El presente artículo trata sobre los aspectos más importantes en la vida del filósofo griego Diógenes de Sínope o Diógenes "el cínico", como era conocido. Su modus vivendi, fue excepcional en la antigua Grecia. Aunque fue criticado por muchos, a Diógenes nunca le importó eso y llegó a ser uno de los hombres que sabía como vivir en libertad.
2. 2. ¿Por qué a Diógenes lo llamaban “el perro”?
Esto se debe al nombre de “Cínicos”, el cual tiene dos acepciones y connotaciones
griegas.
Primero: El maestro de Diógenes, el ateniense Antístenes, fue el fundador de la
escuela “cínica”, donde enseñaba filosofía. Esta escuela, era el gimnasio
CINOSARGO, cuyo nombre significa “kyon-argos” que quiere decir “perro
ágil”.
Segundo: La palabra “Cínico” está asociada al comportamiento de Antístenes y
de Diógenes, los cuales eran como el de los “Kyon” o “Kynos”, raíz griega que
significa “perro” (perros). De ahí que la gente solía llamarlos “Los Kynikos”
(Cínicos / Los perros). Y esto se debe al modo de vida que habían optado llevar,
por la idea radical de libertad, desvergüenza y los ataques a las tradiciones
sociales.
Por último, se relaciona lo cínico con lo canino en:
- La indiferencia en la manera de vivir.
- La impudicia a la hora de hablar o actuar en público.
- Las cualidades de buen guardián para preservar los principios de su filosofía.
- La facultad de saber distinguir perfectamente los amigos de los enemigos.
3. Anécdotas de la vida de Diógenes
Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes que le
abandonó poco más tarde. Y con el buen humor que lo caracterizaba, Diógenes
afrontó su mala suerte diciendo: “Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué
Diógenes no va a poder sin Manes?” Diógenes será coherente riéndose de la
relación de extrema dependencia entre las personas. De este modo aprendió que
no es bueno depender de nadie.
3. Un día vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: “Este
muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas”, y tiró su
escudilla.
Otro día se estaba masturbando en el Ágora, quiénes le reprendieron por ello,
obtuvieron por única respuesta del filósofo una queja tan amarga como escueta:
"¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan
dócil!"
En una ocasión apareció en pleno día por las calles de Atenas, con una lámpara en
la mano diciendo: “Busco un hombre sabio”.
Cuando caminaba entre varia gente, iba apartando a los hombres que se cruzaban
en su camino diciendo que solo tropezaba con “escombros” y que pretendía
encontrar al menos un hombre honesto sobre la faz de la tierra.
En otra ocasión, cierto hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa
mansión, haciendo especial hincapié en el hecho de que allí estaba prohibido
escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le
escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más
sucio donde desahogarse.
Cuando Platón le dio la definición de Sócrates del hombre como “bípedo
implume”, por lo cual había sido bastante elogiado, Diógenes desplumó un pollo y
lo soltó en la Academia de Platón diciendo “¡Te he traído un hombre!”.
Asistiendo a una lección de Zenón de Elea, que negaba el movimiento, Diógenes
se levantó y se puso a caminar.
Se dice que cuando le preguntaron a Diógenes “¿Cuál es la mejor hora para
comer?”, este respondió “Si eres rico cuando quieras y si eres pobre cuando
puedas”.
En otro momento, veía a los matemáticos que alzaban la vista, tratando de calcular
los movimientos de las estrellas y la luna y decía “Estos se preocupan más por ver
las cosas de arriba y no las que tienen en sus pies”.
Cierto día caminaba Diógenes por la ciudad de Atenas y vio que un muchacho,
hijo de una meretriz, tiraba piedras a los señores que pasaban por ahí, entonces le
dijo “Muchacho! Calma! No tires piedras a los desconocidos, no vaya a ser que
le des a tu padre”.
Al enterarse que un tal Dídimo (que en griego traducido al castellano significa
“Testículo”) había sido sorprendido cometiendo adulterio, dijo “Este merece que
lo cuelguen por su nombre”.
Según la leyenda, que parece ser creada con Menipo de Gadara, Diógenes en un
viaje a Egina, fue capturado por los piratas y vendido como esclavo. Cuando fue
puesto a la venta como esclavo, le preguntaron qué era lo que sabía hacer,
respondió: “Mandar. Comprueba si alguien quiere comprar un amo”. Fue
comprado por un tal Xeniades de Corinto, quien le devolvió la libertad y le
convirtió en tutor de sus dos hijos.
4. Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus
pensamientos, Alejandro interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y
le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: “Sí, tan solo que te
apartes porque me tapas el sol.” Los cortesanos y acompañantes se burlaron del
filósofo, diciéndole que estaba ante el gran Magno. Diógenes no dijo nada, y los
cortesanos seguían riendo.
En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de
huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre pero no
puedo distinguirlos de los de un esclavo”.
Diógenes decía irónicamente de sí mismo que, en todo caso, era "un perro de los
que reciben elogios, pero con el que ninguno de los que lo alaban quiere salir a
cazar". En mitad de un banquete, algunos invitados comenzaron a arrojarle huesos
como si se tratara de un perro. Diógenes se les plantó enfrente y comenzó a
orinarles encima, tal como hubiera hecho un perro. También le gritaron “perro”
mientras comía en el ágora y él profirió: “¡Perros vosotros, que me rondáis
mientras como!” y algunos le dijeron “Perro! No queremos que nos muerdas” y
Diógenes respondió “Tranquilos, un perro no muerde porquerías”.
Con idéntica dignidad respondió al mismísimo Platón, que le había lanzado el
mismo improperio: “Sí, ciertamente soy un perro, pues regreso una y otra vez
junto a los que me vendieron”.
4. Su enseñanza
Diógenes, sin embargo, no le daba valor alguno a la propiedad y solía decir "todas
las cosas son propiedad del sabio".
Durante su vida, Diógenes vivió como vagabundo en las calles de Atenas y evitó
los placeres terrenales. Solía comer aceitunas e higos, mientras caminaba por la
ciudad, que por cierto, lo hacía descalzo durante todo el año. Estaba acostumbrado
a dormir en los pórticos de los templos, envuelto con una capa y tomó un barril
(tinaja) viejo, para usarlo como “casa”. Llevaba un báculo, un manto y un cuenco,
que luego dejaría para beber con las manos. De este modo, llevó una vida sin
5. lujos, sin vanidad, sin ascenso social y con plena libertad. Convirtió la pobreza
extrema en una virtud.
Para él, la virtud consiste fundamentalmente en la supresión de las necesidades; la
creencia de que la sociedad es el origen de muchas de éstas, que pueden evitarse
mediante una vida natural y austera. Según él, la virtud es el soberano bien. La
ciencia, los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar.
Se le considera inventor de la idea del cosmopolitismo, porque afirmaba que era
ciudadano del mundo y no de una ciudad en particular.
El principio de su filosofía consiste en denunciar por todas partes lo convencional
y oponer a ello su naturaleza.
Solía decir que “El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al
máximo sus necesidades.”
Se destacó también por:
El aprecio por las privaciones, al punto del dolor, como medio de rectificación
moral.
El desprecio de las convenciones de la vida social, y la desconfianza de las
filosofías refinadas, afirmando que un rústico puede conocer todo lo cognoscible.
Despreciaba también la mayoría de los placeres mundanos, afirmando que los
hombres obedecen a sus deseos como los esclavos a sus amos.
En el amor sostenía que era "el negocio de los ociosos", y que los amantes se
complacían en sus propios infortunios. Es más, admiraba y glorificaba a los que
pudiendo casarse, no lo hacían.
Sostuvo que el coito era una necesidad física y por ende muy natural. Sostuvo
que la muerte no era un mal, pues no tenemos conciencia de ella.
Pasó el resto de su vida en Corinto, donde se dedicó enteramente a predicar las
doctrinas de la virtud del autocontrol.
Practicó la idea cínica de autosuficiencia, la cual requería una vida natural e
independiente a los lujos de la sociedad.
6. 5. Su Muerte
Sobre la muerte de Diógenes circularon muchas versiones. Según una de ellas,
murió de un cólico provocado por la ingestión de un pulpo vivo; según otra, fue
como consecuencia de una caída, tras haberle mordido un tendón uno de los
perros entre los que trataba de repartir un pulpo; y según otra más, murió por su
propia voluntad, reteniendo la respiración, aunque esto sería algo metafórico, pues
es imposible morir por dejar de respirar voluntariamente. También circula una
leyenda según la cual sus últimas palabras fueron: “Cuando me muera echadme a
los perros. Ya estoy acostumbrado.” Mucho tiempo después Epicteto le recordaba
como modelo de sabiduría.
No legó a la posteridad ningún escrito y murió en el año 323 a.C. en la ciudad de
Corinto, en donde erigieron una columna de mármol de Paros, con la figura de un
perro descansando en honor a Diógenes.
Se cuenta que estando a punto de morir, Alejandro Magno dijo: “De no ser
Alejandro, habría deseado ser Diógenes.”
Material de Consulta:
Diógenes Laercio, “Vida de los Filósofos más ilustres”, Grupo Editorial Tomo S.A. de
C.V. México.
García Gual, Carlos (2005). La secta del perro: vidas de los filósofos
cínicos. Alianza. Madrid.