La orden de predicadores, también conocida como dominicos, fue fundada por Santo Domingo de Guzmán en 1216. Se destacó en el campo de la teología y doctrina y participó en la Inquisición medieval. La orden tuvo un gran impacto en la evangelización de América y en la fundación de la Escuela de Salamanca. Aunque sufrió declives en la modernidad, ha continuado contribuyendo al desarrollo del catolicismo.
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Orden Dominicana
1. La orden de predicadores (del latín: ordo praedicatorum u O.P.), conocida también
como orden dominicana y sus miembros como dominicos, es una orden mendicante de
la Iglesia católica fundada por Domingo de Guzmán en Toulouse durante la Cruzada
albigense y confirmada por el papa Honorio III el 22 de diciembre de 1216.1
La orden dominica se destacó en el campo de la teología y doctrina al abrigo de figuras
como Alberto Magno o Tomás de Aquino. Algunos de sus miembros integraron la Inquisición
medieval. La orden fundó la Escuela de Salamanca de teología, filosofía y economía. Alcanzó
su mayor número de miembros durante la expansión del catolicismo en los territorios
de América, África y Asiaincorporados a las coronas de Portugal y de España, donde se
reconoce la labor de personajes como Bartolomé de las Casas por su contribución temprana a
la defensa de los derechos humanos. La orden tuvo un declive en la modernidad hasta el siglo
XIX, pero pudo recuperar su influencia con el impulso de teólogos como Enrique Lacordaire,
participando activamente en el Concilio Vaticano II y, desde entonces, contribuyendo al
desarrollo del catolicismo contemporáneo. El lema principal de la orden es "Veritas", es decir
la Verdad. Otros lemas son:Laudare, benedicere, praedicare (‘alabar, bendecir y predicar’).
Índice
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1Historia
2Inquisición
3Atributos iconográficos
4Hábito
5Organización
6Personalidades de la orden
o 6.1Santos y beatos de la orden
o 6.2Dominicos en la ciencia
7Publicaciones
o 7.1Archivo Dominicano
8Presencia de los dominicos en santuarios
9Referencias
10Enlaces externos
Historia[editar]
Los dominicos nacen en el contexto de la cruzada albigense, guerra emprendida por iniciativa
de la Iglesia católica y la nobleza del reino de Francia en contra de los cátaros y la nobleza
de Occitania a comienzos del siglo XIII. Domingo de Guzmán, natural de Caleruega (Burgos,
España), era un clérigo que integraba el capítulo de la catedral de Osma. Durante un viaje
diplomático realizado con su obispo Diego de Acevedo al norte de Europa, fue encargado de
intentar la conversión de los cátaros instalados en el sur de Francia. Hacia 1206, organizó
―con la aprobación del Papa― un grupo de predicación que imitaba las costumbres de
los cátaros, viviendo pobremente, sin criados ni posesiones, pero sus intentos fueron un
fracaso, lo que decidió el uso de la fuerza y el inicio de la llamada cruzada contra los cátaros.
Santo Domingo continuó madurando su idea y se fue a vivir a la diócesis de Toulouse, donde
fundó un monasterio femenino en Prohuille. Finalmente, hacia 1215 organizó la primera
comunidad formal de «hermanos predicadores», como fue llamada la orden naciente. Se
componía de 16 integrantes. Dicha comunidad se guiaba por la regla de san Agustín y vivía
en conventos o casas urbanas, bajo una espiritualidad a la vez monástica y a la vez
apostólica. El lema escogido fue «Contemplari et contemplata aliis tradere» (‘contemplar y dar
2. a otros lo contemplado’). Todo esto fue novedoso para la época, pues hasta entonces, los
religiosos vivían en monasterios y no se dedicaban a la predicación, la cual era oficio propio
de los obispos. Los dominicos tomaron como ejes de su carisma el estudio y la predicación,
unidos a la pobreza mendicante.
De manera paralela a la fundación de los predicadores y de las monjas, nació la Milicia de
Jesucristo, después conocida como Tercera Orden de la Penitencia de Predicadores, que
sería la rama seglar de la organización. En la actualidad es conocida como orden seglar
dominicana, y sus miembros como seglares de la orden de predicadores. Entre los miembros
más famosos de esta rama de la orden, se encuentran Catalina de Siena, Sigrid Undset y Pier
Giorgio Frassati.
Blasón de la orden de predicadores, una cruz flor de lis de color blanco y negro sobre un campo de lo
mismo, colores alusivos al hábito de los dominicos.2
Blasones de la Orden de Predicadores.
La orden fue aprobada por el papa Honorio III en 1216. Pocos años después, santo Domingo
tomó la decisión de dispersar al pequeño grupo, enviándolo a lugares claves de la Europa de
entonces: París y Bolonia, donde se encontraban las dos principales universidades del mundo
occidental. El éxito fue inmediato. Si en 1221, cuando murió su fundador, los dominicos eran
alrededor de 300 frailes, unos cincuenta años más tarde el número rodeaba los 10.000
miembros. Este proceso de crecimiento se inició principalmente con el Beato Jordán de
Sajonia como inmediato sucesor de Santo Domingo de Guzmán. Hasta el siglo XIX, los
dominicos representaron la segunda comunidad masculina más numerosa, después de
los franciscanos.
3. Pronto se hicieron muy populares, y grandes teólogos se forjaron en sus filas. Los casos más
renombrados son los de Tomás de Aquino, Alberto Magno, Meister Eckart y Vicente Ferrer.
La preparación y formación teológica expuesta tanto por los dominicos como por los
franciscanos hizo que al fundarse la Inquisición, en 1231, el papa Gregorio IX se fijara en
estos religiosos y les confiara su organización, que llevaron adelante con mucho celo, al punto
de que los dominicos quedaron asociados para siempre con este tribunal medieval. Tal vez los
más famosos inquisidores en España fueron Bernardo Gui (o de Guio) y, sobre todo, Tomás
de Torquemada, ambos dominicos.
Tras una decadencia que afectó a todas las órdenes religiosas en general durante el siglo XIV,
los dominicos se reformaron en el siglo XV, y tuvieron una nueva época de gloria intelectual
que protagonizaron los dominicos del Convento de San Esteban de Salamanca, donde se forjó
la Escuela de Salamanca, en su faceta teológica, que daría después sus frutos en la filosofía,
el derecho y la economía, con personajes de la talla de Francisco de Vitoria, Tomás de
Mercado o Domingo de Soto, que hicieron unos planteamientos sobre los problemas de la
sociedad inusualmente avanzados.
Mientras tanto se enfrentaban a una nueva tarea: la Evangelización de América. Su trabajo allí
fue muy importante y en los anales de la historia se tiene en especial consideración a
Fray Bartolomé de las Casas, Fr. Antonio de Montesinos, Fr. Pedro de Córdoba, San Luis
Beltrán y otros más por su labor en la defensa de los derechos de los indígenas americanos.
En América, los dominicos también intervinieron en la educación de la población criolla, a
través de la fundación de centros universitarios y en la propagación de prácticas y devociones
que aún hoy están presentes entre la población católica, como la devoción a la Virgen María a
través del rezo del rosario.
Al advenir la época de las revoluciones (siglos XVIII-XIX) tanto en Europa como en América, la
orden soportó la crisis más grande de su historia. La inobservancia, la laxitud, la aridez
intelectual, unida a los ataques que desde el exterior lanzaron las autoridades políticas de
corte liberal, la llevaron a casi desaparecer por completo. A partir del siglo XIX comenzó una
segunda restauración, si bien el número de religiosos nunca volvió a tener el guarismo de
otras épocas. Uno de los restauradores más conocidos por su influencia en Francia y en
Europa en general, fue Enrique Lacordaire.
En el siglo XX la orden dominicana recuperó parte de su antiguo esplendor en el campo
teológico y pastoral. Por medio de teólogos como Marie Dominique Chenu, Yves
Congar, Santiago Ramírez y Aniceto Fernández, entre otros, los dominicos tuvieron una
influyente participación en el Concilio Vaticano II. En la actualidad, los alrededor de 6500
frailes que existen se dedican especialmente al estudio teológico y filosófico, a la pastoral en
parroquias, a la misión y la enseñanza en centros de estudio.
Inquisición[editar]
4. Dominico (2012).
Como consecuencia de las experiencias que la orden dominicana había realizado ya desde
pronto en fuertes argumentaciones intelectuales contra los herejes, el papa Gregorio IX les
encomendó la persecución de los herejes en su bula "Ille Humani Generis". Por su especial
dedicación a esta tarea, pronto recibieron el sobrenombre de "Domini Canes" (perros del
Señor). Célebre es el monumento ("Domini-Canes"), que la ciudad de Marburgo (Alemania)
les dedicó y que se conserva hasta nuestros días. Su tenacidad persecutoria hizo estragos en
toda Europa, sin tener consideración ni con sus propios hermanos, como quedó patente en la
detención, tortura y ejecución de Giordano Bruno. Los dominicanos se destacaron también
sobremanera en la persecución de las brujas, como Nicolás Jacquier o Heinrich Kramer, autor
de la obra Martillo de las Brujas.
En la actualidad (año 2000), el capítulo de la provincia de Teutonia (Alemania) se posicionó de
forma muy crítica en la visión sobre su pasado, declarando lo siguiente:
«Monjes dominicos alemanes estuvieron no sólo implicados en la Inquisición, sinó que
actuaron de forma patente y extensa. Está certificada su colaboración en inquisiciones de los
obispos y en la denominada Inquisición romana. Independientemente de las justificaciones
históricas para su participación, hoy reconocemos las consecuencias desastrosas de esas
actuaciones de nuestros hermanos. Pensamos que esto es un capítulo oscuro e
impresionante de nuestra historia. Y esto vale igualmente para la colaboración demostrada del
dominico alemán Heinrich Kramer en la persecución de las brujas. A través de su obra
el Martillo de las Brujas (Malleus Maleficarum), dio apoyo, respaldo y promocionó ampliamente
estas prácticas de extremado desdén para con las personas. Mediante las persecuciones a las
brujas, con torturas, mutilaciones y amputaciones en vivo, causaron un sufrimiento
desmesurado sobre innumerables personas (especialmente mujeres), en muchos casos de los
cuales el final era una muerte lenta e ignominiosa. Monjes dominicos alemanes han
contribuido, junto con otros, a crear las condiciones para que estos hechos ocurrieran. La
historia de las víctimas -en su mayoría anónimas y olvidadas-, no podemos dejar pasar sin
más. Y dado que una reparación resulta imposible, nos queda sólo la obligación moral del
recuerdo. Sabemos, que el espíritu de la Inquisición y de la persecución de las brujas
5. (discriminación, exclusión, marginación y destrucción de quien piense de otra forma), también
se dan de forma latente hoy en día, ya sea en la iglesiacomo en la sociedad, tanto
en cristianos como en no-cristianos. Contrarrestar esto en la medida de lo posible y promover
siempre el respeto integral de los derechos humanos, es nuestro compromiso con la deuda
que debemos a las víctimas de la Inquisición dominicana y a la caza de brujas. Éste es el
motivo de la llamada del capítulo de Teutonia a todos los hermanos de nuestra provincia para
que se impliquen en esta tarea.»
Los monjes dominicos de España y los demás países europeos (con la excepción
de Alemania), todavía no se han pronunciado oficialmente al respecto.
Atributos iconográficos[editar]
Capitel con perros guardando el «árbol del Señor», alegoría de la orden, en el monasterio de Santa
María la Real de Nieva.
Se describen en la «Leyenda», denominación genérica de la primera biografía de
santo Domingo de Guzmán, obra del fraile español Pedro Ferrand. Según esta, Juana de Aza,
estando embarazada del santo, tuvo un sueño en el que daba a luz un cachorro que portaba
una antorcha encendida en su boca y un globo a sus pies. Inquietada por el sueño, peregrinó
a un monasterio benedictino cercano fundado por santo Domingo de Silos, el cual interpretó
que anunciaba la luz que el niño daría al mundo con su predicación. Según la "Leyenda",
agradecida la madre, puso el nombre de aquel a su futuro hijo. Los propios dominicos se
considerarían a sí mismos como los perros pastores de la Iglesia.
Una etimología apócrifa atribuye el nombre «dominicanos» a Dómini canis (‘perros del Señor’,
en latín), pero en realidad se deriva del nombre de su fundador: Domingo (Dominicus, en
latín). Igualmente los dominicos han sido considerados como los perros guardianes de la
Iglesia, siendo usado tal apelativo tanto como afrenta o como motivo de orgullo.
6. Santo Domingo de Guzmán, por Claudio Coello (c. 1685), Museo del Prado. El santo porta la cruz
patriarcal de la orden en la mano derecha, emblema de su misión apostólica, y en la izquierda
el Evangelio, además de un ramo de azucenas, símbolo de pureza. Sobre su cabeza, una estrella a
modo de planeta centrando el nimbo o aureola. De su cintura se desprende un rosario y a sus pies,
descansan el globo del mundo y un perro portando una antorcha encendida, completando los atributos
iconográficos clásicos del santo y la orden dominica.
La estrella, presente en el «stemma liliatum» (escudo liliado) de la orden, es descrita en otro
episodio de la "Leyenda", que narra cómo durante el bautismo del predicador apareció una
estrella en su frente. En cuanto al origen de la cruz del escudo de los dominicos, responde a
otro atributo del santo, la flor de lis, presente ya en forma de cruz flordelisada en el propio
escudo de la familia Aza.
En su predicación por Europa, siempre se le describe acompañado del Evangelio de san
Mateo y las Cartas de san Pablo, otro atributo del Santo y, en general, de la orden. Su
hagiografía cuenta que en una noche de vigilia, los Santos Mateo y Pablo se manifestaron
mientras oraba. San Mateo, portando su Evangelio, y san Pablo, portando sus Cartas, le
anunciaron: «Ve y predica, porque has sido llamado para este ministerio».
Utilizan como emblema más conocido (tuvieron varios en su historia, y muchos de ellos siguen
vigentes en su uso) una cruz flordelisada con los colores de la orden.
Estos son los atributos más importantes junto a la iconografía del rosario, el cual le fuera
revelado a santo Domingo por la Virgen María[cita requerida] en otro episodio mítico de su vida. El
rosario sería uno de los ejes principales de doctrina de la orden de santo Domingo.
Hábito[editar]
Su hábito es blanco y consiste en un alba o túnica, una capilla con capucha (conocida también
como esclavina), un escapulario y un rosariode 15 misterios sujeto al cinto; y capa de color
negro, usada en el coro. Hasta entrado el siglo XX, era común que llevaran tonsura, práctica
abandonada actualmente.
7. Organización[editar]
El gobierno máximo de la orden reside en el Capítulo General, que se reúne cada 3 años.
Para el gobierno cotidiano el Capítulo General elige un «maestro de la orden» que gobierna
durante un período de 9 años en sucesión de santo Domingo. El maestro de la orden, junto
con la Curia Generalicia, radica en el antiguo convento y basílica de santa Sabina, en
el Aventino (Roma). El actual maestro de la orden es fray Bruno Cadoré, OP (electo en 2010).