Este documento discute la locura en la Argentina del siglo XX y en la vida y obra del escritor uruguayo Horacio Quiroga. Explica que la sociedad argentina prestó poca atención a los pacientes de salud mental durante este período. También analiza cómo temas como la locura, la muerte y lo anormal están presentes en los cuentos de Quiroga, posiblemente influenciado por las cuatro muertes violentas que presenció en su vida. Finalmente, sugiere que a través de su literatura, Quiroga trataba
Presentación acerca de la evolución de la novela desde el año 1975 hasta el 2000. Realizada por David Arroyo, Jorge Torres, Lyuboslav Nikolaev y Álvaro Pérez.
Presentación acerca de la evolución de la novela desde el año 1975 hasta el 2000. Realizada por David Arroyo, Jorge Torres, Lyuboslav Nikolaev y Álvaro Pérez.
esta tarbajo me toco exponer junto a mi compañero Luis y fue la ultima exposicion en grupo o en pareja que he hecho en el colegio en el curso de literatura.
La locura en la Argentina del siglo XX y en la vida y obra de Horacio Quiroga
1. 19-10-2015 La locura en la
Argentina del
siglo XX y en la
vida y obra de
Horacio Quiroga.
Ricardo Paulo J. Arieu
Español 116.
Profesora: MARISOL ROSARIO SANTIAGO.
Psicología. Univ. del Este, Tampa, Florida.
2. La locura en la Argentina del siglo XX y en la vida y obra de Horacio Quiroga. Página 1
Michel Foucault, un historiador de las ideas, psicólogo, teórico social y filósofo francés,
decía que "para la conciencia occidental, la locura surge simultáneamente en puntos múltiples,
formando una constelación que se desplaza poco a poco, transforma su diseño y cuya figura
oculta, quizás, el enigma de una verdad" (Foucault, 1998, Página 3). La locura, la perdida de la
razón, ese extraño mal al cual los seres humanos descartan admirar, atormenta al ser humano
desde los albores de la misma historia.
Ernesto Bohoslavsky, investigador de la Universidad Nacional de General Sarmiento y
del CONICET (Argentina), comentando acerca de un libro de Jonathan Ablard (Madness in
Buenos Aires. Patients, Psychiatrists and the Argentine State, 1880-1983. Calgary and Athens:
University of Calgary Press and Ohio University Press, 2008), denuncia a través de un artículo
que ni el Estado ni la sociedad argentina prestaron la suficiente atención necesaria a los enfermos
mentales en el siglo XX, sino que "han tendido más a amontonarlos y a esconderlos hasta que
muriesen que a ofrecerles instituciones correctamente financiadas y apoyadas para que logren
reales niveles mínimos de contención y curación...". Además el opina que "la manera en la que
una sociedad trata a sus miembros más débiles: los ancianos, los niños, los inmigrantes y los
enfermos, entre otros, y los recursos que destina a aquellos que han sido menos afortunados en la
vida, a quienes tienen dolencias y viven expuestos permanentemente a situaciones de riesgo, es
un indicador de los valores que se priorizan". Y además, “hacia finales de la década de 1930 la
percepción de la prensa, de la corporación médica y de la población en general era de un sombrío
pesimismo con respecto al estado del sistema de salud mental, al igual que ocurría con las
instituciones penitenciarias, fuertemente desprestigiadas”.(Bohoslavsky, s.f.). Pero Bohoslavsky,
también subraya la gran atención que los medios de comunicación, la corporación médica, la
literatura e incluso el Parlamento han dado a este tema. Durante el siglo XX, las instituciones
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argentinas se preocuparon poco por el destino de los pacientes de salud mental. La falta de
sensibilidad hacia el que sufre, es denunciada por este investigador.
La locura es también un tema que está presente en las obras del famoso cuentista
uruguayo Horacio Quiroga, quien no solo la observó muchas veces en su entorno social más
íntimo, sino que escribió acerca de ella en sus obras. Pero la cuestión de la demencia no
permaneció dentro de los límites de las páginas de sus cuentos sino que saltó a la vida de
Quiroga, a través de las lúgubres circunstancias que acompañaron su vida, desde su niñez hasta
el final de sus días. Elías Castelnuovo, un amigo del escritor uruguayo, escribe escuetamente y
en condensadas líneas expresando el lado del carácter y la naturaleza del final de la vida de
Horacio Quiroga, mostrando como la demencia arremetió contra su psiquis sin piedad, como un
mensajero de las parcas atrayéndole hacia su predestinada sentencia:
“El jueves por la tarde salió del hospital donde se encontraba internado para preparar su
viaje a Misiones, y el viernes por la mañana (19 de febrero de 1937) emprendía, en
cambio, el viaje sin retorno a la región de las tinieblas. Adquirió una dosis de cianuro y
hacia la madrugada, en la soledad de su pieza, sin luz y sin testigos, se envenenó"
(Castelnuovo, 03-1937, Página 33). El suicidio fue un triste fin para este arduo escritor y
un final irracional para el hombre a quien la muerte, la desgracia y la locura persiguieron
desde temprana edad. Su cansada psiquis le negó la posibilidad de vivir en un mundo de
amor, locura y muerte. Y el veneno apresuró sus pasos, llevando a Quiroga rumbo a la
otra vida.
En esa mismo obra, explicando las locas razones de su suicidio, se mencionan cuatro
muertes violentas que Quiroga citó en el curso de su vida que sin piedad arremetieron en su
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contra y al fin lo enloquecieron: a) Cuando tenía seis meses, mientras la madre lo amamantaba,
un día, le trajeron al padre muerto de tres tiros de escopeta. b) A los trece años, el padrastro,
quien fue el único padre que conoció el muchacho, otro día, en su presencia, se suicidó. c)
Cuando tenía veinte años Quiroga mató accidentalmente a su mejor amigo Federico Ferrando,
con una pistola. d) Y finalmente, se casó con una mujer que también se suicidó en presencia suya
(Castelnuovo, 03-1937, Página 33-34). Cuatro penosos casos que le empujaron a actuar
despiadadamente contra su propia vida. Es importante tener presente toda esta irracional red de
trágicas circunstancias que desde el mismo principio de su vida hicieron del escritor Horacio
Quiroga un caso patológico, digno del análisis de un psicoterapeuta. Obviamente, ante estas
evidencias, cualquier lector no puede menos que buscar en sus obras algún elemento de
anormalidad patológica o de incipiente locura que confirmen estas influencias:
Desde la aparición de su primer libro, Los arrecifes de coral en 1901, hasta la última
colección de cuentos Más allá, 1935, el autor demuestra cada vez más esta propensión
hacia lo anormal, la locura y a muerte. (Castelnuovo, 03-1937, Página 34)
El libro ‘Los arrecifes de coral’, contiene un cuento titulado ‘El Guardabosque
comediante’ en que el protagonista se repetía la frase "yo soy romano y negligente", y otras
frases por el estilo, hasta que al fin sale de su cabaña en pleno invierno y es devorado por los
lobos:
"Solía suceder que levantándose tarde, se lavaba y peinaba con cuidado, ajustaba
correctamente su monóculo. Y tomando el camino que rondaría al pueblo marchaba
gravemente. A ratos murmuraba: yo soy romano y negligente. Se detenía pensativo y
bajaba la cabeza. Después continuaba su marcha. Pero la más de las veces se volvía de
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pronto y comenzaba a deshacer su camino lleno de distracción y tristeza. En el resto de
esos días quedaba aún más encogido de hombro... abría, y cerraba con más frecuencia sus
manos" (Quiroga, 1996, Página 817). Caminar sin rumbo fijo, volverse de pronto, abrir y
cerrar sus manos sin razón alguna, etc., son parte de la sintomatología de una persona
anormal.
Otro cuento en el mismo libro, ‘Sin razón, pero cansado’, describe el hastío del amor
físico y la muerte de la amada a manos del amante. El marido de la mujer es amigo del asesino y
al enterarse de la muerte de su esposa sólo pregunta: "¿Hizo mucho resistencia?" Y el asesino
contesta con un distraído: "Mucha", terminando así el relato.
“Descendiendo del bote tomaron juntos el camino de la quinta; ni uno ni otro se volvió a
mirar la laguna.
Ya distantes, Ricardo preguntó en voz baja:
— ¿Hizo mucha resistencia?...
— Mucha, le contestó Luciano distraído” (Quiroga, 1996, Página 824). Solo un psicópata
puede referirse de ese modo a un asesinato por el cometido sin expresar remordimiento
alguno.
En otras obras del cuentista se pueden apreciar abundantemente referencias al tema de la
locura. En la segunda obra de Quiroga titulada El crimen del otro (1904), se muestra un
desarrollo psicológico y artístico mucho más maduro de parte del autor. Y en Flor de Imperio,
cuando se muere Divina, la hermana de Rubén, éste se siente profundamente acongojado,
atribulado ante el dolor de la pérdida familiar. Y cuando finalmente se enamora de una muchacha,
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todo su masculino amor también se hunde, toma con sus labios un ancho frasco de morfina, y
muere con una sonrisa:
Una noche, más poética que todas, Rubén cayó de rodillas ante Luisa, y el resto de mujer
que en él había disolviese en llanto sobre las queridas manos consoladoras. Pasearon en
adelante cogidos de la cintura, como prometidos que eran de verdad... Todo su amor de
hombre naufragaba en el deseo de ser llorado como una no manchada novia. Recrudecían
sus ternuras con Luisa; sonrosado, flexible, reclinábase sobre el pecho de ella, cerrando
los ojos, sonreía a su amor, al cielo, a las cosas, a todo lo que lloraría su irreparable
desaparición.
Y una noche llenó de flores su cuarto, quemó blancas alhucemas y se tendió en la cama.
Sonrió largamente a su retrato. Lo abandonó para tomar a pequeños sorbos una copa de
agua helada. Se cubrió hasta el mentón con la sábana, agotó en sus labios un ancho frasco
de morfina, cruzó sus brazos bajo la cabeza, y el suave y sonrosado doncel, flor
decadente del idilio, fijó los ojos en el techo, sonriendo (Quiroga, s.f.). Estos personajes
son como tenues fantasmas si los comparamos con los amantes que se suicidan en los
relatos de Quiroga, pero aun así nos descubren las no muy sanas preocupaciones del
joven cuentista.
En el corto cuento El almohadón.de plumas, se vislumbran algunos rasgos de locura
como la obstinación, las alucinaciones, fijación enfermiza, visiones monstruosas, un minúsculo y
mortal parasito que le succiono la sangre a Alicia, provocándole finalmente la muerte por anemia
aguda (Quiroga, 1917):
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Obstinación: “Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio.
Paseábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también
con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable obstinación”.
Alucinaciones: "Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio...
La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro
al lado del respaldo de la cama”.
Fijación enfermiza: “Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado
en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en ella los ojos”.
Monstruos y visiones monstruosas: “Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de
monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha”. “Sobre el
fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso,
una bola viviente y viscosa”.
Terror a la oscuridad: “Las luces continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio
y la sala”.
Terror: "La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél,
lívida y temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban". "Jordán lo
levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó
funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio un grito de horror
con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandos".
Un parasito monstruoso: "Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había
aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la
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sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido
sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En
cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia. Estos parásitos de las aves, diminutos en el
medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones enormes. La sangre
humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de
pluma".
Aunque la salud mental siempre ha sido un tema que preocupa a las personas,
lamentablemente, la sociedad argentina descuidó mucho la atención de los pacientes de salud
mental durante el siglo XX. Y como algunos investigadores señalaron, fue la literatura, el
periodismo y el cine, quienes se dedicaron a opinar sobre este tema, cuestionando la poca
importancia dada al tema. En los cuentos de Quiroga, vemos que el tema de la locura, aparece
registrado en varios puntos distintos de sus cuentos. A través de la literatura, posiblemente
Quiroga haya estado tratando de llamar la atención de la sociedad uruguayo-argentina. ¡Aunque
finalmente se percibe que él también sufría mucho la enfermedad mental! Al menos varias de sus
obras parecen querer delatarlo: ¡Él estaba obsesionado por este tema! Y la muerte y la locura
parecían perseguirlo hasta a donde él iba. Hasta que finalmente, un día cualquiera, Horacio
Quiroga dejó de evadir las sombras de esta enfermedad y se rindió a ellas, mostrando así que
detrás del autor había un extraño destino: El suicidio. Quizás, si en la Argentina del siglo XX le
hubiesen dado mayor importancia al tema de la salud mental, el final del cuentista Horacio
Quiroga hubiese sido otro.
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Referencias Bibliográficas
Bohoslavsky, Ernesto. La psiquiatría de la Patria: la locura en el siglo XX argentino.
(s.f.). Universidad Nacional de General Sarmiento / CONICET. A Contra
Corriente. Revista de Historia Social y Literatura y Vol. 7, No. 1, Fall 2009, 334-341.
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http://www.ncsu.edu/acontracorriente/fall_09/reviews/Bohoslavsky_rev.pdf
Castelnuovo, Elías La tragedia de Horacio Quiroga. (03-1937).Editorial Claridad, Buenos Aires.
Reproducido en Repertorio Americano, (04-17 -1937). San José de Costa Rica. Citado
de Crow, John A. La Locura de Horacio Quiroga. Nro. 34 Revista Iberoamericana.
Recuperado de
http://revista-
iberoamericana.pitt.edu/ojs/index.php/Iberoamericana/article/viewFile/712/963
Foucalt, Michele. HISTORIA DE LA LOCURA en la época clásica II. (1998).Traducción de
Juan José Utrilla. Segunda reimpresión (FCE, Colombia). Recuperado de
http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/678.pdf
Quiroga, Horacio. El almohadón de plumas. (1917).Recuperado de
http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/quiroga/el_almohadon_de_plumas.htm
Quiroga, Horacio. Flor de imperio. (s.f). Recuperado de
10. La locura en la Argentina del siglo XX y en la vida y obra de Horacio Quiroga. Página 9
http://www.cuentosinfin.com/flor-de-imperio/
Quiroga, Horacio. Todos los cuentos. (1996). EdUSP.