Informe sobre el capítulo VII del libro 1 de José Pedro Barrán "Historia de la sensibilidad"
1. Informe sobre el capítulo VII “Excesos en el
uso de la Venus”, del libro primero de Historia
de la Sensibilidad de José Pedro Barrán.
Este capítulo trata diversas temáticas, que giran mayormente en torno a la
vida privada de los hombres a los cuales Barrán califica como Bárbaros; sin
embargo, también contrasta con los hombres provenientes de las clases pudientes
del lado civilizado. Trabaja alrededor de los excesos llevados a cabo por hombres
y mujeres desde el plano de su sexualidad y como viven la misma en relación a
ellos y la sociedad; los clérigos, como miembros partícipes de este contexto, los
cuales marchan con la corriente, la concepción poco culposa de la sexualidad y
culmina el capítulo con una reflexión sobre la sexualidad.
Al tocar el tema de los excesos, Barrán manifiesta en su libro que, dado los
documentos analizados, en el interior de la Banda Oriental estaban muy
extendidos el amancebamiento (convivir un hombre y una mujer sin estar
casados), los raptos, el adulterio, el incesto y los “crímenes nefastos” refiriéndose
con ello a la homosexualidad y el bestialismo. Los factores que podrían haber
incidido en estas conductas pueden haber sido: el convivir en ranchos que a
menudo solo poseían una habitación, encontrarse lejos de los curas y la escasez
de mujeres en la campaña, dado que estaba habitada en su mayoría por hombres.
Quién observó estas conductas en la campaña, no halló tendencias muy distintas
en Montevideo; sino que se asemejaban.
Se expresa que en Montevideo las más criticadas fueron las mujeres;
primero, los extranjeros se asombraron por sus conductas, para luego molestarles
las mismas, ya que no se comportaban como las europeas; viéndose entonces
poco decentes. Estas mujeres carecían de timidez, dicen lo que piensan, no son
recatadas, sino que actúan con naturalidad frente a los hombres y así mismo los
tratan; caminan solas por las calles y plazas de la ciudad a altas horas de la
noche, “las mujeres “decentes”, con esclavos y casas de fuste, no temían recibir a
solas a los hombres”.
Hombres y mujeres integraban las comparsas en carnaval; así como
también se podían observar niñas elegantes de la sociedad. En la catedral estos
se encontraban separados en distintos sectores, mientras que en la playa
acostumbraban bañarse juntos; utilizando las mujeres ropas ligeras; las mujeres
de las “clases decentes” en muchos casos también acudían a las playas de los
hombres.
2. A pesar de estos aconteceres, la policía tomaba medidas puritanas; las
cuales evidentemente eran desobedecidas o malinterpretadas; una de las medidas
por ejemplo fue la prohibición de baños conjuntos; señalando entonces dos baños
para señoras; aquí, el problema no constó en la labor de la policía sino en que: la
mezcla de sexos no se observaba en los que eran destinados a las señoras, pues
las mismas iban a los de los hombres con sus esposos y sirvientes y ellos podían
ir a los de las señoras cuando acompañaban sus familias.
En cuanto a la posesión de amantes refiere, esto era común entre los
hombres españoles e incluso los que tenían hijos los reconocían públicamente, no
considerándose vergonzosa la bastardía. Incluso, existían casos notables en los
que las esposas tienen conocimiento de la amante y los hijos legítimos y naturales
son educados juntos. Se habla entonces de una cierta tolerancia de las mujeres
ante la infidelidad del marido y de la indiferencia ante la opinión pública.
Entre la civilización y la barbarie se puede establecer como diferencia que:
en la primera el casamiento se lleva a cabo fuera de la pubertad, así como
también su primer encuentro sexual, mientras que en la segunda el casamiento se
lleva a cabo a una corta edad, dentro de la pubertad, así como también el primer
encuentro sexual.
Al referirse a los clérigos, con una postura que tiende a seguir la corriente,
antes que nada expresa que, aquellos que debían imponer el puritanismo en las
costumbres sexuales no lo hacían o lo hacían de forma escasa. Los miembros del
clero vivían aislados en el medio rural y participaban en buena medida de las
conductas de la mayoría de la población. Eran partícipes del carnaval, los bailes e
incluso corridas de toro en días de cuaresma, además de algunos solicitar a las
mujeres a la hora de confesarse sus “servicios”. Llama la atención que pareciese
ser un pecado mayor para el clérigo el embriagarse o descuidar las funciones
sacerdotales a poseer una amante. Esto hace que se exprese que el clero era
“bárbaro” así como la sociedad a la cual servía.
Ante la percepción poco culposa de la sexualidad descrita por Barrán, se
puede decir que continuando con el tema del clero, este no juzgó las trasgresiones
a su código sexual con la violencia que usaba en la puritana Europea. El que los
hombres se junten sin casarse en la campaña fue visto como un hecho a
solucionar con el matrimonio católico, pero comprensible.
Se describe un caso de incesto entre un padre y una hija el cual no fue
comunicado a la autoridad civil, sino que solamente se tomó la medida de
separación de la hija del padre, dado que al Capellán le pareció suficiente
correctivo la vergüenza que experimentaban.
3. Por su parte, en los bailes y fiestas “se admitía como normal el contacto
físico que la sensibilidad “civilizada” prohibiría terminantemente”.
Finalizando el capítulo se muestra claramente como la vida privada
trasgrede hacia la literatura, realizando los intelectuales “bárbaros” una reflexión
sobre lo sexual; mostrando en forma clara el carácter del deseo y de dejarse llevar
por el mismo. Incluso en la literatura de la época para las “niñas” admitía y
proporcionaba suaves consejos pícaros. La revista “El Recuerdo” que editaba en
Bs. As publicó un diálogo entre dos novios que “aprovechaban la lectura de un
libro para “cambiar frecuentes apretoncitos de mano, y otras dulzuras eróticas por
el estilo”. Al caer una hoja en blanco del texto, el joven escribió un soneto dirigido
a su amada cuyas estrofas finales decían:”
“Quiero que dócil a mis ruegos seas
Cual a los tuyos es mi corazón
Quiero que sólo en mi cariño veas
Tu porvenir, tu gloria, tu ambición!
Quiero, por fin, y conseguirlo espero,
Que tú me digas: -Lo que quieras, quiero!”