
cuando la afición se dividió en «frascuelistas» y «lagartijistas», el torero cordobés afirmaba: 
-El primer «frascuelista» soy yo. Cfr. V. Vega, Diccionario ilustrado de frases célebres 
398 «No fue Lepanto» La afición de Valle-Inclán a hablar de sí y darse importancia no 
necesita encarecerse. Alguna vez hizo saber que su brazo izquierdo lo había perdido en un 
noble lance, cuando en realidad fue de un bastonazo que - le - propinaron en una vulgar reyerta. 
Un buen día, estaba en el café Fornos, a principios de siglo, donde se reunía lo mejor de 
nuestra intelectualidad, y tomó Don Ramón la palabra para hablar, según costumbre, de sí 
mismo. No dejaba que nadie le interrumpiese. Hasta que, por fin, Jacinto Benavente, que estaba 
a su lado, le tiró tímidamente de la manga del brazo izquierdo, y le dijo con cierto acento 
cariñoso, para no ofender: -¡Que no fue Lepanto ... ! 
Cfr. V. Vega, Diccionario ilustrado de frases célebres 
399 La cosa es llamar la atención L. Coloma, en su célebre novela Pequeñeces -retrato 
de la frivolidad e inmoralidad reinantes en un sector de la aristocracia española en el siglo 
pasado -, describe a la protagonista, Currita Albornoz, como persona que ha puesto el fin de su 
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vida en sobreponerse a todos ' en llamar la atención, en ser siempre la primera. Mujer 
preocupada de que se hable de ella; lo mismo da bien que mal, con tal de que se hable... De 
Currita -asegura Colomahubiera podido decirse lo que de cierto personaje dijo un escritor 
elegantísimo: «Si asiste a una boda, quiere ser la novia; si asiste a un bautizo, el recién nacido; 
si a un entierro, el muerto». 
400 Como el perro de Alcibíades Un ejemplo de lo que puede urdir la picaresca en 
épocas nada recientes por aquello de la vanidad. Vuelve a aparecer Alcibíades, el de las grandes 
posesiones cerca de Atenas.Cuenta Plutarco que este hombre vivía obsesionado por la 
necesidad de popularidad. Quería a toda costa que se hablase de él. Hoy día, los famosos 
recurren al escándalo y aparecen en las revistas para continuar en la cresta de la fama. 
Alcibíades notó que el público comenzaba a perder interés por su persona, e hizo lo siguiente: 
tenía un perro que había costado un dineral... y tuvo la originalidad de cortarle la cola. Así 
Atenas recuperó el interés por el dueño del can, y volvió a hablar de sus riquezas y 
extravagancias. 
401 No cantaba tanto Se celebraban las fiestas de Santa Ana, madre de nuestra Señora, en 
Sevilla, y el barrio de Triana era un hervidero de bullicio y gentes. Ya de noche, en una esquina 
cualquiera, un individuo entonaba cantares de la tierra con voz aguardentosa y mejor voluntad 
que fortuna y arte. Un grupito de personas se habían parado a escuchar al «cantaor», quizá 
porque no tenían nada mejor que hacer; en sus rostros se adivinaba sin dificultad una 
indiferencia absoluta; ninguna emoción ni sentimiento. 
Cuando el «artista» dio por terminado el recital, estalló en vanidad: 
-¡Esto es cante! Uno de los presentes movió la cabeza y, con la ocurrencia propia del 
lugareño, le bajó a la realidad con cierta crudeza: -Maestro, cantas menos que «un grillo 
pisao». 
402 Lenguajes elevados Si algo hizo bien San Bernardino -de Siena fue predicar con 
sencillez. Tenía don de lenguas. Contaba de un fraile de su orden que era excelente en su 
predicación, sutil como ninguno (había algo de ironía en estas palabras). Y había otro que era 
todo lo contrario: tosco como ninguno. Pero no se perdía sermón del primero. Tanto le había 
escuchado, que un día encomiaba el último sermón con los demás compañeros. Había dicho 
cosas admirables. 
-¿Pero qué dijo? No cesaba de alabar: -¡Cosas admirables que nunca oísteis! 
-Pero, ¿qué es lo que dijo? -Dijo las cosas más nobles. -Pero, bueno, ¡dinos qué dijo! 
Y vuelta con la misma cantinela: -Os habéis perdido el sermón más hermoso que nunca 
habréis podido oír. Y al fin aclaró: -Habló de las cosas más altas y más nobles que yo 
haya oído nunca. ¡Tan elevado habló que no le entendí nada! Cfr. P. Bargellini, Los 
santos también son hombres 
403 Primera maravilla No sólo hay quien «se escucha» al hablar, sino también que 
alardea de conocimientos. La siguiente historia no es propiamente un caso de vanidad; es la 
ingenua anécdota que protagoniza un hombre sencillo y con poca cultura. 
Ocurrió en una excursión por una zona montañosa de cierto país de América del Sur. No 
diremos más. Se habían apuntado al plan deportivo y relajante un buen puñado de muchachos. 
Hizo aparición un lugareño -verdadero protagonista de esta historia - que se ofreció gentilmente 
a enseñarles lo que él consideraba la segunda maravilla de la tierra. Se trataba de un fenómeno 
de la naturaleza llamado «la Movediza». 
¿Qué era «la Movediza»? Pues una inmensa roca que se -1 mantenía en sorprendente 
equilibrio sobre otra roca. -Esta es la segunda maravilla del mundo -aseguró el improvisado 
guía. 
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Ante semejante revelación, no pudieron evitar los afortunados visitantes del lugar el 
preguntarle por la primera de las maravillas. Se atusó el bigote y sonriendo con una vaga 
mirada de suficiencia, les aclaró: 
-La primera está en Turquía. Son las pirámides de Egipto. 
404 Experto en testarudos Hay quien es el espíritu mismo de contradicción; parece que 
está esperando a saber de qué se habla para decir inmediatamente: «me opongo». 
Cuentan que en un puente estrecho, colgado entre las dos orillas de un torrente, se paró un 
mulo, afirmándose firme en sus cascos. Intentaron arrastrarlo por la cabeza, molerle a palos las 
costillas; no había modo de moverlo. A uno y otro extremo del puente la gente esperaba con 
impaciencia. 
Dijo uno que parecía entender de mulos: 
-¡Dejádrnelo a mí! Se acercó, cogió al mulo por el rabo y le dio un tirón. Al sentir que 
lo querían arrastrar hacia atrás, el animal salió como una flecha hacia adelante, dejando el 
paso libre. Cfr. A. Luciani, Ilustrisimos señores 
405 La mujer más fea de Francia En cierta ocasión, Wilde estuvo en París en compañía 
de otro escritor llamado Frank Harris. Una escritora francesa, Marie-Anne Boved, conocía a 
Harris y le rogó que e proporcionara una entrevista con Wilde. La escritora no se distinguía por 
su belleza física, sino todo lo contrario. Harris pensó que esto a Wilde le tendría sin cuidado y 
no le dijo nada. Llegó el momento de la presentación. Wilde, al ver la fealdad de la escritora, 
no disimuló su sorpresa. Ella se dio cuenta, y sin miedo ninguno preguntó: -¿Verdad, señor 
Wilde, que soy la mujer más fea de Francia? Wilde le hizo una reverencia y, muy 
ceremoniosamente, le dijo: -Del mundo, señora, del mundo. Y añadió suavemente: -Es inútil 
quitarse méritos que saltan a la vista. N. Clarasó, Antología de anécdotas 
406 No se consideraba «letrera» Tuvo Santa Teresa oportunidad de recibir la 
educación que podían disfrutar algunas doncellas de la buena sociedad, pasando una temporada 
en un convento. No había entonces colegios femeninos. Hacían algo de vida de comunidad con 
las religiosas, aprendían el catecismo, leer, escribir, algo de cuentas, bordar con destreza, hacer 
encajes, entender algo de música; todo eso se consideraba suficiente para una mujer. No se 
miraba por aquel entonces tanto a la inteligencia como a la discreción. 
Años después, Teresa bromeaba de una religiosa algo marisabidilla. «Mas como no soy 
tan letrera como ella, no sé qué son los asirios». Sí lo sabía, pero gustaba de dar a sus hijas una 
lección de humildad. Cfr. M. Auclair, Vida de Santa Teresa 
407 Conversaba sin ceremonias Lo santo no está reñido con lo humano. Ni en personas que 
han sido favorecidas por Dios con altísima oración y fenómenos místicos se da disociación 
entre lo natural y lo sobrenatural. 
Santa Teresa era toda jovialidad y sencillez. Se ganaba a la gente con su cariño y gracejo. 
Cuando estuvo en Madrid en casa de una dama de alcurnia -Doña Leonor de Mascarenhas, la 
portuguesa, dama de honor de la emperatriz Isabel y aya de Felipe II-, todos los devotos de la 
Corte se apresuraron a visitar a la «Santa de Avila». Esperaban que hiciese milagros, o cayese 
en éxtasis, o se elevase hasta el techo; pero no manifestó sino una simpatía humilde y cortés, 
algo ingenua. Los que aguardaban oír de ella dichos sublimes quedaban sorprendidos al 
escucharla: -¡Oh, qué buenas calles tiene Madrid! -y seguía hablando de la lluvia y del tiempo. 
Pero las Descalzas Reales, a las que iba a visitar, estaban maravilladas: «¡Bendito sea 
Dios! Hemos visto a una santa a la que podemos imitar. Habla, duerme y come igual que 
nosotras, y conversa sin ceremonias»: Cfr. M. Auclair, Vida de Santa Teresa 
408 Las apariencias engañan El Papa S. Pío X era el pontífice de la sencillez. En medio 
de los esplendores de la Basílica Vaticana y en las grandes audiencias, llevaba siempre la 
dignidad del soberano y la majestad del Vicario de Cristo en la tierra. Pero, tan pronto como se 
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desposeía de la tiara o de sus ornamentos pontificales, volvía con naturalidad a su sencillez 
innata, ya que nunca supo habituarse a las grandezas y a las pompas oficiales de la Corte papal: 
las sufría porque comprendía que todo debía realizarse con la solemnidad tradicional del rito. 
S. Pío X se complacía conversando sencillamente, y a veces bromeando con sus ayudantes 
de cámara y con sus jardineros, interesándose por su salud y por la de sus familias. A alguien 
que le advertía una vez que se rebajaba demasiado en su trato con los inferiores, le contestó: 
-Falta saber quiénes son los inferiores: ellos o nosotros; porque según el juicio de Dios, el 
mundo será al revés de como nosotros lo vemos. Cfr. I. Segarra, Una manzana cada día 
409 Aceptar responsabilidades Un ejemplo de humildad que engrandece -si cabe más -la 
colosal figura de San Bernardo. 
La segunda cruzada fue uno de los grandes dolores de su vida. Instado por el rey Luis VII 
y conseguida bula del Papa Eugenio III, predicó desde 1146 por toda Europa la cruzada. La 
expedición que se organizó fracasó absolutamente en 1149. Muchos alzaron su voz contra 
Bernardo, echándole la culpa de todo. Y él, que la había predicado por obediencia, asumió 
humildemente la responsabilidad. «Gustoso recibiré las maldicientes lenguas de los 
murmuradores y las saetas venenos de los blasfemos para que así no lleguen a Él». 
Cfr. M. Alvarez, San Agustín, San Bernardo, San Francisco de Asís, Santo Tomás 
de Aquino 
410 Todo por una carroza Quien sepa algo de la vida de Santa Teresa no ignorará cuántos 
sufrimientos le causó la princesa de Éboli, mujer dominante y caprichosa. Ni tampoco la 
paciencia con que la Santa de Ávila soporto aquellas molestias. 
Al final de la fundación del monasterio de Pastrana, no veía el momento de volverse a 
Toledo. Pero hasta aquí la princesa tuvo que darle disgustos. Se había empeñado en que viajase 
en su carroza. Un clérigo vio a la carmelita descender del espléndido carruaje delante del 
convento. La llamó al locutorio y la increpó: 
-¿Qué santa sois vos, que engañáis al mundo y vais en carroza? 
Y como estaba loco, añadió los agravios que se le ocurrieron. La Madre, creyéndolo 
cuerdo, le oyó humildemente y sin excusarse: -Sois el único que os atrevéis a decirme mis 
yerros. 
Cfr. M. Auclair, Vida de Santa Teresa 
411 Sorprendido de la propia Ignorancia Una respuesta dada por un hombre admirable 
por su sencillez, San Vicente de Paúl. 
-Sois un gran ignorante -le gritó el abate de Saint Cyran, considerado como el segundo 
fundador del jansenismo -. Y me pasma que vuestra congregación os soporte como jefe. 
-A mí me pasma más que a vos -le respondió Vicente -, porque mi ignorancia es mucho 
mayor de lo que os figuráis. 
Pero a pesar de aquella proclamada ignorancia suya, que no era más que sabia humildad, 
fundó seminarios, organizó retiros para los ordenandos: conferencias para los ya ordenados; y 
misiones, misiones, misiones, para educar junto con sus feligreses a los mismos párrocos, que 
habían caído en el abandono de los campos y en la incuria del ministerio. Cfr. P. Bargellini, 
Los santos también son hombres 
412 Humildad en las persecuciones No tuvo que sufrir pocas contradicciones Santa 
Teresa de Jesús por su labor de reformadora. La acusaban de traer mujeres mozas de un lugar 
a otro con la excusa de fundaciones para hacerlas malas. Decía ella: 
-Me hacen gran favor, pues aunque no haya hecho lo que ellos dicen, en otras cosas ofendí 
a Dios y allá se va lo uno por lo otro. 
No sólo la fundación de monasterios era un medio para darse a deshonestidades -según los 
calumniadores – sino que se llegó a afirmar que, yendo en coche cerrado en mitad de la plaza 
12
de Medina del Campo se quebró el coche, y toda la gente pudo verla ofendiendo a Dios con 
cierto fraile. 
Comentario a estas atrocidades: 
-Mucho más hiciera yo si Nuestro Señor no me tuviera de su santa mano, y lo que en eso 
hay más de temer y yo siento más, es el daño del alma de quien dice semejantes cosas; y 
quisiera padecer muchas afrentas y tormentos porque él no ofendiese a Dios (se refiere a un 
clérigo) y porque saliera de pecado. 
Digno de ser reseñado es el comentario del Obispo de Ávila don Álvaro de Mendoza, que 
tan bien conocía a la carmelita: «Quien quiera verse tratado por la Madre Teresa de Jesús como 
el mejor de sus amigos, no tiene más que levantarle un falso testimonio». 
Ella quitaba importancia a su capacidad de perdonar; la costumbre hace más insensible 
para estas cosas; además: «Paréceme como si tuviera una tablilla delante del corazón, en que 
descargan todos los golpes sin tocarme en él» Cfr. M. Auciair, Vida de Santa Teresa 
413 «Decíamos ayer» Fray Luis de León, catedrático en Salamanca, hombre piadoso y 
recto fue víctima de las rencillas de escuela y las rivalidades académicas 1 Acusado ante el 
tribunal de la Inquisición por supuestas heterodoxias, ingresó en prisión el 27 de marzo de 
1572. A partir de ahí, tuvo lugar un penoso proceso -increíblemente largo: cinco años -, que se 
acabó con la absolución del acusado y su reposición en la cátedra que regentaba. 
Diciembre de 1576. La ciudad de Salamanca le recibe con júbilo. Al día siguiente, el 
claustro universitario le da una fervorosa bienvenida, como queriendo hacerle olvidar las 
penalidades sufridas durante los últimos cinco años. 
¿Qué hace Fray Luis en ese momento? Tiende la mano amistosa a quien ha sido su más 
negro enemigo, y renuncia a la cátedra en favor de quien la ha tenido en su ausencia, pidiendo 
tan sólo que se le conceda otra más adelante. No queda ni rastro de las injurias que le han 
inferido. 
El día en que comienza de nuevo sus lecciones, rompe el silencio y lo hace con estas 
famosas palabras: -Dicebamus hesterno die... 
«Decíamos ayer»... Palabras de las que se nos habla por primera vez en la obra de Nicolás 
Crusenio, Monasticun Agustiniarum, edición de Munich, 1623. Como si continuara una lección 
iniciada veinticuatro horas antes, y los cinco años de vida carcelaria fueran un paréntesis 
completamente olvidado; sin aspavientos, sin subrayar la victoria... Cfr. P. de Lorenzo, Fray 
Luis de León 
414 Ni lo uno ni lo otro Al Santo Cura de Ars le salían por una friolera alabanzas o 
críticas. Según contaba él mismo: «He recibido dos cartas por el mismo correo. En la una se me 
decía que yo era un gran santo; en la otra, que era un hipócrita y un charlatán... La primera nada 
me da, la segunda nada me quita. Soy lo que soy a los ojos de Dios y nada más». 
415 Buena advertencia Una bella historia de humildad en quien fue verdaderamente 
ejemplar en esta virtud: el Poverello de Asís. Tiene Francisco que trasladarse a su querido 
monte Averno, en cuyos bosques tantas veces ha encontrado paz y sosiego para intensificar su 
unión con el Creador ' y el hombre de Dios se encuentra físicamente aniquilado. Tienen que 
llevarlo a lomo de asno. Guía a la bestia un campesino del lugar. Van caminando y, de pronto, 
al campesino se le ocurre la peregrina idea de amonestar un poco al personaje famoso: -Oye, 
¿es verdad que eres el hermano Francisco de Asís? -Sí. 
-Pues entonces procura ser tan virtuoso como todos suponen, porque mucha gente tiene 
gran confianza en ti. De manera que te aconsejo que no haya nada en ti que no sea lo que de ti 
se espera. 
Por toda respuesta, Francisco se desliza del asno y se arrodilla ante el aldeano para besarle 
los pies en agradecimiento por la advertencia. Cfr. J. Green, El hermano Francisco 
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HUMILDAD (598-613) 
C589 Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen también en tus oídos las risas que provocaste con tus 
fracasos. 
C590 No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no 
importa para la solidez de la obra. 
-Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará 
la casa. 
C591 Cuanto más me exalten, Jesús mío, humillame mas en mi corazón, haciéndome saber lo que he sido y lo que 
seré, si tú me dejas. 
C592 No olvides que eres... el depósito de la basura. -Por eso, si acaso el Jardinero divino echa mano de ti, y te 
friega y te limpia... y te llena de magníficas flores..., ni el aroma ni el color, que embellecen tu fealdad, han de 
ponerte orgulloso. 
Humillate: ¿no sabes que eres el cacharro de los despedicios? 
C593 Cuando te veas como eres, ha de parecerte natural que te desprecien. 
C594 No eres humilde cuando te humillas, sino cuando te humillan y lo llevas por Cristo. 
C595 Si te conocieras, te gozarías en el desprecio, y lloraría tu corazón ante la exaltación y la alabanza. 
C596 No te duela que vean tus faltas; la ofensa de Dios y la desedificación que puedas ocasiona, eso te ha de 
doler. 
-Por lo de más, que sepan cómo eres y te desprecien. -No te cause pena ser nada, porque así Jesús tiene que ponerlo 
todo en ti. 
C597 Si obraras conforme a los impulsos que sientes en tu corazón y a los que la razón te dicta, estarías de 
continuo con la boca en tierra, en postración, como un gusano sucio, feo y despreciable... delante de ¡ese Dios! que 
tanto te va aguantando. 
C598 ¡Qué grande es el valor de la humildad" -"Quia respexit humilitatem..." Por encima de la fe, de la caridad, de 
la pureza inmaculada, reza el himno gozoso de nuestra Madre en la casa de Zacarías: 
"Porque vió mi humildad, he aquí que por esto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones". 
C599 Eres polvo sucio y caído. -Aunque el soplo del Espíritu Santo te levante sobre las cosas todas de la tierra y 
haga que brilles como oro, al reflejar en las alturas con tu miseria los rayos soberanos del Sol de Justicia , no olvides 
la pobreza de tu condición. 
Un instante de soberbia te volvería al suelo, y dejaría de ser luz para ser lodo. 
C600 ¿Tú..., soberbia? -¿De qué? 
C601 ¿Soberbia? -¿Por qué?...Dentro de poco -años, dias- serás un montón de carroña hedionda: gusanos, licores 
malolientes, trapos sucios de la mortaja..., y nadie, en la tierra, se acordára de ti. 
C602 Tú, sabio, renombrado, elocuente, poderoso: si no eres humilde, nada vales. -Corta, arranca ese "yo", que 
tienes en grado superlativo -Dios te ayudará-, y entonces podrás comenzar a trabajar por Cristo, en el último lugar de 
su ejército de apóstoles. 
C603 Esa falsa humildad es comodidad: así, tan humildico, vas haciendo dejación de derechos... que son deberes. 
C604 Reconoce humildemente tu flaqueza para poder decir con el Apóstol: "cum enim infirmor, tenc potens sum". 
-Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. 
C605 Padre: ¿cómo puede usted aguantar esta basura? -me dijiste, luego de una confesón contrita. 
-Callé, pensando que si tu hulmidad te lleva a sentirte eso -basura: ¡un montón de basura!-, aún podremos hacer 
de toda tu miseria algo grande. 
C606 Mira qué humilde es nuestro Jesús: ¡un borrico fué su trono en Jerusalén!... 
C607 La humildad es otro buen camino para llegar a la paz interior. -"El" lo ha dicho: "Aprended de mí, que soy 
manso y humilde de corazón..., y encontraréis paz para vuestras almas!. 
C608 No es afalta de humildad que conozcas el adelanto de tu almal. -Así lo puedes agradecer a Dios. 
-Pero no olvides que eres un pobrecito, que vistes un buen traje... prestado, 
C609 El propio conocimiento nos lleva como de la mano a la humildad. 
C610 Tu reciedumbre, para defender el espíritu y las normas del apostolado en que trabajas, no debe flaquear por 
falsa humildad. -Esa reciedumbre no es soberbia: es vitud cardinal de fortaleza. 
C611 Por soberbia. -Ya te ibas creyendo capaz de todo, tú solo. -Te dejó un instante, y fuiste de cabeza. -Sé 
humilde y su apoyo extraordinario no te faltará. 
C612 Ya puedes desechar esos pensamientos de orgullo: eres lo que el pincel en manos del artista. -Y nada más. 
-Dime para qué sirve un pincel, si no deja hacer al pintor. 
C613 Para que seas humilde, tú tan vacío y tan pagado de ti mismo, te basta considerar aquellas palabras de Isaías: 
eres "gota de agua o de recío que cae en la tierra, y apenas se echa de ver". 
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Humildad...259 surco 
"La oración" es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se 
dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo. 
"La fe" es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de 
la Iglesia. 
"La obediencia" es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios. 
"La castidad" es la humildad de la carne, que se somete al espíritu. 
"La mortificación" exterior es la humildad de los sentidos. 
"La penitencia" es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor. 
La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética.(S259) 
Es muy grande cosa saberse nada delante de Dios, porque así es.(S260) 
"Aprended de mí, que soy manso y humilde de Corazón..." ¡Humildad de Jesús!... ¡Qué lección para ti, que eres 
un pobre instrumento de barro!: El siempre misericordioso te ha levantado, haciendo brillar en tu vileza, 
gratuitamente ensalzada, las luces del sol de la gracia. Y tú, ¡cuántas veces has disfrazado tu soberbia so capa 
de dignidad, de justicia...! ¡Y cuántas ocasiones de aprender del Maestro has desaprovechado, por no haber 
sabido sobrenaturalizarlas!(S261) 
Esas depresiones, porque ves o porque descubren tus defectos, no tienen fundamento... 
Pide la verdadera humildad.(S262) 
Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad :pensar que lo que haces o 
dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; querer salirte siempre con la tuya; disputar sin razón o 
cuando la tienes insistir con tozudez y de mala manera; dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; 
despreciar el punto de vista de los demás; no mirar todos tus dones y cualidades como prestados; no reconocer 
que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees;citarte a ti 
mismo como ejemplo en las conversaciones; hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te 
contradigan; excusarte cuando se te reprende; encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no 
pierda el concepto que de ti tiene; oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de 
ti; dolerte de que otros sean más estimados que tú; negarte a desempeñar oficios inferiores; buscar o desear 
singularizarte; insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu 
ingenio o destreza, tu prestigio profesional...; avergonzarte porque careces de ciertos bienes...(S263) 
Ser humilde no equivale a tener angustia o temor.(S264) 
Huyamos de esa falsa humildad que se llama comodidad.(S265) 
Le dice Pedro: ¡Señor!, ¿Tú lavarme a mí los pies? Respondió Jesús: lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; 
lo entenderás después. Insiste Pedro; jamás me lavarás Tú los pies a mí. Replicó Jesús: si yo no te lavare, no 
tendrás parte conmigo. Se rinde Simón Pedro: Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza. 
Ante la llamada a un entregamiento total, completo, sin vacilaciones, muchas veces oponemos una falsa 
modestia, como la de Pedro... ¡Ojalá fuéramos también hombres de corazón, como el Apóstol!: Pedro no 
permite a nadie amar más que él a Jesús. Ese amor lleva a reaccionar así: ¡aquí estoy!, ¡lávame manos, cabeza, 
pies!, ¡purifícame del todo!, que yo quiero entregarme a Ti sin reservas. (S266) 
Para ti, transcribo de una carta: "me encanta la humildad evangélica. Pero me subleva el encogimiento 
aborregado e inconsciente de algunos cristianos, que desprestigian así a la Iglesia. En ellos debió de fijarse 
aquel escritor ateo, cuando dijo que la moral cristiana es una moral de esclavos..." Realmente somos siervos: 
siervos elevados a la categoría de hijos de Dios, que no desean conducirse como esclavos de las pasiones. 
(S267) 
El convencimiento de tu "mala pasta" tu propio conocimiento te dará la reacción sobrenatural, que hará arraigar 
más y más en tu alma el gozo y la paz, ante la humillación, el desprecio, la calumnia... 
Después del ««fiat»» 
Señor, lo que Tú quieras 
, tu raciocinio en esos casos deberá ser: "¿sólo ha dicho eso? Se ve que no me conoce; de otro modo, no se 
habría quedado tan corto". 
Como estás convencido de que mereces peor trato, sentirás gratitud hacia aquella persona, y te gozarás en lo 
que a otro le haría sufrir. (S268) 
Cuanto más alta se alza la estatua, tanto más duro y peligroso es después el golpe en la caída.(S269) 
Acude a la dirección espiritual cada vez con mayor humildad, y puntualmente, que es también humildad. 
Piensa no te equivocas, porque ahí Dios te habla que eres como un niño pequeño, ¡sincero!, al que van 
enseñando a hablar, a leer, a conocer las flores y los pájaros, a vivir las alegrías y las penas, a fijarse en el suelo 
que pisa. (S270) 
16
"Sigo siendo una pobre criatura", me dices. 
Pero, antes, al verlo, ¡te llevabas cada mal rato! Ahora, sin acostumbramientos ni cesiones, te vas 
acostumbrando a sonreír, y a volver a empezar tu lucha con una alegría creciente.(S271) 
Si eres sensato, humilde, habrás observado que nunca se acaba de aprender... Sucede lo mismo en la vida; aun 
los más doctos tienen algo que aprender, hasta el fin de su vida; si no, dejan de ser doctos.(S272) 
Buen Jesús: si he de ser apóstol, es preciso que me hagas muy humilde. 
El sol envuelve de luz cuando toca: Señor, lléname de tu claridad, endiósame: que yo me identifique con tu 
Voluntad adorable, para convertirme en el instrumento que deseas... Dame tu locura de humillación: la que te 
llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a un leño, al anonadamiento 
del Sagrario. 
Que me conozca: que me conozca y que te conozca. Así jamás perderé de vista mi nada.(S273) 
Sólo los tontos son testarudos: los muy tontos, muy testarudos.(S274) 
No me olvides que, en los asuntos humanos, también los otros pueden tener razón: ven la misma cuestión que 
tú, pero desde distinto punto de vista, con otra luz, con otra sombra, con otro contorno. 
Sólo en la fe y en la moral hay un criterio indiscutible: el de nuestra Madre la Iglesia.(S275) 
¡Qué bueno es saber rectificar!... Y, ¡qué pocos los que aprenden esta ciencia!(S276) 
Antes que faltar a la caridad, cede: no resistas, siempre que sea posible... Ten la humildad de la hierba, que se 
aplasta sin distinguir el pie que la pisa.(S277) 
A la conversión se sube por la humildad, por caminos de abajarse.(S278) 
Me decías: "¡hay que decapitar el "yo"!..." 
Pero, cómo cuesta!, ¿no?(S279) 
Muchas veces es preciso hacerse violencia, para humillarse y repetir de veras al Señor: ««serviam!»» te serviré. 
(S280) 
««Memento, homo, quia pulvis es...»» recuerda, hombre, que eres polvo... 
Si eres polvo, ¿por qué te ha de molestar que te pisen?(S281) 
Por la senda de la humildad se va a todas partes..., fundamentalmente al Cielo.(S282) 
Camino seguro de humildad es meditar cómo, aun careciendo de talento, de renombre y de fortuna, podemos 
ser instrumentos eficaces, si acudimos al Espíritu Santo para que nos dispense sus dones. 
Los Apóstoles, a pesar de haber sido instruidos por Jesús durante tres años, huyeron despavoridos ante los 
enemigos de Cristo. Sin embargo, después de Pentecostés, se dejaron azotar y encarcelar, y acabaron dando la 
vida en testimonio de su fe. (S283) 
Es verdad que nadie puede estar cierto de su perseverancia... Pero esa incertidumbre es un motivo más de 
humildad, y prueba evidente de nuestra libertad.(S284) 
Aunque eres tan poca cosa, Dios se ha servido de ti, y continúa sirviéndose, para trabajos fecundos por su 
gloria. 
No te engrías. Piensa: ¿qué diría de sí mismo el instrumento de acero o de hierro, que el artista utiliza para 
montar joyas de oro y de piedras finas?(S285) 
¿Qué vale más: un kilo de oro o uno de cobre?... Y, sin embargo, en muchos casos el cobre sirve más y mejor 
que el oro.(S286) 
Tu vocación llamada de Dios es de dirigir, de arrastrar, de servir, de ser caudillo, Si tú por falsa o por mal 
entendida humildad, te aíslas, encerrándote en tu rincón, faltas a tu deber de instrumento divino.(S287) 
Cuando el Señor se sirve de ti para derramar su gracia en las almas, recuerda que tú no eras más que el 
envoltorio del regalo: un papel que se rompe y se tira.(S288) 
««Quia respexit humilitatem ancillae suae»» porque vio la bajeza de su esclava... 
Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes! 
Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda. 
El mundo nos espera. ¡Sí!, amamos apasionadamente este mundo porque Dios así nos lo ha enseñado: ««sic 
Deus dilexit mundum...»» 
así Dios amó al mundo; y porque es el lugar de nuestro campo de batalla una hermosísima guerra de caridad, 
para que todos alcancemos la paz que Cristo ha venido a instaurar. (S290) 
El Señor ha tenido esta finura de Amor con nosotros: permitirnos que le conquistemos la tierra. 
El tan humilde siempre! 
quiso limitarse a convertirlo en posible... A nosotros nos ha concedido la parte más hacedera y agradable: la de 
acción y la del triunfo. (S291) 
El mundo... 
"¡Esto es lo nuestro!"... 
17
Y lo afirmas, después de poner la mirada y la cabeza en el cielo, con la seguridad del labriego que camina 
soberano por su propia mies: ««regnare Christum volumus!»» 
queremos que El reine sobre esta tierra suya!(S292) 
"Es tiempo de esperanza, y vivo de este tesoro. No es una frase, Padre me dices, es una realidad". 
Entonces..., el mundo entero, todos los valores humanos que te atraen con una fuerza enorme amistad, arte, 
ciencia, filosofía, teología, deporte, naturaleza, cultura, almas... 
,todo eso deposítalo en la esperanza: en la esperanza de Cristo.(S293) 
Ese encanto inconcreto y placentero del mundo..., tan constante. Las flores del camino te atraen sus colores y 
sus aromas...; las aves del cielo; las criaturas todas... 
Pobre hijo mío!: es razonable. De otro modo, si no te fascinaran, ¿qué sacrificio ibas a ofrecer a Nuestro Señor? 
(S294) 
Tu vocación de cristiano te pide estar en Dios y, a la vez ocuparte de las cosas de la tierra, empleandolas 
objetivamente tal como son: para devolverlas a El.(S295) 
¡Parece mentira que se pueda ser tan feliz en este mundo donde muchos se empeñan en vivir tristes, porque 
corren tras su egoísmo, como si todo se acabara aquí abajo! 
No me seas tú de ésos..., ¡rectifica en cada instante!(S296) 
El mundo está frío, hace efecto de dormido. 
Muchas veces, desde tu observatorio, lo contemplas con mirada incendiaria. ¡Que despierte, Señor! 
Encauza tus impaciencias con la seguridad de que, si sabemos quemar bien nuestra vida, prenderemos fuego en 
todos los rincones..., y cambiará el panorama. (S297) 
La fidelidad el servicio a Dios y a las almas., que te pido siempre, no es el entusiasmo fácil, sino el otro: el que 
se conquista por la calle, al ver lo mucho que hay que hacer en todas partes.(S298) 
El buen hijo de Dios ha de ser muy humano. Pero no tanto que degenere en chabacano y mal educado.(S299) 
Es difícil gritar al oído de cada uno con un trabajo silencioso, a través del buen cumpli 
miento de nuestras obligaciones de ciudadanos, para luego exigir nuestros derechos y ponerlos al servicio de la 
Iglesia y de la sociedad. 
Es difícil..., pero es muy eficaz.(S300) 
No es verdad que haya oposición entre ser buen católico y servir fielmente a la sociedad civil. Como no tienen 
por qué chocar la Iglesia y el Estado, en el ejercicio legítimo de su autoridad respectiva, cara a la misión que 
Dios le ha confiado. 
Mienten así: mienten! los que afirman lo contrario. Son los mismos que, en aras de una falsa libertad, querrían 
"amablemente" que los católicos volviéramos a las catacumbas. (S301) 
Esta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las 
manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la 
convivencia social.(S302) 
Un hijo de Dios no puede ser clasista, porque le interesan los problemas de todos los hombres... Y trata de 
ayudar a resolverlos con la justicia y la caridad de nuestro Redentor. 
Ya lo señaló el Apóstol, cuando nos escribía que para el Señor no hay acepción de personas, y que no he 
dudado en traducir de este modo: ¡no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios!(S303) 
Los hombres mundanos se afanan para que las almas pierdan cuanto antes a Dios; y luego, para que pierdan el 
mundo... No aman este mundo nuestro, ¡lo explotan, pisoteando a los demás! 
Que no seas tú también víctima de ese doble timo!(S304) 
Hay quien vive con amargura todo el día. Todo le causa desasosiego. Duerme con una obsesión física: que esa 
única evasión posible le va a durar poco. Despierta con la impresión hostil y descorazonadora de que ya tiene 
ahí otra jornada por delante. 
Se han olvidado muchos de que el Señor nos ha colocado, en este mundo, de paso hacia la felicidad eterna; y no 
piensan que sólo podrán alcanzarla los que caminen, por la tierra, con la alegría de los hijos de Dios.(S305) 
Con tu conducta de ciudadano cristiano, muestra a la gente la diferencia que hay entre vivir tristes y vivir 
alegres; entre sentirse tímidos y sentirse audaces; entre actuar con cautela, con doblez... ¡con hipocresía!, y 
actuar como hombres sencillos y de una pieza. 
En una palabra, entre ser mundanos y ser hijos de Dios.(S306) 
Un error fundamental del que debes guardarte: pensar que las costumbres y exigencias 
nobles y legítimas, de tu tiempo o de tu ambiente, no pueden ser ordenadas y ajustadas a la santidad de la 
doctrina moral de Jesucristo. 
Fíjate que he precisado: las nobles y legítimas. Las otras carecen de derecho de ciudadanía.(S307) 
No se puede separar la le religión de la vida, ni en el pensamiento, ni en la realidad cotidiana.(S308) 
18
De lejos allá, en el horizonte parece que el cielo se junta con la tierra. No olvides que, donde de veras la tierra y 
el cielo se juntan, es en tu corazón de hijo de Dios.(S309) 
No podemos cruzarnos de brazos, cuando una sutil persecución condena a la Iglesia a morir de inedia, 
relegándola fuera de la vida pública y, sobre todo, impidiéndole intervenir en la educación, en la cultura, en la 
vida familiar. 
No son derechos nuestros: son de Dios, y a nosotros, los católicos, El los ha confiado..., ¡para que los 
ejercitemos!(S310)Muchas realidades materiales, técnicas, económicas, sociales, políticas, culturales..., 
abandonadas a sí mismas, o en manos de quienes carecen de la luz de nuestra fe, se convierten en obstáculos 
formidables para la vida sobrenatural: forman como un coto cerrado y hostil a la Iglesia. 
Tú, por cristiano investigador, literato, científico, político, trabajador..., tienes el deber de santificar esas 
realidades. Recuerda que el universo entero escribe el Apóstol está gimiendo como en dolores de parto, 
esperando la liberación de los hijos de Dios.(S311) 
No quieras hacer del mundo un convento porque sería un desorden... Pero tampoco de la Iglesia una bandería 
terrena, porque equivaldría a una traición.(S312) 
Qué triste cosa es tener una mentalidad cesarista, y no comprender la libertad de los demás ciudadanos, en las 
cosas que Dios ha dejado a juicio de los hombres.(S313) 
"¿Quién ha dicho que, para llegar a la santidad, sea necesario refugiarse en una celda o en la soledad de una 
montaña?", se preguntaba, asombrado, un buen padre de familia, que añadía: "entonces serían santas, no las 
personas, sino la celda o la montaña. Parece que se han olvidado de que el Señor nos ha dicho expresamente a 
todos y cada uno: sed santos, como mi Padre celestial es santo". 
Solamente le comenté: "además de querer el Señor que seamos santos, a cada uno le concede las gracias 
oportunas".(S314) 
Ama a tu patria: el patriotismo es una virtud cristiana. Pero si el patriotismo se convierte en un nacionalismo 
que lleva a mirar con desapego, con desprecio sin caridad cristiana ni justicia a otros pueblos, a otras naciones, 
es un pecado. (S315) 
No es patriotismo justificar delitos... y desconocer los derechos de los demás pueblos.(S316) 
Escribió también el Apóstol que "no hay distinción de gentil y judío, de circunciso y no circunciso, de bárbaro y 
escita, de esclavo y libre, sino que Cristo es todo y está en todos". 
Estas palabras valen hoy como ayer: ante el Señor, no existen diferencias de nación, de raza, de clase, de 
estado... Cada uno de nosotros ha renacido en Cristo, para ser una nueva criatura, un hijo de Dios: ¡Todos 
somos hermanos, y fraternalmente hemos de conducirnos!(S317) 
Ya hace muchos años vi con claridad meridiana un criterio que será siempre válido: el ambiente de la sociedad, 
con su apartamiento de la fe y la moral cristianas, necesita una nueva forma de vivir y de propagar la verdad 
eterna del Evangelio: en la misma entraña de la sociedad del mundo. los hijos de Dios han de brillar por sus 
virtudes como linternas en la oscuridad "quasi lucernae lucentes in caliginoso loco". (S318) 
La perenne vitalidad de la Iglesia Católica asegura que la verdad y el espíritu de Cristo no se alejan de las 
diversas necesidades de los tiempos.(S319) 
Para seguir las huellas de Cristo, el apóstol de hoy no viene a reformar nada, ni mucho menos a desentenderse 
de la realidad histórica que le rodea... 
Le basta actuar como los primeros cristianos, vivificando el ambiente.(S320) 
Tú, que vives en medio del mundo, que eres un ciudadano más, en contacto con hombres que dicen ser buenos 
o ser malos...; tú, has de sentir el deseo constante de dar a la gente la alegría de que gozas, por ser cristiano. 
(S321) 
Se ha promulgado un edicto del César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. 
Caminan María y José hacia Belén... 
No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a una ley, para dar cumplimiento a su profecía? 
Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, 
también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios. 
(S322) 
19
Ver Postu: 963..sencillez conversación con un sacerdote que no sabe quién es 
965..Yo soy un pobre cura gordo 
966...ante alabanzas de la radio Vaticana 1947 
974-976...como un burrito 
994...Bueno Monrreal..naccimiento de la Obra empapado de humildad 
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  • 1. HUMILDAD hum* Carlos MORLAN Obr/7 (recibir experiencia y transmitirla a los demás) hum/1 Para ser así, fieles, apoyaos en el Señor: es decir, no confiemos únicamente en nuestras escasas energías. Nadie más ridículo que el que se jacta, presuntuoso, de lo que realiza. El diablo se organiza para coger a los hombres por la vanidad y por el orgullo. Tened el convencimiento de que nuestra fortaleza es prestada, que la verdadera fuerza y perseverancia sobrenatural en el bien vienen de Dios. Ninguno se crea mejor que los demás, ninguno se considere exento de errores y de pasiones. Si nos supusiéramos al margen de la miseria humana, seríamos la risa del diablo y del mundo. Fuera, hijos, el orgullo y la vanidad: buscad sólamente la gloria de Dios.(de nP;c/ 74,17c) No olvidemos las pobres miserias de nuestra vida; frecuentes como el tic-tac de un reloj: porque así no nos olvidamos tampoco de que nuestra pobre fortaleza, lograda con la gracia divina, está formada de debilidad (...). Insisto en que el humilde reconocimiento de nuestra debilidad, ante el Señor, será la mejor base para nuestra firmeza.(de nP; c/ feb74, 21fg) hum/2 (hum de unos hombres con otros) En el hombre hay que distinguir dos cosas: lo que es de Dios y lo que es del hombre... Humildad, tomada en su sentido estricto, es el miedo reverencial por el que el hombre se somete a Dios. Por eso debe el hombre subordinar lo que hay de humano en sí mismo a lo que hay de Dios en el prójimo. Pero la humildad no exige que se someta lo que hay de Dios en sí mismo a lo que parece ser de Dios en el otro... Así como tampoco exige que se someta lo humano propio a lo humano de los demás (S.Th. II-II,161,3). hum/3 El soberbio en lo que está de su parte carece de la necesaria flexibilidad para contemplar las cosas desde un punto de vista que no sea el suyo; y aun cuando lo lograse, su orgullo le impediría reconocer las cosas con objetividad. Ante un problema oscuro, la inquietud del soberbio no se aquieta tanto con su clarificación, como con que se le reconozca un papel activo, meritorio en el desenlace del problema. El soberbio es incapaz de recibir la verdad: él sólo sabe inventarla o crearla (...). Entre los síntomas del itinerario de la soberbia, como ha escrito nuestro Padre, destacan las manifestaciones de la pérdida del sentido sobrenatural: enmohecimiento del corazón para la piedad, para la fraternidad, para los encargos apostólicos; se enrarece el carácter, con reacciones desproporcionadas ante estímulos ordinarios; el alma se ensombrece y crea distancias respecto a los demás y como un alejamiento de lo que, en horas de fidelidad, era algo entrañable; aparece la frialdad de una criatura que no ha asimilado sobrenatural-mente una humillación, o un error o un detalle que suponía un vencimiento (c/feb74,7) (...). Si uno habitualmente se quedara insatisfecho con los motivos que suelen acompañar a las indicaciones de los Directores, y sintiera como un afán de exigir siempre más explicaciones; si al obedecer, con frecuencia se encontrase molesto o inquieto por los criterios recibidos, en la vida interior, en el apostolado o en la propia formación; si la idea de que se le exige o condiciona demasiado predominase sobre cualquier otra consideración; si notase que no vibra con la misma ilusión que sus hermanos, no ya en los grandes principios, sino en los pormenores prácticos de la labor; si percibiese una resistencia en entender la importancia de cumplir fielmente el espíritu y los modos apostólicos propios del Opus Dei... Todo eso es señal de que la luz no alumbra toda la casa.(cn, II-77,p.9-10) hum/4 (¿por qué hum?) 1
  • 2. Quizá os preguntéis: ¿por qué insiste el Padre siempre tanto en lo mismo?; ¿Por qué nos habla continuamente de humildad? Pues, por la sencilla razón de que el enemigo capital dr nuestra fidelidad a Dios es la soberbia. Con este gran pecado, ya os lo he dicho, aparece marcada la cabeza del Maligno, que sólo busca obcecar la nuestra, con el fin de confundirnos acerca de quiénes somos: seréis como dioses (Gen.3,5), nos sugiere arteramente, con distintos matices, con su propuesta ancestral (P-A; c/Feb.79,22 fin). hum/5 (pedir; no engañarnos) Os encarezco nuevamente que imploréis a Dios la gracia de la humildad. La soberbia interpone un tremendo obstáculo entre Dios y el hombre. La gracia de Dios penetra, como un rayo, en el corazón humilde, le da calor, y arranca destellos de luz. La soberbia, en cambio, corta ese rayo luminoso y hace que el alma ande en tinieblas y que se hiele cuanto se encuentra a su alrededor. Dirigíos al Señor, con las palabras de aquella antigua oración litúrgica, que conmovía a nuestro Padre: quia tibi sine te placere non possumus, no podemos agradar a Dios, si El no nos lo concede (51a). No permitáis que la soberbia os engañe. Mirad que junto al convencimiento de que personalmente no valemos nada, de hecho muchas veces nos buscamos enseguida a nosotros mismos: hablo de una experiencia que nos aflige a todos. (P-A;c/Sept.75,52a). hum/6 (crt n;4.3 -> dejarnos ayudar) La humildad os llevará a no fiaros de vuestro propio criterio, y a ser almas de oración, implorando continuamente el auxilio divino, y aprovechando bien el que os presta con tanta abundancia la Obra, en estos momentos de confusión general (7 fin). Es el trato con Dios el que facilita el ejercicio de la humildad, lo que nos da continuamente la medida de nuestra pequeñez, y como un instinto para pedir ayuda y para dejarse ayudar efectivamente. Os lo he enseñado desde el comienzo: si no fuésemos prácticamente contemplativos, nos sería muy difícil perseverar (de nP;c/Jun.73,30 fin). hum/7 (crt n;últ. -> ante fallos,acudir a nP) No faltarán las mínimas o las grandes derrotas; pero, si somos humildes, nos llevarán a cantar O felix culpa!: perdón, Señor, porque he caído de bruces en esta ocasión, pero así me percato con mayor fuerza de que no soy nada, de que no valgo nada, de que no puedo nada; como veo de modo tan claro mi nulidad, estoy seguro de que con la gracia de Dios venceré, ya que no me queda otro remedio que el de acudir a Ti; omnia possum in eo qui me confortat (Fil.4,13) ¡Y ahora que tenemos en el cielo un Padre, que es abogado! Yo me lo imagino delante de Jesús, intercediendo: es verdad que este hijo mío, o esta hija mía, no se ha portado muy bien, pero se ha encontrado en tales o cuales circunstancias atenuantes; y además, mira cómo se arrepiente, qué sincero es, cómo se levanta y con qué deseo se prepara otra vez para la lucha. Y Nuestro Señor, después de oir benignamente esa defensa, hecha con paterno amor por quien es un hijo suyo predilecto, nos bendecirá con su perdón y con su gracia (P-P;c/ju-n76,18a). hum/8 (crt n;2.4 -> no desánimo) Por eso, al tropezar con nuestra debilidad, no nos invadirá el desánimo, que sería ilógico: lo natural es prorrumpir en un cántico de acción de gracias, al darnos mejor cuenta de que si Dios nos ha escogido es porque nos ha amado con amor de predilección, sin ningún mérito por nuestra parte. Ante la evidencia de nuestra poquedad, persuádamonos, en cuanto la notemos, de que el Señor nos ilumina con luces más potentes, más misericordiosas, para que miremos mejor los recovecos de nuestra alma. Nos esforzaremos entonces, no con desánimo -fruto de la soberbia-, sino con humilde agradecimiento, en cortar, en corregir, en modificar, y echaremos fuera tanta basura. 2
  • 3. (...) La consecuencia de vernos, con la ayuda divina, miserables, pobres, pecadores, no se traducirá jamás -insisto, hijos- en desesperanza. Al contrario, nos animará una esperanza mayor, más sobrenatural, más fundada en la misericordia de Dios, y no en nuestras propias fuerzas (P-P;c/sep75,53bc) hum/9 (nP:llevar razón) Luchad, sobre todo , con la soberbia. Cuando penséis que tenéis toda la razón y sentís que os enconáis contra cualquiera -y especialmente, lo que es muy difícil que suceda, si fuese con alguno que cumple su deber de conducir la comitiva-, ¡abrid el corazón, y pedid a Dios mucha humildad! No deis lugar al diablo (nP;cdf sep90h) hum/10 (hum según esp.Opus Dei) La humildad que intentamos practicar y robustecer en el Opus Dei no consiste en actitudes exteriores, superficiales; es algo muy íntimo, profundamente radicado en el alma. Se manifiesta en el convencimiento profundo y sincero de que no somos mejores que los demás y, al mismo tiempo, en la certeza firme de que hemos sido convocados específicamente por Dios para servirle en medio de las distintas situaciones de cada momento y traerle muchas almas. Esta seguridad nos llena de optimismo, a la vez que nos impulsa a dar toda la gloria a la Santísima Trinidad, sin buscar nada para nosotros mismos, y nos empuja a interesarnos por quienes nos rodean. ¡Cómo se entiende aquel deseo santo de nuestro querido Fundador, cuando nos urgía: "dejad la garra santa de Dios en todos los que pasen a vuestro lado"! (h). Déjame que te pregunte -también yo me formulo estas mismas cuestiones, con exigencia-: ¿procuro pisotear mi yo, contrariando mi gusto, mis aficiones, también en cosas lícitas y nobles? ¿Procuro no herir a los demás, con mi tratro altenero o despegado? ¿Acudo con prontitud a socorrer las necesidades de los demás? Veo en quienes conmigo conviven, o trabajan, a Jesucristo, de modo que El me lleve a esmerar mi atención, mi delicadeza en el trato, y mi espíritu y mi realidad de servicio? ¿Lucho contra mi mal genio, e incluso contra una justificada reacción, en mi trato con los demás? (P-P;cdf ago89 m). hum/11 (vivir con naturalidad: hum colectiva) Por la tanto, debéis trabajar con naturalidad, sin espectáculo, sin pretender llamar la atención, pasando inadvertidos, como pasa inadvertido un buen padre que educa cristianamente a sus hijos, un buen amigo que da un consejo lleno de sentido cristiano a otro amigo suyo, un industrial o un negociante que cuida de que sus obreros estén atendidos en lo espiritual y en lo material (...) Con una humildad personal tan honda, que os lleve necesariamente a vivir la humildad colectiva, a no querer recibir cada uno la estimación y el aprecio que merece la Obra de Dios y la vida santa de sus hermanos (nP;c/090132,64; cdf ago89 j). hum/12 (hum colectiva) El Señor nos exige que cultivemos a diario esta humildad colectiva, para que sólo a El vaya toda la gloria (...) (k). También en este aspecto tan característico de nuestro espíritu se pone claramente de manifiesto que la Obra la hace Dios, y que el apostolado que realizamos es apostolado suyo. Por eso -¡hijas e hijos míos, meditadlo bien!- no buscamos gratitud o pago humano por nuestra labor: nuestra ambición es servir con tal delicadeza y naturalidad, que ni siquiera puedan darnos las gracias. "Esta humildad colectiva -que es heroica, y que muchos no entenderán- hace que los que forman parte de la Obra pasen ocultos entre sus iguales del mundo, sin recibir aplausos por la buena semilla que siembran, porque los demás apenas se darán cuenta, ni acabarán de explicarse del todo ese bonus odor Christi <2Cor.2,15>, que inevitablemente se ha de desprender de la vida de mis hijos" <nP;c/090132,64> (P-A; cdf ago89 l). hum/13 (manifestaciones de soberbia) 3
  • 4.  Apego al juicio propio; sentirnos muy "objetivos" y "ecuánimes", mientras los demás no lo son; amor propio; querer llevar razón; no valorar las opiniones ajenas; hablar de mis cosas  Querer sobresalir: que se sepa que YO he hecho esto; gustarnos ser imprescindibles; vanidad; engreimiento; hacer acepción de personas  Sentirnos incomprendidos (no nos valoran); suspicacias; susceptibilidad; compararnos con los demás.  No saber pedir perdón; no saber rectificar; frialdad respecto a los demás; rencor; envidia; rebajar a los demás; murmuración  Temor a quedar mal; miedo al ridículo; respetos humanos; afán de justificarse -> se escapan mentiras  Faltas de sinceridad, naturalidad y sencillez; no ver los propios defectos; no soportar la corrección  Especial dificultad para vivir la obediencia (propia cosecha) hum/14 (forma primaria de humildad y soberbia) La soberbia no es primariamente una forma de portarse con los demás. Soberbia es ante todo una postura ante Dios. Quiere decir, fundamentalmente, la negación de la relación criatura- Creador; el soberbio niega la dependencia de Dios como criatura. De las dos cosas que definen el pecado: alejamiento de Dios y acercamiento a los bienes perecederos, lo primero es lo que determina y constituye la forma definitoria de lo pecaminoso. Este aspecto constitutivo del pecado se encuentra en la soberbia de una manera especialísima y específica, como en ningún otro: "Todos los pecados son fuga de Dios; la soberbia es el único que le planta cara" (Casiano). Los soberbios son también los únicos pecadores a quien Dios no soporta, según dice la Biblia, en la Epístola de Santiago 4,6. Tampoco la humildad es en primer término una forma de relacionarse con los demás, sino una forma determinada de estar en la presencia de Dios. Ese carácter de criatura, que es inherente al hombre y que la soberbia niega y destruye, es afirmado y mantenido por la humildad. Si ese carácter creacional del hombre, el ser hechura de Dios, es lo que constituye su esencia, la humildad, en cuanto "sometimiento del hombre a Dios", es la aceptación de una realidad primaria y definitiva (lvf,279). hum/15 (saber perdonar) Disculpar siempre, porque lo que quita la paz son las pequeñeces de la soberbia: No pienses más en eso: perdona; lo que te han hecho, no es una injusticia: déjalo, olvídalo. Y después, aceptar la Voluntad de Dios. Ver al Señor detrás de cada suceso. Con esta receta seréis felices, alegres, serenos. (...) Perdonar es algo completamente sobrenatural, un don divino. Los hombres no saben ser clementes. Nosotros perdonamos en tanto en cuanto participamos de la vida de Dios, por medio de la vida interior, de la vocación, de la llamada divina, a la que procuramos corresponder en la medida de lo posible. (...) Sabéis que es parte del espíritu del Opus Dei la prontitud para perdonar. Y os he recordado que, perdonando, también demostramos que tenemos un espíritu de Dios. porque la clemencia -repito- es una manifestación de la divinidad. Participando de la gracia del Señor, perdonamos a todos y los amamos. Pero también tenemos lengua, y hemos de hablar y escribir, cuando lo pide el honor de Dios y de su Iglesia, el bien de las almas (nP; "En diálogo con el Señor", p. 207/8). hum/16 (obstáculos a la entrega: soberbia) 4
  • 5. ¡Vale la pena, hijos de mi alma, pronunciar un sí sincero a las exigencias concretas de la llamada! ¡Vale la pena mostrarse totalmente disponibles -cada uno, repito, según las circunstancias personales en las que Dios se ha dignado escogerle-, sin poner condiciones al amor! ¿Sabéis de dónde proceden principalmente los posibles condicionamientos que podemos inventarnos? De la soberbia, en sus variadísimas manifestaciones; de esa soberbia que todos arrastramos y que hábilmente se disfraza, para convertirnos en tristes esclavos de nuestro yo, en lugar de ser siervos, ¡amigos felices!, de ese Dios que nos ama sin medida. Sólo la falta de humildad resulta capaz de impedir que nuestra entrega sea total, absoluta, incondicionada, como el Señor espera (P-A; cdf 315c). hum/17 No podemos creernos el centro de todo, que pensemos que todo debe girar alrededor de nosotros. Y lo peor es que, si cayeses en este defecto, cuando te digan que eres soberbio, no te lo creerás; porque mientras el humilde se cree soberbio, el soberbio se cree humilde nP; mar62, p. 9). 5
  • 6. HUMILDAD A pesar de tener la forma de Dios se anonadó (... ), se humilló haciéndose obediente hasta la muerte (Flp 2,6-8). Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón (Mt 11,29). En verdad os digo: si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos (Mt 18,3). Al considerar cuántas humillaciones sufrió el Señor, especialmente las afrentas de la Pasión (insultos, acusaciones falsas, salivazos, azotes, etc.), se pregunta Santo Tomás por qué quiso abajarse tanto. La respuesta es que nuestro peor enemigo es la soberbia, y convenía que en este tema recibiéramos lecciones imborrables. ¿Aprendemos? Humildad no es apocamiento, cobardía, timidez. Es, simplemente, la verdad; saberse nada delante de Dios, que es Todo. Verse criatura: todo el ser recibido. En especial debemos tomar conciencia de que en el orden de la gracia no podemos nada: Sin Mí no podéis hacer nada (Jn 15,5), dice el Señor en la última Cena. Saber que lo bueno que hay en nosotros de Dios viene, y que el pecado es obra cuya autoría nos tenemos que adjudicar. Sin humildad no agradaremos a Dios ni a los hombres. Está como en la base de todas las virtudes, pues si se carece de ella, las pretendidas virtudes no serían más que motivos para la soberbia. Con ella, la paz, la serenidad, el buen humor, la comprensión, la generosidad, la obediencia, el perdón... 384 Salvarse por la humildad Se cuenta que fue un día arrebatado en éxtasis San Antonio y que, cuando volvió en sí, sus monjes le rodeaban para preguntarle lo que había visto. Hijos míos, les dijo, he visto el mundo cubierto de redes, y dentro de ellas tropezaban los pobres hombres, precipitándose en espantosos abismos. Entonces los monjes dijeron: Pues si todo el mundo está envuelto en esas misteriosas redes, ¿quién podrá librarnos de ellas? Respondió el Santo: Los que son humildes, los que se han conocido a sí mismos a la luz de la humildad. M. Alegre, Orientaciones para el examen de conciencia 385 Una historia mínima Esta historia mínima me pasó una vez que estaba predicando un cuso de retiro en un lugar de la provincia de Avila. Era un sitio forestal; había una casita, y yo había paseado muchas veces por los alrededores, rezando el breviario, y nunca encontré a nadie; hasta el punto de que llegué a pensar que era un sitio forestal deshabitado. Pero una mañana, serían como las nueve, mientras rezaba me encontré con tres niños que iban a la escuela: una niña, la mayor, que tendría unos ocho años; otra, más pequeña, de cinco años y medio o seis -aproximadamente -, que por cierto llevaba una cartera enorme, y, después, un chico. Yo no sé si por la sorpresa del encuentro o porque las personas mayores siempre hacemos estas preguntas, el caso es que me dirigí a la pequeña y le dije: -Vamos a ver, tú, ¿la «m» con la «a»? Y la pequeña, apretando los labios con energía, me dijo: -Ba». Y entonces, la otra, pasándole la mano por encima, como amistosamente, me miró y como en defensa de su amiga, me dijo: -Es que va en la «b». Me alegró el encuentro. Iba en la «b». Realmente es estar muy al principio del conocimiento, porque tanto si hubiera empezado por las vocales como por el abecedario, hay que reconocer que la chica sabía poco. Cuando yo volví a la casa donde tenía que predicar poco después, me acordaba de unas palabras de Cristo: «Si no os hicierais como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos». Y de aquellas otras: «Gracias te doy, Dios Padre del cielo y de la tierra, porque has encubierto estas cosas a los sabios y a los prudentes y las has descubierto a los pequeñuelos». 6
  • 7. Me alegró mucho aquel encuentro. Ir en la «b». Y es que, a pesar del indudable progreso de las ciencias, a pesar de la segura certeza de muchos de los descubrimientos de la naturaleza o de la historia, en muchas de las cosas decisivas, seguirnos en la «b». A. García Dorronsoro, Tiempo para creer 386 Faros y faroles El primer faro Eddystone se edificó en Inglaterra en las cercanías de Plymouth, allá por el 1700. Casi todo él había sido construido en madera. Su autor, un tal Winstanley, estaba muy orgulloso de su obra. Tanto, que se permitía llamarla «la obra de Winstanley, el mejor arquitecto de Inglaterra», cosa que hizo grabar en el faro como un desafío al mar. Una noche, cuando se encontraba en la torre, una terrible tempestad se desencadenó. Tan gigantescas fueron las olas, que al cabo de poco tiempo se hundía el faro y desaparecía entre las aguas su autor. Transcurridos unos años, se encargo a construcción de un nuevo faro a un arquitecto llamado Smeaton. Lo hizo en granito y quiso grabar en la piedra las palabras del salmista: Si el Señor no edifica la casa, en vano se fatigan los que la construyen. Duró el nuevo faro, cumpliendo su cometido de hacer señales a los barcos, sin necesidad de reparaciones, unos cien anos. Y luego reparado, hasta nuestros días. Cfr. F. H. Drinkwater, Historietas catequisticas 387 Adornos prestados Interesante el encuentro entre el rey bárbaro Totila y San Benito. Aquél quería probar si el famoso monje tenía de verdad el don de profecía. Hizo llamar al que llevaba la espada delante de él, que se llamaba Rigo, y lo vistió con los ornamentos reales. Después le ordenó ir a ver a Benito haciéndose pasar por el rey. El escudero, así disfrazado y con gran séquito, marchó al monasterio. Pero Benito, que veía las cosas desde lo alto, descubrió fácilmente al impostor: -Quítate esos adornos, hijo, quítatelos, que no son tuyos. Más tarde se presentó el rey en persona, y con pocas palabras hizo saber a Totila que tampoco contaban mucho los adornos, incluso sobre los hombros del monarca. Cuando nos atribuimos los dones divinos, como si se tratara de mérito propio, una voz en el fondo de la conciencia debería susurrarnos: «Quítate esos adornos, hijo, quítatelos, que no son tuyos». -Quítate esos adornos, hijo, quítatelos, que no son Cfr. P. Bargellini, Los santos también son hombres 388 Pobre mar sin mí Algunos hombres piensan que son el centro del universo. No tienen en cuenta para nada a Dio, que es el Creador, y que ellos son sólo criaturas; que el día en que dejen este mundo no va a ocurrir ninguna catástrofe. Se encontraba un niño paseando a la orilla del mar. De improviso lanzó esta pregunta a su madre: -Mamá, ¿qué harán con el mar, cuando yo no esté? Cfr. F. H. Drinkwater, Historietas catequísticas 389 Fábula de la mosca Una mosca descansaba sobre el cuerno de un buey. Movió éste la cabeza, según costumbre, y la mosca se figuró que era excesivo peso para él: -Si te molesta mi carga, dímelo, y volaré a otra parte. Respondió el buey divertido: -Os agradezco la advertencia, señora mosca; pero el caso es que, de puro ligera que sois, ni me había dado cuenta de vuestra presencia. Quien nada pesa y se figura pesar mucho, es un majadero. Un perfecto majadero. 390 La medalla de Napoleón Se le había subido el éxito a la cabeza. Ocupó Napoleón Moscú, y mandó acuñar unas medallas conmemorativas de tal suceso. En una de las caras se veía la efigie del emperador francés, y en la opuesta la siguiente inscripción: «El Cielo es tuyo, pero la tierra es mía». No es poca soberbia parangonarse con Dios. 7
  • 8. Algunas de estas medallas fueron enviadas a Suwarow, gobernador de Oreriburg, junto con un escrito en el que se proponían negociaciones. Suwarow, por toda respuesta, devolvió a Napoleón una de aquellas medallas; pero había sustituido la inscripción primitiva por ésta: «La espalda es tuya, pero el látigo es mío». La historia no fue muy favorable a Napoleón. Vinieron las derrotas. Cfr. F. Spirago, Catecismo en ejemplos 391 Creerse un genio Las genialidades de Dalí son tan famosas como admiradas sus pinturas. En cierta ocasión, no tuvo el artista de Cadaqués ningún inconveniente en declarar a un periodista lo que sigue: «Desde 1929, tengo la clarísima conciencia de ser un genio, es más el genio: el representativo de mi tiempo. Esto se halla ya escrito en la morfología de mi rostro, como estaba escrito en el de mi hermano, que murió de meningitis a los siete años. Se llamaba Salvador también, porque también él hubiera salvado, como yo, al mundo: es decir, hubiera salvado lo que se puede y se debe salvar del mundo. Lo que yo no sabía, era que éste, mi genio, era, pongamos, no leonardesco o goethiano, sino rafaelesco. He atravesado períodos leonardianos y goethianos, en mi vida; pero ahora me doy cuenta de que eran mediocres aprendizajes. Todo lo que he hecho bajo ese signo representa cuanto de mejor ha sido hecho, pictóricamente, en la mitad de este siglo; pero no es nada, comparado con lo que estoy haciendo y haré en adelante». Nunca se ha sabido si Dalí hablaba en serio o en broma, si creía o no en sus originalidades. De todos modos, no nos vendría mal meditar alguna vez el contenido de esta frase: «El mejor negocio del mundo sería comprar a los hombres por lo que valen, y venderlos por lo que creen que valen». Cfr. I. Montanelli, Personajes 392 Como la rana de la fábula Hay personas a quienes la soberbia lleva a hacer el ridículo, cuando no les conduce a mayor desgracia el afán de ser más de lo que son. Los antiguos solían contar la siguiente fábula: Pacía un buey en las cercanías de un estanque habitado por ranas. Una de ellas divisó al potente animal, y dijo a sus compañeras: -Si yo quisiese, podría ser tan grande como ese buey. Comenzó a hincharse cuanto podía. Las otras ranas se reían de lo lindo con sus esfuerzos, porque, a pesar de sus esfuerzos, ni de lejos se asemejaba al buey. La rana se picó un tanto: -No os riáis, que casi no he comenzado a hincharme. Ahora veréis. Hizo un supremo esfuerzo... y reventó. 393 Milagro de humildad El catequista ha hablado largo y tendido a las niñas sobre las virtudes. Vamos a ver, ¿quién de vosotras es la más modesta? Una del grupo: Yo, una servidora. Catequista: ¿Y quién será la más humilde? a misma: Yo, yo. Catequista: ¿Y quién será la más caritativa? (Todas las demás escuchan en medio de un sepulcral silencio.) La de siempre: Yo también... -¿Y la más obediente? ¿Y la más piadosa? La misma: Mire usted, yo soy de todo esto más que ninguna. El catequista (un poco picado ya): Vamos a ver, ¿quién será la más tonta de todas? Ahora, todas menos la misma: ¡Esa, esa niña! Cfr. M. González, Partiendo el pan a los pequeñuelos 394 Ayax sobre la esponja Entre los romanos se usaban en la escritura algunas tintas de muy pobre calidad, de manera que bastaba pasar una esponja humedecida en agua sobre el papiro para quitar todo rastro de tinta: «dar con la esponja» significaba borrar. Estas aclaraciones servirán de preámbulo a lo que se va a contar. Augusto había comenzado a escribir una tragedia cuyo héroe era Ayax, aquel griego que se suicidó arrojandose sobre la punta de su espada. Pronto descubrió el emperador que aquella empresa artística le superaba y decidió cortar por lo sano: dejó de producir. Alguien le preguntó qué tal le iba su Ayax. Augusto respondió. -Se ha arrojado... sobre la esponja. Con buen humor e ingenio, declaraba que había preferido terminar antes con la tragedia que con el héroe. A poco sinceros que seamos con nosotros mismos, más de una vez veremos 8
  • 9. claro que es mejor «dar con la esponja» -arrojar al héroe sobre la esponja -a lo que hemos emprendido, y reconocer humildemente que no estábamos preparados para aquello. Cfr. U. E. Paoli, Urbs. La vida en la Roma Antigua 395 Ahora empieza a balbucear Parece ser que Miguel Angel, después de noventa años empleados en obras que siempre se han reputado como maestras, decía viendo ya cercana la muerte: «Dos cosas hay que me entristecen: el no haber cuidado más de la salvación de mi alma, y el morir precisamente ahora, cuando empiezo a balbucear las primeras palabras de mi arte». Contrasta, evidentemente, este modo de pensar con la suficiencia con que se juzgan bastantes personas, que consideran sus realizaciones como perfectas, cuando la verdad es que no han hecho sino empezar a aprender. Esa falta de realismo les hará difícil todo progreso. Cfr. R. J. De Muñana, Verdad y vida 396 Las posesiones de Alcibíades Comentó Alcibíades con orgullo, delante de su maestro Sócrates, las muchas posesiones que tenía cerca de Atenas. Sócrates le mostró un gran mapa, y dijo: -Indícame dónde está Europa. El discípulo lo hizo con gran rapidez. -Bien, ahora, ¿dónde está Grecia? También fue localizada con prontitud, pero ¡qué trozo tan pequeño comparado con Europa! -Y, en Grecia, ¿dónde está el Peloponeso? Alcibíades dio con él, pero con mayor trabajo, porque es muy pequeño. -¿Y dónde está Ática?E sta vez sólo pudo señalar un punto minúsculo. -Bien --dijo Sócrates-, y ahora muéstrame dónde están tus grandes posesiones del Ática. Alcibíades no logró encontrarlas en el mapa. Quizá no nos conocemos suficientemente. Podemos decirnos a nosotros mismos aquello que refiere el Apocalipsis: Yo soy rico y hacendado, y de nada tengo falta; y el Señor nos contesta: No conoces que eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego, y desnudo (Apc 3). Cfr. M. A. Cárceles, Cómo vencer los obstáculos 397 El primer frascuelista Aunque sólo fuera una pizca de vanidad, se podría poner como ejemplo la contenida en una anécdota del torero cordobés «Lagartijo». La Fama de Salvador Sánchez «Frascuelo» estaba creciendo como la espuma por toda España, y alguien tuvo la curiosidad de ir a preguntarle al ya consagrado «Lagartijo» qué pensaba del nuevo diestro. «Lagartijo» se quedó mirando en silencio unos segundos a su interlocutor, y por fin se despachó con estas palabras: -Afigúrate tú zi zerá bueno, cuando lo comparan conmigo. De todos modos, no era tan creído como podría pensarse por este suceso. La verdad es que cuando la afición se dividió en «frascuelistas» y «lagartijistas», el torero cordobés afirmaba: -El primer «frascuelista» soy yo. Cfr. V. Vega, Diccionario ilustrado de frases célebres 398 «No fue Lepanto» La afición de Valle-Inclán a hablar de sí y darse importancia no necesita encarecerse. Alguna vez hizo saber que su brazo izquierdo lo había perdido en un noble lance, cuando en realidad fue de un bastonazo que - le - propinaron en una vulgar reyerta. Un buen día, estaba en el café Fornos, a principios de siglo, donde se reunía lo mejor de nuestra intelectualidad, y tomó Don Ramón la palabra para hablar, según costumbre, de sí mismo. No dejaba que nadie le interrumpiese. Hasta que, por fin, Jacinto Benavente, que estaba a su lado, le tiró tímidamente de la manga del brazo izquierdo, y le dijo con cierto acento cariñoso, para no ofender: -¡Que no fue Lepanto ... ! Cfr. V. Vega, Diccionario ilustrado de frases célebres 399 La cosa es llamar la atención L. Coloma, en su célebre novela Pequeñeces -retrato de la frivolidad e inmoralidad reinantes en un sector de la aristocracia española en el siglo pasado -, describe a la protagonista, Currita Albornoz, como persona que ha puesto el fin de su 9
  • 10. vida en sobreponerse a todos ' en llamar la atención, en ser siempre la primera. Mujer preocupada de que se hable de ella; lo mismo da bien que mal, con tal de que se hable... De Currita -asegura Colomahubiera podido decirse lo que de cierto personaje dijo un escritor elegantísimo: «Si asiste a una boda, quiere ser la novia; si asiste a un bautizo, el recién nacido; si a un entierro, el muerto». 400 Como el perro de Alcibíades Un ejemplo de lo que puede urdir la picaresca en épocas nada recientes por aquello de la vanidad. Vuelve a aparecer Alcibíades, el de las grandes posesiones cerca de Atenas.Cuenta Plutarco que este hombre vivía obsesionado por la necesidad de popularidad. Quería a toda costa que se hablase de él. Hoy día, los famosos recurren al escándalo y aparecen en las revistas para continuar en la cresta de la fama. Alcibíades notó que el público comenzaba a perder interés por su persona, e hizo lo siguiente: tenía un perro que había costado un dineral... y tuvo la originalidad de cortarle la cola. Así Atenas recuperó el interés por el dueño del can, y volvió a hablar de sus riquezas y extravagancias. 401 No cantaba tanto Se celebraban las fiestas de Santa Ana, madre de nuestra Señora, en Sevilla, y el barrio de Triana era un hervidero de bullicio y gentes. Ya de noche, en una esquina cualquiera, un individuo entonaba cantares de la tierra con voz aguardentosa y mejor voluntad que fortuna y arte. Un grupito de personas se habían parado a escuchar al «cantaor», quizá porque no tenían nada mejor que hacer; en sus rostros se adivinaba sin dificultad una indiferencia absoluta; ninguna emoción ni sentimiento. Cuando el «artista» dio por terminado el recital, estalló en vanidad: -¡Esto es cante! Uno de los presentes movió la cabeza y, con la ocurrencia propia del lugareño, le bajó a la realidad con cierta crudeza: -Maestro, cantas menos que «un grillo pisao». 402 Lenguajes elevados Si algo hizo bien San Bernardino -de Siena fue predicar con sencillez. Tenía don de lenguas. Contaba de un fraile de su orden que era excelente en su predicación, sutil como ninguno (había algo de ironía en estas palabras). Y había otro que era todo lo contrario: tosco como ninguno. Pero no se perdía sermón del primero. Tanto le había escuchado, que un día encomiaba el último sermón con los demás compañeros. Había dicho cosas admirables. -¿Pero qué dijo? No cesaba de alabar: -¡Cosas admirables que nunca oísteis! -Pero, ¿qué es lo que dijo? -Dijo las cosas más nobles. -Pero, bueno, ¡dinos qué dijo! Y vuelta con la misma cantinela: -Os habéis perdido el sermón más hermoso que nunca habréis podido oír. Y al fin aclaró: -Habló de las cosas más altas y más nobles que yo haya oído nunca. ¡Tan elevado habló que no le entendí nada! Cfr. P. Bargellini, Los santos también son hombres 403 Primera maravilla No sólo hay quien «se escucha» al hablar, sino también que alardea de conocimientos. La siguiente historia no es propiamente un caso de vanidad; es la ingenua anécdota que protagoniza un hombre sencillo y con poca cultura. Ocurrió en una excursión por una zona montañosa de cierto país de América del Sur. No diremos más. Se habían apuntado al plan deportivo y relajante un buen puñado de muchachos. Hizo aparición un lugareño -verdadero protagonista de esta historia - que se ofreció gentilmente a enseñarles lo que él consideraba la segunda maravilla de la tierra. Se trataba de un fenómeno de la naturaleza llamado «la Movediza». ¿Qué era «la Movediza»? Pues una inmensa roca que se -1 mantenía en sorprendente equilibrio sobre otra roca. -Esta es la segunda maravilla del mundo -aseguró el improvisado guía. 10
  • 11. Ante semejante revelación, no pudieron evitar los afortunados visitantes del lugar el preguntarle por la primera de las maravillas. Se atusó el bigote y sonriendo con una vaga mirada de suficiencia, les aclaró: -La primera está en Turquía. Son las pirámides de Egipto. 404 Experto en testarudos Hay quien es el espíritu mismo de contradicción; parece que está esperando a saber de qué se habla para decir inmediatamente: «me opongo». Cuentan que en un puente estrecho, colgado entre las dos orillas de un torrente, se paró un mulo, afirmándose firme en sus cascos. Intentaron arrastrarlo por la cabeza, molerle a palos las costillas; no había modo de moverlo. A uno y otro extremo del puente la gente esperaba con impaciencia. Dijo uno que parecía entender de mulos: -¡Dejádrnelo a mí! Se acercó, cogió al mulo por el rabo y le dio un tirón. Al sentir que lo querían arrastrar hacia atrás, el animal salió como una flecha hacia adelante, dejando el paso libre. Cfr. A. Luciani, Ilustrisimos señores 405 La mujer más fea de Francia En cierta ocasión, Wilde estuvo en París en compañía de otro escritor llamado Frank Harris. Una escritora francesa, Marie-Anne Boved, conocía a Harris y le rogó que e proporcionara una entrevista con Wilde. La escritora no se distinguía por su belleza física, sino todo lo contrario. Harris pensó que esto a Wilde le tendría sin cuidado y no le dijo nada. Llegó el momento de la presentación. Wilde, al ver la fealdad de la escritora, no disimuló su sorpresa. Ella se dio cuenta, y sin miedo ninguno preguntó: -¿Verdad, señor Wilde, que soy la mujer más fea de Francia? Wilde le hizo una reverencia y, muy ceremoniosamente, le dijo: -Del mundo, señora, del mundo. Y añadió suavemente: -Es inútil quitarse méritos que saltan a la vista. N. Clarasó, Antología de anécdotas 406 No se consideraba «letrera» Tuvo Santa Teresa oportunidad de recibir la educación que podían disfrutar algunas doncellas de la buena sociedad, pasando una temporada en un convento. No había entonces colegios femeninos. Hacían algo de vida de comunidad con las religiosas, aprendían el catecismo, leer, escribir, algo de cuentas, bordar con destreza, hacer encajes, entender algo de música; todo eso se consideraba suficiente para una mujer. No se miraba por aquel entonces tanto a la inteligencia como a la discreción. Años después, Teresa bromeaba de una religiosa algo marisabidilla. «Mas como no soy tan letrera como ella, no sé qué son los asirios». Sí lo sabía, pero gustaba de dar a sus hijas una lección de humildad. Cfr. M. Auclair, Vida de Santa Teresa 407 Conversaba sin ceremonias Lo santo no está reñido con lo humano. Ni en personas que han sido favorecidas por Dios con altísima oración y fenómenos místicos se da disociación entre lo natural y lo sobrenatural. Santa Teresa era toda jovialidad y sencillez. Se ganaba a la gente con su cariño y gracejo. Cuando estuvo en Madrid en casa de una dama de alcurnia -Doña Leonor de Mascarenhas, la portuguesa, dama de honor de la emperatriz Isabel y aya de Felipe II-, todos los devotos de la Corte se apresuraron a visitar a la «Santa de Avila». Esperaban que hiciese milagros, o cayese en éxtasis, o se elevase hasta el techo; pero no manifestó sino una simpatía humilde y cortés, algo ingenua. Los que aguardaban oír de ella dichos sublimes quedaban sorprendidos al escucharla: -¡Oh, qué buenas calles tiene Madrid! -y seguía hablando de la lluvia y del tiempo. Pero las Descalzas Reales, a las que iba a visitar, estaban maravilladas: «¡Bendito sea Dios! Hemos visto a una santa a la que podemos imitar. Habla, duerme y come igual que nosotras, y conversa sin ceremonias»: Cfr. M. Auclair, Vida de Santa Teresa 408 Las apariencias engañan El Papa S. Pío X era el pontífice de la sencillez. En medio de los esplendores de la Basílica Vaticana y en las grandes audiencias, llevaba siempre la dignidad del soberano y la majestad del Vicario de Cristo en la tierra. Pero, tan pronto como se 11
  • 12. desposeía de la tiara o de sus ornamentos pontificales, volvía con naturalidad a su sencillez innata, ya que nunca supo habituarse a las grandezas y a las pompas oficiales de la Corte papal: las sufría porque comprendía que todo debía realizarse con la solemnidad tradicional del rito. S. Pío X se complacía conversando sencillamente, y a veces bromeando con sus ayudantes de cámara y con sus jardineros, interesándose por su salud y por la de sus familias. A alguien que le advertía una vez que se rebajaba demasiado en su trato con los inferiores, le contestó: -Falta saber quiénes son los inferiores: ellos o nosotros; porque según el juicio de Dios, el mundo será al revés de como nosotros lo vemos. Cfr. I. Segarra, Una manzana cada día 409 Aceptar responsabilidades Un ejemplo de humildad que engrandece -si cabe más -la colosal figura de San Bernardo. La segunda cruzada fue uno de los grandes dolores de su vida. Instado por el rey Luis VII y conseguida bula del Papa Eugenio III, predicó desde 1146 por toda Europa la cruzada. La expedición que se organizó fracasó absolutamente en 1149. Muchos alzaron su voz contra Bernardo, echándole la culpa de todo. Y él, que la había predicado por obediencia, asumió humildemente la responsabilidad. «Gustoso recibiré las maldicientes lenguas de los murmuradores y las saetas venenos de los blasfemos para que así no lleguen a Él». Cfr. M. Alvarez, San Agustín, San Bernardo, San Francisco de Asís, Santo Tomás de Aquino 410 Todo por una carroza Quien sepa algo de la vida de Santa Teresa no ignorará cuántos sufrimientos le causó la princesa de Éboli, mujer dominante y caprichosa. Ni tampoco la paciencia con que la Santa de Ávila soporto aquellas molestias. Al final de la fundación del monasterio de Pastrana, no veía el momento de volverse a Toledo. Pero hasta aquí la princesa tuvo que darle disgustos. Se había empeñado en que viajase en su carroza. Un clérigo vio a la carmelita descender del espléndido carruaje delante del convento. La llamó al locutorio y la increpó: -¿Qué santa sois vos, que engañáis al mundo y vais en carroza? Y como estaba loco, añadió los agravios que se le ocurrieron. La Madre, creyéndolo cuerdo, le oyó humildemente y sin excusarse: -Sois el único que os atrevéis a decirme mis yerros. Cfr. M. Auclair, Vida de Santa Teresa 411 Sorprendido de la propia Ignorancia Una respuesta dada por un hombre admirable por su sencillez, San Vicente de Paúl. -Sois un gran ignorante -le gritó el abate de Saint Cyran, considerado como el segundo fundador del jansenismo -. Y me pasma que vuestra congregación os soporte como jefe. -A mí me pasma más que a vos -le respondió Vicente -, porque mi ignorancia es mucho mayor de lo que os figuráis. Pero a pesar de aquella proclamada ignorancia suya, que no era más que sabia humildad, fundó seminarios, organizó retiros para los ordenandos: conferencias para los ya ordenados; y misiones, misiones, misiones, para educar junto con sus feligreses a los mismos párrocos, que habían caído en el abandono de los campos y en la incuria del ministerio. Cfr. P. Bargellini, Los santos también son hombres 412 Humildad en las persecuciones No tuvo que sufrir pocas contradicciones Santa Teresa de Jesús por su labor de reformadora. La acusaban de traer mujeres mozas de un lugar a otro con la excusa de fundaciones para hacerlas malas. Decía ella: -Me hacen gran favor, pues aunque no haya hecho lo que ellos dicen, en otras cosas ofendí a Dios y allá se va lo uno por lo otro. No sólo la fundación de monasterios era un medio para darse a deshonestidades -según los calumniadores – sino que se llegó a afirmar que, yendo en coche cerrado en mitad de la plaza 12
  • 13. de Medina del Campo se quebró el coche, y toda la gente pudo verla ofendiendo a Dios con cierto fraile. Comentario a estas atrocidades: -Mucho más hiciera yo si Nuestro Señor no me tuviera de su santa mano, y lo que en eso hay más de temer y yo siento más, es el daño del alma de quien dice semejantes cosas; y quisiera padecer muchas afrentas y tormentos porque él no ofendiese a Dios (se refiere a un clérigo) y porque saliera de pecado. Digno de ser reseñado es el comentario del Obispo de Ávila don Álvaro de Mendoza, que tan bien conocía a la carmelita: «Quien quiera verse tratado por la Madre Teresa de Jesús como el mejor de sus amigos, no tiene más que levantarle un falso testimonio». Ella quitaba importancia a su capacidad de perdonar; la costumbre hace más insensible para estas cosas; además: «Paréceme como si tuviera una tablilla delante del corazón, en que descargan todos los golpes sin tocarme en él» Cfr. M. Auciair, Vida de Santa Teresa 413 «Decíamos ayer» Fray Luis de León, catedrático en Salamanca, hombre piadoso y recto fue víctima de las rencillas de escuela y las rivalidades académicas 1 Acusado ante el tribunal de la Inquisición por supuestas heterodoxias, ingresó en prisión el 27 de marzo de 1572. A partir de ahí, tuvo lugar un penoso proceso -increíblemente largo: cinco años -, que se acabó con la absolución del acusado y su reposición en la cátedra que regentaba. Diciembre de 1576. La ciudad de Salamanca le recibe con júbilo. Al día siguiente, el claustro universitario le da una fervorosa bienvenida, como queriendo hacerle olvidar las penalidades sufridas durante los últimos cinco años. ¿Qué hace Fray Luis en ese momento? Tiende la mano amistosa a quien ha sido su más negro enemigo, y renuncia a la cátedra en favor de quien la ha tenido en su ausencia, pidiendo tan sólo que se le conceda otra más adelante. No queda ni rastro de las injurias que le han inferido. El día en que comienza de nuevo sus lecciones, rompe el silencio y lo hace con estas famosas palabras: -Dicebamus hesterno die... «Decíamos ayer»... Palabras de las que se nos habla por primera vez en la obra de Nicolás Crusenio, Monasticun Agustiniarum, edición de Munich, 1623. Como si continuara una lección iniciada veinticuatro horas antes, y los cinco años de vida carcelaria fueran un paréntesis completamente olvidado; sin aspavientos, sin subrayar la victoria... Cfr. P. de Lorenzo, Fray Luis de León 414 Ni lo uno ni lo otro Al Santo Cura de Ars le salían por una friolera alabanzas o críticas. Según contaba él mismo: «He recibido dos cartas por el mismo correo. En la una se me decía que yo era un gran santo; en la otra, que era un hipócrita y un charlatán... La primera nada me da, la segunda nada me quita. Soy lo que soy a los ojos de Dios y nada más». 415 Buena advertencia Una bella historia de humildad en quien fue verdaderamente ejemplar en esta virtud: el Poverello de Asís. Tiene Francisco que trasladarse a su querido monte Averno, en cuyos bosques tantas veces ha encontrado paz y sosiego para intensificar su unión con el Creador ' y el hombre de Dios se encuentra físicamente aniquilado. Tienen que llevarlo a lomo de asno. Guía a la bestia un campesino del lugar. Van caminando y, de pronto, al campesino se le ocurre la peregrina idea de amonestar un poco al personaje famoso: -Oye, ¿es verdad que eres el hermano Francisco de Asís? -Sí. -Pues entonces procura ser tan virtuoso como todos suponen, porque mucha gente tiene gran confianza en ti. De manera que te aconsejo que no haya nada en ti que no sea lo que de ti se espera. Por toda respuesta, Francisco se desliza del asno y se arrodilla ante el aldeano para besarle los pies en agradecimiento por la advertencia. Cfr. J. Green, El hermano Francisco 13
  • 14. 14
  • 15. HUMILDAD (598-613) C589 Cuando percibas los aplausos del triunfo, que suenen también en tus oídos las risas que provocaste con tus fracasos. C590 No quieras ser como aquella veleta dorada del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra. -Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa. C591 Cuanto más me exalten, Jesús mío, humillame mas en mi corazón, haciéndome saber lo que he sido y lo que seré, si tú me dejas. C592 No olvides que eres... el depósito de la basura. -Por eso, si acaso el Jardinero divino echa mano de ti, y te friega y te limpia... y te llena de magníficas flores..., ni el aroma ni el color, que embellecen tu fealdad, han de ponerte orgulloso. Humillate: ¿no sabes que eres el cacharro de los despedicios? C593 Cuando te veas como eres, ha de parecerte natural que te desprecien. C594 No eres humilde cuando te humillas, sino cuando te humillan y lo llevas por Cristo. C595 Si te conocieras, te gozarías en el desprecio, y lloraría tu corazón ante la exaltación y la alabanza. C596 No te duela que vean tus faltas; la ofensa de Dios y la desedificación que puedas ocasiona, eso te ha de doler. -Por lo de más, que sepan cómo eres y te desprecien. -No te cause pena ser nada, porque así Jesús tiene que ponerlo todo en ti. C597 Si obraras conforme a los impulsos que sientes en tu corazón y a los que la razón te dicta, estarías de continuo con la boca en tierra, en postración, como un gusano sucio, feo y despreciable... delante de ¡ese Dios! que tanto te va aguantando. C598 ¡Qué grande es el valor de la humildad" -"Quia respexit humilitatem..." Por encima de la fe, de la caridad, de la pureza inmaculada, reza el himno gozoso de nuestra Madre en la casa de Zacarías: "Porque vió mi humildad, he aquí que por esto, me llamarán bienaventurada todas las generaciones". C599 Eres polvo sucio y caído. -Aunque el soplo del Espíritu Santo te levante sobre las cosas todas de la tierra y haga que brilles como oro, al reflejar en las alturas con tu miseria los rayos soberanos del Sol de Justicia , no olvides la pobreza de tu condición. Un instante de soberbia te volvería al suelo, y dejaría de ser luz para ser lodo. C600 ¿Tú..., soberbia? -¿De qué? C601 ¿Soberbia? -¿Por qué?...Dentro de poco -años, dias- serás un montón de carroña hedionda: gusanos, licores malolientes, trapos sucios de la mortaja..., y nadie, en la tierra, se acordára de ti. C602 Tú, sabio, renombrado, elocuente, poderoso: si no eres humilde, nada vales. -Corta, arranca ese "yo", que tienes en grado superlativo -Dios te ayudará-, y entonces podrás comenzar a trabajar por Cristo, en el último lugar de su ejército de apóstoles. C603 Esa falsa humildad es comodidad: así, tan humildico, vas haciendo dejación de derechos... que son deberes. C604 Reconoce humildemente tu flaqueza para poder decir con el Apóstol: "cum enim infirmor, tenc potens sum". -Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. C605 Padre: ¿cómo puede usted aguantar esta basura? -me dijiste, luego de una confesón contrita. -Callé, pensando que si tu hulmidad te lleva a sentirte eso -basura: ¡un montón de basura!-, aún podremos hacer de toda tu miseria algo grande. C606 Mira qué humilde es nuestro Jesús: ¡un borrico fué su trono en Jerusalén!... C607 La humildad es otro buen camino para llegar a la paz interior. -"El" lo ha dicho: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón..., y encontraréis paz para vuestras almas!. C608 No es afalta de humildad que conozcas el adelanto de tu almal. -Así lo puedes agradecer a Dios. -Pero no olvides que eres un pobrecito, que vistes un buen traje... prestado, C609 El propio conocimiento nos lleva como de la mano a la humildad. C610 Tu reciedumbre, para defender el espíritu y las normas del apostolado en que trabajas, no debe flaquear por falsa humildad. -Esa reciedumbre no es soberbia: es vitud cardinal de fortaleza. C611 Por soberbia. -Ya te ibas creyendo capaz de todo, tú solo. -Te dejó un instante, y fuiste de cabeza. -Sé humilde y su apoyo extraordinario no te faltará. C612 Ya puedes desechar esos pensamientos de orgullo: eres lo que el pincel en manos del artista. -Y nada más. -Dime para qué sirve un pincel, si no deja hacer al pintor. C613 Para que seas humilde, tú tan vacío y tan pagado de ti mismo, te basta considerar aquellas palabras de Isaías: eres "gota de agua o de recío que cae en la tierra, y apenas se echa de ver". 15
  • 16. Humildad...259 surco "La oración" es la humildad del hombre que reconoce su profunda miseria y la grandeza de Dios, a quien se dirige y adora, de manera que todo lo espera de El y nada de sí mismo. "La fe" es la humildad de la razón, que renuncia a su propio criterio y se postra ante los juicios y la autoridad de la Iglesia. "La obediencia" es la humildad de la voluntad, que se sujeta al querer ajeno, por Dios. "La castidad" es la humildad de la carne, que se somete al espíritu. "La mortificación" exterior es la humildad de los sentidos. "La penitencia" es la humildad de todas las pasiones, inmoladas al Señor. La humildad es la verdad en el camino de la lucha ascética.(S259) Es muy grande cosa saberse nada delante de Dios, porque así es.(S260) "Aprended de mí, que soy manso y humilde de Corazón..." ¡Humildad de Jesús!... ¡Qué lección para ti, que eres un pobre instrumento de barro!: El siempre misericordioso te ha levantado, haciendo brillar en tu vileza, gratuitamente ensalzada, las luces del sol de la gracia. Y tú, ¡cuántas veces has disfrazado tu soberbia so capa de dignidad, de justicia...! ¡Y cuántas ocasiones de aprender del Maestro has desaprovechado, por no haber sabido sobrenaturalizarlas!(S261) Esas depresiones, porque ves o porque descubren tus defectos, no tienen fundamento... Pide la verdadera humildad.(S262) Déjame que te recuerde, entre otras, algunas señales evidentes de falta de humildad :pensar que lo que haces o dices está mejor hecho o dicho que lo de los demás; querer salirte siempre con la tuya; disputar sin razón o cuando la tienes insistir con tozudez y de mala manera; dar tu parecer sin que te lo pidan, ni lo exija la caridad; despreciar el punto de vista de los demás; no mirar todos tus dones y cualidades como prestados; no reconocer que eres indigno de toda honra y estima, incluso de la tierra que pisas y de las cosas que posees;citarte a ti mismo como ejemplo en las conversaciones; hablar mal de ti mismo, para que formen un buen juicio de ti o te contradigan; excusarte cuando se te reprende; encubrir al Director algunas faltas humillantes, para que no pierda el concepto que de ti tiene; oír con complacencia que te alaben, o alegrarte de que hayan hablado bien de ti; dolerte de que otros sean más estimados que tú; negarte a desempeñar oficios inferiores; buscar o desear singularizarte; insinuar en la conversación palabras de alabanza propia o que dan a entender tu honradez, tu ingenio o destreza, tu prestigio profesional...; avergonzarte porque careces de ciertos bienes...(S263) Ser humilde no equivale a tener angustia o temor.(S264) Huyamos de esa falsa humildad que se llama comodidad.(S265) Le dice Pedro: ¡Señor!, ¿Tú lavarme a mí los pies? Respondió Jesús: lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo entenderás después. Insiste Pedro; jamás me lavarás Tú los pies a mí. Replicó Jesús: si yo no te lavare, no tendrás parte conmigo. Se rinde Simón Pedro: Señor, no solamente los pies, sino también las manos y la cabeza. Ante la llamada a un entregamiento total, completo, sin vacilaciones, muchas veces oponemos una falsa modestia, como la de Pedro... ¡Ojalá fuéramos también hombres de corazón, como el Apóstol!: Pedro no permite a nadie amar más que él a Jesús. Ese amor lleva a reaccionar así: ¡aquí estoy!, ¡lávame manos, cabeza, pies!, ¡purifícame del todo!, que yo quiero entregarme a Ti sin reservas. (S266) Para ti, transcribo de una carta: "me encanta la humildad evangélica. Pero me subleva el encogimiento aborregado e inconsciente de algunos cristianos, que desprestigian así a la Iglesia. En ellos debió de fijarse aquel escritor ateo, cuando dijo que la moral cristiana es una moral de esclavos..." Realmente somos siervos: siervos elevados a la categoría de hijos de Dios, que no desean conducirse como esclavos de las pasiones. (S267) El convencimiento de tu "mala pasta" tu propio conocimiento te dará la reacción sobrenatural, que hará arraigar más y más en tu alma el gozo y la paz, ante la humillación, el desprecio, la calumnia... Después del ««fiat»» Señor, lo que Tú quieras , tu raciocinio en esos casos deberá ser: "¿sólo ha dicho eso? Se ve que no me conoce; de otro modo, no se habría quedado tan corto". Como estás convencido de que mereces peor trato, sentirás gratitud hacia aquella persona, y te gozarás en lo que a otro le haría sufrir. (S268) Cuanto más alta se alza la estatua, tanto más duro y peligroso es después el golpe en la caída.(S269) Acude a la dirección espiritual cada vez con mayor humildad, y puntualmente, que es también humildad. Piensa no te equivocas, porque ahí Dios te habla que eres como un niño pequeño, ¡sincero!, al que van enseñando a hablar, a leer, a conocer las flores y los pájaros, a vivir las alegrías y las penas, a fijarse en el suelo que pisa. (S270) 16
  • 17. "Sigo siendo una pobre criatura", me dices. Pero, antes, al verlo, ¡te llevabas cada mal rato! Ahora, sin acostumbramientos ni cesiones, te vas acostumbrando a sonreír, y a volver a empezar tu lucha con una alegría creciente.(S271) Si eres sensato, humilde, habrás observado que nunca se acaba de aprender... Sucede lo mismo en la vida; aun los más doctos tienen algo que aprender, hasta el fin de su vida; si no, dejan de ser doctos.(S272) Buen Jesús: si he de ser apóstol, es preciso que me hagas muy humilde. El sol envuelve de luz cuando toca: Señor, lléname de tu claridad, endiósame: que yo me identifique con tu Voluntad adorable, para convertirme en el instrumento que deseas... Dame tu locura de humillación: la que te llevó a nacer pobre, al trabajo sin brillo, a la infamia de morir cosido con hierros a un leño, al anonadamiento del Sagrario. Que me conozca: que me conozca y que te conozca. Así jamás perderé de vista mi nada.(S273) Sólo los tontos son testarudos: los muy tontos, muy testarudos.(S274) No me olvides que, en los asuntos humanos, también los otros pueden tener razón: ven la misma cuestión que tú, pero desde distinto punto de vista, con otra luz, con otra sombra, con otro contorno. Sólo en la fe y en la moral hay un criterio indiscutible: el de nuestra Madre la Iglesia.(S275) ¡Qué bueno es saber rectificar!... Y, ¡qué pocos los que aprenden esta ciencia!(S276) Antes que faltar a la caridad, cede: no resistas, siempre que sea posible... Ten la humildad de la hierba, que se aplasta sin distinguir el pie que la pisa.(S277) A la conversión se sube por la humildad, por caminos de abajarse.(S278) Me decías: "¡hay que decapitar el "yo"!..." Pero, cómo cuesta!, ¿no?(S279) Muchas veces es preciso hacerse violencia, para humillarse y repetir de veras al Señor: ««serviam!»» te serviré. (S280) ««Memento, homo, quia pulvis es...»» recuerda, hombre, que eres polvo... Si eres polvo, ¿por qué te ha de molestar que te pisen?(S281) Por la senda de la humildad se va a todas partes..., fundamentalmente al Cielo.(S282) Camino seguro de humildad es meditar cómo, aun careciendo de talento, de renombre y de fortuna, podemos ser instrumentos eficaces, si acudimos al Espíritu Santo para que nos dispense sus dones. Los Apóstoles, a pesar de haber sido instruidos por Jesús durante tres años, huyeron despavoridos ante los enemigos de Cristo. Sin embargo, después de Pentecostés, se dejaron azotar y encarcelar, y acabaron dando la vida en testimonio de su fe. (S283) Es verdad que nadie puede estar cierto de su perseverancia... Pero esa incertidumbre es un motivo más de humildad, y prueba evidente de nuestra libertad.(S284) Aunque eres tan poca cosa, Dios se ha servido de ti, y continúa sirviéndose, para trabajos fecundos por su gloria. No te engrías. Piensa: ¿qué diría de sí mismo el instrumento de acero o de hierro, que el artista utiliza para montar joyas de oro y de piedras finas?(S285) ¿Qué vale más: un kilo de oro o uno de cobre?... Y, sin embargo, en muchos casos el cobre sirve más y mejor que el oro.(S286) Tu vocación llamada de Dios es de dirigir, de arrastrar, de servir, de ser caudillo, Si tú por falsa o por mal entendida humildad, te aíslas, encerrándote en tu rincón, faltas a tu deber de instrumento divino.(S287) Cuando el Señor se sirve de ti para derramar su gracia en las almas, recuerda que tú no eras más que el envoltorio del regalo: un papel que se rompe y se tira.(S288) ««Quia respexit humilitatem ancillae suae»» porque vio la bajeza de su esclava... Cada día me persuado más de que la humildad auténtica es la base sobrenatural de todas las virtudes! Habla con Nuestra Señora, para que Ella nos adiestre a caminar por esa senda. El mundo nos espera. ¡Sí!, amamos apasionadamente este mundo porque Dios así nos lo ha enseñado: ««sic Deus dilexit mundum...»» así Dios amó al mundo; y porque es el lugar de nuestro campo de batalla una hermosísima guerra de caridad, para que todos alcancemos la paz que Cristo ha venido a instaurar. (S290) El Señor ha tenido esta finura de Amor con nosotros: permitirnos que le conquistemos la tierra. El tan humilde siempre! quiso limitarse a convertirlo en posible... A nosotros nos ha concedido la parte más hacedera y agradable: la de acción y la del triunfo. (S291) El mundo... "¡Esto es lo nuestro!"... 17
  • 18. Y lo afirmas, después de poner la mirada y la cabeza en el cielo, con la seguridad del labriego que camina soberano por su propia mies: ««regnare Christum volumus!»» queremos que El reine sobre esta tierra suya!(S292) "Es tiempo de esperanza, y vivo de este tesoro. No es una frase, Padre me dices, es una realidad". Entonces..., el mundo entero, todos los valores humanos que te atraen con una fuerza enorme amistad, arte, ciencia, filosofía, teología, deporte, naturaleza, cultura, almas... ,todo eso deposítalo en la esperanza: en la esperanza de Cristo.(S293) Ese encanto inconcreto y placentero del mundo..., tan constante. Las flores del camino te atraen sus colores y sus aromas...; las aves del cielo; las criaturas todas... Pobre hijo mío!: es razonable. De otro modo, si no te fascinaran, ¿qué sacrificio ibas a ofrecer a Nuestro Señor? (S294) Tu vocación de cristiano te pide estar en Dios y, a la vez ocuparte de las cosas de la tierra, empleandolas objetivamente tal como son: para devolverlas a El.(S295) ¡Parece mentira que se pueda ser tan feliz en este mundo donde muchos se empeñan en vivir tristes, porque corren tras su egoísmo, como si todo se acabara aquí abajo! No me seas tú de ésos..., ¡rectifica en cada instante!(S296) El mundo está frío, hace efecto de dormido. Muchas veces, desde tu observatorio, lo contemplas con mirada incendiaria. ¡Que despierte, Señor! Encauza tus impaciencias con la seguridad de que, si sabemos quemar bien nuestra vida, prenderemos fuego en todos los rincones..., y cambiará el panorama. (S297) La fidelidad el servicio a Dios y a las almas., que te pido siempre, no es el entusiasmo fácil, sino el otro: el que se conquista por la calle, al ver lo mucho que hay que hacer en todas partes.(S298) El buen hijo de Dios ha de ser muy humano. Pero no tanto que degenere en chabacano y mal educado.(S299) Es difícil gritar al oído de cada uno con un trabajo silencioso, a través del buen cumpli miento de nuestras obligaciones de ciudadanos, para luego exigir nuestros derechos y ponerlos al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Es difícil..., pero es muy eficaz.(S300) No es verdad que haya oposición entre ser buen católico y servir fielmente a la sociedad civil. Como no tienen por qué chocar la Iglesia y el Estado, en el ejercicio legítimo de su autoridad respectiva, cara a la misión que Dios le ha confiado. Mienten así: mienten! los que afirman lo contrario. Son los mismos que, en aras de una falsa libertad, querrían "amablemente" que los católicos volviéramos a las catacumbas. (S301) Esta es tu tarea de ciudadano cristiano: contribuir a que el amor y la libertad de Cristo presidan todas las manifestaciones de la vida moderna: la cultura y la economía, el trabajo y el descanso, la vida de familia y la convivencia social.(S302) Un hijo de Dios no puede ser clasista, porque le interesan los problemas de todos los hombres... Y trata de ayudar a resolverlos con la justicia y la caridad de nuestro Redentor. Ya lo señaló el Apóstol, cuando nos escribía que para el Señor no hay acepción de personas, y que no he dudado en traducir de este modo: ¡no hay más que una raza, la raza de los hijos de Dios!(S303) Los hombres mundanos se afanan para que las almas pierdan cuanto antes a Dios; y luego, para que pierdan el mundo... No aman este mundo nuestro, ¡lo explotan, pisoteando a los demás! Que no seas tú también víctima de ese doble timo!(S304) Hay quien vive con amargura todo el día. Todo le causa desasosiego. Duerme con una obsesión física: que esa única evasión posible le va a durar poco. Despierta con la impresión hostil y descorazonadora de que ya tiene ahí otra jornada por delante. Se han olvidado muchos de que el Señor nos ha colocado, en este mundo, de paso hacia la felicidad eterna; y no piensan que sólo podrán alcanzarla los que caminen, por la tierra, con la alegría de los hijos de Dios.(S305) Con tu conducta de ciudadano cristiano, muestra a la gente la diferencia que hay entre vivir tristes y vivir alegres; entre sentirse tímidos y sentirse audaces; entre actuar con cautela, con doblez... ¡con hipocresía!, y actuar como hombres sencillos y de una pieza. En una palabra, entre ser mundanos y ser hijos de Dios.(S306) Un error fundamental del que debes guardarte: pensar que las costumbres y exigencias nobles y legítimas, de tu tiempo o de tu ambiente, no pueden ser ordenadas y ajustadas a la santidad de la doctrina moral de Jesucristo. Fíjate que he precisado: las nobles y legítimas. Las otras carecen de derecho de ciudadanía.(S307) No se puede separar la le religión de la vida, ni en el pensamiento, ni en la realidad cotidiana.(S308) 18
  • 19. De lejos allá, en el horizonte parece que el cielo se junta con la tierra. No olvides que, donde de veras la tierra y el cielo se juntan, es en tu corazón de hijo de Dios.(S309) No podemos cruzarnos de brazos, cuando una sutil persecución condena a la Iglesia a morir de inedia, relegándola fuera de la vida pública y, sobre todo, impidiéndole intervenir en la educación, en la cultura, en la vida familiar. No son derechos nuestros: son de Dios, y a nosotros, los católicos, El los ha confiado..., ¡para que los ejercitemos!(S310)Muchas realidades materiales, técnicas, económicas, sociales, políticas, culturales..., abandonadas a sí mismas, o en manos de quienes carecen de la luz de nuestra fe, se convierten en obstáculos formidables para la vida sobrenatural: forman como un coto cerrado y hostil a la Iglesia. Tú, por cristiano investigador, literato, científico, político, trabajador..., tienes el deber de santificar esas realidades. Recuerda que el universo entero escribe el Apóstol está gimiendo como en dolores de parto, esperando la liberación de los hijos de Dios.(S311) No quieras hacer del mundo un convento porque sería un desorden... Pero tampoco de la Iglesia una bandería terrena, porque equivaldría a una traición.(S312) Qué triste cosa es tener una mentalidad cesarista, y no comprender la libertad de los demás ciudadanos, en las cosas que Dios ha dejado a juicio de los hombres.(S313) "¿Quién ha dicho que, para llegar a la santidad, sea necesario refugiarse en una celda o en la soledad de una montaña?", se preguntaba, asombrado, un buen padre de familia, que añadía: "entonces serían santas, no las personas, sino la celda o la montaña. Parece que se han olvidado de que el Señor nos ha dicho expresamente a todos y cada uno: sed santos, como mi Padre celestial es santo". Solamente le comenté: "además de querer el Señor que seamos santos, a cada uno le concede las gracias oportunas".(S314) Ama a tu patria: el patriotismo es una virtud cristiana. Pero si el patriotismo se convierte en un nacionalismo que lleva a mirar con desapego, con desprecio sin caridad cristiana ni justicia a otros pueblos, a otras naciones, es un pecado. (S315) No es patriotismo justificar delitos... y desconocer los derechos de los demás pueblos.(S316) Escribió también el Apóstol que "no hay distinción de gentil y judío, de circunciso y no circunciso, de bárbaro y escita, de esclavo y libre, sino que Cristo es todo y está en todos". Estas palabras valen hoy como ayer: ante el Señor, no existen diferencias de nación, de raza, de clase, de estado... Cada uno de nosotros ha renacido en Cristo, para ser una nueva criatura, un hijo de Dios: ¡Todos somos hermanos, y fraternalmente hemos de conducirnos!(S317) Ya hace muchos años vi con claridad meridiana un criterio que será siempre válido: el ambiente de la sociedad, con su apartamiento de la fe y la moral cristianas, necesita una nueva forma de vivir y de propagar la verdad eterna del Evangelio: en la misma entraña de la sociedad del mundo. los hijos de Dios han de brillar por sus virtudes como linternas en la oscuridad "quasi lucernae lucentes in caliginoso loco". (S318) La perenne vitalidad de la Iglesia Católica asegura que la verdad y el espíritu de Cristo no se alejan de las diversas necesidades de los tiempos.(S319) Para seguir las huellas de Cristo, el apóstol de hoy no viene a reformar nada, ni mucho menos a desentenderse de la realidad histórica que le rodea... Le basta actuar como los primeros cristianos, vivificando el ambiente.(S320) Tú, que vives en medio del mundo, que eres un ciudadano más, en contacto con hombres que dicen ser buenos o ser malos...; tú, has de sentir el deseo constante de dar a la gente la alegría de que gozas, por ser cristiano. (S321) Se ha promulgado un edicto del César Augusto, que manda empadronarse a todos los habitantes de Israel. Caminan María y José hacia Belén... No has pensado que el Señor se sirvió del acatamiento puntual a una ley, para dar cumplimiento a su profecía? Ama y respeta las normas de una convivencia honrada, y no dudes de que tu sumisión leal al deber será, también, vehículo para que otros descubran la honradez cristiana, fruto del amor divino, y encuentren a Dios. (S322) 19
  • 20. Ver Postu: 963..sencillez conversación con un sacerdote que no sabe quién es 965..Yo soy un pobre cura gordo 966...ante alabanzas de la radio Vaticana 1947 974-976...como un burrito 994...Bueno Monrreal..naccimiento de la Obra empapado de humildad 20